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sábado, 9 de octubre de 2021

Syukuro Manabe, Klaus Hasselmann y Giorgio Parisi reciben el premio Nobel de Física 2021

 

     Syukuro Manabe, Klaus Hasselmann y Giorgio Parisi los galardonados este año.

Los investigadores Syukuro Manabe, Klaus Hasselmann y Giorgio Parisi fueron anunciados este martes como los ganadores del premio Nobel de Física 2021.

El anuncio fue hecho por el secretario de la Academia Sueca de Ciencia, Göran Hansson, quien señaló que el premio se otorgaba a estos tres investigadores "por las contribuciones innovadoras a nuestra comprensión de los sistemas físicos complejos".

El premio, así como los correspondientes a Medicina, Química y Literatura que se irán anunciado esta semana, se entregarán en la ceremonia del 8 de diciembre en Estocolmo.

Giorgio Parisi, italiano de 73 años, fue premiado especialmente por el descubrimiento "de patrones ocultos en materiales complejos y desordenados. Sus descubrimientos se encuentran entre las contribuciones más importantes a la teoría de sistemas complejos".

Por su parte, el japonés Syukuro Manabe y el alemán Klaus Hasselmann fueron galardonados por su aporte "fundamental" en la creación de los modelos climáticos.


El trabajo de Syukuro Manabe y Klaus Hasselmann está relacionado con los modelos climáticos.

Por ejemplo, Manabe, de 90 años, demostró cómo el aumento de los niveles de dióxido de carbono en la atmósfera conduce a un incremento de las temperaturas en la superficie de la Tierra.

Este trabajo sentó las bases para el desarrollo de modelos climáticos actuales.

En ese mismo sentido, Klauss Hasselmann, de 89 años, fue pionero en la creación de modelos que vinculan la meteorología y el clima.

Sus métodos se han utilizado para demostrar que el aumento de temperatura en la atmósfera se debe a las emisiones humanas del dióxido de carbono.

Los complejos modelos climáticos
Una de las conclusiones que deja la decisión, especialmente en la elección de Manabe y Hasselmann, es llamar la atención sobre el tema climático.

Como lo señalan varios expertos, es muy difícil predecir el comportamiento a largo plazo de sistemas físicos complejos como el clima de nuestro planeta.

Sin embargo, y también como lo señala el comité de la Academia Sueca de Ciencia, los modelos informáticos que pueden anticipar cómo responde la Tierra a las emisiones de gases de efecto invernadero han sido cruciales para nuestra comprensión del calentamiento global.

Y en eso han sido clave estos dos científicos.

Para empezar, Manabe, quien trabaja en la Universidad de Princeton en EE.UU., lideró en los años 60 el desarrollo de modelos físicos del clima, que llevaron a la conclusión que las emisiones de dióxido de carbono calentaban el planeta.

John Wettlaufer, miembro del comité que otorga el premio Nobel de Física, explica las razones detrás de su decisión.

Y una década después Hasselman, quien hace parte del Instituto Max Planck de Alemania, creó un modelo informático que vinculaba la meteorología y el clima.

Su trabajo, como lo señala la Academia Sueca, respondió a la pregunta de por qué los modelos climáticos pueden ser confiables a pesar de que el clima es cambiante y caótico.

Ahora, el trabajo del italiano Parisi no está directamente relacionado con este campo.

El comité dijo que los descubrimientos de este científico hicieron "posible comprender y describir muchos materiales y fenómenos diferentes y aparentemente completamente aleatorios".

Esto incluyó el comportamiento de sistemas complejos a nivel microscópico.

Su trabajo tiene aplicaciones no solo en la física sino también en otras áreas muy diferentes, como las matemáticas, la biología, la neurociencia y el aprendizaje automático (área de la inteligencia artificial).

jueves, 22 de julio de 2021

Ikea sigue usando madera sucia

De acuerdo con una investigación de Earthsight, IKEA es cómplice en la tala de hasta cuatro millones de árboles en Siberia para la fabricación de mobiliario infantil de la serie Sundvik.

Nada más fácil que hacer propósito de enmienda. En julio de 2020 la ONG británica Earthsight publicó un informe que revelaba cómo la multinacional sueca había estado adquiriendo madera de Ucrania procedente de la tala ilegal para fabricar sus muebles. Un año más tarde, Earthsight vuelve a publicar otro informe, al que El Salto ha tenido acceso antes de su publicación, sobre la misma compañía y en el que denuncia exactamente las mismas prácticas.

En esta ocasión se trata de la fabricación de mobiliario infantil —concretamente el de la popular serie Sundvik y que además de muebles incluye una casa de muñecas— con madera procedente de la tala ilegal de bosques en Rusia, el mayor exportador de madera del mundo. De acuerdo con la investigación de Earthsight, IKEA es cómplice en la tala de hasta cuatro millones de árboles en Siberia. Como ocurrió con la investigación del año pasado centrada en Ucrania, esta madera estaba certificada como “legal” y “sostenible” por el Forest Stewardship Council (FSC), ayudando a encubrir la operación, antes de enviarse a un fabricante indonesio que suministra muebles a centros de IKEA de todo el mundo, incluyendo Estados Unidos, Reino Unido y la Unión Europea. La ONG británica ha llegado a calcular que alguien adquiere un producto que contiene esta madera cada dos minutos.

Earthsight ha invertido un año en visitar los lugares donde se produce la tala y analizar pormenorizadamente documentos oficiales y protocolos de aduanas

Como recuerda Earthsight, los bosques de Siberia son tan importantes como el Amazonas de Brasil y “las empresas madereras que suministran a IKEA y otros fabricantes están contribuyendo a una enorme pérdida de biodiversidad en la región, haciéndola cada vez más proclive a devastadores incendios”.

ExportLes

Como en sus investigaciones anteriores, Earthsight ha invertido un año en visitar los lugares donde se produce la tala y analizar pormenorizadamente documentos oficiales y protocolos de aduanas así como imágenes por satélite, una novedad que permite cazar a los infractores incluso en los lugares más remotos, como es el caso.

La matriz donde se origina este nuevo escándalo que salpica al gigante del mueble sueco es ExportLes, una empresa maderera propiedad del oligarca Evgueni Bakurov que opera en el oblast de Irkutsk. ExportLes ha estado acusada de violar las leyes de protección forestal y medioambiental en varias ocasiones, talando más árboles de los permitidos, también en zonas protegidas, bajo el pretexto de que se trataba de árboles enfermos.

La empresa maderera infringió hasta en 11 ocasiones entre 2012 y 2018 las licencias de tala, un delito gracias al cual acumuló 689.000 metros cúbicos adicionales de madera

Peor aún: en ocasiones los únicos árboles que quedan en pie son precisamente los muertos, porque no sirven para la producción de madera. Se trata de un modus operandi basado en los hechos consumados: cuando el sistema judicial ha terminado su investigación e incluso fallado en contra de Bakurov, el bosque ha desaparecido. Además, Earthsight denuncia que, como consecuencia de la tala, la erosión del suelo deja una peligrosa vía abierta para el control de inundaciones. Los operarios de ExportLes tampoco acostumbran a cumplir con la normativa que les obliga a retirar los restos de madera, lo que incrementa el riesgo de incendios, que se ceban con los bosques siberianos con una periodicidad cada vez más frecuente como consecuencia, también, del cambio climático. En 2019 la magnitud de los incendios forzó al Kremlin a movilizar a las fuerzas armadas para sofocarlos.

Bakurov se enorgullece con todo de su relación con Ikea. “Hemos elegido su compañía porque nos envía troncos más rápido de lo que nosotros podemos transferirle el dinero”, se dice que un representante de la empresa sueca le comunicó en una ocasión. Para conseguir esta proeza ExportLes recurre a algunas de las acciones ilegales arriba enumeradas. Según los documentos judiciales consultados por Earthsight, la empresa maderera infringió hasta en 11 ocasiones entre 2012 y 2018 las licencias de tala, un delito gracias al cual acumuló 689.000 metros cúbicos adicionales de madera, como señala la ONG británica, una cantidad suficiente para llenar el Royal Albert Hall casi ocho veces. Se calcula que ExportLes y otras empresas madereras propiedad de Bakurov (Deep Forest, Vertical-B y Vilis) han talado 2,16 millones cúbicos de madera de bosques protegidos en los últimos 10 años. Por este motivo, Earthsight denuncia que FSC incurre en ‘greenwashing’ a la hora de proporcionar su certificado a una madera que en realidad ha sido obtenido mediante la tala ilegal.

Una vez talada, la madera se envía a través de una firma de procesado de madera rusa, Uspekh, que suministra la materia después principalmente al fabricante de muebles indonesio PT Karya Sutarindo (PTKS), que se dedica a producir muebles, entre otros, para IKEA, que es su principal cliente (hasta un 96% de las ventas de PTKS en 2019 las registró la empresa sueca). Earthsight ha calculado que PTKS recibía troncos de 1.700 árboles mensuales procedentes, en su mayoría, de la tala ilegal realizada por ExportLes.

Estos muebles terminan a través de empresas de exportación europea en los expositores de las tiendas de IKEA de toda Europa. Quizá, en una ironía sombría, algunos de ellos terminen en Rusia, donde estos bosques centenarios, que han resistido durante siglos las bajas temperaturas extremas constituyen un símbolo nacional, apreciado por su población y que se encuentra presente como escenario en cuentos, mitos y leyendas de su rico folklore y hasta en el himno del país.

IKEA responde

Earthsight reclama a los gobiernos estadounidense y de la UE, como ha hecho antes, cambios en su legislación para evitar que se repitan casos como los de Ucrania, denunciado en su informe de 2020, o Rusia.

Como viene siendo práctica habitual de esta ONG británica, antes de publicar su informe lo remitieron a las empresas que en él aparecen, que negaron participar en cualquier tipo de actividad ilegal. IKEA reconoció recibir madera suministrada por las compañías de Bakurov, pero defendió que la madera había sido obtenida “legalmente”. Admitió, eso sí, que debido a algunas “prácticas preocupantes” que no especificó había suspendido sus relaciones con ExportLes esta primavera. FSC —no es la primera vez que se encuentra bajo sospecha— negó por su parte cualquier tipo de error en su certificación, pero retiró el sello a las empresas de Bakurov.

IKEA es el mayor consumidor de madera del mundo: 21 millones de metros cúbicos en 2019, casi el equivalente a un árbol por segundo

“Valoramos las acciones que IKEA y FSC han tomado en las últimas semanas”, afirma Sam Lawson, el director de Earthsight, en la nota de prensa remitida a los medios de comunicación, “pero siguen siendo completamente insuficientes”. “Se trata de problemas sistémicos que requieren soluciones sistémicas, que van más allá de un consumidor, de un suministrador o de un país”, continúa.

La ONG menciona en su informe el apetito voraz e insaciable de los consumidores europeos y asiáticos. Debido a su modelo de ‘fast furniture’, IKEA es el mayor consumidor de madera del mundo: 21 millones de metros cúbicos en 2019, casi el equivalente a un árbol por segundo. La posición de monipolio de la que goza la compañía –siempre a la búsqueda de nuevos mercados, mayores márgenes de beneficio y menores costes de producción– invita a las empresas de tala a violar la ley con tal de mantener como cliente a IKEA. “Los gobiernos en Europa y EE UU necesitan actuar urgentemente para detener el flujo de madera robada de una vez por todas”, apostilla Lawson. En las conclusiones de su informe, la ONG no deja lugar a dudas de que apelar al cliente es insuficiente: “Si la humanidad quiere evitar un colapso climático catastrófico, la única manera de que ocurra es a través de una acción gubernamental”.

Fuente: https://www.elsaltodiario.com/biodiversidad/ikea-investigacion-earthsight-tala-ilegal-arboles-rusia

martes, 27 de abril de 2021

_- La "élite contaminante": cómo los más ricos están en "el centro del problema del clima"

_- Según el estudio, el 1% más rico del mundo produce el doble de las emisiones de carbono combinadas del 50% más pobre.

Los ricos del mundo deben cambiar radicalmente sus estilos de vida para enfrentar el cambio climático, señala un informe llevado a cabo por expertos en Reino Unido.

Según el estudio, el 1% más rico del mundo produce el doble de las emisiones de carbono combinadas del 50% más pobre, en base a las cifras de la Organización de Naciones Unidas (ONU).

Solo el 5% más rico, la llamada "élitecontaminante", contribuyó con el 37% del crecimiento de las emisiones entre 1990 y 2015.

El documento fue elaborado por la Comisión de Sostenibilidad de Cambridge sobre Cambio de Comportamiento a Escala.

Es un panel de 31 expertos que estudian el comportamiento de las personas en relación con el medioambiente.

Se les encomendó la tarea de encontrar la forma más eficaz de ampliar las medidas para combatir las emisiones de dióxido de carbono.

Sus críticos dicen que la mejor manera de reducir las emisiones más rápido es a través de mejoras tecnológicas, no a través de medidas que resultarían impopulares.

Pero el autor principal del informe, Peter Newell, profesor de la Universidad de Sussex, le dijo a BBC News: "Estamos totalmente a favor de las mejoras tecnológicas y productos más eficientes, pero está claro que se necesitan acciones más drásticas porque las emisiones siguen aumentando".

5 razones por las que 2021 puede ser un año crucial en la lucha contra el cambio climático

"Estas son las personas que vuelan más, conducen los automóviles más grandes y viven en las casas más grandes".

"Tenemos que reducir el consumo excesivo y lo mejor es empezar por el de las élites contaminantes que contribuyen mucho más de lo que les corresponde a las emisiones de carbono".

"Estas son las personas que vuelan más, conducen los automóviles más grandes y que viven en casas grandes que pueden permitirse calentar fácilmente, por lo que tienden a no preocuparse si están bien aisladas o no".

"También son el tipo de personas que realmente podrían permitirse un buen aislamiento y paneles solares si quisieran".

El profesor Newell explica que para abordar el cambio climático, todos deben sentirse parte de un esfuerzo colectivo, y eso significa que los ricos consuman menos para dar ejemplo a los más pobres.

Agrega que "las personas ricas que vuelan mucho pueden pensar en compensar sus emisiones con iniciativas para plantar árboles o proyectos para capturar carbono del aire, pero son iniciativas polémicas" cuya eficacia no ha sido probada a largo plazo.

Por ello, el experto indica que los ricos "simplemente deben volar menos y conducir menos".

"Incluso si poseen un todoterreno eléctrico, son como un desagüe en el sistema energético, además de el volumen de emisiones que supone fabricarlos".

Algunos creen que fomentar las tecnologías limpias podría ser más efectivo.

Por su parte, Sam Hall, de Conservative Environment Network (Red Conservadora de Medio Ambiente), le dijo a la BBC que "es correcto enfatizar la importancia de la equidad en la entrega (reducciones de emisiones), y la política podría facilitar que las personas y las empresas se vuelvan ecológicas, a través de incentivos, regulaciones específicas y estímulos".

"Pero es probable que fomentar las tecnologías limpias sea más efectivo y es posible que esto goce de más consentimiento público que las fuertes sanciones o las restricciones de estilo de vida".

Sin embargo, el profesor Newell indica que las estructuras políticas existentes han permitido a las empresas e individuos ricos hacer presióncontra los cambios necesariosque erosionaríansu estilo de vida.

El reciente informe de la Asamblea del Clima del Reino Unido, por ejemplo, propuso una serie de medidas para modificar hábitos que más impacto tienen en las emisiones, y así recomendó reducir el consumo de la carne y productos lácteos, prohibir los vehículos más contaminantes e imponer gravámenes a los viajeros frecuentes.

El Ministerio de Hacienda británico le dijo a la BBC que un impuesto a los viajeros frecuentes podría requerir que el gobierno recopile y almacene información personal sobre cada pasajero.

Esto podría plantear problemas de procesamiento, manejo y privacidad de datos. También sería difícil realizar un seguimiento de las personas con varios pasaportes.

Pero el informe de la comisión señala que "los objetivos del Acuerdo de París sobre el cambio climático no se pueden lograr sin cambios radicales en los estilos de vida y cambios en el comportamiento, especialmente entre los miembros más ricos de la sociedad".

El informe es la última fase de un diálogo de larga duración sobre lo que significa ser "justo" al abordar el cambio climático.

Las naciones pobres India han argumentado constantemente que se les debería permitir aumentar sus emisiones, porque son mucho más bajas por persona que los de las naciones ricas.

El tema forma parte de las enredadas y complejas negociaciones que se llevan a cabo para la cumbre del clima de la próxima semana, organizada por el presidente de Estados Unidos, Joe Biden, y la Conferencia de Naciones Unidas sobre Cambio Climático (COP) que se celebrará en Reino Unido y está programada para noviembre.

https://www.bbc.com/mundo/noticias-56734297

sábado, 14 de noviembre de 2020

Entrevista al intelectual estadounidense John Bellamy Foster. “Además de comprender las contradicciones actuales, el propósito del pensamiento ecológico marxista es trascenderlas”

 “Además de comprender las contradicciones actuales, el propósito del pensamiento ecológico marxista es trascenderlas”.

