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sábado, 21 de diciembre de 2024

El nazi que despertó a Francia.


Se cumplen 30 años del juicio del Carnicero de Lyon | Internacional
Klaus Barbie, con uniforme del ejército alemán, en 1944.




























Klaus Barbie, con uniforme del ejército alemán, en 1944.

El juicio a Klaus Barbie, celebrado hace 30 años, obligó al país galo a cambiar su visión sobre la parte más terrible de su pasado, la Ocupación.

A veces los países eligen cuándo se enfrentan a los momentos más terribles de su historia. Sin embargo, otras veces el pasado estalla de golpe. Eso fue lo que ocurrió durante el juicio al alemán Klaus Barbie, el jefe de la Gestapo en Lyon, celebrado hace ahora 30 años y que terminó, el 4 de julio de 1987, con su condena a cadena perpetua por crímenes contra la humanidad. La expulsión de este antiguo oficial de las SS desde Bolivia en 1983 y su proceso cuatro años más tarde obligaron a los franceses a recordar que la II Guerra Mundial no fue el momento idealizado y fundacional que habían dibujado desde el regreso del general De Gaulle. El de Barbie fue el último gran proceso contra un criminal nazi y, seguramente, el más importante desde el juicio de Adolf Eichmann en Jerusalén en 1960. Pero su importancia radica sobre todo en su efecto sobre la sociedad.

Tras la guerra, el Carnicero de Lyon fue reclutado por los servicios secretos estadounidenses, que más tarde le ayudaron a huir a Bolivia Los franceses se vieron obligados a recordar que el jefe de la Resistencia en el interior, Jean Moulin, fue capturado por los nazis, sin duda, pero porque había sido traicionado por un compañero; también quedó claro que los ocupantes no actuaron solos, sino apoyados por una milicia formada por los ocupados; y que algunos ciudadanos sufrieron de manera atroz durante la Ocupación, mientras que otros muchos simplemente esperaron a que pasase la tormenta mirando hacia otro lado, sin comprometerse con ninguno de los dos bandos.

El juicio a Barbie también recordó otra verdad profundamente incómoda: que durante la incipiente Guerra Fría, el antiguo nazi fue fichado por los servicios secretos estadounidenses, porque les vendió que era un militar capaz de perseguir la infiltración comunista. Washington le ayudó luego a huir a Bolivia, donde trabajó al servicio de varias dictaduras. Sobre este tema dirigió Kevin MacDonald, el realizador de El último rey de Escocia, un documental, My Enemy’s Enemy (El enemigo de mi enemigo), que puede verse en Filmin. La presencia ante la corte del viejo nazi sacó a la luz que las líneas que separan lo bueno de lo malo en la memoria de los países y en las relaciones internacionales son siempre mucho más difusas y cambiantes de lo que queremos creer. El hecho de que el mismo país que ayudó a liberar a Francia con el desembarco en Normandía colaborase después con el torturador y asesino del héroe ejemplar de la 

La resistencia contra los nazis demuestra la complejidad de la posguerra europea.

El Carnicero de Lyon era un nazi de segunda fila, un sádico que disfrutaba torturando, pero no dejaba de ser un asesino a las órdenes de otros.

Su misión, como se le escucha decir en el documental en una vieja grabación, era “acabar con la Resistencia y matar”. Su notoriedad en la memoria colectiva francesa se debe a que fue el policía que capturó a Jean Moulin, el hombre enviado por De Gaulle para unificar la Resistencia en Francia, y que lo torturó hasta la muerte. 

“Hasta el proceso, se hablaba poco y mal de este periodo”, declaró recientemente a la prensa francesa Alain Jakubowicz, que entonces era un joven abogado. “Fue un acto fundador que marcó un antes y un después y que permitió los procesos contra Touvier y Papon”.

El abogado se refiere a Paul Touvier, el jefe de la milicia de Lyon, condenado a cadena perpetua después de la liberación, pero que fue amnistiado en 1971 por el presidente Georges Pompidou. Sin embargo, dado que sus crímenes eran imprescriptibles, temiendo un nuevo proceso, se esfumó, con la ayuda de algunos sectores ultraconservadores de la Iglesia católica. Fue localizado y condenado de nuevo. Cuando murió en prisión, en 1996, el diario Libération tituló: “Un odio se ha extinguido”, por su irreductible antisemitismo. 

