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jueves, 25 de abril de 2024

La libertad llegó en abril hace 50 años.

  La Revolución de los Claveles tumbó en Portugal la dictadura más longeva de la Europa occidental y aceleró la Transición española. La magia de aquel golpe militar pacífico que la población arropó de inmediato se conmemora en libros, conciertos, obras de teatro y exposiciones.

Una revolución es algo serio. Solo los portugueses son capaces de hacerla empuñando claveles y surrealismos. La madrugada del 25 de abril de 1974, el conductor del blindado que encabezaba una columna militar que había salido de Santarém, a unos 80 kilómetros de Lisboa, se detiene ante un semáforo en rojo a la entrada de la capital. Va dispuesto a derrocar la dictadura, pero no a infringir las normas de tráfico. El capitán de caballería Salgueiro Maia, que comandaba aquel grupo de 240 soldados, la mayoría reclutas inexpertos que apenas sabían disparar, le apremia a voces.

- La revolución no se para en los semáforos.

Cinco mil militares implicados en la rebelión se habían movilizado en cuarteles de todo el país tras escuchar a José Afonso cantar Grândola, vila morena en Rádio Renasçença poco después de la medianoche. Cinco horas más tarde, alguien despertó en su casa al fotógrafo Eduardo Gageiro. La historia de Portugal iba a cambiar bruscamente aquel día, pero cuando Gageiro llegó al Terreiro do Paço, la plaza que acaba en el río Tajo, la única certeza era el cordón militar que le cerraba el paso. “Le pedí a un recluta que me llevara junto al comandante de las tropas, le dije que era amigo mío aunque no lo conocía y me permitió pasar”, revive el fotógrafo medio siglo después, sentado en medio de la sala de la Cordoaria Nacional, de Lisboa, a pocos metros de las imágenes que captó aquel jueves de abril.

Su antológica es una de las infinitas actividades que se celebran en Portugal para conmemorar el fin de la dictadura, evocado en libros, obras de teatro, películas, conciertos y exposiciones. “Todo el país se ha movilizado para festejar el 25 de abril”, destacó en la presentación del programa la historiadora Maria Inázia Rezola, presidenta de la comisión conmemorativa creada por el Gobierno para celebrar el medio siglo de libertad. El eco también llegará a España. Ambos países acordaron conmemorar durante 2024 y 2025 la democratización de la península Ibérica con un programa cultural conjunto, que abarca numerosas ciudades.

De vuelta a 1974. Gageiro no conocía al comandante que lideraba aquellas tropas que ocupaban la plaza más simbólica de Lisboa y que se habían sublevado contra la dictadura que se arrastraba desde 1926, pero el comandante sí conocía al fotógrafo. “Yo compro todas las semanas O Século Ilustrado y me gustan mucho sus fotos sobre la gente corriente”, le dijo el capitán Maia. A partir de entonces, Gageiro empezó a disparar. Sus imágenes, junto a las de otros portugueses como Alfredo Cunha o los hermanos Tavares, pronto darían la vuelta al mundo y estos días se pueden ver expuestas en diferentes localidades portuguesas.

La complicidad y el respeto de los rebeldes hacia la prensa fue la primera ruptura respecto al régimen. Casi todo les diferenciaría: el pacifismo, la generosidad, el sacrificio y, sí, el humor. Días antes, el capitán Maia confesó ante Otelo Saraiva de Carvalho, el oficial de artillería que diseñó el plan de operaciones del golpe, que le preocupaba movilizar unas tropas que llevaban pocas semanas de instrucción. “Tu columna será la columna cebo. Lleva la mayor cantidad de material de combate que puedas, blindados, M47, Panhards, MBR, los soldados con casco, metralletas y fusiles automáticos, municiones, todo. ¿Quién se va a oponer a una columna de esas? Nadie sabe que los soldados no saben disparar”, le respondió Otelo. En el triunfo de la sublevación también pesó la picardía y la irreverencia.

