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viernes, 10 de agosto de 2018

El cementerio republicano de Kasserine

Santiago Alba Rico
Ctxt

No sé si alguno de los familiares está buscando a sus muertos en Túnez. Lo que es seguro es que Ambrosio Martínez, Fernando Sánchez, Eligio Casal y Francisco Puig yacen en tierra extranjera, entre tumbas profanadas

En un pequeño restaurante de Túnez, dos amigos catalanes de paso por el país para un trabajo de documentación me cuentan que en Kasserine han hecho un descubrimiento inesperado. Kasserine, a 300 kilómetros de la capital, es una ciudad de 80.000 habitantes próxima a la frontera con Argelia, uno de los focos originales de la revolución que en 2011 derrocó al dictador Ben Ali. Pobre y rebelde, como la provincia del mismo nombre de la que forma parte, ha malvivido siempre de la agricultura menuda y del transporte de los fosfatos explotados más al sur, en la región de Gafsa. Pues bien, en lo que es hoy el centro urbano, cerca de las vías ferroviarias construidas en 1940 por el protectorado francés, en el patio de la casa de una humilde familia local, mis amigos, guiados por Malek Sghiri, activista del grupo Manich Masameh, tropezaron de pronto con 15 tumbas en cuyas lápidas podían leerse nombres españoles. ¿Españoles enterrados en Túnez? Se trata de los restos, sí, de un cementerio republicano, originalmente más extenso, de cuya existencia –hasta donde yo sé– ni en España ni en Túnez se ha ocupado nunca nadie. Algunas de las tumbas están profanadas, quizás porque los saqueadores las creyeron romanas y repletas de tesoros, y ha sido la familia –según propio testimonio– la que ha protegido y sigue protegiendo el recinto mortuorio en torno al cual construyeron su vivienda. Entre las lápidas levantadas y rotas, cuatro intactas revelan, bajo el rutinario y fúnebre RIP, los nombres de los allí enterrados: Ambrosio Martínez, Fernando Sánchez Díez, Eligio Casal, fallecido el 2 de diciembre de 1941 y Francisco Puig Suárez, muerto a su vez el 2 de febrero de 1943. Ambrosio murió en diciembre, pero el año ha sido intencionadamente borrado a golpes de escoplo; la fecha del fallecimiento de Fernando es ininteligible. Cabe razonablemente pensar que todos estos enterramientos datan de los años 40 del siglo pasado.

Mis dos amigos catalanes –Marc Almodóvar y Andreu Rosés, a los que agradezco la información– me cuentan esta historia emocionante y terrible en un restaurante céntrico de Túnez que se llama “El bolero”. Los he citado allí porque es uno de mis restaurantes favoritos; y lo es por varios motivos: porque es popular, barato y gastronómicamente airoso; porque sirve bebidas alcohólicas incluso los viernes; y porque tiene el valor adicional, para mí importante, de haber sido fundado por un exiliado español republicano. De hecho, la decoración ha debido cambiar poco desde 1940, pues sigue evocando la atmósfera de una vieja taberna madrileña: los cuadros de borrachines acodados junto a una botella, espectros de un cutre Murillo, estaban ya sin duda en el local original. Por una conmovedora casualidad, Marc y Andreu me cuentan esta historia de republicanos enterrados lejos de su patria en uno de los pocos espacios que mantienen en Túnez un vínculo material con los 4.500 españoles que huyeron de Franco en la flota de Cartagena y encontraron refugio en las costas tunecinas en marzo de 1939.

Esta historia me afecta personalmente y hasta me acusa. Es cosa sabida que en Túnez hay una pequeña comunidad española residual compuesta de fugitivos de la guerra civil; incluso he conocido a algunos de sus descendientes; y si es cierto que aquí el tema está aún más silenciado que en España, he tenido varias ocasiones para tirar de ese hilo y no lo he hecho. Sirva este breve artículo, pues, para saldar dos deudas íntimamente relacionadas.

Me explico. Hace ahora 7 meses, en noviembre de 2017, murió Ramón Villanueva Echeverría a los 87 años de edad. ¿Quién era Ramón Villanueva? Podría hacer una larga y estimulante lista de sus méritos: descendiente de un conocido linaje político, opositor a Franco desde los años 40, diplomático de carrera, fue escritor, historiador y archivo viviente de la historia de nuestro país y sus relaciones exteriores. Sus misiones en Libia, Iraq y Turquía lo convirtieron en un exquisito conocedor del mundo árabe y musulmán; su compromiso democrático y antifranquista, que incomodaba en el MAE, lo convirtieron a su vez en sensible mediador y obsesivo custodio de la memoria que el franquismo primero, y enseguida la olvidadiza transición, procuró mantener enterrada en cunetas o en carpetas. Estuvo en Túnez dos veces, como segundo de Javier Pradera en los primeros sesenta, y como embajador entre 1990 y 1993, su último destino antes de la jubilación. Ramón Villanueva –que yo sepa– es el único embajador que leía habitualmente el Gara, se declaraba abiertamente republicano y siguió con esperanzas el 15M y la aparición de Podemos.

