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domingo, 29 de enero de 2023

La gran huelga de los obreros bananeros: un siglo de masacres

La gran huelga de los obreros bananeros: un siglo de masacres

Nos acercamos a la conmemoración del 6 de diciembre de 1928, cuando la épica huelga de los obreros de las bananeras terminaba en la matanza de un número indeterminado de ellos, que se estima entre 1.800 y 4.000.

A casi un siglo, la situación del proletariado del campo no ha cambiado mucho, por lo que repasar las condiciones de aquella lucha puede ayudarnos a clarificar las actuales. Esta reflexión puede ser especialmente importante en el marco de la Convención Nacional Campesina.

En ese momento se estaba, como ahora, a las puertas de una enorme recesión mundial, y el capital arreciaba en la intensificación de la explotación contra el proletariado. La alta inflación había reducido el mísero salario de los trabajadores que, sometidos a un régimen de trabajo a destajo, laboraban durante extenuantes jornadas antes de volver a los cuartos repletos de literas con chinches de la compañía bananera. De su salario de hambre les descontaban el dos por ciento para una prestación de salud que no recibían y además debían pagar por dormir en esos ranchos insalubres que carecían de ventilación, agua potable, duchas o letrinas. El estado sanitario de la zona era aún peor que el del resto del país, lo que provocaba que abundara el paludismo, la anemia, la tuberculosis y todo tipo de enfermedades causadas por parásitos y deficiencias nutricionales.

Cuatro de los nueve puntos del pliego de reivindicaciones -seguro colectivo; indemnización por accidente de trabajo; lugares de alojamiento higiénicos y descanso dominical; y hospitales y medidas sanitarias en los campos- tenían que ver con mejoras en las condiciones higiénicas y sanitarias. De ellos tres estaban amparados por las leyes colombianas, pero había un pequeño problema, en el papel la United Fruit Company no tenía trabajadores y por lo tanto no tenía obligación alguna con la legislación laboral del país.

A pesar de que por esa fecha salían de Santa Marta 10,3 millones de racimos de bananos al año, la política de subcontratación que imponía la United Fruit Company-UFC hacía que, los más de 25.000 obreros que trabajaban en su cultivo, corte y carga no tuvieran ninguna relación laboral directa con ella. De esta forma se libraba de las leyes que no le convenían, aunque conservaba las que estaban hechas para favorecerla, como las que le otorgaban subsidios, concesiones de tierras o la exoneraban de impuestos y gravámenes a la exportación. Así, mágicamente, una compañía que llevaba cuatro décadas dedicada al cultivo y exportación del banano en el país, que era dueña de más de la mitad de las tierras dedicadas al banano, que tenía el control absoluto sobre su exportación, con una flota de noventa barcos que controlaban el comercio mundial de banano y que había absorbido al resto de empresas competidoras dominando el mercado mundial de la fruta, aparecía como si no tuviera trabajadores a su cargo.

Por esta razón, la principal reivindicación de ese enorme “ejército de trabajadores de nadie” era el reemplazo de la subcontratación por contratos directos con la compañía. La tercerización les impedía acceder a los derechos laborales recién conquistados y les dejaba en la más absoluta inestabilidad laboral, pues la mayoría no encontraba trabajo todos los días y nunca sabían con seguridad cuanto tiempo lo mantendrían. Además, aumentaba considerablemente su explotación ya que a la parte de la plusvalía apropiada por la multinacional se sumaba la que se quedaban los contratistas. Pero sobretodo, sentían que era una política de la empresa para mantenerlos fraccionados y así frenar su poder de presión y negociación.

Efectivamente, la United Fruit Company mantenía, en todos los países de la región, una política de negativa absoluta a los vínculos contractuales directos para dificultar la sindicalización de los trabajadores. La posibilidad de que los 25.000 obreros bananeros se organizaran en sindicatos para defender sus derechos ponía en riesgo su patente de corso para explotarlos. Pero además, aunque el peso del proletariado en el total de la población de la región era enorme -la población de Santa Marta apenas superaba por esos años los 20.000 habitantes-, el proceso de proletarización del campo iba mucho más allá de los obreros de las plantaciones, ya que las familias que habían ido ocupando pequeñas parcelas baldías distanciadas del tren o sin riego eran también, en gran medida, mano de obra de reserva para la compañía. Estas familias difícilmente alcanzaban a sobrevivir sin que algunos de sus miembros trabajaran cuando podían en las plantaciones de banano. Al mismo tiempo, muchas de estas parcelas habían sido reclamadas por la United Fruit Company o por los dueños locales de plantaciones que, con la complicidad de las autoridades regionales, habían ido apropiándose de forma violenta e ilegal de una buena parte de las tierras baldías. Así, empujados de forma permanente por el desalojo o de forma ocasional por el hambre, los colonos pobres en la práctica eran más proletarios rurales que campesinos y por esa razón los colonos y sus familias se unieron a los proletarios en la organización de la gran huelga.

Por su parte, los dueños locales de plantaciones tenían una relación de amor-odio con la United Fruit Company. La compañía era dueña de la mitad de las tierras dedicadas al banano y adicionalmente arrendaba tierras a cultivadores que recibían préstamos para sembrar por contrato para cosechas futuras. Además había ido absorbiendo todas las compañías nacionales productoras de banano con fines de exportación, con lo que tenían una posición de monopolio privado que controlaba el riego, el crédito, el ferrocarril y la exportación. Desde esa posición imponía las reglas que le permitían mantener el dominio de todo el negocio de producción y comercialización. A pesar de esa hegemonía, los dueños locales de plantaciones se acomodaron a esta relación en la medida que les permitía obtener ganancias bastante sustanciosas.

Sin duda, había algunas diferencias. Los terratenientes más poderosos –que además tenían el poder político regional- eran los que recibían mejores créditos, mejores contratos y buenos puestos en la compañía para sus parientes y, a cambio, gobernaban a favor de ella. Pero, a pesar de esa relación preferencial, el resto de los empresarios locales también se beneficiaron del negocio de exportación y de las rentas de la UFC, sin reinvertir sus ganancias o utilizarlas para dejar de depender de su crédito. Durante mucho tiempo los precios pagados por la compañía les habían permitido tener ganancias anuales del 70%, y hasta del 25% en condiciones climáticas desfavorables. Pero generalmente, despilfarraban en viajes y gastos suntuarios esas ganancias derivadas del aún mayor grado de explotación de sus obreros, ya que repetían el mismo esquema de subcontratación de la multinacional, pero pagaban salarios más bajos.

Sin embargo, a puertas de la gran recesión mundial de 1929 las contradicciones entre la empresa multinacional y los capitalistas nacionales se empezaron a hacer más evidentes. Por una parte la inflación de la década de los veinte había disminuido las ganancias de los cultivadores, y por eso se resentían ante la lógica de la compañía de limitar el abastecimiento para inflar el precio internacional. Por otra parte, estaban a punto de expirar tanto la concesión del ferrocarril, como la exención de impuestos por veinte años para el banano enviado al exterior, de modo que los cultivadores nacionales veían allí potencialidades para liberarse del monopolio de la UFC, y sus propuestas se extendieron hasta contemplar la nacionalización de los canales de riego y los ferrocarriles, así como la creación de vías alternas de crédito con los impuestos a la exportación.

Estas contradicciones, sin embargo, fueron más utilizadas para azuzar la huelga que para presionar políticas contra la UFC. Los cultivadores nacionales, a pesar de sus altas ganancias, se presentaban como otra victima de la United, alegando que por culpa de la compañía a ellos no les quedaba otra opción que sobreexplotar a sus trabajadores. Así, prefirieron esconderse detrás de los obreros y colonos y usarlos como carne de cañón, a la espera de ver si podían ganar algo con la huelga, pero sin arriesgar nada a cambio. Sin embargo, cuando en el marco de la huelga los obreros exigieron un aumento salarial del cincuenta por ciento, los cultivadores se miraron el bolsillo y se pusieron en su contra. Por supuesto, una vez que la huelga acabó en la masacre y la persecución criminal de los obreros y los colonos, estos cultivadores locales fueron los primeros que propagaron la peste del olvido, que relataría más tarde García Marquéz. Al fin y al cabo, si en algo tenían total coincidencia la multinacional, los cultivadores nacionales y el gobierno es que a ninguno le interesaba tener a los proletarios rurales y a los campesinos pobres organizados.

“Esta huelga es el fruto del dolor de miles de trabajadores explotados y humillados día y noche por la compañía y sus agentes. Ésta es la prueba que hacen los trabajadores en Colombia para saber si el gobierno nacional está con los hijos del país, en su clase proletaria, o contra ella y en beneficio exclusivo del capitalismo norteamericano y sus sistemas imperialistas.”[i] Con esta declaración comenzó la huelga el 12 de noviembre de 1928 y un mes después quedó demostrado, de la forma más brutal y asesina, con quién estaba el gobierno nacional. Los obreros y colonos hicieron gala de una asombrosa capacidad de solidaridad y organización social. Según los historiadores casi todos los obreros y cargadores de la zona se sumaron a la huelga, aunque los cálculos sobre el número preciso de huelguistas varían de 16.000 a 32.000. Además, para evitar que la United o el gobierno nacional pudieran manipular o coaccionar a los delegados, se había decidido que cualquier acuerdo tendría que ser ratificado por cada uno de los más de sesenta comités de trabajadores[ii].

Frente a esa capacidad de movilización, el gobierno, en vez de mediar a favor de las legítimas reivindicaciones de los obreros, trató la huelga como una rebelión y movilizó tres batallones para reprimirla. Después se justificaría con excusas nacionalistas, argumentando que la masacre respondió a la necesidad de restaurar el orden público para evitar una intervención de los marines norteamericanos. Lo cierto es que, como el propio general al mando de las tropas reconoció, se disparó contra una multitud desarmada y pacífica, cuyo único delito fue negarse a dispersarse una vez que el ejército leyó el decreto de Estado de Sitio. A la noche del 5 de diciembre, donde se asesinaron a cientos de hombres y mujeres en la plaza de Ciénaga, le siguieron unos días de terror en los que el ejército mató a un número indeterminado de huelguistas que se estima entre 1.800 y 4.000.

“Tengo el honor de reportar que el representante de la United Fruit Company en Bogotá me dijo ayer que el número total de obreros en huelga muertos por el ejército colombiano superó el millar”, informaría unos días más tarde el embajador de EEUU al Departamento de Estado de su país.[iii]

La United Fruit Company había ganado y mantendría su dominio absoluto en la región del Magdalena hasta finales de la década de los sesenta, cuando decidiera reubicarse en la región del Urabá. Curiosamente, en esa época el Incora -una institución estatal creada para llevar a cabo la reforma agraria- le compró a la United los depreciados terrenos que ésta no había logrado vender a buen precio, y además le cubrió las deudas en mora sobre las propiedades vendidas a los dueños de plantaciones regionales. De esa forma, la United logró retirarse de la región sin problemas financieros y con un acuerdo mucho más beneficioso de lo que esperaban sus gerentes.

Ahora, a casi cien años de esa lucha, la mayor parte del proletariado rural continúa en la misma situación.En el país hay entre 1.4 y 2.4 millones de obreros y obreras del campo[iv] y el 82%[v] de ellos trabajan en condiciones de precariedad e informalidad, con salarios bajos, sin prestaciones, sin estabilidad laboral y con alta rotación en los sitios de trabajo. Esa legión de “proletarios de nadie” que laboran en los campos colombianos representan el 50% de Población Económicamente Activa que vive en el campo[vi]. Unos trabajan, tercerizados y sin derechos, para terratenientes o para el gran capital agropecuario; otros, en la más absoluta informalidad e inestabilidad laboral, para finqueros medianos; algunos más en figuras de tercerización que se camuflan bajo la fachada de Cooperativas de Trabajo Asociado. Pero todos comparten las mismas condiciones: salarios bajos, jornadas de trabajo más largas, falta de medidas de prevención de riesgos laborales, carencia de garantías y prestaciones, grandes obstáculos para la organización sindical, alta rotación, temporalidad y falta de estabilidad, entre otras.