Aquellos militares intrépidos e idealistas ni querían imponerse a tiros ni querían el poder para sí mismos. Curtidos en tres guerras coloniales en África, los capitanes estaban hartos de morir y matar. Un sentimiento que reflejó como nadie el escritor António Lobo Antunes, que combatió en África a las órdenes de uno de los grandes líderes de la revuelta, Ernesto Melo Antunes, en su libro Fado Alejandrino, que ahora ha sido adaptado en un montaje del director Nuno Cardoso en el Teatro Nacional São João, en Oporto.

Aquellos militares intrépidos e idealistas no querían imponerse a tiros ni querían el poder para sí “Es una revolución excepcional porque no quería tomar el poder como otras revoluciones de izquierdas, sino devolver la voz al pueblo”, subraya Alfonso Domingo, autor de Mojar la pólvora (La esfera de los libros), donde bucea en el impacto que tuvo en los españoles que fundaron la Unión Militar Democrática (UMD) al final del franquismo. “El 25 de abril es un deslumbramiento para los militares españoles y también para la sociedad, que ve como ese país al que a veces miran por encima del hombro, les ha dado una lección. En España, la Transición se acelera por la Revolución de los Claveles porque los sectores más inteligentes del régimen se dan cuenta de que tienen que evolucionar hacia la democracia”, señala.

Cuando los soldados comenzaron a colocar en sus fusiles las flores rojas y blancas que la camarera Celeste Caeiro había traído del restaurante donde trabajaba, aquel acontecimiento histórico que nadie esperaba recibió un nombre: Revolución de los Claveles. Por la mañana algunas tropas leales a la dictadura se rinden o cambian de bando. Al frente de un carro de combate, el cabo José Alves da Costa desobedece la orden de disparar contra el capitán Maia y sus tropas. No solo fue una orden, un general de brigada iracundo le dice: “O dispara o le meto un tiro en la cabeza”.

Costa no disparó y ahí se ganó la revolución. “En esta historia me fascinó el heroísmo. Salgueiro Maia se sentía incómodo en ese papel. El propio Movimiento de las Fuerzas Armadas no quería tener un liderazgo y tenían claro que lo que hacían era para derribar el poder y dar luego libertad al pueblo para elegir a sus gobernantes. Y después está la historia del mayor antihéroe, el cabo que se niega a disparar contra los rebeldes y que para mí sintetiza todo lo ocurrido”, explica Ricardo Viel, autor del libro La revolución amable, que publicará en mayo la editorial La umbría y la solana, donde también saldrán en otoño La ciudad de los prodigios, la novela de Lídia Jorge inspirada en la revolución, y Fábrica de criadas, de Afonso Cruz.

Salgueiro Maia es tan consciente de la importancia de esa insubordinación del cabo Costa que, cuando vuelve caminando hacia sus hombres junto a la orilla del Tajo, se muerde el labio para reprimir las lágrimas. Y ahí estaba Eduardo Gageiro para disparar y compartir con el mundo aquel instante decisivo de los que hablaba Cartier-Bresson. Lo que estaba ocurriendo en Lisboa llegó a la redacción de Clarín, en Buenos Aires, cuando andaba por allí el periodista Diego Carcedo, que acababa de entrevistar al presidente Perón. En cuanto pudo, Carcedo viajó a Portugal. En La Revolución de los Claveles, que publica este mes Almuzara, relata lo ocurrido entonces y lo que vino después, enriquecido con el material y los contactos que el periodista cultivó durante sus seis años como corresponsal de RTVE en Lisboa entre 1977 y 1983.

Al final del 25 de abril de 1974, Salgueiro Maia logró evacuar sin un rasguño a Marcelo Caetano, presidente del Consejo de Ministros y símbolo de la dictadura, atrincherado durante horas en un cuartel en el Largo do Carmo, donde se apiñaban miles de personas felices por lo que estaban viviendo y rabiosas por lo que habían vivido. El riesgo de linchamiento existió, pero el capitán tuvo la habilidad de sortearlo protegiendo al dictador en un blindado llamado Bula. Al día siguiente, el Movimiento de las Fuerzas Armadas metió en un avión a los jerarcas del régimen rumbo al exilio. El pacifismo de aquella revuelta surgida donde y cuando nadie esperaba sigue pareciendo un milagro. “La dimensión estética de la flor sobre el fusil da la idea que había tras el golpe, los militares no estaban allí para reprimir a nadie”, observa Alfonso Domingo.

