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lunes, 24 de septiembre de 2018

_- Wisconsin: de laboratorio de la democracia a laboratorio de su destrucción. El periodista Dan Kaufman narra la demolición sistemática de un bastión de la izquierda norteamericana

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Donald Trump nunca se cansa de recordar sus hazañas, sean verdaderas o imaginadas. “¡Gané… hasta en Wisconsin!” dijo, orgulloso, a comienzos de julio, refiriéndose a las elecciones presidenciales de 2016. Esta vez, para variar, no mentía.

Wisconsin, estado por antonomasia del Midwest, también es la cuna del progresismo norteamericano. Fue allí donde, en 1854, se fundó el Partido Republicano, entonces a la izquierda de los Demócratas. Y fue allí donde se creó por primera vez un seguro social que protegía a los obreros contra el desempleo o los accidentes laborales. El estado también fue pionero en la protección del medio ambiente; y Milwaukee, la ciudad más grande del estado, tuvo un ayuntamiento socialista de forma casi continua desde 1910 a 1960. Cuando Franklin D. Roosevelt diseñó el New Deal como respuesta progresista a la Gran Depresión, trajo a muchos de sus arquitectos de la Universidad estatal en Madison, regida desde su fundación por la filosofía de la “Wisconsin Idea”, que pone el conocimiento académico al servicio de la ciudadanía.

No sorprende, pues, que Wisconsin se haya encontrado en la diana de la derecha estadounidense, empeñada en destruir de una vez por todas el poder de los sindicatos y toda posibilidad de una hegemonía de la izquierda. El ataque ha tenido éxito. En años recientes, Wisconsin ha sufrido “una traumática transformación”, explica el periodista Dan Kaufman en su libro The Fall of Wisconsin: The Conservative Conquest of a Progressive Bastion and the Future of American Politics (La caída de Wisconsin. La conquista conservadora de un bastión progresista y el futuro de la política norteamericana). Desde 2011, cuando el republicano Scott Walker asumió el puesto de gobernador, escribe Kaufman, Wisconsin “ha vivido una de las mayores decaídas del país de la clase media, mientras que su tasa de pobreza ha llegado al nivel más alto en treinta años … y un once por ciento de la población se ha visto disuadida de ejercer su derecho al voto”.

Walker se ha dedicado a minar el sector público. Entre 2011 y 2017, por ejemplo, recortó más de mil millones de dólares en la partida de escuelas y universidades. Pero su enemigo más acérrimo ha sido el movimiento sindical. El mismo año que entró a la casa del gobernador, quiso destruir el poder de los sindicatos de los funcionarios mediante una ley que pretendía ser presupuestaria (Act 10). Acto seguido se desataron protestas masivas cuyo espíritu se llegó a asociar con la Primavera Árabe, el 15M español y Occupy Wall Street. A pesar de las protestas, la ley se adoptó en marzo de ese mismo año. Así fue cómo Wisconsin pasó de laboratorio de la democracia a ser un laboratorio de su sistemática destrucción a manos de un movimiento conservador todopoderoso.

Hablo con Kaufman un fin de semana en su casa de Brooklyn, donde vive con su mujer e hijo. Además de periodista, es músico: este verano pasó por Pontevedra con su banda, Barbez, para presentar su nuevo disco de canciones de la Guerra Civil Española (For Those Who Came After, Para los que vinieron después). Kaufman (1970) se crio en la capital de Wisconsin, Madison, aunque lleva más de un cuarto de siglo en Nueva York. Escribe para el New York Times y la revista The New Yorker.

En el epílogo a su libro, cuenta que su proyecto empezó con un largo correo que recibió en 2011 de su madre, que acababa de participar en las protestas contra el Act 10.

Muchas de las más de 100.000 personas que en 2011 viajaron a la capital para protestar contra el Act 10 no eran sindicalistas, eran personas mayores que creían en una democracia impulsada por el activismo ciudadano

Mis padres, que emigraron a Madison de jóvenes, pertenecían a un ambiente judío progresista y fueron muy activos en el movimiento por los derechos civiles. Mi tío, un filósofo político en Michigan, fue profesor de varios de los líderes del movimiento estudiantil radical de los años sesenta, como Tom Hayden. Mis padres creían en los ideales de la democracia norteamericana, que en Wisconsin eran más prominentes que en muchos otros lugares. Había una proximidad poco común entre los ciudadanos y el gobierno estatal y durante mucho tiempo la política fue extraordinariamente limpia. Políticos republicanos tanto como demócratas se ufanaban de que sus campañas apenas costaban nada. De ahí también que fuera posible implementar tantas reformas pragmáticamente progresistas. Aquellas semanas, Wisconsin captó la atención del mundo entero. Fue una de las manifestaciones más grandes a favor de los derechos laborales desde que el Presidente Reagan derrotó al movimiento sindical en la huelga de los controladores aéreos, en los años 80.

Su libro describe en detalle cómo el plan para destruir la tradición progresista de Wisconsin ha seguido varias estrategias simultáneas que se refuerzan mutuamente. Van desde el rediseño de mapas electorales para garantizar victorias de derechas hasta la adopción de leyes que relajan las normativas medioambientales, dificultan el acceso al voto o limitan el poder de los sindicatos. Todo está impulsado por una amplísima infraestructura nacional que cuenta con sus propios think tanks y miles de millones de financiación por magnates industriales como los Hermanos Koch. Pero además señala que este plan lleva mucho tiempo en vigor: nace al menos cuarenta años antes de que Scott Walker asuma el puesto de gobernador. ¿Ha habido algún esfuerzo paralelo, comparable, de la izquierda durante estas casi cinco décadas?

