martes, 28 de febrero de 2023

El mundo de café en café.

Un local del siglo XVIII en El Cairo, el lugar favorito de Leonard Cohen en Montreal, una bebida con huevo en Hanói y más paradas deliciosas. 

Europa se asocia irremediablemente con la cultura del café, aunque las plantaciones en las que crecen los granos para elaborar esta bebida adorada por muchos se hallan en otros continentes, donde también se encuentran cafés legendarios por mil razones. Dejando de lado el Viejo Continente, recorremos unos cuantos que merecen una visita.

América del Norte
Empecemos por uno de los históricos de Norteamérica: el Vesuvio Cafe de San Francisco. Inaugurado en 1948 y a dos pasos de la histórica librería City Lights, enseguida recibió a enjambres de artistas, escritores y músicos de jazz hasta convertirse en el cuartel general de la generación beat. Por supuesto, el novelista Jack Kerouac era cliente habitual, y la anécdota más recordada es que se pasó una noche entera allí dándole largas a Henry Miller, con quien tenía previsto encontrarse fuera de la ciudad.

Vayamos a la Costa Este: en la ciudad canadiense de Montreal encontramos uno de los cafés preferidos de Leonard Cohen: el Café Olimpico . Fundado en 1970, hoy tiene varias sedes, aunque la original está en la zona de Mile End. Sus interiores de madera le dan el toque europeo del que Montreal presume. Como era previsible, lo fundó un inmigrante romano, Rocco Furfaro, y el lugar se convirtió en punto de reunión para la comunidad italiana. Sus cannoli rellenos de crema siguen siendo un clásico en el menú de desayuno y merienda.

Latinoamérica
La Confeitaria Colombo, en Río de Janeiro, comenzó a servir repostería y cafés en 1864. Fundada por inmigrantes portugueses, su interiorismo transporta a una belle époque con aires cariocas: mármol de Carrara, espejos con marcos de madera de jacaranda, muebles diseñados por el artesano Antônio Borsoi y una vidriera cenital espectacular en su sala superior. Y, como todo café legendario que se precie, cuenta con su propio elenco de visitantes célebres, como el compositor Heitor Villa-Lobos y el escritor Joaquim Machado de Assis.

Interior de la Confeitaria Colombo, en Río de Janeiro (Brasil). D. WALL (ALAMY)

Los cafés de Buenos Aires —muchos de ellos protegidos— están en la mente de todos tanto como los de Viena, pero eso no tiene que hacernos olvidar los de Montevideo, situada justo al otro lado del río de la Plata. En la calle Ituzaingó de la capital uruguaya está el Café Brasilero, que abrió sus puertas en 1877 y entre cuyos parroquianos se encuentran bastantes escritores legendarios. Juan Carlos Onetti comenzó a escribir allí su novela El pozo, y tanto la poeta Idea Vilariño como el narrador y periodista Eduardo Galeano se solían sentar en una de las mesas que dan al ventanal.

África
Un salto de continente para saborear una de las variantes más apreciadas del café: la etíope. En Adis Abeba saben de qué hablan cuando piden un espresso macchiato, y en el Tomoca Coffee aún más, pues llevan desde 1953 sirviéndolo en su sede de la calle Wawel, en el centro de la capital. Allí mismo muelen y tuestan el grano, cuyo aroma provoca que lugareños y visitantes se dejen caer por allí a diario para tomarse un café amargo y potente junto a sus mostradores de madera. En la ruta por los cafés africanos no puede faltar El Cairo. Su joya cafetera más antigua es El Fishawi, de finales del siglo XVIII. Se encuentra en el gran bazar Jan el Jalili y abre las 24 horas del día. Como no existe un café sin su leyenda literaria, en este presumen de su cliente Naguib Mahfuz, el escritor egipcio galardonado con el Nobel en 1988. Obviamente, aquí el té a la menta y las cachimbas también están a la orden del día.

Variedad de cafés en el Tomoca Coffee de Adis Abeba (Etiopía). G. PEARSON (ALAMY)

Otros cafés que hay que tener en mente en el mapa cafetero del continente son los de Tánger. El Gran Café de Paris, en la plaza de France, es uno de los principales recuerdos de la época colonial en la ciudad marroquí. Inaugurado en 1927, sus sillones de cuero son un emblema de la metrópoli, así como las sillas de sus terrazas, que miran hacia la calle para que los clientes no se pierdan nada de lo que ocurre en ella. Los mitómanos tocarán las palmas al recordar que tanto Paul Bowles como Francis Bacon o Truman Capote posaron los labios en el borde de sus tazas.

Asia
Los que piensen que en Asia no existe la cultura cafetera saldrán de su error visitando el Café Paulista de Tokio. Su nombre de aires brasileños se debe a que su fundador, Mizuno Ryo, comenzó en 1991 a servir allí el café que le proporcionaba gratuitamente el Gobierno de Brasil por haber contribuido a la emigración de ciudadanos japoneses al país sudamericano. La sede original de este kissaten (café tradicional) estuvo en otro edificio del barrio de Ginza, pero para evocar el sabor del viejo local las tazas y cucharillas son una réplica de las antiguas. Sus visitantes más mediáticos han sido Yoko Ono y John Lennon, que acudieron tres días seguidos en uno de sus viajes a la capital nipona. Se comenta que la pareja también quería visitar el cercano L’Ambre, otro local tradicional que data de 1948, pero les fue imposible encontrar sitio.

Una taza del café al huevo (cà phê trúng), en el Café Giang de Hanói. NEIL SETCHFIELD (ALAMY)

La especialidad más peculiar se encuentra en Hanói, concretamente en el Café Giang. Desde 1946 sirve su café al huevo (cà phê trúng), que, además de esos dos ingredientes, contiene leche condensada, mantequilla y toques de queso. La receta se debe a la escasez de leche en el Vietnam de los años cuarenta, y para reemplazarla se agregaba yema de huevo batida. El invento se debe al señor Nguyen Van Giang, padre del actual dueño del local, que recibe cientos de visitantes a diario ansiosos por probar este café casi sólido en sus variantes fría y caliente.

GUERRA CIVIL ESPAÑOLA. La ‘Cartilla escolar antifascista’ de la República, una obra no solo educativa, también artística.

El Instituto Cervantes de Alcalá de Henares expone originales del cuaderno de lectoescritura que ideó el Gobierno del Frente Popular al comienzo de la Guerra Civil

Un joven lee concentrado una libreta en cuya portada aparece un soldado empuñando una metralleta y cuyo título reza: Cartilla escolar antifascista. La fotografía, tomada por Walter Reuter, abre la exposición dedicada a este documento histórico, publicado en 1937 por el Ministerio de Instrucción Pública del Gobierno de la Segunda República para alfabetizar y aleccionar a los soldados del Ejército durante la Guerra Civil.

La Cartilla escolar antifascista se ideó como un cuaderno de aprendizaje de la lectura, la escritura y el cálculo, pero también como una publicación artística y, a la vez, propagandística, en la que las frases elegidas para la enseñanza y el diseño de las imágenes contenían consignas republicanas. El Instituto Cervantes de Alcalá de Henares ha inaugurado una exposición sobre este documento histórico, que además sirve de homenaje a sus creadores: el diseñador gráfico de origen polaco Mauricio Amster y el fotógrafo berlinés Walter Reuter. La muestra se podrá visitar hasta el 5 de febrero de 2023.

El hallazgo de una lata de 2.200 negativos inéditos de Reuter en el archivo del cineasta y fotógrafo conquense Guillermo Fernández Zúñiga (1909-2005) es lo que ha permitido montar esta exposición, ya que muchos de los ensayos fotográficos que el alemán utilizó para la segunda edición de la Cartilla estaban en esa caja de hojalata redonda. Michel Lefebvre, uno de los dos comisarios de la exposición, califica este hecho de milagro: “Este descubrimiento está al mismo nivel que el de la Caja Roja de Antoni Campañà o la conocida como Maleta Mexicana [los 4.000 negativos de Robert Capa, David Seymour y Gerda Tardo que llegaron a México entre 1941 y 1942]”.

Un joven con un ejemplar de la 'Cartilla escolar antifascista', en el verano de 1937. WALTER REUTER

En la primera edición de la Cartilla, de 25.000 ejemplares, que se publicó en abril de 1937, se utilizaron las ilustraciones de Amster, reputado diseñador en la España de entonces, y las fotografías del cineasta José Val del Omar y el fotógrafo José Calandín. Tuvo tal éxito que se decidió imprimir una segunda edición, ya de una tirada de 100.000 ejemplares, algo extraordinario en una situación de guerra, según Lefebvre. Esta segunda entrega contaba además con un cuaderno de cálculo y con las fotografías de Reuter, afamado fotógrafo que había huido de la Alemania nazi y trabajaba en el Comisariado de Propaganda en 1936. “Cuando llegó la guerra, los dos se comprometieron con la Armada del régimen republicano, pero les asignaron una labor artística, porque físicamente no eran tan útiles”, relata el comisario. La exposición compara los cambios y mejoras entre las dos ediciones.

La Cartilla se distribuyó por todo el frente republicano. Cada lección partía de una frase acompañada de una ilustración. Por ejemplo: “La Unión Soviética nos ayuda” y un collage de un mitin comunista con cientos de participantes en blanco y negro y la bandera comunista en color. La seguía la separación por sílabas de las palabras que contenía esa frase, con caligrafía cursiva, e invitaba a los aprendices a crear palabras nuevas con esas sílabas, algo que recuerda a las técnicas utilizadas en los cuadernillos Rubio, pero con frases propagandísticas.

Foto de Reuter que Amster utiliza para un fotomontaje de la cartilla. En el patio del auditorio de la Residencia de Estudiantes de Madrid los Soldados del VI Ejército posan, el 6 de julio de 1937.

WALTER REUTER

Lefebvre señala que la proliferación de alabanzas a la Rusia de Lenin en sus páginas se debe a que la URSS fue el régimen que más ayudas envió a los republicanos: “Si los franceses hubieran cooperado más, seguramente habría menos propaganda bolchevique”. También se exponen las páginas del suplemento de cálculo, en las que se pueden ver operaciones aritméticas con balas como unidades para contar. En una de las páginas dedicadas a la resta, se lee esta frase: “Cada disparo de la ametralladora resta un cartucho al peine”. Este ejemplo muestra cómo se utilizaban objetos cotidianos para los soldados para que asimilaran los conceptos matemáticos con más facilidad.

Páginas de la cartilla aritmética dedicadas a la suma y a la resta. WALTER REUTER Y MAURICIO AMSTER

Amster, judío polaco nacido en la actual Lviv (Ucrania), estudió Bellas Artes en Viena y artes gráficas en Berlín. En 1930, un paisano suyo lo invitó a Madrid y allí colaboraron en varias editoriales españolas como diseñadores gráficos. Juan Manuel Bonet, el otro comisario de la exposición y experto en la trayectoria de Amster, explica que fue uno de los más importantes grafistas de España y que trajo consigo técnicas desconocidas entonces en el país: “Por un lado, hacía diseños de estilo más soviético o alemán a partir de fotografías, pero también utilizaba la línea clara, que ya se utilizaba en el cómic de Hergé, además de inventar numerosas tipografías”.

El grafista trabajó para proyectos de toda índole e ideología: desde el cartel de la exposición de Picasso de 1936 en el Centro de la Construcción de Madrid hasta la portada de la revista misionera Catolicismo, pasando por la cubierta de un ensayo de Trotsky. “A pesar de que él se alistó en el Partido Comunista en España y era afín al régimen republicano, lo contrataban de todas partes”, apunta Bonet.

Ya era amigo de Reuter cuando este llegó a España y fue él quien le propuso trabajar en la cartilla. Lefebvre, que equipara su importancia artística a la de Robert Capa, cuenta que Reuter era un personaje muy peculiar: “Era guapo como un dios, andaba por ahí con su guitarra acompañado de dos mujeres alemanas. No era comunista, más bien se asociaba a una especie de ecologismo socialista que existía en Alemania. Recorrió Europa a pie y cuando llegó a España le fascinaron los gitanos, a quienes fotografió en Málaga”.

Tanto Amster como Reuter se exiliaron a América Latina después de la guerra: el primero a Chile, donde con la ayuda, entre otros, de Pablo Neruda continuó su carrera de diseñador; y el segundo a México, donde siguió ejerciendo como fotógrafo. “Es curioso que sufrieran el mismo destino que muchos republicanos, aunque ellos no fueran españoles”, comenta Lefebvre.

https://elpais.com/cultura/2022-11-22/la-cartilla-escolar-antifascista-de-la-republica-una-obra-no-solo-educativa-tambien-artistica.html

lunes, 27 de febrero de 2023

La rebelión del Tribunal Supremo.

