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sábado, 21 de diciembre de 2024

El nazi que despertó a Francia.


Se cumplen 30 años del juicio del Carnicero de Lyon | Internacional
Klaus Barbie, con uniforme del ejército alemán, en 1944.




























Klaus Barbie, con uniforme del ejército alemán, en 1944.

El juicio a Klaus Barbie, celebrado hace 30 años, obligó al país galo a cambiar su visión sobre la parte más terrible de su pasado, la Ocupación.

A veces los países eligen cuándo se enfrentan a los momentos más terribles de su historia. Sin embargo, otras veces el pasado estalla de golpe. Eso fue lo que ocurrió durante el juicio al alemán Klaus Barbie, el jefe de la Gestapo en Lyon, celebrado hace ahora 30 años y que terminó, el 4 de julio de 1987, con su condena a cadena perpetua por crímenes contra la humanidad. La expulsión de este antiguo oficial de las SS desde Bolivia en 1983 y su proceso cuatro años más tarde obligaron a los franceses a recordar que la II Guerra Mundial no fue el momento idealizado y fundacional que habían dibujado desde el regreso del general De Gaulle. El de Barbie fue el último gran proceso contra un criminal nazi y, seguramente, el más importante desde el juicio de Adolf Eichmann en Jerusalén en 1960. Pero su importancia radica sobre todo en su efecto sobre la sociedad.

Tras la guerra, el Carnicero de Lyon fue reclutado por los servicios secretos estadounidenses, que más tarde le ayudaron a huir a Bolivia Los franceses se vieron obligados a recordar que el jefe de la Resistencia en el interior, Jean Moulin, fue capturado por los nazis, sin duda, pero porque había sido traicionado por un compañero; también quedó claro que los ocupantes no actuaron solos, sino apoyados por una milicia formada por los ocupados; y que algunos ciudadanos sufrieron de manera atroz durante la Ocupación, mientras que otros muchos simplemente esperaron a que pasase la tormenta mirando hacia otro lado, sin comprometerse con ninguno de los dos bandos.

El juicio a Barbie también recordó otra verdad profundamente incómoda: que durante la incipiente Guerra Fría, el antiguo nazi fue fichado por los servicios secretos estadounidenses, porque les vendió que era un militar capaz de perseguir la infiltración comunista. Washington le ayudó luego a huir a Bolivia, donde trabajó al servicio de varias dictaduras. Sobre este tema dirigió Kevin MacDonald, el realizador de El último rey de Escocia, un documental, My Enemy’s Enemy (El enemigo de mi enemigo), que puede verse en Filmin. La presencia ante la corte del viejo nazi sacó a la luz que las líneas que separan lo bueno de lo malo en la memoria de los países y en las relaciones internacionales son siempre mucho más difusas y cambiantes de lo que queremos creer. El hecho de que el mismo país que ayudó a liberar a Francia con el desembarco en Normandía colaborase después con el torturador y asesino del héroe ejemplar de la 

La resistencia contra los nazis demuestra la complejidad de la posguerra europea.

El Carnicero de Lyon era un nazi de segunda fila, un sádico que disfrutaba torturando, pero no dejaba de ser un asesino a las órdenes de otros.

Su misión, como se le escucha decir en el documental en una vieja grabación, era “acabar con la Resistencia y matar”. Su notoriedad en la memoria colectiva francesa se debe a que fue el policía que capturó a Jean Moulin, el hombre enviado por De Gaulle para unificar la Resistencia en Francia, y que lo torturó hasta la muerte. 

“Hasta el proceso, se hablaba poco y mal de este periodo”, declaró recientemente a la prensa francesa Alain Jakubowicz, que entonces era un joven abogado. “Fue un acto fundador que marcó un antes y un después y que permitió los procesos contra Touvier y Papon”.

El abogado se refiere a Paul Touvier, el jefe de la milicia de Lyon, condenado a cadena perpetua después de la liberación, pero que fue amnistiado en 1971 por el presidente Georges Pompidou. Sin embargo, dado que sus crímenes eran imprescriptibles, temiendo un nuevo proceso, se esfumó, con la ayuda de algunos sectores ultraconservadores de la Iglesia católica. Fue localizado y condenado de nuevo. Cuando murió en prisión, en 1996, el diario Libération tituló: “Un odio se ha extinguido”, por su irreductible antisemitismo. 

El caso de Maurice Papon, el otro personaje al que alude el abogado, es todavía más complejo: ocupó cargos públicos entre 1931 y 1987, con Gobiernos del Frente Popular, pero también colaboracionistas y luego socialistas, hasta que fue desenmascarado por el semanario Le Canard Enchaîné, que publicó documentos que demostraban que dirigió la deportación de 1.645 judíos. Tras una batalla legal de dos décadas, fue condenado en 1998 por complicidad con crímenes contra la humanidad.

Como el del propio Barbie, que falleció de cáncer en prisión en 1991, a los 78 años, son dos casos que reflejan toda la complejidad de la historia de Francia y la enorme dificultad que tiene cualquier país para asimilar su pasado. Barbie no fue el único elemento que despertó la memoria más incómoda, aunque representó un desencadenante muy importante para el reconocimiento por parte del Estado francés de su parte de culpa en los crímenes cometidos durante el Holocausto. 

Paradójicamente, Barbie no fue juzgado por su crimen más célebre, la captura y asesinato de Jean Moulin, sino por su papel en la deportación de judíos hasta los últimos días de la Ocupación, porque se trata de crímenes contra la humanidad, que no pueden prescribir nunca. Pero su abogado, el célebre Jacques Vergès, que también acabaría defendiendo al terrorista Carlos, se ocupó de que aquel caso y las dudas sobre quién traicionó al héroe de la Francia libre sobrevolasen el proceso.

Una testigo relató en el juicio que Barbie la torturó de manera salvaje ante su madre para arrancarle información sobre sus hermanos “Lejos de su imagen de heroísmo, Vergès trató de demostrar que el grupo resistente estuvo lleno de traidores, muchos de los cuales temían todavía que la verdad fuese revelada. A causa de la idealización nacional de la lucha contra los nazis y ante el temor de que esa imagen resultase dañada, Vergès logró cambiar la atención del discurso público de la persecución de los judíos a la propia Resistencia”, escribió la historiadora Joan B. Wolf en el ensayo Harnessing The Holocaust. The Politics Of Memory In France (El uso del Holocausto. La política de la memoria en Francia).

Sin embargo, hubo un elemento que desbarató por completo la estrategia de defensa: los testigos. Ahí también, el proceso a Barbie encierra una profunda lección: la única forma de destruir, o por lo menos de dañar gravemente en su línea de flotación, a los negacionistas del Holocausto es escuchar a las víctimas, a aquellos que estuvieron allí. Han pasado más de 70 años desde el final de la II Guerra Mundial y sus voces se van extinguiendo. Por eso es más importante que nunca recordarlas.

Uno de los testimonios más impresionantes lo proporcionó Simone Lagrange, detenida junto a sus padres, cuando tenía 13 años, el mismo Día D, el 6 de junio de 1944. Su torturador no se arrepintió de nada, ni siquiera asistió a las sesiones del proceso porque no reconocía la legitimidad del tribunal, pero la voz de aquella mujer se escuchó en todo el mundo. Recordó que fue detenida junto a sus padres porque Barbie quería localizar a sus hermanos. Después de darle una paliza tremenda, con ella con la cara ensangrentada por los puñetazos, le tiró violentamente del pelo, le acercó a su madre y le dijo: “Mira lo que estás haciendo a tu hija”. Fueron deportados los tres y solo ella volvió de los campos. Su madre murió en la cámara de gas y su padre fue asesinado delante de ella. Lagrange falleció en 2016, a los 85 años, después de haber demostrado que es posible la justicia y que la memoria de las víctimas es más fuerte que cualquier mentira sobre el pasado.

viernes, 26 de enero de 2024

HOLOCAUSTO. La judía que sobrevivió al Holocausto oculta en el corazón del terror nazi.

El libro de memorias ‘Clandestina’ relata la insólita historia de Marie Jalowicz, que desafió al Tercer Reich sin salir de Berlín, eludiendo a la Gestapo y superando las violaciones, el frío y el hambre.
Pasaporte falsificado que usó Marie Jalowicz, cortesía de su hijo Hermann Simon.
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Marie Jalowicz, judía berlinesa que tenía 11 años cuando Adolf Hitler llegó al poder en 1933, nunca había contado cómo sobrevivió al Holocausto. Tras la guerra, se matriculó en la universidad, se casó y tuvo dos hijos, y desarrolló una exitosa carrera académica como profesora de Filosofía en la Universidad Humboldt de Berlín. Durante 50 años, apenas dejó caer algún dato suelto a su familia.

Ya septuagenaria, un día su hijo Hermann le colocó sin previo aviso una grabadora sobre la mesa del comedor. Y empezó a relatar. De forma cronológica, fue contando sus recuerdos, los de una adolescente que hizo frente a la adversidad como trabajadora forzada en Siemens, escapando de los tentáculos de la Gestapo, ofreciendo su cuerpo a cambio de cobijo, pasando frío y hambre. En definitiva, intentando salir a flote de forma clandestina en pleno Berlín, el centro de la pavorosa maquinaria del Tercer Reich, hasta que en 1945 los Aliados derrotaron a la Alemania nazi.

