Mostrando entradas con la etiqueta Irlanda. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Irlanda. Mostrar todas las entradas

jueves, 10 de febrero de 2022

'Ulises' de James Joyce: cómo pasó de ser "obscena" y "tonta" a "la mejor novela del siglo XX"


En la primavera de 1921, la librera parisina Sylvia Beach se jactó de sus planes de publicar una novela que consideraba una obra maestra que estaría "clasificada entre los clásicos de la literatura inglesa".

"'Ulises' hará que mi librería sea famosa", escribió sobre la aclamada y desafiante novela de James Joyce, escrita durante siete años en tres ciudades que describen los eventos de un sólo día en Dublín.

Y así fue.
El 2 de febrero de 1922, Beach publicó la primera edición del libro "Ulises", justo a tiempo para el 40 cumpleaños de Joyce.

Estilísticamente denso en partes, cuenta las historias de tres personajes centrales: Stephen Dedalus, Leopold Bloom y su esposa, Molly, y ahora se celebra como uno de los textos más influyentes del mundo.

Fue incluso declarada por un panel de prestigiosos escritores y académicos como la mejor novela escrita en inglés del siglo XX.

Pero no siempre fue así.
'Tontería'
El poeta, dramaturgo y crítico literario británico-estadounidense T.S. Eliot declaró en 1923 que Ulises era "la expresión más importante que ha encontrado la era actual", "de la que ninguno de nosotros puede escapar".

Pero el camino hacia la publicación no fue fácil.

La novela generó controversia y fue rechazada por muchos, incluso algunos miembros de la comunidad literaria.  La librería parisina de Sylvia Beach fue un paraíso para los expatriados estadounidenses durante las décadas de 1920 y 1930.

La destacada escritora vanguardista británica Virginia Woolf describió la novela como una "tontería".

Tras la serialización de algunos pasajes en la revista estadounidense Little Review en 1920, hubo un juicio por obscenidad que concluyó con una multa a los editores y la orden de suspender su publicación. La novela también fue censurada en Reino Unido.

No obstante Beach, propietaria de Shakespeare & Company en la Rue Dupuytren, estaba decidida a publicarla en forma de libro, lo cual hizo, financiándolo en parte con su propio dinero con la promesa de suscriptores.

Al escribir sobre cómo lo logró, contó que tuvo que "apartar cada centavo para pagar" la imprenta del libro.

La decisión de Beach de publicar la convirtió en una "heroína cultural de la vanguardia", señaló Keri Walsh, directora del Instituto de Estudios Irlandeses de la Universidad Fordham de Nueva York.

"Había una sensación de que éste iba a ser uno de los libros que definirían el modernismo, por lo que entendió que se aseguraría su propio lugar en la historia literaria al ser su editora", le dijo Walsh a BBC News NI.  

Sylvia Beach y James Joyce.
Joyce y Beach se conocieron en 1920, poco después de que él se mudara a París.

Hacía tiempo que había dejado Irlanda en un exilio autoimpuesto, y había vivido en Trieste y Zúrich antes de llegar a la capital francesa.

Beach describió ese encuentro como un momento poderoso, contó Walsh.

"Joyce estaba muy cansado en este momento. Había pasado tanto tiempo luchando para terminar de escribir 'Ulises', superar [la Primera Guerra Mundial] y sobrevivir, que sintió que ella podía proporcionarle a él y su familia algún tipo de estabilidad y apoyo".

"Ella era mucho más que una editora: banquera, agente, administradora, amiga de la familia. Durante mucho tiempo esa relación funcionó bien".

Pero luego de disputas sobre los derechos de publicación, la relación entre Joyce y Beach se agrió y esta última finalmente cedió los derechos de la novela, escribe Walsh en "Las cartas de Sylvia Beach".  Una de las primeras ediciones de "Ulises".

La casa editorial Random House publicó "Ulises" en 1934 después de que el año anterior se anulara la prohibición estadounidense de publicación.

Así se comercializó a una audiencia más grande, pero pasaron 20 años antes de que los escritores comenzaran a reconocer su valor, dice John McCourt, profesor de inglés en la Universidad de Macerata en Italia.

Si bien Joyce estaba profundamente frustrado por la recepción que había recibido "Ulises", era implacable, agrega el profesor McCourt.

"No permitía que se cambiara ni una coma para ajustarla más a lo que el público que consideraba aceptable".

Aunque "Ulises" había sido prohibido en Estados Unidos y Reino Unido, nunca lo fue formalmente en la Irlanda natal de Joyce.

Las autoridades irlandesas creían que tan pocos leerían la novela que no necesitaban prohibirla, argumenta McCourt. 
James Joyce y su esposa Nora Barnacle, 1930.

"Joyce era como un forastero que exploraba Irlanda", dice.

"En cuanto a la recepción en su país, los irlandeses se resintieron profundamente porque, desde el exterior, se atrevía a criticar a la Irlanda de 1922, su nacionalismo y los límites de ese Estado cerrado que fue montado y dominado por Iglesia católica".

'La seguridad de la distancia'
El autor tenía una relación enormemente complicada con su país de nacimiento, y viceversa.

Se fue en 1904, cuando tenía poco más de 20 años de edad, e hizo cuatro visitas posteriores, pero después de 1912 nunca más regresó.

Y, sin embargo, sus obras están ambientadas en Irlanda, con Dublín en muchos sentidos como un personaje en sí mismo.  El río Liffey en Dublín, presente en varias obras de Joyce.

Joyce quería cambiar Irlanda transformando la forma en que los irlandeses se veían a sí mismos, argumenta el profesor McCourt.

"Estaba muy conectado con Irlanda. Sabía que no iba a hacer amigos a través de sus libros, no podría haberlo hecho si se hubiera quedado en Irlanda".

"Tuvo que hacerlo desde lo que él llamó 'la seguridad de la distancia' en su novela cómica 'Finnegans Wake'".

Sin embargo, hubo algunos que reconocieron la importancia de Joyce, apunta el profesor McCourt.

Entre ellos el ministro del gobierno irlandés, Desmond Fitzgerald, quien lo visitó en París y propuso que fuera nominado para el Premio Nobel de Literatura.

Pero, en general, la hostilidad hacia Joyce continuó hasta su muerte en 1941 en Zúrich, al punto de que no hubo representación oficial irlandesa en su funeral.  Escultura de James Joyce que está detrás de su tumba en el cementerio de Fluntern en Zúrich.

Fanáticos
La marea de la opinión tardó mucho en cambiar.

El primer Bloomsday —una celebración que tiene lugar cada 16 de junio, que es el día de 1904 en el que transcurre la novela—, se celebró en 1954.

El nombre del evento viene del personaje central de Ulises Leopold Bloom, cuya vida y los pensamientos desde las 8 de la mañana hasta las primeras horas de la mañana siguiente son el tema de la novela.

