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lunes, 25 de marzo de 2024

¿Cuál era la idea de felicidad de los aztecas y qué podemos aprender de ella?

Una figura azteca.

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Los aztecas elaboraron su propia ética de las virtudes, diferente a la de filósofos como Aristóteles o Confucio


Había filósofos y sofistas, educación formal para enseñar valores e ideas profundas sobre la vida, todo lo cual fue plasmado en tratados, exhortaciones y diálogos.

No se trata de la antigua Grecia, sino del imperio azteca.

Entre los siglos XV y principios del XVI, los aztecas montaron un imperio con una cultura de gran riqueza filosófica en lo que hoy es el centro y sur de México.

"Tenemos muchos volúmenes de sus textos grabados en su lenguaje nativo, el náhuatl", escribió Lynn Sebastian Purcell, profesor asociado de filosofía en la Universidad Estatal de Nueva York (SUNY) en Cortland, EE.UU., en un artículo publicado hace unos años en la revista de divulgación científica Aeon.

"Si bien pocos de los libros pre coloniales de tipo jeroglífico sobrevivieron a las quemas españolas, nuestras principales fuentes de conocimiento derivan de los registros realizados por los sacerdotes católicos hasta principios del siglo XVII", agregó.

Purcell ha investigado extensamente la filosofía y ética antiguas, en particular las de América Latina y los aztecas.

"Encuentro fascinante que los nahuas (aztecas) fueran otra cultura pre moderna con una ética de las virtudes, aunque bastante diferente a la de Aristóteles y Confucio", contó a la Asociación Estadounidense de Filosofía (APA, por su siglas en inglés) en una entrevista de 2017.

Sin embargo, también reconoció que le resultaba atractivo ahondar en un campo en el que, a lo largo de todos estos siglos, la academia había dejado un "evidente vacío".

Incluso agregó que los dos grandes estudiosos de la filosofía azteca, el antropólogo mexicano Miguel León-Portilla y el filósofo estadounidense James Maffie, hicieron un gran trabajo en analizar su metafísica, pero no su ética.

La buena vida

El famoso Códice Florentino, una recopilación de conocimientos de los aztecas realizada por el misionero franciscano español Bernardino de Sahagún, reproduce el discurso de un rey antes de asumir su puesto.

Una página del famoso Códice Florentino.

Una página del famoso Códice Florentino.

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Una página del famoso Códice Florentino, recopilación hecha por el misionero franciscano español Bernardino de Sahagún.

Allí habla de cómo vive un hombre "venerado": es "defensor y sustentador", dice, "como el árbol de ciprés, en el cual las personas se refugian".

Pero ese mismo hombre también "llora y se aflige". El rey entonces se pregunta: "¿Hay alguien que no desee la felicidad?".

El texto, según Purcell, muestra una de las mayores diferencias entre la filosofía de la antigua Grecia y la del imperio azteca.

"Los aztecas no creían que hubiese ningún vínculo conceptual entre llevar la mejor vida que podamos por un lado, y experimentar placer o 'felicidad' por el otro", escribió.

Es decir, para ellos tener una buena vida y ser feliz no estaban asociados, algo que puede resultar extraño dada la tradición filosófica de Occidente.

Tierra resbaladiza

En un artículo premiado por la APA como mejor ensayo sobre América Latina de 2016, Purcell explicó que esta disociación tiene su raíz en un problema existencial descrito por los filósofos o tlamatinime.

Existe un refrán azteca que resume este problema y que podría traducirse como "resbaladiza, escurridiza es la tierra".

Un dibujo de Tenochtitlán.

Un dibujo de Tenochtitlán.

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Tenochtitlán era la capital del imperio azteca y se encontraba en donde hoy está Ciudad de México.

"Lo que querían decir es que, a pesar de tener las mejores intenciones, nuestra vida en la tierra es una en la que las personas son propensas al error, propensas al fracaso en sus objetivos y propensas a 'caer', como si estuvieran en el barro", detalló Purcell.

"Además, esta tierra es un lugar donde las alegrías solo llegan mezcladas con dolor y complicaciones".