Si el alto tribunal entiende que la supresión del delito de sedición atenta contra la protección de la integridad territorial, puede transmitirlo a las Cortes, no en la fundamentación de un auto judicial

El Auto dictado el pasado 13 de febrero por la Sala Segunda del Tribunal Supremo (TS), del que doy por informado a los lectores, supone una auténtica rebelión del TS contra las Cortes Generales. La crítica que en el mismo se contiene a la supresión del delito de sedición no es una crítica de naturaleza jurídica, que es el único tipo de crítica admisible en la fundamentación jurídica de una resolución judicial, sea esta un auto o una sentencia, sino que es una crítica de naturaleza política. El TS se rebela políticamente contra las Cortes Generales, a las que acusa de dejar desprotegido al Estado con la supresión de dicho delito, ya que posibilita que se puedan orquestar operaciones de manera no violenta que quiebren o puedan quebrar la integridad territorial del Estado.

Obviamente la Sala Segunda del TS puede sostener esta opinión y está en su derecho de hacer llegar dicha opinión a las Cortes Generales, pero no puede hacerlo en el ejercicio de la función jurisdiccional. En dicho ejercicio la Sala Segunda del TS, como todos los jueces y magistrados que integran el poder judicial, están sometidos al imperio de la ley (art. 117.1 de la Constitución). Ningún órgano judicial puede convertirse en juez de la política legislativa protagonizada por las Cortes Generales, que es el único órgano que tiene legitimidad democrática directa en el sistema político español.

El TS, si entiende que la decisión de suprimir el delito de sedición atenta o puede atentar gravemente a la protección de la integridad territorial del Estado, está no solamente en su derecho, sino que tiene la obligación de dirigirse a las Cortes Generales en un escrito en el que explique cuáles son las razones por las que piensa que es así o puede ser así, a fin de que las Cortes Generales, una vez analizada la argumentación, puedan, si lo consideran oportuno, volver sobre sus pasos y reintroducir el delito de sedición en el Código Penal.

El TS tiene el derecho a tener una opinión propia de naturaleza política sobre una decisión normativa de las Cortes Generales. Y tiene derecho a transmitírsela a las Cortes Generales mediante escrito razonado. Es la única forma en que puede hacerlo de manera pública. Lo que no tiene derecho es a hacerlo en la fundamentación jurídica de una resolución judicial. Carece de legitimidad democrática para hacer esto último.

A los Magistrados que han firmado el Auto se les debería abrir un expediente para determinar si han cometido algún tipo de falta y si se les debería imponer algún tipo de sanción. No se debería dejar sin respuesta una rebelión contra el órgano constitucional representativo del pueblo español, que es como define a las Cortes Generales la Constitución en el artículo 66.1. El ejercicio de la función jurisdiccional no es compatible con la crítica de naturaleza política porque choca frontalmente con la naturaleza exclusivamente jurídica del poder del que son portadores.

Es obvio que esto no lo pueden no saber los Magistrados que han firmado el Auto del pasado 13 de febrero. La distinción entre lo que es un argumento de naturaleza política y otro de naturaleza jurídica es imposible que la desconozcan. Nada se puede objetar a lo que dicen acerca de que la conducta de quienes fueron condenados por sedición en la sentencia de noviembre de 2019 no encaja en el delito de desórdenes públicos agravados que se ha incorporado al Código Penal, pero sí hay mucho que objetar a toda la argumentación acerca de la indefensión en que se deja al Estado con la supresión del delito de sedición.

No se debe dejar sin respuesta un acto que no es jurisdiccional, sino político, mediante el cual el TS se rebela contra las Cortes Generales. El principio de responsabilidad también es de aplicación a los miembros del Poder Judicial.

La "herejía de Kepler": las matemáticas que llevaron a cuestionar a Dios como arquitecto del universo

Así era el modelo del universo de Kepler.

La misión de Johannes Kepler, matemático, astrónomo, astrólogo al servicio del emperador Rodolfo II de Habsburgo, era desvelar las leyes que sirvieron al Creador para dar forma al universo.

Pero Kepler se enfrentó al juicio de una incongruencia, una pieza que no encaja con la lógica y que cuestionaba la omnipotencia de Dios. Esa incongruencia es la figura geométrica del heptágono.

Euclides renunció a ella por su extravagante naturaleza, y que Kepler aseveró: "No ha podido ser construida conscientemente por una mente".

"La Geometría es uno de los eternos reflejos de la mente de Dios", escribía Johannes Kepler en Mysterium Cosmigraphicum (1959).

"Yo me propongo demostrar que Dios, al crear el universo y al establecer el orden del cosmos, tuvo ante sus ojos los cinco sólidos regulares de la geometría conocidos desde los días de Pitágoras y Platón, y que Él ha fijado de acuerdo con sus dimensiones el número de los astros, sus proporciones y las relaciones de sus movimientos".

Pintura de dios FUENTE DE LA IMAGEN, GETTY IMAGES

¿Creó Dios el universo?

El esqueleto del universo según Kepler
Según Kepler, el Cosmos estaba ordenado dentro de una gran esfera y había sido construido con la expansión de los poliedros regulares.

Sólo existen cinco poliedros regulares: tetraedro, cubo, octaedro, dodecaedro e icosaedro.

Dentro de la órbita o esfera de Saturno, Kepler inscribió un cubo; y dentro de este la esfera de Júpiter circunscrita a un tetraedro.

Sobre el tetraedro situó la esfera de Marte.
Entre las esferas de Marte y la Tierra encajaba el dodecaedro.

Entre la Tierra y Venus el icosaedro; entre Venus y Mercurio el octaedro.

Y en el centro de todo el sistema, el astro rey, el Sol.

Kepler había construido el esqueleto de la Armonía de las esferas ensamblando poliedros.

El cosmos de Kepler

FUENTE DE LA IMAGEN, GETTY IMAGES Y SCIENCE PHOTO LIBRARY

El modelo de Kepler del Sistema Solar, partiendo como base de los sólidos platónicos.

El heptágono no encajaba
Para dar forma a la Armonía de las esferas, Kepler despliega en su obra Harmonices mundi el desarrollo geométrico de los polígonos, y entre ellos el heptágono, una singularidad que rompía la armonía.

En su obra, Kepler afirma que esta figura no ha podido ser construida conscientemente, y tampoco es posible darle forma con los métodos utilizados por Durero, Cardano, Clavio o Bürgi.

Kepler duda si verdaderamente lo pudieron hacer, o si lo lograron de manera fortuita.

Kepler basaba su argumentación científica en la imposibilidad geométrica de la construcción del heptágono con escuadra y compás.

La construcción de esta figura tampoco se explica en los Elementos de Euclides, ni en el Almagesto de Ptolomeo.

Puente de San Carlos
FUENTE DE LA IMAGEN, GETTY IMAGES Al caerle los copos de nieve sobre el puente de Carlos en Praga, Kepler tuvo su "momento eureka" particular.

Kepler llegó a afirmar que la máquina celeste no fue creada como un "animal divino, sino como un reloj regido por una fuerza que puede expresarse matemáticamente".

El Dios Geómetra, de gran popularidad en la Edad Media, estaba siendo cuestionado.

Las órbitas elípticas de los planetas
En el ilusionario del movimiento circular de los planetas había más cosas que no encajaban.

Kepler no podía explicar matemáticamente por qué a principios de noviembre el atardecer del día cae rápidamente y el amanecer se adelanta velozmente a medianos de febrero.

Convencido de que todo el cosmos y sus circunstancias podían explicarse con matemáticas, encontró cómo resolver el enigma.

Johannes Kepler FUENTE DE LA IMAGEN, SCIENCE PHOTO LIBRARY

Hijo de un mercenario y una madre acusada de ser bruja, Kepler miró al cielo y descubrió que el Sol estaba en el centro del Sistema Solar.

Tras estudiar durante cinco años las observaciones exhaustivas y meticulosas de los planetas hechas por Tycho Brahe, tratando de ajustar el viaje de Marte a varias curvas, en 1609 publicó las dos primeras de sus tres leyes del movimiento planetario.

La primera ley establece: "La órbita de todos los planetas es una elipse con el Sol en uno de sus focos".
Aquel hallazgo fue fundamental para la comprensión del universo.

Sin embargo, también suponía zozobra en los intereses de Kepler.
¡Cómo era posible que el creador eligiera una elipse, y no un círculo perfecto!
En la mente de Kepler nunca hubo intención de cuestionar al divino Arquitecto del cosmos.
Sin embargo, al otro lado del mundo, en Filipinas, un misionero dominico estudió al detalle la obra de Kepler y señaló la herejía: la opinión que Kepler había manifestado sobre el heptágono cuestionaba al Creador.

Kepler-90

FUENTE DE LA IMAGEN, NASA

Los planetas del Sistema Solar
La herejía de Kepler
Fray Ignacio Muñoz Pinciano (1608-1685) escribió el Manifiesto geométrico (1684), en el que describe un método de trazado del heptágono, frente al desarrollado en la proposición de la figura determinada por Kepler.
Esto significaba, para el fraile, que Kepler no solo estaba equivocado, sino que, además, su obra era una herejía.
El fraile cree conseguir construir la figura a través del triángulo isósceles (9,4,9) refutando a Kepler por considerarla como impossible simpliciter.
El dominico termina la obra apuntando que, pese a que Kepler ya está denunciado por la Inquisición, el Harmonices mundi no lo estaba, y, debido a sus tesis sobre esta figura, también habría de ser condenada.
Según el dominico, la obra de Kepler conduce a pensar que la Sabiduría eterna de Dios no es suficiente para construir la figura del heptágono, y por tanto carecería de cognoscibilidad científica.
Fray Ignacio razonaba basándose en el principio de las Escuelas Metafísicas, donde lo que no tiene entidad, ni esencia, ni condiciones, ni propiedades, no puede existir.
El Manifiesto Geométrico fue una apología contra la incognoscibilidad del heptágono por ser una figura infinita, y de aquí el principio herético de Kepler. En el Génesis, la Creación es finita, los seis famosos días y un séptimo de descanso, y en la creencia de lo indeterminado parte el arrebato inquisidor del dominico.

*Este artículo fue publicado en The Conversation y reproducido bajo la licencia Creative Commons. Haz clic aquí para leer la versiónoriginal. Josep Lluis i Ginovart es Catedrático Intervención Patrimonio Arquitectónico de la Universitat Internacional de Catalunya.

Cinta Lluis Teruel es ayudante de Investigación Júnior de la Universitat Internacional de Catalunya.

domingo, 26 de febrero de 2023

LOCALES PECULIARES. LAS TIENDAS QUE SE HICIERON BARES: VIAJE A LAS MEJORES ABACERÍAS DE SEVILLA.

Hace décadas que los ultramarinos y abacerías sevillanas expandieron su negocio y comenzaron a servir bebidas y comidas frías. Hoy muchos han seguido ese modelo y ofrecen a los clientes comprar los productos que están tomando.

bares sevilla



En Sevilla el solomillo al whisky se hace con brandy y las tiendas de alimentación venden alubias y sirven cervezas. Así es esta ciudad, en la que hace décadas varios ultramarinos decidieron ofrecer al público las bebidas y chacinas que ponían de extranjis a sus clientes habituales. Con el tiempo este modelo de negocio se asentó, y hoy día existen locales que aún conservan esa solera y otros que solo utilizan el término “abacería” a modo de reclamo.

Antes de la llegada de las grandes cadenas, los vecinos solo tenían los mercados de barrio y estos comercios para abastecerse, y no era extraño que en los últimos se les sirviera algo a los más asiduos mientras esperaban. “De forma casual siempre se ha consumido: a principios del siglo XX se comía y bebía en estos lugares, normalmente en las trastiendas. Uno de los más históricos de la ciudad, Casa Palacios, tiene fotos de los años cuarenta en los que se ve la barra”, cuenta José Ángel Martín, creador del blog Ultras y rultras, en el que habla de los negocios sevillanos de este tipo.

“Son sitios incómodos, donde no te puedes sentar, pero también auténticos, en los que probar vinos o latas diferentes”, resume José Ángel. Estos híbridos de tienda y bar, con balanza y barra, tienen un aspecto común indispensable: vender algunos de los productos que puedes tomar allí. Por lo general, salazones, embutidos, chacinas, quesos y conservas, que conforman la carta clásica de un local de tapas informal, el catálogo variado de un peculiar ultramarinos.
 