A esa población hay que sumar otra gran proporción de familias del campo que, a pesar de que algunos de sus miembros trabajan una parte del tiempo en tierras de su propiedad o arrendadas, necesitan completar sus ingresos con la venta de su fuerza de trabajo en tierras o faenas ajenas, o en empleos complementarios. Los ingresos y tiempo de trabajo de estas familias a menudo dependen más de su condición material de proletarios, aunque por tradición y cultura se identifiquen como campesinos. Estos campesinos pobres en proceso de proletarización, o ya proletarizados, sufren las mismas penurias de informalidad, falta de derechos y salarios bajos.

Así, del repaso de la huelga de las bananeras podemos observar como las banderas reivindicativas de entonces se mantienen pendientes. Entre otras podemos señalar: la lucha contra la tercerización; la necesidad de espacios organizativos y de acción conjunta de obreros y campesinos pobres; el evitar que la reforma agraria se use para enriquecer aún más a los capitalistas, tal como sucedió en 1968 con la UFC y puede suceder ahora con el acuerdo con Fedegán; la necesidad de socializar el trabajo en el campo bajo formas de propiedad y gestión colectiva; la sustitución del mercado -como mediador entre la producción social y el consumo final- por una planificación social, racional y participativa.

Sin embargo, para poder avanzar en estas banderas es vital que el proletariado rural fortalezca sindicatos y espacios organizativos que, con una sólida conciencia de clase, se blinden a la penetración de discursos liberales que puedan empujarlos a defender intereses capitalistas en detrimento suyo. Es también a partir de esa sólida conciencia de clase -que permite entender de forma dialéctica las formas en que el capital afecta al conjunto de los sectores sociales y populares-, desde donde se puede avanzar en la superación de los conflictos que a veces surgen entre los distintos sectores de las clases populares en el campo (proletarios rurales, campesinado, indígenas y negritudes), y que muchas veces están motivados por la tendencia posmoderna a resaltar las diferencias, en vez de afincarse en la lucha conjunta contra el capital.

Hace mucho tiempo que proletarios y campesinos pobres aprendieron que la lucha por la tierra debe de ser colectiva. Sin embargo, es un craso error que ese carácter colectivo se limite al momento de la reivindicación. Después de conseguirla hay que defenderla, y es materialmente imposible enfrentar, a mediano plazo, el poder arrollador y centralizador del capital, si no es creando potentes estructuras de producción y distribución basadas en la propiedad y la gestión colectivas.

Desafortunadamente, en 1928 la United Fruit Company ganó la pelea y desde entonces los terratenientes y los capitalistas nacionales e internacionales han seguido ganando terreno en el campo colombiano. Sólo una empresa más poderosa hubiera podido en su momento derrotar a la United Fruit Company y crear esa empresa, esa fuerza social, sigue siendo la tarea principal del proletariado, en unión con los campesinos y los demás sectores populares.

Anuska J. Cárdenas: Centro de Pensamiento y Teoría Crítica Praxis

Notas:

[i] Fonnegra, Gabriel. Bananeras, testimonio vivo de una epopeya. Bogotá, Ediciones Tercer Mundo. 1980
[ii] LeGrand, Catherine. El conflicto de las bananeras. En NHC – Nueva Historia de Colombia: Relaciones internacionales — Movimientos sociales Volumen III. 1.ª edición. Bogotá: Editorial Planeta Colombiana, 1989. Páginas 183 a 217
[iii] https://www.cedesip.org/telegramas-oficiales-de-los-estados-unidos-sobre-la-masacre-de-las-bananeras/
[iv] 1,4 millones según la Gran Encuesta Integrada de Hogares 2014 y 2,4 millones que se pueden inferir del Censo Agrarío de 2014 (ver https://www.centropraxis.co/_files/ugd/ce68dd_721a25c9142f4080bd3d6b544a33c1b5.pdf)
[v] https://www.portafolio.co/economia/empleo/tasa-de-informalidad-en-el-campo-colombiano-517986


viernes, 17 de junio de 2022

_- Crónica del primer día de huelga en el campo extremeño


 _- Desde el Sindicato 25 de marzo queremos agradecer la dignidad que han mostrado los miles de jornaleros y jornaleras en esta primera jornada de huelga.

Ni las presiones de la patronal -tachándola de ilegal- ni las presiones desde los partidos políticos han mermado el hartazgo y las ganas de la clase obrera agraria de Extremadura.

Sobran los motivos para prolongar la huelga. La patronal pretende imponer unas condiciones absolutamente dantescas (eliminando pluses, alargando la jornada laboral, etcétera) y desde la subida del salario mínimo hay muchas centrales fuera de la ley que no aplican el SMI ni otros aspectos del convenio.

Rechazamos el convenio que quiere imponer la patronal y denunciamos el incumplimiento de las condiciones que ya están establecidas tanto por convenio como por el Estatuto de los Trabajadores en muchas centrales hortofrutícolas.

Ante esta situación nuestro sindicato ha participado activamente en este primer día de huelga con especial presencia en la finca La Adelantada (organizados por los propios trabajadores, que han conseguido, desde las seis de la mañana, cortar varias horas las carreteras entre Badajoz y Olivenza), en Sol de Badajoz S.L, en Valdivia (donde también ha habido un seguimiento mayoritario), en la Finca El Escobar y un piquete propio en Valdelacalzada en el que han participado más de medio centenar de trabajadores y trabajadoras.

La agitación previa y el hartazgo generalizado han ocasionado una participación muy destacable. En la zona de las Vegas Bajas ha habido un seguimiento total. Los niveles de seguimiento de la huelga son muy mayoritarios. La disposición de los trabajadores es luchar, organizar piquetes y pelear. Hay posibilidad de ganar la huelga. Si CCOO y UGT desconvocan, hay muchos jornaleros y jornaleras dispuestas a seguir luchando por sus derechos.

En esta huelga ya no hay marcha atrás porque la dignidad de los 65.000 jornaleros y jornaleras que trabajan en Extremadura está por encima de la avaricia de la patronal que está bloqueando el convenio para quedarse con el pan de nuestras familias.

Seguimos adelante.
¡Queremos un convenio digno!
¡Queremos jornales dignos!
Fuente, rebelión.

sábado, 22 de julio de 2017

_- ¿De verdad que las huelgas no sirven para nada?

_- Estibadores, Correos, Autobuses de Galicia…
¿Y si tenemos más fuerza de la que parece?
Miguel Salas

Por mucho que se diga, la crisis económica sigue siendo muy dura para la mayoría de la clase trabajadora. El paro sigue siendo enorme, la precariedad y los bajos salarios se han generalizado hasta extremos difícilmente imaginables, la pérdida de derechos, especialmente la reforma laboral del PP, ha debilitado la capacidad de respuesta y el nivel de huelgas es de los más bajos en años. Pero, también hay que empezar a reconocer que algunas luchas y movilizaciones están empezando a tener ciertos éxitos y hay que analizarlos para comprobar si estamos ante una tendencia o se trata simplemente de hechos circunstanciales.

La movilización obrera más importante de las últimas semanas ha sido la de los estibadores. Una huelga seguida mayoritariamente, que ha paralizado todos los puertos, que ha amenazado con el desabastecimiento de algunos sectores y, sobre todo, ha puesto en ridículo al gobierno del PP. Antes de que estallara el conflicto los sindicatos de la estiba y las empresas del sector iban llegando a acuerdos para concretar la aplicación de la decisión de la Unión Europea de modificar las condiciones de trabajo en el sector. El gobierno quiso imponer un decreto draconiano que, en la práctica, representaba el despido de las actuales plantillas. La primera vez que el gobierno quiso aprobar el decreto en el Parlamento perdió la votación. A la segunda, lo logró gracias al apoyo del PDCat (antigua Convergencia) [ http://www.sinpermiso.info/textos/reino-de-espana-con-los-estibadores-ha...

Entonces estalló el conflicto.
Los estibadores han estado manteniendo la huelga y han logrado contrarrestar la típica campaña de que “son unos privilegiados”, que “cobran salarios excesivos”, que “son una mafia”, etc. etc. Un comunicado de la Coordinadora de Estibadores la denunciaba: “Los estibadores llevamos más de tres meses sufriendo las consecuencias de un ‘paquete de odio’ vertido a la opinión pública, desde el Gobierno y a través, fundamentalmente de los medios. ¿Nuestro crimen? Resistirnos a la precariedad laboral. Es cierto que existe una sentencia del TJUE (Tribunal de Justicia de la Unión Europea) que obliga a reformar el sistema de estiba español. Pero nada dice sobre que hay que despedir a los trabajadores y contratarlos, a los mismos o a otros, a través de ETT. Sin ningún tipo de estabilidad, sueldos miserables, además ‘mordidos’ por el intermediario y con escasa formación para un trabajo arriesgado, en el que nos jugamos la vida. Nuestra lucha es contra el abuso de poder, contra la imposición de normas que solo persiguen desregular sectores para el beneficio de unos pocos, normalmente multinacionales; que buscan atomizar a los trabajadores para incapacitarlos para la lucha colectiva, que es dónde radica nuestra fuerza, la de los estibadores y personal administrativo, pero también la de todos los trabajadores.”

Esta vez la campaña del gobierno y sus medios afines no funcionó. Al contrario, conforme la huelga se iba manteniendo era el gobierno quien aparecía aislado y los estibadores quienes iban firmando acuerdos con las empresas, hasta que la patronal ha tenido que bajarse del burro para firmar un acuerdo de carácter general.

Primero se pactaron acuerdos con las principales empresas del puerto de Barcelona. El martes, 20 de junio, lo hicieron con las del puerto de Algeciras y, el miércoles 21, con las de Valencia. Esos tres puertos representan el 43% del tonelaje total que se descarga en el conjunto de puertos. Esa tendencia se extendió a otros puertos, Gijón, Baleares, Las Palmas y Tenerife, y la patronal Anesco empezó a quedarse aislada. La movilización se transformó en una huelga selectiva contra las empresas que no querían firmar el acuerdo con los sindicatos. El nerviosismo empezó a cundir. La Plataforma de Inversores en Puertos Españoles (PIPPE) puso el grito en el cielo y denunció el supuesto “chantaje” de los estibadores (leen las cosas como les da la gana: no es chantaje despedir a la gente y si lo es hacer huelga) y la patronal amenazó con recurrir a las autoridades europeas.

El jueves 29, la patronal tuvo que aceptar que no le quedaba otro remedio que pactar con los sindicatos y establecer las condiciones para el nuevo convenio colectivo. En un comunicado conjunto declaran: “Anesco asume la garantía de la continuidad del empleo del 100% de los trabajadores de la estiba”. El acuerdo establece el mantenimiento de todos los puestos de trabajo a través de la subrogación de los actuales estibadores, el inicio inmediato de las negociaciones del convenio colectivo, que debe contemplar un periodo transitorio para optimizar las plantillas en todos los puertos a través de prejubilaciones voluntarias, una reducción salarial de los estibadores del 10% y la reorganización de las condiciones de trabajo. Quedan pendientes temas como el control de la formación específica para los estibadores y cómo se hará la futura contratación. A cambio, los estibadores desconvocan las huelgas. Es un buen compromiso para un conflicto que ha durado más de 4 meses y que asegura la principal reivindicación del sector: el mantenimiento de los puestos de trabajo.

