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jueves, 5 de octubre de 2023

_- ¿Por qué seguimos llamando fusilamientos a los asesinatos?

_- Por Alfons Cervera | 27/09/2023 | España
Fuentes: Infolibre

No hay ninguna señal. A lo mejor, sólo un montoncillo de tierra revuelta, como si ese pequeño recuadro de color marrón lo hubieran picoteado los pájaros para llenar el buche. Lo más seguro es que, si prestásemos atención, igual veíamos que ese montoncito de tierra se mueve, que es como si respirara un agua subterránea y el gluglú de esa respiración nos llegara no sabemos si desde la realidad o en la mitad del sueño. Los años han cubierto de verdín vegetal lo que antes fue cuadrícula de vida y después, mucho después, la superficie yerma del olvido.

Hace muchos años que ese pedazo de tierra se había convertido en un secarral, en la mudez de lo que antes fue un ruido insoportable de tiros y metralla, en el culto feroz, intransigente, a un silencio que abochorna la irreprochable nobleza del recuerdo. Una madrugada de hace muchos años allí fueron dejados caer, como fardos llenos de perros muertos, hombres y mujeres que habían defendido la República contra el fascismo. Se los llevaban los falangistas en camionetas y autos de los ricos y a la luz lluviosa de los faros les disparaban de cara o por la espalda y dejaban tirados los cuerpos en las cunetas o los amontonaban en fosas que eran como muladares clandestinos en medio de la noche.

La lírica que a propósito envuelve los párrafos anteriores no desdice los argumentos del horror. Cuando escribe Juan Rejano el prólogo a Poesías de la Guerra Española, de Pedro Garfias, bien claro que lo deja: “No se mire, por consiguiente, esta poesía, sino en función de arma de lucha”. Las fosas que se han ido abriendo poco a poco, sobre todo en los últimos años, despiertan a partes iguales sentimientos encontrados de rabia y de ternura. Esa hermosa canción de mi querido Pedro Guerra: 

“Pero no son, a simple vista, sólo huesos /
Desvencijados huesos / 
En el calcio del hueso hay una historia: / 
Desesperada historia, desmadejada historia / 
De terror premeditado”.

Escribo de lo que tantas otras veces he hecho en estas mismas páginas de infoLibre. La memoria que se nos ha ido yendo como si todo fuera pérdida. Estos días hemos hablado y escrito sobre Chile, sobre los días felices de 1970 y de esos otros en que las bombas golpistas lo convirtieron todo en ruinas tres años más tarde. Hay veces en que los dos países son como hermanos gemelos. Los golpes de Estado. Las dictaduras con sus detenciones, sus torturas, sus desapariciones, sus crímenes. Las transiciones que no acaban con la herencia del monstruo. La desmemoria. Aquí las derechas siguen amando a Franco. En Chile, las derechas detestan a Salvador Allende y rinden pleitesía a Pinochet. Allí, al menos, se ha juzgado a algunos asesinos. Aquí sigue siendo imposible después de más de cuarenta años de democracia. Los asesinos de Víctor Jara acaban de ser condenados. Quienes aquí urdieron y dispararon los tiros en las madrugadas del falangismo vengativo, y cerraron las fosas con la tierra removida que ocultara sus crímenes, siguen viviendo tan tranquilos o se murieron sin que ninguna justicia les cayera encima.

Le echamos la culpa a Vox de que donde gobierna con el PP las políticas de memoria han ido a la papelera. Y no es así. El máximo responsable de que esas políticas estén en dique seco es el PP. Y no de ahora. Recordemos a Rajoy cuando en 2015 dejó vacío el presupuesto para las políticas memorialistas. Y lo decía llenándose de orgullo: “cero euros”. Y cómo se burlaban Pablo Casado y Rafael Hernando: se refería el primero a lo carcas que éramos quienes nos pasábamos el tiempo hablando de “las fosas de no sé quién”. Y el segundo, ese prodigio de inteligencia verbenera: “algunos se han acordado de su padre, parece ser, cuando había subvenciones para encontrarle”. ¿Se puede ser más despreciable? Y hay más, muchos más testimonios del PP defendiendo el franquismo y mofándose de la necesidad de sacar de la tierra lo que queda de las víctimas de esa dictadura a la que tanto aman. Si el resultado electoral del 23J hubiera permitido el gobierno y la presidencia del PP, ya se habrían cargado la Ley de Memoria Democrática y la hubieran sustituido por la que ellos llaman de Concordia. O sea: la Ley del Olvido para que el franquismo siga para siempre presente en nuestras vidas y sea lo mismo asesinar que ser asesinado. Creo que lo conté aquí hace un tiempo: después de una conferencia que di en un pueblo de Castellón se me acercó un señor de bastante edad y me soltó tan tranquilo: “usted ha dicho lo que ha dicho porque en la guerra y después de la guerra no matamos bastantes”. Y se quedó tan pancho. Ésa es su Concordia. El olor a crimen como si la pólvora fuera para ellos un perfume de Loewe o de Chanel.