«La mayor parte de mi generación en EE.UU. llegamos al marxismo por oposición al imperialismo. Fue en parte por eso que siempre me atrajo «Monthly Review», ya que desde su nacimiento en 1949 fue una fuente importante de crítica al imperialismo. El hecho de que la perspectiva más revolucionaria en EE.UU. haya venido históricamente del movimiento negro, siempre más internacionalista y antiimperialista, ha sido crucial para definir a la izquierda radical estadounidense», señala John Bellamy Foster.

John Bellamy Foster (Seattle, 1953) me escribe antes de salir de Eugene, en Oregón: “Tuvimos que evacuar y tenemos un largo camino por delante. Pero intentaré enviarte la entrevista por la mañana”. Los incendios masivos en la costa oeste de Estados Unidos habían disparado el índice de calidad del aire (ICA) hasta valores de 450, sobre un máximo de 500; situación extremadamente peligrosa para la salud. 40.000 personas habían dejado sus casas y otro medio millón esperaba para huir si la amenaza crecía. “Así es el mundo del cambio climático”, sentencia Foster. Profesor de sociología en la Universidad de Oregón y editor de la emblemática revista Monthly Review, hace veinte años revolucionó el ecosocialismo marxista con La ecología de Marx 1/. Su libro, junto a Marx and Nature de Paul Burkett, abrió el marxismo a una segunda ola de crítica ecosocialista que enfrentó todo tipo de paradigmas enquistados sobre el propio Marx, para elaborar un método y un programa que impactaron con fuerza en todo el panorama ecologista, como continúan haciéndolo hoy.

El gran desarrollo del ecologismo marxista en años recientes –que ha puesto de manifiesto cómo, a pesar de escribir en el siglo XIX, Marx resulta fundamental para reflexionar sobre la degradación ecológica– es en parte producto de aquel cambio protagonizado por Foster y otros autores vinculados a Monthly Review. Su corriente, que vino a denominarse la escuela de la fractura metabólica, por la noción central que Foster rescató del tomo 3 de El Capital, ha desarrollado todo tipo de líneas de investigación ecológico-materialistas en las ciencias sociales y naturales: desde el imperialismo o el estudio de la explotación de los océanos a la segregación social o la epidemiología (sobre este tema, véase Grandes granjas, grandes gripes, de Rob Wallace, de próxima publicación en castellano).

Lamentablemente, la extensa y muy destacada contribución de Foster y su corriente aún no ha sido lo suficientemente traducida a nuestro idioma. Obras tan importantes para explorar cuestiones centrales al ecosocialismo como, por poner solo dos ejemplos, The Ecological Rift (2010) o The Robbery of Nature (2020) –el primero de Foster, Brett Clark y Richard York; el segundo de Foster y Clark–, aún esperan su oportunidad para ser mejor descubiertas en nuestro contexto. Con motivo de la publicación de su último libro, The Return of Nature, una genealogía monumental de grandes pensadores ecosocialistas que le ha llevado veinte años completar, Foster nos habla del camino que recorrieron estos, desde la muerte de Marx hasta la eclosión del ecologismo en los 60 y 70, así como de la relación de su nuevo libro con La ecología de Marx y con los debates más destacados del ecologismo marxista actual. Sus reflexiones sirven así para repensar el significado de este legado ante la necesidad urgente de un proyecto que trascienda las condiciones que amenazan hoy la existencia en el planeta.

Alejandro Pedregal: En La ecología de Marx rebatiste algunas conjeturas sobre la relación entre Marx y la ecología muy establecidas, tanto dentro como fuera del marxismo, como que el pensamiento ecológico era algo marginal en Marx; que sus pocas ideas ecológicas se encontraban en su obra temprana; que mantenía puntos de vista prometeicos sobre el progreso; que veía en la tecnología y el desarrollo de las fuerzas productivas la solución a las contradicciones de la sociedad con la naturaleza, y que no mostró un interés científico genuino por los efectos de las intervenciones antropogénicas sobre el medio ambiente. Tu trabajo, junto a otros, refutó estos supuestos y modificó muchos paradigmas asociados a ellos. ¿Crees que estas ideas persisten en los debates actuales?

John Bellamy Foster: En los círculos socialistas y ecológicos de habla inglesa, y creo que en la mayor parte del mundo, estas primeras críticas a Marx sobre ecología están hoy refutadas. Están completamente contradichas por la muy poderosa crítica ecológica del propio Marx, que ha sido fundamental para el desarrollo del ecosocialismo y, cada vez más, para todo enfoque científico-social sobre las rupturas ecológicas generadas por el capitalismo. Esto es particularmente evidente en la influencia creciente y generalizada de la teoría de la fractura metabólica de Marx, cuya comprensión sigue expandiéndose, y que se ha aplicado a casi todos nuestros problemas ecológicos actuales. Fuera del mundo de habla inglesa, uno todavía encuentra ocasionalmente algunos de esos conceptos erróneos porque las obras más importantes hasta ahora han sido en inglés y gran parte de ellas aún no se ha traducido. Pero creo que podemos tratar esas críticas anteriores casi universalmente como inválidas, no solo por mi trabajo, sino también por el de Paul Burkett en Marx and Nature, Kohei Saito en Karl Marx’s Ecosocialism 2/y muchos otros. Casi nadie es tan simplista hoy para ver a Marx como un pensador prometeico, que promovía la industrialización por encima de todo. Existe una comprensión generalizada de cómo la ciencia y la concepción materialista de la naturaleza entraron en su pensamiento, reforzada por la publicación de algunos de sus cuadernos de extractos científicos y ecológicos en el proyecto Marx-Engels Gesamtausgabe (MEGA). Por tanto, no creo que la opinión de que el análisis ecológico de Marx sea algo marginal tenga mucha credibilidad, y esa idea está retrocediendo en todo el mundo (mientras el marxismo ecológico es cada vez más relevante). La única forma en que pudiera verse así sería adoptando una definición extremadamente estrecha y contraproducente de la ecología. Además, en ciencia a menudo son las percepciones más marginales de un pensador las que resultan más revolucionarias y avanzadas.

¿Por qué tantos autores estaban convencidos de que Marx ignoró la ecología? Creo que la respuesta más directa es que la mayoría de socialistas simplemente hicieron la vista gorda al análisis ecológico en Marx. Todo el mundo leía las mismas cosas de forma prescrita, saltándose lo que entonces se consideraba secundario. Otros problemas se debían a la traducción. En la traducción inglesa de El Capital, el uso Stoffwechsel o metabolismo por Marx se tradujo como intercambio material, lo que obstaculizaba más que ayudaba a su comprensión. Pero también había razones más profundas, que pasaban por alto lo que Marx entendía por el propio materialismo, y que abarcaba no solo la concepción materialista de la historia, sino también la concepción materialista de la naturaleza.

Lo importante de la crítica ecológica de Marx es que está unida a su crítica político-económica del capitalismo; de hecho, una no tiene sentido sin la otra. La crítica del valor de cambio bajo el capitalismo no tiene sentido fuera del valor de uso, relacionada con las condiciones naturales y materiales. La concepción materialista de la historia no tiene sentido al margen de la concepción materialista de la naturaleza. La alienación del trabajo no puede entenderse sin la alienación de la naturaleza. La explotación de la naturaleza se basa en la expropiación por parte del capital de los obsequios gratuitos de la naturaleza. La propia definición de Marx de los seres humanos como seres automediadores de la naturaleza, como explicó István Mészáros en La teoría de la alienación en Marx, se basa en una concepción del proceso de trabajo como metabolismo entre seres humanos y naturaleza. La ciencia como medio para mejorar la explotación del trabajo no puede separarse de la ciencia como dominio de la naturaleza. La noción de metabolismo social de Marx no puede separarse de la cuestión de la fractura metabólica. Y así sucesivamente. En Marx estas cosas no estaban separadas unas de otras, sino que fueron los pensadores de izquierda posteriores, que generalmente ignoraron las cuestiones ecológicas, o que emplearon perspectivas idealistas, mecanicistas o dualistas, quienes lo hicieron, y así despojaron a la crítica de la economía política de su base material real.

A. P.: A propósito del prometeísmo, en tu obra mostraste cómo las reflexiones de Marx sobre Prometeo debían leerse en relación con su propia investigación académica sobre Epicuro (y con Lucrecio) y repensarse vinculadas al conocimiento secular de la Ilustración, más que como defensa ciega del progreso. No obstante, el uso dominante del término prometeico sigue siendo muy común, también en la literatura marxista, lo que da pie a que ciertas tendencias aceleracionistas y tecno-fetichistas reivindiquen a Marx. ¿Debería disputarse esta noción de forma más efectiva, al menos en relación con Marx y su materialismo?

J. B. F.: Este es un tema muy complejo. Marx elogiaba a Prometeo y admiraba el Prometeo encadenado de Esquilo, que releía con frecuencia. En su tesis doctoral comparó Epicuro con Prometeo, y el propio Marx fue caricaturizado como Prometeo por la supresión de la Rheinische Zeitung [Gaceta Renana]; imagen que aparece en el volumen 1 de las Obras completas de Marx y Engels. Por tanto, fue común que algunos críticos, dentro y fuera del marxismo, caracterizaran a Marx como prometeico, en particular para sugerir que veía al productivismo extremo como el objetivo principal de la sociedad. Al no tener prueba de que Marx antepusiera la industrialización a las relaciones sociales (y ecológicas), sus críticos emplearon el término prometeico para exponer su punto de vista sin evidencia alguna, aprovechando esta asociación común.

Sin embargo, esto era una gran distorsión. En el mito griego, el titán Prometeo desafió a Zeus al entregar el fuego a la humanidad. El fuego, por supuesto, tiene dos cualidades: una es la luz y la otra es la energía o el poder. En la interpretación del mito en Lucrecio, Epicuro era tratado como el portador de la luz o el conocimiento en el sentido de Prometeo, y fue de esta idea que Voltaire tomó la noción de Ilustración3/. Es en este mismo sentido que Marx elogió a Epicuro como Prometeo, celebrándolo como la figura ilustrada de la antigüedad. Además, las referencias de Marx al Prometeo encadenado siempre enfatizaron al protagonista como revolucionario, en desafío a los dioses olímpicos.

Obviamente, durante la Ilustración Prometeo no se veía como un mito de la energía o la producción. Walt Sheasby, con quien trabajé al comienzo de Capitalism, Nature, Socialism mientras yo editaba Organization and Environment, escribió un artículo extraordinario para esta revista en 1999, demostrando que hasta el siglo XIX la noción prometeica era utilizada principalmente en ese sentido ilustrado. No estoy seguro cuándo cambió el uso, pero con Frankenstein o el moderno Prometeo de Mary Shelley y Filosofía de la miseria de Proudhon, lo prometeico pasó a simbolizar la revolución industrial, viéndose a Prometeo como sinónimo de energía mecánica. Es interesante que Marx desafiara el prometeísmo mecanicista de Proudhon, atacando todas esas nociones en Miseria de la filosofía. Pero el mito de Prometeo se reificó como historia de industrialización, algo que los antiguos griegos nunca podrían haber imaginado, y la identificación de Marx con Prometeo se convirtió, por tanto, en una forma de criticarle por motivos ecológicos. Curiosamente, en Leszek Kolakowski, Anthony Giddens, Ted Benton y Joel Kovel esa acusación fue dirigida exclusivamente contra Marx y no contra ningún otro pensador, lo que apunta al carácter ideológico de tal acusación.

Lo más próximo a que Marx fuera prometeico (como glorificación de la industrialización) sería su panegírico a la burguesía en la primera parte del Manifiesto comunista, pero aquello era solo un preludio de su crítica a la propia burguesía, y páginas más adelante introducía todas las contradicciones del orden burgués: el aprendiz de brujo, las condiciones ecológicas (ciudad y campo), los ciclos económicos y, por supuesto, el proletariado como sepulturero del capitalismo. No hay ningún sitio donde promueva la industrialización como objetivo en sí mismo en oposición al desarrollo humano libre y sostenible. Explicar todo esto, sin embargo, lleva tiempo y, aunque he mencionado todos estos puntos en varias ocasiones, por lo general es suficiente con mostrar que Marx no fue en absoluto un pensador prometeico, si nos referimos a la adoración a la industria, la tecnología y al productivismo, o a la creencia en un enfoque mecanicista del medio ambiente.

A. P.: Veinte años después de La ecología de Marx, el abundante trabajo de la escuela de la fractura metabólica ha transformado los debates sobre marxismo y ecología. ¿Cuáles son las continuidades y los cambios entre aquel contexto y el actual?

J. B. F.: Hay diferentes líneas de debate. En parte se debe a la gran cantidad de investigación sobre la fractura metabólica como forma de entender la actual crisis ecológica planetaria, y a cómo construir un movimiento ecosocialista revolucionario en respuesta a ella. Básicamente, lo que ha cambiado es el espectacular auge de la propia ecología marxista, que ilumina tantas áreas diferentes, no solo en las ciencias sociales, sino también en las naturales. Por ejemplo, Mauricio Betancourt acaba de publicar un maravilloso estudio, “The Effect of Cuban Agroecology in Mitigating the Metabolic Rift”. Stefano Longo, Rebecca Clausen y Brett Clark aplicaron el método de Marx a la fractura oceánica en The Tragedy of the Commodity. Hannah Holleman lo utilizó para explorar los efectos dust bowls 4/ pasados y presentes en Dust Bowls of Empire. Un número considerable de trabajos han utilizado la fractura metabólica para comprender el problema del cambio climático, incluido nuestro The Ecological Rift, que escribí con Brett Clark y Richard York, y Facing the Anthropocene de Ian Angus. Estas obras, junto a otras de Andreas Malm, Eamonn Slater, Del Weston, Michael Friedman, Brian Napoletano y un número creciente de académicos y activistas, pueden verse desde esta perspectiva. Una organización importante en esa línea es la Global Ecosocialist Network, donde John Molyneux tiene un papel destacado, junto a System Change, Not Climate Change! en EE UU. El trabajo de Naomi Klein se ha basado en el concepto de fractura metabólica, y también ha jugado un papel en el Movimento dos Trabalhadores Rurais Sem Terra (MST) en Brasil y en los debates sobre la civilización ecológica en China.

Otra línea ha explorado las relaciones entre la ecología marxista, la teoría de la reproducción social feminista marxista y los nuevos análisis del capitalismo racial. Estas tres perspectivas se han basado en el concepto de expropiación de Marx como parte integral de su crítica, yendo más allá de la explotación. Estas conexiones nos motivaron a Brett Clark y a mí a escribir nuestro The Robbery of Nature, sobre la relación entre el robo y la fractura; es decir, la expropiación de la tierra, los valores de uso y los cuerpos humanos, y su relación con la fractura metabólica. Un área importante es el ámbito del imperialismo ecológico y el intercambio ecológico desigual en el que he trabajado con Brett Clark y Hannah Holleman.

Han surgido algunas críticas nuevas, dirigidas a la teoría de la fractura metabólica, planteando que es más dualista que dialéctica. Esto es algo erróneo, porque para Marx el metabolismo social entre la humanidad y la naturaleza (extrahumana), a través del proceso de trabajo y producción, es por definición la mediación de naturaleza y sociedad. En el caso del capitalismo, esto se manifiesta como una mediación alienada en forma de fractura metabólica. Este enfoque, centrado en el trabajo/metabolismo como mediación dialéctica de la totalidad, no podría ser más opuesto al dualismo. Otros han dicho que si el marxismo clásico hubiera abordado las cuestiones ecológicas, habría aparecido en análisis socialistas posteriores a Marx, pero no lo hizo. Esa posición también está equivocada. De hecho, eso es lo que abordo en The Return of Nature, con la intención expresa de explorar la dialéctica entre continuidad y cambio en la ecología socialista y materialista durante el siglo posterior a las muertes de Darwin y Marx, en 1882 y 1883 respectivamente.

A. P.: Efectivamente, en La ecología de Marx te centrabas en el desarrollo del materialismo de Marx en correlación con el de la teoría de la evolución de Darwin y Alfred Russell Wallace, para terminar con la muerte de los dos primeros. Ahora partes de este punto para hacer una genealogía intelectual de pensadores ecosocialistas fundamentales, hasta la aparición del movimiento ecologista en los años 60 y 70. Durante mucho tiempo, algunas de estas historias no recibieron suficiente atención. ¿Por qué llevó tanto tiempo recuperarlas? ¿Cómo nos ayuda el redescubrimiento de estos vínculos a comprender de forma diferente el surgimiento del movimiento ecologista?

J. B. F.: The Return of Nature es una continuación del método de La ecología de Marx. Esto se puede ver al comparar el epílogo del libro anterior con el argumento del último. La ecología de Marx, aparte de su epílogo, termina con la muerte de Darwin y Marx. The Return of Nature comienza con sus funerales y con la única persona que estuvo presente en ambos: E. Ray Lankester, el gran zoólogo británico, protegido de Darwin y Thomas Huxley y amigo cercano de Marx. No se centra solo en el desarrollo de ideas marxistas, sino en los socialistas y materialistas que desarrollaron lo que hoy llamamos ecología como una forma crítica de análisis. Y podemos ver cómo estas ideas se transmitieron de una manera genealógico-histórica.

