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martes, 16 de abril de 2024

Muere Neus Català, resistente del horror nazi.

Superviviente de campos de exterminio, dedicó su vida a luchar por las libertades y a preservar la memoria de los represaliados.

Neus Català en una imagen de archivo en 2005.
Neus Català en una imagen de archivo en 2005.JOAN SÁNCHEz
La víspera del 14 abril, día de la proclamación de la Segunda República. Neus Català, superviviente catalana de los campos de exterminio nazis, murió este sábado por la tarde a los 103 años en la residencia de su pueblo natal, Els Guiamets, en la comarca vinícola del Priorat, acompañada de su hija. Activista antifascista, republicana y feminista, fue por encima de todo una mujer tozuda, valiente, incansable, que no dejó de sonreír y comprometida tras sobrevivir a los campos nazis que dedicó su vida a preservar la memoria de aquel horror.

Ni allí dejó de luchar: cuentan quienes la conocieron que cuando en el campo de Ravensbrück (Alemania), le tocó trabajar para la industria armamentística se dedicó a inutilizar balas y a sabotear maquinaria. En el campo también forjó fuertes vínculos emocionales con mujeres de varias nacionalidades con quienes han mantenido relación durante décadas. Recuerdos que siempre contó que tenía en blanco y negro. Como la foto que quiso hacerse al ser liberada en 1945: con el uniforme a rayas de los campos, un pañuelo en la cabeza y el número 50446 cosido en la camisa.

Català fue delatada a las autoridades nazis en 1943, cuando vivía en Francia después de huir al final de la Guerra Civil española. Lo hizo acompañando a 180 niños huérfanos de los que estaba al cargo en una institución de Premià de Mar, en el Maresme. No había parado ni paró de luchar por las libertades. “Por las que no hay que parar de luchar, porque la libertad se conquista cada día”, decía. En Francia se casó y con su marido colaboraron con los maquis y con la Resistencia francesa: recibían y trasmitían mensajes, armas, documentación y alojaron refugiados políticos. Hasta que fueron delatados, y antes del campo fueron encarcelados en la ciudad de Limoges.

Tras sobrevivir a los campos --porque además de Ravensbrück conoció también el horror de un campo checo que dependía del de Flossenbürg (Alemania), liberado por partisanos checos en 1945--, logró encontrar a su marido y vivieron en París, donde ejerció de profesora (aunque había estudiado para enfermera). Pese a los estragos físicos del paso por la cárcel y los campos, ya las advertencias de los médicos, Català tuvo dos hijos. Fue al fallecer su marido cuando decidió volver, en 1976, primero a Rubí (Barcelona) y después a su pueblo. También sus hijos se trasladaron al Priorat en cuando se jubilaron para estar cerca de su madre.

Tras esas gafas oscuras de pasta, Català nunca dejó de participar en actos de asociaciones de mujeres y de represaliados, dedicó más de 60 años de su vida a defender la memoria de las 92.000 mujeres muertas en el campo de Ravensbrück. “Siempre pensaba en los demás, todo el mundo la quería y sorprendía lo alegre que era después de todo lo que pasó”, explica quien fue directora del Instituto Catalán de la Mujer y la conoció de cerca, Joaquima Alemany. El 1 de octubre de 2017 acudió a votar en el referéndum ilegal independentista.

De joven, Català se había diplomado en enfermería y formó parte de las Juventudes del Partido Socialista Unificado de Catalunya (PSUC) y del sindicato UGT. Se trasladó a Barcelona al empezar la Guerra Civil.

Las muestras de condolencia y reconocimiento a Català llegaron este sábado desde instituciones y entidades. El presidente del Parlament, Roger Torrent, llamó a "no dejar caer en el olvido el sacrificio" de Neus Català y toda la generación que sufrió el horror nazi. El presidente de la Generalitat, Quim Torra, elogió a Català por ser "una voz clara por la libertad y contra la barbarie". "Cataluña está de luto", escribió en las redes sociales, evocándola como "mujer inmensa, llena de vida y de dignidad. Un ejemplo de la lucha por los derechos humanos. Una voz clara por la libertad y la barbarie".

Los candidatos a las elecciones generales también han reaccionado al fallecimiento de Neus Català. Meritxell Batet, del PSC, destacó que Català fue “una luchadora antifascista y superviviente del campo nazi, un ejemplo de lucha y de supervivencia. El candidato de ERC, Gabriel Rufián, recordó la frase de Català: “Dijo ‘nunca me arrodillé frente a un fascista’. También lo haremos por ella. Ganaremos por ella”. El candidato de En Comú Podem, Jaume Asens, calificó a Català de “mujer valiente, referente de la lucha contra el fascismo”, y llamó a “estar a la altura del mandato procedente de los supervivientes del holocausto nazi”.

Durante su larga vida, Català recibió reconocimientos como la Creu de Sant Jordi (2005), la Medalla de Oro al Mérito Cívico del Ayuntamiento de Barcelona (2014), la Medalla de Oro y la Medalla centenaria de la Generalitat (2015) --en el marco del Any Neus Català, coincidiendo con el 70 aniversario de la liberación de los campos nazi--, el Premio Alternativa 2006 de EUiA y el Premi Dignitat de la Comissió de la Dignitat (2007), entre otros. Durante treinta años fue representante española del Comité Internacional de Ravensbrück (CIR) y presidenta de la Amical Ravensbrück desde la fundación de la entidad en 2005.