“No sabía cómo iba a reaccionar. Era una mujer difícil de manejar, de sí o de no, en el medio no había nada. Le dije que siempre había querido contar su historia. Y me sorprendió: preguntó: ‘¿Por dónde empiezo?’. Le dije que por el principio, y así lo hizo”, recuerda hoy su hijo, Hermann Simon, historiador de 74 años. El resultado de aquellas sesiones iniciadas el 26 de diciembre de 1997 fueron 77 casetes (900 páginas transcritas), horas y horas de grabación que Jalowicz se tomaba como si fueran una clase magistral. “Duraban 60 o 90 minutos, y tenían principio y final. Algo así solo se puede hacer una vez en la vida”, apunta todavía maravillado Simon en una cafetería del barrio de Prenzlauer Berg, muy cerca de la Nueva Sinagoga de Berlín.

La última de las cintas se grabó ya en el hospital, pocos días antes de la muerte de Jalowicz en 1998. Le dio tiempo a relatar la increíble historia de cómo una joven de 19 años decidió en 1941 que quería vivir y que iba a intentarlo ocultándose en la boca del lobo del terror nazi. Simon trabajó durante 15 años el contenido de las cintas. Comprobó nombres, fechas, lugares y hechos. Aún se sorprende de la exactitud del relato de su madre, de cómo pudo retener toda aquella información durante décadas y sin más ayuda que su memoria.

Hermann Simon, en la entrada de la Nueva Sinagoga de Berlín, en julio. PATRICIA SEVILLA CIORDIA

Cuando la historia de Jalowicz vio la luz en Alemania en 2014, impactó a crítica y lectores. Se habían publicado muchos relatos de supervivientes, pero ninguno como este. Ninguno contaba cómo una joven judía había pasado a la clandestinidad y había aguantado sin ser descubierta en Berlín hasta el final de la guerra. Tampoco era habitual ese estilo desapasionado, crudo, sin voluntad estilística sino puramente documental. Y, sobre todo, como destaca Simon, “tan honesto”.

La versión abreviada y editada de las grabaciones de Jalowicz, elaborada con ayuda de la autora Irene Stratenwerth, no ahorra detalles de ningún tipo, tampoco los más íntimos. “No quisimos dejar nada fuera”, confirma el historiador. Las memorias, tituladas Clandestina, se han publicado en España en las editoriales Periférica y Errata Naturae, en traducción de Ibon Zub

Marie Jalowicz.
Marie Jalowicz Imagen de Marie Jalowicz alrededor de 1944, cortesía de su hijo Hermann Simon. @HERMANN SIMON

La historia de Jalowicz es sobre todo una hazaña de supervivencia. Hija de una familia culta de clase media, con 15 años pierde a su madre víctima del cáncer y con 17 es reclutada como trabajadora forzada en una fábrica de Siemens. Allí participa en pequeños sabotajes de la producción junto a otras obreras y capataces, y por primera vez describe cómo muchos alemanes no estaban de acuerdo con los nazis. En el relato no hay buenos ni malos, sino personas con sus ambigüedades que se comportan bien o mal según las circunstancias. Recuerda por ejemplo lo que les decía el capataz alemán Max Schulz: “Mi párroco dice que los nazis son los mayores criminales de la historia de la humanidad”.

En 1941, hostigado por las restricciones antisemitas, su padre fallece y ella decide abandonar la fábrica. Pide a su jefe que la deje marchar. Sabe, o intuye, que la persecución de los judíos solo puede empeorar. “¿Por qué quiere irse de aquí?”, le pregunta él. “Quiero salvarme”, responde Jalowicz. “¿Qué pretende hacer sola? Ahí fuera estará sola en el páramo helado”. “Prefiero el páramo helado y prefiero estar sola porque veo en qué va a acabar todo esto. Nos deportarán, y será el final para todas”. En Berlín vivían más de 160.000 judíos en 1933; al final de la guerra quedaban apenas 5.100, según recoge el ensayo Judíos en Berlín, coeditado por Simon.

La odisea de la protagonista cruza un punto de no retorno en junio de 1942, cuando escapa de una pareja de la Gestapo que iba a detenerla y pasa a la clandestinidad. Se quita la estrella amarilla y permanece bajo la superficie de la vida cotidiana de la gran ciudad, con el miedo constante a ser descubierta y una aguja enhebrada en el forro del abrigo. En los tres años que vivió oculta de la burocracia nazi cambió casi 20 veces de casa. La acogieron o ayudaron comunistas, sindicalistas, opositores al régimen, y hasta nazis fanáticos. Algunos sabían quién era, otros lo sospechaban. Al nazi, que presumía de detectar a un judío a distancia, consiguió engañarlo.
Marie Jalowicz Simon

 Marie Jalowicz Simon en 1988, en una imagen cedida por su hijo. @HERMANN SIMON

A través de estas experiencias, los recuerdos de Jalowicz dibujan un vívido fresco de la diversa sociedad berlinesa bajo el yugo del nazismo. No solo de los comerciantes, médicos e intelectuales que formaban su entorno más cercano, sino también de obreros, empleadas del hogar, inmigrantes y marginados. A diferencia de otros clandestinos, como Ana Frank, la joven Jalowicz se movía constantemente por la ciudad. Cogía el transporte público, caminaba, hacía las colas del racionamiento para quienes la cobijaban.

En una ocasión, mientras esperaba que le consiguieran un nuevo lugar donde dormir, tuvo que pasar la noche fuera dando vueltas por Berlín. Y la llamaron las necesidades fisiológicas. Cuenta que se coló en un edificio pequeñoburgués al sudeste de la ciudad. “Cuando encontré una placa con un nombre que me resultó antipático y sonaba a nazi, me acuclillé e hice mis necesidades. ¿Qué pensaría aquella gente al descubrir por la mañana el regalito en el felpudo?”.

La importancia de la suerte
Sus recuerdos evocan momentos de una gran crudeza, como cuando tiene que ofrecer su cuerpo para mantenerse a salvo. Lo cuenta como quien relata lo que desayunó por la mañana. Tampoco elude las violaciones masivas que describe Una mujer en Berlín, el escalofriante texto anónimo que cuenta cómo las mujeres se convirtieron en víctimas de las tropas soviéticas que entraron en Berlín al final de la II Guerra Mundial. “A mí también me tocó, claro. […] Me visitó de noche un tipo fornido y amable llamado Iván Dedoborez. No me importó gran cosa. Luego escribió a lápiz una nota que dejó en mi puerta: que esa de allí era su novia y que me dejaran en paz. Y el hecho es que después de aquello no volvieron a molestarme”.

Su determinación y fuerza de voluntad la empujaron hacia la salvación, pero Jalowicz siempre subrayó la importancia de la pura suerte, tal como lo recordaba en una conferencia en 1993: “La supervivencia de cada individuo que subsistió en la clandestinidad se asentó en una concatenación de azares que a menudo resulta increíble y cabe llamar milagrosa”.

jueves, 30 de noviembre de 2023

"Del Holocausto, más que los nazis, lo que me interesa es destacar lo fácil que la gente normal pierde de vista su humanidad y se deja devorar por el mal"

John Boyne

FUENTE DE LA IMAGEN,RICH GILLIGAN

Pie de foto,

John Boyne vuelve a la historia de "El niño con el pijama de rayas" a través de Gretel, la hermana de Bruno.


En el marco del Hay Festival de Querétaro, en BBC Mundo hablamos con Boyne de su original forma de contar el nazismo, de la culpa, de la expiación de los pecados y de los ecos que aún deja "El niño con el pijama de rayas".

Portada de "Todas las piezas rotas"

¿Cómo vivir con la culpa del nazismo? ¿Hay redención posible? ¿Qué responsabilidad tiene una niña de 12 años hija del comandante que dirigió la matanza sistemática de Auschwitz?

Más de quince años después de su bestseller "El niño con el pijama de rayas", el escritor irlandés John Boyne, de 52 años, da continuidad a la impactante historia que fue traducida a más de 30 idiomas, llevada al cine y utilizada aún hoy en las escuelas para ilustrar el Holocausto.

Pero con "Todas las Piezas Rotas" (Penguin, 2023), Boyne deja atrás la fábula y la mirada ingenua del nazismo de un niño de 9 años y se adentra en un relato mucho más adulto y reflexivo a través de Gretel, la hermana mayor de Bruno, el hijo de un comandante nazi que trabó su amistad con Shmuel, su espejo al otro lado de la alambrada del campo de concentración de Auschwitz.

Ha pasado el tiempo y Boyne sitúa a Gretel, una anciana de 90 años, en el Londres actual. Antes la vemos escapar de Alemania con su madre y pasar por Australia llevando consigo el peso de la culpa por lo que le pasó a su hermano, por lo que hizo su padre, por los crímenes del país en el que creció, por su silencio cómplice.

El de Gretel es un camino de redención a través de los personajes que aparecen al final de su vida, que le ofrecerán la posibilidad de encontrar la paz de su conciencia que lleva buscando por años.

En el marco del Hay Festival de Querétaro, en BBC Mundo hablamos con Boyne de su original forma de contar el nazismo, de la culpa, de la expiación de los pecados y de los ecos que aún deja "El niño con el pijama de rayas".

