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domingo, 11 de agosto de 2024

El espíritu subversivo de Rosa Regàs.

Rosa Regàs, en noviembre de 2005.
La escritora, que ha fallecido a los 90 años, fue una mujer resolutiva y una editora decisiva.

Antes de ser la Directora de la Biblioteca Nacional (2003-2007), antes de ganar el premio Nadal con su novela Azul (1994) e iniciar con ello una carrera literaria tardía y afortunada, Rosa Regàs (que murió el pasado 17 de julio a los 90 años) había sido una editora rutilante en la Barcelona pija, roja y creativa de los “años divinos”, como los llamó su hermano Oriol, fundador en 1967 de la mítica discoteca Bocaccio. Rosa Regàs resumía en sí misma el espíritu subversivo, el afán de diversión y el atractivo de una casta de creadores que lo estaban transformando todo, desde la arquitectura al cine, desde la literatura al periodismo.

Cuando en 1963 entró a trabajar en Seix-Barral llevaba doce años casada y alborotaban en su casa varios hijos, pero su atractivo, su energía y su vitalidad no condecían con los de una madre de familia. En la Barcelona innovadora y hedonista de la gauche divine, Rosa se convirtió en la “reina de la república divina”, en una suerte de musa y maga que, junto a Carlos Barral, aprendió bien el oficio de editora. En 1970, al romper Barral con su socio y fundar Barral Editores, ella se emancipó y lanzó dos sellos propios, Ediciones Bausán, dedicado a la literatura infantil, y La Gaya Ciencia, con el que completó el trébol de editoriales revoltosas, con Anagrama y Tusquets, surgidas a finales de los sesenta. Allí publicaron los modernos como Juan Benet —con quien tanto ella quiso—, y modernísimos (o novísimos) como Félix de Azúa, Javier Marías y Vicente Molina Foix (los tres firmarían Tres cuentos didácticos en 1975), Eugenio Trías, Manuel Vázquez Montalbán o el primer Álvaro Pombo.

Si la editorial fue una rampa de lanzamiento crucial, no lo fueron menos las dos revistas que nacieron a su sombra: en 1973, Arquitectura Bis (duraría hasta 1985) y en 1975 los Cuadernos de La Gaya Ciencia, de los que solo saldrían cuatro números indispensables para conocer el hervidero de novedades intelectuales de aquel momento transitivo. Y cuando los Cuadernos tocaban a su fin, a Regàs se le ocurrió una de sus ideas brillantes: lanzar una serie de breves ensayos didácticos sobre los conceptos políticos que movilizaban la discusión pública. Así nació la Biblioteca de Divulgación Política en 1976, donde Felipe González explicó qué era el socialismo, Carrillo en qué consistía la ruptura democrática, Enrique Tierno Galván qué era eso de la izquierda o, en fin, José Luis López Aranguren de qué se hablaba al hablar de fascismos (en plural).

El éxito fenomenal de la colección, que hizo que se aumentaran las tiradas hasta saturar el mercado, junto con algunos turbios problemas de gestión económica, aceleró que Regàs pusiera fin, tras veinte años, a su etapa como editora e iniciara en 1983 otra como traductora en Ginebra. Fue un año de cambios, porque también entonces se terminó su relación con Juan Benet.

Tras diez años como intérprete y vida cosmopolita (entre 1983 y 1993), durante los que escribió un ensayo-guía sobre Ginebra (1987) y una primera novela tentativa (Memoria de Almator, 1991), Rosa Regàs se concentró en su vocación de escritora, que simultaneó con algunos cargos institucionales, como la dirección del Ateneo Americano de la Casa de América en Madrid (1994-1998) o la dirección de la Biblioteca Nacional. Con la historia de mar, crucero y tornasoles psicológicos de su novela Azul conquistó a muchos lectores, que tuvieron que conformarse con los cuentos de Pobre corazón (1998) hasta que publicó su siguiente novela, Luna lunera (1999), una inmersión en la memoria de posguerra con la que la escritora echó su cuarto a espadas contra el olvido y que fue premio Ciudad de Barcelona.

