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domingo, 18 de febrero de 2024

8 cosas que nunca debes decir a tu pareja, según los terapeutas. Si están discutiendo, estas frases solo empeorarán las cosas.

Una amiga mía, terapeuta de parejas, vino a verme después de una semana larga. Se hundió en mi sofá, cerró los ojos y dijo: “¿Sabes qué frase me gustaría poder prohibir decir a las parejas? ‘Yo nunca dije eso’”.

Era una frase, me dijo mi amiga, que oía casi todas las semanas. Y una vez que alguien la pronunciaba, toda la sesión solía convertirse en una discusión sobre lo que la persona había dicho o dejado de decir.

Esto me hizo preguntarme por otras frases que los terapeutas desearían que las parejas dejaran de decir durante los conflictos.

Estas son sus candidatas, por qué debemos evitarlas y qué decir en su lugar.

Generalizaciones

“Tú siempre…” y “Tú nunca…”. Estos términos suelen ser exageraciones y no reconocen ningún esfuerzo que tu pareja esté intentando hacer, dijo Kier Gaines, terapeuta licenciada que trabaja con individuos y parejas en Washington, D. C.

Y tu pareja puede ponerse a la defensiva, añade: “Así que ya ni siquiera estás teniendo una conversación para resolver problemas. Entras de lleno a discutir”.

En lugar de ahondar en el pasado, esfuérzate por permanecer en el presente. “Cuando te remontas al pasado, la conversación se convierte en otra cosa”, dijo Gaines. Céntrate en el problema que tienes entre manos, añadió. (Podrías decir: me estoy dando cuenta de que no ayudas a recoger lo que ensucian los niños; te diré por qué me molesta).

Desviaciones

“Sí, pero…”. Alexandra Solomon, psicóloga del Instituto de la Familia de la Universidad Northwestern y autora de Love Every Day, dijo que oye esta frase todo el tiempo. Una persona expresa su preocupación y la otra le da la razón, pero luego añade una advertencia (puede que una persona diga: “has llegado 10 minutos tarde”, y la otra responda: “sí, pero tú llegaste tarde la semana pasada”).

El uso de la palabra “pero” implica que “reconocí superficialmente tu preocupación, pero en realidad no la entiendo ni me parece válida”, dijo Solomon.

En lugar de hacer una defensa, recomendó, trata de reflejar las palabras y los sentimientos de tu pareja. Prueba decir algo como: “Lo que estoy oyendo de ti es…”.

Comparaciones

“Deberías parecerte más a _____”. Comparar a tu pareja con otra persona “nunca, nunca es una buena estrategia”, dijo Gaines.

“Lo veo mucho: ‘Bueno, Danny tiene citas con su esposa tres veces al mes’”, continuó. “Danny es una persona diferente. Su pareja es una persona diferente. Tú solo puedes ser quien eres”.

Jugar al juego de las comparaciones puede conducir a los celos, dijo Gaines, y “engendrar muchos problemas de imagen personal y confianza en uno mismo y autoestima dentro de una relación”.

“Esto nunca fue un problema en mis otras relaciones”. Esta bomba verbal “realmente destroza la confianza y la seguridad que tienes con tu pareja”, dijo Wonbin Jung, un terapeuta de Silicon Valley especializado en la terapia de parejas LGBTQ. “El mensaje oculto que escucho como terapeuta es: ‘El problema que tenemos en esta relación es por tu culpa’”.

Mantén a los demás al margen, afirmó Gaines, y concéntrate en hablar de tus propias necesidades. Esto puede hacerte sentir más vulnerable, pero es mucho más productivo.

Invalidaciones

“Estás exagerando”. Ninguna persona es “un modelo de las respuestas emocionales”, aseguró Solomon. Una persona no puede determinar qué reacciones son apropiadas en otros, dijo, y añadió que esta frase se utiliza a menudo para eludir la responsabilidad de nuestros actos.

En lugar de juzgar, dijo Solomon, puedes decir: “Está bien, te escucho. Cuéntame más. Ayúdame a entender lo que te está costando”.

“Cálmate”. Instar a tu pareja a que se tome con calma algo que la inquieta casi siempre tiene el efecto contrario, dijo Jung. “Es como echar aceite al fuego. También lo es: ‘Estás loco’”.

