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lunes, 28 de febrero de 2022

Se cumplen 36 años del asesinato del primer ministro de Suecia. Olof Palme protestó contra los bombardeos norteamericanos en Hanói

 

El arte, el arte de verdad, es fuerte, indomable, testarudo. Es como el amor, nunca se puede aniquilar y puede vivir incluso en tiempos difíciles y en condiciones primitivas. Por eso el hombre en todas las épocas ha logrado crear arte, ha tenido la fuerza para escribir en tiempos de guerra, ha podido cantar en la desgracia. (Olof Palme, México, febrero 1984) 

 El 28 de febrero de 1986, a las 23:21 horas, el primer ministro sueco socialdemócrata, Olof Palme, fue alcanzado por una bala en pleno centro de Estocolmo.


Después de haber visto la película “Los hermanos Mozart”, en el Cine Grand, caminaba por la calle junto a su esposa Lisbet Palme. De pronto, en el cruce de las calles Sveavägen – Tunnelgatan (hoy la calle Olof Palme), él y su mujer fueron impactados por dos tiros que salían de un potente revólver Magnum Smith & Wesson de calibre 357. El tiro que recibió Palme no lo mató en el acto, pero fue mortal porque falleció 45 minutos después en el hospital de Sabbatsberg. Mientras que su mujer fue herida, pero no de gravedad. Fuentes fidedignas revelaron que Palme era un hombre que valoraba su vida privada, y que no le gustaba la protección. Por eso, esa tarde rechazó la seguridad de un guardaespaldas.

Al principio de la investigación se sospechaba de un extranjero como autor del crimen: un kurdo de Irak, miembro del grupo guerrillero PKK, entrenado por la KGB, un asesino profesional chileno, una persona vinculada al Gobierno de Sudáfrica y el ex mercenario yugoslavo, Ivan von Birchan, dijo que la CIA le había ofrecido dos millones de dólares para asesinar a Olof Palme. Luego existieron otros sospechosos suecos, siendo los más notorios para la investigación: Christer Pettersson, un alcohólico que estuvo detenido en prisión casi un año como presunto criminal de Palme. Y Stig Engström, un diseñador gráfico que trabajaba en la Empresa de seguros Skandia. De ahí que figura en las investigaciones como “El hombre de Skandia” (Skandiamannen). Engström y Pettersson han muerto hace mucho tiempo.

Stig Engström fue el primer testigo del crimen. Y declaró que fue él, la primera persona que socorrió a Palme herido de muerte. De acuerdo a sus palabras, ese día se quedó en su oficina trabajando hasta altas horas de la noche. Y cuando se iba a su casa, se topó con Lisbet Palme y su marido tirado en la calle sangrando. La Policía consideró que sus declaraciones eran contradictorias y pasó a ser considerado un sospechoso del macabro asesinato. Lo extraño y curioso de esta historia, es que la Policía no investigó a fondo a Engström. Y por todo lo que se descubrió muchos años más tarde, da la impresión que las indagaciones, referentes a Engström, se quedaron empolvadas en algún estante de los Archivos de la Policía.

Según la página digital de la Policía sueca, la investigación sobre Olof Palme contiene 22.430 hojas y figuran 90.000 personas. Se han tomado declaraciones a más de 10.000 personas, 134 personas han confesado ser el asesino de Palme, de las cuales 29 lo han hecho directamente en la Policía. A decir verdad, la Policía cometió graves errores desde los primeros instantes del asesinato. Por ejemplo, no precintaron la zona donde ocurrió el homicidio. Las balas fueron encontradas por una persona que caminaba por la calle. La Policía también fue criticada por la manera de llevar a cabo los interrogatorios a la viuda Lisbet Palme. Y a medida que pasaba el tiempo se sumaban otras críticas. En el año 2020, es decir, después de 34 años del magnicidio de Olof Palme, la Fiscalía sueca decidió poner fin a la investigación; alegando que ha muerto la persona sospechosa del crimen. Y el fiscal, Krister Petersson, señala como sospechoso principal a Stig Engström. Y continúa: “el material que ha surgido no es suficiente para que un tribunal considere que Engström sea culpable”. El mensaje de Petersson es ambiguo y da lugar a muchas interpretaciones. Cabe indicar que Stig Engström se quitó la vida en junio de 2000.

Y entre este meollo de juicios, conjeturas y sospechas; el asesinato de Olof Palme ha pasado a ser una historia en donde se mezclan muchísimas teorías de conspiración. Toda la trama y el supuesto autor del crimen superan la ficción. En las novelas policiacas donde ocurre un crimen, al final el asesino es descubierto. Pero en este caso, el supuesto asesino gozó de libertad y decidió suicidarse. Lo tragicómico de esta narración es que Stig Engström estaba en las manos de la Policía desde el primer minuto de la pesquisa. Entonces podríamos decir que el atentado contra Palme y las investigaciones en torno al criminal, han dado lugar a una novela policiaca que no tiene fin. Todo esto ha hecho volar la fantasía de muchos periodistas, investigadores, intelectuales y escritores de todo el mundo. Se han escrito notas, artículos, libros y documentos. Finalmente la novela negra, inspirada en el asesinato de Palme, se ha llevado a la pantalla con el nombre de El asesino improbable (Netflix).

Olof Palme era un hombre controvertido, inteligente y ha hecho mucho por Suecia. Su lenguaje político hacía temblar al adversario. Amado por muchos y odiado por otros. Gracias a él se han realizado grandes conquistas sociales que son vigentes hoy en día. Entre otras cosas: la posibilidad de un préstamo para estudios universitarios, el derecho a 16 meses de baja de maternidad cobrando el 80% del sueldo, el cuidado de los ancianos y minusválidos alcanzó altos niveles, se introdujeron subsidios para la vivienda y subsidios para niños y niñas menores de 18 años.

Fue un defensor acérrimo de los Derechos Humanos, de la paz mundial y de los países en vías de desarrollo. Luchaba contra las injusticias sociales, los abusos de Estados Unidos, el régimen del apartheid y apoyaba al Congreso Nacional Africano. En 1968 participó en una manifestación anti-norteamericana, y junto al Embajador de Vietnam del Norte en Moscú marcharon, por las calles de Estocolmo, con teas en las manos como una señal de protesta contra los bombardeos norteamericanos en Hanói. Palme comparó esos bombardeos con la de los nazis, y pasó a ser un enemigo de Estados Unidos. Entonces el Gobierno de Lyndon B. Johnson retiró a su embajador de Estocolmo.

Suecia, a pesar de ser un país pequeño, ha buscado maneras de influir en la política internacional, sobre todo, para promover la seguridad y la paz mundial. En este contexto, Olof Palme, como representante especial de la ONU, jugó un papel importante como mediador en el conflicto bélico entre Irán e Iraq. Apoyó firmemente a los movimientos de liberación de América Latina y del mundo. Su brillante pensamiento pacifista fue plasmado en conceptos de seguridad que están definidos por la Comisión Independiente sobre el Desarme y la Seguridad (Comisión Palme). Su preocupación por la seguridad internacional y el desarme, lo llevó por diferentes países del mundo a exponer sus ideas sobre este tema. Decía que no se alcanzaba la paz atemorizando al enemigo con un poderío bélico.

El 6 de abril de 1986, Palme tenía que viajar a la ex Unión Soviética para conversar con Mijaíl Gorbachov sobre el desarme nuclear, pero fue abatido con un tiro certero un mes antes. Desde entonces el mundo está, cada vez, más chiflado. La diplomacia y el desarme han fracasado. La paz mundial y la justicia se alejan como parte de los sistemas estructurales civilizados y orientados hacia la humanidad. Estados Unidos sigue con sus ínfulas de ser los dueños del mundo. Y, por consiguiente, quieren instalar bases militares en todos los rincones del Planeta, incluso en las narices de Rusia. Este paradigma militar de supremacía trasnochada, ha sido el principal fundamento para que el Gobierno de Biden hiciera caso omiso a la petición rusa para conservar la paz. Pues ahora los cielos de Europa se han puesto tenebrosos a causa de la guerra entre Rusia y Ucrania. Ojalá que ningún loco apriete el botón rojo del apocalipsis. Los pueblos y las naciones del mundo quieren vivir en paz sin Ejércitos alienados, ni gobiernos empeñados en armarse hasta los dientes. Ahora más que nunca se debe apelar a las ideas planteadas por la Comisión Palme porque conducen a la vía más adecuada para alcanzar, la tan anhelada paz mundial.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.

https://rebelion.org/olof-palme-protesto-contra-los-bombardeos-norteamericanos-en-hanoi/

domingo, 14 de junio de 2020

Olof Palme, caso cerrado: la policía identifica al asesino del primer ministro sueco. Y nosotros nos lo creemos, lo que tiene todos los números de parecer una burda forma de acabar cerrando el caso. Sentimos vergüenza ajena de todo el proceso sobre la investigación del crimen.

Suecia cierra el caso después de 34 años de investigaciones fallidas y señala al "hombre de Skandia", muerto hace 20 años, como único responsable del magnicidio del socialdemócrata.

BELÉN DOMÍNGUEZ CEBRIÁN Madrid - 10 JUN 2020

Suecia se ha despertado este miércoles pegada a la televisión. En una comparecencia histórica, el fiscal Krister Petersson ha revelado la identidad del que casi con toda seguridad asesinó en 1986 al primer ministro sueco, el socialdemócrata Olof Palme, a la edad de 52 años. Se trata del ciudadano sueco Stig Engström, conocido como hombre de Skandia (empresa en la que trabajaba), que falleció hace ya 20 años. Engström fue en un primer momento testigo en el caso y después, sospechoso. Al haber fallecido en el año 2000, las autoridades se ven incapaces de continuar con la investigación y han decidido ponerle punto final. Tras 34 años de pesquisas, la sociedad sueca se queda ahora con la agridulce sensación de que el caso está cerrado, pero no aclarado.

“Hemos llegado lo más lejos que hemos podido”, ha dicho Petersson en una comparecencia virtual –a causa de la prohibición de reuniones de más de 50 personas para prevenir los contagios de coronavirus– que ha sido seguida en directo por más de medio millar de periodistas en diferentes países. El asesinato de Palme, un hombre controvertido, defensor de los derechos humanos e incómodo para muchos Gobiernos a los que criticó abierta y duramente –como al de Estados Unidos por la intervención en la guerra de Vietnam; al sudafricano por el régimen del apartheid contra la mayoría negra; y a la dictadura franquista, entre otros–, representó un trauma para Suecia y conmocionó a toda la socialdemocracia europea la noche del 28 de febrero de 1986. Palme, primer ministro de Suecia entre 1969 y 1976 primero, y entre 1982 y 1986 después, murió efectivamente antes de entrar en el hospital en la madrugada del 1 de marzo.

Pese a que los investigadores no han sido específicos a la hora de desvelar el móvil del asesinato, se sabe que Engström, de padres suecos pero nacido en la India en 1934, había mostrado su rechazo al discurso político progresista de Palme días antes de pegarle dos tiros por la espalda. Los investigadores han señalado que los testimonios de algunos testigos han sido “de gran importancia” para acabar responsabilizando, ya definitivamente, al hombre de Skandia. Las declaraciones de estos han reiterado durante años y años que un hombre con abrigo oscuro y sombrero se esfumó de la escena del crimen por unas escaleras aquella fría noche. Según las imágenes recogidas por las cámaras del edificio de las oficinas de Skandia, donde Engström trabajaba como diseñador gráfico y donde estuvo ese viernes por la noche hasta tarde –al día siguiente, sábado, se iba a esquiar, pero tuvo que permanecer en la oficina en lugar de preparar el viaje, según le dijo a su esposa– el sospechoso salió del edificio poco antes de la hora del asesinato vistiendo precisamente un abrigo oscuro y un sombrero, tal como aparece en las imágenes de prensa de aquellos años ochenta. “Se dirigía al metro”, han sentenciado los investigadores. Justo el mismo camino que Palme y su esposa Lisbet recorrieron –sin guardaespaldas– aquel día después de ver la película Los hermanos Mozart en el Grand Cinema de Estocolmo.

