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domingo, 10 de junio de 2018

La luz de los obreros. Abril de 1902, Primer Congreso Obrero de Extremadura.

Manuel Cañada Porras


Allí empezó todo. La historia del movimiento obrero en Extremadura hunde sus raíces en Torre de Miguel Sesmero, en sus calles estrechas y blanquísimas. “En la cocina de la resistencia, con sus fogones pobres, en la fraternidad del pan escaso, hallé por fin la fundación perdida, la remota ciudad de la ternura”. Pablo Neruda encontró en las primeras huelgas de los trabajadores chilenos la ciudad de la ternura. En Extremadura, el fogonazo originario habremos de buscarlo en el Primer Congreso Obrero, celebrado a finales de abril de 1902 en este pequeño pueblo de la comarca de Olivenza.

La Luz de los Obreros, que es el nombre de la sociedad agrícola de Torre de Miguel Sesmero, será la organización anfitriona de la asamblea, a la que asistirán delegados de veintiún pueblos de la provincia de Badajoz, representando a unos catorce mil asociados. Las sociedades de resistencia son comunidades de socorro mutuo, los enjambres donde se ha refugiado el movimiento obrero aprovechando los estrechos márgenes de la ley. En su corazón y en sus nombres anida un mundo nuevo. La Luz de los Obreros, con su denominación de ecos francmasónicos, alude a “la iluminación necesaria para entender los grandes secretos” (Díaz Ordóñez-Milán Agudo). Hasta aquí, a las tierras de Extremadura, ha llegado el rastro de la utopía, el ansia de la ciudad del sol, el sueño dorado de una sociedad donde no exista la explotación del hombre por el hombre. Zapateros, lavanderas, albañiles, mozas de servir, carpinteros, panaderos pero, sobre todo, campesinos y campesinas se encargan de mantener encendida la promesa de emancipación. En los nombres de las sociedades late con brío el augurio de otro tiempo, aún inédito: La Nueva Aurora (Olivenza), El Despertar del Siglo XX (Almendral), El Alba del Nuevo Día (Alconchel), La Redentora (Valverde de Leganés), La Esperanza (Mérida). Y vibra también el orgullo proletario de quienes habrán de cambiar el mundo de base: los Hijos del Trabajo (Ribera del Fresno), La Hormiga (San Vicente de Alcántara), Fraternidad Obrera (Bienvenida)…

El hambre, la explotación y el caciquismo son el humus del jornalero, la vida cotidiana donde prenderá el movimiento. “Llevan hambre y frío, y como todas las cosas y todos los hombres de Extremadura, los niños llevan también una tristeza profunda y vieja que no se sabe de dónde viene, pero sí de qué viene: es la tristeza de una miseria común, dilatada, desesperada, de siglos y siglos pesando sobre las gentes de muchas generaciones” (César Arconada). El hambre, como nos enseñara Miguel Hernández, es el primer aprendizaje, el gran maestro de la sumisión, el lugar donde el hombre “regresa a la pezuña y retrocede al dominio del colmillo”. Pero será también ahí donde nazca la fraternidad y la rebeldía: compañeros son los que se comen juntos el pan, los que comparten el pan. El campesino extremeño, “el indio de la nación”, aprenderá el arte de la resistencia en la plaza del pueblo y en el barbecho, en la lonja servil de contratación y en la extenuación de las cosechas.

En la Torre nació y se crió Juan Barjola, uno de los grandes pintores del siglo XX. Aquí trazaría sus primeros dibujos, perros hambrientos “disputándoles la tajada de algún burro muerto a los gavilanes” que sobrevolaban en las afueras del pueblo. El poeta José Hierro le rendiría un estremecedor homenaje, en los años ochenta: “Esta cabeza ha visto los niños de la anemia, los cardos, las espinas, los alacranes de septiembre en Torre de Miguel Sesmero, los galeones de la trilla, los vareadores del aceite, los serones del vino, las cabras del erial”.

El caciquismo será el mecanismo que blinde el dominio del latifundio y garantice la opresión de los campesinos, un entramado organizado desde abajo que se encarga de asegurar la alternancia tramposa de los partidos políticos de la Restauración y de someter a las clases trabajadoras. “La oligarquía como sistema, y el caciquismo como instrumento”, en palabras de Manuel Azaña; la “Constitución real del país”, según Tuñón de Lara. El caciquismo funcionará durante décadas como un régimen que degrada la justicia en favor y que se vale de la arbitrariedad para someter a los rebeldes.

En Extremadura encontrará una de sus moradas más consumadas. “Un casinillo donde los ricachos parlan de barraganas y escopetas y se juegan los dineros heredados; un abogadillo, que desde el Juzgado Municipal, administra justicia conforme a sus pasioncejas y ruindades”: Francisco Valdés describe el caciquismo como “un fango social” que conlleva emigración, infanticidios y hambre. Y Felipe Trigo, completa el devastador retrato: alcaldes ladrones de los pósitos, curas y jueces corruptos, y, por encima, el “facedor de diputados, senadores y gobernadores”, la siniestra sombra de un murciélago brutal, el Jarrapellejos de turno.

Conspirar es respirar juntos
¡Pan! ¡Pan! ¡Abajo los ricos miserables! ¡Abajo las limosnas! ¡Que nos entreguen el pósito!
Jarrapellejos, Felipe Trigo

Los grandes movimientos populares no surgen nunca por generación espontánea. Son siempre el resultado de una sementera tenaz, de la hibridación de experiencias de lucha, de la reflexión y de la praxis colectiva. Como recuerda Isidoro Bohoyo, el movimiento obrero extremeño de principios del siglo XX “es el legítimo heredero de aquel que alcanzó la plenitud durante el sexenio revolucionario”. La Revolución de 1868 arraigó profundamente en las clases populares y plantó las bases que cuajarían treinta años más tarde. El proletariado militante, fundamentalmente de orientación anarquista, se extenderá por bastantes localidades en las siguientes décadas. En su informe de 1876, Anselmo Lorenzo da cuenta de 10 federaciones locales adscritas a la “federación comarcal de Extremadura”, entre ellas las de Badajoz, Fuente del Maestre, Trujillo, Aceuchal, Villalba de los Barros o Plasencia.