El caso de Maurice Papon, el otro personaje al que alude el abogado, es todavía más complejo: ocupó cargos públicos entre 1931 y 1987, con Gobiernos del Frente Popular, pero también colaboracionistas y luego socialistas, hasta que fue desenmascarado por el semanario Le Canard Enchaîné, que publicó documentos que demostraban que dirigió la deportación de 1.645 judíos. Tras una batalla legal de dos décadas, fue condenado en 1998 por complicidad con crímenes contra la humanidad.

Como el del propio Barbie, que falleció de cáncer en prisión en 1991, a los 78 años, son dos casos que reflejan toda la complejidad de la historia de Francia y la enorme dificultad que tiene cualquier país para asimilar su pasado. Barbie no fue el único elemento que despertó la memoria más incómoda, aunque representó un desencadenante muy importante para el reconocimiento por parte del Estado francés de su parte de culpa en los crímenes cometidos durante el Holocausto. 

Paradójicamente, Barbie no fue juzgado por su crimen más célebre, la captura y asesinato de Jean Moulin, sino por su papel en la deportación de judíos hasta los últimos días de la Ocupación, porque se trata de crímenes contra la humanidad, que no pueden prescribir nunca. Pero su abogado, el célebre Jacques Vergès, que también acabaría defendiendo al terrorista Carlos, se ocupó de que aquel caso y las dudas sobre quién traicionó al héroe de la Francia libre sobrevolasen el proceso.

Una testigo relató en el juicio que Barbie la torturó de manera salvaje ante su madre para arrancarle información sobre sus hermanos “Lejos de su imagen de heroísmo, Vergès trató de demostrar que el grupo resistente estuvo lleno de traidores, muchos de los cuales temían todavía que la verdad fuese revelada. A causa de la idealización nacional de la lucha contra los nazis y ante el temor de que esa imagen resultase dañada, Vergès logró cambiar la atención del discurso público de la persecución de los judíos a la propia Resistencia”, escribió la historiadora Joan B. Wolf en el ensayo Harnessing The Holocaust. The Politics Of Memory In France (El uso del Holocausto. La política de la memoria en Francia).

Sin embargo, hubo un elemento que desbarató por completo la estrategia de defensa: los testigos. Ahí también, el proceso a Barbie encierra una profunda lección: la única forma de destruir, o por lo menos de dañar gravemente en su línea de flotación, a los negacionistas del Holocausto es escuchar a las víctimas, a aquellos que estuvieron allí. Han pasado más de 70 años desde el final de la II Guerra Mundial y sus voces se van extinguiendo. Por eso es más importante que nunca recordarlas.

Uno de los testimonios más impresionantes lo proporcionó Simone Lagrange, detenida junto a sus padres, cuando tenía 13 años, el mismo Día D, el 6 de junio de 1944. Su torturador no se arrepintió de nada, ni siquiera asistió a las sesiones del proceso porque no reconocía la legitimidad del tribunal, pero la voz de aquella mujer se escuchó en todo el mundo. Recordó que fue detenida junto a sus padres porque Barbie quería localizar a sus hermanos. Después de darle una paliza tremenda, con ella con la cara ensangrentada por los puñetazos, le tiró violentamente del pelo, le acercó a su madre y le dijo: “Mira lo que estás haciendo a tu hija”. Fueron deportados los tres y solo ella volvió de los campos. Su madre murió en la cámara de gas y su padre fue asesinado delante de ella. Lagrange falleció en 2016, a los 85 años, después de haber demostrado que es posible la justicia y que la memoria de las víctimas es más fuerte que cualquier mentira sobre el pasado.

martes, 27 de febrero de 2024

FRANCIA. El armenio Manouchian y sus camaradas extranjeros en la resistencia ingresan en el Panteón de Francia. Y Le Pen no es bienvenida.

La extrema derecha, embarcada en un proceso de normalización, asiste al homenaje en contra de la voluntad de Macron.

Francia, al acoger este miércoles al resistente armenio Missak Manouchian y a sus camaradas de lucha contra el nazismo, envía un mensaje sobre el pasado y el presente. Por primera vez, entran en templo republicano y laico los inmigrantes y refugiados que resistieron contra los nazis durante la II Guerra Mundial. Por primera vez, los comunistas. Y los hijos del genocidio armenio de 1915 bajo el imperio otomano: Missak y su esposa, Mélinée.