SOBRE LA FIRMA
Clara Blanchar 

viernes, 24 de febrero de 2023

_- Las muchas vidas de Aleksandra Kollontái

_- Desde los años 1970, sucesivas generaciones han descubierto y redescubierto en Occidente a la revolucionaria rusa, la marxista, la ministra feminista, la «mujer sexualmente emancipada», reconociendo en ella a la pionera de sus propias luchas. Ahora bien, tanto en la Unión Soviética como en la Rusia contemporánea, se destacó siempre a la primera mujer diplomática, que trabajó 30 años al servicio de su patria.

¿Existe acaso un contrasentido entre ambos enfoques? ¿Debemos renunciar a comprender la complejidad del recorrido de una mujer excepcional en la Unión Soviética de Lenin y Stalin? ¿Y si comenzáramos por leer a Aleksandra Kollontái?

Actualidad de Aleksandra Kollontái
Varias publicaciones recientes en francés permitieron el acceso a textos importantes que se habían vuelto inhallables: las posiciones fundacionales en los tiempos de la Revolución de Octubre sobre «la familia y el Estado comunista» o la prostitución, las «conferencias sobre la liberación de las mujeres» de 1921, «el amor en la nueva sociedad» de 19231.

La joven editorial Les Prouesses, por su parte, dio a conocer traducciones inéditas o revisadas de cuatro ficciones publicadas por Kollontái a mediados de los años 1920: El amor de tres generaciones, Hermanas, Oído en un tren, Treinta y dos páginas, completadas por Lo que la Revolución de Octubre ha dado a las mujeres occidentales en 1927. Se observa allí un arte consumado del texto breve, la hábil articulación de la reflexión teórica y la intervención específica, la combinación de una impresionante cultura histórica, literaria y filosófica con una pedagogía diáfana.

Como autora de relatos breves y novelas cortas, Kollontái se ubica de alguna manera entre Chéjov, Stefan Zweig y Colette, con sus personajes entrañables captados en el momento de sus elecciones y sus dramas. Desde luego, la contextualización realista entorpece la lectura, pero también instruye y refleja la vida cotidiana rusa en los primeros tiempos del comunismo.

Esta actualidad es la última etapa de un interés que no dejó de crecer. Publicada con entusiasmo por la Librairie de L’Humanité y el Bulletin Communiste a comienzos de la década de 1920, Kollontái solo despertó el interés de algunas feministas «burguesas» a partir de los años 30. En las décadas de 1970 y 1980, sus primeras traductoras y biógrafas, al oeste de la Cortina de Hierro (en Francia, especialmente Christine Fauré y Jacqueline Heinen) tuvieron la sensación justificada de estar rompiendo una conspiración de silencio. Ofrecieron para leer o escuchar en escenarios sus escritos feministas olvidados. Presentaron una versión no censurada de su autobiografía de 1926, Objetivo y valor de mi vida, bajo un título de gran impacto: Autobiografía de una mujer sexualmente emancipada 4.

Los «escritos escogidos» provenientes de la URSS, antes o después de su muerte en 1952, no eran pues más que recuerdos edulcorados, centrados en su cercanía a Lenin. En esos mismos años de ebullición de los «izquierdismos», Kollontái resurgió entre los críticos del comunismo ligado a Moscú. Finalmente, puede leerse en francés el folleto La Oposición obrera, divulgado y traducido clandestinamente en los años 205.

Esta es solo una pequeña parte de las innumerables publicaciones de Kollontái desde principios del siglo XX: artículos teóricos y políticos, ensayos sobre economía y minorías nacionales, crónicas de viaje, conferencias, etc. A lo que se suman las autobiografías, diarios y memorias hábilmente destilados, censurados, traducidos y adaptados al ruso, inglés, alemán, francés, sueco y muchos otros idiomas a partir de la década de 1910 y hasta la de 2000 (así como sus apasionantes Diarios diplomáticos).

Nuevamente, esto no es más que la parte emergente de un océano de escritos, más personales que íntimos, ya que la autora era perfectamente consciente de la vigilancia de la que era objeto. Ella misma cercenó con tijeras, antedató o reescribió sus cuadernos y correspondencias, conservando todo celosamente y preparando su envío a los Archivos del Partido y la colección Stalin.

Entre las numerosas biografías de Kollontái, desde los años 60 en la URSS y los años 80 en Occidente, solo la de Arkadi Vaksberg saca realmente provecho de estos documentos tan ricos6. Con la guerra en Ucrania y la ruptura de las relaciones académicas, lamentablemente se han vuelto una vez más casi inaccesibles para los investigadores extranjeros.

Ascenso y caída de una dirigente bolchevique
La militante de 45 años que llegó a Petrogrado durante la revolución, en la primavera de 1917, ya había vivido varias vidas. De su infancia y su juventud en un ambiente aristocrático y liberal, conservaba el dominio de varios idiomas: ruso, por supuesto, francés, alemán e inglés aprendidos con las niñeras y en los libros, finlandés hablado con los campesinos de la finca familiar, noruego al emigrar, etc.

Conservaba también un apellido, ya que Aleksandra («Shura») Mijailovna Domontovich nunca renegó del patronímico de su primer marido Vladímir Kollontái, padre de su único hijo Mijaíl. En ruptura con la vida totalmente planificada que le reservaban su sexo y su estrato social, Alexandra Kollontái viajó a Suiza a estudiar economía política; y antes de divorciarse, se involucró en las luchas por la emancipación del pueblo en el seno de la socialdemocracia marxista.

De congreso en congreso, de exilio en exilio, de mitin en mitin en las «colonias» rusas, se convirtió en una oradora excepcional haciéndose un lugar en la elite socialista y revolucionaria. Entre miles de militantes, solo un puñado de mujeres, como Angelica Balabanova, Nadezhda Krúpskaya, Elena Stásova, Inessa Armand, Rosa Luxemburgo y Clara Zetkin.

