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domingo, 8 de diciembre de 2024

Datos, grilletes y pilas bautismales para no olvidar la esclavitud

Figuras expuestas en el Museo Nacional de la Esclavitud de Angola, en Luanda.
Figuras expuestas en el Museo Nacional de la Esclavitud de Angola, en Luanda.
El director del Museo Nacional de la Esclavitud de Angola, Vladimiro Fortuna, considera fundamental investigar y difundir este drama para no repetir el fenómeno: “La esclavitud interrumpió durante 400 años que hubiese una sociedad dinámica y con desarrollo local en África”

Un veinteañero de piel negra brillante trepa divertido por un árbol de 10 metros con una agilidad pasmosa en las impactantes cataratas de Kalandula, en el centro de Angola. Está fuerte y sano, trabaja en un hotel y vive con su mujer en esta remota región de abrumadora naturaleza. Eso hoy. De los siglos XVI al XIX habría sido uno de los mejores candidatos para ser capturado como esclavo y explotar sus cualidades para el progreso de otros países. No de su tierra. “La esclavitud interrumpió durante 400 años que hubiese una sociedad dinámica y con desarrollo local en África”, expone Vladimiro Fortuna (Luanda, 42 años). Es el director del Museo Nacional de la Esclavitud de Angola, situado en su capital, Luanda, desde donde se estableció el principal puerto de embarque de personas esclavizadas de la costa atlántica africana. Hay cierto consenso en que fueron al menos 12 millones de africanos los llevados a América en ese periodo para ser explotados y privados de libertad.

El museo, fundado en 1977, se erige frente a ese Atlántico en lo que fuera la capilla de un traficante utilizada para los bautismos forzosos y los cambios de nombres de los apresados antes de zarpar en infames barcos de bandera portuguesa, británica, francesa, española... Una pila de piedra con forma de concha para el agua bendita atestigua este pasado en el pequeño edificio junto a látigos, cadenas, grilletes, palmetas, maquetas de naves y figuras de mujeres desnudas encadenadas cargando sacos en las cabezas. Las ilustraciones de las paredes muestran el hacinamiento infesto en el que se colocaba a los esclavizados en las bodegas durante la travesía atlántica, llamada middle passage (pasaje del medio), donde las torturas impunes se mezclaban con las infecciones y las muertes entre la oscuridad de las maderas.
Una pila bautismal en uno de los expositores del Museo Nacional de la Esclavitud de Angola. Una pila bautismal en uno de los expositores del Museo Nacional de la Esclavitud de Angola. Anadolu (Anadolu Agency via Getty Images)

Solo unos baobabs más atrás de este antiguo templo está el despacho de Fortuna, donde se mueve cuidadoso entre columnas de apuntes y libros. Se enfrenta a lo que considera un debate abierto en la sociedad africana sobre si recordar u olvidar este nefando drama de consecuencias todavía palpables. El estigma y la culpa flanquean este silencio manifiesto. “La esclavitud puede generar un sentimiento de inferioridad en la sociedad africana que también está vinculado al racismo. El fenómeno tiene un efecto psicológico en la población”, contextualiza Fortuna. “Las nuevas generaciones pueden pensar que la esclavitud es solo una práctica que se impuso a la población negra, pero ha existido siempre y en muchísimas culturas, no solo se ha ejercido contra la población negra. Por eso es tan importante que se comprenda bien”, propone.

De otro lado, Fortuna menciona también la culpa que puede perseguir todavía a quienes ejercieron estas prácticas: “Está documentado que en Brasil, por ejemplo, se quemaron archivos y documentos para evitar su culpabilidad”, ilustra. El debate se compone de mil y una aristas. Entre ellas se vislumbra también el mutismo de las familias de apellidos ilustres que levantaron sus imperios a costa del tráfico, la falta de asunción de responsabilidad y perdón de los Estados que perpetuaron la atrocidad, la implicación de una iglesia que participaba en esta estructura de comercio o la participación en las redes de los mismos africanos. Los intereses por mantener oculto este drama son evidentes, pero también se levantan voces para resignificarlo y pedir una reparación justa de los ingentes daños causados, tanto económicos como de violencia, racismo y desigualdad.

En este imbricado debate, Fortuna se posiciona a favor de la difusión del pasado esclavista a través de la documentación y la ciencia. “Esta historia es la historia de la humanidad y no estudiarla nos puede condenar a repetir el fenómeno. Necesitamos mucha más investigación”, clama este maestro de Historia, que reconoce que no es un tema del interés general entre los angoleños y que la inversión académica no es proporcional al grado de importancia de lo acontecido. Como ejemplo, un treintañero angoleño que visita el museo comenta que él no ha estudiado en profundidad la esclavitud durante su etapa escolar.
Exterior del actual Museo Nacional de la Esclavitud de Angola, ubicado en lo que fue una capilla para bautizar a los esclavos, en Luanda. Exterior del actual Museo Nacional de la Esclavitud de Angola, ubicado en lo que fue una capilla para bautizar a los esclavos, en Luanda. Ángeles Lucas

Rescatar una cultura

No obstante, Fortuna observa que cada vez hay más interés y se analiza más el fenómeno. Uno de los últimos estudios que ha consultado sugiere que la población actual de las regiones angoleñas en las que más personas fueron desarraigadas tiene una media de estatura más baja. “Los traficantes tenían sus preferencias, y seleccionaban a los hombres más altos. Ahora, donde el tráfico fue más intenso, la estatura de los habitantes es más baja en relación con la población del sur y del interior, donde hubo menos incidencia”, argumenta. En otro panel del museo se expone en un mapa el proceso por el que se fue arrancando de sus territorios a cada una de estas personas: las capturas comenzaron en las áreas más cercanas a los puertos y se fueron expandiendo tierra adentro conforme pasaban los siglos.

Otro efecto de la sangría demográfica fue que muchas sociedades se quedaban compuestas fundamentalmente de mujeres y niños, aunque a ellas también las raptaban, pero en menor medida. “Se notan además diferencias en aspectos culturales, como la lengua. Las regiones más colonizadas, donde hubo más tráfico, tienen más elementos europeos o solo se habla portugués”, explica. Y aquí abre otro debate: el del rescate y enseñanza en las escuelas de la rica diversidad cultural de su país, absorbida en parte por la colonización portuguesa. Y del otro lado, también hubo un trasvase cultural hacia las otras orillas. Cada esclavo llevaba consigo la diversidad de sus etnias, sus idiomas, sus costumbres, su manera de trabajar, de bailar, de curar las heridas o de cocinar. Un legado que, en lo tangible, todavía puede verse en los instrumentos de música de las vitrinas del museo o en manifestaciones físicas como la capoeira, desarrollada en Brasil con influencias de Angola.

Fortuna pone ahínco en destacar que, a finales del siglo XV, cuando los portugueses llegaron al antiguo reino del Congo, hoy Angola, se tejió un periodo de convivencia y de intercambio cultural y religioso. “Los primeros documentos apuntan a que existía una relación de cooperación, de contacto. Por eso vemos que el proceso de dominación fue paulatino”, reflexiona Fortuna, que termina por establecer diferencias incluso en la forma de ejercer la esclavitud entre africanos y europeos. “La esclavitud ha existido siempre y en todos sitios, y es una realidad que ya se daba en África. Pero era distinta. Por ejemplo, no era eterna, se ejercía más bien como castigo temporal por adulterio, robo o deuda. Y no tenía ese carácter de marcada violencia”, matiza. Y prosigue: “Tampoco tenía el marcado carácter de comercialización de los europeos”.
 
Grillete en el Museo Nacional de la Esclavitud de Angola (Luanda).

Grillete en el Museo Nacional de la Esclavitud de Angola (Luanda). Lola Hierro

Y aquí es donde aparece un elemento clave que va parejo al actual estudio de la esclavitud: la expansión del capitalismo. “Está íntimamente relacionado. La idea de acumulación de la riqueza es impulsada por la esclavitud”, ilustra. Esta tesis, defendida también, entre otros, por Edward E. Baptist en La mitad nunca ha sido contada: la esclavitud y la creación del capitalismo estadounidense (Ed. Basic Books), revela la absoluta dependencia de la explotación de los africanos para el crecimiento económico de los norteamericanos. “La necesidad de mano de obra para trabajar en las plantaciones o para producir bienes muy valorados llevó a los africanos a estar esclavizados en otras tierras y, a veces, también en África”, resume este investigador de un mercado del que se enriquecieron traficantes de los tres continentes.

Y entre otras consecuencias del lastre que arrastra todavía el fantasma de la esclavitud, como puede ser la ralentización de la prosperidad, y por ende, conflictos territoriales, y por ende, migraciones forzosas, Fortuna destaca también el racismo recalcitrante. “Es necesario deconstruir ciertos conceptos que fueron creados en un determinado momento de la historia. El estigma en relación con los hombres africanos es consecuencia de la esclavitud y los propios africanos tienen también que quitarse ese complejo. Cuando se comprende lo que sucede hay más posibilidades de destruir los prejuicios, y eso es lo importante”, concluye.
El director del Museo Nacional de la Esclavitud de Angola, Vladimiro Fortuna, en Luanda.

El director del Museo Nacional de la Esclavitud de Angola, Vladimiro Fortuna, en Luanda.

jueves, 28 de marzo de 2024

Los orígenes del capitalismo, la esclavitud

Un libro publicado recientemente en el Reino Unido sitúa la esclavitud en el corazón de la Revolución Industrial británica. Un estudio valioso para comprender nuestro mundo y su evolución.

La cuestión de los vínculos entre esclavitud y capitalismo viene de lejos y sigue desatando pasiones y debates. Si bien el estudio de los vínculos entre la producción basada en la esclavitud y el nacimiento de la sociedad capitalista está hoy bien asentado en Estados Unidos, esta labor sigue siendo menos importante para Europa, donde nació el capitalismo.