Los aztecas creían que por más bueno, talentoso o inteligente que fueras, podrían pasarte cosas malas. O incluso podrías equivocarte, resbalarte y caer.

Por eso, antes que buscar deliberadamente una felicidad que, en el mejor de los casos, sería pasajera y azarosa, el objetivo para los aztecas era llevar una vida digna de ser vivida.

Cuatro niveles

Para definir lo que es una vida que valga la pena ser vivida, los aztecas usaban la palabra neltiliztli, que puede traducirse como "arraigada" o "enraizada".

Esta vida arraigada podía alcanzarse en cuatro niveles, escribió Purcell en un artículo también publicado en Aeon en 2016.

Un dibujo de aztecas trabajando.

Un dibujo de aztecas trabajando.

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La comunidad era de crucial importancia para los aztecas.

El primer nivel "comienza con el propio cuerpo, algo que a menudo se pasa por alto en la tradición europea, preocupada por la razón y la mente", afirmó el filósofo.

Para ello, los aztecas tenían un régimen de ejercicios diarios sorprendentemente similar al yoga.

El segundo nivel implica enraizarse con la psiquis propia, un concepto que igual no abarcaba solo la mente, sino también los sentimientos.

En tercer lugar estaba la comunidad, algo de crucial importancia para los aztecas.

A diferencia de Platón o Aristóteles, que planteaban una ética de las virtudes centrada en el individuo, esta civilización indígena ponía el eje en la sociedad.

Una vida digna de ser vivida no era posible sin lazos familiares, amigos y vecinos, esos que te ayudarán a levantarte tras las inevitables caídas en la tierra resbaladiza.

Por último estaba el arraigo a teotl, una deidad que no era otra cosa más que la naturaleza.

Es así que este cuarto nivel se lograba con los tres anteriores, pero componiendo filosofía poética se lograba aún más rápido.

Un hombre con un tocado de plumas. 
Un hombre con un tocado de plumas.

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Los conquistadores españoles pueden haber derrocado al imperio azteca, pero sus ideas todavía persisten 


 La decisión de Ulises

A veces, las ideas filosóficas de los aztecas son recibidas con cierto escepticismo.

Tanto es así que, en sus clases en SUNY, Purcell suele usar "La Odisea" de Homero para explicar por qué esta civilización indígena tenían razón en afirmar que la felicidad es un objetivo de vida equivocado.

En un pasaje del poema épico griego, el protagonista, Ulises, lleva siete años viviendo en una isla paradisíaca con la diosa Calipso.

La diosa, entonces, le plantea una disyuntiva: puede quedarse con ella y gozar de la inmortalidad y juventud eterna en la isla, o volver al mundo real, lleno de dolores y sacrificios, pero donde también habita su familia.

Ulises "decide aventurarse en aguas abiertas en un barco desvencijado en busca de su esposa y su hijo", recapituló Purcell en el artículo de la APA.

Es entonces que les pregunta a sus alumnos qué hubiesen elegido: "Nunca hubo nadie que estuviese en desacuerdo con Ulises" 

jueves, 10 de febrero de 2022

'Ulises' de James Joyce: cómo pasó de ser "obscena" y "tonta" a "la mejor novela del siglo XX"


En la primavera de 1921, la librera parisina Sylvia Beach se jactó de sus planes de publicar una novela que consideraba una obra maestra que estaría "clasificada entre los clásicos de la literatura inglesa".

"'Ulises' hará que mi librería sea famosa", escribió sobre la aclamada y desafiante novela de James Joyce, escrita durante siete años en tres ciudades que describen los eventos de un sólo día en Dublín.

Y así fue.
El 2 de febrero de 1922, Beach publicó la primera edición del libro "Ulises", justo a tiempo para el 40 cumpleaños de Joyce.

Estilísticamente denso en partes, cuenta las historias de tres personajes centrales: Stephen Dedalus, Leopold Bloom y su esposa, Molly, y ahora se celebra como uno de los textos más influyentes del mundo.