El gobierno retrocede en Correos
La debilidad del gobierno es una evidencia y se nota en numerosas sesiones parlamentarias. Es una evidencia que hay que aprovechar esta situación. Así es como podría interpretarse lo que han conseguido los sindicatos en Correos.

En los Presupuestos del Estado, el gobierno recortó la partida destinada al Servicio Postal Universal (SPU) de 180 millones en 2016 a 60 para el 2017. El SPU es la cantidad que se destina para garantizar la accesibilidad y regularidad del servicio postal a todo el territorio, incluso a los más apartados. Los sindicatos vieron en peligro puestos de trabajo y el deterioro, aún mayor, del servicio postal y amenazaron con movilizaciones. Actualmente trabajan en Correos unas 50.000 personas, la plantilla más numerosa del sector público, y el Ministerio de Fomento, que ya estaba sufriendo el desgaste de la huelga de estibadores, debió ver la peligrosidad de movilizaciones en Correos y decidió echar para atrás.

Por escrito, cosa nada habitual, se ha comprometido a mantener las inversiones de 2016 y, según explica un comunicado de CCOO, ha aceptado poner en marcha: “El Plan de prestación del Servicio Postal Universal, y constitución, a tal efecto, de un grupo de trabajo que, en el plazo de ocho meses, tendrá concluidas sus actuaciones. “La financiación que resulte de este Plan de prestación cubrirá el coste de la carga financiera injusta por la prestación del servicio postal universal”. El mantenimiento y en su caso mejora de la prestación del servicio postal universal en su frecuencia (recogida y entrega) y en el mantenimiento de la red postal, con especial atención a las zonas rurales. Garantizar las cantidades presupuestadas en 2017 para la financiación del Servicio Postal Universal, “cubriendo las posibles minoraciones que hayan podido producirse en la fase de tramitación de la Ley de Presupuestos Generales del Estado para 2017”. El sindicato plantea la necesidad de dar un impulso a Correos como empresa pública para que sea un referente postal y logístico en nuestro país “y la concreción de un nuevo acuerdo laboral (con incremento salarial, plantilla suficiente, prejubilaciones y movilidad interministerial, también para el colectivo de laborales) tras más de 3 años y medio con un Convenio Colectivo y Acuerdo Funcionarial, prorrogados.”

Mientras esto sucedía, Correos Express, la empresa dedicada a paquetería y reparto urgente, con una plantilla de 3.000 personas, llegaba también a un acuerdo ante la convocatoria de huelga de varios días del mes de junio en contra del proceso de subcontratación que la empresa había iniciado.

Hay que aprovechar la debilidad del gobierno. Hay que movilizarse para recuperar salarios, empleo y mejoras de las condiciones de trabajo. Correos es un ejemplo. Puede haber otros.

Huelga en el transporte interurbano de Galicia
Desde el día 20 de junio, los martes y miércoles de cada semana es casi imposible trasladarse por Galicia en transporte público y lo mismo ocurre en ciudades como Lugo y Santiago. La razón es la huelga en protesta por los planes de la Xunta de unificar el transporte escolar (muy importante en Galicia por la dispersión habitacional) con el transporte regular y también por el bloqueo en la negociación del convenio colectivo. Los sindicatos denuncian que tal plan significará el despido de miles de trabajadores. Algunas empresas del sector también están enfrentadas al plan de la Xunta, ya que consideran que limitará sus negocios y tendrán que cerrar sus empresas.

El seguimiento de las huelgas ha sido muy masivo, en torno al 95%, según los sindicatos y de algo más del 80%, según la patronal, y con bastante repercusión social, a pesar de los altos servicios mínimos que han sido impuestos. Un dirigente de la Confederación Intersindical Galega expresaba la inquietud de las plantillas: “Las trabajadoras y trabajadores tomaron muy en serio la huelga, están muy preocupados por su futuro, porque saben que, si la Xunta lleva adelante su plan de reestructuración, entre un 20% y un 30% del personal acabará en la calle; es decir, habrá casi 1.000 empleos menos en el sector en año y medio”.

Las espadas están en alto. La Xunta, que hasta ahora no había querido ni negociar, ha convocado a las partes, pero está confrontada a los trabajadores y trabajadoras, que defienden el empleo y la negociación del convenio, y a las pequeñas empresas, que temen que el plan de la Xunta beneficie a las grandes empresas a costa de liquidar a las pequeñas.

Estos son sólo algunos ejemplos de muchas otras luchas y movilizaciones, como el Metro de Barcelona, que arrastra un conflicto desde hace casi dos años, o los maquinistas del Metro de Madrid, otras, pequeñas o parciales, que no logran tanta repercusión, que se están desarrollando y que permiten plantear la pregunta que nos hacíamos en el titular: ¿Y si tenemos más fuerza de la que nos parece? ¿Y si intentamos probarla, sumando fuerzas, coordinando acciones, estableciendo objetivos para recuperar derechos, salarios y empleo digno? Durante esta semana se ha celebrado el XI Congreso Confederal de CCOO y ha acordado que es el momento de pasar a la ofensiva. ¿Y si lo ponemos en marcha, entre todos y todas, con quien está en lucha, entre todos los sindicatos y movimientos sociales y entre todas las izquierdas?

www.sinpermiso.info, 2-7-2017

Las huelgas no sirven para nada
Isaac Rosa

Un recuento de algunas de las huelgas que en los últimos meses "no han servido para nada": nuevos convenios, mantenimiento del empleo, subidas de sueldo, reducciones de jornada...

Las huelgas no sirven para nada, y no me cuenten lo de los estibadores, que ya sé que han conseguido mantener el 100% de puestos de trabajo frente a la patronal y el Gobierno. Su caso no es nada representativo: un colectivo privilegiado y con capacidad de paralizar un sector tan estratégico como el transporte marítimo de mercancías. Así cualquiera.

Las huelgas no sirven para nada, y no me cuenten lo de la recogida de basuras de Madrid, que ya sé que no hizo falta más que anunciarla para que las empresas aceptasen una sola mesa y negociar un convenio único para todos los trabajadores. Su caso no es nada representativo: un colectivo privilegiado y con capacidad de paralizar un sector tan estratégico como la recogida de basura de la capital. Así cualquiera.

Las huelgas no sirven para nada, y no me cuenten lo del aeropuerto de Ibiza, que ya sé que los trabajadores lograron que la empresa pague los atrasos y les abone también los días de huelga. Su caso no es nada representativo: un colectivo privilegiado y con capacidad de paralizar un sector tan estratégico como un aeropuerto turístico. Así cualquiera.

Las huelgas no sirven para nada, y no me cuenten lo de Nissan en Ávila, que ya sé que los trabajadores han garantizado que la fábrica no cierre, y suavizar mucho el ajuste que pretendía la empresa. Su caso no es representativo: un colectivo privilegiado y con capacidad de paralizar un sector tan estratégico como la automoción. Así cualquiera.

Las huelgas no sirven para nada, y no me cuenten lo de El Periódico de Cataluña, que ya sé que sus trabajadores han logrado la devolución de la rebaja salarial. Su caso no es representativo: un colectivo privilegiado y con capacidad de paralizar un sector tan estratégico como el periodismo. Así cualquiera.

Las huelgas no sirven para nada, y no me cuenten lo de Cuétara, que ya sé que han conseguido subidas salariales, más puestos fijos y pluses de nocturnidad. Su caso no es representativo: un colectivo privilegiado y con capacidad de paralizar un sector tan estratégico como la fabricación de galletas. Así cualquiera.

Las huelgas no sirven para nada, y no me cuenten lo de Enviser, que ya sé que han logrado su primer convenio en diez años; ni lo de la Residencia Miravilla, que ya sé que han obtenido subidas salariales y reducción de jornada; ni lo de Zardoya Otis, que ya sé que la empresa se ha comprometido a no aplicar la reforma laboral y convertir en indefinidos al 90%; ni lo de los actores de doblaje, que ya sé lo de su nuevo convenio con mejores condiciones. Ninguno de ellos es representativo: son todos colectivos privilegiados y con capacidad de paralizar sectores tan estratégicos como la recogida de residuos, la residencia de mayores, la fabricación de ascensores o el doblaje de series y películas. Así cualquiera.

Las huelgas no sirven para nada, ni en España ni en Eslovaquia, que ya sé que los trabajadores de Volkswagen en ese país han conseguido una subida salarial del 14%. Su caso no es representativo etc., etc. y etc. Así cualquiera.

Las huelgas no sirven para nada, y no me cuenten lo de los repartidores de Deliveroo. No me extrañaría que acabasen consiguiendo una mejora de sus condiciones, pues sin duda son un colectivo privilegiado (todo el día en bici, qué felicidad) y con capacidad de paralizar un sector tan estratégico como la comida a domicilio. Así cualquiera.

(Lo dejo aquí, aunque podría seguir unos cuantos párrafos más enumerando únicamente las huelgas exitosas de los últimos meses. Lo de "las huelgas no sirven para nada" es un estribillo que llevo oyendo hace años. Lo interesante es que últimamente lo oigo más veces en clave irónica, como este artículo. Algo debe de estar cambiando).

http://www.eldiario.es/zonacritica/las_huelgas_no_sirven_para_nada_6_659...

Miguel Salas Sindicalista, es miembro del Consejo Editorial de Sin Permiso. Isaac Rosa Escritor, autor de novelas como "El vano ayer" (Premio Rómulo Gallegos 2005) y "El país del miedo", ha colaborado en varios medios de prensa escrita, digitales y radio. Su última novela es "La mano invisible".

http://www.sinpermiso.info/textos/reino-de-espana-las-huelgas-obreras-sirven-de-algo

Mas, La huelga una herramienta esencial, aquí.

viernes, 10 de marzo de 2017

_--Huelga de los estibadores. El Partido Popular destruye los derechos de los trabajadores portuarios para beneficiar a las grandes empresas.

_--El día 6 de Marzo, los estibadores inician una huelga contra un decreto del Gobierno del PP que destruye hasta los cimientos los derechos sociales conseguidos con la organización y la lucha, y recogidos en convenios y leyes, como el Convenio 137 de la Organización Internacional del Trabajo, ratificado por España en 1973, para garantía y regularidad del empleo y las retribuciones mínimas de este colectivo de trabajadores.

La excusa es una sentencia que dictó el Tribunal de Justicia de la Unión Europea el 11/12/14 que obliga a modificar la legislación y a liberalizar los puertos. Esta norma, según los estibadores, va mucho más allá de lo que marca la Unión Europea, que no obliga explícitamente a degradar sus condiciones laborales. Esencialmente consiste en poner los puertos a disposición de las grandes empresas del sector, la mayoría multinacionales, libres de trabas sociales, convenios colectivos, control de la profesionalidad y capacitación de los trabajadores, etc...

Los representantes sindicales de los estibadores afirman que la eliminación del registro de trabajadores portuarios, elemento esencial de esta batalla, donde están censados los trabajadores formados y experimentados en el trabajo en el sector, y que el gobierno del PP quiere eliminar, persiste en 12 de los 27 países de la Unión Europea y por lo tanto debe mantenerse. El gobierno afirma, por el contrario, que la única forma de ejecutar la sentencia y regular el régimen jurídico del servicio portuario de manipulación de mercancías se logra derogando la relación laboral especial de los estibadores portuarios y la extinción de la totalidad de los contratos de los trabajadores que actualmente prestan sus servicios.