Estados Unidos es un caso muy especial porque su economía se estructuró en torno a la esclavitud. En el Viejo Continente, los historiadores económicos apologistas del capitalismo han defendido durante mucho tiempo -y siguen haciéndolo- la idea de que la esclavitud fue un factor secundario en el nacimiento de la Revolución Industrial. Para muchos, la trata de esclavos fue una especie de "detalle" en la historia económica del capitalismo.

Un libro publicado en 2023 por Polity y aún no traducido al francés arroja nueva luz sobre las primeras horas del nacimiento del capitalismo y desentraña esta narrativa, construida en gran medida a lo largo del siglo XIX, tras la abolición de la esclavitud.

En Slavery, Capitalism en Industrial Revolution, dos investigadoras, Maxine Berg y Pat Hudson, sitúan la esclavitud y el sistema de plantaciones que surgió de ella en el centro del desarrollo de la economía británica en el siglo XVIII. Y lo convierten en un factor determinante de la Revolución Industrial y de las formas particulares que ha adoptado el capitalismo británico hasta nuestros días.

El libro es importante porque se basa en una gran cantidad de datos que intentan trazar el impacto global de la esclavitud en el desarrollo económico. El objetivo de las dos investigadoras es comprender cómo esta actividad y la de la plantación caribeña, que no podría haber existido sin el comercio de esclavos, tuvieron un impacto más amplio en el conjunto de la economía británica: en el comercio, la industria, las finanzas, la agricultura y el consumo. Y cómo esta influencia sentó las bases de la Revolución Industrial y del poder capitalista británico en el siglo siguiente.

Redescubrir la importancia de la esclavitud en la economía del siglo XVIII

"La esclavitud formó parte [de la transformación de la economía capitalista británica en el siglo XVIII]. Y no sólo formó parte de ella, sino que estuvo en su centro, influyendo en la transformación de la agricultura doméstica, la formación de capital, el cambio tecnológico, la transformación de las prácticas comerciales y financieras, y la revolución de las finanzas públicas y privadas", explican las autoras.

El libro explora cada una de estas facetas, no sólo "siguiendo el rastro del dinero" procedente de los beneficios de las plantaciones y el tráfico de seres humanos hacia las inversiones que alimentaron la Revolución Industrial, sino también considerando cómo estos sectores influyeron en la forma en que la gente hacía negocios, innovaba, contrataba créditos y consumía.

Uno de los grandes intereses de este libro es que no se limita a "rastrear" los flujos financieros, sino que adopta un enfoque más global que ve la trata de esclavos y la industria como lo que realmente fueron: un importante sector capitalista dentro de una economía británica en transición.

Como señalan las autoras, los contemporáneos eran muy conscientes del papel crucial que desempeñaba la esclavitud en la economía británica del siglo XVIII. En 1718, William Word, plantador jamaicano y autor de un Ensayo sobre el comercio, afirmaba que el comercio africano era "la fuente y el progenitor de donde procede todo lo demás".

La influencia de los plantadores y esclavistas en el Parlamento británico era una característica dominante de la política británica a principios del siglo XVIII. Es cierto que el país que se convirtió en el Reino Unido de Gran Bretaña en 1707 mediante la unión de Inglaterra y Escocia iba a dominar el comercio de esclavos durante todo el siglo.

Los británicos, que a finales del siglo XVII todavía aventajaban a los portugueses en la deportación de africanos, acapararon casi el 43% del comercio de esclavos entre 1751 y 1775, frente al 27% de los portugueses y el 17% de los franceses. A finales de siglo, seguían controlando el 37% de este espantoso mercado.

El objetivo de estas deportaciones era abastecer las inmensas plantaciones de las numerosas islas antillanas controladas por los británicos, como Jamaica y Barbados, donde se producía café, tabaco y, sobre todo, azúcar. El azúcar estaba en el corazón de la primitiva máquina capitalista que había comenzado con la esclavitud.

El gusto por el azúcar lo cambia todo

Las dos autoras explican cómo se modificaron el consumo y los gustos de los europeos para que la producción de las plantaciones pudiera beneficiarse de un mercado inmenso y en constante crecimiento. "A medida que crecía la oferta de azúcar, también lo hacía su popularidad", resumen las autoras. Entre 1700 y 1783, la producción de azúcar en las Antillas británicas se cuadruplicó.

Este fenómeno se logró a través de dos canales que no son ajenos a los mecanismos del capitalismo actual: la atracción del consumo de lujo que se había vuelto asequible, y la adicción al propio producto, que se convirtió en una "necesidad".

La imposición del azúcar al consumo de los europeos, incluidos los más pobres, en el siglo XVIII es, en cierto modo, la primera victoria del marketing en apoyo de la producción en masa. Es un recordatorio de que la demanda y el consumo son a menudo las consecuencias más que las causas de las opciones de producción.

Pero lo que el libro muestra es que esta revolución culinaria, concebida para garantizar la rentabilidad de las plantaciones de caña de azúcar basadas en la esclavitud, tuvo un efecto general en cadena sobre la economía. En primer lugar, alimentó la demanda de bebidas azucaradas procedentes de otras plantaciones esclavistas (café, chocolate) o del comercio asiático, como el té.

La fiebre del azúcar también impulsó otros sectores, en el propio Reino Unido, como la cerámica, el comercio minorista, los intermediarios financieros y las infraestructuras portuarias. Todos estos sectores impulsaron a su vez el resto de la economía, en particular la producción de metales y minerales.

Lo que Maxine Berg y Pat Hudson muestran es el efecto en cadena de esta industria basada en la esclavitud sobre la dinámica capitalista e industrial general del Reino Unido. Esta dinámica no siempre es inmediatamente visible. Pero las autoras destacan, por ejemplo, hasta qué punto esta revolución del consumo fue un elemento clave de la "revolución industrial", un cambio significativo en la relación con el trabajo que hizo posible la revolución industrial.

Así, señalan, "el deseo de una nueva variedad de bienes condujo a cambios graduales en el comportamiento de los hogares ordinarios de Europa Occidental". Poco a poco, para poder permitirse el lujo ahora alcanzable del azúcar, se abandonó la economía de subsistencia en favor del trabajo asalariado. La gente estaba dispuesta a trabajar más y durante más tiempo para adquirir estos bienes, que se habían convertido, según los propios relatos de finales del siglo XVIII, en necesidades esenciales.

Al mismo tiempo, el sistema de plantaciones sentó las bases de la futura organización capitalista del trabajo y la producción. La industria azucarera de la época era una "síntesis de campo y fábrica", un verdadero "agronegocio" que no se parecía a "nada conocido entonces en Europa". El jugo de la caña de azúcar debía procesarse rápidamente tras la cosecha para producir cristales de azúcar y melazas que, una vez destiladas, producían ron, un producto que pronto se popularizaría también en los mercados europeos.

Productividad, innovación y disciplina style="font-size: large;">
La plantación era, por tanto, un sistema integrado que requería importantes innovaciones para su época con el fin de organizar y mejorar la producción. El sistema de contabilidad que se implantó permitió calcular con mayor precisión los rendimientos y, por consiguiente, reducir las "necesidades" de los esclavos en materia de alimentación, vivienda y vestido para extraer el máximo valor posible.

Estas prácticas contables iban a desempeñar un papel decisivo en el nacimiento y desarrollo del capitalismo. "La contabilidad normalizada hizo posible la separación de la propiedad y la gestión, separación que sigue siendo poco frecuente en las empresas británicas y europeas más de un siglo después", señalan las autoras.

La contabilidad también permitió aumentar el control y la intensificación de la mano de obra. El sistema de plantaciones confirmó la observación que Marx haría un siglo más tarde: el aumento de la productividad iba de la mano del deterioro de las condiciones de trabajo. El libro señala que "las condiciones de trabajo empeoraban a medida que mejoraban la gestión y la tecnología". Poco a poco, las plantaciones de las Indias Occidentales británicas del siglo XVIII se asemejaron a las grandes fábricas del siglo siguiente, con la violencia añadida del régimen esclavista, donde los rebeldes eran azotados, apaleados y ahorcados.

Al mismo tiempo, la plantación también se esforzaba por mejorar la productividad mediante una mecanización cada vez mayor. Una vez más, vemos hasta qué punto es erróneo el argumento clásico (y ahora insostenible) de que la esclavitud impediría cualquier aumento de la productividad necesario para el desarrollo capitalista.

Los autores muestran con gran detalle la importancia del sistema de plantaciones en las innovaciones clave del periodo. Esto fue particularmente cierto en términos de energía, donde el vapor se utilizó a escala masiva desde finales del siglo XVIII en las Indias Occidentales británicas, en un momento en que su uso era muy limitado en el Viejo Continente. Lo mismo ocurrió con la maquinaria y las técnicas agrícolas de selección y mejora de semillas. Todo ello fomentó la innovación en la metrópoli y fue una de las claves del avance británico a principios del siglo XIX.

La financiarización de la economía

La alta productividad del sistema de plantaciones y el atractivo de sus productos permitieron a Inglaterra, un país pequeño con muy pocos recursos naturales, "salir de las limitaciones de [su] economía doméstica" multiplicando los recursos agrícolas y los ingresos comerciales. De hecho, toda la economía británica iba a ser remodelada por el sistema esclavista.

Los puertos comerciales del Atlántico, principalmente Liverpool y Glasgow, desarrollaron un hinterland que suministraba los productos manufacturados necesarios para el comercio triangular basado en la esclavitud, sobre todo textiles y productos metálicos. La geografía económica del Reino Unido se vio profundamente alterada como consecuencia de ello, y las principales zonas industriales ya estaban implantadas a principios del siglo XIX, antes de que se generalizaran la energía, el vapor y el ferrocarril, impulsados por el comercio atlántico.