Como toda historiografía marxista, esta es una historia de orígenes y de la dialéctica entre continuidad y cambio. Presenta una genealogía en gran parte ininterrumpida, aunque de forma compleja, desde Darwin y Marx hasta la explosión de la ecología en los años 60. Parte de mi argumento es que la tradición socialista en Gran Bretaña, desde finales del siglo XIX hasta mediados del XX, fue crucial en eso. No solo fue este el principal período de desarrollo del socialismo británico, sino que el trabajo más creativo en las ciencias fue producto de una especie de síntesis de Darwin y Marx a lo largo de las líneas ecológico-evolutivas. Los científicos marxistas británicos estaban estrechamente relacionados con los pensadores marxistas revolucionarios de la fase temprana y más dinámica de la ecología soviética, pero a diferencia de estos, los británicos sobrevivieron y desarrollaron sus ideas, marcando el comienzo de perspectivas socioecológicas y científicas fundamentalmente nuevas.

Desde el principio, una crítica común a La ecología de Marx fue que incluso si Marx hubiera desarrollado una poderosa crítica ecológica, esta no se había completado en el pensamiento socialista posterior. Había dos respuestas a esto. La primera estaba en la afirmación de Rosa Luxemburg de que la ciencia de Marx había ido mucho más allá del movimiento inmediato y los problemas de la época, por lo que, a medida que surgieran nuevos desafíos, se encontrarían nuevas respuestas en su legado científico. Y es cierto que la percepción de Marx de la crisis ecológica del capitalismo, basada en las tendencias de su tiempo, estaba muy por delante de su desarrollo histórico; lo que hace a su análisis aún más valioso, no menos. Pero la otra respuesta era que la presunción de que no hubo un análisis ecológico socialista era falsa: de hecho, la ecología, como campo crítico, fue en gran parte creación de los socialistas. Ya había intentado explicar esto en el epílogo de La ecología de Marx, pero se necesitaba mucho más. El desafío estaba en destapar la historia de la ecología socialista y materialista en el siglo posterior a Marx. Pero esta era una empresa enorme, ya que no había literatura secundaria, excepto, en cierto sentido, el maravilloso Marxism and the Philosophy of Science de Helena Sheehan.

Comencé la investigación para The Return of Nature en el año 2000, cuando se publicó La ecología de Marx. La idea siempre fue explorar más a fondo las cuestiones del epílogo, centrándome en el contexto británico. Pero cuando comencé este trabajo, asumí el cargo de coeditor (y, con el tiempo, editor único) de Monthly Review, y eso naturalmente me devolvió a la economía política, que gobernó mi trabajo durante años. Además, cuando escribí sobre ecología en estos años tuve que lidiar ante todo con la crisis que venía, así que solo pude trabajar en un proyecto tan intensivo cuando la presión era baja, durante breves vacaciones en la docencia, por ejemplo. El trabajo avanzó lentamente. Nunca lo hubiera terminado sin el estímulo de algunos amigos (particularmente John Mage), y por el hecho de que el problema ecológico creció tanto que para Monthly Review la crítica ecológica acabó siendo tan importante como la de la economía política, lo que hacía más necesario que nunca un sistemático enfoque histórico.

Sin embargo, la razón principal por la que el libro tardó tanto fue porque estas historias no se conocían y requerían una enorme investigación archivística y cantidad de fuentes desconocidas; obras que nadie había leído desde hacía más de medio siglo. El papel de J. B. S. Haldane, Joseph Needham, J. D. Bernal, Hyman Levy y Lancelot Hogben en el desarrollo del pensamiento ecológico, a pesar de la relevancia que alcanzaron en su día, fue ignorado después; en parte debido a las luchas intestinas dentro del propio marxismo. También fueron olvidados los grandes clasicistas de izquierda como Benjamin Farrington, George Thomson y Jack Lindsay. Así, captar el vasto alcance de los análisis, colocados en el contexto histórico adecuado, tomó tiempo. Pero los vínculos históricos definitivamente estaban ahí. La historia lleva al final a Barry Commoner y Rachel Carson, y también a Stephen Jay Gould, Richard Levins y Richard Lewontin, Steven y Hilary Rose, Lindsay y E. P. Thompson, que se convirtió en el principal activista antinuclear de Gran Bretaña. La respuesta más sucinta a cómo esta historia puede ayudarnos en las luchas de hoy, quizás la encontremos en Quentin Skinner, a quien cito, que dijo que el único propósito de tales historias es demostrar “cómo nuestra sociedad impone limitaciones a nuestra imaginación”, y que “todos somos marxistas en este sentido”.

A. P.: La ecología de Marx mencionaba cómo tu propia interiorización del legado de György Lukács (y Antonio Gramsci) te había impedido utilizar el método dialéctico para el ámbito de la naturaleza. Señalabas cómo esta debilidad común al marxismo occidental en parte había abandonado el campo de la naturaleza y la filosofía de la ciencia al dominio de variantes positivistas y mecanicistas. Sin embargo, The Return of Nature comienza precisamente cuestionando algunos supuestos sobre Lukács, centrales para el alejamiento del marxismo occidental de la dialéctica de la naturaleza. ¿Qué condiciones retrasaron tanto los hallazgos de esta importancia? ¿Cuáles fueron los principales efectos que estas conjeturas tuvieron en el marxismo, particularmente en relación con la ecología?

J. B. F.: Quizás pueda explicar esto a través de mi propio desarrollo intelectual. Cuando era estudiante, estudié extensamente a Kant, Hegel, Schopenhauer, Marx, Engels, Lenin y Weber, así como a Marcuse, Mészáros, Ernst Cassier, H. Stuart Hughes y Arnold Hauser. Así, cuando llegué al posgrado, tenía una buena idea general de los límites entre kantismo y neokantismo, o hegelianismo y marxismo. Me sorprendió descubrir, en cursos sobre teoría crítica, que la primera proposición que se enseñaba era que la dialéctica no se aplicaba a la naturaleza, de acuerdo principalmente a una nota al pie en Historia y conciencia de clase de Lukács, donde criticaba a Engels por la dialéctica de la naturaleza. Solo rechazando esta, se argumentaba, podría definirse la dialéctica en términos del sujeto-objeto idéntico del proceso histórico. Por supuesto, el propio Lukács, como señalaría más tarde, nunca abandonó totalmente la idea de dialéctica meramente objetiva o dialéctica de la naturaleza, a la que se había referido en otra parte de Historia y conciencia de clase. De hecho, en su prefacio al libro de 1967, Lukács, siguiendo a Marx, insistió en una mediación dialéctica, como metabolismo, entre naturaleza y sociedad por medio del trabajo; en ese sentido, en una dialéctica de la concepción de naturaleza. El mismo argumento aparecía en Conversaciones con Lukács.

Fue así como interioricé hasta cierto punto, a nivel práctico, la noción del marxismo occidental de que la dialéctica solo era aplicable al ámbito histórico y no a las ciencias naturales, que se entregaron así al mecanicismo o el positivismo. Llegué a ver la dialéctica histórica de acuerdo al principio de Giambattista Vico, según el cual podemos entender la historia porque la hemos hecho, como fomentó E. P. Thompson. Pero a un nivel más profundo esto no me resultaba satisfactorio, porque los seres humanos no hacen la historia solos, sino junto al metabolismo universal de la naturaleza del que la sociedad emerge como parte. Pero mis intereses en los años 80 se centraron principalmente en la economía política e historia, donde esos problemas rara vez surgían.

Fue cuando volví a la cuestión de la ecología a finales de los 80 y en los 90 que este asunto se volvió inevitable. La dialéctica de la naturaleza solo podría dejarse de lado sobre bases idealistas o materialistas mecanicistas. Sin embargo, dada la complejidad del tema, en La ecología de Marx evité conscientemente, en su mayor parte, cualquier consideración explícita y detallada de la dialéctica de la naturaleza en relación con Marx (que entonces no estaba preparado para abordar), aunque el concepto de metabolismo social de Marx me llevaba en esa dirección. Así, en el epílogo me limité a señalar la referencia de Marx al “método dialéctico” como la forma de abordar el “libre movimiento de la materia”, y cómo esto era parte de la herencia de Epicuro y otros materialistas anteriores, mediada por Hegel. Como enfoque epistemológico, indiqué que esto podía defenderse como equivalente heurístico al papel de la teleología para la cognición humana en Kant. Pero evité en su mayor parte la cuestión ontológica más amplia, de una dialéctica meramente objetiva como apareció en Engels (y en Lukács), y su relación con Marx.

No abordé la dialéctica de la naturaleza en detalle hasta 2008, en un capítulo para un libro editado por Bertell Ollman y Tony Smith, luego incluido en The Ecological Rift. Aún estaba atrapado en el problema de Lukács, aunque entendía que para el Lukács tardío el metabolismo de Marx ofrecía un amplio camino para salir del dilema epistemológico-ontológico (mientras otro camino, sostuve, estaba en lo que Marx llamó la “dialéctica de la certeza sensible”, representada por el materialismo de Epicuro, Bacon y Feuerbach, e incorporada en sus primeros trabajos). Sin embargo, aunque fuera un paso adelante, mi enfoque no era el adecuado en varios sentidos. Como luego entendí, en parte la dificultad radicaba en las limitaciones filosóficas (al tiempo de un alcance científico mucho más amplio) de una dialéctica materialista, que nunca podría ser un sistema circular cerrado, como en la filosofía idealista de Hegel, o totalizador que consistiera exclusivamente en relaciones internas y mónadas sin ventanas al exterior. La dialéctica de Marx era abierta, igual que el propio mundo físico.

La cuestión de la dialéctica de la naturaleza sería central en The Return of Nature, así como lo sería el Lukács tardío, en particular el de El joven Hegel y Ontología del ser social. Fue clave el tratamiento por Lukács de las determinaciones de la reflexión de Hegel, que me ayudó a comprender la forma en que el naturalismo dialéctico de Engels se había inspirado en gran medida en la “Doctrina de la esencia” de la Ciencia de la lógica. Otro elemento vital en La ecología de Marx fue el realismo crítico de Roy Bhaskar, especialmente su Dialectic: The Pulse of Freedom. Pero en el corazón de The Return of Nature estaba el examen detenido de la Dialéctica de la naturaleza de Engels (así como de los escritos filosóficos de Lenin), que tenía una profundidad incalculable. Esto me permitió trazar la influencia de Engels sobre pensadores posteriores –sobre todo, Needham, Christopher Caudwell y Lindsay–. Además, William Morris en las artes y Haldane, Bernal, Hogben y Levy en las ciencias ofrecieron una variedad de poderosas ideas sobre la ecología dialéctica y materialista.

A. P.: Lukács advirtió también cómo la división del trabajo alienado en el capitalismo servía para incrementar la división disciplinaria del conocimiento, de acuerdo a las necesidades de especialización funcional del capital. Como filosofía de la praxis, el marxismo se propone como un proyecto totalizador, entre otras cosas, para recomponer las muy variadas fracturas que el capitalismo ha expandido o impuesto: naturaleza y sociedad, pero también ciencia y arte. Un tema central de tu nuevo libro es la existencia de enfoques paralelos de ecología y socialismo en la ciencia y el arte. ¿Cómo contribuyeron estos vínculos al pensamiento ecosocialista materialista? ¿Cómo pueden ayudar a repensar esta interacción en relación con la ecología y la crisis ecosocial?

J. B. F.: Al escribir The Return of Nature, la declaración de Morris en Noticias de ninguna parte de que había dos formas insuperables de conocimiento, las ciencias y las artes, estuvo constantemente en mi mente. Todos los pensadores marxistas preocupados por la ecología cruzaron esos límites de diversas maneras, por lo que cualquier relato genealógico-histórico debía examinar sus desarrollos paralelos. Evidentemente, el análisis de la ecología como ciencia y su relación con la dialéctica de la naturaleza evolucionó principalmente a través de la corriente científica. Pero era difícil aislar esto de la estética socialista.

Así, Lankester era amigo de Morris y los prerrafaelistas. Hogben tomó de Morris la principal inspiración para su socialismo. Morris concebía que todo trabajo no alienado contiene arte, noción que sacó de John Ruskin, pero a la que añadió profundidad a través de Marx. Morris también reprodujo, independiente de Marx, la noción del carácter social de todo arte. Caudwell captó brillantemente tanto las vertientes estéticas como científicas de la crítica ecológica general. Su estética se valió del concepto de mimesis de Aristóteles y la tradición clásica británica radical de los ritualistas de Cambridge, representada por Jane Harrison, que luego unió a la dialéctica materialista. El poderoso enfoque de Caudwell llevó a los extraordinarios análisis de Thomson sobre los orígenes de la poesía y el drama. Todo este desarrollo estético-ecológico de la izquierda culminó con Lindsay, quien, debido a su enorme variedad de estudios clásicos, literarios, filosóficos y científicos, acabó por reunir nociones sobre la dialéctica de la naturaleza, basándose tanto en la estética como en la ciencia. No es casualidad que Lukács, Mészáros y Thompson tuvieran en tan alta estima a Lindsay, cuya obra no es lo suficientemente valorada, tal vez porque navegar por sus 170 volúmenes sea demasiado abrumador.

A. P.: Engels es un personaje clave en tu libro. Durante mucho tiempo, en ciertos marxismos, Engels fue acusado de vulgarizar el pensamiento de Marx, pero tú señalas la relevancia y complejidad del materialismo dialéctico de Engels para una crítica social y ecológica del capitalismo. Aunque se reconoce cada vez más, persiste cierto desdén hacia Engels y hacia los vínculos de su obra con Marx. ¿Por qué sucede esto? ¿Cuáles son los aspectos esenciales que conocemos hoy para rebatir esas posiciones desde el pensamiento ecológico marxista?

J. B. F.: Recuerdo escuchar a David McLellan en 1974, poco después de escribir su biografía sobre Marx, y quedarme desconcertado por su extraordinaria diatriba contra Engels. Esta fue mi introducción real a los ataques contra Engels que de múltiples formas definieron al marxismo occidental durante la Guerra Fría y se han trasladado a la era posterior. Todo esto, obviamente, no era tanto sobre Engels como sobre los dos marxismos, como lo llamó Alvin Gouldner. El marxismo occidental, y en gran medida el mundo académico, reclamaron a Marx como propio, como un pensador urbano, pero en su mayor parte rechazó a Engels por ser demasiado crudo, adjudicándole el papel de saboteador que había creado el marxismo, que no tenía nada que ver con Marx. Engels era responsable del economicismo, el determinismo, el cientificismo y las perspectivas filosóficas y políticas vulgares de la Segunda Internacional y, más allá, hasta Stalin. Quizá no debería sorprendernos, por tanto, que si bien podemos encontrar cientos y miles de libros y artículos que mencionan Dialéctica de la naturaleza, apenas se puede aprender nada de ellos, porque o tratan al libro de manera doctrinaria (como hacía parte del antiguo marxismo oficial) o, en el caso del marxismo occidental, simplemente se citan algunas líneas de él (o, a veces, del Anti-Dühring) para establecer su vulgarización del marxismo.

En términos de ecología marxista, Engels es esencial. Por brillante que sea el análisis de Marx, no podemos ignorar las vastas contribuciones de Engels a la epidemiología de clase en La situación de la clase obrera en Inglaterra, a la crítica de la conquista de la naturaleza o a la comprensión del desarrollo evolutivo humano. Su apropiación crítica de Darwin en el Anti-Dühring fue fundamental para el desarrollo de la ecología evolutiva. El materialismo emergentista de Dialéctica de la naturaleza es clave para una visión científica crítica del mundo.

A. P.: Monthly Review siempre ha mostrado gran sensibilidad hacia las luchas revolucionarias del Tercer Mundo. La teoría del imperialismo de Lenin junto a la del capital monopolista de Paul Sweezy y Paul Baran, la teoría de la dependencia (en Ruy Mauro Marini o Samir Amin, entre otros) y su diálogo con el análisis de sistemas-mundo, o los aportes de István Mészáros, entre muchas otras influencias, han sido esenciales para la elaboración de vuestra crítica ecosocialista. Sin embargo, el vínculo entre ecología e imperialismo a menudo se ha subestimado en otras corrientes marxistas y ecologistas. Incluso algunos consideran el imperialismo como una categoría obsoleta para lidiar con el capitalismo global. ¿A qué se debe que esta separación entre geopolítica y ecología siga siendo tan fuerte en ciertos sectores de la izquierda? ¿Es posible un enfoque diferente de estos asuntos?