“El niño con el pijama de rayas” fue un éxito de ventas, fue llevado al cine y aún hoy se lee en las escuelas para aprender del Holocausto. ¿Por qué 15 años después sentiste la necesidad de dar continuidad a la historia?

Fue algo que tenía en la cabeza, en realidad, desde que escribí “El niño con el pijama de rayas”, así que no fue una decisión apresurada. Por ello había ido tomando apuntes en mi computadora con la idea de escribir sobre Gretel, la hermana mayor de Bruno. Pero quería escribir de ella cuando ya estuviera en el final de su vida para tener esas dos perspectivas de los niños. Uno, inocente, al comienzo de su vida, y la otra ya anciana.

Es algo que pensaba escribir cuando yo fuera mucho más mayor, hacia el final de mi vida. Pero llegó la pandemia y pareció el mejor momento, así que me senté y empecé a escribir.

¿Ya cuando escribías “El Niño…” sabías que ibas a continuar con la historia de Gretel?

Realmente fue cuando terminé los primeros bocetos del primer libro cuando pensé que volvería a esta historia, y me di cuenta de que tenía algo bastante potente para volver a escribir. Y como a “El Niño…” le fue tan bien y hablaba tan a menudo de él, se cimentó la idea en mi cabeza de que debía volver ahí en algún momento.

“Todas las piezas rotas” es un libro muy diferente a “El niño…” ¿Qué ha cambiado en estos 15 años a la hora de abordar la historia, que es continuación de la anterior?

Cuando escribí “El niño…” estaba al inicio de mi carrera y ahora estoy a mitad de camino. Soy mayor y creo que soy mejor escritor. Creo que en el primer libro hay una forma de ingenuidad que funciona. Ahora estoy en mis 50 y espero que haya más sofisticación en las novelas que escribo.

Pero las cosas han cambiado. En el mundo editorial se ha vuelto más complicado escribir un libro como este porque siempre hay críticas por abordar asuntos que no son propios de mi historia, de mi vida, algo con lo que yo estoy en desacuerdo.

Ciertamente esta es una historia más sofisticada en cómo aborda la culpa y la complicidad, que son temas que aparecen en muchos de mis libros.

Con el primer libro hubo ciertas críticas de por qué contar el Holocausto desde el punto de vista de Bruno, un niño hijo de un comandante nazi, y no desde el de Shmuel, su contraparte judía al otro lado de la alambrada en Auschwitz. Y ahora de nuevo la historia es a partir de Gretel.

Del primer libro lo que me interesaba es que el lector estaba siempre un paso por delante de Bruno. El lector sabía lo que pasaba al otro lado de la verja, mientras que Bruno la veía con tanta inocencia e ingenuidad que hacía las preguntas básicas.

Yo creo que si hubiera puesto la voz narrativa del otro lado de la valla, con un personaje judío, habría sido ir demasiado lejos para mí y habría recibido más críticas. Prefería la idea de alguien recorriendo la verja y haciendo las preguntas más sencillas y a la vez más complejas.

Y siguiendo con esa narrativa, era natural darle continuidad con Gretel, su hermana mayor.

Han pasado 15 años, tiempo suficiente para que hayas reflexionado sobre el éxito de “El Niño…”. ¿Por qué triunfó así? ¿Lo esperabas?

Sabía que iba a ser más exitoso que mis libros anteriores, pero no que después de tantos años seguiría hablando de él. Tampoco esperaba que se convirtiera en un libro controversial, como ha pasado sobre todo en años recientes. Tampoco que fuera usado en escuelas. Me sorprende que de alguna manera se haya convertido en uno de esos libros de los que al menos muchos han escuchado hablar.

Como decías, “El Niño…” se usa en las escuelas para enseñar el Holocausto. ¿Cómo te sientes con eso, que es una gran responsabilidad?

Es un poco complicado porque yo no escribí un libro de texto ni lo hice para educar a la gente. Es una fábula y sé que muchas de las críticas recientes son que no se debería usar para enseñar el Holocausto, pero es que yo nunca tuve esa intención.

Pero por otro lado, si los jóvenes lo leen y a partir de ahí se interesan más por el tema y leen obras de no ficción y ven documentales, pues creo que es una gran cosa, algo de lo que me siento orgulloso.

Auschwitz
Auschwitz

FUENTE DE LA IMAGEN,GETTY

Pie de foto,
Los niños de Auschwitz con el uniforme que en la fábula de John Boyne se considera un "pijama a rayas".

Tras esta historia repartida en dos libros has debido pensar mucho en la responsabilidad de los alemanes de a pie en la época nazi, sobre cuánto sabían de lo que ocurría en Auschwitz y en otros campos de concentración. ¿Cuál es tu conclusión y qué quieres contar sobre ello a través de Gretel?

El de Gretel es un caso inusual porque como niña está ya muy involucrada en el Holocausto, aunque sin ser ella responsable. Su falla es que tras la guerra podría haber dado información que hubiera ayudado a las familias de las víctimas. Elige no hacerlo porque no quiere que lo que pasó le siga generando más cicatrices.

Pero en los libros en los que me aproximo al Holocausto, lo que quiero es destacar lo fácil que la gente pierde de vista su humanidad y se deja devorar por el mal. En el primer libro, Gretel es también sólo una niña que pone en las paredes mapas de los ejércitos porque está enamorada del teniente Kotler. Basta simplemente eso para que uno pierda su humanidad.

¿Cuán culpable puede ser una niña de 12 años, que son los que tiene Gretel cuando sucede todo?

No es responsable de nada de lo que pasó, pero sí de que después eligiera su propia seguridad antes que admitir las cosas de las que había sido testigo. Y así pasa su vida, siendo consciente de eso y esperando una oportunidad para redimirse, para hacer lo correcto. Y lo encuentra cuando puede salvar a un niño, lo que le da la sensación de hacer lo correcto en su vida.

John Boyne
John Boyne

Y “Todas las piezas rotas” vuelve a poner de manifiesto que la maldad no sólo era cuestión de una persona, sino que de alguna manera había un país cómplice. Eso es algo que también has reflejado en tus libros sobre los abusos sexuales en la Iglesia católica irlandesa. Parece que te interesa no tanto el que hace el mal como la gente que es cómplice con su silencio.

Realmente es un asunto que está en muchos de mis libros y es algo a lo que siempre termino volviendo y yo creo que es porque nací en Irlanda en esos años en los que esas cosas terribles estaban sucediendo.

Y la gente de mi generación sabía que una minoría cometía esos actos criminales, pero que había una mayoría que sabía lo que pasaba. ¿Cómo pudieron dejar que pasara?

Esa es la gente que me interesa más a la hora de escribir.

Cuando leo el libro me imagino que yo sería heroico y alzaría la voz y haría lo correcto, pero no puedo evitar pensar que al final yo podría ser Gretel.

Es algo muy honesto admitirlo, porque yo se lo digo a los niños cuando voy a las escuelas a hablar del primer libro. Es fácil para nosotros ahora decir que no lo habríamos hecho. Pero si yo hubiera estado en Alemania a finales de los años 30, hubiera sido un adolescente, habría habido muchas posibilidades de acabar en las Juventudes Hitlerianas.

Habría hecho lo que todos hacían. Es imposible imaginar eso, es mejor pensar que habríamos sido héroes y habríamos hecho lo correcto. Es fácil de decir, pero no lo es.

¿Quizás sólo el mero hecho de tener esa duda nos hace estar más alerta para alzar la voz ante hechos terribles ahora, aunque sean mucho menos graves que el nazismo y el Holocausto?

Lo vemos ahora con la cultura de la cancelación. La gente tiene miedo de expresar lo que cree por la intolerancia ante la opinión que difiere de la tuya, especialmente en el mundo online, donde se puede destruir la vida de una persona.

La gente tiene miedo genuino de alzar la voz por si un grupo de intolerantes los convierte en su objetivo.

En “Todas las piezas rotas” hay un conflicto del lector hacia Gretel, a la que consideramos culpable, pero por la no se puede evitar sentir simpatía, compasión.

Es lo que buscaba. Quería que fuera un personaje ambiguo con momentos en los que se sintiera simpatía por ella y en otros enfado. En una novela el personaje principal debe ser real, veraz. Y la mayoría de las personas reales no somos santos ni villanos, estamos en el medio.

Hacemos cosas de las que nos sentimos orgullosos y otras que nos avergüenzan el resto de nuestra vida. Busco esa ambigüedad en los personajes de mis novelas para que los lectores hablen de ellos.

A veces es raro sentir compasión por Gretel porque al final era la hija del comandante nazi, no son ellos las víctimas. ¿Qué piensas sobre esto?

No, por supuesto que no es la víctima. Sabemos quiénes son las víctimas de verdad y espero no haber dejado en la novela la idea de que ella es una víctima. Es parte de las circunstancias de la Historia.

Pero yo sí creo que es un poco víctima también, ella no puede llevar la responsabilidad de lo que hizo su padre.

Ella no es culpable de eso, y algo de víctima por eso hay en ella, pero no es la víctima de la historia. Las víctimas están al otro lado de la valla.

Gretel busca redención y la encuentra al final del libro y de su vida. ¿Por qué decidió darle ese final?