Las luchas en defensa de las dehesas comunales, las ocupaciones de fincas o la reorganización de sociedades obreras son expresiones del dinamismo que caracteriza al incipiente movimiento obrero. Y, al tiempo, la conflictividad social latente se manifiesta también de otros modos. “La primera arma que descubren los jornaleros para vengarse de los amos es el incendio”, nos recuerda Víctor Chamorro. Y el motín -a consecuencia del encarecimiento de los productos básicos- será la otra gran herramienta que se utilizará en este período, con especial intensidad durante 1898. En la primavera de este año se producirán incidentes en muchas localidades (apedreamiento de autoridades y de acaparadores, ruptura de registros, arrojamiento de las básculas al río Guadiana…). Como consecuencia, el 7 de mayo es declarado el estado de guerra en toda la provincia, prohibiéndose las reuniones y manifestaciones.

Tras esa fase insurreccional las organizaciones campesinas se fortalecen. Las sociedades de apoyo mutuo van mutando en sindicatos y se pasa del motín a la huelga como instrumento fundamental. Aunque, como subraya Martin Baumeister en “Campesinos sin tierra”, no se produce un desarrollo lineal desde la protesta callejera a la huelga. Los tres tipos de conflictos más presentes en los años de la crisis de fin de siglo –la protesta de consumos, las batallas contra la privatización de los antiguos derechos de aprovechamiento comunal y el rebusco masivo como autoayuda en tiempos de necesidad- se solapan con las formas más modernas de lucha, como la huelga. Lo viejo y lo nuevo se combinarán en el primer tercio del siglo XX. El avance de las ideas republicanas, socialistas y anarquistas contribuirá en gran medida a esa renovación del repertorio de lucha. La irrupción de La Germinal, la extensión del Primero de Mayo a un buen número de poblaciones extremeñas y el Congreso Obrero serán las mejores muestras del proceso de maduración que vivirá el movimiento obrero.

El Primero de Mayo y La Germinal de Badajoz
Nada de lo que tuvo lugar alguna vez debe darse por perdido para la historia.
Walter Benjamin

En 1898 el Centro Obrero de Badajoz acoge la que quizás sea la primera celebración organizada del 1º de Mayo en Extremadura. Y en 1901, convocada por La Germinal, tendrá lugar la primera manifestación conmemorativa del día internacional de los trabajadores, en la que participan más de mil personas. Pero será al año siguiente cuando se generalice el acontecimiento y se extienda a poblaciones como Alconchel, Montijo o Puebla de la Calzada. “En todas aparecen las mismas peticiones: Paz universal, ocho horas de trabajo, ocho de instrucción y ocho de descanso”, señala Fermín Rey. En 1905 comenzará a festejarse en Cáceres.

La Germinal nacerá en 1899, arraigada en la experiencia acumulada del Centro Obrero de Badajoz. La nueva sociedad, como indica el historiador Luis Miguel García, inaugura “la etapa que representa la ruptura con la protesta espontánea y con el movimiento obrero débil y esporádico de épocas anteriores”, constituye un salto extraordinario en la fortaleza y combatividad de la clase obrera extremeña.

Con el nacimiento de La Germinal termina la prehistoria del movimiento obrero en la región y comienza una fase de ofensiva del mismo. La propia elección del nombre elegido, que alude al calendario revolucionario francés y al título de la novela de Zola, “denota una perfecta imbricación de los componentes de la sociedad en la realidad societaria y cultural de la época”.

La sociedad obrera pacense ha marcado claramente su línea de independencia respecto de los partidos políticos, manteniendo una orientación difusa que podía moverse entre el republicanismo y el anarquismo: “Las sociedades obreras han de estar compuestas de obreros que militan en diferentes partidos y en ellas no puede hablarse en nombre de un ideal particular, sino en el del que une a todos los asociados: la mejora de la clase proletaria”. Sin embargo, La Germinal está en contacto con las asociaciones anarquistas del país y del extranjero. La propia documentación del Ministerio de la Gobernación en 1903 da cuenta tanto del vigor de la sociedad como de su filiación ideológica: “la organización anarquista en Badajoz alcanzó alarmante preponderancia hace dos años, al extremo de ser donde la crisis agraria se manifestó con mayor intensidad, provocando sucesos luctuosos”.

La Germinal, junto a una intensa labor reivindicativa, va a desarrollar una extraordinaria actividad cultural. La creación de una escuela laica o la organización de eventos con intelectuales de primer orden, como Belén Sárraga, son sólo dos signos de “la búsqueda de una identidad, basada en la emancipación del obrero a través de la educación”.

Las huelgas de 1901-1902 y el Congreso Obrero: organizar las soledades
“Nuestras clases dominantes han procurado siempre que los trabajadores no tengan historia, no tengan doctrina, no tengan héroes y mártires. Cada lucha debe empezar de nuevo, separada de las luchas anteriores: la experiencia colectiva se pierde, las lecciones se olvidan”
Rodolfo Walsh

En la primavera de 1901, aprovechando el comienzo de la cosecha del cereal, la Germinal anuncia una huelga general de obreros agrícolas, ganaderos y mozas de servir, si no se atienden sus reivindicaciones. Las demandas son muy sencillas y concretas: trabajar “sólo” de sol a sol, en lugar de luz a luz, durante las épocas de sementera y recolección; poder descansar lo suficiente durante la jornada, garantizando cinco paradas al tabaco, que en todos los trabajos se fuma…; que los patronos no puedan imponer el destajo; que las cargas de los sacos no sean descomunales y que todo bracero sepa “lo que va ganando al salir de la población”. Reivindicaciones cristalinas, elementales, que ya lo dijera Kropotkin, “el pueblo nunca ha pedido tener la luna dentro de un cubo de agua”.