Si uno de los integrantes de la pareja está agitado, o ambos lo están, Jung suele aconsejarles que se tomen un descanso breve y que las cosas se enfríen.

O, según Jung, puedes preguntarle a tu pareja: “¿Qué necesitas ahora mismo?”. (Quizá sea que te ayuden, que te escuchen o que te abracen).

“No es para tanto”. Cuando dices que una de las preocupaciones de tu pareja no es grave, es menospreciar lo que siente y también es inexacto, dijo Gaines. “No puedes medir cómo le sienta algo a otra persona”, añadió. “No tienes un marco de referencia. Tú no puedes definir eso”.

En lugar de eso, dijo Gaines, reconoce respetuosamente que tienes perspectivas diferentes. A continuación, pide a tu pareja que te ayude a entender por qué un tema es importante para ella y ofrécele todo el apoyo que puedas.

Gaines me contó que su esposa, Noémie, es ordenada y organizada, mientras que él no lo es. Una vez, dijo, le dejó un plato de avena crujiente en el fregadero recién limpio; ella bromeó acusándolo de “intentar destruirla”.

Mi marido y yo tenemos una dinámica parecida. Después de oír la frase de Noémie, la utilicé con él cuando dejó un montón de su olorosa ropa de ciclismo en el suelo.

“Siempre me haces reír”, me dijo. (Ese es el buen tipo de “siempre me haces reír”).

viernes, 10 de septiembre de 2021

Sally Rooney: “Aceptar la intimidad es aceptar la posibilidad de que otra persona nos hiera”

La escritora irlandesa Sally Rooney, el pasado mes de julio en Mount Falcon Estate, en Ballina (Irlanda). LINDA BROWNLEE (EYEVINE / CONTACTO)
Anatxu Zabalbeascoa
03 SEPT 2021

Es la reinventora de la novela de amor decimonónica en la era de la hiperconectividad. La escritora superventas de los mileniales. Disecciona con precisión las relaciones sentimentales y eróticas en un mundo sin modelos y que se mueve a toda velocidad. A sus 30 años, con ‘Gente normal’ convertida en serie de éxito, la autora irlandesa publica su tercer libro.

Ha crecido en y con sus propias novelas: de adolescente a universitaria; de joven que publica un poema a autora consagrada. También de pobre a rica. Como cronista de nuestro tiempo, la irlandesa Sally Rooney (County Mayo, 30 años) explora la incomprensión. Sus novelas analizan la fragilidad del amor. Millones de lectores y telespectadores —Gente normal se convirtió en serie de televisión— aguardan la tercera novela, Dónde estás, mundo bello (Literatura Random House), que se publica el 9 de septiembre. Con una prevención casi de secreto de Estado, su editor británico anuncia que nuestra conversación —por Zoom— se desconectará a los 45 minutos. Al otro lado de la pantalla, Rooney, somnolienta, contesta sentada en una cama deshecha, esquivando temas personales.

Pregunta. “Es imposible tener una relación amorosa en la que nunca causes dolor y nadie te lo cause”. ¿Habla de sí misma?
Respuesta. Dejar que una persona entre en tu vida íntima es correr ese riesgo. Da igual que se trate de una relación romántica o entre padres e hijos. Uno abre la puerta a los malos entendidos y al dolor cuando se acerca profundamente a otro ser humano. Madurar es entender que el amor no consiste en llevarse siempre bien, sino en tener la fuerza para solucionar los problemas que se presentan por malos entendidos o inseguridades. Aceptar la intimidad es aceptar la posibilidad de que otra persona no nos entienda y nos hiera. Evidentemente, no hablo de relaciones abusivas, pero me interesa escribir que nuestra capacidad para conocer a otras personas es imperfecta y limitada.

P. ¿Sin sufrimiento no hay amor?
R. Difícilmente puede existir una relación profunda, sincera y libre sin algún tipo de conflicto o discrepancia. El dolor forma parte del amor. Bien asumido lo hace crecer. Esa es la naturaleza de la intimidad: contiene vulnerabilidad, implica la posibilidad de que aparezca el dolor. Ese sufrimiento no debería cuestionar el amor. Al revés: nos indica que es más una conquista que una lotería.