Para nada. De hecho, los orígenes filosóficos de este proyecto de derechas se remontan hasta los años treinta, cuando las políticas del mismo Roosevelt despertaron la suspicacia de grandes magnates que nunca aceptaron el New Deal –con su Seguridad Social, sus políticas de empleo, sus leyes bancarias o sus inversiones públicas en infraestructura, educación y en las artes–. Desde entonces se han opuesto ferozmente a toda política que, a sus ojos, restringe la libertad empresarial.

Lo que es especialmente pernicioso es que esa supuesta libertad se vincula al espíritu de la frontera que es un elemento esencial en la mitología fundacional de este país. Hay políticos wisconsinianos como Paul Ryan de Janesville, actual líder de los Republicanos en la Casa de los Representantes, que se presentan como self-made man (hombre que se ha hecho a sí mismo) aunque en realidad viene de una familia muy acomodada. En Estados Unidos, esta ideología ha cundido entre los obreros. Como dijo el novelista John Steinbeck, aquí nunca ha habido un proletariado que se haya visto como tal: “Todos han sido capitalistas temporalmente avergonzados”.

En realidad, el único aparato capaz de contrarrestar esta ofensiva masiva de la derecha ha sido el movimiento sindical. Pero ha salido muy debilitado de las luchas de las últimas décadas. Hoy, poco más que un diez por ciento de los trabajadores pertenece a un sindicato. En los ochenta, era el doble. Por desgracia, este debilitamiento contribuye a un ciclo vicioso que refuerza a la derecha: se ha demostrado que el mero hecho de pertenecer a un sindicato moldea la conciencia política y reduce la atracción a los partidos autoritarios de extrema derecha. El ocaso de los sindicatos como espacios de socialización ha contribuido a la victoria de Trump.

La infraestructura que ha construido la derecha es fortísima. Y está hecha para durar. Aunque los Demócratas ganen escaños en el Senado y la Cámara de Representantes en las elecciones mid-term en noviembre, será una victoria pírrica mientras los republicanos sigan teniendo esa enorme ventaja infraestructural y mientras no se contrarreste la influencia del dinero en la política norteamericana. De hecho, es probable que su ventaja se incremente aún más mientras continúe la redistribución de la riqueza hacia el uno por ciento más rico de la población y mientras se sigan liberalizando las leyes que rigen el poder del dinero en los procesos electorales, como en la decisión Citizens United del Tribunal Supremo.

Además, la derecha es mucho más disciplinada que la izquierda. Para dar un solo ejemplo: ALEC, el American Legislative Exchange Council, es una organización fundada en los años 70 y financiada, entre otros, por los Hermanos Koch. Entre otras cosas, diseña leyes estatales que ayudan a erosionar el movimiento sindical, la protección medioambiental o el sistema de educación pública. He asistido a varias de sus reuniones. Hay muy poco desacuerdo. Ves a un lobista de Exxon-Mobil al lado de un joven libertario del Instituto Goldwater, reunidos con políticos, diseñando leyes que después son adoptadas masivamente por aquellos estados donde gobierna el Partido Republicano. Aunque no son medidas diseñadas en aquellos estados —o deseadas por sus ciudadanos— logran venderlas al electorado mediante toda una red adicional, con cantidades infinitas de dinero, que se ocupa del framing del debate público.

¿Qué es lo que mueve a la derecha? ¿Cuánto hay en su empeño de ideología –conceptos, digamos, genuinos sobre el individuo, la economía o la libertad– y cuánto de interés puro y duro?

Para mí, mucho de lo que parece ideología no deja de ser una máscara para la codicia más desnuda, por más que los propios políticos han llegado a confundir la máscara con lo que esconde. Nacieron con ciertos privilegios que ahora se empeñan en proteger. En Wisconsin, durante mucho tiempo el sistema de educación pública realmente garantizaba cierta igualdad de oportunidades –precisamente porque el Estado garantizaba que toda persona pudiera “hacerse a sí misma”–. La erosión de ese sistema, junto con el debilitamiento de los sindicatos, incrementa la desigualdad.

Su libro resalta los errores tácticos cometidos en Wisconsin por la campaña de Clinton y por el propio Obama, que dijo apoyar las protestas contra la ofensiva antisindical de Walker pero que después nunca apareció. Clinton no visitó el estado y no compró anuncios en Wisconsin hasta una semana antes de las elecciones. Acabó perdiendo por 22.000 votos.

Para mí, esos errores garrafales nacieron de la enorme distancia que existe estos días entre el liderazgo del Partido Demócrata y el movimiento obrero. En cierto sentido, el Partido obedece simplemente a sus donantes principales, que son empresariales y bancarios. No hay que olvidar que los Hermanos Koch también donan a los demócratas. Cierto, el Partido tiene un mensaje claramente progresista en cuestiones sociales y raciales. Pero en lo económico es mucho más confuso. Clinton, por ejemplo, decía públicamente que rechazaba un tratado de libre comercio cuando en privado trabajaba por que se aprobara.

La actitud pasiva del Partido Demócrata durante el movimiento contra Act 10 dejó un mal sabor en muchas bocas y un resentimiento que aún persiste

Cuando Obama no quiso personarse en Wisconsin durante la protesta sindical, señaló no solo al movimiento que no le importaba lo que estaban haciendo, sino que mandó una clara señal a Walker y compañía que no iba a luchar por lo que, al fin y al cabo, es el núcleo electoral de los demócratas: enfermeras, maestras, profesoras, gente trabajadora. Y aunque la densidad sindical en Estados Unidos hoy es más bien baja, el papel político de los obreros sindicalizados es crucial, dada su cohesión y su capacidad de activismo y movilización.

