Fue un espionaje de décadas, que comenzó antes de la Guerra Fría y duró hasta comienzos de este siglo.
Los servicios de inteligencia de Estados Unidos y Alemania tuvieron acceso a las comunicaciones encriptadas de varios gobiernos gracias a unos dispositivos de Crypto AG, una compañía suiza de encriptación.
Así lo han contado en sendos reportajes el diario estadounidense The Washington Post, el medio alemán ZDF y el canal suizo SRF.
Estos medios tuvieron acceso al historial interno clasificado de la CIA, en la que la operación era descrita como "el golpe del siglo de los servicios de inteligencia".
De acuerdo a las investigaciones periodísticas, Crypto AG habría suministrado los aparatos a más de 120 gobiernos desde fines de los 40 hasta los años 2000, sin que estas supieran que estaban manipuladas y pertenecían en secreto a los gobiernos de Alemania Occidental y de EE.UU.
Con ellas, tanto la Agencia Central de Inteligencia (CIA) como el Servicio Federal de Inteligencia alemán (BND) habrían accedido a información confidencial de varios países, entre ellos Irán, India, Pakistán, varias naciones de América Latina e incluso el Vaticano.
Alemania Occidental tuvo acceso junto a EE.UU. a la comunicaciones secretas de varios países desde la Guerra Fría.
En 1980, los oficiales de inteligencia de la CIA procesaban el 40% de las comunicaciones extranjeras, suministradas por los dispositivos Crypto.
La compañía suiza hizo millones de dólares con ellas, que fueron a parar a la CIA y al BND, señalan los medios que han destapado la trama.
"Los gobiernos extranjeros estaban pagando buen dinero a a EE.UU. y Alemania Occidental por sus comunicaciones más secretas, que fueran leídos por al menos dos (o hasta cinco o seis) países", dice un reporte de la CIA sobre esta operación.
El reporte indica que Reino Unido, Israel, Suiza y Suecia se encontraban al corriente de estas actividades y recibieron información recolectada por EE.UU. y Alemania.
La estrategia permitió a EE.UU. monitorear a los funcionarios iraníes durante la que se conoce como la "crisis de los rehenes", cuando un grupo de estudiantes de Irán tomó como rehenes 66 diplomáticos y ciudadanos estadounidenses por 444 días, entre noviembre de 1979 y enero de 1981.
Y también hacerles llegar a los servicios de inteligencia británica información sobre el ejército argentino durante la guerra de las Malvinas y rastrear los movimientos de las juntas militares de Sudamérica, de acuerdo a The Washington Post.
....
https://www.bbc.com/mundo/noticias-internacional-51474629
Mostrando entradas con la etiqueta espias. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta espias. Mostrar todas las entradas
domingo, 16 de febrero de 2020
lunes, 8 de septiembre de 2014
El amigo traidor
Elliott y Philby fueron camaradas durante y después de la guerra. Pese a un secreto entre ellos
En 1937, cuando estaba en marcha la batalla de Teruel, los servicios secretos soviéticos consideraron la posibilidad de asesinar al general Franco. De la misión se habría encargado un agente que disfrutaba de la confianza del alto mando rebelde, un corresponsal británico que enviaba al Times de Londres crónicas muy favorables a los sublevados, y a quien el propio Franco había condecorado. El plan no salió adelante, y el corresponsal volvió a Reino Unido y siguió disfrutando de la confianza de sus superiores en el periódico. Su simpatía explícita hacia Franco, y en general hacia los regímenes autoritarios en Europa, era una actitud muy común entre la clase dirigente británica, a la que él pertenecía, con las credenciales más indudables: era hijo y descendiente de altos funcionarios coloniales; se había educado en Eton, y luego en Cambridge; tenía devoción por el críquet; pertenecía a un club distinguido; hablaba con el acento adecuado; vestía trajes de tweedy calzaba zapatos hechos a mano; podía beber manteniendo la compostura hasta caerse al suelo, y eso no era visto como un defecto sino como un rasgo más de su distinción mundana. Pertenecía tan de nacimiento y tan visiblemente a la clase de los elegidos que en cuanto estalló la guerra en 1939 se le ofreció un puesto de responsabilidad en el espionaje británico. Una de las primeras cosas que hizo fue reclutar a un amigo de la escuela y de la universidad, tan parecido a él que los dos tenían algo de intercambiables: la misma educación, el mismo origen, el acento idéntico, incluso un padre a la vez autoritario y lejano que reprobaba como un signo de blandura y hasta de afeminamiento cualquier muestra de afecto...
Nicholas Elliott, que no admitía la menor duda sobre su lealtad. Sospechar de Kim Philby le parecía tan inconcebible como sospechar de sí mismo.
El desenlace parcial de la historia lo cuenta Ben Macintyre en uno de esos libros que se adhieren a las manos desde el momento en que uno empieza a leerlos, A spy among friends. En 1963, en Beirut, en una habitación en la que solo hay dos sillas y una mesa, y un micrófono oculto, y sobre la mesa una botella de whisky y dos vasos, y un cenicero, delante de un balcón abierto, Nicholas Elliott está sentado frente a su antiguo amigo. Tiene la tarea de interrogarlo y de exigirle una confesión, porque ahora ya está seguro de que es un traidor, pero aun así no acaba de creer que sea cierto. El amigo de tantos años conserva la misma sonrisa, el mismo aire de calma irónica, de ligera fatiga, el mismo acento, los mismos modales impecables. Ahora está más viejo, hinchado por el alcohol, y bebe con más avidez, en el calor de Beirut.
...Elliott interroga a Philby, pero no lo detiene ni hace que lo sigan. Esa noche Philby no se presenta en una cena a la que él y su mujer estaban invitados. Al día siguiente huye en un buque de carga soviético, camino de Moscú.
Fuente: El País. Antonio Muñoz Molina.
A spy among friends. Ben Macintyre. Bloomsbury.
