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jueves, 2 de marzo de 2023

OÍDO COCINA. Bogotá, la casa de comidas que por 14 euros da de comer a obreros e intelectuales. Desde hace casi seis décadas el local madrileño sigue manteniendo su estilo familiar, con una cocina casera que huye de modas

Desde hace casi seis décadas el local madrileño sigue manteniendo su estilo familiar, con una cocina casera que huye de modas
Flan de huevo casero del restaurante Bogotá, en Madrid.
Flan de huevo casero del restaurante Bogotá, en Madrid.
Es la hora de comer y en la calle espera al menos una decena de personas para entrar. Se pide la vez. Y paciencia. A mediodía, a la entrada de Bogotá siempre hay clientes aguardando: vecinos de la zona, obreros, profesionales de oficina, artistas, galeristas o escritores. Todos buscan lo mismo: el imbatible menú del día que por 14 euros ofrece esta casa de comidas madrileña, ubicada en la frontera del barrio de Chueca y de Las Salesas.

El secreto no es otro que la dedicación y no desviarse del camino trazado hace casi seis décadas. El restaurante se inauguró en mayo de 1964 en el local que anteriormente había acogido un conocido restaurante vasco, Eskerrik Asko. Lo abrió un matrimonio, Dolores Santos y Valeriano Núñez, que en los años sesenta formó parte de la ola de inmigración que llegó a Madrid, ella procedente de Galicia y él de Sanabria (Zamora) en busca de una vida mejor. Eran otros tiempos, en los que, a pesar del esfuerzo, una familia podía comenzar de cero en el centro de la ciudad, montar un negocio y sobrevivir. Hoy es todo mucho más complicado, debido al elevado precio de los alquileres de los locales y la irrupción de grandes grupos de restauración y de fondos de inversión ávidos por conseguir pingües beneficios al calor del esplendoroso momento que vive la hostelería, al menos en la capital. Ahí siguen, en pie, al lado de locales, que abren y cierran al ritmo de modas y tendencias.

Durante 40 años, los fundadores estuvieron al frente del negocio hasta que en 2005, con la jubilación de por medio, dieron el relevo a la siguiente generación. Fue entonces cuando se hizo cargo del restaurante uno de los dos hijos, Julio Núñez, fallecido en 2021, que acometió una importante reforma para adaptar el establecimiento a las nuevas normativas y a los nuevos tiempos, pero sin perder la esencia de lo que debe ser una casa de comidas. Un sitio agradable, sin distracciones, donde lo importante es lo que se sirve en el plato. Y eso no ha cambiado.

En la carta se mantiene la mayoría de las recetas de siempre, esas que devuelven la memoria al hogar familiar. Infalibles son los platos de cuchara, como la sopa castellana o de pescado (9 euros), el potaje de garbanzos (8,50 euros), el caldo gallego (8,50 euros) o el salmorejo (8,50 euros). Obligadas son las albóndigas de ternera (10,50 euros), con una carne rosada y jugosa que acompañan con unas patatas fritas chips caseras, que siempre resultan escasas, las berenjenas rebozadas (8 euros), los callos a la madrileña (12,50 euros), un jugoso escalope de ternera con un rebozado crujiente (13,5 euros) el rabo de toro (18,5 euros).

Las verduras naturales también tienen hueco: alcachofas salteadas con jamón (9 euros, solo en temporada), un panaché de verduras (9,50 euros) o el pisto casero con huevo frito (8,50 euros). En pescados ofrecen distintas versiones de la merluza: el cogote a la plancha (19 euros), a la vasca (19,50 euros), a la romana o el pescado a la plancha (18 euros). Los postres también son de casa, sin florituras: flan de huevo (5 euros), arroz con leche (5 euros), natillas (5 euros) o tarta de zanahoria (6,50 euros). La carta de vinos es breve, con etiquetas convencionales a precios moderados. A diario y a mediodía, además del menú de 14 euros, que incluye tres platos, pan y bebidas, ofrecen uno especial, por 16,50 euros. En el horario nocturno solo hay carta.

El relevo de la casa lo ha tomado ahora el otro hermano, José Núñez, que se ocupa de todas las tareas administrativas y de las compras, además de echar una mano en el servicio cuando hay alguna baja de personal. Sobre la fórmula, lo tiene claro: “No hay mucho secreto. Creo que tenemos una oferta sencilla basada en ingredientes naturales y de calidad con recetas que se hacen de la misma manera desde hace muchos años. Lo más importante es el grupo de personas que llevan muchos años y que están muy implicados en hacer que cada día salga todo lo mejor posible”. El servicio es otra de sus bazas: la atención es cálida y muy ágil. Se nota que hay oficio y ganas de agradar al comensal.

Del hermano ausente queda, además de su impronta, la decoración y su afición a la fotografía. En ello ha tenido mucho que ver la galerista Juana de Aizpuru, clienta habitual, que ha prestado alguna de las obras que cuelgan de las paredes. También frecuentan la casa fotógrafos como Alberto García-Alix o Chema Madoz. Del primero son algunas de las imágenes que adornan la sala. Y si alguien se detiene a observar la bella fotografía que ocupa la pared de la entrada, al fondo a la derecha, en la que aparece una mujer sentada en una roca, rodeada de agua y mirando al horizonte, es el Lago de Sanabria y pertenece a la serie Paraíso, de Carmela García. Un claro homenaje al padre, a los orígenes.

BOGOTÁ
Dirección: Calle Belén, 20. Madrid
Teléfono: 913 081 247
Web: bogotarestaurante.es

miércoles, 9 de marzo de 2022

_- Javier Pérez Royo. Un problema estructural. El PP.

_- La elección de manera democrática del presidente del partido ha sido la excepción y no la norma en el partido de gobierno de la derecha española. La legitimidad democrática de origen no ha sido garantía de permanencia en el cargo, sino todo lo contrario

Antonio Hernández Mancha y Pablo Casado han sido las dos únicas personas que han llegado a ser presidentes del partido de gobierno de la derecha española, AP/PP, mediante una elección democráticamente competitiva.

Hernández Mancha competiría con Miguel Herrero Rodríguez de Miñón en el congreso extraordinario convocado por el PP tras las elecciones generales de 1986, en las que el presidente fundador Manuel Fraga entendió que había alcanzado su “techo electoral” y que el partido necesitaba un nuevo presidente para poder competir con éxito en unas elecciones generales. Estuvo apenas dos años en la presidencia, siendo destituido por Manuel Fraga a principio de 1989, quien a continuación designaría como su sucesor en la presidencia a José María Aznar, que sería formalmente elegido en el congreso de Sevilla, en el que AP se refundaría como PP.

Pablo Casado tendría que competir con Soraya Sáenz de Santamaría y María Dolores de Cospedal en el congreso extraordinario que se convocaría tras el éxito de la moción de censura encabezada por Pedro Sánchez contra Mariano Rajoy en 2018. Todavía en este momento continúa siendo presidente, aunque este martes se va a convocar un congreso extraordinario para aclamar o ratificar, más que para elegir, a Alberto Núñez Feijóo como presidente.

La elección de manera democrática del presidente del partido ha sido la excepción y no la norma en el partido de gobierno de la derecha española. La legitimidad democrática de origen no ha sido garantía de permanencia en el cargo, sino todo lo contrario. Han sido los candidatos que han heredado el cargo los que se han mantenido en el mismo de manera prolongada, sin que se haya puesto en cuestión su autoridad nunca.

El partido de gobierno de la derecha española, AP/PP, ha sido, en consecuencia, un partido “sustancialmente resistente a la democracia” en su funcionamiento interno. Formalmente es un partido democrático. Materialmente lo ha sido de manera muy defectuosa. De los 45 años que van desde 1977 hasta 2022, los presidentes democráticamente elegidos lo han sido durante seis años, mientras que los que han heredado el cargo lo han sido durante 39.

Consciente, sin duda, de esta trayectoria de AP/PP Núñez Feijóo ha resistido la tentación de aceptar su designación como presidente antes de que tenga lugar el Congreso en el que tiene que ser elegido. Su declaración hace unos días de que la presidencia no está vacante y de que el congreso no está todavía convocado, no pudiendo en consecuencia, considerarse a sí mismo como candidato, es una buena expresión de reflejos democráticos.

Pero el problema permanece. Núñez Feijóo va a ser presidente porque se ha producido una suerte de “rebelión” contra el presidente Casado por parte de la presidenta de la Comunidad de Madrid, fuertemente secundada por los medios de comunicación de la derecha española, a la que se han acabado incorporando todos los presidentes regionales.

Se trata, además, de una rebelión en la que la sombra de la corrupción ocupa un lugar muy destacado. Por lo que se va sabiendo, los indicios de corrupción en la conducta de Isabel Díaz Ayuso y su entorno familiar van siendo cada vez más consistentes. La finalidad de la rebelión no ha sido otra que la de impedir que la investigación de la conducta de la presidenta pudiera materializarse. De ahí la urgencia para poner fin a la presidencia de Pablo Casado. En cuestión de días la posición de la presidenta de la Comunidad de Madrid podía volverse insostenible. Tenía que liquidar a Casado de manera fulminante.

En las semanas que quedan hasta la celebración del congreso, aunque no parece que la investigación del Ministerio Fiscal haya alcanzado una conclusión relevante, sí es posible que la investigación por los medios de comunicación avance de manera significativa y que se invierta en la opinión pública el juicio sobre las conductas de Casado y Díaz Ayuso en este turbio asunto.

En todo caso, las circunstancias en las que Núñez Feijóo va a acceder a la presidencia del PP no son las mejores. No es como consecuencia de un proceso democrático limpio, sino de un oscuro golpe contra el presidente Casado para tapar la posible corrupción de la presidenta de la Comunidad de Madrid y su entorno, como va a llegar a la dirección del partido.

viernes, 26 de noviembre de 2021

Rafael Alberti: los años romanos- Higinio Polo,

Fuentes: El Viejo Topo

En el número 88 de la Via Garibaldi romana, justo al lado de la Porta Settimiana, se halla un enorme palacio, transformado hoy en apartamentos. En la puerta de entrada, un mármol recuerda a Pío VI, “Pontífice Máximo”, un papa contemporáneo de la revolución francesa, y, tras el gran portón de madera verde, se llega a un patio con ese color naranja desvaído de Roma, una pequeña palmera, y parterres junto a las paredes.

Rafael Alberti vivía en el segundo piso, donde ahora se ven unas persianas verdes, y, donde, al parecer, sigue viviendo una amante de sus días romanos. Es un palacio de tres plantas y bajos, con ventanas de batientes verdes: delante del portón, el irregular empedrado que corre junto a toda la fachada, y las empinadas escaleras que bajan a la calzada de Via Garibaldi, también con adoquines, que sube hacia la cima del Gianicolo entre árboles por donde se filtra el sol de primavera. Ni una placa recuerda a Alberti. Aquí recibía a Fellini, y enviaba cartas respondiendo a Bergamín, su amigo de siempre. Es el Trastevere; al decir de Alberti, la “verdadera capital de Roma”, el barrio “de los artesanos, los muros rotos, pintarrajeados de inscripciones políticas o amorosas”, en esa ciudad “secreta, estática, nocturna y, de improviso, muda y solitaria.”

Vivió en Roma catorce años, y, entre ellos, algunos de los mejores de su vida. Alberti subía al Gianicolo, se demoraba en la Farnesina de Peruzzi (que acogió el esmero de Rafael y de Sebastiano del Piombo) donde, muchos años atrás, había paseado con Valle-Inclán; se perdía en el palazzo Corsini de la via Lungara a contemplar el Narciso del Caravaggio, o iba a escuchar a la Fornarina en su casa de la via di Santa Dorotea para esculpir los versos y dedicárselos a Picasso; se metía por la Via dei Riari para ir a su pequeño estudio de pintor junto al Jardín Botánico; se sentaba en una mesita del bar de la Porta Settimiana, uno de sus lugares preferidos, mirando al fondo de la Via Garibaldi el San Pietro in Montorio del Bramante; o se acercaba hasta la Piazza di Santa Maria in Trastevere, a unos pasos de su casa. Allí, en la terraza del Caffè di Marzio (donde ahora muestran en la pared, con orgullo, un poema y un dibujo que les regaló el poeta) se sentaba a comer a veces. Podía ver la fachada de la iglesia, el campanile románico con el reloj de números latinos; las palmeras, la virgen y las figuras femeninas del mosaico que adorna la fachada, la campana que corona la torre, las pinturas desvaídas del tímpano, la terraza sobre el pórtico de Fontana. Alberti debía mirar la vetusta basílica trasteverina, y los ociosos sentados en la escalinata de la fuente más antigua de Roma, los músicos callejeros y los buscavidas, el maestro con acordeón.

