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viernes, 10 de agosto de 2018

El cementerio republicano de Kasserine

Santiago Alba Rico
Ctxt

No sé si alguno de los familiares está buscando a sus muertos en Túnez. Lo que es seguro es que Ambrosio Martínez, Fernando Sánchez, Eligio Casal y Francisco Puig yacen en tierra extranjera, entre tumbas profanadas

En un pequeño restaurante de Túnez, dos amigos catalanes de paso por el país para un trabajo de documentación me cuentan que en Kasserine han hecho un descubrimiento inesperado. Kasserine, a 300 kilómetros de la capital, es una ciudad de 80.000 habitantes próxima a la frontera con Argelia, uno de los focos originales de la revolución que en 2011 derrocó al dictador Ben Ali. Pobre y rebelde, como la provincia del mismo nombre de la que forma parte, ha malvivido siempre de la agricultura menuda y del transporte de los fosfatos explotados más al sur, en la región de Gafsa. Pues bien, en lo que es hoy el centro urbano, cerca de las vías ferroviarias construidas en 1940 por el protectorado francés, en el patio de la casa de una humilde familia local, mis amigos, guiados por Malek Sghiri, activista del grupo Manich Masameh, tropezaron de pronto con 15 tumbas en cuyas lápidas podían leerse nombres españoles. ¿Españoles enterrados en Túnez? Se trata de los restos, sí, de un cementerio republicano, originalmente más extenso, de cuya existencia –hasta donde yo sé– ni en España ni en Túnez se ha ocupado nunca nadie. Algunas de las tumbas están profanadas, quizás porque los saqueadores las creyeron romanas y repletas de tesoros, y ha sido la familia –según propio testimonio– la que ha protegido y sigue protegiendo el recinto mortuorio en torno al cual construyeron su vivienda. Entre las lápidas levantadas y rotas, cuatro intactas revelan, bajo el rutinario y fúnebre RIP, los nombres de los allí enterrados: Ambrosio Martínez, Fernando Sánchez Díez, Eligio Casal, fallecido el 2 de diciembre de 1941 y Francisco Puig Suárez, muerto a su vez el 2 de febrero de 1943. Ambrosio murió en diciembre, pero el año ha sido intencionadamente borrado a golpes de escoplo; la fecha del fallecimiento de Fernando es ininteligible. Cabe razonablemente pensar que todos estos enterramientos datan de los años 40 del siglo pasado.

Mis dos amigos catalanes –Marc Almodóvar y Andreu Rosés, a los que agradezco la información– me cuentan esta historia emocionante y terrible en un restaurante céntrico de Túnez que se llama “El bolero”. Los he citado allí porque es uno de mis restaurantes favoritos; y lo es por varios motivos: porque es popular, barato y gastronómicamente airoso; porque sirve bebidas alcohólicas incluso los viernes; y porque tiene el valor adicional, para mí importante, de haber sido fundado por un exiliado español republicano. De hecho, la decoración ha debido cambiar poco desde 1940, pues sigue evocando la atmósfera de una vieja taberna madrileña: los cuadros de borrachines acodados junto a una botella, espectros de un cutre Murillo, estaban ya sin duda en el local original. Por una conmovedora casualidad, Marc y Andreu me cuentan esta historia de republicanos enterrados lejos de su patria en uno de los pocos espacios que mantienen en Túnez un vínculo material con los 4.500 españoles que huyeron de Franco en la flota de Cartagena y encontraron refugio en las costas tunecinas en marzo de 1939.

Esta historia me afecta personalmente y hasta me acusa. Es cosa sabida que en Túnez hay una pequeña comunidad española residual compuesta de fugitivos de la guerra civil; incluso he conocido a algunos de sus descendientes; y si es cierto que aquí el tema está aún más silenciado que en España, he tenido varias ocasiones para tirar de ese hilo y no lo he hecho. Sirva este breve artículo, pues, para saldar dos deudas íntimamente relacionadas.