En 1914, estalló la guerra. Ardiente propagandista del pacifismo durante la gira que la condujo a más de un centenar de ciudades estadounidenses, invitada por la federación alemana del Partido Socialista de Estados Unidos en 1915, Kollontái eligió el bando de los bolcheviques. Se acercó a Lenin, quien deseaba conducir al proletariado hacia una revolución impulsada por una élite partidaria disciplinada, transformando la «guerra imperialista» en guerra civil. Volvió a Rusia tras la caída del zar, en febrero de 1917.

A partir de entonces, el ascenso político de Kollontái fue veloz. Escribió numerosos artículos en Pravda, tomó la palabra en los buques de guerra que hasta entonces estaban vedados a las mujeres. Fue elegida delegada del sóviet de Petrogrado –contrapoder del gobierno provisional– y luego incorporada en el comité central del Partido Bolchevique, siendo la primera mujer en ingresar allí, quinta en la lista después de Lenin, Zinóviev, Trotsky y Lunacharsky.

La madrugada del 10 de octubre de 1917, siguiendo a Lenin, votó la decisión de derrocar al gobierno provisional en nombre del pueblo en plena revolución. Unos días después, se convirtió en comisaria del pueblo para la Asistencia Pública, primera mujer ministra de pleno ejercicio (Sofía Panina había sido secretaria de Estado en el gobierno de Kerensky), y desempeñó también un papel activo en el decreto de separación entre la Iglesia y el Estado.

En la primavera de 1918, Kollontái se desempeñó brevemente como comisaria del pueblo para la Propaganda de la República Soviética de Ucrania. En desacuerdo con el gobierno, dejó de ser ministra y miembro del comité central, pero conservó funciones importantes al frente del Jenotdel, el departamento de mujeres trabajadoras y campesinas del Partido Bolchevique. Fue miembro del comité ejecutivo de la Internacional Comunista, representante del comité central ante el Komsomol, la organización juvenil, y organizó y dirigió los congresos de trabajadoras y de «mujeres de Oriente».

En 1921-1922, la Rusia soviética sufrió una terrible crisis económica y política: el aislamiento internacional, el fin de la guerra civil, la hambruna en el sur del país, la enfermedad de Lenin, la insurrección de los marinos de la base de Kronstadt contra la dictadura del Partido Bolchevique sangrientamente reprimida. Kollontái redactó las tesis de la Oposición Obrera, una línea interna dentro del bolchevismo, contra la burocratización del partido y la Nueva Política Económica (NPE), vista como un renunciamiento al espíritu colectivista e igualitario de la revolución, donde reclamaba el restablecimiento de la libertad de expresión, así como un mayor papel para los sindicatos.

Atacada violentamente en los congresos del Partido, bajo la amenaza de ser excluida, escapó a una ola de detenciones y expulsiones al obtener en 1923 una misión en el extranjero, tras su pedido de ayuda al nuevo hombre fuerte, Iósif Stalin. Ese fue el fin de sus responsabilidades políticas. La alta funcionaria soviética, durante un tiempo «desviacionista», varias veces denunciada como oposicionista o incluso agente del gobierno francés, debió reafirmar continuamente su lealtad.

Las acciones para la liberación de las mujeres
¿Era Alexandra Kollontái feminista? lo fue, sin duda, para la prensa francesa del periodo de entreguerras y desde nuestro punto de vista, aun cuando, para ella, el término estaba demasiado connotado por el «feminismo burgués» que combatía. Si se impuso como teórica de la cuestión femenina desde 1905, fue para lograr que avanzara el movimiento socialista, que adhirieran a la causa las obreras, las campesinas y las «pequeñoburguesas».

A través de sus intervenciones políticas (en la Internacional Socialista en 1907, en el Congreso Panruso de Mujeres en 1908) y sus escritos (Los fundamentos sociales de la cuestión femenina, publicado en 1909, y numerosos artículos), afirmó que la cuestión de los derechos de las mujeres no puede tratarse independientemente de la cuestión social. Junto con Clara Zetkin, ingresó en la secretaría de la Internacional Socialista de Mujeres creada en 1907 y contribuyó al nacimiento del Día internacional de las obreras (luego de las mujeres), cada 8 de marzo.

Lenin quiso movilizar a todas las fuerzas populares para apoyar la joven revolución. En el estrado de la Conferencia de obreras sin partido de Moscú el 23 de septiembre de 1919, exclamó: «La obra iniciada por los sóviets solo podrá avanzar cuando millones y millones de mujeres, en toda Rusia, participen de ella. Entonces, y estamos convencidos de ello, el socialismo podrá afianzarse».

En pocos meses, el gobierno bolchevique puso en marcha medidas concretas para una causa que Kollontái había defendido públicamente durante largos años, y analizado profundamente en su dimensión histórica y marxista. Moscú llevaba un mensaje de emancipación inédito en el mundo occidental. A la igualdad política adquirida desde la Revolución de febrero se sumaron el igualitario Código de Familia de 1918, la adopción del matrimonio civil, la despenalización del aborto, el derecho al divorcio y una serie de medidas de protección de las mujeres en el trabajo, así como de las madres y los hijos, legítimos o ilegítimos. Se fomentó la educación de las niñas. En el Partido y en el nuevo Estado comunista se crearon estructuras dedicadas al «trabajo entre las mujeres».