Los restos de los Manouchian — y, simbólicamente, sus camaradas en la resistencia, entre ellos el español Celestino Alfonso, ejecutados el 21 de febrero de 1944 — entraron en el monumento del centro de París en una ceremonia con alta carga emocional. En pleno auge de la extrema derecha y debate sobre la inmigración, la carga política también era considerable.

La presencia de Marine Le Pen y otros dirigentes del Reagrupamiento Nacional (RN), heredero de un partido fundado por filonazis y colaboracionistas, resultó una afrenta para muchos asistentes. El presidente Emmanuel Macron había declarado en una entrevista con el diario comunista L’Humanité: “Las fuerzas de la extrema derecha harían bien en no estar presentes.”

Le Pen, invitada oficialmente en calidad de jefa del RN en la Asamblea Nacional, ignoró la petición del presidente. Consideró que era “insultante”. También el Comité de Apoyo para Manouchian en el Panteón se oponía a su presencia.

Para Le Pen era importante estar ahí también y demostrar que es una política normal, como los demás, identificada con los valores de la Resistencia y la Ilustración. Todo su esfuerzo, desde que hace más de una década tomó las riendas del partido nacionalista y hostil a la inmigración, consiste en sacarlo del rincón de la extrema derecha y homologarlo como un partido de gobierno.

Macron, cuestionado por la reciente ley de inmigración, criticada desde la izquierda por excesivamente represiva, declaró en un discurso solemne: “Missak Manouchian, usted entra aquí siempre ebrio de sus sueños, Armenia liberada del dolor, Europa fraterna, el ideal comunista, la justicia, la dignidad, sueños franceses, sueños universales.”

Las palabras del actor y cantante Patrick Bruel resonaron bajo la lluvia del atardecer invernal, al pie del Panteón: “Mi querida Mélinée, mi huerfanita querida, en unas horas ya no seré de este mundo. Nos fusilarán esta tarde a las 15 horas”. Era la carta que Missak Manouchian escribió a Mélinée antes de que los nazis lo ejecutaran junto a los miembros de la red que él dirigía, y que la policía francesa desarticuló en noviembre de 1943. “En momento de morir”, siguió Missak en la voz de Bruel, “proclamo que no siento ningún odio contra el pueblo alemán ni contra quien sea, cada uno tendrá lo que merezca como castigo y recompensa”.

Serge Avédikian, actor franco-armenio, leyó, por orden alfabético, los nombres de los 24 resistentes de la red de Manouchian, también conocida como el grupo del Afiche rojo, por el cartel que propaganda nazi que les denunciaba, que después dio título a un poema de Louis Aragon y una canción de Léo Ferré. “Celestino Alfonso”, empezó Avédikian. “¡Muerto por Francia!”, respondió un coro de estudiantes de un liceo militar. Alfonso, cuyo nombre quedó inscrito a la entrada de la cripta donde ya reposan Missak y Mélinée Manouchian, es el primer español en el Panteón. Macron invocó después su nombre y citó su última carta antes de morir fusilado.

Los ataúdes de los Manouchian, portados por la Legión extranjera, remontaron la avenida que lleva al Panteón mientras se escenificaban las etapas de su vida: el exilio, la vida en Francia como obrero en Citroën, la resistencia. En el discurso, Macron proclamó: “Missak Manouchian, usted entra aquí con sus hermanos de armas”. En estas palabras se escuchaba un eco del escritor André Malraux, que en 1964 leyó el discurso de ingreso en el Panteón del gran resistente y mártir Jean Moulin.