De esos años trasteverinos María Teresa León escribió: “Llaman a la puerta de esta casa nuestra de Roma personas que son como sueños que regresan.” Eran viejos conocidos de la España republicana, y jóvenes que habían nacido bajo el fascismo. Aquí, ambos frecuentaron también a Guttuso, Corrado Cagli, Pasolini, Guido Strazza, Vittorini, Carrà, de Chirico, Quasimodo, Ungaretti, Gassman. A Togliatti, a quien Alberti conocía de antes de la guerra, apenas pudo verlo, porque murió en Yalta, un año después de la llegada del poeta.

* * *

Desde la bahía de Cádiz, Alberti se fue a Madrid, en 1917, como quien va Moscú con la revolución, y lo hizo en un tren “lento y desvencijado”. Allí, con poco más de veinte años, frecuenta el Museo del Prado, aunque, pese a su temprano interés por la pintura, que nunca abandonaría, decide después dedicarse plenamente a la literatura. En la Residencia de Estudiantes conoce a Lorca, Dalí, Bergamín, Salinas, Aleixandre, Buñuel, y, en 1924, dueño de una juventud radiante, consigue el Premio Nacional de Literatura, dos años después de haber empezado a publicar sus versos. El homenaje a Góngora organizado por el Ateneo de Sevilla, en diciembre de 1927, congrega a los jóvenes poetas. Desde Madrid, van a Sevilla, Jorge Guillén, Rafael Alberti, Bergamín, García Lorca, Dámaso Alonso y Gerardo Diego, mientras que Salinas y Aleixandre no lo hacen, y Cernuda vivía en la capital andaluza. Ellos, junto con Bacarisse, Chabás y otros, conforman ese grupo, diverso e imprevisto, que será conocido como la generación del 27.

Participa en las protestas políticas de los años finales de la dictadura de Primo de Rivera, pasa estrecheces económicas, se casa con María Teresa León en 1930, y empieza a estrenar obras teatrales. En 1931, con la república, se incorpora al Partido Comunista de España, militancia que le acompañará durante toda su vida. A finales de 1932 hizo su primer viaje a la Unión Soviética, en tren, desde Berlín, y allí conoce a Boris Pasternak, a quien fue a ver a su dacha del bosque; también, a Fiódor Gladkov, Alexander Bezimenski, al mariscal Voroshílov, uno de los primeros bolcheviques (de quien Alberti resalta en sus memorias que bailó con María Teresa León en casa de Gorki); y a Babel, a Lilí Brik, compañera del difunto Maiakovski; a Eisenstein, y a Malraux y Louis Aragon; a Elsa Triolet, al príncipe Dmitri Mirski, que desde las filas blancas había evolucionado en el exilio hasta ingresar en el Partido Comunista británico, y, después, a su regreso, en el partido bolchevique. Y, también, a Meyerhold. Después, en Berlín, ve a Piscator, Toller, a Brecht. Fue un viaje inolvidable, e inquietante, para ellos: cuando Alberti y María Teresa León vuelven a Berlín, con la primavera, Hitler se ha adueñado del poder, y el poeta observa las legiones de mendigos en la Unter den Linden, sin saber aún que ya se había puesto en marcha la guadaña de la muerte y que los nazis avanzaban a paso ligero entre antorchas y canciones. En los años treinta, con Hitler en el gobierno alemán, Alberti viaja por Europa gracias a una beca de la Junta de Ampliación de Estudios de Madrid: recorre Francia, Alemania, Bélgica, la URSS. Le apasiona el teatro, como a Lorca, que lleva La Barraca por España.

En 1934, Alberti y María Teresa León fundan la revista Octubre, y allí están Buñuel, Antonio Machado, Cernuda, Aragon, Éluard. En octubre de ese año, el poeta está en Moscú otra vez, donde le llegan las noticias de la revolución de Asturias, mientras la policía del bienio negro allana su casa de Madrid: volver a España es una temeridad, y decide dirigirse a Italia, en un barco que hacía la ruta de Odessa a Nápoles. Después, llega a Roma, donde presencia una manifestación de partidarios de Mussolini, y anota la escena de grupos de fascistas meando en las piedras del Colosseo, como en un anticipo de esas insólitas costumbres urbanas que después retratará en Roma, peligro para caminantes. Más tarde, va a París, a Nueva York, La Habana, México, en tareas de solidaridad con los mineros asturianos. En México conoce a Frida Kahlo, Diego Rivera, Siqueiros, Orozco. En 1937, con la guerra civil ensangrentando a España, Alberti y María Teresa León conocerían también a Stalin, en Moscú, en una sala del Kremlin donde había “una mesa muy larga con carpetas y lápices”, impresionados por la atención y cercanía del georgiano.

En 1934, el poeta había pasado quince días en Roma, con Valle-Inclán, que entonces era el director de la Academia Española de Bellas Artes, cargo que le había encomendado el gobierno republicano después de que el autor de Divinas palabras amenazase con que, si no lo ayudaban con algún empleo, pediría limosna ante la Cibeles, en Madrid, con todos sus hijos. Alberti, sigue a Valle:

“Oigo tu voz de sátiro demente […]
y te sigo del Foro al Palatino,
del Gianicolo al Pincio, al Aventino
o a los jardines de la Farnesina.”

La sublevación fascista de 1936 le sorprende en Ibiza, donde tendrá que esconderse en el bosque, con María Teresa León y unos camaradas, hasta que la flota republicana recupera la isla, liberan a los presos, y Alberti se convierte, incluso, durante tres días, en miembro del gobierno provisional de Ibiza, antes de volver a Denia en el Almirante Miranda, y, después, a Madrid, para reencontrarse con sus camaradas comunistas, con Dolores Ibárruri. Dirige la revista El mono azul, y escribe, con la emoción de la resistencia al asalto fascista a la capital: “Madrid, que nunca se diga… que en el corazón de España, la sangre se volvió nieve”. Madrid, capital de la gloria.

La guerra civil cambia su vida, como les ocurre a todos, y vive entonces el trascendental episodio del traslado del Museo del Prado a Valencia. María Teresa León recibe el encargo, de Largo Caballero, de organizar el traslado de las obras del Prado: la aviación fascista ya había bombardeado el museo y las bombas habían caído hasta en la sala de Velázquez. No tienen materiales, se ven forzados a improvisar, a pedir ayuda a camaradas del frente, a obreros que facilitan madera, papel o utensilios. El titánico esfuerzo se inicia el 7 de diciembre de 1936, en la que sería “la noche más larga de nuestra vida”, como escribiría María Teresa León. De esa peripecia nace su obra Noche de guerra en el Museo del Prado, que Alberti publica en 1956. Recita en los frentes, impulsa la solidaridad con la España republicana, escribe, organiza, se incorpora como soldado en la aviación. Pero la República de abril es abandonada por casi todos, aunque cuente con los voluntarios de las Brigadas Internacionales y con la ayuda soviética.

La sublevación de Casado, la traición de quienes le siguen, tiñe de amargura los últimos días de la guerra civil. Los primeros días de marzo de 1939 le cogen en la sede de Marqués del Duero de la Alianza de Intelectuales Antifascistas, al lado de Cibeles, en el palacete de Heredia Spínola por donde habían pasado Hemingway, Dos Passos, Pablo Neruda, Luis Cernuda, César Vallejo, Robert Capa, León Felipe, Nicolás Guillén. Allí verá por última vez a Miguel Hernández, vestido de soldado, que se niega a marchar al exilio. Después, vendrían los días amargos de Elda, y un vuelo agónico, casi sin gasolina, a Orán, a donde llegó también Dolores Ibárruri. Y, más tarde, París, donde trabaja en la radio de onda corta, París-Mondial, gracias a Picasso, en jornadas de doce horas, mientras viven acogidos por Neruda en su casa del quai de l’Horloge, en la aguja de la Cité, escribiendo, por fin, (“se equivocó la paloma”) tras la angustia de perder la guerra. Cuando llega la guerra de Hitler, ante el avance de las tropas nazis, Francia se vuelve peligrosa, y Alberti lanza una moneda al aire: México o Argentina. El 10 de febrero de 1940, con dos pasajes de tercera clase, se embarcan en la bodega de un buque francés, el Mendoza, desde Marsella a Buenos Aires, para empezar los años argentinos, un exilio americano que, entonces, no podían ni imaginar que duraría casi un cuarto de siglo. Por allí, escribió Alberti Baladas y canciones del Paraná: no en vano, María Teresa León explicaba que para ellos “los lugares tienen nombres de libros”. En Buenos Aires nace su hija, a quien llamarán Aitana por el nombre de una sierra de Alicante de pinos y carrascas: el último trozo de tierra española que vieron al partir hacia el exilio.

Ya instalado en Buenos Aires, Alberti recorre con sus poemas el país, expone sus pinturas, publica Buenos Aires en tinta china; habla con el ingenioso y sutil escritor Ramón Gómez de la Serna, convertido entonces en un franquista que se esconde; y con Juan Ramón Jiménez, León Felipe, que van a verlo; y con Manuel de Falla a quien visita en su oscuro retiro de Alta Gracia, la pequeña localidad cordobesa de la Argentina donde también vivía Ernesto Guevara, un muchacho que estaba destinado a romper la noche americana. Allí, en Buenos Aires, Alberti y María Teresa León despiden a Albert Camus, que les confiesa: “Cuando quiero conocer a alguien, le pregunto: ¿Con quién estaba usted durante la guerra de España?” Salen también de Argentina, a veces; para ir a Berlín, por ejemplo, en 1956, donde se encuentran de nuevo con Bertolt Brecht, pocos meses antes de su muerte. Y recorren Chile, Venezuela, Uruguay, Cuba, Perú, Colombia. Volverían a Moscú, en 1956, desde Argentina; y en 1958, para ir a China, cuya revolución había cambiado el destino de Asia.

A finales de mayo de 1963, acuciado por la nostalgia del sol mediterráneo, y por el recuerdo de sus abuelos italianos, Alberti y María Teresa León abandonan Argentina, tras veinticuatro años en América del sur. Llegan a Milán. Alcanzan después Roma, donde vivirán catorce años, y donde enseguida al poeta le acecha la nostalgia argentina:

“Dejé por ti todo lo que era mío.
Dame tu, Roma, a cambio de mis penas,
Tanto como dejé para tenerte.”

Vive, primero, en el número 20 de Via Monserrato, junto a la piazza de Ricci, en el tercer piso del palazzo Podocatari; se enamora del barrio de la Via Giulia y de Campo de Fiori, donde sonríe el “mar de verduras, pescados y zapatos”, unas calles llenas entonces de artesanos y de vida popular, y donde se considera “pariente de esos antiguos exiliados españoles” que por allí vivieron. En esa casa, recibe a Pasolini, Moravia, Ungaretti, Quasimodo, Carlo Levi, Fellini, Gassman, Guttuso. Escribe sus versos, y, siempre interesado en la pintura, se lanza también a los grabados de plomo, a la xilografía, los aguafuertes, elaborando libros, pintando, a veces para poco más de diez personas, soñando siempre con España.