Una de las aportaciones más interesantes de este libro es el examen del desarrollo de las finanzas en el contexto del sistema esclavista. La magnitud de las inversiones necesarias para desarrollar las plantaciones hizo rápidamente imprescindible el uso de cartas de crédito y deudas. Del mismo modo, los riesgos inherentes al comercio marítimo condujeron al desarrollo del sistema de seguros. Por último, los colosales beneficios de la esclavitud alimentaron la necesidad de un sistema financiero capaz de gestionar su reinversión, según la lógica capitalista clásica.

Londres se convirtió rápidamente en el primer centro financiero del mundo, superando a Amsterdam a finales del siglo XVII. Los financieros londinenses desarrollaron innovaciones que serían cruciales para el futuro desarrollo del capitalismo.

Se estableció un sistema de garantías sobre los préstamos contraídos por los traficantes de esclavos, lo que permitió a los británicos intensificar el comercio de esclavos, mientras que holandeses y franceses tuvieron que hacer frente a la falta de crédito y a elevados riesgos. Al mismo tiempo, se desarrolló un verdadero mercado de bonos privados emitidos por las plantaciones. Se convirtieron en verdaderos instrumentos de pago que permitieron la industrialización de las zonas portuarias del interior.

El dinero de la metrópoli se dirigía hacia las necesidades de las plantaciones, y luego volvía a Inglaterra y Escocia para financiar los sectores impulsados por el comercio triangular, pero también para financiar al Estado. Las autoras hacen especial hincapié en el hecho de que la demanda de deuda pública por parte de los plantadores permitió estructurar nuevos instrumentos que aún hoy constituyen la base de las finanzas, y que no sólo proporcionaron un apoyo estatal esencial para el desarrollo capitalista británico, sino que también financiaron las guerras coloniales que reforzaron el sistema de plantaciones. style="font-size: large;">

El efecto a largo plazo de la esclavitud sobre el capitalismo style="font-size: large;">
Maxine Berg y Pat Hudson no defienden, como ellas mismas afirman en su prefacio, la idea de que exista un vínculo causal o necesario entre esclavitud y capitalismo. Por el contrario, su meticuloso estudio pretende volver a situar la esclavitud en el centro del proceso que condujo a la constitución de la primera sociedad capitalista del mundo. Este intento fue lanzado por el historiador del Trinity College in Hartford, Connecticut, Eric Williams en 1944, pero desde entonces ha sido combatido y soslayado por la mayoría de los historiadores de la Revolución Industrial en el Reino Unido.

Su trabajo permite restablecer la conciencia del papel formativo y central que desempeñó la industria esclavista en el surgimiento del capitalismo, así como captar la huella que tal hecho pudo dejar en el desarrollo de la historia económica británica.

La esclavitud proporcionó al capitalismo moderno algunas de sus estructuras fundamentales de producción y consumo.

Y, de hecho, los dos últimos capítulos del libro se esfuerzan por mostrar este impacto duradero. La abolición del comercio de esclavos por Londres en 1807, seguida de la abolición de la esclavitud entre 1833 y 1838, no puso fin al dominio de la esclavitud sobre el capitalismo británico.

Los inversores londinenses no sólo siguieron apoyando masivamente las industrias basadas en la esclavitud en el sur de Estados Unidos, Cuba y Brasil, sino que reprodujeron una forma de sucedáneo de la esclavitud en las plantaciones de Guyana y el Caribe, con la deportación y la explotación violenta de trabajadores del sur de Asia.

El impacto también es evidente a más largo plazo. La financiarización de la economía británica en los años 80 parece haber perpetuado la lógica de la plantación. No es casualidad, además, que muchas de las dependencias de la Corona caribeña, como las Islas Caimán y las Islas Vírgenes Británicas, se hayan convertido en paraísos fiscales paralelos en apoyo del poder global de la City.

Los autores rastrean claramente una serie de rasgos de la sociedad británica contemporánea hasta esta historia original: no sólo el racismo, sino también el alto nivel de desigualdad, la formación muy estrecha de las élites y la fortísima división geográfica de Inglaterra.

"La esclavitud dio al capitalismo moderno algunas de sus estructuras fundamentales de producción y consumo y promovió las desigualdades de raza, clase y lugar que han caracterizado a Gran Bretaña y al resto del mundo en los últimos tres siglos", escriben Maxine Berg y Pat Hudson. Esta conclusión coincide con muchos análisis recientes, algunos de los cuales adoptan un enfoque diferente, como el reciente de Sylvie Laurent (véase su entrevista aquí).

style="font-size: large;"> ¿Por qué el Reino Unido? style="font-size: large;"> style="font-size: large;">
Por último, hay una cuestión que sigue siendo importante. El Reino Unido no fue la única potencia europea implicada en la esclavitud. El sistema de plantaciones y la deportación de esclavos comenzaron en el siglo XVI con Portugal, que, junto con Brasil (que no abolió la esclavitud hasta 1888), fue un actor importante a largo plazo. En Santo Domingo, Francia tenía la colonia azucarera más productiva del mundo y, junto con los Países Bajos, también fue un actor importante en este sistema.

Entonces, ¿por qué surgió primero el capitalismo industrial en el Reino Unido? Sin duda, nos hubiera gustado contar con más elementos comparativos en este libro para entenderlo. Pero el libro proporciona algunas pistas interesantes. En primer lugar, hay que recordar que el capitalismo no es sólo el producto de la esclavitud. Algunas otras estructuras institucionales y económicas desempeñaron un papel importante, sobre todo en la agricultura.

El terreno sobre el que se construyó el sistema de plantaciones no fue el mismo en todas partes. La resistencia de las estructuras feudales y del consumo de lujo en Francia y Portugal bloqueó sin duda la lógica de acumulación del mercado que funcionaba al otro lado del Canal de la Mancha.

El libro aporta, sin embargo, pruebas más concretas del desarrollo británico, en particular la existencia de un centro financiero ya globalizado y muy innovador en Londres, y el efecto de arrastre hasta al menos 1776 de los asentamientos europeos en Norteamérica, que actuaron como correa de transmisión de los fenómenos antes descritos.

Por último, hay un elemento central: el Estado británico fue un decidido partidario del sistema de producción de plantaciones, y lo demostró no sólo en el plano institucional, sino también en el militar. La derrota de Francia y los Países Bajos en 1763 al final de la Guerra de los Siete Años es, desde este punto de vista, un acontecimiento capital en la historia del capitalismo.

El libro de Maxine Berg y Pat Hudson es una importante contribución a la historia de la Revolución Industrial, un tema que ha sido objeto de mucho debate en los últimos años. Sólo cabe esperar que esta obra se amplíe y extienda a otros países, como Francia.

Desde este punto de vista, cabe señalar que la idea del libro surgió a raíz de la "descolocación" de las estatuas de esclavos en Bristol en 2021. Así pues, el movimiento de la sociedad fomenta y hace avanzar la investigación, contrariamente a lo que afirma el pensamiento conservador. Este no es el menor de los mensajes positivos del libro.

Romaric Godin es periodista desde 2000. Se incorporó a La Tribune en 2002 en su página web, luego en el departamento de mercados. Corresponsal en Alemania desde Frankfurt entre 2008 y 2011, fue redactor jefe adjunto del departamento de macroeconomía a cargo de Europa hasta 2017. Se incorporó a Mediapart en mayo de 2017, donde sigue la macroeconomía, en particular la francesa. Ha publicado, entre otros, La monnaie pourra-t-elle changer le monde Vers une économie écologique et solidaire, 10/18, 2022 y La guerre sociale en France. Aux sources économiques de la démocratie autoritaire, La Découverte, 2019.

Fuente:

lunes, 20 de febrero de 2023

La histórica disculpa de Países Bajos por 250 años de esclavitud y por qué divide al país


La estatua de un teniente y almirante neerlandes de la West India Company manchada en pintura

FUENTE DE LA IMAGEN,GETTY IMAGES

Pie de foto,

Casi la mitad de los neerlandeses no apoyan una disculpa, mientas que sólo el 38% lo respaldan, según un estudio.

El gobierno de Países Bajos ha pedido disculpas por su pasado colonial y por el tráfico de esclavos, así como por la exploración de nuevas tierras entre los siglos XVII y XIX.

El primer ministro Mark Rutte dijo que la esclavitud debe ser reconocida en "los términos más claros" como "un crimen de lesa humanidad".

Su discurso tuvo lugar en La Haya, este lunes, en anticipo de una visita ministerial al Caribe y Surinam, donde el Reino de Países Bajos tenía colonias.

En su declaración, Rutte dijo: "Hoy pido disculpas por las acciones pasadas del Estado neerlandés de esclavizar pueblos en el pasado".

División en el país
Pero esa declaración ha dividido al país, no solamente en torno a si el gesto se debió hacer, cuándo se debió haber hecho, qué acciones concretas debería acompañar la declaración y lo que podría costar.

Los críticos señalan que no se hicieron suficientes consultas y se quejan de la manera en que el gabinete ministerial promovió la medida. Argumentan que tiene un "toque colonialista".

Seis fundaciones de Surinam habían solicitado una orden judicial para fijar la fecha de la disculpa para el 1 de julio de 2023, cuando se cumple el 150 aniversario del fin oficial de la esclavitud en las colonias neerlandesas.

"Si va a haber una disculpa, debería ser el primero de julio, que es la fecha de nuestra emancipación, cuando nos quitaron las cadenas", afirma el DJ Etienne Wix, cuya estación de radio comunitaria mArt está entre los grupos que buscan que se conmemore esa fecha.

Etienne Wix dice que la disculpa debería coincidir con el aniversario de la abolición de la esclavitud en las colonias neerlandesas.

Edad de Oro a cuestas de la esclavitud
Mas de 600.000 personas fueron traficadas de África y Asia por mercaderes neerlandeses entre los siglos XVII y XIX.

