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domingo, 11 de agosto de 2024

El espíritu subversivo de Rosa Regàs.

Rosa Regàs, en noviembre de 2005.
La escritora, que ha fallecido a los 90 años, fue una mujer resolutiva y una editora decisiva.

Antes de ser la Directora de la Biblioteca Nacional (2003-2007), antes de ganar el premio Nadal con su novela Azul (1994) e iniciar con ello una carrera literaria tardía y afortunada, Rosa Regàs (que murió el pasado 17 de julio a los 90 años) había sido una editora rutilante en la Barcelona pija, roja y creativa de los “años divinos”, como los llamó su hermano Oriol, fundador en 1967 de la mítica discoteca Bocaccio. Rosa Regàs resumía en sí misma el espíritu subversivo, el afán de diversión y el atractivo de una casta de creadores que lo estaban transformando todo, desde la arquitectura al cine, desde la literatura al periodismo.

Cuando en 1963 entró a trabajar en Seix-Barral llevaba doce años casada y alborotaban en su casa varios hijos, pero su atractivo, su energía y su vitalidad no condecían con los de una madre de familia. En la Barcelona innovadora y hedonista de la gauche divine, Rosa se convirtió en la “reina de la república divina”, en una suerte de musa y maga que, junto a Carlos Barral, aprendió bien el oficio de editora. En 1970, al romper Barral con su socio y fundar Barral Editores, ella se emancipó y lanzó dos sellos propios, Ediciones Bausán, dedicado a la literatura infantil, y La Gaya Ciencia, con el que completó el trébol de editoriales revoltosas, con Anagrama y Tusquets, surgidas a finales de los sesenta. Allí publicaron los modernos como Juan Benet —con quien tanto ella quiso—, y modernísimos (o novísimos) como Félix de Azúa, Javier Marías y Vicente Molina Foix (los tres firmarían Tres cuentos didácticos en 1975), Eugenio Trías, Manuel Vázquez Montalbán o el primer Álvaro Pombo.

Si la editorial fue una rampa de lanzamiento crucial, no lo fueron menos las dos revistas que nacieron a su sombra: en 1973, Arquitectura Bis (duraría hasta 1985) y en 1975 los Cuadernos de La Gaya Ciencia, de los que solo saldrían cuatro números indispensables para conocer el hervidero de novedades intelectuales de aquel momento transitivo. Y cuando los Cuadernos tocaban a su fin, a Regàs se le ocurrió una de sus ideas brillantes: lanzar una serie de breves ensayos didácticos sobre los conceptos políticos que movilizaban la discusión pública. Así nació la Biblioteca de Divulgación Política en 1976, donde Felipe González explicó qué era el socialismo, Carrillo en qué consistía la ruptura democrática, Enrique Tierno Galván qué era eso de la izquierda o, en fin, José Luis López Aranguren de qué se hablaba al hablar de fascismos (en plural).

El éxito fenomenal de la colección, que hizo que se aumentaran las tiradas hasta saturar el mercado, junto con algunos turbios problemas de gestión económica, aceleró que Regàs pusiera fin, tras veinte años, a su etapa como editora e iniciara en 1983 otra como traductora en Ginebra. Fue un año de cambios, porque también entonces se terminó su relación con Juan Benet.

Tras diez años como intérprete y vida cosmopolita (entre 1983 y 1993), durante los que escribió un ensayo-guía sobre Ginebra (1987) y una primera novela tentativa (Memoria de Almator, 1991), Rosa Regàs se concentró en su vocación de escritora, que simultaneó con algunos cargos institucionales, como la dirección del Ateneo Americano de la Casa de América en Madrid (1994-1998) o la dirección de la Biblioteca Nacional. Con la historia de mar, crucero y tornasoles psicológicos de su novela Azul conquistó a muchos lectores, que tuvieron que conformarse con los cuentos de Pobre corazón (1998) hasta que publicó su siguiente novela, Luna lunera (1999), una inmersión en la memoria de posguerra con la que la escritora echó su cuarto a espadas contra el olvido y que fue premio Ciudad de Barcelona.

La agente literaria Carme Balcells hizo estampar unas camisetas de promoción en las que se unían las dos etapas de la autora: en el pecho se anunciaba Luna, lunera; en la espalda, un eco (machista, ay) de los años sesenta: “Rosa Regás, qué buena estás”. Después no dejó de acompañarla el éxito: en 2001 obtuvo el premio Planeta con La canción de Dorotea; su Diario de una abuela de verano (2004) fue convertido en teleserie un año después con el excelente protagonismo de Rosa Sardà; y, en fin, en 2013 recibió el premio Biblioteca Breve por una historia de amor en dos tiempos, Música de cámara, con la que volvió a recrear la remota y tan presente posguerra. En los entretelones de la ficción quedan la joven ávida e indócil de los sesenta, la niña amedrentada y encerrada en un colegio de monjas por su abuelo, la mujer resolutiva y de ideas claras de siempre, la editora decisiva y la escritora que siempre quiso ser.



viernes, 1 de septiembre de 2023

Xita Rubert: “La relación verdadera empieza cuando no hay intercambio de ningún tipo” Con 27 años y solo un libro, ya apunta a valor seguro. ‘Mis días con los Kopp’ es una crítica al aislamiento de la élite académica frente a la realidad que la rodea. Es una de las obsesiones de esta profesora nacida en Barcelona, hija del filósofo Xavier Rubert de Ventós y la escritora Luisa Castro

Xila Rubert
Xita Rubert, en Barcelona.
Con 27 años y solo un libro, ya apunta a valor seguro. ‘Mis días con los Kopp’ es una crítica al aislamiento de la élite académica frente a la realidad que la rodea. Es una de las obsesiones de esta profesora nacida en Barcelona, hija del filósofo Xavier Rubert de Ventós y la escritora Luisa Castro.

Su novela Mis días con los Kopp se acaba de traducir al alemán y al portugués, y Xita Rubert (Barcelona, 27 años) está a punto de emprender un viaje para presentarla en Brasil. Cauta, incluso dulce, es, sobre todo, muy clara: “Estoy escribiendo una novela que creo que será interesante. Y espero que sea divertida. Tal vez porque me interesan cosas que son duras, ¿cómo vas a hablar de eso llorando?”.

Cuenta que llega de Atenas. Viene de estudiar griego antiguo, que añade a los idiomas que ya habla: gallego, catalán, castellano, inglés, francés o italiano —”es que mi madre estuvo viviendo allí [Luisa Castro dirigía el Instituto Cervantes de Nápoles]. Me encanta, pero los italianos no me gustan mucho”—. Vive a caballo entre el Eixample barcelonés y Nueva Jersey, donde da clase en la Universidad de Princeton al tiempo que concluye su doctorado dedicado a la belleza de la demencia.

¿Por qué le interesa la locura?
Mi tesis investiga la ignorancia fingida o la inocencia impostada porque hay personajes en la vida y en la ficción que hacen eso. El que se hace el tonto suele ser listo. Y retrata a su entorno.

¿Usted lo hace?
A veces finjo saber menos de lo que sé. La mayoría de los personajes que he investigado son mujeres. O niños, que fingen que no oyen. O enfermos. Mi padre lo hizo al final de su vida. Creo que veía que lo empezaban a tratar como a un enfermo y, cuando llegaba gente a visitarlo solo para sentirse bien, se hacía el dormido.

¿El loco es resolutivo?
Se pone por delante. Busca subterfugios para no hacer lo que no quiere hacer. La literatura está llena de esos personajes.

¿Por ejemplo?
Sócrates. Lo consideramos el gran filósofo, pero en los Diálogos de Platón aparece medio desnudo, sucio y va de tonto. Dice: “Pero explícame esto otra vez”, y acaba desmontando el discurso del otro sin dar nada por hecho. Por muy sensibles que nos creamos, como sociedad penalizamos la diferencia: el que se expresa distinto, el que tiene una discapacidad física.

¿Qué la ha acercado a la demencia?
La enfermedad de mi padre, está claro. Lo diagnosticaron cuando yo tenía 17 años. Pero de niña ya me fijaba en lo distinto. Crecí en Santiago de Compostela. Y veía a un hombre en la calle sin brazos ni piernas que se movía sobre un skate. Era básicamente un tronco, pero podía controlar los movimientos, excepto con lluvia. Con la calle convertida en río…, el agua se lo llevaba.

¿Nunca habló con él?
No. Escribí sobre él.

Que los locos son más libres ¿es un mito?
Sí.
 
La locura ¿es dolor, incomprensión, aislamiento?
La locura es lo que cada sociedad en cada momento ha definido como locura. Cuando alguien es distinto o no se expresa según las costumbres, se le califica de excéntrico o de loco. Las enfermedades mentales son dolencias reales. Lo bueno de la literatura es que, al contrario que los discursos buenistas o políticos, puede meterse en esas vidas y no tratarlas con condescendencia. Cuando estás con alguien desvalido, hay gente a la que le das pena. Pero, siendo duro llegar hasta el fondo de algo o alguien, eso te cambia, te amplía el mundo. Mi padre no murió el que era. Nació otro antes de morir… Cuando no le salían las palabras, nos inventábamos otras. Creamos un lenguaje. Y nos partíamos de risa.

Reivindicaba “el placer intenso”. ¿Fue un hombre libre?
Bueno…, lo hacía como un hombre de su época. Tenía rasgos de una persona libre, pero también de un hombre educado con patrones del siglo XIX. Seguramente por el tipo de familia de la que venía. La gracia de nuestra relación es que yo soy plenamente una mujer del siglo XXI.

La escritora Xita Rubert posa en el balcón de la sede de la editorial Anagrama, en Barcelona.

¿Qué es ser una mujer del siglo XXI?
Alguien que puede ser cualquier cosa. No opero con imágenes de lo que es una mujer. Creo que eso es algo que crean los hombres.

¿Se conoce mejor a alguien desvalido?
Puede que sí. Desvalidos estamos despojados de todos nuestros recursos sociales y del enmascaramiento.

¿Nos construimos para librarnos del miedo?
Para podernos relacionar desde la imagen que queremos que los demás tengan de nosotros. Desvalido no tienes ni imagen. Justo por eso —no soy religiosa, pero a veces me parece que es el lenguaje más apropiado—, yo he tenido un sentimiento como de milagro al ver a personas mayores acompañadas de su pareja o de cuidadores que las protegen. Cuando estás desvalido no tienes nada que ofrecer. Te quedas sin lenguaje, a veces sin movimiento, sin inteligencia, y que te quieran por puro existir es…
Milagroso.
Estamos acostumbrados a tener que aportar algo a las relaciones. Lo milagroso para mí ha sido ver cómo la relación verdadera empieza cuando no hay intercambio de ningún tipo.