Después, vive en el número 88 de Via Garibaldi, en el Trastevere, un “barrio de ladrones” del Pinturicchio, que birlan lo que pueden a pie o en motorino, donde consigue comprar un apartamento gracias al dinero recibido, en 1965, con el Premio Lenin de la Paz que le había otorgado la Unión Soviética: va a Moscú a recogerlo. También le agobia Roma, las motos, los coches, los basurales, los orines: “Oh ciudad mingitorio del universo”; “Nuevas basuras de mi barrio: mierda”, escribe en Roma, peligro para caminantes.

“Cuando Roma es cloaca,
mazmorra, calabozo,
catacumba, cisterna,
albañal, inmundicias”

Perfora las tinieblas del largo exilio a golpe de versos, expone sus pinturas, lucha con sus grabados, se enreda en serigrafías, y ve el otoño romano, observa la comunión de las hojas que caen con la dorada arquitectura de la ciudad,

“Venus de otoño, pálida y perdida
sobre los pinos altos del Gianicolo.”

Escucha en sueños las campanas del Trastevere. Y, dando vueltas a La lozana andaluza, acabará adaptando la novela de Delicado en un prólogo y tres actos; y en ese Roma, peligro para caminantes, que remite a Juan de Timoneda, se lamenta de haber perdido España y la Argentina, y ve las trampas y riesgos de la ciudad, aunque después consiga también amarla, en esa Roma popular que respira en el Trastevere y en el Campo de Fiori, y que ha dejado la huella, que Alberti recuerda, de Miguel Ángel y Galileo, de Keats, de Cervantes y Giordano Bruno, de la resistencia contra el fascismo, aunque él, a veces, se vea envuelto en la melancolía de quien, pese a todo, se sabe un extraño.

Después del minúsculo estudio de la Via dei Riari trasteverina, o de la buhardilla del Vicolo del Bologna, utilizada en los años en que el poeta tuvo sus amores con Beatriz Amposta (una catalana que vivía en Roma y que, dicen, sigue ahora viviendo allí, en el apartamento de Via Garibaldi, 88, mientras los herederos siguen disputando su legado), Alberti montó otro estudio en Anticoli Corrado, un pequeño pueblo colgado en los Monti Simbruini, más allá de Tívoli, donde pasó, según sus propias palabras, los días más felices de su interminable exilio, a donde se escapaba con Beatriz Amposta. Desde allí, encaramado en su pequeña terraza con olivo, miraba el valle del Aniene, un afluente del Tíber, y escribió Canciones del alto valle del Aniene.

En la capital italiana estrenó su Noche de guerra en el Museo del Prado, la obra que Brecht quiso trabajar antes de su muerte repentina. Se estrenó en el Piccolo Teatro de Roma, en marzo de 1973, con gran éxito. Pero Alberti también vio cómo la librería española de la piazza Navona sufría un atentado terrorista por exponer en el escaparate fotografías del poeta y sus libros publicados: los fascistas italianos saben quién es y conocen su condición de comunista. En 1975, Alberti está feliz: participa en el homenaje a Dolores Ibárruri, que cumple ochenta años, y que se celebra en Roma, pocos días después de la muerte del dictador fascista. El poeta aún no lo sabe, porque la situación en España es muy tensa y el régimen, aun sin Franco, se resiste a morir, pero los años romanos de Alberti están llegando a su fin. Así, el 27 de abril de 1977, abandona Italia, para volver a Madrid, tras un exilio interminable; vuelve para ondear otra vez las banderas rojas de la hoz y el martillo, para derramar sus versos por España, para recuperar el tiempo perdido del exilio, para recorrer la bahía de Cádiz, para encontrarse con su marinero en tierra. Las elecciones están a punto de celebrarse: Alberti ha aceptado ser candidato a diputado por Cádiz, en las listas del Partido Comunista. En su retorno, congrega multitudes, apela al recuerdo de los días republicanos, descubre la alegría de quienes sueñan con una España nueva, pero, en vez de largas intervenciones políticas, lanza sus coplas, entrega sus poemas, hablando como Rafael Alberti o como Juan Panadero. Sale elegido diputado, y entrará en las Cortes con Dolores Ibárruri. Después, renunciará al acta, porque el poeta no estaba hecho para parlamentos.

Acumula distinciones, el Premio Lenin de la Paz, el Cervantes, aunque no les dé mucha importancia, y salda una vieja deuda consigo mismo y con el recuerdo del poeta asesinado. El 24 de febrero de 1980, más de cincuenta años después, Alberti entra en Granada, una obligación pendiente con Federico García Lorca, a quien había conocido en la Residencia de Estudiantes “una tarde de otoño” de 1922. Se lo había prometido a García Lorca antes de que llegase la república, pero la historia se atropellaba a sí misma, y ya no pudo ser.

“¡Qué lejos por mares, campos y montañas!
Ya otros soles miran mi cabeza cana.
Nunca fui a Granada.”

Después, en el amanecer granadino, Alberti se fue, solo, a recorrer el camino por donde los falangistas se llevaron a Federico García Lorca para fusilarlo.

* * *

Alberti, que había nacido con el siglo XX, muere casi a punto de ver el siglo XXI, sin haber visto morir por completo a la España hosca de El adefesio, pese a tantos cambios. Los mismos, aunque fueran otros, que vio en la Italia que abandonaba la claridad humilde y la geografía popular de sus años romanos. Una de la últimas veces que volvió a Roma, se dio cuenta de que la ciudad se volvía cada vez más oscura, y creyó ver el Trastevere agonizando por la noche. Todo ha cambiado, en efecto. Donde antes pasaba una carrozella camino de la cuadra del Vicolo del Mattonato, entre la gente que se sentaba en los portales para tomar el fresco, pasan ahora los turistas, mientras llega la sombra intranquila del miedo al futuro.

Alberti se sentaba en la terraza de la Porta Settimiana o en Santa Maria in Trastevere, o miraba desde las ventanas de sus últimos días en Ora Marítima, en el Puerto de Santa María, mientras seguía velando con Robert Capa el cuerpo de Gerda Taro en el jardín de invierno del caserón de Marqués del Duero, recordando las cartas que le enviaban los viejos milicianos de la guerra civil española, pensando en Vittorio Vidali, el comandante Carlos, o en Buñuel, que murieron el mismo año, y en Picasso, Lorca, Miguel Hernández, Dolores Ibárruri y María Teresa León, al tiempo que el Alberti, poeta, pintor y dramaturgo, andaba por las calles madrileñas y por los pueblos andaluces, por los vicolos romanos, mirando las palomas en Santa Maria in Trastevere, allí donde una rusa tocaba el violín, mientras Madrid, rompeolas de todas las Españas, capital de la gloria, “sonreía con plomo en las entrañas”; caminando por la calle de Alcalá con Bergamín, Neruda, Cernuda y Altolaguirre, hablando en un mitin en la plaza de toros de Madrid, abarrotada; leyendo poemas en el frente. 

jueves, 2 de julio de 2020

_- Manuel Vicent: "La derecha siempre ha tratado a la izquierda como el amo del cortijo trata al aparcero"

_- Manuel Vicent (Villavieja, Castellón, 1936) dice que ha pasado el confinamiento razonablemente bien. Vive en un chalé con su patio, cuenta, donde por lo menos hace un poco ejercicio. "Pero el problema del confinamiento es mental", señala por teléfono. "Esto que dicen que los escritores siempre estamos confinados y que por lo tanto estamos acostumbrados... Eso no es verdad. El escritor tiene que salir, porque la creación se nutre de vivir, y de vivir fuera". Su nueva novela, Ava en la noche (Alfaguara), se libró por los pelos de quedar encerrada en las librerías: tenía que salir el 26 de marzo, a tiempo para la campaña primaveral, las ferias del libro y las compras de verano. Se edita ahora, en un mundo completamente distinto a aquel en el que fue escrita. A cambio, Vicent contesta desde casa a los periodistas. Algo es algo.

El mundo de Ava en la noche queda muy, muy lejos de este 2020. Estamos en el Madrid de finales de los cincuenta, que era el Madrid gris de la dictadura y los barrios hambrientos, pero también era otra cosa: una extensión de Hollywood en la que reinaba Ava Gardner, con el Chicote, el Hilton, Lana Turner, Frank Sinatra... Otro mundo. Y también ahí el reverso de la moneda, el lujo y la riqueza tocados por la oscuridad: José María Jarabo Pérez-Morris, hijo de la altísima burguesía, socialite, bon vivant, estafador y, finalmente, asesino, ejecutado a garrote vil en 1959. Dos Españas de sombras chinescas que funcionan de manera similar a los universos que se cruzaban en su anterior novela, la ácida La regata. Aquí, el protagonista, un estudiante de Derecho valenciano recién llegado a Madrid, podría parecer un trasunto de Vicent, con el que comparte varios rasgos biográficos. Pero quizás también eso sea solo un espejismo.

Pregunta. En Ava en la noche describe la presencia casi mítica de la actriz en aquel Madrid. ¿De qué era símbolo entonces?
Respuesta. En ese momento, Ava Gardner era el símbolo de una libertad que se le negaba a los españoles. Ava ejercía esa libertad de manera absoluta, sin darse cuenta de que la ejercía en medi de una dictadura. Era una libertad casi como espectáculo, como una seducción o una fascinación. Los españoles se limitaban a contemplarla como un espectáculo. Era la misma que ejercían los actores y actrices de Hollywood y de los distintos países, que venían a rodar aquí, celebraban sus fiestas, y la gente común, la gente subalterna y tributable, se limitaban a ver cómo se divertían. De hecho, ese ha sido un modo peculiar durante siglos en España: la diversión de los pobres ha sido contemplar cómo se divertían los ricos. Ese era el mito de Ava Gardner. En la novela se desarrolla como un mito inalcanzable, como la propia libertad. Está y no está, acaba de salir, no ha venido todavía, enseguida vendrá. Algo inalcanzable que se alejaba en el momento en que creías acercarte a ella. Es una metáfora, porque el protagonista de la historia no llega a verla nunca.

P. Pero usted sí llegó a verla, algo más tarde, ¿no?
R. Sí, sí, fue más tarde, en el Oliver una noche... Pero no le di ninguna importancia, porque, aparte de que por entonces no me interesaba mucho, el mito estaba ya desactivado, todo el limón estaba exprimido ya. Alguien dijo: "Mira, ahí está Ava Gardner". Pues nada.

P. Insiste en que ella se divertía, como otros actores, sin ser consciente de que lo hacía en una dictadura. Ahora quizás eso nos parezca cuestionable, pero entonces ¿se le criticaba esto, había cierta oposición?
R. No, no. Algunos, por supuesto sí, los más concienciados políticamente o quienes estaban en la lucha clandestina. Pero era algo de otro mundo. Todas esas fantasmagorías que los chavales veían en las pantallas, resultaba que todos esos héroes eran de carne real y mortal en aquel Madrid de la noche. Tú podías ver a Audrey Hepburn o a Rita Hayworth o a Gary Cooper, y era... era un horizonte inalcanzable. No llegabas a protestar ni nada, era una fascinación más. Otra forma de adoración.

P. Por una parte, estas figuras desafiaban toda la moralidad franquista, pero por otra parte funcionaban como propaganda.
R. Claro, ellos estaban muy protegidos por la policía, e incluso a los periodistas no se les permitía acercarse demasiado a ellos, y mucho menos sacar escándalos. A la dictadura le servía: mirad, Hemingway, aquel que vino con la Guerra Civil al bando republicano, y aquí está, tomando vino en la Cervecería Alemana, o aquí en Botín tomando cochinillo, o en los toros en Pamplona; aquí está Gary Cooper, el de Por quién doblan las campanas, pues aquí está, bailando en el Hilton. Estaban también vigilados, claro pero se les dejaba hacer porque daban muy buena imagen.