Fue incluso declarada por un panel de prestigiosos escritores y académicos como la mejor novela escrita en inglés del siglo XX.

Pero no siempre fue así.
'Tontería'
El poeta, dramaturgo y crítico literario británico-estadounidense T.S. Eliot declaró en 1923 que Ulises era "la expresión más importante que ha encontrado la era actual", "de la que ninguno de nosotros puede escapar".

Pero el camino hacia la publicación no fue fácil.

La novela generó controversia y fue rechazada por muchos, incluso algunos miembros de la comunidad literaria.  La librería parisina de Sylvia Beach fue un paraíso para los expatriados estadounidenses durante las décadas de 1920 y 1930.

La destacada escritora vanguardista británica Virginia Woolf describió la novela como una "tontería".

Tras la serialización de algunos pasajes en la revista estadounidense Little Review en 1920, hubo un juicio por obscenidad que concluyó con una multa a los editores y la orden de suspender su publicación. La novela también fue censurada en Reino Unido.

No obstante Beach, propietaria de Shakespeare & Company en la Rue Dupuytren, estaba decidida a publicarla en forma de libro, lo cual hizo, financiándolo en parte con su propio dinero con la promesa de suscriptores.

Al escribir sobre cómo lo logró, contó que tuvo que "apartar cada centavo para pagar" la imprenta del libro.

La decisión de Beach de publicar la convirtió en una "heroína cultural de la vanguardia", señaló Keri Walsh, directora del Instituto de Estudios Irlandeses de la Universidad Fordham de Nueva York.

"Había una sensación de que éste iba a ser uno de los libros que definirían el modernismo, por lo que entendió que se aseguraría su propio lugar en la historia literaria al ser su editora", le dijo Walsh a BBC News NI.  

Sylvia Beach y James Joyce.
Joyce y Beach se conocieron en 1920, poco después de que él se mudara a París.

Hacía tiempo que había dejado Irlanda en un exilio autoimpuesto, y había vivido en Trieste y Zúrich antes de llegar a la capital francesa.

Beach describió ese encuentro como un momento poderoso, contó Walsh.

"Joyce estaba muy cansado en este momento. Había pasado tanto tiempo luchando para terminar de escribir 'Ulises', superar [la Primera Guerra Mundial] y sobrevivir, que sintió que ella podía proporcionarle a él y su familia algún tipo de estabilidad y apoyo".

"Ella era mucho más que una editora: banquera, agente, administradora, amiga de la familia. Durante mucho tiempo esa relación funcionó bien".

Pero luego de disputas sobre los derechos de publicación, la relación entre Joyce y Beach se agrió y esta última finalmente cedió los derechos de la novela, escribe Walsh en "Las cartas de Sylvia Beach".  Una de las primeras ediciones de "Ulises".

La casa editorial Random House publicó "Ulises" en 1934 después de que el año anterior se anulara la prohibición estadounidense de publicación.

Así se comercializó a una audiencia más grande, pero pasaron 20 años antes de que los escritores comenzaran a reconocer su valor, dice John McCourt, profesor de inglés en la Universidad de Macerata en Italia.

Si bien Joyce estaba profundamente frustrado por la recepción que había recibido "Ulises", era implacable, agrega el profesor McCourt.

"No permitía que se cambiara ni una coma para ajustarla más a lo que el público que consideraba aceptable".

Aunque "Ulises" había sido prohibido en Estados Unidos y Reino Unido, nunca lo fue formalmente en la Irlanda natal de Joyce.

Las autoridades irlandesas creían que tan pocos leerían la novela que no necesitaban prohibirla, argumenta McCourt. 
James Joyce y su esposa Nora Barnacle, 1930.

"Joyce era como un forastero que exploraba Irlanda", dice.

"En cuanto a la recepción en su país, los irlandeses se resintieron profundamente porque, desde el exterior, se atrevía a criticar a la Irlanda de 1922, su nacionalismo y los límites de ese Estado cerrado que fue montado y dominado por Iglesia católica".

'La seguridad de la distancia'
El autor tenía una relación enormemente complicada con su país de nacimiento, y viceversa.