En 1937, cuando estaba en marcha la batalla de Teruel, los servicios secretos soviéticos consideraron la posibilidad de asesinar al general Franco. De la misión se habría encargado un agente que disfrutaba de la confianza del alto mando rebelde, un corresponsal británico que enviaba al Times de Londres crónicas muy favorables a los sublevados, y a quien el propio Franco había condecorado. El plan no salió adelante, y el corresponsal volvió a Reino Unido y siguió disfrutando de la confianza de sus superiores en el periódico. Su simpatía explícita hacia Franco, y en general hacia los regímenes autoritarios en Europa, era una actitud muy común entre la clase dirigente británica, a la que él pertenecía, con las credenciales más indudables: era hijo y descendiente de altos funcionarios coloniales; se había educado en Eton, y luego en Cambridge; tenía devoción por el críquet; pertenecía a un club distinguido; hablaba con el acento adecuado; vestía trajes de tweedy calzaba zapatos hechos a mano; podía beber manteniendo la compostura hasta caerse al suelo, y eso no era visto como un defecto sino como un rasgo más de su distinción mundana. Pertenecía tan de nacimiento y tan visiblemente a la clase de los elegidos que en cuanto estalló la guerra en 1939 se le ofreció un puesto de responsabilidad en el espionaje británico. Una de las primeras cosas que hizo fue reclutar a un amigo de la escuela y de la universidad, tan parecido a él que los dos tenían algo de intercambiables: la misma educación, el mismo origen, el acento idéntico, incluso un padre a la vez autoritario y lejano que reprobaba como un signo de blandura y hasta de afeminamiento cualquier muestra de afecto...
Nicholas Elliott, que no admitía la menor duda sobre su lealtad. Sospechar de Kim Philby le parecía tan inconcebible como sospechar de sí mismo.
El desenlace parcial de la historia lo cuenta Ben Macintyre en uno de esos libros que se adhieren a las manos desde el momento en que uno empieza a leerlos, A spy among friends. En 1963, en Beirut, en una habitación en la que solo hay dos sillas y una mesa, y un micrófono oculto, y sobre la mesa una botella de whisky y dos vasos, y un cenicero, delante de un balcón abierto, Nicholas Elliott está sentado frente a su antiguo amigo. Tiene la tarea de interrogarlo y de exigirle una confesión, porque ahora ya está seguro de que es un traidor, pero aun así no acaba de creer que sea cierto. El amigo de tantos años conserva la misma sonrisa, el mismo aire de calma irónica, de ligera fatiga, el mismo acento, los mismos modales impecables. Ahora está más viejo, hinchado por el alcohol, y bebe con más avidez, en el calor de Beirut.
...Elliott interroga a Philby, pero no lo detiene ni hace que lo sigan. Esa noche Philby no se presenta en una cena a la que él y su mujer estaban invitados. Al día siguiente huye en un buque de carga soviético, camino de Moscú.
Fuente: El País. Antonio Muñoz Molina.
A spy among friends. Ben Macintyre. Bloomsbury.
lunes, 19 de agosto de 2013
Los límites del bien
Acusado de ayudar al enemigo y de espionaje, el soldado Bradley Manning es en realidad un héroe que denunció los excesos militares de su país, Estados Unidos.
JUAN JOSÉ MILLÁS 18 AGO 2013 - CET PATRICK SEMANSKY (AP)
Si tú eres Estado, cualquier forma de Estado (y la mafia ha devenido en una de ellas), puedes, desde un helicóptero, jugar al tiro al blanco con civiles de cualquier país amigo o enemigo. Pero si eres un piernas, como el sujeto de la fotografía, te condenarán a más de cien años por la comisión de un acto heroico como el de denunciar, por ejemplo, que el Estado español, transformado ya en mafia, juraba a la familia de José Couso que se dejaría la piel en la detención de sus asesinos a la vez que aseguraba al Gobierno norteamericano, protector de los criminales, que todo era un paripé para calmar a la opinión pública. De ahí que si decides matar, robar, secuestrar o asesinar porque todo ello forma parte de tu condición, de tu carácter, debas inscribirte primero en alguna clase de Estado o mafia que te proteja las espaldas. En caso contrario, te verás, como este pobre chico, acusado de ayudar al enemigo. ¿A qué enemigo? Permanece sin especificar porque hoy los Estados, sobre todo si son los Estados Unidos de América, no necesitan hacerlo. Dibujan una raya y dicen: hasta aquí llega el bien y hasta aquí llega el mal. Si caes en el lado de allá, estás jodido, aunque seas una persona decente o medio decente. Si caes en el de acá, en cambio, puedes empalmarte mientras sujetas con correas a un preso sobre el que no pesa cargo alguno y le obligas a comer a la fuerza, por medio de una sonda, para que su huelga de hambre no le estropee la postal a Obama. Cualquier perversión es posible en el lado de acá, pero hay que hacerse socio, y este pobre chico, Manning, lo ignoraba.
JUAN JOSÉ MILLÁS 18 AGO 2013 - CET PATRICK SEMANSKY (AP)
Si tú eres Estado, cualquier forma de Estado (y la mafia ha devenido en una de ellas), puedes, desde un helicóptero, jugar al tiro al blanco con civiles de cualquier país amigo o enemigo. Pero si eres un piernas, como el sujeto de la fotografía, te condenarán a más de cien años por la comisión de un acto heroico como el de denunciar, por ejemplo, que el Estado español, transformado ya en mafia, juraba a la familia de José Couso que se dejaría la piel en la detención de sus asesinos a la vez que aseguraba al Gobierno norteamericano, protector de los criminales, que todo era un paripé para calmar a la opinión pública. De ahí que si decides matar, robar, secuestrar o asesinar porque todo ello forma parte de tu condición, de tu carácter, debas inscribirte primero en alguna clase de Estado o mafia que te proteja las espaldas. En caso contrario, te verás, como este pobre chico, acusado de ayudar al enemigo. ¿A qué enemigo? Permanece sin especificar porque hoy los Estados, sobre todo si son los Estados Unidos de América, no necesitan hacerlo. Dibujan una raya y dicen: hasta aquí llega el bien y hasta aquí llega el mal. Si caes en el lado de allá, estás jodido, aunque seas una persona decente o medio decente. Si caes en el de acá, en cambio, puedes empalmarte mientras sujetas con correas a un preso sobre el que no pesa cargo alguno y le obligas a comer a la fuerza, por medio de una sonda, para que su huelga de hambre no le estropee la postal a Obama. Cualquier perversión es posible en el lado de acá, pero hay que hacerse socio, y este pobre chico, Manning, lo ignoraba.
martes, 23 de julio de 2013
JOSEF FOSCHEPOHT/PROFESOR DE HISTORIA CONTEMPORÁNEA: “Alemania es el país más espiado de toda Europa”
El historiador sostiene que Berlín siempre ha consentido el espionaje estadounidense
Cuando el libro Alemania vigilada, escrito por Josef Foschepoht, llegó a las librerías en diciembre de 2012, causó un impacto que podría obligar a reescribir la historia de posguerra del país. El profesor de Historia Contemporánea de la Universidad de Friburgo afirma que Alemania es un país vigilado por los servicios de inteligencia estadounidenses desde 1955 y que siempre han contado con el beneplácito de los distintos gobiernos, incluido el actual. El libro ha cobrado actualidad en las últimas semanas por el escándalo en torno a la Agencia Nacional de Seguridad (NSA en sus siglas en inglés) y convertido a su autor en una estrella mediática nacional.