Yo no lo conocí en Túnez, aunque Túnez constituyó siempre un vínculo adicional entre los dos. Con Ramón mantenía una relación afectiva que puedo calificar sin exageración de “familiar”. Amigo de mis padres desde la juventud, en los últimos años de su vida ocupó en la mía, intelectual y emocionalmente, el lugar que mi propio padre siempre dejó vacío. Ramón y yo nos intercambiábamos lecturas y análisis políticos; nos llamábamos con frecuencia y, durante mis visitas a Madrid, comíamos juntos. No he conocido nunca un conversador como él. Depositario de un tesoro infinito de anécdotas políticas y privadas, dotado de una memoria prodigiosa para los nombres y para los detalles, era además un narrador excepcional, vívido y astutamente literario, al que sólo se puede reprochar que –pese a sus siempre renovados propósitos– no escribiera nunca sus memorias. Ramón me hablaba mucho de Túnez, sobre todo de su primera misión en los años 60, época muy feliz para él desde el punto de vista personal y muy rica en términos de experiencia diplomática. Uno de sus desafíos en ese período fue precisamente –me contaba con entusiasmo y dolor– el de apoyar a la comunidad de exiliados republicanos, representada por un cónsul no oficial, a los que trató de acercar con garantías a la embajada franquista que, pese a sus promesas, Bourguiba no había cerrado tras la independencia de Túnez en 1956. Fue Ramón Villanueva, pues, excónsul y exembajador de Túnez, quien me dio a conocer la historia de los refugiados de 1939, sobre los que –decía enrabietado– había poca o nula bibliografía. Como prueba y paliativo, me regaló –¡hace ya diez años!– el único texto entonces existente: una tesis universitaria en lengua francesa, malamente mecanografiada, que él había recibido de manos de su autora en los años 90, cuando volvió a Túnez en calidad de embajador. Nunca la leí. Me la llevé a casa, la dejé sobre una mesa y la marea la arrastró a los fondos bentónicos de mi biblioteca.

Me acordé de ella la semana pasada tras escuchar a Marc y Andreu y ver, con el corazón roto, las fotografías con los nombres españoles sobre las lápidas de Kasserine. Al volver de “El bolero” la busqué en la casa nueva sin descanso y sin esperanza y de pronto, cuando ya había renunciado, se exhumó sola debajo de una historieta de Tintín: Refugiés politiques espagnols de la flotte republicaine en 1939 en Tunisie (refugiados políticos españoles de la flota republicana en Túnez). La tesis está firmada en París en 1986 y su autora, Marianne Catzaras, nacida en Jerba de padres griegos, es hoy una prestigiosa fotógrafa que expone con frecuencia en galerías de Sidi Bou Said. Es una investigación de apenas 100 páginas que recoge, sobre todo, a falta de documentación, noticias de periódicos, textos oficiales de los archivos franceses y tunecinos y testimonios de los supervivientes. Es imposible leerlo, en todo caso, sin reprimir un sollozo.