La agente literaria Carme Balcells hizo estampar unas camisetas de promoción en las que se unían las dos etapas de la autora: en el pecho se anunciaba Luna, lunera; en la espalda, un eco (machista, ay) de los años sesenta: “Rosa Regás, qué buena estás”. Después no dejó de acompañarla el éxito: en 2001 obtuvo el premio Planeta con La canción de Dorotea; su Diario de una abuela de verano (2004) fue convertido en teleserie un año después con el excelente protagonismo de Rosa Sardà; y, en fin, en 2013 recibió el premio Biblioteca Breve por una historia de amor en dos tiempos, Música de cámara, con la que volvió a recrear la remota y tan presente posguerra. En los entretelones de la ficción quedan la joven ávida e indócil de los sesenta, la niña amedrentada y encerrada en un colegio de monjas por su abuelo, la mujer resolutiva y de ideas claras de siempre, la editora decisiva y la escritora que siempre quiso ser.



domingo, 31 de diciembre de 2023

Lynn Margulis, la científica rebelde

En la década de 1960, una joven bióloga estadounidense tuvo una idea revolucionaria sobre la evolución de la vida y el origen de las células modernas. Las células de plantas y animales disponen de unos minúsculos órganos internos, u orgánulos, especializados en obtener energía usando la luz del sol y el oxígeno. Son los cloroplastos y mitocondrias, respectivamente. Por su tamaño, por sus funciones y por la particularidad de llevar su propio y pequeño genoma, estos orgánulos recuerdan poderosamente a ciertas bacterias.

¿Sería posible –se preguntó aquella bióloga– que estos orgánulos fueran en realidad descendientes de antiguas bacterias, reclutadas en un pasado lejano por otras células para usarlas como centrales de energía internas? Un fenómeno semejante era ya bien conocido y tenía un nombre en biología: la simbiosis, una asociación de mutuo beneficio.

El gran problema del origen de la vida en la Tierra es que no había nadie allí para observarlo, por lo que el nacimiento de los primeros organismos terrestres continuará siendo eternamente la materia oscura de la biología, una incógnita abierta a hipótesis de imposible demostración. Entre ellas, la teoría de la endosimbiosis o simbiogénesis es una de las respuestas más plausibles y brillantes para explicar la aparición de las células eucariotas, constituyentes de todo organismo vivo que no sea una bacteria o una arquea.

La entonces joven científica autora de la teoría fue Lynn Margulis, de soltera Alexander (5 de marzo de 1938- 22 de noviembre de 2011), uno de los personajes más influyentes de la biología del siglo XX. Y ello a pesar de que sus propuestas (en los márgenes de la ciencia establecida) le granjearon fama de heterodoxa, cuando no de rebelde. Intelectualmente precoz, su vida personal tampoco se quedó atrás: a los 42 años ya se había divorciado dos veces, la primera del astrónomo Carl Sagan y la segunda del químico Thomas Margulis.

LA SIMBIOGÉNESIS
Margulis admiraba el trabajo de Charles Darwin, pero opinaba que sus sucesores neodarwinistas no habían logrado explicar las incógnitas que dejó planteadas el naturalista inglés; entre ellas y sobre todo, la fuente de las variaciones que impulsa la evolución. Según Margulis, las mutaciones genéticas aleatorias no bastaban para explicar la capacidad de la evolución biológica de inventar rasgos nuevos en los seres vivos.