"Cuanto menos cambie, mejor"
Cerca de varias franquicias de comida rápida, en la céntrica calle Gamazo, Casa Moreno aún preserva la identidad de los ultramarinos de antaño. Poco ha cambiado desde que abrieron hace unos 80 años: ahí sigue el mostrador lleno de chacinas y queso, las paredes llenas de productos y, al fondo, cruzando una puerta lateral, el antiguo almacén reconvertido en bar, con una barra de metal en la que los clientes se agolpan como en un autobús a las siete de la mañana.

“Abre como ultramarinos en los años cuarenta, y a principios de los sesenta, la trastienda pasa a ser bar”, explica Emilio Vara, el camarero más veterano de Casa Moreno. “El motivo fue, por desgracia, la desigualdad que sufrían las mujeres: antes estaba mal visto que bebieran en público, por eso buscaban la complicidad con el tendero y le decían ‘Francisco, ponme un poco de vino y queso en el almacén mientras me despachas’”, cuenta Emilio. “Cuando se dio cuenta, había creado una especie de tabernilla para ellas”.
En este local mantienen la pureza de estos negocios: nada de cocinar guisos ni platos muy elaborados, solo conservas, alimentos curados y montaditos, que preparan con las chacinas que venden en la tienda. “Si te gusta la morcilla de hígado, el chorizo picante, la lata de mejillones o la manzanilla que estás tomando, te lo puedes llevar. Aquí se conjugan los dos aspectos”, afirma Vara. “Hoy día está al cargo del local la tercera generación de la familia, pero seguimos ofreciendo 15 tipos de alubias a granel, por ejemplo. Tenemos claro que cuanto menos cambie esto, mejor”, dice este empleado.
 
Restaurante con espíritu de tienda
La Antigua abacería de San Lorenzo abrió en 1995 como comercio de alimentos al por menor. El dueño, Ramón López de Tejada, asegura que en Sevilla nadie utilizaba esa palabra hasta entonces: “‘Ultramarinos’ era más popular, pero nosotros la escogimos porque definía lo que teníamos pensado hacer y porque además era la primera del diccionario”. Con el tiempo “la clientela demandaba más”, así que cinco años más tarde comenzaron a servir algo de comida y bebida.

Pero en el 2008 pegaron el volantazo definitivo a lo Fast and furious: la Antigua abacería de San Lorenzo, aquella pequeña tienda situada en el barrio homónimo, amplía el local y se convierte en restaurante. Pasaron de servir productos de charcutería y vinos de la zona mientras despachaban, a elaborar y ofrecer “platos de la cocina tradicional andaluza, especialmente guisos, potajes y cocidos”.

Ahora bien, esta conversión no les hizo olvidar su fin primigenio: “Uno no puede renunciar a sus orígenes nunca, por eso seguimos vendiendo a la calle regañás, pan o dulces tradicionales”, cuenta López de Tejada. La estética también se mantuvo, y casi tres décadas después de su apertura, el local aún guarda el ambiente acogedor de las tiendas de barrio. “Creo que hemos conseguido mantener la esencia y dejarle el punto que muchos admiran”, declara el empresario.

Entre la herejía y lo castizo
El éxito de negocios como el de Ramón ha provocado que en los últimos años las abacerías, como Dios y la canción de Shakira, estén por todos lados. Para Chencho Cubiles, miembro de la Academia Sevillana de Gastronomía, esta moda ha desvirtuado la idea original: “Se ha abierto ese concepto y hoy día se utiliza con quizá demasiada facilidad”. “Aquí es un reclamo, y muchos locales que llevan esa palabra te decepcionan porque no tienen nada que ver con aquellas tiendas antiguas”, opina el autor del blog De tapas con Chencho.

Ramón López de Tejada declara que “existen pocos sitios de este tipo que se dediquen también a la venta a la calle”, un aspecto que considera fundamental. Y alude a la falta de coherencia estética de estas nuevas aperturas: “Hay algunos que se llaman así y son como cualquier gastrobar: blancos, grises y negros”. Según el propietario de la Antigua abacería de San Lorenzo, todo esto “confunde un poco al público”.

Pero no todo el panorama abacero es tan aciago: también se han inaugurado sitios en los últimos tiempos que respetan el sentido y tradición de estos lugares. Un ejemplo de ello es Maestro Marcelino, un local que abrió en 2016 con una decoración que se inspira en el recordado ultramarinos Casa Marciano, que cerró hace más de 30 años, tal y como explica Puri Portillo, dueña y gerente del mismo. “Quería ensalzar y darle protagonismo a los alimentos de nuestra tierra, así que pensé que lo mejor era montar una abacería”, dice Puri.

El género que más se demanda en Maestro Marcelino es el que más sentido tiene, teniendo en cuenta el tipo de local que es: “Los que entran buscan el concepto tradicional de abacería: un buen jamón, un buen queso y un buen montadito de pringá”, afirma la propietaria. Unos productos que, por supuesto, cualquiera puede comprar, desde las chacinas hasta el vino, que venden a granel directamente de las botas. “En el centro de Sevilla, con las rentas que hay, sería muy complicado salir adelante solo como tienda o solo como bar. Con este modelo ambos negocios son complementarios y, sobre todo, necesarios”, comenta Puri Portillo.

Abacería moderna como las de antes. 
MAESTRO MARCELINO (FACEBOOK)
De pie, en una de las pocas mesas altas que hay en el antiguo almacén de Casa Moreno, Pablo Díaz, sevillano de 26 años, se bebe su primer botellín en este local, que nunca antes había visitado: “Al principio pensé que era una charcutería, menos mal que mi amigo me dijo que pasara hasta el final”, reconoce. Como vecino de la capital andaluza, agradece que aún existan sitios tan castizos: “La ciudad se está convirtiendo en un recinto turístico, pero por suerte todavía quedan bares como este, con el encanto de esa Sevilla oculta que cada vez es más pequeña”.

https://elcomidista.elpais.com/elcomidista/2023/02/13/articulo/1676291740_617809.html

Le llamé hijo de perra y otras indirectas

Estoy alarmado por la proliferación de insultos que nos lanzamos unos a otros. Basta seguir algunas sesiones parlamentarias para ver cómo cruzan en todas las direcciones palabras cargadas de desprecio. Hace unos días, en el Senado, el Presidente del gobierno hacía una relación de los insultos que, en unos pocos meses, le había lanzado el jefe de la oposición: déspota, sectario, débil, mediocre, ególatra, adanista, irresponsable, autista, autoritario, frívolo, caudillista… E ironizaba diciendo al señor Feijóo que había dicho cuando asumió la jefatura del partido de la oposición que no había venido a la política nacional para insultar. ¿Sí? ¿De verdad?

Se cuenta de dos amigos que pasaban por delante del parlamento italiano. Se detuvieron en la puerta y oyeron una sarta casi interminable de insultos:

Hay que ver cómo se tratan, dijo uno de ellos.
El amigo respondió:

– Es que están pasando lista.

En su libro “Humor y política”, Alfred Sanvy habla de una recepción en la embajada de Moscú en la que el propio Khuschev cuenta esta historia: Un hombre en plena plaza de Moscú comienza a gritar: Khuschev está loco. Al momento llega la policía secreta y lo detiene. En el juicio le caen tres meses por insultos… y diez años por revelar un secreto de estado.

En la radio, hay algunos periodistas que se ensañan repartiendo calificativos gruesos a quienes consideran del otro bando. Voy a citar a Federico Jiménez Losantos que, cada mañana, se permite hacer descalificaciones insultantes a quienes no considera dentro de su línea de pensamiento. Creo que confunde con demasiada facilidad libertad de expresión con libertad de agresión. Resulta impresionante escuchar un diálogo de Losantos con Rosa Díaz, por ejemplo, hablando sobre el Presidente del gobierno. Es como si estuviesen en una disputa sobre quién insulta más y mejor. Se animan mutuamente a soltar exabruptos. Lo menos que le llaman es psicópata, trilero, mentiroso, traidor, felón… Probablemente sepan, y por eso lo hacen, que esos insultos no solo descalifican al interesado, también dejan un poso de desprecio a todos sus electores y electoras. El Presidente no hace nada, absolutamente nada, bien. Se merece todo el desprecio, todo el odio, todo tipo de insultos. Losantos tiene una sección en el programa que se titula “La república de los tontos”. Por ella desfilan cada mañana un buen número de aquellos a quienes consideran estúpidos. La risa y la burla están aseguradas.

Hay programas de televisión en los que parece existir licencia para insultar, a contertulios y a personas ausentes. Me pregunto muchas veces qué es lo que estamos enseñando desde los medios a nuestros niños, a nuestras niñas. Me acuerdo muchas veces del entrañable Eduardo Galeano y de su libro La escuela del mundo al revés. Un libro en el que explica que la vida es el gran currículum en el que las personas aprenden las lecciones que imparten las personas. Un currículum demoledor.

En los partidos de fútbol se corean insultos y frases despectivas. Recuerdo un partido que vi en el estadio Santiago Bernabeu hace algunos años. Muchos, porque entonces se veían los partidos de pie. Delante de mí se encontraban un padre y su hijo. El padre profería insultos que repartía a voz en grito entre el árbitro, el entrenador y los jugadores. De pronto el niño, que tendría unos diez años, soltó una palabrota dirigida al árbitro. El padre le sacudió una tremenda bofetada mientras decía:

Eso no se dice.
A los dos minutos, el padre siguió gritando de forma desaforada los más gruesos insultos. ¿Qué aprendió el niño? ¿Qué hará cuando se encuentre solo?

Algunas veces se profieren insultos a personas que no conocemos. ¿Quién no ha visto un accidente de coche en el que chocan dos vehículos? Salen ambos conductores de sus respectivos coches y, enfurecidos, comienzan a insultarse, aunque sea la primera vez que se han visto.

El lenguaje sirve para entendernos y también para confundirnos y enfrentarnos. Para insultarnos. Hay una sección en el programa el Intermedio que se titula “Hablando se enciende la gente”. Espero que el lector haya leído con atención. Porque es fácil que se haya dejado arrastrar por el sentido del tradicional aforismo: hablando se entiende la gente. Una ce por una te. Y cambia todo.

Algunos se sienten orgullosos mientras más duros se muestran con los adversarios. Alardean de contundencia y dureza. Como dice mi querida amiga Lola Alcántara, citando a un poco espabilado energúmeno: le llamé hijo de puta y otras indirectas.

Se insulta no solo con palabras. También se insulta con hechos y, a veces, con silencios. Lo cuenta José María Cabodevilla: El señor Iacarino, redactor jefe de un periódico italiano de derechas, se rompió la clavícula en un accidente de equitación. Otro periódico, también italiano, pero de izquierdas, tituló así la noticia: el caballo del señor Iacarino ha salido indemne de un accidente.

Hay frases hirientes que se utilizan como insultos. ¿Has estado alguna vez en el zoo…, quiero decir…, como espectador? Un crítico de teatro resumió su análisis del estreno de la obra de un consagrado autor teatral con una sencilla pregunta: Ayer se estrenó en el Teatro X la obra de Z. ¿Por qué?

Capítulo aparte merecen los apodos y pseudónimos, algunos cargados de veneno concentrado. El citado Jiménez Losantos llama habitualmente al señor Biden, presidente de los Estados Unidos, la Momia. Otros más benignos pretenden provocar la sonrisa a través del ingenio. A un muchacho de mi pueblo le llamaban Mocolindo. No hay necesidad de explicar por qué. A un profesor que tenía la costumbre de leer en voz alta sus lecciones como un busto parlante, le apodaban el Telediario.

Dentro de este capítulo de ingenio menos agresivo leí hace algún tiempo la siguiente anécdota. El Papa Pablo VI padecía una dolencia de próstata en los últimos años de su pontificado. En el Vaticano le llamaban Pablo VI el Apróstata.

Es curioso el mecanismo semántico del insulto. Con una palabra nos referimos a una persona que, dada su tremenda complejidad, no podría ser definida con precisión en varios libros. Es un resumen despiadado que solo pretende hacer daño.

He leído en estos días un precioso libro titulado “Diccionario de las palabras olvidadas”, cuya autora es la londinense Pip Williams. ¿Por qué convertir algo tan maravilloso como las palabras, algo que se puede amar intensamente, en un arma arrojadiza contra el prójimo?

Es una pena que el trabajo educativo de las escuelas, encaminado a cultivar la solidaridad, la compasión y el respeto entre todos los seres humanos, tenga el enorme contrapeso de los insultos radiados, televisados y coreados en masa?