En muchos sitios de España gobiernan las extremas derechas. Podría poner eso en singular y no mentiría. Digan lo que digan versiones seguramente más equilibradas que la mía, en casi todos los órdenes de la vida el PP y Vox son lo mismo. A mí me cae cerca uno de esos gobiernos. El País Valenciano es un feudo de esas derechas. Los Ayuntamientos de las tres capitales, las tres Diputaciones provinciales y el gobierno de la Generalitat están en sus manos. Ahí es nada. Nos tocó el gordo el 28M. La presidenta de la Diputación de Castellón, Marta Barrachina, del PP, lo dejó claro hace unos días: las políticas de memoria, que se refieren sobre todo a las exhumaciones ya iniciadas, “no son una prioridad y tampoco son urgentes”. Igual la señora presidenta piensa que si las víctimas han estado ahí más de ochenta años, pueden seguir tranquilamente otros ochenta sin que nos ataque la ansiedad. Cuando leí la noticia, me acordé de lo que me dijo aquel tipo, paisano de la señora presidenta, hace unos años. Así son ellos. Franquistas a tope. Sin complejos. Insisto: hablo del PP. Los de Vox son la fuerza de choque, como siempre lo fue el violento falangismo de sus antepasados. Hace unos días Aznar llamaba a la algarada callejera para salvar España. ¿Les suena ese llamamiento a llamamientos de otro tiempo? ¿No podría ser perfectamente Aznar presidente de honor de Vox de la misma manera que lo fue del PP desde 2004 hasta que se cabreó con Rajoy a finales de 2016? Pues claro que podría.

España es la patria de la abyección cuando hablamos de los desaparecidos. 
Más de cien mil víctimas de la represión fascista en la guerra y la dictadura respiran bajo tierra y, si prestamos atención, veremos cómo los montoncitos de color marrón picoteados por los pájaros se mueven como si en sus entrañas siguiera viva la alegría de quienes, con un entusiasmo casi adolescente y unas armas que a ratos daban risa, defendieron la República frente a los facciosos. En muchos sitios seguirán las exhumaciones, costeadas, eso sí, por las propias familias y algunas instituciones políticas que siguen en manos de la izquierda. Seguiremos hablando de la necesidad de celebrar el duelo a cara descubierta, sin esa vergüenza a que obligó el franquismo con sus enterramientos clandestinos. Pero hay dos cosas que me gustaría repetir una vez más en columnas como ésta. La primera: esa celebración del duelo es un acto político. Demasiadas veces aludimos sólo a la parte sentimental de ese duelo y no hablamos de lo que de político tienen las exhumaciones. En segundo lugar, algo que me sigue perturbando cuando hablamos de las víctimas que siguen en las fosas de los cementerios y en las cunetas y en los descampados: ¿por qué seguimos hablando de fusilamientos en vez de hablar sencilla y llanamente de asesinatos? Quienes están en esas fosas no fueron fusilados: fueron criminalmente asesinados. No hubo juicio previo y, si lo hubo, fue celebrado sin ninguna garantía de defensa. Ya casi doy la batalla del lenguaje por perdida. Pero me da igual. Seguiré dando la vara. Y tanto que seguiré dando la vara. Y tanto.

