Mostrando entradas con la etiqueta Vietnam. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Vietnam. Mostrar todas las entradas

lunes, 11 de diciembre de 2023

Los elogiosos obituarios a Henry Kissinger revelan la «bancarrota moral de las élites estadounidenses»

-Henry Kissinger ha muerto a los 100 años de edad. Este estadista estadounidense se desempeñó como asesor de seguridad nacional y secretario de Estado en el apogeo de la Guerra Fría y durante las décadas siguientes mantuvo su influencia en la política exterior de Estados Unidos. Kissinger deja un legado sangriento en América Latina, el sudeste asiático y otros lugares del mundo, donde impulsó medidas que llevaron a masacres, golpes de Estado e incluso genocidios. Una vez fuera de la función pública y hasta su muerte, Kissinger continuó asesorando a los presidentes de Estados Unidos y a otros funcionarios de alto rango que hoy lo celebran como un diplomático visionario. El historiador de la Universidad de Yale Greg Grandin sostiene que estos halagadores obituarios solo revelan “la bancarrota moral de la clase política” del país, que pasa por alto el hecho de que las acciones de Kissinger pueden haber dado lugar a la muerte de al menos tres millones de personas en todo el mundo. Grandin es autor del libro “Kissinger ‘s Shadow: The Long Reach of America’ s Most Controversial Statesman” (La sombra de Kissinger: el largo alcance del estadista más controvertido de Estados Unidos).

Para ver la entrevista en inglés, haga clic aquí.

 AMY GOODMAN: Esto es Democracy Now!, democracynow.org, el informativo de guerra y paz. Soy Amy Goodman, con Nermeen Shaikh.

NERMEEN SHAIKH: Henry Kissinger ha muerto a la edad de 100 años. Para gran parte de la clase dominante de Washington, Kissinger será probablemente recordado como uno de los diplomáticos más influyentes en la historia de Estados Unidos. Pero en países de todo el mundo, entre ellos Chile, Timor Oriental, Bangladés y Camboya, Henry Kissinger es recordado como un criminal de guerra cuyas acciones produjeron masacres, golpes de Estado e incluso genocidios.

Kissinger nació en Alemania y se desempeñó como secretario de Estado de Estados Unidos durante los gobiernos de Richard Nixon y Gerald Ford de 1973 a 1977. También fue asesor de seguridad nacional de 1969 a 1975. Ha sido el único funcionario de Estados Unidos que ha ocupado ambos cargos simultáneamente. En 1973 ganó el Premio Nobel de la Paz junto con su homólogo norvietnamita Le Duc Tho.

Durante sus años como diplomático, Henry Kissinger supervisó la gran expansión de la guerra en Vietnam y los bombardeos secretos en Laos y Camboya, donde los ataques estadounidenses mataron a unos 150.000 civiles luego de que Kissinger ordenara a los militares atacar “cualquier cosa que vuele o cualquier cosa que se mueva”.

En el sur de Asia, Kissinger respaldó la guerra genocida del ejército pakistaní contra Pakistán Oriental, actualmente Bangladés.

En América Latina, documentos desclasificados muestran cómo Kissinger intervino secretamente en todo el continente, de Bolivia a Uruguay a Chile y a Argentina. En el caso de Chile, Kissinger instó al presidente Nixon a adoptar una “línea más dura” contra el presidente Salvador Allende, que había sido elegido democráticamente. El 11 de septiembre de 1973, Allende fue derrocado por el general Augusto Pinochet, con el respaldo de Estados Unidos. Kissinger dijo en una ocasión: “No veo por qué debamos quedarnos de brazos cruzados y ver cómo un país se vuelve comunista debido a la irresponsabilidad de su propio pueblo”.

AMY GOODMAN: En 1975, Henry Kissinger y el presidente Gerald Ford se reunieron con el general Suharto, el dictador indonesio, con el fin de dar el visto bueno a la invasión de Timor Oriental, que Indonesia llevó a cabo el 7 de diciembre de 1975. El ejército indonesio mató a un tercio de la población timorense, uno de los peores genocidios de finales del siglo XX. Kissinger también elaboró planes para atacar Cuba a mediados de los 70, luego de que Fidel Castro enviara tropas cubanas a Angola para luchar contra las fuerzas vinculadas al régimen del apartheid de Sudáfrica. En Estados U

nidos, Kissinger presionó al presidente Nixon para que fuera tras Dan Ellsberg, el denunciante de los Papeles del Pentágono, a quien Kissinger llamó “el hombre más peligroso de Estados Unidos”. El historiador Greg Grandin estimó en su momento que las acciones de Kissinger pudieron haber causado la muerte de tres millones de personas, tal vez cuatro. Mientras activistas de derechos humanos pidieron durante mucho tiempo que Kissinger fuera juzgado por crímenes de guerra, él siguió siendo una figura célebre en Washington y otros escenarios, sirviendo como asesor tanto de Gobiernos republicanos como demócratas.

Pasamos ahora a hablar con Greg Grandin, escritor galardonado con el Premio Pulitzer y profesor de Historia en la Universidad de Yale. Sus libros incluyen Kissinger ‘s Shadow: The Long Reach of America’ s Most Controversial Statesman (La sombra de Kissinger: el largo alcance del estadista más controvertido de Estados Unidos). Su nuevo artículo para The Nation se titula “Un obituario público de Henry Kissinger”. También escribió la introducción de un libro que acaba de ser publicado, Solo los buenos mueren jóvenes: el veredicto sobre Henry Kissinger.

Bienvenido de nuevo a Democracy Now! Hable sobre esta otra historia de Henry Kissinger. Tal como vemos en los principales medios de comunicación, él es elogiado por normalizar las comunicaciones diplomáticas con China y por propiciar la política de distensión con Rusia. ¿Cuál es su versión de los hechos?

GREG GRANDIN: Bueno, creo que ustedes acaban de resumir muy bien la versión de los hechos, la cantidad de crímenes de guerra en los que estuvo involucrado. La vida de Kissinger es fascinante, porque abarca hechos muy trascendentales en la historia de Estados Unidos, desde el colapso del consenso de la posguerra, qué sucedió con Vietnam. Kissinger fue fundamental en dar una nueva forma, en replantear un Estado de seguridad nacional que puede enfrentar la disidencia, enfrentar la polarización, y que de hecho prosperó con la polarización y el secretismo y que aprendió a manipular a la sociedad con el fin de fomentar una política exterior muy agresiva.

Podríamos ahondar en los detalles, pero sí quiero decir que su muerte ha sido tan ilustrativa como su vida. Si miramos los obituarios y las notas de condolencias, todo eso tan solo revela, creo, una bancarrota moral de las élites políticas, ciertamente en el mundo transatlántico, en la esfera más amplia de la OTAN, y una falta de voluntad o incapacidad de comprender la crisis en la que estamos y el papel de Kissinger en dicha crisis. Son elogios celebradores. Son absurdos e insustanciales. Son realmente increíbles. Pensemos tan solo en el último año, las celebraciones, los agasajos por su cumpleaños número 100, por haber vivido 100 años. Creo que eso es un marcador cultural de cuán corrupta es la clase po< lítica en este país. Así que su muerte es casi tan ilustrativa como su vida.

NERMEEN SHAIKH: Greg, usted estuvo en el programa cuando Kissinger cumplió 100 años.

GREG GRANDIN: Correcto.

NERMEEN SHAIKH: En esa entrevista, usted dijo que la mejor manera de ver a Kissinger no era necesariamente como un criminal de guerra. ¿Puede explicar por qué?

GREG GRANDIN: Sí, porque esa es la forma… Quiero decir, Christopher Hitchens popularizó la idea de pensar en Kissinger como un criminal de guerra, y esa es una forma de elevar a Kissinger, de alguna manera, como una especie de malvado extraordinario. Y es una línea muy fina, porque él sí jugó un papel muy importante en un número abrumador de atrocidades y en llevar y propiciar miseria y muerte para millones de personas en todo el mundo. Pero hay muchos criminales de guerra. Como saben, este país está repleto de criminales de guerra. No hay escasez de criminales de guerra.

Y pensar en él como un criminal de guerra es un poco reduccionista. No nos permite pensar en Kissinger o usar la vida de Kissinger para analizar cómo Estados Unidos… Por ejemplo, Kissinger comenzó como un republicano del sector de Rockefeller, un republicano liberal, un asesor de Nelson Rockefeller que pensaba que Nixon estaba lejos de la corriente dominante y que era un sociópata peligroso, creo que así lo dijo. Y, sin embargo, cuando Nixon ganó, y de hecho Kissinger lo ayudó a ganar al hundir un acuerdo de paz con Vietnam del Norte, él hizo las paces con Nixon, y luego prosiguió su carrera, ocupando un cargo público. Y pensó que Reagan era demasiado extremo, y, sin embargo, hizo las paces con Reagan. Después pensó que los neoconservadores eran demasiado extremos, e hizo las paces con los neoconservadores. Y luego incluso hizo las paces con Donald Trump. Llamó a Donald, celebró a Donald Trump casi como una especie de encarnación de su teoría sobre los grandes estadistas y sobre la capacidad de moldear la realidad del modo que quieran a través de su voluntad. Así que vemos cómo Kissinger, a medida que el país se mueve hacia la derecha, va moviéndose con él. Solo esa trayectoria es algo muy útil sobre lo que pensar.

Si también piensas en su bombardeo secreto sobre Camboya y luego rastreas ese bombardeo, es como una luz brillante, un rastro rojo, que va desde Camboya hasta la actual e interminable “guerra contra el terrorismo”, algo que entonces se consideraba ilegal. Quiero decir que Kissinger bombardeó Camboya en secreto porque en las décadas de 1960 y 1970 era ilegal bombardear otro país con el que no estabas en guerra. Fueron sus antiguos colegas de Harvard, que eran todos guerreros de la Guerra Fría, ninguno era un liberal a favor de la paz, quienes marcharon en Washington, y ni siquiera sabían nada del bombardeo. Fueron a protestar la invasión de Camboya. Y a día de hoy se considera un hecho dentro de las leyes internacionales que Estados Unidos tiene derecho a bombardear países terceros con los que no estamos en guerra si dan refugio a terroristas. Se considera eso como algo normal. Así que podemos ver esta evolución y deriva hacia una guerra interminable a través de la vida de Kissinger.