Anualmente, los entusiastas se disfrazan como los personajes de la obra o al menos con ropa del estilo de la época.

Muchos toman el mismo desayuno que Bloom ese mañana —que incluye hígado y riñones asados en mantequilla, tostadas y, por supuesto, una taza de té— y, si están en Dublín, peregrinan a los distintos lugares de la novela, o asisten a charlas o representaciones.  La farmacia Sweny, donde el protagonista de Ulises compra una medicina y jabón de limón, se ha mantenido intacta.

En junio de 1962, el Museo James Joyce fue inaugurado por Beach en la Torre Martello en el suburbio de Sandycove, al sur de Dublín.

En 1982 se organizaron eventos en el país para conmemorar el centenario del nacimiento de Joyce.

Un informe de The New York Times sobre la "celebración nacional" del día reflejó el cambio en la opinión pública.

"En su centenario, Dublín honra al Joyce que alguna vez despreció", decía su titular.

Ahora, cien años después de la publicación de "Ulises", Joyce es reverenciado en casa y en el extranjero.

Desafiante
Ese cambio en las actitudes ha sido tan radical que McCourt argumenta que Joyce se ha convertido en un "producto de consumo, en muchos sentidos anulando, borrando con aerógrafo, el hecho de que gran parte de lo que escribe sobre Irlanda es negativo".

"No veo nada de malo en que la gente se disfrace, pero no convirtamos a Joyce en algo inofensivo", opina McCourt, autor de "Consumiendo Joyce: 100 años de Ulises en Irlanda".  Fanáticos de la novela se disfrazan para celebrar Bloomsday cada año.

"Su libro tiene ese filo cortante. Te obliga a buscar un equilibrio. Su novela no debería ser un vehículo para la nostalgia de un Dublín mágico del pasado en el que todos vestían trajes eduardianos y se divertían".

"Joyce retrata un Dublín muy diferente, muy pobre e introvertido".

Irlanda apenas ahora está aprendiendo a lidiar con ese legado, argumentan algunos expertos.

"[Ulises] no estaba realmente en el dominio público, estaba en el dominio de los académicos, de una élite", explica Darina Gallagher, directora del Centro James Joyce en Dublín.

"Realmente no conocíamos a los personajes de la novela. Sólo los estamos conociendo ahora, explorando y encontrando un legado en ellos, lo cual es fascinante".

Una exploración que definitivamente vale la pena, asegura el escritor irlandés Colm Tóibín.  "Joyce toma una epopeya, la 'Odisea' de Homero, y la torna ordinaria. Y al hacerlo, crea una enorme cantidad de energía alrededor de un día común y corriente, en el que varias personas se encuentran o se evitan en Dublín.

"Hay tanto de lo que llamamos 'vida' en el libro y cosas que reconocemos, que hace del libro uno increíblemente humano, en el sentido de que sus dimensiones son las nuestras.

"Es una novela para este momento y está teniendo su centenario como documento vivo. Quien lo lee sabe que trata cuestiones realmente grandes que aún nos preocupan".

Aunque muchos que aseguran haberlo leído, comenta Tóibín, realmente no lo han hecho: "Ulises"tiene la reputación de ser una lectura desafiante y, a veces, impenetrable.

Consejos para leer "Ulises"
"Aférrate al ahora, al aquí, a través del cual el futuro se sumerge en el pasado", es la cita de "Ulises" en este cartel en Dublín.  

De Darina Gallagher, Centro James Joyce, Dublín
No le tengas miedo.
Lee "Retrato del artista adolescente", pues puede ayudarte con los personajes.

Del escritor Colm Tóibín
Hay una gran cantidad de escritura crítica sobre "Ulises", y lo mejor con la mayor parte es no leerla, porque realmente está escrita para especialistas o para académicos.
Penguin publicó un libro del crítico Terrence Killeen que está lleno de conocimiento pero escrito de manera muy clara. Además, le encanta la novela y esa admiración es contagiosa. Killleen te lleva a través del libro de una manera que creo que buena para abordar esta obra: episodio por episodio y durante un largo invierno.

De John McCourt, Universidad de Macerata, Italia
Nadie está completamente preparado para leer el libro.
Si sabes algo de música, será de gran ayuda.
Si sabes algo sobre Irlanda y su historia, ayuda.
No intentes leerlo demasiado rápido.
Léelo en voz alta, ya que cobra vida.

De Dan Mulhall, embajador de Irlanda a EE.UU.
Cuanto más he profundizado en él, más lo he disfrutado.
Si estás en busca una lectura fácil, no es para ti.
Es desafiante, pero vale la pena, porque tiene una gran profundidad.
Si descubres que un episodio es demasiado difícil, no te desanimes y sigue adelante.
Esta no es una novela de detectives en la que tienes que obtener las pistas en el capítulo 3 para poder leer el capítulo 4.

De Keri Walsh, Instituto de Estudios Irlandeses, Universidad de Fordham, Nueva York
Forma un grupo de lectura. Cobra vida si lo lees junto con otros.
Léelo y detente en pasajes cortos a la vez.
Tómatelo con calma.

viernes, 10 de septiembre de 2021

Sally Rooney: “Aceptar la intimidad es aceptar la posibilidad de que otra persona nos hiera”

La escritora irlandesa Sally Rooney, el pasado mes de julio en Mount Falcon Estate, en Ballina (Irlanda). LINDA BROWNLEE (EYEVINE / CONTACTO)
Anatxu Zabalbeascoa
03 SEPT 2021

Es la reinventora de la novela de amor decimonónica en la era de la hiperconectividad. La escritora superventas de los mileniales. Disecciona con precisión las relaciones sentimentales y eróticas en un mundo sin modelos y que se mueve a toda velocidad. A sus 30 años, con ‘Gente normal’ convertida en serie de éxito, la autora irlandesa publica su tercer libro.

Ha crecido en y con sus propias novelas: de adolescente a universitaria; de joven que publica un poema a autora consagrada. También de pobre a rica. Como cronista de nuestro tiempo, la irlandesa Sally Rooney (County Mayo, 30 años) explora la incomprensión. Sus novelas analizan la fragilidad del amor. Millones de lectores y telespectadores —Gente normal se convirtió en serie de televisión— aguardan la tercera novela, Dónde estás, mundo bello (Literatura Random House), que se publica el 9 de septiembre. Con una prevención casi de secreto de Estado, su editor británico anuncia que nuestra conversación —por Zoom— se desconectará a los 45 minutos. Al otro lado de la pantalla, Rooney, somnolienta, contesta sentada en una cama deshecha, esquivando temas personales.

