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martes, 11 de noviembre de 2025

_- Por qué es importante la clase trabajadora

_- Fuentes: Sin permiso


Un espectro acecha a Occidente: el espectro de una clase trabajadora a la que se le ha cerrado el acceso a la política. A lo largo de decenas de años, seducidas por los cantos de sirena de la «tercera vía» de Bill Clinton, Tony Blair y Gerhard Schröder, las fuerzas de centroizquierda abandonaron el lenguaje de la lucha de clases. 

 Pero en su prisa por convertirse en respetables y demostrar que eran gestores más eficientes y justos del capitalismo, dejaron de hablar de explotación y optaron por ignorar el antagonismo inherente —incluso la violencia— de la relación entre el capital y el trabajo. Eliminaron por completo del discurso político las palabras, los gestos, la forma de ser y las aspiraciones de los trabajadores. Y luego denigraron a sus antiguos electores calificándolos de «deplorables».

Cuando la movilidad descendente y la insolvencia se apoderan de grandes zonas del interior, donde una clase trabajadora que antes se sentía orgullosa ahora se siente abandonada y de las que los partidos establecidos apartan la mirada, surge el anhelo de un nuevo proyecto de restauración de la dignidad, de un relato que enfrente a un «nosotros» colectivo contra un «ellos» poderoso. Hace una década, un narrador venenoso con un siglo de experiencia en llenar esos vacíos entró en uno nuevo: la extrema derecha xenófoba.

Los movimientos y líderes que los centristas tildaron torpemente de «populistas» no son quienes crearon ese anhelo, sino que simplemente lo explotaron con el cinismo de un monopolista experimentado que descubre un mercado sin explotar. Desde las zonas obreras del sur del Pireo, a un tiro de piedra de donde escribo estas líneas, hasta los antiguos suburbios «rojos» de París o Marsella, podemos ver cómo hay bloques de votantes que pasan de los partidos comunistas y socialdemócratas a aquellos creados por los herederos políticos de Mussolini y Hitler. Al igual que sus antecesores, estos camaleones políticos se presentan como los abanderados de una clase obrera marginada. Mientras tanto, en los Estados Unidos, los supremacistas blancos, los fundamentalistas cristianos, los señores tecnofeudales y los antiguos votantes demócratas ya hartos vibran juntos apasionadamente en una coalición que se ha hecho ya dos veces con la Casa Blanca.

La comparación a la que se están entregando muchos con el período de entreguerras puede llevarnos por mal camino si no tenemos cuidado, pero resulta pertinente. Y aunque la tendencia de la izquierda a tildar de fascistas a todos los oponentes conservadores o centristas resulta inexcusable, lo cierto es que el fascismo está ahora en el aire. ¿Cómo podría ser de otra manera? Cuando quedó abandonada la clase trabajadora en todo Occidente, resultó fácil devolverle su esperanza con la promesa de un renacimiento nacional basado en una ficticia Edad de Oro.

Una vez que mordieron el anzuelo, el siguiente paso fue desviar su ira de las fuerzas socioeconómicas que los habían llevado a la pobreza hacia una nebulosa conspiración: los «globalistas», el «Estado profundo» o algún complot dirigido por George Soros para «reemplazarlos» en su propio terruño. Aprovechando el entusiasmo así inspirado, los políticos de ultraderecha comienzan a apuntar contra las élites liberales, los banqueros, los extranjeros ricos en el extranjero y los extranjeros pobres en el país, personas a las que se puede retratar como usurpadores de la Edad de Oro y obstáculos para el renacimiento nacional.

Entonces (y sólo entonces) llega el rechazo de la lucha de clases, descartando la representación política de los intereses económicos de la clase trabajadora. La ira dirigida a los propietarios norteamericanos que cierran la fábrica local y la trasladan entera a Vietnam se redirige contra los trabajadores chinos. La furia dirigida al banco que embargó la casa familiar se convierte en odio hacia los abogados judíos, los médicos musulmanes y los jornaleros mexicanos. Cualquiera que les recuerde que el capital se acumula devorando, desplazando y, finalmente, deshaciéndose del trabajo de personas como ellos viene a ser tratado como traidor a la patria.

En la década de 2020, al igual que en la de 1920, la ultraderecha ha surgido a raíz de este proceso. No ocurrió de la noche a la mañana. El proceso de pérdida de las clases trabajadoras, inicialmente hacia la desesperanza y finalmente hacia la mentalidad fascista, comenzó con el fin de Bretton Woods en 1971. Pero, ¿qué es lo que desencadenó la transformación de la extrema derecha de un movimiento de protesta dentro de la política conservadora a una fuerza autónoma que toma el poder, arrasa sin pudor las instituciones liberales burguesas y se embarca en un proyecto de aniquilación del «bolchevismo cultural», término tan caro al corazón de Joseph Goebbels?

Hay dos acontecimientos que llaman la atención. En primer lugar, la crisis financiera mundial de 2008, el momento 1929 de nuestra generación, llevó a los centristas en el poder a imponer una dura austeridad a la clase trabajadora, al tiempo que extendían la solidaridad «socialista» patrocinada por el Estado a las grandes empresas. En segundo lugar, al igual que en los años 20 y 30, los centristas y los conservadores no fascistas temían y detestaban más a la izquierda democrática que a la derecha autoritaria.

La lección para la izquierda resulta dolorosamente clara. Centrarse exclusivamente en la identidad —en la raza y el género— mientras se ignora la realidad material de las clases constituye un error estratégico catastrófico. Significa desarmarse ante un enemigo que ha convertido en arma la historia misma a la que han renunciado los partidos de centroizquierda.

La tarea consiste en integrar las luchas vitales contra el racismo y el patriarcado en una crítica renovada y sólida del poder de clase. Debemos recuperar el vocabulario de la solidaridad y la explotación, demostrando que el verdadero enemigo de los trabajadores no es el inmigrante, sino el rentista, el señor tecnofeudal, el patrono monopsonista y el financiero que trata su futuro como un derivado sobre el que especular. Líderes nuevos como el candidato a la alcaldía de Nueva York, Zohran Mamdani, deben contribuir a encontrar una síntesis que se transmita a la totalidad de la persona.

La alternativa supone seguir siendo espectadores de nuestra propia tragedia política, viendo cómo se despacha a las personas olvidadas por la izquierda a luchar en una fantasía derechista de pureza nacional. La clase trabajadora es importante. Es hora de empezar a actuar en consecuencia.

Yanis Varoufakis. Exministro de Finanzas de Grecia, dirigente del partido MeRA25 y profesor de Economía en la Universidad de Atenas. Su último libro es “Tecnofeudalismo: El sigiloso sucesor del capitalismo” (Ed. Argentina, 2024).

Texto original: Project Syndicate, 1 de octubre de 2025

Traducción: Lucas Antón

Fuente: 

sábado, 8 de noviembre de 2025

_- Juan Torres López: "Soy partidario de una confluencia de todas las izquierdas, incluyendo al PSOE"

Juan Torres, economista, para una entrevista en el pasado para lavozdelsur.es.
_- Juan Torres, economista, para una entrevista anterior

El economista acaba de jubilarse pero sigue vigente con un nuevo libro para desmontar el 'trumpismo' y las motosierras, e incorporándose ya semanalmente como columnista para lavozdelsur.es

El nuevo capítulo de Juan Torres
Vivimos en un mundo donde no paran de ocurrir cosas. A veces, con la sensación de que lo reciente es más grave o escandaloso que lo anterior. Y que la incertidumbre sobre el futuro se va a seguir multiplicando. En esas, una entrevista con Juan Torres López (Granada, 1954) da cierta tranquilidad, certeza. No es especialmente halagüeño, como cuando dice que un conflicto de Europa con Rusia puede estar más cerca de lo que pensamos. pero al menos sirve para entender lo que puede ocurrir en estos vaivenes mundiales. Ante esta actualidad más rabiosa que nunca, en todos los sentidos, es bueno pararse de vez en cuando, casi cada seis meses, y volver a hacer una entrevista continuando por donde se dejó. Esta entrevista se produce después de que Torres haya experimentado un enorme cambio vital: se ha jubilado. Ha dejado su despacho en la Universidad de Sevilla y pasa a una nueva etapa. Pero lo hace con inquietudes renovadas. Con un nuevo libro, Cómo sobrevivir al trumpismo y a la economía de la motosierra (Ed. Deusto, 2025) y con un desembarco que ya será semanal en lavozdelsur.es, con una columna cada viernes.

Parte I - Pensiones y jubilación
Pregunta. Le toca el paso a la jubilación tras años como catedrático de la Universidad de Sevilla. ¿Cómo lo lleva?
Respuesta. Para mí, la jubilación es un privilegio porque me permite seguir haciendo lo que yo he hecho toda mi vida, lo que me ha gustado, que es estudiar y divulgar lo que estudio. Y ahora tengo más tiempo porque, de alguna manera desaparecen, algunas obligaciones formales. Echaré de menos dar clase porque siempre el contacto con la gente joven te rejuvenece mucho y a mí particularmente siempre me ha gustado.

Poder jubilarse es un privilegio y es una muestra además de una sociedad solidaria. Y por eso la posibilidad de que las personas se puedan jubilar gracias a la solidaridad de otras es algo que choca tanto en una economía y en una sociedad dirigidas exclusivamente por el ánimo de lucro.

P. Aprovecho entonces para preguntarle. ¿Es sostenible mantener las jubilaciones?
R. Desde que los trabajadores pidieron su primer derecho laboral, la jornada de 8 horas, la existencia de un seguro, el descanso en los domingos, el subsidio de desempleo, la salud pública, en fin, cualquiera de esos derechos, siempre, siempre, siempre, siempre, absolutamente siempre, se ha dicho que eso era insostenible porque no se podía financiar. Eso es una mentira, es un fraude, es un engaño, es una estafa intelectual que mantienen reiteradamente quienes defienden una sociedad y una economía basada exclusivamente en el lucro y basada en la apropiación del ingreso de los demás.

La sostenibilidad de las pensiones es tan viable como puede ser la sostenibilidad del Ejército, de la Administración de Justicia, de las carreteras o de cualquiera de los bienes y servicios que son necesarios para que la sociedad se mantenga y progrese. ¿Por qué nadie se plantea si es sostenible el gasto en Administración de Justicia o en ejército o en cualquiera de estos conceptos? Lo que hay detrás de todo este discurso es el interés del sector financiero por apropiarse del ahorro de los trabajadores, que es un botín billonario. Nunca mejor dicho lo de botín. Entonces, desgraciadamente, tienen un poder mediático y académico muy grande y son capaces de difundir una mentira que no se sostiene ni analítica ni empíricamente.