Ha tenido una vida trágica y quería que al final encontrara la paz de alguna manera. Ha vivido 90 años y 80 de ellos no han sido en paz, así que al final encuentra un pequeño momento de paz que creo que merece.

Ha tenido una vida traumatizada. Trató de tener una buena vida, pero su vida nunca fue feliz por sus propias acciones, por las de su padre y por las del país en el que nació.

El final violento hace pensar también si a veces puede estar justificada la violencia y parece de alguna manera vengarse de su propio padre. ¿De alguna manera mata a su propio padre?

En algún sentido sí. Le está haciendo pagar por los crímenes que cometió contra tanta gente, incluida ella misma.

En el primer libro es Bruno el que muere y ahora ella no quiere que eso se repita. Esa familia y ese padre que viven en el apartamento de abajo hacen que regresen todos los pensamientos que había tratado de evitar.

¿Por qué decidiste contar una historia del nazismo y del Holocausto no sólo desde la perspectiva alemana, sino desde la de unos niños antes y una anciana ahora, en lugar de a través de los grandes protagonistas?

En el caso de Bruno es por su inocencia para contar el acontecimiento más importante de todos los tiempos, para contarlo desde el punto de vista de alguien que no sabe nada.

Era una manera nueva de afrontar un tema del que se ha escrito mucho. Pensé que era original y eso me servía para crear algo parecido a una fábula que quería oponer con las cualidades realistas.

Como decías, eres un outsider ante la historia del Holocausto porque no lo sufriste directamente en tu familia ni en tu país, Irlanda. ¿Es por eso que puedes ofrecer una perspectiva diferente?

Creo que ayuda porque no tengo el peso histórico en mis hombros que tendría si fuera alemán o judío. De alguna manera es más fácil aproximarse al tema desde la distancia que tengo.

Otro de los temas que resuenan en el libro, sobre todo en “El niño…”, es el de ver a un comandante nazi capaz de las peores atrocidades a un lado de la alambrada y luego ser un padre de familia muy querido en el otro.

Lo vemos desde la perspectiva del niño, de su hijo, lo cual lo hace un poco más escalofriante porque nosotros como lectores sabemos de lo que es capaz y lo que está haciendo.

Pero subrayas que la gente que dirigía los campos de concentración amaba a sus hijos, a sus perros, y esa es una de las cosas más desconcertantes.

De alguna manera esa gente monstruosa era normal en su vida privada y estos dos conceptos diferentes son muy difíciles de entender para nosotros. Eso es lo que lo hace interesante escribir de ello.

Los soldados, los oficiales, volvían a casa por la noche y jugaban con sus hijos sin tener ningún reparo en matar a otros niños. Es casi imposible reconciliar esas dos cosas, y eso es lo interesante.

https://www.bbc.com/mundo/articles/c4n871rnn79o

sábado, 7 de octubre de 2023

_- Los archivos del infierno: nuevas miradas al Holocausto.

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Holocausto Nazi
Etiqueta de tela con el número de identificación de un prisionero en un campo de concentración nazi.
Clasificados durante décadas, algunos de los secretos mejor guardados del Tercer Reich salen ahora a la luz.

Una experiencia tan terrible como el Holocausto debe servir para recordar, pero también para comprender. Este deseo que el sociólogo Zygmunt Bauman expuso en varios de sus ensayos parece haberse cumplido en los últimos años. Clasificados y silenciados durante décadas, algunos de sus secretos mejor guardados salen ahora a la luz. Y lo hacen desde la síntesis, la investigación y la alta divulgación, para llegar a un público cada vez más amplio y diverso.

Aunque siga siendo inexplicable, la comprensión de la solución final ha cambiado. Hace tiempo que un episodio atroz, un suceso innombrable, acelerado en la indiferencia y el abandono de la sociedad de entreguerras, no se entiende únicamente por el ascenso del nazismo. La violencia, su propia lógica interna, emerge como el verdadero lenguaje que hay que descifrar para entender la primera de las instituciones totalitarias. El castigo, el trabajo forzado y el exterminio convivieron en el universo concentracionario alemán, basado en un modelo anterior sobre el que se impuso la jerarquía racial nazi. Con el estallido de la guerra todo cambió, pero la comprensión del funcionamiento de un sistema, de una red, ha permitido arrojar una tenue luz sobre esta negra página de la humanidad. Aquellos lugares destinados exclusivamente a segar vidas también albergaron esperanza, ayuda y amistad. Gestos sencillos y cotidianos permitieron a muchos recordar que todavía eran personas, luchar para sobrevivir. Sus recuerdos afloran aún y siguen conmoviendo la conciencia occidental.

La fusión de los fenómenos políticos, tecnológicos y económicos que puso en marcha el Tercer Reich en su camino hacia la guerra total ha sido uno de los motores de esta renovación. Grandes especialistas como Christopher Browning, Peter Hayes y Raul Hilberg han logrado combinar estas tres ramas en German Railroads, Jewish Souls: The Reichsbahn, Bureaucracy, and the Final Solution (Bergham Books, 2019), un monumental estudio desde el corazón organizativo del infierno que integra los testimonios de víctimas y verdugos. Su aparición, de hecho, animó a familiares de supervivientes a interponer una demanda colectiva en Estados Unidos, denunciando la responsabilidad de los ferrocarriles franceses en la deportación. Gracias a ello, la historiadora Sara Federman pudo acceder a los registros de la oficina burocrática de Eichmann que analiza en Last Train to Auschwitz (Wisconsin University Press, 2022). Solo en el verano de 1942, embarcaron en Drancy, a las afueras de París, 4.000 niños judíos en los mismos trenes que volvían de hacer el trayecto hacia Polonia con sus padres. Tras localizar a sus familias, logró ponerles rostro y devolverles la voz a muchos de ellos.

La capacidad probatoria de los documentos incautados, usada desde los juicios de Núremberg, ha dado paso a un minucioso trabajo arqueológico y antropológico

La capacidad probatoria de los documentos incautados, usada desde los juicios de Núremberg, ha dado paso a un minucioso trabajo arqueológico y antropológico. La fotografía ha sido fundamental para recorrer el lado más oscuro de la memoria europea. Conmocionada por la imagen, Wendy Lower se embarcó en una ardua labor de identificación de una familia retratada en el mismo momento de su ejecución. La fosa (Confluencias, 2022) ha reabierto el debate de la colaboración de otros países en el exterminio judío, antes incluso de que se pusiera en marcha la solución final.

A partir de septiembre de 1941, tras su primer fracaso en el frente del este, la Alemania nazi iniciaría un viraje que culminaría en la reorganización de los campos y la puesta en marcha del Holocausto. Todo se decidió en la célebre reunión de Wannsee, llevada de nuevo al cine con éxito en La conferencia (2022), película que muestra cuál fue la implicación exacta de todos los ministerios y aparatos gubernamentales en la puesta en marcha y desarrollo del exterminio judío.

El decreto Noche y Niebla, autorizando la desaparición de todo sospechoso, fue el siguiente peldaño hacia el Holocausto. Tan solo quedaba situarlo en un nudo logístico

La conexión entre el antisemitismo oficial y la opinión pública ya había sido dirigida en las campañas pioneras de propaganda del Partido Nazi antes de la guerra. Un proceso, ramificado y extendido por toda Europa, que fue descrito minuciosamente por George Mosse en Hacia la solución final: una historia del racismo europeo (La Esfera, 2023) en el que se embarcaron las grandes empresas y el mundo financiero alemán, tal y como demuestra el periodista David de Jong en Dinero y poder en el Tercer Reich: la historia oculta de las dinastías más ricas de Alemania (Principal de los Libros, 2022)

La guerra marcaría otro hito, con la limpieza de la retaguardia, la “cuestión gitana”, la “eliminación directa” de los prisioneros soviéticos y la “detención” de los extranjeros.  Tan solo quedaba situarlo en un nudo logístico: Auschwitz, transformado oficialmente en un centro de exterminio en mayo de 1942. Para facilitar la operación, las SS transformaron una granja de Birkenau en una cámara de gas. Lo llamaron el Búnker número 1. El asesinato de Heydrich, director de la Oficina Central de Seguridad (RSHA), el 4 de junio en Praga, permitió a Himmler extenderlo de manera ilimitada. El cierre de los campos de trabajo y la destrucción de los guetos que aún quedaban en pie, como el de Varsovia, iniciaron la llegada masiva de personas a una industria de destrucción que ya no sufriría apenas modificaciones.

Primo Levi fue uno de los supervivientes que más escribieron sobre la necesidad de comprender aquella estructura del horror. Durante su estancia en el läger, mostró siempre una incesante curiosidad por todo lo que le rodeaba. Formaba parte, como él mismo reconoció, de una estrategia de supervivencia en el campo que silenció tras su liberación. Quedó enterrada así la identidad del albañil piamontés que le ayudó y le dio de comer durante meses; Lorenzo Perrone, un trabajador libre que vivía fuera del campo, que tampoco pudo volver a una vida normal, incapaz de olvidar todo lo que había visto al otro lado de la alambrada. Su historia ha sido rescatada ahora por Carlo Greppi en El hombre que salvó a Primo Levi (Crítica, 2023).