P. En una novela con Ava Gardner en portada, el lector puede esperar un cierto glamour. Pero lo que nos encontramos en las primeras páginas es un ajusticiamiento con garrote vil. ¿Cómo existía ese pequeño Hollywood entre tanta miseria?
R. El caso de Jarabo fue muy famoso. El hecho de que ajusticiaran con garrote vil nada menos que a un tipo que había estudiado en el Colegio del Pilar... Agarrotar a un pilarista, en los años cincuenta, era una cosa explosiva. ¡Un vástago de la oligarquía madrileña, sobrino del presidente del Tribunal Supremo! Eso era una sombra oscurísima en aquel Madrid de las fiestas y los artistas de Hollywood. El contraste, desde luego, es muy violento. Porque el glamour era una pantalla.

P. En el proceso de escritura, ¿cuándo llegó la idea de insertar el crimen de Jarabo?
R. Yo conocí el crimen, la experiencia del protagonista es la mía. Yo estaba estudiando en València y el defensor de Jarabo era el catedrático mío de Derecho Penal. Él, en nuestras clases, nos contaba todos los pormenores tanto del crimen como de la defensa y el juicio. Yo lo vivía lleno de fascinación, en ese momento penal, porque este hombre puso de moda la teoría del psicópata como atenuante. Por otra parte, aunque en València había crímenes —el del Cine Ideal, la envenenadora...—, lo de Madrid sonaba como una especie de modernidad delictiva. Eso sí que son verdaderamente criminales, nos decíamos, no los de València, que son como crímenes pasionales, muy poco sofisticados. Cuando llega el protagonista a Madrid, se encuentra con la doble fantasmagoría: por una parte, el rumor casi literario de que Jarabo no había sido ejecutado realmente, sino que se había salvado y sobrevivía; por otra, el fantasma de Ava Gardner, que estaba en su momento de máximo esplendor nocturno. Alguien que presumía de haberle encendido un pitillo a Ava Gardner, ese ya había hecho su biografía. Y no digamos el que había subido con ella en el ascensor del Hilton.

P. Entonces el lector tiene razón al sospechar que tras el protagonista se esconden algunas de sus experiencias biográficas.
R. Son experiencias... ¿Es real todo lo que se cuenta? Pues es verosímil, no real. La realidad, en las novelas, destruye la imaginación. El protagonista vivió lo que yo viví también, de una forma distinta. Él quiere ser director de cine, y no sé si lo consigue al final, y yo me dediqué a escribir. Ya está.

P. ¿Qué queda de aquel Madrid, de ese pequeño Hollywood?
R. No queda nada, absolutamente nada. Aquello era mujeres imposibles, héroes en las sombras y una férrea dictadura y una lucha clandestina y también emocionante, las juergas y las luchas... Había una doble alcantarilla, una alcantarilla de conspiración y otra alcantarilla de alcohol. Después esos dos mundos llegaron a cruzarse, ya alrededor de la muerte de Franco. En ese momento se producía un hecho muy evidente, que es que la dictadura había sido ya quebrada por la clase media. El hecho de que un aparato como el 600 te permitiera moverte, quebrar el tiempo y el espacio... Yo siempre lo he repetido mil veces, que para mí Franco murió atropellado por el 600. Que falleciera diez años después no es más que la causa biológica. La dictadura estaba quebrada ya por esas conquistas pequeñas de placeres cotidianos, de sueños que se estaban realizando, y eso rompió el espinazo de la dictadura. El impulso hacia ese horizonte de libertad era muy fuerte. En parte porque ahí se habían sumado los hijos de los vencedores a los hijos de los vencidos, que habían confluido en la universidad.

P. En la novela, insiste en la relación entre la política y la estética. De hecho, el protagonista se ve fascinado estéticamente, y no solo políticamente, por la izquierda. ¿Piensa que la batalla política es todavía estética, y viceversa?
R. Las ideologías se difunden sobre un campo estético. Primero es la estética, que es la que abre el camino. En los años setenta en España, ser comunista era, más que un principio político y de lucha contra la dictadura, que lo era, un principio estético, era lo que se tenía que llevar. Después, ser progre era estéticamente lo que había que ser. Y luego ser progre ha resultado ser un insulto, una cosa revenida, pasada de moda. Evidentemente, el nazismo y el fascismo italiano tuvieron una parafernalia estética. El franquismo no, el franquismo siempre ha sido cutre. También la revolución bolchevique tuvo una primera oleada de estética. El castrismo, cuando bajan los barbudos de la sierra, Fidel y el Che Guevara, es un momento estético absolutamente irrefrenable. Aquí parece que juega mucho la frivolidad, pero no hay que confundir la estética con la estéticienne. ¿Dónde está hoy la estética? No lo sé, no lo sé, en ninguna parte.

P. ¿Ahora es estéticamente atractiva la izquierda?
R. No, yo creo que va muy mal, por desgracia. Y tampoco sé si ser un Borjamari es estético o no, si andar dándole vueltas a las llaves de la moto o del Ferrari es estético. No, creo que los Borjamaris que se manifiestan no tienen ninguna estética.

P. Algunos manifestantes de las marchas convocadas por Vox tomaron una decisión que pordía calificarse tanto de política como de estética: sacar la bandera franquista de nuevo a la calle. ¿Qué sensación le produjo a usted?
R. Es lo de siempre: la derecha se cree que este país es suyo, es su finca, y a la izquierda siempre la ha tratado como el amo del cortijo trata al aparcero. Le exige que sea honrado en el mejor de los casos, que pague lo que le debe y que se porte bien. Por otra parte, la izquierda tiene una sensación de okupa, tiene interiorizado todavía que este país es de los otros, incluso ganando por mayoría absoluta. Felipe González, después de dos o tres mayorías, seguía teniendo complejo, esto de que cualquier día vienen y nos echan. A la derecha le cabrea muchísimo que la izquierda ocupe el poder, no lo concibe, no entra en su ADN. Piensan que no les toca estar ahí, porque la izquierda no ama España como ellos: la bandera es suya, España es suya, los sentimientos patrióticos son suyos... Hubo un momento en la Transición en que ese virus estaba muy aminorado, cuando, por lo que sea, por la ilusión de libertad o por el miedo a la izquierda, aceptaron tirar del carro de la democracia. Pero volvió el odio, y en eso estamos.

Info Libre.

viernes, 3 de abril de 2020

De la estepa rusa al centro de Madrid. Las complicidades de Zúñiga le permitieron afinar su mirada para contar las entrañas de la guerra en la capital española.

En 1951 Juan Eduardo Zúñiga se estrenó en la novela con Inútiles totales. Se desarrolla en Madrid, en plena Guerra Civil, así que se oyen cañones lejanos y la ciudad tiene ese aire triste que procede del hambre, la falta de perspectivas, la pobreza. Aun así hay margen para la vida: a dos jóvenes, Cosme y Carlos, de “aspecto desmedrado y sucio”, les llega de pronto la amistad en cuanto cruzan las primeras palabras. Cosme va a visitar a Carlos a Vallecas y camina por zonas descampadas y rodea algunos huertos, el ruido del frente como telón de fondo, la gente con aspecto miserable, los niños jugando (los niños siempre siguen jugando). Llega a una pequeña casa, lo espera su amigo. Entran, “allí había libros amontonados por todos sitios y, en cambio, solo una cama de hierro, una mesita y una banqueta”. Cosme se da cuenta de que son los que a él también le gustan, y Zúñiga se refiere entonces a una “charla entusiasta sobre los libros conocidos”. No es mala manera de empezar una amistad.

El pasado lunes Juan Eduardo Zúñiga murió con 101 años, pero ha dejado, al margen de su propia obra literaria, ese puñado de caminos que permiten llegar de una manera estrictamente personal a los escritores rusos que tanto amó. La lectura es también el lugar de la amistad y de la celebración de la vida y, como ocurre con aquellos muchachos de su primera novela, es un buen caldo donde hervir las complicidades y aprender a mirar el mundo. No hay otra para encontrar la propia voz que recorrer los surcos que otros han recorrido antes. Y aquella pequeña casa de Vallecas puede servir como la síntesis de lo que resulta imprescindible: una cama, una mesa, una banqueta, libros por todas partes; ya está.

Fue en Desde los bosques nevados donde Zúñiga reunió ese puñado de ensayos en los que explora cuanto los escritores rusos le enseñaron y en el que incorporó también la biografía que hizo de Iván Turguénev, al que se rindió, confiesa, cuando todavía tenía en sus manos libros infantiles. Habla de “evocación de un entusiasmo juvenil”: quizá habría que añadir que acaso no haya otra época en la vida más propicia para facilitar el enigmático encuentro que se produce entre lector y escritor. Ya nada es igual cuando se ha cerrado un libro. Y de esa experiencia tan íntima y profunda y extraña, y que te transforma radicalmente, es de la que trata Zúñiga cuando entra en su memoria de escritores rusos. Los avatares del anillo de Pushkin, la canción de una mujer zíngara, las maneras de Chéjov, la transformación de Dostoievski cuando regresa del penal, la timidez de Turguénev, las extravagancias del círculo de los simbolistas, el afán de los revolucionarios por abolir las injusticias… “Nadie inventa las palabras que convocan a esa lucha: proceden de un hondo subterráneo abierto en las conciencias de las gentes”, escribe.

Zúñiga intimó tanto con esos escritores rusos que aprendió de primera mano cómo tratar los dolores y las quiebras, las ilusiones rotas y los sueños imposibles, las traiciones, los miedos. Estaba preparado para mirar con finura y una inmensa piedad lo que pasó en Madrid durante la guerra. No hizo literatura social, se metió en sus cuentos en las entrañas de los que padecieron aquel horror: por eso son admirables.

https://elpais.com/elpais/2020/02/27/opinion/1582807231_549869.html

Muere el escritor Juan Eduardo Zúñiga
El autor de 'La trilogía de la Guerra Civil' y premio nacional de las Letras Españolas fallece en Madrid a los 101 años

El escritor Juan Eduardo Zúñiga ha fallecido este lunes en Madrid a los 101 años. El autor más ruso de nuestros prosistas, como lo ha definido Luis Mateo Díez, porque hacía del oído su materia de creación literaria, como él mismo defendía. Esa era su bandera artística, la que protegió en su maestra trilogía del relato breve y bélico: Largo noviembre de Madrid, Capital de la gloria y La tierra será un paraíso. Tres libros compuestos por 34 cuentos publicados en 1980, 1989 y 2004. Sí, el oído de Zúñiga le ha hecho humanizar las consecuencias de la barbarie de la Guerra Civil, sin abandonar nunca el bando de los perdedores. Nadie fotografió la Guerra Civil como lo hizo él.

Gracias a él, la historia de la literatura española sabe que no se puede ser escritor sin intentar atrapar la vida, sin ser capaz de oír no solo los matices de la lengua, “sino también los repliegues del corazón”, decía. Por eso le interesó más el drama que la comedia, por eso más las personas que sufren y pueden ser vencidas por la vida. Por eso desmigó el caudal de sentimientos que cada uno de sus seres ocultaban bajo una vida opacada, en la Guerra Civil y la dictadura. Egoísmo, desolación, pasiones, miedos, ilusiones y revanchas en la sencilla luz de gentes sin atisbo de heroicidad. Lo pueden encontrar en el relato Invención del héroe, sobre el fracaso de la esperanza de una población desahuciada.

Eso es lo que le ha convertido en un autor de culto e, irremediablemente, en oculto, que no ha llegado a recibir el Cervantes, aunque fue galardonado con el Nacional de las Letras Españolas, en 2016. Cuando le concedieron este premio apuntó en una entrevista con este periódico que La trilogía de la Guerra Civil fue “una travesía de Madrid, relacionándome con los personajes, no precisamente ejemplares, que no se adscribieron a ninguno de los dos bandos que estaban en contienda, sino que vivían en soledad, con mala conciencia por no tener un compromiso”.

Con los rusos
Zúñiga aprendió de Chéjov su habilidad para describir con habilidad, con valentía y ternura las escenas que ante él suceden. Pero lo que más le llamó la atención del autor de La gaviota fue su anhelo para escapar, para cumplir con su necesidad de intimidad y su deseo de soledad, con la que dedicarse a ser escritor. Adoraba la obra que va desde Turguénev hasta Pushkin, Gorki o Tolstói. Lo ruso manda en la biblioteca de su casa.