La vida de Kissinger también es útil para pensar en la forma en que, como funcionario público, asesor principal de seguridad nacional y luego secretario de Estado de Richard Nixon y Gerald Ford, Kissinger creó gran parte del caos que más tarde requeriría una transición a lo que llamamos “neoliberalismo”. Pero luego, tras dejar el Gobierno, como presidente de Kissinger Associates, ayudó a negociar esa transición al neoliberalismo, y a la privatización de gran parte del mundo, de América Latina, de Europa del Este, de Rusia. Así que podemos ver esa transición de político público o de formulador de políticas públicas a trabajar para obtener una riqueza incalculable como ciudadano privado en esta transición.

Así que hay muchas maneras en las que la vida de Kissinger de alguna forma mapea la trayectoria de Estados Unidos. Como saben, lo honraron en la Biblioteca Pública de Nueva York como si fuera la encarnación del llamado “siglo estadounidense”. Y en muchos sentidos, lo era. Su carrera realmente mapea muy bien la trayectoria de Estados Unidos y la evolución del aparato estatal de seguridad nacional y su política exterior y el mundo disfuncional en el que todos estamos intentando vivir, como sus dos últimos segmentos…

AMY GOODMAN: Greg…

GREG GRANDIN: … así lo mostraron…

AMY GOODMAN: Quiero que escuchemos a Henry Kissinger en sus propias palabras, hablando en 2016, cuando defendió el bombardeo secreto de Camboya.

HENRY KISSINGER: Nixon ordenó un ataque a las bases de apoyo situadas a menos de cinco millas de la frontera vietnamita, que eran áreas que estaban esencialmente despobladas. Entonces, cuando se utiliza la frase “bombardeo de saturación”, se hace, creo, en relación al tamaño de los ataques, probablemente mucho menor de lo que el Gobierno de Obama ha hecho en bases de apoyo similares en Pakistán, algo que creo que está justificado. Y por lo tanto, creo que lo que se hizo en Camboya estaba justificado. FF

AMY GOODMAN: Ese era Henry Kissinger en 2016, hablando en la Biblioteca LBJ. El famoso chef ya fallecido Anthony Bourdain dijo una vez: “Una vez has estado en Camboya, nunca dejarás de querer golpear a Henry Kissinger hasta la muerte con tus propias manos. Nunca más podrás abrir un periódico y leer cómo esa escoria traidora, manipuladora y asesina se sienta a charlar con Charlie Rose o asiste a un evento de gala de alguna nueva revista de moda sin atragantarte. Si eres testigo de lo que hizo Henry en Camboya, de los frutos de su genio para el arte de gobernar, nunca podrás entender por qué no está sentado en el banquillo de los acusados en La Haya junto a Milosevic”. ¿Puede responder a eso?

GREG GRANDIN: Sí. Esa cita contiene más agudeza e inteligencia moral e intelectual que todo el establishment político, tanto liberales… tanto demócratas como republicanos. Es moralmente correcto. Es intelectualmente correcto. Y es más preciso que la mayoría de los historiadores diplomáticos que tratan de dibujar a Kissinger como alguien más ético y moralmente complicado de lo que era en realidad.

En términos de la cita de Kissinger sobre Camboya, ahí está jugando con sus palabras. Está mintiendo. Él bombardeó masivamente Camboya. Estados Unidos bombardeó masivamente Camboya y llevó al poder dentro de los Jemeres Rojos a la camarilla más extrema, dirigida por Pol Pot. Ya saben, cuando bombardeas masivamente un país y destruyes a toda la oposición, tiendes a aupar al poder a los extremistas. Y esa es exactamente la razón por la que Kissinger es responsable, en gran medida, del genocidio que ocurrió más tarde bajo Pol Pot. El bombardeo llevó al poder a Pol Pot dentro de los Jemeres Rojos, que anteriormente eran una coalición más grande y amplia.

Pero Kissinger no se equivoca cuando vincula eso al bombardeo de Pakistán por parte de Obama. Ese era el argumento que estaba tratando de explicar antes. Kissinger tuvo que hacer eso ilegalmente… de forma encubierta en ese entonces, porque era ilegal. Iba en contra del derecho internacional bombardear terceros países, para avanzar en tu guerra en otro país. Pero ahora se acepta como un lugar común. Y es cierto, no se equivoca cuando cita el programa de drones de Obama y lo que Obama… la continuación de la lógica de la “guerra contra el terrorismo” que comenzó con George W. Bush. No se equivoca en eso. Y esa es una de las conexiones que se pueden trazar de Vietnam, Camboya y Asia del Sur a la catástrofe en la que vivimos hoy en día. 

 AMY GOODMAN: Greg Grandin, quiero darle las gracias por acompañarnos. Escritor ganador del Premio Pulitzer y profesor de Historia en la Universidad de Yale. Autor de Kissinger ‘s Shadow: The Long Reach of America’ s Most Controversial Statesman (La sombra de Kissinger: el largo alcance del estadista más controvertido de Estados Unidos). Enlazaremos a su artículo de la revista The Nation, “Un obituario público de Henry Kissinger”.

Traducido y editado por Igor Moreno Unanua e Iván HIncapié.

Fuente: https://www.democracynow.org/es/2023/11/30/henry_kissing

Greg Grandin, quiero darle las gracias por acompañarnos. Escritor ganador del Premio Pulitzer y profesor de Historia en la Universidad de Yale. Autor de Kissinger ‘s Shadow: The Long Reach of America’ s Most Controversial Statesman (La sombra de Kissinger: el largo alcance del estadista más controvertido de Estados Unidos). Enlazaremos a su artículo de la revista The Nation, “Un obituario público de Henry Kissinger”.

Traducido y editado por Igor Moreno Unanua e Iván HIncapié.

Henry Kissinger ha muerto a los 100 años de edad. Este estadista estadounidense se desempeñó como asesor de seguridad nacional y secretario de Estado en el apogeo de la Guerra Fría y durante las décadas siguientes mantuvo su influencia en la política exterior de Estados Unidos. Kissinger deja un legado sangriento en América Latina, el sudeste asiático y otros lugares del mundo, donde impulsó medidas que llevaron a masacres, golpes de Estado e incluso genocidios. Una vez fuera de la función pública y hasta su muerte, Kissinger continuó asesorando a los presidentes de Estados Unidos y a otros funcionarios de alto rango que hoy lo celebran como un diplomático visionario. El historiador -de la Universidad de Yale Greg Grandin sostiene que estos halagadores obituarios solo revelan “la bancarrota moral de la clase política” del país, que pasa por alto el hecho de que las acciones de Kissinger pueden haber dado lugar a la muerte de al menos tres millones de personas en todo el mundo. Grandin es autor del libro “Kissinger ‘s Shadow: The Long Reach of America’ s Most Controversial Statesman” (La sombra de Kissinger: el largo alcance del estadista más controvertido de Estados Unidos).

Para ver la entrevista en inglés, haga clic aquí.

AMY GOODMAN: Esto es Democracy Now!, democracynow.org, el informativo de guerra y paz. Soy Amy Goodman, con Nermeen Shaikh.

NERMEEN SHAIKH: Henry Kissinger ha muerto a la edad de 100 años. Para gran parte de la clase dominante de Washington, Kissinger será probablemente recordado como uno de los diplomáticos más influyentes en la historia de Estados Unidos. Pero en países de todo el mundo, entre ellos Chile, Timor Oriental, Bangladés y Camboya, Henry Kissinger es recordado como un criminal de guerra cuyas acciones produjeron masacres, golpes de Estado e incluso genocidios.

Kissinger nació en Alemania y se desempeñó como secretario de Estado de Estados Unidos durante los gobiernos de Richard Nixon y Gerald Ford de 1973 a 1977. También fue asesor de seguridad nacional de 1969 a 1975. Ha sido el único funcionario de Estados Unidos que ha ocupado ambos cargos simultáneamente. En 1973 ganó el Premio Nobel de la Paz junto con su homólogo norvietnamita Le Duc Tho.

Durante sus años como diplomático, Henry Kissinger supervisó la gran expansión de la guerra en Vietnam y los bombardeos secretos en Laos y Camboya, donde los ataques estadounidenses mataron a unos 150.000 civiles luego de que Kissinger ordenara a los militares atacar “cualquier cosa que vuele o cualquier cosa que se mueva”.

En el sur de Asia, Kissinger respaldó la guerra genocida del ejército pakistaní contra Pakistán Oriental, actualmente Bangladés.

En América Latina, documentos desclasificados muestran cómo Kissinger intervino secretamente en todo el continente, de Bolivia a Uruguay a Chile y a Argentina. En el caso de Chile, Kissinger instó al presidente Nixon a adoptar una “línea más dura” contra el presidente Salvador Allende, que había sido elegido democráticamente. El 11 de septiembre de 1973, Allende fue derrocado por el general Augusto Pinochet, con el respaldo de Estados Unidos. Kissinger dijo en una ocasión: “No veo por qué debamos quedarnos de brazos cruzados y ver cómo un país se vuelve comunista debido a la irresponsabilidad de su propio pueblo”.

AMY GOODMAN: En 1975, Henry Kissinger y el presidente Gerald Ford se reunieron con el general Suharto, el dictador indonesio, con el fin de dar el visto bueno a la invasión de Timor Oriental, que Indonesia llevó a cabo el 7 de diciembre de 1975. El ejército indonesio mató a un tercio de la población timorense, uno de los peores genocidios de finales del siglo XX.

Kissinger también elaboró planes para atacar Cuba a mediados de los 70, luego de que Fidel Castro enviara tropas cubanas a Angola para luchar contra las fuerzas vinculadas al régimen del apartheid de Sudáfrica.

En Estados Unidos, Kissinger presionó al presidente Nixon para que fuera tras Dan Ellsberg, el denunciante de los Papeles del Pentágono, a quien Kissinger llamó “el hombre más peligroso de Estados Unidos”.

El historiador Greg Grandin estimó en su momento que las acciones de Kissinger pudieron haber causado la muerte de tres millones de personas, tal vez cuatro. Mientras activistas de derechos humanos pidieron durante mucho tiempo que Kissinger fuera juzgado por crímenes de guerra, él siguió siendo una figura célebre en Washington y otros escenarios, sirviendo como asesor tanto de Gobiernos republicanos como demócratas.