El fiscal Petersson, frío, tranquilo y algo impasible ante la expectación que había despertado su comparecencia, sostiene como prueba del asesinato que el hombre de Skandia tuvo acceso a un revólver del mismo tipo y modelo con el que Palme fue tiroteado: un Magnum .357 Smith & Wesson. Pese a las últimas conjeturas en redes sociales y en la prensa local —que se añaden a la larguísima lista de hipótesis y teorías conspiranoicas que acarrea el caso Palme— en las que se llegó a decir que la policía había encontrado el arma, el fiscal ha insistido varias veces en que, después de 34 años, el arma sigue en paradero desconocido.

Otro indicio, quizás más llamativo que el de la pistola, es la revelación de que Engström era miembro de un club de tiro, según el fiscal. Las autoridades están prácticamente seguras de que él no era el propietario de la ya mítica Magnum .357 Smith&Wesson, pero que “alguien en su vecindario” de Estocolmo tenía una habitación de su casa “llena" de pistolas y que una coincide con el calibre utilizado para matar a Palme. Engström “tenía una [pistola] que parece que coincide con la del crimen”, ha dicho Petersson. “Creemos que Engström llevaba consigo una pistola aquella noche”, ha añadido.

El hombre de Skandia era ya un viejo conocido, pues fue él mismo quién a la mañana siguiente llamó a la policía para avisar de que él fue a la escena del crimen para socorrer a Palme y que estaba preocupado por que le pudieran confundir con el asesino. Tras años de estudio milimétrico y de vaivenes en la investigación, Petersson ha podido confirmar que la versión que dio Engström como testigo primero, y sospechoso después, no coincide con la información que revelan las cámaras de seguridad de su empresa, la declaración de su esposa y varios testimonios de otros testigos.

Las esperanzas de que el enigma se iba a resolver hoy eran altísimas en el país escandinavo de alrededor de diez millones de habitantes, pero han resultado en un “anticlímax”, describe por correo electrónico Ulf Bjereld, reputado politólogo de la Universidad de Gotemburgo y simpatizante del Partido Socialdemócrata, la formación de Palme. “Las expectativas de que el fiscal iba a presentar pruebas nuevas y sustantivas eran altas. Pero no, no había arma homicida, ni ADN, ni confesión, ni nuevos testimonios cruciales”, resume. “Sí, Stig Engström es realmente un sospechoso. Pero no hay evidencia clara de que él también sea el asesino”, opina.

El caso queda hoy, tras 12.522 días de misterio, cerrado; y el único responsable, el hombre de Skandia, ya no puede ser juzgado pese al ánimo del fiscal Petersson, que reabrió el caso en 2016, de arrojar un poco de luz en un magnicidio equiparado al del mítico presidente de Estados Unidos, John F. Kennedy, en 1963.

Investigación
Varios tertulianos políticos y algunos medios suecos habían avivado estos días el debate previo a una comparecencia oficial que ahora pone fin a 34 años de una investigación llena de descuidos y torpezas. Por ejemplo, no se acordonó con suficiente rapidez la escena del crimen, que fue contaminada; una de las dos balas fue hallada por una persona ajena a la investigación, entre otros descuidos.

La vía de investigación que iba tomando más fuerza era la sudafricana. Palme era un hombre abiertamente crítico con el régimen del apartheid y una semana antes de su muerte no solo pidió su abolición, sino que mostró su apoyo al Congreso Nacional Africano. “Apoyaba a los países del tercer mundo y su derecho a la independencia”, recuerda Bjereld. El hombre de Skandia, por otra parte, no estaba de acuerdo con la ideología, casi utópica, de Palme. Y así lo había hecho saber días antes del magnicidio.

Incluso el diario británico The Guardian publicaba este lunes una investigación en la que aseguraba, citando fuentes anónimas, que los servicios secretos suecos se habían reunido con sus homólogos sudafricanos el pasado 18 de marzo en Pretoria; y que estos le entregaron un dossier a los escandinavos. “No hay nada específico. Mucha gente nos ha contactado, pero desafortunadamente no hay pruebas suficientes [para inculpar a los servicios secretos de Sudáfrica]”, ha concluido el fiscal.

Palme era incómodo, incluso polarizador, recuerda el politólogo. “Mucha gente lo amaba, algunas personas lo odiaban. Era muy inteligente, un excelente retórico y su lenguaje político era muy ideológico”. Por eso, desde el principio, las hipótesis sobre la autoría -material e intelectual- se multiplicaron. El partido kurdo PKK, el KGB (servicios secretos soviéticos), Yugoslavia y hasta la CIA (servicios secretos de EE UU). Todos han sido sospechosos alguna vez de estar detrás de un magnicidio que conmocionó a la sociedad europea de finales del siglo pasado. “Las especulaciones continuarán, pero a nivel social creo que habrá una aceptación de que ahora sabemos lo que es posible que sepamos y que tal vez nunca obtengamos la respuesta absoluta sobre la pregunta sobre quién mató a Olof Palme”, sentencia Bjereld.

El magnicidio de un político carismático, tan popular como controvertido, tan respetado como detestado, supuso un trauma colectivo en Suecia. Porque la violencia política parecía algo totalmente ajeno a este país, cuna del estado de bienestar -hizo de Suecia una “superpotencia moral” con el feminismo como punta de lanza, resumen Bjereld-, donde un primer ministro pensaba que podía ir en metro al cine un viernes por la noche sin escolta.

https://elpais.com/internacional/2020-06-10/suecia-cierra-la-investigacion-del-asesinato-de-olof-palme-34-anos-despues-al-estar-muerto-el-unico-sospechoso.html

P. D.:
34 años después todo aparece tan sencillo y fácil. ¿Por qué no se dijo entonces? ¿Era porque el asesino vivía y podía contradecir la información? Y ahora muerto, por suicidio después de 20 años, no puede defenderse ni mostrar ninguna coartada.

Esta información, por su forma de aparecer, por los años transcurridos, por estar muerto el acusado, por los intereses en que Olof muriese por incómodo a tantas gentes, todas de derecha y algunas incluso racistas, por ser un político justo y bondadoso, por su defensa de la libertad, igualdad, solidaridad y la justicia frente al poderoso, por el asesinato también de su secretaria Anna Lindh. (¿esto no os recuerda algo de lo ocurrido con J. F. Kennedy y su hermano Robert?) y por muchas cosas más, parece toda una chapuza para cerrar el caso de manera burda. Y sobre todo, es una forma de anular cualquier indicio o sospecha de conspiración y acusar a una sola persona ya muerta, cortando así, o pretendiendo cortar, toda línea de investigación más creíble y explicable. Otra cosa muy distinta es conocer la verdad y hacer justicia. No parece que nada de ello se haya logrado.
 
No debemos olvidar el asesinato mediante carta bomba de Ruth First, una conocida activista sueca (?) antiapartheid y amiga personal de Olof Palme, asesinada cuatro años antes, en 1982.

Ni tampoco el caso de su camarada Anna Lindh, “dirigente socialdemócrata sueca opuesta a la invasión estadounidense de Iraq en 2003 asesinada el 11 de septiembre [11-S] de ese mismo año”, como se dice aquí. Curiosa la coincidencia en las fechas elegidas, aunque en este caso el móvil de los "autores intelectuales" se nos muestra con absoluta claridad. El que la apuñaló está condenado y siempre declaró que su móvil fue por odio e individual.

El ‘caso Palme’
(Editorial del 13-06-2020, El País)

El cierre en falso de la investigación del asesinato del político sueco no oscurece la vigencia de su legado

Con 36 años de retraso, el fiscal sueco Krister Petersson cerró el miércoles la investigación por el asesinato en Estocolmo del primer ministro Olof Palme y designó como culpable, sin aportar nuevas pruebas, a un diseñador gráfico, Stig Engström, conocido como El Hombre de Skandia (por la empresa en la que trabajaba), que se suicidó en el año 2000. Aunque la investigación ha concluido, el caso Palme está muy lejos de haber sido cerrado porque se mantienen abiertas la mayoría de las incógnitas que se plantearon aquella noche de febrero en la que el político sueco, un gigante de la socialdemocracia europea, fue asesinado cuando volvía caminando a casa con su esposa, sin escolta.

Durante todo este tiempo, la figura del primer ministro sueco ha mantenido un gran peso en la memoria colectiva de los europeos, un recuerdo que no solo está relacionado con su trágico final y con su asesinato, sino con la vigencia de su pensamiento y su acción política. Olof Palme fue un nombre crucial en la construcción del Estado de bienestar y dedicó su carrera a la lucha contra las injusticias, tanto en política internacional como en el terreno social. La idea central del modelo sueco de que, incluso en una economía de mercado, el Estado tiene la obligación de proporcionar servicios básicos de calidad a los ciudadanos, con una redistribución de la riqueza a través de los impuestos, forma parte de ese legado. Medidas como la del ingreso mínimo vital, recientemente aprobada en España, no son ajenas a la herencia de este político, que además ocupó un enorme espacio en la escena internacional.

Palme tenía muchos enemigos en el mundo porque fue una voz valiente, que puso lo que consideraba justo incluso por encima de los intereses económicos de su propio país. Fue un adversario declarado de la Sudáfrica racista del apartheid, de las dictaduras de Franco y de Pinochet, de la guerra de Vietnam o de la invasión de Checoslovaquia, y abogó por la desnuclearización de Europa. No guardó silencio ante las injusticias, defendiendo de manera formidable e incontrovertible sus convicciones. Este activismo, además de la consideración de que en Suecia no podía haberse planeado un crimen así, fue lo que llevó a la policía a descartar la pista interior desde el principio y a buscar complots internacionales detrás del magnicidio. Esto es lo que explica que el asesino señalado por la Fiscalía el miércoles estuviese en el radar de la policía desde el principio, pero nunca fuese investigado a fondo. Sin ninguna prueba nueva, su designación como culpable parece responder al viejo axioma de que una vez descartadas todas las demás opciones, lo que queda, por improbable que parezca, debe ser la verdad. Con un caso que no se ha cerrado del todo, Europa seguirá recordando a Palme por su vida, no por su muerte.

El exmercenario que avisó del asesinato de Olof Palme

domingo, 12 de abril de 2020

Un recuerdo de Tony Judt

La causa que el historiador defendió hasta su muerte se revela ahora como la única posible: la solidaridad colectiva

Tony Judt estaba muriéndose poco a poco y su afán de escribir, en vez de atenuarse, o de desaparecer, se volvía acuciante. A Tony Judt la enfermedad lo había ido confinando en una parálisis progresiva, en una pérdida gradual del movimiento, pero sus facultades mentales no sufrían ningún deterioro, así que el consuelo de la lucidez, de la memoria, de la plena conciencia, al mismo tiempo acentuaba el horror de lo que estaba sucediéndole, el cumplimiento de una sentencia para la que no habría aplazamiento. Ya del todo impedido, en una silla de ruedas, con un micrófono pegado a la boca que recogía su voz inaudible, Tony Judt apareció en Nueva York en algún acto público, tan brillante y batallador como siempre, con golpes de un humorismo seco inglés y judío: “Me he convertido en un busto parlante”.