La teoría de la endosimbiosis o simbiogénesis de Margulis es una de las respuestas más plausibles para explicar la aparición de las células eucariotas. Crédito: Christoph Burgstedt / Alamy Stock PhotoLa teoría de la endosimbiosis o simbiogénesis de Margulis es una de las respuestas más plausibles para explicar la aparición de las células eucariotas. Crédito: Christoph Burgstedt / Alamy

La joven bióloga fue más allá y recogió las ideas de pioneros como el estadounidense Ivan Wallin y el ruso Konstantin Mereschkowski, que habían postulado la simbiosis entre organismos simples como fuerza creadora de seres más complejos. El estudio de Margulis fue rechazado por 15 revistas científicas, y finalmente se publicó en marzo de 1967 sin ninguna repercusión inicial. Según recogía el diario británico The Telegraph en el obituario dedicado a Margulis tras su fallecimiento en 2011, una de sus solicitudes de financiación para sus proyectos recibió la siguiente réplica: “Su investigación es basura. No se moleste en volver a solicitar”.

Pero Margulis no desistió. En 1970 desarrollaba su teoría en el libro Origin of Eukaryotic Cells. A través de los años, la simbiogénesis ha ido ganando apoyo experimental: en los años 70 se descubrió que los genes de las mitocondrias y los cloroplastos se parecían más a los de ciertas bacterias que a los de las células eucarióticas a las que pertenecen. En la pasada década un estudio vino a prestar nueva y extensa credibilidad a la teoría de la endosimbiosis. Un equipo de investigadores dirigido por el biólogo evolutivo William F. Martin, de la Universidad Heinrich Heine de Dusseldorf (Alemania), comparó casi un millón de genes de 55 especies eucariotas y más de seis millones de genes de procariotas, un análisis exhaustivo que solo hoy es posible gracias al uso de avanzadas herramientas bioinformáticas.

BBVA-OpenMind-Yanes-Lynn Margulis pionera de la sostenibilidad_2 Según Margulis, las mutaciones genéticas aleatorias no bastaban para explicar la capacidad de la evolución biológica de inventar rasgos nuevos en los seres vivos. Crédito: Science Lab / Alamy Stock PhotoSegún Margulis, las mutaciones genéticas aleatorias no bastaban para explicar la capacidad de la evolución biológica de inventar rasgos nuevos en los seres vivos. Crédito: Science Lab / Alamy Stock Photo

La investigación, publicada en Nature, rastreaba el origen de los genes bacterianos que forman parte integral del ADN presente en el núcleo celular de los organismos superiores, incluidos los humanos. Y frente a la posibilidad de que estas innovaciones genéticas pudieran haberse colado en nuestras células por un largo y continuo proceso gradual de transferencia de genes al azar, los resultados muestran que, por el contrario, la huella bacteriana en nuestro ADN es el producto de un salto evolutivo brusco que corresponde a la adquisición de las mitocondrias (o de los cloroplastos, en el caso de los vegetales).

“Lo que hemos mostrado es que la contribución genética de los ancestros endosimbióticos de plástidos y mitocondrias al material genético de partida del linaje eucariótico fue mucho mayor de lo que nadie había sospechado”, resumía Martin a OpenMind. “Los eucariotas adquirieron genes de los procariotas en el origen de la mitocondria y en el origen de los plástidos”, añadía, lo que supone “un clamoroso apoyo a la teoría endosimbiótica”. Para Martin “el caso está cerrado: no hay una alternativa científica aceptable a la teoría de que los cloroplastos y las mitocondrias surgieron de endosimbiontes”.

BBVA-OpenMind-Yanes-Lynn Margulis pionera de la sostenibilidad_3 La huella bacteriana en nuestro ADN es el producto de un salto evolutivo que corresponde a la adquisición de las mitocondrias (o de los cloroplastos, en el caso de los vegetales). Crédito: Sergi Escribano/Getty ImagesLa huella bacteriana en nuestro ADN es el producto de un salto evolutivo que corresponde a la adquisición de las mitocondrias (o de los cloroplastos, en el caso de los vegetales). Crédito: Sergi Escribano/Getty Images

Martin rememoraba las discusiones que mantenía con Margulis, en las que ambos discrepaban sobre ciertos aspectos. Y sin embargo, proseguía el biólogo, “ser criticado por Lynn (y ella me criticó mucho) era realmente un honor”. En el fondo “solo nos separaba un centímetro en estas cuestiones, mientras que ella estaba a millas de distancia de los neodarwinistas”, recordaba. El tiempo y la ciencia han acabado por dar la razón a la científica rebelde. “Ojalá hubiera vivido para verlo”, concluía William F. Martin.