P. ¿La debilidad une y repele a la vez?
R. Justamente. Uno puede temer defraudar mostrándose débil o puede temer la debilidad del otro. Nos podemos proteger frente a la fortaleza, o admirarla, pero nos cuesta manejar la debilidad ajena. En mis libros, los protagonistas buscan poder mostrarse vulnerables sin tener que sufrir por ello.

P. En sus tres novelas, la mayor aspiración es ser amado incondicionalmente.
R. Tiene razón. Hablo sobre el amor entre amigos o entre parejas. Y en esos dos tipos de relación se da la aspiración al amor incondicional. No es que crea que deberíamos aspirar a eso, pero me interesa investigarlo.

P. ¿Quiere decir que lo ve posible?
R. Es una búsqueda con la que me identifico: desear ser amado sin condiciones y llegar a amar sin filtros. Hay muchos tipos de fantasías y una muy común es querer ser amado. Como deseo es de los más interesantes porque implica algo más que conseguir lo que quieres. Uno puede desear ser rico o tener éxito. Pero lograr algo material no es interesante: no te dice nada de ti mismo y no implica ningún tipo de aprendizaje. Mientras que aspirar a ser amado y conseguir serlo es interesante porque terminas por aprender mucho de ti mismo y de la otra persona.

P. ¿La incondicionalidad amorosa no es una losa romántica?
R. Es un deseo, pero contiene la posibilidad de aprender: uno acumula conocimiento en los riesgos y las decisiones que va asumiendo en la vida.

P. ¿Se ama o se aprende a amar?
R. Se aprende a amar y a quererse. Es un esfuerzo, no solo una bendición. Me interesa lo que la gente quiere y lo que ocurre cuando lo consigue.
 
P. Plegarias atendidas, de Truman Capote.
R. Exacto: no saber qué hacer cuando por fin logras lo que buscabas. Iniciar una relación es abrir la puerta a cambios y transformaciones.

P. ¿Termina entonces el romanticismo y empieza el aprendizaje?
R. Conocer profundamente a una persona es uno de los mayores retos de la vida porque somos cambio. Exige mucho esfuerzo llegar a conocer y conocerse a fondo y suele implicar dolor. El principal trabajo es mirar desde otro punto de vista, desde otros valores, y no dar por hecho que los nuestros son inmutables.

“Los personajes que tienen relaciones con los dos sexos consiguen un nexo más abierto e impredecible con el poder”.

P. Es la superventas de los mileniales, pero escribe de asuntos eternos.
R. Los protagonistas de mi último libro se preguntan qué tenemos para reemplazar las antiguas costumbres porque estas están desapareciendo sin que les hayamos encontrado sustitutas. No quisiera caer en la nostalgia. No defiendo las maneras de vivir que dominaron el siglo XX, pero mis personajes se preguntan cómo vivir sin modelos.

P. ¿Vivimos una orfandad ideológica?
R. No sabemos qué nos sustenta. En el mundo que hemos dejado atrás había sentido de la comunidad. También mucha represión, claro, pero ahora estamos sin modelos. Y eso sucede también en las relaciones. Solía haber normas no escritas sobre cómo prosperaban y eso se está desmoronando.

P. La normalización de otras maneras de vivir, ¿no es signo de apertura mental?
R. La falta de modelos genera ambivalencia: uno debe decidir por sí mismo lo que es bueno, no por la tradición de un modelo.

P. ¿Qué lo está cambiando todo?
R. La inmediatez, la gran velocidad con que la vida se ha transformado en los últimos 15 años.

P. ¿Cuánto más intensa es una relación, más frágil es?
R. Cuando lo esperamos todo, todo puede fallar. Y un fallo puede vivirse como una traición: ¡Pensaba que me entendías! Las conexiones muy profundas son frágiles porque les exigimos más. Cuando sientes que tu relación con una persona es casi perfecta, que con mirarte sabe qué estás pensando, cualquier interrupción de esa fluidez se siente como un traspié. Es necesario que sepamos que quien nos comprende puede no entendernos en algún momento. Confiar en el entendimiento perfecto es condenar una relación. Las expectativas en una relación superficial son menores. Tenemos más cuidado con quien no vamos a congeniar. Le sucede a la protagonista de mi última novela con su hermana: no se llevan bien. Se dicen cosas terribles. Pero se aguantan porque no esperan más. Es irracional, pero funciona así: asumimos lo más difícil cuando no esperamos nada.

