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domingo, 24 de diciembre de 2023

Las nietas que hunden sus manos en la tierra buscando a sus abuelos fusilados por el franquismo en España

Parte de las excavaciones gestionadas por ACVSSR

FUENTE DE LA IMAGEN,ÁLVARO MINGUITO / ARANZADI

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Parte de las excavaciones gestionadas por ACVSSR. 

Ambos nacieron en 1902 y fueron fusilados en 1939. Las fechas están inscritas en lápidas inexistentes, lápidas que les fueron negadas cuando arrojaron sus cuerpos a la fosa común. Las sentencias no fueron solo de muerte, también de olvido. Pero sus verdugos fracasaron. Hoy sus nietas los nombran y recuerdan. 

Manuel Mateo López y Facundo Navacerrada Perdiguero eran jornaleros pobres, hombres de familia y ciudadanos involucrados en la vida pública de su comunidad.

En 1936, tras el golpe de estado del 18 de julio, el llamado a defender la República los colocó en posiciones de liderazgo sindical y municipal en el pueblo de San Sebastián de los Reyes, 18 kilómetros al norte de Madrid.

Manuel era alcalde cuando la aviación nazi bombardeó Colmenar Viejo, un pueblo vecino. En respuesta, Manuel mandó a construir refugios para proteger a los sobrevivientes y les garantizó alimentación y abrigo.

Facundo fue teniente alcalde del mismo concejo municipal. Juntos, le cerraron el paso al hambre y la enfermedad, males subsidiarios de la guerra, y solucionaron los problemas de abastecimiento que enfrentaba el pueblo.


Ambos sirvieron en el frente por la defensa de Madrid.

En medio de las explosiones, la sangre y la traición, Manuel y Facundo imaginaron e hicieron realidad maneras alternativas de organizar la vida.

Al parecer, ese fue su crimen. 

Carmen Carreras y Benita Navacerrada

FUENTE DE LA IMAGEN,ÁLVARO MINGUITO / ARANZADI

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 Carmen Carreras, secretaria de la Asociación Comisión de la verdad de Sanse, junto a Benita Navacerrada, hija de uno de los represaliados en Colmenar.

En 1939, cuando los golpistas triunfaron, Manuel y Facundo fueron condenados a muerte. Los trasladaron a Colmenar Viejo.

El improvisado tribunal que los encontró culpables recurrió a denuncias espurias de vecinos que buscaban congraciarse con el nuevo régimen.

Facundo fue fusilado el 24 de mayo; Manuel, el 22 de octubre.

Sus cuerpos, junto con los de otras 106 víctimas, fueron enterrados en una fosa común en el cementerio de Colmenar Viejo.

84 años después, escucho esta historia en boca de Esther Mateo Cabrero y Gema López Navacerrada, nietas de Manuel y Facundo.

A Gema y Esther las mueve un objetivo concreto: remover la tierra para recuperar los huesos de sus abuelos.

"Por eso estamos aquí", dice Esther, "para dignificar la memoria de los nuestros, porque no fueron perros, sino personas que tenían un pasado, unos padres, unos hijos. Y ahora estamos aquí sus nietos".

Equipo de excavación de Aranzadi junto a miembros de la. Pie de foto,

Equipo de excavación de Aranzadi junto a miembros de la ACVSSR

FUENTE DE LA IMAGEN,ÁLVARO MINGUITO / ARANZADI

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Equipo de excavación de Aranzadi junto a miembros de la ACVSSR.


Vine a Sebastián de los Reyes para reunirme con Gema y Esther, pero también con Luis Pérez Lara y Carmen Carreras Béjar, presidente y secretaria de la Asociación Comisión de la Verdad de San Sebastián de los Reyes (ACVSSR), quienes impulsan el proyecto de exhumación en el cementerio de Colmenar Viejo.

Nos encontramos en el centro cultural Blas de Otero, un espacio empeñado en propiciar el encuentro comunitario en tiempos de ensimismamiento digital.

Luis me da la bienvenida con una sonrisa hospitalaria. Ese hombre que ha visto de frente el horror no escatima sonrisas. Varias veces, quizá demasiadas, exclamo que no lo puedo creer cuando me dice que tiene 87 años.

La espalda erguida, la mano fuerte, la palabra resuelta me muestran a una persona por lo menos veinte años menor. Si Luis fuera distante y parco, si decidiera enfrentar la vida con una mueca amarga, nadie podría juzgarlo. Pero en cambio sonríe.

¿De dónde viene esa sonrisa? ¿De haber dado con la fórmula para convertir el sufrimiento en el combustible que le permite seguir creyendo que la justicia es posible?

Esther Mateo, nieta de Manuel Mateo López y Gema Navacerrada. Pie de foto,

Esther Mateo, nieta de Manuel Mateo López y Gema Navacerrada

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Esther Mateo, nieta de Manuel Mateo López, junto a Gema Navacerrada, nieta de Facundo Navacerrada, dos de los represaliados en Colmenar Viejo tras la guerra civil española, se asoman a los trabajos en la fosa común de Colmenar Viejo.


"Se oye con mucha frecuencia", dice Luis, "que lo que aquí ocurrió fue una guerra y que hubo dos bandos que cometieron barbaridades. Yo digo que eso es mentira.

Aquí lo que hubo fue un golpe de Estado que trató de destruir la República y esta, que no era un ‘bando’, sino un gobierno elegido democráticamente, se defendió. Mis padres eran comunistas los dos y se fueron al frente a defender la República.

A mí, de tres mesesitos, me dejaron al cuidado de mis abuelos. Durante tres años fui el hijo de unos héroes.

Se acaban los tres años, triunfan los golpistas, y de un día a otro me convierto en el hijo de unos rojos asesinos, hijos de puta. Mi padre salió al exilio. A los 21 años, viajo a Francia a conocerlo.

Descubro un país que no se parece en nada al mío. En el mío las cárceles están llenas de opositores y todavía se ordenan fusilamientos. En ese momento me integro a la lucha clandestina.

En el año 68 me capturan y me sentencian a 13 años de cárcel. Para justificar la sentencia, la policía argumenta que se me encontraron octavillas que llamaban a los trabajadores a luchar por la democracia. Ese era mi delito.


Fui torturado por el equipo policial de Billy 'El Niño'. Yo pasé por sus desgraciadas manos"


Muestra de un cráneo de una de los exhumados con un impacto de bala

FUENTE DE LA IMAGEN,ÁLVARO MINGUITO / ARANZADI

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Muestra de un cráneo de una de los exhumados con un impacto de bala.


Carmen, secretaria y vocera de la ACVSSR, tiene la mirada escrutadora y le interesa que todo cuanto diga esté fundamentado.

Su formación científica no le impide, sin embargo, emocionarse y me muestra sin reparos el brazo escalofriado cuando la conmueve algún episodio del relato que está comenzando a contarme.

"Este país nos ha mantenido con mentiras durante 40 años de franquismo y muchos de democracia. Yo me crie sin saber nada de esto. Apenas lo descubrí cuando fui a la universidad".

A mí me ocurrió lo mismo, le digo. No fue sino hasta que fui a la universidad que comprendí las dimensiones del horror que se había vivido en Guatemala, de donde vengo.

En Guatemala también se interrumpió un proceso democrático con la excusa de defender al país del comunismo.

En Guatemala, también, familiares de víctimas masacradas por el ejército continúan cavando agujeros en la tierra con la esperanza de encontrar los restos de sus parientes.

