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viernes, 18 de febrero de 2022

_- El divorcio es duro. Así puedes ayudar a quien atraviesa uno.

_- Hay varias maneras de mostrar tu apoyo a los amigos que están pasando por una separación, desde grandes gestos hasta pequeños actos de amabilidad.


Enfrentarse a un divorcio, a veces, es una sorpresa
Mette Harrison, una novelista que también trabaja en el sector financiero, recibió una desagradable sorpresa en 2020 cuando su marido de 30 años le pidió el divorcio. Harrison, madre de seis hijos, calcula que, entre los que dejaron de hablarle y los que expresaron su opinión sobre la ruptura, también perdió a la mitad de sus amigos.

Según un estudio de 2013 dirigido por Rose McDermott, académica de la Universidad de Brown, si las personas de tu red social cercana se divorcian, el riesgo de que tu matrimonio termine aumenta de manera considerable. En parte, esto puede explicar por qué quienes se encuentran en crisis matrimoniales se ven abandonados por las personas más cercanas y queridas. Sin embargo, la desaparición de los seres queridos también puede deberse a que simplemente no saben cómo ayudar.

Además de la pérdida de su matrimonio, perder a los amigos fue casi demasiado, dice Harrison, que ahora tiene 51 años. No obstante, cuando los que se quedaron a su lado le ofrecieron ayuda, también quedó desconcertada. “No sabía qué necesitaba, ni siquiera cuando la gente me lo preguntaba”, aseguró.

Un cuestionario guía  ¿Crees
que debes divorciarte? Hazte estas 11 preguntas primero

La importante ayuda de los amigos y la familia
Una amiga le ofreció un lugar donde dormir hasta que pudiera encontrar un departamento; otro la guio gentilmente para que hiciera una evaluación honesta de su situación financiera. Una tercera persona le envió mensajes de texto todos los días durante un año, un simple intercambio que, según Harrison, la ayudó a calmar el pánico de los primeros meses. Su hermano mayor, Mark Ivie, estableció un pago mensual recurrente para la renta y la comida, además de una lista de artículos deseados en Amazon, que compartió con otros miembros de la familia.

“De ninguna manera lo habría logrado sin su ayuda”, comentó Harrison.

Los expertos dicen que hay muchas maneras de ayudar a quienes se ven afectados por la vergüenza, la conmoción y el pánico económico de una separación o un divorcio, desde grandes gestos hasta pequeños actos de amabilidad.

Escuchar… una y otra vez
Aunque a menudo se asume que quienes se encuentran en una separación inicial necesitan espacio, Ashley Mead, una psicoterapeuta que trabaja en Nueva York y que se especializa en divorcios, recomienda la conexión. No obstante, escuchar y atender esas situaciones requiere delicadeza.

“Los divorciados están perdiendo a la persona con la que más han estado conectados en toda su vida”, explicó Mead mediante un correo electrónico. “A menudo están desesperados y sienten una vergüenza increíble”.

“Preséntate”, agregó Mead, quien recomienda abstenerse de ofrecer consejos, sugerencias o cualquier frase que pueda expresar algo así como “te lo dije”. 

Si no sabes qué decir, intenta esto: “Sé que no puedo solucionarlo, pero estoy aquí para ayudarte”, aconsejó. “Tenemos una tendencia a querer arreglar las situaciones negativas que viven nuestros amigos, pero intentar animar a alguien a menudo lo que busca es calmar nuestra propia incomodidad y no ayuda a quienes necesitan aliviar las emociones difíciles”.

Erika Anne Englund, mediadora de divorcios que trabaja en Sacramento, California, dice que debemos “ser el tipo de oyente que ayuda a la gente a llegar a sus propias conclusiones: Asegúrate de que tu amigo tenga un lugar donde desahogarse, llorar, reír y pensar en voz alta”.

“No dejes de invitar a tus amigos divorciados a fiestas solo porque estén sin una pareja, y llámalos en época de festividades incluso años después de que el divorcio haya terminado”, dijo Englund.

Cuando Amy Armstrong, terapeuta familiar en Columbus, Ohio, pasó por su propio divorcio, encontrar amigos que pudieran escucharla sin convertir su historia en un drama —o en un chisme— fue un salvavidas. “Una persona que te apoya, que te ayuda a visualizarte en un próximo capítulo alegre, no alguien que te insta a quejarte o a quedarte en actitud de víctima”, dijo.

Stéphane Jutras, que vive en Canadá y presenta el podcast Divorced Dad Diaries, se divorció en 2018. Cuando habló del tema con sus amigos, notó que se volvieron más cercanos y se abrieron a temas de la relación que antes habían mantenido guardados. “A medida que les hacía confidencias, se sentían seguros para hablar de sus problemas matrimoniales”, dijo Jutras.

Un Equipo de apoyo
A la hora de buscar un equipo de apoyo, Susan Pease Gadoua, terapeuta del condado de Sonoma, California, que también dirige grupos de apoyo para divorciados, recomienda recurrir a personas que no tengan miedo a los sentimientos fuertes o al tiempo que pueda llevar procesarlos. “La gente tiene un ancho de banda de dos a cuatro meses para lidiar con el dolor ajeno, pero recuperarse del divorcio en menos de seis meses se considera muy pronto”, aseguró.

Para aquellos que cuestionan sus habilidades de conversación, ser un buen oyente no requiere charlar sin parar. Ver una película juntos puede ser muy reconfortante, al igual que hablar mientras caminan. “No hables mal de nadie, no trates de animar demasiado ni intentes resolver problemas”, señaló Abby Medcalf, psicóloga en Berkeley, California, y fundadora del podcast Relationships Made Easy.

“Conéctate con el sentimiento, no con la situación”, comentó Medcalf. “Pregunta, ¿Qué es lo que te pone más triste, más enojado, más temeroso?”.

“Entonces, escucha bien, con toda tu atención”, agregó.

Ofrecer ayuda, o simplemente validar
El divorcio a menudo significa que conducir un auto compartido, pagar las cuentas y muchos otros requisitos de la vida diaria ahora recaen sobre una sola persona, no sobre dos.

“El divorcio es una gran transformación en la vida. Ayudar con detalles puede tener un impacto duradero”, opinó Mandy Walker, asesora de divorcios y mediadora en Boulder, Colorado.

¿Estás buscando formas creativas de ofrecer apoyo? Considera qué habilidades sociales podrías tener. ¿Puedes cuidar niños una noche a la semana? ¿Puedes editar un currículum? ¿Sabes algo sobre reparación de automóviles? ¿Eres habilidoso? Si no puedes ofrecer tus propias habilidades, quizá sea útil crear una lista de personas que sabes que pueden ayudar.