De ellos le separa la perspectiva alegórica en su realismo: opera con precisión, austeridad y resistencia sobre la aparente cotidianidad, donde ocurren sucesos incomprensibles. Porque la fantasía busca otra realidad. Y así fue siempre. Su claridad sin fanfarrias ya se desveló en su primera novela, Inútiles totales (1951), autoeditada, que le permitió, según sus allegados, avanzar sin correr, sin plegarse ante nada.

Joan Tarrida ha sido su editor en Galaxia Gutenberg y lo recuerda como un autor “de exigencia extrema, que corregía y corregía hasta la extenuación”. El pasado mayo publicó sus memorias, que él mismo definía como una cartografía de la ciudad, en la que los ciudadanos han tratado de conquistar unas libertades y superar los traumas recientes. “Ha sido un privilegio trabajar con él, que ha sabido enfrentarse a los grandes temas con puntos de vista nuevos, como el retrato del horror de la guerra desde la retaguardia”, ha añadido el editor, que ha destacado los 40 relatos fantásticos breves que contiene el libro Misterios de las noches y los días (1992).

La memoria protegida
“Pasarán unos años y olvidaremos todo; se borrarán los embudos de las explosiones, se pavimentarán las calles levantadas, se alzarán casas que fueron destruidas. Cuanto vivimos, parecerá un sueño y nos extrañará los pocos recuerdos que guardamos”, puede leerse en el arranque de Noviembre, la madre, 1936, incluido en Largo noviembre de Madrid. La aparición, en 1980, de este libro de cuentos (junto con Mi hermana Elba, de Cristina Fernández Cubas) supuso un hito en la historia de este género. Y abrió en canal el relato consensuado de la inmaculada democratización española. Con la Transición en carne viva, Zúñiga se mostró como el albacea de las cuentas pendientes.

Por eso su obra no ha muerto, porque desmonta el mito del entierro de la memoria y descubre los conflictos derivados de su ninguneo. En el país de las fosas silentes, Juan Eduardo Zúñiga nunca ha dejado de ser pertinente, menos ahora. Es el forense de la posguerra: sus personajes nos avisan, dicen que todo pervivirá, que solo la muerte borrará “la persistencia de aquella cabalgata ennegrecida que fueron los años que duró la contienda”. Fue el primero en alertar sobre la necesidad de refrescar la memoria herida, mientras demostraba que la literatura puede ser sensible y cómplice ante el sufrimiento humano. Zúñiga nunca fue un cínico, ni defendió esa posición. Lecciones entre cascotes y escombros, que no han caducado a fuerza de ser silenciado.

https://elpais.com/cultura/2020/02/24/actualidad/1582556260_343913.html?rel=str_articulo#1583006057765

viernes, 20 de marzo de 2020

_- El insulto del PP de Madrid al poeta. La historia recuerda a Miguel Hernández como un gran poeta. A Almeida y a Ayuso no los recordará

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Me gusta leer las placas de las fachadas. Y el Ayuntamiento debería estarme agradecido, porque conmigo las amortizan. Soy de las pocas que se para, las lee y a veces (solo a veces), piensa… “valiente gilipollez”, porque algunos recuerdos no valen ni lo que costó la chapa de la placa. Por no valer, no vale ni el esfuerzo del par de operarios que ha tenido que instalarla, con su cortinita y todo, cumpliendo con el Plan Memoria de Madrid (que aplaudo, conste) para recordar hechos y personas relevantes.

Una vez vino a mi barrio a descubrir una placa dedicada a Albéniz el derrochón Alberto Ruiz Gallardón. Como a veces van como locos tendiendo la mano a todo el que se cruza en su camino, como si cualquiera estuviera deseando saludarlos, coincidió que nos cruzamos y me la tendió. Aquella mañana, Gallardón me alegró el día: me puso en bandeja la mejor cobra que me ha salido nunca. Prácticamente le hice el avión con la mano, a la vez que lo llamé estafador megalómano en su cara por estar gastándose una millonada de los madrileños en su lujoso palacio de Cibeles.

Me lo sigo cruzando algunas veces, cuando su perrazo negro lo saca a pasear a él. Nos sujetamos las miradas. Creo que sabe que fui la de la cobra. O no. Puede que solo me mire porque yo lo miro.

Las placas, como diría Rajoy, cuentan cosas. Y también como Rajoy, a veces mienten. Escribió Machado: “¿Dijiste media verdad? Dirán que mientes dos veces si dices la otra mitad”. Y eso es lo que pasa con algunas placas de Madrid que ya hemos recordado en este foro, que mienten porque solo dicen medias verdades: por ejemplo, la dedicada por el Ayuntamiento a Zorrilla y Larra en la calle Fernández de los Ríos, y la que los tramposos de la SGAE instalaron en honor de Miguel Hernández en Conde de Peñalver; que además es ofensiva para la memoria del poeta y de Madrid: decir, como dice la placa, “en este lugar” en vez de “cárcel” es de cobardicas por partida doble; insultan al poeta por no decir dónde estuvo, e insultan a los madrileños al intentar ocultarnos que ahí lo que había era una prisión.

La historia recuerda a Miguel Hernández como un gran poeta; comprometido y valiente. No hace falta insistir en lo que ya todo el mundo sabe sobre el nuevo insulto que el PP de Madrid le ha dedicado a él y a nosotros. Solo decir que quienes presiden la comunidad y el Ayuntamiento no le llegarán jamás al esparto de la alpargata al poeta de Orihuela, y que quedarán en las hemerotecas y en el recuerdo como los dos inanes e ineficaces y, a la vez malvados, dirigentes de la historia de la villa y corte. El Plan Memoria de Madrid nunca los recordará.


Todas las columnas de Nieves Concostrina

domingo, 24 de noviembre de 2019

_- La huella de la extrema derecha en Madrid: revisionismo histórico y llamamientos a la represión

_- El Ayuntamiento de Madrid y su peligroso revisionismo histórico
Ramón Górriz y José Babiano

El pasado 19 de septiembre, por iniciativa de varios europarlamentarios de extrema derecha, el Parlamento Europeo aprobó la resolución titulada «Importancia de la memoria histórica europea para el futuro de Europa». Se trata de una resolución reaccionaria que tergiversa la historia europea y oculta el antifascismo como valor fundante de la Europa democrática de la segunda postguerra. Una resolución que equipara nazismo y comunismo, como si el comunismo no tuviese una historia poliédrica que incluye la resistencia al nazifascismo y la lucha por la libertad en España, Portugal o Grecia, dictaduras que omite la resolución. La resolución del 19 de septiembre no es sino un subproducto tardío de la Guerra Fría. Un constructo de victoria imperial que ignora que en países como Hungría o Polonia se han puesto en pie políticas de glorificación de los colaboracionistas.

Basándose en esta ominosa resolución, el Portavoz del Grupo Municipal de Vox trasladó al Ayuntamiento de Madrid una proposición en la sesión del pleno del pasado 30 de octubre. Dicha proposición ha sido aprobada con los votos favorables de PP, Ciudadanos y Vox. En la exposición de motivos de la misma se menciona la paralización de la construcción de la estela conmemorativa de las 2934 víctimas fusiladas en las tapias del Cementerio del Este (actualmente de La Almudena, en Madrid) en los primeros años de la dictadura. La nueva corporación de derechas ha paralizado dicha estela con la patraña de que 335 de esos fusilados fueron «chequistas»; es decir, después de la condena de tribunales marciales sumarísimos de carácter ilegítimo, ocho décadas después, la mayoría de derechas de la corporación condena a las víctimas por segunda vez.

No es la única manipulación histórica. De igual modo, en la exposición de motivos aparece la mentira de que el régimen franquista no colaboró con el holocausto. En realidad, la negativa de Serrano Suñer, ministro de Exteriores, a reclamar a los cerca de 9.000 republicanos españoles en manos de los nazis, les condujo directamente a los campos de exterminio y a la mayoría de ellos a la muerte.

En la misma línea de tergiversaciones, se convierte a víctimas en verdugos, como en los casos de Largo Caballero –legítimo presidente del gobierno español desde septiembre de 1936 a mayo de 1937 y posterior internado en un campo nazi- o Marcos Ana, uno de los presos que más años de condena purgó en las mazmorras del franquismo desde su adolescencia.

En la parte resolutiva, la proposición establece la celebración del 23 de agosto como día de las víctimas del estalinismo y del nazismo, omitiendo el franquismo como régimen criminal. Establece asimismo la celebración del 10 de mayo, fecha de la llegada del diplomático franquista Sanz Briz a Budapest, quien salvaría a una cantidad muy importante de víctimas judías de su fatal destino durante la Segunda Guerra Mundial.

El ayuntamiento también resuelve difundir el mapa de «checas» de Madrid, como si esos centros de detención no fuesen reutilizados en 1939 para encarcelar a miles de madrileños por el simple hecho de defender el régimen legitimo y legalmente constituido que fue la Segunda República, por ostentar un cargo político en la administración municipal o por pertenecer a un sindicato o a un partido de izquierda. La proposición aprobada menciona en un par de ocasiones los estudios del Instituto CEU de Estudios Históricos de la Universidad San Pablo CEU, un grupo conservador y confesional dedicado durante largo tiempo a blanquear el franquismo.

En resumen, la proposición aprobada por la corporación municipal derechista en Madrid es una proposición revisionista y negacionista, que manipula el pasado histórico, al objeto de blanquear la dictadura franquista y ocultar la lucha de la resistencia contra ese régimen de tiranía. Y ello cuando, en realidad, la fuente de los derechos y las libertades, maltrechos a veces, que se disfrutan hoy en nuestro país no es otra que el antifranquismo, cuyo principal motor resultó ser el movimiento obrero.

Las personas y organizaciones de convicciones democráticas no pueden sino rechazar este acuerdo municipal, comprometiéndose en la causa de la memoria democrática y de la exigencia, marcada por Naciones Unidas, de verdad, justicia, y reparación de las víctimas del franquismo.

https://blogs.publico.es/verdad-justicia-reparacion/2019/11/09/el-ayunta

Vox marca el paso en Madrid

Carlos Girbau

El pasado 7 de noviembre, durante el último pleno de la Asamblea de Madrid, saltó el escándalo. Por 66 votos a favor y 58 en contra se aprobó una proposición no de ley (PNL) presentada por uno de los diputados de Vox, José Ignacio Arias, en la que se solicitaban las siguientes barbaridades: (1) Que el gobierno central procediera a la ilegalización inmediata de los partidos separatistas que atenten contra la unidad de la nación con los instrumentos legales a su alcance o proveyendo de las reformas legales que se habiliten para ello; (2) que inscriba a los CDR [Comités para la Defensa de la República] en la lista europea de organizaciones criminales y terroristas, remitiendo a tal fin el expediente con los datos relativos a la investigación judicial seguida por la Audiencia Nacional; y (3) que se procediera de inmediato a suspender cualquier pago y en su caso, revocar y ordenar el reintegro de todo tipo de subvenciones o ayudas públicas que pudieran estar percibiendo de cualquier organismo autonómico los CDR o cualquier otra asociación u organización que tenga relación directa o indirecta con los mismos.

Tras presentar dos enmiendas formales que, por otra parte, no fueron admitidas por Vox ni sirvieron para tapar la vergüenza de la propuesta, PP y C’s dieron su apoyo a semejante ataque a los más básicos derechos democráticos.

Lo ocurrido en la asamblea madrileña demuestra que el caballo que marca el paso y tira de toda la derecha española en sus diversas acepciones es Vox. La votación desnudó la incapacidad del resto de la derecha, más allá de supuestas tácticas electorales de última hora, de ofrecer otro discurso diferente al de los franquistas y su letanía de más represión, más prohibición, más rechazo a la libre opinión, más racismo, más opresión sobre la mujer, además de amplias exenciones fiscales para los más ricos. Esta es la primera conclusión que se extrae de los votos del día 7, aunque ahora a los jefes estatales de PP y C’s, les haya entrado vértigo al ver el resultado práctico de su discurso e intenten tomar cierta distancia con la decisión de sus representantes en la asamblea autonómica.