LA HIPÓTESIS GAIA
Hoy la teoría de la endosimbiosis se considera ampliamente aceptada. Y aunque no todas las ideas originales de Margulis han obtenido evidencias que las apoyen, la simbiogénesis se contempla como un mecanismo que ha podido aportar otras innovaciones dentro de las teorías evolutivas actuales. Por ejemplo, los líquenes se formaron por la asociación de algas y hongos, pero se ha propuesto que estos últimos pudieron ayudar a la colonización terrestre de las plantas, si bien muchas especies vegetales después prescindieron de esta simbiosis.

BBVA-OpenMind-Yanes-Lynn Margulis cientifica rebelde y pionera de la sostenibilidad_4 La hipótesis Gaia es una visión de la Tierra como un gran sistema complejo formado por los seres vivos y su entorno, cuya autorregulación en un equilibrio dinámico permite la existencia y la continuidad de la vida. Crédito: Sergey Pakulin/Getty ImagesLa hipótesis Gaia es una visión de la Tierra como un gran sistema complejo formado por los seres vivos y su entorno, cuya autorregulación en un equilibrio dinámico permite la existencia y la continuidad de la vida. Crédito: Sergey Pakulin/Getty Images

Pero existe una faceta más por la que hoy se recuerda a Margulis, y que no fue algo separado de su trabajo científico, sino una consecuencia natural: fruto de su propuesta de la teoría endosimbiótica, la bióloga defendía la cooperación entre especies como motor de la evolución frente a la interpretación exclusivamente competitiva del neodarwinismo. Bajo esta idea de la colaboración en la naturaleza, en los años 70 Margulis desarrolló, junto al químico británico James Lovelock, la hipótesis Gaia; una visión de la Tierra como un gran sistema complejo formado por los seres vivos y su entorno, cuya autorregulación en un equilibrio dinámico permite la existencia y la continuidad de la vida.

La hipótesis ha sido muy discutida, se han distinguido diferentes versiones y las más extremas han sido criticadas como pseudociencia, por su aproximación de la Tierra como un gran organismo con una especie de propósito. Pero no cabe duda de que ha sido muy influyente en el empuje de la conservación medioambiental. En 1991 la propia Margulis definió la “economía verde” como aquella que contempla la actividad humana como un componente embebido en los ecosistemas, una descripción que todavía es citada a menudo y que inspira un concepto muy presente hoy en la política, la economía y la sociedad: el desarrollo sostenible.

Javier Yanes
Nota del editor: Texto original de septiembre de 2015 actualizado por el autor 

sábado, 8 de agosto de 2020

Spinoza superstar


Spinoza superstar

Maestro absoluto de la modernidad, una avalancha de novedades y nuevas traducciones demuestra la vigencia del filósofo que fue condenado al ostracismo en su tiempo por pensar contra la superstición

Cualquiera de las ventanas de Pieter de Hooch, esas de marco blanco y reblandecido por la lluvia sobre el ladrillo rojo, podría ser la del estudio de Spinoza. No permanecía mucho tiempo en el mismo lugar. Como hiciera Nietzsche en busca de un clima benigno, él iba en pos de una mayor tranquilidad. No por la inclemencia del prójimo, sino por la necesidad de recluirse en silencio y pensar. Rijns­burg, Voorburg, La Haya, recala siempre en estancias no muy amplias, una de ellas, la última, separada en dos ambientes —el dormitorio y el taller— por una biblioteca de unos 160 volúmenes, entre los que se encontraban varios títulos de Descartes, los Elementa philosophica de Cive de Hobbes, Flavio Josefo, Maquiavelo, la Utopía de Moro, el Dictionarium rabbi­nicum de Nathan ben Jechiel, el De vita solitaria de Petrarca, también Los diálogos de amor de León Hebreo, en fin, libros de poemas de Quevedo y Góngora, las Novelas ejemplares de Cervantes y cinco biblias, entre ellas la Biblia sacra hebraica en la edición de Basilea de 1618.