El decreto tendrá los siguientes efectos:
1. Los contratos indefinidos se convierten en empleos precarios pendientes de contratación por las empresas estibadoras. Éstas dispondrán de un periodo de tres años en el que estarán obligadas a contratar al 75%, 50% y 25% durante el primero, segundo y tercer año. Por lo tanto podrán sustituir al 25%, 50%, y al 75% el primero, segundo y tercer año. En conclusión, es un Expediente de Regulación de Empleo que afecta a los 6.150 trabajadores de la estiba en todo el país, un despido colectivo.

2. Aquellos trabajadores que no sean contratados deberán ser indemnizados por la autoridad portuaria, o sea con fondos públicos. Se estima que la liquidación de las sociedades portuarias -SAGEP- tendrá un coste total para el erario público de 350 millones de euros.

La negociación de los estibadores con la patronal ANESCO, con la que habían llegado a un acuerdo sobre la nueva regulación de la estiba después de la sentencia, ha quedado rota ante este regalo ministerial que les ofrece la posibilidad de obtener mano de obra más barata y con menos derechos laborales.

El presidente de la Autoridad Portuaria de Bilbao declaraba que “la estiba es un sector históricamente cerrado lo que supone una inflación salarial”. Este es el meollo de la cuestión, abaratar el trabajo en los puertos a través de la precarización del empleo y la destrucción de los convenios colectivos.

¿Quiénes son los estibadores?
Es un colectivo de 6.150 trabajadores de una media de edad de 38 años. Operan en un sector básico, el de la carga y descarga de mercancías que entran y salen de España por barco. Carga valorada anualmente en unos 200.000 millones de euros, esas ci fras suponen el 86% de lo que el país exporta y el 65% de lo que importa.

Por las características de su trabajo están muy organizados. La representación sindical la ostenta la Coordinadora con un 74%, UGT con un 16% y CCOO con un 8%, teniendo posiciones también CGT, LAB, ELA, CIGA.

Los estibadores han sufrido profundas transformaciones desde los años 80 en los que el trabajo era manual y se necesitaba mucha mano de obra. La tecnificación y mecanización de los puertos desde los 80, la incorporación de grandes grúas y el transporte de contenedores supuso pasar de 12.000 a 5.000 trabajadores. Con este excedente, a principios de los 80 se creó la oficina especial de registro de estibadores para recoger a aquellos trabajadores capacitados para los que no había empleo, que de una forma u otra se ha venido manteniendo hasta la última reforma de 2012, año en el que PSOE y PP conjuntamente hacen una ley de régimen jurídico de la estiba, creando las Sagep, sociedades que emplean a los estibadores, que ahora quieren destruir.

¿Qué condiciones de trabajo tienen?
El gobierno del PP y sus voceros mediáticos desprestigian a los estibadores describiéndolos como un sector privilegiado, totalmente ajeno a la realidad de los trabajadores normales. Esto es falso, es intoxicación y propaganda preparándose para la guerra que el gobierno ha declarado a los estibadores. Tratan de aislarlos del resto de la sociedad, evitar que los trabajadores de otros sectores se vean reflejados en su lucha y que se despierte la solidaridad necesaria para combatir al gobierno.

Las condiciones de trabajo se estipulan en un acuerdo marco estatal que regula diversas materias como clasificación profesional, rotación, exclusividad, registro, etc. Luego en cada puerto se acuerdan los salarios, rendimientos, horarios, productividad. Hay un salario garantizado de alrededor de 1.000 €/mes. Las diferencias salariales se producen por el interés de las grandes empresas porta-contenedores en descargar aceleradamente, por lo que pagan primas de productividad a los trabajadores. Esto puede dar altos salarios, aunque muy trabajados, en los grandes puertos y salarios decentes en los puertos medianos y pequeños. Es un buen ejemplo el puerto de Tarragona: los profesionales que operan ahí tienen cuatro categorías laborales con sueldos brutos base que van desde los 850 euros hasta los 1.650 euros mensuales brutos. A esta suma hay que añadirles primas, si doblan turno, y los pluses de nocturnidad y festivos, además de las que perciben por rendimiento. Con todo ello, el sueldo medio bruto de un profesional en el que se den estas circunstancias, oscila entre los 60.000 y 70.000 euros/anuales.

Las palabras de los estibadores del puerto de Tarragona reflejan claramente cuáles son sus privilegios: “Cada día a las 7 de la mañana las empresas de estiba entregan a Estarraco (sociedad de estiba de Tarragona) las operativas y el personal previsto para el día, la misma operación se repite a mediodía. A partir de ahí se procede a hacer el sorteo con los trabajadores disponibles. No sabemos nunca si vamos a trabajar o no ese día. Los turnos son de 6 u 8 horas y es habitual que dupliquen la jornada, hasta un máximo de 12 horas de trabajo. Lo que la gente normal puede programarse el día, nosotros no lo tenemos. Nuestra vida es el trabajo”.

De hecho bromean con que los divorcios son habituales en este colectivo. El trabajo ha cambiado mucho en los últimos 20 años. “En los inicios nos pasábamos el día cargando y descargando sacos. Los contenedores transformaron el sector, y de la actividad manual se pasó a la grúa”. Con la mecanización se pasó de operativos de 20 trabajadores a 10, mientras que las grúas simplificaron las descargas de tres personas a una. El representante de los estibadores de Tarragona afirma que la formación de estos profesionales es constante. “Manejar una grúa no es fácil y aquí todos tenemos el carné profesional. Antes éramos mano de obra pura y dura, mientras que ahora manejamos las grúas, las máquinas, los camiones, los sistemas informáticos y gestionamos el trabajo, una misma persona tiene una gran polivalencia, lo que ayuda a la empresa a reducir los costes ya que un mismo trabajador puede hacer muchas actividades”.

Esta mejora también se ha dado en la seguridad. La estiba siempre ha sido una profesión en que la siniestralidad ha sido elevada. Aseguran los representantes del comité que uno de cada cuatro trabajadores tiene a lo largo de su vida un accidente grave y, de los cuatro que participan en la entrevista, todos han sufrido uno u otro percance. “Podríamos estar los cuatro muertos” afirma Jordi Morro. Este es el “maravilloso mundo de privilegiados” que quiere borrar del mapa el ministerio, un colectivo que –como a los mineros– la Seguridad Social reconoce penosidad y peligrosidad y les permite por esas condiciones de trabajo anticipar la edad de jubilación.

La solidaridad en la lucha imprescindible para ganar
La política de privatización de servicios públicos de la Unión Europea, de la que el gobierno del PP es firme partidario, ha puesto su diana en los puertos españoles donde, de un total de 150 empresas, un puñado de 12 multinacionales que agrupan a unos 4.000 estibadores, controlan la mayor parte del tráfico portuario descargando millones de toneladas de mercancías procedentes de China, Extremo Oriente u otros países. Pero se han encontrado con unos trabajadores muy organizados, incluso internacionalmente, que se resisten a la precarización y semi-esclavitud que este sistema y el gobierno que lo representa han impuesto a la clase obrera con las reformas laborales desde el inicio de la crisis. Pero esta lucha por un trabajo digno de los estibadores no puede ser sólo suya. Es del conjunto de la clase obrera de este país que se verá reflejada en ella y cuya solidaridad y comprensión de los motivos de la lucha es imprescindible para ganar.

La guerra declarada por el PP a los estibadores es una guerra total, incluso el presidente de la confederación empresarial valenciana, primer puerto en tráfico de contenedores del país, pide la intervención del ejército, como en la huelga de los controladores aéreos. La lucha de los estibadores debe hacer sentir la fuerza potencial de la clase obrera. Lo que está en juego son empleos, condiciones de trabajo y salarios dignos, frente a la precariedad masiva y la miseria generalizada que se nos ofrece en la actualidad como trabajo asalariado. La decisión de luchar por su futuro es clara, la organización y la confianza en la victoria es total. Desde Lucha de Clases queremos explicar, difundir la lucha de los estibadores y neutralizar la intoxicación y falsedad que se transmite de sus condiciones de vida y trabajo.

Los sindicatos de clase y la coordinadora deberían hacer un llamamiento a los partidos de la izquierda y juntos convocar una gran movilización, que partiendo de cada zona portuaria, confluya en Madrid, como vimos en la marcha de los mineros, y muestre el potencial de la clase obrera y obligue a dar marcha atrás al gobierno y al parlamento, porque esta huelga es la referencia de la lucha de clases en nuestro país.

Fuente:
http://www.marxist.com/huelga-de-los-estibadores-el-partido-popular-destruye-los-derechos-de-los-trabajadores-portuarios-para-beneficiar-a-las-grandes-empresas.htm

domingo, 9 de octubre de 2016

Disculpe la espera, todos nuestros operadores se encuentran en huelga

eldiario.es


(NOTA: Léase con una sonrisa, sin dejar de sonreír hasta el final para dar un tono amable a sus palabras)

"Buenos días, quería hablar con la persona titular del teléfono, luz, gas, seguro, cuenta, tarjeta, billete, cita, consulta, emergencia, avería o incidencia. ¿Es usted? Encantada de saludarle. ¿Cómo quiere que me dirija a usted?

El motivo de mi llamada es informarle de nuestra última promoción, por si le interesa a usted o a algún familiar. Se trata de un puesto de trabajo en el sector de atención telefónica y telemarketing, una oportunidad incomparable para conocer uno de los empleos más precarios, peor pagados y con mayores tasas de automedicación y absentismo por estrés y depresión.

Con nosotros disfrutará de contratos temporales y a tiempo parcial, con cambios de turno y disponibilidad horaria absoluta, ritmos frenéticos y presión constante, a cambio de salarios que con frecuencia no superan los 6 euros por hora. Le informo también de nuestras facilidades para el despido, incluidas trabajadoras embarazadas, y nuestros formidables descuentos, sin competencia: un 5% menos de poder adquisitivo desde 2010. Si desea conocer también nuestras ofertas en salud laboral y ergonomía, permanezca a la espera, por favor.

Nuestra empresa cuenta con años de experiencia como subcontrata de todo tipo de servicios telefónicos, y es líder en externalizar actividad a otros países donde paga sueldos aún más bajos. Garantizamos un 100% de plantilla en todo momento, pues aunque despedimos con facilidad (y al que no despedimos se acaba marchando por no aguantar más), contamos con una enorme reserva de paradas y parados dispuestos.

(Tome aire, pero mantenga la sonrisa)

¿Sigue ahí, señor o señora...?

Quería aprovechar también para pedirle disculpas por las veces en que le molesto en horarios incordiantes, le doy un mal servicio, no resuelvo su consulta, le escondo el precio final o le vendo motos. Sepa usted que nuestra empresa prima la cantidad de llamadas antes que la calidad de las mismas, y que la rotación, el ritmo de trabajo y la poca formación deterioran un servicio que si no es aún peor es por el empeño que ponemos las trabajadoras y trabajadores. Nuestra empresa quiere también agradecerle que descargue su enfado conmigo, pues entre mis funciones está hacer de pantalla y poner la cara para las bofetadas que no reciben los directivos.

No se retire todavía, por favor, estamos a punto de terminar. A continuación voy a pasarle con el departamento de renovaciones, donde una compañera "retenedora" le informará de las tretas que se ve obligada a utilizar para impedir que los clientes se den de baja, de cuyo éxito o fracaso dependen sus ingresos. Le pasaré también con un compañero del departamento comercial que le contará cómo vende alarmas de hogar metiendo miedo a los clientes, pues entre nuestras funciones también a veces está engañar, aprovecharnos de los débiles y guardarnos escrúpulos y principios éticos si queremos cobrar a final de mes.