Me explico. Hace ahora 7 meses, en noviembre de 2017, murió Ramón Villanueva Echeverría a los 87 años de edad. ¿Quién era Ramón Villanueva? Podría hacer una larga y estimulante lista de sus méritos: descendiente de un conocido linaje político, opositor a Franco desde los años 40, diplomático de carrera, fue escritor, historiador y archivo viviente de la historia de nuestro país y sus relaciones exteriores. Sus misiones en Libia, Iraq y Turquía lo convirtieron en un exquisito conocedor del mundo árabe y musulmán; su compromiso democrático y antifranquista, que incomodaba en el MAE, lo convirtieron a su vez en sensible mediador y obsesivo custodio de la memoria que el franquismo primero, y enseguida la olvidadiza transición, procuró mantener enterrada en cunetas o en carpetas. Estuvo en Túnez dos veces, como segundo de Javier Pradera en los primeros sesenta, y como embajador entre 1990 y 1993, su último destino antes de la jubilación. Ramón Villanueva –que yo sepa– es el único embajador que leía habitualmente el Gara, se declaraba abiertamente republicano y siguió con esperanzas el 15M y la aparición de Podemos.

Yo no lo conocí en Túnez, aunque Túnez constituyó siempre un vínculo adicional entre los dos. Con Ramón mantenía una relación afectiva que puedo calificar sin exageración de “familiar”. Amigo de mis padres desde la juventud, en los últimos años de su vida ocupó en la mía, intelectual y emocionalmente, el lugar que mi propio padre siempre dejó vacío. Ramón y yo nos intercambiábamos lecturas y análisis políticos; nos llamábamos con frecuencia y, durante mis visitas a Madrid, comíamos juntos. No he conocido nunca un conversador como él. Depositario de un tesoro infinito de anécdotas políticas y privadas, dotado de una memoria prodigiosa para los nombres y para los detalles, era además un narrador excepcional, vívido y astutamente literario, al que sólo se puede reprochar que –pese a sus siempre renovados propósitos– no escribiera nunca sus memorias. Ramón me hablaba mucho de Túnez, sobre todo de su primera misión en los años 60, época muy feliz para él desde el punto de vista personal y muy rica en términos de experiencia diplomática. Uno de sus desafíos en ese período fue precisamente –me contaba con entusiasmo y dolor– el de apoyar a la comunidad de exiliados republicanos, representada por un cónsul no oficial, a los que trató de acercar con garantías a la embajada franquista que, pese a sus promesas, Bourguiba no había cerrado tras la independencia de Túnez en 1956. Fue Ramón Villanueva, pues, excónsul y exembajador de Túnez, quien me dio a conocer la historia de los refugiados de 1939, sobre los que –decía enrabietado– había poca o nula bibliografía. Como prueba y paliativo, me regaló –¡hace ya diez años!– el único texto entonces existente: una tesis universitaria en lengua francesa, malamente mecanografiada, que él había recibido de manos de su autora en los años 90, cuando volvió a Túnez en calidad de embajador. Nunca la leí. Me la llevé a casa, la dejé sobre una mesa y la marea la arrastró a los fondos bentónicos de mi biblioteca.

Me acordé de ella la semana pasada tras escuchar a Marc y Andreu y ver, con el corazón roto, las fotografías con los nombres españoles sobre las lápidas de Kasserine. Al volver de “El bolero” la busqué en la casa nueva sin descanso y sin esperanza y de pronto, cuando ya había renunciado, se exhumó sola debajo de una historieta de Tintín: Refugiés politiques espagnols de la flotte republicaine en 1939 en Tunisie (refugiados políticos españoles de la flota republicana en Túnez). La tesis está firmada en París en 1986 y su autora, Marianne Catzaras, nacida en Jerba de padres griegos, es hoy una prestigiosa fotógrafa que expone con frecuencia en galerías de Sidi Bou Said. Es una investigación de apenas 100 páginas que recoge, sobre todo, a falta de documentación, noticias de periódicos, textos oficiales de los archivos franceses y tunecinos y testimonios de los supervivientes. Es imposible leerlo, en todo caso, sin reprimir un sollozo.