Pregunta. “Es imposible tener una relación amorosa en la que nunca causes dolor y nadie te lo cause”. ¿Habla de sí misma?
Respuesta. Dejar que una persona entre en tu vida íntima es correr ese riesgo. Da igual que se trate de una relación romántica o entre padres e hijos. Uno abre la puerta a los malos entendidos y al dolor cuando se acerca profundamente a otro ser humano. Madurar es entender que el amor no consiste en llevarse siempre bien, sino en tener la fuerza para solucionar los problemas que se presentan por malos entendidos o inseguridades. Aceptar la intimidad es aceptar la posibilidad de que otra persona no nos entienda y nos hiera. Evidentemente, no hablo de relaciones abusivas, pero me interesa escribir que nuestra capacidad para conocer a otras personas es imperfecta y limitada.

P. ¿Sin sufrimiento no hay amor?
R. Difícilmente puede existir una relación profunda, sincera y libre sin algún tipo de conflicto o discrepancia. El dolor forma parte del amor. Bien asumido lo hace crecer. Esa es la naturaleza de la intimidad: contiene vulnerabilidad, implica la posibilidad de que aparezca el dolor. Ese sufrimiento no debería cuestionar el amor. Al revés: nos indica que es más una conquista que una lotería.

P. ¿La debilidad une y repele a la vez?
R. Justamente. Uno puede temer defraudar mostrándose débil o puede temer la debilidad del otro. Nos podemos proteger frente a la fortaleza, o admirarla, pero nos cuesta manejar la debilidad ajena. En mis libros, los protagonistas buscan poder mostrarse vulnerables sin tener que sufrir por ello.

P. En sus tres novelas, la mayor aspiración es ser amado incondicionalmente.
R. Tiene razón. Hablo sobre el amor entre amigos o entre parejas. Y en esos dos tipos de relación se da la aspiración al amor incondicional. No es que crea que deberíamos aspirar a eso, pero me interesa investigarlo.

P. ¿Quiere decir que lo ve posible?
R. Es una búsqueda con la que me identifico: desear ser amado sin condiciones y llegar a amar sin filtros. Hay muchos tipos de fantasías y una muy común es querer ser amado. Como deseo es de los más interesantes porque implica algo más que conseguir lo que quieres. Uno puede desear ser rico o tener éxito. Pero lograr algo material no es interesante: no te dice nada de ti mismo y no implica ningún tipo de aprendizaje. Mientras que aspirar a ser amado y conseguir serlo es interesante porque terminas por aprender mucho de ti mismo y de la otra persona.

P. ¿La incondicionalidad amorosa no es una losa romántica?
R. Es un deseo, pero contiene la posibilidad de aprender: uno acumula conocimiento en los riesgos y las decisiones que va asumiendo en la vida.

P. ¿Se ama o se aprende a amar?
R. Se aprende a amar y a quererse. Es un esfuerzo, no solo una bendición. Me interesa lo que la gente quiere y lo que ocurre cuando lo consigue.
 
P. Plegarias atendidas, de Truman Capote.
R. Exacto: no saber qué hacer cuando por fin logras lo que buscabas. Iniciar una relación es abrir la puerta a cambios y transformaciones.

P. ¿Termina entonces el romanticismo y empieza el aprendizaje?
R. Conocer profundamente a una persona es uno de los mayores retos de la vida porque somos cambio. Exige mucho esfuerzo llegar a conocer y conocerse a fondo y suele implicar dolor. El principal trabajo es mirar desde otro punto de vista, desde otros valores, y no dar por hecho que los nuestros son inmutables.

“Los personajes que tienen relaciones con los dos sexos consiguen un nexo más abierto e impredecible con el poder”.

P. Es la superventas de los mileniales, pero escribe de asuntos eternos.
R. Los protagonistas de mi último libro se preguntan qué tenemos para reemplazar las antiguas costumbres porque estas están desapareciendo sin que les hayamos encontrado sustitutas. No quisiera caer en la nostalgia. No defiendo las maneras de vivir que dominaron el siglo XX, pero mis personajes se preguntan cómo vivir sin modelos.

P. ¿Vivimos una orfandad ideológica?
R. No sabemos qué nos sustenta. En el mundo que hemos dejado atrás había sentido de la comunidad. También mucha represión, claro, pero ahora estamos sin modelos. Y eso sucede también en las relaciones. Solía haber normas no escritas sobre cómo prosperaban y eso se está desmoronando.

P. La normalización de otras maneras de vivir, ¿no es signo de apertura mental?
R. La falta de modelos genera ambivalencia: uno debe decidir por sí mismo lo que es bueno, no por la tradición de un modelo.

P. ¿Qué lo está cambiando todo?
R. La inmediatez, la gran velocidad con que la vida se ha transformado en los últimos 15 años.

P. ¿Cuánto más intensa es una relación, más frágil es?
R. Cuando lo esperamos todo, todo puede fallar. Y un fallo puede vivirse como una traición: ¡Pensaba que me entendías! Las conexiones muy profundas son frágiles porque les exigimos más. Cuando sientes que tu relación con una persona es casi perfecta, que con mirarte sabe qué estás pensando, cualquier interrupción de esa fluidez se siente como un traspié. Es necesario que sepamos que quien nos comprende puede no entendernos en algún momento. Confiar en el entendimiento perfecto es condenar una relación. Las expectativas en una relación superficial son menores. Tenemos más cuidado con quien no vamos a congeniar. Le sucede a la protagonista de mi última novela con su hermana: no se llevan bien. Se dicen cosas terribles. Pero se aguantan porque no esperan más. Es irracional, pero funciona así: asumimos lo más difícil cuando no esperamos nada.

P. ¿Cómo consigue que libros sobre gente que escribe interesen a gente que no escribe?
R. Porque la vida es más importante que la literatura y, aunque escriban, sufren o sienten. En el origen de la novela inglesa, la trama estaba construida en torno a la intriga de con quién se iba a casar el o la protagonista. Eso desapareció en el siglo XX. En parte, claro, porque la propia idea de casarse se ha ido desplomando en las aspiraciones de la gente. Mis novelas no son sobre bodas, pero sí giran en torno a relaciones amorosas y eróticas. Y la intriga no es ya si se casarán, sino si llegarán a estar juntos. Que la gente viera reflejados sus miedos, fracasos y anhelos popularizó la novela en el siglo XIX que hoy se reinventa hacia otras direcciones.

P. ¿La novela romántica del siglo XXI es dolorosa?
R. Es poco romántica. Trata de ser más verdadera que idealista.

P. ¿Sus amigos han leído sus libros?
R. Sí. Muchos sí.

P. Pregunto porque el novio de su última protagonista, una escritora de éxito, no lee sus libros.
R. Es que es un tipo que no lee, como tantas personas en el siglo XXI.

P. ¿Una escritora emparejada con un hombre que no lee?
R. Puede ser hasta saludable. Hay otras afinidades. Las parejas no tienen que estar de acuerdo en todo.

