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viernes, 1 de noviembre de 2024

Otro No-Premio Nobel de Economía que patina

Un año más, los medios de comunicación anuncian que la Academia Sueca ha concedido el Premio Nobel de Economía, en esta ocasión a Daron Acemoglu, Simon Johnson, ambos profesores del Massachusetts Institute of Technology (MIT) de Estados Unidos, y a James A. Robinson, de la Universidad de Chicago.

Los tres son extraordinarios académicos, de gran prestigio, y autores de obras de gran influencia, pero eso no quita que ese premio sea un fraude y que el modo en que se concede confunda a la gente, dando a entender que sus autores defienden tesis que deben considerarse científicas y fuera de duda.

Es un fraude porque no puede hacerse mención a Alfred Nobel. Como expliqué en mi libro Econofakes. Las 10 grandes mentiras económicas de nuestro tiempo y cómo condicionan nuestra vida, Nobel conocía perfectamente el desarrollo de la economía de su tiempo y no quiso que esa disciplina fuera honrada con el premio que instituyó. Con toda seguridad, porque era consciente de que se trataba de una rama del saber incapaz de proporcionar verdades científicas como las otras a las que quiso premiar legando para ello su gran fortuna.

El premio lo instauró el Banco de Suecia en 1968, precisamente cuando enfrentaba sus tesis neoliberales a las socialdemócratas del gobierno sueco, tal y como comenzaba a suceder en todos los demás países. Haciendo creer que se trataba de un Premio Nobel, lo que se buscaba era que la gente creyera que las tesis económicas en ascenso que se irían premiando eran verdades científicas que había que acatar como tales, y frente a las cuales, por tanto, no había alternativa.

Es cierto, no podía ser de otro modo si se quería tener algo de credibilidad, que también se ha concedido en varias ocasiones a economistas enfrentados con más o menos matices al paradigma neoliberal. Pero la inmensa mayoría de los premiados son economistas (muy en masculino, por cierto) que defienden las teorías y políticas que han beneficiado a las grandes corporaciones y a las finanzas, produciendo la mayor concentración de riqueza y poder en pocas manos de la historia humana.

El premio de este año se ha concedido a los tres economistas mencionados, según el Banco de Suecia, por sus estudios sobre cómo se forman las instituciones, por haber demostrado su importancia para la prosperidad de los países, y cómo «las sociedades con un Estado de derecho deficiente e instituciones que explotan a la población no generan crecimiento ni cambios para mejor».

En sus diversas obras, estos tres economistas sostienen la idea de que hay instituciones buenas que son las que motivan a las personas a volverse productivas: la protección de sus derechos de propiedad privada, la aplicación predecible de sus contratos, las oportunidades de invertir y mantener el control de su dinero, el control de la inflación y el intercambio abierto de divisas. Aunque, sin embargo, afirman que no son esas instituciones económicas las fundamentales para determinar si un país es pobre o próspero, puesto que su existencia depende y viene determinada por la política y las instituciones políticas.

La tesis es, sin duda, fundamental, aunque no muy novedosa en realidad, puesto que ya fue intuida o incluso desarrollada por los grandes economistas clásicos, incluso del siglo XVIII, como Adam Smith. Y, desde luego, muy importante a la hora de formular políticas económicas.

¿Por qué dije al principio, entonces, que se trata de un premio que nuevamente vuelve a confundir a la gente, haciéndole creer que la Economía es una ciencia y que los economistas premiados defienden verdades indiscutibles?

Sencillamente, porque las principales tesis que han sostenido Acemoglu, Johnson y Robinson, así como sus resultados y conclusiones de política económica han sido ampliamente criticadas y puestas en duda por otros muchos economistas. Y galardonar a una sola de las interpretaciones da a entender que esa es la versión científica y, por tanto, la que se debería poner en práctica.

Cualquier persona que tenga interés en conocer esas críticas puede encontrarlas fácilmente en internet y yo no puedo dedicar este comentario, necesariamente breve y de actualidad, a desarrollarlas con detenimiento.

Me limitaré, pues, a señalar de la forma más sencilla posible las más importantes que se le han hecho, para que cualquier persona entienda que, efectivamente, las tesis de estos tres economistas no son, ni mucho menos, verdades absolutas.