El 21 de mayo se hace público el comunicado y días después comienza la huelga. Los obreros demuestran una disciplina que sorprende a los patronos y al gobierno, organizando piquetes y extendiendo la protesta a los pueblos. A la semana el gobernador civil prohíbe los piquetes y la participación de las mujeres en las asambleas de la Germinal, para evitar la expansión del conflicto. Pero ya es tarde. Los jornaleros han logrado que muchos patronos acepten ya las condiciones. El propio gobernador civil, en Badajoz, y el comandante de la Guardia Civil, en la Torre, intervienen como mediadores. La huelga ha sido un completo éxito en seis pueblos. Por primera vez los braceros han comprobado su poder para negociar colectivamente las condiciones de trabajo, rebasando incluso el marco local.

Al año siguiente, en abril se convoca el Primer Congreso Obrero, para hacer frente a “la situación por la que atraviesan los que viven sólo del esfuerzo de sus brazos”. La conciencia obrera se propaga por las tierras extremeñas. “Una epidemia de naturaleza poco conocida había empezado a extenderse lentamente por los campos del sur, hasta que a principios de abril dio la cara en Torre de Miguel Sesmero. Lo hizo en forma de un congreso agrícola que reunió a representantes de veintiún pueblos de la provincia” (Justo Vila, en Siempre algún día). Allí se aquilatan las reivindicaciones y se prepara la nueva ofensiva, pero ahora el poder económico y político ha fortificado sus posiciones. La Germinal sobrevalora su capacidad para imponerse: los patronos traen esquiroles de Portugal, el gobierno reprime implacablemente los piquetes y detiene a jornaleros en Badajoz, Montijo, Torre de Miguel Sesmero -e incluso a doce albañiles de Los Santos de Maimona. El 1 de junio se libra una batalla campal, los guardias detienen a 130 huelguistas, hieren de gravedad a varios de ellos y matan a Julio Ardila, jornalero de Badajoz. La Germinal y la Unión Femenil, ligada a ella, son clausuradas y sus dirigentes encarcelados. Esa misma tarde se declara el estado de guerra en Badajoz. La huelga ha sido ahogada en sangre y cárcel. Pero no se detienen los procesos sociales ni con la fuerza ni con el crimen…

Encender en el pasado la chispa de la esperanza
¡Qué habría sido de nosotros sin las revoluciones pasadas, sin los que dejaron sus vidas en la lucha! Las revoluciones, ganadas o perdidas, ponen freno a este correr caótico y sin futuro que es el capitalismo!
Isabel Alba Rico

Los jornaleros no dejan de luchar. Entre 1903 y 1915 se producen seis nuevas huelgas de obreros agrícolas. Y entre 1918 y 1920 otra oleada hace temblar el campo extremeño. Para esa última fecha ya son 184 las sociedades obreras existentes en la región y agrupan a 33.000 trabajadores.

El caciquismo sigue haciendo estragos, comprando votos y produciendo sufrimiento. “La extinción del caciquismo ha de ser el primer rayo de la alborada que ilumine la campiña extremeña y dé luz al cerebro ignaro del proletario”, escribe por entonces Ramón Tristancho, el carpintero-periodista de la Torre. Y, a pesar de todo, el caciquismo morderá el polvo. En 1915, es elegido como alcalde torreño Manuel Boza, uno de los impulsores de la Luz de los Obreros. Y en 1931, vuelve la República y con ella, cuando todos lo creían enterrado, retorna el sueño de la Reforma Agraria. El 25 de marzo de 1936, tras siglos de rumia, germina en Extremadura una pacífica revolución campesina. El pan no ha muerto, gritan jubilosos los yunteros.

Pero vuelven otra vez los amos a ahogar la dignidad en sangre. Fue, cómo no, en la plaza de toros de Badajoz, donde había brotado la esperanza jornalera. Barjola pintó el crimen, “la cabeza estoqueada en la plaza de toros, en la plaza mayor, plaza de pana, de pan, tomate, navaja, agonía y esparto” (José Hierro). Y Gamoneda le puso nombre a la ciénaga mortal: “Ah, país del dolor, Extremadura”.

Después regresó el feudalismo, el señorito Iván, el abuso hecho paisaje. Comed república, le chillaron a nuestros padres, mientras apretaban el dogal. O largaros de esta tierra, les espetaron. 800.000 extremeños emigraron en poco más de veinte años. Juan Barjola fue uno de ellos. “Él se tuvo que ir de la Torre. En Madrid la mujer tenía su buchetita y con el dinero de la bucheta compraba los marcos y los cuadros y luego los vendía”, contaba la hermana. Décadas después se abriría el Museo Barjola… en Gijón.

El primero de mayo de 1981, unas semanas antes de irme a la mili, fui a Torre de Miguel Sesmero. Estaba en las Juventudes Comunistas y José María Coronas me planteó que participara en los actos del pueblo. En la manifestación, calle por calle, se implicó prácticamente todo el pueblo. En las abuelas enlutadas con el puño en alto vibraba todavía el eco de las luchas de principios de siglo. La manifestación terminó justamente en el Centro Obrero, en el mismo lugar donde se celebrara el primer Congreso Obrero de Extremadura.

Han pasado muchos años desde entonces, ya casi nadie se acuerda de aquello. Paseas los pueblos de Extremadura y en sus callejeros no hay rastro de Julio Ardila ni de La Germinal ni del Congreso Obrero de la Torre. Los muertos no estarán a salvo del enemigo si este vence, escribió Walter Benjamin. Y el enemigo no ha dejado de vencer. Avenida Antonio Masa, calle General Mola, parque de La Legión… No, el enemigo no ha dejado de organizar la historia, el olvido y el silencio. La historia como propiedad privada de los dueños de todas las otras cosas.