J. B. F.: La mayor parte de mi generación atraída por el marxismo en EE UU, impactada por la guerra de Vietnam y el golpe en Chile, llegamos a él por oposición al imperialismo. Fue en parte por eso que siempre me atrajo Monthly Review, ya que desde su nacimiento en 1949 fue una fuente importante de crítica del imperialismo; incluyó a la teoría de la dependencia y el análisis de sistemas-mundo. Los escritos de Harry Magdoff en La era del imperialismo e Imperialism: From the Colonial Age to the Present son fundamentales para nosotros, así como los de Paul Baran, Paul Sweezy, Oliver Cox, Che Guevara, André Gunder Frank, Walter Rodney, Samir Amin, Immanuel Wallerstein y muchos otros. El hecho de que la perspectiva más revolucionaria en EE.UU. haya venido históricamente del movimiento negro, siempre más internacionalista y antiimperialista, ha sido crucial para definir a la izquierda radical estadounidense. Con todo, siempre ha habido importantes figuras socialdemócratas, como Michael Harrington, en paz con el imperialismo estadounidense. Hoy algunos representantes del nuevo socialismo democrático hacen a menudo la vista gorda ante las implacables intervenciones de Washington en el exterior.

Por supuesto, nada de esto es nuevo. El conflicto sobre el imperialismo dentro de la izquierda se puede encontrar desde los inicios del movimiento socialista en Inglaterra. H. M. Hyndman, fundador de la Federación Socialdemócrata, y George Bernard Shaw, uno de los principales fabianos, apoyaron al Imperio británico y el socialimperialismo. Del otro lado estaban figuras asociadas con la Liga Socialista, como Eleanor Marx, Morris y Engels, todos antiimperialistas. El imperialismo fue la cuestión más divisiva para el movimiento socialista europeo en la Primera Guerra Mundial, como se relata en El imperialismo, fase superior del capitalismo de Lenin. En la Nueva Izquierda en Gran Bretaña, desde los años 60, el imperialismo fue una gran fuente de disputa. Aquellos identificados con la Primera Nueva Izquierda, como E. P. Thompson, Ralph Miliband y Raymond Williams, eran fuertemente antiimperialistas, mientras que la Segunda Nueva Izquierda, asociada a la New Left Review, o veían el imperialismo como una fuerza progresista de la historia, como Bill Warren, o tendían a restarle importancia. El resultado, en especial con la ideología de la globalización en este siglo, fue un declive dramático en los estudios del imperialismo (acompañado por crecientes estudios culturales de colonialismo y poscolonialismo) en Gran Bretaña y EE UU. La consecuencia lógica de esto es que alguien tan influyente en la academia de izquierda como David Harvey declare, como hizo recientemente, que el imperialismo se ha “revertido”, con Occidente ahora en el lado perdedor.

Esto nos lleva al muy débil desempeño de la izquierda en el desarrollo de una teoría del imperialismo ecológico o del intercambio ecológico desigual; producto del fracaso sistemático para explorar la despiadada expropiación capitalista de los recursos y la ecología en casi todo el mundo. Se trata del valor de uso, no solo del valor de cambio. Así, por ejemplo, las hambrunas en la India bajo el dominio colonial británico tuvieron que ver con cómo los británicos alteraron por la fuerza el régimen alimentario en la India, modificando los valores de uso, las relaciones metabólicas y la infraestructura hidrológica esencial para la supervivencia humana, al tiempo que drenaban el excedente del país. Aunque este proceso de expropiación ecológica ha sido entendido durante mucho tiempo por la izquierda en la India y en gran parte del resto del Sur Global, todavía no es enteramente comprendido por los marxistas en el Norte Global. Una excepción es el excelente Los holocaustos de la era victoriana tardía de Mike Davis. De manera similar, la expropiación masiva de guano en Perú –que incluyó la importación de trabajadores chinos en condiciones “peores que la esclavitud”– para fertilizar el suelo europeo, que había sido despojado de sus nutrientes, tendría todo tipo de efectos negativos a largo plazo en el Perú. Todo esto está ligado a lo que Eduardo Galeano llamó Las venas abiertas de América Latina.

La ecología y el imperialismo siempre han estado íntimamente relacionados y se entrelazan cada vez más. El informe Ecological Threat Register 2020 del Instituto para la Economía y la Paz indica que hasta 1.200 millones de personas podrían ser desplazadas, como refugiados climáticos, para 2050. En tales condiciones, el imperialismo ya no puede ser analizado al margen de la destrucción ecológica planetaria a la que ha llevado. Esto fue lo que Brett Clark y yo buscamos transmitir en The Robbery of Nature, y que junto a Hannah Holleman explicamos en “Imperialism in the Anthropocene”. En ese artículo concluimos que “no puede haber revolución ecológica frente a la actual crisis existencial a menos que sea antiimperialista, extrayendo su poder de la gran masa de la humanidad que sufre. (…) Los pobres heredarán la tierra o no quedará tierra para heredar”.

A. P.: Como hemos visto, el interés por el ecosocialismo de Marx ha crecido mucho en las últimas décadas. Pero esto va más allá de su contexto histórico particular. ¿Por qué es importante para el pensamiento ecológico actual volver a las ideas de Marx? ¿Y cuáles son los principales desafíos para el pensamiento ecológico marxista hoy?

J. B. F.: La ecología de Marx es un punto de partida, no un punto final. En el pensamiento de Marx encontramos los fundamentos de la crítica de la economía política, y también una crítica de las depredaciones ecológicas del capitalismo. Esto no era algo accidental, ya que Marx presentaba el proceso de trabajo de forma dialéctica, como la mediación entre naturaleza y sociedad. En Marx, el capitalismo, al alienar el proceso de trabajo, aliena también el metabolismo entre humanidad y naturaleza generando así una fractura metabólica. Marx llevó esto a sus conclusiones lógicas, argumentando que nadie es dueño de la tierra, sino que la gente simplemente tiene la responsabilidad de cuidarla y si es posible mejorar sus condiciones para las generaciones futuras, como si fueran cabezas de familia. Definió el socialismo como la regulación racional del metabolismo entre humanidad y naturaleza, con el fin de conservar la mayor cantidad posible de energía y promover el desarrollo humano pleno. No hay nada en la teoría verde convencional o incluso de izquierda, aunque el capitalismo sea cuestionado en parte, que tenga esta unidad entre crítica ecológica y económica, o una síntesis histórica tan completa. Por tanto, ante nuestra emergencia planetaria, el ecosocialismo ha acabado por descansar inevitablemente en la concepción fundacional de Marx. El movimiento ecologista, para que tenga alguna importancia, tiene que ser ecosocialista. Pero nuestra tarea no es entretenernos en el pasado, sino unir todo esto para enfrentar los desafíos de nuestro tiempo. Marx sirve para mostrar la unidad esencial de nuestras contradicciones político-económicas y ecológicas, y su fundamento en el orden social y ecológico alienado actual. Esto nos ayuda a desenmascarar las contradicciones del presente. Para llevar a cabo el cambio necesario debemos tener en cuenta cómo el pasado informa al presente y nos permite visualizar la acción revolucionaria necesaria.

El propósito del pensamiento ecológico marxista, además de comprender nuestras actuales contradicciones sociales y ecológicas, es trascenderlas. Dado que la humanidad se enfrenta a mayores peligros que nunca antes, dentro de un tren desbocado que se dirige al acantilado, esta debe ser nuestra principal preocupación. Hacer frente a la emergencia planetaria significa que debemos ser más revolucionarios que nunca, y no tener miedo a plantear la cuestión de alterar la sociedad (“de arriba abajo”, como decía Marx), partiendo de donde estamos. El enfoque fragmentado y reformista de la mayor parte del ambientalismo, que pone su fe en el mercado y la tecnología mientras se reconcilia con gran parte del sistema imperante, no va a funcionar; ni siquiera a corto plazo. Disponemos de más de un siglo de crítica socialista de las contradicciones ecológicas del capitalismo, con su enorme poder teórico, que apunta a una filosofía de la praxis diferente. En nuestro creciente reconocimiento de que no hay más remedio que dejar la casa en llamas del capitalismo, necesitamos una comprensión teórica más profunda de la posibilidad humana, social y ecológica de libertad como necesidad, como ofrece el marxismo ecológico. Como dijo Doris Lessing en su El cuaderno dorado, “el marxismo ve las cosas como una totalidad, relacionadas las unas con las otras”. Esta es la capacidad revolucionaria que más necesitamos hoy.

Alejandro Pedregal es escritor, cineasta y profesor en la Universidad Aalto, Finlandia. Su libro más reciente es Evelia: testimonio de Guerrero (Akal/Foca, 2019)

Notas

1/ Foster, John Bellamy (2004) La ecología de Marx. Marxismo y naturaleza. Barcelona: El Viejo Topo.

2/ De próxima publicación en castellano por Bellaterra y en catalán por Tigre de Paper.

3/ Los términos Lumière en francés y Enlightenment en inglés, que se refieren a la Ilustración, se pueden traducir como iluminación o esclarecimiento, además de significar luz en el caso del francés.

4/ Literalmente cuencos de polvo, en referencia a uno de los mayores desastres ecológicos del siglo XX.

Fuente:

sábado, 11 de julio de 2020

_- La periodista Brenda Chávez presentó el libro "Al borde de un ataque de compras" (Debate), en la sede de Oxfam Intermón-Valencia. “La frugalidad es sostenible y deseable, el austericidio no”

_- El pasado 5 de junio, Día Mundial del Medio Ambiente, Ecologistas en Acción otorgó el Premio Caballo de Atila 2020 a la naviera Carnival Corporation, la mayor compañía de cruceros del mundo; con sede corporativa en Miami, Carnival cuenta con 10 marcas y una flota de más de un centenar de barcos que visita 725 puertos de escala en todo el mundo, informa su página Web. En un contexto de crisis del sector a causa del coronavirus, el fondo soberano de Arabia Saudí adquirió el 8% de las acciones de la multinacional. Ecologistas en Acción hacía referencia a un estudio de Transport & Environment (junio de 2019), en el que se apunta que en 2017 los cruceros de Carnival emitieron en aguas europeas diez veces más óxido de azufre –“causante de enfermedades”- que los más de 260 millones de vehículos de pasajeros que existen en Europa.

Entre los países más expuestos a esta contaminación, Transport &   Environment destacaba a España, Italia, Grecia, Francia y Noruega (según un comunicado del Ministerio de Fomento español, titulado “España, un país de cruceristas”, los pasajeros de cruceros se multiplicaron por 20 en los últimos 25 años, al pasar de 480.000 visitantes en 1992 a 10 millones en 2018). Por otra parte, hace un año Carnival alcanzó un acuerdo con la justicia estadounidense para el pago de 20 millones de dólares en concepto de multa por delitos ambientales en aguas de las Bahamas y Alaska.

Carlos Marx, el economista chileno Manfred Max Neef, Marcuse, Braudillard, Rousseau o Epicuro se refirieron en su obra a las “falsas necesidades”, recuerda Brenda Chávez (Madrid, 1974) en su libro Al borde de un ataque de compras. 73 claves para un consumo consciente, publicado por Debate en octubre de 2019 y presentado en la tienda de Oxfam Intermón en Valencia. “¿De verdad sabemos bien qué estamos haciendo?”, se pregunta. El calentamiento global es uno -entre otros muchos- de los efectos del modelo económico sobre el planeta.

Desde que en el último cuarto del siglo XVIII se inventara la máquina de vapor y con el consumo masivo de combustibles fósiles, así ha evolucionado la concentración de CO2 en la atmósfera: 280 partes por millón (siglo XVIII), 330 ppm (en 1970) y 375 ppm -en progresivo aumento- ya en el siglo XXI; del mismo modo se ha producido un incremento sensible de las temperaturas (en la era del apogeo neoliberal, entre 1983 y 2012, “se ha cuadruplicado el consumo y la producción, y ha sido la más cálida en 1.400 años”, subraya Brenda Chávez, que forma parte del colectivo de periodistas independientes Carro de Combate).

La publicidad y la mercadotecnia se sitúan en el eje del sistema para la creación de necesidades artificiales. En la terminología del neuromarketing, explica Chávez, “sólo hay que activar el córtex prefrontal ventromedial y el orbitrofrontal medial (encima de las órbitas oculares) para generar esa sensación placentera”; el gasto mundial en publicidad pasó de 503 mil millones de dólares en 2012 a 646.700 millones en 2019 (Statista). “En ningún momento histórico se ha identificado tanto la felicidad con el consumo como hoy”, resume la periodista. Otro elemento relevante es el poder de las marcas, con las que el consumidor se identifica. La investigadora cita al psicólogo evolucionista estadounidense, Geoffrey Miller, para quien el placer de consumir reside, en buena medida, en un deseo inconsciente: que el producto aumente –o proyecte- las presuntas virtudes del consumidor.

Más allá del fetichismo mercantil, la autora de Tu consumo puede cambiar el mundo (Península, 2017) advierte de la importancia de leer los etiquetados. Así, la identificación Made in Bangladés en la ropa podría implicar salarios para las obreras entre 1,67 y 3 dólares diarios; en India, entre 1,7 y 3,3 dólares al día; en Camboya (1,6 a 4,2 dólares); en China 5,8 dólares; y Rumanía (4,4 dólares); también afrontan, en la manufactura, situaciones de explotación laboral mujeres de Turquía (8,4 dólares al día), México (7,7 dólares) y Brasil (6,8 dólares).

“¿Nos gustaría cobrar eso en un día?” La pregunta de Brenda Chávez enlaza con otras consecuencias -en Occidente- del modelo hiperconsumista: la angustia, el sufrimiento y la tristeza; de hecho, “los ansiolíticos son uno de los fármacos más consumidos según el Ministerio de Sanidad español; y en 2030 también lo serán los antidepresivos, porque se prevé que la depresión se posicione como la primera causa de incapacidad en todo el mundo”, explica (el consumo en España de antidepresivos pasó de 61,2 dosis diarias por cada mil habitantes en 2010 a 77,2 en 2018, según Statista con datos de la OCDE). Al borde de un ataque de compras defiende, frente a la farmacología y la ingesta masiva de pastillas, tejer redes con amigos, familiares y compañeros, además de los cuidados y el apoyo mutuo.

El consumo cotidiano de alimentos, bienes y servicios en el estado español también expresa los desequilibrios en el sistema productivo. El libro publicado por Debate recoge el ejemplo de un agricultor de Alicante o Murcia: si vende a 0,24 euros el kilogramo de limones para competir con los cítricos del norte de África, el mayorista los ofrece a un precio de 0,78 euros y las grandes superficies a 1,56 euros. “Entre el campo y la mesa el incremento es del 550%”, concluye Chávez, quien presenta la sección Consuma crudeza dentro del programa radiofónico Carne Cruda, adscrito a eldiario.es.

No sólo se trata de que cerca de 25.000 personas mueran de hambre diariamente en el planeta (ONU, 2015) y la obesidad afecte a 1.000 millones (OMS, 2013). La investigadora de Carro de combate apunta que una de cada cinco muertes está relacionada con la mala alimentación, debido -por ejemplo- al abuso de las grasas animales, el sodio o los azúcares. Además de la responsabilidad de la industria agroalimentaria en las emisiones de gases de efecto invernadero, se refiere a un informe de Kistiñe García y Dolores Romano, publicado en 2018 por Ecologistas en Acción: una pera puede llegar a contener 49 pesticidas.

“Para dar de comer a los 10.000 millones de habitantes que seremos en 2050, el consumo mundial de frutas, vegetales, frutos secos o legumbres debería duplicarse, y el de azúcar y carne roja disminuir a la mitad”, resume Brenda Chávez (la producción de un kilo de vacuno requiere cerca de 15.000 litros de agua, a lo que se agrega una gran cantidad de vegetales y cereales que podrían dedicarse a la alimentación humana).

El ensayo está atravesado por apelaciones directas al lector, como “no les des más poder a las multinacionales, ya tienen bastante”. La autora justifica con datos y ejemplos esta afirmación: las 500 multinacionales más importantes representaron en 1999 el 38% del PIB mundial, cifra que se elevó al 43% en 2008; y la tendencia continuó en aumento. Asimismo, la facturación anual de petroleras como Shell y Exxon cuadruplica el PIB de Angola; en 2012, Coca-Cola dobló el PIB de Tanzania y triplicó el de Mozambique. Otra cuestión es el poder de los archimillonarios y las desigualdades en el mundo (Carlos Slim tardaría cerca de 220 años en gastar su fortuna, si lo hiciera a un ritmo de un millón de dólares diarios; Amancio Ortega, 172 años; y Bill Gates, 218 años, según un informe de Oxfam Intermón de 2014).

Al borde de un ataque de compras recorre otras áreas del negocio global y su impacto en el medio ambiente. Procedentes del petróleo, los plásticos se insertan en la vida cotidiana del ciudadano occidental; el PE (polietileno) en el envoltorio de los alimentos, el PET (tereftalato de polietileno) en envases y botellas; o el PEAD (polietileno de alta densidad) en bolsas, detergentes y champús, recuerda. Así, corporaciones como Coca-Cola, PepsiCo, Danone, Nestlé, Unilever o Johnson & Johnson tienen responsabilidad en el impacto de la “plaga plástica” (Greenpeace, 2019). Por otra parte, “la industria textil (y de la moda) es la más contaminante del mundo tras la del petróleo”. Brenda Chávez concluye con dos ideas medulares: “Huye de la supuesta comodidad, nos vuelve inútiles”; y “sé frugal, no austericida”.

https://rebelion.org/la-frugalidad-es-sostenible-y-deseable-el-austericidio-no/

sábado, 29 de febrero de 2020

El voto a vox, quiénes y por qué les votan.