Por último, me gustaría informarle de que, pese a ser un sector que pareciera expresamente diseñado para hacer imposible la lucha colectiva, las trabajadoras y trabajadores no nos rendimos, y muchas de nosotras hicimos huelga ayer. Le ruego disculpas si no pudo ser atendido y se quedó escuchando esa odiosa musiquilla de espera en bucle, o fue desviado a un call center en otro país, pero nuestros operadores estaban haciendo huelga. Colgamos los cascos.

Gracias por su colaboración, tenga un buen día."

Fuente: http://www.eldiario.es/zonacritica/telemarketing_huelga_6_566653362.html

jueves, 29 de septiembre de 2016

India. La mayor huelga de la historia

The Canary

El viernes, 2 de septiembre, una de las economías más grandes del mundo registró lo que tal vez haya sido la huelga más grande de la historia. En un poderoso acto de resistencia frente al gobierno derechista de India, se calcula que participaron hasta 180 millones de personas. Sin embargo, debido a la información sesgada en los grandes medios británicos (y globales), es probable que no te hayas enterado.

¿Qué ocurrió?
Ese día, en el marco de una jornada de lucha de obreros de toda India, cerraron miles de fábricas, centrales eléctricas, oficinas públicas y bancos estatales. El transporte público también se vio afectado. Diez sindicatos, y hasta 180 millones de trabajadores y trabajadoras del sector público –bancarios, mineros, maestras, trabajadores de la construcción y de correos– participaron en la huelga. Ramen Pandey, de la Confederación Nacional de Sindicatos (INTUC), dijo: “Esta huelga es la más grande que ha habido jamás en el mundo”.

En efecto, el impacto que tuvo fue enorme. Assocham, el máximo órgano de las Cámaras de Comercio de India, comunicó que el trastorno causado en las cadenas de suministro y las empresas cortaron a la economía india 180 000 millones de rupias (2 000 millones de libras esterlinas). Fue la cuarta huelga nacional en India desde 2009.

¿Por qué tuvo lugar la huelga?
Los sindicatos habían decidido responder a lo que calificaron de “políticas antiobreras y antipopulares” del primer ministro Narendra Modi. De acuerdo con el vicepresidente de la INTUC, Ashok Singh, “Modi ha dicho que lucha contra la pobreza, pero parece que en realidad lucha contra los pobres en este país”. Modi condujo al partido derechista Bharatiya Janata a una victoria arrolladora en las elecciones generales de mayo de 2014 con la promesa de impulsar la economía india. Para ello, ha tratado de incrementar la inversión extranjera y privatizar empresas públicas. Ya ha vendido acciones de empresas estatales por valor de miles de millones de libras y pretende recaudar alrededor de 8 300 millones de dólares mediante nuevas privatizaciones en 2016 y 2017.

Los sindicatos temen que las políticas neoliberales de Modi (recortes, privatizaciones, etc.) reduzcan tanto los niveles de empleo como los salarios. Por esta razón impulsaron la huelga masiva con 12 reivindicaciones, incluido el aumento del salario mínimo, la seguridad social universal y la eliminación de las inversiones extranjeras en el ferrocarril, los seguros y la industria de defensa.

Una larga incubación
Sin embargo, el neoliberalismo no es nuevo en India, pues se instauró en el país mucho antes de que gobernara Modi. Según Jayati Ghosh, profesora de economía de la Universidad Jawaharlal Nehru, Modi no ha hecho otra cosa dar continuidad a 25 años de políticas neoliberales que no han hecho más que empeorar la situación de los trabajadores: “Menos del 4 % de los trabajadores de India gozan de protección laboral, e incluso esa protección se ha ido erosionando. Cunde la sensación de que en vez de combatir la pobreza, están combatiendo a los pobres, y ha habido una rebaja real del gasto en servicios públicos esenciales.” Hay trabajadores de la sanidad en India que llevan sin cobrar desde hace meses. Los subsidios alimenticios y sistemas de distribución, mientras tanto, se han deteriorado. Ghosh insiste: “El gobierno central anima activamente a las empresas privadas que desean impedir cualquier tipo de sindicalización.”

En este contexto de continuos ataques a los derechos de los trabajadores de India por parte del régimen, parece que los sindicatos indios no hayan tenido otra salida que ir a la huelga. Y al hacerlo de una manera tan drástica el pasado 2 de septiembre, han enviado un mensaje contundente tanto el gobierno de Modi en Nueva Delhi como al mundo entero: los trabajadores no renunciarán a sus derechos sin luchar.

En el siguiente vídeo pueden verse algunas imágenes de la huelga:
http://www.thecanary.co/2016/09/15/worlds-largest-ever-strike-takes-place-gets-buried-media-video/

Traducción Viento Sur:
http://vientosur.info/spip.php?article11725#sthash.TX4OEdPO.dpuf

miércoles, 5 de noviembre de 2014

Más negro en la noche: La represión de las huelgas mineras de 1948 en Francia. Entrevista Dominique Simonnot

Una investigación de la periodista Dominique Simonnot que acaba de publicarse en forma de libro, Plus noir dans la nuit [Más negro en la noche] (Calmann-Levy, París, 2014), relata la historia, apenas conocida, de las huelgas mineras del año 48 en Francia. La entrevista Bertrand Rothé para el semanario Marianne.

Marianne: Todo el inicio de su libro da la impresión de que estemos en una novela. Nos apasionamos con las vidas de los obreros, de los mineros, de la Liberación a nuestros días. Tenemos la impresión de oír hablar a nuestros padres, incluso a nuestros abuelos. Salvo que se trata de una historia verdadera y que constituye una espantosa acusación contra las élites socialistas…

Dominique Simonnot: Yo no he hecho más que mi trabajo de periodista, escuchar a siete antiguos mineros y a sus respectivas esposas y transcribir su vida. La historia comienza trés años después de la II Guerra Mundial, en plena fase de reconstrucción. Se cuenta con los mineros para contribuir a ello. Se les pide que se pongan manos a la obra y produzcan y produzcan…El 80% de la energía de la época procede del carbón. Y un buen día de 1948, Robert Lacoste, ministro de Industria, decide suprimir las ventajas conseguidas con la Liberación. Ventajas que representaban en principio la contrapartida de los esfuerzos que se les había exigido, pero que eran también una recompensa por su resistencia frente a los nazis. Ya en 1941 habían ido a la huelga. Una huelga de la que nadie se acuerda, que, en todo caso, yo no conocía. Una huelga horriblemente reprimida, con decenas de fusilados y centenares de deportados. Contra la supresión de estas ventajas en 1948, los mineros deciden una nueva huelga, que es nacional De norte a sur, participan todas las cuencas. Jules Moch, ministro del Interior en la época, lo tenía todo previsto. Había conseguido que se votase una ley que permitiera recurrir al ejército, reclutar a 80.000 militares y CRS [Compañías Republicanas de Seguridad, los antidisturbios de la policía]. Para reprimir cualquier forma de rebelión, había situado sus tropas a pocos kilómetros de las cuencas mineras de modo que pudieran intervenir rápidamente, y eso es lo que pasó. La represión fue muy violenta.

En la región del Paso de Calais, más de 700 obreros fueron condenados a penas de prisión por los magistrados, por acciones de huelga para “impedir la libertad de trabajo”. Cuando salen, ¡todo se les viene encima! Pierden todas sus ventajas. Aparte de no tener trabajo, no tienen ya alojamiento ni calefacción ni medicinas gratuitas… Pero la cosa no termina ahí. Comienza su calvario, que va a durar mucho, muchísimo tiempo. De un día para otro se encuentran dando tumbos por la región. El tiempo justo de apilar lo poco que tienen en carretillas y de poner a los chiquillos encima. Se les prohíbe a los demás mineros darles alojamiento. Pasaron muchísimo tiempo hasta encontrar dónde refugiarse. Una familia se instaló en un descampado en una casa de hormigón sin calefacción, sin agua y, evidentemente, sin electricidad. Otras dos acabaron en un blocao del ejército alemán que rezumaba humedad. ¡Y sin trabajo! Nada, sin salario. Las compañías mineras mandan en la región, todas las sociedades están bajo contrato con ellas de un modo u otro, y cada vez que se contrata a un antiguo huelguista, exigen que se le despida en el acto.

Cita usted ejemplos de gente que no tuvo tiempo de trabajar ¡ni una hora antes de ser despedidos!
¡Tal cual! Y sobre todo, hay que recordar que la mayor parte de las empresas de la región dependen entonces de Charbonnages de France [explotaciones hulleras francesas], nacionalizada con la Liberación.

A duras penas se creería que estos dos ministros, Robert Lacoste y Jules Moch, fueran ministros socialistas…

Evidentemente. Es la época del bipartidismo. Los comunistas han abandonado el gobierno. Pero hay que recordar que es también un momento de intensa tensión en la Guerra Fría. El gobierno –y sobre todo Moch- sospecha que los huelguistas están manipulados por Moscú, por los rojos, la CGT [el sindicato comunista francés]. Todos los días, o casi, acusa a los comunistas de fomentar un “golpe de Praga” en Francia. Afirma en la Asamblea Nacional que posee una nota de Jdanov, dirigente soviético, que empuja a los obreros a la huelga, incluso a la insurrección. Ese documento no se ha encontrado jamás. ¿Habrá siquiera existido?

¿Puede hablarnos del papel de François Mitterrand en este asunto?
Da escalofríos… seguir leyendo en Sin Permiso.
Mas en, Francia: Los mineros huelguistas de 1948, rehabilitados… en 2014 Patrick Roger

miércoles, 23 de octubre de 2013

Los estudiantes claman contra los recortes educativos y la ‘ley Wert’. La policía entra en la Universidad Autónoma de Madrid

Las protestas estudiantiles continúan el día antes de la huelga general de educación.

A los cientos de alumnos que esta mañana se han manifestado en Madrid (y en muchos otros puntos de España), convocados por el Sindicato de Estudiantes, el fin de la recesión que pregona el Banco de España les deja atónitos. Argumentan los de secundaria que se han quedado sin becas de libros y los de Universidad -menos numerosos, aunque sí activos en sus facultades- que podrían perderla con los nuevos requisitos. Ello, y la reforma educativa que entrará en vigor el próximo curso, les ha llevado a las calles. Otros compañeros lo han hecho en Barcelona y muchos más se sumarán mañana como colofón a la huelga general (de educación infantil a la Universidad) a la que han llamado todos los sindicatos, padres y estudiantes. En paralelo, la policía entraba en la Universidad Autónoma de Madrid para quitar una barricada, como ayer hizo en el campus de Somosaguas de la Complutense sin el conocimiento del rectorado.

Las pancartas y gritos de los manifestantes -previsiblemente los mismos que se escucharán mañana- se dirigían a la Iglesia, beneficiada con la reforma tras incluirse una asignatura alternativa a la Religión: "¿Catequesis? en su parroquia", "Recortes a los banqueros y al clero", "Mis impuestos solo a la escuela aconfesional". Contra los efectos del derrumbe económico: "Educar es invertir, no gastar", "Su botín es mi crisis", "Sin buena educación siempre estaremos en crisis". Contra el pensamiento único: "Pienso luego no sirvo", "Educar no amaestrar. Esa es la cuestión". Y contra el ministro José Ignacio Wert y la reforma: "Unos roban con pistolas y otros con leyes" o "Wert habla y el PP baja. ¡Sigue, sigue camarada!".