Escribe de noche, contracorriente de unas ideas que están haciendo de Europa una encrucijada, esa Europa que ya delineaba, sin darse cuenta, el organigrama de la desesperación: lo estable e imperecedero, la duración implícita de nuestras empresas y creencias en las que nos afirmamos son ilusorios. Su imposible cumplimiento marcará un continente abocado a una sistemática autoaniquilación que ya forma parte argumental de un devenir histórico, que se alimenta de sus apocalipsis y del resentimiento que depara lo no alcanzado. Dios, inquebrantable hasta ese siglo XVII, ya no recuerda su pasado. En esta amnesia está el núcleo de la Modernidad, surge de ese olvido, del estrépito de una enorme grieta que se ha abierto en el suelo de las convicciones. Las máquinas perfectas, la apoteosis de la técnica, las invenciones más asombrosas, el arte, las ciencias, la audacia del juicio y de la imaginación fueron despojando de sus funciones a un Ser supremo que llevaba en cada mano un haz de destinos y los repartía. Pero después del alejarse de ese Dios cielo adentro y desaparecer, quedamos, al fin, nosotros, los creadores de realidad, los productores de caducidad. Porque el cepo está, una vez más, en la naturaleza de nuestra Razón que percibe “las cosas como poseyendo una especie de eternidad”, según se lee en la Ética.

reconstrucción de la biblioteca de Spinoza en su casa de Rijnsburg (Holanda).
reconstrucción de la biblioteca de Spinoza en su casa de Rijnsburg (Holanda).

Spinoza piensa para sus adentros que lo divisible, por esencia, es imperfecto; que la libertad de conciencia solo puede darse en un mundo laico. Frunce el ceño cuando se habla del más allá. No, la actividad divina no responde a una creación del azar, sino a lo que él llamaba “causalidad necesaria e inmanente”. Está persuadido de que aquello que “es” no podría existir de otro modo a como existe, y que la esencia no implica existencia. Pese a las promesas del racionalismo, el ser humano no es, ni será jamás, un mundo autónomo, bien al contrario: es fruto de la contingencia, puro pertenecer a un orden infinito. Descartes no está en lo cierto, pero reconoce que el suyo ha sido un sutilísimo ingenio, pues, como antes hicieran otros, dice Spinoza, ha buscado “algo intermedio entre el ser y la nada”, y esta búsqueda es vana porque implica apartarse de la verdad.

Él, que fuma en pipa como los personajes que tosen en la pintura de Adriaen Brouwer, que canturrea mientras pule las lentes con insólita perfección en su pequeño estudio, era visto como un descastado, es decir, como un hombre sin fe. Los católicos lo aborrecían, los protestantes lo vituperaban y los miembros de su comunidad judía, que abandonó por hastío, lo odiaban. Un biógrafo llamado Kortholt, sin duda malicioso, sabedor de que el filósofo había fallecido con placidez a los 44 años, se preguntaba “si tal calidad de muerte puede corresponder a un ateo”, a un “panteísta” que fue a descansar en un ataúd que costó 18 florines, hecho además por un cantor luterano con buenas manos para la carpintería.
Sello que usaba Spinoza en sus cartas, con una rosa y la palabra 'caute' (cautela), en un juego de palabras con su apellido y las espinas de la flor ('spinosa', en latín) que daría lugar al lema
Sello que usaba Spinoza en sus cartas, con una rosa y la palabra 'caute' (cautela), en un juego de palabras con su apellido y las espinas de la flor ('spinosa', en latín) que daría lugar al lema