Se fue en 1904, cuando tenía poco más de 20 años de edad, e hizo cuatro visitas posteriores, pero después de 1912 nunca más regresó.

Y, sin embargo, sus obras están ambientadas en Irlanda, con Dublín en muchos sentidos como un personaje en sí mismo.  El río Liffey en Dublín, presente en varias obras de Joyce.

Joyce quería cambiar Irlanda transformando la forma en que los irlandeses se veían a sí mismos, argumenta el profesor McCourt.

"Estaba muy conectado con Irlanda. Sabía que no iba a hacer amigos a través de sus libros, no podría haberlo hecho si se hubiera quedado en Irlanda".

"Tuvo que hacerlo desde lo que él llamó 'la seguridad de la distancia' en su novela cómica 'Finnegans Wake'".

Sin embargo, hubo algunos que reconocieron la importancia de Joyce, apunta el profesor McCourt.

Entre ellos el ministro del gobierno irlandés, Desmond Fitzgerald, quien lo visitó en París y propuso que fuera nominado para el Premio Nobel de Literatura.

Pero, en general, la hostilidad hacia Joyce continuó hasta su muerte en 1941 en Zúrich, al punto de que no hubo representación oficial irlandesa en su funeral.  Escultura de James Joyce que está detrás de su tumba en el cementerio de Fluntern en Zúrich.

Fanáticos
La marea de la opinión tardó mucho en cambiar.

El primer Bloomsday —una celebración que tiene lugar cada 16 de junio, que es el día de 1904 en el que transcurre la novela—, se celebró en 1954.

El nombre del evento viene del personaje central de Ulises Leopold Bloom, cuya vida y los pensamientos desde las 8 de la mañana hasta las primeras horas de la mañana siguiente son el tema de la novela.

Anualmente, los entusiastas se disfrazan como los personajes de la obra o al menos con ropa del estilo de la época.

Muchos toman el mismo desayuno que Bloom ese mañana —que incluye hígado y riñones asados en mantequilla, tostadas y, por supuesto, una taza de té— y, si están en Dublín, peregrinan a los distintos lugares de la novela, o asisten a charlas o representaciones.  La farmacia Sweny, donde el protagonista de Ulises compra una medicina y jabón de limón, se ha mantenido intacta.

En junio de 1962, el Museo James Joyce fue inaugurado por Beach en la Torre Martello en el suburbio de Sandycove, al sur de Dublín.

En 1982 se organizaron eventos en el país para conmemorar el centenario del nacimiento de Joyce.

Un informe de The New York Times sobre la "celebración nacional" del día reflejó el cambio en la opinión pública.

"En su centenario, Dublín honra al Joyce que alguna vez despreció", decía su titular.

Ahora, cien años después de la publicación de "Ulises", Joyce es reverenciado en casa y en el extranjero.

Desafiante
Ese cambio en las actitudes ha sido tan radical que McCourt argumenta que Joyce se ha convertido en un "producto de consumo, en muchos sentidos anulando, borrando con aerógrafo, el hecho de que gran parte de lo que escribe sobre Irlanda es negativo".

"No veo nada de malo en que la gente se disfrace, pero no convirtamos a Joyce en algo inofensivo", opina McCourt, autor de "Consumiendo Joyce: 100 años de Ulises en Irlanda".  Fanáticos de la novela se disfrazan para celebrar Bloomsday cada año.

"Su libro tiene ese filo cortante. Te obliga a buscar un equilibrio. Su novela no debería ser un vehículo para la nostalgia de un Dublín mágico del pasado en el que todos vestían trajes eduardianos y se divertían".

"Joyce retrata un Dublín muy diferente, muy pobre e introvertido".

Irlanda apenas ahora está aprendiendo a lidiar con ese legado, argumentan algunos expertos.

"[Ulises] no estaba realmente en el dominio público, estaba en el dominio de los académicos, de una élite", explica Darina Gallagher, directora del Centro James Joyce en Dublín.

"Realmente no conocíamos a los personajes de la novela. Sólo los estamos conociendo ahora, explorando y encontrando un legado en ellos, lo cual es fascinante".