Josef Foschepotht cree que el silencio de la canciller, Angela Merkel, es una estrategia destinada a eludir la acción de la justicia y que no será capaz de abolir la impunidad de la NSA en el país para evitar un escándalo diplomático.
Pregunta. Usted afirma en su libro que Alemania es un país vigilado por los servicios de inteligencia de EE UU desde 1955. Angela Merkel lo niega: Alemania no es “un Estado vigilado”, afirmó el viernes.
Respuesta. La tesis de mi libro es lo contrario de lo que dice la canciller. El 65% de los alemanes no están de acuerdo en cómo el Gobierno está enfrentado este asunto. Ella se va sonriendo de vacaciones y piensa que todo está solucionado. Esa frase es casi una insolencia. Ella afirma algo que no conoce o no quiere admitir. Es asombroso.
P. También dijo que se había enterado por la prensa del espionaje de la NSA.
R. Puede ser cierto que no estuviera enterada sobre las actividades de la NSA, pero después de ocho años como canciller, tuvo necesariamente que confrontarse con las actividades de los servicios de inteligencia estadounidense en Alemania y el papel de los alemanes a favor de esos servicios. Lo contrario sería un desastre.
P. El trabajo de la NSA es secreto. ¿Existe la posibilidad de que la Agencia no haya informado al Gobierno sobre el espionaje que realizó y realiza en Alemania?
R. Es cierto que la NSA no tenía ningún interés en informar al Gobierno sobre sus actividades. Solo hablan lo necesario. La señora Merkel es una gran política que no tiene una convicción, sino que siempre piensa de forma táctica sobre lo que tiene que decir. Está dando una mala imagen en este escándalo. Alemania es el país más espiado en Europa, pero ella se presenta como la pionera de la protección de datos en Europa aunque durante sus ocho años de Gobierno nunca hizo nada al respecto.
P. El espionaje de la NSA no pudo pasar desapercibido para el Servicio de Inteligencia exterior alemán (BND), cuyos informes llegan al escritorio del ministro de la Cancillería.
R. La señora Merkel lo sabe todo y por eso adoptó una posición ambivalente. Si actuara como debe, se produciría un caos diplomático.
P. Merkel afirmó que en el territorio alemán impera el derecho alemán.
R. Esa frase es infame. La tesis central de mi libro señala que las actividades de los servicios secretos aliados comienzan en 1955, cuando los aliados en el llamado Tratado Alemán definieron sus derechos como “derechos reservados”. En 1968 fueron abolidos, pero al mismo tiempo fueron incluidos literalmente en un contrato suplementario sobre el estatuto de las tropas de la OTAN.
P. Pero la OTAN no tiene poder para imponer sus acuerdos en Alemania…
R. A través de los contratos de la OTAN, el derecho internacional se convirtió en un derecho alemán y fue integrado en la ley G-10 (las famosas leyes de emergencia) de 1968 que restringió el artículo 10 de la Ley Fundamental. Paralelamente se suscribieron contratos administrativos secretos, todos acuerdos internacionales obligatorios que son leyes alemanas. Es increíble lo que dice ahora Merkel.
P. ¿Los servicios de inteligencia siguen gozando de impunidad en Alemania?
R. Los aliados, que siempre han defendido sus intereses y exigencias, siguen gozando de esta libertad en Alemania. El derecho alemán debería ser inmune a los intereses de los aliados, pero en realidad es todo lo contrario. Hay dos documentos fechados el 27 de mayo de 1968, uno redactado por los aliados y el otro por Alemania. En el segundo se estipula que los aliados recibirán información del BND en el tema de la vigilancia y se acepta que los aliados puedan actuar en forma independiente para adoptar todas las medidas de seguridad necesarias para proteger a sus tropas. En esa defensa estaban en primera línea la vigilancia y las actividades de los servicios de inteligencia.
P. ¿Sigue vigente esta situación?
R. Nada ha cambiado. El escándalo PRISMA es uno de muchos, con la diferencia que ahora estamos informados. La estrategia del Gobierno es mantener la calma e intentar minimizar el problema.
P. La canciller dice que no sabe nada, pero en medio del escándalo, la NSA está construyendo un nuevo centro en Wiesbaden.
R. Su construcción fue negociada con el Gobierno y tampoco hay que olvidar que el BND recibe informaciones de la NSA y, según las leyes alemanas, el BND debe ofrecer servicios Por eso tenemos este simbiosis de los servicios de inteligencia
P. El candidato a canciller del SPD, Peer Steinbrück, denunció que Merkel había violado su juramento. ¿Está usted de acuerdo?
R. Tiene razón. Merkel nunca ha dicho que la principal tarea de su cargo es defender los derechos fundamentales de la gente y siempre menciona la palabra Estado. Es una decisión política y, si los derechos fundamentales tienen que ser restringidos, simplemente se hace. Siempre ha sido así. Ha violado su juramento y cuando dice que ella no sabía nada es una estrategia para impedir una investigación oficial. Lo mismo sucede con el BND. Si sucediera lo contrario, tendría que actuar la Fiscalía General. Son juegos jurídicos.
P. ¿Qué herramientas existen para impedir las actividades de la NSA en Alemania?
R. La única condición previa sería que las leyes alemanas también fueran aceptadas y respetadas por los americanos y que ellos aceptaran que todas las medidas que les favorecían ya no deberían estar en vigor. Pero no creo que una superpotencia como EE UU esté dispuesta a renunciar a sus privilegios.
P. ¿Cree que esta conversación ha sido escuchada?
R. Estoy seguro.
Fuente: El País.
Cuando el libro Alemania vigilada, escrito por Josef Foschepoht, llegó a las librerías en diciembre de 2012, causó un impacto que podría obligar a reescribir la historia de posguerra del país. El profesor de Historia Contemporánea de la Universidad de Friburgo afirma que Alemania es un país vigilado por los servicios de inteligencia estadounidenses desde 1955 y que siempre han contado con el beneplácito de los distintos gobiernos, incluido el actual. El libro ha cobrado actualidad en las últimas semanas por el escándalo en torno a la Agencia Nacional de Seguridad (NSA en sus siglas en inglés) y convertido a su autor en una estrella mediática nacional.
Josef Foschepotht cree que el silencio de la canciller, Angela Merkel, es una estrategia destinada a eludir la acción de la justicia y que no será capaz de abolir la impunidad de la NSA en el país para evitar un escándalo diplomático.