“Extranjeros y, sin embargo, hermanos nuestros”, dijo Macron citando a Aragon. “Franceses de preferencia, franceses de esperanza”. Las ceremonias como la de Panteón son el espejo de un país. Un relato y un ideal. La Francia de Manouchian —y de Alfonso— es la de los derechos humanos, la antifascista, la abierta al mundo, la universal. Francia es esto. O al menos una parte de Francia.

sábado, 21 de marzo de 2020

Los combatientes españoles de la Resistencia salen del olvido. La periodista Evelyn Mesquida publica 'Y ahora, volved a vuestras casas', una investigación sobre la importante aportación española a la Resistencia francesa

El nuevo libro de la periodista y escritora Evelyn Mesquida, Y ahora, volved a vuestras casas, es un relato con abundantes detalles, testimonios y documentos de la importante participación de españoles, exiliados republicanos, en la Resistencia francesa. Una historia bastante ignorada en España, pero que Francia también ha preferido, una y otra vez, olvidar o maquillar. “La historia ha sido durante años y años la de la Resistencia francesa y eso es mentira”, afirma Mesquida (Alicante, 1945) en una entrevista en París, la ciudad que llama su hogar desde hace media vida.

No es casualidad que la autora haya elegido como título de este nuevo libro, publicado por Ediciones B, una demoledora frase que profirió el general Charles de Gaulle. La pronunció tras la liberación de París en el verano de 1944. Pasó revista a los combatientes españoles durante su visita a Toulouse, capital del exilio español, en el marco de una gira por ciudades liberadas del país. Decirle que se volvieran por donde habían venido a combatientes exiliados que llevaban en guerra mucho más tiempo que los franceses [se incorporaron a la lucha contra los nazis después de haber combatido contra las tropas de Franco en la Guerra Civil española] y que sobre todo no tenían país al que regresar, “demuestra la sensibilidad de la época”, señala Mesquida.

“¿Es que no se da cuenta [De Gaulle] de que estos pobres hombres han estado en la miseria total y que vienen de otra guerra previa? No tienen 'casa' a la que volver”, subraya esta periodista española, que lleva muchos años dedicados a hurgar en una parte de la historia por la que Francia ha pasado ampliamente de largo: el importante papel de los republicanos españoles en la lucha contra la ocupación nazi y hasta en la liberación de París. Un hito, este, que cuenta en un libro anterior, La Nueve. Los españoles que liberaron París, cuyo material fue clave para que las autoridades francesas empezaran a reconocer el papel de este contingente español en la historia gala.

Ahí también comenzó su descubrimiento de la contribución, más amplia, de los españoles en la Resistencia. Y su desazón al darse cuenta del olvido en que habían caído todos esos hombres y mujeres desperdigados por toda Francia. “Cuando vi a todos esos hombres perdidos en cada rincón, que no se les mencionaba para nada, que no les dieron la Legión de Honor, ni se les ocurrió siquiera… Te van contando y te dices, esto no puede ser, qué vergüenza”, recuerda el momento en que empezó a barajar la idea de recopilar estas historias, a finales de la década de los años noventa. “Encima luego [los historiadores] dicen que solo eran un puñado de españoles, que no le dan importancia porque había muchos otros, pero poco a poco te vas dando cuenta de que eso era falso”, se indigna Mesquida.

Con Y ahora, volved a vuestras casas, la periodista española ha tratado de paliar esta laguna histórica. Mesquida repasa, mediante relatos de testigos, documentación y otros materiales contados y donados por familiares, las figuras de combatientes como Francisco Ponzán, “un personaje casi desconocido cuando es extraordinario, condecorado por los ingleses, los americanos y los franceses. Y completamente ignorado”, destaca. El aragonés, asesinado tras su detención en 1944 en circunstancias nunca aclaradas del todo, era líder del Grupo Ponzán, que logró sacar por tierra y por mar al menos a 1.700 perseguidos por los nazis, a los que acompañaban hasta las fronteras de Portugal o Gibraltar para que pudieran huir hacia Inglaterra.

También recupera entre otros la importante acción española en la conocida como la batalla de La Madeleine del 23 al 25 de agosto de 1944, cuando —ahora sí— un auténtico puñado de combatientes, una treintena de españoles, lograron frenar una columna alemana de más de mil soldados fuertemente armados que habían recibido órdenes de avanzar hacia el norte tras el desembarco aliado en Normandía. Al ver quiénes los habían derrotado, los dos máximos oficiales alemanes al mando tomaron su pistola y se suicidaron en el mismo lugar donde se habían rendido, incapaces, escribe Mesquida, de “aceptar la realidad de haber sido engañados y vencidos por un puñado de españoles harapientos”. ¿Cuántos españoles combatieron a lo largo de los años en la Resistencia francesa? Nadie lo sabe a ciencia cierta, subraya Mesquida, en lo que considera otra muestra de lo mucho que aún falta por averiguar de esta parte de la historia que, con este libro, resulta ahora un poco menos desconocida.