Fuente: https://www.infolibre.es/opinion/plaza-publica/seguimos-llamando-fusilamientos-asesinatos_129_1589895.html

sábado, 22 de octubre de 2022

_- MEMORIA HISTÓRICA. El Gobierno balear identifica los restos de Aurora Picornell, ‘La Pasionaria mallorquina’

_- Picornell fue enterrada en una fosa común con otras cuatro mujeres. Su padre y dos de sus hermanos también fueron asesinados por el franquismo

El Gobierno balear ha anunciado este jueves que los restos hallados en la exhumación de una fosa en el cementerio de Son Coletes a finales del año pasado corresponden a Aurora Picornell, conocida como La Pasionaria mallorquina. Modista de profesión, era la responsable de la organización de mujeres del Partido Comunista en las Islas Baleares. En los primeros días del golpe de Estado que dio origen a la Guerra Civil fue detenida, encarcelada y hecha desaparecer con otras compañeras la noche del 5 de enero de 1937. Tenía 25 años, estaba casada y era madre de una niña pequeña. “Hoy es un día histórico”, ha declarado el vicepresidente balear, Juan Pedro Yllanes. “Estamos muy orgullosos de haber encontrado sus restos. No han conseguido hacerla desaparecer....

lunes, 15 de marzo de 2021

La revolución interminable de la Comuna de París. Se cumplen 150 años de una revuelta, todavía objeto de debates y publicaciones, que cambió la historia en solo 72 jornadas


El gran investigador francés de las revoluciones, François Furet, escribió sobre la Comuna de París: “Ningún acontecimiento de la historia reciente de Francia, o de toda su historia, ha provocado un interés tan exagerado en relación con su brevedad”. Fueron solo 72 jornadas, desde el 18 de marzo hasta el 28 de mayo de 1871, cuando los últimos focos de resistencia de los communards fueron aniquilados, en medio de una represión salvaje. Sin embargo, su eco resuena hasta nuestros días. La conmemoración de los 150 años de aquella revolución sobre la que Marx escribió que trató de “asaltar los cielos” no ha estado exenta de polémicas, pero tampoco de novedades literarias y actos oficiales.

Un ejemplo de que la Comuna se mantiene muy viva en la conciencia colectiva francesa es que un libro de 1.400 páginas, titulado La Commune de Paris 1871: Les acteurs, l’événement, les lieux, coordinado por el historiador Michel Cordillot, se agotó en apenas unas semanas, convertido en un insospechado éxito de ventas. “Su relevancia en la historia de Francia es enorme”, explica el investigador estadounidense John Merriman, autor de Masacre. Vida y muerte en la Comuna de París (Siglo XXI) y profesor de la Universidad de Yale. “Sin embargo, resulta interesante que en París, más allá del Muro de los Federados, en el cementerio del Père-Lachaise, prácticamente no haya recuerdos de la Comuna”, señala en una conversación por videoconferencia.

El Muro de los Federados es el lugar donde 147 communards fueron fusilados al final de la llamada Semana sangrienta, cuando las tropas del presidente Adolphe Thiers asesinaron a miles de ciudadanos acusados de haber apoyado la revolución. “La importancia de la represión no es solo por el número de muertos, todavía objeto de debate [algunos historiadores hablan de 6.000, otros elevan la cifra hasta los 30.000]”, sostiene Merriman. “Es relevante porque muchas personas fueron asesinadas solo por el hecho de existir. En mi libro cuento la historia de un obrero detenido por las tropas de Thiers. Le piden que enseñe las manos y cuando comprueban que pertenecen a un trabajador manual, le fusilan allí mismo. Y se conocen muchos casos parecidos”.

Año tras año, aquel paredón centra los homenajes a la Comuna, que en este aniversario se ampliarán a otros lugares de la capital, con 50 eventos y exposiciones organizados por el Ayuntamiento de París, gobernado por la socialista Anne Hidalgo. La oposición ha criticado este despliegue, acusando al consistorio de instrumentalizar la conmemoración por motivos electoralistas. La Comuna tiene, indudablemente, una enorme carga simbólica para la izquierda, pero con el paso de los años el debate ha ido derivando desde la política a la academia. De hecho, en noviembre de 2016 la Asamblea Nacional adoptó una resolución para rehabilitar a las víctimas de la Semana Sangrienta, en la que además consideraba necesario “conocer y difundir mejor los valores republicanos defendidos por los participantes en la Comuna”.