Pregunta. Usted afirma en su libro que Alemania es un país vigilado por los servicios de inteligencia de EE UU desde 1955. Angela Merkel lo niega: Alemania no es “un Estado vigilado”, afirmó el viernes.
Respuesta. La tesis de mi libro es lo contrario de lo que dice la canciller. El 65% de los alemanes no están de acuerdo en cómo el Gobierno está enfrentado este asunto. Ella se va sonriendo de vacaciones y piensa que todo está solucionado. Esa frase es casi una insolencia. Ella afirma algo que no conoce o no quiere admitir. Es asombroso.
P. También dijo que se había enterado por la prensa del espionaje de la NSA.
R. Puede ser cierto que no estuviera enterada sobre las actividades de la NSA, pero después de ocho años como canciller, tuvo necesariamente que confrontarse con las actividades de los servicios de inteligencia estadounidense en Alemania y el papel de los alemanes a favor de esos servicios. Lo contrario sería un desastre.
P. El trabajo de la NSA es secreto. ¿Existe la posibilidad de que la Agencia no haya informado al Gobierno sobre el espionaje que realizó y realiza en Alemania?
R. Es cierto que la NSA no tenía ningún interés en informar al Gobierno sobre sus actividades. Solo hablan lo necesario. La señora Merkel es una gran política que no tiene una convicción, sino que siempre piensa de forma táctica sobre lo que tiene que decir. Está dando una mala imagen en este escándalo. Alemania es el país más espiado en Europa, pero ella se presenta como la pionera de la protección de datos en Europa aunque durante sus ocho años de Gobierno nunca hizo nada al respecto.
P. El espionaje de la NSA no pudo pasar desapercibido para el Servicio de Inteligencia exterior alemán (BND), cuyos informes llegan al escritorio del ministro de la Cancillería.
R. La señora Merkel lo sabe todo y por eso adoptó una posición ambivalente. Si actuara como debe, se produciría un caos diplomático.
P. Merkel afirmó que en el territorio alemán impera el derecho alemán.
R. Esa frase es infame. La tesis central de mi libro señala que las actividades de los servicios secretos aliados comienzan en 1955, cuando los aliados en el llamado Tratado Alemán definieron sus derechos como “derechos reservados”. En 1968 fueron abolidos, pero al mismo tiempo fueron incluidos literalmente en un contrato suplementario sobre el estatuto de las tropas de la OTAN.
P. Pero la OTAN no tiene poder para imponer sus acuerdos en Alemania…
R. A través de los contratos de la OTAN, el derecho internacional se convirtió en un derecho alemán y fue integrado en la ley G-10 (las famosas leyes de emergencia) de 1968 que restringió el artículo 10 de la Ley Fundamental. Paralelamente se suscribieron contratos administrativos secretos, todos acuerdos internacionales obligatorios que son leyes alemanas. Es increíble lo que dice ahora Merkel.
P. ¿Los servicios de inteligencia siguen gozando de impunidad en Alemania?
R. Los aliados, que siempre han defendido sus intereses y exigencias, siguen gozando de esta libertad en Alemania. El derecho alemán debería ser inmune a los intereses de los aliados, pero en realidad es todo lo contrario. Hay dos documentos fechados el 27 de mayo de 1968, uno redactado por los aliados y el otro por Alemania. En el segundo se estipula que los aliados recibirán información del BND en el tema de la vigilancia y se acepta que los aliados puedan actuar en forma independiente para adoptar todas las medidas de seguridad necesarias para proteger a sus tropas. En esa defensa estaban en primera línea la vigilancia y las actividades de los servicios de inteligencia.
P. ¿Sigue vigente esta situación?
R. Nada ha cambiado. El escándalo PRISMA es uno de muchos, con la diferencia que ahora estamos informados. La estrategia del Gobierno es mantener la calma e intentar minimizar el problema.
P. La canciller dice que no sabe nada, pero en medio del escándalo, la NSA está construyendo un nuevo centro en Wiesbaden.
R. Su construcción fue negociada con el Gobierno y tampoco hay que olvidar que el BND recibe informaciones de la NSA y, según las leyes alemanas, el BND debe ofrecer servicios Por eso tenemos este simbiosis de los servicios de inteligencia
P. El candidato a canciller del SPD, Peer Steinbrück, denunció que Merkel había violado su juramento. ¿Está usted de acuerdo?
R. Tiene razón. Merkel nunca ha dicho que la principal tarea de su cargo es defender los derechos fundamentales de la gente y siempre menciona la palabra Estado. Es una decisión política y, si los derechos fundamentales tienen que ser restringidos, simplemente se hace. Siempre ha sido así. Ha violado su juramento y cuando dice que ella no sabía nada es una estrategia para impedir una investigación oficial. Lo mismo sucede con el BND. Si sucediera lo contrario, tendría que actuar la Fiscalía General. Son juegos jurídicos.
P. ¿Qué herramientas existen para impedir las actividades de la NSA en Alemania?
R. La única condición previa sería que las leyes alemanas también fueran aceptadas y respetadas por los americanos y que ellos aceptaran que todas las medidas que les favorecían ya no deberían estar en vigor. Pero no creo que una superpotencia como EE UU esté dispuesta a renunciar a sus privilegios.
P. ¿Cree que esta conversación ha sido escuchada?
R. Estoy seguro.
Fuente: El País.
jueves, 24 de diciembre de 2009
Trabajando para el enemigo Kim Philby, Arthur Koestler, Josep Pla y Luis Bolín actuaron como agentes durante la Guerra Civil.
18 MAR 2007
España fue, durante la Guerra Civil, un campo de ensayo para probar los servicios de información ante la inminencia de la guerra mundial. La cobertura de los espías de uno y otro bando era, con gran frecuencia, el trabajo como periodistas.
Hace tan sólo cuatro días que el periódico ABC, que se edita en Sevilla, ha publicado con gran alarde tipográfico la traducción de una entrevista realizada por el corresponsal del diario británico London Times al caudillo, al general Franco. En la foto que ilustra el texto del diario, el jefe de las tropas rebeldes que encabeza la guerra contra la República aparece señalando un mapa. Detrás de él, con gesto de concentración, el periodista inglés toma notas en una libreta de esas que caben en el bolsillo de la chaqueta. Se trata de un hombre de treinta y tantos años, vestido con pulcritud. Del bolsillo superior de la chaqueta le asoma un pañuelo colocado con coquetería, eso le da una apariencia de dandi que es muy del gusto de las autoridades de Burgos, porque añade respetabilidad al hecho muy relevante de que un inglés se interese por el caudillo y sus opiniones. El periodista es delgado, de ojos oscuros, de rasgos afilados, y se peina hacia atrás.
