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jueves, 12 de diciembre de 2024

Paul Krugman. Mi última columna: la esperanza en una era de resentimiento 10 de diciembre de 2024

A view of an American flag at the Washington Monument.
Credit...
Will Matsuda para The New York Time.

Esta es mi última columna para The New York Times, donde empecé a publicar mis opiniones en enero de 2000. Me retiro del Times, no del mundo, así que seguiré expresando mis opiniones en otros lugares. Pero me parece una buena ocasión para reflexionar sobre lo que ha cambiado en estos últimos 25 años.

Lo que me sorprende, echando la vista atrás, es lo optimistas que eran entonces muchas personas, tanto aquí como en gran parte del mundo occidental, y hasta qué punto ese optimismo ha sido sustituido por ira y resentimiento. Y no me refiero solo a los miembros de la clase trabajadora que se sienten traicionados por las élites; algunas de las personas más enojadas y resentidas de Estados Unidos en estos momentos —personas que parece muy probable que tengan mucha influencia con el gobierno de Trump entrante— son multimillonarios que no se sienten suficientemente admirados.

Es difícil transmitir lo bien que se sentían la mayoría de los estadounidenses en 1999 y principios de 2000. Las encuestas mostraban un nivel de satisfacción con la dirección del país que hoy parece surrealista. Mi sensación de lo que ocurrió en las elecciones de 2000 fue que muchos estadounidenses daban por sentadas la paz y la prosperidad, por lo que votaron al tipo que parecía más divertido para pasar el rato. También en Europa las cosas parecían ir bien. En particular, la introducción del euro en 1999 fue ampliamente aclamada como un paso hacia una integración política y económica más estrecha, hacia unos Estados Unidos de Europa, por así decirlo. Algunos de nosotros, los desagradables estadounidenses, teníamos dudas, pero al principio no eran muy compartidas.

Por supuesto, no todo eran cachorritos y arcoíris. Por ejemplo, durante los años de Clinton ya había en Estados Unidos un buen número de teorías conspirativas del tipo proto-QAnon e incluso casos de terrorismo doméstico. Hubo crisis financieras en Asia, que algunos de nosotros vimos como un presagio potencial de lo que estaba por venir; publiqué un libro en 1999 titulado El retorno de la economía de la depresión, en el que argumentaba que cosas similares podrían ocurrir aquí; publiqué una edición revisada una década después, cuando ocurrieron. Aun así, la gente se sentía bastante bien respecto al futuro cuando empecé a escribir para este periódico.

¿Por qué este optimismo se agrió?
Tal y como yo lo veo, hemos sufrido un colapso de la confianza en las élites: el público ya no tiene fe en que las personas que dirigen las cosas sepan lo que hacen, o en que podamos suponer que son honestas.

No siempre fue así. En 2002 y 2003, quienes sosteníamos que la invasión de Irak era fundamentalmente fraudulenta recibimos muchas críticas de quienes se negaban a creer que un presidente estadounidense pudiera hacer algo así.

¿Quién diría eso ahora?
De otra manera, la crisis financiera de 2008 minó cualquier fe que el público tuviera en que los gobiernos sabían cómo gestionar las economías. El euro como moneda sobrevivió a la crisis europea que alcanzó su punto álgido en 2012, que llevó el desempleo en algunos países a niveles de la Gran Depresión, pero la confianza en los eurócratas —y la creencia en un futuro europeo brillante— no.

No solo los gobiernos han perdido la confianza de los ciudadanos. Es asombroso echar la vista atrás y ver cuánto más favorablemente se veía a los bancos antes de la crisis financiera.

Y no hace tanto tiempo que los multimillonarios de la tecnología eran ampliamente admirados en todo el espectro político, al grado de que algunos alcanzaron el estatus de héroes populares. Pero ahora ellos y algunos de sus productos se enfrentan a la desilusión y a cosas peores; Australia incluso ha prohibido el uso de las redes sociales a los menores de 16 años.

Lo que me lleva de nuevo a mi argumento de que algunas de las personas más resentidas de Estados Unidos en estos momentos parecen ser multimillonarios enojados.

Ya hemos visto esto antes. Tras la crisis financiera de 2008, que se atribuyó ampliamente (y con razón) en parte a los tejemanejes financieros, cabía esperar que los antiguos Amos del Universo mostraran un poco de arrepentimiento, quizá incluso gratitud por haber sido rescatados. Lo que obtuvimos en su lugar fue la “ira contra Obama”, la furia contra el 44.º presidente por sugerir siquiera que Wall Street podría haber tenido parte de culpa en el desastre.

Estos días se ha debatido mucho sobre el giro a la derecha de algunos multimillonarios de la tecnología, desde Elon Musk hacia abajo. Yo diría que no deberíamos darle demasiadas vueltas y sobre todo no deberíamos tratar de decir que esto es de algún modo culpa de los liberales políticamente correctos. Básicamente, se reduce a la mezquindad de los plutócratas, quienes solían disfrutar de la aprobación pública y ahora descubren que todo el dinero del mundo no puede comprar el amor.

Así pues, ¿hay alguna forma de salir del sombrío lugar en el que nos encontramos?
Lo que yo creo es que, aunque el resentimiento puede llevar al poder a gente mala, a largo plazo no puede mantenerla en él. En algún momento, el público se dará cuenta de que la mayoría de los políticos que despotrican contra las élites en realidad son élites en todos los sentidos importantes, y empezará a pedirles cuentas por no cumplir sus promesas. Y en ese momento el público estará dispuesto a escuchar a quien no intente argumentar desde la autoridad, no haga falsas promesas, sino que intente decir la verdad lo mejor que pueda.

Puede que nunca recuperemos el tipo de fe en nuestros dirigentes —la creencia en que las personas en el poder suelen decir la verdad y saben lo que hacen— que solíamos tener. Tampoco deberíamos. Pero si nos enfrentamos a la caquistocracia —el gobierno de los peores— que está surgiendo en estos momentos, puede que con el tiempo encontremos el camino de vuelta a un mundo mejor.

Paul Krugman se despide como columnista de ‘The New York Times’ después de 25 años.

Paul Krugman
El economista Paul Krugman, en 2020 en Madrid.

Premio Nobel de Economía en 2008 deja el rotativo en vísperas de la llegada de Donald Trump a la Casa Blanca, con un texto titulado ‘Mi última columna: encontrar esperanza en una era de resentimiento’.

Premio Nobel de Economía en 2008, profesor en las universidades más prestigiosas del mundo, escritor y comentarista, Paul Krugman se despide después de casi 25 años como columnista de The New York Times, una tribuna desde la cual ha arremetido contra las políticas de austeridad (“es una idea realmente mala en una economía deprimida”, escribía en 2019), ha deliberado sobre la actualidad y la teoría económica y ha sacado el látigo contra la clase política. Economista de corte progresista, crítico acérrimo de Donald Trump —tituló una de sus opiniones Donald Trump y su equipo de imbéciles— y de George W. Bush —tanto en política económica como exterior; condenó severamente la guerra en Irak—, también ha censurado más de una decisión de la Administración de Barack Obama. Se va justo a la víspera de la vuelta de Trump a la Casa Blanca, un timing que parece ir más allá de la coincidencia, anunciándolo en un artículo publicado en el rotativo estadounidense y titulado Mi última columna: encontrar esperanza en una era de resentimiento.

Al igual que empezó a escribir en el periódico neoyorquino el 2 de enero de 2000 con una reflexión “sobre la economía mundial”, dice adiós con otra: “Parece una buena oportunidad para reflexionar sobre lo que ha sucedido cambiado en estos últimos 25 años”. El estilo es siempre el mismo —directo, pese a la complejidad de las materias tratadas, y parco en adjetivos—, pero el tono ha dado un viraje radical: la ilusión que sentía al inicio del nuevo siglo ha sido desplazada por la desesperanza. Todo el texto está impregnado de desánimo hacia la clase dirigente y la sociedad. “Lo que me sorprende, mirando hacia atrás, es cuán optimistas eran muchas personas, tanto aquí como en la mayoría del mundo occidental, en aquel entonces, y la medida en que ese optimismo ha sido reemplazado por la ira y el resentimiento”, escribe el economista, cuyos artículos se han publicado cada semana en el suplemento económico de EL PAÍS, Negocios.

“No me refiero solo a los miembros de la clase trabajadora que se siente traicionada por las élites, algunas de las personas más enfadadas y resentidas de Estados Unidos en este momento: gente que parece muy probable que tenga mucha influencia en la Administración entrante de Trump son multimillonarios que no se sienten lo suficientemente admirados”, continúa el también ganador del Premio Princesa de Asturias. “Es difícil expresar lo bien que se sentía la mayoría de los estadounidenses en 1999 y principios de 2000. Las encuestas mostraron un nivel de satisfacción con la dirección del país que parece surrealista comparada con los estándares actuales. Mi sensación de lo que ocurrió en las elecciones de 2000 [ganadas por George W. Bush] fue que muchos estadounidenses dieron por sentado la paz y la prosperidad, por lo que votaron por el tipo que parecía más divertido para pasar el rato”.