Respecto al seguimiento de la huelga de alumnos -solo convocada por el Sindicato de Estudiantes-. en su segundo día el ministerio la habla de un 18,8%, tras recabar los datos de seis Comunidades Autónomas, que representan el 49,4 por ciento del total de estudiantes. Por contra, la Junta de Andalucía baraja la cifra del 71% en su región.

A la manifestación han acudido representantes de los sindicatos pese a que no convocaban. Y han aprovechado la ocasión para contestar a la secretaria de Estado de Educación, Monserrat Gomendio, que ayer en un vídeo acusó a las organizaciones sindicales de ir a la huelga no por "razones relacionadas con la reforma educativa” sino con las “mejoras salariales, reducción de carga lectiva y de número de alumnos por clase”. En un documento posterior el Ministerio de Educación puso en duda las cifras de afectados por la crisis que han dado las agrupaciones. "La señora Gomendio solo tiene que mirar el anuario de Hacienda que compara enero de 2012 y el de 2013. Se han perdido 24.000 docentes en la pública no universitaria, 4.600 en la Universidad y 1.600 de administración. Dicen esto porque no les quedan argumentos tras quedarse solos en el Parlamento. En esta ocasión hasta salen a la calle los sindicatos más conservadores, los que están más cerca de la órbita de su partido".

Gomendio se dirigió en especial a las familias con dos ideas. La primera: "El colectivo de docentes tiene un puesto de trabajo asegurado y, sin embargo, los padres se están enfrentando a unas tasas de desempleo muy elevadas". Y una segunda, referida a la preocupación por las ratios profesor-alumno que siguen estando “por debajo de los de la OCDE”. Miguel Latorre, de Enseñanza Pública de Fete-UGT, replica a la secretaria de Estado: "El mayor ere que se ha hecho en este país ha sido a la enseñanza pública. Miles de interinos se han quedado sin trabajo y otros se han visto desplazados de centro después de 20 años. Nos están intentando enfrentar a los padres cuando hay afectados entre nosotros. Que no nos hablen de ratios bajas. Hay trampa, porque se dividen los niños sobre el total cuando hay aulas rurales abiertas con cinco alumnos".
Fuente: El País.

Los estudiantes califican de “masivo” el seguimiento del primer día de huelga

Este martes, en pleno inicio de curso, comienza también un nuevo ciclo de luchas por parte de la comunidad educativa en defensa de la educación pública. Los estudiantes han sido los primeros de dar el paso, iniciando una huelga de tres días contra la Lomce y los recortes, que concluirá el próximo jueves, jornada en la que finalmente se sumarán padres, madres y profesores, y que culminará con manifestaciones por todo el país.

El Sindicato de Estudiantes, convocante de la protesta, ha calificado de “masiva” la participación del alumnado en la protesta. “Más de 1.900 institutos de enseñanza media han parado las clases en un porcentaje cercano al 90%”, aseguran en un comunicado emitido a primera hora de la tarde. La huelga ha tenido un mayor seguimiento en Madrid, Andalucía, País Valencià, Extremadura, Aragón, Asturias y Galicia, con porcentajes que oscilan, según el sindicato, entre el 80% y el 95%.

En las universidades, el parón también es significativo. “La huelga estudiantil ha paralizado la inmensa mayoría de las facultades de la Universidad Complutense, la Autónoma, la URJC en Madrid; lo mismo en los campus de Cádiz, Sevilla, Granada, Almería y en el resto de ciudades andaluzas”, asegura el sindicato, que también apunta a las universidades valencianas como puntos calientes. “También en cientos de centros concertados de toda la geografía, los estudiantes han salido a la lucha”, agrega.

Una reforma “franquista”
Además, el sindicato ha tachado la reforma educativa de “franquista” y ha justificado la huelga por el “tasazo”, el decreto de becas y “la destrucción de la enseñanza pública”, entre otros ataques del gobierno del PP y el ministro de Educación, José Ignacio Wert. El sindicato comenzará este martes su labor informativa organizando piquetes en cientos de colegios.

El miércoles, los estudiantes marcharán en una manifestación a las 12:00 horas desde Atocha hasta la Puerta del Sol. Por último, el jueves confluirá la huelga estudiantil con la convocada por la Plataforma Estatal por la Escuela Pública, jornada que terminará a las 18:00 horas con una manifestación desde Neptuno hasta Sol. Las marchas se desarrollarán de forma simultánea por todo el país.

Además, diferentes asambleas de estudiantes están preparando acciones descentralizadas que enriquecerán estas tres jornadas de huelga. En Vigo, por ejemplo, se prepara una cadena humana. Otros colectivos, como Estudiantes en Movimiento (EeM), sólo han convocado un día de huelga para el jueves 24. Por su parte, las asambleas de base, coordinadas en Interinstitutos, apoyan los tres días pero centrarán sus esfuerzos en los dos últimos.

Boicot a la huelga
“No estamos dispuestos a que se nos arrebate un derecho que con tantos sacrificios y tantas luchas conquistaron nuestros padres”, ha declarado el Sindicato de Estudiantes en un comunicado. Los estudiantes denuncian que tanto el gobierno del PP como la derecha nacionalista en Cataluá y Euskadi -CiU y PNV- están “intentando por todos los medios nuestro libre ejercicio a la huelga”.

“Normativas represivas como las enviadas desde la consejería de Educación del Gobierno vasco del PNV, indicaciones a directores para que se impidan asambleas, como ocurre en Barcelona y en Madrid, son muestras de su nerviosismo”, continúan. “Todas estas medidas, queremos recalcar, son completamente ilegales”.

El Sindicato de Estudiantes denuncia, entre otras incidencias, que en muchos centros se han programado exámenes para estos días. En otros, algunos directores están planteando que sólo se puede hacer un día de huelga, según aseguran los convocantes, “lo que es también una completa ilegalidad”.

La huelga indefinida que ha tenido lugar recientemente en Baleares ha tenido un efecto impulsor para los estudiantes. “El ejemplo de los profesores de Baleares es claro: sólo la lucha sostenida, amplia y que cuente con el apoyo de la población puede lograr frenar estos ataques”, declaran.
Fuente: http://www.lamarea.com/2013/10/22/seguimiento-masivo/

sábado, 19 de octubre de 2013

Caos en la Bahía de San Francisco por la huelga del transporte. 400.000 pasajeros que utilizan a diario el transporte público en San Francisco y la Bahía sufren los efectos de la huelga


Frustración, caos y estrés es el ambiente que se respira en San Francisco y la Bahía tras declararse en huelga a primeras horas del viernes los trabajadores del BART, el sistema de trasporte que conecta toda la Bahía de San Francisco -167 kilómetros de trazado de vías subterráneas y a cielo descubierto y 44 estaciones- y que es utilizado diariamente por 400.000 viajeros.
En lugar del BART, los residentes de la Bahía se han visto obligados a usar sus coches, lo que ha colapsado todas las vías de acceso a la capital, tanto a primeras horas de la mañana como a última hora de la tarde. Tina Jones, que trabaja en Oakland, se las ha visto y deseado para llegar hasta su puesto de trabajo en la aduana del puerto, “con un tráfico completamente congestionado”.
Las demoras en el tráfico de la Bahía se han visto incrementadas en un 30%, según el Departamento de Transportes de California, y San Francisco ha permanecido colapsado durante todo el día
Muchos pasajeros hacían cola para conseguir una de las 6.000 plazas de autobús que el BART ha puesto gratuitamente para compensar la huelga de los trenes y trasmitían su frustración por un conflicto que “deberían haber evitado para ahorrarnos todos estos inconvenientes”, comentaba Gregory Carter, empleado de una tienda del centro de San Francisco que se ha visto afectado por la huelga.
Otras se han visto forzadas a quedarse en casa, ante la imposibilidad de contar con un medio de transporte para llegar al trabajo, ya que autobuses, ferris y coches no son suficientes para cubrir las demandas de movilidad de una población de 4,3 millones de habitantes que viven en San Francisco y la Bahía y que utilizan el BART como principal medio de transporte.
Shelah Barr que tiene un negocio de masajes de perros en el barrio de Castro, en San Francisco, apuntaba que “varios clientes habían cancelado sus citas y algunos empleados no han podido llegar”.
“Esta huelga va a ser catastrófica”, opina Rufus Jeffris, portavoz de la Bay Area Council, una organización de negocios regional que calculó en 73 millones de dólares al día las pérdidas ocasionadas por la huelga del BART el pasado julio.
Es la segunda vez que los trabajadores del BART se declaran en huelga este año, tras una reunión maratoniana de 30 horas en la que los representantes de los trabajadores y la patronal no han llegado a un acuerdo, si bien han acercado posturas en lo concerniente a retribuciones salariales y el seguro de salud y pensiones.
El punto de discrepancia fundamental es la regulación de la normativa laboral interna, con desacuerdos a la hora de establecer los horarios de trabajo y la comunicación de las incidencias que la empresa propone se haga a través de email en lugar de escribirlas manualmente, como hasta ahora. Los trabajadores también se niegan a recibir sus cheques por vía electrónica en lugar de a mano.
Cecille Isidro, portavoz del sindicato SEIU, señala que “hemos hecho concesiones, pero puestos al límite no hemos tenido más remedio que parar. Esta es la manera en que quieren resolver el conflicto, batallando en la calle”.
Tom Radulovich, presidente del Comité de Dirección del BART, manifiesta que “la posición de los sindicatos es conseguir mejoras salariales sin aceptar ningún cambio en la normativa laboral”. Algo que para Peter Castelli, director ejecutivo local del SEIU, no es más que “una píldora envenenada”. “Intentan que renunciemos a nuestros derechos a golpe de cheque”.
Durante la primera jornada de huelga no se ha producido ningún viso de aproximación entre ambas partes y nadie se atreve a pronosticar hasta cuando durará el conflicto. Se teme que si para el domingo por la tarde no se ha producido un acuerdo, el comienzo de la semana puede ser catastrófico para San Francisco y la Bahía.

miércoles, 8 de mayo de 2013

HUELGA EN LA ENSEÑANZA, JUEVES, 9 DE MAYO, Y MANIFESTACIÓN A LAS 20 H.

JUEVES, 9 DE MAYO, para exigir al Gobierno la retirada del proyecto de Ley Orgánica de Calidad de la Educación (LOMCE), conocida como “Ley Wert”, y denunciar los recortes que en el sector está llevando a cabo el Gobierno desde el pasado año.

Es la primera vez que La Plataforma Estatal por la Escuela Pública (integrada por FECCOO, STES, FETE-UGT y CGT, la Confederación Española de Padres y Madres de Alumnos (CEAPA), el Sindicato de Estudiantes y los Movimientos de Renovación Pedagógica) convoca una huelga que abarca a todas las etapas educativas, desde Infantil hasta la Universidad, contra unas medidas que apuestan por una educación selectiva, segregadora, que está hecha desde una óptica recentralizadora, que devalúa la formación profesional y que no resuelve los problemas de la educación.
Más información en el sindicato en CC.OO.

miércoles, 10 de abril de 2013

El año 1200 antes de Cristo fue la fecha de la primera huelga del mundo. Rescatar el pasado para construir el futuro

Mike Marqusee
redpepper

La ciudad de Luxor, en el sur de Egipto, fue noticia en Gran Bretaña a finales de febrero con ocasión de la muerte de 19 turistas en un accidente de aerostato. Aquella tragedia sintetizará los infortunios de la industria turística egipcia, en otro momento fuente principal de empleo y entrada de divisas y ahora en estado de languidez ante la falta de turistas extranjeros ahuyentados por un temor -erróneo y exagerado- a la inestabilidad y la violencia.