Sin embargo, el edificio más visible de la Comuna, que paradójicamente fue erigido por el régimen que sofocó brutalmente la revolución, no ha sido todavía catalogado monumento nacional por falta de consenso político. Se trata de ese pastelón color merengue que desgraciadamente se ve desde casi todo París: el Sacré Coeur. Pese a ser uno de los edificios icónicos de la capital, no es monumento nacional. El debate sobre su catalogación estaba previsto para este año, pero ha sido aplazado hasta 2022 para tratar de llegar a un acuerdo. “La historia de la Comuna, asociada durante mucho tiempo a una interpretación decididamente militante, se ha renovado en Francia en los últimos años”, explica la historiadora Laure Gaudineau, profesora en la Universidad París Norte y autora, entre otros ensayos, de La Commune expliquée en images. “Sin embargo, los recientes enfrentamientos en el Ayuntamiento de París entre la oposición y la mayoría han demostrado la rápida reactivación de estas memorias enfrentadas. El tema parece menos controvertido, pero quizás eso sea solo en la superficie. Aunque tampoco debemos exagerar la importancia de estas controversias

La Comuna de París estalló el 18 de marzo de 1871, tras la derrota francesa ante Prusia. La capital había padecido, bajo el asedio alemán, una hambruna tremenda, además de constantes bombardeos. Cuando las tropas francesas se rindieron, el pueblo tomó el poder. El 26 de marzo se celebraron elecciones, por las que se eligió un gobierno popular. Su símbolo fue una bandera roja, que inspiró la insignia del movimiento comunista. El 21 de mayo las tropas gubernamentales entraron en París desde Versalles y lanzaron una represión salvaje. Los communards cometieron también crueldades, como el fusilamiento de sacerdotes y prisioneros, y quemaron muchos edificios públicos cuando se supieron derrotados. Como ocurriría pocos años más tarde con el caso Dreyfuss, la Comuna dividió a la sociedad y a los intelectuales franceses. Curiosamente, uno de los críticos más encendidos del movimiento revolucionario fue Émile Zola, quien luego se convertiría en un símbolo de la lucha por la libertad.

Los communards decretaron el control de precios de la comida, expropiaron bienes, entregaron empresas a sus trabajadores… Merriman sostiene que uno de sus anclajes más rotundos con la Francia actual es la reivindicación de la lucha contra la exclusión social: “Se ha hablado de la Comuna como la venganza de los expulsados, de los pobres echados del centro de París por los planes del barón Haussmann y la construcción de los grandes bulevares. Fueron obligados por un decreto imperial de 1852 a abandonar sus casas por una indemnización ridícula. Ahora se habla mucho del desafío de la integración al que se enfrenta Francia, y eso empezó en la Comuna”.

Otro perdurable legado de la Comuna fue su combate por la igualdad entre sexos: hasta entonces ninguna revolución había puesto de una forma tan clara a las mujeres en el centro de la lucha. Estuvieron en las barricadas y en los comités, en el frente y en la política. Junto al escritor y político Jules Vallès, el símbolo máximo de la revolución fue la anarquista Louise Michel, una luchadora que se salvó de la represión, aunque no del exilio. Es raro que haya una manifestación reivindicativa en Francia en la que no aparezca una pancarta con su rostro. De hecho, dio en 2020 el nombre a un barco de rescate de migrantes en el Mediterráneo, financiado por Bansky.

Sobre aquellas mujeres se abatió una leyenda negra: se convirtieron en las “petroleras”, acusadas de haber prendido fuego a los edificios públicos. Sin embargo, no existe ninguna prueba de que participasen más que los hombres en aquel aquelarre. Como explica Godineau: “En una época en la que las mujeres estaban relegadas a la esfera privada, los contrarios a la Comuna denunciaron violentamente su presencia en este movimiento. Las petroleras son una consecuencia de aquello y por eso son representas como unas mujeres ‘desnaturalizadas’. Aunque se trata de una leyenda, la palabra petrolera ha pasado incluso a la lengua francesa para designar a una mujer progresista y reivindicativa”.

Libros para una revolución
Desde su final, la Comuna produjo una enorme bibliografía, sobre todo testimonial. De hecho, una obra que, en 2006, recogía todos los libros sobre aquella revolución ocupaba 600 páginas y tenía 5.000 entradas. Entre los primeros testimonios, destaca el de Prosper Olivier Lissagaray, uno de los dirigentes del movimiento, titulado Historia de la Comuna de París 1871, que acaba de editar Capitán Swing. Lissagaray logró escapar a Londres, como otros dirigentes communards, y allí mantuvo una larga relación con Eleanor Marx, hija de Karl Marx, un gran admirador de la Comuna.

