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lunes, 1 de abril de 2024

Hay que subir los impuestos a los más ricos.Joseph El Nobel de Economía Joseph E. Stiglitz defiende en su nuevo libro, 'Capitalismo progresista', que las injusticias que no se corrigen se heredan

JOSEPH E. STIGLITZ
12 ENE 2020 -

Hay una dimensión de la justicia a la que los políticos dedican a menudo cuatro palabras, pero poco más que eso: el bienestar de las generaciones futuras. La reforma tributaria de 2017 [en EE UU] generará enormes déficits fiscales y aumentará la deuda del Gobierno. Irónicamente, los republicanos en el Congreso argumentaban contra una deuda excesiva —que sería una carga para las futuras generaciones, decían— hasta que tuvieron la oportunidad de enriquecer a las corporaciones y los multimillonarios. Hay tres aspectos de la justicia intergeneracional a los que se ha conferido escasa relevancia y que una agenda progresista debe corregir.

Primero, lo que verdaderamente supone una carga para las generaciones futuras es la falta de inversión, tanto pública como privada (...). Si no brindamos a nuestros jóvenes la educación adecuada, a la larga serán incapaces de alcanzar todo su potencial. Y si no invertimos en infraestructura y tecnología, el mundo que heredarán no será capaz de sostener los niveles de vida que nosotros hemos disfrutado.

Segundo, nuestro planeta es insustituible. Si las cosas no funcionan bien aquí, no hay ningún otro sitio al que podamos ir. Aun así, estamos expoliando nuestro mundo, y aún más peligrosamente con el cambio climático en ciernes. El daño aumenta cada año, de un modo que ahora resulta predecible. Incluso la forma en que el Gobierno reflexiona acerca del medio ambiente y toma decisiones al respecto resulta injusta para nuestros niños. Recordemos lo dicho (...): siempre que el Gobierno considera una regulación, debe hacer un análisis de los costes y los beneficios. Parte de este análisis implica comparar, digamos, el coste de una regulación medioambiental hoy con los beneficios que tendrá hoy y en un futuro. Si restringimos, por ejemplo, las contaminantes centrales eléctricas a base de carbón, los costes pueden aumentar hoy, pero los beneficios de una mejor salud y de reducir el cambio climático se extenderán a lo largo de los años. El factor clave para realizar estos análisis de los costes y los beneficios es: ¿cómo comparamos un dólar de beneficios futuros con un dólar de costes actuales? Con los procedimientos de la Administración de Trump, un dólar (“real”) equivaldrá en cincuenta años, cuando nuestros hijos estén en la flor de la vida, a solo tres centavos. En esencia, la Administración se limita a estafar al futuro. A menos que el beneficio de una regulación ambiental sea para nuestros hijos más de treinta veces mayor que el coste hoy, la Administración cree que no debería adoptarse. Con este cálculo, que apenas tiene en cuenta a nuestros hijos, no debe sorprendernos que no haya interés alguno en hacer algo respecto al cambio climático.

Tercero, por varias razones, grandes proporciones de gente joven no cuentan con las oportunidades que, digamos, tuve yo mismo cuando empecé. Millones de ellos cargan ya con la pesada deuda estudiantil, que obstaculiza su habilidad de elegir con libertad —están constantemente pensando en los pagos que deben— o hasta de crear una familia o comprar una casa. Entretanto, los precios de la vivienda, relativos a los ingresos, han subido por los efectos del dinero fácil, una normativa tributaria pobremente diseñada y la desregulación financiera. Nuestra generación disfrutó de las ganancias del capital. La siguiente tiene que idear la forma de conseguir una vivienda asequible. Esta brecha en el bienestar intergeneracional es de las cuestiones más problemáticas a las que nos enfrentamos. Los padres que hicieron fortuna en el sector de los bienes inmobiliarios pueden compartir esa riqueza con sus hijos, quienes pueden a su vez traspasarla a los suyos. Pero los que no poseen ningún bien inmobiliario tienen poco o nada que legar a sus hijos y nietos, y eso deja a sus herederos expuestos. Así, las desigualdades en esta generación pueden verse amplificadas en la siguiente. Los cambios en la política tributaria (…) y los programas de crédito hipotecario y estudiantil (…) brindan una salida.