Luxor, el emplazamiento de la antigua Tebas y capital principal del Imperio Nuevo de Egipto (1550-1050 antes de Cristo), está salpicada de colosales templos esculpidos y tumbas lujosamente decoradas. Pero la más reveladora y emotiva de sus múltiples ruinas quizá sea la menos espectacular. En Deir el Medinah están los restos del pueblo que alojó a sus trabajadores, hogar de los artesanos que construyeron las tumbas y los templos. Las pequeñas y robustas unidades domésticas están trazadas en forma de rejilla. Allí vivieron los canteros, los pintores de tumbas, los carpinteros, los fabricantes de cuerdas y los porteadores. Esparcidas entre los cimientos excavados hay pequeñas pirámides y entradas a criptas de entierro, de tamaño reducido pero decoradas con tanto cuidado, color y detalle como las tumbas reales del cercano Valle de los Reyes. Estos trabajadores tenían sus propias visiones de una vida mejor más allá de la muerte. También tenían sentido de su propio valor.

Deir el Medinah es el emplazamiento de la primera huelga registrada de la historia. Se pagaba a los trabajadores con grano con el que hacían pan y cerveza, artículos básicos de la dieta del valle del Nilo. Alrededor de 1200 antes de Cristo, la tesorería del Estado, mermada por las guerras imperiales de Ramsés III, no cumplió sus obligaciones. Los trabajadores se pusieron en huelga e hicieron una sentada en el mismo emplazamiento donde construían el templo mortuorio del faraón. Quizá sorprendentemente ganaron el conflicto. Se valieron del temor de sus amos a morir sin los debidos preparativos funerarios y de esta manera entrar en el más allá mal equipado. El culto egipcio a los muertos, por una vez, benefició a los vivos.

¿Qué podemos aprender de este episodio de la antigüedad? Walter Benjamín, en su último ensayo profético “Tesis sobre la filosofía de la historia” escrito en 1940, distinguió entre dos aproximaciones opuestas del pasado: el “historicismo” y el “materialismo histórico”. Para el historicismo el tiempo es lineal, uniforme, acumulativo. “Su método es aditivo: ofrece una masa de hechos para rellenar un tiempo homogéneo y vacío”. Por el contrario el materialista histórico “registra la constelación en la que su propia época entra en contacto con la constelación de una época anterior”. El trabajo del materialista histórico no es reproducir sino “hacer estallar el continuo de la historia”.

Benjamín pregunta: “¿Con quién empatiza realmente el escritor del historicismo? La respuesta es irrefutablemente con el vencedor”. La historia se convierte en un “desfile triunfal en el que los gobernantes de hoy pisan todo lo anterior. Los despojos, como siempre, se exhiben en el desfile triunfal. Se conocen como el patrimonio cultural”. Por el contrario para el materialista histórico “el patrimonio cultural es inherente a un linaje que no puede contemplar sin horror. Debe su existencia no sólo al esfuerzo de los grandes genios que lo crearon, sino también al anónimo trabajo de esclavo de los contemporáneos de éstos. No ha habido nunca un documento de civilización que no sea al mismo tiempo uno de barbarie”.

No hay mejor ilustración de dicha máxima sonora que el arte del antiguo Egipto, producto de una sociedad brutalmente estratificada gobernada por una religión de poder estatal, personificado en un gobernante dios-hombre. Sin embargo mucho después de que el sistema que los oprimía se derrumbara, el trabajo de los artesanos de Deir el Medinah permanece vital, colorido, rítmico y refinado; sobresale en los grandes efectos y también en los delicados detalles naturalistas. En las vastas criptas del Valle de los Reyes o en las humildes tumbas del mismo Deir el Medinah, el más allá se representa como una versión mejor de esta vida, provisto en abundancia de las buenas cosas de esta vida: alimentos, bebidas, flores, aves, cantos, bailes, familia. El arte del Antiguo Egipto permanece ajeno, a veces raro. Pero es también reconociblemente humano; salta por encima de los abismos para forjar una conexión.

En la izquierda nos vemos como fabricantes del futuro plenamente comprometidos con el presente. Miramos hacia adelante no hacia atrás y nos molesta que nos acusen de estar “casados con doctrinas desfasadas” y en particular que no nos hemos adaptado a los cambios de los últimos 30 años. Pero no debemos avergonzarnos de ser “conservadores” por defender los derechos conseguidos en generaciones o comunidades anteriores amenazadas por el “desarrollo”. La despreocupación del capitalismo por el futuro y su parcialidad por el corto plazo son notoriamente temerarias. Pero el capitalismo es igualmente temerario cuando se trata de su despreocupación por el pasado, a menos que éste pueda empaquetarse como un producto de consumo o para la transmisión de propaganda. En cualquiera de los dos casos, al pasado no se le permite tener independencia, tener su propia voz, ni pedirnos a nosotros que rindamos cuentas.

Benjamín dice que nuestra tarea es “poner la historia a contrapelo”. Un ejemplo de esto en nuestra propia época es la campaña de 23 años para reclamar justicia para los muertos del estadio de Hillsborough [96 personas aplastadas]. Aunque no se ha conseguido todavía justicia, sí se sabe la verdad, gracias sólo a que las familias de las víctimas y los seguidores desafiaron el coro de voces que decía que su misión era fútil, guiada por las emociones o vengativa. Su sentido del deber hacia los muertos no fue desviado por los llamamientos al pragmatismo y las virtudes de la adaptación. De “vivir el presente”. Como consecuencia han conseguido recuperar una historia suprimida que, a su vez, se convierte en un elemento activo de nuestro presente y futuro.

En España la Asociación por la Recuperación de la Memoria Histórica pretende documentar el destino de las víctimas de Franco, excavar e identificar los cuerpos, lo que incluye a las decenas de miles enterradas en fosas comunes. Para hacer esto la Asociación ha tenido que desafiar el “pacto de olvido” que allanó la transición a la democracia al no obligar a los responsables del antiguo régimen a rendir cuentas. En este caso un sentido de obligación hacia los muertos, hacia los vencidos, no fue una indulgencia “que miraba al pasado”, sino una necesidad social. No podemos descifrar el presente sin examinar sus cimientos en las batallas del pasado al tiempo que se reconocen tanto las pérdidas como las ganancias.

La insistencia palestina en que se reconozca la Naqba -caracterizada por los comentaristas pro israelíes como un deseo vano de recuperar una batalla perdida- es realmente un compromiso necesario con las realidades del presente: el impacto continuo de la Naqba en las políticas de expolio y limpieza étnica. Al mismo tiempo es una insistencia firme en un futuro de autodeterminación.

A pesar de su victoria breve, los trabajadores de Deir el Medinah nunca se libraron de su condición de servidumbre. Estaban en el “lado de los perdedores” en la marcha de la historia. Sin embargo en su arte y acción, los trabajadores de Deir el Medinah nos recuerdan, en palabras de Benjamín, que lo “refinado y lo espiritual… están presentes en la lucha de clases para algo más que un simple botín para el vencedor. Existen en la forma de confianza, valentía, humor, astucia, firmeza en la lucha y su origen está en las brumas del tiempo. Pondrán en entredicho, de tiempo en tiempo, cada victoria de los gobernantes”.

Mark Markusee escribe regularmente en Red Pepper y es autor de libros sobre cultura y política.
Traducido del inglés por Christine Lewis Carrol
Fuente: http://www.redpepper.org.uk/

lunes, 4 de febrero de 2013

El pequeño pueblo alemán, Mössingen, que se manifestó solo contra un Hitler recién llegado al poder

Un día después de la llegada de Adolf Hitler al poder (hace ocho décadas), el Partido Comunista Alemán (KPD), perseguido por el nacionalsocialismo, convocó una huelga general en todo el país.

Sólo un pueblo de 4.000 habitantes en el suroeste de Alemania, Mössingen, atendió la llamada de la organización y, según los datos de que se disponen, entre 800 y 1.000 personas salieron a la calle y paralizaron dos fábricas que funcionaban en la localidad. La policía, sin mayores problemas, terminó reprimiendo la protesta, la única que hubo en aquel día en toda Alemania.

Las autoridades de Mössingen, según el historiador Bernd Jürgen Warneken que ha escrito un libro sobre el tema, han tenido a través de la historia dificultades a la hora de confrontar los hechos del 31 de enero de 1933.

Ya los nazis durante la década y media de su régimen habían sentado las bases para que la huelga de Mössingen fuera vista como un episodio orquestado por el stalinismo y por los enemigos de Alemania.

Partidos políticos opuestos a conmemorarlo
El que los comunistas hubieran tenido un liderazgo en los movimientos de oposición ilegales perjudicó la reputación de la resistencia durante la postguerra, la visión que habían impuesto los nazis sobre la huelga de Mössingen siguió en buena parte vigente, a lo que ayudó al dominio que han tenido durante mucho tiempo en esa región fuerzas conservadoras.

Sólo hace 10 años, cuando se cumplió el 70 aniversario, se puso una placa conmemorativa de aquella protesta, pese a que dentro del ayuntamiento hubo resistencias. Sólo uno de los supervivientes de la huelga (Jakob Textor, que murió en 2010 con 102 años) pudo estar presente en ese acto.

Textor mismo, sin embargo, que pintó uno de los afiches de la huelga, nunca recibió un homenaje de la ciudad y el ayuntamiento rechazó una propuesta al respecto cuando él cumplió 100 años.

Esta semana, con motivo del 80 aniversario de la huelga, diversos grupos impulsaron una serie de actos conmemorativos, ante los que se mostraron reacios los representantes de la Unión Cristianodemócrata (CDU) (el partido de la canciller Angela Merkel) en el ayuntamiento de Mössingen.

El alcalde de localidad, el independiente Michal Bulander, quiso aprovechar el aniversario para activar un diálogo entre quienes, como él, consideran la huelga contra Hitler como un acto de resistencia legítimo y aquellos que critican los disturbios que hubo en el marco de la misma.

El libro de Warneken, No pasó nada en ninguna parte, salvo aquí (Das ist nicht nirgends gewesen, ausser hier) apareció originalmente en 1982, en Rotbuchverlag, y recientemente ha sido reeditado por Talheimer Verlag, con motivo del aniversario de la huelga. En el prólogo para la nueva edición, Warneken se ocupa de las dificultades que ha tenido Mössingen con la memoria de la huelga y ve este problema dentro del marco de la tardanza que tuvo Alemania en abordar del pasado nazi y en rendir tributo a aquellos que trataron de resistirse al régimen.

Warneken recuerda que la República Federal de Alemania (RFA) se demoró mucho en ver como algo legítimo la rebelión de los oficiales, encabezados por Stauffenberg, que trataron de dar muerte a Hitler el 20 de julio de 1944.

Si honrar a los rebeldes del 20 de julio (todos ellos de procedencia conservadora) no era fácil, más difícil aún era rendir tributo a la resistencia obrera, muchas veces liderada por el KPD, de la que, dice Warneken, casi no se habló en los medios, ni en los libros de historia durante años, pese a ser la más activa y la que más víctimas puso.

"El que los comunistas hubieran tenido un liderazgo en los movimientos de oposición ilegales no ayudó a su reputación, sino perjudicó la reputación de la resistencia", dice Warneken.

 A ello se agregaba un factor local que era el que había en Mössingen entre los antiguos nazis y los antiguos opositores al régimen, que en muchos casos eran vecinos o trabajaban en el mismo sitio.

Esto hacía temer, según Warneken, que el recuerdo de la huelga pudiera envenenar la vida social de Mössingen con lo que "el llamado a no resucitar viejas heridas no sólo estaba determinado ideológicamente". Ahora la situación ha cambiado, según Warneken, y el fin de la guerra fría hace que aumente la conciencia de que el pasado rojo también forma parte de la identidad de Mössingen.