Tengo en mis estanterías un libro titulado “Inventario general de insultos”. Contiene, de la A la Z, exactamente 856 insultos.. Como para llevar el libro a una discusión. Como para hacer un regalo a los candidatos de los partidos en tiempos de mítines y elecciones. Como para llevarlo a una reunión: siéntate, que te voy a leer un libro. En ese catálogo ilustrado hay insultos especializados para dirigirse al marido engañado, a la persona que no responde al prototipo sexual, al extranjero, al de otro color… El odio convertido en palabras. La intolerancia en píldoras. Los insultos están cargados de sexismo, de homofobia, de racismo, de desprecio… Algunos de los insultos recogidos y analizados en el Inventario (tanto en su raíz histórica como en su dimensión literaria) necesita estudio: asnejón, balandrón, boquiblando, bujendón, chafallón, churrullero, estafermo, fodolí, jaquetón, lilipendo, macandón, mojarreras, rastrapaja, tontilindando… Y así hasta zurumbático, que es el último que aparece en la extensa relación. La verdad es que alguna de estas palabras pueden ser utilizadas como insultos sin saber su significado.

Para insultar hace falta tener animus iniuriandi o voluntad maldiciente. El deseo de hacer daño, de herir, de injuriar se colma a través de los insultos que se dirigen al destinatario, haya o no testigos. Hay quien insulta de forma cobarde, en ausencia de los aludidos o, lo que es peor, a través de anónimos.

Algunas veces se pretende hacer gracia con el insulto. Se trata de provocar la risa y el aplauso de los afines. Hay personas muy dotadas en ese rasgo cruel. Son especialistas del sarcasmo.

¿No podríamos tratarnos un poco mejor, más amablemente, más respetuosamente, sin tanto desprecio, sin tanta acritud? ¿No sería un buen ejercicio decirle algo agradable a nuestros colegas? Claro que alguno, empecinado en su destemplanza, acabaría diciendo: es que no se me ocurre absolutamente nada bueno. ¡Qué pena!

Cómo el lenguaje influye en la forma en la que percibimos el tiempo y el espacio

Se estima que el lenguaje entre los seres humanos tiene unos cuantos cientos de miles de años. Si te pidieran que caminaras en diagonal por un campo, ¿sabrías qué hacer? O si te ofrecieran US$23 hoy o el doble de esa cantidad en un mes, ¿estarías dispuesto a esperar? ¿Cómo ordenarías 10 fotos de tus padres si te pidieran que las clasificaras en orden cronológico? ¿Las colocarías en horizontal o en vertical? ¿En qué dirección se movería la línea de tiempo?

Estas pueden parecer preguntas simples, pero sorprendentemente, es probable que tus respuestas estén influenciadas por el idioma o los idiomas que hablas.

Hemos explorado los muchos factores internos y externos que influyen y manipulan la forma en que pensamos, desde la genética hasta la tecnología digital y la publicidad.

Y parece que el lenguaje puede tener un efecto fascinante en la forma en que pensamos sobre el tiempo y el espacio. La relación entre el lenguaje y nuestra percepción de estas dos importantes dimensiones está en el centro de una pregunta largamente debatida: ¿el pensamiento es algo universal e independiente del lenguaje, o nuestros pensamientos están determinados por él?

Pocos investigadores hoy en día creen que nuestros pensamientos están completamente moldeados por el lenguaje; después de todo, sabemos que los bebés y los niños pequeños piensan antes de hablar.

Pero un número creciente de expertos cree que el idioma puede influir en la forma en que pensamos, al igual que nuestros pensamientos y nuestra cultura pueden dar forma a cómo se desarrolla el idioma.

"En realidad, funciona en ambos sentidos", argumenta Thora Tenbrink, lingüista de la Universidad de Bangor, en Reino Unido.

Una mamá lee un libro a su bebé FUENTE DE LA IMAGEN, GETTY IMAGES

Es difícil ignorar la evidencia de que el lenguaje influye en el pensamiento, argumenta Daniel Casasanto, psicólogo cognitivo de la Universidad de Cornell, en Estados Unidos.

Por ejemplo, sabemos que las personas recuerdan las cosas a las que prestan más atención.

Y los diferentes lenguajes nos obligan a prestar atención a una variedad de cosas diferentes, ya sea género, movimiento o color.

"Este es un principio de cognición que no creo que nadie discuta", dice Casasanto.

Lingüistas, neurocientíficos, psicólogos y otros especialistas han pasado décadas tratando de descubrir las formas en las que el lenguaje influye en nuestros pensamientos, a menudo centrándose en conceptos abstractos como el espacio y el tiempo.

Métricas ambas abiertas a la interpretación.
Pero obtener resultados científicos no es fácil.

Si solo comparamos el pensamiento y el comportamiento de las personas que hablan diferentes idiomas, es difícil estar seguro de que las diferencias no se deban a la cultura, la personalidad o algo completamente distinto.

El papel central que juega el lenguaje en la expresión de nosotros mismos también hace que sea difícil separarlo de estas otras influencias.

Sin embargo, hay maneras de evitar este enigma.

Flechas apuntando en la misma dirección

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Casasanto, por ejemplo, a menudo enseña a las personas en su laboratorio a usar metáforas de otros idiomas (en su propia lengua) e investiga qué impacto tiene esto en su pensamiento.

Sabemos que las personas a menudo usan metáforas para pensar en conceptos abstractos, por ejemplo, un "precio alto", "mucho tiempo" o "misterio profundo".

De esta manera, no está comparando personas de diferentes culturas, lo que puede influir en los resultados. En cambio, te estás enfocando en cómo cambia el pensamiento en las mismas personas de la misma cultura mientras hablan de dos maneras diferentes.

Por lo tanto, cualquier diferencia cultural se elimina de la ecuación.

Los angloparlantes
La científica cognitiva Lera Boroditsky, una de las pioneras en la investigación sobre cómo el lenguaje manipula nuestros pensamientos, ha demostrado que los angloparlantes suelen ver el tiempo como una línea horizontal. Pueden adelantar las reuniones o retrasar los plazos.

También tienden a ver el tiempo viajando de izquierda a derecha, muy probablemente en línea con la forma en que estás leyendo el texto en esta página o la forma en que se escribe el idioma inglés.

Una persona escribe en hebreo FUENTE DE LA IMAGEN, GETTY IMAGES

Los hablantes de hebreo, por ejemplo, que leen y escriben de derecha a izquierda, imaginan que el tiempo sigue el mismo camino que su texto.

Si le pides a un hablante de hebreo que coloque fotos en una línea de tiempo, lo más probable es que comiencen desde la derecha con las imágenes más antiguas y luego ubiquen las más recientes a la izquierda.

Quienes hablan mandarín
Mientras tanto, los hablantes de mandarín a menudo imaginan el tiempo como una línea vertical, donde arriba representan el pasado y abajo el futuro.

Por ejemplo, usan la palabra xia ("abajo") cuando hablan de eventos futuros, de modo que "la semana que viene" se convierte literalmente en "semana baja".

Al igual que con el inglés y el hebreo, esto también está en línea con la forma en que tradicionalmente se escribía y leía el mandarín, con líneas verticales, desde la parte superior de la página hasta la parte inferior.

Esta asociación entre la forma en que leemos el lenguaje y organizamos el tiempo en nuestra mente también afecta nuestra cognición cuando tratamos con el tiempo.

Botones para diferentes idiomas FUENTE DE LA IMAGEN, GETTY IMAGES

Los hablantes de diferentes idiomas procesan la información temporal más rápido si está organizada de manera que coincida con su idioma.

Un experimento, por ejemplo, mostró que los ingleses monolingües eran más rápidos para determinar si una imagen era del pasado o del futuro (representado por imágenes al estilo de la ciencia ficción) si el botón que tenían que presionar para el pasado estaba a la izquierda del botón para el futuro que si estuvieran colocados al revés.

Sin embargo, si los botones se colocaron uno encima o uno debajo del otro, no hubo diferencia. Los hablantes bilingües de mandarín e inglés que viven en Singapur también mostraron una preferencia por el mapeo mental del tiempo de izquierda a derecha sobre el mapeo mental de derecha a izquierda.

Pero sorprendentemente, este grupo también reaccionó más rápido a las imágenes orientadas al futuro si el botón de futuro estaba ubicado debajo del botón de pasado, en línea con el mandarín.

De hecho, esto también sugiere que los bilingües pueden tener dos puntos de vista diferentes sobre la dirección del tiempo, especialmente si aprenden ambos idiomas desde una edad temprana.

Sin embargo, no somos necesariamente prisioneros de pensar de cierta manera.

Sacerdotes aymaras realizan ofrendas a la Pachamama (Madre Tierra) en las ruinas arqueológicas y preincaicas en Tiwanaku, Bolivia. FUENTE DE LA IMAGEN, GETTY IMAGES

El aymara es una lengua aglutinante. Otros idiomas aglutinantes son el quechua, el japonés o el turco.

Curiosamente, Casasanto ha demostrado que puede revertir rápidamente la representación mental del tiempo de las personas entrenándolas para leer texto invertido, que va en la dirección opuesta a la que están acostumbrados.

Entonces reaccionan más rápido a las declaraciones que son consistentes con el tiempo yendo en dirección opuesta a lo que están acostumbrados.

¿Cómo vemos el pasado?

Pero las cosas se ponen aún más interesantes.

En inglés y en muchos otros idiomas europeos, normalmente vemos el pasado como algo que quedó atrás y el futuro frente a nosotros. En sueco, por ejemplo, la palabra para futuro, framtid, significa literalmente "tiempo de frente".

Pero en aymara, hablado por los aymaras que viven en los Andes de Bolivia, Chile, Perú y Argentina, la palabra futuro significa "atrás del tiempo".

Ellos razonan que, debido a que no podemos ver el futuro, debe estar en nuestra parte trasera.

De hecho, cuando los aymaras hablan del futuro tienden a hacer gestos hacia atrás, mientras que las personas que hablan español, por ejemplo, que ven el futuro por delante, hacen gestos hacia adelante.

De manera similar, al igual que los aymaras, los hablantes de mandarín también imaginan que el futuro está detrás de ellos y el pasado por delante, llamando al anteayer "front day" y al pasado mañana "back day".

Los que hablan tanto mandarín como inglés tienden a alternar entre una concepción del futuro hacia adelante y hacia atrás, a veces en formas que pueden chocar entre sí.

Un panel que dice "Gracias" en varios idiomas.

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Tiempo y espacio
Casasanto señaló que la gente tiende a usar metáforas espaciales para hablar de duración.

Por ejemplo, en inglés, francés, alemán o los idiomas escandinavos, una reunión puede ser "larga" y unas vacaciones "cortas".

Casasanto demostró que estas metáforas son más que formas de hablar: la gente conceptualiza "lapsos" de tiempo como si fueran líneas en el espacio.

Inicialmente creyó que esto era universalmente cierto para todas las personas, independientemente de los idiomas que hablaran.

Pero cuando presentó sus hallazgos en una conferencia en Grecia, fue interrumpido por un investigador local que insistió en que esto no era correcto para su idioma.

"Mi primera respuesta fue un poco desdeñosa", admite Casasanto, quien se había duplicado en su punto de vista.

En cierto momento dice que "dejó de hablar y comenzó a escuchar". Y el resultado cambió el curso de su investigación para centrarse en las diferencias relacionadas con el lenguaje en lugar de los universales en el pensamiento.

Lo que descubrió fue que los griegos tienden a ver el tiempo como una entidad tridimensional, como una botella, que puede llenarse o vaciarse.

Una reunión, por tanto, no es "larga" sino "grande" o "mucha", mientras que un descanso no es "breve" sino "pequeño". Lo mismo pasa en español.

"Puedo hablar de 'mucho tiempo' [en inglés], pero si uso esta expresión en griego, la gente me mirará raro", explica Panos Athanasopoulos, lingüista de la Universidad de Lancaster en Reino Unido, quien es hablante nativo de griego. Una mujer sostiene una pancarta que dice paz en varios idiomas

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Estas peculiaridades del lenguaje son fascinantes, pero ¿cuánto impacto tienen realmente en nuestro pensamiento? Casasanto plantea un punto curioso.

Cuando imaginas el tiempo en una línea, cada punto está fijo para que dos puntos de tiempo no puedan intercambiarse: hay una flecha estricta.

Pero en un contenedor, los puntos de tiempo flotan y son potencialmente capaces de intercambiar lugares.