Lo que manifiesta la situación vivida en la cámara madrileña es que para poder seguir implantando la opción política que se basa en un giro profundamente reaccionario y franquista, la derecha española (en todas sus variantes) debe ir más allá de la Constitución del 78. Dicho de otra manera: que la actual Carta Magna y el conjunto de reglamentos y leyes que de ella se desprenden no le son suficientes para sostener lo que ellos entienden de manera paradójica “por orden constitucional y la actual unidad de España”.

Porque la derecha que llama y exige a todo el mundo a mantenerse dentro de un supuesto espíritu de la transición, no ha tenido empacho alguno en olvidarlo cuando así le ha convenido y saltárselo debatiendo una proposición que destruye la llamada separación de poderes, la libertad de opinión, asociación, de concurrencia electoral y de representación. De hecho la propia izquierda en la Cámara (PSOE, Más Madrid y Unidas Podemos), que votó en contra de la PNL ultra derechista, no obtuvo ningún éxito en sus llamamientos a que PP y C’s se desmarcaran de la misma en nombre del pacto constitucional.

El gobierno de Sánchez (PSOE) ya ha puesto el asunto en manos de la abogacía del Estado para que estudie recurrir la decisión parlamentaria ante el Tribunal Constitucional (TC). Pero más allá de si el asunto finalmente llega al TC, de lo que decida y de cuándo lo decida, la cuestión planteada por la votación en la Asamblea madrileña no cambia un ápice. El tridente de la derecha se desliza cada vez de forma más indisimulada por un camino en el que la única norma válida es aquella que le permite mantener su orden y su ley, su España y su unidad. La constitución del 78 que tan profusamente se usa contra la voluntad del pueblo de Catalunya o de su Parlament, está claro que en Madrid pesa muy poco cuando están en juego “las cosas de comer”. Frente a ello, la izquierda debe oponer más pronto que tarde barreras reales y firmes a un giro reaccionario, barreras para las que, por otro lado, se demuestra que nuestra actual constitución vale de bastante poco.

www.sinpermiso.info, 9 de noviembre 2019

Ramón Górriz presidente de la Fundación 1º de Mayo de CC OO.

José Babiano director del Área de Historia, Archivo y Biblioteca de la Fundación 1º de Mayo. Carlos Girbau Es concejal de Ahora Ciempozuelos, activista social y amigo de Sin Permiso.

http://www.sinpermiso.info/textos/la-huella-de-la-extrema-derecha-en-madrid-revisionismo-historico-y-llamamientos-a-la-represion

viernes, 22 de febrero de 2019

_- La lucha por el derecho a la vivienda digna. Un vecino de Carabanchel se enfrenta al fondo buitre BlackStone

_- #JoséPedroVsBlackStone
Rebelión

Jose Pedro es vecino de Carabanchel y se enfrenta este miércoles 13 de febrero a un juicio con el fondo buitre BlackStone que quiere desahuciarlos a él y a su familia.

El fondo buitre BlackStone nos ha declarado la guerra. Pretender dejar sin casa a José Pedro, nuestro compañero de la Asamblea Popular de Carabanchel, a su pareja, a Lucía (su hija) y a Manuel (su hijo).

Todo comenzó con un SMS. Ese fue el modo por el que José Pedro y su familia tuvieron la información de que se les había adjudicado una vivienda social de la Empresa Municipal de la Vivienda y Suelo de Madrid (EMVS) a comienzos del año 2012, tras tres años de espera.

Pasado el año, nació el rumor en el barrio de que las viviendas habían sido vendidas a fondos buitres. Algunas de ellas, incluso habían sido visitadas antes de su venta. Cabe destacar que durante el gobierno del PP y bajo la gestión de la EMVS, más de un 40 por ciento de las mismas se encontraban vacías al no haber sido adjudicadas.

Con esta situación y en medio de una nueva burbuja inmobiliaria, en esta ocasión protagonizada especialmente en los precios de alquiler, José Pedro y su familia reciben un burofax del fondo buitre Fidere, filial de BlackStone.

La notificación que recibe José Pedro y su familia por parte del fondo buitre, es en resumidas cuentas para echarles de su casa, en un momento en el que los ingresos familiares no alcanzan los mil euros al mes.

En ningún momento se les ofrece la posibilidad de prorrogar el actual contrato de alquiler, si no firmar uno nuevo con una subida del precio de hasta 900 euros el primer año, y en aumento con cada transcurso de año. José Pedro intentó en varias ocasiones comunicarse con el fondo buitre para tratar de prorrogar el contrato ya que no pueden afrontar las condiciones impuestas, pero la respuesta siempre fue negativa lo que les conllevo a una demanda por desahucio.

Las distintas acciones llevadas a cabo por José Pedro tan sólo logran retrasar la fecha del desahucio, al no haber renovado en ningún caso el segundo contrato a las actuales vecinas y vecinos adjudicatarios de las viviendas expoliadas. Pero al no firmar lo que el fondo buitre les imponía, José Pedro recibe una demanda por parte del fondo buitre.

El juicio se celebrará el próximo miércoles, 13 de febrero a las 9:45h horas en el Juzgado de Primera Instancia Nº 84.

La lucha por el derecho a la vivienda digna
José Pedro es compañero de la Asamblea de Carabanchel, ha participado en decenas de stop desahucios para evitar que vecinas y vecinos se queden en la calle. Ahora nos toca apoyarle a él y a su familia. Se enfrenta a un gigante, el fondo buitre BlackStone, pero no está solo y vamos a ir a por todas.
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Lee íntegra la condena a Ana Botella y siete ex altos cargos por malvender pisos públicos.

viernes, 15 de junio de 2018

El gabinete de Sánchez y la unidad popular

Manuel Garí
Viento Sur

El tsunami parlamentario tras el triunfo de la moción de censura y la dimisión de Rajoy ha supuesto un alivio para la mayoría del pueblo (los pueblos) del Estado español, pese a las pataletas del pitufo gruñón del PP, Rafael Hernando, rancio exponente de esa derecha que se cree con derecho sobrehumano a mandar. Los números son evidentes: tras los 180 votos favorables a la moción de censura se expresaba la voluntad de 12.118.833 votantes, frente a los 169 votos del PP y de Ciudadanos que representaban a 11.082.806 votantes; por tanto, el apoyo recibido al “márchese señor Rajoy” fue de 1.036.027 votantes más que los que pretendían que nada había pasado en este país tras la sentencia que ponía en evidencia la conducta corrupta de la sede de Génova. Un Gobierno “de orden” y homologable

El Gobierno formado en torno a la presidencia de Pedro Sánchez tiene como objetivo recuperar el espacio perdido y situar al partido socialista en posición privilegiada ante los próximos comicios. El resultado está por ver. Por un lado, hay que tener en cuenta las limitaciones políticas autoimpuestas por el propio PSOE frente a las audaces políticas que son urgentes y necesarias tras el desastre neoliberal y autoritario El partido socialista sigue aceptando la austeridad presupuestaria, el respeto a las reglas sobre techo de gasto, la aceptación acrítica de la política comunitaria, los límites impuestos por la Constitución de 1978 -a destacar monarquía y autonomismo- y mantiene una nula voluntad de remover de inmediato la reforma laboral. Por otra parte, el PSOE tendrá que soportar la más que probable crudeza de la oposición combinada por la derecha de un PP tocado, pero no hundido, pues tiene hondas raíces sociales, eclesiales y en el aparato de estado, y de un Ciudadanos momentáneamente desorientado pero que todavía es la gran apuesta de un sector del gran capital español.

Pero, en todo caso, Pedro Sánchez ha mostrado una gran audacia, en el ámbito en el que se mueve, ofreciendo un gabinete mediáticamente poderoso, pensado para cubrir su flanco derecho y aprovechar el contento popular ante la huida de Rajoy para anestesiar las demandas de su flanco izquierdo. No es intención de este artículo entrar en detalle en el análisis de cada nombramiento ministerial, tiempo habrá, pero el mensaje que lanza Ferraz es claro con los nombres propios designados. No cabe sino saludar el número de mujeres que lo componen que, no seamos superficiales, no significa que sea un gabinete “feminista”. Esa condición dependerá de las políticas reales. Estamos ante un gabinete de competentes profesionales bien instaladas/os en los intersticios institucionales y empresariales del sistema, en su mayoría ideológicamente social liberales y con alguna figura conservadora y oportunista como la de Fernando Grande-Marlaska, de la que no es preciso esperar a ver qué hace, como dice de forma simplista el bueno de Pablo Echenique, porque su pasado reciente le avala. Es un Gobierno que tiene como principal objetivo inspirar confianza a los mercados, la CEOE, la Comisión Europea y el aparato judicial y policial. Su sentido es claro: tranquilizar a los poderes fácticos, dado que la exigencia por el flanco izquierdo, en este preciso momento, no ha comparecido en escena, mientras se recompone la figura para ganar en 2019.

El cambio en su laberinto

Las fuerzas del cambio, en particular Unidos Podemos, se encuentran ante una importante encrucijada. En los recientes momentos de crisis política del PP en el caso de Podemos ha habido un repliegue hacia lo interno. Tal es el caso del proceso de primarias -en pleno caso Cifuentes- para designar la candidatura autonómica madrileña de 2019 en el preciso momento en que Lorena Ruiz-Huerta estaba encabezando de forma brillante y eficaz la oposición política a la corrupción. Tal es el caso de convocar una consulta sobre la idoneidad y honorabilidad de dos de sus dirigentes -que nadie había puesto en cuestión- cuando se estaba cociendo el principio del fin del Gobierno Rajoy.

Últimamente sin mediar debate interno ni externo habían dado el label de “fuerza del cambio” al partido de Sánchez sin que este hubiera dado señal alguna de ruptura con el régimen del 78 ni con el poder financiero, bien al contrario. Durante unos días, en torno a la moción de censura, sus principales voceros han centrado su esfuerzo en ofrecerse como socios de Gobierno a Sánchez, con argumentos que recuerdan, salvadas las importantes diferencias de contexto y de correlación de fuerzas, los esgrimidos en su día por Santiago Carrillo con funesto resultado para su partido o por Gaspar Llamazares, en los tiempos en los que Juan Carlos Monedero fue su asesor, que logró reducir drásticamente el número de sus diputados al pasar de 15 a 2. El hilo conductor del razonamiento político actual muestra rastros del ADN del ayer fracasado.

Las fuerzas del cambio pueden optar por seguir pidiendo que se les haga caso o comenzar a disputar la hegemonía al partido socialista en el seno del pueblo de izquierdas y, con ello, prepararse para disputarla a la oligarquía en el conjunto de la sociedad. Para ello ya no bastan y quedan manidos, lemas como el Gobierno de los mejores, lo nuevo frente a lo viejo y demás ambigüedades recuperables no solo por Ciudadanos sino por el propio PSOE. Es necesario que las fuerzas del cambio desplieguen energía mediante el impulso de iniciativas políticas y programáticas en las instituciones y fuera de ellas, en la sociedad, en los centros de trabajo y estudio, en las calles y plazas, recogiendo el aliento de las demandas de las organizaciones sociales. Sólo a título de ejemplo, es posible presionar al partido socialista y hay margen y fuerzas para ello, con medidas concretas: derogación de la reforma laboral, cerrar la brecha salarial, actualización del IPC para las pensiones, revertir los negativos efectos de la aplicación del artículo 155 de la CE en Cataluña, acabar con las medidas represivas sobre personas e instituciones e iniciar una vía de diálogo sin límites previos.

La unidad popular como necesidad

Pero ello con ser condición necesaria, no es suficiente. Efectivamente, las fuerzas del cambio necesitan, además, emprender una iniciativa político-social, electoral y organizativa de gran envergadura que suponga de nuevo un horizonte de esperanza para la mayoría social y sea capaz de volver a ilusionar a amplios sectores de la población con un proyecto de unidad, democrático y con solidez programática. La iniciativa #ManifiestoPorMadrid puede suponer un gran paso en Madrid, pero a nadie se le escapa, que tiene una dimensión estatal innegable.