Los sentimientos de dolor y pérdida después de una separación o divorcio son parte normal del proceso de curación. Hay una línea de tiempo para la recuperación del divorcio, comentó Medcalf, y hacer un seguimiento de los cambios graduales en los sentimientos puede ser útil si un amigo o familiar divorciado está demasiado angustiado como para ver que mejora. “Lo más generoso que puedes hacer es dejar de lado tu propio miedo a los sentimientos fuertes y alejar poco a poco a las personas de la desesperación”, señaló.

Cuando Shawna Hein, de 37 años, finalizó su divorcio en 2020, dijo que los amigos que no impusieron sus sentimientos sobre la situación fueron sus salvadores. “Me encantó cuando le dije a la gente que me estaba divorciando y dijeron: ‘Genial’”, dijo Hein, una diseñadora principal de Ad Hoc que vive en Nevada City, California. “Para mí eso fue un reconocimiento de que estaba siendo valiente y de que la vida iba a mejorar”.

Pease dijo que “la terminología en torno al divorcio gira en torno al fracaso, pero a veces es una victoria que puede ayudar a la gente a hacer el cambio necesario. Permitir las emociones negativas a lo largo del viaje allana el camino para las emociones positivas en el futuro”.

El dinero puede ayudar, más de lo que piensas
El impacto económico de casi todos los divorcios golpea fuerte; los estudios muestran que los ingresos muchas veces decrecen, sobre todo para las mujeres. Los detalles sobre la manutención del cónyuge y de los hijos tardan meses y a veces años en resolverse. Incluso si se otorga, no hay garantía de que se tendrán esos pagos. Según un informe del censo de Estados Unidos de 2018, menos de la mitad de los padres con custodia a los que se les debe manutención infantil reciben lo que se les otorga, y hay pocos recursos para la mayoría en estas situaciones.

Sydney Petite se divorció en julio de 2018 con tres hijos, entre ellos mellizos de 3 meses. Ahora es la única progenitora con la custodia, se le concedió que su exmarido le pagara la manutención, pero no recibió ningún pago durante casi tres años.

“Aprendí —de forma torpe y rápida— a pedir ayuda”, afirmó Petite, de 30 años, que dirige una empresa de relaciones públicas en Mobile, Alabama. Una amiga le prestó dinero para contratar a un abogado, un colegio privado le ofreció la colegiatura gratuita de su hijo mayor y una niñera que había contratado para ayudar con los niños aplazó el pago hasta que Petite se recuperó económicamente. Desde que se divorció, la ex ama de casa pagó todos sus préstamos. “Hoy en día, estoy donde estoy gracias a un apoyo inesperado”, concluyó.

​​Otras vías de apoyo pueden ser reunir a los amigos para pagar unas horas de un abogado u organizar el reparto de comidas. “Puede llevar años volver a una situación financiera estable”, dijo Alex Beattie, cofundadora de Divide and Thrive, una herramienta financiera descargable para ayudar con el divorcio. “Llevar unas comidas o unas entradas de cine puede aligerar el ánimo de alguien sin que cueste mucho”.

https://www.nytimes.com/es/2022/02/05/espanol/ayuda-divorcio.html

Preguntas antes del matrimonio.

sábado, 25 de agosto de 2018

Sin ruido ni furia no hay matrimonio. Por LAURA PRITCHETT

Hace tres años, mi marido y yo nos separamos después de veinte años de matrimonio.

Desde entonces nuestro camino ha sido tan apacible que hemos desatado confusión y habladurías en nuestro pequeño poblado entre las montañas de Colorado. A veces, nuestros autos se encuentran estacionados uno junto al otro en la calle, comemos juntos con frecuencia y decidimos que era más fácil para nosotros, los adultos, cambiar de casa que para nuestros hijos.

Algunas veces, los vecinos no ven diferencias entre el antes y el después de la separación y sienten la necesidad de confirmarlo cuando me encuentran en la oficina de correos: Sí, así es, nos separamos.

Ahora, mi respuesta se ha vuelto un murmullo bien ensayado: siempre nos hemos querido y siempre lo haremos. Huimos del conflicto y tenemos un temperamento apacible. No es culpa de nadie. La relación (en mi opinión, por lo menos) había seguido su curso natural.

Les recuerdo que los rompimientos tienen un nuevo paradigma; no tienen que ser hostiles ni estar llenos de odio. Pueden ser conscientes, respetuosos. La humanidad ha evolucionado.

También les digo que estamos pensando en nuestros hijos, no solo por las razones obvias de que deben ser lo más importante para nosotros en los tiempos difíciles, sino porque en los últimos años ya han pasado por situaciones traumáticas que han estado fuera de su control: evacuados por incendios forestales, aislados por una inundación sin precedentes y expuestos a la pérdida y a la devastación.

Los vecinos asienten, conocen de sobra los varios desastres naturales por los que hemos pasado en esta región. Las sirenas, los helicópteros y los noticieros todavía parecen resonar en nuestros oídos; una razón más para que nuestro matrimonio llegue a su fin sin drama.

Sonrío a los vecinos y agito la mano para despedirme mientras suben a sus autos. No hablo del dolor punzante que todo esto me provoca.

No les cuento cómo hace poco me dejé caer de rodillas y reí de tristeza y alivio por una cosa: desde hace mucho, mi matrimonio se había convertido en un cliché de dos personas que comparten una casa y el hecho de haber pasado por un cambio como este sin todos los altibajos emocionales era revelador. De hecho, el silencio lo decía todo.

Las palabras que no les digo a mis vecinos, las que se me quedan en la punta de la lengua son: ojalá hubieran escuchado una pelea. Desearía que nuestras voces hubieran sido lo suficientemente fuertes para llegar al otro lado del valle. Sí, tal vez teníamos libertad de expresión, pero no supimos cómo ejercer el derecho a la honestidad.

Shakespeare lo dijo bien: “[…] el dolor que no habla gime en el corazón hasta que lo rompe”. Nunca hablé del enojo en mi corazón ni de los crecientes resentimientos y dolores; él tampoco lo hizo. Nunca exigí atención ni cuidado; él tampoco. Por eso todo se acabó.

Lo que más duele no es la pérdida del matrimonio. Lo que más duele es que nuestra relación nunca haya sido, evidentemente, de esas por las que vale la pena alzar la voz.