Una de las integrantes de Arazandi realizando labores de recopilación.

Una de las integrantes de Arazandi realizando labores de recopilación

FUENTE DE LA IMAGEN,ÁLVARO MINGUITO / ARANZADI

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Una de las integrantes de Arazandi realizando labores de recopilación.


"Para llevar adelante este proyecto", dice Carmen, "nos enfrentamos al problema de que nosotros éramos una asociación local de San Sebastián de los Reyes y la exhumación había que hacerla en otro municipio".

La Asociación, sin embargo, consiguió que su ayuntamiento se pusiera de acuerdo con los alcaldes de los otros siete ayuntamientos, para presentar un proyecto al gobierno, amparado por la recién aprobada Ley de Memoria Democrática.

"Nuestra asociación", enfatiza Carmen, "se tiene que sentir orgullosa de que alcaldes del PP, del PSOE, de Ciudadanos e Independientes, se hayan puesto de acuerdo y dijeran que sí al proyecto. Hay cosas que simplemente superan los criterios partidistas".

En asocio con la Sociedad de Ciencias Aranzadi, el proyecto comenzó en 2022 y a la fecha se han recuperado más de la mitad de los restos de los 108 fusilados.

Sin embargo, hasta que finalice el proceso, la Unidad de Antropología Física de la Universidad Complutense de Madrid y el laboratorio BIOMICS, de la Universidad del País Vasco, no podrán analizar las muestras de ADN para determinar cuáles restos pertenecen a Facundo Navacerrada y cuáles a Man<-

Jornada de excavación.

Jornada de excavación

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Para los mayas, pueblo originario del país de donde vengo, los abuelos y las abuelas son quienes nos revelan lo que somos, nos proveen de un lugar en el mundo y nos consuelan frente al misterio cíclico de la vida y la muerte.

Nos plantan como a ceibas en la tierra y en el tiempo.

Tengo en mis manos dos folletos editados por la Asociación que honran la memoria de Facundo y Manuel. Las cubiertas muestran los retratos de ambos en blanco y negro: hombres jóvenes que miran a la cámara con orgullo.

Pienso primero que me está traicionando la imaginación, pero después de un par de ojeadas lo confirmo: Gema se parece mucho a Facundo, Esther se parece mucho a Manuel.

La genética ha conseguido hacerle un doblez al tiempo y los dos hombres parecen reunirse de nuevo a través de los genes de sus nietas.

En ese momento, Gema está hablando de su madre, Benita Navacerrada, que se ha convertido en símbolo de la lucha contra el olvido y representante de una generación para quienes la reivindicación de la memoria y la justicia parece haber llegado demasiado tarde.

A sus 91 años, Benita Navacerrada sigue en pie y en ella se reúnen las aspiraciones de miles de hombres y mujeres que murieron sin saber dónde estaban enterrados sus padres.

Gema dice que su madre se acuerda de todo.

"Lo cual", precisa, "es bueno y malo porque se pasa todo el día pensando en ello".

Hay un recuerdo que a Benita le causa especial sufrimiento: en San Sebastián de los Reyes todo el mundo decía que a Facundo no lo fusilaron, sino lo quemaron.

"De hecho, mi madre sabe quién llevó la gasolina. Y ese señor, con el que ella se vio forzada a convivir en un pueblo de 1.500 habitantes, pasó de ser un pobrecito a que le regalaran una finca".

Las lágrimas asoman en los ojos de Gema.

"Si es verdad que lo quemaron", continúa, "reconozco que no aparecerá y para mi madre eso va a ser muy duro. Ella dice que lo entiende, pero cuando empecemos a entregar los restos a los familiares y ella no tenga los de su padre…".

"Eso no lo sabemos", interrumpe Carmen, "yo espero que no sea cierto".

Con gran sabiduría y sensibilidad simbólica, necesarias para comprender los mecanismos sutiles del duelo, durante la primera excavación surgió la idea de recoger montoncitos de tierra de la fosa y colocarlos en pequeños saquitos de cuero para entregar a los familiares.

Benita Navacerrada recibió uno y lo apretó contra su pecho.

A Esther le hubiera gustado que su padre, hijo de Manuel, viera lo que ella está viendo, que protagonizara junto a Benita esta historia.

"Mi padre nunca lo superó. Siempre lo llevó muy mal. Desgraciadamente, murió joven, con 69 años. Por eso me da tanta alegría ver a Benita, que ella sí ha podido ver los homenajes que se han hecho a su padre, el poder estar allí en la fosa. Yo veo a Benita… Y veo a mi padre".

Esther llora y sujeta con fuerza la mano de Gema, que llora también. Se miran a los ojos, como si encontraran, la una en la mirada de la otra, respuestas a preguntas esenciales: ¿qué harán cuando reciban los restos de sus abuelos, cuando se vacíe la tierra que ocupan?

¿Cuánto cambiarán sus vidas cuando termine la búsqueda y el duelo encuentre algún alivio? ¿Cómo será el día después de la justicia?

* Esta crónica se publicó originalmente en el sitio de Centroamérica Cuenta, y es parte de un proyecto de relatos realizados en los países en que se realiza el festival itinerante.

Benita Navacerrada, madre de Gema e hija de Facundo Navacerrada.

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Benita Navacerrada, madre de Gema e hija de Facundo Navacerrada.


https://www.bbc.com/mundo/articles/c9r64xz1p4wo

lunes, 26 de septiembre de 2022

_- No es memoria: es justicia

_- Javier Cercas.

¿A quién le parece mal que el Estado se haga cargo de exhumar y enterrar con dignidad al padre fusilado de una anciana?

A juzgar por algunas reacciones a la llamada ley de memoria democrática, se diría que sus detractores no la han leído. El principal reproche que le hacen a esa norma es que ataque a la Transición; ahora bien, esto es lo que dice la ley sobre ella: “La conquista y consolidación de la democracia en España ha sido el logro histórico más significativo de la sociedad española”. O: el consenso que hizo posible el fin del franquismo y la Constitución de 1978 “fue el espíritu de nuestra transición política, y ha sido la base de la época de mayor esplendor y prosperidad que ha conocido nuestro pais". La verdad hace tiempo que no leía semejantes diritambos sobre la Transición. Es cierto que por algún portón mal cerrado, se cuela en la ley alguna ambiguedad resbaladiza; ninguna , sin embargo que autorice a Merche Aizpurua (Bildu) a sostener que la norma sirve para "poner en jaque al relato de una Transición ejemplar". ¡Como si no supieramos que en la historia no existe ningún periodo ejemplar! ¿Y cómo iba a serlo la Transición si provocó más de medio millar de muertos, más de la mitad de ellos asesinados por ETA? En cuanto al reproche de que la ley se aprobó con los votos de Bildu, me parece irrelevante; si una ley es útil, me da igual que se apruebe con el apoyo de Bildu, de Vox o de los Morancos.