Quienes, como yo, hemos impulsado y suscrito ese llamamiento, lo concebimos como una herramienta útil para Podemos, Izquierda Unida, Equo y, en general para todos los colectivos políticos y sociales que aspiran a construir una alternativa para la mayoría social. Es una propuesta incluyente, no va contra nadie, sino a favor del conjunto de fuerzas y aspiraciones del cambio, y, por tanto, plural y pluralista. En mi caso la hago desde mi compromiso militante con Podemos, pieza clave en esta propuesta, que puede y debe jugar un papel decisivo y esa es hoy su gran responsabilidad.

El objetivo del Manifiesto por Madrid es ganar a la derecha en todos los comicios del inmediato ciclo electoral e impulsar gobiernos de y al servicio de la mayoría social con audacia y decisión para solventar los problemas urgentes y los de fondo. Pero ese objetivo comporta evitar que el PSOE, pilar del régimen del 78, lidere el cambio, pues de hacerlo nos encontraríamos con un mero recambio, lo que supondría una mera operación regeneracionista sin voluntad alguna de ruptura con las lacras de la Transición y las políticas neoliberales.

Nos hemos inspirado en precedentes exitosos: el llamamiento de Pablo Iglesias a Cayo Lara para realizar unas primarias abiertas a la participación popular para las elecciones europeas que estuvieron en el origen de Podemos, la experiencia de las candidaturas de unidad popular que lograron la victoria en múltiples ciudades, como es el caso de Ahora Madrid, tras la movilización plural y pluralista de las energías del cambio.

La propuesta es sencilla: por un lado, la apertura de un debate programático participativo, en el que haya espacio para el encuentro de gentes diferentes y diversas que configuran la sociedad civil y el mapa político de izquierdas; y, de forma paralela, la realización de primarias abiertas y conjuntas para asentar la unidad a partir de la pluralidad existente, mediante un método democrático que asegure el pluralismo, o sea, respetando la proporcionalidad a diferencia de métodos como el manido Desborda que de aplicarse en el parlamento español dejaría prácticamente sin representación a Unidos Podemos. Se trata de optar por la audacia frente al “reglamentismo” cuya único interés es defender los estrechos límites partidistas.

En definitiva, se propone, la gran fiesta de la gente decidiendo, frente a los acuerdos de élites, en un despacho o en un bar, con o sin botellines. O, lo que es lo mismo, apostar por la democracia capaz de mover montañas.

Manuel Garí es economista y promotor del “Manifiesto por Madrid”.

domingo, 31 de diciembre de 2017

Madrid: El cese de Sánchez Mato, un ejemplo de política subyugada.

El cese de Sánchez Mato como concejal de Economía y Hacienda del Ayuntamiento de Madrid por parte de Manuela Carmena ha supuesto un nuevo episodio en el que la alcaldesa, y quienes la apoyan, han vuelto a agachar la cabeza ante la derecha, en este caso ante Cristóbal Montoro, ministro de Hacienda y Función Pública del Gobierno central. Sin embargo este suceso, más allá de sus protagonistas concretos, nos puede valer para analizar los males que azotan a la izquierda y el funcionamiento político de nuestra sociedad actual. De hecho, su desenlace es la constatación de que esos males no son percibidos como tal, sino tan solo como el único resultado posible. Lo que aquí se juega es más que una batalla partidista o un modelo municipal, lo que aquí se dirime es que sea la política quien dirige a la economía o que quede relegada a mero apéndice gestionario del modelo neoliberal.

La primera consecuencia, la más grave, es que muchos simpatizantes de Ahora Madrid, así como una parte de los políticos de eso que se llamó el cambio, han aceptado el horizonte de la abnegación, el there is no alternative thatcheriano, la siniestra confusión que nos lleva a pensar que la responsabilidad es un término absoluto y no dirigido: siempre se es responsable respecto a alguien o algo y en este caso Carmena lo ha sido respecto a Montoro, la Troika y los mercados, no hacia sus votantes. La responsabilidad es mucho mayor que la de una mala decisión o una simple decepción –la cual siempre es superable–, la responsabilidad es la educar en una mentira interesada a miles de personas hipotecando nuestro futuro inmediato. Resulta paradójico que quien se aupó sobre el sí se puede diga ahora que no es el momento, que se jacte de la imposibilidad.

A Sánchez Mato, quien había hecho una más que correcta labor en su área, logrando superávit, reduciendo la deuda y aumentando la inversión, se le cesa con la excusa de su negativa para votar su plan económico y financiero, para entendernos, un papelote que los ayuntamientos que han superado el techo de gasto impuesto por Montoro, esto es, Bruselas, tienen que presentar al ministro para decirle que se van a portar bien. Encontramos aquí la primera mentira en el asunto. Decir que este plan era de Sánchez Mato equivaldría a decir que el Quijote es autoría del señor que activa la imprenta donde se edita. El concejal, junto a otros compañeros de grupo, se mantuvo firme en la convicción de no aprobar algo que no representaba su trabajo, su línea política, la del programa con el que Ahora Madrid se presentó a las elecciones. El PP salió al quite. Los compañeros de viaje lo expresan todo.

Había herramientas legales y vericuetos administrativos para no haber tenido aún que poner en marcha el plan. Lo que se ha presentado como una elección entre la independencia del ayuntamiento o la intervención del ministro es realmente aceptar una intervención de facto. Reducir la partida de inversión a límites de supervivencia ni siquiera vistos en los momentos más duros de la crisis para pagar la deuda de la M30 y sus sobrecostes –veremos de qué naturaleza– es algo más que una intervención, es ponerte la careta del ministro pero recibir tú los golpes. Del no debemos, no pagamos, a pase y sírvase usted mismo.

El cese no era obligatorio, ni técnico, sino una cabeza que tanto Montoro, como la alcaldesa querían cobrarse. La razón es doble: por un lado, no ha convenido mostrar a la ciudadanía que otra política económica es posible; por otro, que quien la ha llevado a cabo sea un comunista ha despertado grandes suspicacias, y no solo en la derecha. El ministro se quita a una de las pocas figuras que le había plantado cara, la alcaldesa elimina a quien le recordaba cuál era el compromiso fundacional de Ahora Madrid. Efectivamente, como se ha dicho, había razones estratégicas y electoralistas, pero no precisamente por parte del concejal.

Montoro ha hecho su trabajo. Su herramienta, presentada como una falsa asepsia económica, ha sido la de retorcer su propia norma de gasto para pedir unos recortes aún más exagerados a Madrid, una dureza inédita en otros ayuntamientos, donde se ha sido más suave o directamente se ha mirado hacia otro lado. La razón es obvia: Madrid era la punta de lanza de las políticas contrarias al austericidio. Hacer fracasar su proyecto es asestar un aldabonazo a las mismas.

Si esta es la situación concreta, donde las excusas han venido más por parte de la propia Carmena que de la derecha –que se ha limitado a observar y frotarse las manos– cabría indagar en las causas de cómo ha sido posible que se llegue hasta aquí. Si bien las razones del reparto de poder dentro del contexto del Podemos madrileño han importado, también habría que recordar que Carmena ya representa una corriente en sí misma, donde su mano derecha en la sombra, Cueto, ha ejercido de Richelieu contra los sectores más avanzados de la convergencia: IU, Anticapitalistas y Madrid 129. La auditoría municipal, el caso del Open de Tenis o la operación Chamartín se han destapado como los casos en los que el carmenismo ha pugnado con estos sectores, es decir, se ha hecho patente la lucha entre la tecnocracia social liberal y la izquierda transformadora.

Es cierto que la división favorece a la derecha, como no es menos cierto que esta ya es una coartada que nos debería sonar: fue la que durante años utilizó el PSOE cada vez que aplicaba políticas de derechas. Que quien crea las divisiones advierta de ellas es tan solo un mecanismo para cargar la culpa sobre quien, justamente, las critica. Esta no ha sido la primera línea roja que el carmenismo ha cruzado. Desde el caso Zapata, pasando por los titiriteros, hasta sus encontronazos con las plataformas de vivienda no ha dudado en dejar a los pies de los caballos a quien haya hecho falta para no enturbiar su buscada imagen de sensatez. Mención aparte quizá merezca el caso de Rita Maestre, donde la concejala conservó su puesto y, pese a haber recibido el apoyo de todos los sectores de Ahora Madrid así como de la izquierda en general, no dudó en utilizar un vídeo en las primarias de Podemos donde abjuraba de ellos. Los significantes vacíos no entienden de lealtad.

La propia línea política del carmenismo podría encajar a menudo en el propio Ciudadanos. Insistir en la mentira de la gestión neutra, en la ideología de la no ideología, en el gobernar para todos. Siempre se gestiona de acuerdo a unos principios, en una dirección, buscando unos resultados, siempre se gobierna de acuerdo a una ideología, nunca se puede gobernar para todos, cuando ese todos, la ciudadanía, está compuesto por clases sociales con intereses contrapuestos. Insistir en despolitizar Ahora Madrid no es más que politizarlo de acuerdo a una ideología muy concreta, la que piensa que tratando bien a los ricos se podrán crear unas condiciones óptimas para todos. El PP opina lo mismo, solo que sabe que la segunda parte de la propuesta es tan irreal como prescindible.

Carmena se ha movido a la perfección en las guerras culturales y en la crítica de los sectores más reaccionarios a sus proyectos de movilidad. Mientras que ella sea presentada como una peligrosa revolucionaria por los grandes medios, mantiene a salvo su imagen para la mayoría de sus votantes, que perciben lo exagerado de las acusaciones. El juego le ha permitido ir sorteando el conflicto, tapado por encontronazos teatrales, hasta que el conflicto se ha presentado y no ha tenido más remedio que hacerle frente, elegir, aplicar una ideología, la suya. Carmena, al renunciar unilateralmente al programa de Ahora Madrid y condenar al ostracismo a las bases de Ganemos, no ha mostrado independencia, sino cesarismo, aquella forma de proceder que sitúa las decisiones personales –las de su corriente y los intereses que representa– por encima del proyecto que representaba.

Porque este ha sido el pecado original no, siendo justos, de la alcaldesa, sino de quien la aupó a ser quien es. Carmena, ya como creación electoral, fue una figura indispensable para ganar el ayuntamiento, no por sí misma, sino por los valores que se le asociaron en una campaña que duró meses y que se construyó desde abajo: sin el esfuerzo coordinado de miles de personas no hubiera sido más que una candidata más. El problema de las figuras vacías es que nunca lo están realmente y en este juego de matrioskas lo que Carmena traía coincide poco con lo que Ahora Madrid decía pretender.

Esto no es un conflicto entre una izquierda radical, insensata y perdedora contra una nueva política victoriosa con los pies en la tierra. Lo primero porque, resulta absurdo, calificar lo que Sánchez Mato ha representado como idealista, cuando no ha existido nada más material que sus cuentas, dirigidas ideológicamente hacia el objetivo de una gestión más justa. Lo segundo porque las victorias no son cosas de campañas ni de piruetas retóricas, sino de contextos y saber aprovecharlos, y el que se dio en las pasadas elecciones no se dará en las siguientes. Lo tercero porque lo electoral era solo una herramienta para ir más allá, o al menos eso se nos dijo con el asalto municipalista: la clave era aprovechar las instituciones para mostrar otra forma de hacer, pero también para fomentar una repolitización por abajo. Justo al revés de lo hecho, ya que la idea no era crear superheroínas, sino dejar claro que sin la movilización ciudadana y su implicación en los asuntos de la polis no hay transformación posible. No esperábamos la revolución, sí algo de oxígeno.

Hay que tener, efectivamente, los pies en la tierra. Pero para ello lo que es imprescindible es recordar que siempre existen dos tierras, la del club de campo y la de los barrios que te votaron. No hay nada peor que el escapismo atroz de la falsa sensatez.