Hombres, mujeres y niños esclavizados fueron forzados a trabajar en las plantaciones de azúcar, café y tabaco, en minas y como esclavos caseros en el "Nuevo Mundo", las tierras colonizadas en el continente americano y el Caribe. Fueron sometidos a una extrema violencia física, mental y sexual.

Los frutos de esa brutal labor enriquecieron el Reino de los Países Bajos y contribuyó a la llamada "Edad de Oro", un período de prosperidad económica en el siglo XVII que vio a Países Bajos lograr enormes adelantos en la ciencia y la cultura.

Un estudio del Consejo de Investigación Neerlandés encontró que sólo en la provincia occidental de Holanda, 40% de su crecimiento económico entre 1738 y 1780 podía atribuirse a la esclavitud.

"Países Bajos es una de las sociedades europeas con los más directos y extensos vínculos a la esclavitud", expresó Pepijn Brandon, profesor de Economía Global e Historia Social de la Universidad Libre de Ámsterdam, que publicó la investigación.

Brandon cree que en la última década ha habido un cambio en la percepción pública sobre el legado de esclavitud neerlandesa, con el reconocimiento que el colonialismo y la esclavitud fueron centrales para que Países Bajos se convirtiera en una de las principales naciones comerciales.

Una creciente atención en los medios y en la educación muestra que el tema se aborda ahora de manera diferente, añade. Este despertar ha generado preguntas fundamentales sobre la distribución de la riqueza neerlandesa y de los prejuicios de la era colonial que prevalecen actualmente.

"La mayoría de la gente considera que la Edad de Oro es un término equivocado", dijo a BBC News Quinsy Gario, poeta y activista por la igualdad de derechos en Ámsterdam.

Quinsy Gario Quinsy Gario considera que una disculpa que tenga valor implica sanar el terror psicológico y las desigualdades materiales.

"De manera que el asunto real ya no es la terminología. Si reconoces que la Edad de Oro ya no es dorada, ¿qué significa el rectificar el daño, rectificar los sistemas que fueron establecidos en ese entonces?"

Y ese, señala, debe ser el punto de partida de una disculpa.

El prejuicio actual
Los planes para pronunciar la disculpa formal se dieron una semana después de un informe que encontró que personas dentro del Ministerio de Relaciones Exteriores de Países Bajos fueron víctimas de comentarios racistas y algunas de ellas, incluso, no fueron tomadas en cuenta para ser promocionados debido al color de su piel u origen étnico.

En ese mismo departamento, los países africanos fueron descritos en comunicados internos como "países de macacos".

El ministro de Relaciones Exteriores, Wopke Hoekstra, se disculpó después, reconociendo que el informe podría afectar la reputación del país en el exterior.

Países Bajos ha sido acusado de perpetuar e institucionalizar el racismo.

En 2020, el relator especial de la ONU sobre el racismo, Tendayi Achiume, afirmó que la autoimagen de "tolerancia" de los neerlandeses estaba obstaculizando la lucha contra la discriminación y el racismo sistémico dentro de la policía de ese país.

Las personas de origen migrante en promedio viven en casas más pequeñas, tienen menos ingresos y preparación académica, y peor salud, según un informe de la organización Estadísticas Neerlandesas.

"Los migrantes son tratados como ciudadanos de segunda clase desde el primer momento", explica el profesor Brandon. "Eso significa un lugar de partida desigual. Y de por sí, el racismo como justificación de la esclavitud, que vemos hoy día".

Una neerlandesa de origen surinamés comentó a la BBC: "Nos gusta decirnos a nosotros mismos que somos tolerantes. Celebramos esta tolerancia, pero la tolerancia inherentemente significa aceptar algo que no te gusta, y así es como nos sentimos, no estamos bienvenidos, sólo somos tolerados".

Quinsy Gario creo el movimiento "Pete el Negro es racismo", llamando la atención a la tradición anual de Sinterklaas (Papá Noel) que, hasta hace unos pocos años, involucraba la práctica generalizada de personas de raza blanca pintándose de negro para representar el personaje ficticio Zwarte Piet - o Pete el Negro.

Él sostiene que este tipo de actitud todavía existe entre la sociedad neerlandesa. Y cita un escándalo que hubo con el subsidio de cuidado infantil de Países Bajos, cuando se encontró que la oficina de impuestos había perseguido agresivamente a familias con antecedentes migratorios para cobrarles dinero que no debían.

Igualmente critica la representación del cuerpo diplomático de Países Bajos, que describe como "gente rubia, de ojos azules".

¿Reconocimiento y reparaciones?
De la mano de la disculpa formal, el gobierno neerlandés ha prometido destinar unos US$200 millones a proyecto de concientización y prometido invertir otros US$27 millones para un museo sobre la esclavitud.

Aproximadamente 70% de la comunidad afrocaribeña en Países Bajos, cuya mayoría es descendiente de esclavos, creen que la disculpa es importante. Sin embargo, dentro de la población más amplia, casi la mitad de los neerlandese no apoyan la disculpa, mientras de 38% sí, según una encuesta de I&O Research.

Algunos han manifestado preocupación sobre el costo potencial de las reclamaciones por reparación: otros arguyen que no fueron ellos ni sus ancestros los que esclavizaron o se beneficiaron del colonialismo, así que rechazan el concepto de una disculpa colectiva.

Linda Nooitmeer, directora del Instituto Nacional para el Estudio de la Esclavitud Neerlandesa y su Legado, ha estado involucrada en las negociaciones. Dice que una disculpa le permite al pueblo mirar hacia el futuro y considerar los pasos a seguir.

"El foco debería ser en cómo podemos reparar, cómo podemos restaurar todo lo que se ha roto, no sólo en las colonias sino aquí en Países Bajos también", afirma.

Linda Nooitmeer Linda Nooitmeer está involucrada en las negociaciones en torno a una disculpa.

Añade que el hecho que se hubiese discutido (y que ahora se realiza) la disculpa significa que la vidas de las minorías está a la cabeza de la agenda de Países Bajos.

"Significa que somos visibles. Todavía hay mucho dolor de no ser reconocidos. Esta es una oportunidad de hacernos ver", asegura.

Como muchos países en Occidente, los partidos de extrema derecha tienen un número considerable de adeptos en Países Bajos y estos partidos se oponen a una disculpa.

Thierry Baudet, líder del Partido Foro para la Democracia, afirma que su grupo "no ve el sentido de tales gestos".

Las curiosas razones por las que los habitantes de Países Bajos no dicen (casi nunca) "lo siento"

Reconocimiento de la realeza
Además de la disculpa del gobierno, le rey Willlem-Alexander ha comisionado una investigación independiente sobre el papel de la familia real neerlandesa en el pasado colonial y el presente postcolonial.

La investigación se da cuando otras monarquías consideran su rol en el comercio de esclavos.

En Reino Unido, el rey Carlos III y el príncipe de Gales expresaron su lamento "personal" y "profundo" por la participación británica en el tráfico trasatlántico de esclavos durante discursos hechos en Ruanda y Jamaica este año.

Una disculpa oficial de los neerlandeses podría aumentar la presión para otros reconozcan y hagan reparaciones, por los abusos históricos y contemporáneos, de una forma más explícita y tangible.

Quinsy Gario cree que eso debe incluir reparaciones y colaboraciones. "Una disculpa que valga realmente significa escuchar, y reconstruir la manera en que funciona el reino, y sanar el terror psicológico y las desigualdades materiales. Las palabras están bien pero las acciones deben significar reparaciones". 

jueves, 16 de febrero de 2023

La verdadera historia de "Peter azotado", el esclavo cuya desgarradora fotografía cambió la percepción de la esclavitud en Estados Unidos

Peter azotado

Una fotografía de un hombre esclavizado que sobrevivió a un feroz azotamiento que le dejó su cuerpo mutilado y con cicatrices ayudó a revelar la brutalidad de la esclavitud en Estados Unidos.

La película "Emancipation", estrenada recientemente y protagonizada por Will Smith, cuenta la historia de ese esclavo, apodado "Peter azotado" (también conocido como Gordon).

Aunque su piel había sido desgarrada numerosas veces por los latigazos y había cicatrizado, Gordon, un hombre esclavizado que había logrado escapar, posó desafiante para un retrato en 1863.

En el apogeo de la Guerra Civil de EE.UU., cuando los horrores de la esclavitud se denunciaban a menudo como falsa propaganda, la escalofriante fotografía reveló la innegable verdad.

Los abolicionistas llamaron al hombre de la foto "Peter azotado", y aunque los historiadores han debatido su verdadero nombre, hay pocas dudas sobre el impacto que tuvo su imagen en la psique estadounidense.

"La fotografía mostraba que estas eran personas reales con experiencias reales. Se tomó para presentar una narrativa visual del horror de la esclavitud durante la Guerra Civil", le dijo a la periodista Chelsea Bailey de la BBC Barbara Krauthamer, una destacada historiadora de la esclavitud y la emancipación de EE.UU. y decana del Colegio de Humanidades y Bellas Artes de la Universidad de Massachusetts Amherst.

Will Smith protagoniza el filme.

"Lo que con frecuencia se pierde es el foco en el hombre mismo: la historia de este hombre que comprende que la Guerra Civil es una oportunidad para, literalmente, tomar posesión de su cuerpo y su vida".

La película protagonizada por Smith y dirigida por Antoine Fuqua se inspiró en la verdadera historia de Gordon.

"Esta no es otra película de esclavos. Esta es una película sobre la libertad", dijo Smith durante el estreno. "Creo que es una historia que todos necesitamos ver, escuchar y sentir".

Fuga
En abril de 1863, pocos meses después de que los esclavos fueran declaradaos libres en la Proclamación de Emancipación, Gordon se topó con un campamento de soldados de la Unión en las afueras de Baton Rouge, Luisiana.

Agotado, muerto de hambre y vestido apenas con harapos, se derrumbó al ver a los soldados negros liberados que luchaban para acabar con la esclavitud en el país, según contaba una columna de diciembre de 1863 del New-York Daily Tribune. Inmediatamente pidió alistarse.