La historia –muchos no la recordarán en nuestra España amnésica– es la siguiente. El 6 de marzo de 1939 la flota republicana de Cartagena, al mando del almirante Buiza, llegó al puerto tunecino de Bizerta: cuatro cruceros, ocho destructores y un submarino, con unas 4.500 personas, la mayor parte de ellas marineros y militares, aunque entre el pasaje viajaban también mujeres y niños. La Francia colonial, que había reconocido ya en febrero el gobierno de Franco, no les brindó la mejor de las recepciones. Dispersó a los recién llegados en cinco “campos de acogida” que, como los de hoy en Europa, eran más bien campos de concentración: sin agua, sin alimentos, en pésimas condiciones higiénicas y, sobre todo, sin derecho a desplazarse libremente por el país, criminalizados además por los periódicos oficiales, los refugiados españoles fueron sometidos a un régimen de trabajos forzados y de privación de derechos que, una vez terminada la guerra civil y reclamados por Franco, llevó a algunos de ellos –ay– a volver a España. Otros, tras luchar contra Vichy y contra Hitler en las campañas africanas durante la segunda guerra mundial (es el caso del propio Buiza), se fueron a Francia o a Brasil en 1945 o –en una segunda oleada– entre 1956 y 1961, tras la independencia de Túnez. Los que quedaron –en torno a 1000–, una vez se les permitió trabajar, se dedicaron a la agricultura cerca de la ciudad de Kasserine –ubicación de uno de los “campos” citados y cuyas insfraestructuras fueron en buena parte construidas por nuestros compatriotas, que fundaron también su equipo de fútbol– o al curtido del cuero en la capital, donde abrieron además algunos restaurantes: el famoso “Café Cuarenta”, hoy desaparecido, y “El bolero”, que hasta los años 50 cerraba todos los años el 14 de abril para festejar la República. En 1976, en Túnez sólo quedaban ya unos cien españoles republicanos o descendientes, casados por lo general con italianos o nativos. “Los españoles de Túnez”, dice Catzaras, “nunca imaginaron que iban a permanecer 40 años. Por eso nunca se parecieron a los otros exiliados. Se consideraron siempre a sí mismos en una situación provisional, de paso, y su manera de vivir era también pasajera y provisional”. Algunos vivieron siempre en pensiones, con las maletas hechas; algunos no volvieron nunca, ni después de la segunda guerra mundial ni después de la muerte de Franco: entre ellos Ambrosio Martínez, Fernando Sánchez Díez, Eligio Casal y Francisco Puig Suárez. Sus cuerpos, en tumbas nominales pero en suelo extranjero, abandonadas y sin flores, evocan un destino paralelo y cruelmente inverso al de los desaparecidos en las cunetas españolas.

Entre las páginas de la tesis de Catzaras he encontrado algunas fotocopias sueltas que Ramón Villanueva recuperó de su primera misión en Túnez: un recorte de Le depeche donde se recoge la noticia, el 10 de junio de 1960, de la muerte de Ángel Brihuega, cónsul de los republicanos españoles en el exilio (probablemente un suicidio, según sospechaba Ramón); y algunas cartas, fechadas entre septiembre de 1959 y agosto de 1962 y dirigidas al embajador Pradera, en las que Antonio Antúnez, teniente del crucero Méndez Núñez y representante del PCE en Túnez, en nombre de “los exiliados políticos y otros españoles residentes”, reclamaba una y otra vez una amnistía general y un régimen democrático para España. Tardarían en llegar. Y Antúnez –del que no encuentro apenas datos biográficos– no es seguro que pudiera festejarlo. Si lo hizo, fue con cuarenta años más y varias carretillas de dolores en el alma.

No sé si alguno de los familiares está buscando a sus muertos en Túnez, si en los últimos años la embajada ha hecho algo por seguir este rastro, si la bibliografía sobre el tema ha crecido en España desde que Ramón Villanueva me dio la tesis de Marianne Catzaras. Espero que sí. Me temo que no. Sí sé que en 2008, el profesor tunecino Bechir Yazidi escribió –y tradujo al español– un pequeño libro sobre el tema, publicado en una pequeña editorial (“El exilio republicano en Túnez”, Ediciones Embora). Y lo que es seguro es que Ambrosio Martínez, Fernando Sánchez, Eligio Casal y Francisco Puig yacen en tierra extranjera, entre tumbas profanadas, apenas protegidos por una humilde familia tunecina que de ellos sólo sabe que están muertos; es decir, que merecen –hermanos difuntos– un reposo respetado y sin sobresaltos. Como es seguro también que, a la espera de continuar las pesquisas y abundar en reclamaciones de dignidad, me siento apremiado hoy, sin más dilación, a saldar esta doble deuda y a hacerlo con un doble homenaje varias veces aplazado: a Ramón Villanueva, que enriqueció tanto mi memoria, mi compromiso ético y mi felicidad afectiva, y a esos olvidados de los olvidados (como Sacristán hablaba de ”los derrotados de los derrotados”) que España, amnésica feroz, padrastra desalmada, ha abandonado al otro lado del mar.

Santiago Alba Rico Es filósofo y escritor. Nacido en 1960 en Madrid, vive desde hace cerca de dos décadas en Túnez, donde ha desarrollado gran parte de su obra. El último de sus libros se titula Ser o no ser (un cuerpo).
@SantiagoAlbaR

Fuente:
http://ctxt.es/es/20180704/Politica/20613/Santiiago-Alba-Rico-guerra-civil-Tunez-memoria-Republica-exiliados-politicos.htm

domingo, 24 de mayo de 2015

Los 5 países más caros y más baratos para visitar

Cuáles son los países más caros? ¿Cuáles los más baratos para hacer turismo? ¿Cómo calcularlo?