Una exploración que definitivamente vale la pena, asegura el escritor irlandés Colm Tóibín.  "Joyce toma una epopeya, la 'Odisea' de Homero, y la torna ordinaria. Y al hacerlo, crea una enorme cantidad de energía alrededor de un día común y corriente, en el que varias personas se encuentran o se evitan en Dublín.

"Hay tanto de lo que llamamos 'vida' en el libro y cosas que reconocemos, que hace del libro uno increíblemente humano, en el sentido de que sus dimensiones son las nuestras.

"Es una novela para este momento y está teniendo su centenario como documento vivo. Quien lo lee sabe que trata cuestiones realmente grandes que aún nos preocupan".

Aunque muchos que aseguran haberlo leído, comenta Tóibín, realmente no lo han hecho: "Ulises"tiene la reputación de ser una lectura desafiante y, a veces, impenetrable.

Consejos para leer "Ulises"
"Aférrate al ahora, al aquí, a través del cual el futuro se sumerge en el pasado", es la cita de "Ulises" en este cartel en Dublín.  

De Darina Gallagher, Centro James Joyce, Dublín
No le tengas miedo.
Lee "Retrato del artista adolescente", pues puede ayudarte con los personajes.

Del escritor Colm Tóibín
Hay una gran cantidad de escritura crítica sobre "Ulises", y lo mejor con la mayor parte es no leerla, porque realmente está escrita para especialistas o para académicos.
Penguin publicó un libro del crítico Terrence Killeen que está lleno de conocimiento pero escrito de manera muy clara. Además, le encanta la novela y esa admiración es contagiosa. Killleen te lleva a través del libro de una manera que creo que buena para abordar esta obra: episodio por episodio y durante un largo invierno.

De John McCourt, Universidad de Macerata, Italia
Nadie está completamente preparado para leer el libro.
Si sabes algo de música, será de gran ayuda.
Si sabes algo sobre Irlanda y su historia, ayuda.
No intentes leerlo demasiado rápido.
Léelo en voz alta, ya que cobra vida.

De Dan Mulhall, embajador de Irlanda a EE.UU.
Cuanto más he profundizado en él, más lo he disfrutado.
Si estás en busca una lectura fácil, no es para ti.
Es desafiante, pero vale la pena, porque tiene una gran profundidad.
Si descubres que un episodio es demasiado difícil, no te desanimes y sigue adelante.
Esta no es una novela de detectives en la que tienes que obtener las pistas en el capítulo 3 para poder leer el capítulo 4.

De Keri Walsh, Instituto de Estudios Irlandeses, Universidad de Fordham, Nueva York
Forma un grupo de lectura. Cobra vida si lo lees junto con otros.
Léelo y detente en pasajes cortos a la vez.
Tómatelo con calma.

miércoles, 28 de diciembre de 2016

Los héroes también mueren


Carlos García Gual repasa en su nuevo libro el final de 25 famosos personajes de los mitos griegos. “No abunda la bella muerte”, subraya el escritor, crítico y traductor

La última aventura del héroe es su muerte, y a menudo no resulta acorde con su vida. Grandes héroes clásicos han tenido muertes malas, miserables, infames, extrañas y hasta risibles. Al aventurero Jasón, el líder de los Argonautas que consiguieron el Vellocino de Oro, lo mató su propio barco, el viejo Argo, cuando un día que el héroe descansaba a la sombra del navío varado y carcomido le cayó en la cabeza el mástil, que ya es muerte tonta cuando has lidiado con una serpiente monstruosa y con los guerreros spartoi nacidos de los dientes del dragón de Ares.

A Perseo, vencedor de la gorgona Medusa, una fuente le atribuye haber muerto de una forma aún más absurda: enfurecido con su suegro Cefeo, extrajo la cabeza del monstruo y la alzó para que la mirada petrificara al padre de Andrómeda, olvidando que este era ciego; sorprendido porque la cabeza no produjera el acostumbrado efecto, la volvió para observar porqué fallaba y se convirtió en piedra él mismo.