El Movimiento de las Fuerzas Armadas que organizó la revuelta, que también se homenajea en el libro 50 Anos de Abril na Galiza (Através) editado por Carlos Pazos-Justo y Roberto Samartim, germinó en la encerrona de las tres guerras coloniales que Portugal libraba en Mozambique, Angola y Guinea-Bissau. Trece años de combates que exigían un esfuerzo épico a hombres mal alimentados y mal pertrechados. Lo peor era percibir el rechazo y la condena de la sociedad portuguesa, que les consideraban uno de los brazos represores del régimen junto a la policía política. Los capitanes que montan el golpe son los oficiales de más alto rango que se juegan la vida en la guerra. Tienen el respeto de sus subordinados, algo que explicará muchas cosas que ocurren el 25 de abril, y la legitimidad que da haberse enfrentado a la muerte durante meses.

Una mujer vende periódicos frente a la estación de Rossio, en Lisboa, con los resultados de las elecciones a la Asamblea Constituyente, el 26 de abril de 1975.

Una mujer vende periódicos frente a la estación de Rossio, en Lisboa, con los resultados de las elecciones a la Asamblea Constituyente, el 26 de abril de 1975.
GUY LE QUERREC (MAGNUM PHOTOS / CONTACTO)

La guerra colonial es una de las razones que provoca, en opinión de Alfonso Domingo, las diferencias entre España y Portugal a la hora de superar sus dictaduras. “En Portugal había tres estructuras organizadas: el ejército, la iglesia y el Partido Comunista, eran los únicos que podían tramar algo porque eran muy jerárquicos. Los militares se dan cuenta en la guerra colonial de que actuaban como un ejército invasor, luchando contra países que deseaban su independencia”.

En los setenta, España no afrontaba ninguna guerra, pero todavía masticaba las secuelas de la que había vivido entre 1936 y 1939. “El fantasma de la Guerra Civil está muy presente. La Unión Militar Democrática no quiere hacer un pronunciamiento que signifique un derramamiento de sangre. Por otro lado, el porcentaje de militares demócratas en el ejército español es ínfimo comparado con el portugués. El ejército era totalmente franquista, se había limpiado después de la guerra”, sostiene Alfonso Domingo.

La guerra colonial explica las diferencias entre España y Portugal a la hora se superar sus dictaduras Los portugueses se rebelaron al principio por razones corporativas y, al ver su fuerza, decidieron avanzar hacia un movimiento político-militar con objetivos que resumieron en tres D: democratizar, descolonizar y desarrollar. En apenas nueve meses montan una conspiración y urden un golpe de estado, que el comandante de artillería Otelo Saraiva de Carvalho se encargará de diseñar en un documento donde se recogen las acciones de la treintena de unidades adheridas a la rebelión.

En 1974 Portugal era un mundo atormentado. “La historiadora Irene Pimentel usa una metáfora poderosa para describirlo antes de la revolución: era un país en blanco y negro. Un lugar triste, pobre, desigual, opresor y donde era complicado soñar con un mejor futuro”, escribe Ricardo Viel en su libro. Cualquier cosa podía ser castigada. Eduardo Gageiro pasó tres meses en la cárcel por una portada de un semanario, donde una viuda enlutada tiraba de las redes de pesca en la playa de Nazaré. En 1962 la localidad portuguesa no era el actual paraíso de los surferos de olas gigantes, si no una villa de marineros y viudas que sobrevivían a duras penas. “Durante el interrogatorio la policía política me dijo que aquella foto era una vergüenza y que debía retratar paisajes en lugar de gente humilde”, rememora el fotógrafo. Le aislaron tres meses en una celda en Caxias, mirando paredes blancas. “Me traumatizó mucho, al salir no podía estar frente a una pared blanca”, rememora.