La ausencia de Hillary durante la campaña fue un eco de la ausencia de Obama durante la protesta. Clinton adoptó un método muy top-down, dirigido por las encuestas, con muy poca comprensión de la dinámica comunitaria local. La actitud pasiva del Partido Demócrata durante el movimiento contra Act 10 dejó un mal sabor en muchas bocas y un resentimiento que aún persiste. Hillary no perdió en Wisconsin porque hubiera mucha gente que pasó de un campo a otro: Trump ganó seis mil votos menos que Romney cuatro años antes. No, lo que pasó fue que muchos demócratas se quedaron en casa.

La cúpula del Partido Demócrata adoptó, por un lado, una actitud demasiado calculadora; pero, por otro, también calculó mal.

Calcularon mal y pecaron de arrogantes. Supusieron que Wisconsin era un estado sólidamente demócrata. Pero cualquiera sabe que nunca lo ha sido. Kerry lo ganó por los pelos en 2004. Hay un conservadurismo muy fuerte. También es el estado que produjo al Senador Joseph McCarthy, el cazador de comunistas. Trump supo aprovechar esa vena. Los demócratas, por su parte, no entendieron hasta qué punto los pueblos de Wisconsin se han quedado huecos, agotados. Son guetos rurales. Wisconsin fue uno de los pocos estados que tenía zonas campesinas de tradición progresista. Hoy la mecanización e industrialización de la agricultura los ha dejado diezmados, fantasmales. Las tasas de suicidio entre los agricultores son muy altas. Ahora bien, en estos pueblos empobrecidos, es probable que la maestra de escuela sea la única que tiene sanidad, gracias a su contrato sindical. Pero esa desigualdad es un caldo de cultivo para el resentimiento. En esas zonas, quizá inesperadamente, Sanders ejercía una gran atracción. En las primarias, le ganó 71 de los 72 condados a Clinton. Cuando él quedó fuera, esos votantes se pasaron a Trump que, como Sanders, criticaba al establishment. Y mientras Trump azuzaba sentimientos nativistas y raciales, también enfatizaba políticas tradicionalmente demócratas como la creación de empleo y la protección de la Seguridad Social y la sanidad.

En su libro nos presenta a Randy Bryce, el obrero siderúrgico sindicalista de Milwaukee que en noviembre será el candidato demócrata a la Cámara de Representantes en el distrito que vota desde 1999 al republicano Paul Ryan, mientras que Ryan ha anunciado que se retira. Bryce, como obrero y veterano militar, sí que tiene esa cercanía al electorado que le faltaba a Hillary. Pero ¿podrá contra el aparato republicano y sus millones de dólares, y en un contexto tan viciado en su contra por el rediseño de los mapas electorales, la restricción del derecho al voto, etcétera?

La imagen populachera también la invocan los republicanos. Hasta Trump, con todos sus millones, proyecta un talante obrero

La imagen populachera también la invocan los republicanos. Hasta Trump, con todos sus millones, proyecta un talante obrero. Pero Bryce lo encarna de verdad. Cuando empecé a seguirle, le costaba llegar a fin de mes, porque el trabajo siderúrgico depende mucho de las temporadas y apenas hay en los inviernos. Figuras como Bryce en Wisconsin, Beto O’Rourke en Tejas o Alexandria Ocasio-Cortez en Nueva York representan una nueva apuesta por la participación ciudadana: la idea, muy propia del socialismo de Wisconsin, de que los que nos representan sea gente común. Esa idea no ha perdido su poder movilizador. Sanders tenía razón en enfatizar la importancia de las multitudes y el entusiasmo. Es la única arma que tienen los demócratas contra las arcas sin fondo de los republicanos. Los medios que cubren las luchas políticas enfocan muchas veces en los aspectos más sensacionales y superficiales. Pero creo que, en realidad, entre los ciudadanos hay un hambre por contenidos políticos más sustanciales. Los problemas con que se enfrentan también lo son.

Algunas elecciones recientes en Wisconsin indican que hay bastante decepción entre los que votaron a Trump en 2016. Pero ¿la izquierda ha aprendido de sus fracasos? En agosto, usted publicó una pieza en el New Yorker sobre el nuevo candidato demócrata a gobernador, Tony Evers, actual inspector general de Educación. ¿Podrá impedir que Walker gane por tercera vez?

Por ahora, Evers le está ganando a Walker en las encuestas. Es un político winconsiniano muy de vieja estampa. Hombre ya mayor, lleva toda su vida trabajando en el sistema educativo público. Y la gran mayoría de la gente de Wisconsin sigue creyendo en lo público, sean escuelas o carreteras. Bajo Walker, las cosas han empeorado tanto que hasta la derecha está alarmada. En este contexto, Evers es una figura interesante. Es pragmático, muy templado, pero también cree en el compromiso con la justicia social. Su padre era médico en un sanatorio que trataba a obreros de una fábrica de porcelana que se habían enfermado por silicosis.

La gente de Wisconsin es compasiva, como lo son la mayoría de los norteamericanos. Las políticas económicas y sociales de Walker carecen de toda compasión, como la política migratoria de Trump, que separa a hijos de padres y los encierra en jaulas. Es una cuestión de empatía, de simple decencia. Puede que la derecha se haya pasado de rosca.