“Vivimos con dignidad, miedo y alegría hasta el final”. Así se despidió de su padre en el obituario que escribió. Mucha gente vive los últimos años de un progenitor como una pérdida de parte de la propia vida. 

¿Cómo supo transformarlo en una lección de vida?
Bueno…, yo he mostrado la parte del privilegio. La otra va por dentro. Sentí la carga. Si no, sería un ángel, justo lo que piensan muchos hombres que son algunas mujeres.

¿Su hermano no lo cuidó?
Cada uno tiene su manera de cuidar. Fue complicado. A partir de cierto momento, mi padre pensaba que yo era su madre. Tuve que tomar distancia. Pero ya la había tomado antes de la enfermedad porque era muy envolvente. Si no hubiera tenido mi vida, creo que no hubiera podido cuidarlo, me hubiese aniquilado.

¿Cómo se aprende a tomar distancia de alguien que te quiere y te reta intelectualmente?
Con apoyo. Yo lo quería mucho, pero no era la única persona de mi vida. Estaban mi madre y mis compañeros. Y tengo una vocación. Siempre me agarré a escribir. No sentí que mi vida se redujera a cuidar a mi padre.

¿Sus padres se separaron cuando usted tenía…?
Cuatro años. Tengo recuerdos de la casa de Barcelona. Había un gato gordo que se llamaba La Senyoreta Calçotets. Luego nos fuimos con mi madre a Santiago. No fui consciente de que ella era escritora hasta la preadolescencia. No compartía esa parte de su vida con nosotros. Era nuestra madre. Hacía la compra, nos metía en la cama… Mis padres han sido muy cariñosos y no son narcisistas. Fueron padres cercanos. Nunca los vi como una escritora o un filósofo.

¿Los ha leído?
Más adelante. Sobre todo a mi madre. Y ahí empecé a admirarla. Pensé: qué fuerte, hay dos escritoras en la familia. ¡Como si ella no hubiera estado escribiendo siempre! [risas]. Pero mi referencia era mi tía Rosa, que es guionista. Ella se iba al plató. Y alguna vez me llevó. Me fascinó el artificio. Sentía que escribir era trabajar construyendo escenas y personajes.

Natalia Ginzburg distinguía entre escribir planificando, es decir, construir, y dejarse invadir por el desorden, lo que supondría desahogarse.

La construcción es un esfuerzo, pero también tiene momentos de desahogo. Crees que estás escribiendo una novela, pero es una trampa que te pones para poder confesar según qué cosas.

¿Por ejemplo?
Los sentimientos hacia una persona a la que le falta un hervor y cuyos padres deciden ver como un artista.

Sucede en su novela Mis días con los Kopp. ¿Se la dio a leer a su madre?
Se la envié diciéndole que sentía que tenía una primera novela. Creo que le gustó. Me la rechazaron algunas editoriales, pero me alegró que las que me gustan —Periférica y Anagrama— se interesaran. Fue doloroso elegir, pero Anagrama es… Te tratan como lo que tú quieres ser: un escritor que va a continuar escribiendo.

¿En qué idioma piensa?
Siempre hablé gallego con mi madre y catalán con mi padre. En Estados Unidos pienso en inglés.

Ha vivido una dicotomía entre Galicia y Barcelona, lo rural y lo urbano, el oficio de su abuelo materno —manual— y el de sus padres —mental—. ¿Sentía que debía elegir?
Creo que es una suerte tener puntos de vista extremos. Mis abuelos, pescadores, vienen de una familia de campesinos. Mi madre y mi tía Rosa fueron a la universidad, y la familia de mi padre es lo contrario: burgueses. Esa distancia me interesa. El tipo de historias que cuento es el de alguien que observa lo absurdo.

De haber crecido en Barcelona junto a su familia paterna, ¿hubiera sido distinta?
Creo que mucho menos inteligente.

Su padre era burgués, socialista e independentista. ¿Usted dónde está?
Tengo impulsos. Observo a las personas y cuando veo un comportamiento que no es de recibo intervengo.

No parará…
No quiero normalizar lo que no puede ser normal. Pero en según qué ambientes es más efectivo hacer que no te enteras que atacar de frente. La literatura es el modo subrepticio de protestar.

“En ciertos ambientes es más efectivo hacer que no te enteras que atacar de frente. La literatura es el modo subrepticio de protestar”, dice Xita Rubert.

¿Es una rareza que alguien de su edad lea?
Bueno…, veo que todo el mundo está con el móvil: leemos lo que le pasa al otro. Y vemos ficción televisiva. Hay gente muy inteligente escribiendo guiones. En Mis días con los Kopp lo más importante no es lo que dicen los personajes, sino cómo actúan. Y para explicar eso, lo audiovisual tiene más recursos que lo literario. En el cine mudo los gestos son psicoanalizables.

¿Ha hecho terapia?
Cuando he tocado fondo. No me resulta fácil hablar de esto… Cuando mi padre empezaba a no estar bien y no se dejaba cuidar. Él quería ser independiente hasta el fin de sus días y era difícil intentarlo. También en la adolescencia. Pero creo que me ordeno y salgo adelante. Tiene que ver con mi madre. Aunque no lo piense a diario, sé que está ahí.

¿Por qué nos cuesta molestar?
El momento bonito de cuidar a alguien es cuando te pones en sus manos y te dejas cuidar. El cuidado siente agradecimiento y el cuidador le ve sentido a lo que hace. Dicho esto, me cuesta molestar. Vivimos en un mundo acelerado. Es como si no fuéramos seres humanos, sino sujetos productores.

¿Cómo cambiarlo?
Entrando en la vida de las personas. Creo que los móviles nos están quitando la capacidad de poder estar quietos, sin pensamiento enfocado en algo que está fuera de ti. Que te interesen los demás no como objetos es una educación de la sensibilidad. La literatura ayuda a desclasificar. De pronto un personaje que es un gran cabrón es tierno. O gente aparentemente tierna es peligrosa.

¿Le dolía que sus padres no estuvieran juntos?
Nunca fue un problema. No se llevaban bien.

No se llevaban bien, pero protagonizaron la “locura” de creer que el amor podría con todo.
Se querían muchísimo. En los últimos años mi madre ha estado con él, y conmigo para poder estar con él. Somos una familia. Siento gratitud por lo que tengo.

¿No siente la necesidad de contar el otro lado de la historia, como hizo su madre, Luisa Castro, en el libro La segunda mujer que tantas devoramos?
Todas lo devoramos. Es el primer libro del #MeToo, ¿no? Estuvo, observó y describió. No hizo más.

En una escena, su madre deshoja una lechuga. La abuela Conxita se acerca y le pregunta: “¿La limpias con las manos?”.
[Risas] Claro. Es que ella no cocinaba. Por eso digo que tuve la suerte de crecer en un entorno más humilde. Con menos distancia con las cosas humanas, como la enfermedad, el dolor o la muerte.

Su padre reivindicaba el placer intenso.
Alguien puede ser filósofo y reivindicar algo, pero la herencia emocional es cómo te educan. Pese a ser una persona amorosa, es posible que se sintiera solo. Algunos padres lo pueden dar todo pero si no te han protegido…

¿Cómo se protege a una persona?
Aceptándola como es. Algunos chicos creen que te deben prometer algo para siempre. Cuando lo más que puede darte una persona es conocerte y dejarse conocer. En mi generación no he visto competencia entre mujeres. Y sí envidia en el mundo de la cultura. Sobre todo en los hombres, como si se sintieran destronados cuando a una mujer le va bien. Creo que en el fondo hay bastantes hombres que se preguntan qué hacen las mujeres tomando la palabra.

“Cuando piensan que los queremos, ni los seres salvajes son peligrosos”. ¿Amar o no amar, esa es la cuestión?
Curiosamente, sí. Más que ser o no ser. Es una tragedia ser sin amar y sin que te amen. Y no hablo del amor sexual. Pero hay una perversión: comunicar amor es una manera de domar.

Su generación ha ampliado los géneros, las opciones sexuales. ¿Defienden la libertad o el amor?
No es tanto la libertad sexual, de los setenta, como la expresión: poder demostrar en público quién eres. Esa batalla no sé si está ganada. Creo que en parte el festival, el espectáculo del Orgullo Gay, es un modo de no ocuparse de que en el día a día uno pueda salir por la calle con quien le dé la gana.

¿Es una responsabilidad tener hijos siendo mayor?
Lo que importa es el tiempo que pasáis juntos. El modo en que esa persona se queda en tu manera de mirar.

“La decadencia de la salud (lentitud) no es lo mismo que la corrupción del comportamiento (crueldad, depravación)”, ha escrito.
Procuro apartarme de quien cree que una persona muda no habla y un ciego no puede ver… Evitar mirar lo problemático o lo diferente es evitar vivir. No me gusta la palabra empatía porque se ha convertido en un eslogan que utilizan los menos empáticos, pero sé que se educa con la acción. Al final es difícil hacer lo que no han hecho contigo.

¿Tuvo una adolescencia difícil?
Me sentía muy protegida por mi madre. Mucho. Mi gran suerte ha sido crecer a su lado. Soy el ser que soy porque mi madre les da la vuelta a las cosas y se parte de risa cuando te quieres morir. Y, claro, cuando es ella la que se quiere morir, soy yo la que la hago reír.

Lleva el nombre de su abuela paterna.
Xita es de Conxita, sí. La recuerdo sentada con un hilo de voz y manos temblorosas. Cariñosa. Pero no la llegué a conocer. Mi abuela Rosa es como una filósofa japonesa. Tiene un saber ancestral y llevaba a mi abuelo por donde le daba la gana. Así crecí yo: viendo a mujeres que trabajaban, tenían ideales y decían lo que les daba la gana. Aunque mi abuela se ocupaba de la casa y del huerto, no la siento lejana. Vivía el trabajo como un deber y con agradecimiento. Para mí la escritura no tiene tanto que ver con la inspiración como con el trabajo. Cuando le dedicas suficiente tiempo, surge algo. Igual que, si le dedicas tiempo al huerto, consigues más cosas.

Con mujeres tan fuertes, ¿cómo crecen los hombres?
Como deben ser [carcajada]. Mi hermano es dulce, gentil y estudió Genética.