...Con ese voto, añade Rodríguez-Pose, están diciendo: “Si yo no tengo futuro, tú tampoco lo vas a tener”.

En su opinión, el “populismo” en Europa propone una “trinidad” con la que atrae a estos lugares que no importan: “Un discurso antiélite, un discurso antiinmigrantes y un discurso antieuropeo”. Los tres vectores generan un pensamiento binario: la idea del “nosotros frente a ellos”, fácil de comprender, en lugar de abordar los verdaderos retos que plantean la globalización, las migraciones, las economías de plataforma, la precarización del empleo, la tecnologización… “Estamos dejando problemas muy complejos que requieren un gran nivel de coordinación en manos de profetas que venden soluciones muy simples”. Y alerta de que este descontento generalizado y en especial “con la política y la democracia” es “el cóctel perfecto para que líderes de corte mesiánico se aprovechen, lleguen al poder y transformen la sociedad”. 

Datos contra los bulos
Desde su origen, Vox difunde numerosas afirmaciones que no se sustentan con datos y hechos probados. A continuación, algún ejemplo.

1. Inmigración
Ningún migrante recibe dinero por el hecho de llegar a España. Sí reciben atención humanitaria básica, regulada en el Real Decreto 441/2007. Tampoco optan a ayudas antes que un español. Estas se conceden por criterios objetivos en función de la renta y el grado de vulnerabilidad, con independencia del origen. Toda persona con residencia legal puede optar a las prestaciones de la Seguridad Social, según la Ley de Extranjería y siguiendo el principio de no discriminación de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, que España asume en la Constitución.

2. Seguridad.
España era en 2017 el tercer país más seguro de Europa, según Eurostat. Entre 2008 y 2018 la tasa de criminalidad se ha reducido de 51,9 a 44,1 infracciones penales por cada 1.000 habitantes, según el Ministerio del Interior. En ese periodo el porcentaje de extranjeros en España ha pasado del 11,3% al 10,1%, según el INE.

3. Cambio climático.
Existe consenso científico sobre la causa antropogénica del calentamiento global. Los estudios más fiables los elabora el Panel Intergubernamental para el Cambio Climático, organismo científico auspiciado por la ONU.

4. Violencia de género.
El convenio de Estambul, ratificado por España, la ONU y la legislación española reconocen la existencia de una violencia específica contra las mujeres, y por tanto distinta de la doméstica. Las condenas por denuncias falsas en casos de violencia de género rondan el 0,01% del total, según la Fiscalía General del Estado. Según el CGPJ, un 70% de las sentencias sobre violencia de género acabaron en condena en 2018; el 75% de los condenados por delitos sexuales en 2017 eran españoles.

https://elpais.com/elpais/eps.html

martes, 12 de noviembre de 2019

_- Científicos de todo el mundo plantean seis medidas para hacer frente a la crisis climática

_- Valentina Raffio
El periódico de Aragón

Más de 11.000 profesionales de 153 países suscriben un manifiesto para exigir acciones inmediatas. La declaración va acompañada de más de 40 años de datos que corroboran la emergencia medioambiental

Los bomberos trabajan en la extinción de los incendios en la selva amazónica, en una imagen de archivo. - LEO CORREA (AP)

En 1979, la comunidad científica se reunió en la que fue la primera conferencia mundial sobre el clima para alertar sobre el cambio climático. Cuarenta años más tarde, más de 11.000 científicos de todo el mundo han suscrito un manifiesto en el que declaran la emergencia climática y plantean seis medidas urgentes para hacerle frente. La declaración, publicada este martes en la revista 'Bioscience', va acompañada de un análisis científico que recopila datos de a lo largo de más de 40 años en los que se puede corroborar el deterioro de los "signos vitales" del planeta.

"Hemos pasado los últimos 40 años en negociaciones globales sobre este problema y, a pesar de ello, se ha seguido actuando como de costumbre; no se ha hecho nada para abordar esta crisis", exclama William Ripple, ecólogo de la Universidad Estatal de Oregón y uno de los impulsores del manifiesto. "La temperatura global está aumentando, los océanos se están calentando y el nivel del mar sube, aumentan los fenómenos meteorológicos extremos... El cambio climático ha llegado y se está acelerando más rápido de lo que muchos científicos esperaban", añade.

"Los científicos tienen la obligación moral de advertir a la humanidad de cualquier gran amenaza. Y, por lo que indican los datos, está claro que estamos ante una emergencia climática", argumenta Thomas Newsome, investigador de la Universidad de Sídney y uno de los firmantes del documento. Ante esto, la recién publicada declaración defiende que "mitigar y adaptarse al cambio climático significa transformar las formas en que gobernamos, administramos, comemos y obtenemos recursos y energía".

El manifiesto, más allá de constatar la gravedad de este problema, plantea seis medidas urgentes para abordar esta crisis medioambiental.

1. Transición energética
El primer paquete de medidas propuesto por la comunidad científica se centra en la transición energética. Los expertos proponen, entre otras, reemplazar los combustibles fósiles por energías renovables limpias; frenar la extracción de recursos de las reservas de carbón, petróleo y gas natural, eliminar los subsidios a las compañías de combustibles fósiles e imponer tarifas lo suficientemente altas como para restringir el uso de este tipo de fuentes de energía no renovables.

2. Freno a los gases contaminantes
Los científicos también instan a reducir de manera inmediata las emisiones de gases contaminantes como el carbono, el metano y los hidrofluorocarbonos, unos compuestos responsables del efecto invernadero. Esta medida, implementada de manera urgente, podría reducir a la mitad las estimaciones de calentamiento global para las próximas décadas.

3. Protección de la naturaleza
 Los expertos también reclaman un mayor compromiso con recursos naturales. Entre las medidas propuestas destaca la restauración y protección de ecosistemas como bosques, praderas y humedales. La conservación de estos espacios naturales, además de su valor intrínseco para el mantenimiento de la biodiversidad, contribuiría a la retención de dióxido de carbono atmosférico, un gas clave en el efecto invernadero.

4. Cambios en la alimentación
La comunidad científica, una vez más, se posiciona sobre la necesidad de cambiar los hábitos alimentarios para hacer frente a la crisis climática. Hace unos meses, el Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático (IPCC) de la ONU ya propuso reducir el consumo de carne para mitigar la huella ecológica. Ahora, los expertos reclaman una dieta basada principalmente en vegetales y con un menor consumo de productos animales. Este cambio podría reducir significativamente las emisiones de metano y otros gases de efecto invernadero y, a su vez, liberaría tierras agrícolas para el cultivo de alimentos humanos en lugar de alimentos para el ganado. Asimismo, los científicos piden frenar el desperdicio de alimentos, ya que, según las últimas estimaciones, hasta un tercio de todos los alimentos producidos terminan en la basura.

5. Reforma del sistema económico
El manifiesto también sugiere cambios en la esfera económica. Entre las medidas propuestas destaca reformar la economía basada en los combustibles de carbono; reducir la extracción de materiales y la explotación de los ecosistemas para mantener la sostenibilidad de la biosfera a largo plazo; así como alejar los objetivos de crecimiento del producto interno bruto y la búsqueda de la riqueza e ir hacia un modelo de decrecimiento.

6. Estabilizar la población
El último paquete de medidas propuesto por la comunidad científica intenta hacer frente al problema de la sobrepoblación. Los expertos instan a estabilizar la población mundial, que según las estadísticas aumenta en más de 200.000 personas por día, utilizando enfoques que garanticen la justicia social y económica.

Fuente:

https://www.elperiodicodearagon.com/noticias/sociedad/cientificos-todo-mundo-plantean-seis-medidas-hacer-frente-crisis-climatica_1394239.html?utm_source=noticias_diario&utm_medium=newsletter&utm_campaign=2019-11-06

jueves, 21 de junio de 2018

Marx y la naturaleza. Por qué necesitamos a Marx ahora más que nunca

Elizabeth Terzakis
Rebelión
Traducción: Héctor R. López Terán.

Al final de enero de 2018, la montaña rusa que es la presidencia de Trump tomó otro giro inesperado: el líder del mundo libre afirmó que los Estados Unidos podrían reintegrar el Acuerdo Climático de París de 2015, si los Estados Unidos recibieran un "trato completamente diferente". Como dijo Trump al presentador de ITV Piers Morgan "Creo en el aíre limpio. Creo con claridad, hermoso... Creo en tener una buena limpieza en todo. Ahora dicho esto, si alguien dijera volvamos al acuerdo de París, tendría que ser un acuerdo completamente diferente porque tuvimos un acuerdo horrible". Trump también manifestó su opinión (objetivamente incorrecta) de que los casquetes polares están en "niveles récord". [1]

Como si tener un ignorante de presidente no fuera suficiente, el Acuerdo de Paris, que actualmente cuenta con doscientos firmantes y fue proclamado como una "victoria para todo el planeta" cuando fue firmado en 2015, está fracasando. Las promesas (voluntarias e inaplicables) hechas por los signatarios del acuerdo "cubren no más de un tercio de las reducciones de emisiones necesarias" para evitar que las temperaturas globales aumenten por encima de los dos grados Celsius. En su lugar, Climate Action Traker predice "un salto a 3.2 grados antes de fin de siglo" con o sin la cooperación de los Estados Unidos. [2]

Mientras tanto, los impactos del cambio climático se están convirtiendo en una realidad cotidiana para las personas ordinarias alrededor del mundo, en la forma de una ronda aparentemente interminable de eventos climáticos extremos que van desde records de nevadas hasta sequías totales, de ciclones hasta tormentas, de inundaciones catastróficas a canales congelados. [3]

¿Por qué es tan difícil para los gobiernos y sus representantes tratar este tema? La respuesta es simple: mientras la clase dominante puede imaginar el fin del mundo, ni ellos ni muchos ecologistas puede imaginar el fin del capitalismo. Por esta razón, todas sus soluciones deben caer dentro de los límites del sistema de mercado. Pero el sistema de mercado, con su necesidad de crecimiento constante y su incapacidad para ver el mundo natural como algo más que recurso explotable, está en un antagonismo directo e inherente a la preservación de la naturaleza. Por consiguiente, no hay solución para el problema del cambio climático sin un fin del capitalismo, un hecho que se vuelve claro cuando examinamos los escritos de Karl Marx sobre la naturaleza.

Marx de verdad
El análisis de Marx evita algunas de las trampas inherentes de otros enfoques de la ecología, por ejemplo, la creencia básicamente maltusiana de que las personas tienen y tendrán siempre una relación destructiva con la naturaleza, que la naturaleza "verdadera" existió en algún momento en estado puro más allá de la interacción humana, y que el objetivo de la ecología es retornar a la naturaleza a ese estado de pureza idealista mediante la eliminación de tantos humanos como sea posible. [4] El colapso del capitalismo por parte de Marx puede también ceñirnos a la creencia de que los mecanismos del mercado podrán siempre promover una relación sana entre los humanos y el medio ambiente. [5] Por estas razones, Marx merece la seria atención de los ecologistas.

Sin embargo, como señalan John Bellamy Foster in Marx´s Ecology y Paul Burkett en Marx and Nature, los ecologista a menudo desestiman a Marx por una o por todas las siguientes razones: (1) "Las afirmaciones ecológicas de Marx son... 'digresiones de iluminación' que no tienen una relación sistemática con el cuerpo principal de su trabajo"; (2) estas afirmaciones "surgen desproporcionadamente de su crítica inicial de la alienación, y son mucho menos evidentes en su trabajo posterior"; (3) "Marx... finalmente falló en abordar la explotación de la naturaleza [al olvidar] incorporarla en su teoría del valor, [adoptando] en lugar una visión "prometeica" (pro tecnológica, anti ecológica)"; (4) "en el punto de vista de Marx, la tecnología capitalista y el desarrollo económico han resuelto todos los problemas de los límites ecológicos" haciendo innecesario " 'tomar seriamente el problema de la asignación de recursos escasos' o desarrollar un "socialismo 'ecológicamente consciente'"; (5) Max tomó "poco interés en cuestiones de ciencia o en los efectos de la tecnología en el medio ambiente y por lo tanto no tuvo una base científica real para el análisis de la cuestiones ecológicas"; y finalmente, (6) Marx era 'especista', desconectando los seres humanos de los animales, y tomando partido por los primeros sobre los segundos". [6]

Estas caracterizaciones de Marx son simplemente imprecisas, y el hecho de que personas puedan hacer tales afirmaciones sin ser denunciados rotundamente por tergiversación es una señal segura de lo poco que Marx es leído realmente por las personas que necesitan leerlo más. De hecho, la concepción de Marx de la "fractura metabólica" [7] que el capitalismo impuso entre humanos y la naturaleza es central para su crítica al capitalismo, y las ideas ecológicas que su crítica permiten son vitales tanto para las luchas actuales por las reformas y para visualizar un futuro en el que seamos capaces de establecer una relación sana con la naturaleza que pueda servir para salvar el planeta.

La definición de trabajo de Marx
Los primero dos equívocos enumerados arriba, la idea de que las referencias de Marx sobre la naturaleza son ocasionales, superficiales y limitadas a sus primeros escritos, son aparentemente falsos. Como Foster explica, "Para Marx, toda la actividad humana tiene una base en la naturaleza... El trabajo y la producción constituyen la transformación humana activa de la naturaleza, pero también de la naturaleza humana, la relación humana con la naturaleza y los seres humanos mismos". [8]

Es decir, a medida que interactuamos con la naturaleza la cambiamos, pero estamos también, al mismo tiempo, cambiando nosotros mismos. Para Marx, nuestra relación con la naturaleza cuando no está distorsionada por el capitalismo, está estrechamente entrelazada. Marx escribió: "La naturaleza es el cuerpo orgánico del hombre [9] , es decir, la naturaleza en la medida en que no es cuerpo humano. El hombre vive de la naturaleza...con el cual debe mantenerse en proceso continuo para no morir. Que la vida física y espiritual del hombre está ligada con la naturaleza no tiene otro sentido que el de que la naturaleza está ligada consigo misma, pues el hombre es una parte de la naturaleza. [10] Esta concepción de los humanos y la naturaleza como parte de una totalidad única, a partir de uno de los manuscritos de 1844, se puede ser encontrada a lo largo de la obra de Marx y Engels. Marx escribe en "El Capital", por ejemplo, del trabajo como un proceso "por el que el hombre, por medio de sus propias acciones, media, regula y controla el metabolismo entre él y la naturaleza. Se enfrenta a los materiales de la naturaleza como una fuerza de la naturaleza". [11]

Marx define así el trabajo humano como un intercambio metabólico entre los seres humanos como naturaleza y la naturaleza en general, entre nuestros cuerpos orgánicos, esto es, lo que está unido a nosotros, y nuestros cuerpos inorgánicos, es decir, la naturaleza tal como existe aparte de nuestros cuerpos. La naturaleza satisface nuestras necesidades: comida, ropa y refugio, sin duda, pero también aire, agua y luz solar. No podemos vivir sin estas cosas, sin embargo, son externas a nosotros, y de acuerdo con Marx, la manera en que satisfacemos nuestros cuerpos orgánicos con estas necesidades tomadas de nuestro cuerpo inorgánico, la naturaleza, es la base de nuestro trabajo.

Las relaciones de las sociedades precapitalistas (tanto comunales como feudales) con la naturaleza estaban formadas por las necesidades de subsistencia. La mayoría de las relaciones humanas con la naturaleza eran directas, involucrando ya sea una reunión complementada con la caza, o la caza y la recolección complementada por la agricultura, o la agricultura para la subsistencia y el alquiler a un señor complementado por la caza y la recolección. Es este sentido, antes del capitalismo, los campesinos de Europa y los pueblos indígenas de América y otros continentes tenían relaciones con la naturaleza que eran similares en aspectos importantes y mucho menos alienados de lo que estaban a punto de convertirse.

La fractura metabólica
El capitalismo destruyó esta relación metabólica relativamente no alienada entre los seres humanos y la naturaleza a través de lo que Marx llamó la acumulación originaria. Debido a la apropiación de la tierra a través de su cercamiento y su conversión a propiedad privada, la mayoría de los humanos ya no tienen una relación directa con los medios de subsistencia, con el resultado de que experimentamos una alienación cuádruple: (1) estamos alienados por los productos de nuestro trabajo, es decir, no contribuyen directamente a la satisfacción de nuestras necesidades; (2) estamos alienados por el proceso de trabajo en sí, y como el trabajo es una de las cosas que nos hace claramente humanos, estamos así alienados de nosotros mismos, lo que Marx denominó nuestro ser genérico; (3) estamos alienados el uno del otro, porque en lugar de participar en un proyecto comunal para satisfacer nuestras necesidades como seres humanos, estamos forzados a competir entre nosotros para asegurar el acceso a los medios de producción de los capitalistas y el trabajo para su beneficio, y porque somos sociales por naturaleza, estamos así nuevamente alienados de nosotros mismos; y (4) estamos alienados de la naturaleza, nuestro cuerpo inorgánico. [12] De modo que la alienación de los humanos de su trabajo es, según Marx, inseparable de la alienación de los seres humanos de la naturaleza, lo que Marx denominó la fractura metabólica.