El tiempo es un problema
"Durante mucho tiempo me he preguntado si nuestra física del tiempo podría estar moldeada por el hecho de que los hablantes de inglés, alemán y francés fueron fundamentales en su creación", dice.

Curiosamente, el tiempo es un problema cada vez más complicado en la física, que se interpone en el camino de unir sus diferentes ramas.

Los físicos imaginaron durante mucho tiempo que el tiempo tenía una flecha y que avanzaba de forma fiable desde el pasado hacia el futuro.

Pero las teorías modernas son más complicadas.

En la teoría general de la relatividad de Einstein, por ejemplo, el tiempo no parece fluir en absoluto en la mayor escala del universo, lo cual es una idea extraña incluso para los físicos.

En cambio, el pasado, el presente y el futuro parecen existir simultáneamente, como si fueran puntos nadando en una botella.

Entonces, tal vez el tiempo como metáfora de la línea ha sido, y sigue siendo, un freno a la física.

"Ese sería un efecto bastante notable del lenguaje sobre el pensamiento", dice Casasanto.

Por qué el tiempo va hacia delante y no hacia atrás

Un letrero que marca direcciones

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Los idiomas también codifican el tiempo en su gramática.

En inglés, por ejemplo, el futuro es uno de los tres tiempos simples, junto con el pasado y el presente: decimos "llovió", "llueve" y "lloverá".

Pero en alemán, puedes decir morgen regent, que significa "mañana llueve". No es necesario que construyas el futuro en la gramática.

Lo mismo ocurre con muchos otros idiomas, incluido el mandarín, donde las circunstancias externas a menudo indican que algo está ocurriendo en el futuro, como: "Me voy de vacaciones el próximo mes".

Pero, ¿afecta esto a nuestra forma de pensar?

En 2013, Keith Chen, economista conductual de la Universidad de California en Los Ángeles, se propuso probar si las personas que hablan idiomas que "no tienen futuro" podrían sentirse más cerca del futuro que quienes hablan otros idiomas.

Por ejemplo, el alemán, el chino, el japonés, el holandés y los idiomas escandinavos no tienen barreras lingüísticas entre el presente y el futuro.

Mientras que los "idiomas del futuro", como el inglés, el francés, el italiano, el español y el griego, animan a los hablantes a ver el futuro como algo separado del presente.

Descubrió que los hablantes de "idiomas sin futuro" tenían más probabilidades de participar en actividades centradas en el futuro.

Tenían un 31% más de probabilidades de haber ahorrado dinero en un año determinado y habían acumulado un 39% más de riqueza al jubilarse.

Una hucha con forma de cerdito.

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También tenían un 24% menos de probabilidades de fumar, un 29% más de probabilidades de ser físicamente activos y un 13% menos de probabilidades de ser médicamente obesos.

Este resultado se mantuvo incluso cuando se controlaron factores como el estatus socioeconómico y la religión.

De hecho, los países de la OCDE (el grupo de naciones industrializadas) con "lenguas sin futuro" ahorran en promedio un 5% más de su PIB por año.

Esta correlación puede sonar como una casualidad, con razones históricas y políticas complejas que quizás sean los verdaderos impulsores.

Pero Chen ha investigado desde entonces si variables como la cultura o cómo se relacionan los idiomas podrían estar influyendo en los resultados.

Cuando tuvo en cuenta estos factores, la correlación fue más débil, pero se mantuvo en la mayoría de los casos. "La hipótesis aún me parece sorprendentemente sólida", argumenta Chen.

Orientación en el espacio
Pero los efectos del lenguaje pueden extenderse aún más a nuestro mundo físico, influyendo en cómo nos orientamos en el espacio.

Diferentes lenguajes pueden obligarnos a pensar en términos de "marcos de referencia" específicos.

Un aborigen en Australia

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Como han demostrado Boroditsky y su colega Alice Gaby, los aborígenes kuuk thaayorre de Australia, por ejemplo, utilizan los puntos cardinales (norte, sur, este, oeste) para hablar incluso de cosas mundanas, como "la taza está en tu suroeste".

Esto se denomina marco de referencia "absoluto": las coordenadas proporcionadas son independientes del punto de vista del observador o de la ubicación de los objetos de referencia.

Pero muchos idiomas, incluido el inglés, usan términos bastante torpes para la orientación espacial, como "junto a", "a la izquierda de", "detrás" o "arriba".

Como si eso no fuera suficiente, también tenemos que calcular en qué marco de referencia se aplican.

Si alguien te dice que recoja las llaves a la derecha de una computadora, ¿se refiere a las del lado derecho de la computadora o a la derecha de la computadora desde tu perspectiva cuando estás frente a ella?

El primero se denomina marco de referencia "intrínseco" (que tiene dos puntos de referencia: computadora y llaves) y el segundo, marco de referencia "relativo" (hay tres puntos de referencia: computadora, llaves y observador).

Y esto puede dar forma a cómo pensamos y navegamos.

Un niño juega con un antiguo computador

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Cada vez es más claro que el lenguaje está influyendo en cómo pensamos sobre el mundo que nos rodea y nuestro paso por él.

Los hablantes de algunos idiomas también se centran más en las acciones que en el contexto más amplio.

Al mirar videos que involucran movimiento, los hablantes de inglés, español, árabe y ruso tendían a describir lo que sucedió en términos de acción, como "un hombre caminando".

Los hablantes de alemán, afrikaans y sueco, por otro lado, se centraron en la imagen holística, incluido el punto final, y lo describieron como "un hombre que camina hacia un automóvil".

Athanasopoulos recuerda un incidente que puso al descubierto cómo esto puede interferir con la navegación. Mientras trabajaba en un proyecto lingüístico, se fue de excursión con un grupo de investigadores internacionales a la campiña inglesa.

Con el objetivo de llegar a un pequeño pueblo, tenían que atravesar una propiedad privada caminando por un campo, como indicaba un cartel con el mensaje: "Camina por el campo en diagonal".

Para los hablantes de inglés y español, esto fue intuitivo.

Un cottage en la campiña inglesa

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Pero un hablante de alemán dudó, luciendo un poco confundido.

Cuando se le mostró el camino a través del campo, al final del cual había una iglesia, finalmente concluyó: "Ah, ¿entonces quieres decir que debemos caminar hacia la iglesia?"

Necesitaba un punto inicial y final para imaginarse la diagonal a la que se refería el letrero.

A medida que crece esta investigación, se vuelve cada vez más claro que el lenguaje influye en cómo pensamos sobre el mundo que nos rodea y nuestro paso por él. Lo que no quiere decir que un idioma sea "mejor" que otro.

Como argumenta Tenbrink, "un lenguaje desarrollará lo que sus usuarios necesitan".

Pero ser consciente de cómo difieren los idiomas puede ayudarlo a pensar, navegar y comunicarse mejor.

Y aunque ser multilingüe no necesariamente te convertirá en un genio, todos podemos obtener una nueva perspectiva y una comprensión más flexible del mundo al aprender un nuevo idioma.

*Miriam Frankel y Matt Warren son periodistas científicos y autores de Are You Thinking Clearly?

sábado, 25 de febrero de 2023

Y Dios pasó por Vallecas en Enrique de Castro (1943-2023)

Enrique Castro ha fallecido esta madrugada (15 de febrero) a los 80 años. El cura que no se calla, de la iglesia de San Carlos Borromeo, se hizo famoso en 2007 junto a sus compañeros por el desencuentro que tuvo la parroquia con la cúpula eclesiástica del Arzobispado de Madrid –y de toda la Iglesia– a cuenta del tono transgresor de las liturgias que oficiaban. Sus posiciones, siempre en el lado de los marginados, estuvieron a punto de costarles el hábito.

¡Qué bien sé yo la fonte que mana y corre, aunque es de noche! – San Juan de la Cruz.

Como dijo el pueblo de la existencia de Monseñor Romero, se puede decir de la vida de Enrique de Castro que, en él, Dios pasó por Vallecas. Y pasó no para quedarse instalado en sus luchas, dramas e incertidumbres… sino para anunciar que era posible esa “gran fiesta” del encuentro y la solidaridad.

Si recuerdo algo de Enrique es, precisamente, su capacidad profética. Siempre, desde la Fe, la coherencia personal y la Esperanza, saliendo a buscar a quienes pocos querían tener cerca. Desde esas celebraciones dominicales, el arrojo de empeñar a jóvenes toxicómanos, expresidiarios y otros en la aventura laboral de Traperos de Emaus, o ese acompañar a madres traspasadas por el dolor de ver a sus hijos y familias destrozados por la maldita droga.

Esas luchas contra la exclusión que animó y protagonizó, no desde la institución de poder cual fuera esta, cuanto, desde el barro, hombro con hombro y asumiendo todos, la necesidad de protagonismo en dichas escaramuzas sociales. Animando, aquí y allá, esa “revolución participativa” –como él mismo decía– que ahuyentase los demonios de la pobreza, la exclusión y el prejuicio.

Traer a la memoria a Enrique, en estos momentos, desde el cariño y la deuda vital con él, es empeñarnos en hacer de este mundo un lugar más habitable. Seguir esa estela de buena gente a quienes tuvimos la fortuna de conocer y con cuyo recuerdo tenemos la obligación moral de intentar vivir desde las claves y postulados que animaron sus vidas. Aquellos que para él fueron faros y a los que se suma en este peregrinar: Alberto Iniesta, Padre Llanos, Fabián, Julio Lois, Pedro Sánchez… y tantos otros –y tantas otras– que hicieron de Enrique lo que ha sido y será para quienes tuvimos la fortuna de conocerle.

El 'cura rojo' que recomendaba el uso de preservativos y defendía a los homosexuales

Quien no esté familiarizado con la figura de Enrique de Castro puede acercarse a él a través de sus propias palabras. “La Iglesia Vaticana es antievangélica porque el Vaticano es el mundo de la no fe. La mayoría de obispos cree en su poder pero no tienen fe en el Evangelio, que es lo mismo que tener fe en el ser humano. Para tener fe hay que ser un ser humano desnudo y por eso he dicho más de una vez, refiriéndome a los obispos: quedaros desnudos, en pelotas, fuera ropajes y salid a la calle. Porque son incompatibles el poder y el dinero, con Dios”.

O de sus actos: “En la parroquia siempre hemos recomendado el uso del preservativo. ¿Cómo no vas a hacerlo si hemos estado siempre rodeados de enfermedad y muerte?”, decía y hacía. “Los gays son personas iguales que las demás. Y punto. ¿Qué más añadir? ¿Cómo va a ser el cristianismo incompatible con la homosexualidad? No existe ningún código de moral en el Evangelio y mucho menos de moral sexual”.

O de sus escritos, como este de título indiciario y de perfecta actualidad ocho años y medio después: De la tortura... ¿ni hablar?“Podríamos enumerar muchos más ejemplos de irregularidades y excesos policiales: decenas de vídeos que circulan por internet reflejan la brutalidad con la que tantas veces repelen los antidisturbios las manifestaciones golpeando incluso a ancianos, mujeres o periodistas. Pero los datos hasta aquí expuestos son más que suficientes para afirmar que no se trata de 'unas cuantas manzanas podridas que hay que sacar del cesto'. Aunque no sean generalizados, los malos tratos son sistemáticos. Y no es posible ignorar ya esta realidad mirando para otro lado. Una verdadera democracia exige que la policía actúe siempre conforme a un código ético, fundado en el respeto a los derechos humanos e inspirado en los principios del servicio a la ley y a los ciudadanos”.

Enrique de Castro (Madrid, 1943) se licenció en Filosofía y Teología y fue sacerdote en Vallecas desde 1972. Autor de libros como 'Dios es ateo', 'La fe y la estafa' y '¿Hay que colgarlos?', fue un referente en la lucha contra la marginación y la injusticia.

Trabajó con los más desfavorecidos, los jóvenes con problemas de drogadicción, en exclusión social, y luchó en defensa de los vecinos del madrileño barrio de Vallecas y de los derechos de los inmigrantes.

Además, en 2007 protagonizó junto a los otros dos sacerdotes de su parroquia, Pepe Díaz y Javier Baeza, un enfrentamiento con el entonces arzobispo de Madrid, el cardenal Antonio María Rouco Varela, quien decretó el cierre de la parroquia San Carlos Borromeo alegando que en ella los curas daban misa vestidos en ropa de calle, admitían a ateos y musulmanes en la eucaristía y, en vez de formas consagradas, repartían rosquillas.