¿Es útil la ley? Admitamos que, a ratos , está escrita de pena. Además, siempre inquieta que un Estado legisle sobre la memoria, como advietieron en 2008 Pierre Nora, Eric Hobsbawm y otros grandes historiadores. Pero es que esa es la cuestión. en rigor no se trata de justicia; más precisamente; de justicia transicional, esa rama del derecho que, como escribe Alvarez Junco, se enfrenta con las violaciones sistemáticas y generalizadas de los derechos Humanos en las situaciones de opresión y conflicto violento -guerras civiles, dictadura-, de las que se quiere salir hacia otras de paz, democracia e instituciones sometidas a normas". Este tipo de justicia abarca diversos campos, desde la justicia penal o la verdad histórica hasta la reparación de las victimas, en algunos de los cuales la democracia española más de lo que se suele recordar (a mediados de los años noventa, el 26% de los presupuestos del régimen de clases pasivas iba para las victimas); pero no ha hecho lo suficiente. La nueva ley, que no obedece a un capriicho del Gobierno, sino a una obligación internacional, corrige alguna carencias: impide que la Ley de Amnistía de 1977 pueda amparar delitos de genocidios y crímenes contra la humanidad; prevé una declaración general de condena del franquismo, que nunca se ha producido; declara ilegal los tribunales de la dictadura y nulas sus sentencias, y , sobre todo, obliga al Estado a asumir la exhumación de las victimas. no entiendo que se pueda estar contra eso. 

¿A alguien le parece mal que el Estado se haga cargo de exhumar y enterrar con dignidad al padre fusilado de una anciana, cuyo cadáver lleva más de 80 años en una fosa común? 
¿Cómo es posible que quienes exigen con razón desagravio, justicia y recuerdo para las victimas de ETA no los exijan también para las del franquismo? ¿ O es que las víctimas sólo son víctimas si son nuestras? dicho esto, repito que la ley presenta problemas, el mayor de los cuales es que no ha sido aprobada por una gran mayoría del Congreso, que al menos abarque al PP. Este asunto exige una casi unanimidad: primero, porque la democracia consiste en un minimo acuerdo sobre el presente, y un mínimo acuerdo sobre el pasado; y segundo porque en cuanto el PP llegue al poder derogará la ley (como ya hizo en la práctica con la anterior). Y estaremos donde estábamos.

Se dice que las heridad de una guerra civil tardan cien años en curarse. El problema es que nuestra guerra ni acabó en 1939, sino en 1978, porque el franquismo no fue la paz, sino la guerra por otros medios. Como sea, yo espero que, con todos sus defectos e insuficiencias, esta ley sirva para que, dentro de 14 años, cuando pasado un siglo del principio de todo, las heridas duelan menos. 

Javier Carca. El Pais Semanal. 7 de agosto de 2022.

sábado, 24 de julio de 2021

Pablo de Greiff, exrelator de la ONU: “La Fundación Franco es una anomalía en Europa”

El experto, que ha asesorado al Gobierno en la nueva ley de memoria, advierte del riesgo de manipular la historia y negar que la Guerra Civil comenzase con un golpe de Estado

Su nombre se repitió el martes en multitud de ocasiones en la rueda de prensa posterior al Consejo de Ministros en la que Félix Bolaños, ministro de la Presidencia, presentó la nueva ley de memoria. La razón es que el demoledor informe que Pablo de Greiff redactó en 2014 tras visitar España como relator especial de la ONU ha sido fundamental en la redacción de la norma que el Gobierno llevará a las Cortes. En los últimos meses, De Greiff ha sido consultado en varias ocasiones por el secretario de Estado para la memoria democrática, Fernando Martínez, y ha ido recibiendo los borradores del texto. El martes, tras la presentación del documento, el experto en derechos humanos charló con EL PAÍS desde Nueva York, donde es profesor de Derecho en la NYU.

Pregunta. ¿Cuáles eran las principales carencias o defectos de la ley de memoria de 2007?
Respuesta. España podía haber hecho mucho más en ese momento. La interpretación de la ley de amnistía hacía al sistema judicial completamente inaccesible a los ciudadanos y creo que eso era un error. La ley privatizaba la búsqueda de restos y hacía que toda la carga recayera en los familiares de las víctimas, cuando era el Estado quien debía asumirla, y permitía que no hubiera equidad dependiendo del territorio donde se encontraran las fosas. La anulación de las sentencias era algo fundamental y al Gobierno le faltó determinación. Uno siempre vuelve de estas misiones con una imagen particularmente dolorosa. La mía en España fue la de una mujer que tenía la misma edad de mi madre y que me explicó que a ella le habían dicho que a sus padres los habían fusilado por ser asesinos. Ella, que tenía cinco años cuando ocurrió, lloraba diciéndome que lo había creído hasta que supo que los habían matado por ser maestros y pertenecer a un sindicato de maestros. Esa carga sobre los ciudadanos es cruel. Siempre pensé que la anulación de las sentencias era un tema relativamente fácil de solucionar. Varios países que pasaron por ese mismo proceso lo habían hecho. Para las familias era crucial sobre todo en un contexto en el que las víctimas del otro lado han sido homenajeadas y beneficiadas económicamente mientras ellos eran olvidados y represaliados. Ha habido una asimetría brutal en el tratamiento de las víctimas, y la ley no hacía lo suficiente para restablecer ese balance.

P. ¿Qué cambios de la nueva ley le parecen más importantes?
R. La ley expresa la voluntad del Gobierno de hacerse cargo de las exhumaciones y centralizar el proceso. Y que se cree un fiscal especial también es muy importante porque abre posibilidades que hasta ahora las víctimas no tenían. Veremos qué atribuciones y recursos se le da.

P. Otra de las novedades de la norma es que prevé la extinción de fundaciones como la que lleva el nombre de Franco. ¿Es su existencia una anomalía en Europa?
R. Absoluta. En el entorno europeo no hay nada parecido y existe una legislación que impide la apología del odio y criminaliza el negacionismo. La nueva ley acerca a España en este sentido al contexto europeo, donde no cabe una Fundación Hitler o una Fundación Mussolini.

P. El líder de la oposición en España, Pablo Casado, ha sugerido en el Parlamento que la Guerra Civil no comenzó por un golpe de Estado.
R. Wow. La democracia necesita tener respeto por la verdad. Nada me aterra más en este momento que la forma en que se está manipulado la Historia a nivel político en tantos lugares del mundo. Es una amenaza brutal. Y es especialmente triste porque están utilizando métodos democráticos para socavar la democracia. Nos debe preocupar a todos, independientemente de si uno es de izquierdas o de derechas.

El País.

viernes, 20 de marzo de 2020

_- El insulto del PP de Madrid al poeta. La historia recuerda a Miguel Hernández como un gran poeta. A Almeida y a Ayuso no los recordará

_- 

Me gusta leer las placas de las fachadas. Y el Ayuntamiento debería estarme agradecido, porque conmigo las amortizan. Soy de las pocas que se para, las lee y a veces (solo a veces), piensa… “valiente gilipollez”, porque algunos recuerdos no valen ni lo que costó la chapa de la placa. Por no valer, no vale ni el esfuerzo del par de operarios que ha tenido que instalarla, con su cortinita y todo, cumpliendo con el Plan Memoria de Madrid (que aplaudo, conste) para recordar hechos y personas relevantes.

Una vez vino a mi barrio a descubrir una placa dedicada a Albéniz el derrochón Alberto Ruiz Gallardón. Como a veces van como locos tendiendo la mano a todo el que se cruza en su camino, como si cualquiera estuviera deseando saludarlos, coincidió que nos cruzamos y me la tendió. Aquella mañana, Gallardón me alegró el día: me puso en bandeja la mejor cobra que me ha salido nunca. Prácticamente le hice el avión con la mano, a la vez que lo llamé estafador megalómano en su cara por estar gastándose una millonada de los madrileños en su lujoso palacio de Cibeles.