Ve lo bueno en todo. ¡Parece que tenga 70 años!
¿Qué vas a hacer si no? Creo que soy una persona abierta. Eso tiene un lado bueno y otro malo. A veces no sabes por qué te has metido en según qué situaciones. Digo que no a muy pocas cosas.

sábado, 22 de abril de 2023

_- ¿Qué libros de Gabriel García Márquez hay que leer?

_- Invitamos a los lectores hispanohablantes a ampliar nuestra lista de recomendaciones.

En esta nota reciente compartí mis libros favoritos del Nobel colombiano —entre ellos Crónica de una muerte anunciada, que me cautivó cuando lo leí en la escuela—; la belleza y el atractivo de la obra de García Márquez es la variedad de narrativas y estilos que ofrece.

¿Prefieres la mordaz crítica de la burocracia y la corrupción política de El coronel no tiene quien le escriba, basada en su abuelo? ¿O tal vez tu estilo es más afín a su Relato de un náufrago, una crónica de supervivencia escrita desde la perspectiva de un marinero varado en el Caribe? Sea lo que sea, queremos saber qué título añadirías a la lista y para qué tipo de lector o estado de ánimo lo recomendarías.

Según sus padres, Gabito llegó a este mundo cubierto de aceite de hígado de bacalao, con dos cerebros y la memoria de un elefante. Nació en Aracataca, Colombia, en 1927, aunque siempre insistió que fue en 1928, como un guiño a la historia colombiana: ese fue el año de la terrible masacre cometida contra varios trabajadores de las plantaciones de banano en su amada costa caribeña. Ese episodio, dijo alguna vez, quizás fue su primer recuerdo.

Así empieza la mitología de Gabriel García Márquez, el mago del realismo mágico, un premio Nobel que combinó la verdad con la ficción para abarcar la inmensa realidad de la vida en América Latina. La vastedad de sus trabajos era igual de universal. Su obra —al menos 24 libros, incluyendo novelas, recopilaciones de cuentos y piezas de no ficción— abarca casi todos los generos, desde potentes novelas policiales, así como romances hasta comentarios políticos y ficción histórica. Si estás vivo, en sus libros hay algo para ti.

Sin embargo, la atracción principal es su ficción. En un artículo publicado después de su muerte, la crítica de The New York Times, Michiko Kakutani, describió el universo de García Márquez como “un sueño febril donde el amor, el sufrimiento y la redención giran sin parar alrededor de sí mismos en una cinta de Moebius”. Al describir la condición humana como si fuera un evangelio, García Márquez destilaba sabiduría cósmica en una sola línea con un movimiento rápido de su muñeca. Casi toda su ficción tuvo raíces en su experiencia personal —a su madre le gustaba recalcar que estaba escrita en código y ella tenía la llave— y extrajo temas recurrentes de su obsesión por el amor, la memoria, el poder absoluto y la búsqueda de una identidad colectiva.

Su vida no estuvo libre de controversias. Su amistad con Fidel Castro desencadenó la ira del FBI y facciones de la izquierda desconfiaron de sus intenciones. El autor peruano Mario Vargas Llosa, eterno rival literario que alguna vez fue su amigo, le pegó un puñetazo por meter sus narices —y quizás algo más— en su crisis matrimonial. Para la década de los noventa, García Márquez ya no estaba a salvo en su propio país, y recorría las calles de Colombia en un Lancia Thema con ventanas blindadas y un chasis a prueba de bombas. Eventualmente se fue a la Ciudad de México, donde murió en 2014.

Sin embargo, sigue siendo una presencia gigantesca en la literatura latinoamericana, sirviendo como una prueba de fuego en la región: las nuevas generaciones de escritores le rinden homenaje o se rebelan contra su influencia. Sus libros se venden tan bien que incluso las copias piratas siguen circulando ampliamente, difundiendo su característico ingenio y humor, irónico y terrenal, con márgenes desiguales y textos emborronados.

¿Estás listo? Es hora de entrar al laberinto.
Quiero empezar con su mayor obra
Respeto tu ambición. Gabo también lo haría. Solo hay una respuesta correcta y es Cien años de soledad (1967). El autor siempre tuvo grandes planes para esa novela que toca los temas principales que desarrollaría en el resto de su obra. Es una historia de su ciudad natal, en la costa colombiana, y del Caribe, donde los españoles fueron derrotados por primera vez y donde empezó el proyecto de Latinoamérica. Es Gabriel García Márquez en su esencia.

La novela cuenta la historia de la mítica familia Buendía, liderada por José Arcadio Buendía, y del pueblo de Macondo, una alegoría al lugar de nacimiento de García Márquez y a Latinoamérica en general. El libro, publicado en vísperas de una época de terror y represión en América del Sur, es una parábola inequívoca del imperialismo: tiene catástrofes naturales, guerras civiles y plagas de insomnio. Macondo sobrevive a un desastre tras otro —incluida una versión ficcionalizada de la masacre de las bananeras en 1928— hasta que el poblado finalmente es arrasado por un huracán, como lo profetizaba un manuscrito descifrado por el último descendiente de los Buendía.

A García Márquez le tomó 18 meses escribir Cien años de soledad, pero pasó casi dos décadas rumiando la historia en su cabeza. Mientras leía las pruebas de su novela La hojarasca, una aproximación temprana a Macondo y sus personajes, le dijo a su hermano: “Esto es bueno, pero yo voy a escribir una vaina que se va a leer más que El Quijote”. No estaba tan equivocado.

Florentino Ariza también.
Es la década de los treinta. Han pasado cincuenta y un años, nueve meses y cuatro días desde que el amor de su vida, la bella Fermina Daza, lo rechazó por un doctor adinerado. Pero cuando su rival, Juvenal Urbino, muere de una súbita y absurda manera (tratando de perseguir a un loro en un árbol de mango), Florentino vuelve a retomar su pasión.

Así empieza El amor en los tiempos del cólera (1985), una novela en la que, como el novelista Thomas Pynchon escribió en su reseña para El Times, “el voto eterno del corazón se enfrenta con los términos limitados del mundo”. Nos trasladamos a fines del siglo XIX, al comienzo de un brote de cólera que invadirá esta ciudad caribeña ficticia durante el próximo medio siglo. En el camino, somos testigos del cortejo y el amor floreciente entre Florentino y Fermina, que se desenvuelve a través de cartas y telegramas, hasta que el padre de ella lo finaliza abruptamente al comprometerla con el irresistible doctor Juvenal Urbino. Como un poeta condenado a la búsqueda eterna del amor, Florentino espera su momento, mientras trabaja como operador de telégrafo y se enreda en 622 “amores continuados” mientras reserva su fidelidad para su único y verdadero amor.

García Márquez se inspiró en su hogar. Su padre, Gabriel Eligio García, era un seductor experto con fluidez en poesía y canciones de amor, que cortejó a Luisa Santiaga durante su tiempo libre en la oficina pública de telégrafos, para gran molestia de su familia. Es como si García Márquez le diera la vuelta a la historia de sus padres en su cabeza y simplemente la contara desde allí.

La selección de Doce cuentos peregrinos (1992) sirve como una sala de juegos y una especie de apéndice de la obra de García Márquez. Una clarividente usurpa lentamente la propiedad de una distinguida familia vienesa vendiéndoles los sueños que ella les interpreta. Una pareja caribeña pobre se apiada de su depuesto presidente cuando lo encuentran viviendo en la miseria y el exilio en París. Una mujer es admitida por error en un sanatorio cuando su auto se avería en el desierto de Los Monegros, en España, y su esposo, un mago en apuros, la abandona allí en represalia por una infidelidad imaginaria. Hay bromas astrológicas e insultos brutales: tener un Sol en Piscis o un signo ascendente no es excusa para la estupidez, se nos dice; en Nápoles, hasta Dios se va de vacaciones en agosto; y un grupo de turistas ingleses se describe como “uno solo muchas veces repetido en una galería de espejos”.

Todos estos relatos siguen a latinoamericanos en Europa, animados por la preocupación de García Márquez por la historia, la identidad y el destino de su región.

Creo que podría tener una maldición
¿Te sientes perdido? ¿Tu vida está en ruinas? Puedes leer El general en su laberinto (1989), un relato de ficción sobre Simón Bolívar, el político y revolucionario conocido como el “Libertador” de Sudamérica. Bolívar, debilitado por la enfermedad y rechazado por el gobierno que ayudó a crear, se embarca en un último viaje por el río Magdalena, donde hace un balance de su vida mientras vuelve a visitar los campos de batalla de las glorias pasadas y las traiciones. La corona española ha sido vencida, pero la Sudamérica unificada que anhelaba se dividía por intrigas y celos, asesinatos y golpes de Estado.

“El destino de la idea bolivariana de la integración parece cada vez más sembrado de dudas, salvo en las artes y las letras”, recalcó García Márquez en un discurso de 1995. Esta novela histórica es un lamento por el pasado de su continente a través de los ojos de su primer soñador desilusionado. El epígrafe del libro, tomado de una carta del Libertador de 1823, lo resume así: “Parece que el demonio dirige las cosas de mi vida”.

Todos en el pueblo de Sucre sabían que Santiago Nasar, el protagonista de Crónica de una muerte anunciada (1981), iba a ser asesinado en la mañana de la llegada del obispo, excepto el propio Nasar. Sus asesinos, los gemelos Vicario, se lo habían dicho a todo el mundo y afirmaban que lo iban a matar por arruinar el matrimonio de su hermana con un hombre de dinero. Veinte años después, el narrador, un sucedáneo del propio García Márquez, regresa a su ciudad natal para reconstruir el asesinato. Entrevista tras entrevista, lo que al principio parece ser un misterio se convierte en una historia de clase, intriga y movilidad social en un pueblo pequeño que finalmente acusa a toda la comunidad.

¿Qué es lo más raro que escribió?
Hay muchas posibles respuestas para esta pregunta. Mi favorita, sin embargo, es Memoria de mis putas tristes (2004), su última novela.

Para marcar el comienzo de su cumpleaños noventa, un hombre hace una visita de rutina a su burdel favorito, pero con una petición especial: quiere celebrar el hito con una virgen. Para eso, elige a una niña de 14 años. La diferencia de edad es ciertamente desconcertante —“No me importa cambiar pañales”, bromea con la madame— y probablemente única en las novelas de García Márquez. Sin embargo, en vez de consumar la transacción, la niña se derrumba en la cama, exhausta por cuidar a sus hermanos y trabajar en una fábrica de botones. Se enamora de la noche a la mañana y se despierta con una revelación trascendental: la vida no es efímera como el río siempre cambiante de Heráclito, “sino una ocasión única de voltearse en la parrilla y seguir asándose del otro costado por noventa años más”. La naturaleza mojigata y cíclica de la vida, representada aquí una última y excitada vez por García Márquez.