Son algunas de las historias sorprendentes que cuenta Carlos García Gual (Palma, 1943) en su último libro, La muerte de los héroes, un breve —un centenar y medio de páginas— pero absolutamente apasionante compendio de mitos griegos en torno al final de 25 personajes clásicos que el escritor, crítico, traductor y catedrático de Filología Griega de la Universidad Complutense acaba de publicar en Turner. El libro se divide en tres apartados: en el primero se recogen las muertes de héroes míticos (Edipo, Heracles, Teseo, Belerofonte...), en el segundo las de héroes homéricos (Agamenón, Aquiles, Ulises, los dos Áyax...) y en un tercero se añaden las muertes de tres heroínas trágicas: Clitemnestra, Casandra y Antígona.

“Me ha quedado más tristón que el libro de las sirenas, ¿verdad?”, reflexiona García Gual. “Estos héroes son viejos amigos en sus últimos momentos, cuando cae el telón. En los mitos y leyendas a menudo la muerte queda aparte y no se cuenta, solo salen las hazañas. Yo he espigado textos y autores, acá y allá, en busca de datos literarios sobre esas muertes de héroes, muchas veces poco conocidas. En algún caso, la muerte se cuenta en fuentes primeras, como la de Edipo en Edipo en Colono. En otros he usado fuentes muy secundarias o tardías”.

“Lo interesante del héroe”, medita el autor, “es su fragilidad, que no sea de una pieza. El héroe al final se rompe. Muere y cae”. García Gual resalta que se dan muy pocas “bellas muertes” entre los héroes griegos y apunta que en el momento final se destaca más el páthos, el sufrimiento, que el kléos, la gloria.

Hay muchas muertes malas, en cambio. “Sí, quizá la peor la de Heracles, Hércules, que se lanza a una pira atormentado por la túnica envenenada que le regala, ignorante de lo que provoca, su amada Deyanira. Morir por culpa de quien te ama... qué trágico es eso. O la de Ulises —que no se cuenta en la Odisea—, muerto a manos del hijo que tuvo con Circe, Telégono, que lo mata sin saber que es su padre”. Lo mata con una lanza que tiene por punta una espina de raya. “Con eso cumple la profecía de que la muerte le vendría del mar. Es curioso, ¿no es cierto? He leído que algunos pueblos en Oceanía usan esas espinas o dardos como armas”.

La muerte de Jasón en cambio, apunta el estudioso, resulta irónica, como la de Perseo. La de Agamenón, muerto como una res sacrificial bajo el hacha que esgrime su esposa Clitemnestra también es mala malísima. “Pero estaba justificada, había inmolado a su propia hija Ifigenia para propiciar a Artemisa y que la flota griega pudiera partir contra Troya, y regresaba a casa con una princesa troyana cautiva como amante, Casandra”. ¿No prefigura Clitemnestra, “de ojos de perra”(Homero), a Lady Macbeth en su sangrienta decisión? “Puede ser, pero Lady Macbeth no mata a su marido, lo de Clitemnestra es más grave”.

El escritor tiene una debilidad por la muerte de Héctor. “Es el héroe más moderno y humano de la Ilíada, el más querido por Homero. No lucha por la gloria sino por los suyos y por su patria: es un héroe cívico. Aquiles, en cambio, aunque un pedazo de héroe épico sin duda, es un héroe de corte más primitivo: egoísta, soberbio”. Héctor vence a su miedo para afrontar la muerte segura a manos de Aquiles. “Sí, cumple su deber. Hay algo en ese episodio muy conmovedor, la Ilíada es tanto la tragedia de Héctor como la cólera de Aquiles”. Algunas muertes de héroes clásicos recuerdan aquella frase de Batman en El caballero oscuro: “O mueres como un héroe o vives lo suficiente para verte convertido en villano”.