Luchar contra la doble explotación económica y doméstica debía permitir a las mujeres conformar plenamente una fuerza de trabajo para un Estado proletario productivista, pero también dedicarse a la ciencia, la creatividad artística y las responsabilidades administrativas o políticas. Se promovió a las mujeres en los soviets, en el partido, en los sindicatos y las cooperativas. En la medida de lo posible, la educación de los niños y las tareas familiares serían colectivas.

En un primer balance en 1921, Kollontái escribía: «La separación de la cocina y el matrimonio ha sido tan importante como la de la Iglesia y el Estado». Más allá de la humorada, se observa la preocupación por las dificultades para instaurar una igualdad efectiva. Aunque ya no ejercía puestos de responsabilidad, la forma literaria le permitió expresar la resistencia y la violencia que obstaculizaban la construcción de la nueva mujer, «una mujer que rompe las oxidadas cadenas de su esclavitud». La red de cocinas colectivas, centros de maternidad y guarderías seguía siendo muy frágil en la inmensa Unión Soviética.

Con el regreso de los hombres de la guerra civil y la crisis económica, las mujeres se vieron desplazadas y dejó de discutirse la dimensión de género del trabajo. Tanto en el Partido Comunista de la URSS como en el Partido Comunista Francés o en la Internacional Comunista, desaparecieron las «secciones» femeninas y los periódicos especializados; las mujeres que habían sido desplazadas de los puestos de responsabilidad siguieron siendo estenodactilógrafas o traductoras. Kollontái fracasó en su intento de incorporar en el Código de Familia de 1926 una protección general financiada con los impuestos: era el retorno de la pensión alimentaria, de la lucha para encontrar vivienda tras una separación. Se restringe el divorcio, al igual que el aborto, que sería prohibido en 1936 (y más tarde restablecido gradualmente en 1955 y 1968). Los historiadores calificaron este retroceso en la URSS de Stalin como un «Termidor sexual», que confinó a la mujer a la familia y la producción.

Sexualidad y femineidad en la sociedad comunista
A pesar de las renuncias y los defectos, los logros en materia de emancipación económica y social de las mujeres hicieron que Kollontái estuviera orgullosa de sus acciones. Pero su intención de que la sexualidad y la pareja evolucionaran hacia una nueva «moral comunista» sería un fracaso, tanto político como personal. Habría que esperar a los feminismos de fines del siglo XX y del siglo XXI para que su reflexión profundamente original, que integraba plenamente la dimensión privada, el sexo y el amor en el proyecto colectivista y materialista del socialismo marxista, se leyera y discutiera, tras haber sido rechazada y olvidada. Sus temas claves fueron la lucha por los derechos, el combate interno de la mujer para romper con el pasado, convertirse finalmente en una «individualidad en sí misma» y salir de las «virtudes» estereotipadas que son la pasividad o la bondad, para liberarse de la carga de las tareas domésticas educativas y emanciparse de la dominación masculina, trabajar (obligatoriamente).

Prudente cuando ejercía puestos de responsabilidad, Kollontái abordó frontalmente las cuestiones de la sexualidad en 1923 en un polémico artículo, «¡Abran paso al Eros alado! (Una Carta a la juventud obrera)». Allí defendía una «revolución en el frente espiritual» aún en curso, de la que las relaciones entre los sexos formaban parte. Las tres condiciones de este «amor alado», que sucedía al «amor-camaradería» eran la igualdad recíproca, el reconocimiento de los derechos del otro y el cuidado del alma del ser querido. Pero para entenderla bien, debe leerse el artículo hasta el final: la prioridad seguía siendo efectivamente el «amor-deber», la «moral proletaria», la emancipación de clase.

Al mismo tiempo, la encarnación literaria de las mujeres soviéticas bajo la pluma de Kollontái no era en absoluto simplista. Jugaba libremente con temas provocadores y escandalosos para la época: relaciones con hombres mayores o más jóvenes, madre e hija que comparten el mismo amante, triángulos amorosos (Un gran amor describe a un líder revolucionario que ha emigrado, que engaña a su insulsa compañera con una militante más joven y más brillante, una referencia bastante clara al trío formado por Lenin, Nadezhda Krúpskaya e Inessa Armand).

La sexualidad, el celibato, la maternidad en solitario y la sororidad se presentan como elecciones dichosas. La escritora no deja de abordar de manera directa las dificultades materiales, la soledad de la mujer liberada que debe hacer frente al trabajo, los estudios y la vida familiar. La prostitución, la pérdida de los hijos, los cuerpos degradados, la posesividad, la violencia, la explotación profesional y la traición política y sexual de los hombres ya no son tabúes bajo su pluma.

La primera recepción de estas publicaciones de mediados de la década de 1920 fue extremadamente agresiva, en el contexto de la condena política a la ex-comisaria del pueblo en la URSS, y luego por parte de los comunistas extranjeros. Se le reprochaba a Kollontái abandonar los verdaderos problemas de las mujeres proletarias, ser responsable a través de la famosa y apócrifa «teoría del vaso de agua»7 de la disolución de las familias, el abandono de los hijos, los juegos pornográficos en las «comunas Kollontái», etc. Los ataques personales apuntaban a sus orígenes sociales aristocráticos, su «espíritu pequeño burgués» y por ende «antimarxista», su vida privada anticonformista. En efecto, Kollontái tuvo parejas y compañeros de lucha cada vez más jóvenes; los principales fueron su segundo marido, Pavel Dybenko, nacido en 1889, y Aleksandre Chliapnikov, nacido en 1885. También mantuvo una íntima y duradera amistad con el militante francés Marcel Body, nacido en 1894 (Kollontái había nacido en 1872).