https://elpais.com/cultura/2020/02/27/babelia/1582819601_087062.html?rel=lom

miércoles, 19 de octubre de 2016

La verdad sobre la Resistencia francesa: ni tan masiva ni tan francesa. El historiador británico Robert Gildea desmonta la versión oficial de lo ocurrido en Francia durante la ocupación nazi

El discurso nacional que Francia construyó después de la II Guerra Mundial es que el país fue liberado por la Resistencia, con cierta ayuda de los aliados, y que "salvo un puñado de miserables", en palabras del general Charles de Gaulle, el resto de los ciudadanos se comportaron como auténticos patriotas. Nada más lejos de la realidad. El profesor británico Robert Gildea desmonta esta imagen nacional, que se encontraba ya bastante resquebrajada, en su nuevo libro, Combatientes en la sombra, que traza un minucioso retrato de la ocupación en el que más que de Resistencia francesa prefiere hablar de "resistencia en Francia" por la enorme cantidad de extranjeros que se sumaron a la lucha contra el nazismo, entre ellos miles de republicanos españoles.

"Francia fue derrotada y ocupada por Alemania . Cuando fue liberada y unificada de nuevo, se crea una historia única que mantiene que todo el país alcanzó la libertad unido bajo el liderazgo de De Gaulle y ese relato fue propagado a través de medallas, ceremonias, títulos", explica Robert Gildea, profesor de Historia Moderna del Worcester College de la Universidad de Oxford, cuyo libro será publicado esta semana en España por Taurus en traducción de Federico Corriente. Los olvidados en ese relato no fueron sólo aquellos españoles que huyeron del franquismo, sino también judíos de Polonia o Rumanía, los comunistas, así como las mujeres, cuya labor como resistentes también ha sido infravalorada.

El libro todavía no ha sido publicado en Francia —está previsto para la primavera de 2017—, pero recibió excelentes críticas el año pasado en el mundo anglosajón en medios como The Economist o The New York Review of Books, cuya reseña firmada por el gran historiador de Vichy Robert O. Paxton se titulaba "la verdad sobre la Resistencia". Gildea, que ha publicado otros ensayos sobre la historia de Francia en los que estudia el mismo periodo, reconoce que la imagen ideal de la sociedad francesa había sido ya puesta en duda en películas como el documental La pena y la piedad o el filme de Louis Malle Lacombe Lucien, que tuvo como guionista al premio Nobel Patrick Modiano. Sin embargo, su estudio de 650 páginas, en el que maneja tanto fuentes documentales como entrevistas, es el más completo que se ha escrito hasta ahora desde un punto de vista crítico sobre la Resistencia durante la ocupación, entre 1940 y 1944. El enorme éxito alcanzado en Francia por las seis temporadas de la serie Un pueblo francés demuestra hasta qué punto sigue siendo un tema delicado y siempre actual.

"Tenemos que estudiar lo que ocurrió en Francia en el contexto de la lucha en Europa contra el nazismo, pero también del Holocausto y de la Guerra Fría. Mucha gente de la Resistencia combatió en las Brigadas Internacionales, son lo que Arthur Koestler, que compartió cautiverio con ellos, llamó La escoria de la tierra en un libro, gente que no tenía ningún sitio al que ir. Muchos republicanos se quedaron atrapados en Francia. Su objetivo era acabar primero con los nazis y luego con Franco, de hecho protagonizaron un intento fallido de invadir España en 1944. El relato simplista de la liberación nacional francesa sólo proporciona una parte de la historia, no toda", prosigue Gildea en conversación telefónica.

"El papel de los comunistas fue también muy importante, especialmente durante la liberación de París. Durante muchos años se produjo un enfrentamiento entre las dos versiones, la gaullista y la comunista. En 1944 los nazis capturaron a un grupo de resistencia que estaba formado por comunistas y judíos de Europa del este y lo utilizaron como propaganda diciendo que eran "criminales extranjeros", pero había algo de verdad en ello", afirma.