Cuéntame más de su trabajo de no ficción
García Márquez se fogueó trabajando en salas de redacción en todo el continente americano y como corresponsal en Europa, Estados Unidos y otros lugares. Publicó libros notables de no ficción, incluido un relato de suspenso de una serie de secuestros en la era de Pablo Escobar en Colombia, pero El escándalo del siglo (2019), una colección póstuma de sus artículos publicados entre 1950 y 1984, ofrece una muestra más diversa de su obra. La antología —no todas las piezas son estrictamente de no ficción— abarcan desde los primeros despachos que hizo para varios medios cuando tenía 20 años hasta las columnas que escribió para El País cuando era un novelista de éxito. La antología incluye un colorido informe sobre la idolatría en el pueblo de La Sierpe en la Colombia rural, una crónica surrealista de una sequía en Caracas, y su breve y espontáneo encuentro con Ernest Hemingway cuando tenía 28 años y vivía en París.

Quiero explorar los rincones de su mente
¿Listo para sumergirte en su mente? García Márquez escribió una autobiografía de sus primeros años, y Gerald Martin también compiló una biografía ejemplar en 2008. Pero si lees detenidamente, El otoño del patriarca (1975), un paisaje onírico de un tirano novelesco, verás que funciona como una biografía alternativa, aunque más metafísica.

Lo que le falta a la novela en la trama lo compensa con detalles grotescos y despiadados, narrando la historia de un dictador anciano que aterroriza a un país caribeño anónimo. Un amigo sospechoso de traición es asado y servido en un banquete. Los miembros del círculo íntimo del dictador son ametrallados después de que finge su propia muerte. En un momento, le vende el mar Caribe a los Estados Unidos, que lo reparte y lo envía poco a poco a Arizona. Todo lo que queda atrás es un cráter gigante.

García Márquez se refirió a este libro como un “poema sobre la soledad del poder” y también lo calificó como su mejor novela. Es amorfa, decadente, lírica, y se inspira en una multitud de innumerables dictadores de América Latina y más allá. Es posible que también haya liberado algunos de sus demonios personales. “Soy el patriarca”, le dijo una vez a Martin. “Si no entiendes eso… ¿cómo vas a ser mi biógrafo?”.

https://www.nytimes.com/es/2023/04/10/espanol/obras-esenciales-garcia-marquez.html

sábado, 21 de enero de 2023

La magdalena de Proust: la razón por la que hay olores y sabores que nos traen recuerdos que teníamos olvidados


Mujer oliendo flor.

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Los recuerdos del ser humano se pueden remontar en el pasado hasta la edad de los 3 o 4 años.

¿Escuchaste alguna vez lo que es experimentar una "magdalena de Proust"?

Si la expresión te suena rara, lo que significa para la cultura popular y la neurociencia te resultará más que familiar.

El hecho de que puedas recordar momentos de tu pasado -incluso de tu niñez más temprana- después de oler o saborear algo, tiene una explicación científica.

Y el conocido novelista francés Marcel Proust (1871-1922) tiene una relación muy especial con esta explicación.

Además de la calidad literaria de sus obras y su exquisita sensibilidad, Proust es conocido por haber motivado un interés particular de la ciencia en el estudio de los "recuerdos involuntarios", aquellos que sin proponérnoslo son evocados después de experimentar estímulos al azar. La famosa "magdalena de Proust" explica la experiencia de uno de los personajes literarios del escritor que, cierto día, abrumado por la tristeza, prueba una magdalena (como se conoce en algunos lugares a un tipo de un pastelito dulce) mojada en té y es repentinamente transportado a los veranos de su infancia en Combray, un pueblito al noroeste de Francia.

El célebre fragmento pertenece específicamente a la obra "Por el camino de Swann", la primera parte de la serie "En busca del tiempo perdido", que contiene siete novelas publicadas entre 1913 y 1927.

Magdalenas.

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Recuerdo proustiano, magdalenas. FUENTE DE LA IMAGEN,GETTY IMAGES

La magdalena a la que se refiere Proust en su obra es una variante típica de una región en el noreste de Francia.

Resulta curioso que un sencillo recurso literario arroje luz sobre complicados procesos que todavía la ciencia moderna, particularmente al campo de la neurología, no ha logrado descifrar por completo.

"La forma en que precisamente ocurre esa reactivación (estímulo-memoria) sigue siendo solo parcialmente comprendida", comenta a BBC Mundo el doctor Loren M. Frank, del Instituto Kavli de Neurociencia Fundamental de la Universidad de California, en San Francisco.

Cuando se forman los recuerdos, una región del cerebro llamada hipocampo ayuda a unir las partes de la memoria (la vista, los sonidos, los sabores y los olores...) que se han procesado en regiones cerebrales especializadas dedicadas a cada sentido.

"Más tarde, cuando se experimenta el mismo olor o sabor, ya está vinculado a las otras partes de la memoria y así es posible 'reactivar' las imágenes, los sonidos, etcétera", señala el experto.

Estímulos voluntarios e involuntarios
El doctor Frank asegura que los recuerdos del ser humano se pueden remontar en el pasado hasta la edad de los 3 o 4 años.

Y que aquellas cosas que rememoramos voluntariamente funcionan a partir del mismo proceso que aquellas que rescatamos de manera involuntaria, como lo es el llamado "recuerdo proustiano".

"La única diferencia es que creamos la "señal" nosotros mismos al pensar en ello o al imaginarlo. Una vez que el patrón de actividad cerebral correspondiente a esa señal esté presente, ocurriría el mismo tipo de proceso, sin importar si la "señal" proviene de afuera o de adentro", explica.

Mujer comiendo. FUENTE DE LA IMAGEN, GETTY IMAGES

El estudio de la memoria olfativa podría ayudar a detectar enfermedades como la demencia.

El funcionamiento de la mente y el cerebro humanos todavía encierran grandes misterios para la ciencia. Y la memoria olfativa, por ejemplo, es un campo en el que los neurólogos tienen especial interés.

Una de las principales razones es porque, según estudios científicos, la capacidad de recordar olores podría definir si una persona es más o menos propensa a padecer de enfermedades como la demencia.

Por eso las pruebas de memoria olfativa podrían ser usadas en el diagnóstico y prevención de este padecimiento.

"Flujos de conciencia"
"En busca del tiempo perdido" tuvo una gran influencia en escritores de todo el mundo, puesto que introdujo la idea de escribir sobre "corrientes o flujos de conciencia".

A través del narrador omnipresente, Proust logra transmitir en gran detalle no solo lo que se percibe, sino también lo que se recuerda y los vínculos repetidos y constantes entre la percepción y la memoria.

Para muchos, sus aportes ayudaron a transformar la novela contemporánea.

Marcel Proust.

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Marcel Proust. FUENTE DE LA IMAGEN,AFP

Los aportes del escritor francés Marcel Proust ayudaron a transformar la novela contemporánea.

Y se dice que escribir "En busca del tiempo perdido" le tomó casi toda la vida, prácticamente sin salir de su habitación con las paredes forradas de corchos (Proust consideraba a sus vecinos horriblemente ruidosos y llegó a enviarles cartas por esta razón).

La magdalena que provoca el famoso "recuerdo proustiano"-este es un dato para los más curiosos- no es probablemente la que tienes en mente, sino un postre tradicional del noreste de Francia, llamado "magdalena de Commercy", y que luce más bien como una galletita ovalada con líneas paralelas en la superficie.

sábado, 7 de enero de 2023

_- José Manuel Fajardo: “El mal social se nutre de la gente corriente” El escritor afincado en Lisboa vuelve con una novela breve que desgrana el proceso que lleva a las personas a sacar lo peor de ellos mismos

_- El escritor afincado en Lisboa vuelve con una novela breve que desgrana el proceso que lleva a las personas a sacar lo peor de ellos mismos


Lleva escribiendo desde los ocho años. Quizá por eso José Manuel Fajardo (Granada, 65 años) ha llegado siempre demasiado pronto a casi todo. Escribía novelas históricas como Carta del fin del mundo (1996) antes de que el género viviera el bum de los últimos años. Con Una belleza convulsa (2001), sobre el secuestro de un periodista a manos de ETA, se adelantó 15 años al fenómeno que supuso Patria, de Fernando Aramburu. “Así me va”, bromea el escritor, que ha publicado una novela breve en la que une dos ciudades y dos tiempos distintos a través de la fina línea del odio. El libro, editado por el Fondo de Cultura Económica, se llama precisamente así: Odio. Granadino de nacimiento aunque criado desde los cuatro años en Madrid. Fajardo ha vivido en el País Vasco, donde escribía de terrorismo en El Mundo, hasta que la presión del entorno de ETA le hizo tomar la decisión de salir de España. ”Apliqué la técnica del yudo: utilizar la energía del enemigo contra él. Estaba agobiado y enfurecido. Así que un día me dije que tenía que pensar en mi carrera de escritor’, y decidí hacer lo que siempre había soñado: irme a París a vivir como escritor”. Recuerda. Diez años después se mudó a Lisboa, donde vive desde hace doce.

Pregunta. Llevaba diez años sin publicar. Pero ¿cuánto tiempo llevaba sin escribir?

Respuesta. He estado cinco sin escribir ficción. Tuve un frenazo inesperado, porque, después de publicar mi anterior novela, Mi nombre es Jamaica, en 2010, cerré en cierto modo un ciclo de escritura que había durado 20 años, con libros muy distintos pero que daban vueltas a las mismas ideas y preocupaciones, y me encontré en busca de un territorio nuevo. Pensé que sobre esos aspectos de la extraña construcción de España a través de amputarnos miembros de la sociedad, a fuerza de exilios, abandonos y persecuciones, ya había dicho todo lo que tenía que decir. Y me costó un tiempo encontrar un nuevo territorio.

P. ¿Llegó demasiado pronto a la novela histórica?
R. En realidad yo nunca he tenido voluntad de escribir novela histórica, yo escribo historias que ocurren en determinado momento histórico. A mí la literatura me gusta como descubrimiento, me gusta escribir desde donde no sé si soy capaz de hacerlo. Cuando ya sé que puedo escribir desde un cierto punto ya no quiero seguir ahí, quiero descubrir nuevos territorios de escritura. Eso para mí hace que la literatura siga siendo divertida y una fuente de conocimiento.