Durante un examen médico, Gordon les dijo a los oficiales que decidió escapar después de sobrevivir a una paliza brutal que lo dejó al borde de la muerte y en coma durante dos meses.

Tras ser perseguido durante 10 días por sabuesos y cazadores de esclavos en los pantanos de Luisiana, Gordon finalmente llegó al campamento de la Unión... y a su libertad.

Dibujo
Dibujo

FUENTE DE LA IMAGEN,GETTY IMAGES

Pie de foto,
Los azotes eran una forma de castigo cotidiano para los esclavos.

Luego reveló su "espalda flagelada" como prueba. Los fotógrafos que acompañaban a los soldados tomaron la ahora infame foto de Gordon posando, con la espalda descubierta y la mano en la cadera.

El Tribune señalaba que la vista de su cuerpo mutilado "provocó un escalofrío de horror en todos los blancos presentes, pero los pocos negros que esperaban... prestaron poca atención al triste espectáculo, eran escenas tan terribles pero dolorosamente familiares para todos ellos".

Según la Galería Nacional de Arte, un periodista de Nueva York dijo que la imagen debería "multiplicarse por 100.000 y esparcirse por los estados".

Y eso fue exactamente lo que pasó.

Los horrores de la esclavitud se vuelven virales
El retrato de Gordon fue tomado en un momento en que el país debatía si los esfuerzos de la guerra valían la pena y si los hombres negros, esclavizados o liberados, deberían poder alistarse como soldados.

En su libro "Envisioning Emancipation: Black Americans and the End of Slavery" (Imaginando la emancipación: los afroamericanos y el fin de la esclavitud), la profesora Krauthamer y su coautora, la historiadora de la fotografía Deborah Willis, describen cómo los avances en la fotografía permitieron que la imagen de la espalda azotada de Gordon se reprodujera de manera asequible en pequeñas tarjetas y se compartiera ampliamente.

Los abolicionistas vendieron reimpresiones de la imagen para recaudar dinero para sus esfuerzos. Pero, según explica Krauthamer, las reacciones al retrato fueron mixtas.

"Era muy común que la gente dijera, es falso, no lo creo", dice. "Los blancos no creían que los negros fueran testigos fiables, ni siquiera de sus propias experiencias".

El 4 de julio de 1863, la popular revista "Harper's Weekly" reimprimió un grabado de Gordon/"Peter azotado" junto con imágenes de Gordon con el uniforme de la Unión. El artículo adjunto se titulaba "Un negro típico" y describía el angustioso escape de Gordon de la esclavitud y el valiente historial de servicio en el ejército de la Unión.

Incluso para un artículo en el que se criticaba la esclavitud, los historiadores notaron los matices del racismo cuando el autor se esfuerza por describir la "inteligencia y energía inusuales" de Gordon.

El legado de "Peter azotado"
La Guerra Civil fue el primer conflicto que se documentó a través de la fotografía, pero muy pocas imágenes capturan los horrores y la brutalidad de la esclavitud con tanta claridad como la imagen de "Peter azotado".

Maime, la madre de Emmett Till, cae de rodillas al recibir el cuerpo de su hijo asesinado.

Aunque sus imágenes se convirtieron en una herramienta eficaz para los mensajes y la propaganda contra la esclavitud, Krauthamer señala que se sabe muy poco sobre la vida y el legado de Gordon después de unirse al ejército de la Unión.

"Se debe argumentar que [el retrato] era solo otra forma de objetivizar un cuerpo negro", explica, y agrega que las discusiones modernas sobre el retrato de Gordon subrayan el poder de la fotografía para documentar la verdad.

Menos de un siglo después de que se tomara el retrato de Gordon, la madre de Emmett Till, Maime, celebró el funeral de su hijo con el ataúd abierto después de que este fuera brutalmente secuestrado, torturado y linchado. Según dijo, "quería que el mundo viera lo que le hicieron a mi bebé".

Esa foto del cuerpo mutilado de Till también conmocionó la conciencia estadounidense y reveló el legado perdurable del racismo en EE.UU.

Krauthamer dice que, como historiadora, trata de enfocarse no solo en el dolor sino también en la alegría de la experiencia afroamericana en su trabajo.

"Creo que mucho (....) se ha centrado en '¿cuál es la verdadera historia?' Y yo solo quiero saber, ¿cómo era su vida? ¿A quién amaba? ¿Qué esperaba lograr?

"Mi esperanza es que eso sea lo que la película de Will Smith y esta fotografía hagan: abrir un portal a nuestra capacidad de imaginar esa historia y esa humanidad".

https://www.bbc.com/mundo/noticias-63916536

lunes, 6 de febrero de 2023

Los jesuitas batallan por recaudar fondos para expiar su participación en la esclavitud en EE. UU.

La orden católica hizo un fideicomiso para expiar su historia de esclavizar a personas negras. Pero los descendientes frustrados le dicen a Roma que la orden “no cumple en los hechos”.

“Se ha hecho evidente para todos los que ven más allá de las palabras que los jesuitas no cumplen lo que dicen”, escribió Joseph M. Stewart, presidente de la Fundación de la Verdad y la Reconciliación de los Descendientes, en su carta al padre superior general de los jesuitas.Credit...Saul Martinez para The New York Times

Por Rachel L. Swarns

El año pasado, una orden católica importante prometió juntar 100 millones de dólares para expiar su participación en el tráfico de esclavos en Estados Unidos. En ese momento, historiadores y líderes de la Iglesia dijeron que sería el esfuerzo más grande por parte de la Iglesia católica romana para redimirse por la compra, venta y esclavitud de personas negras en Estados Unidos.

El Times Una selección semanal de historias en español que no encontrarás en ningún otro sitio, con eñes y acentos. Get it sent to your inbox. Pero ya pasaron 16 meses y el dinero llega a cuentagotas.

El padre jesuita que está a cargo de la labor de recaudación dijo que su esperanza era que, para estas fechas, su orden ya hubiera garantizado varias donaciones multimillonarias, además de una inversión inicial de 15 millones de dólares de parte de la orden misma. Pero solo han llegado unos 180.000 dólares en donaciones pequeñas al fideicomiso que los jesuitas crearon con un grupo de descendientes cuyos ancestros fueron esclavizados por sacerdotes católicos.

Alarmado por el ritmo tan lento de la recaudación, el líder del grupo de descendientes que se asoció con los jesuitas escribió a Roma a inicios de este mes para pedirle al líder global de la congregación que se responsabilice por el cumplimiento de la promesa de los sacerdotes estadounidenses.

El año pasado, los jesuitas estadounidenses, quienes durante más de un siglo dependieron del trabajo y la venta de esclavos, contemplaron planes para vender todas las tierras que tenían, las mismas que en su momento albergaron plantaciones en Maryland, indicaron los sacerdotes. Estos hablaron sobre hacer una transferencia al fideicomiso del dinero obtenido por la venta previa de una plantación de 57 millones de dólares. El dinero del fideicomiso se destinará a una fundación que financiará programas que beneficien a los descendientes, incluyendo becas y fondos para emergencias, además de promover proyectos de reconciliación racial.

Pero el resto de las tierras aún no se ha vendido, y los ingresos de las ventas anteriores de terrenos no se han transferido al fideicomiso, según relatan los funcionarios jesuitas y los descendientes.

“Se ha hecho evidente para todos los que ven más allá de las palabras que los jesuitas no cumplen lo que dicen”, escribió Joseph M. Stewart, presidente de la Fundación de la Verdad y la Reconciliación de los Descendientes, en su carta al padre Arturo Sosa, superior general de los jesuitas. “La conclusión es que, sin su intervención, esta colaboración parece destinada al fracaso”.

En su carta, Stewart advirtió que los “reacios” dentro de la orden mantenían la postura de que “ellos nunca esclavizaron a nadie y, por tanto, no le ‘deben’ nada a nadie”.

En una entrevista, Stewart dijo que creía que la jerarquía de los jesuitas seguía comprometida con la colaboración, y describió las reuniones y conversaciones en curso. La cuestión, aclaró, era que la comunidad de descendientes necesitaba que los sacerdotes hicieran algo más que hablar.

En su carta, pedía a Sosa que se asegurara de que los jesuitas estadounidenses completaran la venta de los terrenos y la transferencia de los activos para finales de este año, y que consiguieran los 100 millones de dólares prometidos para el próximo año. También pidió a la orden que depositara un total de 1000 millones de dólares en el fideicomiso para 2029.

Los descendientes ya les han pedido a los jesuitas que recauden 1000 millones de dólares para su fundación. Los jesuitas sostienen que apoyan esa cifra como un objetivo a largo plazo, pero no se han comprometido con una fecha límite.

A través de un portavoz, Sosa se negó a comentar sobre la misiva.

“Los exhortamos a ser más diligentes”, dijo Stewart, un ejecutivo corporativo jubilado cuyos antepasados fueron vendidos por los jesuitas en 1838 para salvar a la Universidad de Georgetown de la ruina financiera, según muestran los archivos de los jesuitas. “¿Cuánto tiempo toma hacer esto si se está comprometido con ello?”.

“Esperaba haber avanzado más”, dijo Timothy P. Kesicki, quien ayudó a negociar el acuerdo inicial entre los jesuitas y el grupo de descendientes.Credit...Michael A. McCoy para The New York Times

En una declaración publicada el lunes, Brian G. Paulson, reverendo y presidente de la Conferencia Jesuita de Canadá y Estados Unidos, junto con los principales líderes jesuitas del país, dijo que seguían “profundamente dedicados a nuestra asociación histórica con la comunidad de descendientes y a trabajar juntos por la reconciliación racial y la sanación en este país”.