Y sin embargo, en estas huellas campesinas se sigue leyendo el futuro. Contra los caciques de hoy, contra los amos de hoy, contra la opresión de hoy. Por el derecho a vivir dignamente. Contra la nueva emigración, contra la precariedad y la represión. El desafío a los poderosos continúa. La ciudad del sol nos espera.

domingo, 1 de mayo de 2016

Reino de España: una radiografía de la situación del movimiento obrero. Miguel Salas. Sin Permiso


El movimiento huelguístico sigue estancado. La crisis económica ha golpeado duramente al movimiento obrero: el paro masivo, la precariedad y el descenso de los salarios junto a la reforma laboral impuesta por el PP, ha logrado debilitar la respuesta obrera a la crisis. Esta es la evolución del movimiento en los últimos años:
AÑO
NÚMERO DE HUELGAS
PARTICIPANTES
JORNADAS PERDIDAS
2009
1.001
653.483
1.290.852
2010
984
340.776
671.498
2011
777
221.974
485.054
2012
878
323.871
1.290.111
2013
994
448.024
1.098.480
2014
777
217.047
620.568
2015
615
170.528
497.483
* Fuente Ministerio Trabajo
Como se puede apreciar, hay una tendencia descendiente desde que se desató la crisis, con la salvedad en cuanto a jornadas perdidas por la huelga general del 2012.
Durante el año 2015 continuó la tendencia. De las 615 huelgas declaradas, 587 fueron por motivos laborales (148 por negociación de convenios y 439 por otros motivos, expedientes de empleo, despidos, etc.) y 28 por motivos  no estrictamente laborales (solidaridad…). La Comunidad autónoma con mayor porcentaje de huelgas fue el País Vasco, 154 (38 menos que el año anterior); seguida de Catalunya, 125 (33 menos que en el 2014); Galicia, 83 (23 menos que el año anterior); Andalucía, 75 (29 menos); y Madrid 71 (31 menos). Industria y servicios son los sectores mayoritarios afectados por las huelgas.
La negociación colectiva
La reforma laboral asestó un duro golpe a la negociación de los convenios y facilitó a los empresarios imponer una enorme presión a la baja de las condiciones de trabajo. Entre 2009 y 2014 los salarios bajaron un 5,3%, pero los salarios más bajos descendieron hasta un 25,6%. La crisis ha golpeado a toda la clase trabajadora, pero las grandes empresas y los sectores con mayor organización sindical han aguantado mejor, mientras que los sectores de empresas pequeñas, precarios y sectores más dispersos y con menor organización han sufrido mucho más.
La combinación de crisis y reforma laboral redujo al mínimo la negociación de convenios: sólo alrededor de un 50% de trabajadores y trabajadoras están manteniendo la negociación colectiva.

TRAB. SECTOR PRIVADO
CONVENIOS
TRAB. AFECTADOS
AUMENTO SALARIAL
2014
11.555.500
1.728
4.755.972
0,57%
2015
11.988.100
2.268
6.484.829
0,74%
Existe un repunte en la negociación de convenios y también una cierta recuperación en los aumentos salariales (hay que tener en cuenta la inflación a cero) y aún se está lejos de recuperar lo perdido. Como es habitual, los aumentos salariales fueron superiores en los convenios sectoriales (un 0,58% en 2014 y un 0,88% en el 2015). El sector público sigue pagando la austeridad impuesta por el PP y, a falta de libertad para negociar colectivamente, se ha logrado recuperar parte de alguna paga extra o juicios que se han ganado por recortes que no correspondían.
La no aplicación de convenios colectivos que permite la reforma laboral del PP se ha impuesto en 2.073 casos en 2014, y en 1.437 en 2015, pero ha afectado a pocos trabajadores, a 66.203 en el 2014 y a 43.173 en el 2015. En la mayoría de los casos la inaplicación ha afectado a las cuantías salariales que el empresario debía pagar.
Expedientes de regulación
Otro medio que las patronales han utilizado para cargar la crisis sobre la clase trabajadora han sido los expedientes de regulación (ERE).
AÑO
EMPRESAS
TRABAJ. AFECTADOS
2009
14.009
549.282
2010
13.029
302.746
2011
16.094
343.629
2012
27.570
483.313
2013
21.228
379.972
2014
10.637
159.566
2015
7.336
100.522
Fuente: Ministerio de Trabajo
El descenso de expedientes de regulación, que incluye cierres, despidos y reducciones de jornada, da a entender que puede estar acabando el ciclo de reorganización de la economía en el país, que no hay que confundir con el final de la crisis. Nuevos recortes impuestos por la Unión Europea o una nueva caída en la crisis podrían agudizar la pérdida de capacidad productiva y del tejido industrial y productivo.
Elecciones sindicales
El resultado a finales de 2015 confirma el mantenimiento de CCOO y UGT como los sindicatos con mayor representación en el conjunto del Reino. CCOO gana con 92.836 delegados y delegadas (ha perdido un 1,6%) y UGT ha obtenido 84.475. Ambos sindicatos suman el 70% de la representación sindical. CCOO gana en Andalucía, Catalunya, Madrid, Comunidad Valenciana, Aragón, Castilla La Mancha y Castilla y León, Extremadura y Canarias. UGT en Asturias, Cantabria Baleares, Navarra, Murcia y Rioja. ELA gana en Euskadi. Por federaciones, CCOO gana en Enseñanza, Industria, Sanidad, Servicios y Agroalimentaria. UGT en Construcción y Servicios Ciudadanía. No aparece, ni por la derecha ni por la izquierda, una alternativa sindical: CSIF ha crecido un 0,6% mientras que CGT lo ha hecho en un 0,3%.
Recuperar salarios y derechos
El proceso de recuperación de la movilización trabajadora pasa por la lucha por mejorar sus condiciones de trabajo, que incluye los salarios, la lucha contra la precariedad y los derechos arrebatados durante la crisis. La negociación de los convenios será un elemento central para recuperar la confianza de la clase trabajadora. Otro lo será la lucha contra los cierres de empresas, despidos, etc. Como vimos con el ejemplo de Coca Cola, resuelto victoriosamente, o la actual movilización para evitar el cierre de Arcelor en Zumárraga, tales movilizaciones no sólo afectan a las plantillas sino que pueden ser el catalizador de movimientos de solidaridad y de relación entre el movimiento obrero y la acción política. Porque la recuperación de derechos exige la movilización lo más amplia posible, pero también la acción política, la presión para cambiar las leyes. La exigencia de derogación de la reforma laboral aprobada por el PP en el 2012 implica esa combinación entre acción social y acción política, al final tiene que ser un nuevo gobierno y un nuevo parlamento quienes lo decidan.
Los comunes y las huelgas
La experiencia de la huelga del Metro de Barcelona, y también la de autobuses de Zaragoza, ha planteado el conflicto entre el gobierno de las instituciones y las reivindicaciones trabajadoras, por un lado, y el de las relaciones políticas entre el movimiento obrero organizado y las nuevas expresiones políticas de confluencia de izquierdas y ciudadanistas, por otro. Estos problemas hay que enmarcarlos en el proceso de cambio necesario tanto en el ámbito de la política como en el sindical. Gobernar las instituciones es un medio para el cambio y la satisfacción de las exigencias de la mayoría de la población y, por lo tanto, debe ponerse en función de esos objetivos. El movimiento sindical debe mantener su independencia y la defensa de las reivindicaciones obreras, pero también debe comprender que las confluencias y los movimientos ciudadanistas son aliados, y que los conflictos deben servir para reforzar ambas partes, pues solo así se logrará sumar la fuerza necesaria para los cambios políticos y sociales.  