Me lo sigo cruzando algunas veces, cuando su perrazo negro lo saca a pasear a él. Nos sujetamos las miradas. Creo que sabe que fui la de la cobra. O no. Puede que solo me mire porque yo lo miro.

Las placas, como diría Rajoy, cuentan cosas. Y también como Rajoy, a veces mienten. Escribió Machado: “¿Dijiste media verdad? Dirán que mientes dos veces si dices la otra mitad”. Y eso es lo que pasa con algunas placas de Madrid que ya hemos recordado en este foro, que mienten porque solo dicen medias verdades: por ejemplo, la dedicada por el Ayuntamiento a Zorrilla y Larra en la calle Fernández de los Ríos, y la que los tramposos de la SGAE instalaron en honor de Miguel Hernández en Conde de Peñalver; que además es ofensiva para la memoria del poeta y de Madrid: decir, como dice la placa, “en este lugar” en vez de “cárcel” es de cobardicas por partida doble; insultan al poeta por no decir dónde estuvo, e insultan a los madrileños al intentar ocultarnos que ahí lo que había era una prisión.

La historia recuerda a Miguel Hernández como un gran poeta; comprometido y valiente. No hace falta insistir en lo que ya todo el mundo sabe sobre el nuevo insulto que el PP de Madrid le ha dedicado a él y a nosotros. Solo decir que quienes presiden la comunidad y el Ayuntamiento no le llegarán jamás al esparto de la alpargata al poeta de Orihuela, y que quedarán en las hemerotecas y en el recuerdo como los dos inanes e ineficaces y, a la vez malvados, dirigentes de la historia de la villa y corte. El Plan Memoria de Madrid nunca los recordará.


Todas las columnas de Nieves Concostrina

miércoles, 18 de diciembre de 2019

_- La fosa donde enterraban a menores y embarazadas, la feroz represión de Queipo en Écija.

_- María Serrano
Público.es

Desde menores a jóvenes embarazadas y niños se encontraban dentro de esta fosa que albergaba en 1937 más de doscientos fusilados. En 2020, será de nuevo abierta para terminar de identificar lo que allí ocurrió.

Cuenta la arqueóloga Carmen Romero Paredes que “las unidades militares desplegadas por Queipo se iban expandiendo por las distintos pueblos de la provincia de Sevilla”. Y cómo el primer pueblo en caer después de la capital andaluza fue Écija, el mismo 18 de julio. Sin piedad, aplicando el bando de guerra, la represión más feroz en Écija se llevaría por delante a más de quinientos vecinos al formar parte de una maniquea limpieza de inocentes. Una huella que quedó para siempre en este pueblo. “Aquella eliminación directa con ejecuciones inmediatas” en el primer verano de la guerra civil no fue olvidada por ningún vecino.

La historiadora de la Universidad de Córdoba Carmen Jiménez Aguilera cuenta a Público que “el mismo día 18 se lee el bando de guerra en la plaza del Salón y allí mismo muere el primer ecijano”. Su nombre, José Pérez Jiménez, alias El Hormiguita. Jornalero de profesión. “Solo en el primer momento de la lectura, este hombre respondió con un viva la república, a lo que los militares respondieron con un tiro certero y directo que acabó con su vida”. Esa fue la carta de presentación de los golpistas en Écija nada más sublevarse. Juan Tamarit Martell, alcalde republicano también se personaría frente a la guarnición golpista en la noche del 18 de julio. Un mes después, su cuerpo se encuentra cosido a balazos frente a las tapias del cementerio, el 13 de agosto de 1936.

Pero la represión no solo se extendía por la corporación local y los políticos, sino que acompañó durante toda la dictadura a los familiares de estos. La hermana de Juan Tamarit Martell sufrió en plena posguerra un consejo de guerra, por denuncia de un vecino de Écija al que insultó en un autobús por haber asesinado a su hermano. Carmen destaca a Público que, al ser su marido falangista, el juez militar le impuso un arresto domiciliario por un breve tiempo y finalmente fue absuelta.

Pero, ¿cómo continuaría esa represión bien entrada la guerra para los vecinos ecijanos? Carmen Jiménez apunta a Público que hay muchas anécdotas e historias sin dar a conocer que muestran la extrema vigilancia a la que eran sometidos cada uno de los vecinos, ya casi acabada la guerra. Como la de María Rejano, una joven vecina que una tarde de febrero de 1939 fue al cine a ver una película y la Guardia Civil se dio cuenta de que no levantó el brazo cuando se proyectaba la imagen del Generalísimo y sonaba el himno nacional en el cine Cervantes. “Su vacilación a la hora de levantar el brazo, pues no sabemos si es que no lo levantó o no lo hizo con suficiente vehemencia, fue reflejado en un informe del cuerpo de investigación”. La joven recibió una multa de 15 pesetas, una importante fortuna para la época, “teniendo en cuenta que un kilo de pan podía costar en aquellos años de la posguerra entre los 50 y 90 céntimos”.

Desde el verano de 1936 hasta febrero de 1937 fueron fusiladas en Écija más de 200 personas. Jiménez destaca a Público que “esta cifra sigue creciendo, pues hay muchas víctimas de la represión franquista en Écija de las que no hay ningún registro documental”. Matar a más de 200 personas, que sepamos a día de hoy, “son muchas, demasiadas personas”. Y es que, tal y como destaca Jiménez Aguilera, “el golpe en Écija nació matando y sólo hubo un bando, el vencedor”.

En la cifra global de represaliados se puede hablar de 500 ecijanos como víctimas de la represión ejercida por el franquismo. “En este conteo tenemos incluidos fusilados, represaliados económicos (incautación de bienes y tribunal de responsabilidades políticas), los que sufrieron la cárcel o aquellos que fueron juzgados por tribunales militares”. Muchos de los ecijanos que fueron condenados por consejos de guerra serían juzgados una vez terminada la guerra civil. Otros huyeron y después de tres años volvieron y serían encarcelados.

El conocimiento de aquel horror y la primera exhumación en 1982
La voluntad de los familias ecijanas fue lo que permitió conocer los cuerpos y la atrocidad de aquella represión. “Doscientas familias ecijanas tenían un familiar en esa fosa. Son los primeros pasos de nuestra democracia, hay lugares en los que se estaba haciendo también, y ellos pensaron que porqué no”, apunta la investigadora.

Se recogió dinero, los trabajos se hicieron por suscripción popular, cada uno aportó lo que pudo. En la mayoría de los casos fueron los familiares los que donaron el dinero.

A pesar de las escasas técnicas arqueológicas de la época, se pudo crear un mausoleo donde recogieron y depositaron de forma artesanal los restos de todos los fusilados. Un proyecto donde fueron contabilizados, según los registros de la época, 635 cuerpos.

Treinta y siete años después de aquella exhumación, se ha pedido financiación al Ministerio de Justicia para realizar un “estudio antropológico de los huesos y análisis de ADN, es decir, una identificación de los mismos”. A día de hoy, todavía no han dado comienzo, e, igualmente, tampoco se ha realizado recogida de muestras de ADN a ningún familiar, a la espera de que se ejecuten los plazos para el inicio del proyecto en 2020.

Menores fusilados y hermanos con tan solo 14 y 16 años
Jiménez Aguilera señala que existen casos sangrantes y documentados dentro de aquella fosa de Écija, como dos hermanos menores en el momento de su fusilamiento. “Un familiar nos contó, en este caso una mujer, como sus dos hermanos de 16 y 14 años fueron fusilados. Ella era una niña de apenas 7 u 8 años. Unos falangistas vinieron a por el hermano mayor y el otro más chico se empeñó en acompañarlo. Ella también se fue detrás de ellos y vio cómo los ataban; intentó continuar hasta el cementerio como pudo”.