Pasamos ahora a hablar con Greg Grandin, escritor galardonado con el Premio Pulitzer y profesor de Historia en la Universidad de Yale. Sus libros incluyen Kissinger ‘s Shadow: The Long Reach of America’ s Most Controversial Statesman (La sombra de Kissinger: el largo alcance del estadista más controvertido de Estados Unidos). Su nuevo artículo para The Nation se titula “Un obituario público de Henry Kissinger”. También escribió la introducción de un libro que acaba de ser publicado, Solo los buenos mueren jóvenes: el veredicto sobre Henry Kissinger.

Bienvenido de nuevo a Democracy Now! Hable sobre esta otra historia de Henry Kissinger. Tal como vemos en los principales medios de comunicación, él es elogiado por normalizar las comunicaciones diplomáticas con China y por propiciar la política de distensión con Rusia. ¿Cuál es su versión de los hechos?

GREG GRANDIN: Bueno, creo que ustedes acaban de resumir muy bien la versión de los hechos, la cantidad de crímenes de guerra en los que estuvo involucrado. La vida de Kissinger es fascinante, porque abarca hechos muy trascendentales en la historia de Estados Unidos, desde el colapso del consenso de la posguerra, qué sucedió con Vietnam. Kissinger fue fundamental en dar una nueva forma, en replantear un Estado de seguridad nacional que puede enfrentar la disidencia, enfrentar la polarización, y que de hecho prosperó con la polarización y el secretismo y que aprendió a manipular a la sociedad con el fin de fomentar una política exterior muy agresiva.

Podríamos ahondar en los detalles, pero sí quiero decir que su muerte ha sido tan ilustrativa como su vida. Si miramos los obituarios y las notas de condolencias, todo eso tan solo revela, creo, una bancarrota moral de las élites políticas, ciertamente en el mundo transatlántico, en la esfera más amplia de la OTAN, y una falta de voluntad o incapacidad de comprender la crisis en la que estamos y el papel de Kissinger en dicha crisis. Son elogios celebradores. Son absurdos e insustanciales. Son realmente increíbles. Pensemos tan solo en el último año, las celebraciones, los agasajos por su cumpleaños número 100, por haber vivido 100 años. Creo que eso es un marcador cultural de cuán corrupta es la clase política en este país. Así que su muerte es casi tan ilustrativa como su vida.

NERMEEN SHAIKH: Greg, usted estuvo en el programa cuando Kissinger cumplió 100 años.

GREG GRANDIN: Correcto.

NERMEEN SHAIKH: En esa entrevista, usted dijo que la mejor manera de ver a Kissinger no era necesariamente como un criminal de guerra. ¿Puede explicar por qué?

GREG GRANDIN: Sí, porque esa es la forma… Quiero decir, Christopher Hitchens popularizó la idea de pensar en Kissinger como un criminal de guerra, y esa es una forma de elevar a Kissinger, de alguna manera, como una especie de malvado extraordinario. Y es una línea muy fina, porque él sí jugó un papel muy importante en un número abrumador de atrocidades y en llevar y propiciar miseria y muerte para millones de personas en todo el mundo. Pero hay muchos criminales de guerra. Como saben, este país está repleto de criminales de guerra. No hay escasez de criminales de guerra.

Y pensar en él como un criminal de guerra es un poco reduccionista. No nos permite pensar en Kissinger o usar la vida de Kissinger para analizar cómo Estados Unidos… Por ejemplo, Kissinger comenzó como un republicano del sector de Rockefeller, un republicano liberal, un asesor de Nelson Rockefeller que pensaba que Nixon estaba lejos de la corriente dominante y que era un sociópata peligroso, creo que así lo dijo. Y, sin embargo, cuando Nixon ganó, y de hecho Kissinger lo ayudó a ganar al hundir un acuerdo de paz con Vietnam del Norte, él hizo las paces con Nixon, y luego prosiguió su carrera, ocupando un cargo público. Y pensó que Reagan era demasiado extremo, y, sin embargo, hizo las paces con Reagan. Después pensó que los neoconservadores eran demasiado extremos, e hizo las paces con los neoconservadores. Y luego incluso hizo las paces con Donald Trump. Llamó a Donald, celebró a Donald Trump casi como una especie de encarnación de su teoría sobre los grandes estadistas y sobre la capacidad de moldear la realidad del modo que quieran a través de su voluntad. Así que vemos cómo Kissinger, a medida que el país se mueve hacia la derecha, va moviéndose con él. Solo esa trayectoria es algo muy útil sobre lo que pensar.

Si también piensas en su bombardeo secreto sobre Camboya y luego rastreas ese bombardeo, es como una luz brillante, un rastro rojo, que va desde Camboya hasta la actual e interminable “guerra contra el terrorismo”, algo que entonces se consideraba ilegal. Quiero decir que Kissinger bombardeó Camboya en secreto porque en las décadas de 1960 y 1970 era ilegal bombardear otro país con el que no estabas en guerra. Fueron sus antiguos colegas de Harvard, que eran todos guerreros de la Guerra Fría, ninguno era un liberal a favor de la paz, quienes marcharon en Washington, y ni siquiera sabían nada del bombardeo. Fueron a protestar la invasión de Camboya. Y a día de hoy se considera un hecho dentro de las leyes internacionales que Estados Unidos tiene derecho a bombardear países terceros con los que no estamos en guerra si dan refugio a terroristas. Se considera eso como algo normal. Así que podemos ver esta evolución y deriva hacia una guerra interminable a través de la vida de Kissinger.

La vida de Kissinger también es útil para pensar en la forma en que, como funcionario público, asesor principal de seguridad nacional y luego secretario de Estado de Richard Nixon y Gerald Ford, Kissinger creó gran parte del caos que más tarde requeriría una transición a lo que llamamos “neoliberalismo”. Pero luego, tras dejar el Gobierno, como presidente de Kissinger Associates, ayudó a negociar esa transición al neoliberalismo, y a la privatización de gran parte del mundo, de América Latina, de Europa del Este, de Rusia. Así que podemos ver esa transición de político público o de formulador de políticas públicas a trabajar para obtener una riqueza incalculable como ciudadano privado en esta transición.

Así que hay muchas maneras en las que la vida de Kissinger de alguna forma mapea la trayectoria de Estados Unidos. Como saben, lo honraron en la Biblioteca Pública de Nueva York como si fuera la encarnación del llamado “siglo estadounidense”. Y en muchos sentidos, lo era. Su carrera realmente mapea muy bien la trayectoria de Estados Unidos y la evolución del aparato estatal de seguridad nacional y su política exterior y el mundo disfuncional en el que todos estamos intentando vivir, como sus dos últimos segmentos…

AMY GOODMAN: Greg…

GREG GRANDIN: … así lo mostraron…

AMY GOODMAN: Quiero que escuchemos a Henry Kissinger en sus propias palabras, hablando en 2016, cuando defendió el bombardeo secreto de Camboya.

HENRY KISSINGER: Nixon ordenó un ataque a las bases de apoyo situadas a menos de cinco millas de la frontera vietnamita, que eran áreas que estaban esencialmente despobladas. Entonces, cuando se utiliza la frase “bombardeo de saturación”, se hace, creo, en relación al tamaño de los ataques, probablemente mucho menor de lo que el Gobierno de Obama ha hecho en bases de apoyo similares en Pakistán, algo que creo que está justificado. Y por lo tanto, creo que lo que se hizo en Camboya estaba justificado.

AMY GOODMAN: Ese era Henry Kissinger en 2016, hablando en la Biblioteca LBJ. El famoso chef ya fallecido Anthony Bourdain dijo una vez: “Una vez has estado en Camboya, nunca dejarás de querer golpear a Henry Kissinger hasta la muerte con tus propias manos. Nunca más podrás abrir un periódico y leer cómo esa escoria traidora, manipuladora y asesina se sienta a charlar con Charlie Rose o asiste a un evento de gala de alguna nueva revista de moda sin atragantarte. Si eres testigo de lo que hizo Henry en Camboya, de los frutos de su genio para el arte de gobernar, nunca podrás entender por qué no está sentado en el banquillo de los acusados en La Haya junto a Milosevic”. ¿Puede responder a eso?

GREG GRANDIN: Sí. Esa cita contiene más agudeza e inteligencia moral e intelectual que todo el establishment político, tanto liberales… tanto demócratas como republicanos. Es moralmente correcto. Es intelectualmente correcto. Y es más preciso que la mayoría de los historiadores diplomáticos que tratan de dibujar a Kissinger como alguien más ético y moralmente complicado de lo que era en realidad.

En términos de la cita de Kissinger sobre Camboya, ahí está jugando con sus palabras. Está mintiendo. Él bombardeó masivamente Camboya. Estados Unidos bombardeó masivamente Camboya y llevó al poder dentro de los Jemeres Rojos a la camarilla más extrema, dirigida por Pol Pot. Ya saben, cuando bombardeas masivamente un país y destruyes a toda la oposición, tiendes a aupar al poder a los extremistas. Y esa es exactamente la razón por la que Kissinger es responsable, en gran medida, del genocidio que ocurrió más tarde bajo Pol Pot. El bombardeo llevó al poder a Pol Pot dentro de los Jemeres Rojos, que anteriormente eran una coalición más grande y amplia.

Pero Kissinger no se equivoca cuando vincula eso al bombardeo de Pakistán por parte de Obama. Ese era el argumento que estaba tratando de explicar antes. Kissinger tuvo que hacer eso ilegalmente… de forma encubierta en ese entonces, porque era ilegal. Iba en contra del derecho internacional bombardear terceros países, para avanzar en tu guerra en otro país. Pero ahora se acepta como un lugar común. Y es cierto, no se equivoca cuando cita el programa de drones de Obama y lo que Obama… la continuación de la lógica de la “guerra contra el terrorismo” que comenzó con George W. Bush. No se equivoca en eso. Y esa es una de las conexiones que se pueden trazar de Vietnam, Camboya y Asia del Sur a la catástrofe en la que vivimos hoy en día.

AMY GOODMAN: Greg Grandin, quiero darle las gracias por acompañarnos. Escritor ganador del Premio Pulitzer y profesor de Historia en la Universidad de Yale. Autor de Kissinger ‘s Shadow: The Long Reach of America’ s Most Controversial Statesman (La sombra de Kissinger: el largo alcance del estadista más controvertido de Estados Unidos). Enlazaremos a su artículo de la revista The Nation, “Un obituario público de Henry Kissinger”.

Traducido y editado por Igor Moreno Unanua e Iván HIncapié.