La sostenibilidad de un sistema de pensiones públicas no depende solo de la proporción que haya entre trabajadores, cotizantes y pensionistas, sino de otras variables más, fundamentalmente de la productividad y básicamente del tamaño de la tarta. Entonces, afirmar que no se van a poder financiar las pensiones públicas equivale a decir que dentro de 20, 30 o 40 años la producción, la tarta que va a haber en nuestras economías, va a ser más pequeña que la de ahora. Lo cual es algo absolutamente inaceptable y solamente creíble por los ingenuos o por los estafadores intelectuales.

P. Pues está en la calle que resultará insostenible, y que si no fuera este Gobierno, quizás será el siguiente o el posterior, el que acabe subiendo la edad de jubilación a los 70 años.
R. Aquí convergen varios planteamientos. Una cosa es la edad de jubilación. Yo siempre he defendido que la edad de jubilación fuera flexible, siempre y cuando fuera también libre, porque no puede ser que sea flexible y obligada, ¿no? No es igual el desgaste físico e intelectual que tienen un profesor de universidad y un obrero de la construcción, por ejemplo, o un minero. Teniendo en cuenta que la esperanza de vida aumenta, quizá podría ser razonable que haya profesiones que tengan una vida laboral más larga. Francamente hablando, yo creo que estoy en condiciones de haber seguido unos años dando clase y contribuyendo a la vida universitaria.

Eso por una parte. Por otra, es que lo que quieran es, como he dicho, acabar con las pensiones públicas y particularmente con el principio de solidaridad. Y sobre todo lo hacen a base de mentiras. El problema es que saben perfectamente desde finales de los años 80 del siglo pasado que la gente aprecia las pensiones. Porque la gran mayoría de la gente, si no tuviera pensión, no podría vivir. La gente sabe que para ella las pensiones públicas son fundamentales. Y sabe además que a lo largo de su vida laboral no van a poder ahorrar todos los meses 300, 400, 500 euros. Y además, si ya se informan un poquito más, pues también saben que aunque pudieran ahorrar ese dinero, creer que en los próximos 30 o 40 años no va a haber ninguna crisis financiera ni ningún proceso de inflación, ni ningún problema que haga que las finanzas se vengan abajo y que pierdan esos ahorros... Y como la gente lo sabe, los defensores de la estrategia de acabar con las pensiones públicas no pueden proponer directamente acabar con las pensiones públicas.

¿Qué hacen? Ir minando el sistema de pensiones públicas, haciendo que se agote por sí mismo y por supuesto haciéndole creer a la gente que no va a poder haber pensiones públicas en el futuro. Y es una estrategia que cala. Financiando estudios que de vez en cuando vemos, diciendo en el año 2025, en el año 2030, ya no habrá pensiones, no habrá dinero, que estarán en crisis, que habrá déficit. Eso lo vienen diciendo desde hace 30 años. Y no han acertado nunca. Nunca aciertan, pero siempre les prorrogan los informes a los mismos economistas que no aciertan. La cosa tiene su mérito. Imagínense a un ingeniero que una empresa le encarga un puente y se le cae tres, cuatro, cinco veces, pero le vuelven a contratar cada vez. ¿A que eso es inimaginable? Pues los bancos y los fondos de inversión contratan a los mismos economistas que se equivocan en sus proyecciones sobre el futuro de las pensiones públicas una vez detrás de otra. ¿Por qué? ¿Porque quieren que publiquen la verdad o porque lo que quieren es que publiquen un escenario catastrófico para engañar a la gente? Esto es blanco, lo da una vaca y lo meten en un tetrabrick. Esto es un fraude.

Parte II - Política internacional
P. Hace unos meses, en la anterior entrevista, veníamos de la propuesta de Trump de aranceles, que parecía una bravuconada, pero que por el camino ha dejado una imagen de casi humillación de Von der Leyen y la UE. Usted ya dijo que Trump puede ser un bruto, pero no un loco, y que podía salir bien. Parece que ha salido bien para Estados Unidos. En su libro, habla del trumpismo, una derecha muy proteccionista en el fondo, y de las tesis de Milei, liberal teóricamente destructor del Estado. Ambos, quizás, tienen algo de capitalismo de amiguetes, de Estado favoreciendo a corporaciones. ¿Este cúmulo de ideas de derechas pueden verdaderamente calar en España?
R. Sin duda ninguna, está ahora mismo larvándose. Ya lo defendió en cierta medida José María Aznar, cuando gobernó, que desmanteló el Estado, aunque lo utilizó a mansalva para apoyar a las grandes empresas y, por cierto, también para llevar a cabo una corrupción amplísima. Y ahora está larvada. Es decir, el programa electoral y los documentos y las propuestas de Vox, por ejemplo, corresponden a esas ideas de liberalismo. Es que estas corrientes de extrema derecha han sido siempre unas corrientes contrarias al Estado. Hay mucho mito en relación con eso. Por ejemplo, siempre se decía que el fascismo del siglo pasado era estatalista. No es verdad. El fascismo de Mussolini era un fascismo que desmanteló los pilares públicos del Estado, valga la redundancia, y que puso el Estado al servicio de las grandes empresas, lo mismo que hizo el nazismo. Los grandes proyectos totalitarios a lo largo de la historia Moderna y Contemporánea tienen un discurso que luego no se corresponde con la realidad. La extrema derecha, e incluso la derecha del Partido Popular en España, está cada vez más pegada y más impregnada del trumpismo, es una derecha y una extrema derecha que responden a esas ideas.

Lo estamos viendo en las autonomías, en las comunidades autónomas donde gobierna la derecha, en Madrid, en Valencia, donde las políticas son trumpistas, es decir, son de desmantelamiento del Estado en todo aquello en lo que el Estado está al servicio de las mayorías sociales y de utilización de los resortes del Estado con toda intensidad para apoyar a los grandes grupos económicos y financieros. Por eso están desmantelando la salud y están dedicando más dinero a la salud privada, a la educación privada, etc.

P. Otro enorme cambio es que parece que los países OTAN deberán gastar mucho más en defensa. Esa decisión de personas reunidas a cientos y cientos de kilómetros va a cambiar nuestras vidas. España quiere resistir, parece, pero resulta difícil que no suponga enormes recortes. ¿Confía en que esta tendencia tenga marcha atrás?
R. El gasto en defensa es un negocio extraordinario: para las finanzas, porque hay que financiarlo; para la industria, porque hay que producir las armas; para el sector tecnológico, porque hay que desarrollar tecnologías... Por lo tanto, la guerra siempre ha sido un recurso que proporciona mucha ganancia. Desgraciadamente, las autoridades europeas han caído en una serie de provocaciones. Desde mi punto de vista, proveniente sobre todo de Estados Unidos, que le interesa que Europa se debilite y abra un flanco de contienda bélica con Rusia. Yo creo que Europa ha renunciado a la paz. Si la ciudadanía no se da cuenta de lo que eso supone, van a optar por una economía de guerra. Creo que es muy importante que la gente se dé cuenta, primero, del peligro vital, antes que otra cosa que supone un conflicto bélico en Europa. Creo que está más cerca de lo que desgraciadamente nos creemos. Y, sobre todo, vital, pero también económico para las personas que estamos viviendo ahora, para nuestros hijos y nietos. Porque las guerras siempre tardan una o dos generaciones en dejar sentir el daño que producen. Así que si la ciudadanía no lo evita y se moviliza por la paz, me temo que vamos a vernos en una situación verdaderamente fea.

P. Podría resultar curioso que Trump anime a los países a armarse y a continuación Rusia, aparentemente, mande drones a muchos puntos para comunicar que la amenaza está ahí. Quizás relacionar ambas cosas sea película de Hollywood, pero coincide en el tiempo.
R. Yo no sé, naturalmente, lo que hay detrás de eso. En algunos casos Rusia ha negado que hubiera ocurrido lo que decían, pero también es verdad que a Rusia puede ser que le interese llevar a cabo esas provocaciones. Primero porque pone en evidencia los sistemas defensivos, los estudia, y en cierta medida puede reforzar sus posiciones negociadoras. No sé qué puede haber detrás de eso, pero lo que sí tengo claro es que a Europa no le interesa un conflicto con Rusia. Europa ha incumplido compromisos que tenía con Rusia, que han obligado a que Rusia mueva piezas. A Estados Unidos le interesa que Europa, como he dicho, se debilite y abra un frente de conflicto bélico con Rusia, porque eso impediría que Europa juegue un papel de contrapoder en las relaciones internacionales. Porque eso es un negocio para Estados Unidos, que sería quien le vendería las armas y la tecnología a Europa, y porque eso además debilitaría no solamente a Rusia, sino que al debilitar a Rusia debilitaría también a China, que es en realidad el auténtico enemigo de Estados Unidos. Así que yo creo que, desgraciadamente, Europa ha caído en esas provocaciones y veremos cómo lo pagamos.

"Por primera vez, el dólar está dejando de ser la moneda deseada en todo el mundo"

P. Mover el avispero para intentar cambiar el paradigma, eso es lo que parece que propone Trump, antes de perder el protagonismo internacional.
R. No, es que Estados Unidos ya lo está perdiendo y ya no puede seguir manteniendo la posición que ha tenido durante décadas de una hegemonía clara, porque, como he explicado en algún artículo, la hegemonía de Estados Unidos se sostenía sobre el poderío económico e industrial. También sobre el poder cultural. Hoy en día, la economía y la industria de Estados Unidos ya no son lo que fue. Su tecnología tampoco. Sin duda, es una potencia primera y grandísima, pero China le pisa los talones e incluso la adelanta en algunos aspectos. El dólar está dejando de ser la moneda deseada en todo el mundo.

Por primera vez en muchísimos años, el oro supera al dólar en las compras y en las reservas de los bancos centrales y de muchos otros bancos, y solo le va a quedar el poder militar. Eso obliga a Estados Unidos a cambiar de posición. Lo que antiguamente eran aliados estrechos ahora son competidores y los tiene que someter, los tiene que convertir en contribuyentes, en siervos. Ese es el cambio que estamos viendo, porque al mismo tiempo China y la India y otros países avanzan a pasos agigantados están creando un área de extraordinario contrapeso frente a Estados Unidos. Cada día que pase va en detrimento del poder imperial de Estados Unidos.

Parte III - Andalucía
P. En los pasados días, Juanma Moreno ha anunciado varias deducciones fiscales. En paralelo, se enfrenta a una de sus peores crisis de servicio público, el desastre en la comunicación de resultados de las mamografías. La Junta defiende que nunca se ha invertido tanto en sanidad pública, lo cual es cierto. El pago de impuestos es cara de la misma moneda de los servicios. ¿Cómo valora ambas cuestiones?
R. En primer lugar, esas deducciones, que tampoco son especialmente cuantiosas, son deducciones de escaparate y además profundamente reaccionarias y demagógicas, porque tienen esa connotación de ayuda a las personas menos necesitadas. Parece mentira que quienes están permanentemente diciendo que el ingreso mínimo vital y los subsidios a las personas que carecen de ingresos lo que hacen es crear vagos, pues se gastan dinero en ayudar a que la gente lleve al perro al veterinario, con todo respeto a la raza canina. Creo que desde ese punto de vista es demagógico, reaccionario, y creo que además fiscalmente contraproducente por lo que tienen de mala educación, de mala pedagogía, digamos, tributaria. Pero eso son señuelos, porque es la manera de distraer sobre las cuestiones fundamentales que el Gobierno del Partido Popular está haciendo en Andalucía, que es desmantelar los servicios públicos.