¿Qué implicaba ser mujer en los campos? A esta pregunta contesta Daniela Padoan mediante el testimonio directo de tres supervivientes. La presencia femenina en los campos no fue testimonial, como ya documentara la escritora Montserrat Roig a finales de los años setenta en Els catalans als camps nazis (Península, 2017). Entre ellas estaba Neus Catalá, quien describió en sus memorias el funcionamiento de Ravensbrück. Pero ¿qué implicaba ser mujer en los campos? A esta pregunta contesta Daniela Padoan mediante el testimonio directo de tres supervivientes: Liliana Segre, Goti Bauer y Giuliana Tedeschi, en Como una rana en invierno. Tres mujeres en Auschwitz (Altamarea, 2019).

La renovación temática ha llegado también al mundo de la divulgación con auténticos best sellers en los últimos años en Inglaterra y Estados Unidos. La mayoría sigue la línea de La lista de Schindler o El niño con el pijama de rayas, pero beben de este cambio histórico e incorporan testimonios escritos y documentos de los propios supervivientes del Holocausto. Buena muestra de ellos son Auschwitz: última parada, versión novelada del diario del médico judío holandés Eddy de Wind (Espasa, 2020); K.O. Auschwitz (Corner, 2022), una historia real de los prisioneros forzados a boxear para sobrevivir; Yo, Dita Kraus (Martínez Roca, 2022), basada en las memorias de la que fuera bibliotecaria en Auschwitz hasta su traslado a Bergen-Belsen, y, por concluir una larga lista, El tatuador (Booket, 2020), con la reconstrucción de una de las figuras esenciales en la vida cotidiana de los campos, que ocuparía un espacio central en el recorrido literario iniciado por Jorge Semprún tras sobrevivir a Buchenwald.

Gutmaro Gómez Bravo es historiador y coautor del libro ‘Esclavos del Tercer Reich. Los españoles en el campo de Mauthausen’ (Cátedra, 2022).


Portada de 'Hacia la solución final. Una historia del racismo europeo', de George L. Mosse
Una historia del racismo europeo'.
Hacia la solución final
George L. Mosse
Traducción de Hugo Cañete
La Esfera de los Libros, 2023
384 páginas. 22,90 euros


Portada de 'El hombre que salvó a Primo Levi', de Carlo Greppi 
El hombre que salvó a Primo Levi
Carlo Greppi
Traducción de Lara Cortés Fernández
Crítica, 2023
400 páginas. 20,90 euros


Portada de 'La fosa', de Wendy Lower
La fosa
Wendy Lower
Traducción de Elena Magro Sánchez
Confluencias, 2022
306 páginas. 21,90 euros



Portada de 'K.O. Auschwitz', de José Ignacio Pérez 
K.O. Auschwitz
José Ignacio Pérez
Córner, 2022
328 páginas. 18,90 euros

martes, 29 de agosto de 2023

Carta durante el nazismo. Testificando la Verdad

Estas líneas fueron escritas por la Dra. Eva Reichmann a “ES”

1 en una carta fechada el 10 de diciembre de 1958. 

 2 Reichmann, entonces Director de Investigación de la Biblioteca Wiener de Londres, se refería a un relato de más de 40 páginas de un testigo presencial que ES había proporcionado a la Biblioteca y que fue recopilado por la colega de Reichmann, Elisabeth (“Li”) Zadek, en octubre de 1958. 

El informe de ES fue presentado como parte de los ambiciosos esfuerzos de la Biblioteca Wiener para recopilar relatos de testigos presenciales del período del Holocausto a mediados de la década de 1950, un iniciativa que resultó en la recopilación de más de 1.300 informes escritos en siete idiomas diferentes. 

Estos informes ahora han formado la base de un nuevo recurso digital que está produciendo la Biblioteca de Wiener, Testificando la Verdad, al que actualmente se puede acceder en la Sala de Lectura de la Biblioteca y, en un futuro próximo, estará disponible en línea. 

Con el apoyo de la Conferencia sobre Reclamaciones Materiales Judías contra Alemania (Claims Conference), el proyecto comenzó en Londres, desde donde Reichmann dirigió un pequeño equipo de al menos cuatro o cinco miembros del personal remunerados y voluntarios adicionales para recopilar informes de los supervivientes. 

Los entrevistadores estuvieron ubicados por toda Europa y trabajaron en localizar, contactar y persuadir a los entrevistados potenciales para que participaran en el proyecto. Su estrategia fue algo desordenada al principio, pero con el tiempo se desarrolló de manera más sistemática. El proyecto comenzó a mediados de la década de 1950 y continuó hasta mediados de la década de 1960, avanzando en una dirección concéntrica y centrífuga: comenzaron cerca de Londres y gradualmente se extendieron más y más a medida que se ampliaba la red de entrevistadores y entrevistados. 

Los informes generalmente no fueron elaborados por los propios sobrevivientes, sino que se desarrollaron a través de conversaciones con los entrevistadores de la Biblioteca. 

Posteriormente, el borrador del informe se presentaba al superviviente para garantizar que fuera una representación precisa de su relato, verificación que a menudo dio lugar a una extensa correspondencia con Reichmann y sus colegas, así como a una firma del entrevistado para confirmar que el relato había sido sido registrado con precisión. 

Sin embargo, hasta donde pueden concluir las investigaciones actuales, no existe ningún registro de las preguntas o tipos de preguntas formuladas a los sobrevivientes ni hay ningún audio disponible de los diálogos entre los sobrevivientes y sus interlocutores. 

Como bien ha señalado Madeline White, los relatos deben considerarse informes altamente mediatizados, elaborados en conjunto en la mayoría de los casos tanto por el entrevistador como por el entrevistado, en lugar de “testimonios” directos palabra por palabra en el sentido contemporáneo de la palabra. 

3 Aunque la colección de informes de testigos presenciales de la Biblioteca Wiener es un registro escrito y los diálogos de las entrevistas no se han conservado, la colección en su conjunto exhibe características y desafíos de interpretación similares a los del testimonio audiovisual del Holocausto, que han sido identificados por Noah Shenker en su estudio Reframing Holocaust Testimony. . 

Al igual que el testimonio audiovisual, los informes de los testigos presenciales de la Biblioteca también “surgieron de una práctica arraigada individual e institucionalmente enmarcada por una amplia gama de objetivos…”

Shenker ha señalado, además, que los testimonios son “moldeados por intervenciones institucionales y técnicas en el momento de su grabación, [y] también se moldean a medida que migran a través de diversas plataformas de medios y a medida que los archiveros desarrollan nuevas formas de preservación digital”.

4 Los intentos de estudio de Shenker para encontrar las “voces institucionales” inextricablemente involucradas en la creación de testimonios de sobrevivientes, y examina las formas en que las prioridades institucionales y las políticas de memoria han estado en conflicto potencial con la agencia de los sobrevivientes en su producción. 

El relato de ES es un ejemplo notable de la colección de la Biblioteca para considerar hasta qué punto algunas de las conclusiones de Shenker podrían aplicarse a los “testimonios” escritos. En su contenido relativamente extenso, el relato de ES demuestra cómo la persecución sufrida por los judíos y otras personas durante el período del Holocausto causó una ruptura irreparable en la vida familiar. El relato describe la desgarradora trayectoria de ella y su familia como familia judía húngara en Fiume, separada por la ocupación y la deportación, y parcialmente destruida por el genocidio. También es uno de los pocos ejemplos entre los relatos de la Biblioteca en el que se registran las reflexiones del superviviente sobre el significado de su experiencia. 

Debido a que el archivo institucional de la Biblioteca Wiener contiene importante correspondencia contextual relacionada con el proyecto de testimonios de testigos presenciales, incluido el relato de ES, este informe en particular demuestra la tensión potencial entre la agencia de los sobrevivientes y las prioridades institucionales, dejando al descubierto algunas de las capas de mediación involucradas en el proyecto de la Biblioteca. 

Finalmente, este breve estudio de caso plantea preguntas adicionales sobre la mediación por parte de instituciones que registran testimonios y el uso continuo de los informes como registros digitales, particularmente mientras la Biblioteca y otras instituciones se esfuerzan por hacer que los testimonios sean más accesibles en línea. 

El relato de “ES”: información histórica clave 
El relato de ES sigue las pautas de formato de los informes de la colección de relatos de testigos presenciales antiguos de la Biblioteca Wiener.

5 Su informe, escrito en alemán, incluye una portada elaborada por el personal de la biblioteca que describe (en inglés ) los siguientes elementos: el título del informe: “Kanada”, el número de índice de serie proporcionado por la Biblioteca: P.III.h (Auschwitz) No. 997, la extensión del informe en páginas: 41, cuando el informe fue registrado: octubre de 1958, por quién: Miss E Zadek, y cuándo ingresó a la colección: marzo de 1959. 

La portada también incluye los contornos del camino de persecución de ES y hace referencia a palabras clave identificadas por el personal de la biblioteca con fines de referencia cruzada. Estos reflejan intereses institucionales e incluyen nombres personales (tanto de ayudantes como de colaboradores), ubicaciones geográficas, nombres de campamentos y guetos, grupos de personas, nacionalidades y otros términos. También hay una sección de “referencias adicionales” que indica al investigador secciones dentro del informe de potencial interés particular (aquí “No judíos ayudando a judíos”, “Dr. Mengele”, los nombres de pila de Blockaelteste y su hermana, y un italiano colaborador y ayudante llamado “Silvano Guerrini.” Firma y fecha de Helen Hirsch, página 5 Solicitud de asistencia IRO, AS, 1949. Archivos CM/1 originarios de Italia, 3.2.1.2. Archivo digital del Servicio Internacional de Seguimiento, Biblioteca Wiener, 80491723. AS era la hija menor de ES. 