La primera respuesta intuitiva es por el costo de la vida: un turista gastará más en los países más caros.

Algo de eso hay, pero el turismo se ha convertido en un motor global tan sofisticado que puede ofrecer distintos productos para los gustos más diversos con un claro impacto en los precios.

El Foro Económico Mundial publicó recientemente un informe sobre la competitividad comparada en este sector de 141 naciones que permite calcular los países en los que los turistas gastan más.

El cálculo se basa en una combinatoria del costo de la vida, el de la gasolina, el transporte e impuestos diversos, incluidos los que se cobran en aeropuertos.

BBC Mundo le pidió a Tom Hall, Director Editorial de la guía de viajes "Lonely Planet", un análisis de este ranking turístico.

"Hay que tener en cuenta que el precio es un indicador importante, pero no el único a la hora de decidir un viaje. Además cada lugar tiene opciones caras y baratas. Los precios de un hotel de lujo en un país barato se pueden acercar a los de un alojamiento barato en un país caro", señaló.

Los cinco países más caros

1 – Suiza

En todos los rubros que considera el Foro, Suiza es cara.

En Suiza hay que planificar bien para gastar menos.
Los vuelos al país lo son, igual que los hoteles que tienen un gasto promedio de US $241 por noche.

Algo similar sucede con la paridad del poder adquisitivo que el Foro toma para medir el costo de la vida y que coloca a Suiza en el puesto 137 de las 141 naciones comparadas.

Los aproximadamente nueve millones de turistas que viajan a Suiza gastan un promedio de US $ 1.882.60.

"Suiza tiene una excelente infraestructura turística con una serie de ventajas que permiten abaratar los costos si se planifica con anticipación. Hay mucho para ver, desde los Alpes hasta la arquitectura de Zurich, pero la realidad es que para muchos el costo lo vuelve un país para visitar una vez en la vida: un viaje especial con escasas posibilidades de repetición", indicó Hull a BBC Mundo.

2 – Reino Unido

Es otro gran destino turístico mundial que atrae anualmente unas 31 millones de personas que gastan en promedio unos US $1.300.

A pesar de este gasto promedio, la infraestructura turística británica permite elegir entre diversos rangos de precios para atraer a un amplio espectro de turistas.

Más de 30 millones de turistas van a Reino Unido cada año.

El precio promedio de los hoteles es de US $139 - un poco más de la mitad que en Suiza -, valor que lo coloca en el puesto 56 del ranking en este rubro particular.

En términos de paridad de poder adquisitivo es un 10% más caro que en los Estados Unidos y figura en el puesto 123 de esta lista. Sin embargo, en ciertos rubros – ropas, souvenirs, etc – tiene una amplia oferta para todos los bolsillos.

"Londres es una ciudad que hay que conocer. El transporte es caro y los espectáculos también, pero se puede ahorrar en ambos con una planificación adecuada. En restaurantes la oferta es muy grande y se adapta a casi todos los bolsillos", señala Hull.

3 – Francia

A pesar de su fama de cara, con casi 85 millones de turistas por año, el gasto promedio es de US $669.

Dos de las razones que el informe del Foro Económico Mundial tiene para situar a Francia entre los países más caros son los vuelos y los hoteles.

Un buen hotel puede costar US$219: Francia está en el puesto 93 de los 102 países que el Foro pudo comparar en este rubro.

Nuevamente Hall destaca las posibilidades que ofrece Francia para diversos tipos de turismo.

"Un restaurante puede resultar caro. Una baguette con una botella de buen vino francés al borde del Sena es mucho más barato y en términos turísticos puede ser mucho más atractivo", indicó.

4 - Australia

Con más de 6 millones de turistas, el costo promedio fue uno de los más altos: US $4.897.

El alto precio del pasaje en avión para turistas de casi todo el mundo – salvo los países de la región – hace que este costo se eleve tanto: Australia está en el puesto 127 de los 141 países comparados.

Los altos precios del pasaje de avión hacen que el costo de unas vacaciones en Australia aumenten.

Las inmensas distancias del país añaden un costo adicional porque obligan a tomar vuelos internos.

Los hoteles son un poco más razonables, aunque no baratos: el promedio es de US $162.

En términos de paridad por poder adquisitivo Australia está último en la tabla: es un 50% más caro que en Estados Unidos.