Pese a que no todo entonces fuera de color rosa, había esperanza en el futuro. Ahora, predomina el resentimiento, alimentado por un colapso de la confianza en las élites, sean los gobernantes, los bancos o las grades tecnológicas y sus dueños millonarios. “El rencor puede poner a personas malas en el poder, pero a la larga no puede mantenerlas allí. En algún momento el público se dará cuenta de que la mayoría de los políticos que critican las élites en realidad son élites (...) y empezarán a pedirles responsabilidades por no cumplir con sus promesas”, escribe. Mientras tanto, deja una esperanza, al menos para sus lectores: “Me retiro de The Times, no del mundo, así que seguiré expresando mis visiones en otros lugares”.


domingo, 10 de noviembre de 2024

Mariana Mazzucato: “Para la guerra, el dinero sale de la nada”

Mariana Mazzucato, en el World in Progress Barcelona, el martes.
Mariana Mazzucato, en el World in Progress Barcelona, el martes.
Directora del Instituto para la Innovación y Propósito Público del University College de Londres (UCL)

La economista señala que permitir “la evasión y la elusión fiscal es una elección” de los estados, a los cuales señala como “parte del problema” ante la concentración de poder económico y tecnológico de las grandes corporaciones

Mariana Mazzucato (Roma, 1968), faro académico del pensamiento progresista, dice a menudo, bromeando, que entra en una reunión “como economista” y sale “como coach de vida”. Pese a hablar de dinero, en el discurso de la mediática directora del Instituto para la Innovación y Propósito Público del University College de Londres (UCL) emergen enseguida la valentía, la mentalidad, el liderazgo o, el resultado de cada elección. Se refiere al papel central que propugna para “un Estado emprendedor” que innova, se arriesga, invierte, cataliza, condiciona, coordina, colabora, en torno a una “misión”. El ejemplo feliz con que ilustra esta idea es la movilizadora promesa de viajar a la luna formulada hace 62 años por John F. Kennedy. En El Estado emprendedor, El valor de las cosas, Misión economía o, el último en llegar, El gran engaño, Mazzucato le da un meneo al discurso tradicional de la izquierda, a la par que al capitalismo. No basta con hablar de desigualdad, de redistribución, o de corregir fallos del mercado. “Tomas Piketty y yo somos dos caras de la misma moneda”, subraya la ítalo-estadounidense, en una entrevista celebrada durante el foro internacional World in Progress Barcelona, organizado esta semana por PRISA, la SER y El PAÍS en CaixaForum.

Pregunta. Ante la enorme concentración de poder económico, financiero y tecnológico, ¿qué margen real tienen los gobiernos, más allá de poner parches?
Respuesta. Los estados son parte del problema. Con sus políticas, han permitido que .el sector financiero pese más, que las tecnológicas sean más poderosas o que las farmacéuticas operen de forma más extractiva. Que permitamos la evasión y la elusión fiscal es una elección. Debilitar a los sindicatos o pagar de forma adecuada a los sanitarios a quienes aplaudíamos durante la pandemia, también.

P. Hace falta dinero para la transición verde, la digitalización, la innovación, la desigualdad, la seguridad… ¿Teme la austeridad de las nuevas viejas reglas fiscales en la UE?
R. La austeridad es un mito. Pensamos en austeridad cuando vemos recortes en la sanidad o la educación públicas. En realidad, elegimos gastar más en unas cosas y menos en otras. Alemania decía que no había dinero, pero para la guerra en Ucrania realizó un esfuerzo de 190.000 millones de euros. ¿Dónde estaba este dinero antes? Para la guerra, el dinero sale de la nada. Para los problemas sociales, no hay. Hay que darle la vuelta. Por otro lado, creer que ahorras por no gastar más en educación, I+D o sanidad es una forma estúpida de ahorrar dinero. Costará más arreglar el desaguisado.

P. La polarización en Europa y Estados Unidos no lo pone fácil.
R. Los gobiernos deben ser valientes. Si se habla de polarización, también se debe hablar de desigualdad. La ciudadanía desconfía de los gobiernos y de las empresas porque han sido parte del problema. De la desconfianza surge el populismo. En Italia, muchos trabajadores que no se beneficiaron de la globalización han acabado votando a Giorgia Meloni.

P. La izquierda ha perdido parte de su base electoral. ¿En qué debería centrarse?
R. La izquierda, y hablo a escala mundial, no ha pensado lo bastante en cómo crear riqueza de manera diferente, para que sea inclusivo y esté orientado a la innovación, a las energías renovables, la sanidad o el futuro de la inteligencia artificial (IA). Si no generas riqueza, no hay nada que repartir. En España, como en otros países, no veo un buen banco público de desarrollo del estilo del alemán KfW, que ayude a las empresas a avanzar en la dirección correcta, por ejemplo, a reducir materiales de producción como el plástico. La contratación pública tiene también un papel importante. Que las comidas en las escuelas sean saludables y sostenibles puede ser reflejo de cómo un gobierno interactúa con la industria de la alimentación.

P. ¿Ve compatible la insistencia en la falta de competitividad europea frente a EE UU y China, en los informes de Draghi y Letta, con el modelo social europeo?
R. En 2013 escribí El Estado emprendedor justo contra la mentalidad que dice: “Ah, EE UU tiene todos los amazons y los googles. ¿Por qué Europa no? Necesitamos más capital riesgo, otro sistema fiscal…” Fueron las grandes inversiones públicas las que permitieron que surgiera la industria tecnológica. Silicon Valley nació fruto de una increíble red de emprendimiento muy bien financiada a lo largo de toda la cadena de innovación. Es algo que no existe en Europa, cuestión en la que Draghi no incide. Mi trabajo no solo va de trabajar con una misión, sino de gobernanza, de una política pública inteligente que permita que el estado reciba la parte que le toque, no solo vía impuestos, sino como recompensa por sus inversiones. Fracasamos porque los beneficios generados por tecnología pagada por el Estado no se han compartido. Y encima, estas empresas se mueven para no pagar impuestos. Necesitamos es que se entienda que innovación y competitividad van de la mano. También falta vincular ciencia e industria. Y un aprendizaje adecuado para los trabajadores. Es lo que conduce a la competitividad.

P. ¿Trocearía Google?
R. No puede abordarse el problema como una cuestión de tamaño, sino de gobernanza que vele por el interés público.

P. ¿Cómo garantizar que la IA se desarrolle para el bien común?
R. Con la IA corremos el riesgo de repetir los errores del pasado. Si las oportunidades relacionadas con la innovación y la tecnología no se estructuran de forma adecuada, acabarán perjudicando a la gente. Puede agravar la desigualdad, y también hay riesgos en materia de privacidad. ¿A dónde van los datos cada vez que usamos una aplicación? ¿Cómo puede una ciudad utilizarlos para el interés público en lugar de que sirvan para que unas empresas sepan más sobre nosotros? El sector público debe garantizar que los beneficios se distribuyan lo más ampliamente posible, también en el sector salud y farmacéutico, para que no haya abusos con las patentes y los derechos de propiedad intelectual. Por eso estoy a favor de los buenos acuerdos.

P. ¿Cuáles serían estos buenos acuerdos?
R. En el Reino Unido, el laborista Keir Starmer gana las elecciones, y ya dice que no hay dinero. Con el Brexit, necesitas inversión, a las empresas. Pero ¿cuál es tu valor, como gobierno? Haz que las empresas inviertan. Concede ayudas, pero a cambio introduce condiciones. Asegúrate de que, a cambio, se orienten hacia un crecimiento sostenible, cosa que no se logra solo con bajar impuestos, sino con dinero y una relación público-privada adecuada.

P. ¿Los fondos europeos están transformando la economía europea?
R. No transforman la economía. A menudo llueven millones en países con una capacidad débil. Aumentan los beneficios, no la inversión. ¿Cómo asegurarse de que las ganancias no vayan solo a los accionistas, a los dividendos o a las recompras de acciones? Esta idea de ser business friendly, de facilitarle la vida a las empresas, logra malas políticas. No hay que conceder préstamos públicos a una empresa porque tenga problemas o porque sea una pyme, sino condicionarlos a que sea haga una transición.

P. ¿Cómo valora las empresas que presionan por un parón en la transición energética en la UE?
R. Hay que electrificar e invertir en movilidad sostenible, pero, sobre todo, necesitamos menos coches, eléctricos o no, y desplegar un transporte público en condiciones. Extraer litio para las baterías tampoco es muy sostenible. En México o EE UU, el tren es un medio destruido, en favor del automóvil. Los gobiernos han sido capturados por la industria.

P. Y según usted, también por grandes consultoras.
R. En muchos países se ha dejado de invertir en las propias estructuras estatales. Si se externaliza la capacidad gubernamental, se hace difícil que el sector público aplique buenas políticas. También hacen falta buenos abogados. Sin ellos, no ganas. Las grandes petroleras, la banca, las farmacéuticas tienen los mejores.

P. ¿La transición energética agravará las desigualdades?
R. La transición debe, ante todo, ser justa. Todos esos trabajadores en las fábricas que producen coches contaminantes necesitan inversión, capacitación, formación, reciclaje. No pueden simplemente perder sus empleos. De lo contrario, se generan pobreza, desconfianza y populismo. La transición no puede llevar a la desindicalización en las plantas de baterías. Fue importantísima la huelga del motor en EE UU de hace unos meses. Sin sindicatos, no tendríamos fines de semana ni vacaciones. Y los niños trabajarían en fábricas.