P. ¿Cómo consigue que libros sobre gente que escribe interesen a gente que no escribe?
R. Porque la vida es más importante que la literatura y, aunque escriban, sufren o sienten. En el origen de la novela inglesa, la trama estaba construida en torno a la intriga de con quién se iba a casar el o la protagonista. Eso desapareció en el siglo XX. En parte, claro, porque la propia idea de casarse se ha ido desplomando en las aspiraciones de la gente. Mis novelas no son sobre bodas, pero sí giran en torno a relaciones amorosas y eróticas. Y la intriga no es ya si se casarán, sino si llegarán a estar juntos. Que la gente viera reflejados sus miedos, fracasos y anhelos popularizó la novela en el siglo XIX que hoy se reinventa hacia otras direcciones.

P. ¿La novela romántica del siglo XXI es dolorosa?
R. Es poco romántica. Trata de ser más verdadera que idealista.

P. ¿Sus amigos han leído sus libros?
R. Sí. Muchos sí.

P. Pregunto porque el novio de su última protagonista, una escritora de éxito, no lee sus libros.
R. Es que es un tipo que no lee, como tantas personas en el siglo XXI.

P. ¿Una escritora emparejada con un hombre que no lee?
R. Puede ser hasta saludable. Hay otras afinidades. Las parejas no tienen que estar de acuerdo en todo.

P. Su padre trabajaba para la compañía telefónica y su madre es la responsable del centro de arte de su ciudad. Ambos han sido socialistas y, en general, uno o se opone a sus padres o los sobrepasa. ¿Es más de izquierdas o se ha vuelto conservadora?
R. Posiblemente antes lo era más.

P. ¿Educar a alguien en una ideología política es similar a criarlo dentro de una religión?
R. Sí.

P. ¿Es manipularlo?
R. Puede ser adoctrinar, pero puede ser también informar. Fue el caso de mis padres, que nos transmitieron valores, no solo una ideología política. Eran socialistas y católicos. Íbamos a misa. Pero a la par que el credo cristiano, nos decían que nacemos iguales, que debemos tener los mismos derechos y todo lo que ellos consideran que es innegociable en las relaciones de respeto hacia los demás.

P. Eso también es cristianismo.
R. Justamente. En mi infancia no sentí distinción entre lo que era religioso y lo que era político porque muchos valores coincidían. Digamos que mis padres no nos obligaban a leer ni la Biblia ni el Manifiesto comunista. No nos adoctrinaron, por eso una de sus herencias ha sido el cuestionamiento de cualquier ideología rígida. Discutíamos sobre todo. Los tres hermanos defendíamos nuestro punto de vista ante cualquier tema. Eso quiere decir que nos hacían pensar.

P. En el Trinity College organizó el club de debates. Y allí conoció a su marido.
R. Las dos cosas son ciertas.

P. ¿Debaten mucho en casa para tomar decisiones?
R. [Risas] No. Lo siento. No voy a hablar de nada personal.

P. Por entonces defendía cosas del tipo: el capital privado debería abolirse. ¿Siendo rica piensa lo mismo?
R. Claro que sí. Me hace feliz que mucha gente se interese por mis libros. Intento escribirlos lo mejor que puedo y me gusta que me paguen por hacerlo. Lo que no entiendo es por qué yo tengo que ganar mucho más que personas que realizan trabajos fundamentales para la sociedad, como mi marido, que es profesor de matemáticas, o los profesionales en primera línea de la pandemia: médicos, enfermeras, limpiadores o repartidores. Es imposible imaginar dónde estaríamos si todos hubieran dejado de trabajar y hubieran decidido que iban a ser novelistas. No es que piense que no merezco ser recompensada por mi trabajo. Me pregunto si merezco multiplicar tanto el sueldo de los otros. Y creo que no.