El libro de Merriman sobre la Comuna, Masacre, es el último publicado en castellano sobre la revolución, aunque este verano se editó una novela policiaca ambientada en aquellas semanas, Bajo las llamas (Reservoir Books), de Hervé Le Corre. Pese a ser uno de los primeros grandes acontecimientos fotografiados, junto a la Guerra de Secesión estadounidense, es recordada también por el cuadro de Maximilien Luce, Une rue de Paris en mai 1871, que muestra la represión versallesca, y por dos litografías del impresionista Édouard Manet, también centradas en la violencia política. El gran relato de la Comuna es un tebeo de Jacques Tardi, basado en un libro de Jean Vautrin, El grito del pueblo (Norma Editorial), que refleja lo ocurrido con toda la precisión obsesiva del dibujante francés.

miércoles, 18 de diciembre de 2019

_- La fosa donde enterraban a menores y embarazadas, la feroz represión de Queipo en Écija.

_- María Serrano
Público.es

Desde menores a jóvenes embarazadas y niños se encontraban dentro de esta fosa que albergaba en 1937 más de doscientos fusilados. En 2020, será de nuevo abierta para terminar de identificar lo que allí ocurrió.

Cuenta la arqueóloga Carmen Romero Paredes que “las unidades militares desplegadas por Queipo se iban expandiendo por las distintos pueblos de la provincia de Sevilla”. Y cómo el primer pueblo en caer después de la capital andaluza fue Écija, el mismo 18 de julio. Sin piedad, aplicando el bando de guerra, la represión más feroz en Écija se llevaría por delante a más de quinientos vecinos al formar parte de una maniquea limpieza de inocentes. Una huella que quedó para siempre en este pueblo. “Aquella eliminación directa con ejecuciones inmediatas” en el primer verano de la guerra civil no fue olvidada por ningún vecino.

La historiadora de la Universidad de Córdoba Carmen Jiménez Aguilera cuenta a Público que “el mismo día 18 se lee el bando de guerra en la plaza del Salón y allí mismo muere el primer ecijano”. Su nombre, José Pérez Jiménez, alias El Hormiguita. Jornalero de profesión. “Solo en el primer momento de la lectura, este hombre respondió con un viva la república, a lo que los militares respondieron con un tiro certero y directo que acabó con su vida”. Esa fue la carta de presentación de los golpistas en Écija nada más sublevarse. Juan Tamarit Martell, alcalde republicano también se personaría frente a la guarnición golpista en la noche del 18 de julio. Un mes después, su cuerpo se encuentra cosido a balazos frente a las tapias del cementerio, el 13 de agosto de 1936.

Pero la represión no solo se extendía por la corporación local y los políticos, sino que acompañó durante toda la dictadura a los familiares de estos. La hermana de Juan Tamarit Martell sufrió en plena posguerra un consejo de guerra, por denuncia de un vecino de Écija al que insultó en un autobús por haber asesinado a su hermano. Carmen destaca a Público que, al ser su marido falangista, el juez militar le impuso un arresto domiciliario por un breve tiempo y finalmente fue absuelta.

Pero, ¿cómo continuaría esa represión bien entrada la guerra para los vecinos ecijanos? Carmen Jiménez apunta a Público que hay muchas anécdotas e historias sin dar a conocer que muestran la extrema vigilancia a la que eran sometidos cada uno de los vecinos, ya casi acabada la guerra. Como la de María Rejano, una joven vecina que una tarde de febrero de 1939 fue al cine a ver una película y la Guardia Civil se dio cuenta de que no levantó el brazo cuando se proyectaba la imagen del Generalísimo y sonaba el himno nacional en el cine Cervantes. “Su vacilación a la hora de levantar el brazo, pues no sabemos si es que no lo levantó o no lo hizo con suficiente vehemencia, fue reflejado en un informe del cuerpo de investigación”. La joven recibió una multa de 15 pesetas, una importante fortuna para la época, “teniendo en cuenta que un kilo de pan podía costar en aquellos años de la posguerra entre los 50 y 90 céntimos”.

Desde el verano de 1936 hasta febrero de 1937 fueron fusiladas en Écija más de 200 personas. Jiménez destaca a Público que “esta cifra sigue creciendo, pues hay muchas víctimas de la represión franquista en Écija de las que no hay ningún registro documental”. Matar a más de 200 personas, que sepamos a día de hoy, “son muchas, demasiadas personas”. Y es que, tal y como destaca Jiménez Aguilera, “el golpe en Écija nació matando y sólo hubo un bando, el vencedor”.