Yo había leído casi todos sus libros y había asistido a algunas de sus conferencias. Solo unos años antes Judt había publicado la que probablemente fue su obra maestra, el logro más alto de su carrera como historiador, Postwar. Era un libro de historia y también un ejercicio arrollador de facultades narrativas, de esa forma específica de talento literario que al menos desde Edward Gibbon es una tradición gloriosa de los historiadores británicos, y también de unos cuantos americanos. Un día, leyendo The New York Review of Books, encontré un ensayo de Judt que para mi sorpresa no era histórico, ni polémico, sino puramente autobiográfico. Se titulaba Night, y su escritura era tan lacónica como su mismo título. Era el relato de sus noches de inmovilidad y tormento, tendido bocarriba en una cama, prisionero de su propio cuerpo inerte pero no insensible, aquejado de picores y punzadas de dolor de los que no podía defenderse, abandonado en la oscuridad y el insomnio desde el momento en que su cuidador lo dejaba solo.

Uno por uno fueron apareciendo en The New York Review ensayos cada vez más confesionales, más estremecedores por su contención, por la urgencia creciente con la que estaban escritos. El historiador se convertía ahora en memorialista, porque su conciencia despojada de casi cualquier conexión física con el presente se proyectaba con una claridad minuciosa hacia el pasado. El cronista de la historia europea del siglo XX ahora dictaba, palabra por palabra, cada vez con mayor dificultad, la crónica de su propia vida, y al leerla uno descubría el vínculo entre las dos. Es posible que un historiador, como un novelista, necesite una médula de implicación personal en los materiales con los que trabaja. Como judío, con raíces maternas en Rusia y en el este de Europa, Judt tenía una visión nada teórica ni abstracta de los efectos del totalitarismo; como hombre de izquierdas, criado en un barrio trabajador de Londres, beneficiario de becas sin las cuales no habría podido llegar a la Universidad, su relato de los cambios sucedidos en Europa después de 1945 estaba marcado por el agradecimiento: por la plena conciencia personal de cómo políticas de justicia social, de sanidad pública y educación pública hacían posible que muchas personas sin recursos privados desarrollaran sus capacidades mejores.

Es una historia europea. Es la de Tony Judt y la de muchos que como él fueron, fuimos, los primeros en nuestras familias en estudiar bachillerato y hacer una carrera universitaria. En los primeros años de este siglo, cuando Judt escribía Postwar, la unidad europea parecía una pura inercia burocrática, y el Estado de bienestar no suscitaba mucho aprecio entre la mayor parte de los que se beneficiaban de él. El libro de Judt nos recordaba con crudeza cuánto horror y cuánta destrucción y cuánto odio reinaban en Europa al final de la guerra, y qué inmenso, sostenido, heroico fue el esfuerzo para reconstruirla, levantando al mismo tiempo un sistema de libertades y garantías sociales que por primera vez en la historia humana —se dice pronto— hicieron accesible la educación, la sanidad y un cierto grado de seguridad vital a una gran mayoría de las personas. El historiador Judt contaba con más pasión lo que él mismo había vivido como ciudadano.

Un recuerdo de Tony Judt
Y era esa misma doble pasión la que desataba su ira en los últimos años, y no le dejaba aletargarse ni resignarse en la enfermedad, la misma ira lúcida de activismo que a los 15 años lo había llevado a enrolarse en un kibutz en Israel, y que años después lo llevó a denunciar las injusticias cometidas por el Estado de Israel contra los palestinos. La ira de Tony Judt iba dirigida contra la confabulación de poderes económicos, profesores doctrinarios del neoliberalismo, políticos halcones y políticos aprovechados que desde el triunfo simultáneo de Ronald Reagan y Margaret Thatcher se organizó con el propósito de desbaratar una por una todas las conquistas sociales que se habían ido logrando desde el new deal en Estados Unidos y la posguerra en Europa occidental.

En su país había asistido, desde los años ochenta, a la privatización y el inmediato deterioro de servicios básicos como los ferrocarriles o las redes de suministro de agua, y al desguace de la sanidad y la educación públicas. Viviendo en Nueva York podía ver de muy cerca las consecuencias devastadoras de la falta de toda protección social, educativa o sanitaria para los más pobres. Mucho antes que Piketty, Tony Judt denunció el crecimiento abismal de la desigualdad y de la acumulación de riqueza. El último libro que publicó en vida, en 2010, Algo va mal (Ill Fares the Land), fue un manifiesto que a muchos nos despertó de golpe a la realidad de la destrucción de tantas cosas esenciales que no habíamos sabido defender, un redoble de conciencia contra el aturdimiento de una izquierda tan obsesionada por la celebración de los grupos identitarios que había perdido cualquier proyecto de fraternidad cívica, de emancipación universal, de mejora de las condiciones de vida de los trabajadores.

Me acuerdo de Tony Judt estos días porque la causa que él defendió hasta su último aliento es la que ahora se nos revela no como una opción entre otras, sino como la única posible para sobrevivir al desastre: el antiguo, el desacreditado proyecto socialdemócrata de la soberanía personal y la solidaridad colectiva, del libre albedrío y los servicios públicos, de la racionalidad ilustrada y científica contra la ignorancia y las fantasías demagógicas. Tony Judt murió en 2010, pero había dejado escrito tanto que sus libros siguieron publicándose después de su muerte. Ahora más que nunca hay que seguir leyéndolo.

https://elpais.com/cultura/2020/04/07/babelia/1586279071_774545.html

miércoles, 16 de enero de 2019

Rosa Luxemburgo & Feminismo marxista. Vida y muerte de Rosa Luxemburgo: A cien años del asesinato de la revolucionaria alemana

Alexander Gorski
https://desinformemonos.org

Hace 100 años del asesinato fascista de la feminista y marxista Rosa Luxemburgo.

De vez en cuando hay destinos personales en los cuales se refleja la esencia de toda una época. En esas ocasiones, el caso individual parece ser la ilustración de procesos históricos, la dramatización de rupturas sociales y la síntesis de desarrollos complejos. El asesinato de Rosa Luxemburgo es uno de esos casos.

Hace cien años, el 15 de enero de 1919, la figura legendaria de la izquierda alemana fue asesinada junto con su camarada Karl Liebknecht a sangre fría por paramilitares derechistas, después del fracaso del levantamiento espartaquista, una insurgencia popular en Berlín que tenía el objetivo de defender los logros de la Revolución de Noviembre de 1918. Pero vayamos por orden. No se puede entender el significado de la muerte violenta de Rosa Luxemburgo para la historia alemana sin recapitular la biografía de la teórica marxista y sus circunstancias dramáticas.

Nacida el 5 de marzo de 1871 en una familia judía en Polonia, Luxemburgo comenzó su proceso de politización en la escuela y participó en grupos de estudios alternativos, donde conoció la obra de Carlos Marx por primera vez. En 1889 fue a Zúrich (Suiza), donde estudió una carrera multidisciplinaria y se graduó con una tesis doctoral sobre el desarrollo industrial de Polonia en 1897. Durante esos años Rosa fue una parte activa de la comunidad de migrantes radicales, que se juntó en Zúrich para preparar los derrocamientos de sus respectivos gobiernos. Atraída por el partido socialista más fuerte del continente, se fue a vivir a Alemania, donde fue activa en el Partido Socialdemócrata de Alemania (SPD) y se oponía en contra de las emergentes tendencias reformistas y nacionalistas dentro del partido proletario más grande de Europa.

Por su habilidad discursiva y sus publicaciones polémicas se hizo conocida muy rápidamente y se convirtió en uno de los personajes más importantes de la tendencia revolucionaria del SPD. Fue sentenciada a cárcel en varias ocasiones por insultar al emperador Guillermo II de Alemania y por promover posiciones antimilitaristas en sus artículos. Diferente a la mayoría, Rosa veía claramente el peligro de una gran guerra entre los diferentes poderes imperialistas. En septiembre de 1913 habló en Frankfurt en una manifestación que se oponía a las preparaciones para la guerra y dijo frente a la multitud de cientos de miles de personas: “Si nos quieren obligar a disparar en contra de nuestros hermanos extranjeros, hay que decir: No, no lo vamos a hacer!” Por ese llamado a la desobediencia fue condenada a 14 meses de encarcelamiento en febrero de 1914. A finales de julio empezó la Primera Guerra Mundial, la cual tardaría más de cuatro años y costaría 17 millones de vidas y la devastación de todo un continente.

La fracción parlamentaria del SPD votó casi en su totalidad a favor de los créditos necesarios para financiar la guerra. Debido a su posición firme en contra de la guerra, Rosa Luxemburgo pasó casi todo el período bélico en la cárcel en Berlín. No obstante, intervenía regularmente en los debates públicos a través de artículos, en los cuales por ejemplo analizó los desarrollos revolucionarios en Rusia durante el año 1917. Veía la insurrección popular del proletariado ruso en contra del zar con mucha esperanza, aunque también era una de las primeras voces en criticar los conceptos vanguardistas de Lenin. Para ella el camino hacia la revolución radicaba en la organización democrática de las masas, la autogestión obrera de los medios de producción y en las huelgas políticas.

En 1918 el disgusto de las masas alemanas sobre la guerra resultó en un levantamiento popular, hoy conocido como La Revolución de Noviembre, la cual logró la destitución del emperador Guillermo II. Pero dentro del movimiento revolucionario había una división interna. Por un lado, el SPD se apartó de una ruptura radical con el sistema capitalista y optó por la instalación de una democracia liberal-burguesa. Por otro lado, existían fuerzas anticapitalistas que querían aprovechar el momento histórico para establecer un sistema comunista consejista, que se basaría en los comités de base que habían surgido a lo largo del año 1918.

El primer día del 1919, esas fuerzas radicales fundaron el Partido Comunista de Alemania (KPD). Mientras el SPD quería consolidar su nuevo poder y entró en alianza con fuerzas derechistas, sobre todo con grupos paramilitares, que estaban compuestos mayoritariamente por soldados derechistas. En la segunda semana de enero, en un acto de desesperación, las fuerzas radicales intentaron rebelarse en contra del abuso a sus esfuerzos revolucionarios. Rosa Luxemburgo era escéptica sobre las posibilidades de derribar al gobierno socialdemócrata de transición de esa manera. Tenía razón. El SPD y sus aliados paramilitares suprimieron brutalmente la insurgencia conocida como Levantamiento Espartaquista.

El 15 de enero Rosa Luxemburgo fue detenida, torturada y luego asesinada por miembros de un grupo paramilitar. Su cuerpo fue tirado en un canal de Berlín y no fue encontrado hasta el 31 de marzo. En este momento la revolución ya había sido sofocada. Por lo tanto se puede decir que el asesinato de Rosa Luxemburgo marcó el final de un ciclo de insurgencias en Alemania, que llevó en si la esperanza de un cambio profundo en el país más poderoso de Europa.

Además, su asesinato por un grupo paramilitar en alianza con el SPD significó la traición de la socialdemocracia alemana que empezó con su aprobación de la Primera Guerra Mundial. El SPD nunca sería de nuevo una fuerza progresista, incluso hoy en día. Esa división de la izquierda alemana también explica porqué uno de los movimientos obreros más grandes en la historia mundial no fue capaz de frenar al fascismo que tomó el poder 14 años después de la muerte de Rosa Luxemburgo. Con la muerte de Rosa Luxemburgo se enterró la esperanza de un camino diferente para Alemania y Europa.