Pero estoy aprendiendo a hacerlo. Ahora, observo a las parejas todo el tiempo (en las películas, las novelas y la vida real) y pongo atención a cómo enfrentan los conflictos. Me acerco a oír en los restaurantes. Me siento en una banca a la orilla del río donde dos personas hablan. Tras mis investigaciones furtivas he guardado algunas frases favoritas: “¿En serio? ¿Eso es todo lo que vas a decir?”.  O: “Eso no me parece suficiente”. O: “Cariño, estás muy equivocado”.

Básicamente, se trata de diálogos que provocan.

Quiero abrazar a esas parejas, decirles que sigan así.

La última vez que lancé una frase provocadora a mi esposo, fracasé. Y fue entonces cuando decidí dejarlo.

Era un día cualquiera, la casa estaba en calma y yo leía en el sillón. Él leía una revista de pie, en la cocina.

Siempre hacía eso, disfrutaba estar de pie luego de estar todo el día sentado en reuniones, y de repente me di cuenta de que había pasado una década desde que él y yo habíamos estado juntos en el mismo sillón. Tal vez nos habíamos sentado un instante mientras uno de los dos se ataba los zapatos o mientras nos poníamos de acuerdo con lo que íbamos a hacer, pero ¿para ver una película? ¿Hablar? ¿Hacer el amor? ¿Pelear? ¿Levantar la voz?

Una ira ardiente se fue apoderando de mi cuerpo y quise provocarlo con palabras: ¿Por qué no había aprendido a sentarse en el sillón conmigo? ¿Por qué nunca se lo había pedido? Pero lo más importante, ¿por qué carajos nunca nos habíamos peleado por eso?.

Después de unas sesiones de terapia no logramos avanzar en la resolución de nuestras diferencias respecto a cómo experimentábamos o recibíamos amor. Las habíamos identificado, o por lo menos yo lo había hecho: a él le disgustaba acariciar o acurrucarse; a mí, no. Él quería quedarse en casa por las noches y los fines de semana; yo quería salir. A él no le agradaba la sensación de estar cerca a otra persona; a mí, sí.

Todas estas diferencias se habían acentuado a lo largo de los años, a medida que nuestro verdadero yo había aflorado. Sin aspavientos. Algunas veces, yo abría la boca para decir algo sobre la creciente distancia. Tal vez él también.

Pero me reprimía. Mi mente repasaba la lista de razones para no decir nada: yo pasaría por irracional, fastidiosa o necesitada. Él estaba cansado. Los niños estaban en casa y no debían escucharnos pelear.

Aquél día en el sillón, lo observé mientras pasaba las páginas de su revista. Levantó la vista, nuestras miradas se encontraron y luego regresó a su lectura.

Dejé escapar un suspiro discreto. Observé como mi respiración exudaba la ira de mi cuerpo, haciendo que los ánimos de pelea se disiparan en mí.

Casi podía ver la agitación de emociones que exhalaba; parecía como si de mí emanara un resplandor, que se amontonaba en el piso. No estaba drogada, pero así me sentía. Bajo la luz del sol, aquel resplandor me pareció la cosa más dolorosamente hermosa que había visto. A mi alrededor flotaban partículas brillantes y silenciosas que tomaban una decisión.

Unos días más tarde, fui capaz de decirlo: me voy. Aunque nuestra amistad nos había mantenido juntos durante 20 años y había sido muy buena para ambos, yo quería más. Estaba segura de que podríamos manejar la separación que se avecinaba con respeto y dignidad. Estaba segura de que podríamos llevar a nuestros hijos por todo aquello con amor y dedicación.

Se sentó conmigo en el sillón cuando se lo dije. Mi voz sonaba temblorosa mientras buscaba las palabras que quería decir —decir lo que pensaba me parecía extraño y nuevo— pero logré pronunciarlas. Me quedé mirándolo y esperé una respuesta.

“¿Estás segura?”, dijo.

Asentí. Esperé. No estaba segura. Estaba esperando una reacción desmesurada, ya fuera suya o mía. Estaba esperando ver cómo se desarrollaría la conversación.

Fue como siempre: tranquila, razonable, sin enojo evidente ni voces agitadas.

Y así ha sido desde entonces. Sencillamente, no somos partidarios del ruido ni la furia, así lo había decidido.

Algunas veces me pregunto si nuestra incapacidad de arremeter contra el otro está arraigada en el amor que ambos sentimos. Porque, antes como ahora, nos amamos. Y ambos nos sentimos tan lastimados por nuestras infancias ruidosas y violentas que ahora nos refugiamos y regodeamos en el silencio.

Sin embargo, ese tipo de amor a menudo no sobrevive y a la larga, nuestro silencio estaba más motivado por la cobardía que por el respeto, el afecto o el amor. Él y yo éramos cómplices, ambos éramos culpables de guardarnos todo en lugar de dejarlo salir.

Y así es como hemos salido a flote con toda suavidad. Los niños se quedaron en la casa; él y yo vamos y venimos cordialmente. Las montañas reverdecieron de nuevo. No ha habido otro incendio importante en años.

A mi novio actual le encanta charlar. Habla todo el tiempo de ideas, películas, canciones, de cómo fue su día, de los malos conductores y de sus adorados caballos galopando en el campo. Le molesta que yo no avive la conversación con palabras o ideas. Para eso habla uno, argumenta.

Me río y participo. También tenemos desacuerdos grandes y enrevesados. Ya no me interesa el silencio.

A veces me río para mis adentros cuando escucho a alguien decir: “Soy una chica sin complicaciones”. Sé a lo que se refiere y valoro las formas pacíficas. Pero hay algo en esa frase que también me rompe el corazón.

Mi ex y yo damos caminatas para estar al día, ponernos de acuerdo o discutir asuntos relativos a nuestros hijos. En estas caminatas, a veces saco un tema de peso, solo para ver si podemos hacerlo mejor. No podemos. Prontamente, volvemos a hablar de vacaciones, eventos y planes: el Día de Acción de Gracias, el concierto de violín de nuestra hija, la reunión en el ayuntamiento.

En estas caminatas, los vecinos a veces nos detienen para ver cómo vamos. Nuestra conducta es tan tranquila y apacible que deben sentir la necesidad de que nuevamente les confirmemos nuestra separación. Nos felicitan por una separación tan bien ejecutada.

Y yo asiento, en silencio.