Bajo el feudalismo en Europa, la producción agrícola era llevada a cabo por campesinos al servicio de los señores feudales, quienes poseían el grueso de la tierra. Con el tiempo, la lealtad feudal fue remplazada por un sistema de rentas, y las tierras comunes fueron cerrándose progresivamente, conduciendo al final eventual de una relación directa con la tierra para la mayoría de las personas. Puedes ver esto en Europa mirando los registros legales. Un punto de inflexión intelectual para Marx fue cuando descubrió que las cinco sextas partes de los procesamientos en Prusia a principios de la década de 1840 se referían a la madera, la extracción de madera para uso personal de los bosques recientemente habían sido privatizados. En el periodo previo al capitalismo, aunque la mayoría de la tierra pertenecía a los señores feudales y trabajada por los campesinos para su propia subsistencia y tributos, las tierras de pastoreo y los bosques estaban abiertos para el uso común; los campesinos podían pastar su ganado o recoger madera o cazar conejos o cualquiera otra cosa que necesitaran para complementar su agricultura. Con el surgimiento del capitalismo, esto cambió. Incluso la recolección de arándanos, una actividad tradicional de los niños, se convirtió en ilegal. "A los pobres se les negaba así cualquier relación con la naturaleza -incluso para su supervivencia- sin mediación con las instituciones de propiedad privada". [13]

El hecho de que hubo tantos procesamientos por "robar" madera, recoger arándano y cazar furtivamente conejos demuestra que la población común de Europa resistió a este cambio, tal como lo hicieron los pueblos indígenas de las Américas, a veces como individuos y a veces de manera organizada:

"En el pueblo de Buckden... donde el obispo de Lincoln había cerrado la tierra, "cientos de mujeres y niños, armados con dagas y jabalinas, de una manera muy tumultuosa y desenfrenada, entraron en los terrenos, abrieron las puertas, y rompieron los setos [cercos] del dicho cercamiento, y entregaron grandes rebaños de ganado". [14]

Finalmente, sin embargo, esta resistencia fue brutalmente aplastada. [15]
Con el cercamiento de tierras comunes y su trasformación de un recurso colectivo en un sitio de partidas de caza de la clase dominante, [16] "paseos de ovejas", y otros experimentos de lujo y generación de materias primas para los ricos, los campesinos que ya no podían mantenerse a sí mismos fueron expulsados de la tierra. [17] Aunque la brecha entre la mayoría y la tierra comenzó bajo el feudalismo, no se completó hasta el advenimiento del capitalismo. Esta alienación de la población de la tierra llevó a muchos a estar concentrados en ciudades, mientras que los que se quedaron en el campo se convirtieron en trabajadores de un sistema de agricultura comercial. Tanto en ciudades como en el campo, los trabajadores estaban alienados de las cuatro formas mencionadas. Estaban, como Marx lo dijo sarcásticamente, "libres". [18]

Para los trabajadores agrícolas, esta libertad significaba que estaban privados social e intelectualmente. Por "la idiotez de la vida rural", Marx y Engels tenían en mente el aislamiento proveniente de los contactos sociales limitados, así como la falta de oportunidades para desarrollar contactos sociales intelectualmente amplios y diversos y la estimulación intelectual, siendo dos de las cosas que Marx vio como cruciales para el pleno desarrollo de los seres humanos.

Para los trabajadores en las ciudades, esta libertad significaba una "libertad" de lo que anteriormente se habían considerado necesidades humanas básicas. Como Marx dijo, en ciudades tan grandes:

"Incluso la necesidad del aire libre deja de ser en el obrero una necesidad. El hombre retorna a la cueva, envenenada ahora por la mefítica pestilencia de la civilización y que habita sólo en precario, como un poder ajeno que puede escapársele cualquier día, del que puede ser arrojado cualquier día si no paga... La luz, el aire, etcétera, la más simple limpieza animal, deja de ser una necesidad para el hombre. La suciedad, esta contaminación y putrefacción del hombre, la cloaca de la civilización (esto hay que entenderlo literalmente) se convierte para él en un elemento vital. La dejadez totalmente antinatural, la naturaleza podrida, se convierten en su elemento vital". [19]

La concepción de Marx de las necesidades humanas -aquellas que son naturalmente producidas y aquellas que son socialmente producidas- es compleja y se discutirá con más detalle más abajo, pero basta decir que desde el inicio del capitalismo, en la ciudad o en el campo, en las granjas comerciales o en las fábricas mecanizadas, las necesidades de la gran mayoría de la población no se satisfacen de manera que les permitan alcanzar su potencial máximo como seres humanos.

La división entre el campo y la ciudad, otro aspecto de la fractura metabólica, es un problema importante tanto para Marx como para Engels. En organizaciones sociales anteriores, los nutrientes tomados del suelo eran remplazados directamente por estiércol animal o desechos humanos. Esto mantuvo el suelo fértil y dio a los desechos un buen lugar de destino. La separación de la ciudad y el campo interrumpió esta fase del metabolismo de los humanos y la naturaleza. En lugar de devolverlo al suelo como nutriente, el desecho generado en las ciudades se dejó para contaminar las áreas de vida de las población de la clase trabajadora (mientras que la clase dominante ocupó cuidadosamente parques cuidados en un cierto alejamiento) o los arrojó en algún otro elemento de la naturaleza. Como dijo Marx:

"Productos de desechos humano naturales... son los desechos del consumo. Estos últimos son de gran importancia para la agricultura. Pero hay un desperdicio colosal en la economía capitalista en proporción a su uso real. En Londres, por ejemplo, no pueden hacer nada mejor con el excremento producido por cuatro millones y medio de personas que contaminan el Támesis, con él a un costo monstruoso". [20]

Esta contaminación del río Támesis puede ser vista como un ejemplo de lo que es eufemísticamente llamado la "externalización de los costos". El desecho que es un subproducto de la concurrencia de trabajadores en las ciudades para trabajar por el beneficio capitalista es eliminado de forma gratuita para el capitalista pero es muy costoso para la sociedad y la naturaleza, tanto en términos del costo real de recolectar y mover el desecho o construir un sistema de alcantarillado (como finalmente sucedió), y en términos de costos de oportunidad del agua contaminada, la vida animal y vegetal asesinada y la humillación humana.

Mientras tanto, el proceso monstruosamente costoso que contaminó al Támesis fue también responsable del agotamiento del suelo. Marx condenó la prioridad de la fertilidad a corto plazo de la agricultura capitalista sobre la sostenibilidad a largo plazo:

"Todo progreso en la agricultura es un progreso en el arte, no de robar al trabajador, sino de robar al suelo; todo progreso en el aumento de la fertilidad del suelo durante un cierto tiempo es un progreso hacia el arruinamiento de las fuentes duraderas de esa fertilidad... La producción capitalista, por lo tanto, solo desarrolla la técnica y el grado de combinación del proceso social de producción socavando simultáneamente las fuentes originales de toda riqueza: el suelo y el trabajador". [21]

Este aspecto particular de la fractura metabólica, la separación de la ciudad y el campo y la interrupción de la reposición del suelo, generaría muchas consecuencias, consecuencias que Marx entendió debido a su fascinación por el trabajo del químico alemán Justus von Liebig. La investigación de Von Liebig confirmó lo que Marx sospechaba que estaba sucediendo con el agotamiento del suelo. En lo que algunos historiadores agrícolas llamaron la "segunda revolución agrícola" de mediado y finales de 1800, la nueva comprensión del crecimiento de las plantas permitió la introducción artificial de compuestos que anteriormente habían sido devueltos al suelo como parte del metabolismo de la naturaleza humana. Según Foster, también llevó a Marx a "un creciente reconocimiento del alcance de los nuevos métodos"...que solo sirvió para racionalizar un proceso de destrucción ecológica". [22]

El siguiente paso en este proceso de destrucción fue el descubrimiento del papel que los nitratos y fosfatos juegan en la restauración del suelo agotado, así como el descubrimiento del guano como una fuente abundante para ellos. Estos descubrimientos ayudaron a crear otra fractura, entre países imperialistas y colonizados, la expresión global de la división entre la ciudad y el campo. El Guano, o excremento de aves marinas, estaba disponible en cantidades enormes, acumulado durante siglos en algunas islas de la costa del Perú. Los capitalistas europeos pronto se dieron cuenta que podía usar el guano en lugar de desechos humanos disponibles gratuitamente para restaurar la fertilidad del suelo agotado y convertirlo en una industria rentable. Los trabajadores chinos, privados y desesperados por las Guerras del Opio, fueron transportados, esclavizados, y explotados hasta la muerte recolectando guano. Los recursos naturales de varios países sudamericanos fueron devastados y sus economías entraron en una relación desastrosa con los Estados europeos, millones de aves marinas fueron asesinadas, y se libraron guerras directas, todo al servicio de restaurar la productividad de las tierras agrícolas europeas a través de la industria de fertilizantes. [23]

Después de toda esta destrucción, el progreso científico adicional condujo a la producción artificial de nitratos, dejando fuera del negocio a los extractores del guano. También aumentó la posibilidad de otras consecuencias imprevistas. El advenimiento de los fertilizantes químicos producidos industrialmente generó escorrentía de nitrógeno y fósforo, conduciendo a la contaminación de las aguas subterráneas y lagos con nutrientes excesivos, creando crecimientos de algas y zonas hipóxicas muertas. [24]

Al igual que Marx, Engels era bastante consciente de las consecuencias imprevistas y destructivas para el medio ambiente de la "producción y el intercambio" en las que "primero deben tenerse en cuenta los resultados más inmediatos".

"No nos dejemos... llevar del entusiasmo ante nuestras victorias del hombre sobre la naturaleza. Para cada una de estas victorias, la naturaleza toma su venganza. Bien es verdad que las primeras consecuencias de estas victorias son las previstas por nosotros, pero en segundo y en tercer lugar aparecen unas consecuencias muy distintas, imprevistas y que, a menudo, anulan las primeras. Cuando los italianos de los Alpes agotaron los bosques de pinos en las laderas del sur, tan cuidadosamente apreciados en las laderas del norte, no tenían ni idea de que al hacerlo estaban cortando las raíces de la industria láctea en su región; tenían aún menos sospechas de que estaban privando a sus manantiales de agua de la montaña la mayor parte del año y posibilitando que vertieran aún más torrentes furiosos en las llanuras durante las estaciones lluviosas.

...Así, en cada paso se nos recuerda que de ninguna manera gobernamos sobre la naturaleza como un conquistador sobre un pueblo extranjero, como alguien que está fuera de la naturaleza, pero que nosotros, con carne, sangre y cerebro, pertenecemos a la naturaleza y existimos en medio de ella, y que todo nuestro dominio de esto consiste en el hecho de que tenemos la ventaja sobre todas las otras criaturas de poder aprender sus leyes y aplicarlas correctamente". [25]

Por qué el capitalismo es inherentemente abusivo con la naturaleza? Valor y acumulación
Hasta ahora hemos visto que la naturaleza es crucial para la definición de trabajo de Marx, y que la interrupción de la relación humana con la naturaleza es una característica integral del capitalismo. Quiero referirme ahora a la cuestión de la teoría del valor y argumentar que, en lugar de descuidar la naturaleza como algunos ecólogos han afirmado, la teoría del valor de Marx nos ayuda a comprender por qué el capitalismo es inherentemente abusivo con la naturaleza. Como explica convincentemente Paul Burkett, [26] no es Marx, sino el capitalismo, lo que rebaja y excluye la contribución de la naturaleza a la producción. Marx escribió:

"Los valores de uso... las mercancías, son combinaciones de dos elementos: la materia y el trabajo. Si les quitamos el trabajo útil que se les dedica, siempre queda un substrato material, que la naturaleza proporciona sin la ayuda del hombre... Vemos, entonces, que el trabajo no es la única fuente de riqueza material de los valores de uso producido por el trabajo". [27]

Sin embargo, en su teoría del valor trabajo, Marx no está trazando la manera en que él cree que debería ser el mundo o lo que él piensa que es valioso en términos de necesidad humana. Él está describiendo el comportamiento económico como lo está bajo el capitalismo. No es Marx, sino el capitalismo, que equipara solo el tiempo de trabajo abstracto socialmente necesario con el valor, es decir, el valor bajo el capitalismo está determinado por la explotación laboral (trabajo gastado por encima de su propio costo) porque la explotación laboral es la fuente del beneficio.

La discusión de Marx sobre las rentas es clave para entender esta actitud hacia la naturaleza, así como para entender lo que Marx quiere decir cuando escribe que los valores de uso son "obsequios gratuitos" de la naturaleza al capitalismo. Porque ninguna explotación laboral va a la producción de, digamos, un bosque natural, cuando el capitalista monopoliza ese bosque y cobra una renta por su uso, no incrementa el capital del sistema en su conjunto. Es decir, no se ha trabajado para producir el bosque, por lo que no se puede extraer ningún valor excedente de él. Tampoco ha tomado inversión en capital. Además, todas las condiciones que hacen posible el trabajo (tierra, aire, agua) son, al menos al principio, obsequios de la naturaleza. Esta es quizás la razón por la cual también son los objetivos de la "externalización" de los costos del capitalismo. [28]

El hecho de que el valor bajo el capitalismo esté inextricablemente ligado a la explotación es un obstáculo para que el capitalismo tenga una relación no expansiva con la naturaleza. Otro es el impulso competitivo de la acumulación. Bajo el feudalismo, había un límite práctico para la explotación: "Una vez que las necesidades del señor se habían satisfecho, su consumo conspicuo pagado, no había una necesidad real de una mayor explotación". [29] Pero el capitalismo es diferente. Así como su dinámica es independiente de las necesidades de los trabajadores, también son independientes de las necesidades de los capitalistas. El capitalismo tiene sus propias necesidades. Debido a que la producción está organizada sobre la base de la competencia, la inversión de capital por parte de una empresa debe ser igualada por empresas competidoras que fabrican el mismo producto o se arriesgan a la bancarrota.

Este sistema de inversión competitiva, el impulso constante de acumular riqueza o valor, es fundamental para el capitalismo. Según Martin Empson, "la centralidad de la acumulación de riqueza de esta manera es de mayor importancia para comprender la relación ecológica entre la sociedad capitalista y el mundo natural. Es por esta dinámica que el capitalismo se relaciona con la naturaleza de manera completamente diferente a las sociedades humanas anteriores." [30]

Regresemos por un minuto a la discusión sobre fertilizantes. Antes del capitalismo, los agricultores mantenían la fertilidad de la tierra a través de fertilizantes naturales (desechos humanos y animales), rotación de cultivos y policultivo (plantando diferentes cultivos en el mismo campo), dejando los campos en barbecho, corte y quema, y "corte y carbonizar". [31] Pero bajo el capitalismo esto cambió. No solo existe el conocimiento científico para usar algo más que desechos humanos o estiércol animal para fertilizar campos, sino que se puede fabricar una industria, dos industrias, de hecho: la industria de eliminación de desechos y de fertilizantes químicos, y una proporciona, al menos inicialmente, la posibilidad de expansión internacional. Ambas industrias permiten mucho espacio para explotar la mano de obra, mucho más que dejar vagar a las vacas en los campos durante unos días o dejar que un fuego bien planeado y controlado redistribuya algo de carbono. Y dado que la fuerza motivadora del capitalismo es el impulso de la acumulación, las decisiones sobre cómo se deben fertilizar los campos y sobre cómo se deben eliminar los desechos se consideran teniendo en cuenta las ganancias, no la conservación o la sostenibilidad.

La competencia capitalista también conduce a la "tendencia del capital a acelerar el rendimiento más allá de sus límites naturales", que "no es solo una fuente de escasez de materiales y crisis de acumulación; también es un elemento integral en el proceso de degradación ecológica producido por la división capitalista de la ciudad y el campo". [32] Este impulso para un rendimiento acelerado tiene muchos aspectos: el aumento de la productividad de la mano de obra acelera el consumo de materias primas, la inversión de más capital en maquinaria requiere un mayor uso de combustibles para hacer funcionar las máquinas, y "la competencia obliga a reemplazar los viejos instrumentos de trabajo por nuevos antes del vencimiento de su vida natural". [33] Y el hecho de que toda esta inversión continúe sin prestar atención a las necesidades humanas significa que siempre existe la posibilidad de que las mercancías producidas no sean consumidas.