Los años 1918/19 parecen lejos hoy en día, cuando la clase trabajadora europea muestra una clara tendencia a la derecha. Aún así, el legado de la vida y muerte de Rosa Luxemburgo lleva en sí una multitud de lecciones y esperanzas. Como ella lo escribió unos días antes de su muerte:

“¡El orden reina en Berlín!, ¡esbirros estúpidos! Vuestro orden está edificado sobre arena. La revolución, mañana ya se elevará de nuevo con estruendo hacia lo alto y proclamará, para terror vuestro, entre sonido de trompetas: ¡Fui, soy y seré!“


Imagen de Rosa Luxemburgo

Fuente: https://desinformemonos.org/vida-muerte-rosa-luxemburgo-cien-anos-del-asesinato-la-revolucionaria-alemana/

viernes, 28 de septiembre de 2018

El fascismo siempre llama dos veces

Hemos conocido por la prensa la reciente reunión entre Matteo Salvini y Steve Bannon, exestratega jefe de Donald Trump y líder de la fundación The Movement, una organización cuyos principios recuerdan al ultraderechista Tea Party de Sarah Palin. Bannon ha desembarcado en Europa, donde partidos populistas, antiestablishment y antiinmigrantes gobiernan en Polonia, Italia y Hungría, para dar cobertura ideológica a la pujante extrema derecha y promover su expansión y coordinación en el continente, sobre todo de cara a las elecciones europeas de 2019. Bannon ha sugerido que las próximas elecciones europeas podrían abrir el camino para que los movimientos populistas y racistas europeos luchen contra el eje moderado en política migratoria que representan la canciller Angela Merkel y los presidentes Emmanuel Macron y Pedro Sánchez. El objetivo es construir una mayoría política en un Parlamento Europeo dominado por fuerzas euroescépticas y reaccionarias. Esta ronda de reuniones sigue a las recientes conversaciones mantenidas con el primer ministro de Hungría, Viktor Orbán, con quien Salvini comparte una férrea política antiinmigratoria. ¿Está en marcha la salvinización de Europa?

Frente a ello, Dimitris Papadimoulis, vicepresidente del Parlamento Europeo y líder de Syriza, apostaba en una entrevista del pasado 10 de septiembre concedida a EURACTIV por crear una alianza pro Unión Europea que incluya a centristas y liberales, por lo que probablemente la política (anti)migratoria de la Unión Europea de los próximos tiempos oscilará entre la postura más “moderada” del eje Alemania-Francia-España (creación de “centros cerrados de desembarco” o “campos controlados”) y la postura radical de Lepens, Berlusconis, Sarkozys, Salvinis, Farages, Orbans y demás.

Sin embargo, Europa no debe tener tanto miedo de Bannon como de sí misma. El racismo y el supremacismo eurocéntricos no son el resultado de un accidente no deseado, sino parte intrínseca del proyecto moderno de dominación europea del mundo. Lo explica de manera clara Boaventura de Sousa cuando afirma que el pensamiento occidental moderno es en buena medida un “pensamiento abisal”, una manera arrogante y autoritaria de ordenar y clasificar el mundo que crea distinciones radicales entre lo civilizado y lo salvaje, entre quienes son completamente humanos y quienes son considerados menos que humanos. Se trata de distinciones racializadas, sexualizadas, de clase social, edad, religión o cualquier otra condición que consagran jerarquías de humanidad.

Precisamente esta ideología abisal, que detesta lo diverso e impone lo propio, es la que históricamente ha servido (y sirve) de base para legitimar la autoridad de formas de dominación imperantes en el mundo, como el supremacismo blanco, el clasismo, el sexismo y la homofobia. Locke, que en 1669 redactó las Constituciones de Carolina, estaba implicado en el negocio del tráfico de esclavos a través de la Royal África Company, y además su filosofía política acabó legitimando el genocidio indígena por parte de los colonos ingleses, que consideraron justificado su afán desmedido de apropiación. Kant, cuya ética universalista del deber nos legó sentencias cargadas de humanidad (“el ser humano, considerado como persona, no puede valorarse solo como medio para fines ajenos, sino como fin en sí mismo”, escribió el filósofo), recomendaba tratar a golpes a los negros de África. Los mismos negros a los que en sus lecciones de historia universal Hegel privó de conciencia histórica y los mismos sobre los que Nicolas Sarkozy, en su célebre discurso en la Universidad de Dakar, y haciendo gala, sin saberlo, de un hegelianismo estremecedor, afirmó que estos todavía no habían entrado en la historia. Salvini, menos dado a sofisticaciones intelectuales, se atrevió a llamar directamente “carne humana” a los migrantes rescatados en el mar. En Dinamarca, el nacionalismo islamófobo está creciendo. El Gobierno de Lokke Rasmussen prepara un paquete de medidas legislativas que parecen inspirarse en las leyes de Jim Crow. La nueva legislación decreta que veinticinco barrios de renta baja, en los que se concentran migrantes predominantemente musulmanes, se considerarán “guetos”, palabra que evoca los guetos judíos de la Polonia ocupada por los nazis, y que ahora el Gobierno danés pretende normalizar. Ya sabemos cómo funciona la lógica del fascismo: se señala a un enemigo que representa la necesidad de defenderse de aquello que lo amenaza, después se cercan barrios, se invierte en alambradas y muros, se construyen blindajes que indican que el entorno ha dejado de ser seguro. Y así nos vamos volviendo seres cada vez más inmunitarios, defensivos y ensimismados. El caso danés es solo un ejemplo de ese pensamiento abisal trasladado al corazón de los barrios y las ciudades de Europa.

No menos preocupante es el avance de estas fuerzas fascistoides entre la clase media blanca trabajadora, sostén histórico de la socialdemocracia y el sindicalismo, así como la complicidad con el discurso xenófobo y racista de cierto sector de la izquierda europea. En Alemania, la copresidenta del grupo parlamentario de Die Linke, Sahra Wagenknecht, no ha dudado en apropiarse de parte del discurso antiinmigración de la formación ultraderechista Alternativa para Alemania (AfD). ¿Es esta la estrategia necesaria de las izquierdas para ganarse a los votantes de clase trabajadora? Lo dudo.

El consenso antifascista que sirvió para construir Europa tras la Segunda Guerra Mundial está seriamente resquebrajado. La política europea de austeridad, precariedad, xenofobia y asfixia democrática intensificada durante la crisis financiera ha creado este caldo de cultivo tóxico. Los partidos tradicionales y sus líderes no han sabido ofrecer soluciones más allá del neoliberalismo, con su ideología de libre mercado destructora del Estado de bienestar. Vivimos un momento de peligro: de crisis profunda de la socialdemocracia, de grandes alianzas entre socialdemócratas y liberales, de fascismo renaciente de la extrema derecha, de dispersión (e incluso absorción por el sistema, como los casos del Gobierno de Tsipras en Grecia y del Movimiento Cinco Estrellas en Italia) de las energías democráticas que hace unos años tomaron las calles y las plazas.

Parece que el Parlamento Europeo comienza a reaccionar, como lo pone de manifiesto la apertura de una especie de expediente disciplinario a Hungría para evaluar la posibilidad de suspender su derecho a voto en el Consejo de la Unión Europea. Es una medida insuficiente y llega demasiado tarde. El fascismo siempre llama dos veces. Mientras bate de nuevo la puerta, habrá que aprender de Pasolini cuando en 1962 reflexionaba sobre la creciente adhesión de las nuevas generaciones a las ideas de la extrema derecha: “No es necesario ser fuerte para enfrentarse al fascismo en sus formas locas y ridículas; hace falta ser muy fuerte para enfrentar el fascismo como normalidad, como codificación, diría alegre, mundana, socialmente elegida, del fondo brutalmente egoísta de una sociedad”.

Fuente:

https://blogs.publico.es/dominiopublico/26466/el-fascismo-siempre-llama-dos-veces/

domingo, 2 de abril de 2017

La renta básica universal sería el mayor logro del capitalismo”. El pensador holandés propone repartir dinero gratis y la jornada laboral de 15 horas para acabar con la desigualdad.

El historiador Rutger Bregman (Westerschouwen, Holanda, 1988) irrumpió en el debate ideológico de su país hace ya tres años con la publicación de su ensayo Utopía para realistas. El texto se divulgó primero en Internet, en la web The correspondent. La industria editorial se sumó más tarde al fenómeno, que llega ahora a España de la mano de Salamandra. Colaborador en medios como The Washington Post o The Guardian, Bregman cree viable sacudir el capitalismo con propuestas como la renta básica universal, reducir las jornadas laborales a 15 horas semanales o abrir fronteras para acabar con la desigualdad.

Pregunta. En el sur de Europa el debate ahora se centra en cómo seguir financiando el Estado del bienestar. ¿Ve viable añadir al sistema una renta básica universal?
Respuesta. La renta básica es un complemento de las partes fundamentales de la sociedad del bienestar que debería añadirse a la salud y la educación pública. Pero hay cosas que esta renta podría reemplazar, en especial a subsidios como el de paro, que se ha convertido en un sistema increíblemente burocrático y paternalista y que no funciona.

P. ¿Entonces los ciudadanos dejarían de cobrar cuando estuvieran desempleados?
R. La renta básica es la planta cero de la distribución y es incondicional. La obtendrían todos: ricos y pobres.

P. ¿Y cómo se financiaría?
R. Como he dicho, reemplazaría algunas partes de la sociedad del bienestar. Pero la renta básica es una inversión. Hay muchas pruebas científicas que demuestran de que la pobreza es enormemente cara: genera más delincuencia, peores resultados académicos, enfermedades mentales… Sería mucho más económico erradicar la pobreza que combatir los síntomas que provoca.

P. Critica al Estado por “supervisor” o “paternalista”, ¿pero no cree que debe controlarse de algún modo cómo se emplean los recursos públicos?
R. Los pobres son los auténticos expertos en sus propias vidas. Creo en la libertad individual y la gente sabe qué debe hacer con su vida, pero ahora vivimos de lleno en una sociedad de burócratas y paternalistas. Las investigaciones demuestran que lo mejor es dar directamente el dinero directamente a quien lo necesita en lugar de destinarlo a inspectores y burocracia. A mucha gente le preocupa que la renta básica se derroche en drogas o alcohol, pero en el pasado ha habido experiencias que concluyen que ha funcionado sobradamente bien.

P. ¿Esa no es la actitud que esta semana ha mostrado el jefe del Eurogrupo, Jeroen Dijsselbloem, cuando en referencia a los países del sur de Europa decía que uno no podía gastarse dinero en mujeres y alcohol y luego pedir dinero?
R. Me gustaría disculparme en nombre de mi país por ello. La buena noticia es que probablemente él pronto ya no trabajará en ese sitio. Sí, es un gran ejemplo de la falta de confianza que las grandes instituciones tienen en la gente normal. Todo ese dinero, en realidad, no fue a los bolsillos ni de los basureros ni de los limpiadores ni de los profesores, sino de los banqueros. En el libro trato de expresar una idea más optimista de lo que podemos conseguir como sociedad. Mi generación está harta de políticos como Dijsselbloem, que ponen a los ciudadanos en contra de otros ciudadanos.

P. En el libro es muy crítico con la izquierda socialdemócrata por su discurso "perdedor". ¿Cómo debe renovarlo?
Los socialdemócratas han sido completamente aplastados en las últimas elecciones generales en Holanda. Han perdido el rumbo y no tienen ideas para aportar. Dijsselbloem es el mejor ejemplo del tecnócrata y de esa percepción de que los hombres con traje saben mejor lo que nos conviene. Y esa idea ha desembocado en la irrupción del populismo de derechas. La tecnocracia y el populismo están convencidos que solo hay una receta que va a funcionar, y lo que nos conviene es el pluralismo. El problema de la izquierda hoy es que solo sabe a qué se opone. Se ha quedado en una noción muy paternalista, de ayudar a quien lo necesita. Debemos darle la vuelta a ese discurso por completo. Por ejemplo, reivindicar la meritocracia. Si nos la tomamos en serio, muchos maestros deberían cobrar más y muchos banqueros tener incluso un sueldo negativo por destruir riqueza. Ese es el discurso que necesitamos para combatir la desigualdad.