Aquella dictadura que primero gestionó Salazar y, desde 1968, Marcelo Caetano se asentaba sobre la represión y la persecución de la disidencia política, estudiantil o sindical. Ni siquiera toleraba que se difundiese la realidad. Había que esconder de la imagen pública las viudas pobres y las vidas que mostrasen el fracaso del régimen. No fue blanda. Tenía una poderosa policía política, la PIDE, que almacenó información sobre más de un millón de personas y torturaba sin miramientos con todas las técnicas a su alcance. Casi todo estaba prohibido: reuniones de más de tres personas en la calle, escuchar canciones críticas, usar la palabra sociología, vestir bikini en la playa o tomar Coca-Cola. En el periodo revolucionario que se prolonga hasta noviembre de 1975, cuando un contragolpe encauza el país hacia una democracia ortodoxa cinco días después de la muerte de Franco en Madrid, habría luego objetivos divergentes que avivaron los conflictos y las violencias. Pero el último jueves de abril de 1974, gracias a unos militares demócratas, todo el país abrazó el sueño de vivir en libertad.

Tereixa Constenla es corresponsal de EL PAÍS en Portugal y autora de ‘Abril es un país’ (Tusquets y, en gallego, Faktoría K).

Lecturas

Fado Alejandrino

António Lobo Antunes
Traducción de Mario Merlino Tornini
Random House, 2006
656 páginas, 23 euros
Mojar la pólvora

Alfonso Domingo
La esfera de los libros, 2024
280 páginas, 21,90 euros
La revolución amable

Ricardo Viel
La umbría y la solana
Próxima publicación en mayo

La ciudad de los prodigios
Lídia Jorge

La umbría y la solana
Próxima publicación en septiembre
Fábrica de criadas
Alfonso Cruz
La revolución de los claveles
Diego Carcedo
Almuzara
192 páginas. 19 euros 

sábado, 25 de abril de 2020

25 de abril siempre

En Portugal, como en otros países europeos, existe un conflicto sordo entre los ciudadanos y sus representantes políticos. Sin la virulencia de España, se ha hecho evidente esa incomodidad, también la capacidad manipuladora de la demagogia

Cartel sobre el 25 de Abril 1974 de Maria Helena Vieira da Silva titulado "A Poesia Está na Rua"
"A Poesia Está na Rua", para el 25 de Abril 1974 de Maria Helena Vieira da Silva

"Si el parlamento está abierto ¿por qué vamos a cerrarlo justo el 25 de abril?". Con esta frase tajante el presidente de la cámara canceló la polémica desencadenada en Portugal sobre la conveniencia de mantener, en pleno periodo de confinamiento, el acto conmemorativo de la revolución que supuso el establecimiento de la democracia hace ahora 46 años. En el debate, que ha ocupado horas de televisión y las primeras páginas de los periódicos, se han manejado razones de peso, algunos insultos y bastante oportunismo.

La imagen puede contener: una o varias personas, personas de pie y personas tocando instrumentos musicales

La mayoría de los grupos parlamentarios, desde el conservador PSD a la izquierda más radical, defendían el acto político e institucional porque "la democracia no está suspendida", sería incoherente, además de un grave precedente, no celebrar la libertad precisamente en época de confinamiento. Quienes así argumentaban se dieron de bruces con una frase tremenda, puesta en boca de las víctimas de la pandemia: "Si no hemos podido enterrar a nuestros muertos, no tenemos nada que celebrar en el parlamento". Esta frase, reproducida masivamente en las redes sociales, alentada por opinadores de varias tendencias, consiguió instalarse en el imaginario portugués durante varios días, en los que los ataques y las descalificaciones contra la llamada clase política se sucedieron, poniendo de manifiesto una animadversión ciudadana que no suele expresarse de forma tan rotunda.

Quienes defendían la necesidad, este año más que nunca, del acto de reafirmación democrática tardaron en explicar razonadamente su posición más de lo debido. Por fin, el parlamento, con la excepción de los diputados de la extrema derecha, dos grupos minoritarios, decidió mantener la ceremonia respetando las normas de seguridad sanitaria establecidas, las que se venían cumpliendo en todas las sesiones que fue necesario celebrar. De esta forma, hoy, en la Asamblea de la República, el presidente Marcelo Rebelo de Susa pronunciará su discurso, por diversas razones especialmente esperado, ante la presencia del primer ministro Antonio Costa, diputados de todos los partidos y algunos invitados, pocos, entre ellos los militares de aquel 25 de abril histórico que restituyó la dignidad frente a la dictadura.