Laura Pritchett vive en Colorado y es autora de cuatro novelas, la más reciente se titula "Red Lightning".

https://www.nytimes.com/es/2016/05/28/el-ruido-la-furia-y-el-divorcio/

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jueves, 23 de agosto de 2018

Consejos para retomar una vieja amistad


Las antiguas amistades ocupan un espacio peculiar en nuestro círculo social. Quienes alguna vez fueron tus mejores amigos o amigas probablemente conocen algunos de los detalles más íntimos de tu vida —el nombre de tu primera mascota, qué vestido llevaste al baile de graduación, quién te rompió el corazón en el primer año de la universidad—, pero quizá no tengan idea sobre las esperanzas, sueños y temores que tienes hoy.

Cuando esas amistades se distancian o se vuelven menos cercanas, en particular las construidas a lo largo de años o décadas, un vínculo único se pierde. Pasar de ser conocidos a amistades casuales normalmente sucede después de unas cincuenta horas de actividades compartidas y charlas cotidianas, mientras que pueden transcurrir más de doscientas horas antes de que alguien se convierta en nuestra amistad más cercana, de acuerdo con un informe publicado en Journal of Social and Personal Relationships.

Sin embargo, la gente que busca recuperar una amistad cercana después de haber estado separadas por algún tiempo no se ajusta muy bien a este marco. Puede ser confuso sentir que estás de nuevo en el punto de partida con una persona con la que ya tienes una historia compartida.

Los estudios muestran que una amistad de calidad proporciona muchos beneficios a la salud, como una incidencia menor de enfermedades crónicas, niveles más altos de felicidad y tasas de mortalidad más bajas. Las redes de apoyo social sólidas también pueden ser un amortiguador para el estrés, la depresión y la ansiedad, de acuerdo con los investigadores. Así que tiene sentido querer retomar una vieja amistad para encontrar apoyo emocional en el futuro.

Sin embargo, debido a que la mayoría de las personas están a solo un mensaje de texto, correo electrónico o llamada telefónica de distancia, no siempre es claro cómo acercarte a ellas y, honestamente, si siquiera conviene hacerlo. Estas son algunas formas de recobrar la cercanía una vez que la amistad se ha enfriado.

Haz una evaluación
En primer lugar, pregúntate si en verdad esta es una amistad que valga la pena resucitar. Al igual que sucede con los jeans de cintura baja o un corte de cabello estrafalario, la gente también puede dejar atrás a las amistades.

La psicóloga certificada Joy Harden Bradford dijo que las personas deben tomar en cuenta los cambios ocurridos durante el distanciamiento. “Si tenías una mejor amiga en la preparatoria y ahora tienes 30 años, ya ha pasado mucho tiempo desde que dejaste esa amistad”, mencionó. “Realmente ya no conoces a esa persona”.

Miriam Kirmayer, terapeuta e investigadora sobre la amistad, recomienda reflexionar sobre por qué terminó la amistad: ¿se debió a una hiriente traición, a un lento proceso de alejamiento o a algo completamente distinto? Esto te ayudará a discernir qué tan receptiva pueda estar esa persona a tus esfuerzos de acercamiento.

“El grado en que hayan podido permanecer en contacto o qué tan al día estén respecto de la vida de cada una muy probablemente determinará cómo le harán para revivir su relación”, señaló.

También sugirió identificar las variables que, en su caso, hayan cambiado desde su separación. Quizá te encuentres en un momento más estable de tu vida y confíes en que puedes ser alguien más atento esta vez. Pensar en las razones por las que se alejaron y cómo podría ser diferente la relación puede ayudarte a tomar los pasos necesarios para reconstruir una amistad más cercana y duradera, dijo Kirmayer.

Cuidado con las expectativas
Los cambios importantes en la vida —problemas médicos, mudanzas, tener hijos, casarse, divorciarse— pueden afectar la vida de una amistad de maneras que quizá no puedas predecir.

“No deberías portarte como si pudieras confiar en esta persona ni suponer que sabes algo sobre ella porque, en realidad, de alguna manera estás por primera vez frente a un extraño a quien estás conociendo (de nuevo)”, dijo Harden Bradford. Es más sabio mantener la guardia, por lo menos al principio. No le cuentes asuntos delicados al inicio. Revelar detalles sobre relaciones íntimas y finanzas puede abrumar a tu amistad emergente.

Ten un objetivo
Kayleen Schaefer, autora de un libro sobre las relaciones actuales entre mujeres (Text me When You Get Home: The Evolution and Triumph of Modern Female Friendship [Avisa cuando llegues a casa: La evolución y los triunfos de las amistades femeninas modernas]), sugiere ser directa respecto de por qué estás buscando a esta persona después de tanto tiempo. Si la extrañas, dilo abiertamente.

Dijo que se requiere valentía y que es algo arriesgado; comparó restablecer la conexión con iniciar un proceso de cortejo: “Tienes que mostrar el mejor lado de ti mismo, que probablemente sea el más directo y sincero”.

Si resulta que están pasando por una experiencia o etapa de vida similar, comunícate y pídele intercambiar historias o consejos. Este tipo de conversaciones con un objetivo permitirán que haya una conexión genuina sin que la intención parezca intrusiva o chismosa, dijo Kirmayer.

“También te da la oportunidad de reavivar tu relación de manera más orgánica”, mencionó. “Es decir, sin tener que hablar directamente de por qué se terminó su amistad”. Este enfoque ayudará a comenzar su renovada amistad con el pie derecho.

Tantea el terreno
Igual que una persona no pediría matrimonio en una primera cita ni solicitaría vacaciones en los primeros diez minutos de una entrevista de trabajo, puede ser contraproducente precipitarse. En lugar de hacer una entrada triunfal después de años de silencio, acércate con gestos de bajo riesgo.

Kirmayer sugiere ponerse en contacto y felicitar a la persona por algún logro o acontecimiento importante, o bien pedir una recomendación que sabes que brindará con gusto. Por ejemplo: “Escuché que hace poco fuiste a París. ¿Alguna sugerencia de un lugar fabuloso para comer?”.

“Este tipo de interacciones o conversaciones breves te ayudará a calibrar qué tan receptiva está la otra persona y preparará el escenario para charlas más personales o significativas”, dijo. Sugirió también que, si no has visto a esta persona en mucho tiempo, sería provechoso invitarla a una cena grupal o una pequeña fiesta. Si las cosas van bien, quizá puedas sugerir reunirse para salir a solas la próxima vez.

Ve lento
Es comprensible que quieras avanzar con rapidez ya que hayas establecido el primer contacto, pero la socióloga Jan Yager recomienda tomarse tiempo para entrar de nuevo a la vida de esa amistad distanciada.