Cuenta Johannes Colerus que el filósofo frecuentaba en Ámsterdam las clases que el indómito y escéptico Frans van den Enden daba en una librería y almacén de arte de su propiedad. Se murmuraba que allí se respiraba un aire ateísta. Comoquiera que recriminó a Spinoza que era impropio de su inquietud no tener un latín fluido, le sugirió que su hija, Clara María, se convirtiera en su maestra. Y así fue. Aquella muchacha dominaba tanto la lengua latina como la música, y eso lo cautivó. Cabe imaginarlo como a una de las proverbiales figuras de la pintura holandesa que escuchan a una joven mientras la miran con ademán discreto. Y eso que el autor de la Ética no era demasiado aficionado a la música, y menos a la que obedecía a una moda creciente entonces que destacaba, sobre todo, la melodía. Lo único que podía atraerlo era bien distinto: la simultaneidad de notas que conforman un todo, los acordes, su engranaje y progresión armónica. La capacidad narrativa de la melodía frente al acontecer de lo plural; el discurso explícito, pero ligero, frente al perfecto armazón de un orden de sonidos geométricamente demostrado. Solo nos hemos servido de una metáfora, pero ayuda a entender un pensamiento como el de Spinoza, que admite la existencia de una infinidad de formas infinitas que, si bien atribuibles a Dios, también son propiedad de las cosas finitas. ¿Y cómo así? Porque la verdad no depende en ningún caso de la duración.

Se comprende que Spinoza sea el menos amargo de los filósofos, el menos agraviado por su condición de mortal, por eso escribe en la Ética que quien se siente libre es porque no piensa en la muerte. La desenmascara como estrategia de coacción de los poderes políticos y religiosos. Eso hace tolerante a aquel judío de origen español, indulgente con las carencias de la condición humana. Somos, a duras penas, lo que somos. De ahí que le disgustara, por ejemplo, la representación pictórica de la vanitas, porque en ella hay intransigencia hacia nuestras debilidades. Y la tristeza, qué hacer con la tristeza. ¿No es un disfraz del miedo, la victoria anticipada de un sistema que nos imposibilita? Incluso la esperanza y la necesidad de vivir a resguardo son siervos suyos. Nada es tan conveniente como apagar la melancolía, al igual que la sed y el hambre. Y todo esto lo formulaba desde el corazón de una Europa que había empezado a cimentar el simulacro, a propagar la hipocresía como táctica, una hipocresía a veces llamada poder; otras, revolución; otras, abundancia; otras, igualdad. El vivir en este largo fingimiento ha terminado por confirmar que nuestra situación es accesoria, y que trabajamos con un probado ahínco en la gran y estrepitosa mentira.

LECTURAS

Ética demostrada según el orden geométrico. Baruj Spinoza. Traducción y edición de Pedro Lomba. Trotta, 2020. 448 páginas. 30 euros.

Biografías de Spinoza. Jelles, Bayle, Kortholt, Colerus y Lucas. Atilano Domínguez (ed.). Guillermo Escolar, 2020. 312 páginas. 22 euros.

Correspondencia. Baruj Spinoza Traducción de Atilano Domínguez. Guillermo Escolar, 2020. 400 páginas. 19,90 euros.

Spinoza. Una política del cuerpo social. Cristian Andrés Tejeda Gómez. Gedisa, 2020. 160 páginas. 16,90 euros.

El milagro de Spinoza. Frédéric Lenoir. Traducción de Ana Herrera. Ariel, 2019. 166 páginas. 18,90 euros.

Contra las mujeres. (In)justicia en Spinoza. Cecilia Abdo Ferez. Antígona, 2020. 118 páginas. 13 euros.

https://elpais.com/cultura/2020/07/17/babelia/1594986547_190851.html

miércoles, 13 de febrero de 2013

Rosa Parks, por siempre, Rosa Parks, la mujer que dio inicio al movimiento contra la segregación

El 1° de diciembre de 1955, Rosa Parks se hizo famosa por negarse a darle su asiento en el autobús a un pasajero blanco en Montgomery, Alabama, hecho que dio inicio al actual movimiento por los derechos civiles. El lunes 4 de febrero se cumplieron cien años de su nacimiento. En 2005, Rosa falleció a los 92 años de edad y gran parte de los medios la describieron como una costurera cansada, no como una persona problemática. Pero los medios se equivocaron. Rosa Parks era una rebelde de primera categoría.