Ha sido criticado que sus estudios se han centrado en las instituciones formales, dejando a un lado expresamente a las informales que tienen que ver con la cultura. De hecho, fue precisamente otro premiado por el Banco de Suecia, Douglas North, quien subrayó que estas últimas (“encarnadas en costumbres, tradiciones y códigos de conducta”) tienen un papel tanto o más importante que las formales para generar desarrollo económico.

Se critica también que estos tres autores establecen una relación de causa-efecto (buenas instituciones producen crecimiento y desarrollo económico) que no demuestran que se dé siempre en el mismo sentido. Se les critica que no presentan ningún argumento concluyente que permita sostener que los resultados finales se lograron porque los Estados establecieron primero derechos de propiedad estables y buena gobernanza, de los que luego brotó el desarrollo. Se les argumenta que las mismas evidencias que aportan podrían usarse para sostener que primero se dispuso de recursos y de ahí pudieron nacer las instituciones. Se ha dicho, por eso que Acemoglu, Johnson y Robinson elaboran su teoría como si las instituciones aparecieran al azar o de la nada.

Por el contrario, muchos economistas han mostrado que es más realista sostener que la relación entre las instituciones políticas y económicas es, en realidad, bidireccional.

También se pone en cuestión su tesis según la cual las instituciones son el resultado de la elección colectiva. Algún economista ha señalado que es difícil aceptar la suposición de que el orden institucional en los regímenes autoritarios, y especialmente en los totalitarios, lo sea.

Se critica también que los economistas premiados este año se hayan centrado casi exclusivamente en subrayar el fuerte impacto beneficioso de las instituciones del capitalismo, soslayando el papel de los fallos del mercado o el papel del sector público para resolverlos y promover el desarrollo, tergiversando en algún caso la historia de algunas economías. Se les ha criticado que sistemáticamente minimizan el papel de la política industrial y de un Estado activo como factor de despegue y progreso económico.

Las derivaciones de política económica de las tesis de estos recién galardonados también han sido cuestionadas. Y, sobre todo, no tener en cuenta que la trasposición de instituciones capitalistas a muchas economías atrasadas (como suelen recomendar el Fondo Monetario Internacional o el Banco Mundial) no ha generado precisamente progreso, sino atraso, sufrimiento y miles de muertes innecesarias.

Para no extenderme en este aspecto, me referiré tan solo a la crítica del economista colombiano Guillermo Maya a las propuestas que el recién premiado James Robinson hizo para su país: mantener la propiedad latifundista de la tierra, renunciar a su reparto entre el campesinado para generar producción agraria y, en su lugar, promover su migración a las ciudades para educarse.

La supuesta defensa de las buenas instituciones, como la educación, se traduce en realidad, dice Maya, en mantener el gran latifundio, «la peor institución excluyente en Colombia, cuyos dueños se apropian de los recursos fiscales regionales, mientras pagan ínfimos impuestos, y se apropian de la plusvalía social que generan las obras de infraestructura, al mismo tiempo que “derraman” el costo social del latifundio, en forma de violencia, exclusión social y democracia limitada, sobre la sociedad toda».

No quiero decir, en ningún caso, que el reconocimiento a los tres galardonados sea inmerecido por su trabajo y su obra. Simplemente quiero señalar que, una vez más, el Banco de Suecia se comporta como una institución parcial, ideologizada y al servicio del poder dominante que tiene al mundo en la situación de gran inestabilidad y riesgo en la que está.

viernes, 15 de octubre de 2021

Premio Nobel de Economía 2021 para David Card, Joshua Angrist y Guido Imbens

                                      

El Premio Nobel de Economía de este año ha sido compartido entre el canadiense David Card, el estadounidense Joshua Angrist y el neerlandés Guido Imbens.

Al anunciarse el galardón este lunes, se indicó que los tres economistas utilizaron experimentos naturales para "responder a importantes preguntas de la sociedad", como cómo entender la conexión entre las políticas económicas y otros eventos.

La mitad del premio se la lleva David Card por su contribución a la economía del trabajo, mientras que la otra la comparten Angrist e Imbens por "sus contribuciones metodológicas al análisis de las relaciones causales".