P. ¿Cuál es el papel del PIB como termómetro de si una economía va como un cohete?
R. Si estuvieras conduciendo y solo tuvieras un número, te estrellarías. ¿Por qué tener solo un número? En el salpicadero, ves a qué velocidad vas, cuánto combustible te queda, si el motor necesita agua o aceite. No desecho el PIB. Es útil para ver si una economía crece solo por el consumo, o si lo hace por la inversión. Es útil consultar el PIB per cápita, por la distribución. Pero también importan el coeficiente Gini (sobre desigualdad) y los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS).


domingo, 19 de mayo de 2024

_- (Gracias) Milei por visitar España: le hemos visto el plumero a los libertarios

_- El viaje del presidente argentino, Javier Milei, a España es el mejor retrato posible para mostrar quién es realmente, qué forma tiene de hacer política y qué intereses defiende esa nueva legión de políticos y economistas que se consideran a sí mismos paladines de la libertad, garantes únicos de los derechos individuales y máximos defensores de la competencia y el capitalismo de libre empresa. Es de agradecer.

Milei viaja invitado por Vox, un partido de extrema derecha, defensor de dictaduras como la de Franco y que rechaza la Constitución, oponiéndose a bastantes de sus contenidos esenciales. Un partido que no lucha por la libertad pues persigue, desprecia e insulta a quien no tiene sus ideas y que considera enemigos a quienes tenemos principios y valores diferentes. Un partido que no acepta la democracia desde el momento en que declara ilegítimo al gobierno formado por sus adversarios tras elecciones libres y con suficiente mayoría parlamentaria. Y un partido que, en el terreno económico, defiende medidas que se ha demostrado hasta la saciedad que producen mayor concentración de la renta en los más ricos y pobreza, peor funcionamiento de las economías y más deuda y destrucción de empresas porque benefician a las grandes empresas y a los bancos y fondos de inversión que viven justamente de eso.

Prueba de ello es que, además de reunirse con la extrema derecha, Milei sólo lo haga además con grandes poderes económicos. No con los empresarios, como se ha dicho, no con pequeñas y medianas empresa, con la empresa familiar o representantes de autónomos o microempresas. Ni, por supuesto, con representantes de trabajadores.

Milei se ha retratado con este viaje a España: muestra sin disimulo cuál es su posición política y su relación con la democracia y las libertades, y señala también con la misma claridad para quién trabaja y los intereses que defiende. No el general sino el de las grandes empresas con quien se reúne y que hoy día representan la deriva del capitalismo hacia la ineficiencia y el despilfarro, la especulación y el rentismo.

Milei lo ha dejado claro: en política defiende el totalitarismo, y en economía el capitalismo de oligopolios y de amiguetes que ganan dinero gracias a su influencia y poder político. Por eso es muy de agradecer su visita.

Como decimos en mi tierra, gracias a esta visita de Milei, se les ha visto el plumero a los economistas y políticos libertarios y a las organizaciones y medios desde los que difunden sus ideas.


P. D. : Aunque he colgado esta página del catedrático Juan Torres López, después del comportamiento mostrado por Milei, tengo que declarar que no le puedo dar las gracias a ese personaje impresentable que ya ha insultado a varios presidentes y al Papa. Nombra a una terraplanista como secretaria en Ciencias... y dice consultar con su perro muerto para tomar decisiones, decisiones tomadas que empobrecen más a su pueblo y enriqueces más, a su costa, a los privilegiados. Es terrible que personajes así gobierne un país rico y poderoso, culto y humanitario. Espero y deseo que el pueblo argentino lo expulse del gobierno lo antes posible... Por el bien del pueblo argentino y de todos los pueblos del mundo. De personajes así no podemos esperar nada bueno...

"España pide que Milei se disculpe después de que el líder argentino llamara "corrupta" a la esposa del presidente del gobierno"

jueves, 19 de octubre de 2023

Piketty, el último gran intelectual francés.

Mediático y con influencia en el debate público, pertenece a una estirpe de pensadores franceses que no se limitaron a interpretar el mundo, sino que pretenden transformarlo.

Es el último gran intelectual francés, el heredero de esos escritores, pensadores, historiadores o sociólogos que, además de despuntar en su especialidad, influían en el debate público. Thomas Piketty (Clichy, 52 años) es economista, pero, quien haya escuchado sus intervenciones o le haya leído, se habrá dado cuenta de que es más que un economista. A veces es historiador. Y a su manera, político. Pertenece a la estirpe de filósofos, por usar la expresión de Marx, que no se limitaban a interpretar el mundo. Pretende transformarlo ...

miércoles, 15 de junio de 2022

_- Esther Duflo, economista contra la desigualdad y la pobreza

 

_- Nacida en París en 1972, Esther Duflo fundó en el año 2003 el J-PAL (Abdul Latif Jameel Poverty Action Lab), una red de 181 profesores de 58 universidades del mundo, con el objetivo de contribuir al estudio de cómo la reducir la pobreza garantizando que las políticas públicas estén guiadas por la evidencia científica.

Esta red de economistas colabora con gobiernos y organizaciones sociales para detectar las experiencias de ayuda al desarrollo que realmente funcionan en la práctica. Tratan de aplicar a las políticas sociales los mismos sistemas de estudio científico que se aplican en otras ciencias como la medicina o la industria farmacéutica. Realizan investigaciones cuantitativas y cualitativas sacando conclusiones sobre las que tienen resultados positivos, negativos o neutrales.

«La clave está en saber cómo hay que gastar el dinero, no cuánto», escribió Duflo en su libro Repensar la pobreza, donde se refiere a su interés en la aplicación concreta de las ideas económicas. Este grupo de economistas se ha labrado una importante reputación en el ámbito económico por su capacidad para aplicar al mundo real las teorías de la lucha contra la pobreza.

En el año 2013 el entonces presidente de Estados Unidos, Barack Obama, incluyó a Esther Duflo en el comité presidencial para el desarrollo, un grupo creado para promover ideas relacionadas con la reducción de la desigualdad.

En el año 2019 recibió el premio Nobel de Economía, junto con Abhijit Banerjee y Michael Kremer, “por su enfoque experimental para aliviar la pobreza global” señaló la Real Academia de las Ciencias de Suecia.

En 1999 la economista francesa se doctoró en el Instituto de Tecnología de Massachusetts (MIT, por sus siglas en inglés) y se unió al profesorado ese mismo año, permaneciendo allí el resto de su carrera. Banerjee y Duflo son académicos del MIT, mientras que Kremer es investigador de la Universidad de Harvard.

Su aportación reside en su forma de mirar los problemas sociales. Como ella misma describe, tenemos que evaluar las políticas sociales con la misma precisión que los efectos de un nuevo medicamento. No vale apoyarse en ideas preconcebidas o en nuestra propia intuición sobre los resultados que esperamos. Así, en sus primeras investigaciones abordó y demostró con evidencias que la educación tiene un impacto positivo en los salarios. Hasta entonces solo se había probado la existencia de una clara correlación pero no de una relación de causalidad.

Son menos conocidas sus investigaciones sobre desigualdad hombre /mujer, donde también ha realizado aportaciones reseñables.

Se pregunta sobre la relación entre empoderamiento femenino y desarrollo económico. La alta correlación entre ambos factores se usa en numerosas ocasiones como argumento para defender que, a partir del impulso del desarrollo económico, la igualdad entre mujeres y hombres estará eventualmente garantizada.

Con el análisis de relaciones causa/efecto evidencia que esto no es así, y presenta la siguiente conclusión

«Para lograr la equidad entre hombres y mujeres, en mi opinión, será necesario continuar tomando medidas de política que favorezcan a las mujeres a expensas de los hombres, y puede que sea necesario continuar haciéndolo por mucho tiempo.».

Pero, haciendo gala del mismo pragmatismo que en los estudios sobre pobreza, matiza, «Si bien esto puede resultar en algunos beneficios colaterales, esos beneficios pueden o no ser suficientes para compensar el costo de las distorsiones asociadas con dicha redistribución. Esta medida de realismo necesita moderar las posiciones quienes formulan políticas en ambos lados del debate sobre desarrollo / empoderamiento.».

En India sus estudios identificaron un alto nivel de absentismo laboral entre los profesores y descubrieron que si se les hacían contratos a corto plazo (renovables según el desempeño), los alumnos conseguían mejores resultados. En otro proyecto analizaron cómo el precio afectaba la demanda de pastillas antiparasitarias y a partir de esa experiencia determinaron cuándo y cuánto se debe cobrar por medicamentos en un determinado contexto.

La mayor parte de sus investigaciones están centradas en economías subdesarrolladas, si bien también se ha referido a las políticas públicas que deberían aplicarse en los países más ricos del mundo para contribuir a la igualdad. En ese contexto se ha pronunciado en diversas ocasiones a favor de subir los impuestos a las rentas más altas para disminuir la desigualdad.