Fuente:
http://ctxt.es/es/20180905/Politica/21482/Sebastiaan-Faber-entrevista-EEUU-movimiento-sindical-izquierda-politica-Dan-Kaufman.htm

sábado, 29 de octubre de 2016

Muere Tom Hayden, icono pacifista y de los derechos civiles. El político, de 76 años, es recordado por sus viajes a Vietnam y su activismo

Tom Hayden es una figura clave para entender los Estados Unidos de los años sesenta y setenta. Hayden, que murió el domingo a los 76 años por problemas de corazón, protagonizó algunos de los acontecimientos que alteraron la conciencia de este país e impulsaron los derechos de los ciudadanos.

En la lucha de la población negra para poder votar como la blanca, estaba Hayden. También en los disturbios durante la convención del Partido Demócrata en 1968. Fue uno de los iconos más radicales de los movimientos estudiantiles y pacifistas de la época. Defendía la desobediencia civil, como promulgaba uno de sus aliados, el reverendo negro Martin Luther King.

Hayden, que era blanco, logró la liberación de tres prisioneros de guerra estadounidenses en Vietnam en 1967. Y se convirtió en un objetivo prioritario del espionaje del FBI a la llamada Nueva Izquierda que florecía en EE UU.

“Era un radical dentro del sistema”, dijo, tras su muerte, Duane Peterson, un asesor del activista, al diario Los Angeles Times, la ciudad en la que vivía.

La descripción revela la mutación de Hayden: tras intentar cambiar desde fuera el sistema, trató de hacerlo desde dentro cuando entró en política en los años ochenta. Fue congresista y senador en California durante 20 años con especial énfasis en asuntos sociales, como el medio ambiente. Pero fracasó en sus intentos de ser senador nacional, gobernador de California o alcalde de Los Ángeles.

Para algunos, su entrada en política fue una traición a sus ideales iniciales. Para otros, una muestra de realismo. Mientras que otros tantos nunca le perdonaron que “romantizara” a los vietnamitas, como él mismo aseguró arrepentirse a finales de los ochenta.

Hayden nació en 1939 en Michigan, el único hijo de sus padres, y se crió en un entorno religioso. Estaba casado con la actriz canadiense Barbara Williams, con la que tenía un hijo adoptivo. Tuvo dos anteriores matrimonios, incluido con la actriz Jane Fonda, entre 1973 y 1990. Fueron una de las parejas de activistas más conocidas de la época y tuvieron una hija.

Su activismo antisistema afloró como adolescente y explotó como estudiante en la Universidad de Michigan. Inspirado por la caza de brujas contra supuestos simpatizantes comunistas y las sentadas de afroamericanos, Hayden empezó a participar en las protestas negras tras conocer en 1960 al reverendo King.

El día en que cumplió 22 años, la policía lo arrestó en Albany (Georgia). Había participado en los llamados Viajes de Libertad, grupos de blancos y negros que viajaban a bordo de autobuses al sur de EE UU para protestar contra la ausencia de implementación de la sentencia judicial que prohibía la discriminación racial en los autobuses intraestatales.

Hayden fue detenido tras rechazar abandonar el autobús y bloquear una acera en Albany. En la cárcel, escribió el borrador del manifiesto de Estudiantes por una Sociedad Democrática, la organización que fundó al año siguiente en Port Huron (Michigan).

El manifiesto rezaba que los jóvenes observaban con “incomodidad” el mundo que habían heredado y abogaba por una “democracia participativa” basada en la “fraternidad” y la “honestidad”. No ofrecía recetas concretas, pero criticaba la discriminación racial, la apatía ante la pobreza o el militarismo.

En los años siguientes, Hayden viajó a Vietnam y presenció los incidentes raciales de 1967 en Newark, donde había estado años colaborando con la población negra. En 1970, fue condenado a cinco años de cárcel por promover protestas contra la guerra con motivo de la convención demócrata de 1968 en Chicago, pero la sentencia fue derogada por irregularidades.

En un reflejo de su transformación política, Hayden acudió el pasado julio a la convención demócrata en Filadelfia que coronó a Hillary Clinton como candidata del partido en las elecciones presidenciales del 8 de noviembre.

Hayden escribió una veintena de libros, desde autobiográficos a ensayos de asuntos sociales y políticos. Escribía con regularidad en la prensa. El pasado abril, en un artículo en The Nation, defendió votar a Clinton en las primarias demócratas por hacer más por la población negra y latina que su rival, el senador Bernie Sanders, al que tildó de demasiado idealista.

El activista manifestaba sus simpatías con el mensaje izquierdista de Sanders y atribuía su auge a un sinfín de fenómenos, como el aumento de las desigualdades de ingresos, el impacto socioeconómico del libre comercio, la multiplicación del coste educativo o las tensiones raciales persistentes. Los mismos factores podrían servir para explicar también el auge del republicano Donald Trump.

Mirando a las elecciones de noviembre, Hayden defendía enterrar las rencillas entre Clinton y Sanders. “Todavía necesitamos la organización de un frente unido de iguales para prevalecer frente a los republicanos”, escribió. Su deseo se ha hecho realidad y la convención de Filadelfia fue el inicio de la alianza tácita de los dos rivales demócratas.

http://internacional.elpais.com/internacional/2016/10/24/actualidad/1477300722_505215.html

viernes, 12 de febrero de 2016

Lo que se oculta o ignora en la prensa y en la televisión sobre las elecciones de EEUU