Uno de los principales sindicatos de educación rebaja el triunfalismo en la FP: "La oferta privada se ha triplicado" Puede estar gastando más, pero si estás gastando más en sanidad o en educación privada, estás desmantelando el servicio público por una sencilla razón, y es que un hospital privado es una empresa, y una empresa legítimamente lo que busca es maximizar el beneficio, no proporcionar el mejor servicio, o dar un servicio que alcance de la mejor manera al mayor volumen de población, sino ganar más dinero. Por eso el Estado le da dinero a un hospital privado, y lo que hace el hospital privado con ese dinero es ponerlo en las áreas, en los servicios, en los grupos de población que le proporcionan beneficio.

Ese dinero que pone la Junta de Andalucía tiene un doble efecto negativo. En primer lugar desmantela el servicio público, y en segundo lugar hace que el servicio público tenga que sobrecargarse con las actividades más costosas que el servicio privado, al que le da el dinero, no va a asumir. Eso es lo que está ocurriendo, y lo que da lugar a casos bochornosos como el del cribado del cáncer de mama, que además tiene otro añadido que a mí me parece importante, y es la falta de humanidad, la falta de sensibilidad, la falta de afecto, la falta de empatía con que los gobernantes han abordado ese asunto. Porque en lugar de haber hecho frente a ese daño con comprensión, con cariño, con humanidad, pues lo que han hecho ha sido tratar de escurrir el bulto y encima decir a la gente que no se fije en lo que está mal. Yo creo que es preciso que la ciudadanía se dé cuenta, y tengo la esperanza de que sea así.

Tengo esa esperanza, pero luego tengo la profunda decepción que supone el hecho de que quien podría estar enfrentándose a eso esté en la situación que está un partido socialista con una candidata que vive en Madrid y que se ocupa de Andalucía los fines de semana, y una izquierda del PSOE desunida y que no termina de construir un relato, una organización y un liderazgo que diga a la sociedad que hay que enfrentarse a esto con fuerza, con información, con decisión y, como acabo de decir, con humanidad y con empatía hacia la gente que sufre.

P. Colaboró hace tiempo en política. Ahora está jubilado y la izquierda necesita referentes, tiene que armarse en Andalucía. ¿Alguien le ha llamado?
R. No. Podrá parecer inmodestia, pero me sorprende que no se llame a profesionales, no lo digo por mí, sino a todo tipo de profesionales como médicos, profesores, ingenieros, gente que está sacando el día a día a Andalucía y que no parece que seamos necesarios para los partidos. Es que es algo tan absurdo... Demuestra hasta qué punto las izquierdas han perdido el norte, el este y el oeste. Resulta decepcionante. También me gustaría colaborar más y mucho más ahora, pero claro, tampoco va a estar uno allí en la puerta diciendo que quiero ayudar. Insisto, que no lo digo por mí, lo digo por la sociedad civil...

También es verdad que a veces cuando me han llamado, termina uno tan trasquilado que es verdad que a lo mejor es otro problema, que el mundo de los partidos es extraordinariamente poco atractivo para personas que sentimos que la libertad de pensamiento, la independencia de criterio, el respeto a quien no piensa como nosotros y la necesidad de ir unidos incluso con gente que sea distinta a nosotros mismos, pues es fundamental. Quienes pensamos así, que yo creo que es la inmensa mayoría de la gente, pues tenemos un difícil encaje en un partido que se supone que solamente acoge a quienes son como ellos. Y a veces ni siquiera eso, porque están peleándose constantemente en su seno.

P. O sea, no es optimista. Podríamos ver hasta tres o cuatro papeletas en las elecciones andaluzas apelando al mismo espacio.
R. No sé, no sé, porque no estoy informado. Yo sería partidario de que hubiera una confluencia de todas las izquierdas. Los momentos que estamos viviendo en el mundo, y en España, y en Andalucía, las amenazas tan terribles que hay, que son vitales, bélicas, climáticas, sociales, deberían llevar a que hubiera una confluencia. Incluso desde el PSOE hasta su izquierda. Es verdad que habrá diferencias, ¿cómo no las va a haber? Pero lo que une a los partidos, insisto, desde el PSOE hacia su izquierda, es mucho más de lo que los separa.

Aunque haya muchas cosas que los separen, hay que aprender a poner en común lo valioso. Y lo valioso es la defensa de la vida, la defensa de la paz, la defensa del bienestar de la gente, la defensa de los servicios públicos y la defensa de la naturaleza y de nuestro entorno natural. Creo que habría puntos que permitirían crear un programa mínimo de acción de confluencia de todas las izquierdas en Andalucía. A mí me parece una pena, una irresponsabilidad y un fracaso histórico de incalculables consecuencias que no haya una confluencia electoral desde el PSOE hacia su izquierda.

P. Incluyendo al PSOE, como si fuera un gran bloque, como si fuera un Partido Demócrata, que viene a respresentar a todo el espectro político.
R. En mi opinión, lo deseable, sabiendo las diferencias que hay, sería que hubiera una confluencia desde el PSOE hacia su izquierda. Con un programa de mínimos, con acuerdos bien hechos, con respeto, con un discurso claro, constructivo e incluso abierto a sectores que no tienen por qué ser de izquierdas, pero que están por la paz, por el bienestar, por los servicios públicos y por el respeto a la naturaleza. Si la diversidad en la sociedad va de 0 a 100, ¿cómo vas a enfrentarte a una sociedad con una diversidad de 0 a 100, si no sabes gestionar una diversidad de 0 a 30? Yo creo que hay gente que no tiene por qué ser de izquierda y que está a favor de la paz, de mantener la sanidad pública, la educación pública y respetar la naturaleza.

Sobre el autor

Pablo Fdez. Quintanilla 

viernes, 7 de noviembre de 2025

La impagable aportación de los anarcoliberales que gobiernan al estudio de la economía

Fuentes: Ganas de escribir


Durante más de un siglo, los economistas que gozan de más influencia y reconocimiento académico, mediático y político se han esforzado en hacer creer que la economía es un mecanismo de ingeniería social que funciona por sí solo, regido por leyes propias cuyo funcionamiento, precisamente por serlo y como le sucede a cualquier ley natural, queda fuera del alcance de los seres humanos.

Afirman que los precios de los bienes y servicios que satisfacen nuestras necesidades se determinan automáticamente por la ley de la oferta y la demanda. Repiten constantemente que los mercados funcionan autónomamente, como la maquinaria de un reloj, y aseguran que dejarlos actuar sin intervención, sin dictados ni reglas, promoviendo la desregulación más intensa y el libre cambio, es la mejor vía para alcanzar el mayor beneficio particular y el bienestar general.

Aseguran que, en esos mercados, los más deseables y a los que hay que aspirar, todos los sujetos tienen la misma información y que ninguno de ellos puede influir sobre la conducta de los demás, ni imponer su voluntad sobre el resto de productores y consumidores. O que la retribución de los diferentes sujetos depende objetivamente de su contribución (igualmente objetiva) a la producción. Difunden modelos en los que se asegura que las variables fundamentales, como la inversión, sólo dependen de otras, como los tipos de interés, que están dentro del propio modelo. En el cual, además, sólo tienen cabida los elementos o relaciones que tienen expresión monetaria.

Desde casi el primero momento en que esas tesis fueron formuladas, otros economistas demostraron matemáticamente o con datos empíricos, que eran falsas y que la realidad mostraba que la economía no funcionaba de ese modo.

Sin embargo, aunque nunca (he dicho nunca) se haya podido mostrar en ningún libro o manual (he dicho en ninguno) algún ejemplo real de las supuestas leyes de la oferta y la demanda; aunque Piero Sraffa demostrase que las hipótesis sobre las que se sostiene el modelo teórico del que se deducen las bondades del mercado son inconsistentes; aunque Nicholas Georgescu-Roegen dejara claro que las tesis y propuestas de la economía liberal dominante contradicen las leyes de la termodinámica; a pesar de que la realidad mostrase diariamente multitud de ejemplos concretos que mostraban que las cosas no funcionan como dicen los economistas del pensamiento dominante… a pesar de ello, estos no sólo siguen defendiendo sus tesis, sino que continuan recibiendo premios, honores, y el máxima apoyo para que difundan su pensamiento.

Sin embargo, la llegada al gobierno de líderes que abiertamente defienden las tesis más radicales de la economía liberal (hasta el punto de denominarse a sí mismos, anarcoliberales para mostrar que su rechazo al Estado es radical) está produciendo un curioso efecto.

Los mismos que siguen defendiendo en sus escritos las tesis del automatismo del mercado hacen justamente lo contrario cuando gobiernan, mostrando así claramente que sus tesis son un disparate tan grande que ni sus partidarios más acérrimos puede ponerlas en práctica.

En lugar de renunciar al Estado, multiplican la regulación y las normas: ningún otro presidente de Estados Unidos ha emitido tantas órdenes ejecutivas como Trump, y el argentino Milei ya va por dos rescates del papá Estado al que decía haber renunciado, además de haberse aprovechado de él para llevar a cabo prácticas corruptas y, sobre todo, para ayudar a los grupos de interés que lo apoyan políticamente. En lugar de favorecer la información perfecta y gratuita de los sujetos económicos, lo habitual es ver a estos anarcoliberales confraternizando sin disimulo o incluso compartiendo gobiernos con los propietarios de los grandes oligopolios. Trump obliga a las corporaciones farmacéuticas a que fijen los precios a su conveniencia, obliga a las empresas a que inviertan allí donde él decide, se salta a la torera el libre comercio y basa las relaciones económicas internacionales en la extorsión y la amenaza. Cuando gobiernan, son los propios anarcoliberales quienes se empeñan en mostrar que la inversión no se comporta como dicen sus modelos, ni los beneficios se obtienen como aseguran las teorías económicas que defienden. Trump no sólo no oculta que manipula los mercados para producir ganancias a los grupos de interés que lo apoyan, sino que se vanagloria y hace ostentación de ello.

Son los propios anarcoliberales los que están demostrando, ahora que gobiernan, lo que con más intensidad han querido ocultar durante más de cien años: la economía no es un mecanismo automático, ni funciona en virtud de leyes naturales, sino que es el poder, el diferente poder de los distintos sujetos económicos, lo que determina qué ocurre y qué no en las relaciones económicas, qué tipo de resultados dan, y quién se beneficia de ellos en mayor o menor medida.