P. Su padre trabajaba para la compañía telefónica y su madre es la responsable del centro de arte de su ciudad. Ambos han sido socialistas y, en general, uno o se opone a sus padres o los sobrepasa. ¿Es más de izquierdas o se ha vuelto conservadora?
R. Posiblemente antes lo era más.

P. ¿Educar a alguien en una ideología política es similar a criarlo dentro de una religión?
R. Sí.

P. ¿Es manipularlo?
R. Puede ser adoctrinar, pero puede ser también informar. Fue el caso de mis padres, que nos transmitieron valores, no solo una ideología política. Eran socialistas y católicos. Íbamos a misa. Pero a la par que el credo cristiano, nos decían que nacemos iguales, que debemos tener los mismos derechos y todo lo que ellos consideran que es innegociable en las relaciones de respeto hacia los demás.

P. Eso también es cristianismo.
R. Justamente. En mi infancia no sentí distinción entre lo que era religioso y lo que era político porque muchos valores coincidían. Digamos que mis padres no nos obligaban a leer ni la Biblia ni el Manifiesto comunista. No nos adoctrinaron, por eso una de sus herencias ha sido el cuestionamiento de cualquier ideología rígida. Discutíamos sobre todo. Los tres hermanos defendíamos nuestro punto de vista ante cualquier tema. Eso quiere decir que nos hacían pensar.

P. En el Trinity College organizó el club de debates. Y allí conoció a su marido.
R. Las dos cosas son ciertas.

P. ¿Debaten mucho en casa para tomar decisiones?
R. [Risas] No. Lo siento. No voy a hablar de nada personal.

P. Por entonces defendía cosas del tipo: el capital privado debería abolirse. ¿Siendo rica piensa lo mismo?
R. Claro que sí. Me hace feliz que mucha gente se interese por mis libros. Intento escribirlos lo mejor que puedo y me gusta que me paguen por hacerlo. Lo que no entiendo es por qué yo tengo que ganar mucho más que personas que realizan trabajos fundamentales para la sociedad, como mi marido, que es profesor de matemáticas, o los profesionales en primera línea de la pandemia: médicos, enfermeras, limpiadores o repartidores. Es imposible imaginar dónde estaríamos si todos hubieran dejado de trabajar y hubieran decidido que iban a ser novelistas. No es que piense que no merezco ser recompensada por mi trabajo. Me pregunto si merezco multiplicar tanto el sueldo de los otros. Y creo que no.

P. ¿Y qué hace al respecto?
R. ¿Qué puedo hacer? Cojo el dinero. Lo mínimo que puedo hacer es no cambiar de opinión simplemente porque ahora gano mucho. He pasado épocas sin blanca y ahora cobro mucho más que la mayoría de las personas. Pero mis opiniones son las mismas.

P. ¿Se puede pensar lo mismo teniendo mucho que teniendo poco?
R. Es una cuestión de coherencia. O de decencia. Creo que todo debería estar más justamente repartido.

P. Vincula el sentido de posesión de las relaciones al capitalismo.
R. Pasamos tanto tiempo trabajando o comprando en ese marco mental que una relación puede ser malentendida como una inversión. Estamos tan acostumbrados a rentabilizar nuestro tiempo que temas no mercantiles —como las relaciones afectivas, sentimentales o sexuales— se infectan y podemos llegar a pensar en ellos como transacciones aunque esa no sea su naturaleza. Aunque el sentido de posesión está ya en la literatura griega, el pensamiento capitalista se ha inmiscuido en áreas de nuestra existencia que, supuestamente, quedan fuera del mercado.

P. ¿Cuándo dejó de ir a misa?
R. Con 14 años. Tras la elección del papa Benedicto XVI. Sus ideas no me permitían ver un buen futuro para la Iglesia católica. Si hubieran elegido a Francisco mi decisión hubiera sido distinta.

P. En sus tres novelas hay constantes: dificultades para comunicarse; presencia —o ausencia— de un padre alcohólico; bisexualidad… ¿Está reflejando su vida o su generación?
R. No doy crédito a cuánto de mí hay en los libros que publico. No quiero decir que sean autobiográficos. Pero, en fin, solo tengo una vida. De modo que, claro, en lo que escribo tiene que haber temas que me hayan hecho pensar o sentir. Pero debo proteger mi intimidad. No voy a hablar de ella.

P. ¿No puede escribir de algo que no conoce?
R. Yo no.

P. ¿Escribe sobre la heterosexualidad como rigidez?
R. Ser heterosexual en un mundo donde abundan otras opciones no te hace más rígido. Pero yo siento una inclinación a escribir sobre seres para los que encontrar pareja no queda definido, o limitado, por una cuestión de género. Me interesa el vínculo entre el género y el poder. Y los personajes que tienen relaciones con los dos sexos consiguen un nexo más abierto e impredecible con el poder.

P. En sus libros también hay mucha autolesión. ¿Qué hace que nos lastimemos?
R. Puede ser una forma de escapar de un dolor mayor. ¿En la última novela también hay?

P. Poco. Parece estar dejándolo atrás. “Si estás pensando en hacer algo para herirte, ni lo intentes: solo montarás una escena y no te sentirás mejor”.
R. Es verdad. No soy consciente, pero supongo que lo hago porque me centro en momentos de crisis vitales. No es que me limite a personalidades profundamente inestables, es que me fijo en la gente normal en circunstancias difíciles: una chica de 21 años que tiene relación con un hombre casado, una adolescente que ha sufrido abuso en su familia o una escritora de éxito que llega de recuperarse en una institución psiquiátrica.

P. ¿Qué le atrae de esos momentos?
R. El límite. La autolesión es una herramienta peligrosa porque funciona cuando causa un dolor mayor al que se padece y consigue distraer al dolor original. Se da también en gente muy enfadada que no consigue averiguar qué la enfada. Cuando esos personajes se sienten superados por la tristeza o las decepciones, solo son capaces de dirigir su rabia contra ellos mismos. Prefieren herirse a herir. No es que me interese la autolesión por ningún asunto personal. Me importa por la frecuencia con la que se relaciona con las crisis más profundas.

P. ¿Cuál es el valor de escribir sobre temas tabú si no se hace en primera persona?
R. No faltan autores exponiendo cuanto les ha sucedido. A mí me interesan las discusiones intelectuales no centradas en personas sino en unas situaciones. Escribo novelas porque creo en el poder de imaginar historias. Necesito que los protagonistas tengan una vida propia más allá de la que tengo yo.

P. ¿Madurar consiste en demostrar cosas o en tratar de entenderlas?
R. El mundo nos hace creer en nuestras contradicciones. Sin embargo, la madurez llega con la aceptación de lo que hay y lo que eres. No es tirar la toalla ni volverse cínico, es aceptar a la gente y al mundo como son.