La cobertura de lo que está ocurriendo en las elecciones primarias para el cargo de Presidente de EEUU por parte de los mayores medios de información españoles es, con limitadísimas excepciones, muy sesgada, traduciendo la orientación conservadora y/o neoliberal que caracteriza a la gran mayoría de tales medios. La bien conocida (a nivel internacional) falta de diversidad ideológica en la televisión y radio españolas, así como en la prensa escrita, con escasísima presencia de voces críticas de sensibilidad progresistas de izquierdas, se refleja en su presentación de lo que está ocurriendo en aquel país. Sus corresponsales en EEUU se limitan, por lo general, a traducir al castellano (o al catalán en Catalunya) lo que dicen los mayores medios de información estadounidenses, sin ir más allá y sin profundizar críticamente en lo que dicen aquellos medios. Y para complicar más las cosas, en su traducción de lo que dice la prensa estadounidense al español, copian literalmente lo que se escribe en tales medios, sin darse cuenta de que algunos términos tienen un significado opuesto a los dos lados del Atlántico. Así, el término “liberal” en EEUU se utiliza en aquel país para definir a un político que apoya el intervencionismo del Estado en la actividad económica, proponiendo medidas redistributivas y expansión del gasto público. Liberal, en EEUU, quiere decir lo que en Europa se conoce como socialdemócrata, mientras que en este continente, y por lo tanto en España, liberal define a un político que está en contra del intervencionismo del Estado, desfavorece las políticas redistributivas, y promueve la privatización de lo público. Definir en los medios españoles a los políticos de la izquierda estadounidense como liberales crea enormes confusiones en España (ver, como ejemplo de este error, el artículo de la corresponsal de El País en Washington, Amanda Mars, “Sanders centra su estrategia en asociar a Clinton con el poder financiero”, El País, 06/02/2016).

¿Qué pasa en EEUU?
Hoy, la noticia mayor que existe en EEUU es que un candidato a la Presidencia del país, que se presenta (sin tapujos y orgulloso de serlo) como socialista, y que pide una revolución política, utilizando esta expresión en cada uno de sus actos electorales, está causando un tsunami político semejante al que ha ocurrido en España con Podemos o con el candidato laborista británico, el Sr. Corbyn, en el Reino Unido. En las primeras elecciones primarias en el país para el cargo de Presidente de EEUU, que tuvieron lugar hace unos días en el Estado de Iowa, tal candidato socialista empató con la candidata claramente apoyada por el aparato del Partido Demócrata, la Sra. Hillary Clinton, que contaba con el claro apoyo, no solo de aquel aparato, sino también del establishment político mediático de aquel partido. Y esta casi victoria del Sr. Bernie Sanders, que es el candidato socialista, ocurrió a pesar de la clara hostilidad que sufrió su candidatura por parte de los mayores medios de información (prensa y televisión) de aquel país (tal como también ocurrió con Podemos en España y con el Sr. Corbin en el Reino Unido). Predeciblemente, tal hostilidad o animosidad ha aparecido, no solo en los mayores medios de información de EEUU, sino también de España, cuya cobertura mediática de la vida política de EEUU, como he dicho en el párrafo anterior, se limita, la mayoría de las veces, a la mera traducción al castellano (o al catalán en Catalunya) de lo que dicen los mayores medios de información estadounidenses.

El surgimiento de este movimiento antiestablishment, liderado por Bernie Sanders, tiene características semejantes a lo que ha estado pasando en España y en Reino Unido, y responde a una situación común en los tres países: las clases populares están hartas del maridaje entre los intereses económicos y financieros de las grandes empresas que constituyen la clase corporativa (the corporate class) por un lado, y las instituciones representativas por el otro, que las han transformado en meros instrumentos de tal clase. Tal situación ha sido posible por la privatización del proceso electoral en EEUU, donde todo candidato a un cargo electoral puede recibir tanto dinero como pueda generar y, a través de lo que se llaman Super PACs, financiar su campaña, comprando tanto espacio televisivo como quiera, sin que exista ninguna regulación al acceso a tales medios. La mayoría de los fondos que la clase política (lo que se llamaría casta en España) recibe, procede de las grandes empresas de la corporate class, el 1% top de la sociedad por su nivel de renta que controla o tiene una enorme influencia, también en la mayoría de los medios de información y persuasión del país.

La consecuencia de este maridaje entre el mundo del capital y las instituciones políticas es que las políticas aprobadas por el Congreso de EEUU (hoy controlado por la ultraderecha estadounidense, financiada masivamente por los elementos estadounidenses comparables al IBEX-35 de España), sistemáticamente favorecen sus intereses a costa de los del mundo del trabajo, que constituye la mayoría de las clases populares de EEUU.

Tal situación también afecta a gran parte del Partido Demócrata. Fue precisamente el Presidente Clinton el que desreguló la banca (siendo su Ministro de Finanzas Robert Rubin, que era en su vida privada uno de los mayores banqueros de Wall Street, el centro financiero de EEUU), creando las bases para que se diera la mayor crisis financiera que el país ha vivido desde la Gran Depresión, crisis que ha creado un gran descenso del nivel de vida de las clases populares, a la vez que ha acentuado un incremento incluso más intenso de las desigualdades existentes en EEUU. Como constantemente señala Bernie Sanders, “una décima parte del 1% superior de la población controla el 90% de la riqueza del país”. Y los datos, fácilmente accesibles, señalan la veracidad y credibilidad de su mensaje.

La revuelta popular en contra del establishment político-mediático
...
¿Podrían pagarse las propuestas de Sanders?
Este argumento se reitera constantemente, en cualquier país, por voces conservadoras y neoliberales, como objeción a medidas que requieran una expansión del gasto público social. Es interesante subrayar que nunca se hizo la pregunta, por parte de las mismas voces que señalan que no hay recursos para la expansión del gasto social, si el país tenía dinero para pagar el rescate de sus bancos. De haberse hecho ésta, se podría haber contestado ahora de la misma forma. Si el país tuvo dinero para rescatar a los bancos, también lo tenía para rescatar a la población (y la misma respuesta aplica a España).