No tendrá lugar la manifestación ciudadana que recorre cada año la Avenida de la Liberdade de Lisboa, pero a las tres de la tarde se abrirán las ventanas de las casas portuguesas para cantar "Grandola" a pleno pulmón: "Grandola, villa morena, tierra de fraternidad, el pueblo es quien más ordena, dentro de ti, oh ciudad". Será un 25 de Abril atípico, por mil razones quedará marcado en la memoria. La poesía no estará en la calle, como decía el cartel de la pintora Viera da Silva que dio la vuelta al mundo, la poesía hoy estará en las ventanas de las casas portuguesas.

En Portugal, como en otros países europeos, existe un conflicto sordo entre los ciudadanos y sus representantes políticos. Sin la virulencia con que se manifiesta en España, se ha hecho evidente esa incomodidad, también la capacidad manipuladora de la demagogia extremista que asola otros lugares del mundo. El episodio del 25 de abril ha sido revelador de una tendencia en alza, que no puede ser reducida a categoría de anécdota, menos aún en este periodo de incertidumbre. Y es que no todo podía ser idílico es un país con índices altos de pobreza, dependiente del sector turístico, con el mar como frontera por un lado y con un vecino tantas veces avasallador por el otro. Sin embargo, Portugal consigue sobrevivir y a veces admirar al mundo, como aquel 25 de abril de la Revolución de los Claveles que hoy recordamos, o más tarde, cuando rompió tendencias europeas al lanzar la fórmula del "gobierno de la jeringonza", o ahora, presentando números de víctimas por la pandemia que siendo crueles no llegan a la dimensión de España. El confinamiento se vive en Portugal con la melancolía propia de esta forma de estar en el mundo. Se nota tristeza en el ambiente, precaución, miedo: ¿cómo se reorganizará la vida en un país de monocultivo? Y esta pregunta legítima, sin respuesta de momento, que recorre casas y familias tantas veces desprotegidas, también es usada para fomentar el odio como instrumento político, odio medido, interesado y mezquino, que se nutre del dolor real, va dirigido contra los valores de convivencia y sorprende a generaciones sin bagaje cultural y social para enfrentarlo. Esto es real y está pasando.

También sucede la emoción: en la vida que nos es permitida, la que se ve desde la ventana o en las redes sociales, he percibido consuelo, o un atisbo de optimismo, al oír o leer ciertas propuestas que llegan del otro lado de frontera: "Cuando se levante el confinamiento", decían mensajes que circulan como antídotos contra la peste, "hay que ir a Portugal, porque Portugal defendió a España ante la prepotencia holandesa". Fue el primer ministro portugués el que calificó de repugnante la declaración del ministro de finanzas holandés, no el país entero, pero como en un imaginario partido de fútbol, por unos instantes Portugal y España vistieron la misma camiseta y eso fue hermoso. Queda pendiente el tal viaje, quién sabe si en la sociedad de después de la pandemia las relaciones entre los habitantes de los países no serán más fluidas y amables, con sentimiento de estar en casa independientemente del idioma que se oiga, por fin entendido porque para entender solo hace falta atender.

Mientras ese tiempo llega, en la reclusión en la que estamos, desde el parlamento con voz y fuerza, desde las ventanas con claveles rojos y el canto de Grandola, se volverá a vivir el 25 de abril, día "inicial y limpio" como dijo la poeta Sofía de Melo Brayner Andresen en un poema que forma parte de la memoria colectiva:

Esta es la madrugada que esperaba
El día inicial entero y limpio
Donde emergimos de la noche y del silencio
Y libres habitamos la sustancia del tiempo

https://www.eldiario.es/zonacritica/abril-Siempre_6_1020207984.html

jueves, 27 de julio de 2017

Por qué Portugal es el único país al que aplauden la izquierda y el FMI por su exitoso plan económico. BBC

Al ministro de Finanzas portugués, Mario Centeno, le llaman "el Cristiano Ronaldo" de la burocracia económica europea.