Fuente: 

domingo, 3 de diciembre de 2023

Adiós, Kissinger, Los desaparecidos de Chile, los muertos olvidados de todas esas naciones que el diplomático estadounidense devastó claman al menos por ese simulacro de justicia que se llama memoria

Henry Kissinger presenta sus respetos ante el féretro con los restos del senador John McCain, en el Capitolio de Washington en agosto de 2018.
Henry Kissinger presenta sus respetos ante el féretro con los restos del senador John McCain, en el Capitolio de Washington en agosto de 2018.KEVIN LAMARQUE / POOL (EFE)

Muere Henry Kissinger, el estratega que marcó la política exterior de EE UU en la segunda mitad del siglo XX El polémico premio Nobel de la Paz ha fallecido a los 100 años en su residencia de Connecticut
Muere Henry Kissinger a los 100 años de edad

Henry Kissinger, el estratega que marcó el rumbo de la diplomacia estadounidense en la segunda mitad del siglo XX, ha fallecido este miércoles, según ha anunciado su oficina. El que fuera secretario de Estado bajo dos presidentes y polémico premio Nobel de la Paz, protagonista del restablecimiento de las relaciones entre EE UU y China, responsable de bombardeos en Vietnam y defensor del golpe de Estado de Pinochet en Chile, ha muerto en su residencia de Connecticut a los 100 años.

Una de las figuras más controvertidas del siglo pasado, inconfundible con sus características gafas de pasta y un acento alemán que nunca terminó de perder, había permanecido activo hasta el último momento: este año, el de su centenario, promocionaba su libro sobre estilos de liderazgo, había testificado ante un comité del Senado sobre la amenaza nuclear de Corea del Norte y en julio pasado se había desplazado por sorpresa a Pekín para una reunión con el presidente chino, Xi Jinping.


Judío nacido en Alemania en 1923 —su nombre original era Heinz Alfred Kissinger—, llegó a Estados Unidos de adolescente, en 1938, huyendo del régimen nazi junto a su familia. Durante la Segunda Guerra Mundial, se alistó en el ejército estadounidense y estuvo destinado en Europa. Tan intelectualmente brillante como arrogante, con un agudo sentido del humor e interesado en numerosas disciplinas, estuvo a punto de inclinarse por los estudios científicos antes de decidirse por las relaciones internacionales. Tras una distinguida carrera académica de 17 años en la Universidad de Harvard, entró en la Administración estadounidense de la mano del republicano Richard Nixon, que lo nombraría primero consejero de Seguridad Nacional y después secretario de Estado durante su mandato.

En los años setenta, desempeñó un papel clave —cuya huella aún perdura, medio siglo más tarde— en la mayor parte de los acontecimientos mundiales de esa etapa de la Guerra Fría. Lo suyo era la realpolitik, el pragmatismo. Su estilo de diplomacia buscaba lograr objetivos prácticos, más que guiarse por principios o exportar ideales políticos. Para sus defensores, consiguió promover los intereses estadounidenses y ampliar la influencia de su país en el resto del mundo, dejándolo en una posición que le acabaría permitiendo vencer en la Guerra Fría y quedar como única superpotencia. Para sus —muy numerosos— detractores, fue una combinación de Maquiavelo y Mefistófeles que nunca llegó a rendir cuentas de unas acciones que dejaron enormes daños y dolor en los países perjudicados.

Encabezó conversaciones sobre el control de armamento con la Unión Soviética que abrieron una vía para modular las tensiones entre las dos superpotencias. Lideró las negociaciones para los acuerdos de paz de París con Vietnam del Norte, que abrieron la salida para Estados Unidos de una guerra impopular, costosa y que parecía interminable. Dos años después de la firma de los pactos, caía Saigón en manos del régimen comunista, mientras los últimos diplomáticos y refugiados huían en helicóptero desde el techo de la Embajada estadounidense.

Con una diplomacia de constantes viajes a los países de Oriente Próximo, amplió lazos entre Israel y sus vecinos árabes. Un maratón de 32 días de reuniones y presiones sobre el terreno consiguió separar al Estado judío y a Siria en los Altos del Golán; un intento similar en 1975, sin embargo, no logró un acuerdo entre Israel y Egipto.

Kissinger fue también uno de los grandes artífices de la aproximación a China: sus dos viajes al gigante asiático, uno de ellos en secreto para reunirse con el entonces primer ministro, Zhou Enlai, abrieron la puerta para la histórica visita de Nixon a Pekín en 1972, que trazó el camino a lo que hasta entonces había parecido impensable: la normalización de relaciones entre Estados Unidos y el país asiático de régimen comunista, tras décadas de enemistad.

Su miedo al establecimiento de regímenes de izquierdas en América Latina lo condujo a apoyar —cuando no promover— dictaduras militares en la región. En 1970, conspiró con la CIA para desestabilizar y conseguir la caída del Gobierno democráticamente elegido de Salvador Allende en Chile.

Su poder como el gran artífice de la política exterior estadounidense creció durante el escándalo Watergate y a medida que se debilitaba el de Nixon, su teórico jefe. La dimisión de este presidente en 1974 disminuyó su influencia, pero no la eliminó durante el mandato del presidente Gerald Ford (1974-1977). A lo largo del resto de su vida continuó prestando asesoría a políticos republicanos y demócratas, escribiendo libros, pronunciando discursos y gestionando una firma de consultoría global.

Si nunca le abandonó la fama, tampoco lo hizo la polémica. Sus políticas en el sureste asiático y su apoyo a las dictaduras en América Latina hicieron que le llovieran acusaciones de criminal de guerra y exigencias de que rindiera cuentas de sus decisiones. Su premio Nobel de la Paz, en 1973, concedido ex aequo junto al norvietnamita Le Duc Tho —quien lo rechazó— fue uno de los más controvertidos de la historia. Dos miembros del comité Nobel encargado de adjudicar el galardón dimitieron.

Además, arreciaron las críticas y las exigencias de investigación sobre el bombardeo secreto estadounidense de Camboya en 1970. Aquella operación tenía como objeto destruir las líneas de suministro que partían de Vietnam del Norte para sustentar a las guerrillas comunistas en el sur. Pero sus críticos consideran que precipitó que los jemeres rojos se hicieran con el control de Camboya y desataran una era de terror en ese país en la que murieron cerca de dos millones de personas.

Tras los atentados del 11 de septiembre de 2001 en Estados Unidos, el entonces presidente, George W. Bush, lo eligió para encabezar un comité investigador. La oposición demócrata denunció un conflicto de interés con muchos de los clientes de la consultora de Kissinger, lo que obligó al antiguo secretario de Estado a renunciar al cargo.

Divorciado en 1964 de su primera esposa, Ann Fleischer, con quien tuvo dos hijos, durante una década se granjeó fama de mujeriego pese a no ser exactamente un Adonis —“el poder es el mejor afrodisíaco”, alegaba él—. En 1974 se casó con Nancy Maginnes, colaboradora del gobernador de Nueva York Nelson Rockefeller.

Numerosas veces se le preguntó si se arrepentía de alguna de las medidas que había tomado o apoyado. En una entrevista concedida a la cadena de televisión ABC en julio del año pasado, contestó: “Llevo pensando en esos problemas toda mi vida. Es mi afición tanto como mi trabajo. Así que las recomendaciones que di fueron las mejores de las que era capaz entonces”.

miércoles, 27 de junio de 2018

Cuatro palabras que cambiaron el curso de la historia

Amy Goodman y Denis Moynihan
Democracy Now!

-¿También bebés?

-También bebés.

Estas cuatro palabras, emitidas por la cadena de noticias CBS en 1969, tuvieron un profundo impacto en la opinión pública estadounidense, en la presidencia de Nixon y en el curso de la Guerra de Vietnam. Esta semana, la pregunta sobre los bebés volvió a escucharse en la Casa Blanca, esta vez en torno a los miles de niños inmigrantes, algunos de apenas unos meses, arrancados de los brazos de sus madres y padres y encarcelados en jaulas por orden del presidente Donald Trump.

La pregunta “¿También bebés?” fue planteada hace medio siglo por el experimentado periodista de investigación Mike Wallace a un joven veterano de guerra de Vietnam llamado Paul Meadlo. “También bebés”, respondió Meadlo, un soldado raso del ejército que, junto con muchos otros soldados estadounidenses, había llevado a cabo una incursión contra un poblado vietnamita llamado My Lai el 16 de marzo de 1968.

Lo que siguió llegó a conocerse como la Masacre de My Lai. Los soldados estadounidenses masacraron a más de 500 civiles en el transcurso del día. “Suplicaban y decían: ‘No, no’. Y las madres abrazaban a sus hijos y… bueno, seguimos disparando. Ellos agitaban los brazos y suplicaban”, le declaró Meadlo a Wallace.

Meadlo llegó a la entrevista con CBS gracias a un joven periodista independiente llamado Seymour Hersh, que estaba investigando la masacre. Hersh localizó a Meadlo, obtuvo su testimonio y lo convenció de hacer la entrevista para CBS . Lo que el periodista descubrió sobre la masacre de My Lai lo atormenta hasta el día de hoy. En una entrevista para Democracy Now! sobre su nuevo libro, Reporter: A Memoir (Periodista: una autobiografía, en español), Hersh expresó: “En lugar de encontrarse con el enemigo, en el poblado solo había familias, mujeres, niños y ancianos. Y entonces comenzaron a asesinarlos. Los arrojaron a una zanja, violaron a las mujeres, los mataron. Arrojaban a los bebés y les disparaban con bayonetas. Esto fue difícil de procesar para mí, fue muy difícil en el primer año. Algunas de las cosas que mantuve fuera del artículo inicial eran simplemente horrendas”.

En cuanto a la aparición de Meadlo en CBS , Hersh recordó: “Mike Wallace, que era fuerte como un toro, le preguntó cinco veces en esa entrevista, ‘¿También bebés?’ y siguió repitiendo ‘¿También bebés?’”.

Más adelante, Hersh publicó el informe sobre la masacre en la pequeña agencia de noticias antibélicas Dispatch News Service, después de que varios de los principales medios estadounidenses la rechazaran. En 1970 recibió el Premio Pulitzer por esta investigación. Hersh considera que existen paralelismos entre aquella situación y la cobertura que finalmente está haciendo la prensa sobre la actual crisis de separación de familias inmigrantes. “Esto podría ser un punto de inflexión”, opinó Hersh.