1º de Mayo. La mirada de Parsons

Higinio Polo
Topoexpress

El 1 de mayo de 1886, decenas de miles de trabajadores norteamericanos se declararon en huelga para conseguir la jornada de ocho horas de trabajo. En Chicago, donde la patronal utilizaba esquiroles para mantener el trabajo en la fábrica McCormick, estallaron enfrentamientos entre los obreros y los rompehuelgas, que terminaron con disparos de la policía que causaron seis muertos. Por ello, los dirigentes anarquistas, con rigor, acusaron a la patronal y a la policía de haber fusilado a obreros ante las tapias de la fábrica, y convocaron una manifestación en la plaza Haymarket de Chicago para el día 4 de mayo. Más de veinticinco mil obreros se congregaron, y, cuando finalizaba la protesta, la policía empezó a reprimir a los asistentes: una pequeña bomba que nunca se supo de dónde había partido, mató a un agente. Después, la policía disparó a quemarropa contra los manifestantes, matando a muchos obreros: nunca se supo a cuántos. En los días siguientes, la policía detuvo a centenares de trabajadores, que fueron torturados, y empezó una feroz campaña contra el movimiento obrero que culminó con un juicio, en junio, a ocho anarquistas, acusados de ser los responsables de la protesta y de los enfrentamientos posteriores. Los portavoces de la patronal y la prensa no escatimaron esfuerzos para imponer un duro escarmiento, utilizando los más duros calificativos contra los obreros detenidos, y recurriendo a la mentira, la xenofobia (de los ocho acusados, cinco eran alemanes; uno, inglés, y dos, norteamericanos) y el odio. “Qué mejores sospechosos que la plana mayor de los anarquistas. ¡A la horca los brutos asesinos, rufianes rojos comunistas, monstruos sanguinarios, fabricantes de bombas, gentuza que no son otra cosa que el rezago de Europa que buscó nuestras costas para abusar de nuestra hospitalidad y desafiar a la autoridad de nuestra nación”, clamaban los periódicos. El juicio fue una completa farsa, y no pudo probarse la más mínima implicación de los anarquistas acusados (Parsons ni siquiera había estado en la plaza de la manifestación), pese a lo cual todos fueron condenados. El inglés Samuel Fielden y el alemán Michael Schwab a cadena perpetua; el norteamericano Oscar Neebe, a quince años de trabajos forzados; y otros cuatro alemanes (George Engel, Adolf Fischer, Louis Lingg y August Spies) y un norteamericano, Albert Parsons, fueron condenados a la horca, y asesinados.

Cuentan que Albert Parsons estuvo hablando durante ocho horas en el juicio que lo condenó a muerte, mostrando la radical injusticia del capitalismo norteamericano y la inocencia de los acusados que con él se sentaban en el banquillo, a sabiendas de que sus palabras no le servirían de nada ante los jueces. En el patíbulo, la rapidez del verdugo le impidió a Parsons emitir un último grito en defensa de sus ideas y de los trabajadores norteamericanos, como habían hecho sus compañeros. No pudo articular una palabra: sólo pudo lanzar una mirada, una breve y conmovida mirada. Aquella mirada tiene ya más de un siglo, y continúa estando entre nosotros.

Cuando la II Internacional decidió señalar 1890 como el primer año en que se celebraría un día mundial de protestas en la fecha del 1 de mayo, estaba inaugurando una tradición que llevaría, junto a las demandas obreras, la memoria de los anarquistas asesinados en Chicago en 1886. En aquella primera manifestación del 1º de Mayo, además del recuerdo del asesinato de Parsons y sus compañeros en Chicago, todavía estaba muy cercano el eco de la Comuna de París y la ferocidad del mariscal Mac-Mahon fusilando a veinte mil ciudadanos de París ante el gesto delicado y aprobatorio de la burguesía francesa; y no hacía demasiado que las potencias coloniales europeas se habían reunido en Berlín para repartirse el continente africano. Mientras el capitalismo europeo planificaba la rapiña en otros continentes, y el capitalismo norteamericano aplastaba a sus obreros y preparaba la conquista del planeta, las organizaciones obreras crecían y cultivaban el sueño del triunfo inmediato de la revolución. La mirada de Parsons, guardada en la memoria y en los latidos proletarios del mundo, vería a la marina victoriana pasearse desde el Támesis hasta Australia, y recalar en sus posesiones de Egipto, de la India, Canadá o Nigeria, al tiempo que Francia y Alemania implantaban protectorados en Túnez o brindaban por concesiones ferroviarias en Turquía, y Estados Unidos iniciaba sus guerras y agresiones por el mundo.