Alexandra Kollontái manejó de manera compleja los estereotipos de género, alternando entre vestidos elegantes y simple vestimenta proletaria, entre cabello corto y sombreros de plumas, dejando el cigarrillo para no herir los tenaces prejuicios de las campesinas, manejando el autoritarismo y las lágrimas, abandonando y luego sobreprotegiendo a su hijo Misha. Lo que no impidió que su imagen, tanto en Rusia como en Occidente, se redujera a apodos en el mejor de los casos irónicos y misóginos: «Jaurès con polleras», «valkiria de la revolución», «Kollontaïette» 8, «virgen roja» (como Louise Michel), «ministra roja», «revolucionaria con medias de seda», «generala de las damas bolcheviques», cuando no la trataban de prostituta.

Desde su primer cargo diplomático, las miradas se posaron sobre su vestimenta. No se presentaba ante el rey de Noruega «con chaqueta de cuero a la mujik, con las manos sucias y el cabello rapado», sino con «capa de visón que dejaba ver a cada paso un vestido que olía a Rue de la Paix». Algunos de sus dichos ocurrentes: «El lápiz labial y el rubor no impiden ser una buena comunista», así como el supuesto diálogo con un periodista estadounidense: «‘¿Cree usted, señora, que las mujeres deberían renunciar al vestido y adoptar el pantalón masculino?’. ‘De ninguna manera’, respondió enérgicamente la Sra. Kollontái; ‘no hay que pedir prestado absolutamente nada a los hombres. Llevan demasiado mal los asuntos del mundo’». «Lamentablemente, esta verdad es hoy muy evidente», concluía el autor del artículo en 1939, cuando acababa de estallar la Segunda Guerra Mundial 9.

Diplomática del imperio soviético
Aleksandra Kollontái fue condecorada en 1933, por primera vez, con la Orden de Lenin por su «trabajo con las mujeres», lo que puede resultar irónico solo en apariencia, ya que siguió defendiendo los logros de la «emancipación de las mujeres» en la URSS. A partir de entonces, se centraría, no obstante, en temas menos disruptivos: higiene, infancia, lucha por la paz, tal como lo demuestran sus intervenciones en la Sociedad de las Naciones.

Tras la Segunda Guerra Mundial, el compromiso feminista desapareció tanto de su discurso como de su imagen pública. El título de una biografía muy oficial de 1964 de Anna Itkina resulta elocuente: Revolucionaria, oradora, diplomática. Poco a poco, la prensa extranjera irá mencionando sus acciones sin hacer referencia a su sexo, su ropa y sus joyas, ni a los titubeos del protocolo que, considerándola «el ministro», ¡la ubicó en la mesa entre dos mujeres!

Su carrera de consejera de la legación, luego ministra plenipotenciaria en Noruega (tras un primer rechazo del Imperio Británico a su designación en Canadá), en México, nuevamente en Noruega, en la Sociedad de las Naciones y finalmente embajadora en Suecia durante aproximadamente 15 años siguió siendo menos observada que su actividad como revolucionaria y ministra bolchevique. Se sabe que se destacó en la diplomacia cultural y manejó importantes asuntos económicos, en tanto las relaciones con los vecinos países escandinavos y neutrales eran vitales para la URSS. Se sabe muy poco de su actividad en el marco de la «doble política» soviética, que utilizaba las representaciones diplomáticas como bases clandestinas de la actividad revolucionaria comunista.

Durante la Segunda Guerra Mundial, el papel de Kollontái le valió nuevos reconocimientos y condecoraciones y una reputación internacional como negociadora. Como intermediaria entre la URSS y Finlandia, que había sido invadida por el Ejército Rojo, para lograr un primer tratado de paz en 1940; al frente de una acción diplomática secreta para que Suecia mantuviera su neutralidad; negociando nuevamente en 1944 con Finlandia un armisticio al que se sumaron otros aliados de la Alemania nazi: Rumania, Hungría y Bulgaria. Helsinki impulsó en vano su candidatura al Premio Nobel de la Paz en 1946. Tras su regreso a Moscú en 1945, llevó una vida confortable y privilegiada como alta funcionaria del Ministerio de Relaciones Exteriores.

Si bien Kollontái pareció haber dudado en emigrar a Francia o España en el momento de la consolidación del poder estalinista, mostró luego una fidelidad inquebrantable. Así, negó la hambruna de 1932-1933, impidió que Trotsky obtuviera asilo político en Suecia y guardó las cartas de mujeres víctimas de la violencia sexual de la policía política y los testimonios de deportaciones de kulaks muertos por el frío.

Sus archivos no censurados por las publicaciones soviéticas permitirían comprender el miedo que sentía por sí misma y por su familia que permaneció en la URSS, sus reacciones cuando muchos diplomáticos y antiguos compañeros y amigos desaparecieron en el Gran Terror de la segunda mitad de la década de 1930: víctimas de purgas, encarcelados, fusilados o asesinados en el extranjero. Kollontái y Stalin fueron los únicos dos sobrevivientes del Comité Central de octubre de 1917. Sus frecuentes relaciones con Stalin, a quien conoció en 1917, la abundante correspondencia al «muy respetado y querido Iósif Vissariónovich», desde la primera carta de pedido de ayuda de 1923, permanece en gran medida inédita.

¿Cuál fue su experiencia como propagandista en Ucrania en 1918, fotografiándose con los padres campesinos de su compañero, el marino Pavel Dybenko, que llegó a tener un alto grado en el Ejército Rojo, y luego huyendo en tren durante los combates de la guerra civil en los que Ucrania intentó en vano independizarse? Hija de padres de origen ucraniano y finlandés, que pasaba todos sus veranos en la finca familiar antes de la independencia de Finlandia, mantuvo una íntima relación con estos confines del norte del Imperio, que estudió en sus primeros trabajos, y que luego contribuyó, a partir de 1940, a colocarlos nuevamente bajo la dependencia de la URSS.