Referencias
Banerjee, A.V. & Duflo, E (2015) Repensar la pobreza: un giro radical en la lucha contra la desigualdad global. Ed. Taurus ISBN: 978-84-306-0903-1

Duflo, Esther. Women Empowerment and Economic Development, Journal of Economic Literature 50 (4) (2012) 1051-1079 DOI: 10.1257/jel.50.4.1051

EAPN España. El estado de la pobreza. Seguimiento del indicador de pobreza y exclusión social en España 2008-2020. 11º Informe 2021.

ORKESTRA (2021). Construir la competitividad al servicio del bienestar. Informe de competitividad del País Vasco 2021 Instituto Vasco de la Mujer – Gobierno Vasco. Informe 45 – La brecha de género en las pensiones en la CAPV.

https://mujeresconciencia.com/2020/06/02/esther-duflo-un-nobel-al-foco-pragmatico-de-la-desigualdad/

Eva Ferreira, Elinor Ostrom: la primera mujer Nobel en Economía, Mujeres con ciencia, Vidas científicas, 19 enero 2017,

[2] Esther Duflo: Experimentos sociales para luchar contra la pobrezaconferencia TED2020 (en inglés con subtítulos en castellano) y transcripción en castellano 

Mónica Martínez-Bravo, Esther Duflo: Premio Princesa de Asturias en Ciencias Sociales 2015, Nada es Gratis, 22 mayo 2015.

Esther Duflo, Women Empowerment and Economic DevelopmentJournal of Economic Literature 50 (4) (2012) 1051-1079 

Fuente: https://www.nuevatribuna.es/articulo/cultura—ocio/ester-duflo-economista-desigualdad-

https://rebelion.org/esther-duflo-economista-contra-la-desigualdad-y-la-pobreza/

viernes, 16 de abril de 2021

_- Adiós Arcadi.

_- El encargo de una nota In memoriam sobre el Arcadi Oliveres, a la vez que ilusión, se me hace un poco difícil concretarla. Sea porque hace solo unos veinte años que le conozco, sea porque en Google aparecen tantas entradas con reseñas sobre Arcadi y/o entrevistas realizadas hace unas pocas semanas o algunos años, que no sé qué más puedo aportar.

Desde su partida, el pasado martes 6 de abril, muchos son los medios de comunicación que se han hecho eco de su muerte y han mostrado con más o menos amplitud quien era, su pensamiento, las luchas que compartió o impulsó y sus alternativas.

Arcadi Oliveres i Boadella (Barcelona, 27 de noviembre de 1945 - Sant Cugat del Vallès, 6 de abril de 2021) ha muerto a la edad de 76 años, a causa de un cáncer de páncreas terminal diagnosticado hace muy poco.

Arcadi Oliveres, profesor de economía en la Universidad Autónoma de Barcelona, pero a la par, y, sobre todo, activista por los derechos humanos, la paz, el anticapitalismo, el decrecimiento, la solidaridad internacional…, ha sido, es, desde hace décadas, uno de los referentes sociales más queridos y respetados en Cataluña.

En cuanto recibió el diagnóstico, en enero, pidió poder pasar los últimos días en su casa, con su familia. La noticia corrió como la pólvora. Desde ese momento cada día recibe una docena de visitas (antiguos alumnos, activistas, periodistas, compañeros y compañeras de proyectos compartidos…). Muchísima gente quería saludar y dar ánimos al maestro, al activista, al referente, al Arcadi.

La familia abrió una página web https://missatges.arcadioliveres.cat/ para vehicular que todo el mundo pudiera enviarle mensajes, conscientes de que ha hecho un largo camino, con mucha gente. Así mientras pueda, los irá leyendo, explicaba una familiar. Han sido más de 7.000 los mensajes de apoyo recibidos.

Persona comprometida desde siempre. Siendo estudiante participa en la Caputxinada (1966) en plena dictadura franquista, implicándose en las asambleas clandestinas del Sindicato Democrático de Estudiantes.

Es referente en la lucha contra la globalización, participando en Seattle en la movilización contra la reunión de la OMC (Organización Mundial del Comercio), impulsando desde la entidad Justícia i Pau (de la que fue presidente) la movilización contra el Banco Mundial en Barcelona (2001) y la posterior participación en los diferentes Foros sociales mundiales desde Porto Alegre a Bamako, y toda la movilización social que confluía en estos espacios altermundialistas, animando las relaciones norte-sur.

Antes había participado activamente en la campaña (desde 1981) para conseguir que el 0,7% del presupuesto público fuera a parar a los países en vías de desarrollo, objetivo que aún hoy incumplen la mayoría de las instituciones.

Empecé a coincidir con Arcadi en las reuniones de preparación de la movilización de rechazo al encuentro del Banco Mundial en Barcelona. Uno más en las asambleas. Más tarde en los Foros Mundiales y en propuestas sugeridas y/o compartidas desde mi responsabilidad política de Solidaritat i Pau en la organización donde militaba. Siempre amable, pedagógico, positivo.

Siempre dispuesto para una charla, un debate, una actividad o dar apoyo a una causa justa. No importaba fuera ésta, grande o pequeña, siempre que fuera justa. Apoyando la huelga de hambre de trabajadores de SEAT despedidos o los de Telefónica, o como miembro activo del encierro de inmigrantes en la iglesia del Pí para pedir la regularización y papeles. También en favor del derecho a la autodeterminación y la libertad de los presos y presas políticas. Contra la pena de muerte.

Sus intervenciones nunca dejaban indiferente. Denuncia clara del sistema capitalista, del gasto armamentístico, de cómo las multinacionales esquilman los recursos de grandes partes del planeta pisoteando cualquier derecho. Decía, “el capitalismo es un sistema criminal y se ha de erradicar. ¿sabéis por qué?”. Respiraba y arrancaba con la respuesta, los datos y la justificación del porque el sistema capitalista es criminal. Y aunque ya lo hubieses escuchado en otra ocasión, te parecía siempre interesante.

Con datos sobre el gasto público, bien conocedor, no solo por ser economista sino por todo el trabajo en favor de la paz y el desarme realizado desde la entidad Justícia i Pau, ha ido dejando bien al descubierto, también, los oscuros negocios de la monarquía española en ese terreno.

Con el movimiento del 15M, volvió a tener un papel importante. Sus intervenciones en una plaza Catalunya a rebosar, explicando el carácter criminal del sistema capitalista, del papel de los mercados, entroncó con una nueva generación. Siempre con rigor, dureza y corrección.

Trabajó para tejer puentes entre fuerzas de izquierdas. En 2013 junto con Teresa Forcades presentó la propuesta de un movimiento social para la creación de una candidatura popular y unitaria a las elecciones catalanas. No cuajó. Una pena.

Ahora se habla poco de la deuda externa de los países empobrecidos. Durante unos años la lucha en favor de la condonación de la deuda externa y la Consulta sobre la Deuda externa en Catalunya forjó todo un sector de activistas en pro de los derechos de los pueblos y de las finanzas éticas. Y antes, en los años ochenta y noventa, las luchas a favor de la objeción de conciencia al servicio militar y contra la entrada de España en la OTAN, el rechazo a todas las guerras e invasiones militares, contaron con el movimiento pacifista y antimilitarista, participando siempre Arcadi Oliveres en él.

España dedica cada día 56 millones de euros para preparar la guerra. ¿No podría destinarse el dinero del gasto militar a causas sociales? Se preguntaba de manera reiterada en cada una de sus charlas y conferencias.

Persona excepcional y optimista por naturaleza. En estas últimas semanas ha recibido miles de mensajes de apoyo, cientos de visitas y entrevistas. También actos de reconocimiento. Uno de éstos, el pasado 23 de febrero, con el cambio de nombre del espacio donde se ubica LAFEDE.CAT, espacio municipal que agrupa esta federación formada por 124 organizaciones y que ahora lleva el nombre de Espai Arcadi Oliveres-Casa de la Justícia global.

El pésame a la familia y amistades ha llegado desde los diferentes ámbitos político, social y académico. Echaremos mucho a faltar sus lecciones, sus propuestas grandes o pequeñas. El mirar la verdad cara a cara. Por suerte nos ha dejado mucho material para trabajar, entre los que se encuentra su última publicación “PARAULES D'ARCADI. Què hem après del món i com podem actuar” (2021), Angle Editorial.

Hay que recordar a Arcadi Oliveres por lo mucho que ha luchado, por lo mucho que ha enseñado, por lo mucho que hemos aprendido con él y porque además era una BUENA persona.

Acabo. En una de las últimas entrevistas concedidas aporta reflexiones sobre algunos retos futuros, que en realidad ya son presentes: la crisis climática, la migratoria o el fin de la monarquía, un deseo para él "ineludible". “Creo que voy a morir sin verlo, pero vosotros sí lo veréis, en cuatro días. Hay que hacerla caer”.

Descansa en paz, Arcadi.

Continuaremos trabajando para que tu deseo ineludible sea pronto realidad.

viernes, 9 de agosto de 2019

_- El decano de los Economistas de Málaga insulta gravemente al Presidente de la Nación, Pedro Sánchez y hace comentarios de mofa machistas contra la diputada de Podemos, Irene Montero. Y todo esto ¿a cambio de qué? Pues hasta ahora, y me temo que por mucho tiempo, a cambio de nada. No hay responsabilidad, solo impunidad.