El impulso hacia la jornada de ocho horas diarias de trabajo había crecido, aunque una modista francesa trabajaba todavía quince horas cada jornada para ganar un franco al día, y no fuese raro que un obrero de Chicago trabajase catorce horas diarias. Pero en algunos estados norteamericanos ya se había conseguido la jornada de diez horas diarias de trabajo. El inicio del nuevo siglo XX será duro para la mirada de Parsons: la revolución anunciada no se produjo, y los países capitalistas culminaron su dominio del mundo. Aquella II Internacional que aglutinaba a las sociedades obreras se rompería con el estallido de la I Guerra Mundial, y la mirada de Parsons vería poco después a los obreros alemanes desfilar con el fusil al hombro, y a los obreros franceses dirigirse hacia el barro de las trincheras para luchar contra sus hermanos.

La guerra cambiaría la faz de Europa, y, tras ella, el reflector del crucero Aurora iluminaría las esperanzas de millones de proletarios desde una lejana ciudad del mar Báltico. La revolución ya no sería un sueño, aunque la ola revolucionaria no llegaría hasta el corazón de Europa. La mirada de Parsons seguiría viendo interminables y luminosos cortejos obreros recorriendo las ciudades del mundo; viendo el asesinato de Karl Liebknecht y Rosa Luxemburg, la revolución húngara de Béla Kun aplastada, y los pistoleros de la patronal catalana asesinando a centenares de anarquistas en las calles del Raval barcelonés. Las marchas del 1 de mayo estaban ya plenamente incorporadas a las tradiciones obreras y seguirían produciéndose pese a las dificultades y la represión.

La Europa de entreguerras vería a los policías británicos a caballo golpear con largos palos a los manifestantes de la huelga general de Londres en mayo de 1926, y disparar a matar contra obreros hindúes, y vería también a las mujeres alemanas arrastrando carros con fajos de billetes de marcos que no valían nada; y organizar sopas populares para los parados, preparadas en grandes cubos, durante la crisis de la década de 1930; y marchas del hambre y el incendio del Reichstag. Una nueva catástrofe se aproximaba, y las organizaciones obreras, pese a su fortaleza, no podrían evitar que Chamberlain trajese desde Múnich la guerra en su maleta, aunque creía llevar la paz.

La entristecida mirada de Parsons verá cómo, en 1939, la carretera de Ribas en Barcelona se llenaría de gente que huía hacia Francia, con sus sueños obreros atados en un fardo o encerrado en una fotografía; y el horror de la guerra de Hitler. Cuando, años después, Europa empiece a curarse sus heridas, las primeras manifestaciones del 1 de Mayo recordarán Auschwitz, Hiroshima, Nagasaki, y sesenta millones de cadáveres del infierno nazi, y también la alegría por la liberación de París, y el despertar de un mundo nuevo oculto en las colonias, y las nuevas sonrisas de revoluciones en China y Cuba. Y mucho más: revueltas triunfantes y revoluciones agotadas, matanzas sanguinarias en Corea, en Indonesia, en Vietnam, y, después, revoluciones arrasadas en el furor y la revancha capitalista de finales del siglo XX que vería la desaparición de la Unión Soviética; y nuevas guerras coloniales, dictaduras sangrientas y derrotas dolorosas, pero la mirada obrera de Parsons, heredada por millones de trabajadores, seguirá fijando sus pupilas en la radical miseria moral del capitalismo, y creerá saber que, pese a las dificultades, un nuevo impulso llevará a los trabajadores del mundo a seguir engrosando las marchas del 1º de Mayo, la larga marcha hacia la libertad y el socialismo. Porque la mirada de Parsons tiene ya más de un siglo, pero sigue estando entre nosotros.

Fuente: http://www.elviejotopo.com/topoexpress/la-mirada-de-parsons/

domingo, 6 de diciembre de 2015

Sin movimiento obrero, ¿adónde quieren llevarnos las nuevas izquierdas?

Como tal, el movimiento obrero a la usanza del siglo XX ha dejado de existir y de ser un actor político con señas de identidad propias, habiéndose segmentado en multitud de movimientos sociales o mareas puntuales donde sus energías se han disuelto de modo irremisible.

La precariedad laboral se configura como un amplio territorio inconexo de trabajadores que solo buscan salvar los muebles de sus necesidades básicas inmediatas. Nadie se reconoce en el otro porque todos son competidores por salarios de miseria y empleos de baja calidad.

En ese ambiente gaseoso, los sindicatos mayoritarios solo sirven como agencia jurídica para solventar casos concretos e individuales. Hacer sindicalismo en ese mar de dudas laboral resulta poco menos que una osadía de locos. Aquellos trabajadores que intenten un gesto reivindicativo pueden dar con sus huesos en la calle de forma fulminante.

Así las cosas, observamos desde bastante tiempo atrás que las candidaturas de la izquierda transformadora están huérfanas de representantes auténticos del movimiento obrero en general. Los sindicatos con mayor relevancia no tienen fuerza alguna en el terreno político para insertar en las listas opciones particulares del mundo del trabajo. O no quieren o no pueden, pero su irrelevancia es muy acusada.

A título de ejemplo significativo, Marcelino Camacho es el último emblema de esa aportación genuina del viejo movimiento obrero a la acción política parlamentaria. Después de él, el desierto absoluto. Eso sí, las candidaturas del PP y el PSOE han sido copadas por empresarios y profesionales liberales sin ningún rubor. En el caso actual de Podemos, las expectativas parecen ser las mismas: gente profesional y activistas de nuevo cuño que amanecen a la cosa pública desde movimientos sociales nacidos al calor del 15M, sin una experiencia directa con el sindicalismo o lo laboral en sentido estricto.

La infrarrepresentación política de los trabajadores (ligados al antiguo concepto de clase obrera) es clamorosamente evidente. Su escasa fuerza e influencia se corresponde con una corrosión de las ideas de izquierda clásicas y con la precariedad e inestabilidad laborales. El nuevo sujeto individual emergente “de izquierdas” se quiere “autónomo y libre”, habiendo cortado sus raíces con las luchas sociales y políticas precedentes de cuajo.