“Compartimos la preocupación de Joseph Stewart y otros líderes descendientes en relación con el ritmo de nuestros esfuerzos para recaudar fondos”, dijeron Paulson y los líderes provinciales, y añadieron: “Seguimos trabajando con nuestros aliados de la red para conseguir los recursos”.

Los jesuitas que negocian con el grupo de descendientes sobre las tierras que pertenecían a una antigua plantación dijeron que habían contratado a dos empresas externas para facilitar la venta de las tierras restantes y que estaban sosteniendo “conversaciones” en torno a los 57 millones de dólares resultantes del terreno vendido y cómo una parte de esos ingresos podría destinarse al fideicomiso de los descendientes.

Los jesuitas anunciaron su compromiso de 100 millones de dólares en marzo de 2021, como parte de sus esfuerzos para enmendar su historial de beneficio de la esclavitud. La orden dependía de las plantaciones y la mano de obra esclava para sostener al clero y ayudar a financiar la construcción y el funcionamiento cotidiano de las iglesias y escuelas, incluida Georgetown, la primera institución católica de enseñanza superior en Estados Unidos.

En el momento del anuncio, dijeron que ya habían depositado 15 millones de dólares en el fideicomiso de los descendientes. También habían contratado a una empresa de recaudación de fondos, con el objetivo de reunir el resto de los 100 millones de dólares en un periodo de tres a cinco años. La colaboración surgió después de que un grupo de descendientes presionara para negociar, tras enterarse por artículos de The New York Times de que los jesuitas habían vendido a sus antepasados para salvar Georgetown.

Timothy P. Kesicki, reverendo y expresidente de la conferencia de los jesuitas que ayudó a negociar ese acuerdo inicial entre los jesuitas y el grupo de descendientes, dijo en una entrevista que comprendía sus frustraciones.

“Esperaba haber avanzado más”, dijo Kesicki, quien añadió que esperaba que los jesuitas hubieran conseguido ya un tercio de los 100 millones de dólares prometidos para el fideicomiso, incluso la inversión inicial de 15 millones de dólares de la orden.

Kesicki, quien ahora preside el fideicomiso, y otras personas familiarizadas con los esfuerzos de los jesuitas, señalaron una serie de desafíos, por ejemplo, la estructura organizativa de la orden, que requiere la aprobación de múltiples personas para decisiones importantes, y la complejidad de los acuerdos de tierras.

Además, explicó Kesicki, desarrollar una campaña importante de recaudación de fondos lleva tiempo.

“Pero tenemos que mostrar más crecimiento”, admitió, “y eso es un reto y una presión que llevo cada día”.

Rachel L. Swarns es periodista y autora que cubre cuestiones de raza y de las relaciones raciales como escritora colaboradora de The New York Times. Sus artículos sobre las raíces de la esclavitud en la Universidad de Georgetown desencadenaron una conversación en Estados Unidos sobre las universidades y sus vínculos con este doloroso periodo de la historia. @rachelswarns • Facebook

https://www.nytimes.com/es/2022/08/18/espanol/jesuitas-esclavitud.html?action=click&module=RelatedLinks&pgtype=Article

jueves, 31 de marzo de 2022

_- Documental BBC Mundo: Cómo descubrí que mis antepasados vascos y catalanes participaron en el comercio de esclavos

_- En el siglo XIX, la ciudad de Barcelona fue un importante puerto en el comercio transatlántico entre España y sus colonias.

En 2018, en la capital catalana se desató una intensa polémica después de que el ayuntamiento de la ciudad decidiera retirar una estatua de Antonio López, un conocido comerciante y mecenas al que se vinculaba con el tráfico de esclavos.

Esta controversia hizo que el periodista de BBC Mundo Jaime González se planteara si era posible que alguno de sus antepasados, que como López formaron parte de las élites económicas de la Barcelona del siglo XIX, hubieran participado en el negocio de la trata de personas.

González viajó a Chile y a Barcelona para rastrear la trayectoria de dos de sus ancestros -Pedro Nicolás de Chopitea y Mariano Serra-, y para conocer a los descendientes de las personas que fueron esclavizadas, que hoy día siguen reivindicando que se reconozcan su historia y sus derechos.

https://www.bbc.com/mundo/noticias-48455005

domingo, 30 de enero de 2022

_- Querida gente blanca, la esclavitud también forma parte de vuestra historia

_- Por Chaimaa Boukharsa | 28/01/2022 | Racismo y opresión capitalista
                                                                      

Fuentes: Afroféminas [Imagen: Mercado de esclavos. Créditos: Afroféminas] 

La esclavitud es la historia de los blancos; cómo se ha sobrevivido a ella, es la historia de los negros.

Uno de los problemas es que se piensa que la esclavitud es la historia de los negros y no la de los blancos. Porque debemos tenerlo claro:

1. Al considerarla sólo “historia de los negros” los blancos no se responsabilizan de tener que aprenderla. O de asumirla.

2. ¡Los blancos pueden seguir escondiendo la cabeza en la arena en lugar de asumir el hecho de que todavía se benefician de los privilegios heredados por sus antepasados esclavistas y la sociedad!

3. Los negros tienen que cargar con el peso de la esclavitud, solos y sin las herramientas adecuadas para afrontar ese trauma. Se nos inflige un trauma generacional mientras los blancos disfrutan de su riqueza generacional…

Los blancos necesitan comprender el papel que ha desempeñado la esclavitud. Los educadores que se ponen nerviosos a la hora de tratar este tema pueden omitirlo, tratarlo con precipitación o minimizar su importancia sin darse cuenta, haciendo así que la historia sea blanca y para nada cierta.

La mayoría de los libros de texto hoy en día muestran el horror de la esclavitud y su impacto en los negros. Sin embargo, guardan un gran silencio sobre su impacto en los blancos, del Norte o del Sur.

El doble legado de la esclavitud en el presente es la inferioridad social y económica que causó a los negros, y el racismo cultural que impregnó en las mentes blancas y en nuestra cultura. Ambas cosas aún persiguen en nuestra sociedad. A diferencia de la esclavitud, el racismo aún no ha terminado. Las obras literarias presentan dificultades para tratar con sinceridad cualquier problema que no haya sido ya resuelto.

La idea clave que necesitan comprender los estudiantes es: el racismo surgió en parte como justificación de la esclavitud. Montesquieu, el filósofo social francés que tuvo una profunda influencia en la democracia estadounidense, resumió el papel del racismo: que la gente moldea sus ideas para racionalizar sus acciones. La gente no nace racista, los bebés no tienen ni idea de que las personas vienen divididas en diferentes razas. De hecho, biológicamente, sólo hay una raza: la humana. La historia nos dividió en razas.

La esclavitud existía mucho antes del racismo, por supuesto. Los europeos se esclavizaban entre sí, los africanos entre sí, los nativos americanos entre sí. Los esclavistas anteriores apenas trataban con justicia a las personas esclavizadas, pero a veces los esclavos eran devueltos a su pueblo de origen. O podían llegar a casarse con alguien de la sociedad de acogida, escapando así de la esclavitud. Sin embargo, en torno a 1450, los europeos construyeron cañones, barcos que podían navegar contra el viento y otros inventos sociales y físicos y avanzaron por la costa de África con una nueva superioridad militar. La esclavitud racial resultante no ofrecía casi ninguna salida. Además, los hijos de uno y sus hijos también fueron esclavizados para siempre. Una injusticia tan flagrante requería una justificación más fuerte: de ahí el racismo. En la década de 1850, la mayoría de los blancos consideraban a los negros tan inferiores que la esclavitud era apropiada para ellos.

Esta visión de los negros no era sólo sureña y no desapareció en 1865, cuando se prohibió la esclavitud. La esencia misma de lo que fue heredado de la esclavitud es la idea de que es apropiado, incluso “natural”, que los blancos estén arriba y los negros abajo.

Es fundamental que los estudiantes de hoy comprendan todo esto. Por desgracia, todavía no he leído un libro de texto que relacione la historia con el racismo. Los alumnos blancos pueden llegar a la conclusión de que todas las sociedades han sido siempre racistas, quizá por naturaleza, por lo que el racismo es aceptable. Los estudiantes negros pueden llegar a la conclusión de que todos los blancos siempre han sido racistas, tal vez por naturaleza, por lo que estar en contra de los blancos no supone ningún problema. La historia es el antídoto contra estas creencias, empezando por una descripción precisa de la relación entre la esclavitud de entonces y el racismo de ahora.

Esta reflexión nos sirve para entender la responsabilidad histórica de los blancos por la esclavitud. No les pedimos que se disculpen, sino que asuman sus responsabilidades, que conozcan su historia porque es a través de la dominación de los esclavos que se formó la supremacía blanca que constituye la blancura actual. Ser un aliado significa aprender y no quedarse al margen del debate, cuando éste le concierne enormemente.

No puedes llamarte antirracista si no cuestionas tu bagaje histórico y social. Esto es un recordatorio, ahora depende de ti.

¡Enséñalo, adquiérelo y corrige!

Chaimaa Boukharsa es licenciada en estudios árabes e islámicos por la Universidad de Granada, especialista en feminismo islámico.

Fuente: https://afrofeminas.com/2022/01/18/querida-gente-blanca-la-esclavitud-tambien-forma-parte-de-vuestra-historia/

martes, 23 de noviembre de 2021

_- La matanza de 400 esclavos de Pedanio Segundo define (la crueldad de) el mundo romano

        

El descubrimiento de una habitación para siervos en una villa de Pompeya revela las condiciones de vida de unos seres humanos que eran tratados como ganado

La antigüedad era “una sociedad de esclavos”, como la definió el influyente historiador Moses Finley, en la que millones de personas no poseían absolutamente nada, no eran dueños de su vida ni de su voluntad. Podían ser asesinados, violados, obligados a trabajar hasta la extenuación y separados de sus familias. Vivían sometidos al miedo constante a ser vendidos o maltratados pero, sobre todo, estaban “consumidos por el deseo de libertad”, escribe el profesor de Berkeley, Robert C. Knapp, en su clásico ensayo Los olvidados de Roma (Crítica).