Cuando en 2017 el ministro de Relaciones Exteriores ruso Serguéi Lavrov descubrió una placa con motivo del 145° aniversario de su nacimiento en el edificio moscovita donde había vivido, elogió a la «patriota soviética».

Dejemos para el final unas notas escritas por Aleksandra Kollontái, poco antes de morir:

Los rasgos de carácter que detesto:

Los insultos y la humillación a la dignidad humana
La injusticia y la crueldad
La fatuidad
La falsedad y la hipocresía
La cobardía
La falta de disciplina
(…)
Los rasgos de carácter que aprecio:

La benevolencia hacia los demás
El coraje moral [muzhestvo, con una connotación de virilidad]
El dominio de sí
La disciplina
La curiosidad y el sentido de observación
El amor por la vida, la naturaleza y los animales
La organización y la anticipación en el trabajo y en la vida
Instruirse siempre 10.

Sophie Cœuré es historiadora francesa

Nota: la versión original de este artículo en francés se publicó en La Vie des Ideés, 10/1/2023, con el título «Alexandra Kollontaï, révolutionnaire et féministe».

https://rebelion.org/las-muchas-vidas-de-aleksandra-kollontai/

martes, 3 de febrero de 2015

Dolores González Ruiz, un corazón superviviente. La abogada laboralista sobrevivió a la matanza de Atocha

Dolores González Ruiz, abogada laboralista y vecinal, sindicalista y presidenta de honor de la Fundación Abogados de Atocha de Comisiones Obreras, ha fallecido en Madrid a los 68 años a consecuencia de un cáncer de pulmón. Estaba casada. No tenía hijos. Sus restos mortales fueron trasladados al cementerio de Tres Cantos (Madrid), donde este domingo será incinerada a las siete de la tarde tras una corta ceremonia civil.

Fue la empleada de hogar que acudía a su domicilio, en la céntrica calle de Arapiles, los martes y los viernes, la que la encontró la mañana del 30 de enero muerta en su cama. También había fallecido su marido José María Zaera, que se encontraba caído en el pasillo. El portero de la finca subió tras ser alertado por la empleada. La policía acudió al domicilio y no encontró nada sospechoso. “Hacía ya bastante tiempo que no salía de su casa ni nada. Tras estar una temporada en Santander, regresó hacia septiembre y ya casi no salía”, reconoció el conserje.

La vida de Dolores González Ruiz, nacida en León en 1946 y asentada en Madrid, en una familia de comerciantes de textiles, ejemplifica las trágicas vicisitudes en las que se desenvolvieron numerosas mujeres como ella, víctima consecutiva de la dictadura franquista y de las secuelas dictatoriales durante la Transición a la democracia.

Cuando en enero de 1969, bajo el franquismo, estaba a punto de casarse con su compañero Enrique Ruano, estudiante de Derecho como ella y con ella también miembro del Frente Obrero del clandestino Frente de Liberación Popular, él murió asesinado, precipitado por una escalera, durante la inspección policial, a la que fue conducido por la fuerza, de un piso de la calle Príncipe de Vergara donde se alojaban unos amigos de ambos.

“Al conocer la muerte de su novio, Dolores perdió el conocimiento y cayó en una profunda depresión que le impidió asistir al entierro de su amado”, cuenta su amigo el abogado y ex alto cargo del Ministerio de Defensa Francisco Javier García Fernández. Años después, Dolores logró rehacer su vida sentimental y emprendió una relación con el abogado Javier Sauquillo, con el que se casaría en 1973. Juntos compartieron un despacho laboralista en la calle del General Oráa, hasta que la dirección del Partido Comunista de España, a la que se habían integrado los dos, decidió unificar en un gran despacho, en la calle del Españoleto, numerosos otros bufetes de letrados comunistas y sindicalistas dedicados a la defensa de los trabajadores y de las organizaciones vecinales y ciudadanas, especialidad ésta que tanto Dolores como Javier adoptaron tras su etapa inicial propiamente laboralista como letrados de Comisiones Obreras.

Precisamente en una reunión de la célula de abogados de barrios celebrada el 24 de enero de 1977 en el bufete de letrados de Comisiones Obreras ubicado en la calle de Atocha, 55, irrumpió violentamente un comando armado de ultraderechistas, entre los que se hallaba un guardaespaldas de Blas Piñar, líder del partido fascista Fuerza Nueva, que tras empujar a la pared de la sala que ocupaban a una decena de los reunidos, los ametralló a mansalva. Javier Sauquillo, así como los abogados Enrique Valdelvira, Serafín Holgado y Luis Javier Benavides, además del empleado represaliado de Telefónica Ángel Rodríguez Leal, murieron en unas horas y cuatro personas más resultaron heridas de diversa consideración: Lola González Ruiz, Alejandro Ruiz Huerta, Miguel Saravia y Luis Ramos Pardo. Aquel atentado implicó uno de los episodios más dramáticos y de mayor tensión, por su carácter provocador, en la Transición.

En aquel atentado Lola González Ruiz, como la conocían sus compañeros, recibió en el maxilar impactos de bala, con lesiones que le dejaron daños permanentes y por las que necesitó intervenciones quirúrgicas consecutivas.