_- Juan Carlos Robles afirma que se ha disculpado, que fue un “calentón” y que no dimitirá

El Colegio de Economistas de Málaga es uno de los más grandes de España con más de 2.000 afiliados

El decano del Colegio de Economistas de Málaga, Juan Carlos Robles, ha insultado al presidente del Gobierno, Pedro Sánchez y ha realizado varios comentarios machistas e inadmisibles, en contra de la líder de Podemos Irene Montero en sus cuentas en redes sociales.

Robles, que es especialmente activo en Twitter o Facebook con continuos mensajes en contra de los mensajes lanzados por los representantes de los partidos de izquierda, ha llegado a publicar en Twitter que Sánchez “es un perfecto hijo de la gran puta” en referencia a unas declaraciones realizadas por el dirigente socialista sobre una diputada de Bildu.

También han corrido como la pólvora por las redes un mensaje con la foto de Irene Montero en la que ésta levanta el brazo y se aprecia un poco de vello en la axila. “Ojeando el sendero se adivina como está el bosque”, comentó, u otro en el que se ve en primer plano la boca de Pablo Iglesias. “Irene Montero tiene que besar diariamente a esto. Para que luego digáis que no tiene ningún mérito”, afirmó. El pasado mes de mayo también ironizó, por ejemplo, con la imagen de la candidata de Podemos a la alcaldía de Almargen.

Robles, que ha bloqueado su cuenta en Twitter, ha reconocido el error y asegura que le pidió disculpas al presidente del Gobierno por su comentario a través de esta red social. “Fue un calentón por un comentario que hizo Pedro Sánchez sobre el terrorismo. Estaba blanqueando Bildu y he puesto otro tweet pidiendo disculpas”, dijo. Respecto a los comentarios sobre la líder de Podemos, Robles argumenta que “pueden molestar, pero son bromas y están escritas en tono satírico, por lo que no tienen más trascendencia”.

En cualquier caso, Robles hace hincapié en que sus declaraciones en redes sociales las hace a título personal y que desde el Colegio de Economistas no le han afeado su conducta. También afirma que no tiene intención de dimitir. “No pienso dimitir ni nadie me lo ha pedido. El Colegio entiende que éste es un tema particular, que está zanjado y que no tiene nada que ver con ellos”, subraya. El Colegio de Economistas de Málaga es uno de los más grandes de España al contar, según explican en su página web, con más de 2.000 afiliados.

https://www.malagahoy.es/malaga/decano-economistas-Malaga-insulta-Pedro-Sanchez-comentarios-machistas_0_1375962904.html

P.D:
Creo necesario un comentario ante estos graves hechos.

Este señor es culpable de un grave insulto, con publicidad y alevosía, a nuestro presidente de Gobierno actual. No valen las disculpas, el ministerio público debe actuar e imputar a este decano. Además, el Colegio de Economista no puede desentenderse del caso y pedir inmediatamente la dimisión de su decano y, en caso de no dimitir, abrirle expediente sancionador por conducta impropia e inadmisible y públicamente expulsarle del Colegio, de lo contrario es cómplice de su comportamiento.

Dicho lo cual, este caso lo que refleja en nuestra sociedad es la pervivencia del fascismo franquista, que al no ser condenado ni exigir responsabilidades, actúa impune y campa indemne a sus anchas. De lo contrario no se entendería este comportamento

La constitución portuguesa condena al fascismo de su dictadura y le responsabiliza de los males de la misma, como es suplantar ilegítimamente la fuente de autoridad de la Nación que en toda democracia reside en el pueblo y nunca en un dictador y menos, como en España, en un dictador que a sangre y fuego de levantó contra la autoridad legítima de la República elegida por el pueblo.

Ello es una carencia grave de nuestra llamada transición, justificada en su momento por los llamados "ruidos de sables", a mi entender, cobardía de esa transición y procedimiento para el pretexto de continuar sin rendir cuentas de tanto crimen, robo de propiedades e ilegalidad contra muchos españoles cuyo "delito" consistió en acatar o defender la legalidad republicana..

En definitiva para eludir el conocimiento oficial de la verdad, la justicia y la reparación necesaria de tanta injusticia y crimen como hasta la ONU ha declarado.

Este señor se aprovecha de este contexto y se dedica a cumplir unos objetivos de insultos y mofa que lo desacreditan a él y a su organización como seguidores fascistas y personaje antidemócrata acostumbrado a utilizar políticamente las organizaciones para exponer sus ideas de extrema derecha, prácticamente nazis.

¿Hasta cuando nuestra democracia va a estar tutelada en tantas instituciones que deben ser democráticas y educadoras de la opinión pública, por esta clase de personajes, más propios de la Italia fascista o Alemania nazi y la España de la dictadura franquista, que de una democracia europea?

Por ello solicito la intervención de la justicia y que este comportamiento público y notorio no quede una vez más impune.

viernes, 19 de octubre de 2018

_- Entrevista a Bruno Estrada, economista y dirigente de CC.OO. “La democracia no debe quedarse en lo público. Tiene que entrar también en la economía privada”

CTXT

Parafraseando a Marx, los economistas críticos no han hecho más que cuestionar de diversas maneras el sistema, que genera una enorme desigualdad, pero de lo que se trata es de transformarlo.

Bruno Estrada, economista, con perdón, adjunto al secretario general de Comisiones Obreras, director del Área de Democracia y Desarrollo Productivo de la Fundación 1º de Mayo de CC.OO., analiza las diversas maneras en que se ha tratado de transformar el sistema productivo durante el último siglo, pero sobre todo se pone a la tarea de cómo afrontar esa transformación hoy en sociedades complejas y desarrolladas. La llama La Revolución Tranquila . Ese es el título del libro que acaba de publicar. A su profesión de economista añade una doble afiliación: la de miembro de CC.OO. y, con la convicción de que el sindicalismo debe ser activista políticamente, la de integrante de Podemos.

¿Qué es la Revolución Tranquila?
La idea que quiero transmitir con ese concepto es que se pueden afrontar procesos de transformación social profundos sólo si se plantean desde espacios democráticos. La Historia nos ha llevado a la conclusión de que acelerar los cambios a través de procesos más o menos violentos finalmente convierten los supuestos avances en retrocesos. Es lo que ha pasado en los países del socialismo real o en muchas revoluciones más contemporáneas. Si la gran mayoría de la sociedad no va cambiando paulatinamente asumiendo esos proyectos, las vanguardias, que son las que establecen a dónde hay que llegar, al final se convierten en parte del problema y no en la solución. Por ejemplo, como indico en el libro, el sistema de valores de la Rusia actual es mucho más conservador, tras haber pasado supuestamente por lo que decían que era un sistema socialista, que el de la Suecia actual.

Asegura que la renuncia de la libertad a cambio de la igualdad ha supuesto un lastre para para el socialismo. ¿A qué se debió esa renuncia que no estaba en su origen?
Por un lado, tuvo que ver con ese planteamiento de que sólo las vanguardias eran capaces de establecer lo que la sociedad quería tener y, por tanto, no era necesario dar libertad a la gente. Creo que fue un grave error. Construir sociedades más igualitarias, más libres, exige la participación de la sociedad, no de pequeños grupos organizados.

Junto a ello, la socialdemocracia, que en sus inicios mantuvo un equilibrio entre igualdad y libertad, a partir de la revolución neoliberal de los años 80, tomó una posición sumisa frente al neoliberalismo y dejó de reconocer que es el Estado de Bienestar el que ofrece libertad para más gente, frente a la visión espuria de la libertad que nos quiere vender el neoliberalismo, que en el fondo es libertad para unos pocos privilegiados. La izquierda entonces contrapuso libertad con igualdad. Yo creo que son elementos complementarios: cuanta más igualdad haya mayor libertad habrá para mayor número de personas, porque la gente accede a mayores niveles de libertad si tiene unos niveles materiales cubiertos.

Pero el neoliberalismo, que ha hecho de la libertad su bandera, también prescinde de ella cuando le hace falta. El caso de Chile con Pinochet es el más claro.

Ese es un claro ejemplo de libertad económica y un régimen dictatorial de represión de trabajadores y sindicatos. La defensa de la libertad neoliberal es falsa, es la libertad de unos pocos.

¿Y cómo afrontar otra forma de libertad económica que beneficie a todos, no sólo a los ricos?
Debemos repensar la libertad económica desde la democracia, que participen en ella todos los agentes de la actividad económica, no sólo los accionistas y directivos, sino también los trabajadores y los consumidores. En el seno de la empresa deberían opinar todos sobre las formas de producción, los horarios, las necesidades salud laboral por encima de las necesidades de producción. La democracia no se puede quedar a las puertas de las fábricas, como señaló Ernts Wigforss, ministro de Economía sueco en los años 30.

Es fundamental repensar la economía de forma diferente a como nos la han enseñado en la Universidad: una economía dirigida sólo por un pequeño número de agentes, cuando en el fondo la economía determina gran parte de nuestra vida. Tenemos que participar todos.