Y lo más extremo: quienes alardean de ultraliberales, demuestran que no son ni siquiera un poco liberales, sino líderes autoritarios, enemigos de la libertad y expresamente contrarios a la filosofía de la empatía y el respeto que defendieron los grandes pensadores del liberalismo.

El trumpismo y la motosierra de los anarcoliberales no son sino la simple puesta en marcha del inmenso poder del Estado para favorecer a los viejos amos del mundo, las finanzas y grandes corporaciones, y al emergente capitalismo tecnológico de las redes y la nube que no puede funcionar con asalariados y democracia, sino con siervos y dictaduras que lo protejan.

Como muestro en un nuevo libro que estará en librerías a partir del 12 de noviembre (Cómo sobrevivir al trumpismo y a la economía de la motosierra), lo que estamos empezando a ver de la mano de los gobernantes anarcoliberales es un fraude intelectual, un disparate que terminará muy mal, si no se le pone fin con los nuevos modos de pensar, principios y políticas económicas que allí analizo.

Ahora bien, a esta experiencia de gobierno anarcoliberal quizá podamos agradecerle algo en el futuro. A partir de ahora será mucho más difícil que sigamos leyendo en libros y manuales las tonterías y falsedades con las que se ha venido tratando de encubrir la realidad de la vida económica.

No me cabe duda, en todo caso, de que seguirá habiendo fanáticos que las sigan defendiendo. Lo mismo que hay millones de personas que siguen creyendo que la tierra es plana, seguirá habiendo economistas que afirmando que la economía es un mecanismo de relojería y que el poder o la energía no tienen nada que ver con ella. Pero serán eso, lo que son, terraplanistas económicos.

Fuente: https://juantorreslopez.com/la-impagable-aportacion-de-los-anarcoliberales-que-gobiernan-al-estudio-de-la-economia/

domingo, 2 de noviembre de 2025

Hambre: más de 20.000 muertes diarias

Más de 9 millones de personas mueren por hambre cuando hay recursos sobrantes para alimentarlas

Cada día mueren más de 20.000 personas por hambre en el mundo. Una noticia que no abre nunca los telediarios, ni se ve en las portadas de los periódicos.

Hace unas semanas se publicó el último informe sobre El estado de la seguridad alimentaria y la nutrición en el mundo que publica anualmente la FAO, la organización de las Naciones Unidas para la agricultura y la alimentación.

Su principal conclusión es que hay indicios de mejora, aunque el hambre y la inseguridad alimentaria mundiales no desaparecen.

Efectivamente, el año pasado se registró una pequeña disminución en el número de personas desnutridas: 15 millones menos que en 2023.

Pero unos 700 millones de personas padecieron hambre en 2024, lo que equivale a más de 8 de cada cien seres humanos de los que vivimos en el planeta. Muchísimos.

La situación mejora en algunas zonas de Asia y América del Sur, pero la alimentación insuficiente aumenta en África y Asia Occidental, y el hambre es mucho más aguda en las zonas rurales del planeta, donde la padeció casi una de cada tres personas en 2024.

Como en tantos otros aspectos, las mujeres y niñas salen especialmente malparadas y su situación fue a peor en 2023 y 2024. El año pasado, tres de cada diez mujeres de entre 15 y 49 años tenía anemia por falta de alimento o de dieta diversa. Y en esa situación se encontraban 64 de cada 100 niños de entre 6 y 23 meses.

Los datos son terribles, pero lo peor es que sabemos qué hay que hacer para evitarlo.

La FAO ha hecho un análisis exhaustivo de más de 10.000 registros de políticas y de 35 instrumentos de política distintos y sabe cuáles de ellos funcionan para evitar que mueran más de 9 millones de seres humanos por falta de alimentos. Como también se ha demostrado que hoy día se pueden producir en nuestro planeta alimentos suficientes para dar de comer holgadamente a 11.000 millones de personas.

Los estudios de Naciones Unidas estiman que se necesitarían menos de 300.000 millones de dólares al año hasta 2030 para acabar con la pobreza y el hambre en ese año.

El año pasado se gastaron 5,1 millones de dólares por minuto en armamento. Eso significa que, con sólo 5 semanas de ese gasto, sería suficiente para evitar más de nueve millones de muertes. Mejor dicho, nueve millones de asesinatos. Porque el hambre en un planeta tan rico es un crimen.

Un crimen perpetrado por las guerras insensatas, el despilfarro, la avaricia de unos pocos que impide que haya voluntad política para acabar con el hambre, y también, aunque te cueste oírlo, por nuestro silencio.

Al menos no te calles, difunde estos datos y procura que la gente se entere de lo que está pasando.

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jueves, 30 de octubre de 2025

_- La economía del comodín del tanto por ciento


_- Fuentes:Ganas de escribir


Numerosos estudios han demostrado que los argumentos o proposiciones que se basan en números, cantidades o porcentajes, se aceptan mucho más fácil y disciplinadamente por los seres humanos, con independencia de que sean más o menos ciertos. 

 Formuladas con cifras, las órdenes o sugerencias adquieren una apariencia de neutralidad, rigor y verdad que hacen que nuestro cerebro las perciba como más racionales y menos arbitrarias y, por tanto, como más aceptables.

La psicóloga y experta en ciencias de la decisión Ellen Peters ha demostrado con numerosos experimentos que la presentación cuantitativa de la información cambia la manera en que la gente la interpreta y actúa, incluso cuando el contenido verbal es idéntico. Un argumento expuesto con números resulta más creíble que otro equivalente presentado sólo verbalmente, aunque las cifras sean inventadas. Su expresión numérica hace creer que es de naturaleza técnica y objetiva.

La simple presencia de los números hace que el argumento nos parezca más fiable y asumible, pues desde muy pequeños socializamos asumiendo que tras ellos hay siempre ciencia y autoridad.

Los empresarios saben de esta capacidad de los números desde hace mucho. A ninguno se le ocurriría establecer incentivos de productividad a sus empleados o comerciales diciéndoles, por ejemplo, «haga más esfuerzo» o «aumente las ventas todo lo que pueda». Por el contrario, establecerá los objetivos numéricamente: «producir 50 piezas más al día» o «vender un 10% más todos los meses».

Y, naturalmente, también se enteraron de todo esto los economistas convencionales que viene proponiendo y justificando desde hace más de un siglo las políticas económicas dominantes.

Cuando lo que se pretende es aplicar las que claramente perjudican a la mayoría de la sociedad sin que se puedan proporcionar evidencias que las justifiquen, no hay más remedio que hacer trampa, sacándose algún comodín de la manga para ganar la partida que se tendría perdida si todas las cartas se pusieran boca arriba.

El comodín de la economía liberal convencional consiste en presentar sus teorías con grandilocuencia matemática y en revestir sus propuestas políticas con expresiones numéricas y porcentajes que les den la autoridad y legitimidad que, como acabo de decir, proporcionan siempre las cifras.

Como prueba de ello voy a mostrar a continuación cinco comodines falsos que la economía convencional se ha sacado y se saca de la manga para poder dar gato por liebre, engañando a la gente al hacerle creer de ese modo que se trata de propuestas técnicas y objetivas, cuando en realidad sólo responden a estrategias de los de arriba para desposeer sin cesar a los de abajo.

1. El primer comodín es la llamada tasa natural de paro, un porcentaje de desempleo por debajo del cual se dice que no conviene estar porque en ese caso se produciría inflación.

La idea la formuló inicialmente el economista liberal Milton Friedman y se hizo popular en los años ochenta del siglo pasado, cuando lo que se deseaba era provocar desempleo deliberadamente para desarmar a las clases trabajadoras y así favorecer la recuperación del beneficio privado.

La consecuencia de asumir como cierto ese concepto es evidente: la lucha por combatir el desempleo tenía un límite, el que marcaba el porcentaje correspondiente a la tasa natural de paro.

Sin embargo, tal como sus propios defensores reconocieron, la tasa natural de paro no es una variable observable, sólo se puede deducir a posteriori, cuando se sabe el comportamiento de los precios y del empleo. Se deduce, por tanto, de los propios datos que pretende explicar, lo que significa que es una tautología. Además, tampoco es «natural» sino que cambia según las circunstancias, lo que indica que empleo y precios no dependen uno del otro, sino de las circunstancias estructurales que los rodean. Y para poder estimarla (puesto que no se puede observar, como he dicho) hay que establecer como hipótesis completamente irrealista que los mercados tienden siempre al equilibrio. Prueba de ello es que la experiencia empírica contradice su existencia cuando muestra que, en la realidad, no hay correlación estable entre empleo e inflación.

A pesar de ello, como he dicho, presentar un determinado porcentaje como la supuesta tasa natural de paro de la economía tiene una clara utilidad: permite desentenderse de la lucha contra el paro, una lacra para la gente que lo sufre pero algo muy útil para mantener los salarios bajos y condiciones de trabajo leoninas.

2. El segundo comodín que traigo como ejemplo es el que se sacó de la chistera el presidente Mitterrand. Poco después de llegar a la presidencia de la República Francesa en 1981 propuso que todos los gobiernos europeos establecieran como límite del déficit presupuestario un 3% del PIB. En mi libro Economía para no dejarse engañar por los economistas cuento la historia de cómo se estableció ese criterio y no la voy a repetir aquí. Me limitaré a decir que tampoco hay ningún tipo de fundamento científico ni evidencia empírica que lo justifique. Podría haberse establecido el 2%, o el 4% o el 7% con el mismo fundamento, es decir, con ninguno. Fue otra patraña en forma de porcentaje que los gobiernos neoliberales europeos se sacaron de la manga para que la gente aceptara las políticas de desmantelamiento del Estado de Bienestar que se proponían llevar a cabo.

3. El tercer comodín se utilizó durante la crisis de 2007, cuando se quería convencer a la población de que había que hacer grandes recortes de gasto social con la excusa de reducir la deuda.

En un libro y diversos artículos, los economistas Carmen Reinhart y Kenneth Rogoff aseguraron que el crecimiento económico se frena si la deuda supera el 60 % del PIB en los países emergentes y el 90 % en los desarrollados.

La tesis fue difundida amplísimamente gracias a un gran apoyo mediático (The Wall Street Journal calificó al libro como el más importante de los de economía publicados en 2009) pues permitía legitimar las políticas de austeridad que interesaban para rescatar a los grandes bancos que habían provocado la crisis.

Sin embargo, poco después los investigadores Thomas Herndon, Michael Ash y Robert Pollin comprobaron que los datos de Reinhart y Rogoff estaban mal utilizados y que sus conclusiones eran infundadas. Omitieron algunos que no se ajustaban a su tesis preconcebida, e incluso habían cometido sospechosos errores de cálculo que casualmente servían para reforzar lo que se quería demostrar.