En sus 41 páginas, el relato detalla los movimientos de la familia, que incluía a ES y su marido, que se había quedado ciego, sus dos hijas, MS y AS, y los padres de ES, desde su casa en el disputado ciudad de Fiume (Rijeka en croata). A pesar de vivir bajo el régimen fascista en Fiume, ES enfatizó en su informe que ella y su familia no experimentaron antisemitismo en Italia hasta septiembre de 1943, cuando la Alemania nazi ocupó la zona. Con esta dura realidad, la familia partió hacia Venecia, luego a Florencia y luego a Prato, tratando de escapar de las redadas. La familia se separó y ES, sus padres y su marido se trasladaron a Sesto Fiorentino, donde encontraron un respiro temporal al esconderse, hasta que la madre superiora de una parroquia católica local los denunció. 

Sus hijas y su madre se quedaron en la zona de Florencia. ES, su marido y su padre fueron arrestados y enviados a Fossoli, luego trasladados a Auschwitz-Birkenau. Aquí fue separada de su marido y de su padre y los vio por última vez. ES fue seleccionado para realizar trabajos forzados en el llamado comando Kanada, clasificando ropa, bienes, alimentos y otras pertenencias que los deportados traían al campo. Con el tiempo, ES fue trasladada a Zschopau, cerca de Chemnitz, donde la obligaron a trabajar para la Deutsche Kraftwerk Union, después de lo cual la enviaron en un transporte de evacuación en tren, “los ocho días más horribles de [su] deportación”, al Gueto de Theresienstadt. Después de cinco o seis semanas en Theresienstadt, fue liberada y enviada primero a Praga para recuperarse y luego a campos para desplazados en Kaisersteinbrueck, cerca de Viena y Marburg. Regresó a Fiume, donde supo que ...

Sus dos hijas y su madre habían sobrevivido en Florencia y la estaban buscando. Las tres generaciones de mujeres se reunieron después de la guerra. Vea la visualización en pantalla completa del “Mapa del camino de persecución de la familia”: Neatline (un complemento de Omeka) hizo posible mapear la trayectoria de persecución de la familia. 

El relato de ES es vívido y desgarrador, particularmente de su trabajo en el comando de Canadá, con sus descripciones gráficas de las tensas negociaciones entre diferentes grupos nacionales de prisioneros, así como descripciones de las relaciones sexuales entre prisioneros, muchos de los cuales intercambiaban comida y buscaban medios para sobreviven a las condiciones del campamento complementando sus escasas dietas. 

ES también hizo una observación convincente sobre el nombre “Kanada”, cuyos orígenes no han sido completamente aclarados en la literatura sobre Auschwitz. Ella señala: “La pregunta sigue siendo por qué se llamó 'Kanada'. Creo que su nombre original era 'Kanaan' (la tierra de la leche y la miel) y luego los SS, que no estaban muy versados en la Biblia, lo rebautizaron como 'Kanada'”. Al igual que otros relatos de la Biblioteca Wiener (lo que sugiere que este enfoque era potencialmente una pregunta común a los entrevistados), describió algunos casos de ayuda, incluso de un guardia de las SS. Examinó las divisiones nacionales entre los judíos internados, incluso después de su traslado a Zschopau. Su informe termina con una conmovedora reflexión sobre su propia agenda personal al explicar el motivo de su supervivencia, que es una inclusión algo poco común en la colección de testimonios de la Biblioteca. En una sección final separada titulada “Por qué sobreviví – Cómo lo veo” ha concluido que su deseo de seguir viva, su persistente sentimiento de responsabilidad hacia sus hijas y su madre (esta última supone que esperaba el regreso de su hija sana, pero no de su anciano marido o de su yerno ciego), y su experiencia práctica y su intento de permanecer lo más limpia físicamente posible durante su deportación contribuyeron a su supervivencia. Observó desafiante que una vez que se introdujeron las leyes raciales en Italia, una mujer no judía había proclamado que “Todos los judíos tendrán que morir”, a lo que ella respondió: “¡Que me condenen si lo hago!”. Agencia de sobrevivientes y prioridades institucionales Firma y fecha de Helen Hirsch, página 5 Extracto de la portada de “Kanada”, P.III.h (Auschwitz), no. 997 con anotaciones manuscritas. Colecciones WL. Quizás tan convincente como el contenido histórico del informe en sí, la creación del informe y su adquisición para la Biblioteca atestiguan aún más la percepción que ES tenía de su propia agenda mientras intentaba mantener cierto control sobre la vida futura de la narrativa que ella misma tenía. había compilado con Li Zadek (aunque, nuevamente, no hay documentación sobre el diálogo entre los dos – sólo algunos esbozos, como se sugiere a continuación). Como lo demuestra la correspondencia con el personal de la biblioteca, la concepción que ES tenía de su propio papel en la creación del relato y el control de su contenido no siempre iba de la mano con las prioridades institucionales, que se centraban principalmente en reunir material para avanzar en la investigación. Las anotaciones manuscritas en la copia del informe de 1958, así como la correspondencia con ES almacenada en el archivo institucional de la Biblioteca Wiener, revelan las múltiples capas de mediación involucradas en la producción de este informe, un proceso que probablemente más investigaciones revelarán que es aplicable a otros. Las anotaciones en el informe de octubre de 1958 incluyen correcciones de algunos errores gramaticales en alemán, adiciones aclaratorias adicionales, incluida, por ejemplo, la anotación del número de recluso asignado a ES en Auschwitz, así como una nota manuscrita en la portada indicando que el informe debe mantenerse “estrictamente confidencial: en su lugar, consulte la copia revisada”. Es de suponer que es a esta versión del informe a la que se refirió ES al responder a la carta de Eva Reichmann del 10 de diciembre de 1958 antes mencionada con una carta propia unos años más tarde. ES comienza su carta del 5 de febrero de 1962 con una observación mordaz de que cree que Reichmann “se sorprenderá” al leer esta carta, tal vez porque habían pasado varios años desde que ella presentó el informe, pero probablemente también por la naturaleza de su solicitud. Después de haber tenido múltiples conversaciones con conocidos que le habían preguntado sobre sus experiencias durante el Holocausto, se propuso reelaborar y revisar el relato que había enviado a la Biblioteca porque notó varios “defectos” en la versión que le habían enviado, a pesar de haber trabajado con Li Zadek para corregirlos y revisarlos. Ella estaba disgustada por la falta de atención por parte de su interlocutor, pero recomendó a Reichmann ser discreto en sus conversaciones con Zadek sobre estas deficiencias, ya que Zadek la había ayudado con otros asuntos personales en ese momento. ES enfatizó la necesidad de una revisión porque “cuando le conté mi historia a la señorita Zadek, lo único que salió de mi boca fue lo que había pasado y lo que había estado sufriendo, lo que había estado sufriendo durante años en silencio. 

6 ES solicitó además la devolución del informe original, incluidas las copias que se habían enviado a Yad Vashem (en ese momento, la Biblioteca trabajaba en cooperación con Yad Vashem, que canalizó los fondos de la Conferencia de Reclamaciones a la Biblioteca para la producción e indexación de los informes a cambio de copias de los informes para la colección de Yad Vashem). Después de que la biblioteca le devolviera su cuenta original, explicó ES, ella a su vez volvería a enviar la versión revisada. Sin embargo, cuando la carta de E llegó a la Biblioteca, Eva Reichmann ya no ocupaba el puesto de Directora de Investigación. Una carta de fecha 6 de marzo de 1962 de C.C. Aronsfeld, entonces directora interina de la biblioteca, confirma el retraso en la recepción de su carta e indica que el proceso de retractación no fue tan sencillo como ES esperaba. Aronsfeld notó que había una copia en la Biblioteca y dos en Yad Vashem, a quienes tendría que escribir directamente para solicitar esas copias. Aronsfeld aseguró a ES que su informe sería excluido de cualquier publicación e intentó convencerla de que el informe original debería mantenerse en el archivo para fines internos, ya que contenía información que estaba excluida de la segunda versión que había presentado. (Presumiblemente, ES ya había enviado la versión editada a la Biblioteca en ese momento). Aronsfeld también señaló que la versión revisada no contiene su firma, lo cual fue problemático para la Biblioteca. ES respondió inmediatamente desde Berna el 12 de marzo de 1962, señalando su “sorpresa” y su “decepción” con la posición de la Biblioteca, aunque admitió que se olvidó de firmar la versión revisada. ES