Hoy vemos fotos de niños y niñas llorando junto a sus padres y madres esposados, y hemos podido escuchar una grabación publicada por el medio ProPublica donde se escucha a los niños gritar “¡Mamá! ¡Papi!” mientras un guardia se burla de ellos, diciéndoles “Bueno, aquí tenemos una orquesta. Solo falta el director”. Autoridades electas y medios de comunicación se han congregado en la región fronteriza de Estados Unidos y México para exigir el acceso a los centros de detención. La secretaria de Seguridad Nacional, Kirstjen Nielsen, fue interrogada en una conferencia de prensa en la Casa Blanca acerca de por qué su departamento solo había publicado fotos de niños de más de 10 años de edad encarcelados en jaulas y ninguna foto de niñas o niños pequeños. “¿Dónde están las niñas? ¿Dónde están los bebés?”, le preguntaron varias veces. La confusión de la secretaria Nielsen sobre el paradero de bebés y niñas desató reacciones aún más fuertes.

La política de Trump de “tolerancia cero” hacia inmigrantes indocumentados y solicitantes de asilo en la frontera sur de Estados Unidos, anunciada por el fiscal general Jeff Sessions el pasado 6 de abril, permitió que el Departamento de Seguridad Nacional, con su Servicio de Inmigración y Control de Aduanas y su Patrulla Fronteriza, arrestara a los adultos sospechosos de cruzar la frontera sin la documentación adecuada, y los separara de sus hijos. La cantidad de niños y niñas secuestrados por estos organismos es mayor a 2.300. La revista electrónica The Intercept estima que han sido más de 3.700 desde octubre.

Decenas de activistas defensores de los derechos de los inmigrantes han organizado protestas en todo el país contra la orden de Trump desde el mismo día de su emisión. El movimiento se fue multiplicando. Muchos congresistas exigieron ver a los niños encarcelados. Gobernadores demócratas y republicanos comenzaron a emitir órdenes ejecutivas para retirar o impedir que las tropas de la Guardia Nacional dependientes de sus estados acudan a la frontera para ayudar al Departamento de Seguridad Nacional. Varias aerolíneas se unieron en su rechazo de transportar a los niños separados de sus padres. El miércoles, finalmente, Trump emitió una orden ejecutiva que revierte su propia decisión. Desde ahora, las familias ya no serán separadas al atravesar la frontera.

Sin embargo, eso no soluciona la crisis de los miles de niños y niñas que ya han sido arrancados de los brazos de sus padres. No se generó un mecanismo para reunir a los padres, de los cuales algunos ya han sido deportados, con sus hijos, que todavía están en jaulas, cárceles y campamentos de emergencia establecidos a lo largo de todo el país en 17 estados.

Hace cincuenta años, cuatro palabras escuchadas en todo el país cambiaron el curso de la Guerra de Vietnam: la pregunta “¿También bebés?” y la respuesta “También bebés”. Cuatro palabras que se escucharon esta semana, “Mamá, mamá. Papi, papi”, expusieron la crueldad del gobierno de Trump y cambiaron poderosamente el curso del debate sobre la inmigración.

© 2018 Amy Goodman

Traducción al español del texto en inglés: Inés Coira. Edición: María Eva Blotta y Democracy Now! en español, spanish@democracynow.org

Amy Goodman es la conductora de Democracy Now!, un noticiero internacional que se emite diariamente en más de 800 emisoras de radio y televisión en inglés y en más de 450 en español. Es co-autora del libro “Los que luchan contra el sistema: Héroes ordinarios en tiempos extraordinarios en Estados Unidos”, editado por Le Monde Diplomatique Cono Sur.

Fuente: http://www.democracynow.org/es/2018/6/22/cuatro_palabras_que_cambiaron_el_curso

sábado, 29 de octubre de 2016

Muere Tom Hayden, icono pacifista y de los derechos civiles. El político, de 76 años, es recordado por sus viajes a Vietnam y su activismo

Tom Hayden es una figura clave para entender los Estados Unidos de los años sesenta y setenta. Hayden, que murió el domingo a los 76 años por problemas de corazón, protagonizó algunos de los acontecimientos que alteraron la conciencia de este país e impulsaron los derechos de los ciudadanos.

En la lucha de la población negra para poder votar como la blanca, estaba Hayden. También en los disturbios durante la convención del Partido Demócrata en 1968. Fue uno de los iconos más radicales de los movimientos estudiantiles y pacifistas de la época. Defendía la desobediencia civil, como promulgaba uno de sus aliados, el reverendo negro Martin Luther King.

Hayden, que era blanco, logró la liberación de tres prisioneros de guerra estadounidenses en Vietnam en 1967. Y se convirtió en un objetivo prioritario del espionaje del FBI a la llamada Nueva Izquierda que florecía en EE UU.

“Era un radical dentro del sistema”, dijo, tras su muerte, Duane Peterson, un asesor del activista, al diario Los Angeles Times, la ciudad en la que vivía.

La descripción revela la mutación de Hayden: tras intentar cambiar desde fuera el sistema, trató de hacerlo desde dentro cuando entró en política en los años ochenta. Fue congresista y senador en California durante 20 años con especial énfasis en asuntos sociales, como el medio ambiente. Pero fracasó en sus intentos de ser senador nacional, gobernador de California o alcalde de Los Ángeles.

Para algunos, su entrada en política fue una traición a sus ideales iniciales. Para otros, una muestra de realismo. Mientras que otros tantos nunca le perdonaron que “romantizara” a los vietnamitas, como él mismo aseguró arrepentirse a finales de los ochenta.

Hayden nació en 1939 en Michigan, el único hijo de sus padres, y se crió en un entorno religioso. Estaba casado con la actriz canadiense Barbara Williams, con la que tenía un hijo adoptivo. Tuvo dos anteriores matrimonios, incluido con la actriz Jane Fonda, entre 1973 y 1990. Fueron una de las parejas de activistas más conocidas de la época y tuvieron una hija.

Su activismo antisistema afloró como adolescente y explotó como estudiante en la Universidad de Michigan. Inspirado por la caza de brujas contra supuestos simpatizantes comunistas y las sentadas de afroamericanos, Hayden empezó a participar en las protestas negras tras conocer en 1960 al reverendo King.

El día en que cumplió 22 años, la policía lo arrestó en Albany (Georgia). Había participado en los llamados Viajes de Libertad, grupos de blancos y negros que viajaban a bordo de autobuses al sur de EE UU para protestar contra la ausencia de implementación de la sentencia judicial que prohibía la discriminación racial en los autobuses intraestatales.

Hayden fue detenido tras rechazar abandonar el autobús y bloquear una acera en Albany. En la cárcel, escribió el borrador del manifiesto de Estudiantes por una Sociedad Democrática, la organización que fundó al año siguiente en Port Huron (Michigan).

El manifiesto rezaba que los jóvenes observaban con “incomodidad” el mundo que habían heredado y abogaba por una “democracia participativa” basada en la “fraternidad” y la “honestidad”. No ofrecía recetas concretas, pero criticaba la discriminación racial, la apatía ante la pobreza o el militarismo.

En los años siguientes, Hayden viajó a Vietnam y presenció los incidentes raciales de 1967 en Newark, donde había estado años colaborando con la población negra. En 1970, fue condenado a cinco años de cárcel por promover protestas contra la guerra con motivo de la convención demócrata de 1968 en Chicago, pero la sentencia fue derogada por irregularidades.

En un reflejo de su transformación política, Hayden acudió el pasado julio a la convención demócrata en Filadelfia que coronó a Hillary Clinton como candidata del partido en las elecciones presidenciales del 8 de noviembre.

Hayden escribió una veintena de libros, desde autobiográficos a ensayos de asuntos sociales y políticos. Escribía con regularidad en la prensa. El pasado abril, en un artículo en The Nation, defendió votar a Clinton en las primarias demócratas por hacer más por la población negra y latina que su rival, el senador Bernie Sanders, al que tildó de demasiado idealista.

El activista manifestaba sus simpatías con el mensaje izquierdista de Sanders y atribuía su auge a un sinfín de fenómenos, como el aumento de las desigualdades de ingresos, el impacto socioeconómico del libre comercio, la multiplicación del coste educativo o las tensiones raciales persistentes. Los mismos factores podrían servir para explicar también el auge del republicano Donald Trump.

Mirando a las elecciones de noviembre, Hayden defendía enterrar las rencillas entre Clinton y Sanders. “Todavía necesitamos la organización de un frente unido de iguales para prevalecer frente a los republicanos”, escribió. Su deseo se ha hecho realidad y la convención de Filadelfia fue el inicio de la alianza tácita de los dos rivales demócratas.

http://internacional.elpais.com/internacional/2016/10/24/actualidad/1477300722_505215.html

domingo, 3 de mayo de 2015

40 años de la caída de Saigón. Con la toma de la capital de Vietnam del Sur, se cerró un conflicto de tres décadas.

Michael Herr, el reportero estadounidense que revolucionó el periodismo de guerra con sus despachos desde Vietnam, escribió: "Hace mucho que allí no había un país, solo una guerra". La caída de Saigón, el 30 de abril de 1975, representó el final de un prolongado conflicto –tres décadas– que costó millones de muertos y causó gigantescos daños en un país sobre el que cayeron cuatro millones de toneladas de bombas y 75 millones de litros de un herbicida, el agente naranja, que causó todo tipo de enfermedades y deformaciones (las secuelas siguen afectando a miles de niños). La guerra empezó al final de la colonización francesa en 1946, con la división entre Vietnam del Sur y del Vietnam del Norte, y acabó hace 40 años, cuando el Vietcong -la guerrilla comunista del Vietnam del Norte- tomó Saigón.

Pese a los acuerdos de París de 1973, el conflicto continuó hasta la primavera de 1975, cuando las tropas del Vietcong tomaron Vietnam del Sur. La caída de Saigón, que se convirtió en Ho Chi Minh City, será recordaba siempre por la caótica evacuación de las embajadas con helicópteros. La ciudad está ya muy tocada por la guerra. Así la describe Herr en Despachos de guerra durante la ofensiva del Tet, en 1968: “Una ciudad desolada cuyas largas avenidas contenían únicamente deshechos, papeles arrastrados por el viento, montoncitos diferenciados de excremento humano y flores muertas y los armazones de los fuegos artificiales ya quemados del Nuevo Año Lunar”.