¿Hay ecos de los héroes griegos en los de ahora? “Sí, sin duda; pero los héroes actuales, que se refugian en el cómic o en el cine de género, en La guerra de las galaxias, por ejemplo, son como calderilla en comparación. Les veo poca personalidad propia. Los antiguos tenían más carácter individual, Aquiles, Héctor, Ulises. ¡Eso son palabras mayores! Los de ahora me parecen algo aburridos, todos tienen que echar mano de la ambigüedad, la traición, la maldad incluso. ¿Superman? Un birrioso, es más lista su novia”. Por Lobezno ya ni le pregunto.

García Gual sostiene que “los héroes hoy no están en boga” y que vivimos “una época sin grandes héroes”, de “héroes menores”. Puesto a citar un héroe moderno que le guste, tras pensarlo mucho, nombra a Lawrence de Arabia. Reconoce que ha escrito su libro, además de para mostrar “qué variados son los caminos que los conducen al Hades”, para recordar y reivindicar a los viejos héroes. Lo hace “con cierto ardor, con la intensidad de quien visita a antiguos amigos en el momento de la despedida”.

ASÍ ACABARON...
Las muertes de los héroes griegos son muy variadas y algunas pintorescas. Esta es una sucinta lista de algunas de ellas:

Orfeo: Descuartizado por las bacantes. Su cabeza siguió cantando.
Alcmeón: Asesinado por su suegro y sus cuñados.
Teseo: Empujado a un barranco. Según otras fuentes, tropezó.
Belerofonte: Derribado del caballo (volador).
Áyax Telamón: Suicidado con su propia espada.
Áyax el Menor: Ahogado en el mar.
Ulises: Atravesado por la lanza marina (con punta de espina de raya) del hijo que tuvo con Circe y al que no conocía.
Aquiles: Muerto por las flechas de Paris (o del mismísimo Apolo).
Paris: Asaeteado por Filoctetes; quien a flecha mata...
Asclepio: Fulminado por un rayo de Zeus por resucitar a un muerto.
Menelao: Uno de los pocos que murió en la cama (otro es Néstor, rey de Pilos).
Desde luego no lo mató Eric Bana (Héctor) como en el filme Troya.

http://cultura.elpais.com/cultura/2016/12/18/actualidad/1482084177_394838.html?rel=lom

lunes, 23 de junio de 2014

Una historia antigua. En el corazón de cualquier relato está el misterio de lo que no llega a decirse

"Nos contamos historias a nosotros mismos para seguir viviendo”. Me acordé de esas palabras de Joan Didion conversando con una mujer que probablemente había leído muy poco o nada y que sin embargo era una excelente narradora y hablaba un español empapado de literatura: de novelas sentimentales, de boleros, de telenovelas. Es una mujer de casi sesenta años que no ha tenido mucha suerte en su vida, pero que la cuenta con esa extraordinaria desenvoltura narrativa del habla colombiana, en la que nunca falta el humorismo, y en la que la guasa amortigua o endulza hasta lo más cruel. Emigró a Nueva York cuando era muy joven. Tuvo un hijo con un hombre que desapareció en seguida. Con la esperanza de poder pagarse los estudios de Medicina, su hijo se alistó en el ejército cuando empezaba la invasión de Irak. Lo enviaron allí, y ella dice que le rezaba todos los días al Señor pidiéndole que se lo devolviera vivo y entero. “Dios mío, no me lo devuelvas quemado, o sin piernas, eso no”. Hablaba con él de vez en cuando por Skype y lo notaba trastornado por dentro, horrorizado de lo que veía. “Mamá, esto es el infierno”. Tenía 22 años y se había casado un poco antes de viajar a Irak, “con una gringuita rubia, linda, con los ojos azules”. El hijo la llamó cuando ya solo le quedaba una semana en la zona de guerra. Uno o dos días después de hablar con ella, el blindado en el que viajaba rebotó sobre una mina y murieron él y sus tres compañeros de patrulla...

Se pregunta qué prueba podría ponerle ella a su amante español si volviera a encontrarse con él, si lo mirara y no estuviera segura de reconocerlo, al cabo de una ausencia más larga ya que la de Ulises. Y comprende instintivamente que en el corazón de cualquier historia está el misterio de lo que no llega a decirse.
Fuente:  19 JUN 2014 - El País, Babelia.