P. Da la sensación de que Odio está escrito de un tirón, igual que se lee. ¿Cómo fue el proceso?
R. Me encanta que dé esa sensación, porque es completamente falsa. La novela está escrita a lo largo de cinco años. Muy despacio, porque me costó mucho dar con la estructura. Hay una parte que transcurre en el Londres de finales del siglo XIX, pero yo no quería escribir una novela más sobre el Londres victoriano. Me rompí mucho la cabeza hasta que me di cuenta de que la intención fundamental era escribir sobre el odio en épocas distintas. Cuando comprendí que esa era la estructura que debía tener el libro, fue cuando ya di con la forma de escribirlo. Y eso me ha costado tiempo.

P. Todo empezó con un cuento, ¿verdad?
R. El origen es un cuento que escribí a petición de Fernando Marias, que era un buen amigo. A él le gustó mucho, pero me dijo que ahí había una novela, y que yo tenía que escribirla. Así que disciplinadamente me puse a darle la vuelta a esa tortilla. Quería entrar en la época del Londres victoriano y enfrentarla como en un juego de espejos al París del presente, para relatar cómo nuestro lado oscuro se manifiesta a lo largo del tiempo. Porque el odio de hoy no es una novedad. Es un odio viejo, que viene de muy atrás, y para poder entenderlo me pareció una buena idea presentarlo así.

El escritor y periodista José Manuel Fajardo, en Madrid. JUAN BARBOSA

P. Dice que quería escribir un libro que fuera como un directo a la mandíbula. ¿Lo ha conseguido?
R. Lo que buscaba era divertirme mucho escribiéndolo. Mi idea era hacer una de esas novelas cortas que a mí me encantan. Yo soy devoto de Pedro Páramo o La balada del café triste o Bartleby, el escribiente, libros que son como diamantes, pequeños, brillantes, tallados y duros. Espero haberlo logrado, pero eso lo tiene que decir el lector. Quería que fuera un libro de impacto y para eso tenía que ser breve.

P. Ninguno de los dos protagonistas son personas especialmente desgraciadas, ¿por qué los ha escogido?
R. Porque el mal social se nutre de la gente corriente. Cuando una sociedad se desquicia, no lo hace por los desesperados. Estos viven en la marginalidad y su resentimiento y odio pueden hacer ruido, pero raramente perturban el orden social, o pueden hundir la sociedad en un abismo. Esto sucede cuando las personas que no están desesperadas se psicopatizan, cuando se dejan llevar por miedos más fantasmales que reales y empiezan a temer que van a perder lo que tienen o lo que no han llegado a tener y creen que ya no van a conseguir. Empiezan a sentirse frustrados en sus deseos y a considerar que la violencia está legitimada como herramienta. Entonces esas personas normales, que no han sido víctimas de grandes afrentas, empiezan a comportarse como marginados, a convertirse en seres furibundos y a odiar a quienes son más débiles que ellos. Cuando encuentran esa espita para dar salida a su odio es cuando una sociedad se desmorona. Es lo que pasó con los fascismos del siglo XX y es un poco lo que está ocurriendo en el mundo de hoy. El libro nace por mi preocupación por este auge de la irracionalidad, el odio y la violencia que está tocando a ese tipo de personas a las que en realidad no les está pasando nada, pero viven, gritan, se enfurecen y odian como si de verdad les estuviera pasando algo.

Me preocupa este auge de la violencia que está tocando a ese tipo de personas a las que en realidad no les está pasando nada, pero se enfurecen y odian como si de verdad les estuviera pasando algo

P. ¿Cuál es el germen del odio?
R. El odio es muchas veces heredado. En la novela los padres de los protagonistas son dos misóginos y estos también lo son. En gran medida de lo que hablo es del odio al otro, al que no tiene tu color de piel, al que no tiene tu religión, no tiene tu estatus social o no es de tu país, es decir, el que es distinto. Y el primer otro que todos encontramos es el otro sexo. La primera otredad. Según un informe de la ONU de 2019, más del 90% de los homicidios en el mundo los cometen hombres. Cómo no va a existir la violencia de género. La violencia tiene género, y es esencialmente masculina. La misoginia es la primera escuela del odio al otro, y después ya puede convertirse en odio racista, xenófobo...

El primer otro que todos encontramos es el otro sexo. La misoginia es la primera escuela del odio al otro, y después ya puede convertirse en odio racista, xenófobo...

P. ¿Se ha dado cuenta de que dedica muchas más palabras a describir la fealdad y la miseria que la belleza?
R. En este libro es inevitable porque estoy hablando de la fealdad humana. La descripción es un agente activo de la narración, para mí. En estos lugares de la novela la descripción juega como espejo del alma de los personajes, esa fealdad que los rodea es el reflejo de lo que está creciendo dentro de ellos. Yo creo que, al igual que la belleza puede ser sanadora, si vives rodeado de fealdad, si comes en unos platos de plástico y vives rodeado de mugre, si todo a tu alrededor es tosco, eso enferma, eso hace que te vuelvas miserable.

P. ¿Cómo ve España cuando vuelve a su país?
R. Encuentro un país que me fascina y del que no me sé desentender. Yo creo que para mi salud espiritual y mental es bueno que viva fuera de España, porque me desespera a veces tanto que, si viviera inmerso en la sopa nacional, acabaría de los nervios de nuevo y no tengo ganas. Me da pena, porque yo luché de joven por la democracia. Es una tristeza ver cómo ahora vuelven los discursos franquistas después de habernos librado de toda esa pobreza de espíritu, porque esa dictadura, además de terrible, era mediocre, gris, sucia, con una moral infame. Me vuelve loco pensar que todo esto pueda volver.



jueves, 18 de agosto de 2022

_- Ana Iris Simón, Lucifer y el falangismo

_- La escritora es tendencia en Twitter por las reacciones a un artículo publicado en EL PAÍS en el que carga contra “un liberalismo amoral, transgénico, transgénero”


Ana Iris Simón no deja indiferente a nadie, que es lo que se dice cuando no se sabe muy bien qué decir. Con las opiniones de esta escritora y periodista de 31 años, articuladas en un elocuente discurso político, social y vital, uno puede pasar del elogio a la refutación en una misma frase. Tal vez sea por culpa de los prejuicios y de esa tendencia gregaria a sospechar de lo que se escapa de tu marco mental. Por eso saltan las prevenciones cuando alguien se proclama apolítico o cuando la autora de Feria, fenómeno editorial sobre su familia manchega y su vuelta a casa, afirma que la distinción entre derecha y la izquierda está superadísima. O se puede tratar solo de un maremágnum de reflexiones conservadoras. Pero de lo que no hay duda es de que es valiente. Escribe lo que piensa y lo argumenta. Sus ideas generan reacciones encontradas y a veces abren un encendido debate, como ha sucedido con el artículo que publicó en este periódico el pasado sábado a cuenta del liberalismo (y también del léxico), sin menoscabo de las consabidas descalificaciones.

Se titula La serpiente liberal-conservadora y por él Simón se ha convertido en tendencia en Twitter esta semana. “Escribí un artículo hablando de la pantomima liberalconservadora y personalizándola en Rocío Monasterio y quienes más se han indignado con él han sido la progresía tuitera y los cachorros de ciudadanos”, tuitea. Y prosigue en otro tuit la columnista que se define como antiliberal: “¿La razón? Esta ristra de adjetivos que le he endosado al liberalismo, realidades que no serían compatibles con el conservadurismo de personas como Monasterio. Aún no he recibido ni una sola contraargumentación explicando por qué habría que excluir alguno de esos términos”. Esta es la ristra: “Un liberalismo amoral, transgénico, transgénero, transespecie y transedad, drogadicto y abortero, posmoderno y poshumano, apátrida y luciférico”.

Por ello, varios tuiteros la han tildado de falangista. Uno le pide que no sea plasta y siga “con los niños, el pueblo y Radio María”, invitación que una mujer despacha así: “Macho mandando a callar a una mujer y enviándola a que se encierre en casa”. Otra insufla ánimos: “No te dejes cancelar”. El cantante Niño de Elche interviene: “Interesante aunque aprovecharía para recomendar el pensamiento del profesor Miguel Anxo Bastos, el cual sabe relacionar de manera magistral desde posicionamientos críticos las ideas de liberalismo-libertario con algunas tradiciones conservadoras, todo ello desde el capitalismo”. El diputado autonómico de Más Madrid y profesor de Filosofía Antonio Sánchez la felicita irónicamente por el “ascenso desde EL PAÍS a guionista de vídeos para la embajada de Rusia”.

https://elpais.com/opinion/2022-08-04/ana-iris-simon-lucifer-y-el-falangismo.html

miércoles, 29 de junio de 2022

_- Un viaje en el tiempo con Kurt Vonnegut.

_- Robert B. Weide trabajó cerca de cuatro décadas en el documental sobre el autor de ‘Matadero cinco’, cuyo centenario se celebra este año 

Tenía 23 años cuando escribió una carta a su novelista fetiche proponiéndole hacer un documental, y su sorpresa fue mayúscula cuando recibió una respuesta afirmativa por parte de Kurt Vonnegut (Indianápolis, 1922- Nueva York, 2007). El icónico autor de Matadero cinco tenía entonces 60 años y Robert B. Weide, fan irredento de su obra desde que había leído Desayuno de campeones en el instituto, daba sus primeros pasos como cineasta tras el exitoso estreno de su primer documental sobre los Hermanos Marx. Se refería entonces a Vonnegut como “el viejo” y la idea de que él mismo llegaría a sexagenario sin haber culminado este proyecto no se le pasaba por la cabeza.

En el arranque de Kurt Vonnegut: a través del tiempo —disponible en la plataforma Filmin— Weide cuenta el proceso de 39 años empleados para rematar la película. El director detallaba este martes por teléfono desde Los Ángeles la larga génesis y desarrollo del proyecto. “Durante mucho tiempo quería hacer un documental convencional sobre mi escritor favorito, pero nos hicimos muy buenos amigos y me parecía poco honesto no mencionarlo. Realmente fueron otros quienes me convencieron de que yo me metiera en la historia, porque a mí que un documentalista entre en la película no me acaba de gustar, pero lo cierto es que Kurt estaba en algunas de sus historias y explicaba los problemas que encontraba mientras escribía. Había algo de su estilo en esto”, cuenta el productor de la serie de Larry David Curb Your Enthusiasm y director del premiado documental Lenny Bruce: Swear to Tell the Truth. Cuando decidió que debía formar parte del documental de forma abierta y clara, Weide contrató a Don Argott para dirigirlo, y prosiguió la discusión sobre cómo y cuánto debía aparecer él hasta la sala de montaje.