También está la historia de los médicos Carlos Ballesteros y Juan Jiménez García, y el hijo de este, practicante, Juan Jiménez Tovar, que fueron detenidos juntos y fusilados posteriormente pocos días después del golpe. El hijo fue el único que quedó vivo tras el fusilamiento y murió aquella noche desangrado mientras llamaba a su madre. La ejecución fue perpetrada por el jefe de Falange del municipio sevillano.

Hay muchos ejemplos de ensañamiento con otros menores. Jiménez señala el caso del cantinero de la Casa del Pueblo, detenido y fusilado poco después. Su hijo mayor, miembro del Partido Comunista fue detenido, pero no fusilado, a cambio de salvarle la vida. “Con sorna, le dicen que va a enterrar él a sus compañeros. Lo ponen a cavar en la fosa, a presenciar los fusilamientos y a enterrar, como le dijeron, a sus compañeros”. Su otro hermano, de apenas 14 años, quedaría traumatizado de por vida. “Aunque sabía leer y escribir, nunca más volvió a firmar un documento”. La hermana de este, Encarna, contaba a Carmen cómo “temblaba al ver a la Guardia Civil y sólo acertaba a firmar con el sello y el dedo”.

Sobre los fusilamientos a mujeres jóvenes, destaca que “muchos testimonios cuentan que hubo un fusilamiento sólo de mujeres, todas ellas muy jóvenes, incluso puede que algunas de ellas no fuesen más que unas niñas”. Las fuentes orales apunta cómo las mataron y las dejaron expuestas varios días a las puertas de un convento, el de Santa Inés, todas ellas con un escapulario sobre la boca.

En cuanto a las mujeres embarazadas, hay testimonios que afirman que de los cuerpos exhumados en 1982 en la fosa había mujeres embarazadas y algunos niños pequeños. “No hay ningún rastro documental de esto, no tenemos información, no hay un documento que lo corrobore. Con el trabajo que se va a realizar y la identificación de los restos, podremos confirmar o desmentir este dato en esta investigación que será definitiva”, concluye la historiadora.

Fuente:
http://www.publico.es/politica/queipo-ecija-fosa-enterraban-menores-embarazadas-feroz-represion-queipo-ecija.html

lunes, 14 de octubre de 2019

_- La importancia de la memoria histórica europea para el futuro de Europa. No es lo mismo.

_- Rafael Poch de Feliu
Blog personal

Cómo el Parlamento Europeo aprueba la versión de la historia de la Segunda Guerra Mundial de la derecha polaca, de acuerdo con los planes estratégicos de Estados Unidos en el continente.

Con su resolución de 19 de septiembre sobre la Importancia de la memoria histórica europea para el futuro de Europa, el Parlamento Europeo, ha dado un nuevo y vergonzoso paso en la reescritura de la historia europea. A iniciativa de 19 diputados, 18 de ellos polacos y uno letón, una feliz coalición de conservadores, liberales, nacionalistas, socialdemócratas y algunos verdes, aprobó, por 535 votos a favor, 66 en contra y 52 abstenciones, “un retroceso ideológico hacia los peores tiempos de la guerra fría”, en palabras de la Federación Internacional de combatientes de la Resistencia (FIR).

La resolución afirma la curiosa tesis de que “La Segunda Guerra Mundial fue el resultado directo del infame Tratado de no Agresión nazi-soviético de 23 de agosto de 1939, también conocido como Pacto Molotov-Ribbentrop”. La Unión Soviética y la Alemania nazi, los dos principales adversarios de la Segunda Guerra Mundial, son de nuevo presentados como gemelos: “dos regímenes totalitarios que compartían el objetivo de conquistar el mundo, repartirse Europa en dos zonas de influencia”. Poniendo un nuevo signo de igualdad, se pide a los estados miembros que “conmemoren el 23 de agosto como Día Europeo de las Víctimas del Estalinismo y del Nazismo a escala tanto nacional como de la Unión”, y se llama a elevar los ánimos bélicos agitando a las “generaciones más jóvenes” para “fomentar la capacidad de resistencia ante las amenazas modernas que se ciernen sobre la democracia”.

Una vieja ideología de nuevo funcional
Esta amalgama no tiene nada de inocente y está directamente relacionada con las actuales y artificiales tensiones de “nueva guerra fría” a las que han conducido un cuarto de siglo de marginación de Rusia de un sistema de seguridad atlantista contra ella dirigido, vía ampliación de la OTAN, abandono de acuerdos de desarme e instalación de infraestructuras militares junto a sus fronteras. Tampoco es algo nuevo.

En el pasado, poner el signo de igualdad entre nazismo y comunismo fue extremadamente funcional en el periodo de posguerra, cuando el frente aliado de la coalición anti Hitler del que la URSS era pilar fundamental, se fracturó dando lugar a la nueva tensión entre potencias del mundo bipolar que conocemos como guerra fría entre Estados Unidos y la URSS. El paralelismo y la equivalencia entre nazismo y comunismo estalinista rehabilitó a los ex nazis alemanes que construyeron la República Federal Alemana , integrándolos en la primera línea del frente común anticomunista en Europa. Gracias a la teoría de los totalitarismos de uno u otro signo , los ex nazis fueron eximidos de la mitad de su culpa: por un lado eran culpables de atrocidades, pero por el otro habían sido precursores en la lucha contra el nuevo enemigo, al que se habían anticipado identificándolo aunque fuera desde una ideología algo equivocada . En Alemania occidental, donde apenas hubo desnazificación, un pequeño ejercicio verbal de arrepentimiento, les bastó para convertirse en cristiano-demócratas, liberales e incluso socialdemócratas, no solo sin renegar de su pulso contra el comunismo, sino reivindicándolo. Franco sacó buen partido de ese mismo recurso reciclando la criminal alianza de su régimen con las potencias del eje para convertir a España en base militar aeronaval del mundo libre y reserva espiritual de Occidente.

Mantener la división continental
Ahora esa misma ideología, que en la Europa de los años, sesenta, setenta y ochenta habría sido considerada desvergonzado disparate reaccionario, avanza impulsada por la dinámica de nueva tensión con la Rusia postsoviética (cuyo “comunismo” es igual a cero), acusada de “amenazar Europa” pese a que su gasto militar es más de catorce veces inferior al del conglomerado noratlántico que la rodea. En este despropósito, que retrata un aspecto del regreso de la Europa parda, no hay nada de casual.

Algunos países del Este de Europa, enemigos históricos de Rusia son utilizados para la estrategia de división continental impulsada desde Washington. Es sabido, y los documentos oficiales de los estrategas de Washington así lo proclaman desde hace años, que imposibilitar el ascenso de la Unión Europea como sujeto autónomo, por ejemplo con una política independiente en Oriente Medio, es el objetivo estratégico de Estados Unidos en el continente, por lo que es imperativo mantener una tensión artificial con Rusia. Una relación normalizada de la Unión Europea con la nación más poblada de Europa y la más rica en recursos, además de su principal suministrador energético, es condición sine qua non para esa hipotética autonomía.