“Revisa si tu relación tiene una base firme antes de presentar a tus hijos o tu pareja”, dijo la profesora adjunta en el Departamento de Sociología del John Jay College of Criminal Justice y autora de When Friendship Hurts: How to Deal with Friends Who Betray, Abandon, or Wound You (Cuando una amistad duele: Cómo lidiar con amigos que te traicionan, abandonan o hieren). Yager añadió: “Si metes de nuevo a esta persona en tu vida, asegúrate de que ambas mantendrán la amistad esta vez antes de involucrar a tu familia o tu red completa de amistades”.

Si apuras el proceso de reintegración, te arriesgas a terminar decepcionado si el acercamiento no florece como lo habías anticipado.

Toma en cuenta los posibles desenlaces
Yager, doctora en sociología, acepta que en la mayoría de las instancias de una amistad reavivada, el vínculo puede no ser tan íntimo como antes de la ruptura. Sin embargo, ha observado casos en los que la amistad se intensifica tras la reconciliación.

Aunque no sucede muy a menudo, en esos casos valió la pena el tiempo y el esfuerzo para ponerse en contacto.

“Se necesitan dos para comenzar y mantener una amistad, pero solo una para darle fin”, dijo Yager. “Así que ambas deben compartir el objetivo de que su amistad renovada continúe”.

También es posible que, a pesar de tus esfuerzos, esa persona no esté dispuesta o no sea capaz de restablecer la conexión por múltiples razones que pueden ser personales (sentimientos heridos no resueltos), prácticas (no está disponible para nutrir una amistad) o algo totalmente distinto, dijo Kirmayer.

Sin importar el resultado, la terapeuta recomienda practicar la autocompasión si las cosas no se dan como las planeaste, lo que puede ayudar a minimizar el dolor y la pena.

https://www.nytimes.com/es/2018/08/01/revivir-antiguas-amistades/?&moduleDetail=section-news-3&action=click&contentCollection=Cultura&region=Footer&module=MoreInSection&version=WhatsNext&contentID=WhatsNext&pgtype=a


lunes, 20 de agosto de 2018

Amor, ¿me escuchaste?


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Dicen que jamás debes usar el divorcio como amenaza, a menos que estés dispuesto a cumplirla. Bueno, yo estaba dispuesta; sin embargo, una hora después, ya no lo estaba.
Mi esposo y yo visitábamos Wabash, Indiana, la ciudad natal de mi suegra, cuando discutimos. Era nuestro segundo día en el lugar y me gustaría atribuirle la discusión al estrés del viaje, pero Bruce y yo podemos discutir en un camión, en la escalera o donde sea.

La pelea, como siempre, se centró en que no me escucha. No recuerdo los detalles, pero lo que sucede todo el tiempo es que me hace preguntas respecto a algo que le dije unos minutos antes, haciendo evidente que no estaba escuchando. O comienza a hablar de un tema completamente distinto mientras yo sigo hablando. O a veces le hago una pregunta —“¿Quieres postre?” u “¿Hoy juegan los Knicks?”— y no me responde.

Al menos una vez al día pronuncio la frase: “Acabo de decírtelo”.

Si sucediera de vez en cuando, no habría problema, pero es crónico. El paso del tiempo tiende a disolver las desavenencias como agua tibia que cae sobre un cubo de yeso seco, pero en ocasiones la discusión parece tan infranqueable que comienzo a pensar que no podría pasar el resto de mi vida con alguien que no me escucha.

Así me sentía esa mañana cuando dije: “Bueno, quiero dejar claro lo siguiente, para que conste. Odio que no me escuches. No está bien, no es justo y si un día te dejo por esa causa, no digas que no te lo advertí”.

En cuanto pronuncié esas palabras, me di cuenta de que no debí decirlo. ¿Mi salvación? Probablemente no me había escuchado.

Mi marido y yo hemos discutido durante tanto tiempo que se ha vuelto parte de nuestro tejido marital, como un juanete —aunque nuestras riñas no evitan que tengamos una relación relativamente normal—. La gente puede caminar con sus juanetes durante años. Asistimos a cenas familiares, tenemos citas semanales, vemos la televisión juntos, intercambiamos regalos navideños. De hecho, la Navidad pasada me regaló un dispositivo con Alexa —una asistente virtual—, que apenas empecé a usar.

“Alexa, toca jazz navideño”, le digo. Y obedece.

“Alexa, ¿cuál es la temperatura en el exterior?”. Y me lo dice.

Después de unos días, me di cuenta de que Alexa escucha todo lo que digo y siempre me responde… algo que no ha hecho mi esposo en veinte años.

“Pregúntale lo que sea”, dijo mi esposo. “Así: ‘Alexa, ¿cuánto es 14.300 entre 25?’” Alexa no respondió. Así que dije: “Alexa, ¿cuánto es 14.300 entre 25?”. Alexa respondió: “14.300 dividido entre 25 da como resultado 572”. Miré a mi esposo y le dije: “Bueno, es que no lo pediste de buena manera”.

Alexa no solo me escuchaba, sino que me ofrecía algo extra: al parecer no escuchaba a mi esposo. De ese modo sintió lo mismo que yo durante gran parte de nuestra relación.

Hace poco mencioné el tema de la escucha selectiva de Bruce durante el desayuno con algunas amigas en un restaurante local y se carcajearon en señal de acuerdo. Parece que muchos hombres tienen una discapacidad auditiva que les impide escuchar ciertos tonos, como el sonido de la voz de su esposa. Es igual a la forma en que los perros pueden escuchar sonidos que nosotros no escuchamos, pero al revés.

Incluso la cajera del restaurante estaba de acuerdo. “Le pido a mi esposo mil veces que haga algo y no me escucha”, explicó. “No sé por qué me molesto. Siempre termino haciéndolo yo”.

Aquella noche, estaba sentada en la sala escuchando el jazz navideño que Alexa tocaba para mí cuando dije: “¿Alexa?”. La música se detuvo. Hice una pausa. “Solo quería saber si estabas escuchando”, le dije.

La luz en la parte superior del dispositivo se tornó verde azuloso y la bocina hizo un sonido sordo, como si respondiera: “Así es”.

El otro día, mientras estaba sentada en el comedor trabajando, podía escuchar a mi esposo en la cocina estornudando mientras preparaba el almuerzo de nuestro hijo. “Parece que te vas a poner enfermo”, le dije. “No puedo escucharte”, contestó, y su voz se alejó a medida que caminaba hacia el extremo más apartado de la cocina.