Tributación
Un sistema tributario progresivo, justo y eficaz debería ser parte importante de una sociedad dinámica y justa. Hemos descrito las actividades relevantes que el Gobierno tiene que asumir, como la enseñanza pública, la salud, la investigación y el desarrollo de infraestructuras; la gestión de un buen sistema judicial y la garantía de una mínima Seguridad Social.

Para todo esto se necesitan recursos, es decir, impuestos. Lo justo es que sean quienes tienen mayor capacidad de pago—y que suelen obtener más de nuestra economía— quienes tributen más. Pero (…) quienes se sitúan en la cima de la pirámide pagan una tasa impositiva menor que aquellos con ingresos más bajos. De esta y otras formas, las cosas solo han empeorado en las últimas tres décadas: la reforma tributaria de 2017, y su aumento de los impuestos a una mayoría de las capas medias para financiar los recortes impositivos a las corporaciones y los multimillonarios, se ha convertido quizá en la peor legislación tributaria aplicada hasta ahora.

Simplemente exigir a las corporaciones e individuos acaudalados que paguen los impuestos que deben —un cambio modesto en nuestro actual sistema de carácter regresivo— podría por sí solo generar un par de trillones de dólares en un lapso de diez años. Esto implica no solo subir los impuestos, sino eliminar la panoplia de vacíos legales que los grupos de presión a favor de intereses específicos han ayudado a incorporar a nuestro código tributario. En vez de fijar impuestos a los bienes inmuebles con tasas preferenciales (como hizo la ley de 2017), las rentas del suelo deberían tributar a una tipo más alto. Cuando se cobra impuestos a los trabajadores puede ocurrir que no se esfuercen igual en su labor; cuando se cobra impuestos al capital puede ocurrir que vaya a parar a otro lugar o que la gente no ahorre tanto. No es así en el caso de la tierra, que está ahí, se le cobren impuestos o no. De hecho, el gran economista del siglo xix, Henry George, aseguraba que las rentas del suelo deberían tributar un ciento por ciento. Los impuestos sobre las rentas pueden generar una economía más productiva. Ahora bien, una vasta porción de los ahorros va a la tierra en lugar de a activos productivos (inversiones en investigación, fábricas y equipamiento). Fijar impuestos a las ganancias de capital por la tierra y las rentas incentivaría un mayor ahorro, que podría destinarse a capital productivo.

Hay otros impuestos que pueden potenciar de manera simultánea el rendimiento económico y aumentar las rentas. Por ejemplo, uno sobre las emisiones de carbono les recordaría a los hogares y las empresas que debemos reducir nuestras propias emisiones. En ausencia de tales impuestos, los individuos no tienen en cuenta el coste social de sus actividades emisoras de carbono. Incentivarían a la vez las inversiones y la innovación para reducir tales emisiones y podrían desempeñar un papel fundamental en alcanzar las metas tan importantes fijadas en las cumbres internacionales de París (2015) y Copenhague (2009) para limitar el calentamiento global. Sin un impuesto de esa índole, será difícil que se consigan esos objetivos, lo cual tiene un coste enorme: ya en 2017, el mundo experimentó una cifra récord de pérdidas por desastres naturales relacionados con el clima, tales como los 245.000 millones de dólares en pérdidas a causa de los huracanes Harvey, Irma y María, una expresión clara de la creciente variabilidad climática asociada al calentamiento global.

Este extracto es un adelanto editorial de ‘Capitalismo progresista: la respuesta a la era del malestar’, que la editorial Taurus publica el próximo 16 de enero. Joseph E. Stiglitz (Indiana, 1943) es catedrático de la Universidad de Columbia (EE UU), fue asesor del Gobierno de Bill Clinton y obtuvo en 2001 el Premio Nobel de Economía.

https://elpais.com/elpais/2020/01/10/ideas/1578646387_428635.html

viernes, 22 de noviembre de 2019

El Nobel a Esther Duflo premia una revolución en economía

Eugenio Fernández Vázquez
IPS

La Premio Nobel de Economía 2019, Esther Duflo, junto con otro de los dos economistas a los que se ha concedido este año el galardón, Abhijit Banerjee, durante una visita a una zona pobre de India. El tercer premiado es Michael Kremer. Crédito: Sciencesnews

El lunes 14 se anunció que Esther Duflo, la gran estudiosa de la economía de la pobreza y de las políticas públicas, ganó el Premio Nobel de Economía . La Academia Sueca explicó que tomó su decisión por “el enfoque experimental del combate a la pobreza” que Duflo, su colega Abhijit Banerjee y Michael Kremer han usado e impulsado en las últimas dos o tres décadas.