P. ¿Y qué hace al respecto?
R. ¿Qué puedo hacer? Cojo el dinero. Lo mínimo que puedo hacer es no cambiar de opinión simplemente porque ahora gano mucho. He pasado épocas sin blanca y ahora cobro mucho más que la mayoría de las personas. Pero mis opiniones son las mismas.

P. ¿Se puede pensar lo mismo teniendo mucho que teniendo poco?
R. Es una cuestión de coherencia. O de decencia. Creo que todo debería estar más justamente repartido.

P. Vincula el sentido de posesión de las relaciones al capitalismo.
R. Pasamos tanto tiempo trabajando o comprando en ese marco mental que una relación puede ser malentendida como una inversión. Estamos tan acostumbrados a rentabilizar nuestro tiempo que temas no mercantiles —como las relaciones afectivas, sentimentales o sexuales— se infectan y podemos llegar a pensar en ellos como transacciones aunque esa no sea su naturaleza. Aunque el sentido de posesión está ya en la literatura griega, el pensamiento capitalista se ha inmiscuido en áreas de nuestra existencia que, supuestamente, quedan fuera del mercado.

P. ¿Cuándo dejó de ir a misa?
R. Con 14 años. Tras la elección del papa Benedicto XVI. Sus ideas no me permitían ver un buen futuro para la Iglesia católica. Si hubieran elegido a Francisco mi decisión hubiera sido distinta.

P. En sus tres novelas hay constantes: dificultades para comunicarse; presencia —o ausencia— de un padre alcohólico; bisexualidad… ¿Está reflejando su vida o su generación?
R. No doy crédito a cuánto de mí hay en los libros que publico. No quiero decir que sean autobiográficos. Pero, en fin, solo tengo una vida. De modo que, claro, en lo que escribo tiene que haber temas que me hayan hecho pensar o sentir. Pero debo proteger mi intimidad. No voy a hablar de ella.

P. ¿No puede escribir de algo que no conoce?
R. Yo no.

P. ¿Escribe sobre la heterosexualidad como rigidez?
R. Ser heterosexual en un mundo donde abundan otras opciones no te hace más rígido. Pero yo siento una inclinación a escribir sobre seres para los que encontrar pareja no queda definido, o limitado, por una cuestión de género. Me interesa el vínculo entre el género y el poder. Y los personajes que tienen relaciones con los dos sexos consiguen un nexo más abierto e impredecible con el poder.

P. En sus libros también hay mucha autolesión. ¿Qué hace que nos lastimemos?
R. Puede ser una forma de escapar de un dolor mayor. ¿En la última novela también hay?

P. Poco. Parece estar dejándolo atrás. “Si estás pensando en hacer algo para herirte, ni lo intentes: solo montarás una escena y no te sentirás mejor”.
R. Es verdad. No soy consciente, pero supongo que lo hago porque me centro en momentos de crisis vitales. No es que me limite a personalidades profundamente inestables, es que me fijo en la gente normal en circunstancias difíciles: una chica de 21 años que tiene relación con un hombre casado, una adolescente que ha sufrido abuso en su familia o una escritora de éxito que llega de recuperarse en una institución psiquiátrica.

P. ¿Qué le atrae de esos momentos?
R. El límite. La autolesión es una herramienta peligrosa porque funciona cuando causa un dolor mayor al que se padece y consigue distraer al dolor original. Se da también en gente muy enfadada que no consigue averiguar qué la enfada. Cuando esos personajes se sienten superados por la tristeza o las decepciones, solo son capaces de dirigir su rabia contra ellos mismos. Prefieren herirse a herir. No es que me interese la autolesión por ningún asunto personal. Me importa por la frecuencia con la que se relaciona con las crisis más profundas.

P. ¿Cuál es el valor de escribir sobre temas tabú si no se hace en primera persona?
R. No faltan autores exponiendo cuanto les ha sucedido. A mí me interesan las discusiones intelectuales no centradas en personas sino en unas situaciones. Escribo novelas porque creo en el poder de imaginar historias. Necesito que los protagonistas tengan una vida propia más allá de la que tengo yo.

P. ¿Madurar consiste en demostrar cosas o en tratar de entenderlas?
R. El mundo nos hace creer en nuestras contradicciones. Sin embargo, la madurez llega con la aceptación de lo que hay y lo que eres. No es tirar la toalla ni volverse cínico, es aceptar a la gente y al mundo como son.