Y no es para menos. La milagrosa recuperación económica de Portugal en los últimos dos años es un caso tan raro como esperanzador.

Observadores de todo el mundo están siguiendo con mucha atención la manera como este país llegó al borde del abismo de una catástrofe económica y se recuperó. Especialmente, notan que lo hizo con una receta de rechazo a la austeridad, que deja en entredicho muchos de los dogmas económicos tradicionales.

Hoy Portugal es encabezado por un gobierno minoritario socialista, que sobrevive en una coalición parlamentaria con la extrema izquierda, incluyendo a los comunistas.

Leer más: http://www.bbc.com/mundo/noticias-40627444

jueves, 15 de junio de 2017

Vasco Gonçalves: Las tareas de un revolucionario (I)


Antonio Maira

Inicio la publicación de esta serie de artículos por varios motivos, el primero y, tal vez, el más importante de ellos, dar a conocer al mundo de habla española, el relato personal de la Revolución de los Claveles y de la contrarrevolución que surgió paralelamente en guerra abierta con la primera, hecho por el más importante de sus participantes, el que ocupó el cargo –que él consideraba colectivo, en relación con el MFA y con el pueblo pobre y explotado de Portugal- de Jefe del gobierno durante cuatro Gobiernos Transitorios –del Segundo al Quinto-, en el breve y vertiginoso tiempo de 14 meses. El libro es una traducción –creo que fiel- de la larga, inteligente y pausada entrevista de María Manuela Cruzeiro, del Centro de Documentación del 25 de Abril (Archivo de Historia Oral de la Universidad de Coimbra). [Leer aquí: Vasco Gonçalves, un General en la Revolución]

La entrevista rompe los moldes, hoy generalizados, de aquellas entrevistas en las que la presencia del entrevistador se impone y apabulla al entrevistado para mostrar la pericia profesional del primero. Tal relato directo no había sido publicado, que yo sepa, en castellano, hasta este momento, aunque sí una entrevista más reducida muy interesante en la que Vasco Gonçalves declara directamente su calidad de marxista democrático y también leninista, cuando reitera que toda revolución necesita de un “brazo armado” que él ve en el MFA mientras permanece unificado y por su precisión en la valoración de la relación de fuerzas en el proceso revolucionario

El segundo es el de contribuir al conocimiento de una Revolución, casi perdida en el tiempo, casi enterrada, muy interesadamente, transformada en folklore y en efemérides, por los problemas dominantes, pero, sin embargo, muy actual, casi inspiradora, casi estimulante.

El tercero, por fin, es contribuir, en la medida de mis posibilidades, a refrescar la memoria sobre la brutalidad de los métodos del Imperio de los Horrores –el de los EEUU- y, al mismo tiempo, las posibilidades de resistencia de los pueblos.

El cuarto, es la evidente vinculación, entre algunos procesos paralelos que dan sentido y memoria a nuestro propio proceso político: detrás de la revolución portuguesa vemos otras cosas: Felipe González de la mano de Mario Soares, a ambos recibiendo los honores de de los líderes más importantes de la socialdemocracia europea, y detrás de ellos, sombreándoles la traición, a elementos políticos tan refrescantes como el embajador Frank Carlucci y, más allá, en primerísimo lugar a elementos tan feroces como Mitterrand, Smithz, Kissinger, y otras bestias como diría el Gran Neruda.

Las consecuencias de esta maldita sopa de intrigantes fueron, en España, la doble traición de González y todos sus catecúmenos, el abandono del marxismo contra la mayoría de su partido y la nefasta entrada en la OTAN después de un referéndum tramposo.

El quinto es el lúcido pensamiento y la calidad conceptual de Vasco Gonçalves, teórico “dentro de la revolución”, capaz de ver y prever los procesos sociales y políticos, de localizar a los enemigos de la revolución y de correr contra el tiempo, calculando, con precisión, la evolución de las fuerzas en presencia, fuera y dentro del MFA.