P. Entonces, dónde estás, mundo bello.
R. Nos cuesta encontrarlo. La novela sugiere que en la experiencia estética que puede llegar del arte o de la naturaleza hay una ventanita abierta a la esperanza. Aunque puedas tener muchas dudas sobre la industria editorial, permite encontrar un libro que todavía puede cambiarte la vida.

https://elpais.com/eps/2021-09-03/sally-rooney-aceptar-la-intimidad-es-aceptar-la-posibilidad-de-que-otra-persona-nos-hiera.html

domingo, 28 de junio de 2020

Gran hambruna de Irlanda: la crisis que provocó la muerte de un millón de personas por confiar en las fuerzas del mercado Stefania Gozzer BBC News Mundo

La pandemia de covid-19 ha golpeado de manera especialmente dura a las comunidades indígenas de Estados Unidos. Y, al otro lado del Atlántico, hay una isla donde mucha gente siente que es su deber hacer algo al respecto: Irlanda.

En la página web GoFundMe, una campaña que busca recaudar fondos para las comunidades Navajo y Hopi suma ya más de US$4 millones. Entre los donantes, abundan los apellidos irlandeses.

"Desde Irlanda, con mucho amor", escribe en el muro de la campaña RJ MacReady, que aportó US$200. "Irlanda recuerda", escribe Rachel Adams, que puso US$20.

Su gratitud se remonta a otra gran crisis que ni siquiera les tocó vivir en carne propia, como recuerda Christopher Doughan, que donó US$25: "En Irlanda, no olvidamos y no olvidaremos. Gracias por su increíble bondad hace más de 170 años".

En 1845, la isla de Irlanda sufrió un desastre alimentario del que no lograría salir durante los siguientes cinco años y que acabaría cobrándose la vida de más de un millón de personas y empujando a emigrar a otro millón y medio.

El episodio pasó a la historia como la Gran Hambruna Irlandesa. 1845-1851.

"Redujo en más de un tercio los habitantes de la isla de Irlanda en un periodo de seis años", le explica a BBC Mundo Christine Kinealy, directora del Instituto de la Gran Hambruna de Irlanda.

La hambruna fue tan brutal y prolongada que, cuando el empobrecido pueblo nativo americano de los Choctaw oyeron sobre ella, reunieron el dinero que pudieron (US$170 de la época, unos US$5.000 actuales según la revista Time) y se lo enviaron a los irlandeses, que desde entonces se sienten hermanados con las comunidades indígenas de Estados Unidos.

Pero ¿qué provocó una tragedia de tal dimensión que, casi dos siglos después, aún inspira un sentimiento de fraternidad tan fuerte?

La hambruna de la patata
En la década de 1840, la isla de Irlanda formaba parte del Reino Unido de Gran Bretaña e Irlanda. Carecía de gobierno propio, aunque contaba con más de 100 escaños en el Parlamento británico.

"En la práctica, era una colonia de Reino Unido", le asegura a BBC Mundo Gaia Narciso, directora del Departamento de Economía de Trinity College, de Dublín.
Familia irlandesa a las puertas de su casa en Killarney.
Familia irlandesa a las puertas de su casa en Killarney.

Kinealy coincide: "Irlanda había sido esencialmente empobrecida y era una colonia de Gran Bretaña y las mejores tierras habían sido dadas a los colonos, que en su mayoría eran protestantes ingleses y escoceses".

"El 85% de la población nativa irlandesa era católica y sobrevivía con muy poco, así fue como acabaron dependiendo tanto de la papa", afirma. "Ningún otro país de Europa tenía una dependencia tan alta de un solo tipo de cosecha".

La papa, originaria de Perú y llevada a Europa tras la conquista de América, se volvió rápidamente el elemento esencial de la dieta irlandesa.

El increíble viaje de la papa andina, el tubérculo que transformó el mundo
En las décadas anteriores, la población de la isla de Irlanda había crecido más que la de cualquier país de Europa Occidental, como explicó el historiador económico irlandés Cormac Ó Gráda en un análisis al que se puede acceder en la página web de la Sociedad de Historia Económica.

Si bien los irlandeses igualaban en casi un tercio a la población de Gran Bretaña, apenas percibían dos quintos de sus ingresos per cápita.

El tercio más pobre subsistía intercambiando mano de obra por un pedazo de tierra donde poder cultivar. Y la mejor forma de sacar provecho a ese limitado terreno era sembrar papa, un alimento muy completo nutricionalmente y que no requería de mucho espacio para su cultivo y almacenamiento.

¿Podrías sobrevivir comiendo un solo tipo de alimento?
Hasta que, en 1845, una plaga de hongos que atacaba las cosechas de papas se expandió por Europa.

"La plaga llegó de México. Lo raro que tenía era que no podías ver por fuera si la planta estaba enferma o no. Recién al momento de la cosecha, cuando sacabas la papa, veías que estaba podrida", explica Gaia Narciso.

El 85% de la población nativa irlandesa era católica y sobrevivía con muy poco. Así fue como, cosecha tras cosecha, los irlandeses iban descubriendo que su principal fuente de alimentación se desvanecía.

Una penuria que duró más de un lustro y que explica porque otro de los nombres que se da a este episodio histórico es el de la "hambruna irlandesa de la papa".

Fuerzas del mercado
Si bien las continuas pérdidas de cosechas de papa ya eran en sí una gran tragedia para el pueblo irlandés, los historiadores coinciden en que las acciones del gobierno británico, entonces en manos de los Whigs, el antiguo Partido Liberal, amplificaron sus efectos.

La élite y la clase media británica de la época no veían con buenos ojos las ayudas estatales para paliar la crisis, como explicó en un artículo publicado por la BBC en 2017 el historiador James Donnelly.

Él señala tres doctrinas económicas populares en aquella época como las responsables de la falta de solidaridad: el laissez-faire, la creencia protestante en la divina providencia y los "enraizados" prejuicios étnicos contra los irlandeses católicos.

El laissez-faire o "dejar hacer" es una corriente que se opone a que los gobiernos interfieran en la economía de un país y que defiende que, sin estas intervenciones, las fuerzas del mercado serán los suficientemente libres para alcanzar el equilibrio por sí solas.

"Así que el gobierno británico no quiso traer comida ni impedir que esta saliera del país", explica Christine Kinealy.

"Eso fue desastroso porque grandes cantidades de alimentos salieron de Irlanda mientras que el país se moría de hambre literalmente por esa creencia de que el mercado se autorregularía, lo cual no sucede ni sucedió".

Como explica Donnelly, bajo esta doctrina el gobierno británico rechazó medidas como prohibir la exportación de granos en Irlanda, que podrían haber servido para alimentar a la población local.