La historia –muchos no la recordarán en nuestra España amnésica– es la siguiente. El 6 de marzo de 1939 la flota republicana de Cartagena, al mando del almirante Buiza, llegó al puerto tunecino de Bizerta: cuatro cruceros, ocho destructores y un submarino, con unas 4.500 personas, la mayor parte de ellas marineros y militares, aunque entre el pasaje viajaban también mujeres y niños. La Francia colonial, que había reconocido ya en febrero el gobierno de Franco, no les brindó la mejor de las recepciones. Dispersó a los recién llegados en cinco “campos de acogida” que, como los de hoy en Europa, eran más bien campos de concentración: sin agua, sin alimentos, en pésimas condiciones higiénicas y, sobre todo, sin derecho a desplazarse libremente por el país, criminalizados además por los periódicos oficiales, los refugiados españoles fueron sometidos a un régimen de trabajos forzados y de privación de derechos que, una vez terminada la guerra civil y reclamados por Franco, llevó a algunos de ellos –ay– a volver a España. Otros, tras luchar contra Vichy y contra Hitler en las campañas africanas durante la segunda guerra mundial (es el caso del propio Buiza), se fueron a Francia o a Brasil en 1945 o –en una segunda oleada– entre 1956 y 1961, tras la independencia de Túnez. Los que quedaron –en torno a 1000–, una vez se les permitió trabajar, se dedicaron a la agricultura cerca de la ciudad de Kasserine –ubicación de uno de los “campos” citados y cuyas insfraestructuras fueron en buena parte construidas por nuestros compatriotas, que fundaron también su equipo de fútbol– o al curtido del cuero en la capital, donde abrieron además algunos restaurantes: el famoso “Café Cuarenta”, hoy desaparecido, y “El bolero”, que hasta los años 50 cerraba todos los años el 14 de abril para festejar la República. En 1976, en Túnez sólo quedaban ya unos cien españoles republicanos o descendientes, casados por lo general con italianos o nativos. “Los españoles de Túnez”, dice Catzaras, “nunca imaginaron que iban a permanecer 40 años. Por eso nunca se parecieron a los otros exiliados. Se consideraron siempre a sí mismos en una situación provisional, de paso, y su manera de vivir era también pasajera y provisional”. Algunos vivieron siempre en pensiones, con las maletas hechas; algunos no volvieron nunca, ni después de la segunda guerra mundial ni después de la muerte de Franco: entre ellos Ambrosio Martínez, Fernando Sánchez Díez, Eligio Casal y Francisco Puig Suárez. Sus cuerpos, en tumbas nominales pero en suelo extranjero, abandonadas y sin flores, evocan un destino paralelo y cruelmente inverso al de los desaparecidos en las cunetas españolas.

Entre las páginas de la tesis de Catzaras he encontrado algunas fotocopias sueltas que Ramón Villanueva recuperó de su primera misión en Túnez: un recorte de Le depeche donde se recoge la noticia, el 10 de junio de 1960, de la muerte de Ángel Brihuega, cónsul de los republicanos españoles en el exilio (probablemente un suicidio, según sospechaba Ramón); y algunas cartas, fechadas entre septiembre de 1959 y agosto de 1962 y dirigidas al embajador Pradera, en las que Antonio Antúnez, teniente del crucero Méndez Núñez y representante del PCE en Túnez, en nombre de “los exiliados políticos y otros españoles residentes”, reclamaba una y otra vez una amnistía general y un régimen democrático para España. Tardarían en llegar. Y Antúnez –del que no encuentro apenas datos biográficos– no es seguro que pudiera festejarlo. Si lo hizo, fue con cuarenta años más y varias carretillas de dolores en el alma.