El resultado es que la acumulación competitiva capitalista es un motor para la expansión sin fin y necesariamente entra en conflicto con la naturaleza, que tiene límites. También conduce al cortoplacismo mencionado anteriormente, es decir, la toma de decisiones sobre cómo asignar recursos e interactuar con la naturaleza basada en la capacidad para asegurar beneficios en lugar de salvaguardar las vidas humanas, el medio ambiente o la coevolución de ambos. No es el caso de que los capitalistas no puedan planificar el futuro. No son incapaces de establecer ganancias futuras. Pero planificar para proteger el medioambiente o las personas que deben vivir en él no es una prioridad en su agenda. Esto lo expresa bastante claro Engels:

"Siempre que el fabricante o el comerciante individual venda un producto manufacturado o comprado con el beneficio codiciado habitual, está satisfecho y no se preocupa por lo que luego haga del producto y sus compradores. Lo mismo se aplica a los efectos de la naturaleza de las mismas acciones. Lo que importaba a los plantadores españoles en Cuba, que quemaban los bosques en las laderas de montañas y obtenían de las cenizas suficiente fertilizante para una generación de cafetos de alto rendimiento, ¡qué les importaba que la fuerte lluvia tropical arrastrara después el estrato superior desprotegido del suelo, dejando atrás solo la roca desnuda! En relación con la naturaleza, en cuanto a la sociedad, el presente modo de producción está predominantemente ocupado solo del resultado inmediato, el más palpable; y luego manifiesta su sorpresa de que sus efectos remotos de las acciones dirigidas a este fin resultan ser bastantes diferentes". [34]

La acusación de prometeico
Aquellos que acusan a Marx de prometeico o "productivista" insisten en que Marx estaba tan enamorado de la capacidad del capitalismo de aumentar las fuerzas productivas a través de la tecnología y neutralizar la amenaza de escasez que pensaba (1) que el socialismo y el comunismo dejarían intacto el sistema capitalista de producción, y (2) que el socialismo y el comunismo no tendrían la necesidad de considerar el problema de los recursos limitados. Una declaración típica de este cargo proviene de John P. Clark:

"El "hombre" prometeico y edípico es un ser que no se siente a gusto en la naturaleza, que no ve a la tierra como el "hogar" de la ecología. Más bien, es un espíritu indomable que debe subyugar a la naturaleza en su búsqueda por la autorrealización... Para tal ser, las fuerzas de la naturaleza, si en la forma de su propia naturaleza interna no dominada o de los poderes amenazantes de la naturaleza externa, deben ser sometidas". [35]

Clark argumenta en una nota al pie que "es poco conveniente y no dialéctico interpretar este pasaje como una mera crítica negativa al capitalismo. El punto de Marx es que a pesar de los abusos del capitalismo hay una verdadero Aufhebung [36] presente en el cual el desencanto y la objetivación serán preservadas y desarrolladas en formaciones sociales superiores, en lugar de ser anuladas". [37] Si bien es ciertamente razonable sugerir que Marx valoró la ciencia sobre los "velos místicos" de la mitología, considerar este pasaje como un modelo para "formaciones sociales superiores" parece completamente injustificado, especialmente cuando uno considera que Clark omite tanto la oración que precede el pasaje: "El capital crea la sociedad burguesa, y la apropiación universal de la naturaleza", y los que siguen:

"De acuerdo con esta tendencia, el capital va más allá de las barreras nacionales... Es destructivo para todo esto y lo revoluciona constantemente, derribando todas las barreras que obstaculizan el desarrollo de las fuerzas de producción, la expansión de las necesidades, el desarrollo de la producción por todos lados, y la explotación e intercambio de las fuerzas naturales y mentales". [38]

Tomando en cuenta el pasaje anterior, que Clark consideró dejar omitir, así como los muchos otros pasajes que demuestran la preocupación de Marx por el agotamiento del suelo, la contaminación del agua y otras formas de destrucción ambiental que han sido citadas durante todo el artículo, no es solo "poco convincente y no dialéctico", sino también falso para tratar de reducir la actitud de Marx hacia la naturaleza a su descripción de su tratamiento bajo el capitalismo. Incluso si nos mantenemos dentro de los límites de la selección de Clark, es difícil observar algo celebratorio en el argumento de Marx de que "el descubrimiento teórico de la leyes autónomas [de la naturaleza] aparece simplemente como un ardid para subyugarlo bajo las necesidades humanas". Para mí, esto sugiere, por el contrario, un objetivo mucho más progresivo: el descubrimiento de las "leyes autónomas" de la naturaleza, que ya no son una artimaña, están más orientadas a la liberación que a la subyugación. Es decir, cómo sería la ciencia si no fuera manipulada en interés del capital.

La interpretación de Clark parece provenir de su composición de las ideas de Marx con distorsiones del marxismo que acompañaron el ascenso de Stalin y la derrota de la Revolución Rusa, una elisión que se evidencia en el siguiente pasaje:

"La mayoría de los marxistas [no] abordan la cuestión de la ideología productivista. Cualquier régimen político que se legitime a sí mismo sobre la base de satisfacer las "necesidades humanas" mediante el "desarrollo de fuerzas productivas" tiene un enorme incentivo para expandir y manipular las necesidades materiales de consumo como un medio de control social. [39] No hay razón para pensar que un sistema de socialismo estatal centralizado (o capitalismo de Estado, que es, de hecho, lo que defiende el marxismo ortodoxo) cumpliría necesidades "reales", en lugar de crear necesidades artificiales, [40] o que resuelva la contradicción entre el sistema industrial y tecnológico y "el sistema de la naturaleza". [41]

Si Marx estuviera vivo hoy, la concepción de Clark de un "marxismo ortodoxo" que "aboga" por el "capitalismo de Estado" probablemente le haría repetir su famosa declaración: "Lo cierto es que yo mismo no soy marxista". [42] Lejos del capitalismo de Estado, Marx abogó por una sociedad en la que los "productores asociados" -la mayoría de la sociedad- voluntaria y democráticamente decidan la dirección de la economía en interés de la necesidad humana en lugar de la ganancia, y apátrida como objetivo final. La concepción antimarxista de Stalin del "socialismo en un solo país", la industrialización rápida consiguiente de la Unión Soviética y la destrucción ambiental lograda a través de décadas de competencia capitalista estatal con los Estados Unidos [43] no tienen nada que ver con la visión de Marx del futuro progresivo de la humanidad. Como Chris Williams ha argumentado, en todas las llamadas sociedades socialistas del mundo:

"Los intereses de la élite gobernante soviética se asociaron con los intereses de un Estado en competencia económica y militar con Occidente... En otras palabras, los mismos factores que impulsan la producción capitalista -la necesidad de competir y expulsar a la competencia- imperaron dentro de estos regímenes. Fluyendo directamente de esta surgió la necesidad de que cada uno de estos Estados de partido único aumentara constantemente la productividad y prescindiera de cualquier preocupación ambiental, democrática o laboral en el impulso maníaco hacia la paridad económica y tecnológica con las potencias occidentales. Fue la severa falta de poder de la clase trabajadora en los países "socialistas", no su libertad ilimitada, lo que creó las condiciones para el vandalismo ecológico extremo que se vio allí. Como comentó Stalin, lo que le llevó al Oeste cien años lograr, la Unión Soviética lo haría en diez". [44]

La crítica de Clark a Marx ilustra por qué es importante leer a Marx por usted mismo. Una razón para esto es la naturaleza específica de la perspectiva de Marx, no solo o principalmente su perspectiva como ser humano único, sino también, y más especialmente, la época en la que estaba escribiendo: una tormenta perfecta de fermento intelectual, la frescura relativa de la transición del feudalismo al capitalismo, y la incidencia de repetidos levantamientos revolucionarios. Tales críticas apuntan a la necesidad de interrogar cercanamente las perspectivas de aquellos que intentan interpretar a Marx. [45] Todos podemos citar selectivamente a Marx hasta el hartazgo, con Clark, Andrew McLaughlin, Wade Sikorski y otros insistiendo en que el peso de la escritura de Marx tiende a una devaluación de la naturaleza, mientras Foster, Burkett, Williams y otros, incluyéndome a mí, insisten en que esto es completamente incorrecto.

La conclusión es que Marx ofrece una explicación y una solución a la crisis ecológica: el capitalismo prefigura la fatalidad ecológica y debe ser abolido. La crítica de Clark falla en asumir la premisa central de Marx y no ofrece ninguna solución alternativa, lo que trae a la mente la "Tesis 11" de las Tesis de Marx sobre Feuerbach, "Los filósofos solo han interpretado el mundo de varias maneras; el punto es cambiarlo ", [46] y sugiere una revisión: "Algunos ecologistas solo han interpretado a Marx de varias maneras; el punto es cambiar el mundo."¿Estamos mirando los escritos de Marx desde una posición ventajosa para identificar aquellas ideas que con más probabilidad nos llevarán a un plan para un cambio progresivo en el mundo, en este caso, la cordura ambiental? ¿O intentamos establecer un dogma, una interpretación "verdadera" que prevalece sobre todos los demás? y, de ser así, ¿con qué propósito? ¿Es en defensa de la naturaleza o del capitalismo?

La discusión sobre el valor capitalista y la acumulación competitiva en la sección anterior podría llevarnos a esperar a que la visión de Marx de la humanidad socialista no tenga nada que ver con someter a los humanos o la naturaleza. Cuando Marx escribió que el desarrollo capitalista de las fuerzas productivas hizo posible el socialismo, no escribió que hicieron el socialismo. Dijo, de hecho, que todo el sistema -no solo el sistema de distribución, sino también el sistema de producción- tendría que ser revolucionado una vez que los productores asociados lo tomaran en sus manos.

Según Marx, no es solo el desarrollo de la tecnología sino también la socialización de la producción lograda por el capitalismo lo que prepara el escenario para el socialismo, eliminando "restricciones de clase previas al desarrollo humano". [47] Es decir, antes del capitalismo, los medios de producción solo podían proporcionar suficientes medios de subsistencia para permitir que una minoría se desarrollara intelectualmente, y la mayor parte de la población se ocuparía de producir sus necesidades básicas. Por lo tanto, el capitalismo fue progresivo-momentáneamente-en el sentido de que permitió a la humanidad estar libre de necesidad: el "desarrollo de las fuerzas productivas"... es una premisa práctica absolutamente necesaria [del comunismo], porque sin esta privación, la necesidad se hace simplemente general, y con la necesidad, la lucha por las necesidades volvería a comenzar, y todos los viejos negocios sucios serían necesariamente restaurados". [48] Pero no es solo esta intensificación de los medios de producción lo que es importante. Lo que también es crucial sobre la socialización del trabajo es que transformó el trabajo de un proceso individualizado en un proceso colectivo. Este proceso colectivo de producción ha entrado progresivamente en conflicto con la extracción privada de ganancias. Y es la contradicción inherente a la capacidad del capitalismo de producir para satisfacer las necesidades humanas y su fracaso simultáneo a causa de las demandas de acumulación competitiva que impiden que el capitalismo sea un sistema progresivo prácticamente desde el momento en que nace, razón por la cual no solo debe ser derrocado políticamente sino reorganizado económicamente.

La idea de Marx sobre lo que constituye el pleno desarrollo de la naturaleza humana es crucial para comprender cómo se sentiría el metabolismo humano con la naturaleza una vez que estuviera en manos de los productores asociados. También es importante entender lo que Marx entiende por necesidades humanas; él no solo tenía una crítica de la producción capitalista sino también del consumo capitalista. No creía que, después de la revolución, la gente estaría deseosa de participar en una bacanal de consumismo desenfrenado, es decir, una ampliación general de la génesis de las necesidades y los medios de producción para cumplirlas hasta que la naturaleza sea destruida. Todo lo contrario. Marx creía que una de las necesidades humanas que el capitalismo no satisfacía era la necesidad de una relación directa y apreciativa con la naturaleza y mucho más tiempo libre para desarrollarla.

La liberación humana como la realización de nosotros mismos como seres humanos
Una de las cosas que Marx no suele acusar de decir es que todos deberíamos volver a la naturaleza. Sin embargo, quiero argumentar que esto es, de hecho, exactamente lo que Marx tenía en mente, pero no en la forma en que generalmente se concibe un retorno a la naturaleza; es decir, no creo que podamos extraer de Marx que la solución a nuestra alienación es evitar la tecnología, ceder los inodoros y comer alimentos crudos. Marx y Engels sí hablaron acerca de eliminar la división entre la ciudad y el campo al distribuir a las personas de manera más pareja sobre la tierra. Pero, más básicamente, un "retorno" posrevolucionario a la naturaleza consistiría en la participación colectiva, democrática e informada de los trabajadores en la planificación racional de nuestro trabajo y de nuestra relación con la naturaleza. Significaría reorganizar democráticamente la producción para satisfacer las necesidades humanas y reclamar nuestro lugar en la naturaleza, con la naturaleza como la "propiedad" colectiva de las personas en lugar de la propiedad privada de una pequeña minoría. Marx tenía claro esto y el hecho de que su concepción de la "propiedad colectiva" no tenía nada que ver con la forma en que actualmente se conciben la propiedad y la posesión:

"Desde el punto de vista de una formación socioeconómica más alta, la propiedad privada de individuos particulares en la tierra parecerá tan absurda como la propiedad privada de un hombre en otros hombres. Incluso una sociedad entera, una nación, o todas las sociedades simultáneamente existentes tomadas en conjunto, no son los dueños de la tierra. Son sus simples poseedores, sus beneficiarios, y deben legarlo en un estado mejorado a las generaciones futuras". [49]

Como gran parte de su pensamiento, la concepción de Marx de las necesidades humanas a menudo se distorsiona, ya sea por la ideología burguesa sobre la naturaleza humana o las realidades de las llamadas sociedades socialistas que han existido hasta la fecha. Pero si realmente lees el cuerpo de la obra de Marx, encontrarás que su visión del comunismo no tiene nada que ver con una orgía de consumismo, como algunos imaginan basado en el capitalismo, o una monótona uniformidad de privación basada en los llamados Estados socialistas existentes. Los requisitos de Marx para el pleno desarrollo de la naturaleza humana son bastante altos, abarca no solo la libertad de la necesidad física, el acceso a la salud física y la capacidad de coevolucionar directamente con la naturaleza, sino también el mayor desarrollo de las facultades sensoriales, intelectuales y creativas, es decir, el desarrollo más completo de nuestra naturaleza humana. Como escribe en el Manifiesto Comunista, bajo el comunismo, "en lugar de la vieja sociedad burguesa, con sus clases y antagonismos de clase, tendremos una asociación, en la cual el libre desarrollo de cada uno es la condición para el libre desarrollo de todos." [50]

Es decir, como seres humanos, es cierto, experimentamos necesidades que requieren o constituyen nuestra relación metabólica con la naturaleza. Sin embargo, y Marx lo tiene claro en la primera página del primer capítulo del primer volumen de El Capital, con el tiempo estas necesidades son socialmente transformadas a medida que el desarrollo de las fuerzas productivas nos permite desarrollarnos más plenamente como seres humanos. Por ejemplo, tenemos hambre, queremos comer, y la naturaleza nos proporciona ciertas cosas, como los arándanos que los niños campesinos alemanes solían recolectar antes de que se privatizaran los bosques. Pero como seres humanos también somos capaces, al comer esos arándanos, de decirnos a nosotros mismos: ya sabes, estos arándanos podrían usarse un poco en algo. Creo que hervidos en una olla con un poco de agua y azúcar, espolvoreados con harina y mantequilla desmoronada, horneados durante 25 minutos a 350 grados, y cubiertos con salsa de vainilla, podrían ser realmente excelentes.

Del mismo modo que es parte de la naturaleza humana comer, es parte de la naturaleza humana concebir imaginativamente cómo mejorar las cosas y luego poder apreciarlas plenamente cuando lo hacemos. Esto no solo es cierto para la comida, sino también para la música, las artes visuales, la poesía, la historia, la ciencia y la naturaleza. Tenemos la capacidad de comprender, apreciar y transformar la naturaleza de una manera en que otros animales, no se preguntan ¿por qué su perro come felizmente su propio vómito? Sus papilas gustativas son diferentes a las suyas. Y es nuestro deber para nosotros mismos y para nuestro cuerpo inorgánico, la naturaleza, desarrollar nuestras capacidades humanas al máximo. "Por lo tanto, no solo en el pensamiento sino a través de todos los sentidos, el hombre se afirma en el mundo objetivo. . . El cultivo de los cinco sentidos es el trabajo de toda la historia previa. "La emancipación de la alienación de la propiedad privada es para Marx también 'la emancipación completa de las cualidades humanas y los sentidos'". [51]

Para lograr esto, Marx pensó que lo más necesario no era un aumento en la producción sino un aumento en el tiempo libre. De hecho, Marx llegó a creer que bajo el comunismo, el valor no debería ser determinado por el llamado trabajo socialmente necesario, sino más bien por el ocio. Piense en el impacto del aumento del tiempo de ocio en nuestros cuerpos orgánicos, cuánto mejor podríamos desarrollarnos si tuviéramos más. Piense en el impacto del aumento del tiempo de ocio en nuestro cuerpo inorgánico, en la naturaleza. Si no estamos produciendo, no estamos explotando nuestra relación con la naturaleza. Inmediatamente, la presión comienza a aliviarse.