Admitió que, además de permitir que se mantuvieran algunos aspectos personales del testimonio que ella había deseado que no se incluyeran en el expediente, también añadió información importante que, en su opinión, la señorita Zadek había omitido en la presentación original. Solicitó que le devolvieran una copia de la segunda versión para poder volver a enviarla con su firma. La correspondencia final registrada entre ES y el personal de la Biblioteca es una respuesta algo concisa de Aronsfeld el 19 de marzo de 1962, indicando que había adjuntado el manuscrito original así como la segunda versión, que ES debería firmar y devolver a la Biblioteca. El registro de correspondencia se cierra en este punto. Mayor mediación y ética del acceso Como se señaló anteriormente, la colección de los primeros relatos de testigos oculares recopilados por Reichmann y su equipo de la Biblioteca Wiener, incluido el informe de ES, ha formado un cuerpo de material que sirve como base para un nuevo recurso digital para investigadores. , 

Testificando la verdad, actualmente sólo accesible parcialmente desde las instalaciones de la Biblioteca en Londres. La creación de este recurso encaja con los esfuerzos recientes de la Biblioteca para revisar sus procesos digitales y su prioridad de hacer que más colecciones sean accesibles a investigadores fuera de Londres. Por ello, muchos de los informes han sido traducidos al inglés, digitalizados, catalogados en su totalidad y preservados digitalmente. La Biblioteca tiene la intención de publicar la colección en línea para que sea accesible a los investigadores, aunque actualmente se están investigando y considerando cuidadosamente una serie de cuestiones relacionadas con la privacidad y la propiedad intelectual antes de continuar. En el proceso de desarrollo de la nueva versión digital, la Biblioteca ha llevado a cabo un esfuerzo de colaboración colectiva para identificar a aquellos que fueron entrevistados o a sus descendientes, y se han realizado y continúan otras investigaciones para garantizar el cumplimiento de las normas de protección de datos y derechos de autor, así como de consideraciones éticas. Estos esfuerzos se están documentando plenamente y, cuando sea posible, en el futuro podrán formar parte del registro documental de la creación de este “nuevo” archivo.

7 Como han sugerido Shenker y otros autores, este tipo de información es vital para comprender las formas en que las “voces institucionales” ayudan a crear colecciones de testimonios y, por lo tanto, informan nuestra interpretación de estos testimonios. Shenker ha señalado que, en lugar de relegar “los momentos que capturan un sentido del trabajo dialógico y mutuo involucrado en el testimonio” a la periferia del proceso de archivo, esta mediación debe reconocerse a través del desarrollo de una “alfabetización testimonial”.

8 Volver a los desafíos de leer el informe de ES en particular: la biblioteca parece conservar una copia original de la versión editada por ES, en la que agregó información a mano que, enfatizó, Li Zadek había omitido. Sin embargo, no está firmado, por lo que es posible que la versión firmada nunca haya sido devuelta (o conservada). Como se señaló anteriormente, ES indicó que su informe era “estrictamente confidencial” y que en su lugar debería usarse la versión revisada, pero esta es la única copia que se encuentra en la colección de la Biblioteca, incluidas las partes que han sido tachadas, explicadas o subrayadas. presumiblemente por su propia mano. Esta versión ha sido digitalizada y traducida, pero como se ha marcado como confidencial, como ocurre con una docena de otras cuentas, el acceso al informe está restringido. En consecuencia, he anonimizado mis propias referencias al informe, con la esperanza de defender el deseo de privacidad del autor, pero también reconozco el “trabajo compartido” (en palabras de Bolkosky y Greenspan

9 que probablemente produjo el importante contenido histórico del informe y que se visualiza en parte en el mapa de arriba, aquello a lo que sin duda Reichmann se refirió en sus comentarios sobre el “significado histórico más allá de lo personal”. Curiosamente, la correspondencia con ES sobre la “vida futura” de su narrativa de hecho devuelve la discusión a lo “personal”: los elementos que quería eliminar, en su opinión, reflejaban opiniones personales problemáticas que tenía en el momento de ser entrevistada. “Ha ayudado a garantizar que sus experiencias se guarden ahora en un archivo y se conserven para la posteridad. De este modo han recibido un significado histórico más allá de lo personal”. Dra. Eva Reichmann a “ES”, 1958 Finalmente, el caso de ES es un ejemplo ilustrativo que respalda cómo se pueden leer e interpretar los testimonios teniendo en cuenta las prioridades institucionales en el momento en que fueron recopilados, así como cuando se digitalizan y difunden. , como ha demostrado hábilmente Shenker. El hecho de que se haya elaborado una portada que incluye indexación, referencias de palabras clave y una secuencia numérica para el informe de ES sugiere que el objetivo de la Biblioteca de recopilar recuerdos de los sobrevivientes “para la posteridad” puede haber pesado más que las intenciones de ES al proporcionar el informe; después de todo, fue adquirido. e indexados dentro de la colección. El hecho de que Aronsfeld haya enfatizado la necesidad de conservar información que la propia ES deseaba que se omitiera indica aún más las prioridades de la época. Del mismo modo, las prioridades actuales de la Biblioteca continúan dando forma a su decisión de digitalizar, mediar más y hacer accesibles informes como el de ES para un mayor acceso a la investigación, mientras intenta equilibrar esto con las solicitudes de confidencialidad y privacidad de los individuos.

10 La exploración de este relato como un caso El estudio para obtener una mayor comprensión de la historia de esta colección plantea preguntas adicionales: ¿Cómo hacemos que la información personal de los testimonios y relatos de testigos oculares esté disponible para la investigación, la educación y la conmemoración respetando al mismo tiempo los deseos e intenciones de los sobrevivientes (o más generalmente, los donantes de material personal)? a archivos)? ¿Cómo pueden los archivos hacer que sus propias “voces institucionales”, sus prioridades y su papel en la creación de colecciones sean más accesibles y centrales en el registro archivístico para los investigadores a medida que interpretan diferentes colecciones de testimonios? ¿Y qué pasa con la posibilidad de una lectura atenta y una “lectura a contracorriente” (en palabras de Jeffrey Shandler)? 

11 de un testimonio cuando están “fuera de contexto” o quedan huérfanos de la colección original a la que fueron adquiridos o si se desprenden de colecciones afines (en este caso, el archivo institucional de la Biblioteca)? Nuestro agradecimiento a Wolfgang Schellenbacher por su ayuda con la visualización de datos, a Ben Barkow por la revisión del borrador y a Leah Sidebotham y Toby Simpson. Notas La autora del informe del testigo ocular en este estudio de caso ha sido anonimizada de acuerdo con sus deseos de confidencialidad, lo cual es en parte un tema de discusión en esta publicación de blog. 

↩ Biblioteca de Viena, Archivo de la Biblioteca de Viena, Correspondencia con ES, 3000/9/1/1370. 

↩ Royal Holloway, candidata al doctorado de la Universidad de Londres, Madeline White, se enfrenta a la definición de testimonio y su aplicación a los relatos de los testigos presenciales de la Biblioteca Wiener en su tesis, que se presentó como “Contextualización de la metodología de la historia oral: un estudio de caso de las colecciones de testimonios del Holocausto de la Biblioteca Wiener”. ”, Research Workshop: Holocaust Testimony, Royal Holloway, Universidad de Londres y Wiener Library, 7 de diciembre de 2018. Para una discusión más detallada sobre los límites del término “testimonio” al describir diálogos entre “entrevistador” y “entrevistado”, ver Henry Greenspan y Sidney Bolkosky, “¿Cuándo una entrevista es una entrevista? Notas de Listening to Holocaust Survivors”, Poetics Today 27, no. 2 (verano de 2006): 431-449. 

↩ Noah Shenker, Reformulación del testimonio del Holocausto (Bloomington: Indiana University Press, 2015), 1-2. 
 
↩ Biblioteca Wiener, P.III.h (Auschwitz) No. 997. 

↩ Biblioteca Wiener, Archivo de la Biblioteca Wiener, Correspondencia con ES, 3000/9/1/1370.  

↩ Nuestro agradecimiento a Toby Simpson, ex director de Digital (ahora director de desarrollo) de la biblioteca, y a Leah Sidebotham, directora de activos digitales de la biblioteca, por su útil discusión sobre estos temas. 

↩ Shenker, 151. 

↩ Greenspan y Bolkosky, 439. 

↩ Sara S. Hodson, “Archivos en la Web: Desbloqueo de colecciones mientras se protege la privacidad”, Primer lunes 11, no. 8 (agosto de 2006). https://journals.uic.edu/ojs/index.php/fm/article/view/1389/1307 (consultado el 13 de abril de 2019). Agradecemos a Leah Sidebotham por esta referencia. 

↩ Jeffrey Shandler, “Sobrevivientes del Holocausto en la lista de Schindler; o leer un archivo digital a contrapelo”, American Literature 85, no 4 (2013). Véase también Shandler, Holocaust Memory in the Digital Age (Stanford: Stanford University Press, 2017). 


miércoles, 5 de abril de 2023

_- El "holocausto olvidado" perpetrado por los nazis durante la Segunda Guerra Mundial

Hinta Gheorghe con su esposa Agripina Hirta

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Pie de foto,

_- "¿Por qué querían matarnos? ¿Por qué nos mataron?".

Esas son las preguntas que se hace Hinta Gheorghe, un sobreviviente delholocausto del pueblo romaní de 83 años.

Con 2 años, fue llevado a un campo en Transnistria, un territorio entre los ríos Dniéster y Bug, administrado por Rumania entre 1941 y 1944.