Otro periodista que cubrió el conflicto, el gran reportero Manu Leguineche, escribió: “Al cruzar por las calles de Saigón se me agolpaban en la cabeza los recuerdos de una década que ahora tocaba a su fin en medio de un vergonzoso repliegue de las fuerzas sudistas. Saigón había sido para mí la Disneylandia de los 20 años”. El gran reportero español, fallecido en 2014, describe una ciudad surrealista, con un viejo cartel en francés en su hotel en el que se ruega silencio a la hora de la siesta y un restaurante vasco Aterbea, con camareros vestidos de pelotaris. Hoy, la ciudad rebosa energía, negocios, afán de crecimiento económico.

La guerra de Indochina entre Francia y la entonces guerrilla nacionalista del Vietminh terminó en 1954, con el desastre francés en la batalla de Dien Bien Phu. Casi de manera inmediata comenzó primero un conflicto civil, que luego se convirtió, con la paulatina entrada de los estadounidenses, en la guerra de Vietnam. “Era imposible encontrar dos personas que estuvieran de acuerdo en cuándo empezó”, escribe Michael Herr. Cuando, en julio de 1964, se produjo el incidente del golfo de Tonkim —un supuesto ataque del Vietcong contra la patrulla estadounidense Maddox—, la presencia de EE UU ya era muy fuerte.

Oficialmente, como relata Leguineche en su libro La guerra de todos nosotros, la primera baja mortal norteamericana se produjo el 22 de diciembre de 1961, a 40 kilómetros de la capital. Se llamaba James Thomas Davis y tenía 28 años. Cuando cayó Saigón, EE UU había perdido 58.000 soldados –la mayoría de reemplazo, pues entonces existía el servicio militar– y 303.704 heridos. Millones de civiles habían muerto.

El conflicto de Vietnam fue la primera guerra televisada, durante la que el conflicto entró en el cuarto de estar de los estadounidenses. También está asociada a una serie de imágenes que forman parte de la historia del siglo XX: la instantánea de Eddie Adams, de AP, en la que el jefe de la policía de Saigón, el general Loan, dispara en la cabeza a un guerrillero del Vietcong durante la ofensiva del Tet y la fotografía de Nick Ut de Kim Phuc, la niña que corría desnuda, con sus ropas devoradas por las llamas del Napalm, en la carretera número 1, cerca de Trang Bang, el 8 de junio de 1972.

Las fotografías de los soldados destrozados física y moralmente por el combate durante la batalla de Hué de Philip Jones Philips y Don McCullin provocaron también una profunda huella en la sociedad estadounidense. En sus memorias, McCullin escribe aquella batalla de la ofensiva del Tet: “En los días peores, creo que nadie esperaba salir vivo de ahí”. Michael Herr habla de soldados que llevaban escrito en el casco: "¿Por qué yo?". Los marines se habían inventado una canción titulada: “Tenemos que salir vivos de aquí aunque sea lo último que hagamos en la vida”.

La investigación de Seymour M. Hersh sobre la matanza de My Lai, el asesinato de decenas de civiles en una aldea vietnamita por soldados de EE UU en marzo de 1968, también supuso un mazazo para la estrategia bélica de Washington. Tuvieron que pasar otros siete años desde aquella ofensiva que cambió el curso de la guerra —aunque la perdió el Vietcong, demostró su enorme poder de combate— para que el último helicóptero despegase desde el techo de la embajada de EE UU en Saigón, hace ahora 40 años, y acabase la guerra interminable.

Más sobre la caída de Saigón: Artículo de Jean Bricmont, profesor de Física en la U. de Lovaina y autor de El Imperialismo Humanitario: El uso de los derechos humanos para vender la guerra.
 https://docs.google.com/document/d/1U4qvHwAw9niVir_A44YMrelYK9PKl04ZE-K4hqf7DHM/edit?usp=sharing

MÁS INFORMACIÓN

martes, 15 de octubre de 2013

Vietnam. Vo Nguyên Giáp, General del pueblo

Sergio Rodríguez Gelfenstein, Barómetro Internacional

El pasado 4 de octubre falleció en Hanói el general Vo Nguyên Giáp, el más destacado jefe militar vietnamita quien además de ser el fundador de las Fuerzas Armadas de su país, las condujo a la victoria al enfrentar durante el siglo XX la invasión de 4 potencias superiores en armamento y tecnología: Japón, Francia, Estados Unidos y China.

El general Vo Nguyên Giáp nació en la aldea de Una Xa, provincia de Quang Binh Vietnam, el 25 de agosto de 1911. Sus padres eran campesinos pobres de esa región central del país. Desde 1860 Francia se encontraba ocupando la península indochina cuyos pueblos habían desarrollado una resistencia espontánea, aunque mal armada y desorganizada que, sin embargo había logrado retrasar por treinta años la estabilización del dominio europeo en la región.

En 1925 Ho Chi Minh junto a otros revolucionarios fundaron en el exilio en China, la Asociación de Jóvenes Revolucionarios. Giáp se incorporó en 1926 a la edad de 17 años a la organización y a la lucha por la Independencia mientras estudiaba en el instituto de enseñanza media. La actividad política de esos años era clandestina, Giáp fue detenido en 1930 y condenado a tres años de prisión, de los que solo cumplió algunos meses.

En 1930 fue creado el Partido Comunista de Vietnam. Tres años después, Giáp entró a la universidad de Hanói, donde su actividad política le impidió permanecer mucho tiempo Era una época de grandes luchas que fueron brutalmente reprimidas por la potencia. En la universidad, Giáp estableció contacto con Truong Chinh, el líder más importante del Partido Comunista de Vietnam después de Ho Chi Minh. Chinh lo convence de ingresar a la organización comunista en la que militaría por el resto de su vida.

En 1937, Giáp pudo terminar sus estudios de Derecho en la universidad y comenzó dar clases de historia en un instituto de Hanói, pero ya estaba de lleno comprometido con la causa de la Independencia de Vietnam. En 1939 junto a Truong Chinh publicó el libro “La cuestión campesina” donde se analizaba el papel que debían jugar los trabajadores del campo como aliados de la clase obrera en la lucha revolucionaria en un país cuya estructura económica es mayoritariamente rural como la vietnamita.

En mayo de 1940 debió salir del país pudiendo conocer a Ho Chi Minh quien aún utilizaba su nombre original Nguyên Ái Quoc. De ese encuentro, Giáp relató que “Aparentaba ser muy distinto de lo que parecía en las fotos tomadas en su juventud. Dejó crecer su barba. Su frente empezó a estar despejada pero su barba y cabello aún estaban oscuros. En su apacible y algo recóndita fisonomía se veían sus ojos especialmente lúcidos e inteligentes. Me mostró una tarjeta con un nuevo nombre: ´Ho Chi Minh, corresponsal del diario Tan Thanh`. Nunca imaginé que utilizaría ese nombre por el resto de su vida”.

En los días de trabajo conjunto con Ho Chi Minh en China, debatieron sobre muchos temas. Giáp pensaba que se debía crear una organización que uniera la lucha de los pueblos oprimidos de Asia, pero el líder creía que aún no existían las condiciones para ello y que había que comenzar por crear una organización amplia en el país que fuera capaz de aglutinar a todos los que estaban dispuestos a luchar por la independencia. Así surgió, el Viet Minh (Liga Vietnamita por la Independencia) en mayo de 1941. En Europa, Francia estaba ocupada por los nazis quienes cedieron el control de la península indochina a sus aliados japoneses, de manera que la lucha por la independencia se trasformó en el combate por la expulsión de los ocupantes nipones. Giáp apuntó que “el Viet Minh fue una creación y expresión centralizada del talento de Ho Chi Minh. Esta organización abrió el nuevo camino para que el contingente de vanguardia de la clase proletaria en una comunidad pudiera reunir a todo el pueblo y conducirlo, comenzando de la nada, al levantamiento por romper el yugo dominante del imperialismo que anteriormente no había saboreado derrota alguna” En cumplimiento de las misiones encomendadas por el congreso fundador del Viet Minh, Giáp como jefe militar de la organización se traslada al interior de Vietnam para iniciar la guerra de guerrillas. Allí comenzó a construir una fuerza militar que debía ser capaz de expulsar al ocupante japonés y sostener el programa del Viet Minh. Se comenzaron a dictar cursos de formación de cuadros y a divulgar su política a través de pequeños artículos publicados en el periódico Viet Lap. Paralelamente, Giáp inició la creación de pequeños grupos de autodefensa y guerrillas que por sí mismos se habían dotado de armamento y métodos de combate. Sus primeras acciones estaban encaminadas a dar golpes a los puestos de mando del enemigo en el camino de convertirse de manera muy acelerada en el núcleo que dio origen a unas fuerzas armadas que debían servir de pilar del pueblo para las insurrecciones generales conducentes al derrumbe del dominio extranjero. A mediados de 1945, ya había unos diez mil hombres bajo su mando pudiendo pasar a la ofensiva contra los japoneses que ocupaban todo el sudeste de Asia. En agosto de ese año, el invasor estaba derrotado. Estados Unidos había lanzado las bombas atómicas en Hiroshima y Nagasaki y en Europa la guerra había concluido en mayo. Al frente del Ejército Popular, Giáp dirigió sus tropas hacia Hanói y en un breve lapso de 2 semanas, el 28 de agosto el contingente militar del pueblo vietnamita ocupó la capital donde se declaró la Independencia el 2 de septiembre de 1945. Sin embargo, los apetitos imperiales franceses no habían cesado. Tan pronto como se declaró la Independencia comenzaron los preparativos de la potencia colonial para desatar la guerra. El 19 de septiembre de 1946 el presidente Ho Chi Minh llamó a todo el país a levantarse en resistencia contra los colonialistas franceses. A Giáp como Comandante en Jefe del Ejército Popular le correspondió dirigir las operaciones en contra de los franceses. Condujo exitosamente las batallas de Cao Bang en 1950 y Hoa Binh en 1952 demostrando la superioridad de la guerra popular sobre las fuerzas regulares del ejército francés que se propuso plantear la batalla decisiva en Dien Bien Phu siendo derrotados definitivamente por el ejército al mando de Giáp tras 55 días de asedio en los que el brillante general vietnamita desarrolló una operación de desgaste a largo plazo apoyada con artillería. Finalmente se impuso su idea de " un ataque y un avance más lentos, pero más seguros... atacar para vencer, no atacar sino cuando se tiene la certeza de la victoria ".