La catedrática Jeanne Theoharis derriba el mito de la apacible costurera, en su nuevo libro “The rebellious life of Mrs. Rosa Parks” (La vida rebelde de Rosa Parks). Theoharis me dijo: “Se trata de la historia de una vida de activismo, la historia de una vida que ella misma describiría como ‘rebelde’ y que comienza décadas antes del histórico incidente del autobús y se prolonga décadas después”.

Rosa Parks nació en Tuskegee, Alabama y le enseñaron que tenía derecho a ser respetada y a exigir ese respeto. Las leyes de Jim Crow estaban muy arraigadas en aquel entonces y la segregación se aplicaba en forma violenta. En Pine Level, Alabama, donde vivía Parks, los niños blancos iban a la escuela en autobús, mientras que los niños afroestadounidenses debían caminar. Rosa Parks recordó: “Ese era un modo de vida. No teníamos otra alternativa más que aceptar lo que era la costumbre. El autobús fue una de las primeras cosas que me hizo ver que había un mundo para negros y otro para blancos”.

En la última etapa de su adolescencia Rosa conoció a Raymond Parks, con quien se casó. Raymond, el primer activista que Rosa conoció, era miembro de la filial de la Asociación Nacional para el Progreso de la Gente de Color (NAACP , por sus siglas en inglés) en Montgomery y cuando Rosa se enteró de que las mujeres podían participar en las reuniones, asistió a una y fue elegida secretaria de la filial en su primera reunión.

Fue allí donde Rosa conoció a E.D. Nixon, un dirigente obrero revolucionario con quien trabajó. En 1955 Rosa pudo asistir a la escuela Highlander Folk en Tennessee, un lugar de encuentro de activistas (blancos y negros) comprometidos a superar la segregación donde se desarrollaban estrategias y tácticas de resistencia no violenta. Fue allí donde Pete Seeger y otros músicos escribieron la canción “We shall overcome” que luego se convirtió en el himno del movimiento por los derechos civiles.

Rosa Parks regresó a Montgomery y volvió a trabajar como costurera. El 1° de diciembre de 1955, luego de salir del trabajo, tomó el autobús hacia su casa. “El conductor dijo que si me negaba a dar mi asiento, iba a tener que llamar a la policía. Y le dije ‘Llámela’”, afirmó Parks en una entrevista con Radio Pacífica en abril de 1956. “Había llegado el momento, después de haber sido maltratada hasta un punto que ya no podía tolerar”. Su arresto aquel día provocó el boicot a los autobuses de la ciudad de Montgomery, que duró más de un año. El boicot fue encabezado por un joven que acababa de instalarse en la ciudad: el Dr. Martin Luther King Jr., en cuyo lanzamiento participó Rosa Parks. Durante el boicot, alrededor de 50.000 afroestadounidenses viajaban juntos en sus automóviles, utilizaban vehículos de la iglesia, tomaban taxis de propietarios afroestadounidenses y caminaban. La medida perjudicó los negocios de los blancos y el sistema de transporte público. Parks y otros activistas interpusieron un recurso judicial contra la segregación y en junio de 1956 un tribunal federal declaró la inconstitucionalidad de la segregación en los autobuses.

Los Parks se mudaron a Detroit. Rosa continuó con su activismo, reaccionó frente a los disturbios de Detroit de 1967, consultó a miembros del movimiento “Black Power”, como Stokely Carmichael, y se opuso a la guerra de Vietnam. La historiadora Theoharis señala que el mayor héroe de Parks era Malcolm X.