Del bolsillo superior de la chaqueta le asoma un pañuelo coqueto; eso es muy del gusto de Burgos, porque enfatiza que un inglés se interese por el Caudillo y sus opiniones
Philby fue reclutado por los servicios soviéticos en Alemania. Luego viajó a España para cubrir la información de la Guerra Civil para el diario conservador 'The Times'
Koestler se ha salvado después de que los franquistas le hayan desenmascarado, pero ha pasado varias semanas en capilla a la espera de ser ejecutado
La entrevista original ha sido publicada hace pocos días en Inglaterra y habrá provocado más de una reacción hilarante en los pocos que están al corriente de que el corresponsal es un agente soviético. La satisfacción de sus jefes debe ser mayor aún al saber que Franco le ha concedido a este hombre la cruz del mérito militar con distintivo rojo. Porque a los responsables de prensa de Franco les gustan sus crónicas equilibradas, bien escritas, y moderadamente favorables a su causa.
El periodista se llama Harold Adrian Russell Philby, ni más ni menos, aunque sus amigos le conocen por Kim, un apodo que le puso su padre, admirador de Rudyard Kipling y de su personaje Kim de la India, el lugar donde Philby nació.
Philby fue reclutado por los servicios soviéticos al menos hace cuatro años en Alemania. Desde allí ayudó a escapar de la barbarie nazi a muchos judíos. Ahora está en España, desde principios de 1937, cubriendo la información sobre la Guerra Civil para el diario conservador, que es uno de los periódicos que apoyan la rebelión franquista, aunque lo hace con decoro, muy lejos en su tono de las soflamas que otros periódicos de derechas practican para crear una opinión pública que repudia la quema de iglesias y los asesinatos de religiosos que se han producido en la retaguardia republicana en el otoño de 1936, y prefiere ignorar las matanzas sistemáticas que realiza el aparato franquista.
Seducido por Stalin
Philby es uno de los agentes que, después de coquetear con el partido comunista, se han dejado seducir por el aparato de inteligencia de Stalin, sobre todo porque piensa que el mayor peligro para el mundo es el movimiento nazi, y que a ese peligro sólo puede hacerle frente el comunismo. Otro de esos hombres, amigo y reclutado por Philby, es Anthony Blunt, alguien que conoce España. Blunt estuvo recorriendo el país en la primavera de 1936, junto con el poeta escocés Louis McNeice, que está componiendo un poema que comienza con una frase nostálgica, "And I remember Spain", en la que recuerda que un profesor de Cambridge les predijo con aplomo: "Habrá disturbios muy pronto en este país". Blunt lee las crónicas de Philby. Los jefes de ambos reciben las informaciones precisas del agudo analista político que se empeña en indagar en Burgos sobre la presencia de los italianos y alemanes, su capacidad de influencia, el grado de su penetración económica y política.
Su trabajo de periodista-espía ha estado a punto de costarle la vida hace un par de meses. El día 2 de enero, en el frente de Teruel, una granada reventó el coche en el que viajaba con otros tres corresponsales, dos ingleses y un americano. Los otros murieron. Philby apareció en los periódicos de todo el mundo con la cabeza vendada por las leves heridas que sufrió.
Cuando acabe la guerra, este genio de la impostación seguirá su tarea de espía durante una veintena de años, dejando al servicio secreto inglés en manos de los rusos. Entre los franquistas seguirá teniendo un espléndido cartel, gracias sobre todo a Luis Bolín, encargado de las relaciones con la prensa y uno de los consentidos de Franco. Bolín, según muchos, es también agente británico, y debe saber que Philby es espía, aunque no podría creer para quién trabaja realmente su corresponsal favorito, aquél a quien ha recomendado para recibir la medalla que Franco le ha impuesto.
Philby se va a escurrir de la vigilancia. Lo que no ha podido lograr un colega suyo, también periodista, el checo Arthur Koestler. Koestler está ahora a salvo, después de que los franquistas le hayan desenmascarado y de que el propio Bolín le capturara en enero de 1937 en Málaga. Pero ha pasado en capilla varias semanas en la cárcel de Sevilla, a la espera de ser ejecutado. Ha compartido celda con un repugnante personaje, Agapito García Atadell, un chequista al que querían matar tanto los franquistas como los republicanos por los muchos asesinatos que ha cometido y por fugarse con una enorme cantidad de dinero intentando llegar a América. Una denuncia republicana ha facilitado su captura a bordo de un barco en Canarias.
Un mal espía
Arthur Koestler disimulaba mal. No era un buen espía. Era casi un aficionado, entregado, eso sí, con gran entusiasmo, a la causa soviética. Pero sus movimientos en busca de informaciones sobre la presencia italiana en Andalucía provocaron pronto la alarma. La presión internacional le ha salvado la vida. El disfraz de periodista no sólo es idóneo para conseguir informaciones sensibles, sino para provocar reacciones en el mundo. Porque no hay pruebas contundentes de su actividad como espía. Aunque sí la clara convicción de Bolín y de los jueces militares.
En realidad, el trabajo para los espías abunda en España en estos días. En las dos zonas se mueven los agentes secretos extranjeros con soltura. Quizá la representación y la actividad más importante es la de los italianos de Benito Mussolini. Desde los primeros momentos de la rebelión militar, los agentes fascistas estuvieron al corriente de lo que sucedía. Tánger, pero también Ceuta o Melilla, estaban bien controladas por los agentes secretos del Ejército italiano, mientras los alemanes, los franceses y los mismos ingleses, los maestros occidentales en la interceptación de mensajes cifrados, se mantenían casi ignorantes de lo que se estaba preparando. Desde los consulados de Italia en el norte de Marruecos, la información fluyó con abundancia a los cuarteles generales de Roma. Pero no se han conformado con eso los hombres que controla el conde Ciano, yerno de Mussolini. Los servicios secretos fascistas han puesto en marcha, además, grupos de acción que colaboran en ocasiones con los franquistas. Una organización tenebrosa llamada OVRA se ha encargado de asesinar en Francia, por ejemplo, a los hermanos Roselli, dos de los organizadores de los voluntarios de las Brigadas Internacionales. Lo ha hecho con la colaboración de otra organización francesa no menos siniestra, La Cagoule, que presume de tener agentes infiltrados en el seno de esas brigadas.