Amante de la lectura, del cine y de los viajes, “volcada en la amistad”, como reconocen sus allegados, Dolores González Ruiz llevó con enorme entereza, signada por intermitentes fases de melancolía, los tres dramas que sufrió en carne propia y también en su corazón, doblemente asesinado, a consecuencia del carácter represivo del franquismo y de la larga sombra que su dictadura dejó en España también a lo largo de la Transición. Tras aquel segundo trance, ella trabajó en un gabinete de urbanismo del PCE en Madrid, luego en varios despachos laboralistas de Comisiones Obreras, en Santander, y se jubiló hace cuatro años.
Fuente: http://politica.elpais.com/politica/2015/02/01/actualidad/1422748247_495889.html.
Más aquí: El corazón helado en enero.
Y aquí: María Dolores, una víctima del fascismo.

miércoles, 1 de enero de 2014

50 años de la muerte de Catarina Eufemia

Razones Para Amar a una Mujer Revolucionaria.

"Una mujer revolucionaria es capaz de sentir en lo más hondo, cualquier injusticia cometida contra cualquiera, en cualquier parte del mundo. Una mujer revolucionaria se indigna con más frecuencia, concibe preguntas todos los días, grita más fuerte, llora más alto, desea con más ansias, quiere más resuelta, siente más profundo. Una mujer revolucionaria sabe mirar mas allá de la estética preconcebida por las revistas de moda y concursos de mercancías mujeriles, porque es más femenina que las determinaciones del mercado. Una mujer revolucionaria sale a parir las jornadas con sus botas de campaña, el segundo sexo en su espalda, la libertad en los labios, las razones debajo de sus cabellos. Una mujer revolucionaria es más hermosa que las muñecas de plástico, más atractiva que los destellos de los fugaces reflectores, más sensual que los caprichos tendenciales del momento. Una mujer revolucionaria huele a pólvora, gases lacrimógenos, tierra, montaña, río, flores silvestres, soles de inviernos, ecos del jardín, frutas del caribe. Una mujer revolucionaria siente más y gasta menos, sonríe desde los huesos, besa hasta el delirio, se entrega sin equipajes de mano ni reservas de divanes de cuero. Una mujer revolucionaria siempre está dispuesta al romance sin importar la incitación de los manuales de la familia y los hogares prominentemente seguros y a salvo. Una mujer revolucionaria hace el amor con el corazón puesto al lado izquierdo de la cama y su alma colgada sobre el dosel. Una mujer revolucionaria es el eslabón doblemente más alto de la especie humana, y no hacen falta muchas más razones para amarla hasta la locura, hasta el cosmos, hasta la muerte, hasta un millón de veces más allá del infinito. "
Adal Hernández
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miércoles, 13 de febrero de 2013

Rosa Parks, por siempre, Rosa Parks, la mujer que dio inicio al movimiento contra la segregación

El 1° de diciembre de 1955, Rosa Parks se hizo famosa por negarse a darle su asiento en el autobús a un pasajero blanco en Montgomery, Alabama, hecho que dio inicio al actual movimiento por los derechos civiles. El lunes 4 de febrero se cumplieron cien años de su nacimiento. En 2005, Rosa falleció a los 92 años de edad y gran parte de los medios la describieron como una costurera cansada, no como una persona problemática. Pero los medios se equivocaron. Rosa Parks era una rebelde de primera categoría.

La catedrática Jeanne Theoharis derriba el mito de la apacible costurera, en su nuevo libro “The rebellious life of Mrs. Rosa Parks” (La vida rebelde de Rosa Parks). Theoharis me dijo: “Se trata de la historia de una vida de activismo, la historia de una vida que ella misma describiría como ‘rebelde’ y que comienza décadas antes del histórico incidente del autobús y se prolonga décadas después”.

Rosa Parks nació en Tuskegee, Alabama y le enseñaron que tenía derecho a ser respetada y a exigir ese respeto. Las leyes de Jim Crow estaban muy arraigadas en aquel entonces y la segregación se aplicaba en forma violenta. En Pine Level, Alabama, donde vivía Parks, los niños blancos iban a la escuela en autobús, mientras que los niños afroestadounidenses debían caminar. Rosa Parks recordó: “Ese era un modo de vida. No teníamos otra alternativa más que aceptar lo que era la costumbre. El autobús fue una de las primeras cosas que me hizo ver que había un mundo para negros y otro para blancos”.

En la última etapa de su adolescencia Rosa conoció a Raymond Parks, con quien se casó. Raymond, el primer activista que Rosa conoció, era miembro de la filial de la Asociación Nacional para el Progreso de la Gente de Color (NAACP , por sus siglas en inglés) en Montgomery y cuando Rosa se enteró de que las mujeres podían participar en las reuniones, asistió a una y fue elegida secretaria de la filial en su primera reunión.

Fue allí donde Rosa conoció a E.D. Nixon, un dirigente obrero revolucionario con quien trabajó. En 1955 Rosa pudo asistir a la escuela Highlander Folk en Tennessee, un lugar de encuentro de activistas (blancos y negros) comprometidos a superar la segregación donde se desarrollaban estrategias y tácticas de resistencia no violenta. Fue allí donde Pete Seeger y otros músicos escribieron la canción “We shall overcome” que luego se convirtió en el himno del movimiento por los derechos civiles.