5 – Noruega

El gasto promedio de los 4,7 millones de turistas anuales es de US $1.198.

El costo promedio de una habitación en Noruega es de US $ 151 diarios.

Noruega está en el puesto 21 en términos de costo de vuelos al país y en el 67 por el precio de los hoteles: el costo promedio de una habitación se encuentra en torno a los US $151.

Pero el promedio final del país se dispara por el costo de la vida: Noruega está penúltimo en este rubro. En cuanto al precio del combustible solo lo supera Turquía.

"Noruega es un país maravilloso para caminatas por la montaña o andar en bicicleta por las zonas rurales. Los centros urbanos son mucho más caros. Al igual que con Suiza una planificación apropiada puede abaratar mucho los costos", señaló Hall a BBC Mundo.

Los cinco más baratos

1- Irán

Es el más barato de los 141 países del informe del Foro Económico Mundial.

Los problemas políticos y las dificultades para conseguir una visa figuran entre los principales obstáculos para viajar a Irán, aunque en ambos frentes las cosas están mejorando.

El costo de vida es bajo en la capital iraní, Teherán.

El acceso por avión y la paridad de poder adquisitivo están entre los más bajos: segundo y sexto lugar respectivamente.

Combinado con el bajo precio de la gasolina, el costo es un atractivo adicional del país que recibió más de tres millones de visitantes en 2013.

"Si al bajo costo le añadimos todo lo que tiene que ofrecer en términos de arquitectura, historia, arqueología, hospitalidad de la gente, es un país para no perderse", señala Hall.

2 – Indonesia

Con casi nueve millones de turistas que gastan más de US $9.000 millones, la industria del sector en Indonesia tiene un largo desarrollo que viene de los años 60 y 70 cuando se convirtió en uno de los destinos obligados del viaje alternativo.

Indonesia resulta muy competitivo en los precios de muchos de sus hoteles y otros productos turísticos.

Indonesia resulta muy competitiva en sus precios de aeropuertos, vuelos y gasolina (número 14 del ranking).

El costo de los hoteles es igualmente accesible: está en el puesto 21.

"Tiene una oferta muy variada que la ha convertido durante mucho tiempo en un destino turístico favorito para los viajeros independientes que buscan una alternativa diferente al viaje organizado y los tours. En este sentido ofrece una serie de ventajas como las playas o los deportes acuáticos que se pueden practicar a un precio más que razonable", señala Hull.

3 – Egipto

Es probablemente la cuna misma del viaje de turismo, uno de los primeros destinos que hubo para este tipo de periplo desde la antigüedad.

Egipto recibe cerca de nueve millones de turistas al año.

Hoy tiene más de 9 millones de turistas que gastan un promedio de $ US 659.

Egipto se encuentra entre los países más baratos en términos de hostelería (séptimo lugar), gasolina (once) y paridad de poder adquisitivo (16).

La primavera árabe y la inestabilidad de los últimos dos años han afectado los ingresos por turismo que, sin embargo, sigue siendo uno de los pilares de la economía nacional.

4 – India

India ha estado en el centro del viaje alternativo desde los años 60 y tiene un fuerte desarrollo en términos de industria turística. Con más de siete millones de turistas, es una de las naciones con más baja paridad de poder adquisitivo (en noveno lugar), razón adicional de su popularidad como destino turístico.

El país ha cambiado vertiginosamente en las dos últimas décadas y hoy es mencionado como la nueva China.

Sin embargo, según Hull, en muchos aspectos sigue siendo el mismo lugar que hace décadas.

"Si uno quiere gastar poco, es un lugar ideal porque el transporte es muy barato, la comida en la calle es muy buena y se puede parar en hoteles muy económicos en cualquier lugar del país. Y si uno puede gastar mucho más, India ofrece todo lo que un turista con dinero puede querer", señala.

5 – Túnez

En Túnez comenzó la primavera árabe en diciembre de 2010. Celebró elecciones parlamentarias el año pasado.

Con este telón de fondo Túnez ha podido sortear de mejor manera el impacto político que sufrió el turismo en otras naciones de la región.

Túnez recibe seis millones de turistas pese a sus problemas políticos.

Con más de seis millones de turistas, el costo promedio es más que económico: US $ 349.

El desarrollo turístico hace que tanto para el turista que compró toda la excursión en su país de origen como para el que quiera viajar por su cuenta los costos sean muy razonables.

"En Túnez se puede hacer safari, hay playas, lugares históricos y deportes de invierno. Es un lugar muy completo y a un precio francamente competitivo", señala Tom Hull.