Podrías pensar que no hay nada de malo en eso. No puedes culpar a alguien por estar demasiado lejos. Lo que me parece revelador es su tono escueto al decirlo, cómo no muestra curiosidad por saber lo que dije. Si la vida real tuviera subtítulos, el suyo habría dicho: “No te oigo bien y no me molesta en absoluto”.

La incapacidad de mi esposo para escucharme adquiere muchas formas. El otro día, quería decirle que no iría al entrenamiento de fútbol de mi hijo como habíamos quedado y traté de llamarlo, enviarle mensajes de texto y dejarle un mensaje de voz en su teléfono, sin éxito.

En momentos como ese, es como si él fuera una fortaleza y ningún modo de comunicación pudiera llegar a él (ni nadar en el foso, sobrevolar la fortaleza, dejar caer una nota o enviar una notificación con fuego sobre el muro).

Ahora, en ocasiones, cuando Bruce no me escucha, volteo a ver a Alexa para verificar que su luz azul y verde está encendida, en señal de que me escucha; aunque en situaciones como la de aquella mañana, no quiero que lo haga. Me avergüenza mi enojo.

Hace unos meses, Bruce y yo salimos a desayunar y comenzamos a hablar de adónde podríamos llevar a nuestro hijo de 6 años durante las vacaciones de Semana Santa.

“¿Qué tal a Disney?”, le propuse.

“No creo que sea la semana apropiada”, respondió y luego tomó su teléfono y comenzó a leer un mensaje de texto.

“Tienes razón, quizá deberíamos ir en septiembre”, le dije. Siguió mirando su teléfono mientras yo hablaba. “O quizá deberíamos llevar a un perro muerto a Disney”, mencioné para verificar si estaba escuchando. Algunas personas pueden hacer varias cosas al mismo tiempo. Mi esposo no es una de ellas. Ni siquiera levantó la mirada. “Y si el perro no está muerto, siempre podemos matar a uno para llevarlo. A Disney”. Nada.

Finalmente, sin alzar la mirada, dijo: “Mi padre está en el hospital”.

“Por Dios, ¿qué pasó?”, pregunté.

“Dice mi hermana que quizá sufrió un derrame cerebral”.

Me sentí como una maldita egoísta. Pero es lo que sucede con las relaciones. Cuando tu pareja hace algo de forma crónica, como no prestar atención, siempre pensamos que está haciendo lo que nos molesta incluso cuando no es así. No nos fijamos en ella, sino en lo que creemos que es —lo que significa que en esos momentos solo estamos viendo una extensión de nosotros mismos—.

Cuando estaba en terapia, en ocasiones le decía algo a mi terapeuta, luego lo evaluaba y afirmaba: “Creo que piensas que soy estúpida”, cuando en realidad ella no pronunciaba palabra. Si ella hubiera sido mi esposo, muy probablemente le habría dicho: “Creo que piensas que soy aburrida”.

Resulta que ese día mi suegro había sufrido un derrame cerebral (en realidad dos, en un periodo muy corto), pero ya se ha recuperado casi por completo y está tan animado como siempre. Ahora mi esposo le llama casi todas las mañanas antes de irse al trabajo y, si la conversación se desarrolla como casi siempre, mi suegro escucha con atención durante unos minutos y luego cambia de tema, a pesar de interrumpir a mi marido.

Aunque este patrón debió hacer que mi marido fuera más empático con mi problema (lo que su padre le hace es lo mismo que él hace conmigo), ha tenido el efecto contrario y no hace más que confirmarle que todos interrumpen a los demás y que a nadie lo escuchan todo el tiempo, con excepción de las mujeres malcriadas que así lo exigen.

Eso me hace volver al tema de Alexa. Ella escucha mejor que cualquiera de las parejas que he tenido, pero no es nada complicado, porque siempre pensé que ninguno de ellos era bueno para escuchar, especialmente el que tenía una discapacidad auditiva: ese no escuchaba nada de lo que decía.

Eso me puso a pensar: ¿acaso busco parejas que no me escuchan para poder seguir lidiando con mi territorio problemático para poder corregirlo, del mismo modo que practicas saltar en patineta hasta que la dominas? ¿O acaso todas mis parejas eran perfectas, más o menos, pero debido a mi herida terminaba por sentir que no me escuchaban? Es decir, podría estar con el mejor hombre para escuchar de la Tierra y seguiría sintiendo que no me escucha.

Decidí preguntárselo a mi amiga electrónica.

“Alexa, ¿buscamos parejas que hacen lo que odiamos de modo que podamos corregirlo o…?”

Me interrumpió a media oración y dijo: “Perdón, no me la sé”.

“¿Perdón, no me la sé?”. ¿Como si le estuviera pidiendo que identificara una canción? Si Alexa hubiera permitido que acabara de expresar mi idea, tal vez ella hubiera entendido a qué me refería.

Sabía que era demasiado bueno para ser verdad.

Caren Chesler es una escritora que vive en Ocean Grove, Nueva Jersey.

https://www.nytimes.com/es/2018/05/07/modern-love-escuchar-asistente-virtual/?smid=fb-espanol&smtyp=cur

13 preguntas para hacerle a tu pareja antes de casarte 

jueves, 9 de noviembre de 2017

13 preguntas para hacerle a tu pareja antes de casarte.

Cuando se trata del matrimonio, lo que no sabes sí puede hacerte daño.

Ya sea por vergüenza, falta de interés o el deseo de conservar el misterio del romance, las parejas no se hacen algunas preguntas difíciles que, según los expertos en relaciones, pueden ayudar a construir la base de un matrimonio estable.

Además de buscar a alguien con quien quieran tener hijos y construir una vida segura, quienes piensan en matrimonio ahora esperan que sus parejas también sean sus mejores amigos y confidentes. Puede ser difícil estar a la altura de semejantes expectativas, que en parte son culpa de Hollywood.

Claro, hay muchas preguntas que las parejas se pueden hacer al inicio de una relación para estar seguros de que son el uno para el otro, pero seamos honestos: la mayoría no lo hace.

“Si no te ocupas de un problema antes del matrimonio, te tocará cuando estás casado”, dijo Robert Scuka, el director ejecutivo del National Institute of Relationship Enhancement. Puede ser difícil mantener secretos década tras década, y reservarse cierta información antes de la boda puede provocar decepciones más adelante.