Y en EEUU (y en España) los fondos existen. Y así lo muestra el candidato Sanders: reduciendo el gasto militar significativamente, prohibiendo las inversiones de las empresas (del organismo equivalente al IBEX-35) en los paraísos fiscales haciendo que paguen impuestos como todos los demás, y aumentado la carga fiscal de las grandes fortunas, entre otras medidas. Con ellos se generarían recursos más que suficientes para asumir tales gastos. La no existencia de estos fondos ahora se debe a causas políticas (el maridaje poder económico-poder político) no a causas económicas.

El grupo de economistas del candidato Sanders ha publicado cómo se pagarían cada una de las reformas que él propone. Por ejemplo, el programa de universalización de los servicios sanitarios (conocido como single payer) sustituiría la financiación privada del sistema sanitario estadounidense (que se basa en el pago de pólizas a los seguros privados, pólizas que alcanzan unos niveles prohibitivos para millones de personas y que determina que tengan muchas dificultades para poder recibir atención sanitaria) por una financiación pública, de manera que la ciudadanía, en lugar de pagar a las compañías de seguro privadas (que ofrecen una cobertura insuficiente), lo harían en una cantidad mucho menor a una agencia pública, que les garantizaría una cobertura sanitaria completa, tal como ocurre en Canadá (cuya popularidad del sistema sanitario es mucho mayor que la del sistema privado estadounidense). En realidad, los impuestos para la mayoría de la población no aumentarían, pues la expansión de los servicios públicos sería a base del aumento de los niveles impositivos de los billonarios, que hoy apenas pagan impuestos, y cambios en las prioridades del gasto público, transfiriendo fondos de las áreas militares hacia las sociales...

... en cuanto al retraso de la edad de jubilación (que es 67 años en EEUU), propuesta a la que se opone Sanders pero que no descarta la Sra. Clinton. Ni que decir tiene que la Sra. Clinton es una alternativa mucho mejor que cualquiera de los candidatos republicanos. Pero para una persona progresista, Sanders cubre mejor la papeleta.

¿Permitiría el establisment político-mediático que Sanders fuese Presidente?
Esta observación, procedente de grupos escépticos en las izquierdas, tiene mucho peso. Es una realidad que el establishment muestra enorme hostilidad a la candidatura de Sanders. Los mayores canales de televisión ABC, CBS y NBC, por ejemplo, dan mucha más cobertura a los otros candidatos que a Sanders. Según el análisis de tiempo de cobertura de los candidatos (The Tyndall Report), tales canales ofrecieron en el año 2015 dieciséis veces más tiempo de exposición televisiva al candidato republicano Trump que al candidato demócrata Sanders, que goza de mayor apoyo popular que Trump. Similar discriminación ocurrió en España, comparando el tiempo de exposición y presentación favorable a Albert Rivera versus Pablo Iglesias en las elecciones últimas.

Hacerse esta pregunta lleva al centro del problema: la captación de las instituciones democráticas por los intereses económicos y financieros corrompen el significado de democracia. De ahí que la llamada a que cambien las instituciones políticas (y mediáticas) que Sanders define como Revolución Política sea la misma que la llamada a un nuevo orden económico, justo y solidario. Y este es el gran reto que hoy tienen tanto EEUU como España. Sin lugar a duda, estamos en un periodo histórico, en el que estamos viviendo el fin de una época con los albores de una nueva, de la cual no conocemos todavía su posible configuración. El enorme enfado de las clases populares puede canalizarse por fuerzas políticas profundamente reaccionarias (como Trump en EEUU) o profundamente democráticas (como Sanders). Ahora bien, el futuro a favor de las alternativas democráticas y progresistas dependerá de las movilizaciones populares que presionen para que ello ocurra. Así de claro.
Fuente: Vicenc Navarro,
http://blogs.publico.es/vicenc-navarro/2016/02/08/lo-que-se-oculta-o-se-ignora-en-la-prensa-y-en-la-television-sobre-las-elecciones-de-eeuu/

viernes, 12 de abril de 2013

Entrevista con James Petras “Thatcher, Reagan, Blair y Clinton prepararon el camino para las grandes crisis y quiebras financieras”

Efraín Chury Iribarne Correio da Cidadania


Efraín Chury Iribarne: Estamos recibiendo en directo desde los Estados Unidos a James Petras. Buenos días, ¿cómo está?

James Petras: Estamos muy bien por fin parece que entra la primavera por aquí.

Antes de comenzar, ¿puedes comentarme algo sobre los dichos del presidente uruguayo?

EChI: Lo que uno piensa es que lo que ha hecho el presidente no son simples comentarios sino agravios. Pienso que cuando uno verbalmente arremete gratuitamente no está bien. Ahora bien, hubo un primer agravio contra la Presidente Cristina Fernández y ahora apareció otra declaración, en la que trata de ‘baboso’ al expresidente Néstor Kirchner, se siguen sumando elementos.

Son dos naciones limítrofes, que integran MERCOSUR y otros organismos y no sabemos cuál es el rumbo tomado por José Mujica ni en que pueden terminar.

Concretamente, pienso que estos dichos ni siquiera están a la altura, ni siquiera de los antecedentes de una relación respetuosa que mantuvo Uruguay con Argentina.

JP: Bueno, creo que un problema clave es que Uruguay todavía depende demasiado del turismo y de las inversiones de Argentina, pienso en Punta del Este, etc., y esta dependencia abre una vulnerabilidad en Uruguay. Como consecuencia de la devaluación argentina, perjudicando el flujo de turismo, es aparentemente un factor donde Argentina y Brasil tienen demasiada influencia en la política económica interna de Uruguay.