P. Pero en el libro su crítica es general, se queja de que su generación carece de nuevas ideas…
R. Pero ya hay algunos síntomas para la esperanza. Yo escribí el libro por primera vez en holandés en 2014 y por aquel entonces nadie tenía ni la más remota idea de qué era la renta básica. Ahora solo en Holanda hay 20 ciudades que han implantado un plan para implementarla, se está experimentando en Finlandia y está a punto de hacerse también en Canadá. Eso demuestra que es una idea que va conquistando el mundo.

P. Aboga por una jornada laboral de 15 horas semanales. Esa idea ya la puso sobre la mesa John Maynard Keynes y no parece que nos hayamos acercado mucho. ¿Por qué cree que ahora es posible?

R. Durante décadas mucha y mucha gente pensó que tendríamos jornadas más cortas. Keynes no fue el único. En los años setenta la mayoría de los economistas y sociólogos estaban convencidos de ello. Pero en los ochenta eso cambió y empezamos a trabajar mucho más. Hoy estamos sobrepasados por el trabajo. Hay dos razones. El primero es el consumismo: compramos cosas que no nos hacen falta para impresionar a gente que no nos gusta. El problema de esa explicación está en que la mayor parte de las cosas que compramos y no necesitamos están producidos por robots y en el Tercer Mundo, lo que ha hecho que la mayoría trabajamos en el sector servicios. Eso nos hace buscar otro motivo, y es que en los últimos 30 años hemos asistido a un crecimiento disparatado del nivel de trabajos basura.

P. ¿En qué sentido son basura?
R. Un trabajo basura es un empleo que es calificado como inútil por la persona que lo desempeña. A menudo son trabajos muy bien pagados, pero pueden consistir en mandar correos electrónicos o escribir informes que nadie va a leer. No estoy hablando ni de basureros, ni profesores ni enfermeras. Y hay trabajo increíblemente útil que no se paga, como el cuidado de los niños o ancianos o el voluntariado. Si todos ellos dejaran de trabajar, sí tendremos problemas de verdad.

P. ¿Y qué mecanismo usaría para asignar los salarios?
R. La renta básica sería fundamental, porque por primera vez en la historia permitiría a la gente que pudiera decir no a trabajos que realmente no quiere hacer. Hoy ese es un privilegio solo al alcance de los más ricos, pero en el caso de que se implantara la renta básica sería un derecho al alcance de todo el mundo. A los niños se les dice que deben estudiar algo que les dé dinero. Con la renta básica, podrán hacer lo que quieran en la vida.

P. Habla de que habrá menos empleo por la tecnología. ¿No puede ser que en lugar de eso se creen nuevas categorías de empleo?
R. Hemos subestimado la extraordinaria capacidad del capitalismo para generar nuevos trabajos inútiles. Hoy tal vez el 30% de los empleos son inútiles, pero el capitalismo puede convertir esa cifra en el 40%, 50% o 60%. A menos que introduzcamos la renta básica o redefinamos el concepto de trabajo.

P. Uno podría encasillarlo como antisistema, pero en el libro defiende el capitalismo al afirmar que es un “motor de prosperidad”…
R. La renta básica universal sería el logro más importante del capitalismo. No es una idea absurda, es una plataforma sobre la que arrancar y le concederá a todo el mundo una herramienta para arriesgarse y emprender. Y en eso consiste el capitalismo.

P. Los críticos con la renta básica dicen que esos ingresos desincentivarían el trabajo. ¿Qué opina?
R. Invierto tres capítulos en hablar de experiencias que se han llevado a cabo para demostrar que cuando la gente recibe dinero gratis ni lo malgasta ni se lo bebe. Las investigaciones demuestran que todos queremos conseguir nuestro sueño. Y el gran desperdicio de nuestros días son los millones de personas que están atrapados en la pobreza o en un trabajo inútil.

P. Usted propone la apertura de fronteras en un contexto en el que el mundo parece ir en dirección contraria. ¿Es la parte más utópica de su argumento?
R. Sin duda, es la más radical. Pero tenemos pruebas de que la inmigración es un arma contundente contra la pobreza. Un país con un patriotismo fuerte debería estar orgulloso de abrir sus puertas a emigrantes y refugiados, porque todo gran país en la historia de la humanidad se ha fundado sobre ellos.

P. Esa propuesta requiere de un consenso internacional. Viendo el papel de la Unión Europea en la crisis de los refugiados, ¿le parece viable conseguirlo?
R. Todo empieza por contar una historia distinta. Lo mismo sucede con la renta básica. A menudo me dicen que la gente está en contra, pero en el siglo XVII la mayoría también estaba en contra de la democracia.

http://economia.elpais.com/economia/2017/03/23/actualidad/1490287072_800265.html?rel=cx_articulo#cxrecs_s

jueves, 7 de abril de 2016

Entrevista con Xabier Arrizabalo Montero, profesor de economía aplicada de la Universidad Complutense de Madrid. “La salida a la crisis del capitalismo solo puede ser resultado de que aquellos que vivimos de nuestro trabajo abramos una alternativa en positivo”.

Fernando Arellano Ortiz El Cronicón

No hay alternativa de superar la profunda crisis civilizatoria dentro del brutal esquema de ajuste que impone el capitalismo, sostiene el economista español, sociólogo y docente universitario Xabier Arrizabalo Montero, quien estuvo en Bogotá y en Quito cumpliendo compromisos académicos.

En la capital colombiana este profesor de economía aplicada de la Universidad Complutense de Madrid dio una conferencia en la sede del partido Polo Democrático Alternativo, sustentada en su libro Capitalismo y economía mundial. Bases teóricas y análisis empírico para la comprensión de los problemas económicos del siglo XXI, editado en 2014.

Igualmente, en la capital del Ecuador, Arrizabalo Montero disertó sobre el convulso contexto actual de la economía mundial, caracterizado por la persistencia de la crisis, en el Instituto de Altos Estudios Nacionales (IAEN), la universidad de posgrados del Estado.

El imperialismo, los límites del capitalismo y la crisis civilizatoria como encrucijada histórica fueron los tópicos analizados en sus charlas en estos países suramericanos por este analista económico.

En su opinión, “lo que constatamos es la universalización de las políticas de ajuste que tratan de ser la respuesta a la crisis pero que al final no hacen sino contribuir a que la economía desemboque en una crisis aún más aguda”.

Para profundizar en estos temas, dialogamos ampliamente con Arrizabalo Montero, aprovechando su paso por Bogotá.

Para los neoliberales la que está equivocada es la realidad y no su interpretación

- En el capítulo 8 de tu libro analizas el ajuste y crisis de la década de los 70 y afirmas que es el periodo de vuelta a la normalidad del imperialismo. Es decir, a partir de la crisis petrolera del 70 el capitalismo inaugura a sangre y fuego con Pinochet, lo que se llama el modelo neoliberal. Y si se mira históricamente lo que ha sido el capitalismo se puede afirmar que hasta esta etapa tan importante no solamente a partir de la plusvalía sino de la explotación tan profunda que este sistema conlleva per se, ¿podríamos colegir que el capitalismo es el crimen perfecto?
- Muy buena pregunta, no es fácil de resumir. A mí me parece que es interesante lo que señalas respecto del punto de inflexión de los 70 que va mucho más allá de la crisis petrolera, o que sea un mito o un detonante porque realmente hay eventos de fondo previos incluso en particular el año 71, la ruptura de convertibilidad de dólar/oro, esa idea de oro internacional se quiebra y se hace añicos. Desde mi punto de vista, la clave es que hablamos de crisis de los 80, hablamos de crisis hoy y entre medias qué ocurre, entre medias podemos hacer una trampa muy querida de los economistas neoclásicos que es no mirar la realidad, si la realidad y la interpretación difieren, dicen ellos, que la que está equivocada es la realidad y no su interpretación. Como por supuesto queremos ser serios y mirar la realidad, qué constatamos. Lo que constatamos es la universalización de las políticas de ajuste que tratan de ser la respuesta a la crisis pero que al final no hacen sino contribuir a que la economía desemboque en una crisis aún más aguda. Si ves la definición misma, yo diría la huida hacia adelante y la no salida. No hay alternativa dentro de este esquema de ajuste. Estamos asistiendo hoy a un escenario brutal como la experiencia de Europa, que es muy interesante. Es muy interesante porque esa Europa, la referente de desarrollo democrático, económico y social a escala mundial, en ella vemos hoy cómo los elementos básicos de ese desarrollo que le han hecho historialmente adquirir cierto estatus de referente, hoy están siendo cuestionados frontalmente, están cuestionados sin duda en Grecia, Portugal, Irlanda, España, Italia, pero también en Francia y Alemania incluso. De modo que efectivamente yo creo que lo que inaugura y además has puesto un punto de inflexión que no es cualquiera, es la experiencia de Chile. Yo hice mi tesis doctoral sobre la economía chilena durante la dictadura. Y creo que ahí sin falsa modestia hubo un elemento de cierto olfato en la medida de que lo que inauguran es un escenario de antecedente que va a tratar de aplicarse universalmente desde entonces. El tema es fascinante desde luego. Dolorosamente fascinante si queremos decirlo así.

- Tú señalas que no hay salida porque esta es una crisis civilizatoria generada por un modelo exacerbado como el capitalismo. ¿Si hoy decimos Europa es neoliberalismo o no es, porque en tu libro veo que haces un análisis de los ajustes fondomonetaristas, estamos bien enfocados, habida cuenta que este continente está entregado a la troika (Comisión Europea, Banco Central Europeo y Fondo Monetario Internacional)?
- Exacto…

- Y el hecho de que en tu país, España, no se pueda formar gobierno es una consecuencia directa de las presiones de Ibex 35 (principal índice bursátil de referencia de la bolsa española) y de la troika. La pregunta concreta entonces es: ¿hay horizonte?
- La pregunta es brillante porque realmente lo que constatamos hoy es la imposibilidad de contener la situación, la Comisión Europea sigue el dictado del FMI en la troika. La troika como un organismo tripartito: Banco Central Europeo, Comisión Europea y Fondo Monetario Internacional. Pero digámoslo con claridad, el Banco Central Europeo ya estaba aquí, la Comisión Europea ya estaba aquí. En general la troika es el caballo de Troya dentro del cual el Fondo Monetario Internacional, vale decir el capital financiero estadounidense, quiere tomar las riendas directamente de la política económica de Europa de una forma análoga a la que vosotros en América Latina habéis conocido bien desde los años 80, con esas políticas de ajuste, con ese Fondo Monetario Internacional dirigiendo de manera muy directa la política económica: privatizaciones, desregulación, aperturas indiscriminadas, etc. Yo creo que es muy significativo lo siguiente: ¿puede haber ajuste sin euro? Claro que puede haberlo pero lo que no puede haber es euro sin ajuste, porque el euro es un mecanismo económico del ajuste y efectivamente lo que expresa la crisis española es brutal desde el punto de vista de la Comisión Europea porque el capital tiene un programa que hay que ejecutarse ya, por ejemplo 9 mil millones de euros de recorte del gasto público social. Pero qué ocurre, que no consiguen encontrar la forma para aplicarlo y en este momento la situación es verdaderamente explosiva ya que se ponen en marcha varios juegos simultáneos, varias partidas de póker, varias partidas malas de póker digámoslo así, pero con un denominador común: el mandato electoral que se expresó el 20 de diciembre es inequívoco con aritmética parlamentaria para derogar todas y cada una de las contrarreformas del Partido Popular que es un partido adherido directamente a la dictadura. En España no ha habido ningún elemento de saneamiento. La dictadura murió en la cama y el gobierno del Partido Popular es una continuidad, en ese contexto el hecho es que hay aritmética parlamentaria porque aparte hay cálculos modificateros que piensan más en una eventualidad de repetición de las elecciones haciendo unos cálculos que posiblemente sean disparatados. Esta situación nos está enseñando a vivir en una realidad explosividad que resulta de un deterioro de las condiciones sociales que toma cuerpo en España de una forma brutal. Está habiendo regiones, (nuestras comunidades autónomas) donde los colegios se abren en los periodos vacacionales como única forma de asegurar una ingesta alimentaria diaria a los niños. Es un indicador brutal en una economía, la española, que con todas sus limitaciones hace poco trinaba por un plan de G7. En España los salarios del año 78, en el marco todavía de la transición democrática con todo el poder del franquismo perfectamente mantenido, representaban el 67% del producto, dos terceras partes, hoy representan apenas el 50% y es un problema que viene de lejos. Las crisis en realidad expresan esa huida hacia adelante, no salida de la que estamos hablando; y en ese contexto la situación social y política efectivamente está muy abierta, más abierta que nunca.