El descubrimiento en Pompeya de una habitación de esclavos da nueva información sobre cómo vivían.
 La presencia de los esclavos es constante en la literatura latina, desde El Satiricón de Petronio hasta El asno de oro de Apuleyo. Ahora bien, como explica Knapp, apenas existen restos materiales, puesto que no tenían casi posesiones. Sin embargo, el equipo arqueológico de Pompeya anunció el sábado 6 de noviembre el descubrimiento de una habitación que seguramente ocupaban los esclavos. Se trata de un espacio de 16 metros cuadrados con tres camas y algunos objetos, en la villa de Civita Giuliana, que todavía está siendo excavada, en la ciudad enterrada por la erupción del Vesubio en el año 79 de nuestra era.

La estancia, que solo tenía una pequeña ventana en la parte superior y carecía de decoración en las paredes, debía ser a la vez dormitorio y almacén. Los objetos que contiene, cuando sean investigados, permitirán conocer mejor la vida cotidiana de seres humanos que representaban en torno al 15% de la población, pero cuya contribución a la economía era esencial. “Aunque sabemos que los esclavos han sido explotados en la mayoría de las sociedades”, escribió Finley, “solo ha habido cinco genuinas sociedades esclavistas, dos de ellas en la antigüedad: Grecia y Roma”. Las otras tres son: Estados Unidos, el Caribe y Brasil hasta bien entrado el siglo XIX.

Una institución despiadada
En los años cincuenta, Finley fue uno de los primeros historiadores que comenzó a arrojar luz sobre la profunda injusticia que marca el mundo romano y que, hasta entonces, solo aparecía como telón de fondo. “La vida de un esclavo no era muy diferente de la de un animal doméstico”, escribe el profesor de clásicas de Cambridge Jerry Toner en Sesenta millones de romanos (Crítica). “Una vida de trabajo duro, palizas y comida escasa, así como de abusos sexuales, sin apenas derechos. Si debían presentarse ante los tribunales, incluso como testigos, se les torturaba para garantizar que su declaración era fiable. Sometidos a un régimen embrutecedor, su humillación psicológica era total”. Incluso en una sociedad brutal como la romana, la esclavitud era una institución especialmente despiadada.

Aunque casi siempre realizaban los trabajos más duros y peligrosos, no todos los esclavos vivían en las mismas condiciones —no era lo mismo ser un maestro que un trabajador en unas minas de sal o una esclava sexual—, pero todos estaban sometidos al martirio no solo físico, sino también psicológico de carecer de voluntad: estaban obligados a hacer lo que les ordenasen sus amos en el momento en el que se lo pidiesen. La profesora de clásicas de Cambridge Mary Beard escribió el prólogo del libro Cómo manejar a tus esclavos (Esfera de los Libros), en el que un noble romano llamado Marco Sidonio Falco (en realidad, era el profesor de clásicas Jerry Toner) explicaba cómo funciona un sistema basado en la servidumbre, que solo podía mantenerse con la violencia y el terror.

En aquel texto, la investigadora británica recordaba la dificultad para entender, desde el siglo XXI, las relaciones entre amos y esclavos en la Roma clásica. “Estaban preocupados por lo que los esclavos tramaban a sus espaldas. ‘Todos los esclavos son nuestros enemigos’, decía un antiguo lema que Falco conocía bien”, escribe Beard, quien recuerda una historia que resume la brutalidad con la que Roma trataba a los siervos: el asesinato de los 400 esclavos de Lucio Pedanio Secundo, que Tácito recoge en el libro XIV de sus Anales.

Dioses como testigos
Pedanio Secundo era un prefecto de Roma que fue asesinado por uno de sus esclavos en tiempos de Nerón, en el siglo I de nuestra era. “Según la antigua costumbre, procedía que todos los esclavos que habían habitado bajo el mismo techo fueran llevados al suplicio”, escribe el historiador Tácito (55-120), en los Anales (Alianza Editorial, traducción de Crescente López de Juan). La orden provocó grandes tumultos en Roma, seguramente por la alta presencia de libertos en la población. Se produjo una discusión pública a favor y en contra de la matanza, durante la que Cayo Casio Longino pronunció un discurso que refleja perfectamente la mentalidad de muchos romanos hacia sus posesiones humanas.

“Nuestros antepasados desconfiaban de la manera de ser de los esclavos”, recoge Tácito en su crónica, “a pesar de que estos nacían en los mismos campos y casas que ellos y recibían enseguida el cariño de sus señores. Pues bien, una vez que tenemos en nuestras familias de esclavos a naciones con distintos ritos, con religiones extranjeras o carentes de ellas, a todo ese revoltijo no se lo podrá reprimir si no es con el miedo. Es cierto que morirán algunos inocentes. Pero, cuando en un ejército que ha huido uno de cada diez muere apaleado, también los valientes entran en el sorteo. Todo gran escarmiento tiene algo de injusto, pero lo que va en contra de cada uno en particular queda compensado por el interés general”.

Se confirmó la ejecución, pero no se podía realizar porque la multitud impedía el paso de las víctimas hacia el patíbulo. El emperador Nerón, indignado, desplegó sus tropas para permitir que se llevase a cabo la masacre. Este horror recuerda al final de la película de Stanley Kubrick Espartaco, basada en una novela de Howard Fast, cuando todos los que han participado en la rebelión son crucificados en la vía Apia por negarse a delatar a su jefe: el famoso “Yo soy Espartaco”, que impide que el líder revolucionario sea localizado.

En ese mundo cruel, que no cambió con la llegada del cristianismo —San Pablo dijo a los cristianos de Colosas: “Siervos, obedeced en todo momento a vuestros amos de la Tierra”—, también existía la solidaridad. “Nos han llegado muchas pruebas de ayuda mutua y amistad entre esclavos”, escribe Knapp en Los olvidados de Roma. “En circunstancias normales, ya fuese en una casa grande, en un recinto más pequeño o en el ámbito rural, los esclavos creaban vínculos y entablaban relaciones que daban sentido a sus vidas, a pesar de la inseguridad y brutalidad”, prosigue este profesor emérito de Historia Antigua de la Universidad de Berkeley.

Knapp recuerda una inscripción que relata la amistad entre dos esclavos que acabaron como libertos: “Entre tú y yo, mi más apreciado compañero, nunca hubo disputa alguna. Con esta inscripción quiero también que los dioses de arriba y de abajo sean testigos de que tú y yo, comprados como esclavos al mismo tiempo en la misma casa, fuimos liberados juntos. Ningún día estuvimos separados hasta el día de tu fatídica muerte”. 

martes, 2 de noviembre de 2021

_- La memoria borrada de la esclavitud en España.

_- La esclavitud fue una práctica muy habitual en España y sus colonias. Pese a su magnitud, son escasas sus huellas en el imaginario colectivo. Muchos historiadores y creadores llenan ahora con sus trabajos ese vacío

En el prólogo del Quijote, Miguel de Cervantes escribe: “Pues al cielo no le plugo / que salieses tan ladino / como el negro Juan Latino” para elogiar el manejo de la lengua de este erudito. Se trata de un esclavo negro que daba lecciones de gramática al nieto del Gran Capitán, que acabó siendo catedrático de Gramática en el siglo XVI. El Museo Metropolitano de Nueva York alberga un retrato pintado por Velázquez en 1650 de Juan de Pareja, un artista que a su vez acabó siendo un pintor importante y del que se conservan dos obras en el Prado. Fue también el esclavo del autor de Las meninas, aunque finalmente lo liberó. La esclavitud está por todas partes en la cultura española hasta el siglo XIX, como forma parte también de los ritmos del flamenco. Cuba, cuando todavía era España, fue el último territorio de Europa en abolirla. Sin embargo, aunque ocupa un lugar cada vez más prominente en la investigación académica y en las librerías, el recuerdo de la esclavitud no existe en el espacio público español.

En muchos otros países europeos el debate, impulsado por el movimiento Black Lives Matter, ya no está solo en que desaparezcan de las calles las estatuas de grandes esclavistas —como ocurrió en Barcelona con el marqués de Comillas, al que Martín Rodrigo y Alharilla ha dedicado el ensayo Un hombre, mil negocios (Crítica)—, sino en visibilizar una historia de sufrimiento y explotación. En Burdeos, desde 2019 una estatua de la esclava Modeste Testas recuerda que fue uno de los principales puertos de Francia para la trata del país. En Nantes se inauguró en 2012 un monumento a la abolición de la esclavitud, presente en muchos rincones de la ciudad, como por ejemplo en las fachadas de las casas nobles que dan al río Loira, en forma de esculturas con la cabeza de negros. Simbolizan de dónde venía la riqueza de las familias propietarias de aquellos edificios. En España, donde puertos como Cádiz o Barcelona fueron centrales en la trata atlántica, esa memoria no existe.

“En el Lazarillo está la esclavitud, también en el Quijote. Cuando te das cuenta la ves por todas partes”, explica Aurelia Martín Casares, catedrática de la Universidad de Málaga experta en este tema y autora, entre otros libros, de Juan Latino. Talento y destino. Un afroespañol en tiempos de Carlos V y Felipe II (Editorial Universidad de Granada). Martín Casares relata que empezó a trabajar en estos temas hace 20 años y que entonces no estaba presente en casi ningún libro de historia. “La memoria de la esclavitud fue silenciada. Nadie pensaba que la población esclava en el Siglo de Oro era tan importante. Ahora es cuando se empieza a tomar conciencia del racismo, de lo que ha supuesto esa historia en el mundo hispano”, sostiene. Cree que uno de los motivos de ese olvido es que no existe en la Península una población de descendientes negro­afri­canos, a diferencia de EE UU, de las colonias holandesas, danesas o de Cuba. En total, los expertos calculan que cerca de 11 millones de seres humanos fueron secuestrados y llevados como esclavos a América. Centenares de miles más murieron durante la travesía.