P. Entonces, dónde estás, mundo bello.
R. Nos cuesta encontrarlo. La novela sugiere que en la experiencia estética que puede llegar del arte o de la naturaleza hay una ventanita abierta a la esperanza. Aunque puedas tener muchas dudas sobre la industria editorial, permite encontrar un libro que todavía puede cambiarte la vida.

https://elpais.com/eps/2021-09-03/sally-rooney-aceptar-la-intimidad-es-aceptar-la-posibilidad-de-que-otra-persona-nos-hiera.html

domingo, 13 de noviembre de 2016

El domingo

Como decíamos, sucedió en la Prehistoria. Olvídense de los cambios de paradigma históricos: un juego de niños al lado de los cambios de postura prehistóricos

Una cosa interesantísima que ocurrió en la Prehistoria es que los genitales del hombre y la mujer, al adquirir la postura erguida, se desplazaron en un movimiento semejante al de la deriva de los continentes. Ello nos permitió copular cara a cara. Lo explica muy bien José Enrique Campillo Álvarez en La cadera de Eva.El cambio fue inmenso. Es ahí donde el sexo dejó de actuar de oficio y apareció el amor o el presentimiento de lo que luego llamaríamos amor.

Imaginen, si no, a la primera pareja que se acopló de esa forma. ¿Los ven en la cueva, sobre un lecho de hojas que sus cuerpos han calentado durante la noche? Acaban de despertarse y se miran el uno al otro con una excitación matinal en la que se aprecian ya señales de metafísica. Entonces, en lugar de ponerse ella a cuatro patas, se coloca bocarriba para que él la cubra. Asombrosamente, el pene erecto encuentra con una facilidad pasmosa su camino, todo ello sin que los participantes dejen de mirarse con estupefacción a los ojos y de besarse en la boca mientras cada uno sostiene entre sus manos el rostro del otro. Quizá fue ella la que lo cubrió a él, conduciendo delicadamente su miembro hacia las profundidades abisales de la carne. Debió de resultar tan extraordinaria esta primera cópula frontal que la lucha entre correrse y contenerse los dejaría felizmente agotados.

Como decíamos, sucedió en la Prehistoria. Olvídense de los cambios de paradigma históricos: un juego de niños al lado de los cambios de postura prehistóricos. Queremos creer que esa primera pareja que copuló de frente permaneció luego un par de horas abrazada, contemplando la evolución de los murciélagos en el hondo techo de la cueva e inaugurando, sin saberlo, el domingo por la mañana.

http://elpais.com/elpais/2016/11/10/opinion/1478797331_003406.html

De El Pianista: https://youtu.be/_K-mw4CSfnI

lunes, 13 de junio de 2016

4 venenos en una relación de pareja y sus antídotos

El laboratorio de amor. Así se llama el lugar de la Universidad de Washington en el que, durante cuatro décadas, el doctor John Gottman, experto en relaciones, y su equipo han estudiado más de 3.000 parejas.

Gottman afirma que puede predecir con una precisión del 90% si una pareja permanecerá unida o no.
Pero también dice que las parejas pueden salvar sus relaciones mediante la detección de las señales de advertencia y cambiando la forma en que se tratan entre sí.
Es mejor prevenir que curar, después de todo.
Con esto en mente, ¿no es hora de darle a tu relación un chequeo de salud?

Los venenos
El Instituto Gottman ha identificado cuatro problemas potenciales para una relación, a los que llaman "Los cuatro jinetes del Apocalipsis".
Descubre este temible cuarteto.

·Crítica

Te la pasas hablando de ti mismo... ¡eres un egoísta!"

Si criticas a tu pareja, puede sentirse como si estuvieras atacando su personalidad o su naturaleza.
Eso es mucho más perjudicial que una queja o un comentario negativo sueltos.
Además es el más común de los "cuatro jinetes" de alerta.

·Desprecio

"¡Eres una idiota!"