Fuente: http://www.20minutos.es/noticia/1717832/0/pueblo/resistencia/nazismo-hitler/

domingo, 9 de diciembre de 2012

Inquietantes razones contra la huelga

Pueden discutirse sus objetivos o sus posibilidades de éxito. Incluso el papel de los sindicatos. Pero no puede ignorarse la voz de los ciudadanos: pidieron una respuesta a la crisis que tuviera en cuenta a los más débiles. Confieso que tenía dudas a la hora de sumarme a la huelga general. Me las disiparon las críticas de los conservadores. En su mayoría no se referían al contenido de la huelga, a la justicia de las denuncias o de las reclamaciones, sino a la idea misma de la huelga general. Algo bastante serio. De modo que, por lo que pueda venir, no está de más diseccionarlas. Al menos tres de ellas.

La primera criticaba sus motivaciones: era “política”, con un objetivo difuso y, por ello, “condenada al fracaso”. El argumento, de entrada, asume una línea de demarcación entre causas justificadas, las económicas, y no justificadas, las políticas. Un trazo menos claro de lo que parece. Un plan de austeridad que rebaja los salarios de funcionarios, establece pagos por visita médica o abarata el despido afecta a la capacidad adquisitiva, a “la economía”. Dicho esto, es indiscutible que la huelga tenía un objetivo político. No es un drama. Que tuviera un objetivo político no quiere decir que pretendiera cambiar el sistema político. No se cuestionaba la legitimidad del Gobierno ni se pretendía sustituir un proceso electoral. Se pedía una respuesta a la crisis que tuviera en cuenta intereses fácilmente ignorados. No hay que olvidar que la política es poder y los gobiernos acostumbran a actuar por la línea de menor resistencia. Si uno no se queja, nadie le hará caso. Para algunos conseguir la atención es tan sencillo como contar su vida. Una gran empresa, a la vista de la legislación laboral o ambiental, puede avisar a un ministro que está pensando marcharse o no venir. El Gobierno, razonablemente, tendrá en cuenta esa opinión. Otros lo tienen más complicado.

Las quejas tenían que llegar al Gobierno o, más exactamente, a quien puede hacer que las cosas cambien. Porque era política tenía que ser “general”. De hecho, la protesta era europea. Sólo que se quejaron más quienes peor están, los que soportan las medidas más radicales. Un mensaje, por cierto, que el Gobierno no tenía por qué recibir con aspavientos: también él trata de decir a quién realmente manda que no todo es posible. Es así como se pueden conseguir las cosas. Porque no todas las huelgas generales acaban en fracaso. Recuerden la historia del “decretazo” de Aznar.

El segundo argumento criticaba la coerción. En dos planos. Por una parte, la huelga como tal, supondría una coacción al gobierno y, sobre todo, a quienes ven complicadas sus actividades, sus compras o sus desplazamientos. Esto, en rigor, no es un argumento, sino una tautología. Una huelga, por definición, es una acción que, mediante la presión, aspira a conseguir cierto objetivo. Si la huelga no fuera coactiva no sería huelga. En todo caso, se trataría de discutir si es una coacción legítima o no. Cuando, con alegre frivolidad, se equipara las huelgas a “chantajes”, “amenazas” o “extorsiones” se busca avecinar lo que es un derecho a un delito. Si ese léxico vale, también deberíamos aplicarlo a las empresas que llaman al ministro y le cuentan sus planes...
Leer más en El País.

Foto del dolmen del Mellizo I y II, por Valencia de Alcántara.

jueves, 12 de julio de 2012

Soy minero

Que en estos tiempos hipertecnologizados hayan tenido que ser los mineros los que enseñen el camino al resto de trabajadores, da que pensar. Que en la época de empresas flexibles, sociedad de la información, economía global, riqueza virtual y trabajadores desubicados y desideologizados, hayan tenido que ser los viejos mineros, con sus duras herramientas, sus manos callosas y su fuerte conciencia de colectivo, los que salgan a la luz y echen a andar para que los sigamos, debería hacernos pensar qué nos ha pasado a los trabajadores durante los últimos años, qué hemos hecho y dejado de hacer, qué nos han hecho y qué nos hemos dejado hacer.
 Habrá quien diga que el protagonismo minero de estos días es pura coherencia: si la crisis y las políticas anticrisis suponen para los trabajadores un salto atrás en el tiempo, un regreso a trompicones al siglo XIX, nadie mejor que los mineros al frente de la manifestación, ellos que con tanta rotundidad encarnan aquellos tiempos iniciales del movimiento obrero. Pero no estamos ante un asunto de coherencia histórica, sino mucho más.

Las emocionantes escenas vividas en cada pueblo por donde han pasado los mineros en su marcha hacia Madrid, la acogida, las palabras de ánimo, las ayudas recibidas, la solidaridad extendida por todo el país, en las calles y en las redes sociales, y finalmente el recibimiento en la capital y el acompañamiento en su protesta por tantos trabajadores, deberían ser un revulsivo, marcar un punto de inflexión en la construcción de resistencias colectivas. Los mineros han roto algo, han despertado algo que dormía en nosotros, nos han empujado.
 Sé que hay un componente no pequeño de simpatía que escapa a las razones de su protesta. Hay algo de justicia histórica, de memoria, de sentimentalidad obrera si quieren, en el cariño que los mineros reciben estos días, y digo cariño con intención, porque en ocasiones se trata de cariño más que de comprensión de sus reivindicaciones. La figura del minero, con su casco, su lámpara y su rostro ennegrecido está fuertemente arraigado en el imaginario de la clase trabajadora desde hace siglos, y por eso con los mineros no funciona el habitual discurso de los “privilegiados” con que algunos intentan anularlos desde la derecha mediática (por eso, y porque la minería representa desde siempre lo más duro y peligroso del mundo del trabajo, y su fatiga, lesiones, enfermedades y accidentes no casan bien con ningún privilegio).
Por todo ello, por su condición popular de héroes de la clase obrera (demostrada, por otra parte, en tantos episodios de lucha en efecto heroica a través de siglos), parece natural que los mineros encuentren todo ese calor a su paso por los pueblos. No creo que una marcha a pie de, pongamos, camareros, albañiles, periodistas o funcionarios, lograse tanto apoyo, tanto cariño, tantos recibimientos, homenajes y adhesiones, por justas que fuesen sus reivindicaciones.
 Pero más allá de ese componente emocional, importa el momento en que se ha producido esta salida de los pozos. En un momento de terror económico como este, cuando los trabajadores nos sentimos acorralados, desesperanzados, y nuestra resistencia se limita a adivinar por dónde vendrá el siguiente golpe, la aparición en escena de los mineros puede ser la lucecilla al final del túnel (el túnel en que andamos perdidos los trabajadores, no el tópico túnel de la salida de la crisis donde la única luz que se ve es la del tren que viene de frente), la señal que estábamos esperando. Los mineros nos están dando una lección que no deberíamos dejar pasar, y que va más allá de sus reivindicaciones por justas que puedan ser.
 Y lo son. Los mineros tienen razón en su lucha, y no voy ahora a extenderme en por qué tienen razón. La tienen por todos los motivos que ya habrán oído y leído estos días, pero incluso si no tuviesen esos motivos, seguirían teniendo la razón de su lado, por una elemental cuestión de justicia histórica. Se lo debemos, a ellos y a las generaciones de mineros que les anteceden, y eso basta para que estemos obligados a respetar su medio de vida y sus territorios, ofrecerles salidas dignas y no escatimarles un dinero que es calderilla comparado con los rescates financieros. Pero insisto: lo que hoy me interesa no es tanto su lucha particular (que apoyo), sino esa lección de dignidad, solidaridad y resistencia que nos dan al resto de trabajadores. Todos nos hemos sentido interpelados estos días por la lucha de los mineros, en dos direcciones: porque en su reivindicación de un futuro digno cabemos todos los que igualmente carecemos de ese futuro; y porque la contundencia de su lucha hace más evidente nuestra pobre reacción ante los ataques sufridos.
 En cuanto a lo primero, la reivindicación de los mineros es extensible a todos nosotros. En los mineros vemos nuestro pasado, nuestra conciencia de clase que en algún momento perdimos o nos arrebataron, las posibilidades de lucha colectiva que hoy no encontramos. Pero sobre todo, vemos en ellos nuestro futuro: en su grito para no ser abandonados, para no desaparecer, para no ver arrasados sus pueblos y comarcas por el paro y la inactividad, asoma un resquicio del futuro que nos espera a todos, convertidos todos en trabajadores abandonados a nuestra suerte, abocados a un largo tiempo de escasez, de miseria; a merced de un viento que no deja nada en pie; con millones de empleos en extinción, y toda España convertida en una gran comarca minera amenazada por la desolación y la falta de salidas.
 En cuanto a lo segundo, la dureza clásica con que resisten los mineros, la violencia con que responden a la violencia, hace que debamos buscar otra palabra para denominar lo que hacemos los demás, eso que a menudo llamamos de manera exagerada resistencia. Mientras nosotros ‘incendiamos’ las redes sociales, los mineros prenden fuego real a las barricadas en las autopistas. Mientras nosotros convocamos una huelga cada dos años, sin mucha convicción y sobre todo sin continuidad, los mineros eligen la huelga indefinida durante semanas, inflexible. Mientras nosotros escribimos posts y tuits de denuncia contra los recortes (yo el primero), ellos se encierran en los pozos, paralizan el tráfico, levantan en pie de guerra comarcas enteras, y finalmente echan a andar por la carretera. Mientras nosotros pintamos ingeniosas pancartas y componemos simpáticos pareados para gritar en manifestación, ellos se enfrentan a cuerpo con la Guardia Civil. Mientras nosotros retuiteamos y damos miles de “me gusta” para apoyar las reivindicaciones de los colectivos más castigados, ellos van pueblo por pueblo dando y recibiendo abrazos, compartiendo comidas y techo. Mientras esperamos al próximo aniversario para volver a tomar las plazas, ellos se plantan en la Puerta del Sol tras haber hecho suyas las plazas de todas aquellas localidades por las que pasaron.
 La lección está clara: ante el ataque total contra los trabajadores, estos no son tiempos de hashtag, sino de barricada. Frente a la solidaridad efímera de la red social y la indignación inofensiva, son tiempos de caminar juntos, de compartir encierro o marcha, de encontrarse en las calles, de abrazarse como ya no nos abrazábamos, como estos días se abrazaban los mineros con quienes los esperaban a la entrada de cada pueblo.
 Por todo ello, el gobierno no puede permitir que los mineros ganen este pulso: porque si triunfan, estarán dando un mal ejemplo para el resto de trabajadores, que podríamos tomar nota, aprender la lección, seguir su ejemplo para ser escuchados, para no ser pisoteados, para no seguir perdiendo: luchar, resistir, construir redes de solidaridad, ser firmes, llegar hasta las últimas consecuencias, tomar la calle, recuperarla. Por eso la durísima represión policial contra los mineros y su criminalización mediática.
 Por las mismas razones los trabajadores necesitamos que los mineros ganen este pulso: porque su victoria despeja el camino para nosotros, y en cambio su derrota nos haría más difícil levantar la resistencia. Por eso hoy todos somos mineros, y tenemos que estar con ellos. Por justicia, por historia, por memoria, porque lo merecen. Pero también por nosotros, porque si ellos temen por su futuro, el nuestro es más que negro, negro carbón. Isaac Rosa. eldiario.e