La comprensión de Marx de la relación humana con la naturaleza y su concepción del pleno desarrollo de la naturaleza humana va más allá del trabajo y, para mí, son los aspectos positivos más emocionantes e inspiradores de su teoría, debido al poder que tienen para superar las numerosas grietas producidas. Como resultado o al menos simultáneamente con la fractura metabólica de la acumulación primitiva: la división entre los seres humanos y la naturaleza, entre la mente y el cuerpo, entre la ciencia natural y humana, y entre la historia natural y humana. [52]

Es decir, más que ver la naturaleza humana como opuesta y antagónica a la naturaleza más ampliamente concebida, Marx reconoció que desde el comienzo de nuestra historia, los seres humanos han coevolucionado y transformado la naturaleza, así como la naturaleza nos ha transformado. También es importante señalar que tanto antes como durante el capitalismo, las transformaciones que los humanos han realizado en la naturaleza no siempre han sido negativas, como dejan claro Charles Mann en 1491 y los numerosos contribuyentes a The Social Lives of Forests. [53] De hecho, descartar los efectos saludables y el aumento de biodiversidad por el fuego en la gestión forestal por parte de los Pueblos Indígenas de las Américas es una de las formas en que la sociedad capitalista continúa promoviendo el racismo y reprimiendo las culturas de los pueblos indígenas. A falta de la extinción de la raza humana, que lamentablemente no es imposible, habrá una transformación social en curso de la naturaleza y una transformación natural de la sociedad. La pregunta es, ¿qué tipo de relación será?

Aquellos que afirman que Marx estaba entusiasmado con los incrementos en la capacidad productiva que hicieron posible los avances tecnológicos bajo el capitalismo son correctos; él estaba. Pero Marx no era un defensor de la tecnología por el bien de la tecnología. Reconoció que la inversión en tecnología es un requisito de la competencia capitalista. Sin este requisito, estamos significativamente libres. Podemos elegir utilizar la tecnología cuando ayuda a nuestra coevolución armoniosa con la naturaleza y rechazarla cuando no lo hace. También podemos volver al Traditional Ecological Knowledge (TEK) que está en las manos y las mentes de las sociedades indígenas. Actualmente, TEK se ve principalmente como una amenaza para el capitalismo, como se hace evidente en el artículo de Chris Williams sobre el uso del agua en Kenia:

"El pastoreo en tierras áridas y semiáridas es el método ecológicamente más sostenible para sobrevivir en un ambiente de estrés hídrico. Esta es la razón por la cual muchas personas en el este de África son pastores y han tenido éxito durante tanto tiempo. A pesar de la retórica oficial, el pastoreo juega un papel muy pequeño en el pensamiento del gobierno de Kenia sobre el futuro de Kenia, más como algo para erradicar porque ciertas fuerzas poderosas lo consideran "atrasado". Ningún gobierno quiere que el 18% de su gente deambule de forma independiente manteniéndose. Su propio modo de vida ofrece un desafío subliminal a las normas capitalistas de uso de la tierra y a las normas de propiedad privada, en relativa autonomía del control del Estado central, a menudo con rangos de pastoreo a través de las fronteras de otros Estados". [54]

Marx, según Foster, también reconoció la importancia de TEK:
El problema más importante ante el que se vería la sociedad construida por los productores asociados, resaltó Marx una y otra vez en su obra, sería el de afrontar el problema de la relación metabólica entre los seres humanos y la naturaleza, en las condiciones industriales más avanzadas que imperarían en la víspera de la crisis revolucionaria final de la sociedad capitalista. En ese sentido, era claramente necesario aprender más acerca de la relación humana con la naturaleza y la subsistencia mediante el desarrollo de formas de propiedad, durante el gran lapso de tiempo antropológico. Marx se remonto en consecuencia, guiado por los preceptos materialistas de su análisis, hasta la consideración de los orígenes de la sociedad humana y de las relaciones humanas con la naturaleza, como medio para concebir el potencial que permitiría trascender de modo más completo la existencia alienada. [55]

Tenga en cuenta que en esta visión no hay un abandono de la tecnología sino un esfuerzo por utilizar la tecnología de una manera más acorde con una relación sana con la naturaleza a través de una comprensión de cómo esa relación fue mediada antes del capitalismo. Hay quienes desconocen los conocimientos tradicionales de todo tipo porque afirman que no son científicos. Estoy en desacuerdo. Creo que tales rechazos se basan en un exceso de privilegios de la historia escrita y la comprensión de la ciencia que están circunscriptas por las prioridades capitalistas. En cualquier caso, tampoco tenemos que deshacernos de Marx para estudiar y defender la preservación de ciertos enfoques indígenas o tradicionales de la naturaleza porque eso es precisamente lo que Marx estaba haciendo hacia el final de su vida.

Además de organizar la producción y construir así nuestra relación con la naturaleza sobre la base de la necesidad humana en lugar de la ganancia y la acumulación, en una sociedad socialista nuestras decisiones también deben ser, según Marx, verdaderamente democráticas. La toma democrática de decisiones de los productores asociados, la mayor disponibilidad de información científica y el desarrollo progresivo de las facultades intelectuales humanas permitidas a través del aumento del tiempo libre, todo lo cual Marx consideró como algunos de los atributos definitorios del socialismo, significaría más personas participando de una manera más informada en las decisiones sobre nuestra relación con la naturaleza.

Al acusar a Marx de prometeico y antropocéntrico, los críticos a menudo señalan afirmaciones hechas por Marx y Engels sobre el "sometimiento de las fuerzas de la naturaleza a la humanidad" y su respuesta positiva a la idea de "limpiar continentes enteros para cultivar" porque estaban más preocupados por prevenir la hambruna que preservar el área silvestre. [56]

¿Puede el capitalismo mejorar su relación con la naturaleza?
Quiero terminar volviendo al principio. Al comienzo de este artículo mencioné que el análisis de Marx del capitalismo podría ayudarnos a salvarnos de dos trampas en las que los pensadores ecológicos y el movimiento ambiental han caído en el pasado: una fe y un compromiso con el enverdecimiento del capitalismo y la proyección de una naturaleza purificada y abstracta que no tiene relación con los seres humanos y que es mejor así. Quiero señalar que estos dos puntos de vista no son incompatibles, ni son progresivos.

¿Se puede evitar de manera efectiva la degradación ambiental y se puede evitar de manera realista la destrucción de la biosfera a través de actividades humanas bajo el capitalismo? Como dice John Bellamy Foster, la evidencia empírica no es buena. A pesar de las terribles predicciones de la gran mayoría de los científicos del mundo de que el cambio climático producido por el hombre amenaza nuestra existencia en el planeta, el capitalismo no está cerca de tomar medidas que puedan marcar una diferencia significativa. Según algunos ambientalistas, esto se debe a que el mercado tiene todo bajo control. Como señala Foster:

"Los teóricos de la modernización ecológica, como Arthur Mol, no ven la degradación ambiental como una característica inherente del desarrollo capitalista. Siguen siendo celosos socio-tecno-optimistas, creyendo que las fuerzas de la modernización conducirán a la desmaterialización de la sociedad y al desacoplamiento de la economía del consumo de energía y material, permitiendo a la sociedad humana, bajo el capitalismo, trascender la crisis ambiental. Algunos defensores de este puesto, como Charles Leadbeater, argumentan que a medida que la economía se desarrolla, está produciendo una sociedad ingrávida que está más basada en el conocimiento y menos dependiente de los recursos naturales.

Son Leadbeater y Mol quienes deberían ser criticados por su productivismo, no Marx, especialmente dado que la sociedad ingrávida y desmaterializada que "describen" es un mito completo. Como señala Sara Volle en su revisión de Frank Webster’s Theories of the Information Society:

"De hecho, sigue siendo imposible vivir en el aire. Y sin embargo, eso es precisamente lo que una sociedad de la "información" o "postindustrial" (PIS) finge hacer. La realidad, por supuesto, es mucho menos ordenada: un mundo incómodo ocupado por mano de obra explotada, ríos contaminados, permutas de riesgo crediticio, derretimiento de casquetes polares, etc., esas catástrofes familiarizadas a menudo desinfectadas del "más para menos" ethos de una sociedad" post-industrial". [57]

Comparado con esto, la perspectiva de Marx de una sociedad de productores asociados con una gran cantidad de tiempo libre y una relación sana con la naturaleza y la tecnología, desarrollando plenamente nuestras habilidades para tocar, degustar, oler, ver, sentir, escuchar, pensar, amar y soñar, parece infinitamente más atractiva y sobre todo, posible. Esta visión, junto a la comprensión de por qué la degradación ambiental es generada en el capitalismo, de las ideas de Marx puede contribuir al movimiento contra la destrucción ecológica.

Notas:
[1] Graham Ruddick, “Donald Trump Says U.S. Could Re-Enter Paris Climate Deal,” Guardian (US), January 29, 2018, https://www.theguardian.com/us-news/2018/jan/28/donald-trump-says-us-could-re-enter-paris-climate-deal-itv-interview

[2] Eoghan Macguire, “Paris Agreement Two Years On: Who is Taking the Lead on Climate Change?” CNN, December 19, 2017, https://www.cnn.com/2017/12/12/world/climate-change-paris-agreement-two-years/index.html

[3] Tamsin Green, “World Weatherwatch: From Drifts in Paris to Drought in Cape Town,” Guardian, February 14, 2018, https://www.theguardian.com/world/natural-disasters

[4] Para una crítica de este enfoque, ver Ian Angus and Simon Butler, Too Many People: Population, Immigration, and the Environmental Crisis (Chicago: Haymarket Books, 2011).

[5] John Bellamy Foster, Brett Clark, and Richard York, The Ecological Rift: Capitalism’s War on the Earth (New York: Monthly Review Press, 2010), 19-20. See also Chris Williams, Ecology and Socialism (Chicago: Haymarket Books, 2010), 117–124.

[6] John Bellamy Foster, Marx’s Ecology: Materialism and Nature (New York: Monthly Review Press, 2000), 9–10, and Paul Burkett, Marx and Nature: A Red and Green Perspective (Chicago: Haymarket Books, 2014), xxix.

[7] Ver las explicaciones de la fractura metabólica más adelante en este ensayo.

[8] Foster et al., Ecological Rift, 228.

[9] Marx y Engels siguen al antropólogo del siglo XIX Lewis Morgan al usar los términos salvajismo, barbarie y civilización como descriptores de diferentes momentos del desarrollo de la relación humana con la naturaleza. También mencionan la "idiotez de la vida rural" y se refieren a la humanidad como "hombre". No utilizo estos términos como parte de mi propia narrativa, pero ya que aparecerán en citas, quiero señalar que aunque los reconozco como problemáticos tal como se entienden hoy, estos términos no significaron para Marx y Engels lo que significan para nosotros. En algunos casos, son el producto de una traducción inexacta: "aislamiento" captura mejor lo que comúnmente se traduce como "idiotez", y la palabra alemana que se traduce como "hombre" en la mayoría de las ediciones en inglés, mensch, es en realidad de género neutral.

[10] Karl Marx, Economic and Philosophical Manuscripts of 1844, in Marx and Engels Collected Works (hereafter MECW), vol. 3 (New York: International Publishers, 1975), 276.

[11] Karl Marx, Capital, vol. 1 (New York: Vintage Books, 1977), 283.

[12] Foster, Marx’s Ecology, 72.

[13] Foster, 66–67.

[14] Martin Empson, Land and Labour: Marxism, Ecology, and Human History (London: Bookmarks, 2014) 104.

[15] Empson, Land and Labour, 108.

[16] Empson, 105.

[17] Al principio esto significó adoptar formas alternativas de subsistencia: Marx relata que a principios del siglo diecinueve, la duquesa de Sutherland reemplazó por la fuerza a toda la población del condado de Sutherland en Escocia con 131,000 ovejas. "Entre 1814 y 1820 estos 15,000 habitantes. . . fueron sistemáticamente cazados y erradicados. Todos sus pueblos fueron destruidos y quemados, todos sus campos convertidos en pastos. . . . De esta manera, esta bella dama se apropió de 794,000 acres de tierra que habían pertenecido al clan desde tiempos inmemoriales. "Al final de este proceso," el remanente de los habitantes originales, que habían sido arrojados a la orilla del mar, intentaron vivir pescando peces". Véase Marx, Capital, vol. 1, 891-92.

[18] Véase Marx, Capital, 874.

[19] Marx, Economic and Philosophical Manuscripts of 1844, 308.

[20] Karl Marx, Capital, vol. 3 (London: Penguin, 1991), 195.

[21] Marx, Capital, vol. 1, 638.

[22] Foster, Marx’s Ecology, 149, 249.

[23] Empson, Land and Labour, 150–151; Foster et al., Ecological Rift, 352–371.

[24] Foster, Marx’s Ecology, 253.

[25] Frederick Engels, “The Part Played by Labor in the Transition from Ape to Man,” in MECW, vol. 25 (New York: International Publishers, 1987), 460–61, 463. Dado el cargo de que el interés de Marx y Engels en la ecología fue relegado a sus primeras colaboraciones, téngase en cuenta que este pasaje fue escrito en 1876.

[26] Burkett, Marx and Nature, 79–80.

[27] Marx, Capital, vol. 1, in MECW vol. 35 (New York: International Publishers, 1996), 53.

[28] Burkett, 74–75.

[29] Empson, 209.

[30] Empson, 210.

[31] Charles C. Mann, 1491: New Revelations of the Americas Before Columbus, 2nd ed. (New York: Vintage Books, 2011), 356.

[32] Burkett, 108.

[33] Karl Marx, Capital, vol. 2 in MECW, vol. 36 (New York: International Publishers, 1997), 173.

[34] Engels, “The Part Played By Labor in the Transition from Ape to Man,” 463.

[35] John P. Clark, “Marx’s Inorganic Body.” Environmental Ethics 11 (Fall 1989): 243-258, http://www.academia.edu/ 2903908/_Marxs_Inorganic_Body_. a acusación de que Marx es "edípico" así como prometeico parece un adorno retórico que salió mal, confuso como lo hace la acción de la tragedia de Esquilo (Edipo mató a su padre, no a su madre) para explicar el supuesto odio de Marx a la naturaleza como un asunto maternal. Clark también cita la primera poesía de Marx, que parece un tiro barato.

[36] Oxford English Dictiona ry definition of Aufehebung. En la filosofía hegeliana: el proceso mediante el cual el conflicto entre dos cosas o ideas opuestas o contrastantes se resuelve con el surgimiento de una nueva idea, que las preserva y las trasciende". https://en.oxforddictionaries.com/definition/aufhebung

[37] Clark, “Marx’s Inorganic Body,” nota al pie 48.

[38] Karl Marx, Grundrisse (New York: Penguin Books, 1993), 409–410.

[39] Clark parece estar describiendo aquí lo que hace el capitalismo en beneficio del beneficio, en lugar de lo que el socialismo podría hacer al servicio de la necesidad humana. Ver Chris Williams’s Ecology and Socialism, 124-127.

[40] Nuevamente, Clark parecer estar describiendo el capitalismo de mercado.

[41] Clark, “Marx’s Inorganic Body.”

[42] La observación, citada por Engels en una carta a Eduard Bernstein, se puede encontrar en MECW, vol. 35, 388.

[43] Ankit Panda, “How the Soviet Union Created Central Asia’s Worst Environmental Disaster,” The Diplomat, October 3, 2014, https://thediplomat.com/2014/10/how-the-soviet-union-created-central-asias-worst-environmental-disaster/ rmine Sahakyan, “The Grim Pollution Picture in the Former Soviet Union,” Huffington Post/World Post,

[44] Chris Williams, “Marxism and the Environment,” International Socialist Review 72 (July 2010), https://isreview.org/issue/72/marxism-and-environment

[45] Foster et al., The Ecological Rift, 215.

[46] Karl Marx, Theses on Feuerbach, Thesis 11, in MECW, vol. 5 (New York: International Publishers, 1976), 5.

[47] Burkett, 199.

[48] Marx and Engels, The German Ideology, in MECW, vol. 5, 49.

[49] Karl Marx, Capital, vol. 3 (London: Penguin Books, 1991), 911.

[50] The Communist Manifesto, 71.

[51] Marx citado y comentado en Foster et al., The Ecological Rift, 231.

[52] Foster, Marx’s Ecology, 210, 229.

[53] Susanna B. Hecht, Kathleen D. Morrison, and Christine Padoch, The Social Lives of Forests: Past, Present, and Future of Woodland Resurgence (Chicago: University of Chicago Press, 2013).

[54] Chris Williams, “Damming the Future: The Struggle to Protect Kenya’s Ewaso Ngiro River,” Truthout, June 17, 2015, https://truthout.org/articles/damming-the-future-the-struggle-to-protect-kenya-s-ewaso-ngiro-river/

[55] Foster, Marx’s Ecology, 221; énfasis añadido.

[56] The Communist Manifesto, 46

[57] Sara Volle, “The Heaviness of a Weightless Society,” The Politics of Information, September 25, 2012. https://thepoliticsofinformation.wordpress.com/2012/09/25/the-heaviness-of-a-weigh

Fuente: https://isreview.org/issue/109/marx-and-nature