Este es el más fuerte presagio del fracaso de una relación, y usualmente se alimenta de pensamientos negativos guardados por mucho tiempo respecto a la pareja.
Préstale atención a indicios reveladores como el sarcasmo, los insultos, las burlas y la ridiculización.
Aunque parezcan inofensivos, son expresiones que a menudo llevan al conflicto, no a la resolución.
Estar en guardia

"¡No es mi culpa que siempre lleguemos tarde!"

Al sentirse atacado en una relación, la reacción usual es proteger tus sentimientos, ya sea ensimismándose o estallando con ira. Esta autoprotección es un intento de evitar lo que perciben como un ataque.
Mucha gente se pone a la defensiva cuando la critican, pero realmente se trata de una manera de culpar a la pareja.

·La cura del silencio
Al verse incapaz de lidiar con cualquiera de los otros "tres jinetes", tu pareja (o tú) puede responder desconectándose, dando la espalda, pretendiendo estar ocupado o mostrando algún comportamiento obsesivo. Aunque esto evita la confrontación, esta clausura de la comunicación produce el efecto de subir el ritmo cardíaco del corazón a más de 100 latidos por minuto, lo que nos deja físicamente abrumados.

El antídoto

Si tu relación se enfrenta a cualquiera de los portentos de la fatalidad mencionados, Gottman aconseja la adopción de cuatro alternativas que inducen a la intimidad.

·Quéjate sin culpar

Habla sobre tus sentimientos con tu pareja usando declaraciones que incluyan el pronombre "Yo".
En vez de decir: "tú siempre hablas de ti mismo", di: "me siento ignorado; ¿podríamos hablar de cómo me fue a mí hoy?".

·Cultura del respeto

Piensa positivamente sobre tu pareja, concentrándote en sus características positivas.

Demuestra aprecio y afecto. El respeto es indispensable.
Cambia el "eres estúpido" por "me siento orgulloso de la forma en la que manejaste esa situación".

·Asume la responsabilidad

Incluso si no estás de acuerdo con tu pareja, escúchala y asume algo de la responsabilidad.
Di: "debí haberme apurado", en vez de "es tu culpa que siempre lleguemos tarde".

·Cálmate

Tómate 20 minutos para reducir tu ritmo cardíaco antes de empezar a discutir.
En cambio de ignorar o cerrarte a tu pareja, lee un libro o sal a caminar.
Y luego, vuelve a conversar.

No te angusties

Hablar no es lo mismo que comunicar y "a menudo nadie nos enseña cómo comunicarnos, ni en la escuela ni en casa", señala Peter Saddlington, psicólogo de Relate UK, una organización que lleva 70 años ofreciendo apoyo a parejas.
"La asesoría puede ayudar a desarrollar la habilidad de comunicarte mejor", agrega.
Además, ofrece tres consejos. Y el primero es...

·Pide que te aconsejen
El mero hecho de hablar con alguien que no forme parte de la relación puede ayudar.
Si no te gusta hablar mucho, trata de dibujar lo que sientes o piensas.

·Prográmate
 Aparta un tiempo cada semana para "comunicación de pareja". Establece reglas básicas. No interrumpas ni des soluciones, más bien empatiza con tu pareja.

 ·Busca soluciones
 Si avances amorosos de tu pareja te dejan frío, podrías estar albergando ira y resentimiento acumulado. En lugar de evitar este aspecto de su relación, habla de tus sentimientos.

Fuente: http://www.bbc.com/mundo/noticias/2016/03/160302_cuan_buena_es_tu_relacion_finde_dv

domingo, 20 de septiembre de 2015

Adúlteros pero leales. Qué difícil es amar a alguien a través del tiempo, construir una convivencia duradera, que no termine siendo de algún modo tóxica

Supongo que los piratas de Impact Team que desvelaron los nombres de 34 millones de  clientes de Ashley Madison, la web para adulteriosseguirán sintiéndose orgullosos de lo que han hecho, porque la imbecilidad suele ser pertinaz. Estos talibanes de la virtud conyugal dicen que cometieron el estropicio por razones éticas y para que cerrara Ashley Madison. Yo no sé si cerrará la empresa, pero lo que sí que han logrado es destrozar estúpidamente la vida de millones de personas; ya se sabe que los datos han sido recogidos por bandas criminales, que ahora están amenazando y chantajeando a la gente.