Los asesinatos en Francia provocaron la ira del Gobierno galo, que puso en marcha su aparato represivo para acabar con las actividades de las dos organizaciones. Los más conspicuos asesinos se han tenido que venir a España. Por ejemplo, Jean Filliol, al que sus compañeros conocen por el poco simpático apodo de Le Tueur (El Asesino), se ha acogido a la hospitalidad franquista, protegido al principio por Severiano Martínez Anido, director de Seguridad del Gobierno de Burgos, famoso por haber inventado la llamada ley de fugas durante los años veinte que costó la vida a varios cientos de sindicalistas catalanes.
Con la OVRA y La Cagoule ha trabajado un militar español, el comandante Julián Troncoso, que ha protagonizado, junto a los agentes italianos y los terroristas franceses, acciones espectaculares, como el sabotaje de envíos de material bélico a la República y el intento, fallido por poco, de secuestrar un submarino y un destructor republicanos en puertos galos. Los problemas diplomáticos que le ha provocado a Franco esa alianza, que tiene su sede en un chalé en San Sebastián llamado Las Brisas, le han obligado a desmantelarla. Como ha comenzado a desmantelar otra red de espionaje situada también en el país vecino: el Servicio de Información de la Frontera Noreste, SIFNE, que financia el gran empresario catalán Francesc Cambó. En su red, que ha demostrado una eficacia indudable enviando informaciones enormemente precisas sobre barcos que comercian con la República, se desenvuelve con soltura otro periodista, el ampurdanés Josep Pla. Con su boina calada, Pla gasta parte de su tiempo, el que le deja libre la escritura de sus colaboraciones para periódicos franquistas y la redacción de una historia por encargo sobre la República, en apuntar las matrículas de los buques que recalan en Marsella para dirigirse al puerto de Barcelona o al de Alicante. Esa información es importante para intentar apresar los buques o para denunciar su existencia. Los contactos del SIFNE con la OVRA y La Cagoule son conocidos por el Gobierno francés y por el nuevo jefe de los servicios de inteligencia de Franco, el coronel José Ungría, que recela de la autonomía de los catalanes y debe cuidar las relaciones con el Gobierno francés. Aunque nadie hace ascos a maniobras tan rocambolescas como la que se ha puesto en marcha en relación con un grupo independentista catalán, Estat Català, cuyas simpatías hacia el fascismo y el odio al comunismo y el centralismo del Gobierno de Juan Negrín le han hecho dudar en alguna ocasión sobre de qué parte hay que estar en la guerra. El comandante Troncoso ha sido, una vez más, el encargado de enviar el mensaje de que Franco sería generoso con ellos, tras la victoria, si colaboran en complicarle la vida al Gobierno leal en las fronteras pirenaicas, donde tienen un sistema de paso clandestino por el que cobran cantidades elevadas de dinero a los simpatizantes de Franco que quieren huir de la represión republicana.
Los servicios secretos franceses apenas sí tienen medios para conocer la realidad en el lado franquista. Sólo un reducido número de agentes trabaja en el norte de África. Del lado republicano, se conforman con los informes de su Embajada. Los británicos muestran una similar actividad. Los informes de los diplomáticos oficiosos en Burgos, algún colaborador ocasional como Bolín, que realiza tareas dobles recabando datos para los ingleses y buscando apoyos para Franco. Y, sobre todo, el eficiente sistema de control de emisiones de radio, que les permite en ocasiones conocer incluso las informaciones que los agentes soviéticos envían a Moscú.
Los rusos saben de la eficiencia británica en el terreno de la escucha y de sus grandes esfuerzos por desvelar los códigos cifrados, el único sistema realmente seguro de comunicación. De la República, en la que controlan bien los aparatos de seguridad y, sobre todo, gozan de la absoluta obediencia de los comunistas, tienen acceso a cualquier información que deseen. Con el complemento de los corresponsales entregados, su sistema es en realidad el más eficiente. Además, el complejo de propaganda creado por Willy Münzenberg, al que están incorporados hombres de la valía de Otto Katz, cumple las funciones de intoxicación que pretenden engañar no sólo al enemigo directo, sino a todos los actores de la endiablada política europea.
El ascenso de Serrano Súñer
Los agentes alemanes se disfrazan de delegados comerciales de una sociedad llamada Hisma, que dirige un civil llamado Franz Goss. Hispano Marroquí de Transportes, que es el nombre completo de la compañía, se dedica a comprar piritas de hierro y otros minerales estratégicos, como el tungsteno, un elemento fundamental para los blindajes. Sus requerimientos de compra se encuentran a veces con dificultades por los trapicheos de Franco, que tiene que ser sensible a las presiones inglesas para comprar también las piritas. La principal preocupación de los nazis es conocer la correlación de fuerzas en el seno del aparato franquista. Ahora, con el ascenso de Ramón Serrano Súñer, que controla con mano férrea la política en Burgos, sólo les queda alguna inquietud en lo referido a los militares. Una mayoría de ellos son monárquicos a los que no entusiasman ni los rituales fascistas ni la chulería falangista, porque piensan con razón que la fuerza esencial de la rebelión son ellos y no los políticos, cualquiera que sea su inclinación. Cuando comience la guerra europea, esa preocupación se verá justificada. Serrano Súñer no conseguirá meter al país en el conflicto. Los militares conseguirán su objetivo de mantenerse al margen.
Los alemanes están utilizando una nueva forma de cifrado que llegará a su perfección en los próximos meses. Saben de la capacidad inglesa, pero confían en una nueva máquina que ha desarrollado su industria: Enigma es su nombre. Está basada en un modelo que se vende a empresas comerciales, y hay una decena funcionando en España. Pero no son, desde luego, del modelo más sofisticado, que es de uso exclusivo para su ejército. Del cuartel general de Franco ha desaparecido uno de los ejemplares, pero eso no les provoca una gran preocupación, porque se pueden conseguir de manera legal en el mercado.
España es un campo de ensayo para la utilización de las armas nuevas que producen las grandes potencias. Pero también de los sistemas de espionaje que serán decisivos en la próxima guerra. Los rusos y los ingleses serán quienes mejor aprovechen esa experiencia.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Domingo, 18 de marzo de 2007
https://elpais.com/diario/2007/03/18/domingo/1174193557_850215.html
España fue, durante la Guerra Civil, un campo de ensayo para probar los servicios de información ante la inminencia de la guerra mundial. La cobertura de los espías de uno y otro bando era, con gran frecuencia, el trabajo como periodistas.