Los gobiernos de países como Polonia y las repúblicas bálticas actúan como el caballo de Troya de ese propósito, con el que sus gobiernos ultraconservadores sintonizan -por razones históricas bien comprensibles dada la tormentosa relación de esos países con Rusia en el siglo XIX y XX. Su ingreso en la OTAN y en la UE fue priorizado desde Estados Unidos por esa razón y sus gobiernos tienen en ese papel de acicate anti ruso su principal carta de influencia en Washington y en Bruselas. Es significativo que la resolución llame a “fomentar, en particular entre las generaciones más jóvenes, la fuerza de resistencia ante las amenazas modernas que se ciernen sobre la democracia”, dando por buena la leyenda de la “amenaza rusa” sobre Europa que esos países proclaman de forma histérica, así como apelando a tomar “firmes medidas” ante la “guerra de la información librada contra la Europa democrática con el objetivo de dividirla”, es decir a silenciar el aparato de propaganda ruso en el continente que asegura un pluralismo de propagandas que debilita los monopolios establecidos.

La desvergüenza de los diputados polacos, y la tontería de los diputados que han votado esta resolución muchos de ellos seguramente sin leerla o sin entenderla, llega al extremo de solicitar la declaración del “Día Internacional de los héroes de la lucha contra el totalitarismo, el 25 de mayo, aniversario de la ejecución de un militar anticomunista polaco, Witold Pilecki, que fue internado en Auschwitz por los nazis en una rocambolesca historia y posteriormente ejecutado por los comunistas polacos como agente militar del gobierno polaco en el exilio. Aquí la intención que se adivina es eminentemente nacional: blanquear la escandalosa complicidad polaca en el holocausto, así como la sintonía de la Polonia de preguerra con los nazis, con quienes firmó un acuerdo de no agresión en 1934. Polonia fue cómplice en la desmembración nazi de Checoslovaquia en 1938 y sus dirigentes tuvieron una gran responsabilidad en la posterior ruina de su nación, algo de lo que se prefiere no hablar . Europa debe odiar a los rusos, de acuerdo con el nacionalismo polaco, y para ello se falsifica y manipula lo que haga falta.

“Totalitarismos de uno u otro signo”
La llamada teoría de los totalitarismos intentó explicar el hecho histórico de que en el siglo XX algunos sistemas tuvieron un nivel de coerción y control político tan superior al de la mayoría de las dictaduras, que merecían una nueva categoría. Pero el término totalitarismo no tiene un claro contenido y sí claros inconvenientes. Uno de ellos es que no es un concepto histórico, sino propagandístico cuyo uso se generalizó durante la guerra fría. En la práctica sirvió para rehabilitar a los nazis y movilizar a Occidente contra el comunismo. Desde ese término, los propagandistas occidentales introdujeron la idea del “comunismo” y el estalinismo como despotismos sin relación alguna con el pasado, obviando toda explicación histórica. La historia de la autocracia y el absolutismo rusos, con una larga tradición secular y de la que el estalinismo fue genuina expresión en las condiciones técnicas del siglo XX, simplemente desapareció en beneficio de una cruzada ideológica encaminada a demonizar la peligrosa idea de la nivelación social.

Fue así como una teología de la maldad explicó, por ejemplo, la compleja historia del acuerdo germano-soviético de agosto de 1939, que viene después, y no antes, de acuerdos similares de no agresión firmados por Polonia con los nazis contra la URSS, o del espectáculo de Munich que convenció definitivamente a los soviéticos de que los liberales occidentales acabarían aliándose con los nazis contra la URSS, o por lo menos dejándoles hacer en el Este, tal como el propio Hitler confirma en sus reflexiones póstumas transcritas por su último secretario personal, Martin Bormann.

Tras la derrota del fascismo en la Segunda Guerra Mundial, la teoría del totalitarismo se utilizó para presentar al nazismo y al comunismo estalinista como hermanos gemelos, ignorando la diferencia ideológica fundamental; que no puede haber un “buen” nazismo, contrario a todo planteamiento humanista, pero sí un “buen” socialismo que desarrolle ideales humanistas radicalmente antagónicos con el antihumanismo estalinista.

El punto de vista de Primo Levi
Todo esto era bastante banal en la Europa de la guerra fría. En uno de los libros más importantes del siglo, la Trilogía de Auschwitz (1971), Primo Levi, un superviviente de aquella catedral de la historia europea, relataba en estos términos las diferencias entre los Lager alemanes y los soviéticos. La principal, decía, “consiste en su finalidad”:

Los Lager alemanes constituyen algo único en la no obstante sangrienta historia de la humanidad: al viejo fin de eliminar o aterrorizar al adversario político, unían un fin moderno y monstruoso, el de borrar del mundo pueblos y culturas enteros. A partir de más o menos 1941, se volvieron gigantescas máquinas de muerte: las cámaras de gas y los crematorios habían sido deliberadamente proyectados para destruir vidas y cuerpos humanos en una escala de millones; la horrenda primacía le corresponde a Auschwitz, con 24.000 muertos en un solo día de agosto de 1944. Los campos soviéticos no eran ni son, desde luego, sitios en los que la estancia sea agradable, pero no se buscaba expresamente en ellos, ni siquiera en los años más oscuros del estalinismo, la muerte de los prisioneros: era un hecho bastante frecuente y se lo toleraba con brutal indiferencia, pero en sustancia no era querido; era, en fin, un subproducto debido al hambre, el frío, las infecciones, el cansancio. En esta lúgubre comparación entre dos modelos de infierno, hay que agregar que en los Lager alemanes, en general, se entraba para no salir: ningún otro fin estaba previsto más que la muerte. En cambio en los campos soviéticos siempre existió un término: en la época de Stalin los “culpables” eran condenados a veces a penas larguísimas (incluso de quince y veinte años) con espantosa liviandad, pero subsistía una esperanza de libertad, por leve que fuera.

De esta diferencia fundamental nacen las demás. Las relaciones entre guardias y prisioneros, en la Unión Soviética, están menos deshumanizadfas: todos pertenecen al mismo pueblo, hablan la misma lengua, no son “superhombres” e “infrahombres” como bajo el nazismo. Los enfermos, aún mal, son atendidos; ante un trabajo demasiado duro es concebible una protesta, individual o colectiva; los castigos corporales son raros y no demasiado crueles: es posible recibir cartas y paquetes de víveres de casa; en una palabra, la personalidad humana no está negada ni se pierde totalmente. En contraposición, al menos por lo que hacía a los judíos y gitanos, en los Lager alemanes el exterminio era casi total: no se detenía ni siquiera ante los niños, que murieron por centenares de miles en las cámaras de gas, caso único entre las atrocidades de la historia humana. Como consecuencia general, los niveles de mortandad resultan bastante diferentes en los dos sistemas. Al parecer, en la Unión Soviética, en el periodo más duro, la mortandad era de un 30 por ciento de la totalidad de los ingresados, un porcentaje sin duda intolerablemente alto; pero en los Lager alemanes la mortandad era del 90-98 por ciento.

En conclusión, los campos soviéticos siguen siendo una manifestación deplorable de ilegalidad y deshumanización. Nada tienen que ver con el socialismo sino al contrario: se destacan en el socialismo soviético como una fea mancha; han de considerarse más bien como una barbarie heredada del absolutismo zarista de la que los gobiernos soviéticos no han sabido o no han querido liberarse. Quien lea las Memorias de la casa de los muertos, escrito por Dostoyevski en 1862, no tendrá dificultad en reconocer los mismos rasgos carcelarios descritos por Solzhenitsin cien años después. Pero es posible o, más bien, es fácil imaginar un socialismo sin Lager: en muchas partes del mundo se ha conseguido. No es imaginable, en cambio, un nazismo sin Lager.