El daño, sin embargo, estaba hecho. Sacar como comodín otro porcentaje de deuda que no se debía superar, de nuevo con falsedad y engaño, permitió legitimar y llevar a cabo políticas que produjeron un grave daño al conjunto de la economía y la sociedad.

4. El cuarto comodín también es muy relevante. Se basa en asegurar que los bancos centrales deben hacer lo que haga falta para que la inflación no supere el 2 %. De nuevo se trata de una fabulación que se presenta con la autoridad que dan las cifras para que así se pueda creer lo que carece de cualquier fundamento real o científico. No hay razón alguna para que el porcentaje de inflación tomado como tope sea el 2 %, y no el 1,5 % el 2,2 % o el 3 %. Se establece para hacer creer que las decisiones de los bancos centrales no son políticas, como son en realidad, sino exclusivamente técnicas, objetivas y, por tanto, no sujetas a deliberación.

5. Y ya para terminar, mencionemos un último comodín, aunque en este caso es mucho más evidente que responde a una decisión caprichosa e incluso irracional: la obligación de que todos los países de la OTAN dediquen el 5 % de su PIB a gasto militar. Un porcentaje igualmente caprichoso, al que ninguno llega, materialmente imposible de alcanzar por muchos de ellos, dado el nivel de deuda que ya tienen, y que además es completamente irracional y no tiene justificación económica alguna, como acaba de señalar José Borrell: «Exigir a todos los países un 5% del PIB de gasto militar no tiene sentido (…) Hungría es un país sin mar y no necesita armada. En cambio, España tiene muchos kilómetros de costa que proteger. ¿Los dos tienen que gastar el 5%? Parece que no”.

Como demuestro en el libro que estará en librerías a partir del próximo 12 de noviembre, la economía dominante es el fraude intelectual más grande de todos los tiempos y por eso necesita recurrir constantemente a tretas como esta que llamo del comodín del tanto por cierto. Desvelarlas, poner en entredicho a quienes, inocente o deliberadamente, cometen el fraude y combatirlas debería considerarse un imperativo ético fundamental y el primer deber cívico de nuestro tiempo, un servicio público de interés general, porque las mentiras y trampas con las que se están justificando las políticas económicas no son banales, sino que provocan el sufrimiento y la muerte de millones de personas. En nuestro caso más reciente, ayudando a que la gente entienda la barbaridad injustificada que supone comprometerse a dedicar el 5 % del PIB a gastos de guerra y, en particular, apoyando a Pedro Sánchez, el único dirigente de la OTAN que en este asunto ha tenido dignidad y coherencia y la valentía de oponerse al capricho de los autócratas. 

Publicado en lavozdelsur.es el 24 de octubre de 2025 

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domingo, 7 de septiembre de 2025

_- Estop genocidio. El negocio del genocidio: no hay límite para el capitalismo si se trata de ganar dinero

_- Estoy seguro de que muchas de las personas que leen mis artículos tuvieron noticia del último informe de la Relatora Especial de las Naciones Unidas sobre la situación de los derechos humanos en los territorios palestinos ocupados desde 1967, Francesca Albanese, publicado en junio pasado.

Sin embargo, quiero reincorporarme a la actividad tras el paréntesis veraniego haciéndome eco de él por tres razones importantes. En primer lugar, porque hay que seguir denunciando y combatiendo lo que yo creo que es un auténtico crimen contra la humanidad, cometido por Israel en la piel del pueblo palestino y con la complicidad de los grandes poderes que dominan el mundo. En segundo lugar, porque este informe señala y demuestra algo muy importante que hay que divulgar: el genocidio que lleva a cabo Israel no es sólo un crimen en sí mismo, por lo que tiene de violencia terrorista y de crueldad inhumana, sino también un negocio de sangre para un gran número de grandes empresas. Finalmente, y no es lo menos importante, me hago eco del informe como un modesto homenaje a su autora, una persona honrada y valiente que está siendo perseguida, amenazada y vejada, sin que demuestren que sus juicios son erróneos, por los gobiernos criminales de Estados Unidos e Israel, para los que el dinero y el poder están por encima de la verdad, la vergüenza y la paz.

El Informe parte de una evidencia: el colonialismo y el genocidio “han sido históricamente impulsados y facilitados por el sector empresarial” para desposeer a los pueblos, y eso mismo es lo que ha ocurrido con la estrategia de Israel para colonizar los territorios palestinos.

En concreto, muestra que grandes corporaciones multinacionales fabricantes de armas, tecnológicas, constructoras, de industrias extractivas y servicios, bancos, fondos de pensiones, aseguradoras, e incluso universidades y organizaciones benéficas permiten «la negación de la autodeterminación y la ocupación, la anexión y los crímenes de apartheid y genocidio, así como una larga lista de crímenes conexos y violaciones de derechos humanos, desde la discriminación, la destrucción indiscriminada, el desplazamiento forzado y el saqueo hasta las ejecuciones extrajudiciales y la hambruna».

El informe señala que han hecho y hacen negocio con la ocupación y el genocidio de diversos modos. Entre otros, proporcionado armas y maquinaria para destruir viviendas, escuelas, hospitales, mercados…, comprado tierras con el fin de desposeer y desplazar a la población palestina, suministrado equipos de vigilancia para segregar y controlar comunidades, asfixiado la economía palestina convirtiéndola en un mercado cautivo, explotando su mano de obra y recursos y canalizado fondos hacia la ocupación ilegal, o suministrando los servicios de información, datos e inteligencia o financieros que permiten que Israel lleve a cabo la ocupación y el genocidio.

También se benefician de la ocupación y dan soporte al genocidio otras organizaciones civiles y religiosas de diversos países e incluso universidades y grandes centros de investigación, como el Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT), en cuyos laboratorios se realizan investigaciones sobre armas y vigilancia financiadas por el Ministerio de Defensa israelí.

En realidad, nada de esto se sabe por primera vez. Ya en 2020 Naciones Unidas había presentado una base de datos con 112 empresas que se beneficiaban de la actividad ilegal de Israel en Cisjordania. El portal whoprofits.org proporciona, además del listado de esas empresas, informes sobre su área específica de actividad. Y en dontbuyintooccupation.org se señalan las entidades financieras que hacen negocio con la ocupación, entre ellas, las españolas Banco de Santander, BBVA, Caixa y Banco de Sabadell.

El informe tiene el valor, sin embargo, de denunciar todo eso en el momento más difícil con fundamento, valentía y con toda claridad: el genocidio perpetrado por Israel continúa -dice Francesca Albanese- «porque es lucrativo para muchos».

Su informe concluye diciendo textualmente: «Los inversores y las instituciones públicas y privadas se lucran a mansalva (…) Las empresas armamentísticas han obtenido beneficios casi récord equipando a Israel con armamento de última generación que ha devastado a una población civil prácticamente indefensa (…) La maquinaria de los gigantes mundiales de equipos de construcción ha contribuido decisivamente a arrasar Gaza, impidiendo el retorno y la reconstitución de la vida palestina. Los conglomerados mineros y de energía extractiva, si bien proporcionan fuentes de energía civil, han alimentado las infraestructuras militares y energéticas de Israel, ambas utilizadas para crear condiciones de vida calculadas para destruir al pueblo palestino (…) La agroindustria aún sustenta la expansión de los asentamientos. Las mayores plataformas de turismo en línea siguen normalizando la ilegalidad de las colonias israelíes. Los supermercados globales siguen ofreciendo productos de los asentamientos israelíes. Y las universidades de todo el mundo, bajo el pretexto de la neutralidad en la investigación, siguen beneficiándose de una economía que ahora opera en modo genocida».

El ansia voraz y enfermiza del beneficio, la avaricia sin límites que mueve al capitalismo de nuestros días y el poder gigantesco que están acumulando las grandes industrias armamentísticas, tecnológicas y financieras han creado, como dijo el Tribunal Penal Internacional y recuerda el informe de Francesca Albanese, una «empresa criminal conjunta» que conforma una «economía global que impulsa, alimenta y facilita este genocidio». El capitalismo de nuestros días, las grandes empresas que lo gobiernan, sus directivos y los políticos que las defienden y apoyan, están manchados de sangre inocente de docenas de miles de seres humanos.

No es nada fácil hacerse oír y combatir todo esto, pero no podemos callarnos ante los crímenes consentidos ni ante la infamia de los gobiernos, empresas y líderes políticos y sociales que por acción u omisión están permitiendo un nuevo y vergonzoso holocausto en Palestina.

PD.

Con ese ánimo de no guardar silencio, un grupo de personas de diferentes sensibilidades políticas e ideologías enviamos hace unos días una carta a la presidente de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, reclamándole que actúe y no sea cómplice ni por acción ni por omisión del genocidio. Ya se han sumado más de 800 1.200 firmas. Te animo a hacerlo (para ello escribe a fcasero@fundacionsavia.org) o, incluso mejor, a que tomes la misma iniciativa y envíes otra carta parecida con personas de tu alrededor. La que hemos enviado puedes leerla pinchando aquí.

jueves, 31 de julio de 2025

Indignidad europea ante el engaño trumpista

La presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, y el de Estados Unidos, Donald Trump, acaban de escenificar una auténtica y desvergonzada obra de teatro.

Como ha hecho con otros países, Donald Trump no ha buscado ahora con la Unión Europea un buen acuerdo comercial para los intereses de la economía estadounidense, como él se empeña en decir. Y en lo que ha cedido von der Leyen no es en materia arancelaria para evitar los males mayores de una escalada de guerra comercial, como afirman los dirigentes europeos. El asunto va por otros derroteros.

Los aranceles del 15 por ciento acordados para gravar casi todas las exportaciones europeas los pagarán los estadounidenses y, en algunos casos, con costes indirectos aún más elevados.

Eso pasará, entre otros productos, con los farmacéuticos que se ven afectados. Puesto que en Estados Unidos no hay producción nacional alternativa y siendo generalmente de compra obligada (los economistas decimos de muy baja elasticidad de la demanda respecto al precio) los consumidores terminarán pagando precios más elevados. Suponiendo que fuese posible o interesara la relocalización de las empresas para irse a producir a Estados Unidos (lo que, desde luego no está nada claro), sería a medio plazo (lo expliqué en un artículo anterior).

Los aranceles a los automóviles europeos serán del 15 por ciento, pero los fabricantes estadounidenses deben pagar otros del 50 por ciento por el acero y el cobre, y del 25 por ciento por los componentes que adquieren de Canadá y México. Sería posible, por tanto, que los coches importados de la Unión Europea sean más baratos que los fabricados en Estados Unidos y que a los fabricantes de este país les resulte mejor producirlos en Europa y llevárselos de vuelta. Además, la mayoría de los automóviles de marcas europeas que se venden en Estados Unidos se fabrican allí, de modo que no les afectarán los aranceles, mientras que en Europa apenas se venden coches estadounidenses, no por razones comerciales sino más bien culturales o de gustos. Otros productos en los que Europa tiene ventajas, como los relativos a la industria aeroespacial y algunos químicos, agrícolas, recursos naturales y materias primas no se verán afectados.