Publicaré la serie, antes de que empiece, eso deseamos todos los revolucionarios, ese largo, cálido y, en todo caso terrible “verano caliente”, que esperan todos los desheredados de la tierra como esperaban, con esperanza y espíritu de lucha, en Portugal en 1975.

Diez, al menos, fueron las acciones políticas fundamentales del General Vasco Gonçalves, y una más, al menos, en la que él no intervino, pues fue encarcelado y aislado por el Grupo de Los Nueve en el Fuerte de Oeiras y, posteriormente, destinado provisionalmente, como Director del Instituto de Altos Estudios Militares. Allí predominaban los sectores fuertemente reaccionarios de las FA, con los que se habían aliado los miembros del Grupo de los Nueve, para dar un golpe de Estado programado, con órdenes de operaciones precisas y detalladas. Finalmente, el 25 de Noviembre fue pasado compulsivamente a la reserva por el Consejo de la Revolución.

Aunque pueda resultar paradójico, pero, en realidad, muy bien pensado como justificación del ataque a los gonçalvistas, y como coartada de los destructores de la Revolución el motivo fue el siguiente: “por no ofrecer garantía de fidelidad a los principios definidos en el Programa del MFA”. Justo la tarea a la que había dedicado todos sus esfuerzos el general Vasco Gonçalves.

La primera fue darse cuenta, inmediatamente después del victorioso 25 de Abril, que la llegada de las tropas a Lisboa había desatado una inmediata explosión popular, que había convertido un golpe militar con un Programa democrático, antifascista y anticolonialista -muy ambiguo en otros aspectos y, sobre todo, interpretable de distintas maneras-, en una auténtica Revolución popular.

La segunda, inmediata, fue la de frenar los intentos para el establecimiento de una autocracia militar por el General Spínola, en su calidad de Presidente de la República, Jefe Supremo de las Fuerzas Armadas, y miembro preeminente del Movimiento de las Fuerzas Armadas (MFA). El objetivo de este general derechista sería encubierto por el intento de golpe de Palma Carlos primer Jefe de gobierno del Primer Gobierno Transitorio. Spínola que intentó inicialmente reenviar a las tropas sublevadas el 25 de Abril a sus cuarteles, con la oposición rotunda del MFA intentó después maniobrar y descargar las responsabilidades sobre su primer ministro Palma Carlos, después de su golpe de la “mayoría silenciosa”, que vino precedido por una verdadera celada y encerrona en la Plaza de toros de Lisboa.

La tercera, establecer los derechos políticos, sociales y laborales de los trabajadores y trabajadoras en un Portugal subdesarrollado y pobre. Esta pelea, muy seria, empezó el 1º de mayo de 1974, poco después, por lo tanto del 25 de Abril, y se planteó como la necesidad de la Unidad Sindical lo que causó una gravísima preocupación en las clases y grupos sociales de la derecha portuguesa, y también, y fundamentalmente, una actitud reactiva y sectaria del Partido Socialista Portugués (PSP);

La cuarta, la apertura, conservación y reactivación de un proceso de nacionalización, o colectivización, de las grandes empresas monopolizadas, transnacionales alguna de ellas, de los latifundios agrarios convertidos en colectivizaciones o reparto de tierras, lo que llevó, necesariamente, a la creación de líneas públicas del crédito y, consecuentemente, a la nacionalización de la banca.

La quinta, la institucionalización del Movimiento de las Fuerzas Armadas, es decir, del MFA; lo que provocó la reacción inmediata del General Spínola, de su primer ministro, Palma Carlos, y de la derecha subterránea de las Fuerzas Armadas, mayoritaria y no vinculada o claramente contraria a la Revolución.

La sexta, mantener la unidad del brazo armado de la Revolución (el MFA) y oponerse a los intentos de golpe de estado de la derecha portuguesa, representada por el General Spínola y por el primer-ministro del Primer Gobierno Transitorio, el ya mencionado Palma Carlos, representante fiel de la gran burguesía monopolista de las grandes empresas transnacionales y de la banca, que actuaban de intermediarios con el capital y la banca extranjeros.