La historia es una obra en construcción. Cada generación, grupo social y nación, la reescribe a su medida constantemente. A lo que asistimos hoy en la Unión Europea es a la reescritura de una versión de la historia de la Segunda Guerra Mundial de la derecha polaca, acorde con los planes estratégicos de Estados Unidos para mantener al continente divido y en tensión interna.

(Publicado en Ctxt)

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jueves, 5 de septiembre de 2019

Pasado y presente. Conocer y aceptar la historia crea ciudadanos dotados de mayor sentido crítico, más responsables, más independientes, capaces de enfrentarse con autoridades abusivas y de defender derechos propios y ajenos

El pasado alemán, manchado por el desencadenamiento de las dos guerras del siglo XX y por el genocidio judío, ha dado lugar a múltiples trabajos históricos y a muy sustanciales reflexiones ético-políticas sobre el papel del mal en las comunidades humanas o la alteración de la conducta personal en situaciones emocionales masivas. Sobre ello vuelve también Los amnésicos,libro de la periodista e investigadora francoalemana Géraldine Schwarz. Pero lo supera y sugiere otras muchas cosas.

Schwarz establece, para empezar, la responsabilidad de todos los alemanes en lo ocurrido: exceptuando, naturalmente, a los oponentes activos al nazismo —que bien caro lo pagaron—, la sociedad no se opuso a la escalada de medidas antisemitas de 1933-1938, como no se opuso a la matanza posterior, ni puede simular que no supo lo que estaba ocurriendo. Pero la responsabilidad se extiende igualmente a franceses, italianos, húngaros, polacos o tantos otros, que tampoco protegieron a sus judíos amenazados. Aquellas sociedades —todas desgarradas internamente, ante aquel conflicto, y todas plagadas de colaboracionistas— coincidían sin embargo en 1945 en percibirse a sí mismas como meras víctimas de los nazis.

La autora distingue, por supuesto, grados de responsabilidad, sobre todo individual. No es lo mismo pasividad que aquiescencia, delación, lucro aprovechando la situación o apoyo entusiasta. Pero reconoce la dificultad de atribuir responsabilidades colectivas, es decir, de dividir con trazos gruesos a las comunidades que viven situaciones traumáticas en grupos de verdugos y víctimas. Una dificultad que aumenta cuando se proyectan tales culpas sobre las generaciones siguientes. Porque, sobre todo en enfrentamientos ideológicos —los étnicos perviven más—, el tiempo diluye las identidades, los descendientes de los protagonistas originarios no siempre perpetúan las posiciones políticas de sus padres o abuelos e incluso se mezclan y tienen hijos comunes. Tampoco es lo mismo sufrir personalmente una dictadura, una guerra civil o un genocidio que oírselo contar a nuestros padres; y no digamos vivirlo como tercera generación, a través de nuestros abuelos. Si la memoria individual es traidora, la trasmitida puede acercarse a la pura distorsión.

A partir de 1945, la conciencia alemana frente a aquel pasado sucio evolucionó. Adenauer negaba cualquier colaboración de la población con el nazismo, a la vez que integraba sin pudor a los cuadros del NSDAP entre las élites de la nueva República Federal. En los sesenta, la rebelión universitaria y la libertad sexual facilitaron el distanciamiento y la denuncia del pasado nazi. Y en los ochenta estalló la disputa de los historiadores, o Historikerstreit: conservadores como Ernst Nolte exoneraban al país del nazismo, ocasional extravío causado por un grupo de criminales; el filósofo Jürgen Habermas y los historiadores “sociales”, en cambio, interpretaban las tragedias del siglo XX como culminación del Sonderweg, o “camino excepcional”, alemán, dominado desde Bismarck por un nacionalismo beligerante.

Con lo que finalmente se abrió el baúl de los recuerdos y las denuncias, que acabaron siendo en la Alemania occidental más completas que en cualquier otro país europeo. Alemania se convirtió en el modelo de un buen “trabajo de memoria”; lo cual permitió construir una sociedad civil y una democracia excepcionalmente sólidas. A partir de su reflexión sobre lo ocurrido, los alemanes interiorizaron unos valores y un espíritu crítico cruciales para una convivencia en libertad: al repudiar extremismos, dirigentes providenciales y discursos de odio contra otras comunidades, adquirieron mayor sentido de la responsabilidad. Síntoma, o consecuencia, de todo ello fue su generosa reacción ante la crisis de los refugiados sirios. No sólo la oficial. Cientos de ciudadanos recibieron los trenes de refugiados con pancartas multilingües de “¡Bienvenidos!” y bolsas de comida, agua, ropa, pelotas u ositos de peluche. Aquellos trenes de 2015 redimieron a Alemania, si tal cosa fuera posible, de los de 1942-1944.

Esta es la idea central del libro: que una aceptación honesta y crítica del pasado permite el desarrollo de actitudes democráticas y tolerantes en el presente. Cuando uno comprende que sus padres, sus abuelos, su comunidad, fueron responsables directos o indirectos de algunas barbaridades, cuando uno acepta la dificultad de atribuir con nitidez culpas colectivas, cuando uno se da cuenta de lo fácil que es convertirse en perseguidor, o consentidor de la persecución, cuando uno entiende las muchas caras de la historia y las confusas identidades que ha heredado, es probable que hoy esté más dispuesto a convivir con otras culturas, otras lenguas, otras creencias, otras posiciones políticas. En cambio, los educados en un mundo mental aislado, que sólo celebra los heroísmos y lamenta los sufrimientos de sus antepasados, que únicamente se percibe como descendiente de víctimas inocentes y nunca como heredero de vilezas, tienden a adoptar hoy posiciones de intolerancia, de simpleza ideológica, de repudio hacia el extranjero, de nostalgia fascista.

Dicho de otra manera: la multiculturalidad, la aceptación del diferente, el reconocimiento de sus derechos, a la vez que la fuerte convicción de los nuestros, se derivan de la comprensión de la complejidad de los problemas pasados; lo cual es un síntoma de personalidad sólida, y no débil, como tiende a creer el llamado sentido común, criadero de demagogias. La amnesia, en cambio, la ignorancia, la simplificación y sacralización del pasado, llevan al dogmatismo y al odio hacia los diferentes; indicio, de nuevo, de cualquier cosa menos de principios fuertes. Conocer y aceptar la historia, comprender las muchas maneras de evaluar las culpas ante los crímenes y tragedias ocurridos, ser consciente de la fragilidad de las identidades heredadas, crea ciudadanos dotados de mayor sentido crítico, más responsables, más independientes, más capaces de enfrentarse con autoridades abusivas, de defender los derechos y libertades propios y reconocer los ajenos.

Nuestra experiencia lo ratifica diariamente. Los Gobiernos menos europeístas y más proclives al fascismo, como Hungría o Polonia, son también los que se apoyan en una visión simplista y autocomplaciente del pasado. Italia, que tampoco hizo su “trabajo de memoria” adecuadamente, sigue confiando en hombres providenciales, como Berlusconi o Salvini, y relativizando a Mussolini. El lepenismo francés, obsesionado con los inmigrantes, sigue instalado en la amnesia parcial que borra el colaboracionismo con los nazis mientras exagera la magnitud y hazañas de la Resistencia. Los propios alemanes educados en la antigua RDA, que glorificaba a los “héroes comunistas” opuestos al nazismo y no reconocía que nadie —en especial, ningún proletario— se hubiera sentido atraído por Hitler, son hoy quienes más votos otorgan a la AfD. Por no hablar de Israel.