A lo largo de dos horas, Kurt Vonnegut: a través del tiempo narra la vida del heterodoxo y exitoso autor y también la historia de esta buena amistad. Desde la infancia privilegiada de Vonnegut en Indianápolis, como hijo de un arquitecto y una rica heredera de una cervecera, y su ruina durante la Gran Depresión, —algo que no truncó las bromas y el buen humor que caracterizó la estrecha relación del escritor con sus hermanos, especialmente con su hermana— hasta sus últimos días como azote de la Administración Bush por la invasión de Irak en 2003, el documental ofrece un íntimo y respetuoso retrato de este veterano de la II Guerra Mundial que encontró en la literatura la mejor manera de encauzar sus experiencias. “Escribo sobre gente corriente que intenta comportarse de forma decente en un mundo indecente”, dice el propio autor en el documental, donde define sus libros como “mosaicos de chistes”.

Fumador empedernido, desgarbado, gamberro, tierno y original, Vonnegut fue prisionero en Dresde, donde sobrevivió al brutal bombardeo que arrasó la ciudad alemana y liquidó a más de 130.000 personas. El joven soldado sacó cientos de cuerpos, vio las piras de cadáveres y la ciudad reducida a cenizas. Aquello marcó la vida del furioso autor antibelicista que estudió antropología en Chicago y trabajó como publicista en General Motors mientras trataba de escribir, que siempre contó con el apoyo de su mujer Jane, con quien crio a seis niños, tres suyos y tres de su hermana. Publicó cinco novelas antes de convertirse en un fenómeno con Matadero cinco y dejar a su esposa. “Los matrimonios a veces pierdan sus vínculos, él se hizo famoso de la noche a la mañana, otras mujeres se interesaban por él. Yo no lo juzgo”, afirma Weide.

El silencio de Vonnegut sobre los detalles de su experiencia en la guerra, y su lucha contra las depresiones son dos de las cuestiones que, según el director, más intrigan al público, y que el documental no esconde, pero tampoco subraya. Fueron 25 años de amistad entre Weide y Vonnegut, con decenas de entrevistas y viajes que el cineasta costeaba de su bolsillo, y cientos de cintas de vídeo que el escritor le enviaba de cada una de sus charlas e intervenciones públicas. También entrevistas con su familia, y con expertos en su obra. “Según pasaban los años y la cosa se alargaba y alargaba, empezaba a ser ridículo y en un momento dado Vonnegut sí me dijo que podíamos olvidarnos del documental, porque no quería que me sintiera presionado. Yo le dije que de ninguna manera”, recuerda Weide.

Escritor fetiche de la generación baby boomer de posguerra en EE UU, su libertad narrativa, sus juegos temporales y con la ciencia ficción, su mordaz sentido del humor y aproximación lúdica, cómica y trágica al mundo hacen de Vonnegt, cuyos libros siguen siendo reeditados año tras año, un imprescindible en el canon estadounidense del siglo XX. En español, la editorial Blackie Books tras recuperar Matadero cinco, ha reeditado este año, en que se cumple el centenario de Vonnegut, Desayuno de campeones y en otoño sacará Cuna de gato. También acaba de llegar a las librerías de la mano de Libros del Kultrum, otra obra que aparece en el documental y que escribió el hijo del escritor, Mark Vonnegut, en los setenta, Expreso al paraíso: memoria de una locura, la historia de su brote esquizoide y experiencia en una comuna. “Kurt no era como ningún otro, y su influencia está fuera de duda. Lo que pocos recuerdan es que durante muchos años no conseguía ganarse la vida como escritor, fue publicista y profesor y vendedor de coches. Hasta la madurez no triunfó y se convirtió en el autor favorito de los jóvenes. La lección es que hay que seguir en ello, porque las cosas pueden acabar saliendo”, reflexiona Weide. Aunque como le pasó a él se tarde 39 años.

https://elpais.com/television/2022-06-23/un-viaje-en-el-tiempo-con-kurt-vonnegut.html

jueves, 10 de febrero de 2022

'Ulises' de James Joyce: cómo pasó de ser "obscena" y "tonta" a "la mejor novela del siglo XX"


En la primavera de 1921, la librera parisina Sylvia Beach se jactó de sus planes de publicar una novela que consideraba una obra maestra que estaría "clasificada entre los clásicos de la literatura inglesa".

"'Ulises' hará que mi librería sea famosa", escribió sobre la aclamada y desafiante novela de James Joyce, escrita durante siete años en tres ciudades que describen los eventos de un sólo día en Dublín.

Y así fue.
El 2 de febrero de 1922, Beach publicó la primera edición del libro "Ulises", justo a tiempo para el 40 cumpleaños de Joyce.

Estilísticamente denso en partes, cuenta las historias de tres personajes centrales: Stephen Dedalus, Leopold Bloom y su esposa, Molly, y ahora se celebra como uno de los textos más influyentes del mundo.

Fue incluso declarada por un panel de prestigiosos escritores y académicos como la mejor novela escrita en inglés del siglo XX.

Pero no siempre fue así.
'Tontería'
El poeta, dramaturgo y crítico literario británico-estadounidense T.S. Eliot declaró en 1923 que Ulises era "la expresión más importante que ha encontrado la era actual", "de la que ninguno de nosotros puede escapar".

Pero el camino hacia la publicación no fue fácil.

La novela generó controversia y fue rechazada por muchos, incluso algunos miembros de la comunidad literaria.  La librería parisina de Sylvia Beach fue un paraíso para los expatriados estadounidenses durante las décadas de 1920 y 1930.

La destacada escritora vanguardista británica Virginia Woolf describió la novela como una "tontería".

Tras la serialización de algunos pasajes en la revista estadounidense Little Review en 1920, hubo un juicio por obscenidad que concluyó con una multa a los editores y la orden de suspender su publicación. La novela también fue censurada en Reino Unido.

No obstante Beach, propietaria de Shakespeare & Company en la Rue Dupuytren, estaba decidida a publicarla en forma de libro, lo cual hizo, financiándolo en parte con su propio dinero con la promesa de suscriptores.

Al escribir sobre cómo lo logró, contó que tuvo que "apartar cada centavo para pagar" la imprenta del libro.

La decisión de Beach de publicar la convirtió en una "heroína cultural de la vanguardia", señaló Keri Walsh, directora del Instituto de Estudios Irlandeses de la Universidad Fordham de Nueva York.

"Había una sensación de que éste iba a ser uno de los libros que definirían el modernismo, por lo que entendió que se aseguraría su propio lugar en la historia literaria al ser su editora", le dijo Walsh a BBC News NI.  

Sylvia Beach y James Joyce.
Joyce y Beach se conocieron en 1920, poco después de que él se mudara a París.

Hacía tiempo que había dejado Irlanda en un exilio autoimpuesto, y había vivido en Trieste y Zúrich antes de llegar a la capital francesa.

Beach describió ese encuentro como un momento poderoso, contó Walsh.

"Joyce estaba muy cansado en este momento. Había pasado tanto tiempo luchando para terminar de escribir 'Ulises', superar [la Primera Guerra Mundial] y sobrevivir, que sintió que ella podía proporcionarle a él y su familia algún tipo de estabilidad y apoyo".

"Ella era mucho más que una editora: banquera, agente, administradora, amiga de la familia. Durante mucho tiempo esa relación funcionó bien".

Pero luego de disputas sobre los derechos de publicación, la relación entre Joyce y Beach se agrió y esta última finalmente cedió los derechos de la novela, escribe Walsh en "Las cartas de Sylvia Beach".  Una de las primeras ediciones de "Ulises".

La casa editorial Random House publicó "Ulises" en 1934 después de que el año anterior se anulara la prohibición estadounidense de publicación.

Así se comercializó a una audiencia más grande, pero pasaron 20 años antes de que los escritores comenzaran a reconocer su valor, dice John McCourt, profesor de inglés en la Universidad de Macerata en Italia.

Si bien Joyce estaba profundamente frustrado por la recepción que había recibido "Ulises", era implacable, agrega el profesor McCourt.

"No permitía que se cambiara ni una coma para ajustarla más a lo que el público que consideraba aceptable".

Aunque "Ulises" había sido prohibido en Estados Unidos y Reino Unido, nunca lo fue formalmente en la Irlanda natal de Joyce.

Las autoridades irlandesas creían que tan pocos leerían la novela que no necesitaban prohibirla, argumenta McCourt. 
James Joyce y su esposa Nora Barnacle, 1930.

"Joyce era como un forastero que exploraba Irlanda", dice.

"En cuanto a la recepción en su país, los irlandeses se resintieron profundamente porque, desde el exterior, se atrevía a criticar a la Irlanda de 1922, su nacionalismo y los límites de ese Estado cerrado que fue montado y dominado por Iglesia católica".

'La seguridad de la distancia'
El autor tenía una relación enormemente complicada con su país de nacimiento, y viceversa.

Se fue en 1904, cuando tenía poco más de 20 años de edad, e hizo cuatro visitas posteriores, pero después de 1912 nunca más regresó.

Y, sin embargo, sus obras están ambientadas en Irlanda, con Dublín en muchos sentidos como un personaje en sí mismo.  El río Liffey en Dublín, presente en varias obras de Joyce.

Joyce quería cambiar Irlanda transformando la forma en que los irlandeses se veían a sí mismos, argumenta el profesor McCourt.

"Estaba muy conectado con Irlanda. Sabía que no iba a hacer amigos a través de sus libros, no podría haberlo hecho si se hubiera quedado en Irlanda".

"Tuvo que hacerlo desde lo que él llamó 'la seguridad de la distancia' en su novela cómica 'Finnegans Wake'".

Sin embargo, hubo algunos que reconocieron la importancia de Joyce, apunta el profesor McCourt.

Entre ellos el ministro del gobierno irlandés, Desmond Fitzgerald, quien lo visitó en París y propuso que fuera nominado para el Premio Nobel de Literatura.

Pero, en general, la hostilidad hacia Joyce continuó hasta su muerte en 1941 en Zúrich, al punto de que no hubo representación oficial irlandesa en su funeral.  Escultura de James Joyce que está detrás de su tumba en el cementerio de Fluntern en Zúrich.

Fanáticos
La marea de la opinión tardó mucho en cambiar.

El primer Bloomsday —una celebración que tiene lugar cada 16 de junio, que es el día de 1904 en el que transcurre la novela—, se celebró en 1954.