- Así como tu señalas, hablando políticamente, de que hay esta banda criminal denominada Partido Popular que es herencia directa del franquismo y que ha sumido a España en una crisis social, beneficiando en forma directa a los sectores financieros, sin embargo no nos podemos olvidar de la responsabilidad directa del Partido Socialista Obrero Español, que de “socialista” no tiene nada, y del gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero cuya herencia básicamente fue dejar a Mariano Rajoy. ¿No es en tu concepto el PSOE corresponsable de esta crítica realidad social que vive tu país?
- El PSOE tiene una responsabilidad directa y para mí hay un punto de inflexión en relación con el periodo reciente, que es crucial y que es mayo de 2010. En esa fecha ya con la crisis en curso y con un efecto social demoledor, con un alto desempleo, etc., Zapatero viaja a Bruselas y le recibe una delegación que está integrada no solo por la Comisión Europea sino también por el Fondo Monetario Internacional que dicho de manera llana lo que le plantea es: tienes que aplicar exactamente el programa contrario a aquel por el que te votaron. Resumidamente se trata exactamente de eso. ¿Zapatero tenía alternativas? Por su puesto que las tenía, Zapatero tenía alternativas no siendo un dirigente revolucionario, sin duda, habría bastado simplemente que siendo demócrata a la vuelta de Bruselas, y le voy a poner un poco de escenificación teatral para visualizarlo, habría bastado que al llegar al aeropuerto de Madrid convocara una rueda de prensa y hubiera dicho: señores, me quieren imponer que aplique exactamente lo contrario que aquello que lo que votasteis y yo que no voy a encabezar una rebelión simplemente llamo a las urnas. Habría sido una posición honesta, que además hubiera abierto un escenario.

- Esa experiencia de la imposición de la troika a Zapatero es una demostración de que hoy la democracia está secuestrada por el capital financiero…
- Sin duda, no solamente decía para ilustrar que sí había alternativa, es que no es verdad que no haya alternativa.

- ¿Y el caso de Alexis Tsipras en Grecia?
- Sí, absolutamente, es que quería empezar por Zapatero y acabar por Tsipras para señalar un hecho que tiene una importancia histórica y simbólica como tal y es que el Fondo Monetario Internacional que no se presenta de forma directa a las elecciones el 5 de julio de 2015 en Grecia, mueve sus fichas de la única forma que sabe hacerlo: cuestionando la democracia, haciendo un chantaje que toma la forma particular del corralito. El corralito no es una opción cualquiera, es una amenaza a la población trabajadora en el sentido de que si votan romper con las políticas de ajuste están amenazando sus ahorros. No es una cuestión cualquiera. Y en ese contexto, valerosamente la clase trabajadora en Grecia vota en contra del Fondo Monetario Internacional en una proporción que es ni más ni menos que del 62%, que incluso con voto de abstención en realidad representa casi las dos terceras partes, es un voto muy valioso. En el caso griego lo que hace el gobierno es dar un giro de 180 grados y empezar a caminar en dirección opuesta. Había salida, claro que la había. Aunque era idílica había un escenario de panacea porque la única conclusión lógica era la de respetar el mandato expresado el 5 de julio en las urnas. Cuál era un mensaje de ruptura con la Unión Europea que abría ciertas expectativas de salida. Hay un documento muy valioso de un economista diputado de Syriza que luego se fue con Unidad Popular, Costas Lapavitsas, quien se remanga, se mete de lleno en el charco y plantea, bueno, qué pasaría el día después. Y no es retórico, él habla de que antes que nada tiene que asegurarse el suministro de medicamentos, de alimentos, de energía, no es un juego y sin embargo señala la palanca que se le abriría a un gobierno democrático griego: romper con el corsé del euro movilizando simplemente el gasto público en ayuda al proceso de producción cuando en Grecia hoy un 25% de la capacidad instalada está ociosa y no se va a movilizar porque al capital privado no le conviene por cuanto vive de la actividad puramente financiera y particularmente especulativa. Pero tampoco el gobierno puede hacerlo en ese corsé férreo que es el euro que prohíbe taxativamente cualquier mecanismo de solución.

- Y cómo analizas el hecho de que Tsipras convoca un referéndum, lo gana y se asusta…
- Claro, en realidad eso tiene que ver también con una cierta idealización que pensaba, no en mi caso pero sí de otros, que Syriza era una especie de panacea. Cuando observamos bien a Syriza qué constatamos. Encontramos muchas contradicciones. Si se perdía el referendo se hubiera tenido la justificación para hacer lo que finalmente se hizo. Pero el escenario inexplicable es que se ganó y paradójicamente se va a aplicar un tercer memorándum que es más gravoso que aquel que había sido sometido a referéndum. Es un plan de ajuste que está provocando de nuevo protestas; los recortes en las pensiones son simplemente salvajes; y sin embargo insisto, es aquello por lo que se votó en contra. Esto tiene que ver con algo muy importante y es que a menudo miramos la propia realidad de las organizaciones y de los partidos desde un punto de vista un poco superficial. Desde cómo se presentan los fenómenos sin entrar a analizar elementos de fondo. Y es que incluso en el propio programa de Syriza nunca se planteó realmente ningún escenario, no digo de ruptura, sino uno frente a las exigencias de la troika europea como finalmente ocurrió que echa por tierra las reivindicaciones populares. Porque al final Syriza lo que hace es retractarse, o mejor digámoslo así, se autoretractó.

- Pero Podemos, la formación que lidera Pablo Iglesias en España, tampoco es de ruptura. Podemos es una propuesta socialdemócrata que apunta a negociar con la troika. ¿Su postura está sustentada a entenderse con Bruselas?
- De Podemos cuestionaría incluso su condición socialdemócrata por una premisa: la socialdemocracia tiene una responsabilidad histórica, es cierto, el seguir defendiendo la idea de un reformismo cuando su contenido ni siquiera son reformas, sino puras contrarreformas. Pero ojo, la socialdemocracia no deja de ser una corriente que viene del movimiento obrero traído de lo que se quiera, Podemos ni siquiera eso. En el argumento electoral de Podemos está prohibido hablar de clases, está prohibido hablar de trabajadores, nos hablan de los de abajo, nos hablan de la casta y esta formación tiene dos grandes ejes programáticos: la regeneración democrática frente a la corrupción y el combate contra los recortes sociales. Y aquí es muy importante la experiencia, creo yo, de Lula en Brasil. En las elecciones del 89 el programa presidencial de Lula partía de un no reconocimiento a la deuda, cuando tres periodos después por fin gana las elecciones, viaja unas cuantas veces a Washington y ya no habla de la deuda. Bueno, Podemos hace ese trayecto, lo ha recorrido en unos pocos meses, no sé si con viajes a Washington o no, si sé que el dirigente responsable de economía, Nacho Álvarez, amigo personal, yo le dirigí su tesis doctoral, sí se reúne constantemente con algunos banqueros, con representantes del FMI, etc., ¿para qué? Para darles garantías de que no quieren romper ni un solo plato. El problema cuál es. El problema es que en el contexto en el que estamos no hay espacios de una renegociación de la deuda que abra un escenario, y no lo digo por ninguna pretensión nacionalista, todo lo contrario, mi pretensión es intentar ojalá aproximar a esa gran mayoría social que está viendo como aspectos elementales de sus condiciones de vida están cuestionadas. Al final Podemos, no nos engañemos, devalúa más el contenido social de su programa y más esa regeneración democrática que sin contenido social se parece mucho a quítate tú que me pongo yo, a señores del capital nosotros vamos a llevar sus negocios de una forma decente sin meterles la mano.

- ¿Lo que hay en Europa son partidos como Podemos o como Syriza que únicamente están buscando llegar al poder simplemente para administrar la crisis?
- Sí, con una pretensión de algo que a mí me parece que se acerca a la cuadratura del círculo, que es una pretensión de que puede haber una gestión progresiva de la crisis según qué marcos. Y esta cuestión de los marcos importa en la actual trayectoria que tenemos desde el año 93 del euro, del Banco Central Europeo que es verdaderamente implacable. Es decir, la experiencia francesa, por ejemplo, con la de un gobierno de izquierda que privatiza Air France, la compañía de bandera con toda una tradición, quién la inicia, la inicia un ministro de Transportes, Luc Panissod que era un dirigente del Partido Comunista francés y no es una cuestión por mi parte de ajuste de cuentas, no me interesa esa discusión, simplemente constatar que en el marco del corsé del Banco Central Europeo, de la troika, el margen para aplicar las políticas es un margen muy limitado.

- Tras este contexto que me has dado respecto de la realidad socioeconómica europea, y hablando desde el punto de vista global, ¿tú crees que la periferia en este momento, América Latina en concreto y en forma puntual, va a seguir cumpliendo su infortunado rol histórico de productor de materias primas y de plataforma para la acumulación por desposesión por parte de las grandes transnacionales norteamericanas y europeas? ¿Será que se repite la historia y que estos pueblos, estas periferias, no tiene otro horizonte dentro del capitalismo?