En una entrevista concedida al semanario “La Revolución africana” en mayo de 1963, Giáp afirmó que “Dien Bien Phu no solamente es una gran victoria del pueblo vietnamita sino también una gran conquista de la humanidad progresista, de todos los pueblos pequeños y débiles que luchan contra el colonialismo bajo cualquier forma, por la independencia y la libertad, de las fuerzas socialistas, democráticas y pacíficas del mundo”

Después de la derrota y expulsión de los franceses de su territorio, Vietnam fue dividido, se impuso un gobierno títere en el sur que de inmediato recibió el apoyo de Estados Unidos. En el norte se inició la construcción socialista. Giáp fue nombrado ministro de defensa. La presencia militar de Estados Unidos fue creciendo con los años. Nuevamente, había que luchar para expulsar a los invasores y reunificar el país. A Giáp le correspondió diseñar la estrategia militar que bajo la certera conducción del Partido Comunista condujera al pueblo vietnamita por otro sendero de victoria. Aunque la experiencia era amplia, las nuevas tecnologías de combate planteaban una lucha desigual entre un país económica y financieramente muy avanzado y otro devastado por décadas de colonialismo. En esas condiciones, Giáp instruyó a las fuerzas armadas en la convicción de que la victoria se iba a lograr sólo con la participación masiva del pueblo, la sabia conducción del Partido Comunista y el desarrollo de formas irregulares de combate encaminadas a ir mermando la capacidad combativa del enemigo a través de golpes militares permanentes y en todo el territorio y, novedosas formas de enfrentamiento con la utilización de armamento popular para crear una situación sicológica insostenible al invasor.

Al finalizar la guerra, más de medio millón de hijos e hijas del pueblo vietnamita habían entregado su vida por la Independencia, mientras casi 60 mil soldados estadounidenses encontraron la muerte en una guerra a la que acudieron sin saber los objetivos de su presencia en un país tan distante del suyo. En 1975, Estados Unidos fue derrotado por el ímpetu del ejército vietnamita que el 30 de abril entró victorioso a Saigón bajo el mando del General Giáp.

Después de la victoria y la reunificación del país, Giáp continuó siendo ministro de defensa, ahora de la República Socialista de Vietnam y, hasta 1982 fue miembro del Buró Político del Partido Comunista. En 1992 recibió la Estrella de Oro, el más alto reconocimiento que otorga el pueblo y gobierno de Vietnam.

lunes, 14 de octubre de 2013

Vietnam. Cientos de miles de personas despiden al general Giap.

Agencias
“Nada es más precioso que la libertad”, Vo Nguyen Giap
Cientos de miles de vietnamitas salieron a las calles de Hanói, llorando y rezando al paso del cortejo fúnebre del general Vo Nguyen Giap, héroe de la independencia que será enterrado este domingo.

Un camión militar transportaba el ataúd envuelto en una bandera nacional por la capital, en el último día de un funeral de Estado de la segunda persona más querida del país tras el fundador del Partido Comunista Vietnamita (PCV), Ho Chi Minh.

El régimen comunista decidió ofrecerle un funeral de Estado, obviando las críticas del general contra el PCV al final de su vida y los 30 años que fue dado de lado, destacando su condición de héroe de la independencia vietnamita.

Giap "es el general del pueblo y su nombre quedará para siempre grabado en la Historia de la nación", declaró a la televisión el secretario general del PCV, Nguyen Phu Trong. La muerte el 4 de octubre a los 102 años de edad del general que derrotó a franceses y estadounidenses es "una gran pérdida", para el pueblo y el país, añadió.

Cientos de miles de personas se concentraron en las calles para dar su último adiós a Giap "¡El general vivirá para siempre!", gritó un hombre al paso del cortejo de vehículos militares cubiertos con coronas de flores rumbo al aeropuerto.

Giap será enterrado este domingo en Quang Binh, su provincia natal, situada a unos 500 kilómetros de la capital.

El general, un genio militar autodidacta, infligió en 1954 una dura derrota a las tropas coloniales francesas en Dien Bien Phu, hecho que propició la fundación de un Vietnam independiente y el fin de la dominación francesa en Indochina.

También está considerado uno de los mayores artífices de la victoria contra los estadounidenses en 1975, que condujo a la unificación de Vietnam.

"Se ha marchado llevándose con él una parte de nuestras gloriosas victorias", comentó Tran Hung Tuy, un exfuncionario de 74 años. "Es el mayor funeral en Vietnam tras el del presidente Ho Chi Minh en 1969. La gente admira y quiere a Giap de corazón", declaró a la AFP tras una oración al paso del ataúd.

Este tipo de grandes concentraciones son poco frecuentes en Vietnam, donde el PCV controla al milímetro la puesta en escena de los aniversarios oficiales y las manifestaciones populares se dispersan habitualmente con violencia.

A pesar de que el régimen le dio de lado durante los últimos 30 años, Giap seguía siendo muy popular, incluso entre los más jóvenes que no vivieron la guerra.

Al denunciar públicamente al final de su vida las derivas del régimen, especialmente la corrupción endémica, Giap ofreció un apoyo implícito a los disidentes, al tiempo que permaneció leal al Partido, según los expertos.

domingo, 6 de octubre de 2013

Muere el general Giap, el estratega de la derrota de Francia y EE UU en Vietnam. El militar, fallecido a los 102 años, planificó la caída de Dien Bien Phu y encabezó la ofensiva del Tet

El 30 de abril de 1975, tras la caída de Saigón, Estados Unidos vivió una de las mayores crisis de identidad de su historia al preguntarse ¿quién perdió Vietnam?. Hay muchos candidatos para ese puesto, pero la pregunta opuesta, ¿quién ganó? no puede responderse sin hablar de Vo Nguyen Giap, comandante de las fuerzas del Vietnam comunista entre 1946 y 1976, es decir, durante toda la duración de las dos grandes guerras que asolaron el país asiático. Giap, el último de los dirigentes históricos del Partido Comunista de Vietnam, ha muerto este viernes a los 102 años en un hospital militar de Hanoi.

Giap nació en 1911 en la entonces Indochina francesa, hijo de una familia de campesinos acomodados. Tras estudiar derecho, ciencias políticas y economía en la Universidad de Hanoi, fue periodista y profesor. Parte del movimiento anticolonial desde los 14 años, a finales de los años 30 se adhirió al Partido Comunista, encabezado por Ho Chi Minh. En 1938, antes de la invasión japonesa de Vietnam, huyó a China, donde organizó un ejército guerrillero contra la ocupación de su país, primero por los ejércitos nipones y luego contra los franceses.

La falta de formación militar de Giap, autodidacta en asuntos bélicos, no le impidió convertirse en uno de los mayores estrategas del siglo XX, capaz de derrotar tanto a las fuerzas de Francia como a las de Estados Unidos con un ejército que, pese a la ayuda china y soviética, era nominalmente muy inferior en entrenamiento y equipamiento al de sus enemigos. "Tuvimos que usar lo pequeño contra lo grande, armas anticuadas contra armas modernas", diría Giap más tarde. "Al final, es el factor humano el que determina la victoria".

El gran triunfo de la estrategia de Giap fue la batalla de Dien Bien Phu, en 1954, en la que consiguió cercar a 14.000 soldados franceses en un valle al norte del país. El Ejército galo no esperaba que los guerrilleros vietnamitas fuesen capaces de cavar trincheras y posicionar cañones sobre las montañas que rodeaban el valle. Los 55 días de asedio, asalto y posterior rendición de Dien Bien Phu asestaron un golpe mortal a las aspiraciones coloniales francesas —no solo en Indochina— y serían uno de los acontecimientos que desencadenarían el fin de la Cuarta República.

Francia se retiró de Indochina tras acordar la división "provisional" del país por el paralelo 17 entre el norte comunista y el sur encabezado por un Gobierno cercano a las potencias occidentales. Estados Unidos, impulsado por el espíritu anticomunista de la época, suplió el papel de la expotencia colonial en apoyo al régimen del sur. Pero los acuerdos de Ginebra duraron menos de cuatro años. Al negarse el sur a convocar elecciones, ambos países entraron en guerra, Hanoi con el apoyo de China y de la Unión Soviética, Saigon con el respaldo de Estados Unidos.

Durante los 15 años siguientes, más de tres millones de vietnamitas perderían la vida, así como más de 58.000 estadounidenses. "No eramos lo suficientemente fuertes para expulsar a medio millón de soldados, pero ese no era el objetivo", diría Giap en 1990. "Nuestra intención era romper la voluntad del Gobierno estadounidense de continuar con la guerra".

Eso se logró en 1968 con la ofensiva del Tet, un ataque masivo por parte de tropas norvietnamitas y de la guerrilla comunista del Vietcong en las principales ciudades de Vietnam del Sur. El papel de Giap en la operación es dudoso: mientras que las fuentes oficiales le hacen responsable de la victoria, otras dicen que estaba en contra. A pesar de que los más de 44.000 muertos —diez veces más que los de EE UU— la convierten en una derrota táctica, la profundidad y amplitud de la ofensiva del Tet minó espectacularmente la moral de las tropas survietnamitas y puso definitivamente a la opinión pública estadounidense en contra de la guerra. Saigón tardaría siete años más en caer, pero la victoria empezó esa mañana de enero.

La muerte de Ho Chi Minh, en 1969, y su conflicto con su sucesor, Le Duan, le retiró lenta pero decisivamente de la primera línea de la política. En 1979 dejó de ser ministro de Defensa y, tres años más tarde, abandonó el Politburó.

Pero su caída en desgracia política no le hizo dejar de ser una de las figuras más queridas y admiradas de Vietnam, siempre presente en actos de conmemoración con su uniforme de general y recibiendo visitas de personalidades como Fidel Castro, Luiz Inácio Lula da Silva, y, en 1995, su antaño enemigo Robert McNamara, secretario de Defensa de EE UU durante la presidencia de John F. Kennedy. En 2008, a los 97 años, se opuso públicamente a la explotación de una mina de bauxita en el centro del país por parte de una empresa china. Al publicarse la noticia de su muerte, las redes sociales del país asiático se llenaron de homenajes al "más grande de los generales", un "héroe nacional". El Gobierno aún no ha anunciado si celebrará un funeral de Estado.
Fuente: El País.

domingo, 28 de julio de 2013

El hombre que podría haber acortado la Guerra de Vietnam. Malcolm Gladwell Escritor, especial para la BBC











Konrad Kellen era un analista de Defensa desconocido que podría haber alterado el curso de la Guerra de Vietnam... si le hubieran escuchado.

Escuchar bien es una habilidad y exige un talento especial.