Combatientes en la sombra, no sólo estudia los grandes movimientos históricos, sino que está lleno de personajes como Jean-Pierre Vernant, uno de los grandes helenistas franceses, que fue un personaje muy importante en la Resistencia, pero que nunca quiso alardear de ello. Cuando acabó la guerra, durante la que se jugó muchas veces la vida, volvió a sus libros y a sus clásicos. También está Lew Goldenberg, hijo de revolucionarios rusos de origen judío cercanos a Rosa Luxemburgo, que se negó a aceptar el armisticio o León Landini, un joven toscano que participó en el descarrilamiento de un tren alemán en octubre de 1942 cuando tenía 16 años.

Y, naturalmente, están los republicanos españoles, no sólo los miembros de La Nueve, la mítica brigada que fue la primera en entrar en París en agosto de 1944 y cuyo papel fue silenciado durante años —ha sido necesario esperar hasta 2008 para que se inaugurasen placas que mostraban su recorrido—. En el libro aparecen combatientes como Vicente López Tóvar, nacido en Madrid en 1909, que pasó su juventud en Buenos Aires, luchó en la Defensa de Madrid y en la Batalla del Ebro y, tras escapar a Francia, participó en la organización del Maquis. "La Guerra Civil nos había endurecido mucho", relató el propio López Tóvar a Gildea.

"Después del desembarco de Normandía, en junio de 1944, se produjo una guerra civil dentro de la II Guerra Mundial, no sólo entre los resistentes y los nazis, sino también con la milicia, la fuerza paramilitar de Vichy", señala el profesor de Oxford. En cuanto a la ocultación del papel que tuvieron las mujeres, Gildea explica que sólo fueron galardonados con medallas aquellos que participaron en acciones bélicas, mientras que muchas mujeres trabajaron en la organización de la resistencia, un papel tan peligroso como el combate, pero nunca totalmente reconocido. Todo esto no quiere decir que los franceses no tuvieron ningún papel, pero no fueron los únicos héroes de aquella guerra.

NOTA:
Da la sensación de que hay, si no un complot, si una coincidencia en desvalorizar a Francia toda, desde su aporte a la cultura a su aporte a la liberación y progreso de la humanidad. Cierto que su ejercito sufrió un shock, pero hay que analizar el por qué. Qué hicieron las clases dominantes en Francia y cómo presentaron cara al nazismo; el general "héroe" de la I Gran Guerra en la práctica se entregó a Alemania y la política de defensa llevada a cabo, fue todo un fracaso,... También la política de defensa inglesa en su retirada de Europa fue una farsa, y la llamada batalla de Dunkerque (*) donde poco más de una docena de carros, no podían hacerle frente al Ejercito alemán con visos de éxito o ¿aquello no parecía un teatro?. Lo menos que se puede decir, por número de soldados, tanques y armamento puesto en juego, es que aquello no fue serio. Las clases dominantes claramente entregaron al país. Lo cual, después de la carnicería de la I G M., era muy fuerte. No se olvide que hacía poco del triunfo electoral del frente popular, con la euforia de las reivindicaciones que desbordaban al gobierno francés, las primeras vacaciones obligatorias de la clase obrera del mundo, etc. La guerra franco alemana pareció más una entrega (acordada?) que una encarnizada defensa de un país con una trayectoria que no gustaba a las clases dominantes. Lo que ya había ocurrido durante la guerra franco prusiana de 1871, ante el levantamiento popular de la Comuna de París, las dos burguesías, alemana y francesa, se pusieron de acuerdo en suspender su guerra para dirigir como aliados una que acabase con el éxito alcanzado por el pueblo de la Comuna de París.

Hay, por parte del neoliberalismo rampante una lucha contra los derechos ciudadanos conquistados a partir de la Revolución francesa. Y, como nos tienen acostumbrados, lo hacen por etapas, es parte de la estrategia, todo de golpe se haría muy evidente. Así, la minusvaloración de la resistencia, tan difícil y precaria, sería un primer paso para acabar desprestigiando en esta terrible y dura luchas de ideas -aunque camuflada- con el desprestigio de la ilustración y la Revolución Francesa de 1789. El revisionismo más burdo ya comenzó la tarea. Es la lucha contra la democracia como gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo. A cambio, los que gobiernan de hecho son unas élites al servicio del poder financiero, de los más ricos, para hacer una política a su favor, y lo están consiguiendo,...