¿Pero, cómo puede conseguirse una democracia efectiva, donde esta abarque también la democracia económica?
Para ello, la izquierda debe empezar a pensar en espacios diferentes a los que pensaba hasta ahora. Tradicionalmente la izquierda divide el espacio económico entre lo privado y lo público, y el único espacio de democratización es el espacio de lo público. Así se aspiraba a aumentar el espacio económico público como forma de aumentar la democracia. Yo planteo que entre ambos hay otro espacio que es el del capital colectivo: los trabajadores pueden también ser propietarios de las empresas, como implantó la socialdemocracia sueca, con una fortísima resistencia de los empresarios, que llegaron a ir a la huelga. Parte del incremento salarial de los trabajadores iba destinado a un fondo que tomaba una parte del accionariado de la empresa. Eso permite que la democracia entre en el espacio de la empresa. Durante la vigencia de esta legislación en Suecia, siete años, el desempleo se redujo hasta el 1,9%, porque la reinversión productiva de los beneficios en la empresa fue mayor. Y el Producto Interior Bruto per cápita de Suecia que en 1984 era el 78% del de EEUU aumentó hasta representar el 126% del Estados Unidos en 1991.

Suecia sin embargo ha cedido también al modelo neoliberal y ahora está amenazada por el ascenso de la extrema derecha.
La batalla por esa transición al socialismo se perdió por el conflicto social generado por los empresarios, al tiempo que era asesinado el principal impulsor de esa vía, Olof Palme. Pero es un modelo que se puede retomar. De hecho, el Partido Laborista Británico acaba de aprobar, en su reciente conferencia anual, una propuesta económica que recoge la participación de los trabajadores en la empresa, tal como se hizo en Suecia. La economía no se puede transformar sólo a través de lo público, sino también con la participación de los trabajadores en las empresas.

¿No están pagando los partidos socialdemócratas el haber asumido sin más los planteamientos neoliberales? Electoralmente no hacen otra cosa que descender desde la crisis y sobre todo desde que se sumaron a las políticas de austeridad y recortes de derechos.
Lo están pagando porque ante la crisis de 2007-2008 los ciudadanos europeos depositaron sus esperanzas en que los partidos que decían representar a los trabajadores y defender el Estado de Bienestar, se harían políticas diferentes, que defendieran a los ciudadanos frente a los mercados financieros. Sin embargo, la gran mayoría de los dirigentes de esos partidos se pusieron de parte de las políticas de austeridad y devaluación salarial. En España lo vimos con Zapatero, también en el socialismo francés y holandés.

Pero la asunción del modelo neoliberal por los socialistas viene de antes ¿no?
Sí, viene de ese aggiornamento socialdemócrata de la llamada Tercera Vía en los años 90. Un hecho relevante ocurrió en 1999 impulsado por Bill Clinton, abanderado de esa Tercera Vía, con Tony Blair. Clinton derogó la ley Glass-Steagall, aprobada tras el crash de 1929, que separaba los bancos de inversión, dedicados a la especulación, de los bancos de depósitos de los pequeños ahorradores, para evitar riesgos financieros a estos. Nadie en sesenta y seis años se había atrevido a acabar con esa ley aprobada durante el mandato de Roosevelt. Ocho años después de la derogación de esta ley por Clinton se desató la mayor crisis financiera desde el Crash de 1929 con el desplome de gran parte del sistema bancario.

Los sindicatos son claves en la defensa de los trabajadores, lo han sido siempre. Y en ese periodo de auge neoliberal también han perdido fuerza ¿Qué ha pasado para que mucha gente se haya alejado de ellos?
Por un lado, se ha debido a la ofensiva neoliberal. Los tres pilares de la hegemonía socialdemócrata de posguerra eran unos sindicatos fuertes, un sistema monetario-financiero controlado, establecido por los acuerdos de Bretton Woods, que evitaba burbujas financieras, y un Estado del Bienestar. Esos tres elementos son lo que ataca el neoliberalismo. Se llevó a cabo una desregulación financiera, con la consecuencia de la explosión de varias burbujas financieras que tienen lugar a partir de los años noventa en la periferia y que finalmente estallan en 2007-2008; se produce un intento de jibarización del Estado de Bienestar y se debilita a los sindicatos, como los agentes que en las empresas pueden enfrentarse a la posición preeminente de los accionistas. Eso se aprecia más en el mundo anglosajón que en los otros países occidentales.

¿Ha afectado también el cambio en los modos de producción?
Las formas de actuación de los sindicatos no pueden ser ahora las mismas. La existencia de grandes fábricas, donde los trabajadores tenían una sensación de comunidad, se ha roto en muchos espacios con la externalización productiva. La acción sindical es mucho más compleja y no se ha respondido de forma adecuada. Yo creo que ahora se está aprendiendo mucho en el tema. Yo pertenezco a Comisiones Obreras. Hace tres años iniciamos un proceso de repensar el sindicato. En Estados Unidos y el Reino Unido se plantean también un cambio en línea con nuestro modelo: que además de la acción sindical en la empresa, el sindicalismo debe desarrollar también el activismo político, sin ser un partido político, algo que allí se había perdido.

¿Y en España? ¿Qué posibilidades de transformación se observan?
Creo que deberíamos ser optimistas. Y valorar cosas hechas aquí. El 15M significó la posibilidad de establecer un relato sobre las causas de la crisis muy diferente al que hubo en la mayor parte de los países europeos. El 15M consiguió marcar como responsables de la crisis al capitalismo depredador, a los grupos financieros y a los fondos de inversión, a los latifundistas de capital, cosa que no ocurrió en otros países europeos. El 15M ha permitido así vacunarnos del ascenso de la extrema derecha, o grupos racistas, que estamos viendo ahora en gran parte de Europa.

@EMILIODELAPE

Fuente: https://ctxt.es/es/20181010/Politica/22198/entrevista-bruno-estrada-libro-la-revolucion-tranquila-podemos-ccoo-sindicalismo.htm

jueves, 2 de agosto de 2018

Michael Hudson: “La economía está rota para el 99% de la gente” El contestatario profesor de economía vaticina la llegada de otra crisis financiera

Michael Hudson, Chicago, (1939) es un arqueólogo de la economía. Lleva décadas desgranando el pasado para entender el presente.

Retrocede en el tiempo y explica, por ejemplo, que Jesucristo fue crucificado para castigarle porque representaba una amenaza para los ricos. Explica que hay sermones en la Biblia que se refieren a la cancelación de la deuda, uno de los grandes argumentos de confrontación en el Imperio Romano.

Hudson nunca se acostumbró a la vida en el centro de Nueva York, así que reside en Forest Hills, en el barrio de Queens. Es lo que más se parece a Mineápolis, el lugar en que creció en el seno de una familia marxista. Por aquel entonces era la única ciudad trotskista del país. El profesor de la Universidad de Kansas City, la facultad más progresista en política monetaria de EE UU, recuerda los días en que todo lo que el país consumía se producía en el Medio Oeste.

Ahora todo es distinto. El sector financiero, dice, ha tomado el control de la economía y la exprime hasta asfixiarla. Su último libro, Matar al huésped (Capitán Swing), que se ha publicado este año en España, explica que la estrategia de los acreedores es similar a la de un parásito: hacen creer al huésped (el receptor) que son parte de su cuerpo, que lo cuidan y protegen. Pero, en realidad, desangran la economía, extrayendo los ingresos necesarios para producir.

Hudson fue uno de los ocho economistas que advirtieron del estallido de la crisis financiera en 2008. También fue una de las figuras detrás del movimiento Occupy Wall Street. El 1% más rico, explica, capturó la casi totalidad del crecimiento de la renta desde la Gran Recesión. Hoy, vuelve a advertir de que se acerca otro crash, y que puede ser incluso peor.

Hace medio siglo trabajó como economista en Wall Street. ¿Qué aprendió?
Vi cómo el dinero de los ahorros se recicla en el mercado hipotecario y cómo eso infla el precio de la vivienda y eleva el coste de vida. Esos créditos representan el 80% de los préstamos bancarios. No se puede competir teniendo un coste de la renta tan alto.

Ese fue el origen de la crisis.
Sí, nadie hizo caso hasta que fue demasiado tarde. El sistema estaba podrido, por eso hablaban de hipotecas basura. Los grandes bancos sabían lo que hacían y que eso los enriquecería. Se fijaban en el corto plazo. Al principio de una burbuja se hace mucho dinero. El crash siempre es resultado de una quiebra o de que se destapa un fraude.

¿Dónde estamos 10 años después?
El punto débil hoy es la deuda corporativa. Las empresas están muy endeudadas. Se recurrió a la deuda para pagar dividendos y recomprar acciones. Porque a los gestores se les premia según cuanto suban sus títulos, no en función de las ventas o porque contraten a más personal para generar negocio más. Pura ingeniería financiera.

Los organismos internacionales advierten de los efectos en los países emergentes del alza de tipos en EE UU.

De hecho, la próxima crisis la causará principalmente la deuda acumulada en moneda extranjera. Si el coste en dólares sube, van a tener que pagar más en su moneda nacional para poder cubrir la deuda. Se está creando un verdadero problema. Basta con mirar la situación en Argentina.