En realidad, en términos de exportación e importación de bienes generales, el «acuerdo» no es favorable a Estados Unidos. Como explicó hace unos días Paul Krugman en un artículo titulado El arte del acuerdo realmente estúpido, el que suscribió con Japón (y se puede decir exactamente lo mismo ahora del europeo y de todos los demás) «deja a muchos fabricantes estadounidenses en peor situación que antes de que Trump iniciara su guerra comercial».

No obstante, todo esto tampoco quiere decir que Europa haya salido beneficiada. Las guerras comerciales no suele ganarlas nadie, y muchas empresas y sectores europeos (los del aceite y el vino español, por ejemplo) se verán afectados negativamente. Pero no perderán porque Trump vaya buscando disminuir el déficit de su comercial exterior, sino como un efecto colateral de otra estrategia aún más peligrosa.

La realidad es que a Estados Unidos no le conviene disminuirlo porque este déficit, por definición, genera superávit y ahorro en otros países que vuelve como inversión financiera a Estados Unidos para alimentar el negocio de la gran banca, de los fondos de inversión y de las grandes multinacionales que no lo dedican a invertir y a localizarse allí, sino a comprar sus propias acciones. El déficit exterior de la economía estadounidense no es una desgracia, sino el resultado deliberadamente provocado para construir sobre él un negocio financiero y especulativo de colosal magnitud.

Lo que verdaderamente busca Estados Unidos con los «acuerdos» comerciales no es eliminar los desequilibrios mediante aranceles. Eso es algo que no se ha conseguido prácticamente nunca en ninguna economía). El objetivo real de Estados Unidos es hacer chantaje para extraer rentas de los demás países, obligándoles a realizar compras a los oligopolios y monopolios que dominan sus sectores energético y militar y, por añadidura, humillarlos y someterlos de cara a que acepten más adelante los cambios en el sistema de pagos internacionales que está preparando ante el declive del dólar como moneda de referencia global.

En el «acuerdo» con la Unión Europea (como en los demás), lo relevante ni siquiera son las cantidades que se han hecho públicas. Los aranceles son una excusa, un señuelo, el arma para cometer el chantaje. Lo que de verdad importa a Trump no es el huevo que se ha repartido, sino el fuero que acaba de establecer. Es decir, la coacción, el sometimiento y el monopolio de voluntad que se establecen, ya formalmente, como nueva norma de gobernanza y dominio de la economía global y que Estados Unidos necesita imponer, ahora por la vía de la fuerza financiera y militar debido a su declive como potencia industrial, comercial y tecnológica.

Siendo Donald Trump un gran negociador, si quisiera lograr auténticas ventajas comerciales para su economía no habría firmado lo que ha «acordado» con Europa (y con los demás países), ni hubiera dejado en el aire y sin concretar sus aspectos más cuantiosos. La cantidad de compras de material militar estadounidense no se ha señalado: «No sabemos cuál es esa cifra», dijo al escenificar el acuerdo con von der Leyen. El compromiso de compra de 750.000 millones de dólares en productos energéticos de Estados Unidos en tres años sólo podría obligar a Europa a desviar una parte de sus compras y tampoco parece que se haya concretado lo suficiente. Y la obligación de inversiones europeas por valor de 600.000 millones de dólares en Estados Unidos es una quimera porque la Unión Europea no dispone de instrumentos (como el fondo soberano de Japón) que le permitan dirigir inversiones a voluntad y de un lado a otro. Además, establecer esta última obligación sería otro disparate si lo que de verdad deseara Trump fuese disminuir su déficit comercial con Europa: si aumenta allí la inversión europea, disminuirán las compras de Europa a Estados Unidos, y lo que se produciría será un mayor déficit y no menor.

Lo que han hecho von der Leyen y Trump (por cierto, en Escocia y ni siquiera en territorio europeo) ha sido desnudarse en público. Han hecho teatro haciendo creer que negociaban cláusulas comerciales, pero en realidad se han quitado la ropa de la demagogia y los discursos retóricos para mostrar a todo el mundo sus vergüenzas manifestadas en cinco grandes realidades:

El final del gobierno de la economía global y el comercio internacional mediante reglas y acuerdos y el comienzo de un nuevo régimen en el que Estados Unidos decidirá ya sin disimulos, a base de chantaje, imposiciones y fuerza militar. A Estados Unidos no le va a importar provocar graves daños y producir inestabilidad y una crisis segura en la economía internacional para poner en marcha ese nuevo régimen. Quizá, incluso lo vaya buscando, lo mismo que buscará conflictos que justifiquen sus intervenciones militares.

La Unión Europea se ha sometido, se arrodilla ante el poder estadounidense y renuncia a forjar cualquier tipo de proyecto autónomo. Como he dicho, a Trump no le ha importado el huevo, sino mostrar que Europa ya no toma por sí misma decisiones estratégicas en tres grandes pilares de la economía y la geopolítica: defensa, energía e inversiones (en tecnología, hace tiempo que perdió el rumbo y la posibilidad de ser algo en el concierto mundial). Von der Leyen, con el beneplácito de una Comisión Europea de la que no sólo forman parte las diferentes derechas sino también los socialdemócratas (lo que hay que tener en cuenta para comprender el alcance del «acuerdo» y lo difícil que será salir de él), ha aceptado que la Unión Europea sea, de facto, una colonia de Estados Unidos.

Ambas partes han mostrado al mundo que los viejos discursos sobre los mercados, la competencia, la libertad comercial, la democracia, la soberanía o la paz eran lo que ahora vemos que son: humo que se ha llevado el viento, un fraude, una gran mentira.

Por último, han mostrado también que el capitalismo se ha convertido en una especie de gran juego del Monopoly regido por grandes corporaciones industriales y financieras que han capturado a los estados para convertirse en extractoras de privilegios, en una especie de gigantescos propietarios que exprimen a sus inquilinos aumentándoles sin cesar la renta mientras les impiden por la fuerza que se vayan y les hablan de libertad.

La Unión Europea se ha condenado a sí misma. Ha dicho adiós a la posibilidad de ser un polo y referente mundial de la democracia, la paz y el multilateralismo. Ahora hace falta que la gente se entere de todo esto y lo rechace, lo que no será fácil que suceda, pues a esos monopolios se añade el mediático y porque, como he dicho, esta inmolación de Europa la ha llevado a cabo no sólo la derecha, sino también los socialistas europeos que, una vez más, traicionan sus ideales y se unen a quien engaña sin vergüenza alguna a la ciudadanía que los vota.

Juan Torres López

sábado, 19 de julio de 2025

La motosierra se pone en marcha en Francia, allí también con mentiras

El primer ministro francés, François Bayrou, acaba de anunciar un recorte de 44.000 millones de euros en el Presupuesto de 2025 que presentará el próximo mes de octubre.

El recorte afectará al gasto en educación, sanidad, pensiones y ayudas sociales y a la creación de empleo público, aunque no al gasto militar pues. Prácticamente al mismo tiempo, se ha anunciado que este aumentará en 6.000 millones de euros en los próximos dos años.

Como ocurre siempre que los políticos y economistas neoliberales hablan de deuda, ahora en Francia se vuelve a engañar a la gente. Se le hace creer que, con recortes como los de Bayrou, se va a reducir y que lo más adecuado para lograrlo es disminuir el gasto social.

Vayamos por parte y supongamos por un momento que de verdad fuese necesario reducir la deuda.

El presidente Bayrou ha justificado los recortes por el enorme volumen de deuda que acumula Francia: 3,3 billones de euros, un 114% de su PIB. Sin embargo, no ha hecho referencia a algo fundamental.

En 1973, Francia tenía una deuda pública muy baja, unos 80.000 euros de la época equivalentes a menos del 20’% del PIB. En 1995, ya era de 696.236 millones de euros, según Eurostat. En total, por lo tanto, desde 1973 a la actualidad ha crecido 3,2 billones y, desde 1995, 2,6 billones. Lo que olvida Bayrou es que Francia ha pagado 2,33 billones de euros de intereses desde 1995 y unos 2,75 billones desde 1973, siempre según Eurostat y los datos oficiales franceses. En 2024, fueron 60.200 millones de euros, 16.200 millones más de lo que se quiere recortar.

El presidente francés se queja de que la deuda pública de su país es muy elevada, pero no menciona que el 86% de su incremento desde 1973 y el 89,6% desde 1995 se debe al pago de intereses. Y, por supuesto, olvida también que Francia ha pagado esa cantidad astronómica de intereses no como efecto de una ley natural e inevitable, sino por una de 3 de enero de 1973, impulsada por el gobierno del presidente Georges Pompidou, que prohibió que el Banco de Francia siguiera financiando sin interés al Estado, como hasta entonces había hecho.

Sin esa ley, y si el Estado francés hubiera gastado lo mismo que ha gastado desde 1973, pero sin pagar intereses, la deuda pública francesa no sería hoy día del 114% del PIB que preocupa a Bayrou, sino que estaría entre el 17 y el 20% del PIB, según las diferentes estimaciones.

En resumen, lo que hace que la deuda francesa crezca sin cesar (como la de los demás países que renunciaron a la financiación del banco central) es el pago de intereses y no que el Estado gaste mucho en otras partidas. Y si eso ocurre es porque se concedió a las finanzas privadas el mayor negocio de todos los tiempos: financiar a los gobiernos a intereses de mercado. No es casualidad que Georges Pompidou hubiese sido director general del Banco Rothschild antes que presidente de la República.

El segundo engaño de Bayrou a su pueblo consiste en decirle que reduciendo el gasto público con su motosierra disminuirá la deuda.

Al aplicar la motosierra a su economía para llevar a cabo un recorte tan brutal del gasto público social, lo que Bayrou provocará será una recesión, una importante caída de la actividad económica, puesto que cada euro recortado se convertirá en una caída mayor en el ingreso de las empresas privadas y en la renta de los hogares. Esto último y el desempleo en aumento, forzosamente obligarán a que empresas y hogares aumenten su endeudamiento y provocarán, a la postre, que siga aumentando la deuda pública, pues disminuirán los ingresos del Estado. Ha sucedido siempre y volverá a ocurrir ahora en Francia, sin ningún tipo de duda.

Bayrou lo sabe y por eso miente. Lo que busca el presidente francés con su motosierra no es reducir la deuda, sino provocar un shock para producir desmovilización social y favorecer la privatización de servicios públicos que van a empezar a funcionar aún peor cuando tengan menos financiación, manteniendo a salvo el negocio financiero.