Pero, ante la cantidad de muertes, había que hacer algo así que entre 1846 y 1847, el gobierno invirtió en obras públicas para crear empleos en una medida que no solo no duró sino que solo proveyó a unos pocos de salarios insuficientes.
Un millón y medio de irlandeses tuvieron que emigrar. La mayoría, a América del Norte.
Un millón y medio de irlandeses tuvieron que emigrar. La mayoría, a América del Norte.

"El problema era que la gente estaba debilitada porque no tenía acceso a comida y tenía que hacer estos trabajos pesados. Además, los salarios eran extremadamente bajos… Fue un total fracaso en términos de organización", afirma Narciso.

"Eran trabajos físicos duros 12 horas al día, seis días a la semana (72 horas semanales), para ganar salarios muy bajos. Había mucha hambruna porque los sueldos eran muy bajos y los precios de la comida muy altos…", asegura Kinealy.

"Para finales de 1846, ya estábamos viendo una mortalidad en masa en Irlanda".

La medida no duró más que un invierno y fue reemplazada con los comedores populares, que en el verano de 1847 llegaron a alimentar a tres millones de personas.

Pero este esquema apenas duró seis meses y, según Donnelly, el motivo fue una vez más el laissez-faire.

"La idea de alimentar directamente a una gran proporción de la población irlandesa violaba todas las preciadas nociones de los Whigs de cómo un gobierno y una sociedad deben funcionar", escribió Donnelly.

Para ser coherentes con el laissez-faire, el gobierno también se negó a facilitar la emigración de irlandeses.

"En ese sentido, el virrey irlandés de hecho propuso limpiar la provincia occidental de Connacht de los 400.000 pequeños agricultores empobrecidos que eran demasiado pobres para emigrar por su cuenta”, dijo Donnelly.

"Pero la mayoría del gabinete de ministros Whigs vio poca importancia a gastar dinero público para acelerar un proceso que ya se estaba llevando a cabo ‘de manera privada’ a gran ritmo".

Asilos para pobres
Una vez fueron cerrados los comedores populares, a los más necesitados no les quedó más que recurrir a las workhouses o asilos para pobres.

"No son un lugar al que uno quiera ir", explica Narciso. "Estaban superpoblados. Ir a un asilo de pobres era el último recurso".

Casas en ruinas en el pueblo de Tullig, en 1849, durante la Gran Hambruna.
Los asilos para pobres han sido descritos como una de las instituciones más tenebrosas de Irlanda. La gente sin recursos acudía a ellos en busca de comida y techo a cambio de trabajo.

Una vez dentro, las familias eran separadas y las condiciones de vida eran lo suficientemente desagradables para fomentar que la gente quisiera irse y evitar así que estos lugares acabaran abarrotados.

Aún así, estos asilos alcanzaron su capacidad máxima aquel 1847. A partir de entonces, se convirtieron en la única forma de asistencia pública en Irlanda.

Al laissez-faire se sumó, según Donnelly, la creencia que había en Gran Bretaña de que la hambruna en Irlanda era un castigo divino, un acto de providencia para librar a los irlandeses de un régimen agrario que los británicos veían como ineficiente y abusivo.

"Según las autoridades británicas de la época, el funcionamiento de la divina providencia se revelaba en las operaciones sin restricciones de la economía de mercado y, por lo tanto, era malo interferir con su correcto funcionamiento", escribió Donnelly en su artículo.

Por último, están los prejuicios contra los irlandeses que había en Gran Bretaña.

"Todas las decisiones que concernían a Irlanda venían de Londres, y la gente que gobernaba Irlanda en aquella época no era muy solidaria", afirma Kinealy. "Creían que los irlandeses eran ociosos y que eran pobres porque eran ociosos".

"Si se daba mucha ayuda, habría más hambrunas. Así que había una idea de que ‘No puedes ser muy generoso porque eso solo crearía dificultades de dependencia y las cosas nunca mejorarían".

En opinión de la experta: "Las decisiones que se tomaron en Londres y el tipo de ayuda que se dio a los pobres irlandeses, en cierta forma, exacerbaron los problemas y no trajeron ayuda a la gente".

La hambruna solo se resolvió cuando la plaga acabó, algo que, en algunas zonas de Irlanda, no se dio hasta 1851.
tumbas en Irlanda
Un millón de irlandeses murieron debido a esta crisis.
"Irlanda nunca se recuperó de esa pérdida de población", asegura Kinealy.

Antes de la hambruna, 8,5 millones de personas vivían en la isla de Irlanda. Un número que, incluso hoy en día, no se ha vuelto a alcanzar.

Cómo el gobierno colonial británico dejó morir de hambre a un millón de indios

En la actualidad, Irlanda del Norte, que pertenece a Reino Unido, cuenta con cerca de 1,9 millones de habitantes y la República de Irlanda no llega a los 5 millones.

El legado de esta experiencia traumática se ve aún tanto en la demografía actual de la isla como en aquellas donaciones de irlandeses en GoFundMe para las poblaciones nativo americanas que más sufren la pandemia de covid-19.

Pero va incluso más allá, como explica Gaia Narciso, que dirige una investigación para establecer la relación entre la hambruna y los movimientos que consiguieron la independencia de la República de Irlanda en 1921.

"Lo que encontramos es que la gente cuyas familias habían estado más expuestas a la hambruna resultaron los que tenían más probabilidades de rebelarse contra el mando británico 70 años después".

Para ella, la lección que deja es que en momentos de crisis es que "lo importante es proveer ayudas" a quienes más lo necesitan.

"Felizmente, en la actualidad, la respuesta ha sido la opuesta a la que vimos en el siglo XVIII".

https://www.bbc.com/mundo/noticias-internacional-52826839

lunes, 26 de diciembre de 2016

Lisa McInerney: “La clase trabajadora ha sido olvidada en literatura”. La escritora irlandesa publica en español "Los pecados gloriosos", su exitoso debut en narrativa.

Esta es la historia de Maureen, homicida accidental, y la de un puñado de inadaptados de la Irlanda posterior a la crisis de 2008 salpicados por su crimen: traficantes de drogas, prostitutas, alcohólicos y mafiosos que lo son porque en su día tomaron una decisión equivocada. Y es también la historia de una consagración fulminante, la de Lisa McInerney (Galway, Irlanda, 1981), antes bloguera y hoy creadora de todos estos personajes de Los pecados gloriosos, una mujer de origen humilde y risa fácil que sin mucha esperanza se empeñó en ser escritora y parece haber tomado la decisión acertada. Su estreno en narrativa, publicado en España por ADN Alianza de Novelas, ha conquistado este año el Premio Baileys al mejor libro escrito por una mujer, el Desmond Elliott a la mejor primera novela y pronto llegará a la televisión convertida en serie por la propia escritora.