No sé si alguno de los familiares está buscando a sus muertos en Túnez, si en los últimos años la embajada ha hecho algo por seguir este rastro, si la bibliografía sobre el tema ha crecido en España desde que Ramón Villanueva me dio la tesis de Marianne Catzaras. Espero que sí. Me temo que no. Sí sé que en 2008, el profesor tunecino Bechir Yazidi escribió –y tradujo al español– un pequeño libro sobre el tema, publicado en una pequeña editorial (“El exilio republicano en Túnez”, Ediciones Embora). Y lo que es seguro es que Ambrosio Martínez, Fernando Sánchez, Eligio Casal y Francisco Puig yacen en tierra extranjera, entre tumbas profanadas, apenas protegidos por una humilde familia tunecina que de ellos sólo sabe que están muertos; es decir, que merecen –hermanos difuntos– un reposo respetado y sin sobresaltos. Como es seguro también que, a la espera de continuar las pesquisas y abundar en reclamaciones de dignidad, me siento apremiado hoy, sin más dilación, a saldar esta doble deuda y a hacerlo con un doble homenaje varias veces aplazado: a Ramón Villanueva, que enriqueció tanto mi memoria, mi compromiso ético y mi felicidad afectiva, y a esos olvidados de los olvidados (como Sacristán hablaba de ”los derrotados de los derrotados”) que España, amnésica feroz, padrastra desalmada, ha abandonado al otro lado del mar.

Santiago Alba Rico Es filósofo y escritor. Nacido en 1960 en Madrid, vive desde hace cerca de dos décadas en Túnez, donde ha desarrollado gran parte de su obra. El último de sus libros se titula Ser o no ser (un cuerpo).
@SantiagoAlbaR

Fuente:
http://ctxt.es/es/20180704/Politica/20613/Santiiago-Alba-Rico-guerra-civil-Tunez-memoria-Republica-exiliados-politicos.htm

miércoles, 13 de julio de 2016

Muere Virgilio Peña, combatiente republicano, preso 40.843 en Buchenwald


Virgilio Peña, en una imagen de 2005 en la exposición 'Imágenes y Memoria de Mauthausen', en Sevilla.
El fallecido, de 102 años, compartió barracón con Semprún en el campo de concentración tras luchar en la guerra civil española y en la Resistencia francesa

A sus 102 años, al combatiente republicano español Virgilio Peña le llegó el reconocimiento de Francia a finales del mes pasado, solo dos semanas antes de morir. Nombrado caballero de la Orden Nacional de la Legión el pasado 24 de junio, falleció este miércoles en Billère (Pau). Comunista desde su adolescencia, combatió en la guerra civil española y luego en la Resistencia francesa hasta que fue deportado al campo de concentración de Buchenwald. Allí compartió el barracón número 40 con Jorge Semprún, el político y escritor español muerto hace cinco años.

Virgilio Peña, en una imagen de 2005 en la exposición 'Imágenes y Memoria de Mauthausen', en Sevilla. PÉREZ CABO

Hijo de la churrera del pueblo y de un campesino, Virgilio Peña nació en enero de 1914 en Espejo (Córdoba). A los diez años perdió a su padre, pero de él le quedó grabado su activismo sindical en el medio rural y su ideología comunista. A los 17 ya militaba en las Juventudes Socialistas Unificadas (JSU), de tendencia marxista y revolucionaria.

Los primeros vientos de guerra le llegaron con 22 años y, pese al peligro que implicaba, colgó del balcón de su casa la bandera republicana. De allí la arrancaron los fascistas que tomaron su pueblo el primer día del golpe de Estado, el 18 de julio de 1936. Como miliciano, Peña combatió para que en los pueblos próximos como Villa del Río o Bujalance no ocurriera lo mismo.

Dos meses después y cientos de muertos ante sus ojos, el 25 de septiembre recuperó con otros milicianos y militares republicanos el control de su pueblo. Enrolado en el Ejército regular en una unidad de transmisiones, participó en decenas de batallas, incluidas las de Teruel y el Ebro, y fue herido en dos ocasiones.