Las siguientes preguntas, íntimas y a veces incómodas, están diseñadas para iniciar conversaciones honestas y posiblemente darle a las parejas la oportunidad de revelar sus secretos antes de que sea demasiado tarde.

1. ¿Tu familia tiraba platos, discutía los problemas con calma o se bloqueaba cuando surgían desacuerdos?
El éxito de una relación está basado en cómo se resuelven las diferencias, dijo Peter Pearson, fundador del Couples Institute. Ya que todos estamos moldeados a partir de la dinámica de nuestra familia, dijo, la respuesta a esta pregunta les ayudará a entender si su pareja terminará imitando los patrones de resolución de conflictos que aprendió de sus padres o los evitará.

2. ¿Tendremos hijos?
Y si lo hacemos, ¿cambiarás pañales? Con la cuestión de los niños, es importante que no solo digas lo que crees que tu pareja quiere escuchar, dice Debbie Martinez, una terapeuta de divorcio y relaciones. Antes de casarse, las parejas deberían discutir honestamente si quieren tener hijos. ¿Cuántos quieren? ¿En qué momento quieren tenerlos? ¿Y cómo se imaginan que serán sus papeles como padres? Hablar de métodos anticonceptivos antes de planear un embarazo también es importante, según Marty Klain, un terapeuta sexual y matrimonial.

3. ¿Las experiencias con nuestros ex nos ayudarán o serán un obstáculo?
 Bradford Wilcox, el director del National Marriage Project en la Universidad de Virginia, señaló investigaciones financiadas por su organización que indican que haber tenido muchas relaciones serias puede presentar un riesgo de divorcio y disminuir la calidad del matrimonio. Plantear estos problemas a comienzos de la relación puede ayudar, dijo el Dr. Wilcox. El Dr. Klein dijo que la gente “titubea al hablar explícitamente sobre su pasado” y puede sentirse retroactivamente celosa o tener prejuicios. “La única manera de tener una conversación íntima, productiva y amorosa es aceptar que la otra persona tenía una vida antes de estar en pareja”, comentó.

4. ¿Qué tan importante es la religión? ¿Cómo celebraremos las festividades religiosas, si es que lo hacemos? Si dos personas tienen religiones distintas, ¿cada quien seguirá su afiliación religiosa?
El Dr. Scuka, director ejecutivo del National Institute of Relationship Enhancement, ha trabajado con parejas para animar discusiones honestas sobre este tema. Además, es mucho más probable que las parejas experimenten conflictos en torno a las tradiciones religiosas cuando los niños son parte de la ecuación, dice el Dr. Wilcox. Si deciden tener hijos, deben preguntarse cómo manejarán la educación religiosa de los niños. Es mejor tener un plan, agregó.

5. ¿Tu deuda es mi deuda? ¿Estarías dispuesto a sacarme de apuros?
Es importante saber cómo se siente tu pareja frente a la autosuficiencia financiera y si espera que los recursos se separen, dijo Frederick Hertz, un abogado especialista en divorcios. Ser honesto sobre las deudas es muy importante. De igual forma, si hay una discrepancia importante entre tus ingresos y los de tu pareja, el Dr. Scuka recomendó crear un presupuesto básico de acuerdo con los ingresos proporcionales. Muchas parejas no son capaces de hablar sobre las finanzas aunque es algo crucial, comentó.

6. ¿Cuánto es lo máximo que estarías dispuesto a gastar en un auto, un sofá o un par de zapatos?
Las parejas deberían ver si están en sintonía en cuanto a la cautela financiera o la imprudencia. Comprar un auto es un gran indicador, de acuerdo a Hertz. Las parejas también pueden poner en contexto esta pregunta al hacerla sobre las cosas en las que podrían gastar cantidades exorbitantes de dinero, dijo.

7. ¿Puedes soportar que haga cosas sin ti?
Al formar un matrimonio, algunas personas esperan conservar su independencia en ciertas áreas de su vida mientras van construyendo una relación de pareja, según Seth Eisenberg, el presidente de Pairs (Aplicación práctica de habilidades en relaciones íntimas, por sus siglas en inglés). Esto significa que puede que no estén dispuestos a compartir pasatiempos o amigos, y eso puede provocar tensión y sentimientos de rechazo si no se habla del tema. Las parejas también podrán tener expectativas diferentes en cuanto a lo que significa la “privacidad”, agregó Klein, y eso también debe discutirse. El Dr. Wilcox sugirió preguntarle a tu pareja cuál es el momento en que más necesita estar a solas.

8. ¿Nos caen bien nuestros padres?
Mientras tú y tu pareja sean un frente unido, tener una mala relación con los suegros puede ser manejable, dijo el Dr. Scuka, pero si una pareja no está dispuesta a hablar del tema con sus padres, puede ser un mal presagio para la salud de la relación. Al mismo el Dr. Pearson dijo que considerar las fuerzas y debilidades de tus padres puede esclarecer futuros patrones de apego o desapego en la relación.

9. ¿Qué tan importante es el sexo para ti?
Actualmente, las personas esperan que su pareja los excite sexualmente durante un periodo prolongado, una expectativa que no existía en el pasado, según Eisenberg. Una relación saludable incluirá conversaciones sobre lo que cada uno disfruta del sexo, así como la frecuencia esperada, dijo el Dr. Klein. Si las personas están buscando una experiencia diferente mediante el sexo , tal vez se hará necesaria una negociación para asegurar que ambos estén satisfechos.

10. ¿Qué tan lejos podemos llegar al coquetear con otras personas? ¿Está bien ver pornografía?
El Dr. Klein dijo que las parejas deberían hablar de sus actitudes y expectativas frente a la pornografía, el coqueteo y la exclusividad sexual. El acuerdo de una pareja en estos temas puede cambiar a lo largo del tiempo, y es muy probable que lo haga, pero es importante plantear el tema rápido. Lo ideal es que la exclusividad sexual se discuta de la misma manera que otras preocupaciones del día a día para que así los problemas puedan enfrentarse antes de que alguien se enoje, comentó. El Dr. Pearson sugirió preguntarle a tu pareja directamente cuáles son sus opiniones sobre la pornografía. Algunas personas, por temerosas, evitan este tema al principio de una relación, pero Klein dice que se puede convertir en un punto de tensión más adelante.