Duflo es la persona más joven y apenas la segunda mujer en ganar el Nobel de economía, y de hecho tiene mucho en común con Elinor Ostrom, la primera en recibir el galardón.

Igual que ella, ha sido la abanderada no solo de un nuevo enfoque para la economía, sino de nuevas temáticas y nuevas dimensiones de esa disciplina, que contribuyen a anclarla a lo terrenal, a lo real.

Tanto Ostrom como Duflo se han ocupado de temas que han quedado tradicionalmente de lado en la ciencia económica: la acción colectiva y la pobreza, respectivamente.

No es de extrañar que hayan sido mujeres las premiadas por ello, pues son dos áreas que solo se pueden entender a cabalidad desde perspectivas feminizadas, por lo que tienen de ancladas en la tierra y en la vida cotidiana, y por lo que implican de atención al cuidado, la solidaridad y los vínculos con el otro, algo muy ajeno a la sensibilidad heteropatriarcal.

Uno de los artículos que lanzó a la francesa Duflo al estrellato explicó justamente cómo la presencia de mujeres en la política cambia la forma en que esta se ejerce y los temas a los que se da importancia.

Se trata de un estudio en el que ella y Raghabendra Chattopadhyay mostraron que en India las alcaldesas daban prioridad a temas relacionados con tareas asignadas a las mujeres, como la infraestructura vinculada al agua, al contrario que los hombres.

Algo similar ocurre en todas partes y a todos los niveles.

La economía –que, como todas las disciplinas, es dominada por hombres desde siempre- se ha ocupado poco de aspectos “femeninos” de la forma en que las sociedades lidiamos con la escasez de recursos y de la vida en general.

Siendo que las mujeres tradicionalmente han sido las que lidian con la reproducción y los cuidados, y las que más padecen la pobreza y sus violencias, estos elementos fundamentales para entender el día a día del grueso de las sociedades habían quedado olvidados por los economistas.

El trabajo de Duflo ha sido en eso revolucionario, pues ella ha investigado la pobreza desde una perspectiva enormemente innovadora, al concentrarse no en sus grandes indicadores, sino en sus manifestaciones concretas, sus efectos en la vida de la gente, la forma en que se reproduce, sus posibles soluciones.

Esa forma de anclarse en lo cotidiano, de fijarse en los efectos de lo micro y en los mecanismos de la pobreza es algo nunca antes visto, y creo yo que solo una mujer podía lograrlo.

Además, casos como el de Duflo ilustran cómo las mujeres, en gran medida por venir de fuera y también por la experiencia distinta del mundo, pueden hacer preguntas muy incisivas y novedosas, que habían permanecido pendientes.

Solo una outsider que no pertenece a uno de esos clubes masculinos formales e informarles que lo dominan prácticamente todo y que tienen todo por perder cuando se sacude una disciplina, podía haber detectado, descrito y puesto de relieve algo tan importante como la necesidad de poner atención a la forma en que se implementan las políticas públicas, sus interacciones e intersecciones con otras dinámicas, sus efectos inesperados.

Eso es justo lo que hizo Duflo al ofrecer la conferencia Richard T. Ely de la Asociación de Economía Americana , de Estados Unidos.

En el Nobel para Esther Duflo no solo hay que celebrar el premio a una economista revolucionaria y al estudio de la pobreza y sus soluciones. También hay que festejar que se da un lugar preponderante a esas dimensiones de la economía que suelen olvidarse: las interacciones a nivel local, los mecanismos por los que operan los fenómenos económicos –incluidas las políticas públicas- y la salida de la pobreza.

El premio también nos recuerda la importancia de diversificar la economía y todas las áreas del conocimiento y la acción, pues de otra forma nos quedamos con una sola perspectiva y nos perderemos de innovaciones tan cruciales como las que ella ha logrado.

Eugenio Fernández Vázquez, consultor ambiental en el mexicano Centro de Especialistas y Gestión Ambiental.

Este artículo fue publicado originalmente por Pie de Página, una publicación del colectivo mexicano Periodistas de a Pie.

RV: EG

Fuente:
http://www.ipsnoticias.net/2019/10/nobel-esther-duflo-premia-una-revolucion-economia/