Por dinero, desde luego, pero quizá también por influencias y favores. Porque hay adúlteros en todos los sectores sociales, desde organizaciones de alta seguridad como el Pentágono a partidos políticos.   En España, por ejemplo, se sabe que hay tres mujeres y dos hombres que se hicieron clientes con el dominio del Congreso de los Diputados (hace falta ser tontos, dicho sea de paso). Mientras escribo este artículo, que se toma su tiempo en la impresión, no se conocen sus nombres, y espero que siga siendo así. En España hay 800.000 usuarios de Ashley Madison: al parecer somos uno de los países más infieles. Sólo en Madrid hay 135.000; en Barcelona, 68.000. Imagino el miedo que deben de estar pasando ahora casi todas esas personas. No me parece justo.

La vida es infinitamente complicada y una de las cosas más complicadas de la vida son las relaciones sentimentales y sobre todo ese conflicto permanente que es la pareja. Qué difícil es amar a alguien a través del tiempo, construir una convivencia duradera que no termine siendo de algún modo tóxica. Amar sin caer en la rutina, sin achacar al otro nuestras propias frustraciones, sin devorar, sin tiranizar, sin empobrecerse, sin aburrirse. Es algo tan tremendamente difícil, en fin, que con los años vas comprendiendo que cada cual intenta salir adelante como puede. No hay reglas para el éxito, lo que le sirve a uno puede no servirle a otro, así que no seré yo quien dictamine lo que se debe hacer; si alguien cree que para ser feliz necesita un compromiso absoluto de fidelidad sexual, pues perfecto.

Sin embargo, personalmente pienso que al sexo se le da una importancia desmesurada. Y a menudo me apena ver cómo una simple aventura que en realidad no ha sido nada, la típica cana al aire, arruina parejas con mucha lucha y mucho amor a las espaldas. La verdad, no creo que el ser humano haya nacido para la monogamia y la monoandria. Al menos, no para toda la vida. Hay estudios evolucionistas que sostienen que la ventana de fidelidad de nuestra especie abarca unos cuatro o cinco años, que es el tiempo necesario para parir un hijo y que sea más o menos autónomo.

Tengan razón o no, lo cierto es que la inmensa mayoría de los humanos sienten deseos adúlteros al menos una vez en su vida. Muchos los realizan; según un estudio de Nordic Mist (2006), en España hay un 37% de hombres y un 35% de mujeres que han sido infieles a sus parejas alguna vez. Otros muchos no se atreven a llevar esos deseos a la práctica, algunos por respeto a su pareja y la mayoría yo creo que por miedo a que les pillen (si les aseguraran al 100% que nadie lo sabría jamás, ¿cuantos se abstendrían?), pero, la verdad, yo no encuentro mucha diferencia entre que tu pareja tenga un amante casual y que no lo tenga pero haga el amor contigo soñando con otra persona.O, mejor dicho, prefiero lo primero. De hecho, estoy convencida de que a menudo esas relaciones extraconyugales pasajeras mejoran la relación principal. La renuevan, la ponen de relieve, le dan más vida y más valor. Tengo la sospecha de que quien se reprime una y otra vez sus deseos adúlteros termina cargando esa frustración y ese aburrimiento sobre su cónyuge.

A mí, en fin, me importa mucho más la lealtad que la fidelidad sexual. Me parece mayor traición criticar amargamente a tu pareja a sus espaldas con tus amigos; o no tener sus opiniones nunca en cuenta; o dejarle en ridículo públicamente; o no apoyarle en un momento de verdadera necesidad. Que quede claro que no estoy abogando por tener relaciones paralelas que duren años y años. O sí, ya digo que allá cada cual, pero vamos, a mí ese tipo de pareja creo que no me serviría. Y también creo que, si tienes todo el rato mil amantes, la relación principal no debe de funcionar nada bien. Pero si cuidas esa relación principal por encima de todo; si eres discreto; si no pones en evidencia a tu pareja, ¿qué más da si alguna vez te acuestas con alguien? Amigos y amigas que acabáis de descubrir una infidelidad, por favor, pensadlo un poco. No tiréis por la borda todo lo que tenéis, todo lo que habéis pasado juntos, todo el cariño.
 11 SEP 2015 -
@BrunaHusky
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