- Claro que en el marco del capitalismo el plan que está asignado es ese. Pero fíjate que antes hablábamos de España que desde el pasado mes de enero está planteado un plan de corte de gasto público social de 9 mil millones de euros y van pasando los meses y el propio capital presiona en sentido de que haya una gran coalición política para intentar aplicar su política y como bien decíamos no se consigue. Entonces, claro que ese es el plan que está reservado para América Latina, lo que ocurre es que Estados Unidos, la potencia hegemónica única, sigue desarrollando el 42% de todo el gasto militar mundial pero a la vez es un gigante con pies de barro. Y es un gigante con pies de barro incluso en su propio patio trasero tradicional. Ahora bien, los acontecimientos de la trayectoria histórica de América Latina de los últimos 40 años arrancan con la crisis de los 70 que toma la forma de la deuda externa como hilo conductor, coartada para las políticas de ajusta que provoca una deuda social y yo le añado siempre puntos suspensivos. Puntos suspensivos que denotan el caldo de cultivo para la exclusividad social que nos permite entender cómo desde hace 15 años el mapa geopolítico de América Latina es mucho más variado que el que hubo en los años 80 y 90, mucho más uniformizado. Es verdad que Colombia con Panamá, con México, con Perú, con Chile, encarnarían un elemento mucho más directo de disciplinamiento a las políticas del Fondo Monetario que otros países con términos intermedios. Pero en ese contexto, yo creo que el mandato del imperialismo es claro y la capacidad de aplicarlo es mucho más limitado. Esto es muy interesante, hace apenas 20 años queríamos pensar en escenarios donde la situación estuviera abierta, pues seguramente habíamos recurrido a un comodín, que se habría hablado de Palestina, de Oriente Medio, la situación estaba muy explosiva. Hoy lo vemos en América Latina, hemos ido comentando la realidad en Europa, lo vemos incluso en otras situaciones, en Estados Unidos en su territorio. De repente irrumpen, no deposito ninguna ilusión, ninguna remisión ni en Bernie Sanders ni en cualquiera, pero si denota la incapacidad, fíjate la propia discusión dentro del Partido Republicano que al principio pensábamos, hace un año y medio que el llamado nuevamente iba a ser otro Bush que entroncaba con la tradición familiar, lo que representa Texas y vimos que no. Hay un tipo millonario, mercenario, provocador, que parece que va decantándose. No quiero elucubrar qué va a ocurrir, todo es publicidad en poco tiempo, precisamente porque uno de los elementos característicos, y es con lo que yo quiero responder a tu pregunta, de la situación actual es la enorme aceleración de los tiempos históricos, una aceleración brutal, una aceleración que yo no niego, produce vértigo. Entonces es cierto que los planes del imperialismo para América Latina es más de lo mismo, eso es evidente, y le podrán cambiar el nombre y lo traducirán y no sé cuánto, pero al final sigue siendo lo que tu muy bien señalas, sin embargo la capacidad de disciplinar esas políticas cada vez es más limitada. Es verdad que con vaivenes. Está lo de Venezuela hoy, luego lo de Bolivia, lo de Argentina, la propia situación de Brasil, sin duda. Pero a la vez con esta situación de incontenibilidad de la explosividad social que es el elemento más definitorio porque por decir si pensamos hoy, por ejemplo en el año 45, la salida de la Segunda Guerra Mundial, constatamos que el capital tenía que hacer concesiones para aliviar la explosividad, pero podía hacerlas porque eran compatibles con las exigencias de la contabilidad. ¿Hoy no debería el capital aliviar, aflojar la presión en Grecia? Sin duda porque se arriesga a un estallido social incontenible y sin embargo cuál es el problema. El problema es que no puede económicamente porque hacer ese alivio significa que Grecia no pagara deuda al ritmo que la paga y no pagar deuda quiere decir que alguien no la cobraría. Por ejemplo, el capital financiero alemán que es el más expuesto y por tanto ahí podríamos decir, ¿y las cuentas? Si Grecia representa el 2% del PIB de la Unión Europea, ¿no se podría hacer un acuerdo de caballeros para aliviar eso? Y ahí aparece la clave política; si Grecia muestra el ejemplo de que la movilización arranca conquistas, automáticamente en España, en Portugal, en Irlanda pero en Alemania también ya tenemos el referente, por eso la situación está tan abierta, es tan explosiva, es tan dolorosa, pero también es tan fascinante.

- La crisis económica del 2007 prácticamente ha seguido, no ha terminado. La crisis del 29 culminó con la Segunda Guerra Mundial y con ella vino el plan Marshall para Europa y unas medidas keynesianas, pero ahora no hay un Keynes. ¿No será que como no hay solución a una crisis prolongada suscitada en 2007 y 2008, se pueda repetir la historia? La historia se repite a veces como tragedia, ¿y no será que el mundo está abocado a una nueva guerra mundial para poder salir del embrollo económico que ha generado el capitalismo?

- La primera premisa es que hoy en la economía mundial se llega incluso a hablar de una tercera recesión, seamos serios. Tres recesiones en ocho años es una crisis profunda. Por tanto más bien hablemos de crisis crónica, primer elemento. Segundo, recordáis el Plan Obama que tiene un monto que equivale exactamente a una decima parte del rescate bancario. Sobre la base de esas dos premisas, cuestionaría un poco o matizaría más ampliamente la idea de guerra mundial pero no par a impugnar el contenido que tú dices sino para apoyarlo, en qué sentido; en el sentido de que ya tenemos las guerras, las tenemos, las tenemos en el corazón de Europa, la guerra de Ucrania es una guerra en el corazón de Europa y en el Oriente Medio la situación es de guerra abierta, cuando se habla de una forma dramática en Europa de cientos de miles de refugiados en torno a los cuales se esta autorretratando la Unión Europea. En Europa no se habla ni siquiera de la categoría que conocemos que es el derecho de asilo y son refugiados que vienen directamente de la guerra que ha sido dirigida, teledirigida para romper la nación Siria, no solo por los intereses geoestratégicos, también para romper lo que tiene de referente el Oriente Medio que en su momento fue la nación iraquí, sin idealizaciones. Saddam Hussein no era ningún referente, pero había una nación iraquí con un Estado, con un marco de relaciones laborales, con un sector público, con una seguridad social limitada, no era la francesa pero había elementos de economía. Lo mismo Siria, y todo eso se destruye y por tanto los alcances de tu pregunta ni siquiera señala un escenario futuro sino que ya tenemos aquí esos elementos. Lo que ocurre es que sin embargo y quizá paradójicamente a mí no me lleva a una posición pesimista, tampoco optimista, sí una sensación impotente que tiene que ver con una comprensión que es lo que trata de aportar este libro de los procesos sociales que no es esquemática, que no es lineal, que no pretende una perspectiva determinista, pretender que todo está establecido ni para bien ni para mal sino para señalar que todas las espadas están en lo alto y que por tanto tiene sentido que hablemos de esto y tiene sentido intentar intervenir, intentar agrupar para abrir una salida en positivo, salida que solo puede ser el resultado de que aquellos quienes vivimos de nuestro trabajo por oposición a aquellos que también viven de nuestro trabajo, la explotación de la que antes hablábamos, somos los que tenemos la capacidad de abrir una salida en positivo y ese es el reto.

Fuente: http://www.cronicon.net/paginas/edicanter/Ediciones113/nota15.htm

martes, 13 de octubre de 2015

La extravagante idea de atender a los ciudadanos. Propuestas que en 1970 eran parte de un proyecto socialdemócrata nada revolucionario se han convertido hoy en ideas que se consideran radicales e irrealizables.

Bernie Sanders, el político norteamericano que inesperadamente ha saltado al ruedo como aspirante a la nominación demócrata, estuvo en 2010 más de ocho horas seguidas hablando en el Senado contra una ley que implicaba bajar los impuestos a quienes ingresaban más de 250.000 dólares anuales. En lugar de atraer la atención de Hollywood —James Stewart protagonizó en 1939 Caballero sin espada (Mr. Smith Goes to Washington) sobre un acto de filibusterismo parecido, película que, todo sea dicho estuvo prohibida en la Italia de Mussolini, la Alemania de Hitler y la España de Franco, hasta 1949—, Sanders fue duramente atacado. Pero algo cambió, porque el poco conocido senador de Vermont, asimilado al radicalismo de izquierda, atrajo la atención de los ciudadanos y sentó las bases de su nuevo y sorprendente recorrido. Su lema es una frase repetida cien veces: “No creo que sea una terrible idea radical decir que alguien que trabaja 40 horas a la semana no debería vivir en la pobreza”.

Lo llamativo del caso de Sanders, como el de Corbyn, en Gran Bretaña, es que si se analizan sus propuestas sociales (dejando al margen sus ideas en política exterior) se comprueba que lo que defienden hoy día es prácticamente igual a lo que formó parte de la corriente central del pensamiento del Partido Demócrata de Lyndon B. Johnson o del Partido Laborista, no ya de Clement Attlee, en los años 50, sino de Harold Wilson, en los 70. Propuestas que en 1970 eran parte de un proyecto socialdemócrata nada revolucionario se han convertido hoy en propuestas que se consideran radicales e irrealizables.

Lo curioso es que, aun hoy, cuando se pregunta a los ciudadanos, incluso en un país como Estados Unidos, la aplastante mayoría conecta con esas ideas: las corporaciones económicas tienen demasiado poder (74%); los bancos demasiado grandes deberían ser troceados (58%); los más ricos no pagan los impuestos que debieran (79%); los trabajadores necesitan estar mejor defendidos (70%); la creciente desigualdad es nociva. Según una reciente encuesta del Pew Center, por primera vez en la historia de Estados Unidos, la palabra “socialismo” provoca una visión positiva para el 49% de los menores de 30 años.

La única conclusión posible es que laboristas británicos, demócratas norteamericanos y socialdemócratas en general han estado muchos años a la defensiva, sin sangre en las venas, como aseguraba Tony Judt, aplastados por la propuesta de la derecha de que el incremento desproporcionado de la desigualdad no tenía la menor importancia, mientras todo el mundo disfrutara de crédito para financiar su consumo.

“Que las políticas atendieran a las preferencias de los ciudadanos parecía extravagante”, escribió José María Maravall (Las promesas políticas, 2013). En Estados Unidos, la mayoría de la población comenzó a pensar que su gobierno y su parlamento habían sido capturados por los poderosos. En Europa, la población empezó a no saber a quién podía pedir responsabilidades: ¿a su Gobierno? ¿A la Unión Europea?

Repentinamente, en Europa y en Estados Unidos asoman personalidades y movimientos políticos que reclaman la centralidad de esas ideas básicas: “Quien trabaja 40 horas a la semana no debería ser pobre”, “quien no tiene trabajo, sigue teniendo derechos sociales”. Casi todo lo que se hace desde hace muchos años, se lleva a cabo en contra de las opiniones públicas o gracias a su ignorancia premeditada, con argumentos tecnocráticos. “La democracia representativa se socava cuando los ciudadanos votan, pero apenas deciden”, termina su libro José María Maravall. “En mayo de 1968 se reclamaba: “sed realistas, pedir lo imposible”. Hoy día, por el contrario, se descalifican como irrealistas medidas que sí son posibles”. Y necesarias, querido profesor Maravall.
solg@elpais.es

http://elpais.com/elpais/2015/10/09/opinion/1444402505_828524.html

jueves, 4 de junio de 2015

Tony Judt, la contundencia de un moralista. La reunión de sus artículos más políticos recupera todo el abanico de preocupaciones del autor de ‘Postguerra’

Cuando los hechos cambian se inicia con la crítica que Tony Judt publicó en el New York Review of Books en mayo de 1995 de la Historia del siglo XX, de Eric Hobsbawm. Es una buena introducción porque pone sobre la mesa cuestiones que importan para entender al autor de Postguerra. Una de ellas es su interés por lo que pasó durante el siglo XX en la Europa del Este. A los habitantes de esa zona les tocó sufrir dos calamidades, la que desencadenaron los nazis y la que montaron los comunistas. La astucia de Stalin consistió en recuperar en los años treinta el buen nombre de su causa cuando apoyó a la República española frente al golpe de los militares rebeldes y sus amigos falangistas. Para Hobsbawm, cuenta Judt, aquélla fue “la única causa política que, incluso en retrospectiva, se nos aparece tan pura y atrayente como lo fue en 1936”. Y, sin embargo, es justo esa fascinación la que le impide a Hobsbawm no sólo analizar “el uso que hizo Stalin del conflicto español”, sino ni siquiera abordar cómo aquella unidad antifascista “contribuyó a forjar una nueva imagen del comunismo internacional después de los desastres militares, económicos y estratégicos de sus dos primeras décadas”. Y afirma: “Si queremos comprender el siglo XX, esa radical remodelación del comunismo (que se repitió en una clave menor después de 1943) necesita ser valorada”.