No se trata de defender el incremento de la deuda pública como un fin en sí mismo. La deuda es una esclavitud y el gasto público debe realizarse con austeridad auténtica, con transparencia y eficacia, no con la corrupción propia del capitalismo de amiguetes y extractivo de nuestros días. Pero eso es una cosa y otra no entender que el gasto del Estado es un motor fundamental de la economía y que, cuando se frena, esta se viene abajo. O que si la deuda aumenta tanto es, como he dicho, a causa del pago de intereses.

Si el presidente francés estuviera de verdad preocupado por la deuda actuaría de otra forma. En primer lugar, tomaría medidas para evitar la sangría permanente que supone en pago de intereses, y trataría de reducirla como se ha hecho en otras ocasiones, sin necesidad de recortar gasto esencial para el bienestar o la inversión, con más equidad y racionalidad. Y, en segundo lugar, se preocuparía por otra deuda mucho más peligosa para la economía francesa y el planeta, la climática que podría llegar a suponer el 61 % del PIB de Francia en 2050, según un estudio reciente.

Bayrou se dispone a poner en marcha la nueva economía de la motosierra que no es exclusiva de Milei o Trump, sino el signo de nuestros tiempos, los de un capitalismo cada vez más degenerado e incompatible con la democracia, como explico en el libro que pronto estará en la calle publicado por Ediciones Deusto.

Juan Torres López,

jueves, 26 de junio de 2025

Entrevista al Premio Nobel de Economía Joseph E. Stiglitz «Trump quiere ser un dictador»

Fuentes: El diario


El premio Nobel de Economía vino a España para dar una conferencia sobre los peligros de la desinformación, organizada por el Observatorio de Medios, en la que también participó elDiario.es

“La libertad de llevar un fusil AK-47 para algunos es la pérdida de libertad por el miedo de otros”. Con este ejemplo fácil de entender, el Nobel de Economía de 2001 Joseph E. Stiglitz (Estados Unidos, 1943) tumba los argumentos falsos de una derecha entregada a un concepto falso de libertad que, al final, se traduce en la ley de la selva. Defensor acérrimo de un capitalismo progresista donde la regulación debe ordenar las finanzas para acabar con las desigualdades, argumenta que “los mercados sin restricciones no serían libres, acabarían en monopolios”. Stiglitz defiende en su libro Camino de libertad (Editorial Taurus) que “la idea de que deberías ser libre de hacer lo que quieras para construir algo suena bien hasta que te das cuenta de que a menudo es más fácil ganar dinero explotando a otros. Sin embargo, si restringes que alguien pueda explotar a los demás, canalizas las energías de la sociedad hacia formas constructivas para conseguir una economía mejor”.

Este economista no esconde que “hay un miedo abrumador en Estados Unidos” con el presidente Donald Trump, que está conduciendo al país a “un tipo diferente de autoritarismo”. “Lo que está sucediendo hoy en Estados Unidos con Trump es el debilitamiento total de la democracia”, reitera. Y lanza un aviso: “Esperemos que lo que está sucediendo en Estados Unidos sea una llamada de atención para Europa, porque podría ocurrir en cualquier lugar”.

Su libro se titula Camino de libertad. ¿Podría ser el concepto de libertad el más utilizado para destruir la libertad de millones de personas en un sistema como el capitalismo neoliberal que nos tiene secuestrados en una falsa libertad?

El motivo por el que escribí el libro es el abuso del término “libertad”. En Estados Unidos, el grupo de derecha del Partido Republicano llamado Freedom Caucus hace un abuso constante del término: libertad económica, libre empresa, mercados libres. Lo que intento señalar es que en la derecha no se dan cuenta de cómo somos interdependientes en la sociedad. De manera que la libertad de una persona puede quitarle la libertad a otra. Por ejemplo, la libertad de portar un AK-47 te puede quitar la libertad de vivir. En Estados Unidos, tenemos contantemente asesinatos, muchos de ellos en escuelas. Los padres se preocupan por si sus hijos volverán a casa, han perdido la libertad por el miedo. Así que la libertad de llevar un fusil AK-47 para algunos es la pérdida de libertad por el miedo de otros. La libertad de no llevar mascarilla durante la COVID-19 significaba que otras personas iban a morir o la libre empresa y su libertad para contaminar va a incrementar las consecuencias del cambio climático. La derecha asegura que la regulación es perjudicial porque limita la libertad. Pero una simple normativa da más libertad a todo el mundo. Así que restringir la libertad de alguna manera puede ampliarla de una forma más significativa.

Usted escribe en su libro que “resulta sorprendente que, a pesar de todos los fallos y las desigualdades del sistema actual, tanta gente siga defendiendo la economía del libre mercado”. ¿Cómo han conseguido engañar a la gente?

En primer lugar, el sistema económico es muy complicado. Entender cómo encajan todas las piezas es muy difícil. Además, hay un concepto muy atractivo en la idea de espíritu libre, de poder hacer lo que uno quiere. Suena bien, pero todos los juegos requieren reglas y normas. Si no, sería un caos. Los economistas ya han estudiado ese impacto: los mercados sin restricciones no serían libres, acabarían en monopolios. Una de las cosas que le dije a Milton Friedman cuando escribió un libro titulado Libre para elegir fue que el libro realmente debería haberse titulado Libre para explotar. Los mercados no funcionan bien cuando alguien se aprovecha de las personas. Por ejemplo, en 2008, los bancos estadounidenses se dedicaron a conceder préstamos abusivos, con tipos de interés muy elevados, que las personas realmente no tenían capacidad de pagarlos. El resultado fue una gran crisis financiera, todo habría colapsado si el Gobierno no hubiera intervenido para rescatarlos.

Escribí este libro es para intentar explicar de forma sencilla que la idea de que deberías ser libre de hacer lo que quieras para construir algo suena bien hasta que te das cuenta de que a menudo es más fácil ganar dinero explotando a otros. Sin embargo, si restringes que alguien pueda explotar a los demás, canalizas las energías de la sociedad hacia formas constructivas para conseguir una economía mejor. Hay gente que pensaba que el afán de lucro impulsa a las personas a fabricar mejores productos, pero lo cierto es que sin regulaciones, tendrán un incentivo para aprovecharse de otras personas.

Cuando lo entrevisté en 2020, le pregunté qué se puede hacer con ese 1% de ricos que usted apuntaba que en EEUU “iba evolucionando hacia una economía y una democracia del 1%, para el 1% y por el 1%”. Su respuesta fue “frenar su poder político”. Con el resultado de las últimas elecciones en EEUU parece claro que no ha sido suficiente.

¿Quién hubiera pensado que el mundo estaría hablando de oligarcas estadounidenses? Antes hablábamos de los oligarcas rusos como símbolo de lo que había fallado en la sociedad rusa. Creo que lo que ha salido mal es que durante 40 años no prestamos suficiente atención a la desigualdad. Creíamos que liberar el mercado conduciría a un mayor crecimiento y el goteo económico garantizaría que a todos llegarían los beneficios. Pero lo que obtuvimos fue un débil crecimiento y solo se beneficiaron los más ricos. No funcionó. Pero el neoliberalismo fue la religión económica del momento, no basada en la ciencia económica. Varios economistas, entre los que me encuentro, ya habíamos explicado que el neoliberalismo no funcionaría. Pero con la política de la persuasión, Milton Friedman, que era un gran retórico, al igual que Ronald Reagan, convencieron a los estadounidenses y a buena parte de los europeos. Se tragaron la historia, siguieron esperando a que se produjera el goteo de la riqueza pero no se produjo, lo que dio lugar al descontento. Esta desilusión y descontento hizo que muchos ciudadanos se volvieran antisistemas y antigubernamentales, aunque sin el gobierno iban a estar aún menos protegidos.

Es una especie de círculo vicioso donde la desigualdad hace que los populistas neoliberales ganen elecciones que ponen en marcha políticas que acrecentan esa desigualdad, que los progresistas no terminan de solucionar cuando están en el Gobierno, que hace que los neoliberales vuelvan a ganar y la desigualdad no para de crecer.

Totalmente de acuerdo. Lo que está sucediendo hoy en Estados Unidos con Trump es el debilitamiento total de la democracia. En cierta manera, Donald Trump es la conclusión lógica de este círculo vicioso. Lo más decepcionante es que los ciudadanos están tan desilusionados que dicen que la democracia no es tan importante. Así que no les molesta que Trump haya violado el estado de derecho o los principios básicos de la democracia. Creen que lo importante es asegurar que se escuche su voz, porque piensan que nadie les ha escuchado durante 40 años. Esperemos que lo que está sucediendo en Estados Unidos sea una llamada de atención para Europa, porque podría ocurrir en cualquier lugar.

Parecía que el debate de la austeridad estaba definitivamente enterrado, que las lecciones de la crisis de 2008 habían enseñado cómo la austeridad solo acentuó el desastre económico y agravó la situación para millones de personas. Sin embargo, el paso por la Administración estadounidense de un personaje como Elon Musk solo ha sido para hacer recortes.

Es diferente. No se puede describir como austeridad lo que está haciendo Trump, aunque tiene cosas en común. Hay muchos recortes presupuestarios en áreas que son muy importantes para el crecimiento, socavando la investigación científica o las universidades, que son una de las bases de la fortaleza de Estados Unidos. Así que está matando explícitamente a la economía de una manera peor que en Europa. La austeridad europea se basaba en la creencia de querer reducir el déficit, pero Trump solo ha conseguido un aumento del déficit. Está destruyendo áreas de inversión pública para dar más dinero a los oligarcas o para tener más margen para reducir los impuestos a los ricos.

Trump solo ha conseguido un aumento del déficit. Está destruyendo áreas de inversión pública para dar más dinero a los oligarcas o para tener más margen para reducir los impuestos a los ricos

Usted destaca el papel de la educación liberal como fórmula para crear sociedades más justas. Se entienden así los ataques de Trump a una universidad como Harvard.

Las sociedades democráticas necesitan controles y contrapesos, no solo en el gobierno, también en la sociedad. No se puede permitir la concentración de poder, ya sea económico o mediático. Ahora hay demasiado poder en manos de unas pocas personas, los oligarcas. Trump se opone a cualquier cosa que interfiera con lo que él quiere hacer, quiere ser un dictador. Acusa a la prensa de ser enemiga del pueblo por publicar las ilegalidades que comete. Con la libertad académica ocurre más o menos lo mismo. La sociedad crea estas instituciones educativas para seguir desarrollando ideas. Trump odia las universidades porque no quiere ideas que desafíen sus teorías erróneas.

Pero hay otra razón por la que Trump y muchos en la derecha detestan las universidades. Ven a los jóvenes que salen de las universidades pensando de una manera diferente a como él piensa ahora. En parte es porque los jóvenes deben pensar por sí mismos, y Trump culpa a las universidades, no quiere que la gente piense con rigor. Por eso tiene tanta animadversión y tanta ira hacia nuestras universidades, pero atacando a las universidades está destruyendo el activo más importante de Estados Unidos.