“Escribo sobre gente de clase obrera porque ese es mi origen”, dice durante una entrevista en Madrid. “Y también porque me interesa documentar la vida de aquellos que no son vistos como sujetos literarios, que han sido olvidados en literatura, que se han considerado de segunda clase. El sector editorial es clase media y la literatura, al menos en inglés, se escribe para la clase media y tiende a retratar a la clase media, profesores de universidad, gente con problemas para encontrarse a sí misma… Trata de temas para mí banales si los comparo con lo que veo en la clase trabajadora y hay un peligro de que se conviertan en los únicos”.

El libro, una compleja reflexión sobre los mecanismos de la culpa y el remordimiento, es, en realidad, una enmienda a la totalidad de la autora a su Irlanda natal. Sobre todo, a la omnipresencia de la Iglesia católica y su legado en materia sexual y familiar, que a ella tanto daño le ha hecho. Hija de madre soltera, considerada ilegítima a ojos de la sociedad, McInerney fue criada por sus abuelos en un hogar muy modesto, donde fue hermana de sus tíos, niña en un hogar sin niños. “Siempre he escrito porque siempre he tenido la necesidad de hacerlo. En casa no tenía con quién jugar, así que me refugié en la escritura y ya nunca lo dejé”, recuerda. “Pero tenía muchos prejuicios, ideas equivocadas. Pensaba que para ser escritora debía tener lo menos un máster en el Trinity College. Hace unos años descubrí el mundo de los blogs y me pareció fascinante porque estaban abiertos a cualquiera”.

Corría 2006, McInerney —que había abandonado los estudios de Geografía e Inglés— no parecía tener un futuro muy prometedor e Irlanda vivía días de gloria y gastaba aires de grandeza. La prensa no hablaba de otra cosa que del Tigre Celta. Pero donde los periódicos diagnosticaban un milagro económico que luego resultó ser un fiasco —Irlanda fue uno de los primeros países de la Eurozona en entrar en recesión—, la escritora solo acertaba a ver marginación y pobreza. “Abrí el blog Arse End of Ireland para contar mi Irlanda, completamente diferente de la que nos vendían los medios, que llamaban a comprar segundas viviendas en Portugal... Y también como una forma de encontrar lectores a los que les gustara mi trabajo. Pensé que era una plataforma desde la que poder lanzar una carrera”.

McInerney escribía posts cargados de humor y cinismo con el estómago, sin medir sus palabras, con un lenguaje nada fino que le valió el sobrenombre de The Sweary Lady, la palabrotera. Se hizo con una bolsa de lectores y llamó la atención del mundillo literario. Un buen día, el reputado escritor Kevin Barry le pidió un cuento para una antología que estaba preparando. “No escribía relatos pero a él no podía decirle que no lo hacía, así que escribí uno, gracias a Dios le gustó y lo publicó”, recuerda. “Ahí empezó mi carrera literaria”.

En cierto sentido, Los pecados gloriosos, traducido por Federico Corriente Basús, es la continuación lógica del ya clausurado Arse End of Ireland. Su temática, sus complejos protagonistas, que en algún caso figuran también en las páginas de su segunda novela, The Blood Miracles, que se publicará en abril en inglés... Hay hasta quien ha querido ver similitudes en un lenguaje que sí, es mordaz, pero también mucho más sereno. “Me han dicho que este es un libro muy masculino. ¿Porque habla de delincuencia? ¿Porque se emplean tacos? ¿O porque es muy rápido? ¿Es esa la razón por la que piensan que esto no puede ser escrito por una mujer?”, se indigna. “Si una mujer escribe un libro sobre la familia es un libro doméstico, pero si un hombre escribe un libro sobre la familia es una obra maestra sobre la condición humana. Como en la vida”, sentencia, “en literatura también hay mucho estereotipo”.

http://cultura.elpais.com/cultura/2016/12/21/actualidad/1482342980_099633.html

Nota:
En España, el tema de la clase trabajadora y su desaparición de la novela lo ha tratado también Isaac Rosa, lo hemos colgado en este blog, vedlo aquí.

jueves, 6 de febrero de 2014

Irlanda pone cara a la crisis con un histórico juicio a tres exbanqueros

El ex director ejecutivo y otros dos altos directivos del Anglo Irish Bank, cuyo colapso llevó al Gobierno a invertir 30.000 millones de euros en su rescate, están acusados de fraude y de otros delitos relacionados con la situación económica que atraviesa el país

Entre fuertes medidas de seguridad y enorme expectación, tres altos directivos del Anglo Irish Bank acusados de fraude comparecieron este miércoles ante un tribunal de Dublín, al comienzo de un juicio histórico que pone cara a los presuntos culpables de la crisis.

El ex director ejecutivo Sean FitzPatrick y otros dos altos directivos del Anglo Irish Bank son los primeros banqueros de renombre que se sientan ante un tribunal de lo penal en Irlanda por delitos relacionados con la crisis que atraviesa este país desde 2008, en gran parte originada por la burbuja inmobiliaria. El colapso de ese banco llevó al Gobierno a nacionalizarlo en 2009 y a invertir más de 30.000 millones de euros en su rescate. Un año después, ahogado por la deuda, Irlanda pidió un rescate a la Unión Europea y el Fondo Monetario Internacional por 85.000 millones de euros, que abandonó con éxito en diciembre pasado.

FitzPatrick, el ex director de finanzas William McAteer y el ex director general de préstamos Patrick Whelan se han declarado inocentes de los 16 cargos presentados contra cada uno por la "prestación ilegal de asistencia financiera", por un total de 451 millones de euros, a "16 individuos" en julio de 2008 con el fin de revalorizar de manera fraudulenta las acciones del Anglo. Ese delito está penado en Irlanda con un máximo de cinco años de cárcel y una multa que se situaría en un mínimo de 3.100 euros.

Vestidos con traje y corbata a excepción de Whelan, que optó por una camisa desabrochada, los tres volvieron a declararse inocentes este miércoles al inicio de un proceso que el abogado del Estado, Paul O'Higgins, calificó de único en la historia de Irlanda por la composición del jurado. El juicio ha generado tanto interés que las autoridades han habilitado otra sala en el complejo judicial de la capital irlandesa para que se pueda seguir el proceso a través de pantallas de televisión. Unos 800 testigos, entre ellos 42 policías, y más de 24 millones de documentos serán presentados a un jurado compuesto por doce personas, al que se añade, por primera vez, a otras tres para que el proceso no se venga abajo en caso de que enfermen más de dos miembros, en un juicio que durará entre cuatro y seis meses.