El nombre del evento viene del personaje central de Ulises Leopold Bloom, cuya vida y los pensamientos desde las 8 de la mañana hasta las primeras horas de la mañana siguiente son el tema de la novela.

Anualmente, los entusiastas se disfrazan como los personajes de la obra o al menos con ropa del estilo de la época.

Muchos toman el mismo desayuno que Bloom ese mañana —que incluye hígado y riñones asados en mantequilla, tostadas y, por supuesto, una taza de té— y, si están en Dublín, peregrinan a los distintos lugares de la novela, o asisten a charlas o representaciones.  La farmacia Sweny, donde el protagonista de Ulises compra una medicina y jabón de limón, se ha mantenido intacta.

En junio de 1962, el Museo James Joyce fue inaugurado por Beach en la Torre Martello en el suburbio de Sandycove, al sur de Dublín.

En 1982 se organizaron eventos en el país para conmemorar el centenario del nacimiento de Joyce.

Un informe de The New York Times sobre la "celebración nacional" del día reflejó el cambio en la opinión pública.

"En su centenario, Dublín honra al Joyce que alguna vez despreció", decía su titular.

Ahora, cien años después de la publicación de "Ulises", Joyce es reverenciado en casa y en el extranjero.

Desafiante
Ese cambio en las actitudes ha sido tan radical que McCourt argumenta que Joyce se ha convertido en un "producto de consumo, en muchos sentidos anulando, borrando con aerógrafo, el hecho de que gran parte de lo que escribe sobre Irlanda es negativo".

"No veo nada de malo en que la gente se disfrace, pero no convirtamos a Joyce en algo inofensivo", opina McCourt, autor de "Consumiendo Joyce: 100 años de Ulises en Irlanda".  Fanáticos de la novela se disfrazan para celebrar Bloomsday cada año.

"Su libro tiene ese filo cortante. Te obliga a buscar un equilibrio. Su novela no debería ser un vehículo para la nostalgia de un Dublín mágico del pasado en el que todos vestían trajes eduardianos y se divertían".

"Joyce retrata un Dublín muy diferente, muy pobre e introvertido".

Irlanda apenas ahora está aprendiendo a lidiar con ese legado, argumentan algunos expertos.

"[Ulises] no estaba realmente en el dominio público, estaba en el dominio de los académicos, de una élite", explica Darina Gallagher, directora del Centro James Joyce en Dublín.

"Realmente no conocíamos a los personajes de la novela. Sólo los estamos conociendo ahora, explorando y encontrando un legado en ellos, lo cual es fascinante".

Una exploración que definitivamente vale la pena, asegura el escritor irlandés Colm Tóibín.  "Joyce toma una epopeya, la 'Odisea' de Homero, y la torna ordinaria. Y al hacerlo, crea una enorme cantidad de energía alrededor de un día común y corriente, en el que varias personas se encuentran o se evitan en Dublín.

"Hay tanto de lo que llamamos 'vida' en el libro y cosas que reconocemos, que hace del libro uno increíblemente humano, en el sentido de que sus dimensiones son las nuestras.

"Es una novela para este momento y está teniendo su centenario como documento vivo. Quien lo lee sabe que trata cuestiones realmente grandes que aún nos preocupan".

Aunque muchos que aseguran haberlo leído, comenta Tóibín, realmente no lo han hecho: "Ulises"tiene la reputación de ser una lectura desafiante y, a veces, impenetrable.

Consejos para leer "Ulises"
"Aférrate al ahora, al aquí, a través del cual el futuro se sumerge en el pasado", es la cita de "Ulises" en este cartel en Dublín.  

De Darina Gallagher, Centro James Joyce, Dublín
No le tengas miedo.
Lee "Retrato del artista adolescente", pues puede ayudarte con los personajes.

Del escritor Colm Tóibín
Hay una gran cantidad de escritura crítica sobre "Ulises", y lo mejor con la mayor parte es no leerla, porque realmente está escrita para especialistas o para académicos.
Penguin publicó un libro del crítico Terrence Killeen que está lleno de conocimiento pero escrito de manera muy clara. Además, le encanta la novela y esa admiración es contagiosa. Killleen te lleva a través del libro de una manera que creo que buena para abordar esta obra: episodio por episodio y durante un largo invierno.

De John McCourt, Universidad de Macerata, Italia
Nadie está completamente preparado para leer el libro.
Si sabes algo de música, será de gran ayuda.
Si sabes algo sobre Irlanda y su historia, ayuda.
No intentes leerlo demasiado rápido.
Léelo en voz alta, ya que cobra vida.

De Dan Mulhall, embajador de Irlanda a EE.UU.
Cuanto más he profundizado en él, más lo he disfrutado.
Si estás en busca una lectura fácil, no es para ti.
Es desafiante, pero vale la pena, porque tiene una gran profundidad.
Si descubres que un episodio es demasiado difícil, no te desanimes y sigue adelante.
Esta no es una novela de detectives en la que tienes que obtener las pistas en el capítulo 3 para poder leer el capítulo 4.

De Keri Walsh, Instituto de Estudios Irlandeses, Universidad de Fordham, Nueva York
Forma un grupo de lectura. Cobra vida si lo lees junto con otros.
Léelo y detente en pasajes cortos a la vez.
Tómatelo con calma.

viernes, 17 de diciembre de 2021

_- Ken Follett, autor de Los pilares de la tierra: "El mundo está en más peligro ahora de lo que ha estado en toda mi vida"

_- Una nueva novela del británico Ken Follett (Gales, 1949) es siempre un acontecimiento editorial.

Y el lanzamiento a comienzos de noviembre de "Nunca", su más reciente thriller, no defraudó: millones de ejemplares publicados simultáneamente en 40 idiomas diferentes y excelentes críticas.

El de Follett es un caso especial dentro de la literatura popular: empezó como escritor de novelas de suspenso para luego convertirse en novelista histórico con "Los pilares de la tierra", su bestseller sobre la construcción de catedrales en la Edad Media, con el que inició una tetralogía sobre la imaginaria ciudad de Kingsbridge.

BBC Mundo habló con el afamado autor en el marco del Hay Festival de Arequipa.

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En América Latina usted es conocido sobre todo por sus novelas históricas, pero en sus inicios fue escritor de suspense. Ahora, con "Nunca", regresa al thriller después de muchos años. ¿Qué lo hizo volver al suspense?

Primero que nada, pensé que era una buena idea: una historia sobre una crisis global que se va construyendo de manera muy lenta, paso a paso, en la que líderes mundiales van tomando pequeñas decisiones que no consideran muy peligrosas, pero cada vez la crisis se escala más y más hasta que se convierte en un desastre.

Lo otro es que pienso que como creador debo cambiar, reinventarme de tanto en tanto.

Es una buena idea cambiar y buscar nuevos retos. Realmente disfruté escribiendo "Nunca" y espero que los lectores también lo hagan.

Usted ha dicho que se inspiró en algunos hechos previos a la Primera Guerra Mundial...

Sí, estudié sobre el estallido de la Primera Guerra Mundial cuando estaba escribiendo "La caída de los gigantes", el primer libro de mi trilogía sobre el siglo XX, y lo que me sorprendió de manera muy fuerte de esos eventos, en especial en julio de 1914, es que nadie quería una guerra mundial.

Los líderes de los grandes países europeos involucrados no pretendían una guerra, tomaron decisiones que los condujeron a una, pero todas parecían decisiones pequeñas, racionales.

Si lo pensamos, la Primera Guerra Mundial empezó con un asesinato en Sarajevo, que no era un lugar muy importante; el asesino era un nacionalista serbio, que tampoco era un movimiento muy destacado. La víctima era el sobrino del emperador. Fue un incidente relativamente menor y sin embargo fue el punto de ignición.

Y entonces me pregunté ¿puede pasar de nuevo? Una tercera guerra mundial, no por un accidente nuclear o un presidente loco, sino por una secuencia de eventos.

Sin revelar mucho, ¿Qué nos puede contar sobre "Nunca"?
Está situada en muchos lugares y hay muchos "puntos de ignición" actuales donde algo puede pasar...

Entrevisté a personas involucradas en la diplomacia y la política internacional, y mencionaron muchos: Irán, Cachemira, Taiwán, Hong Kong, el norte de África...

Algunas crisis son resueltas, pero cuando no lo son, una reacción es escalarlas. Y un peligro pequeño deviene en uno medio y luego en uno mayor. A medida que cada país responde, la respuesta de todos estos países la aumenta, hasta que existe la amenaza de la Tercera Guerra Mundial...

Y no le vamos contar a los lectores lo que pasa, sólo lo sabrán cuando lleguen a las últimas páginas.

En esta novela hay personajes femeninos muy fuertes: Tamara, Pauline Green, Kiah... Es algo que se repite en sus libros, incluso cuando no era común hacerlo, como "En el ojo de la aguja", publicada en 1979

Hace 44 años fui el primer autor en hacer de una mujer la heroína de un libro de suspenso. Ahora es algo común, pero estoy casi seguro de que nadie lo había hecho antes. Me pareció algo natural, y mucho más interesante que el espía despiadado fuera detenido por una mujer.

Pero no lo hice por razones políticas sino literarias, para hacer una mejor historia. La hizo muy fresca y diferente.
Por eso lo sigo haciendo, porque es un mejor relato si los participantes en el drama son a veces hombres y a veces mujeres.

¿Cómo crea sus personajes? ¿Se inspira en personas reales? Por ejemplo alguien como Ragna en "Las tinieblas y el alba" o Jack en "Los pilares de la tierra"...

Nunca uso personas reales como modelos. Y la razón es que una persona real posiblemente no pueda hacer todas las cosas que mis personajes hacen en el relato.

Entonces lo que hago es inventar un personaje que se integre a la historia que tengo en la cabeza.

Claro que tomo pedacitos de alguna gente... Jack, por ejemplo: hay una especie de picardía en él que se halla en niños y jóvenes y que yo encuentro bastante atractiva.

En sus novelas usted usualmente pinta un vasto tapiz de las sociedades y en él teje los hilos de personajes individuales de diferentes clases sociales. Pasa en "Never", donde tenemos desde la persona más humilde, Kiah, hasta la más poderosa, que es Pauline Green, presidenta de Estados Unidos. Y en "Las tinieblas y el alba", donde va desde Edgar, el constructor de botes, hasta el propio Rey.

Sí, me gusta retratar a toda la sociedad.