Creo que el problema es ese, el desarrollo desigual entre las dos regiones.

Ahora, en el caso de Argentina, creo que están tomando medidas cada vez más precarias porque las dependencias sobre las exportaciones agrícolas, los impuestos a las exportaciones de soja, han creado una oposición interna, y creo que los argentinos tienen otra dependencia que no les permite tener un margen para cumplir con una integración mas de fondo con Uruguay. Entonces, Argentina toma medidas arbitrarias sin tener en cuenta el impacto que puedan tener en el Uruguay.

Los dos países tienen sus propias dependencias que les crean vulnerabilidades que terminan con este intercambio entre los presidentes que son sólo la superficie de los que hay más abajo, es más profundo, más estructural, que creo que es que la integración en el MERCOSUR era un paso positivo pero siempre se complica por las contradicciones internas que cada país tiene y la necesidad de acomodar estos grupos. El complejo financiero, inmobiliario y turístico es el eje de la política en Uruguay como la soja y las agroexportaciones son los ejes de la política en Argentina. Y los vínculos entre ambos dichos son potencialmente provocativos para una crisis.

EChI: Es cierto que existen esas dos dependencias, pero voy a explicarlas. Uruguay depende directamente del imperio, es un agente del imperio. Argentina tiene una dependencia de las grandes potencias agrícolas, pero no olvidemos que tiene detracciones impositivas sobre esas empresas que alcanzan el 30%, mientras que Uruguay, por el millón y medio de hectáreas de tierra cultivables hoy plantadas de soja, y no les cobra un peso.

Hay también otros elementos, como que en Uruguay no cae bien el hecho de que en Argentina se haya hecho y se sigue haciendo justicia con los asesinos de la dictadura, y que entre ellos uno de los tanto uruguayos implicados en las denuncias de terrorismo de Estado, que fue extraditado desde Brasil donde se había refugiado, y preocupa que se caiga en este tipo de cosas.

Con esto voy a pedirte una puesta a punto sobre lo que sucede en Corea.

JP: Bueno, en vez de bajar la temperatura como pidió ayer el Presidente de China, que pidió que los gobiernos occidentales y el gobierno de Corea del Norte dejen de lado las declaraciones bélicas, Washington sigue avanzando en sus ejercicios militares y hemos descubierto que el lema de los ejércitos estadounidense y surcoreano es ‘tumbar el gobierno’ y no hay ninguna necesidad de imaginar quién es ese enemigo.

Los ejercicios siempre son normales, rutinarios, pero detrás de eso está la idea de que los Estados Unidos a partir de amenazas o de un ataque militar pueden tumbar el gobierno.

Mientras tanto, Japón anunció hoy que está movilizando sus fuerzas porque el gobierno norcoreano anunció que hará una prueba con misiles de medio alcance.

Entonces tenemos un escenario actual en el que en vez de bajar la temperatura hay un aumento de tensiones. El último pronunciamiento del gobierno norcoreano es que retirará a todos sus obreros de las fábricas binacionales con Corea del Sur, era el último lazo que había, que venía de las reformas de la década pasada y ya está quebrado.

Corea del Norte se prepara para un enfrentamiento, Estados Unidos avanza con sus ejercicios, y detrás de eso sigue presente la idea de que un cerco militar puede provocar un ataque y demoler el gobierno. Lo trágico es que la mentalidad de los chinos sigue siendo muy mercantil, no tienen un concepto de seguridad nacional, pensando simplemente que porque tienen mayor comercio con Corea del Sur no deben tomar partido por Corea del Norte, abandonando la alianza con Corea del Norte están abriendo el camino a la agresión estadounidense, que a su vez tendrá efectos adversos en China por el hecho de tener misiles de EE.UU. a dos kilómetros de la frontera de Corea del Norte.

No es una situación típica como las hemos visto en el pasado, esta vez las tensiones se profundizan, las amenazas estadounidenses siguen siendo fuertes y cada vez que hay una declaración de nuevas movilizaciones Corea del Norte anuncia más preparativos de guerra. El fin de semana pasado movilizó más de un millón de soldados, hombres y mujeres, una preparación militar pero a la vez una demostración de fuerza.

No se qué va a desencadenar esto, pero es muy peligroso.
Es lo último que quiero decir sobre esto.
EChI: Se informó, muy a la pasada, del asesinato de once niños en Afganistán como consecuencia de la ocupación estadounidense en ese país. ¿Esto ha repercutido por ahí?

JP: No, no mucho. Siempre hay un ítem en las noticias sobre muertos, bombardeos, etc. y siempre aparece a continuación la típica promesa de Washington de que ‘vamos a investigar’. Y esas cosas se repiten mil veces porque los drones que utilizan no tienen la capacidad de separar civiles de combatientes, si hay combatientes en un pueblo pueden destruir decenas de casas y matar a decenas de civiles como sucede en Afganistán.

Es inevitable en la guerra de drones, porque la capacidad de precisión es muy limitada y no tienen el menor interés en tomar precauciones porque para ellos matar a un guerrillero es suficiente razón para bombardear una aldea entera.

En este caso, como dice el gobierno títere, por cada misil de dron que cae los talibanes reclutan cientos de militantes. Es una guerra perdida y va a retirarse en muchas ocasiones hasta que las tropas extranjeras se retiren o por lo menos los drones paren.

Por otra parte tenemos que tocar la muerte de Margaret Thachter que es importante como señal de los tiempos.

EChI: Si, claro. Te dejo con ese tema.