En la novedad primigenia y total, la “nueva izquierda” se siente muy a gusto sin referencias del pasado, pretendiendo inaugurar un horizonte original casi de la nada. Los elementos principales de su análisis descansan, sin expresarlo a la cara, en que el capitalismo puede reformarse en positivo solo con apuestas éticas: lo que quiere la gente es vivir en paz sin chocar con las contradicciones de clase sociales.

A simple vista, parece un bagaje ideológico demasiado infantil. Como la gente no desea radicalismos excesivos, hay que moderar la práctica política con posturas estéticas de mucho ruido mediático y pocas nueces efectivas. Su estrategia es nula, todo lo fían a hoy mismo, a los votos que otorguen una mayoría suficiente para gestionar los restos del Estado del Bienestar. Todo ello destila un tradicional aroma a socialdemocracia de corto recorrido.

Mientras tanto, la precariedad laboral aumenta sin cesar y lo público se desmorona día tras día. Lo que vemos ahora en Grecia, un querer sin poder frente a las estructuras de dominación internacional, no arredra a los exegetas de la “nueva izquierda”. Siguen impertérritos en su táctica de ganar las elecciones sin saber adónde nos dirigimos.

Consideran que el mero hecho de una victoria electoral obrará como un resorte mágico para conquistar una sociedad distinta, se supone que más igualitaria y justa. Da la sensación de que estamos ante un craso error de interpretación espontaneísta, ya recurrente en la historia de las izquierdas renovadas de toda Europa. Los votos populares, sin más aditamentos ideológicos de largo alcance, jamás han modificado sustancialmente el régimen capitalista en Occidente.

La confluencia actual de diferentes movimientos sociales en pos de una alternativa política se está realizando a botepronto, más con voluntarismo que con debate interno. Y en esta coyuntura, el movimiento obrero y los sindicatos están claramente ausentes, sin capacidad de expresión propia.

De esa reunión heterogénea está surgiendo, paradójicamente, una camarilla o casta (vanguardia se decía no hace tanto) que impone sus criterios carismáticos rodeándose de mecanismo democráticos cibernéticos de dudosa aplicación en la realidad contingente. “Los de arriba alternativos” tienen un capital mediático casi imbatible por otras opciones partidarias o ciudadanas.

No hay debate real, solo profusa palabrería discursiva, impulsos descoordinados que buscan un objetivo electoral concreto: ganar los comicios generales con fórmulas ultramodernas de mercadotecnia agresiva pero sin saber hacia dónde dirigirse, sin puerto o destino que sirva de ilusión o referente político tangible.

Hoy en España solo quedan vestigios organizados del movimiento obrero en los jornaleros de Andalucía y en el sector minero norteño. El resto es un páramo desangelado de precariedad laboral posmoderna. Haría falta que con urgencia Marcelino Camacho se reencarnara en nuevos líderes salidos del conflicto laboral. Sin ellas y ellos, lo político, la izquierda transformadora, presentará una inconsistencia más que notable.

Desde mayo del 68, todas las izquierdas nuevas han acabado en el desencanto o en el posibilismo socialdemócrata sin que las estructuras capitalistas se hayan visto en apuros o dificultades serias. Crisis tras crisis, el sistema capitalista continúa fiel a sí mismo ante la impotencia de soluciones de izquierda que vayan más allá de la huera retórica coyuntural.

Y la lucha de clases continúa ahí, impertérrita, lozana ella, escondida entre bastidores. Actualmente tienen más resonancia pública los manifiestos del veleidoso sector de la cultura que las reivindicaciones y propuestas genuinas de la clase trabajadora.

Algo funciona mal en la izquierda cuando sus presuntas ideas hay que representarlas y simbolizarlas a través de figuras mediáticas interclasistas de cierto renombre o prestigio profesional. El mundo de la cultura jamás puede llenar el vacío político y social del movimiento obrero. Pero eso es lo que está sucediendo ahora, un motivo más para reflexionar críticamente acerca de las nuevas izquierdas y sus capacidades reales de convertirse en alternativa al statu quo vigente.

Armando B. Ginés

jueves, 5 de marzo de 2015

Philip Levine, bardo del corazón industrial de EE UU. La guerra civil y el movimiento anarquista españoles marcaron de forma decisiva la obra del poeta de Detroit

Philip Levine, uno de los poetas urbanos esenciales de su país, a quien su compatriota Edward Hirsch caracterizó como el Whitman irónico del corazón industrial de América, falleció en la localidad de Fresno, California, el pasado 14 de febrero a los 87 años, apenas un mes después de serle diagnosticado un cáncer de páncreas. Su lugar de trabajo, ubicado en el centro de un viejo caserón rodeado de alisos, naranjos y eucaliptos, estaba presidido por una fotografía de Robert Cappa en la que un grupo de anarquistas posan sonrientes delante de un puchero, durante la guerra civil española. En la entrada que le dedica el Diccionario biográfico de autores contemporáneos, tras señalar sus circunstancias familiares y profesionales, se apostilla escuetamente: Ocupación: “Poeta”; credo político: “Anarquista”; religión: “Anarquista”. El anarquismo era, efectivamente, el elemento que vertebraba y del que se nutrían sus dos obsesiones mayores: dar voz a los trabajadores de la industria automovilística de Detroit, junto a los cuales se forjó en la adolescencia, y la tragedia de la Guerra Civil, en la que varios conocidos de su familia tomaron parte activa.

