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jueves, 19 de octubre de 2023

Piketty, el último gran intelectual francés.

Mediático y con influencia en el debate público, pertenece a una estirpe de pensadores franceses que no se limitaron a interpretar el mundo, sino que pretenden transformarlo.

Es el último gran intelectual francés, el heredero de esos escritores, pensadores, historiadores o sociólogos que, además de despuntar en su especialidad, influían en el debate público. Thomas Piketty (Clichy, 52 años) es economista, pero, quien haya escuchado sus intervenciones o le haya leído, se habrá dado cuenta de que es más que un economista. A veces es historiador. Y a su manera, político. Pertenece a la estirpe de filósofos, por usar la expresión de Marx, que no se limitaban a interpretar el mundo. Pretende transformarlo ...

viernes, 19 de octubre de 2018

_- Entrevista a Bruno Estrada, economista y dirigente de CC.OO. “La democracia no debe quedarse en lo público. Tiene que entrar también en la economía privada”

CTXT

Parafraseando a Marx, los economistas críticos no han hecho más que cuestionar de diversas maneras el sistema, que genera una enorme desigualdad, pero de lo que se trata es de transformarlo.

Bruno Estrada, economista, con perdón, adjunto al secretario general de Comisiones Obreras, director del Área de Democracia y Desarrollo Productivo de la Fundación 1º de Mayo de CC.OO., analiza las diversas maneras en que se ha tratado de transformar el sistema productivo durante el último siglo, pero sobre todo se pone a la tarea de cómo afrontar esa transformación hoy en sociedades complejas y desarrolladas. La llama La Revolución Tranquila . Ese es el título del libro que acaba de publicar. A su profesión de economista añade una doble afiliación: la de miembro de CC.OO. y, con la convicción de que el sindicalismo debe ser activista políticamente, la de integrante de Podemos.

¿Qué es la Revolución Tranquila?
La idea que quiero transmitir con ese concepto es que se pueden afrontar procesos de transformación social profundos sólo si se plantean desde espacios democráticos. La Historia nos ha llevado a la conclusión de que acelerar los cambios a través de procesos más o menos violentos finalmente convierten los supuestos avances en retrocesos. Es lo que ha pasado en los países del socialismo real o en muchas revoluciones más contemporáneas. Si la gran mayoría de la sociedad no va cambiando paulatinamente asumiendo esos proyectos, las vanguardias, que son las que establecen a dónde hay que llegar, al final se convierten en parte del problema y no en la solución. Por ejemplo, como indico en el libro, el sistema de valores de la Rusia actual es mucho más conservador, tras haber pasado supuestamente por lo que decían que era un sistema socialista, que el de la Suecia actual.

Asegura que la renuncia de la libertad a cambio de la igualdad ha supuesto un lastre para para el socialismo. ¿A qué se debió esa renuncia que no estaba en su origen?
Por un lado, tuvo que ver con ese planteamiento de que sólo las vanguardias eran capaces de establecer lo que la sociedad quería tener y, por tanto, no era necesario dar libertad a la gente. Creo que fue un grave error. Construir sociedades más igualitarias, más libres, exige la participación de la sociedad, no de pequeños grupos organizados.

Junto a ello, la socialdemocracia, que en sus inicios mantuvo un equilibrio entre igualdad y libertad, a partir de la revolución neoliberal de los años 80, tomó una posición sumisa frente al neoliberalismo y dejó de reconocer que es el Estado de Bienestar el que ofrece libertad para más gente, frente a la visión espuria de la libertad que nos quiere vender el neoliberalismo, que en el fondo es libertad para unos pocos privilegiados. La izquierda entonces contrapuso libertad con igualdad. Yo creo que son elementos complementarios: cuanta más igualdad haya mayor libertad habrá para mayor número de personas, porque la gente accede a mayores niveles de libertad si tiene unos niveles materiales cubiertos.

Pero el neoliberalismo, que ha hecho de la libertad su bandera, también prescinde de ella cuando le hace falta. El caso de Chile con Pinochet es el más claro.

Ese es un claro ejemplo de libertad económica y un régimen dictatorial de represión de trabajadores y sindicatos. La defensa de la libertad neoliberal es falsa, es la libertad de unos pocos.

¿Y cómo afrontar otra forma de libertad económica que beneficie a todos, no sólo a los ricos?
Debemos repensar la libertad económica desde la democracia, que participen en ella todos los agentes de la actividad económica, no sólo los accionistas y directivos, sino también los trabajadores y los consumidores. En el seno de la empresa deberían opinar todos sobre las formas de producción, los horarios, las necesidades salud laboral por encima de las necesidades de producción. La democracia no se puede quedar a las puertas de las fábricas, como señaló Ernts Wigforss, ministro de Economía sueco en los años 30.

Es fundamental repensar la economía de forma diferente a como nos la han enseñado en la Universidad: una economía dirigida sólo por un pequeño número de agentes, cuando en el fondo la economía determina gran parte de nuestra vida. Tenemos que participar todos.