El párroco fue despedido este jueves 16 de febrero en el crematorio del Cementerio de la Almudena a las 13 horas.

Javier Baeza Párroco de la iglesia San Carlos Borromeo de Madrid. 

Madrid. ADMINISTRACIÓN PÚBLICA. Ninguneo administrativo al ciudadano: recibos del IBI que no llegan, llamadas sin respuesta y fallos técnicos.

Las trabas para abonar los tributos del Ayuntamiento de Madrid son un reflejo de la deficiente comunicación que la Administración pública ofrece a los ciudadanos

Las frases se repiten: “No me cogen el teléfono”, “no me ha llegado el recibo”, “sin los papeles no puedo hacer el trámite por internet” o “no sé hacerlo en la página web”. Es el relato de la mayoría de personas que salían este miércoles por la mañana de la oficina de atención al contribuyente del Ayuntamiento de Madrid en la calle de Alcalá, en el distrito Centro de Madrid. Son cinco en toda la capital. Habían ido a pagar el Impuesto sobre Bienes Inmuebles (IBI), porque este miércoles a las ocho de la tarde terminaba el plazo para hacerlo. A unas horas de la fecha límite, muchos no sabían si podrían abonarlo a tiempo. En la línea telefónica de atención al ciudadano ―el 010― no les contestan desde hace días, para este ni para muchos otros trámites, como el empadronamiento. Tampoco han recibido los documentos necesarios para domiciliar el pago. Se quejan de que concertar la cita a través de internet les es casi imposible, porque el proceso resulta demasiado complicado. Son trabas que reflejan que la comunicación ―especialmente la digital― entre el Ayuntamiento de Madrid y los ciudadanos es deficiente y traen a la memoria la protesta de Carlos San Juan, un jubilado que se rebeló contra los bancos con 160.000 firmas en demanda de una atención más humana en las sucursales. Solo que esta vez los impedimentos digitales los pone una Administración pública.

Antonio Miranda, de 57 años, sale del edificio un con papel doblado en la mano. “No es el pago, es el recibo para poder tramitar el pago”, explica. Ha llegado a recogerlo a la carrera, porque este año no se lo han enviado, como ha ocurrido en otras ocasiones: “Pago a medias el piso con mi mujer, pero me dijeron que no lo podía domiciliar”, explica. “Si los últimos cuatro años me ha llegado a casa y lo he abonado a través del banco sin problemas. A mi nadie me ha avisado de nada”. Su caso es especial, porque al tener que pagar el 50%, no puede tramitarlo por internet. “Vengo porque tengo la suerte de que es mi día libre, si no, me hubiera comido el recargo”, cuenta. No ha intentado gestionar el trámite por teléfono. Sabe que no le van a atender. El 010 es una de las vías que ofrece el Ayuntamiento de Madrid para tramitar el pago de impuestos, y si todo va bien, con la tarjeta de crédito es suficiente. Gestión hecha. Pero las líneas llevan tiempo saturadas. La pasada semana, por ejemplo, recibieron una media de casi 10.000 llamadas entre las diez y las once de la mañana, según datos recogidos en la web del Consistorio. Del total, unas 30 al día eran rechazadas, aunque las cifras del tercer trimestre de 2022 ―de julio a septiembre―, reflejan otro escenario: el 57,35% de las llamadas no se atendieron. En el mismo periodo del año pasado el porcentaje de rechazo fue del 21,13%.

“Es uno de los principales problemas de la Administración, que las trabas empiezan antes de iniciar el trámite. La ciudadanía está sola, frente al ordenador, y ante una duda necesita que alguien le ayude. Quieren llamar por teléfono, pero si eso no funciona, terminan en una vía muerta”, critica Judith González, directora de comunicación en Prodigioso Volcán, una consultora especializada en la digitalización y que cada año realiza un estudio sobre cómo las Administraciones públicas “hablan” con los ciudadanos. En el último, publicado este miércoles, han analizado más de 40 trámites de diferentes entidades estatales, autonómicas y locales, entre ellas el Ayuntamiento de Madrid, y en el 72,5% de los casos no se ofrece ayuda directa a través del teléfono o esta es ineficiente.

Las ventanillas de administración de la oficina de Alcalá están todas llenas a las once de la mañana, y hay unas 15 personas sentadas en las dos filas de bancos en el centro de la estancia. Un hombre llega con una carpeta roja bajo el brazo. Mira el móvil cada pocos minutos. Está esperando a una amiga para que le ayude con el pago: “Vengo para que me den el recibido, porque no me ha llegado y coger cita online es imposible. Yo me he despertado a la una de la mañana para hacerlo y aquí estoy, a ver si me lo dan”. Esa es la siguiente traba, la cita previa. Sin citas

Begoña Valerio, informática de 42 años, no ha podido conseguirla. Lleva un par de semanas llamando al 010, y siempre le salta la misma locución, que hay un volumen alto de llamadas y que contacte más tarde. Desiste y opta por la cita. Entra en la web, selecciona la oficina más próxima a su casa. No hay hueco. Prueba con otra oficina, parece que todo va bien, y un calendario con fechas aparece en pantalla. No hay días habilitados para antes del 1 de diciembre. “Encima tendré que pagar de más. Se están llevando los recargos de la gente por la mala gestión”, se queja. Tiene que abonar el IBI de la casa de sus padres, que ha heredado, pero la carta de pago del impuesto no le ha llegado: “Ahora mismo no veo la manera de saber si pagaré a tiempo o no. O si me va a llegar ese recibo en algún momento”. Sin el recibo, no se puede acceder al pago online, a no ser que el usuario tenga el DNI electrónico o haya activado Cl@ve, un sistema para identificarse en los trámites con la Administración. “Esta es otra barrera. El 64% de las mil personas encuestadas ha tenido problemas para utilizar los sistemas de identificación digital. Si lo lleváramos al mundo analógico, diríamos que el 64% tiene problemas para sacar el DNI de la cartera”, explica González. Además, el estudio revela otro dato: el 83% de los ciudadanos deja a medias un trámite con la Administración por no entenderlo.

“Todos los años viene el recibo, pero este año no venía y no venía. Hay un cristo montado...”, cuenta por teléfono un empleado del Ayuntamiento que prefiere no decir su nombre. Tiene 56 años y la semana pasada se presentó en las oficinas de la calle Alcalá, para ver si conseguía el papel: “Me comentaron que habían cambiado algo de la base de datos y que yo no figuraba, que no existía mi domicilio. Un fallo del sistema informático, que les estaba dando muchos problemas”. Se ha ido sin el documento. “Fui un jueves y todas las personas que estaban delante en la cola venían por la misma historia. Estuve allí algo menos de una hora”, recuerda. También que en el mostrador de la entrada había un teléfono precintado, “como si estuviera en obras”.

La gestión del pago del IBI depende del área de Hacienda y Personal del Ayuntamiento, y de la Agencia Tributaria de Madrid. Un portavoz municipal explica que están transformando los sistemas de recaudación de tributos. Y dentro de esa acción, están aplicando un nuevo sistema en el cobro del IBI. “La complejidad de este importante proceso transformador supone, como estaba previsto, la aparición de incidencias propias de la implantación”, señala en relación a los problemas que han advertido los ciudadanos.

“Pero la digitalización, en muchas ocasiones, más que una facilidad es un laberinto. El objetivo de la tecnología debería ser reducir la burocracia y conseguir una administración más ágil. O mejoramos la claridad de los procesos administrativos o acabaremos siendo todos vulnerables digitales”, remarca González.

Así, vulnerable, se siente Eulalia Romero. También sale del edificio de Alcalá con una carpeta en la mano, pero en su caso es verde chillón. “Me meto en internet, pero no me sale pedir nada. Aquí [por la oficina] me dicen que tengo el pago domiciliado, en el banco, que no. Me dan cita para este miércoles a última hora. Espero poder pagar en el cajero con el código de barras y que no me dé problemas”, lamenta. Echa a andar en dirección a la Gran Vía, da un par de pasos y se gira: “Pero no me fío, eh. Todo mal. Todo”.

PD.: En Madrid y en muchos otros sitios, por ejemplo en Badajoz, con las citas previas y la llamada atención telefónica. Es urgente organizar la administración toda, para una aceptable atención al público.

viernes, 24 de febrero de 2023

Estados Unidos y su rol en el golpe de Estado en Perú

Estados Unidos legitimó rápidamente el golpe de Estado de la semana pasada contra el presidente Pedro Castillo, culminación de los intentos de Fujimori de desestabilizar su gobierno.

El 7 de diciembre de 2022, Pedro Castillo se sentó a trabajar en su despacho, durante el que sería su último día como presidente de Perú. Sus abogados revisaban los documentos que mostraban que Castillo triunfaría sobre una moción en el Congreso para destituirlo. Iba a ser la tercera vez que Castillo se enfrentaba a una impugnación del Congreso, pero sus abogados y asesores – entre ellos el ex primer ministro Aníbal Torres – le decían que tenía ventaja sobre el Congreso en las encuestas de opinión (su índice de aprobación había subido al 31%, mientras que el del Congreso apenas rondaba el 10%).

Desde hacía un año, Castillo estaba sometido a una enorme presión por parte de una oligarquía que no veía con buenos ojos a este antiguo profesor. Sorpresivamente, el 7 de diciembre anunció a la prensa que iba a “disolver temporalmente el Congreso” y a “establecer un Gobierno excepcional de emergencia”. Esta medida selló su destino. Castillo y su familia corrieron hacia la Embajada de México, pero fueron detenidos por los militares en la Avenida España, antes de que pudieran llegar a su destino.

¿Por qué Pedro Castillo dio el paso fatal de intentar disolver el Congreso cuando estaba claro para sus asesores –como Luis Alberto Mendieta– que se impondría en la votación de la tarde?

La presión pudo con Castillo, a pesar de la evidencia. Desde su elección en julio de 2021, su oponente en las elecciones presidenciales, Keiko Fujimori, y sus asociados han tratado de bloquear su ascenso a la presidencia. Ella trabajó con hombres que tienen estrechos vínculos con el Gobierno de los Estados Unidos y sus agencias de inteligencia. Un miembro del equipo de Fujimori, Fernando Rospigliosi, por ejemplo, había intentado en 2005 implicar a la embajada estadounidense en Lima contra Ollanta Humala, quién se presentó en las elecciones presidenciales peruanas de 2006. Vladimiro Montesinos, ex agente de la CIA que cumple condena en una prisión de Perú, envió mensajes a Pedro Rejas, ex comandante del ejército peruano, para que fuera “a la embajada de los Estados Unidos y hablara con el oficial de inteligencia de la embajada”, para intentar influir en las elecciones presidenciales peruanas de 2021. Justo antes de las elecciones, EE. UU. envió a una ex agente de la CIA, Lisa Kenna, como embajadora en Lima. Se reunió con el ministro de Defensa de Perú, Gustavo Bobbio, el 6 de diciembre y al día siguiente envió un tuit de denuncia contra la medida de Castillo de disolver el Congreso (el 8 de diciembre, tras la destitución de Castillo, el Gobierno estadounidense – a través de la embajadora Kenna – reconoció al nuevo Gobierno de Perú).

Una figura clave en la campaña de presión parece haber sido Mariano Alvarado, oficial de operaciones del Grupo de Asistencia y Asesoramiento Militar (MAAG), que funciona efectivamente como agregado de Defensa de los Estados Unidos. Se dice que funcionarios como Alvarado, que están en estrecho contacto con los generales militares peruanos, les dieron luz verde para actuar contra Castillo. También es sabido que la última llamada telefónica que Castillo tomó antes de abandonar el palacio presidencial provino de la Embajada de los Estados Unidos. Es probable que le advirtieran que huyera a la embajada de una potencia amiga, lo que le haría parecer débil.

Vijay Prashad es un historiador, editor y periodista indio. Es miembro de la redacción y corresponsal en jefe de Globetrotter. Es editor en jefe de LeftWord Books y director del Instituto Tricontinental de Investigación Social. También es miembro senior no-residente del Instituto Chongyang de Estudios Financieros de la Universidad Renmin de China. Ha escrito más de 20 libros, entre ellos The Darker Nations y The Poorer Nations. Sus últimos libros son Struggle Makes Us Human: Learning from Movements for Socialism y The Withdrawal: Iraq, Libya, Afghanistan, and the Fragility of U.S. Power (con Noam Chomsky).

José Carlos Llerena Robles es educador popular, miembro de la organización peruana La Junta y representante del capítulo peruano de Alba Movimientos.