Perdida la guerra, Peña fue uno de los 500.000 españoles de La Retirada, la columna de derrotados que entre enero y febrero de 1939 llenó en pésimas condiciones las playas del sureste francés de combatientes leales a la República. Mientras muchos compatriotas se quedaban en campos construidos para los llamados “Indeseables” –españoles, gitanos, judíos...-, como el de Rivesaltes, Virgilio Peña se enroló en la Resistencia, convencido de que, si Alemania perdía la guerra, también en España caería la dictadura del general Franco.

Guardaba su pistola bajo las tejas de la pensión en la que vivía cerca de Pau y ayudaba a los patriotas franceses a vigilar a los alemanes, fijar objetivos o castigar a colaboracionistas. Un compatriota lo delató. “Creo que era de Jaén”, contaba en la que quizás haya sido su última entrevista publicada que la difundió EL PAÍS el pasado 10 de junio.

Bajo la supervisión del sanguinario comisario Pierre Poinsot, Peña fue torturado antes de ser entregado a los nazis. Su dramático traslado al campo de exterminio de Buchenwald, contado al detalle en esa entrevista, lo convirtió en el preso 40.843 en el barracón donde ya estaba Semprún, también entonces del Partido Comunista.

En Buchenwald, a Peña le llamaban El Campesino porque era el único agricultor. Cosido a su uniforme a rayas, el triángulo rojo de “terrorista” con la S de Spanien. “Siempre me ha tocado lo peor en la vida”. Allí vio trasladar a miles de personas a los hornos crematorios. Y a Semprún salvar a algunos al modificar nombres en las fichas de los presos.

Pesaba 42 kilos cuando el campo fue liberado por tropas estadounidenses en abril de 1945. Él se quedó dentro dos meses más porque no tenía a dónde ir. Regresó a Pau. Su pistola ya no estaba bajo las tejas. Empezó a trabajar en el campo y, después, como alpargatero y albañil.

En los últimos años, aquejado de una enfermedad renal pero en perfectas condiciones mentales, vivía acompañado temporalmente por alguna de sus tres hijas o su hijo. Evelyn fue la que le acompañó en los últimos días. Y el activista y cineasta Jean Ortiz, asiduo visitante. “Se apagó su corazón, pero no su cabeza”, cuenta Ortiz, autor, junto con Dominique Gautier, de la película “Espejo Rojo”, que en 2005 dio a conocer la figura de Peña. “Nunca había querido contar nada hasta entonces”, recuerda Ortiz.

Cuando hace dos semanas le impusieron la legión de honor en el ayuntamiento de Billère, el alcalde, el socialista Jean-Yves Lalanne, colocó en el balcón del consistorio la bandera republicana española y la mantuvo pese a las protestas del cónsul español, Fernando Riquelme. “Arriesgó su vida por salvar a la República española y luego se alistó en la Resistencia francesa. Milagrosamente sobrevivió al campo de exterminio de Buchenwald”, resumió el regidor. "No retiré la bandera porque no era un ceremonia franco-español, sino un homenaje a un combatiente que lo merecía", ha declarado este jueves.

En Espejo hay una calle con el nombre de Virgilio Peña. "Eso me emocionó más que nada", recordaba el luchador español. Murió en la clínica Marzet de Pau. El último adiós de su familia será este jueves en esa ciudad, en el crematorio de la calle dedicada a Pierre Brosolette, periodista y resistente socialista torturado hasta la muerte por la Gestapo en París el 22 de marzo de 1944.

http://cultura.elpais.com/cultura/2016/07/06/actualidad/1467836965_313897.html

Muere en Francia Virgilio Peña, el miliciano que jamás quiso abandonar la primera línea de fuego. Héroe republicano y el superviviente más viejo del campo de Buchenwald.

Carlos de Urabá
Rebelión

El pasado miércoles 6 de julio ha fallecido en la localidad de Pau-Francia el miliciano Virgilio Peña -quien hace tan sólo hace unos días fuera condecorado con la Legión de Honor por parte del Gobierno francés-.