“Sentía un gran respeto por King, pero decía que Malcolm X era su héroe personal. La disposición de Malcolm X para hablar sobre el liberalismo del norte y la hipocresía del norte, su temprana oposición a la guerra de Vietnam, todas esas cosas eran muy cercanas a su postura política”.

En la década de 1980, Rosa Parks luchó contra el apartheid y se sumó a las protestas frente a la embajada de Sudáfrica en Washington D.C.

Cuando Parks conoció a Nelson Mandela, después de que fuera liberado, Mandela le dijo: “Ud. me dio ánimo todos esos años en prisión”.

Rosa Parks fue la primera mujer estadounidense en ser enterrada en la rotonda del Capitolio. Cuando murió, me apuré para llegar a Washington D.C. a cubrir su funeral; allí encontré a una joven estudiante universitaria y le pregunté por qué estaba ahí junto a cientos de personas escuchando el funeral a través de los parlantes. La joven dijo con orgullo: “Les escribí a mis profesores para avisarles que hoy no asistiría a clase. Hoy voy a aprender algo importante”. Tenemos mucho que aprender de Rosa Parks. De hecho, ella y otras jóvenes se habían negado a dar sus asientos en el autobús antes del 1° de diciembre de 1955. Nunca se sabe cuándo llegará ese momento mágico.

El próximo 4 de febrero la oficina de Correos de Estados Unidos emitirá una estampilla denominada ‘Rosa Parks Forever’ (Por siempre, Rosa Parks), una muestra de la marca indeleble que dejó su activismo.

Rosa Parks no era ninguna costurera cansada. Como ella misma dijo en referencia a la valiente decisión que tomó: “Si había algo de lo que estaba cansada era de ceder”. “No tenía miedo. Había decidido que de una vez por todas tenía que saber qué derechos tenía como ser humano y como ciudadana, incluso en Montgomery, Alabama”.

Denis Moynihan colaboró en la producción periodística de esta columna.
© 2013 Amy Goodman
Amy Goodman es la conductora de Democracy Now!, un noticiero internacional que se emite diariamente en más de 750 emisoras de radio y televisión en inglés y en más de 400 en español. Es co-autora del libro "Los que luchan contra el sistema: Héroes ordinarios en tiempos extraordinarios en Estados Unidos", editado por Le Monde Diplomatique Cono Sur.
Texto en inglés traducido por Mercedes Camps. Edición: Gabriela Díaz Cortez y Democracy Now! en español, spanish@democracynow.org
Fuente: http://www.democracynow.org/es/blog/2013/2/1/por_siempre_rosa_parks_la_mujer_que_dio_inicio_al_movimiento_contra_la_segregacin
Amy Goodman. Democracy Now!
Fotos de la vida de Rosa Parks.

miércoles, 17 de junio de 2009

Pete Seeger el rebelde que llegó a los 90 años

Nueva York celebró (03-05-2009) con un concierto el cumpleaños del músico
BARBARA CELIS - Nueva York - 03/05/2009
El pasado enero, cuando Barack Obama celebró su toma de posesión en Washington, sobre las escaleras del Lincoln Memorial apareció un personaje de barba blanca, sonrisa amplia y aspecto poco glamouroso que no se correspondía con la media de celebridades pulcrísimas, tipo Bono o Beyoncé, que acababan de cantar en honor del presidente. Aquel hombre era Pete Seeger, de 89 años.
Para quienes conocen mínimamente la historia de la música estadounidense de las últimas décadas, su presencia sobre aquel escenario fue quizás el mayor motivo para aplaudir en aquel concierto. Colocar en aquella situación a este cantante folk, activista y pacifista, perseguido en los cincuenta por la caza de brujas de McCarthy, censurado durante años por comunista y, sin embargo, admirado por diversas generaciones de músicos por el valor de sus letras y sus acciones, era un atrevimiento. Escucharle cantar el clásico This land is your land (himno reivindicativo de la izquierda de Estados Unidos) de su legendario amigo Woody Guthrie en honor a Obama podía interpretarse como toda una declaración de intenciones obamianas.
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