Fuente: https://alborada.net/castillo-coup-washington-embassy-fujimori/

Alemania, un Estado cobarde

Alemania viene actuando con extrema crueldad contra otros países para defender sus intereses. Su comportamiento en la Unión Europea es el del socio altivo que se sabe más poderoso y en condiciones de imponer las condiciones a los demás. Durante decenios se ha presentado a sí misma como expresión de todas las virtudes posibles mientras hacía chanza de otros más débiles y no ha dudado en escribir con sangre, como hizo con Grecia, las letras que condenaban a pueblos enteros.

En los últimos tiempos se está comprobando que el gigante tiene los pies de barro. Alemania se está mostrando al mundo como un Estado cobarde e incapaz de actuar con dignidad cuando se trata de hacer frente no a alguien más débil sino a los poderosos de verdad. La sumisión de los alemanes ante Estados Unidos es vergonzosa. La gran potencia no sólo le impone su política sino que ha llevado a cabo actos terroristas contra sus activos, como cada día es más claro que ocurrió con el bombardeo del gaseoducto de Nord Stream, sin que Alemania se atreva a rechistar.

Este ultimo costó a Alemania miles de millones de euros y el periodista estadounidense Seymour Hersh acaba de mostrar que fue destruido por buzos de Estados Unidos y noruegos. Alemania calla y sigue considerando aliado a quien actúa de esa manera.

No se puede expresar de una forma más clara y patente cómo funciona en realidad nuestro mundo y la falta de dignidad, de coherencia y de vergüenza de quienes lo tienen en sus manos. ¿Cómo denominar a quien es cruel y cobarde a la vez? 

_- Las muchas vidas de Aleksandra Kollontái

_- Desde los años 1970, sucesivas generaciones han descubierto y redescubierto en Occidente a la revolucionaria rusa, la marxista, la ministra feminista, la «mujer sexualmente emancipada», reconociendo en ella a la pionera de sus propias luchas. Ahora bien, tanto en la Unión Soviética como en la Rusia contemporánea, se destacó siempre a la primera mujer diplomática, que trabajó 30 años al servicio de su patria.

¿Existe acaso un contrasentido entre ambos enfoques? ¿Debemos renunciar a comprender la complejidad del recorrido de una mujer excepcional en la Unión Soviética de Lenin y Stalin? ¿Y si comenzáramos por leer a Aleksandra Kollontái?

Actualidad de Aleksandra Kollontái
Varias publicaciones recientes en francés permitieron el acceso a textos importantes que se habían vuelto inhallables: las posiciones fundacionales en los tiempos de la Revolución de Octubre sobre «la familia y el Estado comunista» o la prostitución, las «conferencias sobre la liberación de las mujeres» de 1921, «el amor en la nueva sociedad» de 19231.

La joven editorial Les Prouesses, por su parte, dio a conocer traducciones inéditas o revisadas de cuatro ficciones publicadas por Kollontái a mediados de los años 1920: El amor de tres generaciones, Hermanas, Oído en un tren, Treinta y dos páginas, completadas por Lo que la Revolución de Octubre ha dado a las mujeres occidentales en 1927. Se observa allí un arte consumado del texto breve, la hábil articulación de la reflexión teórica y la intervención específica, la combinación de una impresionante cultura histórica, literaria y filosófica con una pedagogía diáfana.

Como autora de relatos breves y novelas cortas, Kollontái se ubica de alguna manera entre Chéjov, Stefan Zweig y Colette, con sus personajes entrañables captados en el momento de sus elecciones y sus dramas. Desde luego, la contextualización realista entorpece la lectura, pero también instruye y refleja la vida cotidiana rusa en los primeros tiempos del comunismo.

Esta actualidad es la última etapa de un interés que no dejó de crecer. Publicada con entusiasmo por la Librairie de L’Humanité y el Bulletin Communiste a comienzos de la década de 1920, Kollontái solo despertó el interés de algunas feministas «burguesas» a partir de los años 30. En las décadas de 1970 y 1980, sus primeras traductoras y biógrafas, al oeste de la Cortina de Hierro (en Francia, especialmente Christine Fauré y Jacqueline Heinen) tuvieron la sensación justificada de estar rompiendo una conspiración de silencio. Ofrecieron para leer o escuchar en escenarios sus escritos feministas olvidados. Presentaron una versión no censurada de su autobiografía de 1926, Objetivo y valor de mi vida, bajo un título de gran impacto: Autobiografía de una mujer sexualmente emancipada 4.

Los «escritos escogidos» provenientes de la URSS, antes o después de su muerte en 1952, no eran pues más que recuerdos edulcorados, centrados en su cercanía a Lenin. En esos mismos años de ebullición de los «izquierdismos», Kollontái resurgió entre los críticos del comunismo ligado a Moscú. Finalmente, puede leerse en francés el folleto La Oposición obrera, divulgado y traducido clandestinamente en los años 205.

Esta es solo una pequeña parte de las innumerables publicaciones de Kollontái desde principios del siglo XX: artículos teóricos y políticos, ensayos sobre economía y minorías nacionales, crónicas de viaje, conferencias, etc. A lo que se suman las autobiografías, diarios y memorias hábilmente destilados, censurados, traducidos y adaptados al ruso, inglés, alemán, francés, sueco y muchos otros idiomas a partir de la década de 1910 y hasta la de 2000 (así como sus apasionantes Diarios diplomáticos).

Nuevamente, esto no es más que la parte emergente de un océano de escritos, más personales que íntimos, ya que la autora era perfectamente consciente de la vigilancia de la que era objeto. Ella misma cercenó con tijeras, antedató o reescribió sus cuadernos y correspondencias, conservando todo celosamente y preparando su envío a los Archivos del Partido y la colección Stalin.

Entre las numerosas biografías de Kollontái, desde los años 60 en la URSS y los años 80 en Occidente, solo la de Arkadi Vaksberg saca realmente provecho de estos documentos tan ricos6. Con la guerra en Ucrania y la ruptura de las relaciones académicas, lamentablemente se han vuelto una vez más casi inaccesibles para los investigadores extranjeros.

Ascenso y caída de una dirigente bolchevique
La militante de 45 años que llegó a Petrogrado durante la revolución, en la primavera de 1917, ya había vivido varias vidas. De su infancia y su juventud en un ambiente aristocrático y liberal, conservaba el dominio de varios idiomas: ruso, por supuesto, francés, alemán e inglés aprendidos con las niñeras y en los libros, finlandés hablado con los campesinos de la finca familiar, noruego al emigrar, etc.

Conservaba también un apellido, ya que Aleksandra («Shura») Mijailovna Domontovich nunca renegó del patronímico de su primer marido Vladímir Kollontái, padre de su único hijo Mijaíl. En ruptura con la vida totalmente planificada que le reservaban su sexo y su estrato social, Alexandra Kollontái viajó a Suiza a estudiar economía política; y antes de divorciarse, se involucró en las luchas por la emancipación del pueblo en el seno de la socialdemocracia marxista.

De congreso en congreso, de exilio en exilio, de mitin en mitin en las «colonias» rusas, se convirtió en una oradora excepcional haciéndose un lugar en la elite socialista y revolucionaria. Entre miles de militantes, solo un puñado de mujeres, como Angelica Balabanova, Nadezhda Krúpskaya, Elena Stásova, Inessa Armand, Rosa Luxemburgo y Clara Zetkin.

En 1914, estalló la guerra. Ardiente propagandista del pacifismo durante la gira que la condujo a más de un centenar de ciudades estadounidenses, invitada por la federación alemana del Partido Socialista de Estados Unidos en 1915, Kollontái eligió el bando de los bolcheviques. Se acercó a Lenin, quien deseaba conducir al proletariado hacia una revolución impulsada por una élite partidaria disciplinada, transformando la «guerra imperialista» en guerra civil. Volvió a Rusia tras la caída del zar, en febrero de 1917.

A partir de entonces, el ascenso político de Kollontái fue veloz. Escribió numerosos artículos en Pravda, tomó la palabra en los buques de guerra que hasta entonces estaban vedados a las mujeres. Fue elegida delegada del sóviet de Petrogrado –contrapoder del gobierno provisional– y luego incorporada en el comité central del Partido Bolchevique, siendo la primera mujer en ingresar allí, quinta en la lista después de Lenin, Zinóviev, Trotsky y Lunacharsky.

La madrugada del 10 de octubre de 1917, siguiendo a Lenin, votó la decisión de derrocar al gobierno provisional en nombre del pueblo en plena revolución. Unos días después, se convirtió en comisaria del pueblo para la Asistencia Pública, primera mujer ministra de pleno ejercicio (Sofía Panina había sido secretaria de Estado en el gobierno de Kerensky), y desempeñó también un papel activo en el decreto de separación entre la Iglesia y el Estado.

En la primavera de 1918, Kollontái se desempeñó brevemente como comisaria del pueblo para la Propaganda de la República Soviética de Ucrania. En desacuerdo con el gobierno, dejó de ser ministra y miembro del comité central, pero conservó funciones importantes al frente del Jenotdel, el departamento de mujeres trabajadoras y campesinas del Partido Bolchevique. Fue miembro del comité ejecutivo de la Internacional Comunista, representante del comité central ante el Komsomol, la organización juvenil, y organizó y dirigió los congresos de trabajadoras y de «mujeres de Oriente».

En 1921-1922, la Rusia soviética sufrió una terrible crisis económica y política: el aislamiento internacional, el fin de la guerra civil, la hambruna en el sur del país, la enfermedad de Lenin, la insurrección de los marinos de la base de Kronstadt contra la dictadura del Partido Bolchevique sangrientamente reprimida. Kollontái redactó las tesis de la Oposición Obrera, una línea interna dentro del bolchevismo, contra la burocratización del partido y la Nueva Política Económica (NPE), vista como un renunciamiento al espíritu colectivista e igualitario de la revolución, donde reclamaba el restablecimiento de la libertad de expresión, así como un mayor papel para los sindicatos.

Atacada violentamente en los congresos del Partido, bajo la amenaza de ser excluida, escapó a una ola de detenciones y expulsiones al obtener en 1923 una misión en el extranjero, tras su pedido de ayuda al nuevo hombre fuerte, Iósif Stalin. Ese fue el fin de sus responsabilidades políticas. La alta funcionaria soviética, durante un tiempo «desviacionista», varias veces denunciada como oposicionista o incluso agente del gobierno francés, debió reafirmar continuamente su lealtad.

Las acciones para la liberación de las mujeres
¿Era Alexandra Kollontái feminista? lo fue, sin duda, para la prensa francesa del periodo de entreguerras y desde nuestro punto de vista, aun cuando, para ella, el término estaba demasiado connotado por el «feminismo burgués» que combatía. Si se impuso como teórica de la cuestión femenina desde 1905, fue para lograr que avanzara el movimiento socialista, que adhirieran a la causa las obreras, las campesinas y las «pequeñoburguesas».

A través de sus intervenciones políticas (en la Internacional Socialista en 1907, en el Congreso Panruso de Mujeres en 1908) y sus escritos (Los fundamentos sociales de la cuestión femenina, publicado en 1909, y numerosos artículos), afirmó que la cuestión de los derechos de las mujeres no puede tratarse independientemente de la cuestión social. Junto con Clara Zetkin, ingresó en la secretaría de la Internacional Socialista de Mujeres creada en 1907 y contribuyó al nacimiento del Día internacional de las obreras (luego de las mujeres), cada 8 de marzo.

Lenin quiso movilizar a todas las fuerzas populares para apoyar la joven revolución. En el estrado de la Conferencia de obreras sin partido de Moscú el 23 de septiembre de 1919, exclamó: «La obra iniciada por los sóviets solo podrá avanzar cuando millones y millones de mujeres, en toda Rusia, participen de ella. Entonces, y estamos convencidos de ello, el socialismo podrá afianzarse».

En pocos meses, el gobierno bolchevique puso en marcha medidas concretas para una causa que Kollontái había defendido públicamente durante largos años, y analizado profundamente en su dimensión histórica y marxista. Moscú llevaba un mensaje de emancipación inédito en el mundo occidental. A la igualdad política adquirida desde la Revolución de febrero se sumaron el igualitario Código de Familia de 1918, la adopción del matrimonio civil, la despenalización del aborto, el derecho al divorcio y una serie de medidas de protección de las mujeres en el trabajo, así como de las madres y los hijos, legítimos o ilegítimos. Se fomentó la educación de las niñas. En el Partido y en el nuevo Estado comunista se crearon estructuras dedicadas al «trabajo entre las mujeres».