Hace tan sólo cuatro días que el periódico ABC, que se edita en Sevilla, ha publicado con gran alarde tipográfico la traducción de una entrevista realizada por el corresponsal del diario británico London Times al caudillo, al general Franco. En la foto que ilustra el texto del diario, el jefe de las tropas rebeldes que encabeza la guerra contra la República aparece señalando un mapa. Detrás de él, con gesto de concentración, el periodista inglés toma notas en una libreta de esas que caben en el bolsillo de la chaqueta. Se trata de un hombre de treinta y tantos años, vestido con pulcritud. Del bolsillo superior de la chaqueta le asoma un pañuelo colocado con coquetería, eso le da una apariencia de dandi que es muy del gusto de las autoridades de Burgos, porque añade respetabilidad al hecho muy relevante de que un inglés se interese por el caudillo y sus opiniones. El periodista es delgado, de ojos oscuros, de rasgos afilados, y se peina hacia atrás.
Del bolsillo superior de la chaqueta le asoma un pañuelo coqueto; eso es muy del gusto de Burgos, porque enfatiza que un inglés se interese por el Caudillo y sus opiniones
Philby fue reclutado por los servicios soviéticos en Alemania. Luego viajó a España para cubrir la información de la Guerra Civil para el diario conservador 'The Times'
Koestler se ha salvado después de que los franquistas le hayan desenmascarado, pero ha pasado varias semanas en capilla a la espera de ser ejecutado
La entrevista original ha sido publicada hace pocos días en Inglaterra y habrá provocado más de una reacción hilarante en los pocos que están al corriente de que el corresponsal es un agente soviético. La satisfacción de sus jefes debe ser mayor aún al saber que Franco le ha concedido a este hombre la cruz del mérito militar con distintivo rojo. Porque a los responsables de prensa de Franco les gustan sus crónicas equilibradas, bien escritas, y moderadamente favorables a su causa.
El periodista se llama Harold Adrian Russell Philby, ni más ni menos, aunque sus amigos le conocen por Kim, un apodo que le puso su padre, admirador de Rudyard Kipling y de su personaje Kim de la India, el lugar donde Philby nació.
Philby fue reclutado por los servicios soviéticos al menos hace cuatro años en Alemania. Desde allí ayudó a escapar de la barbarie nazi a muchos judíos. Ahora está en España, desde principios de 1937, cubriendo la información sobre la Guerra Civil para el diario conservador, que es uno de los periódicos que apoyan la rebelión franquista, aunque lo hace con decoro, muy lejos en su tono de las soflamas que otros periódicos de derechas practican para crear una opinión pública que repudia la quema de iglesias y los asesinatos de religiosos que se han producido en la retaguardia republicana en el otoño de 1936, y prefiere ignorar las matanzas sistemáticas que realiza el aparato franquista.
Seducido por Stalin
Philby es uno de los agentes que, después de coquetear con el partido comunista, se han dejado seducir por el aparato de inteligencia de Stalin, sobre todo porque piensa que el mayor peligro para el mundo es el movimiento nazi, y que a ese peligro sólo puede hacerle frente el comunismo. Otro de esos hombres, amigo y reclutado por Philby, es Anthony Blunt, alguien que conoce España. Blunt estuvo recorriendo el país en la primavera de 1936, junto con el poeta escocés Louis McNeice, que está componiendo un poema que comienza con una frase nostálgica, "And I remember Spain", en la que recuerda que un profesor de Cambridge les predijo con aplomo: "Habrá disturbios muy pronto en este país". Blunt lee las crónicas de Philby. Los jefes de ambos reciben las informaciones precisas del agudo analista político que se empeña en indagar en Burgos sobre la presencia de los italianos y alemanes, su capacidad de influencia, el grado de su penetración económica y política.
Su trabajo de periodista-espía ha estado a punto de costarle la vida hace un par de meses. El día 2 de enero, en el frente de Teruel, una granada reventó el coche en el que viajaba con otros tres corresponsales, dos ingleses y un americano. Los otros murieron. Philby apareció en los periódicos de todo el mundo con la cabeza vendada por las leves heridas que sufrió.
Cuando acabe la guerra, este genio de la impostación seguirá su tarea de espía durante una veintena de años, dejando al servicio secreto inglés en manos de los rusos. Entre los franquistas seguirá teniendo un espléndido cartel, gracias sobre todo a Luis Bolín, encargado de las relaciones con la prensa y uno de los consentidos de Franco. Bolín, según muchos, es también agente británico, y debe saber que Philby es espía, aunque no podría creer para quién trabaja realmente su corresponsal favorito, aquél a quien ha recomendado para recibir la medalla que Franco le ha impuesto.
Philby se va a escurrir de la vigilancia. Lo que no ha podido lograr un colega suyo, también periodista, el checo Arthur Koestler. Koestler está ahora a salvo, después de que los franquistas le hayan desenmascarado y de que el propio Bolín le capturara en enero de 1937 en Málaga. Pero ha pasado en capilla varias semanas en la cárcel de Sevilla, a la espera de ser ejecutado. Ha compartido celda con un repugnante personaje, Agapito García Atadell, un chequista al que querían matar tanto los franquistas como los republicanos por los muchos asesinatos que ha cometido y por fugarse con una enorme cantidad de dinero intentando llegar a América. Una denuncia republicana ha facilitado su captura a bordo de un barco en Canarias.
Un mal espía
Arthur Koestler disimulaba mal. No era un buen espía. Era casi un aficionado, entregado, eso sí, con gran entusiasmo, a la causa soviética. Pero sus movimientos en busca de informaciones sobre la presencia italiana en Andalucía provocaron pronto la alarma. La presión internacional le ha salvado la vida. El disfraz de periodista no sólo es idóneo para conseguir informaciones sensibles, sino para provocar reacciones en el mundo. Porque no hay pruebas contundentes de su actividad como espía. Aunque sí la clara convicción de Bolín y de los jueces militares.
En realidad, el trabajo para los espías abunda en España en estos días. En las dos zonas se mueven los agentes secretos extranjeros con soltura. Quizá la representación y la actividad más importante es la de los italianos de Benito Mussolini. Desde los primeros momentos de la rebelión militar, los agentes fascistas estuvieron al corriente de lo que sucedía. Tánger, pero también Ceuta o Melilla, estaban bien controladas por los agentes secretos del Ejército italiano, mientras los alemanes, los franceses y los mismos ingleses, los maestros occidentales en la interceptación de mensajes cifrados, se mantenían casi ignorantes de lo que se estaba preparando. Desde los consulados de Italia en el norte de Marruecos, la información fluyó con abundancia a los cuarteles generales de Roma. Pero no se han conformado con eso los hombres que controla el conde Ciano, yerno de Mussolini. Los servicios secretos fascistas han puesto en marcha, además, grupos de acción que colaboran en ocasiones con los franquistas. Una organización tenebrosa llamada OVRA se ha encargado de asesinar en Francia, por ejemplo, a los hermanos Roselli, dos de los organizadores de los voluntarios de las Brigadas Internacionales. Lo ha hecho con la colaboración de otra organización francesa no menos siniestra, La Cagoule, que presume de tener agentes infiltrados en el seno de esas brigadas.