Nacido en Espejo el 1 de enero de 1914 este hijo de campesinos y jornaleros de la campiña cordobesa desde la más temprana edad se propuso romper las cadenas de la opresión y la ignorancia a la que habían sido condenados los de su estirpe. Ese espíritu rebelde y combativo lo acompañó hasta el final de sus días. Con sus 102 años de edad ha sido un testigo privilegiado de los hechos históricos más trascendentales de la España contemporánea.

Con arrojo y valentía se enroló voluntariamente en las milicias populares en defensa del legítimo gobierno de la república víctima del golpe de estado perpetrado por una camarilla de militares traidores el 18 de julio de 1936.

Hizo parte del Batallón Garcet que intervino en la campaña de la sierra de Córdoba y el sur de Extremadura. Posteriormente dicho batallón fue movilizado a Talavera de la Reina y al frente de Teruel para cubrir la retirada del ejército republicano. También cumplió un destacado papel en la batalla del Ebro integrando la 226 brigada mixta de la 42 división del XV cuerpo del ejército al mando del Teniente Coronel Tagueña. En el frente de Gandesa cayó herido y por lo tanto tuvo que pasar a la retaguardia. Tras la derrota del ejército republicano se vio obligado junto con su batallón a exiliarse en Francia donde fueron recluidos en el campo de internamiento de Argeles Sur la Mer. Allí debe engrosar obligatoriamente las compañías de Trabajo instituidas por el gobierno francés para aprovechar la mano de obra de los españoles derrotados.

A raíz de la invasión hitleriana de Francia deserta de las compañías de trabajo y se dirige a la región de Burdeos (Gironde-Libourne) o Francia Libre donde se dedica a la viticultura. Pero como buen revolucionario se niega a resignarse a su suerte uniéndose a la resistencia antinazi. Es delatado y detenido por la policía de Petain que lo entrega a la Getaspo alemana. En castigo por sus actividades “terroristas” es deportado al campo de exterminio de Buchenwald donde permanece 6 meses cautivo hasta el día su liberación el 11 de abril de 1945. Entonces tras haber sobrevivido de milagro a las duras condiciones de tortura y esclavitud regresa al sur de Francia a recuperarse en un hospital pues su estado de salud es deplorable (apenas pesaba 40 kilos).

Siempre quiso regresar a España, y, sobre todo, a Espejo. Ese no sólo era su propósito sino el de tantos otros republicanos en el exilio que pretendían liberar a España del yugo nazi-franquista. Aunque a partir de la fracasada operación del valle de Arán y el reconocimiento por parte de las potencias del gobierno ilegítimo de Franco perdieron toda esperanza y tuvieron que aceptar su condición de exiliados.

Es entonces que aprende el oficio de carpintero y fija su residencia en Billère- Pau donde se casa y funda una extensa familia.

Ante la completa indiferencia del gobierno español-que le considera todavía un forajido- al menos se ha visto recompensado todo su sacrificio y entrega por parte de la república francesa que le ha rendido múltiples homenajes (Como el de la Legión de Honor) Hasta el final de sus días declaró un jornalero, un obrero del campo que es su verdadera identidad. Su inmenso amor por su pueblo Espejo lo ennoblece y demuestra así su veneración por la tierra madre a la que llegó a ofrendar su vida por protegerla.

Virgilio es un gran ejemplo para todos republicanos españoles en Francia y también en España por ser una de las figuras más queridas de la memoria histórica. Jamás se amedrentó y supo llamar las cosas por su nombre al recordarles a los españoles lo que significó el nazi-franquismo y su nefasta herencia personificada en la abyecta monarquía borbónica.

Ha muerto un comunista de la vieja guardia, un hombre comprometido con la causa del pueblo y de los trabajadores. Y lo más importante: un hombre fiel que jamás renunció a sus ideales. Un republicano de pura cepa que siempre soñó con una España de los pueblos democrática y libre y soberana, una España obrera y campesina sin la tutela de reyes ni de los herederos franquismo.

Antes de las pasadas elecciones del 26 de junio lanzó también sus arengas a las fuerzas de izquierda ¡a ver si os espabiláis! Porque es necesario aunar esfuerzos para enfrentar a la derecha corrupta y déspota. Él estaba al tanto de los acontecimientos políticos que se desarrollaban en España puesto que no había perdido un ápice de su nivel de conciencia y razonamiento intelectual.