"No tengo muchos recuerdos del viaje en sí, pero me marcó para siempre", le dijo Gheorghe a la BBC a través de su sobrina nieta, Izabela Tiberiade.

Aproximadamente 11 millones de personas fueron asesinadas por los nazis. Cinco millones de los fallecidos no eran judíos.

Los historiadores estiman que entre 250.000 y 500.000 gitanos fueron asesinados durante el Holocausto. Pero estas víctimas permanecen casi olvidadas.

Los nazis creían que los alemanes eran arios y por lo tanto la "raza superior".

Algunas personas eran indeseables según los estándares nazis, ya fuera por sus orígenes genéticos o culturales, o por su estado de salud.

Izabela Tiberiade dice que su tío abuelo está demasiado traumatizado como para contar todas las historias de horror que escuchó.

En estas categorías eran puestos los judíos, los gitanos, los polacos y otros eslavos, así como personas con discapacidades físicas o mentales.

Otras víctimas incluyeron testigos de Jehová, homosexuales, clérigos disidentes, comunistas, socialistas, 'asociales' (un término usado por los nazis para categorizar a un grupo de personas que no se ajustaban a sus normas sociales) y otros enemigos políticos.

Campos de la muerte
"Mi madre perdió varios hijos durante el viaje en esos trenes para ganado. Y creo que una parte de ella permaneció allí para siempre, incluso después de muchos años, cuando todo era solo un recuerdo", cuenta Gheorghe.

"Comprendimos lo que estaba pasando en el campo incluso antes de que llegáramos allí. Muchos murieron en el camino. Había demasiada gente en pequeños trenes, diseñados para el transporte de ganado".

La llamada "Oficina Central para la Lucha contra el Estorbo Gitano" fue creada en junio de 1936 por los nazis. Ubicada en Múnich, se encargó de "evaluar los hallazgos de una investigación racial-biológica" sobre los sinti y los romaníes.

Para el año 1938, los sinti y los romaníes ya estaban siendo deportados a campos de concentración.

Al igual que los judíos, fueron privados de sus derechos civiles. A los niños se les prohibió asistir a las escuelas públicas y a los adultos les resultó cada vez más difícil mantener o asegurar un empleo.

Los romaníes, un pueblo nómada que se cree que procedía del noroeste de la India, estaban formados por varias tribus o naciones.

Más de 21.000 gitanos fueron asesinados en Auschwitz-Birkenau.

La mayoría de los romaníes que se habían asentado en Alemania pertenecían a la nación sinti. Habían sido perseguidos durante siglos. El régimen nazi continuó la persecución al considerarlos asociales y racialmente inferiores a los alemanes.

"Nadie se preocupaba por nosotros pero, al mismo tiempo, nos odiaban tanto", recuerda Gheorghe.

El campamento gitano en Auschwitz
En 1943, se asignó un gran área del complejo de campos de Auschwitz-Birkenau para albergar a los romaníes deportados.

Se estima que el número de prisioneros era de alrededor de 23.000. Muchos se convirtieron en víctimas de experimentos médicos. Otros murieron de agotamiento o fueron asesinados en las cámaras de gas.

El campo se disolvió en agosto de 1944, pero la mayoría de sus prisioneros fueron asesinados o trasladados a otros campos. Al final, al menos 21.000 hombres, mujeres y niños murieron ahí.

Recién a partir de 2015 se conmemora oficialmente en Europa el genocidio gitano.

Cuando Hinta Gheorghe y los sobrevivientes de su familia regresaron del campo de exterminio después de tres extenuantes años, encontraron que sus hogares en Rumanía habían sido destruidos u ocupados por otras personas.

"Nos deshumanizaron. Y lo peor es que todavía nos despojan de nuestra historia. Muchos niños hoy en día no tienen ni idea de lo que pasó, solo escuchan canciones de abuelas viejas que recuerdan y lloran mientras cantan".

"Nuestras canciones transmiten el sufrimiento, las condiciones insoportables en el campo, que fueron devastadoras. La suciedad, el hambre, el frío, los refugios inhóspitos [...] el hacinamiento que crea enfermedades lentas y dolorosas".

Prejuicios arraigados
Barbara Warnock, curadora de la Biblioteca del Holocausto Wiener ubicada en Londres, dice que la exclusión social existente y la discriminación hecha política oficial dentro de la sociedad alemana hicieron mucho más fácil que los nazis atacaran a la comunidad romaní.

"Al principio fue una especie de continuación de las medidas y actitudes perjudiciales ya existentes. Los nazis se basaban en la legislación existente. Los romaníes eran un grupo bastante marginado dentro de Alemania", dice Warnock.

También señala que hay una falta de registros oficiales sobre los romaníes durante la Segunda Guerra Mundial.

Muchos gitanos fueron asesinados en campos de concentración donde fueron alojados por separado, como en el campo de Belzec.

"Hay mucha incertidumbre sobre los números. Algunos fueron asesinados en campos de exterminio, muchos murieron en ejecuciones masivas, particularmente en territorios soviéticos. El ejército alemán fue seguido por los Einsatzgruppen (escuadrones de la muerte paramilitares de la Alemania nazi) y los colaboradores locales participaron en la cacería masiva".

Inmediatamente después de la guerra, muchos de los principales jefes nazis fueron capturados y juzgados por tribunales militares y en los Juicios de Núremberg.

En estos casos, nadie fue acusado de matar a un gitano. Los nazis solían afirmar que "los romaníes que arrestaban eran criminales".

Miedos renovados
Para Gheorghe, la discriminación que él y su comunidad enfrentaron en el país como "extranjeros" no se limitó al régimen nazi.

Después de la caída del comunismo soviético, Gheorghe se fue de Rumania a Alemania.

Pero pocos meses después de su llegada, se vio envuelto en un brutal ataque xenófobo en 1992, conocido como los disturbios de Rostock-Lichtenhagen, en agosto de aquel año.

La generación joven de romaníes como Izabela Tiberiade está interesada en mantener vivos los recuerdos del Holocausto para cambiar la narrativa sobre su comunidad.

Fue la peor violencia derechista en Alemania desde la Segunda Guerra Mundial. Los extremistas atacaron a los inmigrantes arrojando piedras y cócteles molotov contra un bloque de apartamentos donde vivían solicitantes de asilo.

"Qué triste que el sucesor del pueblo que trajo tanto sufrimiento haya llevado a cabo los mismos actos. Nuestros hijos merecen algo mejor que el odio y la ira", señala Gheorghe.

Nueva generación
Los descendientes de las víctimas olvidadas del Holocausto también se interesaron más en el sufrimiento de sus antepasados.

La sobrina nieta de Hinta Gheorghe, Izabela Tiberiade, ni siquiera había nacido cuando su familia enfrentó nuevos ataques inspirados en la ideología neonazi.

En la escuela estudió sobre la Segunda Guerra Mundial y el Holocausto, pero se omitieron los sufrimientos de los gitanos, señala.

Izabela Tiberiade dice que pensó que el racismo contra los gitanos era cosa del pasado hasta que ella misma enfrentó el odio.

Fue en casa, en Rumania, donde supo más. Decidida a buscar justicia, decidió estudiar Derechos Humanos y Derecho Internacional. "Solían contar historias que nuestras nuevas generaciones no podían comprender", le dice Tiberiade a la BBC.

"Descubrí que mis abuelos, tíos y muchos otros compartieron la misma experiencia. Fueron deportados a campos de exterminio, solo porque eran romaníes".

"Las nuevas generaciones no tienen acceso a la información, hay falta de representación y los jóvenes rara vez se conectan con su pasado y sus raíces. Algunos incluso consideran que ser gitano es malo", lamenta.

Ahora Tiberiade trabaja para una organización de jóvenes romaníes, Dikh he na bsiter (que se traduce como "Mira y no olvides"), cuyo objetivo es conmemorar y concienciar sobre lo que le sucedió a la comunidad romaní durante el Holocausto.

La joven quiere que los romaníes de las nuevas generaciones y otros aprendan más sobre el Holocausto. Espera que esto "haga que otros vean a su comunidad con mucha más empatía".

Izabela Tiberiade cree que si se concienciara a más personas sobre las víctimas olvidadas del Holocausto, habría más empatía hacia los gitanos.

También hay esfuerzos internacionales.

En 2015, un informe de Naciones Unidas pidió un compromiso político firme y tangible para luchar contra los prejuicios y la discriminación que siguen vulnerando los derechos del pueblo gitano.

El Parlamento Europeo también aprobó observar el Día Europeo de Conmemoración del Holocausto Romaní en 2015. Se conmemora el 2 de agosto. Los romaníes también son recordados junto con otras víctimas durante el Día Internacional de Conmemoración del Holocausto.

"No podemos cambiar mucho de la noche a la mañana. Se necesita tiempo, determinación y mucho esfuerzo. Necesitamos aceptación y tolerancia", dice Tiberiade.

"Necesitamos celebrar nuestra cultura, historia e idioma juntos. Necesitamos dejar de hablar unos de otros. Y hablar entre nosotros".

Desde Craiova, la localidad en Rumania donde Gheorghe vive ahora, el sobreviviente del Holocausto dice que tiene un deseo: "Quiero que todos los jóvenes romaníes asistan a la escuela y aprendan y logren todo lo que nosotros nunca tuvimos oportunidad de hacer".