En una conversación con la novelista Mona Simpson, Levine señaló que En torno al asesinato del teniente José del Castillo a manos del falangista Bravo Martínez, 12 de julio de 1936, uno de sus composiciones más emblemáticas, la muerte del oficial republicano condensa la esencia de la tragedia a punto de desencadenarse. “Lo escribí décadas después de la guerra, tras escuchar el alegato de un predicador negro mientras conducía por un Detroit devastado por los disturbios raciales. La voz del predicador me hizo sentir la universalidad del dolor anónimo de todos los conflictos”, manifestó Levine sobre su composición. A propósito de otro de sus poemas más conocidos, Coming Home Detroit 1968, en el que refiere de manera desgarrada la decrepitud física y moral de su ciudad, Levine señaló: “En Detroit, la ciudad más devastada de América, no hay el menor atisbo de grandeza heroica. Lo único que queda son hombres, animales, plantas y flores que insisten en afirmar su derecho a la existencia”.

Philip Levine nació en el Hospital Henry Ford de Detroit, en 1928. Sus padres, emigrantes judíos de origen ruso, vivieron la catástrofe de la Gran Depresión cuando el niño tenía un año. A los cinco perdió a su padre. Cuando tenía ocho, estalló la guerra civil española, cuyas vicisitudes siguieron angustiosamente los amigos de la familia, algunos de los cuales se alistaron en las Brigadas Internacionales. En sus memorias, el poeta cuenta que cuando iba a pie al colegio se imaginaba que llevaba un rifle y que la emprendía a tiros con los cadillacs, chevrolets y lincolns de lujo que había aparcados frente a las mansiones de los ricos. A los 14 empezó a trabajar en las plantas donde se fabricaban aquellos vehículos. Fue el primer miembro de su familia en acceder a la universidad, donde tuvo la fortuna de conocer a John Berryman, quien le ayudó a encontrar la voz que daría forma a sus experiencias en el cinturón industrial de Detroit. En No preguntes, libro de entrevistas publicado en 1981, afirmó: “A ningún poeta le importa lo que pasa en ese mundo, de modo que me impuse el reto de hacerlo yo. Cuando volví a ver a mis antiguos compañeros de trabajo y les expliqué que me dedicaba a escribir poesía, ninguno se rió de mí”. La pasión de Levine por España le llevó a pasar unos años en nuestro país en la década de los sesenta. Tradujo a Jaime Sabines y Gloria Fuertes. Visor publicó el año pasado La búsqueda de la sombra de Lorca, una antología a cargo de Andrés Catalán de sus poemas relacionados con España. Autor de más de 25 colecciones de versos, fue uno de los poetas más galardonados de su tiempo. Además de obtener el Pulitzer y el Premio Nacional del Libro (en dos ocasiones), entre 2011 y 2012 fue Poeta Laureado de su país. Al igual que Whitman, su maestro, Levine tenía el don de saber llegar a un amplio número de lectores con su poesía. Fuente: http://cultura.elpais.com/cultura/2015/02/24/actualidad/1424818216_823335.html

domingo, 9 de diciembre de 2012

Inquietantes razones contra la huelga

Pueden discutirse sus objetivos o sus posibilidades de éxito. Incluso el papel de los sindicatos. Pero no puede ignorarse la voz de los ciudadanos: pidieron una respuesta a la crisis que tuviera en cuenta a los más débiles. Confieso que tenía dudas a la hora de sumarme a la huelga general. Me las disiparon las críticas de los conservadores. En su mayoría no se referían al contenido de la huelga, a la justicia de las denuncias o de las reclamaciones, sino a la idea misma de la huelga general. Algo bastante serio. De modo que, por lo que pueda venir, no está de más diseccionarlas. Al menos tres de ellas.

La primera criticaba sus motivaciones: era “política”, con un objetivo difuso y, por ello, “condenada al fracaso”. El argumento, de entrada, asume una línea de demarcación entre causas justificadas, las económicas, y no justificadas, las políticas. Un trazo menos claro de lo que parece. Un plan de austeridad que rebaja los salarios de funcionarios, establece pagos por visita médica o abarata el despido afecta a la capacidad adquisitiva, a “la economía”. Dicho esto, es indiscutible que la huelga tenía un objetivo político. No es un drama. Que tuviera un objetivo político no quiere decir que pretendiera cambiar el sistema político. No se cuestionaba la legitimidad del Gobierno ni se pretendía sustituir un proceso electoral. Se pedía una respuesta a la crisis que tuviera en cuenta intereses fácilmente ignorados. No hay que olvidar que la política es poder y los gobiernos acostumbran a actuar por la línea de menor resistencia. Si uno no se queja, nadie le hará caso. Para algunos conseguir la atención es tan sencillo como contar su vida. Una gran empresa, a la vista de la legislación laboral o ambiental, puede avisar a un ministro que está pensando marcharse o no venir. El Gobierno, razonablemente, tendrá en cuenta esa opinión. Otros lo tienen más complicado.

Las quejas tenían que llegar al Gobierno o, más exactamente, a quien puede hacer que las cosas cambien. Porque era política tenía que ser “general”. De hecho, la protesta era europea. Sólo que se quejaron más quienes peor están, los que soportan las medidas más radicales. Un mensaje, por cierto, que el Gobierno no tenía por qué recibir con aspavientos: también él trata de decir a quién realmente manda que no todo es posible. Es así como se pueden conseguir las cosas. Porque no todas las huelgas generales acaban en fracaso. Recuerden la historia del “decretazo” de Aznar.

El segundo argumento criticaba la coerción. En dos planos. Por una parte, la huelga como tal, supondría una coacción al gobierno y, sobre todo, a quienes ven complicadas sus actividades, sus compras o sus desplazamientos. Esto, en rigor, no es un argumento, sino una tautología. Una huelga, por definición, es una acción que, mediante la presión, aspira a conseguir cierto objetivo. Si la huelga no fuera coactiva no sería huelga. En todo caso, se trataría de discutir si es una coacción legítima o no. Cuando, con alegre frivolidad, se equipara las huelgas a “chantajes”, “amenazas” o “extorsiones” se busca avecinar lo que es un derecho a un delito. Si ese léxico vale, también deberíamos aplicarlo a las empresas que llaman al ministro y le cuentan sus planes...
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Foto del dolmen del Mellizo I y II, por Valencia de Alcántara.