Ahora nosotros debemos ocupar su lugar en primera línea de fuego. Nuestra misión es mantener viva su memoria y luchar por hacer realidad esa III República que él tanto añoraba.

Transmitimos a sus familiares y amigos nuestras más sinceras condolencias y nos hacemos participes de su profunda conmoción y dolor.

¡Hasta la victoria siempre, Virgilio Peña!

lunes, 6 de abril de 2015

La exposición de la Politica de Fondos de Covertura en Nueva York. Trabajando para exponer los mecanismos que los fondos de cobertura y los multimillonarios utilizan para influir en el gobierno y la política con el fin de ampliar su riqueza, influencia y poder. La política que impulsan los multimillonarios y los daños colaterales que inflige a nuestras comunidades, nuestro clima, nuestra economía y nuestra democracia.

Hace dos semanas, varios autobuses llenos de neoyorquinos hicieron una peregrinación a Greenwich, Conn., Para visitar la finca frente al mar del titán de fondos de cobertura Paul Tudor Jones II, donde, baste decir, que no fueron invitados a ver la vajilla de china. Era una tarde de sábado lluviosa y los manifestantes, muchos de ellos gente trabajadora que se han sentido engañados por las injusticias de un sistema fiscal que favorece a unos pocos enriquecidos, estaban allí para llamar la atención sobre la agenda educativa del señor Jones, construida sobre la premisa de que los ricos extravagantes saben mejor cómo enseñar a leer, y a su apoyo a los candidatos y causas republicanas en la Legislatura del Estado de Nueva York, que perjudican a los pobres y la clase trabajadora.

Es este tipo de gasto político, un total de US $ 1,6 millones en los últimos 12 años, sostienen, que socava sus esfuerzos filantrópicos a través de la Fundación Robin Hood, la organización benéfica de lucha contra la pobreza que él creó. Para los civiles, por supuesto, el Sr. Jones puede parecer como alguien que necesita trabajos de reparación en la causa y efecto, un multimillonario cuya industria prospera en la extracción de valor económico de inversiones en lugar de producir, y sin embargo se siente cómodo hablando sobre el impacto corrosivo de la desigualdad.

"Cuando comenzamos a poner la justicia a la par con las ganancias", dijo Jones en un TED Talk recientemente, "entonces tenemos la cosa más valiosa del mundo. Volvemos a nuestra humanidad". Al escuchar que es como escuchar el Real Housewives of Orange County decir que una vez que empezamos comprende la restricción sobre el espectáculo de los consumidores, vamos a estar bien en nuestro camino a un nuevo capítulo en la dignidad cultural.

Los que hicieron el viaje a Connecticut marchaban en nombre de un grupo llamado los Heged Clippers, una naciente organización respaldada por la Federación Americana de Maestros, grupos laborales y comunitarios prominentes, y Zephyr Teachout, el ex candidato demócrata liberal para gobernador. Está dirigido a exponer las formas como los fondos de cobertura sangran la economía a través de la práctica de auto-interés y luego extienden el daño mediante la pródigas compras de la influencia política. Según un análisis realizado por el grupo, los administradores de fondos de cobertura han donado $ 40 millones en contribuciones políticas en el estado de Nueva York en los últimos 15 años, con el gobernador Andrew M. Cuomo recibiendo cerca de $ 5 millones. Muchos de esos donantes son prominentes partidarios de las escuelas charter, y casi todos presumiblemente denuncian la eliminación de las lagunas fiscales que magnifican sus fortunas.

Los Hedge Clippers producen y emiten informes a una velocidad que haría envidiar a muchos estudiantes graduados. Esta semana se dio a conocer un documento que detalla el flujo de dinero de los gestores de fondos de cobertura y los operadores de alta frecuencia en las arcas de Rahm Emanuel; en Chicago, la tenencia de alcaldía del Sr. Emanuel ha sido cuestionada por una oferta desde la izquierda. Otro informe ofreció una lista de compradores en One57, el condominio de apartamentos ultralujosos en Manhattan que se benefició de importantes ventajas fiscales.