La ausencia de debate es una anomalía porque España fue el último país europeo en abolir la trata
“La población esclava no se autorre­produce por nacimientos. En todas las épocas las tasas de natalidad son bajas por sus condiciones de vida”, prosigue esta investigadora. “La esclavitud se reproduce por comercio, solo se mantiene donde llegan barcos negreros. Cuando la trata se paraliza o se abole, desciende drásticamente el número de esclavos. Desaparecen las huellas de estas personas esclavizadas, no se ven, sus descendientes son asimilados. También hay que tener en cuenta que en el Cádiz de la modernidad muchos esclavos proceden del Imperio Turco o del norte de África. Estos se integran sin dejar huellas visibles en la población contemporánea”.

“Francia, Inglaterra o Países Bajos han hecho todo lo posible para visibilizar las tratas y dejar claro que se responsabilizan de lo ocurrido”, señala por su parte Fabia Guillén, profesora en la Universidad de Pau y miembro del Ciresc (Centre International de Recherche sur les Esclavages, EHESS-CNRS), en París. “No fue nada fácil y hubo resistencias, pero en conjunto se admite la participación en las tratas negreras. Un aspecto fundamental que puede haber favorecido tal reconocimiento es el carácter colonial de esas tratas y formas de esclavitud. Tanto Inglaterra como Francia o Países Bajos fomentaban aquellas formas de alienación en sus respectivas colonias, muy lejos de los ojos de la metrópoli. Muy distinto parece ser el caso de España y, asimismo, Portugal e Italia, que no conocieron la ley del suelo libre y fueron partícipes de tratas y esclavización no solo en el mundo colonial, sino en su propio suelo desde la Antigüedad hasta por lo menos 1820 (para España). Puede entenderse el malestar y la dificultad a la hora de tener que mirar en el espejo una imagen poco halagüeña de su propia actuación histórica”.

Pero este olvido oficial no se corresponde en absoluto con lo que ocurre en el mundo de la cultura. Solo en los últimos meses se han publicado, aparte del libro de Martín Rodrigo y Alharilla, La esclavitud en el sur de la península Ibérica (Catarata), de Rafael M. Pérez García y Manuel F. Fernández Chaves (coordinadores); Negreros. Españoles en el tráfico y en los capitales esclavistas (Catarata), de José Antonio Piqueras; Barco de esclavos. La trata a través del Atlántico (Capitán Swing), de Marcus Rediker; o El ritmo perdido. El influjo negro en la canción española (Anagrama), reedición de un ensayo de Santiago Auserón sobre la huella de las músicas africanas en los ritmos españoles, como el flamenco.

Ese mismo tema aparece en el documental Gurumbé, del jerezano Miguel Ángel Rosales, o en el filme Cachita, la esclavitud borrada, que Álvaro Begines acaba de estrenar en diferentes plataformas. Uno de sus personajes es el esclavista malagueño Pedro Blanco, que protagoniza la novela histórica Mongo Blanco (2019), de Carlos Bardem, que aparece en el filme, mezcla de documental y recreación ficcionada. El Museo de América, en Madrid, acoge hasta febrero la exposición La esclavitud y el legado cultural de África en el Caribe, organizada por el CSIC, una muestra que recorre las distintas culturas, lenguas y pueblos de África y la esclavitud en América, desde el siglo XVI hasta su total abolición en 1886 (Cuba) y 1888 (Brasil).

“Los únicos países que no han hecho nada por la memoria de la esclavitud son Portugal y España”, asegura Martín Rodrigo y Alharilla. “¿Por qué? Una de las hipótesis es que en Francia, Gran Bretaña y Holanda hay una población afrodescendiente importante y se ha empujado desde la sociedad civil. En España, no ha sido una causa tan importante y las asociaciones existentes no han tenido la misma influencia. Si las cuestiones de memoria histórica vinculadas a la Guerra Civil y a la posguerra no se han resuelto aún y generan debate político, esta cuestión tampoco. Y es una anomalía, porque fue el último país europeo en abolir la esclavitud en sus territorios”.

En Gran Bretaña y Francia la población afrodescendiente ha mantenido vivo su recuerdo

La esclavitud en España empieza en la Antigüedad y se prolonga hasta finales del siglo XIX. La primera expedición esclavista directa entre África y América se produce en 1518 y los primeros cautivos llegan en 1520. El último territorio al que llegan esclavos es la isla de Cuba. Son 350 años, sin tener en cuenta la esclavitud en la Antigüedad y la Edad Media. Sin embargo, como explica Aurelia Martín Casares, en el siglo XIX en la Península la esclavitud era un fenómeno bastante marginal. “En 1817, un tratado firmado por Fernando VII con Gran Bretaña prohíbe el comercio de esclavos, pero respeta la esclavitud existente. En el siglo XIX tan solo pueden ser denominadas como auténticas sociedades esclavistas en el mundo occidental el sur de Estados Unidos, el área caribeña y Brasil (donde un tercio de la población eran esclavos en torno a 1860). Por supuesto en África subsahariana y en el mundo árabe sigue existiendo la esclavitud, incluso hasta bien entrado el siglo XX. En general, en la España del XVIII ya no había demanda. Se convierte en un servicio suntuario, de aristócratas y ricos, no se trata ya del patrón generalizado del XVI en que cualquiera podía comprar un esclavo o una esclava. En la España del siglo XIX no hubo un movimiento abolicionista de grandes dimensiones, no creo que su influencia marcara el final de la esclavitud, aunque algo contribuyó. No obstante, sí había una sociedad abolicionista, revistas abolicionistas… El abolicionismo estuvo ligado al sufragismo y la lucha por el voto de las mujeres”.

El profesor de la Universidad Autónoma y coordinador del Equipo Madrid de Investigaciones Históricas, José Miguel López, autor de La esclavitud a finales del antiguo régimen (Alianza), subraya que ese olvido está presente “en las calles y en las instituciones” porque no se ha hecho un trabajo de borrado sistemático de personajes que hicieron su fortuna con la esclavitud. “Vivimos una desmemoria completa: Carlos III tuvo 20.000 esclavos”, prosigue este investigador que ha querido buscar “la historia de gente sin historia”, como el último esclavo censado en Madrid, en 1830, que trabajaba para una cervecería. Aunque la esclavitud acaba en España en 1837, el proyecto de ley nunca llegó a aprobarse y muchos investigadores sospechan que hubo esclavos hasta mucho más tarde, solo que escondidos como criados o traídos ilegalmente. Incluso, López sostiene que esa misma práctica —camuflar esclavos como sirvientes— se mantuvo hasta el siglo XX en el Sáhara Occidental.

Precisamente ese enorme olvido colectivo es lo que llevó a Álvaro Begines a rodar su película, en la que mezcla la recreación de historias relacionadas con la esclavitud y la trata con entrevistas a diferentes expertos. “Estaba leyendo un ensayo y señalaba que en el siglo XVI había muchos esclavos en Sevilla, que Lope de Vega sostenía que la ciudad era como un ajedrez: uno blanco y uno negro. Nunca me había planteado que hubiese tantos, empecé a estudiar y me di cuenta de que existían muchos estudios de historiadores. Es entonces cuando me planteé dirigir un documental que abriese los ojos sobre esa realidad. Muchos potentados se enriquecieron con la esclavitud. También el clero y la nobleza”.

Una de las historias que cuenta Cachita es la de Cándida la Negra, una antigua esclava que vivió en El Puerto de Santa María (Cádiz) hasta mediados del siglo XX —falleció en 1951— y que demuestra hasta qué punto la esclavitud alcanza la historia de España más reciente. El historiador Manuel Pacheco la conoció a finales de los cuarenta, cuando ya era una anciana, y le dedicó un artícu­lo de investigación titulado Una cara de la esclavitud: la apasionante historia de ‘Cándida la negra’. Joaquín García de Romeu publicó en 2018 una novela sobre ella, La última negra.

Llegó en un cargamento de mujeres de Cuba, seguramente fletado por Antonio López, marqués de Comillas. Se trataba de hijas huérfanas de esclavas que eran exportadas a la Península “para satisfacer los deseos más oscuros” de sus compradores, explica el filme. El barco naufragó en la costa y ella salvó la vida, fue rescatada por un campesino y luego se emparejó con un gitano con el que no tuvo descendencia. Todo esto ocurre en la segunda parte del siglo XIX, cuando la trata ya era ilegal en la Península. La historia de Cándida la negra refleja la cercanía de la esclavitud, pero también las dificultades a las que se enfrentan los investigadores, porque una parte importante de la trata se hizo de forma clandestina, como ocurría con la llegada de barcos esclavistas a Cuba.

La recuperación de la memoria también puede ofrecer sorpresas desagradables: en febrero de 2018 el Tesoro del Reino Unido publicó, con el escándalo consiguiente, que cuando se abolió la esclavitud en 1833 pagó indemnizaciones a los dueños de esclavos (básicamente compró su libertad a sus dueños). No terminó de pagar a los esclavistas hasta 2015, de tal forma que los descendientes de esclavos estuvieron pagando indemnizaciones con sus impuestos a los que esclavizaron a sus padres, que no recibieron ningún tipo de compensación por sus sufrimientos. La memoria nunca es fácil. Tal vez por eso sea tan importante. Como escribe Santiago Auserón en el capítulo El canto esclavo de su ensayo: “La presencia de la negritud y su influjo musical en el Viejo Continente pertenece a una clase especial de sucesos que en la historia de España se han visto abocados a hundirse en el olvido, de suerte que nuestra memoria colectiva está como artificialmente labrada por algunos vacíos significativos”. Fuente: El País. https://elpais.com/babelia/2021-10-23/la-memoria-borrada-de-la-esclavitud-en-espana.html