La Resistencia Francesa fue, sin duda, y de forma inequívoca una gloriosa muestra más de la lucha popular por su libertad, a pesar de los poderosos enemigos que tenían en contra y de los "tibios amigos". Fue un duro y largo proceso desde una lucha casi exclusivamente popular, pues las clases privilegiadas estaban en su enorme mayoría (antes muertos que rojos) con la Francia de Vichy, hasta convertirse en una lucha nacional popular en la que fueron entrando -o apuntándose al caballo ganador- todas las clases.

El hecho de que en ella tuviesen un destacado papel, judíos del este, que no se resignaron como la mayoría oficial de su etnia -e incluso muchos dirigentes judíos colaboraron-, españoles republicanos y comunistas de múltiples países, no les quita ni un ápice de mérito. Al contrario, es un ejemplo de la solidaridad internacional y del internacionalismo proletario. Una página más que llena de gloria a judíos, comunistas y republicanos españoles, en la lucha por la liberación de los pueblos y la igualdad y fraternidad de los mismos.
(*) Luego de dominar Bélgica, los alemanes entran en Francia a través de las Ardenas. Las tropas británicas, junto a las francesas, son acorraladas y retroceden hacia el norte de Francia. Los alemanes ya habían ocupado Francia, pero aún quedaban muchos soldados británicos y franceses en el territorio. Estas tropas debieron retirarse por el Canal de la Mancha desde la ciudad de Dunkerque hasta Inglaterra.

http://cultura.elpais.com/cultura/2016/10/07/actualidad/1475858612_013991.html



¿QUÉ HACEN TODOS ESOS ESPAÑOLES DESFILANDO?"
La liberación de Toulouse, el 19 de agosto de 1944, fue coordinada por el fuerzas lideradas por Jean-Pierre Vernant, pero los republicanos tuvieron un papel esencial. De hecho, en regiones como el Perigor o ciudades como Foix fueron liberadas directamente por los españoles, cosa que De Gaulle no le hizo mucha gracia. Gildea relata que el general visitó Toulouse muy rápidamente, porque no quería perder un ápice de control sobre los territorios de los que iban siendo expulsados los nazis. Los republicanos participaron en el desfile de la liberación, con los cascos de los soldados alemanes pintados de azul. Cuando De Gaulle lo vio, exclamó: "¿Qué hacen todos esos españoles desfilando con las Fuerzas Francesas Libres?". Es un anécdota que, para el historiador británico, refleja el profundo cambio que se estaba produciendo en la narración de la Resistencia y en la toma de poder en Francia.
http://www.elconfidencial.com/mundo/2014-08-18/los-espanoles-que-liberaron-paris-silenciados-y-olvidados-en-francia_177174/

miércoles, 13 de julio de 2016

Muere Virgilio Peña, combatiente republicano, preso 40.843 en Buchenwald


Virgilio Peña, en una imagen de 2005 en la exposición 'Imágenes y Memoria de Mauthausen', en Sevilla.
El fallecido, de 102 años, compartió barracón con Semprún en el campo de concentración tras luchar en la guerra civil española y en la Resistencia francesa

A sus 102 años, al combatiente republicano español Virgilio Peña le llegó el reconocimiento de Francia a finales del mes pasado, solo dos semanas antes de morir. Nombrado caballero de la Orden Nacional de la Legión el pasado 24 de junio, falleció este miércoles en Billère (Pau). Comunista desde su adolescencia, combatió en la guerra civil española y luego en la Resistencia francesa hasta que fue deportado al campo de concentración de Buchenwald. Allí compartió el barracón número 40 con Jorge Semprún, el político y escritor español muerto hace cinco años.

Virgilio Peña, en una imagen de 2005 en la exposición 'Imágenes y Memoria de Mauthausen', en Sevilla. PÉREZ CABO

Hijo de la churrera del pueblo y de un campesino, Virgilio Peña nació en enero de 1914 en Espejo (Córdoba). A los diez años perdió a su padre, pero de él le quedó grabado su activismo sindical en el medio rural y su ideología comunista. A los 17 ya militaba en las Juventudes Socialistas Unificadas (JSU), de tendencia marxista y revolucionaria.