En la década de los noventa, como le contó a Timothy Snyder en Pensar el siglo XX, Nueva York convirtió a Judt en un intelectual público. Su compromiso se hizo más intenso en 2011 tras el 11-S: “me pareció cada vez más urgente zambullirme en una conversación estadounidense: exigir el debate abierto y sin restricciones sobre temas incómodos en un momento de autocensura y conformidad”. Es lo que hace en los textos de Cuando los hechos cambian. En uno de ellos se refiere a Hannah Arendt y dice que se dedicó a perturbar “la fácil paz de la opinión recibida”. Es lo que también hace Judt: no pasa ni una sola de las ideas que querían imponerse entonces con la ofensiva neoconservadora y a todas ellas las somete a un escrutinio minucioso para pronunciarse de inmediato de manera contundente. Opera como historiador, porque aborda cada asunto desde una amplia perspectiva y lejos de los peajes del presente, pero se pronuncia como moralista. Como Montaigne o como Camus, le dijo a Snyder, “yo también era un moraliste: pero un moralista estadounidense”.

El libro reúne 28 textos, uno de ellos inédito, escritos entre 1995 y 2010; la selección e introducción la ha hecho Jennifer Homans, la última mujer de Judt. Están todas sus obsesiones. Vuelve sobre la devastación que produjeron los nazis y luego los comunistas en la Europa que terminó bajo el dominio del estalinismo, denuncia los peligros de una Unión Europea henchida por el éxito de unos logros que pueden ser desvirtuados por su manía con “la rectitud fiscal y el beneficio comercial” o reivindica aquellos años de posguerra donde surgieron las instituciones que propiciaron el Estado de bienestar como una barrera al sufrimiento de treinta años de guerra. También se ocupa de Israel en unas piezas que en su día fueron contestadas por el coraje con el que defendió la necesidad de entendimiento con los palestinos y la solución de los dos Estados, y por su virulenta denuncia del afán del Estado judío por servirse de la memoria del Holocausto como un escudo ante toda crítica. Hay una larga parte en la que Judt ataca la indiferente condescendencia con que los neoconservadores trataron a su aliados en aquella guerra global contra el terror que puso en marcha George Bush. Son textos escritos al hilo de la invasión de Irak o ante los excesos que se produjeron en Guantánamo o Abu Graib. Por importante que sea la guerra que se libra, no se puede actuar sin límites ni cortapisas de ningún tipo: “Estamos ofreciendo un simulacro de democracia desde un camión blindado a setenta kilómetros por hora y lo llamamos libertad”, escribe.

No podía falta, claro, su celebración del ferrocarril, y también se incluyen homenajes a François Furet, Amos Elon y Leszek Kolakowski. Pero lo que está bulliendo continuamente es su defensa de la socialdemocracia. En esos valores se reconoce este moralista: en su lucha contra la desigualdad y en su reto de construir instituciones destinadas a proteger a los más débiles. “Por decirlo sin ambages, la izquierda tiene algo que conservar. Es la derecha la que ha heredado el ambicioso impulso modernista de destruir e innovar en nombre de un proyecto universal. Los socialdemócratas, característicamente modestos en su estilo y su ambición, tienen que hablar con más firmeza de lo conseguido en el pasado”. Ése es su mensaje, que sigue intacto mucho después de se haya ido.
Cuando los hechos cambian. Tony Judt. Traducción de Juan Ramón Azaola y Belén Urrutia. Taurus. Barcelona, 2015. 413 páginas. 22,90 euros

viernes, 8 de mayo de 2015

“La socialdemocracia será eclipsada por fuerzas más radicales". OWEN JONES | ENSAYISTA, UNA DE LAS VOCES MÁS INFLUYENTES DE LA IZQUIERDA BRITÁNICA.

El autor publica un estudio sobre la historia de Reino Unido tras la II Guerra Mundial


Un ‘chacal rebuznante’, según Fox News. Socialista. Columnista del Guardian”. Así se define Owen Jones (Sheffield, Inglaterra, 1984) en su perfil de Twitter. En 2011, con solo 27 años, publicó un libro —Chavs, la demonización de la clase obrera que se convirtió en un fenómeno editorial y a su autor, en una de las voces más influyentes de la izquierda británica. Su nuevo ensayo,  El establishment (Seix Barral)es un estudio de la historia política de Reino Unido después de la II Guerra Mundial, a través del grupo de poder que la domina, desafiando a la democracia desde arriba y unido por el objetivo común de mantener un sistema que Jones considera nefasto y perverso. Recibe a EL PAÍS en un café del norte de Londres, a pocas semanas de unas elecciones cruciales para el futuro de su país y, afirma, para el de la propia izquierda en Europa.

Pregunta. Augura que las generaciones futuras mirarán atrás y contemplarán con asombro y desprecio cómo se organiza hoy la sociedad británica. ¿Tan grave es?
Respuesta. Es injusta e insostenible. Tenemos una sociedad en la que la riqueza de los mil que más tienen se ha duplicado durante los cinco años de una de las mayores crisis económicas que ha sufrido este país, mientras un millón de personas tienen que recurrir a los bancos de alimentos. Es una sociedad perversa.

P. ¿La culpa es del establishment?
R. Hubo mucha resistencia a la democracia en este país por el miedo de los de arriba a que, si todo el mundo podía votar, habría una redistribución de la riqueza y el poder. Era cierto: la democracia conlleva una redistribución. Pero en los últimos 30 años ha habido un intento de recuperar el poder y la riqueza perdidas. Y eso es el establishment. Un colectivo unido por intereses económicos, mentalidades y conjeturas comunes.

P. ¿Una conspiración?
R. No. Una unión de intereses que colisionan con la democracia. Es la amenaza a la democracia desde arriba. Este establishment exhibe un triunfalismo sin precedentes. Cree que ha derrotado a todos sus enemigos. La manera en que funciona la sociedad parece inevitable.

P. ¿Estamos resignados a su poder?
R. El establishment depende de un sentimiento de resignación. Es como el tiempo: puedes protestar porque llueve pero no puedes hacer nada. Pero las encuestas revelan que la opinión de la mayoría de los votantes entra en colisión con el establishment. La mayoría apoya la renacionalización de los trenes y de la energía, quieren más impuestos para los ricos, más derechos de los trabajadores. En temas económicos se identifican más con la izquierda. Pero ha cuajado un sentimiento de que no hay alternativa.

P. Ha ayudado, sostiene usted, un redireccionamiento del enfado.
R. A los trabajadores que cobran sueldos miserables se les dice que no es con sus jefes con quien deben enfadarse sino con los parados que viven lujosamente o con el inmigrante que les quita sus recursos. El establishment le dice a la gente: te han robado, pero no te enfades por el hecho de que te hayan robado, sino por que a tu vecino le han robado menos.

P. Predican el libre mercado pero, según usted, dependen del Estado más que ningún otro colectivo. ¿En qué sentido?
R. Esa es la ironía. El sector financiero no fue rescatado por el dogma del libre mercado, sino por el Estado. Es socialismo para los ricos y capitalismo para los pobres.

P. ¿Se puede combatir a ese establishment desde la política?
R. El debate político está hoy en los matices y no en los contrastes radicales. El final de la Guerra Fría fue el final de la historia, en palabras de Fukuyama. La izquierda como visión de la sociedad colapsó. El nuevo laborismo fue un producto del fracaso. Asumió los presupuestos del thatcherismo, igual que los Gobiernos conservadores de los años cincuenta aceptaron los del laborismo de posguerra. En 2008 la presunción de la izquierda, o de lo que restaba de ella, fue que el neoliberalismo había quedado desacreditado, así que emergería una alternativa. Pero eso no pasó. Milton Friedman dijo que los cambios se consiguen a través de una crisis, pero depende de las ideas que haya en el aire. Y la izquierda no tenía muchas ideas en 2008. Por eso la derecha mantuvo su hegemonía intelectual.

P. ¿Cómo ve usted al laborismo hoy?
R. La gente tiende a olvidar dónde estaba el nuevo laborismo. ¡Era tan abiertamente neoliberal! Ha cambiado bastante, aunque no se acerque ni de lejos a donde llegaría yo. Y lo ha hecho porque la ciudadanía desde diferentes foros lo ha reclamado. Frederick Douglass dijo que el poder no concede nada sin una demanda. Si hay presión desde abajo puede cambiar.

P. ¿Qué espera de ellos?
R. Su misión original era ser la voz de los trabajadores. Y estos han sufrido la mayor caída en sus ingresos desde la época victoriana. La mayor parte de la gente que está en la pobreza trabaja. Se levanta por la mañana para ganarse su pobreza. El laborismo debe preguntarse por qué vivimos en una sociedad que sirve a los poderosos en lugar de a los verdaderos generadores de riqueza. La riqueza la creamos todos: los trabajadores, el Estado, el profesor, el médico, los limpiadores. Debe estar mejor distribuida.

P. ¿En qué consiste la revolución democrática que usted propone?
R. La democracia está amenazada por los poderosos y debemos volver a conquistar la soberanía de la gente.

P. ¿La casta de Podemos es lo mismo que su establishment?
R. Supongo que sí. Para ellos es un poder al que no se le puede exigir responsabilidades, corrupto legal y moralmente, cuyo comportamiento colisiona con los intereses de la mayoría de la sociedad. España demuestra que, cuando la gente lo pasa mal, no es inevitable que la beneficiada sea la derecha populista. Es una lección para todos nosotros. No tiene por qué haber una política del miedo: es posible una política de la esperanza. La política de la esperanza dice que la injusticia es temporal y puede superarse.

P. Usted se define como socialista. Podemos, en cambio, parece haber renunciado a esa dialéctica de derecha e izquierda.
R. Lo entiendo. Creo que solo intentan comunicar sus ideas en una sociedad donde la izquierda ha sufrido enormes calamidades y derrotas políticas.

P. ¿Podría triunfar un movimiento así si se define como de izquierdas?
R. Yo soy socialista. Creo que la retórica de derecha e izquierda sigue siendo válida. Pero es la gente ya politizada la que piensa en términos de derecha o izquierda, los que vivimos en la burbuja política. La mayoría piensa en términos de vivienda, empleo, servicios, salarios, hijos. Y hay que afrontar esas preocupaciones de una manera convincente. Quien quiera cambiar la sociedad debe mirar dónde hay un movimiento con éxito y ver qué han hecho bien, y qué ha hecho mal la izquierda tradicional.

P. ¿Es esta incapaz de proporcionar el cambio que usted busca?
R. Grecia y España demuestran que, si la socialdemocracia ataca a su propia base, no puede confiar en la lealtad de esta porque encontrará alternativas. Si el laborismo llega al poder y ataca a sus seguidores, atravesará su propia pasokificación y eso podría abrir el camino a fuerzas como Podemos o Syriza. Vivimos en una era en la que la socialdemocracia puede ser eclipsada por fuerzas más radicales. Tras la Guerra Fría, eso no estaba en el guion. En la era de la austeridad, el proyecto de la socialdemocracia está en una crisis profunda y será eclipsado por fuerzas más radicales.

P. ¿Toda era, incluida esta, vive en la ilusión de que es permanente?
R. El búho de Minerva solo emprende el vuelo con la llegada del ocaso, decía Hegel. Creo que estamos ante el ocaso de esta era. La transición a una nueva será muy difícil, pero sucederá. Cuando el neoliberalismo tuvo su auge, que aquí fue con el thatcherismo, la izquierda era triunfalista. Creían que Thatcher no iba a durar. Mis padres lo creían. No se dieron cuenta de que asistían a la construcción de una nueva era. Las enseñanzas de nuestros antecesores, que desafiaron viejos órdenes y ganaron, deberían darnos esperanza y dar miedo a los poderosos. Demuestran que todo orden caerá y será sustituido. Lo importante es qué lo sustituye. Yo quiero una sociedad construida para la gente trabajadora, creadora de riqueza, no para una élite. Una sociedad donde la democracia alcance. Esa sociedad será construida algún día y esta, también, pasará.
Fuente: El País.
http://internacional.elpais.com/internacional/2015/04/29/actualidad/1430322387_133893.html

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