El caso alemán permite pensar, pues, en otras muchas cosas: en la complejidad de la historia humana, en la necesidad que tiene una cultura democrática de evitar retroproyecciones simplificadoras y reivindicativas. El honesto reconocimiento de todo lo ocurrido, y no sólo de lo que ennoblece nuestra imagen o refuerza nuestra posición política, y la ecuanimidad —que no es equidistancia— son las claves de bóveda para una convivencia libre; y los imperativos éticos para un historiador.

José Álvarez Junco es historiador.

https://elpais.com/elpais/2019/07/12/opinion/1562931995_217161.html




OTROS ARTÍCULOS DEL AUTOR


IDEAS. Géraldine Schwarz: “La indiferencia está en el origen de los peores crímenes contra la humanidad”. La escritora franco-alemana reflexiona en 'Los amnésicos', premio al Libro Europeo 2018, sobre la colaboración de sus abuelos con los nazis.

a memoria de  los crímenes nazis es inacabable: en cada momento plantea preguntas distintas, cada generación relee esta historia a su modo o la olvida. Hoy, cuando desaparecen los últimos supervivientes de estos crímenes y los últimos perpetradores, y cuando la retórica nacionalista avanza en las democracias occidentales, lecciones de aquellos años recobran vigencia.

La escritora Géraldine Schwarz, en París el pasado 26 de junio.Â

Géraldine Schwarz —nacida en 1974, hija de una francesa y un alemán—  publica Los amnésicos. Historia de una familia europea  (Tusquets Editores), mezcla de ensayo y reportaje, de memoria familiar y de diagnóstico sobre el presente. Schwarz aborda en el libro el pasado traumático mediante una investigación sobre sus abuelos, ni fanáticos, ni criminales, buenas personas arrastradas por la corriente de la historia y cómplices también.

PREGUNTA. Uno de los momentos más dolorosos de "Los amnésicos" es la escena, breve y sobria, en la que cuenta el suicidio de su abuela alemana, la madre de su padre.
RESPUESTA. Nunca nadie me pregunta por eso, usted es el primero.

P. Es el núcleo del libro, ¿no?
R. Yo quería entender el grado de responsabilidad de mis abuelos bajo el III Reich.  ¿Habrían podido decir no? Intento ser justa con ellos. No tengo un problema de lealtad familiar. Pero a mi abuelo no le conocía, y mi abuela se suicidó cuando yo tenía seis años. Mis vínculos no son suficientemente fuertes para que nublen mi discernimiento. Veo sus acciones y su responsabilidad dentro de un contexto. Hay una responsabilidad de mi abuelo como Mitläufer [simpatizante o compañero de viaje]. También mi abuela lo fue: sentía una admiración ciega por el Führer.

P. ¿Cómo definiría Mitläufer, un término muy alemán?
R. El Mitläufer es quien, por ofuscación, por indiferencia, por apatía, por conformismo o por oportunismo, se convierte en cómplice de prácticas e ideas criminales. He querido mostrar que lo que está en  el origen de los peores crímenes de la humanidad es la indiferencia  Los verdaderos perseguidores, los verdugos, los monstruos en general son pocos. Y siempre nos interesamos por los monstruos, o por los héroes, o por las víctimas. Pero la mayoría de las personas no se identifican con ninguna de estas tres categorías, que solo conciernen a una minoría. Los Mitläufer son una masa de personas que, por su número y de manera más o menos pasiva, pueden consolidar un régimen criminal.

El fascismo y el nacionalsocialismo hicieron soñar. Eso se olvida, solo hablamos de la guerra y del Holocausto

P. ¿Sus abuelos lo eran?
R. Tuvieron un papel mínimo, pero, sí, representan la figura del Mitläufer. Mi abuelo lo fue por oportunismo. Se adhiere al partido no porque esté convencido, sino porque piensa que en este momento es lo más cómodo. Y con las leyes antijudías ve una oportunidad de hacer un negocio al comprar a bajo precio una empresa propiedad de un judío. Mi abuela es Mitläuferin [femenino de Mitläufer] porque se ofusca, incluso diría que por una especie de lealtad completamente irracional hacia el Führer. La hace soñar. Porque el fascismo y el nacionalsocialismo hicieron soñar.  Esto se olvida, porque solo hablamos de la guerra y del Holocausto. Pero el fascismo y el nacionalsocialismo consiguieron transmitir un sentimiento de pertenencia a una Volksgemeinschaft, una “comunidad del pueblo” que excluía a los impuros y estaba reservada a los pseudoarios. Mi abuela era a la vez culpable de haberse dejado cegar y un poco víctima de una manipulación. Su suicidio fue la culminación de la existencia de una mujer que no conoció más que guerras y posguerras.

P. ¿Su abuela fue una víctima de la historia?
R. No. Creo que no somos víctimas de la historia, sino que debemos tener un papel en la historia. Para que una democracia funcione es indispensable que las personas se den cuenta de que tienen responsabilidades: comprometerse, participar en la sociedad civil y también demostrar capacidad de discernimiento. La historia puede ayudarnos a identificar los métodos de demagogos como Salvini y Orbán, que se parecen a los de hace un siglo: difundir el miedo, inventar enemigos o chivos expiatorios, hacernos perder los puntos de referencia difuminando la frontera entre lo verdadero y lo falso, y difundiendo teorías de la conspiración. El objetivo es que el pueblo deje de creer en nada para manipularlo e invertir los valores.

P. ¿Qué lecciones de la historia podrían haber servido, en los años treinta, para evitar lo que ocurrió?
R. No las había. Si la historia de mi abuela ocurriese hoy, la parte de víctima que hay en ella sería más reducida. Ella no era una intelectual, no tenía mucha idea de política, se dejó llevar por la euforia ambiental. No tenía ningún medio de identificar lo que ocurría porque aquello era inédito.

P. En su libro también aborda la historia de su familia materna, que es francesa. ¿Qué descubrió?
R. Mi abuelo francés era gendarme bajo Vichy [el régimen autoritario y antisemita que colaboró con la Alemania nazi ]. En este sentido también era un Mitläufer. Pero mientras que mi padre alemán se enfrentó a su padre y contribuyó, como muchos de su generación, a un trabajo de memoria destacable, que sirve de base a la fuerza de la democracia alemana, mi madre francesa sabe poco de su padre bajo Vichy. Y esto es sintomático de Francia. Se ha hecho un trabajo profundo sobre Vichy, pero en gran parte se ha esquivado el papel de la población, de los Mitläufer. Y esto repercute en las familias: se ha preferido hacer recaer la culpa en las élites.

P. ¿No hay un exceso de memoria hoy? El pasado y la historia están omnipresentes en los discursos políticos, también en los de los populistas.
R. Lo que hacen los populistas no es un trabajo de memoria: la instrumentalizan. Un trabajo de memoria bien hecho significa no mentir. A Putin también le interesa la memoria, pero para transformarla. Los populistas utilizan la amnesia para reinventar el pasado. Porque al reinventar la memoria reinventan la identidad, y nuestra identidad es indisociable de nuestra memoria. Sin memoria no hay identidad.