¿Esto no lo ve la Reserva Federal de EE UU?
Creo que un requisito para trabajar ahí es no entender cómo funciona realmente la economía. Es ciencia-ficción, viven en un universo paralelo en el que todo el mundo paga sus deudas.

¿La teoría está equivocada?
Suspendí un curso en la Universidad de Nueva York porque indiqué al profesor que las asunciones no eran correctas. Yo no repetía lo que decían los libros de texto, esos que escriben los lobbistas de bancos.

Pero el crédito es necesario.
Nadie a los 20 o 30 años tiene dinero para pagarse la universidad o comprar una vivienda, salvo que su familia sea rica. Los bancos determinan el precio de la educación y de la vivienda en función de lo que te prestan. Ahora, hay que pedir prestado para llegar a final de mes.

Y aumenta la desigualdad.
Se están creando dos niveles: uno que no necesita crédito, y otro que debe pedir prestado. El sector financiero proclama que forma parte de la economía, pero no es verdad. Es algo externo, un parásito. El crecimiento de los últimos 10 años se debe a servicios financieros, pero el crédito no produce nada. La economía está rota para el 99%, mientras el crédito eleva el precio de los activos del 1%.

Su libro salió en EE UU hace tres años. Han pasado muchas cosas. ¿Donald Trump es parte del legado de Barack Obama?
Sí, y a Obama no le tengo ninguna simpatía. En Chicago se puso del lado del sector inmobiliario para destruir vecindarios pobres y gentrificarlos. En la Casa Blanca hizo lo mismo. La gente votó contra su Administración en 2016 y porque no querían a Hilary Clinton. Sentían que era corrupta.

¿Qué le parecía Bernie Sanders?
Me gustaba su mensaje, pero era monótono y se parecía mucho, en algunos puntos, al de Trump, que no es tonto. Es corrupto, pero lo suficientemente listo para no estar en la cárcel. Los republicanos van a ganar otra vez porque los demócratas han declarado la guerra a los seguidores de Sanders y se están centrando en la gente que votó a Trump.

¿Cómo se define políticamente?
Cuando llegué a Wall Street, los principales economistas eran marxistas. El gran reto político hoy es el exceso de deuda. La derecha lo entiende mejor que la izquierda.

Y no resuelve el problema.

Cierto, pero entienden lo grave que es.

¿Qué solución vislumbra?
La deuda no se puede pagar, y no se va a pagar.

Pero el sistema no acepta que se condone.

Por eso va a quebrar. O se produce un embargo masivo de bienes, como en 2008, o se tendrá que reducir la deuda a los estudiantes y condonar.

¿Qué pasa con el ahorrador?
 Al cancelar la deuda, cancelas los ahorros de alguien, sí. El problema es que tres cuartas partes de los ahorros están en manos del 1%. Habrá también gente honesta que perderá porque el sistema es corrupto.

¿Hay espacio para una opción pública?
El crédito debe ser como la luz o el agua. Un banco público no ofrecería bonos basura, y podría reducir la deuda.

¿Se puede restaurar el orden?
Solo con una crisis.

Pero seguimos tratando de salir de una.

No fue lo suficientemente grande. Se necesita algo que conciencie a la gente de que el sistema no funciona. Muchos pensaron que, al rescatar a la banca, la economía se recuperaría. Pero no. Wall Street está inflado gracias a la Reserva Federal, el mercado de bonos ha tenido el mayor boom de su historia y el mercado inmobiliario está boyante. Pero la producción y el consumo no se han recuperado.

domingo, 6 de mayo de 2018

El Financial Times descubre a los accionistas militantes posmarxistas.

El Financial Times esta preocupado por las evocaciones al marxismo, bien sea en libros, bien en aniversarios y, a fin de cuentas, decidió poner manos a la obra.

Decidió recuperar las ideas utilizables del Manifiesto Comunista y tirar el resto a la basura y encargó a dos expertos presentar el mapa del tesoro: Rupert Younger, director del centro de investigación de la Universidad de Oxford sobre "reputación empresarial" y Frank Partnoy, profesor de derecho que acaba de llegar a la Universidad de Berkeley. Se explican: "somos verdaderos creyentes en el capitalismo de libre mercado, difícilmente seríamos comunista tardíos, mucho menos discípulos de Marx y Engels". Estemos tranquilos. "Pero," siempre hay un pero, "creemos que ha llegado el momento de volver a escribir el Manifiesto" porque vivimos hoy en "la ola de una crisis financiera calamitosa y en medio de una tormenta de cambio social, con un rechazo popular de los capitalistas financieros y una actividad revolucionaria generalizada". Las razones de esta "actividad revolucionaria" no son triviales: "la desigualdad económica está creciendo, los salarios se estancan, y los propietarios de capital productivo son los que van a rentabilizar los beneficios de los avances tecnológicos". Tal vez haya una constatación factual que conduzca a una cierta exageración de la "actividad revolucionaria", pero el Financial Times es, por lo general, un buen augurio de los tiempos modernos.

Un espacio para la basura

Vamos a reescribir el Manifiesto Comunista, dicen los dos académicos. A partir de la terminología. Hay 193 referencias a la "burguesía" y 93 al "proletariado", todo para reciclar. Pero no se preocupe el lector fiel a la letra del texto, el 74% sigue igual y añaden los experimentadores que sólo se desprenden de un cuarto de texto. La cuestión es hacer un cambio fundamental, que es designar una nueva clase transformadora, los accionistas de las sociedades, el accionariado, y el lugar de su emancipación, la junta general que reúne el capital de la compañía y elige su administración.

Estos nuevos "activistas" tendrán un programa radical de cambio de la "estructura de capital", esperan los dos profetas. Cuentan con la filantropía. Bill Gates, Waren Buffett y Mark Zuckerberg pueden desear seguir lavando su alma con donaciones, todo estupendo. El problema, según un estudio de la Universidad de Stanford, es que la caridad no altera la desigualdad, que crece con la acumulación de capital y de poder de una parte muy pequeña de la población. En los Estados Unidos, alrededor de 160.000 familias, que son el 0,1% más rico del país, que tenían el 7% del total del ingreso nacional en 1978, ahora absorben tres veces esa cantidad. Nunca en la historia moderna ha habido una concentración de poder tal, y lo mismo ocurre en las otras economías más poderosas, como ha estudiado Piketty.

Al mismo tiempo, la OCDE revela que la participación del trabajo en la renta nacional disminuyó en las principales economías entre un 5 y un 10% en los últimos 45 años. Es un shock. La relación social se deterioro por la ofensiva neoliberal durante este período. El economista Michael Roberts señala que estas dos características, la acumulación de la riqueza y el empobrecimiento relativo del trabajo, están implícitos en el proceso de globalización. Es así y lo seguirá siendo, en tanto las finanzas puedan y lo han logrado todo.

¿Y el accionariado?

¿Podrán los accionistas convertirse en esta nueva clase, tan poderosa, que controle los impulsos de los administradores, qué cambie los mandatos de las juntas generales? ¿Habrá una nueva "primavera de los pueblos" cuando las empresas reúnan a sus órganos estatutarios y el poder emergente de los pequeños ponga coto a la codicia de los grandes? Estrictamente hablando, es más probable que este penoso invierno nuestro se prolongue más allá de abril que surja tal rebeldía refundadora.

El caso portugués tal vez escape al Financial Times, pero es sólo un ejemplo entre muchos otros. Véase a sí mismo la CTT, una compañía que está siendo desmantelada ante nuestros ojos. En este caso, los accionistas están contentos: reciben en dividendos dos veces el rendimiento de las empresas, se benefician de un saqueo sistemático que ha recuperado, a primera vista, un tercio de lo invertido en la privatización. La dividendocracia es lo mismo, pero parece contradecir la aspiración de nuestros dos académicos: el accionariado se contenta con el cebo, acepta dividendos generosos que amenazan su inversión, ponen a la empresa al borde de la quiebra, lo que reduce las inversiones futuras y la capacidad de reajuse tecnológico. Lo fácil es desmantelar una empresa y repartirse sus escombros, lo difícil es asegurar su capacidad futura. ¿Qué prefiere el accionariado? La bolsa.

Francisco Louça catedrático de economía de la Universidad de Lisboa, ex parlamentario y miembro del Bloco de Esquerda, actualmente es Consejero de Estado.

Fuente: https://www.esquerda.net/opiniao/o-financial-times-descobre-os-acionistas-militantes-pos-marxistas/54191

http://www.sinpermiso.info/textos/el-financial-times-descubre-a-los-accionistas-militantes-posmarxistas

jueves, 26 de abril de 2018

La globalización. Juan Torres López.

"ciegos, que viendo, no ven"
José Saramago,
Ensayo sobre la ceguera.


Como es bien sabido, en los últimos dos o tres decenios se han producido cambios muy profundos en nuestras sociedades que han propiciado una nueva y quizá más profunda fase de internacionalización de las relaciones económicas y sociales.