Trump odia las universidades porque no quiere ideas que desafíen sus teorías erróneas

La derecha en España no tiene otra política económica que bajar impuestos. Usted diferencia claramente entre los ingresos del mercado, que carecen de legitimidad moral, frente a los impuestos, que son un acto moral. ¿Lo podría explicar?

Una de las afirmaciones de la derecha es que tienes derecho a todos los ingresos que ganas, sin tener que pagar impuestos. Pero la realidad es que no habrías podido ganar esos ingresos si no se hubiera construido una sociedad sobre los impuestos que ofrezca educación, infraestructuras, seguridad, etc. Es un acto moral pagar impuestos. En segundo lugar, los salarios, los tipos de interés y los precios surgen en una economía de mercado que reflejan la distribución de la riqueza y el poder en la sociedad, aunque no tenga legitimidad moral. Por ejemplo, si tenemos una sociedad en la que la mayor parte de los ingresos están en manos de personas que explotan a otras, serán ellas las que determinen los salarios, independientemente de que alguien reciba un salario alto o bajo. En Estados Unidos, está muy claro que gran parte de la riqueza se remonta a la esclavitud, al poder de mercado, al tráfico de drogas o al comercio de opio con China, que no es que tengan una legitimidad moral.

Otra parte muy interesante de su libro es cuando explica que el derecho de la propiedad es una construcción social. En España tenemos un grave problema de acceso a la vivienda. Las personas con rentas bajas o los jóvenes tienen serios problemas para acceder a una vivienda mientras que los más ricos o los fondos de inversión acaparan cientos y miles de viviendas en propiedad. ¿Sería legítimamente moral limitar el derecho a la propiedad para asegurar el derecho a una vivienda?

Cuando digo que los derechos de propiedad son una construcción social, es como las leyes. Los decidimos como sociedad a través de procesos democráticos. Las sociedades pueden decidir cómo organizar sus derechos de propiedad, aunque ahora la forma en que lo hacemos es ineficiente. Tenemos que crear comunidades en las que todos puedan convivir y disponer de vivienda es fundamental para el funcionamiento de la sociedad.

Se puede limitar la propiedad o su disponibilidad de varias maneras. Por ejemplo, a través de las infraestructuras y el transporte público. De este modo, la gente puede vivir más lejos y desplazarse, ya que el suelo es muy escaso en el centro. Es más barato vivir más lejos. Si se dispusiera de un buen transporte público, la gente estaría dispuesta a vivir más lejos. Por lo tanto, la vivienda no sería un problema tan grave si se dispusiera de buenas infraestructuras. Otro ejemplo, en el centro de la ciudad de Nueva York, que tiene los inmuebles más caros del mundo, hay muchos apartamentos vacíos, que son de oligarcas rusos o chinos ricos. Quieren tener inmuebles en Estados Unidos tanto para blanquear dinero como para tener un refugio seguro. Creo que deberíamos gravar los apartamentos vacíos con impuestos muy altos para desincentivar que sigan vacíos, pero si permanecen vacíos, al menos se pueden utilizar los ingresos para construir viviendas a precios asequibles.

Deberíamos gravar los apartamentos vacíos con impuestos muy altos para desincentivar que sigan vacíos, pero si permanecen vacíos, al menos se pueden utilizar los ingresos para construir viviendas a precios asequibles

Usted también apunta a las cadenas de la deuda, y señala que para resolver esta crisis, basándose en el principio de que la sostenibilidad de la deuda no debe lograrse a costa del desarrollo humano, ya que las actuales políticas de deuda en muchos países en desarrollo están al servicio de los mercados financieros, no de las personas. ¿Cómo solventamos el problema de la deuda?

Hay dos partes: cómo se evita que se acumule un exceso de deuda y qué ocurre cuando ya hay un exceso de deuda. Todos los países tienen una ley de quiebras que reconoce que a veces las personas se endeudan en exceso. Es tanto un problema del prestamista como del prestatario. Reconocer que la gente a veces no puede pagar es la razón por la que existe la quiebra. Es necesario un sistema de quiebras más humano, que permita a la gente saldar su deuda sin abusos. ¿Qué hacemos con el exceso de deuda cuando se produce ex ante? Un buen sistema de quiebra desincentiva el exceso de préstamos. Pero aun así es necesario contar con una buena normativa para disuadir a las entidades financieras que concedan préstamos abusivos. Hay que promulgar leyes que aumenten la transparencia para que se sepa claramente la deuda en la que se mete la gente… No se puede impedir del todo, pero sí desalentar los créditos abusivos.

Usted ha cuestionado varias veces el compromiso con la democracia de economistas como Friedrich Hayek o Milton Friedman. Ambos ganaron el Nobel de Economía. ¿No es un mensaje aterrador que personas que no defiendan la democracia puedan ganar este premio y, en definitiva, ser referentes para la sociedad?

Se tendría que haber discutido más. Las políticas que defendían no eran muy democráticas. Por ejemplo, Milton Friedman estuvo muy vinculado al dictador chileno Augusto Pinochet. Friedman no tuvo reparos en utilizar a este dictador para imponer políticas de libre mercado y sin utilizar medios democráticos, lo que resultó ser un desastre para Chile…. Friedman y Hayek trataron de hacer un argumento moral a favor de los mercados libres y un argumento de que la libertad económica era necesaria e imperativa para la libertad política, pero no estaban realmente comprometidos con la libertad política.

Usted escribe en su libro que “los mercados libres y desatados defendidos por Hayek, Friedman y tantos otros representantes de la derecha nos han puesto en el camino del fascismo”. ¿Cuánto de cerca estamos realmente de sucumbir a este nuevo fascismo?

Creo que en Estados Unidos estamos muy cerca. No es lo mismo que el fascismo del siglo XX en Italia, España o Alemania. El trumpismo es un tipo diferente del autoritarismo. Estamos hablando mucho sobre si los tribunales serán capaces de frenar a Trump, pero hay un miedo abrumador sobre hacia dónde vamos. En la última semana ha enviado a la Guardia Nacional y a los militares por las manifestaciones contra las deportaciones. El miedo es enorme.

La globalización supuso una integración de los mercados aunque la gobernanza de esos mercados era muy débil. ¿Hacia dónde nos dirigimos ahora?

Vamos a redefinir la globalización en el mundo después de Trump porque ya ha destruido el derecho internacional. Europa y a otros países se tienen que dar cuenta de que las fronteras nacionales importan, ya no es como después de la Segunda Guerra Mundial, cuando trabajábamos por un mundo sin fronteras. Estamos abandonando la ambición de un mundo sin fronteras y con reglas globales que gobernaran a todo el mundo. Tendremos que trabajar más para crear normas donde sea más importante, será una globalización más centrada en asuntos importantes, con instituciones multilaterales para el cambio climático, la cooperación para las pandemias del cambio climático y organizar el comercio, pero reduciremos nuestra ambición respecto a lo que ha dominado la agenda multilateral los últimos 80 años. 

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miércoles, 25 de junio de 2025

Hay que acabar con los hijos de puta socialistas de mierda»: hablaron los liberales

El pasado domingo se celebró en Madrid un encuentro de economistas y políticos liberales. En realidad, de ultraliberales, libertarios o anarcocapitalistas, como ellos mismos se autodenominan, y entre los que se encontró como artista invitada el inefable presidente argentino Javier Milei.
Lo que más me gusta de estos personajes es lo sinceros y aguerridos que son: se necesitan agallas para ir por medio mundo proponiendo acabar con los hijos de puta de mierda que no piensan como ellos en nombre de la libertad. En las SS no hubieran desentonado.

Y me maravilla también lo cómodos y naturales que se muestran haciendo cosas que a cualquier persona con un mínimo de educación y respeto a los demás le produciría vergüenza ajena, como poco.

Según informan diferentes medios de comunicación, en el Madrid Economic Forum, como se denominó el evento, se gritó fuerte y a menudo. Algo, por cierto, que también delata que estas gentes son mucho más fanáticas que reflexivas. Siempre que habla de economía, Milei lo hace a gritos y con insultos. Y lo mismo hicieron en el Forum madrileño los 7.000 asistentes en varias ocasiones: «Pedro Sánchez, hijo de puta», «Pedro Sánchez, hijo de puta», «Pedro Sánchez, hijo de puta», clamaban a grito pelado los liberales. La versión libertaria de los teoremas de la micro y la macroeconomía. Unos lumbreras.

Debió de ser orgásmico contemplar a personas como el antiguo dirigente de Ciudadanos Albert Rivera, el exvicepresidente de Coca Cola Marcos de Quinto, la expresidenta de la Comunidad de Madrid Esperanza Aguirre y la actual Isabel Díaz Ayuso, el periodista Iker Jiménez, o economistas tan mediáticos como Daniel Lacalle o Juan Ramon Rallo desgañitarse para llamar a grito pelado hijo de puta a Pedro Sánchez. Con todas las palabras y sin cobardear, como Ayuso cuando dice que le gusta la fruta.

El argentino ofreció su apoyo, inestimable sin duda, a los liberales españoles para «zurrar a los bandidos», entre los que me encuentro, como modesto economista y ciudadano que no comparte sus ideas. Y, por supuesto, para acabar con «los socialistas de mierda». Aunque no formo parte de ningún partido y no me gusta aplicarme, ni me aplico a mí mismo etiqueta alguna, no me importa ahora, por pura solidaridad, sentirme un socialista más. Si alguien tan inhumano, grosero y mal encarado como Milei considera que los socialistas españoles son unos mierdas, tiro de empatía y me uno a ellos porque, en su boca, los insultos son más bien un reconocimiento que honra a quien lo recibe.

Milei llamó a «pelearse a cara de perro con los políticos corruptos». Sí, lo dijo él, el político que formó parte de una asociación que estafó con la criptomoneda libra, quien se abraza, defiende y admira al convicto y vicioso Donald Trump y a Isabel Díaz Ayuso, la discípula de la liberal Esperanza Aguirre que también se encontraba entre los asistentes (luchando contra la corrupción y la casta, of course).

Por supuesto, los liberales asistentes aprovecharon el encuentro para gritar contra los impuestos. Faltaría más: es de lo que se trata ¡Qué interesante hubiera sido conocer los millones de patrimonio que se acumularon en el Forum y en qué porcentaje provienen de herencias y no del esfuerzo propio! Aunque lo más lamentable de todo eso es que de todos los 7.000 asistentes, una buena parte serían seguramente personas de buena fe que llegan con dificultades a fin de mes. La verdad es que como trileros estos libertarios tienen muchísimo mérito. Casi tanto como Milei de interlocutor con el más allá cuando habla con el alma de sus perros muertos.

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