Rosa Parks regresó a Montgomery y volvió a trabajar como costurera. El 1° de diciembre de 1955, luego de salir del trabajo, tomó el autobús hacia su casa. “El conductor dijo que si me negaba a dar mi asiento, iba a tener que llamar a la policía. Y le dije ‘Llámela’”, afirmó Parks en una entrevista con Radio Pacífica en abril de 1956. “Había llegado el momento, después de haber sido maltratada hasta un punto que ya no podía tolerar”. Su arresto aquel día provocó el boicot a los autobuses de la ciudad de Montgomery, que duró más de un año. El boicot fue encabezado por un joven que acababa de instalarse en la ciudad: el Dr. Martin Luther King Jr., en cuyo lanzamiento participó Rosa Parks. Durante el boicot, alrededor de 50.000 afroestadounidenses viajaban juntos en sus automóviles, utilizaban vehículos de la iglesia, tomaban taxis de propietarios afroestadounidenses y caminaban. La medida perjudicó los negocios de los blancos y el sistema de transporte público. Parks y otros activistas interpusieron un recurso judicial contra la segregación y en junio de 1956 un tribunal federal declaró la inconstitucionalidad de la segregación en los autobuses.

Los Parks se mudaron a Detroit. Rosa continuó con su activismo, reaccionó frente a los disturbios de Detroit de 1967, consultó a miembros del movimiento “Black Power”, como Stokely Carmichael, y se opuso a la guerra de Vietnam. La historiadora Theoharis señala que el mayor héroe de Parks era Malcolm X.

“Sentía un gran respeto por King, pero decía que Malcolm X era su héroe personal. La disposición de Malcolm X para hablar sobre el liberalismo del norte y la hipocresía del norte, su temprana oposición a la guerra de Vietnam, todas esas cosas eran muy cercanas a su postura política”.

En la década de 1980, Rosa Parks luchó contra el apartheid y se sumó a las protestas frente a la embajada de Sudáfrica en Washington D.C.

Cuando Parks conoció a Nelson Mandela, después de que fuera liberado, Mandela le dijo: “Ud. me dio ánimo todos esos años en prisión”.

Rosa Parks fue la primera mujer estadounidense en ser enterrada en la rotonda del Capitolio. Cuando murió, me apuré para llegar a Washington D.C. a cubrir su funeral; allí encontré a una joven estudiante universitaria y le pregunté por qué estaba ahí junto a cientos de personas escuchando el funeral a través de los parlantes. La joven dijo con orgullo: “Les escribí a mis profesores para avisarles que hoy no asistiría a clase. Hoy voy a aprender algo importante”. Tenemos mucho que aprender de Rosa Parks. De hecho, ella y otras jóvenes se habían negado a dar sus asientos en el autobús antes del 1° de diciembre de 1955. Nunca se sabe cuándo llegará ese momento mágico.

El próximo 4 de febrero la oficina de Correos de Estados Unidos emitirá una estampilla denominada ‘Rosa Parks Forever’ (Por siempre, Rosa Parks), una muestra de la marca indeleble que dejó su activismo.

Rosa Parks no era ninguna costurera cansada. Como ella misma dijo en referencia a la valiente decisión que tomó: “Si había algo de lo que estaba cansada era de ceder”. “No tenía miedo. Había decidido que de una vez por todas tenía que saber qué derechos tenía como ser humano y como ciudadana, incluso en Montgomery, Alabama”.

Denis Moynihan colaboró en la producción periodística de esta columna.
© 2013 Amy Goodman
Amy Goodman es la conductora de Democracy Now!, un noticiero internacional que se emite diariamente en más de 750 emisoras de radio y televisión en inglés y en más de 400 en español. Es co-autora del libro "Los que luchan contra el sistema: Héroes ordinarios en tiempos extraordinarios en Estados Unidos", editado por Le Monde Diplomatique Cono Sur.
Texto en inglés traducido por Mercedes Camps. Edición: Gabriela Díaz Cortez y Democracy Now! en español, spanish@democracynow.org
Fuente: http://www.democracynow.org/es/blog/2013/2/1/por_siempre_rosa_parks_la_mujer_que_dio_inicio_al_movimiento_contra_la_segregacin
Amy Goodman. Democracy Now!
Fotos de la vida de Rosa Parks.

jueves, 4 de junio de 2009

Rosa Luxemburgo, 90 años después.

Tarde o temprano reaparecen las víctimas y aún muertas, denuncian, dando a conocer con su testimonio mudo, el crimen, reclaman justicia y exigen la reparación. Esta tesis, propia de la novela policiaca, ha vuelto a confirmarse en Alemania.
El director de Patología del hospital Charite de Berlín, Michael Tsokos, ha informado de la existencia de un cuerpo sin vida que podría ser el de la dirigente comunista Rosa Luxemburgo.

A la carismática líder comunista la mataron e hicieron desaparecer militares derechistas en 1919. El crimen ocurrió con el beneplácito de la socialdemocracia alemana, como reconoció uno de sus autores en 1970. La posible reaparición del cadáver de Luxemburgo salpica al Partido Socialdemócrata de Alemania (SPD) en un año electoral muy importante en el que está luchando por su supervivencia como partido de masas.
Cuando Michael Tsokos asumió la dirección de Patología de la Charité en 2007 se topó con el cadáver de una mujer anónima que desde hacía 90 años yacía en la colección de su instituto. Al cuerpo sin vida le faltan la cabeza, los brazos y las piernas. Después de dos años de investigaciones, Tsokos hizo público el resultado de sus pesquisas: piensa que se trata de la heroína comunista Rosa Luxemburgo porque el cadáver mide un metro y medio y presenta las deformaciones de la cadera que caracterizaban el andar de la activista política.
Sin embargo, el hallazgo de Tsokos no se corresponde con el informe que en 1919 redactaron los dos más prestigiosos forenses de Alemania. Parece que ellos practicaron la autopsia del cuerpo de otra mujer cuya cadera estaba perfecta. Además, la herida que hallaron en el cráneo no puede ser resultado... Ayer y hoy de Rosa Luxemburgo. La liga Espartaquista.
(Si quieres seguir leyendo clikea en el título)
Algo de música en su honor