La ceremonia de entrega será el próximo 10 de diciembre en Estocolmo. El premio, que se dividirán los tres, es de 10 millones de coronas suecas, el equivalente aproximadamente a US$1,1 millones.

La Real Academia Sueca de las Ciencias dijo que los tres habían "reformado completamente el trabajo empírico en las ciencias económicas".

Los estudios de Card sobre cuestiones fundamentales para la sociedad y las contribuciones metodológicas de Angrist e Imbens han demostrado que los experimentos naturales son una rica fuente de conocimientos", afirmó Peter Fredriksson, presidente del Comité de Ciencias Económicas.

"Su investigación ha mejorado sustancialmente nuestra capacidad para responder preguntas causales clave, lo que ha sido de gran beneficio para la sociedad".

Card, por ejemplo, analizó el impacto de los aumentos del salario mínimo en el empleo en el estado de Nueva Jersey, en Estados Unidos.

Sus hallazgos llevaron a los investigadores a revisar su opinión de que tales aumentos siempre deberían conducir a caídas en el empleo.


El más prestigioso
El Nobel de Economía es el último que se entrega anualmente.

Este es el último de los Nobel que se entregan todos los años.

A diferencia del resto, no es uno de los Nobel originales.

Fue creado por el Banco Central de Suecia, Sveriges Riskbank, en 1968. Aún así, es el premio más prestigioso del mundo en el área de Economía.

Los otros premios Nobel fueron establecidos por el testamento de Alfred Nobel en 1895. El año pasado, el premio fue otorgado a los economistas estadounidenses Paul Milgrom y Robert Wilson por las "mejoras en la teoría de subastas e invenciones de nuevos formatos de subastas".

Ellos emplearon la teoría de juegos, que utiliza las matemáticas para estudiar el conflicto en la toma de decisiones, y la estrategia en situaciones sociales, para explorar el comportamiento de los postores, lo que a su vez ayudó a desarrollar formatos para la venta de espacios de aterrizaje de aviones, espectros de radio y comercio de emisiones.

En 2019 le fue entregado a Abhijit Banerjee, Esther Duflo y Michael Kremer, por su trabajo sobre las causas y remedios de la pobreza.

https://www.bbc.com/mundo/noticias-internacional-58871225

      

La Academia Sueca de las Ciencias ha galardonado este lunes al canadiense David Card (Guelph, 65 años), al estadounidense-israelí Joshua Angrist (Columbus, Ohio, 61 años) y al neerlandés-estadounidense Guido Imbens (Países Bajos, 58 años) con el Premio del Banco de Suecia en Ciencias Económicas en Memoria de Alfred Nobel 2021, más comúnmente conocido como Premio Nobel de Economía. El jurado reconoce a Card por sus “contribuciones empíricas en el campo de la economía del trabajo”, entre ellas la que rebate la idea generalizada de que una subida del salario mínimo siempre acarrea pérdidas de empleo, y a Angrist y a Imbens por sus “contribuciones metodológicas en el análisis de las relaciones causales”. En los tres casos, además, la Academia valora los avances cosechados en el campo de los llamados experimentos naturales, aquellos que extraen conclusiones de situaciones que surgen en la vida real y que se asemejan a experimentos controlados.

“Muchos de los grandes asuntos en ciencias sociales tienen que ver con las relaciones de causa efecto. ¿Cómo afecta la inmigración a los salarios y los niveles de empleo? ¿Cómo una mayor educación puede afectar al sueldo futuro de una persona?”, se han preguntado los miembros del jurado en la rueda de prensa en la que han anunciado los nombres de los premiados. “Estas cuestiones son difíciles de resolver porque no tenemos nada con qué comparar. Sin embargo, ellos han demostrado que es posible responder a estas preguntas usando experimentos naturales, en los que, bien por sucesos fortuitos, bien por cambios en las políticas, varios grupos de personas reciben un trato diferente”.