La habilidad de oír lo que alguien está diciendo sin pasarlo por el tamiz de nuestros prejuicios es una habilidad instintiva similar a tener memoria fotográfica.

He observado que la gente que tiene ese talento nos hace sentir incómodos: algo en nosotros quiere escuchar una versión pasada por el filtro de las parcialidades de otro.

Hay muchos ejemplos de ese fenómeno, pero me quiero concentrar en la historia de Konrad Kellen, un verdadero gran oyente.

Durante la Guerra de Vietnam, escuchó algo que debería haber cambiado el curso de la historia. Sólo que no sucedió.

Y hoy en día, nadie sabe realmente quién fue Kellen, lo que es una lástima pues su estatua debería estar en medio del Monumento a los Veteranos de Vietnam en Washington.

Quién era
-Nació en Alemania en 1913
-Huyó de la Alemania nazi a Nueva York a los 20 años
-Trabajó para la unidad de Inteligencia del ejército de EE.UU. durante la Segunda Guerra Mundial y fue galardonado con la Legión al Mérito
-Como analista de políticas de la Corporación Rand en California, junto a sus colegas, en 1969 escribió una carta abierta al gobierno estadounidense recomendando el retiro de las tropas de Vietnam ese un año.
-Murió a los 93 años en 2007. Al final, se levantaba en la mitad de la noche aterrado, convencido de que los nazis estaban camino a su casa para atraparlo.

Kellen era alto, buen mozo y carismático. Amaba los Ferraris. Podía citar de memoria largas secciones de la obra del historiador griego Tucídides. Uno de sus primos era el gran economista Albert O. Hirshman. Otro era Albert Einstein.
Nació en 1913. Su apellido completo era Katzenellenbogen, una de las grandes familias judías de Europa. Vivían espléndidamente cerca del zoológico Tiergarten de Berlín. Su padre era un prominente industrialista y su madrastra fue pintada por Pierre-Auguste Renoir, quien era amigo de la familia.

Vivió una de esas vidas extraordinarias del siglo XX.
Cuando era joven, se fue de Berlín y se instaló en París, donde se hizo amigo del artista plástico y de letras Jean Cocteau. En un barco, el América, el mafioso neoyorquino Dutch Schultz le ofreció trabajo. Cuando llegó a Estados Unidos, conoció al autor Thomas Mann y fue su secretario privado. Luego, se alistó en el ejército estadounidense durante la Segunda Guerra Mundial.

Cuando la guerra terminó, una joven se le acercó en un café en París y le preguntó que si le hacia un favor: "Mi padre es un artista y necesita que alguien lleve sus obras a Estados Unidos". Él dijo que sí. La mujer era la hija del pintor Marc Chagall.

Su némesis
Tras la guerra, el ejército lo mandó de vuelta a Berlín en donde su tarea era entrevistar a soldados alemanes para entender por qué siguieron luchando por Adolf Hitler mucho después de que claramente la guerra estaba perdida.

Luego trabajó para la Radio Free Europe (Radio Europa Libre). Nuevamente, su trabajo era escuchar: entrevistar desertores del otro lado de la Cortina de Hierro, para averiguar cómo era la vida bajo el gobierno soviético.

Y, finalmente, a principios de los años 60, se incorporó a la Corporación Rand, un prestigioso centro de expertos en California creado por el Pentágono después de la guerra para hacer análisis de defensa de alto nivel. Fue ahí donde enfrentó el mayor reto de su carrera: el Proyecto para la Motivación y Moral de Vietnam.

Lo había iniciado Leon Goure, quien también era un inmigrante. Sus padres eran mencheviques. Escaparon de la Unión Soviética durante una de las purgas de José Stalin. Goure era brillante, carismático, increíblemente encantador, absolutamente despiadado, y era el enemigo número uno de Kellen.

El análisis
El proyecto nació del gran problema que el Pentágono tenía cuando empezó la Guerra de Vietnam.
La Fuerza Aérea de EE.UU. estaba bombardeando Vietnam del Norte pues quería impedir que los comunistas apoyaran a los insurgentes del sur, liderados por el Frente Nacional de Liberación de Vietnam (FNL) o Viet Cong.

La idea era doblegar la voluntad de los norvietnamitas. Pero el Pentágono no sabía nada sobre ellos, ni de su cultura, historia o lenguaje.

¿Cómo saber si estás doblegando a un país si no sabes nada sobre esa nación? La misión de Goure era descubrir qué estaban pensando los norvietnamitas.

Se fue a Saigón y se instaló en una antigua villa francesa en la Rue Pasteur en la parte vieja de la ciudad. Contrató unos entrevistadores vietnamitas y los mandó al campo.

Les encomendó encontrar guerrilleros capturados para entrevistarlos. Durante los siguientes años, acumuló 61.000 páginas de transcripciones, que fueron traducidas al inglés, resumidas y analizadas.

Con esos análisis, Goure condujo sesiones informativas con todos los altos mandos del ejército estadounidense. Y cada vez que lo hacía, decía lo mismo:
Los guerrilleros están totalmente desmoralizados. Están a punto de rendirse. Si se les presiona un poco más, si se les bombardea un poco más, tirarán la toalla y se irán corriendo de vuelta a Hanoi.
Es difícil sobrestimar cuánta credibilidad tenía Goure en esos años: era el único que entendía la forma de pensar del enemigo.

Cuando llegaban dignatarios a Saigón, su primera parada era la villa en Rue Pasteur, donde Goure ofrecía cócteles y elementos para comprender a ese enemigo extraño y misterioso. Lo recogían en helicóptero y lo llevaban a portaaviones frente a la costa de Vietnam a instruir a oficiales militares traídos desde Washington.

Se decía que el presidente Lyndon Johnson andaba con una copia de los escritos de Goure en su bolsillo de atrás. Lo que Goure decía era la justificación para la política estadounidense en Vietnam.

El peor enemigo
Cobró millones de vidas. A EE.UU. lo impulsaba la preocupación de que se expandiera el comunismo

EE.UU. y Vietnam del Sur fracasaron en su esfuerzo por impedir la unificación liderada por los comunistas

Todo el mundo creía lo que Goure decía, con una excepción: Konrad Kellen. Él había leído las mismas entrevistas y llegado a la conclusión diametralmente opuesta.

Años más tarde explicaba que su reconsideración empezó con una entrevista memorable con un capitán veterano del Viet Cong.

Le habían preguntado al principio de la entrevista si pensaba que el Viet Cong podía ganar la guerra, y había dicho que no. Pero más tarde le preguntaron si pensaba que Estados Unidos podía ganar la guerra, y había dicho que no.

La segunda respuesta cambia profundamente el significado de la primera: él no pensaba en términos de ganar o perder, y esa es una premisa muy distinta: un enemigo al que le es indiferente ganar o perder es el más peligroso de todos.

Esa sensación
Ahora, ¿por qué Kellen notó eso y Goure no? Porque Goure no tenía ese talento.

Goure había filtrado la información a través de sus propios prejuicios, los que prevalecían en 1965: EE.UU. era el país más poderoso de la historia de la humanidad; Vietnam era una mota de polvo que no había siquiera iniciado la Revolución Industrial.

Sólo en la primera campaña de bombardeo de la guerra, la operación Rolling Thunder, EE.UU. dejó caer tantas bombas en esa mota de polvo como la Real Fuerza Aérea británica sobre Alemania en toda la Segunda Guerra Mundial.

Al ver los números, Goure no pudo creer que alguien pudiera resistir tal asalto. Así que leyó la primera respuesta de esa entrevista y dejó de escuchar.

Kellen era diferente. Tenía ese talento. Cuando Hitler subió al poder en Alemania, él tenía 20 años e inmediatamente empacó sus maletas y se fue para no volver hasta que terminó la guerra. Si le preguntaban por qué partió cuando lo hizo, siempre contestaba: "Tenía un pálpito".

Hitler dejó muy claro cuál era su actitud hacia los judíos en esos años, pero la mayoría de la gente no lo escuchó.

El arte de escuchar
Escuchar es difícil pues cuanto más se escucha, más inquietante se vuelve el mundo. Es mucho más fácil taparse los oídos y no escuchar del todo.

Kellen previno que Goure estaba equivocado, que el Viet Cong no se iba a dar por vencido y que la guerrilla no estaba desmoralizada. No era, advirtió, una batalla que EE.UU. podía ganar, ni hoy, ni mañana, ni pasado mañana.

No pasó nada
Goure ofrecía cócteles y atendía a dignatarios mientras que Kellen escribía informes largos y detallados que eran pasados por alto y luego olvidados.
La guerra continuó y las cosas cada vez se ponían peores.
En 1968 un colega suyo fue a ver a Henry Kissinger, entonces el nuevo arquitecto de la Guerra de Vietnam, y lo urgió a reunirse con Kellen.

Kissinger nunca lo hizo. Quizás si lo hubiera hecho, la historia sería distinta.
Esa es la gran ironía de ser un gran oyente: cuanto mejor oyente eres, menos gente quiere escucharte.

Fuente: BBC

viernes, 22 de junio de 2012

Guerras, soldados de reemplazo y soldados profesionales.

Según el libro de Christian Appy, publicado en 2003. "Patriotas: La guerra de Vietnam recordada por todos los lados", el general Creighton Abrams hizo este comentario en 1971 después de una investigación como comandante militar de EEUU en Vietnam: “¿Es esto un ejército? Los oficiales tienen miedo de dirigir a sus hombres a la batalla, y los hombres no les van a seguir. ¡Jesucristo! ¿Qué pasó? ".

Otro ex coronel del Ejército en Vietnam, Andrew J. Bacevich Sr. (ahora profesor de relaciones internacionales en la Universidad de Boston y un fuerte opositor de la política militar de los EEUU en el exterior) escribió un libro acerca de cómo los militares de EE.UU. trabajaron durante una docena de años después de la derrota para renovar su estrategia de guerra y táctica. ("El nuevo militarismo estadounidense: Cómo los americanos se dejan seducir por la guerra", Oxford University Press, 2005)

Una conclusión importante es que un ejército de reclutas puede resultar inestable si la guerra se considera de naturaleza injusta y es impopular en el país. Esta es la razón por la que la conscripción (el servicio militar obligatorio) se terminó para siempre y el Pentágono se apoya en la fuerza militar mejor pagada, con más prestigio profesional, complementado por un gran número de contratistas y mercenarios que realizan muchas tareas que anteriormente se realizaban por soldados regulares. Fuente aquí.