11. ¿Sabes de cuántas maneras digo “Te amo”?
El libro de Gary Chapman, “The 5 Love Languages” (1992), introdujo esta forma de categorizar las expresiones de amor para fortalecer el matrimonio. Martinez le da a sus clientes que están a punto de casarse una lista con los cinco lenguajes del amor: la afirmación, el tiempo de calidad, recibir regalos, los actos de servicio y el contacto físico. Les pide que marquen sus lenguajes primarios y secundarios y también que digan cuáles creen que son los de su pareja para después discutirlos. Eisenberg dijo que una pareja necesita resolver cómo nutrir la relación de una manera específica a ellos.

12. ¿Qué admiras de mí y cuáles son las cosas que más te molestan? ¿Puedes imaginar que los retos alguna vez superen la admiración? Si es así, ¿qué harías?
Anne Klaeysen, líder del New York Society for Ethical Culture, dijo que las parejas rara vez consideran esa segunda pregunta. Idealmente, el matrimonio es un compromiso para toda la vida, comentó, y no es suficiente “hacer clic”. Un matrimonio debe ir más allá del “clic” y de la química inicial.

13. ¿Cómo nos ves en 10 años?
Tener en mente la respuesta a esta pregunta puede ayudar a que la pareja enfrente un conflicto mientras trabaja hacia las metas definitivas de la relación, según Eisenberg.

El Dr. Wilcox dijo que también podría ser una oportunidad para plantear la pregunta de si alguno consideraría el divorcio en caso de que la relación se deteriore, o si esperan que el matrimonio sea de por vida, pase lo que pase.


https://www.nytimes.com/es/2016/03/31/13-preguntas-para-tu-pareja-antes-de-casarte/?smid=fb-espanol&smtyp=cur

Las 36 preguntas que llevan al amor.

domingo, 20 de septiembre de 2015

Adúlteros pero leales. Qué difícil es amar a alguien a través del tiempo, construir una convivencia duradera, que no termine siendo de algún modo tóxica

Supongo que los piratas de Impact Team que desvelaron los nombres de 34 millones de  clientes de Ashley Madison, la web para adulteriosseguirán sintiéndose orgullosos de lo que han hecho, porque la imbecilidad suele ser pertinaz. Estos talibanes de la virtud conyugal dicen que cometieron el estropicio por razones éticas y para que cerrara Ashley Madison. Yo no sé si cerrará la empresa, pero lo que sí que han logrado es destrozar estúpidamente la vida de millones de personas; ya se sabe que los datos han sido recogidos por bandas criminales, que ahora están amenazando y chantajeando a la gente.

Por dinero, desde luego, pero quizá también por influencias y favores. Porque hay adúlteros en todos los sectores sociales, desde organizaciones de alta seguridad como el Pentágono a partidos políticos.   En España, por ejemplo, se sabe que hay tres mujeres y dos hombres que se hicieron clientes con el dominio del Congreso de los Diputados (hace falta ser tontos, dicho sea de paso). Mientras escribo este artículo, que se toma su tiempo en la impresión, no se conocen sus nombres, y espero que siga siendo así. En España hay 800.000 usuarios de Ashley Madison: al parecer somos uno de los países más infieles. Sólo en Madrid hay 135.000; en Barcelona, 68.000. Imagino el miedo que deben de estar pasando ahora casi todas esas personas. No me parece justo.

La vida es infinitamente complicada y una de las cosas más complicadas de la vida son las relaciones sentimentales y sobre todo ese conflicto permanente que es la pareja. Qué difícil es amar a alguien a través del tiempo, construir una convivencia duradera que no termine siendo de algún modo tóxica. Amar sin caer en la rutina, sin achacar al otro nuestras propias frustraciones, sin devorar, sin tiranizar, sin empobrecerse, sin aburrirse. Es algo tan tremendamente difícil, en fin, que con los años vas comprendiendo que cada cual intenta salir adelante como puede. No hay reglas para el éxito, lo que le sirve a uno puede no servirle a otro, así que no seré yo quien dictamine lo que se debe hacer; si alguien cree que para ser feliz necesita un compromiso absoluto de fidelidad sexual, pues perfecto.

Sin embargo, personalmente pienso que al sexo se le da una importancia desmesurada. Y a menudo me apena ver cómo una simple aventura que en realidad no ha sido nada, la típica cana al aire, arruina parejas con mucha lucha y mucho amor a las espaldas. La verdad, no creo que el ser humano haya nacido para la monogamia y la monoandria. Al menos, no para toda la vida. Hay estudios evolucionistas que sostienen que la ventana de fidelidad de nuestra especie abarca unos cuatro o cinco años, que es el tiempo necesario para parir un hijo y que sea más o menos autónomo.

Tengan razón o no, lo cierto es que la inmensa mayoría de los humanos sienten deseos adúlteros al menos una vez en su vida. Muchos los realizan; según un estudio de Nordic Mist (2006), en España hay un 37% de hombres y un 35% de mujeres que han sido infieles a sus parejas alguna vez. Otros muchos no se atreven a llevar esos deseos a la práctica, algunos por respeto a su pareja y la mayoría yo creo que por miedo a que les pillen (si les aseguraran al 100% que nadie lo sabría jamás, ¿cuantos se abstendrían?), pero, la verdad, yo no encuentro mucha diferencia entre que tu pareja tenga un amante casual y que no lo tenga pero haga el amor contigo soñando con otra persona.O, mejor dicho, prefiero lo primero. De hecho, estoy convencida de que a menudo esas relaciones extraconyugales pasajeras mejoran la relación principal. La renuevan, la ponen de relieve, le dan más vida y más valor. Tengo la sospecha de que quien se reprime una y otra vez sus deseos adúlteros termina cargando esa frustración y ese aburrimiento sobre su cónyuge.

A mí, en fin, me importa mucho más la lealtad que la fidelidad sexual. Me parece mayor traición criticar amargamente a tu pareja a sus espaldas con tus amigos; o no tener sus opiniones nunca en cuenta; o dejarle en ridículo públicamente; o no apoyarle en un momento de verdadera necesidad. Que quede claro que no estoy abogando por tener relaciones paralelas que duren años y años. O sí, ya digo que allá cada cual, pero vamos, a mí ese tipo de pareja creo que no me serviría. Y también creo que, si tienes todo el rato mil amantes, la relación principal no debe de funcionar nada bien. Pero si cuidas esa relación principal por encima de todo; si eres discreto; si no pones en evidencia a tu pareja, ¿qué más da si alguna vez te acuestas con alguien? Amigos y amigas que acabáis de descubrir una infidelidad, por favor, pensadlo un poco. No tiréis por la borda todo lo que tenéis, todo lo que habéis pasado juntos, todo el cariño.
 11 SEP 2015 -
@BrunaHusky
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