En la cifra global de represaliados se puede hablar de 500 ecijanos como víctimas de la represión ejercida por el franquismo. “En este conteo tenemos incluidos fusilados, represaliados económicos (incautación de bienes y tribunal de responsabilidades políticas), los que sufrieron la cárcel o aquellos que fueron juzgados por tribunales militares”. Muchos de los ecijanos que fueron condenados por consejos de guerra serían juzgados una vez terminada la guerra civil. Otros huyeron y después de tres años volvieron y serían encarcelados.

El conocimiento de aquel horror y la primera exhumación en 1982
La voluntad de los familias ecijanas fue lo que permitió conocer los cuerpos y la atrocidad de aquella represión. “Doscientas familias ecijanas tenían un familiar en esa fosa. Son los primeros pasos de nuestra democracia, hay lugares en los que se estaba haciendo también, y ellos pensaron que porqué no”, apunta la investigadora.

Se recogió dinero, los trabajos se hicieron por suscripción popular, cada uno aportó lo que pudo. En la mayoría de los casos fueron los familiares los que donaron el dinero.

A pesar de las escasas técnicas arqueológicas de la época, se pudo crear un mausoleo donde recogieron y depositaron de forma artesanal los restos de todos los fusilados. Un proyecto donde fueron contabilizados, según los registros de la época, 635 cuerpos.

Treinta y siete años después de aquella exhumación, se ha pedido financiación al Ministerio de Justicia para realizar un “estudio antropológico de los huesos y análisis de ADN, es decir, una identificación de los mismos”. A día de hoy, todavía no han dado comienzo, e, igualmente, tampoco se ha realizado recogida de muestras de ADN a ningún familiar, a la espera de que se ejecuten los plazos para el inicio del proyecto en 2020.

Menores fusilados y hermanos con tan solo 14 y 16 años
Jiménez Aguilera señala que existen casos sangrantes y documentados dentro de aquella fosa de Écija, como dos hermanos menores en el momento de su fusilamiento. “Un familiar nos contó, en este caso una mujer, como sus dos hermanos de 16 y 14 años fueron fusilados. Ella era una niña de apenas 7 u 8 años. Unos falangistas vinieron a por el hermano mayor y el otro más chico se empeñó en acompañarlo. Ella también se fue detrás de ellos y vio cómo los ataban; intentó continuar hasta el cementerio como pudo”.

También está la historia de los médicos Carlos Ballesteros y Juan Jiménez García, y el hijo de este, practicante, Juan Jiménez Tovar, que fueron detenidos juntos y fusilados posteriormente pocos días después del golpe. El hijo fue el único que quedó vivo tras el fusilamiento y murió aquella noche desangrado mientras llamaba a su madre. La ejecución fue perpetrada por el jefe de Falange del municipio sevillano.

Hay muchos ejemplos de ensañamiento con otros menores. Jiménez señala el caso del cantinero de la Casa del Pueblo, detenido y fusilado poco después. Su hijo mayor, miembro del Partido Comunista fue detenido, pero no fusilado, a cambio de salvarle la vida. “Con sorna, le dicen que va a enterrar él a sus compañeros. Lo ponen a cavar en la fosa, a presenciar los fusilamientos y a enterrar, como le dijeron, a sus compañeros”. Su otro hermano, de apenas 14 años, quedaría traumatizado de por vida. “Aunque sabía leer y escribir, nunca más volvió a firmar un documento”. La hermana de este, Encarna, contaba a Carmen cómo “temblaba al ver a la Guardia Civil y sólo acertaba a firmar con el sello y el dedo”.

Sobre los fusilamientos a mujeres jóvenes, destaca que “muchos testimonios cuentan que hubo un fusilamiento sólo de mujeres, todas ellas muy jóvenes, incluso puede que algunas de ellas no fuesen más que unas niñas”. Las fuentes orales apunta cómo las mataron y las dejaron expuestas varios días a las puertas de un convento, el de Santa Inés, todas ellas con un escapulario sobre la boca.

En cuanto a las mujeres embarazadas, hay testimonios que afirman que de los cuerpos exhumados en 1982 en la fosa había mujeres embarazadas y algunos niños pequeños. “No hay ningún rastro documental de esto, no tenemos información, no hay un documento que lo corrobore. Con el trabajo que se va a realizar y la identificación de los restos, podremos confirmar o desmentir este dato en esta investigación que será definitiva”, concluye la historiadora.

Fuente:
http://www.publico.es/politica/queipo-ecija-fosa-enterraban-menores-embarazadas-feroz-represion-queipo-ecija.html