En Nueva York, los Hedge Clippers han estado protestando a un ritmo muy vivo. Una manifestación se llevó a cabo recientemente fuera del 15 Central Park West, una torre de lujo que funciona como dormitorio financiero de la industria. Ese día la atención se centró en el gestor de fondos de cobertura Daniel S. Loeb, el presidente de la red de escuelas autónomas Success Academy, que compró un apartamento en el edificio hace siete años. En la manifestación, los Hedge Clippers ofrecen un tutorial al público sobre las formas complicadas de la forma de operar de los fondos (Hedge Found) para acumular dinero - la llamada de dos horas y veinte sistema de compensación, por ejemplo - y las formas en que sus cargas fiscales se mantienen relativamente bajas.

Otra acción tuvo lugar frente al Club de Harvard en el centro de Manhattan, donde se celebraba un simposio de un día llamado: "Bonos y Pizarras, Invertir en las escuelas charter". Otro tenía a manifestantes apareciendo en restaurantes caros, como el Bar Polo y Del Frisco. "Todo esto realmente comenzó con: "¿Qué vamos a hacer con estos personajes?" Stephen Lerner, miembro de Iniciativa Kalmanovitz en la Universidad de Georgetown para el Trabajo y los trabajadores pobres, me dijo. "Si usted está preocupado acerca del dinero en la política, ahí están los fondos de cobertura; si usted está preocupado acerca de la financiación de los servicios públicos, esos son los fondos de cobertura; si usted está preocupado acerca de la privatización de las escuelas públicas, ahí están los fondos de cobertura".

Los Hedge Clippers tienen un enfoque más singular que lo que nunca hizo Occupy Wall Street. Les gustaría que los impuestos recaudados a los súperricos; que quieren los fondos de pensiones y las universidades para desinvertir de los fondos de cobertura; quieren la participación en cuenta que se aplica un tipo impositivo más elevado a nivel federal y de las lagunas a su alrededor en los códigos fiscales locales para evitarlos. En la ciudad de Nueva York, los fondos de cobertura gigantes y fondos de capital privado no están sujetos al impuesto sobre la participación en cuenta; si lo fueran, la ciudad sería $ 200 millones más rica cada año, de acuerdo con James Parrott, economista en jefe del Instituto de Política Fiscal. El subsidio fiscal va a los pobres por medio del crédito por ingreso del trabajo, (es decir, lo pagan los mismos trabajadores) y es sólo la mitad de eso.

¿Cuándo la gente se sentirá masívamente realmente enojado por conocer estos mecanismos de favoritismo? Un nuevo libro, "La Edad de la aquiescencia," por el historiador laboral Steve Fraser, plantea esa pregunta, y pregunta por qué nuestra nueva Edad de Oro no ha aportado nada que se acerque a los disturbios y el activismo de la anterior. Hay muchas razones, pero una es que pocos estadounidenses entienden realmente la malversación de la industria financiera de la forma en que los trabajadores de la fábrica del siglo XIX podían experimentar, de forma clara y visceralmente, cómo los jefes de las acerías y los magnates del ferrocarril les estaban explotando a ellos. La relación entre las masas que luchan y los peces gordos que les saqueaban era en cierto sentido más crucial e íntima.

Hoy nos enteramos de multimillonarios, en tonos de admiración o simplemente descarados, en las revistas de moda que relata sus divorcios y sus juguetes. Si usted es un ayudante de salud en el hogar que gana $ 11 la hora, es probable que no tengas una suscripción a la revista Vanity Fair. Los Hedge Clippers pueden lograr mucho si simplemente convierten los pocos secreto en algo ampliamente infame.
Fuente: NYT. http://www.nytimes.com/2015/03/29/nyregion/exposing-hedge-fund-politics.html?emc=edit_tnt_20150327&nlid=31217582&tntemail0=y&_r=0