Los primeros vientos de guerra le llegaron con 22 años y, pese al peligro que implicaba, colgó del balcón de su casa la bandera republicana. De allí la arrancaron los fascistas que tomaron su pueblo el primer día del golpe de Estado, el 18 de julio de 1936. Como miliciano, Peña combatió para que en los pueblos próximos como Villa del Río o Bujalance no ocurriera lo mismo.

Dos meses después y cientos de muertos ante sus ojos, el 25 de septiembre recuperó con otros milicianos y militares republicanos el control de su pueblo. Enrolado en el Ejército regular en una unidad de transmisiones, participó en decenas de batallas, incluidas las de Teruel y el Ebro, y fue herido en dos ocasiones.

Perdida la guerra, Peña fue uno de los 500.000 españoles de La Retirada, la columna de derrotados que entre enero y febrero de 1939 llenó en pésimas condiciones las playas del sureste francés de combatientes leales a la República. Mientras muchos compatriotas se quedaban en campos construidos para los llamados “Indeseables” –españoles, gitanos, judíos...-, como el de Rivesaltes, Virgilio Peña se enroló en la Resistencia, convencido de que, si Alemania perdía la guerra, también en España caería la dictadura del general Franco.

Guardaba su pistola bajo las tejas de la pensión en la que vivía cerca de Pau y ayudaba a los patriotas franceses a vigilar a los alemanes, fijar objetivos o castigar a colaboracionistas. Un compatriota lo delató. “Creo que era de Jaén”, contaba en la que quizás haya sido su última entrevista publicada que la difundió EL PAÍS el pasado 10 de junio.

Bajo la supervisión del sanguinario comisario Pierre Poinsot, Peña fue torturado antes de ser entregado a los nazis. Su dramático traslado al campo de exterminio de Buchenwald, contado al detalle en esa entrevista, lo convirtió en el preso 40.843 en el barracón donde ya estaba Semprún, también entonces del Partido Comunista.

En Buchenwald, a Peña le llamaban El Campesino porque era el único agricultor. Cosido a su uniforme a rayas, el triángulo rojo de “terrorista” con la S de Spanien. “Siempre me ha tocado lo peor en la vida”. Allí vio trasladar a miles de personas a los hornos crematorios. Y a Semprún salvar a algunos al modificar nombres en las fichas de los presos.

Pesaba 42 kilos cuando el campo fue liberado por tropas estadounidenses en abril de 1945. Él se quedó dentro dos meses más porque no tenía a dónde ir. Regresó a Pau. Su pistola ya no estaba bajo las tejas. Empezó a trabajar en el campo y, después, como alpargatero y albañil.

En los últimos años, aquejado de una enfermedad renal pero en perfectas condiciones mentales, vivía acompañado temporalmente por alguna de sus tres hijas o su hijo. Evelyn fue la que le acompañó en los últimos días. Y el activista y cineasta Jean Ortiz, asiduo visitante. “Se apagó su corazón, pero no su cabeza”, cuenta Ortiz, autor, junto con Dominique Gautier, de la película “Espejo Rojo”, que en 2005 dio a conocer la figura de Peña. “Nunca había querido contar nada hasta entonces”, recuerda Ortiz.

Cuando hace dos semanas le impusieron la legión de honor en el ayuntamiento de Billère, el alcalde, el socialista Jean-Yves Lalanne, colocó en el balcón del consistorio la bandera republicana española y la mantuvo pese a las protestas del cónsul español, Fernando Riquelme. “Arriesgó su vida por salvar a la República española y luego se alistó en la Resistencia francesa. Milagrosamente sobrevivió al campo de exterminio de Buchenwald”, resumió el regidor. "No retiré la bandera porque no era un ceremonia franco-español, sino un homenaje a un combatiente que lo merecía", ha declarado este jueves.

En Espejo hay una calle con el nombre de Virgilio Peña. "Eso me emocionó más que nada", recordaba el luchador español. Murió en la clínica Marzet de Pau. El último adiós de su familia será este jueves en esa ciudad, en el crematorio de la calle dedicada a Pierre Brosolette, periodista y resistente socialista torturado hasta la muerte por la Gestapo en París el 22 de marzo de 1944.

http://cultura.elpais.com/cultura/2016/07/06/actualidad/1467836965_313897.html