JP: Bueno, la importancia de Thatcher es central en la historia de los últimos 40 años, principalmente desde su gestión de primera ministra cuando lanzó una ofensiva y derrotó la mayor huelga sindical y la movilización de los mineros. Fue una lucha de gran trascendencia y el hecho es que Thatcher pudo derrotarla con la colaboración del Partido Laborista que no prestó apoyo y por la falta de solidaridad de otros sindicatos. En esa enorme lucha el sindicalismo sufrió una derrota y a partir de ahí Tatcher lanzó una ofensiva contra todo lo que representaba el Estado de bienestar.

La derrota del sindicalismo militante en los primeros años de la década de 1980, luego la implementación de la política neoliberal, la desregulación de la Economía, el aumento del militarismo y, más que nada, el robo de todos los beneficios sociales.

Ahora, más allá de los efectos negativos, el debilitamiento del movimiento obrero, el descrédito del sindicalismo amarillo y de las políticas laboristas, Thatcher creó un marco político-económico que sigue vigente hoy. Es decir, a partir de Thatcher ninguna otra iniciativa aparece para avanzar en la causa de los trabajadores.

Thtacher, como su contraparte Ronald Reagan, abre un nuevo capítulo en nuestra historia: primero derrotando las fuerzas obreras y sindicales; segundo lanzando otro proyecto político que abrió paso a la concentración de ingresos, concentración de poder en el ejecutivo y la expansión de las grandes desigualdades con la idea de que ya el Estado no tiene responsabilidad en el bienestar de sus ciudadanos, que la idea es enriquecerse cualquiera que pueda de la manera que pueda.

Ese es el legado que vive con nosotros hasta ahora, después de Thatcher hay un ínterin donde sale otro conservador y luego Tony Blair que es una adaptación laborista del thatcherismo, con la profundización de la desregulación, el aumento y el desequilibrio de economía en finanzas, la concentración de ingresos.

Y lo mismo pasa en los Estados Unidos, después de Reagan vino Bush y luego Clinton, que hizo lo mismo que Blair, son como hermanos, implementaron la política de reducir el peso social de los trabajadores, reducir los gastos sociales y abrieron el paso a la especulación.

Entonces Thatcher, Reagan, Blair y Clinton, los cuatro prepararon el camino a las grandes crisis y quiebras financieras, primero el crack del año 2000 con los dot.com, las especulaciones sobre la tecnología informática, y después con la quiebra financiera. Las crisis que vivimos ahora es otro legado de lo que fueron las iniciativas de Thatcher.

Por lo tanto no solo debilitaron a las clases populares y concentraron el ingreso, sino que además crearon un modelo económico permanentemente en crisis y al final de cuentas el thatcherismo muerto generó una economía para los muertos.

EChI: Muy bueno tu análisis Petras, nos quedan tres minutos, no se si hay otro tema de tu interés.

JP: Si, debemos mencionar, al menos, las elecciones en Venezuela, porque tenemos que comentar varias cosas.

Primero, que la derecha sigue teniendo una fuerza minoritaria capaz de movilizarse.

Segundo, que el gobierno actual del Partido Socialista Unido de Venezuela y su candidato Nicolás Maduro, van a ganar las elecciones por ser el delegado del presidente Hugo Chávez y también de todas las instituciones sociales que protegen a los trabajadores.

Ahora, más allá de eso, hay que anticipar que las elecciones siempre son un importante momento en una lucha continua, en la que está todo en juego. Es decir, Maduro tiene enfrente los desafíos de profundizar los cambios sociales, mientras la oposición se está jugando todo para desmantelarlos. No hay ninguna política intermedia. Lo que la oposición quiere es destruir todo lo que se ha construido en los últimos quince años y es una política muy agresiva, mas allá de la retórica moderada. Detrás de Capriles hay un proyecto que quiere volver el reloj a hace veinte años, a la miseria y la dominación estadounidense. No hay una posición intermedia.

Eso se puede ver cuando uno analizar las fuerzas estadounidenses que están trabajando con Capriles, que no siempre son el Pentágono y la CIA, sino también la ultraderecha con Otto Reich, Noriega y toda la mafia de los años 90, la misma gente que trabajaba con la ultraderecha en esa época.

Por eso es una elección histórica, creo que va a resultar positiva con una gran victoria, pero eso no va a acabar con la guerra, la derecha no va a aceptar la derrota ni permitir que el gobierno siga adelante con su programa. Es una guerra constante, profunda, con mucho en juego.

Es una lucha de clases más allá de una lucha electoral, una lucha entre las fuerzas populares que buscan imponer un régimen socialista a partir del voto y la derecha que va a utilizar todos los métodos de lucha, los electorales cuando tiene la oportunidad o la coyuntura, pero sin dejar la lucha clandestina para sabotear el proyecto socialista. No hay compromisos aquí, mas allá de aceptar el resultado electoral, e incluso hay grupos de derecha preparándose para denunciar fraude y descalificar el resultado y su derrota.

EChI: Petras, estamos en el final, te agradecemos mucho todo este análisis y te convoco para el próximo lunes.

JP: Bien, pero antes de terminar quiero decir como ‘profeta’ que Maduro va a conseguir un 56% , un margen algo mayor del que obtuvo Chávez, y Capriles un 43 o 44% en las elecciones del domingo. Veremos si tengo razón.

EChI: Muy bien, lo anotamos y esperaremos al lunes. Muchas gracias.

JP: Gracias y un saludo a los oyentes.
(*) Escuche en vivo los lunes a las 11:30 horas (hora local) la audición de James Petras por CX36, Radio Centenario desde Montevideo (Uruguay) para todo el mundo a través de www.radio36.com.uy