Los asesinatos en Francia provocaron la ira del Gobierno galo, que puso en marcha su aparato represivo para acabar con las actividades de las dos organizaciones. Los más conspicuos asesinos se han tenido que venir a España. Por ejemplo, Jean Filliol, al que sus compañeros conocen por el poco simpático apodo de Le Tueur (El Asesino), se ha acogido a la hospitalidad franquista, protegido al principio por Severiano Martínez Anido, director de Seguridad del Gobierno de Burgos, famoso por haber inventado la llamada ley de fugas durante los años veinte que costó la vida a varios cientos de sindicalistas catalanes.
Con la OVRA y La Cagoule ha trabajado un militar español, el comandante Julián Troncoso, que ha protagonizado, junto a los agentes italianos y los terroristas franceses, acciones espectaculares, como el sabotaje de envíos de material bélico a la República y el intento, fallido por poco, de secuestrar un submarino y un destructor republicanos en puertos galos. Los problemas diplomáticos que le ha provocado a Franco esa alianza, que tiene su sede en un chalé en San Sebastián llamado Las Brisas, le han obligado a desmantelarla. Como ha comenzado a desmantelar otra red de espionaje situada también en el país vecino: el Servicio de Información de la Frontera Noreste, SIFNE, que financia el gran empresario catalán Francesc Cambó. En su red, que ha demostrado una eficacia indudable enviando informaciones enormemente precisas sobre barcos que comercian con la República, se desenvuelve con soltura otro periodista, el ampurdanés Josep Pla. Con su boina calada, Pla gasta parte de su tiempo, el que le deja libre la escritura de sus colaboraciones para periódicos franquistas y la redacción de una historia por encargo sobre la República, en apuntar las matrículas de los buques que recalan en Marsella para dirigirse al puerto de Barcelona o al de Alicante. Esa información es importante para intentar apresar los buques o para denunciar su existencia. Los contactos del SIFNE con la OVRA y La Cagoule son conocidos por el Gobierno francés y por el nuevo jefe de los servicios de inteligencia de Franco, el coronel José Ungría, que recela de la autonomía de los catalanes y debe cuidar las relaciones con el Gobierno francés. Aunque nadie hace ascos a maniobras tan rocambolescas como la que se ha puesto en marcha en relación con un grupo independentista catalán, Estat Català, cuyas simpatías hacia el fascismo y el odio al comunismo y el centralismo del Gobierno de Juan Negrín le han hecho dudar en alguna ocasión sobre de qué parte hay que estar en la guerra. El comandante Troncoso ha sido, una vez más, el encargado de enviar el mensaje de que Franco sería generoso con ellos, tras la victoria, si colaboran en complicarle la vida al Gobierno leal en las fronteras pirenaicas, donde tienen un sistema de paso clandestino por el que cobran cantidades elevadas de dinero a los simpatizantes de Franco que quieren huir de la represión republicana.
Los servicios secretos franceses apenas sí tienen medios para conocer la realidad en el lado franquista. Sólo un reducido número de agentes trabaja en el norte de África. Del lado republicano, se conforman con los informes de su Embajada. Los británicos muestran una similar actividad. Los informes de los diplomáticos oficiosos en Burgos, algún colaborador ocasional como Bolín, que realiza tareas dobles recabando datos para los ingleses y buscando apoyos para Franco. Y, sobre todo, el eficiente sistema de control de emisiones de radio, que les permite en ocasiones conocer incluso las informaciones que los agentes soviéticos envían a Moscú.
Los rusos saben de la eficiencia británica en el terreno de la escucha y de sus grandes esfuerzos por desvelar los códigos cifrados, el único sistema realmente seguro de comunicación. De la República, en la que controlan bien los aparatos de seguridad y, sobre todo, gozan de la absoluta obediencia de los comunistas, tienen acceso a cualquier información que deseen. Con el complemento de los corresponsales entregados, su sistema es en realidad el más eficiente. Además, el complejo de propaganda creado por Willy Münzenberg, al que están incorporados hombres de la valía de Otto Katz, cumple las funciones de intoxicación que pretenden engañar no sólo al enemigo directo, sino a todos los actores de la endiablada política europea.
El ascenso de Serrano Súñer
Los agentes alemanes se disfrazan de delegados comerciales de una sociedad llamada Hisma, que dirige un civil llamado Franz Goss. Hispano Marroquí de Transportes, que es el nombre completo de la compañía, se dedica a comprar piritas de hierro y otros minerales estratégicos, como el tungsteno, un elemento fundamental para los blindajes. Sus requerimientos de compra se encuentran a veces con dificultades por los trapicheos de Franco, que tiene que ser sensible a las presiones inglesas para comprar también las piritas. La principal preocupación de los nazis es conocer la correlación de fuerzas en el seno del aparato franquista. Ahora, con el ascenso de Ramón Serrano Súñer, que controla con mano férrea la política en Burgos, sólo les queda alguna inquietud en lo referido a los militares. Una mayoría de ellos son monárquicos a los que no entusiasman ni los rituales fascistas ni la chulería falangista, porque piensan con razón que la fuerza esencial de la rebelión son ellos y no los políticos, cualquiera que sea su inclinación. Cuando comience la guerra europea, esa preocupación se verá justificada. Serrano Súñer no conseguirá meter al país en el conflicto. Los militares conseguirán su objetivo de mantenerse al margen.
Los alemanes están utilizando una nueva forma de cifrado que llegará a su perfección en los próximos meses. Saben de la capacidad inglesa, pero confían en una nueva máquina que ha desarrollado su industria: Enigma es su nombre. Está basada en un modelo que se vende a empresas comerciales, y hay una decena funcionando en España. Pero no son, desde luego, del modelo más sofisticado, que es de uso exclusivo para su ejército. Del cuartel general de Franco ha desaparecido uno de los ejemplares, pero eso no les provoca una gran preocupación, porque se pueden conseguir de manera legal en el mercado.
España es un campo de ensayo para la utilización de las armas nuevas que producen las grandes potencias. Pero también de los sistemas de espionaje que serán decisivos en la próxima guerra. Los rusos y los ingleses serán quienes mejor aprovechen esa experiencia.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Domingo, 18 de marzo de 2007
https://elpais.com/diario/2007/03/18/domingo/1174193557_850215.html
Suscribirse a:
Entradas (Atom)