No es la primera vez en la historia en que la dimensión internacional alcanza un protagonismo tan relevante y, de hecho, lo que muchos historiadores afirman es que, en realidad, vivimos una segunda globalización. Pero sí es verdad que el vertiginoso y revolucionario avance de las nuevas tecnologías de la información ha creado un nuevo tipo de sociedad, la sociedad en red o de redes, en la que muchos de sus aspectos más determinantes del bienestar humano (para bien o para mal) se desenvuelven a escala global o planetaria.

Casi al mismo tiempo que se ha gestado esto último se ha ido produciendo también una crisis evidente (si no la práctica desaparición) de lo que hemos conocido como Estado de Bienestar.

Es muy pertinente, por lo tanto, preguntarse sobre la interrelación entre ambos fenómenos sociales, si pueden reforzarse uno con otro, en qué condiciones, o si, por el contrario, son verdaderamente incompatibles.

Pero para entender los efectos que la fase globalizadora en la que estamos ha tenido sobre el Estado del Bienestar es imprescindible ponerse de acuerdo sobre su naturaleza respectiva porque no todos estamos entendiendo lo mismo cuando hablamos de las mismas cosas.

Creo que es fácil aceptar que cuando hablamos del Estado de Bienestar nos referimos al sistema social que se consolidó, principalmente en Europa, a partir de la II Guerra Mundial y que comúnmente se asocia con los años gloriosos del capitalismo de los años cincuenta y sesenta.

Pero hay que tener muy en cuenta que el Estado de Bienestar fue el resultado concreto de unas circunstancias sociales, políticas y económicas muy singulares y de una correlación de fuerzas entre las clases sociales muy especial.

Por un lado, el Estado del Bienestar fue posible gracias al crecimiento intensivo que favorecía grandes incrementos de la productividad y una expansión continuada de la demanda, a la constante y amplia intervención del sector público en la economía, al pleno empleo y a una división internacional del trabajo y de las tareas productivas que garantizaba el predominio de las economías del norte desarrollado, principalmente, sobre sus antiguos territorios coloniales.

Y a todo eso coadyuvó, al mismo tiempo, la enorme capacidad de creación de consenso que proporcionaba la llamada cultura del más y la aparición, desde el principio muy ligada a los grandes poderes económicos, de las grandes industrias culturales y de manipulación de las conciencias.

Por otro lado, el Estado del Bienestar fue (para muchos, de modo principal) el resultado de un pulso entre clases sociales que en aquellos momentos históricos no tenía un ganador claro.

Ese pulso sin ganador seguro se tradujo inicialmente en un pacto (en muchas ocasiones explícito) sobre la distribución de la renta que expresaba, al mismo tiempo, el equilibrio de clases existente entonces (que impedía que se produjese un claro predominio del capital sobre el trabajo, o viceversa) y la necesidad de ofrecer un modelo relativamente aceptable para las clases trabajadoras frente al referente alternativo que en aquel momento representaban la Unión Soviética y sus países afines.

En esas condiciones, teniendo en cuenta que se orientaba sobre todo a lograr un cierto equilibrio de clases sociales, y aunque la economía tendiese constantemente, como ha sucedido siempre en el capitalismo, a su internacionalización, el Estado del Bienestar no podía ser fundamentalmente sino una experiencia nacional, es decir, fraguada en el interior de los respectivos ámbitos estatales.

La globalización neoliberal
Por otra parte, la globalización en la que nos encontramos no es simplemente un cambio de escala, que lo es, ni el resultado de un gran revolución tecnológica, que lo es, ni un cambio de proyecto civilizatorio, que lo es, ni siquiera el resultado de una transformación radical en el modo de funcionar, organizar o regular la vida económica y social, que lo es.

La fase globalizatoria que vivimos en la actualidad es todo ello pero también, y sobre todo, es la consecuencia de un cambio radical en la correlación de fuerzas, es el resultado del pulso al que hice referencia anteriormente ganado ahora resueltamente por el capital frente a los trabajadores de todo el mundo. Y esto es lo que de verdad explica que, a medida que la globalización se ha ido consolidando, el Estado del Bienestar haya ido entrando en una crisis profunda y definitiva.

Veamos esto con algo más de detalle.
Las razones que se pueden argumentan para explicar, justificar o racionalizar el declive del Estado del Bienestar en la globalización de nuestra época son muy diversas y todas seguramente cargadas de razón… si no se contextualizan adecuadamente.

Se trata, por ejemplo, de argumentos como los siguientes:
– La falta de capacidad de maniobra de los gobiernos para llevar a cabo las políticas redistributivas que permitieran los pactos o equilibrios de rentas que son intrínsecos y consustanciales al Estado del Bienestar. Entre otras razones, porque si las llevan a cabo, estableciendo cargas impositivas que no privilegien al capital, éste se deslocaliza, desplazándose a territorios más favorables desde este punto de vista gracias a las nuevas condiciones de movilidad que proporciona el no-orden institucional del actual marco de relaciones económicas internacionales.

– La ausencia de esos mecanismos o instrumentos redistributivos (principalmente fiscales) a escala global que permitieran compensar o complementar la acción de los gobiernos nacionales en este campo.

– El predominio de políticas deflacionistas que deprimen la actividad económica, y que necesariamente implican reducir el potencial de crecimiento de las economías limitando, en consecuencia, las posibilidades de creación de empleos.

– La generalización de mercados de trabajo que, en lugar de ser la fuente de la socialización en el bienestar (garantizado salarios de suficiencia, acceso a los derechos sociales universales, la creación de amplias redes familiares y sociales,… como en la etapa fordista) son precarios, origen de grandes desigualdades e incluso de un nuevo tipo de grave exclusión social.

– La imposibilidad, en las anteriores condiciones, de originar o generar el consenso en el espacio de la mercancía (del empleo y del consumo) para pasar a convertir en mercancía la generación del consenso en el espacio del ocio o no trabajo.

– Una renuncia efectiva al Estado, a la política y a la consideración del espacio colectivo (que es el propio del bienestar cuando las personas se reconocen como seres sociales más que como simples individuos) como ejes de la acción social, para convertir al mercado en su centro omnipresente.

Por otro lado, la regulación socioeconómica desde la ética y la lógica del mercado que sostiene la globalización en la que nos encontramos ha producido una economía global que es imagen vicaria del mercado: imperfecta, asimétrica, desigualadora, útil solamente para optimizar la rentabilización de los intercambios pero completamente ajena a la equidad o simplemente a la problemática distributiva.

Finalmente, el orden institucional que finalmente acompaña a este estado de cosas que caracterizan a la globalización de nuestras días es la negación estricta de sí mismo porque no es un auténtico orden global (como ocurre paradigmáticamente en el campo financiero) sino una arquitectura que no se rige sino por la búsqueda constante del beneficio con independencia de su precio o de las condiciones en que se produzca (lo que explica, por ejemplo, los acusado problemas de sostenibilidad que la acompañan).

En todas estas condiciones, lo que viene creando la globalización son sociedades fragmentadas, desiguales y compuestas de individuos ensimismados que renuncian implícita o explícitamente, consciente o inconscientemente, a su pertenencia al grupos o a la clase, es decir, al otro como puente hacia su socialización. Unas sociedades en las que, efectivamente (y como suele ser opinión mayoritaria) es materialmente imposible que sobreviva el Estado del Bienestar.

Ahora bien, lo que sucede es que esta incompatibilidad no se da entre globalización y bienestar de modo genérico sino entre proyectos históricos concretos de ambos.

Es fundamental tener en cuenta que la globalización en la que nos encontramos, como ocurriera con otras fases globalizadoras, no es la globalización. En realidad, es su modalidad neoliberal, tan inevitablemente caduca como históricamente lo es cualquier otra.

Y lo está ocurriendo, y afectando gravemente al bienestar, es que la globalización neoliberal es radicalmente imperfecta.

No es verdad que esté implicando una globalización de todas las relaciones sociales, como falsamente se quiere hacer creer. Por el contrario, son demasiados los ámbitos que expresamente están quedando fuera de la dimensión global que podrían alcanzar para lograr mejores condiciones de vida y bienestar para el conjunto de la humanidad.

De hecho, son muy pocos los ámbitos socioeconómicos que en nuestros días se encuentran globalizados perfecta y literalmente hablando. Quizá solamente el dinero y las finanzas. Ni siquiera el comercio, porque los países ricos imponen costosísimas y barreras a los más pobres. Tampoco el trabajo, pues se mantienen fronteras obviamente contrarias a la liturgia liberalizadora con la que se nos adoctrina día a día. Y la globalización de la cultura, de los valores o las pautas de consumo o estilos de vida son, una clara expresión uniformadora más que la del mosaico en que debiera reflejarse la diversidad global de nuestro planeta.

En definitiva, el Estado del Bienestar es incompatible con la globalización pero solo en la versión neoliberal de ésta última y lo que eso indica no es que haya que renunciar a la globalización o mucho menos al bienestar sino que hay que hacer que éste sea su eje. En lugar de renunciar y dejar de hablar de bienestar lo tendríamos que erigir en el centro de la globalización para así avanzar hacia lo que me parece que satisface mejor que la agenda actual a las aspiraciones humanas más auténticas: la sociedad mundial del Bienestar Global.

http://www.juantorreslopez.com/globalizacion-y-estado-de-bienestar/