A diferencia de en otras disciplinas, como la medicina, los investigadores en economía tienen mucho más difícil llevar a cabo ensayos clínicos controlados y se ven obligados a optar por otras alternativas. Ahí es donde entran en juego los experimentos naturales, que se valen de situaciones de la vida real para estudiar impactos en diferentes variables. Este enfoque, a su vez, ha “revolucionado la investigación empírica”, según el comité de los Nobel. Los estudios de los tres galardonados, profundiza su presidente, Peter Fredriksson, “nos muestran que los experimentos naturales son una rica fuente de conocimiento que ha resultado en un gran beneficio para el conjunto de la sociedad”.

Salario mínimo y mercado de trabajo
En el caso de Card, un habitual en las quinielas de favoritos para el Nobel, la Academia hace especial énfasis en sus trabajos sobre salario mínimo, un asunto de plena actualidad: en los últimos tiempos, varias economías avanzadas, entre ellas España. Las conclusiones de una investigación realizada en el Estado de Nueva Jersey a principios de los noventa “desafiaron las ideas establecidas” al demostrar, entre otras cosas, que los aumentos en el mínimo salarial “no tienen por qué conducir necesariamente a la destrucción de empleo”, como se pensaba hasta entonces. Ese trabajo, escrito a cuatro manos con Alan Krueger, fallecido hace dos años, ha formado parte de la munición argumental de quienes defienden mayores subidas del suelo salarial a ambas orillas del Atlántico.

La huella del economista canadiense, sin embargo, no se queda aquí. El jurado también menciona sus estudios sobre los efectos de la inmigración cubana en la Florida de principios de los ochenta, que demostraron que los sueldos de los nacidos en un determinado país no solo no tienen por qué disminuir tras la llegada de migrantes sino que pueden incluso aumentar. Y que, en sentido contrario, la retribución de los inmigrantes que llegaron primero sí puede verse reducida.

Hombres y estadounidenses
Como es habitual desde que se empezó a entregar el galardón, dos de los tres premiados en la edición 2021 tienen pasaporte estadounidense (Angrist por nacimiento e Imbens por naturalización). Hasta la fecha, más de la mitad de los distinguidos con el Nobel de Economía son nacionales del país norteamericano. Además, los tres dan clases e investigan en universidades de prestigio radicadas en EE UU, otra constante en la historia del premio.

La edición de los Nobel de este año, que echa el cierre con la concesión del galardón de Economía, se ha caracterizado además por la ausencia de mujeres entre los ganadores: solo una lo ha conseguido, la periodista filipina Maria Ressa. En el caso de la disciplina económica, en las más de cinco décadas transcurridas desde su creación, el Nobel solo ha recaído sobre dos mujeres: la estadounidense Elinor Ostrom (que se impuso en 2009) y la francesa Esther Duflo (que lo logró en 2019). El jurado opta cada ejercicio por uno o varios nombres sobre un universo de “entre 250 y 300 candidatos claros”, según las cifras que maneja Hubert Fromlet, profesor de la Universidad Linnaeus (Växjö, Suecia).

Aunque coloquialmente se le conoce como Nobel de Economía, en puridad no se trata de un Nobel como tal. La Economía no figuraba entre las disciplinas originales a las que se concedía anualmente el premio, dado que el propio Alfred Nobel, su impulsor, no la incluyó entre las cinco categorías elegidas: Física, Química, Medicina, Literatura y Paz. Sin embargo, en 1969, casi 70 años después de la primera ceremonia de entrega de los premios, el banco central sueco —considerado el más antiguo del mundo— decidió crearlo, bajo el nombre de Premio del Banco de Suecia en Ciencias Económicas en Memoria de Alfred Nobel, para celebrar su 300º aniversario.

Más allá del indiscutible salto reputacional que supone para los premiados, la distinción está dotada con 10 millones de coronas suecas (casi un millón de euros). La mitad de esa cantidad será para el profesor de la Universidad de Berkeley, que ya recibió en 2014 el Premio Fronteras del Conocimiento de la Fundación BBVA, y la otra mitad se la repartirán entre Angrist e Imbens, que se desempeñan —respectivamente— en el Massachusetts Institute of Technology (MIT) y en la Universidad de Stanford. La ceremonia de entrega se celebrará el 10 de diciembre en Estocolmo.

https://elpais.com/economia/2021-10-11/david-card-joshua-d-angrist-y-guido-w-imbens-ganan-el-premio-nobel-de-economia-2021.html