Por supuesto, en una novela como "Las tinieblas y el alba", el interés principal es el destino de cuatro o cinco personajes, pero también nos interesa cómo funciona la Inglaterra anglosajona frente a algunas amenazas, en especial de los vikingos.

Para mostrar toda una sociedad a través de destinos individuales, tienes que tener las diferentes secciones de esa sociedad. Los poderosos y los desposeídos. Y mostrarlos interactuando, lo que a la vez muestra cómo es ese grupo social.

¿Y alguna vez se ha sentido tentado a escribir algo menos monumental, más íntimo?

Mmm, no, realmente nunca he tenido esa tentación.

Por supuesto, muchas novelas de los últimos cien años hacen eso, mirar de cerca las vidas íntimas de unas cuantas personas o incluso de una sola, y todo gira alrededor de la sicología individual.

A mí me interesa mucho más cómo interactúan las personas con aquellos que los rodean, sus familias o aquellos con quienes trabajan... Me interesan las relaciones de amor, de poder y así. No tanto lo que ocurre en la mente individual.

En eso usted es más cercano a los novelistas del siglo XIX...

Absolutamente. Esas son las novelas que amo, las que he leído más. Pero si usted mira la lista de bestsellers, la mayoría son más similares a las novelas del siglo XIX que las avant garde de los siglos XX y XXI.

Hablando de manera general, lo que la mayoría de las personas disfrutamos son novelas con un argumento, que cuenten una historia y con personajes de diferentes secciones de la sociedad.

Usted ha dicho que siempre tiene un plan muy claro cuando está escribiendo sus novelas, pero ¿lo ha sorprendido alguno de sus personajes haciendo algo que no esperaba?

No realmente. Eso no me ocurre. Muchos escritores hablan sobre eso y sé que le pasa a algunos de mis colegas, pero a mí no me sucede.

Me preocuparía mucho si fuera sí. (Risas) Prefiero mantenerlos bajo control.

Una de sus novelas más populares en América Latina es "Los Pilares de la Tierra". ¿Qué lo hizo escribir un libro sobre la construcción de catedrales en la Edad Media?

Las catedrales mismas, me maravillan. Y están llenas de enigmas. Me decía: esto fue muy difícil de construir, muy costoso y quienes lo hicieron tenían herramientas muy primitivas. ¿Por qué edificaron estas enormes y hermosas iglesias para que duraran cientos de años? El dinero no les sobraba. Las catedrales fueron construidas por personas que vivían en chozas y dormían en el piso. Ni siquiera tenían camas, que eran para los ricos.

La segunda pregunta fue: ¿Cómo las hicieron?
Empecé a leer libros sobre las catedrales, sobre las sociedades medievales y comencé a pensar que podía ser un relato extraordinario.

Así es cómo se desarrolla una idea para una buena novela. Y cuando algo me agarra ya no puedo parar.

Algunas personas me pidieron que le preguntara si tenía en mente alguna catedral en especial cuando empezó a escribir la novela

La primera catedral a la que miré con esos ojos es la de Peterborough, en el este de Inglaterra.

Yo era entonces reportero y fui a esa ciudad por una historia.

Luego de hacer unas entrevistas tenía una hora antes del tren de regreso, así que fui a visitar la catedral. Fue la primera vez que me sentí estremecido por la belleza, tamaño y atmósfera de una catedral medieval.

Después de eso seguí interesándome y leyendo sobre el tema hasta que, finalmente, escribí la novela.

Ahora que menciona que fue reportero, ¿es verdad la leyenda de que empezó a escribir novelas porque su carro se averió?

Ja, sí es verdad. Mi carro se averió y no tenía dinero para repararlo. Costaba 200 libras. Fui al banco a pedir un préstamo y me lo negaron.

Recién había llegado a Londres por un nuevo trabajo y mi hija estaba recién nacida. Casa nueva, bebé nuevo, no tenía dinero de sobra.

Otro reportero de la redacción había escrito una novela y le habían pagado. Los demás periodistas estábamos muy interesados en saber cómo había encontrado el tiempo para escribirla, quién se la había publicado y -lo más importante- cuánto le habían pagado. Y la respuesta fue: 200 libras.

Entonces le dije a mi primera esposa, "ya sé cómo voy a reparar el carro: voy a escribir una novela". Ella me respondió "sí, claro" (risas).

¿Y consiguió las 200 libras?

Sí. Escribí la novela, la envié a la misma editorial y me dieron 200 libras de adelanto, así que pude reparar mi carro.

El libro no era muy bueno y no tuvo mucho éxito, pero me hizo pensar que podía escribir más. La segunda novela tampoco tuvo éxito.

De hecho, ninguno de mis primeros diez libros tuvo mucho reconocimiento, pero el número 11 fue "El ojo de la aguja".

¿Esperaba que "Los Pilares de la tierra" tuviera tanto éxito?

Tenía la esperanza de que lo fuera. Definitivamente no estaba solo dirigida a una audiencia pequeña que se interesara en historia. Quería escribir una novela popular.

Algunos de mis editores estaban preocupados, pero yo no.

¿Cómo es su proceso para escribir novelas tan vastas como "Los pilares de la tierra" o "Nunca"? ¿Contrata investigadores?

Empiezo haciendo un plan y voy haciendo la mayor parte de la investigación al mismo tiempo.

En esta etapa no tengo ninguna ayuda. Leo libros, indago en mapas, miro fotografías... A veces entrevisto algunas personas, como lo hice para "Nunca".

Eso me toma entre seis meses y un año.

Luego escribo un primer borrador, lo que me toma otro año, y cuando lo finalizo busco expertos en el tema que estoy tratando. Para "Los Pilares", por supuesto, fueron expertos en la época medieval y la construcción de catedrales.

Les pago para leer el borrador y escribirme un reporte con cualquier error que vean o cuando encuentran algo improbable. Entonces lo cambio.

¿Cómo es su rutina diaria para escribir?
Me gusta levantarme temprano. Normalmente empiezo a las 6 de la mañana, luego me detengo para desayunar, sigo escribiendo, paro para almorzar y usualmente termino hacia las 4 de la tarde. Por las mañanas estoy lleno de energía e ideas.

¿Escribe a mano o en el computador?
En el computador.

¿Y revisa de inmediato o lo hace después?
Cada mañana reviso lo que hice el día anterior. Y siempre hago dos borradores, el primero que ya mencioné, que revisan los expertos, los editores y a algunas personas que me pueden ayudar a escribir un mejor libro. Luego reescribo toda la obra.

No la edito con un lápiz rojo: la vuelvo a escribir, porque al hacerlo me doy cuenta de cómo puedo hacer las frases más claras, o vívidas o conmovedoras.

¿Qué escritores lo han influido?
Cuando tenía 12 años leí una novela de James Bond, "Vive y deja morir". Me deslumbró. Lo amé, me leí todos los libros de Ian Fleming.

Y diez años después, cuando comencé a escribir novelas, recordé la sensación que tenía cuando iba a leer una nueva novela de James Bond. Era fantástico, sabía que la iba a disfrutar muchísimo.

Y me di cuenta que lo que tenía que hacer como escritor era lograr que mis lectores se sintieran así. Hacerlos decir, ¡"maravilloso, tengo una nueva novela de Ken Follett para leer"!

En ese sentido Fleming me influenció mucho.

Mi manera de escribir no se parece nada a la suya y no escribo novelas con un héroe como James Bond. Traté de hacerlo en mis inicios. Algunas de mis novelas fracasadas eran así.

¿Hay algún escritor al que siempre regresa?

Me gustan mucho los escritores ingleses y franceses del Siglo XIX. Charles Dickens, George Elliot, Jane Austen, Anthony Trollope y Eizabeth Gaskell.

Siempre vuelvo a Dickens. De hecho Acabo de leer Edwin Drood, su última novela, la cual dejó sin terminar. Es un misterio y nadie sabe quién es el asesino.

¿Hay algún escritor latinoamericano que le interese?

Muchos. Primero que todo García Márquez. Todos leímos "Cien años de soledad", pero escribió muchos otros libros extraordinarios como "El amor en tiempos del cólera".

Me encantó "La tía Julia y el escribidor", de Vargas Llosa, y "Doña Flor y sus dos maridos", de Jorge Amado, es muy buena. También recuerdo una novela mexicana maravillosa, "Como agua para el chocolate", de Laura Esquivel.

Hay una escena extraordinaria en la que una mujer está haciendo un pastel de bodas. Está enamorada del novio pero él se va a casar con otra. Mientras está haciendo el pastel se pone a llorar y sus lágrimas caen en la masa. Y cuando los invitados empiezan a comer el pastel, todos se ponen a llorar.

Es algo que sólo pudo escribir un latinoamericano. Quisiera ser capaz de escribir una escena así.

Usted ha estudiado y escrito a fondo sobre el siglo XX y en una entrevista reciente con Le magazine Littéraire de Francia dijo que no cree que la historia se repita, pero que tiene ecos.. Mucha gente ve similitudes entre lo que ocurre ahora y lo que pasó a principios del siglo pasado y el ascenso de populismos de derecha. ¿Ve también esos ecos?

Oh sí. Y me asusta.

El ascenso al poder de Donald Trump recuerda de manera horrible a la Alemania de principios de los años 30. La manera en que se dijeron mentiras al público y éste se las creyó, el no querer mostrarse en desacuerdo con su líder porque no era bueno para el país. La mezcla de autoritarismo y nacionalismo, los ataques a la prensa y a los jueces...

Todo fascista ataca a la prensa y a los jueces porque nos brindan protección contra este tipo de tiranía. Eso también lo están tratando de hacer en Polonia, Hungría. Es muy peligroso.

Finalmente, usted ha escrito sobre la humanidad en distintos momentos de la historia. Ahora publica una novela sobre la posibilidad de una guerra nuclear. ¿Es optimista o pesimista sobre nuestro futuro con el ascenso delos populismos, el cambio climático, la pandemia?...

Por temperamento soy un optimista y creo que las cosas van a salir bien, pero ahora mismo siento que el mundo está en más peligro de lo que lo ha estado en toda mi vida. Y como usted lo dice, no es solo una amenaza.

Toda mi vida vivimos con la amenaza nuclear, pero ahora tenemos también la amenaza del clima y la pandemia, los virus.

Son tres maneras diferentes como la humanidad puede ser destruida. Estamos en más peligro ahora. Y no sé si vamos a ser capaces de resolver estos problemas.

Este artículo forma parte de la versión digital del Hay Festival Arequipa, un encuentro de escritores y pensadores que se realizó en esa ciudad peruana entre el 1 y el 7 de noviembre.