Luchar contra la doble explotación económica y doméstica debía permitir a las mujeres conformar plenamente una fuerza de trabajo para un Estado proletario productivista, pero también dedicarse a la ciencia, la creatividad artística y las responsabilidades administrativas o políticas. Se promovió a las mujeres en los soviets, en el partido, en los sindicatos y las cooperativas. En la medida de lo posible, la educación de los niños y las tareas familiares serían colectivas.

En un primer balance en 1921, Kollontái escribía: «La separación de la cocina y el matrimonio ha sido tan importante como la de la Iglesia y el Estado». Más allá de la humorada, se observa la preocupación por las dificultades para instaurar una igualdad efectiva. Aunque ya no ejercía puestos de responsabilidad, la forma literaria le permitió expresar la resistencia y la violencia que obstaculizaban la construcción de la nueva mujer, «una mujer que rompe las oxidadas cadenas de su esclavitud». La red de cocinas colectivas, centros de maternidad y guarderías seguía siendo muy frágil en la inmensa Unión Soviética.

Con el regreso de los hombres de la guerra civil y la crisis económica, las mujeres se vieron desplazadas y dejó de discutirse la dimensión de género del trabajo. Tanto en el Partido Comunista de la URSS como en el Partido Comunista Francés o en la Internacional Comunista, desaparecieron las «secciones» femeninas y los periódicos especializados; las mujeres que habían sido desplazadas de los puestos de responsabilidad siguieron siendo estenodactilógrafas o traductoras. Kollontái fracasó en su intento de incorporar en el Código de Familia de 1926 una protección general financiada con los impuestos: era el retorno de la pensión alimentaria, de la lucha para encontrar vivienda tras una separación. Se restringe el divorcio, al igual que el aborto, que sería prohibido en 1936 (y más tarde restablecido gradualmente en 1955 y 1968). Los historiadores calificaron este retroceso en la URSS de Stalin como un «Termidor sexual», que confinó a la mujer a la familia y la producción.

Sexualidad y femineidad en la sociedad comunista
A pesar de las renuncias y los defectos, los logros en materia de emancipación económica y social de las mujeres hicieron que Kollontái estuviera orgullosa de sus acciones. Pero su intención de que la sexualidad y la pareja evolucionaran hacia una nueva «moral comunista» sería un fracaso, tanto político como personal. Habría que esperar a los feminismos de fines del siglo XX y del siglo XXI para que su reflexión profundamente original, que integraba plenamente la dimensión privada, el sexo y el amor en el proyecto colectivista y materialista del socialismo marxista, se leyera y discutiera, tras haber sido rechazada y olvidada. Sus temas claves fueron la lucha por los derechos, el combate interno de la mujer para romper con el pasado, convertirse finalmente en una «individualidad en sí misma» y salir de las «virtudes» estereotipadas que son la pasividad o la bondad, para liberarse de la carga de las tareas domésticas educativas y emanciparse de la dominación masculina, trabajar (obligatoriamente).

Prudente cuando ejercía puestos de responsabilidad, Kollontái abordó frontalmente las cuestiones de la sexualidad en 1923 en un polémico artículo, «¡Abran paso al Eros alado! (Una Carta a la juventud obrera)». Allí defendía una «revolución en el frente espiritual» aún en curso, de la que las relaciones entre los sexos formaban parte. Las tres condiciones de este «amor alado», que sucedía al «amor-camaradería» eran la igualdad recíproca, el reconocimiento de los derechos del otro y el cuidado del alma del ser querido. Pero para entenderla bien, debe leerse el artículo hasta el final: la prioridad seguía siendo efectivamente el «amor-deber», la «moral proletaria», la emancipación de clase.

Al mismo tiempo, la encarnación literaria de las mujeres soviéticas bajo la pluma de Kollontái no era en absoluto simplista. Jugaba libremente con temas provocadores y escandalosos para la época: relaciones con hombres mayores o más jóvenes, madre e hija que comparten el mismo amante, triángulos amorosos (Un gran amor describe a un líder revolucionario que ha emigrado, que engaña a su insulsa compañera con una militante más joven y más brillante, una referencia bastante clara al trío formado por Lenin, Nadezhda Krúpskaya e Inessa Armand).

La sexualidad, el celibato, la maternidad en solitario y la sororidad se presentan como elecciones dichosas. La escritora no deja de abordar de manera directa las dificultades materiales, la soledad de la mujer liberada que debe hacer frente al trabajo, los estudios y la vida familiar. La prostitución, la pérdida de los hijos, los cuerpos degradados, la posesividad, la violencia, la explotación profesional y la traición política y sexual de los hombres ya no son tabúes bajo su pluma.

La primera recepción de estas publicaciones de mediados de la década de 1920 fue extremadamente agresiva, en el contexto de la condena política a la ex-comisaria del pueblo en la URSS, y luego por parte de los comunistas extranjeros. Se le reprochaba a Kollontái abandonar los verdaderos problemas de las mujeres proletarias, ser responsable a través de la famosa y apócrifa «teoría del vaso de agua»7 de la disolución de las familias, el abandono de los hijos, los juegos pornográficos en las «comunas Kollontái», etc. Los ataques personales apuntaban a sus orígenes sociales aristocráticos, su «espíritu pequeño burgués» y por ende «antimarxista», su vida privada anticonformista. En efecto, Kollontái tuvo parejas y compañeros de lucha cada vez más jóvenes; los principales fueron su segundo marido, Pavel Dybenko, nacido en 1889, y Aleksandre Chliapnikov, nacido en 1885. También mantuvo una íntima y duradera amistad con el militante francés Marcel Body, nacido en 1894 (Kollontái había nacido en 1872).

Alexandra Kollontái manejó de manera compleja los estereotipos de género, alternando entre vestidos elegantes y simple vestimenta proletaria, entre cabello corto y sombreros de plumas, dejando el cigarrillo para no herir los tenaces prejuicios de las campesinas, manejando el autoritarismo y las lágrimas, abandonando y luego sobreprotegiendo a su hijo Misha. Lo que no impidió que su imagen, tanto en Rusia como en Occidente, se redujera a apodos en el mejor de los casos irónicos y misóginos: «Jaurès con polleras», «valkiria de la revolución», «Kollontaïette» 8, «virgen roja» (como Louise Michel), «ministra roja», «revolucionaria con medias de seda», «generala de las damas bolcheviques», cuando no la trataban de prostituta.

Desde su primer cargo diplomático, las miradas se posaron sobre su vestimenta. No se presentaba ante el rey de Noruega «con chaqueta de cuero a la mujik, con las manos sucias y el cabello rapado», sino con «capa de visón que dejaba ver a cada paso un vestido que olía a Rue de la Paix». Algunos de sus dichos ocurrentes: «El lápiz labial y el rubor no impiden ser una buena comunista», así como el supuesto diálogo con un periodista estadounidense: «‘¿Cree usted, señora, que las mujeres deberían renunciar al vestido y adoptar el pantalón masculino?’. ‘De ninguna manera’, respondió enérgicamente la Sra. Kollontái; ‘no hay que pedir prestado absolutamente nada a los hombres. Llevan demasiado mal los asuntos del mundo’». «Lamentablemente, esta verdad es hoy muy evidente», concluía el autor del artículo en 1939, cuando acababa de estallar la Segunda Guerra Mundial 9.

Diplomática del imperio soviético
Aleksandra Kollontái fue condecorada en 1933, por primera vez, con la Orden de Lenin por su «trabajo con las mujeres», lo que puede resultar irónico solo en apariencia, ya que siguió defendiendo los logros de la «emancipación de las mujeres» en la URSS. A partir de entonces, se centraría, no obstante, en temas menos disruptivos: higiene, infancia, lucha por la paz, tal como lo demuestran sus intervenciones en la Sociedad de las Naciones.

Tras la Segunda Guerra Mundial, el compromiso feminista desapareció tanto de su discurso como de su imagen pública. El título de una biografía muy oficial de 1964 de Anna Itkina resulta elocuente: Revolucionaria, oradora, diplomática. Poco a poco, la prensa extranjera irá mencionando sus acciones sin hacer referencia a su sexo, su ropa y sus joyas, ni a los titubeos del protocolo que, considerándola «el ministro», ¡la ubicó en la mesa entre dos mujeres!

Su carrera de consejera de la legación, luego ministra plenipotenciaria en Noruega (tras un primer rechazo del Imperio Británico a su designación en Canadá), en México, nuevamente en Noruega, en la Sociedad de las Naciones y finalmente embajadora en Suecia durante aproximadamente 15 años siguió siendo menos observada que su actividad como revolucionaria y ministra bolchevique. Se sabe que se destacó en la diplomacia cultural y manejó importantes asuntos económicos, en tanto las relaciones con los vecinos países escandinavos y neutrales eran vitales para la URSS. Se sabe muy poco de su actividad en el marco de la «doble política» soviética, que utilizaba las representaciones diplomáticas como bases clandestinas de la actividad revolucionaria comunista.

Durante la Segunda Guerra Mundial, el papel de Kollontái le valió nuevos reconocimientos y condecoraciones y una reputación internacional como negociadora. Como intermediaria entre la URSS y Finlandia, que había sido invadida por el Ejército Rojo, para lograr un primer tratado de paz en 1940; al frente de una acción diplomática secreta para que Suecia mantuviera su neutralidad; negociando nuevamente en 1944 con Finlandia un armisticio al que se sumaron otros aliados de la Alemania nazi: Rumania, Hungría y Bulgaria. Helsinki impulsó en vano su candidatura al Premio Nobel de la Paz en 1946. Tras su regreso a Moscú en 1945, llevó una vida confortable y privilegiada como alta funcionaria del Ministerio de Relaciones Exteriores.

Si bien Kollontái pareció haber dudado en emigrar a Francia o España en el momento de la consolidación del poder estalinista, mostró luego una fidelidad inquebrantable. Así, negó la hambruna de 1932-1933, impidió que Trotsky obtuviera asilo político en Suecia y guardó las cartas de mujeres víctimas de la violencia sexual de la policía política y los testimonios de deportaciones de kulaks muertos por el frío.

Sus archivos no censurados por las publicaciones soviéticas permitirían comprender el miedo que sentía por sí misma y por su familia que permaneció en la URSS, sus reacciones cuando muchos diplomáticos y antiguos compañeros y amigos desaparecieron en el Gran Terror de la segunda mitad de la década de 1930: víctimas de purgas, encarcelados, fusilados o asesinados en el extranjero. Kollontái y Stalin fueron los únicos dos sobrevivientes del Comité Central de octubre de 1917. Sus frecuentes relaciones con Stalin, a quien conoció en 1917, la abundante correspondencia al «muy respetado y querido Iósif Vissariónovich», desde la primera carta de pedido de ayuda de 1923, permanece en gran medida inédita.

¿Cuál fue su experiencia como propagandista en Ucrania en 1918, fotografiándose con los padres campesinos de su compañero, el marino Pavel Dybenko, que llegó a tener un alto grado en el Ejército Rojo, y luego huyendo en tren durante los combates de la guerra civil en los que Ucrania intentó en vano independizarse? Hija de padres de origen ucraniano y finlandés, que pasaba todos sus veranos en la finca familiar antes de la independencia de Finlandia, mantuvo una íntima relación con estos confines del norte del Imperio, que estudió en sus primeros trabajos, y que luego contribuyó, a partir de 1940, a colocarlos nuevamente bajo la dependencia de la URSS.

Cuando en 2017 el ministro de Relaciones Exteriores ruso Serguéi Lavrov descubrió una placa con motivo del 145° aniversario de su nacimiento en el edificio moscovita donde había vivido, elogió a la «patriota soviética».

Dejemos para el final unas notas escritas por Aleksandra Kollontái, poco antes de morir:

Los rasgos de carácter que detesto:

Los insultos y la humillación a la dignidad humana
La injusticia y la crueldad
La fatuidad
La falsedad y la hipocresía
La cobardía
La falta de disciplina
(…)
Los rasgos de carácter que aprecio:

La benevolencia hacia los demás
El coraje moral [muzhestvo, con una connotación de virilidad]
El dominio de sí
La disciplina
La curiosidad y el sentido de observación
El amor por la vida, la naturaleza y los animales
La organización y la anticipación en el trabajo y en la vida
Instruirse siempre 10.

Sophie Cœuré es historiadora francesa

Nota: la versión original de este artículo en francés se publicó en La Vie des Ideés, 10/1/2023, con el título «Alexandra Kollontaï, révolutionnaire et féministe».

https://rebelion.org/las-muchas-vidas-de-aleksandra-kollontai/