Daniel Bernabé Periodista. Es redactor de La Marea.

Fuente:
https://www.lamarea.com/2017/12/20/el-cese-de-sanchez-mato-un-ejemplo-de-politica-subyugada/

viernes, 3 de noviembre de 2017

_- 36 horas en Madrid

_- Se puede decir que nunca había sido mejor momento para visitar Madrid: la crisis política y económica de la década pasada han ayudado a que haya un torrente de creatividad y emprendimiento en la dorada capital de España. Los madrileños, con la mira en la experimentación, le han dado vida a los antiguos mercados y convirtieron muchas fábricas abandonadas en florecientes centros de arte. Los jóvenes que generan la cultura y los fiesteros continúan congregándose en los populares centros de vida nocturna y compras como Malasaña, mientras reavivan barrios que se están poniendo de moda como el elegante y moderno Conde Duque y el multicultural Lavapiés.

Viernes, 15:00
Un bocadillo, dos opciones
Quizá no haya otro platillo más emblemático de Madrid que el bocadillo de calamares, la sencilla combinación entre el pan crujiente y el calamar frito en aceite de oliva que, cuando se hace bien, puede ser extremadamente gratificante. Busca un lugar donde pararte en la barra de uno de los bares cercanos a la majestuosa Plaza Mayor para disfrutar una versión clásica de un sándwich que costará menos de 3 euros (unos 3,60 dólares) y acompáñalo con una caña, o vasito de cerveza. O puedes optar por un bocadillo de jamón ibérico de bellota con un vaso de champán bien frío, una combinación que se ha venido ganando los corazones de los amantes locales de la gastronomía, en  Bocadillo de Jamón y Champán en el barrio Alonso Martínez.

 17:00

El barrio bohemio
Las Salesas, en el arbolado barrio central de la ciudad, es una de las zonas comerciales más actuales de Madrid y se extiende desde Chueca hasta Salamanca. La tienda de diseño Do Design ofrece objetos de diseño, moda y arte, en tanto que la poco convencional Cacto-Cacto solo tiene, como su nombre lo dice, cactus. No olvides visitar la elegante La Duquesita Pastelería —que tiene un siglo de antigüedad— y a finales de 2015 fue totalmente renovada, así como la pequeña boutique que acaba de abrir hace tres años, Jápines (happiness, pero con acento español), donde la diseñadora local María Beltrán Joyas conjugó un surtido ecléctico pero refinado de accesorios, velas, perfumes y joyería, en su mayoría de diseño propio.

22:00

Las tapas de la nueva ola
Celso y Manolo es uno de los mejores bares de tapas de reciente apertura, que ha sabido bien qué actualizar y qué dejar como estaba. Me refiero a su estilizado interior, con su barra de la década de los cincuenta y pisos de azulejo, así como al menú, que incluye clásicos revisitados como el churrasco de costilla de ternera cantábrica orgánica a la parrilla con chimichurri (10 euros) o el chuletón de tomate de Huesca con seis cosas ricas: aguacate, papaya, mango, cebolla roja, tomate, aceite “eco” de Siruana y hierbas frescas (10 euros).

 23:30

Los espíritus de la vieja ola
Hay algunas cosas que no necesitan actualizarse como la selección de jerez de La Venencia, con una barra color sepia, gratamente mohosa, que frecuentaba Hemingway y que casi no ha cambiado en setenta años. Las propinas y las fotos siguen estando estrictamente prohibidas —en recuerdo de la época en que el bar fue el lugar favorito de los republicanos durante la Guerra Civil Española— y la única bebida en el menú es el jerez: delicado, de tonos miel y vertido directamente de protuberantes barricas de madera de roble, tal como siempre ha sido.

Otra reliquia frecuentada por los madrileños, el Bar Cock, ha estado abierto desde 1921 en el sitio que antes fue un burdel cavernoso con varios niveles al estilo de un club inglés de caballeros. Con sus cocteles bien servidos, su interior agradablemente efectista y sus aires de libertinaje, es fácil ver por qué ha sido un lugar que todos han frecuentado a altas horas de la noche, desde Frank Sinatra a Pedro Almodóvar o Francis Bacon, quien según una leyenda del bar fue a tomar ahí su último martini.

Sábado, 11:00

Ladrillos y benedictinos
Tras una campaña de revitalización de principios de siglo, el multiétnico Lavapiés, el barrio sureño alguna vez conocido por sus abarrotados edificios de apartamentos con alquileres bajos, se ha transformado en uno de los distritos de moda en Madrid. El pasado abril, en un pequeño taller de ladrillos rojos, Pum Pum Café abrió sus puertas y cobró popularidad entre los lugareños a los que atrae su aire bohemio, quienes se congregan aquí los fines de semana atraídos por las opciones para el almuerzo. Prueba el Club Mix: huevos benedictinos pum pump (con aguacate), una medialuna del día, granola orgánica con frutas y yogur, una mimosa con zumo de naranja recién hecho y un café exprés o de filtro artesanal, todo por 10 euros.

13:00

Lo viejo se vuelve nuevo
La Casa Encendida —uno de los diversos y vibrantes proyectos de reúso del barrio de Lavapiés— presenta exposiciones, conciertos y conferencias en un grandioso edificio estilo neomudéjar de principios del siglo XX. Un poco más lejos, en la misma calle, el Mercado de San Fernando, que alguna vez fue un mercado cubierto tradicional, se ha transformado en un animado centro moderno donde vendedores, artistas y chefs locales ofrecen de todo, desde vino andaluz hasta lecciones de tango o sushi.

No olvides ver qué habrá después en La Tabacalera de Lavapiés, un espacio cultural y centro social de uso mixto en una abandonada fábrica de tabaco de varios pisos. Hoy, la estructura salpicada de murales tiene un bar, una biblioteca, una cocina, un jardín comunitario y un patio.No olvides ver qué habrá después en La Tabacalera de No olvides ver qué habrá después en La Tabacalera de Lavapiés, un espacio cultural y centro social de uso mixto en una abandonada fábrica de tabaco de varios pisos. Hoy, la estructura salpicada de murales tiene un bar, una biblioteca, una cocina, un jardín comunitario y un patio. Lavapiés, un espacio cultural y centro social de uso mixto en una abandonada fábrica de tabaco de varios pisos. Hoy, la estructura salpicada de murales tiene un bar, una biblioteca, una cocina, un jardín comunitario y un patio

 17:30

Arte de gran altura, sin pago mínimo
Ningún viaje a Madrid está completo sin una visita a uno de los museos de arte más importantes de Europa. Si sabes administrar bien tu tiempo y te apegas a un plan estricto, podrás disfrutar buena parte del museo sin pagar un centavo. Los sábados la entrada es gratuita de 18:00 a 20:00 en el  Museo del Pradocon su extensa colección de obras de El Greco, Velázquez, Rubens y, sobre todo, Goya (no te pierdas la sorprendente galería subterránea dedicada a las evocadoras Pinturas Negras que constituyen unas de sus últimas obras), y también es gratuita de 19:00 a 21:00 en el Museo Reina Sofía, donde se encuentra el Guernica de Picasso, entre otras muchas obras maestras.

 21:00

En las alturas, la última y nos vamos
Tal vez sea un cliché de Madrid, pero no hay como tomarse una copa antes de la cena mientras observas el atardecer en la ciudad desde la terraza en el techo panorámico del  Círculo de Bellas Artesun bello edificio con arquitectura de los años veinte. La entrada cuesta 4 euros, al igual que la copa de vino o una cerveza.

 22:00

Cena en una selva tropical
Desde su apertura durante el verano pasado en el elegante barrio de Salamanca,  Amazónico, un opulento restaurante inspirado en la selva propiedad del dúo de la gastronomía que es dueño de El Paraguas y Ten con Ten, se ha convertido en el lugar al que hay que ir a cenar en la ciudad. Las palmas colgantes, los exuberantes grabados selváticos y la barra circular de sushi coronado con frutas exóticas y un luminoso pavorreal disecado —obra del diseñador catalán de interiores Lázaro Rosa-Violán— crean un telón de fondo extravagante para potentados y debutantes de Madrid, mientras el menú del chef Sandro Silva viaja desde su natal Brasil hasta Japón, con escalas en Argentina, India, China y Perú.

El resultado son creaciones como el poke de atún rojo y el tartar estilo hawaiano con sésamo, piña y anacardo tostado, y el yarkiahua de carabinero crudo marinado en limón y salsa yuzu con choclo morado, además de carnes a la parrilla y cócteles que contienen pitaya y flor de sauco. El costo de cena y bebidas para dos va a partir de los 200 euros.

 23:30

La noche eléctrica
Después de un bajón que duró toda una década, la escena nocturna de Madrid vuelve a ser de las mejores de Europa, con un puñado de lugares poco conocidos, como los clubes privados El Sótano y Cha Chá, que requieren conexiones o algún truco para entrar. Los no iniciados pueden ir a  Goya Social Club, un ajetreado bar subterráneo inspirado en Berlín con un sistema de sonido Funktion One (entrada: 15 euros), o a la  Sala el Sol, un bastión del la Movida de los años ochenta que ahora es sede cada sábado de una de las mejores noches de música electrónica de la ciudad (entrada: 15 euros, incluye una bebida de cortesía).

Domingo, 10:00

La resaca de chocolate
Ya sea que te acabes de levantar o que vayas saliendo del bar, vuelve a la vida con una dosis de azúcar como lo han hecho generaciones de madrileños con un chocolate con churros —un chocolate espeso, oscuro y caliente con churros recién hechos—, una especialidad que se sirve desde el interior cubierto de madera pintada de verde de la Chocolatería San Ginés, abierta desde 1894 (una taza de chocolate caliente y seis churros cuestan 4 euros).

 11:00

A seguir el rastro
El Rastro, el mercado de pulgas más grande de España, se ha ido desplegando a lo largo del barrio de La Latina durante medio milenio. Su nombre se debe al camino de sangre que dejaba el ganado sacrificado que se llevaba a las curtidurías. El mercado, que por lo general está lleno de gente, tiene todo tipo de productos, desde abrigos de piel de época hasta antigüedades y cubiertos de plata que no hacen juego, artesanías, curiosos objetos de segunda mano, vestidos sintéticos de flamenco y muebles modernistas de mediados del siglo XX.

La multitud también llama la atención porque está compuesta de gente de todo tipo, entre visitantes y lugareños, que recorren la gran colina de La Ribera de Curtidores, echando un vistazo a los puestos y agrupándose en torno a bandas kelzmer de músicos gitanos y tamborileros subsaharianos.

23:30

Paren las prensas
Camina por La Latina hasta que llegues a  El Imparcial, un restaurante, bar y tienda de diseño en una elegante mansión de dos pisos donde alguna vez se encontraron las oficinas del periódico que inspira su nombre. El almuerzo del domingo de 20 euros incluye fruta fresca con yogur y granola, chorizos y quesos regionales, una canasta de pan con tomate, mermelada y mantequilla, y un plato principal a elegir, acompañado de café o zumo de frutas.

Hospedaje
Ubicado en el barrio central Alonso Martínez,   Urso Hotel and  Spa es un elegante hotel boutique que se encuentra en un palacio restaurado de principios del siglo XX con escaleras de mármol, una balaustrada de hierro forjado y ventanas de vitrales. El costo de las habitaciones dobles va a partir de 170 euros.

Desde que se mudó al elegante barrio de Salamanca a finales del año pasado, Tótem se ha convertido rápidamente en uno de los hospedajes más codiciados de Madrid. Su decoración inspirada en los años veinte incluye macetones de palmas, sofás de terciopelo azul y un restaurante mediterráneo inspirado en Los hermosos y malditos, de F. Scott Fitzgerald. El costo de las habitaciones dobles va a partir de 154 euros.

Fuente:
https://www.nytimes.com/es/2017/10/18/36-horas-en-madrid/?rref=collection%2Fsectioncollection%2Fnyt-es