La séptima, que envolvió a todas las demás, fue el proceso de descolonización, que algunos (como Spínola y el nuevo AMI (sector derechista de las FAR que trató de movilizar Spínola en su apelación a la “mayoría silenciosa”) pretendían convertir en un proceso controlado de neocolonialismo y que, por otro lado, llevó a la metrópoli cientos de miles de colonos, contrarios a la Revolución.

La octava, que también acompaño a todo el proceso revolucionario, fue la de impedir que la derecha militar representada por el Grupo de los Nueve, aliada con el Partido Socialista (PSP) -ganador de las elecciones a la Asamblea Constituyente-, rompiera los Pactos Partidos-MFA, para dar un golpe de estado en alianza con la socialdemocracia europea, que acabó con la revolución.

La novena, fue la de hacer frente a la inmediata injerencia extrajera, organizada por el embajador de EEUU, Frank Carlucci, alto funcionario de la CIA, promovido después de su “excelente hoja de servicios” en Portugal. Se trata de la injerencia exterior que había comenzado mucho antes de la mano del Embajador de los EEUU y Director de la Estación de la CIA en Portugal, Frank Carlucci, tal como revelan o demuestran testimonios y datos posteriores. Sus antecedentes eran muy elocuentes: había ganado méritos en Zanzibar, el ex Congo Belga y Brasil y fue premiado por la excelente tarea en Portugal con el cargo de vice-director de la Agencia de Inteligencia.

La décima, tal como verifican documentos desclasificados y los testimonios directos de Rui Mateus, quien cita a Carlucci como uno de los héroes del 25 de Noviembre, fue hacer frente a la Operación “Comuna de Lisboa”, que preveía un ataque masivo, con asalto final a Lisboa. El nombre de la operación remitía, directamente, a la Comuna de París donde miles de comuneros fueron masacrados por el gobierno de derechas francés de Thiers, apoyado por la artillería prusiana, y, finalmente, fusilados en número próximo a las 10.000 personas. Rui Mateus menciona el Plan Callagan de intervención de fuerzas especiales de los servicios secretos norteamericanos (CIA) e ingleses (M16) y también los servicios secretos de la España franquista muy preocupados, estos últimos, por la inminente muerte del dictador fascista y por los evidentes problemas derivados de la descolonización del Sahara.

Antonio Maira es capitán de Fragata de la Armada y cofundador de Anemoi.

viernes, 25 de abril de 2014

25 de abril. 40 años de la revolución de los claveles en Portugal,...

..."Todo parece indicar que -de forma parecida a lo que ocurre en España-, en Portugal la legitimidad del Régimen político está siendo progresivamente cuestionada por grandes masas de población y por colectivos sociales y políticos que identifican la situación actual con la que precedió al 25 de abril, y buscan el camino para reiniciar el proceso revolucionario bloqueado en el otoño de 1975. La llamada a los cuarteles se está convirtiendo en una demanda popular y en la expresión de una esperanza.

Uno de los antiguos capitanes de abril, el coronel Duran Clemente, dirigente de la Asociación Conquistas de la Revolución que resumía hace unos meses los tres ejes de Abril en “tres D”: democratizar, descolonizar, desarrollar; sintetizaba la situación actual de Portugal con “otras tres D”: desemprego, desigualdade, desastre (desempleo, desigualdad, desastre), y señalaba la necesidad de “¡descolonizar Portugal!” como el objetivo revolucionario para nuestro tiempo.

Así pues, en este 25 de abril, la canción que inició la Revolución de los Claveles: Grándola Vila Morena vuelve a sonar en los corazones de las clases populares más que como una nostalgia de tiempos mejores como un anuncio de tiempos nuevos." (Antonio Maira)


Entrevista a un capitán de abril.
http://aviagemdosargonautas.net/2014/02/19/diaspora-duran-clemente-capitao-de-abril-por-moises-cayetano-rosado/
Reportaje de tve sobre el 25 de abril
http://www.rtve.es/alacarta/videos/documentales-en-el-archivo-de-rtve/reporteros-25-abril-claveles-libertad/2531307/