En su presentación, O'Higgins indicó al jurado que se tratará de esclarecer qué pasó con las "acciones o parte de las acciones" del Anglo en 2008 y enumeró ciertos aspectos contenidos en la Ley de Empresas irlandesa (2012) que son relevantes para la instrucción. "Las compañías son estructuras que pueden generar un gran beneficio y, otras veces, daños considerables. Es vital que las acciones de una compañía sean tratadas de la manera adecuada, y, si no es así, se podría incurrir en un delito", señaló el abogado. En referencia al Anglo, recordó, se ofrecieron "préstamos en circunstancias muy extraordinarias, que no tenían nada que ver con sus negocios ordinarios, lo cual es muy importante para este caso".

Durante el "boom" de la construcción en Irlanda, el Anglo Irish Bank se convirtió en el prestamista preferido de ese sector por su facilidad para conceder créditos de alto riesgo, lo que generó deudas multimillonarias cuando estalló la burbuja en 2008. FiztPatrick, McAteer y Whelan llegaron a prestar de manera supuestamente fraudulenta 451 millones de euros a esos 16 individuos, miembros de un grupo conocido como "Maple 10", para comprar acciones del banco.

Entre los integrantes del "Maple 10" figuran seis miembros de la familia de Sean Quinn, el que fuera el hombre más rico de Irlanda y a quien el Anglo reclama una deuda de casi 3.000 millones de euros, a pesar de que el exmillonario se ha declarado en bancarrota. Como parte de la reestructuración del sistema bancario irlandés, el Gobierno de Dublín fusionó en 2011 el Anglo Irish Bank y el Irish Nationwide, y ambos fueron cerrados definitivamente el pasado año a través de una entidad llamada Irish Bank Resolution Corporation.
Fuente: http://www.publico.es/dinero/500172/irlanda-pone-cara-a-la-crisis-con-un-historico-juicio-a-tres-exbanqueros

sábado, 20 de noviembre de 2010

Irlanda, ¿No era el ejemplo a seguir?

Irlanda como ejemplo.
Durante muchos años el "ejemplo" irlandés estuvo de moda y se ponía constantemente a los demás países: la política de bajos impuestos sobre el capital (casi la mitad de la media europea), la amplia liberalización de la actividad económica y las privatizaciones, la moderación salarial y las grandes facilidades a los capitales para que pudieran actuar a su antojo se consideraban la clave de su éxito y lo que debería hacer cualquier otra economía que quisiera ser tan próspera y dinámica como el "Tigre Celta" de entonces. Claro que se estaba hablando de un éxito que solo se medía por el incremento vertiginoso del PIB pero no en la disminución de las desigualdades o de la brecha de los estándares de bienestar del país respecto a la media europea.

Los gobiernos conservadores facilitaban la actividad de los bancos que se dispusieron a crear deuda y a financiar la actividad especulativa sin freno sin que a ni uno ni otro preocupara la generación de burbujas inmobiliarias o la escasa base real del crecimiento que se generaba.

En realidad, lo que estaba haciendo Irlanda no era otra cosa que aplicar como un alumno aventajado las políticas de ajuste estructural que el Fondo Monetario Internacional venía proponiendo desde hacía años para favorecer el incremento de las rentas del capital. Y por eso el Fondo aplaudía lo que se estaba haciendo allí afirmando que sus políticas económicas ofrecían lecciones útiles a otros países (FMI. IMF Concludes 2004 Article IV Consultation with Ireland. En http://bit.ly/aiaxUw).

Como venimos diciendo muchos economistas críticos estas políticas neoliberales fueron la causa real de la última crisis y por eso no fue ni mucho menos una casualidad que el alumno europeo que las aplicó más fielmente fuese precisamente el primero que entró en recesión en 2008 cuando se desencadenó la crisis de las hipotecas basura.

Como tampoco es casual que la economía que primero aplicó los planes de austeridad como respuesta frente a la crisis sufra ahora un nuevo latigazo.

En realidad, Irlanda es en estos días una especie de laboratorio que permite comprobar el efecto de las políticas neoliberales de austeridad que impone el fundamentalismo dominante desde hace años en Europa.

Aunque ahora muy pocos lo recuerdan, Irlanda aprobó antes que nadie un gran programa de austeridad y recortes: hasta el 20% redujo los sueldos de los funcionarios y un 10% las prestaciones sociales, además de hacer lo mismo en un buen número de programas de gasto público y social. Aunque, eso sí, poniendo al mismo tiempo a disposición de bancos quebrados docenas de miles de millones de euros que pusieron por las nubes el déficit y la deuda del Estado.

Cuando tomó estas medidas, de nuevo el caso irlandés se puso como un ejemplo a seguir por los demás. Los medios de comunicación neoliberales, la Comisión Europea y por supuesto una vez más el Fondo Monetario Internacional alabaron su política de austeridad y recortes frente a la crisis.
Este último organismo, haciendo otra vez gala de su desvergonzada forma de hacer pronósticos económicos, afirmó, para poder aplaudirlas así con aparente fundamento, que gracias a la aplicación de estas medidas la economía irlandesa crecería un 1% en 2009.

Sin embargo, su efecto real fue otro, como los economistas críticos habían pronosticado que iba a ocurrir allí o en otros países en donde se aplicaran: en 2009 el PIB de la economía irlandesa, lejos de aumentar, bajó un 11%.

Con esa caída estrepitosa, con una reducción de la inversión del 30% y de más del 7% del consumo, la economía no pudo generar recursos suficientes, fue más difícil recaudar ingresos para hacer frente a la deuda y ésta siguió subiendo, lo que hacía, para colmo, que los mercados la castigaran subiendo los tipos a los que puede colocarse.

A eso se añade que al haber dejado sin llevar a cabo una verdadera reforma financiera la situación patrimonial de los bancos siguió agravándose y ahora les hace falta una nueva dosis de generosa inyección de liquidez para sacarlos a flote: unos 50.000 millones de euros más sólo para ellos.
Cuando todo esto ha ocurrido, de la Comisión Europea y el Fondo Monetario Internacional no ha salido ni la más mínima expresión de autocrítica: después de haber afirmado que lo que hacía Irlanda era ejemplar, no tienen nada que decir cuando su "modelo" salta por los aires, como era inevitable que ocurriera como evidente consecuencia de esas políticas. Al revés, se limitan a dar prisa para que se ponga a su pies y a advertir de antemano quién va a hacerse cargo de la factura: "La UE exigirá a Irlanda subidas de impuestos para devolver el rescate", titulan hoy los medios de comunicación europeos.

Irlanda, efectivamente, es un buen ejemplo. Pero de adónde han llevado las políticas neoliberales antes de la crisis y adónde llevan ahora, cuando vuelven a imponerse en forma de austeridad presupuestaria, por un lado, y, por otro, de plena libertad y apoyo a los bancos para que sigan actuando a su antojo. Juan Torres López.

El autor es Catedrático de Economía Aplicada de la Universidad de Sevilla. www.juantorreslopez.com