¿Pero, cómo puede conseguirse una democracia efectiva, donde esta abarque también la democracia económica?
Para ello, la izquierda debe empezar a pensar en espacios diferentes a los que pensaba hasta ahora. Tradicionalmente la izquierda divide el espacio económico entre lo privado y lo público, y el único espacio de democratización es el espacio de lo público. Así se aspiraba a aumentar el espacio económico público como forma de aumentar la democracia. Yo planteo que entre ambos hay otro espacio que es el del capital colectivo: los trabajadores pueden también ser propietarios de las empresas, como implantó la socialdemocracia sueca, con una fortísima resistencia de los empresarios, que llegaron a ir a la huelga. Parte del incremento salarial de los trabajadores iba destinado a un fondo que tomaba una parte del accionariado de la empresa. Eso permite que la democracia entre en el espacio de la empresa. Durante la vigencia de esta legislación en Suecia, siete años, el desempleo se redujo hasta el 1,9%, porque la reinversión productiva de los beneficios en la empresa fue mayor. Y el Producto Interior Bruto per cápita de Suecia que en 1984 era el 78% del de EEUU aumentó hasta representar el 126% del Estados Unidos en 1991.

Suecia sin embargo ha cedido también al modelo neoliberal y ahora está amenazada por el ascenso de la extrema derecha.
La batalla por esa transición al socialismo se perdió por el conflicto social generado por los empresarios, al tiempo que era asesinado el principal impulsor de esa vía, Olof Palme. Pero es un modelo que se puede retomar. De hecho, el Partido Laborista Británico acaba de aprobar, en su reciente conferencia anual, una propuesta económica que recoge la participación de los trabajadores en la empresa, tal como se hizo en Suecia. La economía no se puede transformar sólo a través de lo público, sino también con la participación de los trabajadores en las empresas.

¿No están pagando los partidos socialdemócratas el haber asumido sin más los planteamientos neoliberales? Electoralmente no hacen otra cosa que descender desde la crisis y sobre todo desde que se sumaron a las políticas de austeridad y recortes de derechos.
Lo están pagando porque ante la crisis de 2007-2008 los ciudadanos europeos depositaron sus esperanzas en que los partidos que decían representar a los trabajadores y defender el Estado de Bienestar, se harían políticas diferentes, que defendieran a los ciudadanos frente a los mercados financieros. Sin embargo, la gran mayoría de los dirigentes de esos partidos se pusieron de parte de las políticas de austeridad y devaluación salarial. En España lo vimos con Zapatero, también en el socialismo francés y holandés.

Pero la asunción del modelo neoliberal por los socialistas viene de antes ¿no?
Sí, viene de ese aggiornamento socialdemócrata de la llamada Tercera Vía en los años 90. Un hecho relevante ocurrió en 1999 impulsado por Bill Clinton, abanderado de esa Tercera Vía, con Tony Blair. Clinton derogó la ley Glass-Steagall, aprobada tras el crash de 1929, que separaba los bancos de inversión, dedicados a la especulación, de los bancos de depósitos de los pequeños ahorradores, para evitar riesgos financieros a estos. Nadie en sesenta y seis años se había atrevido a acabar con esa ley aprobada durante el mandato de Roosevelt. Ocho años después de la derogación de esta ley por Clinton se desató la mayor crisis financiera desde el Crash de 1929 con el desplome de gran parte del sistema bancario.

Los sindicatos son claves en la defensa de los trabajadores, lo han sido siempre. Y en ese periodo de auge neoliberal también han perdido fuerza ¿Qué ha pasado para que mucha gente se haya alejado de ellos?
Por un lado, se ha debido a la ofensiva neoliberal. Los tres pilares de la hegemonía socialdemócrata de posguerra eran unos sindicatos fuertes, un sistema monetario-financiero controlado, establecido por los acuerdos de Bretton Woods, que evitaba burbujas financieras, y un Estado del Bienestar. Esos tres elementos son lo que ataca el neoliberalismo. Se llevó a cabo una desregulación financiera, con la consecuencia de la explosión de varias burbujas financieras que tienen lugar a partir de los años noventa en la periferia y que finalmente estallan en 2007-2008; se produce un intento de jibarización del Estado de Bienestar y se debilita a los sindicatos, como los agentes que en las empresas pueden enfrentarse a la posición preeminente de los accionistas. Eso se aprecia más en el mundo anglosajón que en los otros países occidentales.

¿Ha afectado también el cambio en los modos de producción?
Las formas de actuación de los sindicatos no pueden ser ahora las mismas. La existencia de grandes fábricas, donde los trabajadores tenían una sensación de comunidad, se ha roto en muchos espacios con la externalización productiva. La acción sindical es mucho más compleja y no se ha respondido de forma adecuada. Yo creo que ahora se está aprendiendo mucho en el tema. Yo pertenezco a Comisiones Obreras. Hace tres años iniciamos un proceso de repensar el sindicato. En Estados Unidos y el Reino Unido se plantean también un cambio en línea con nuestro modelo: que además de la acción sindical en la empresa, el sindicalismo debe desarrollar también el activismo político, sin ser un partido político, algo que allí se había perdido.

¿Y en España? ¿Qué posibilidades de transformación se observan?
Creo que deberíamos ser optimistas. Y valorar cosas hechas aquí. El 15M significó la posibilidad de establecer un relato sobre las causas de la crisis muy diferente al que hubo en la mayor parte de los países europeos. El 15M consiguió marcar como responsables de la crisis al capitalismo depredador, a los grupos financieros y a los fondos de inversión, a los latifundistas de capital, cosa que no ocurrió en otros países europeos. El 15M ha permitido así vacunarnos del ascenso de la extrema derecha, o grupos racistas, que estamos viendo ahora en gran parte de Europa.

@EMILIODELAPE

Fuente: https://ctxt.es/es/20181010/Politica/22198/entrevista-bruno-estrada-libro-la-revolucion-tranquila-podemos-ccoo-sindicalismo.htm