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jueves, 25 de abril de 2024

La libertad llegó en abril hace 50 años.

  La Revolución de los Claveles tumbó en Portugal la dictadura más longeva de la Europa occidental y aceleró la Transición española. La magia de aquel golpe militar pacífico que la población arropó de inmediato se conmemora en libros, conciertos, obras de teatro y exposiciones.

Una revolución es algo serio. Solo los portugueses son capaces de hacerla empuñando claveles y surrealismos. La madrugada del 25 de abril de 1974, el conductor del blindado que encabezaba una columna militar que había salido de Santarém, a unos 80 kilómetros de Lisboa, se detiene ante un semáforo en rojo a la entrada de la capital. Va dispuesto a derrocar la dictadura, pero no a infringir las normas de tráfico. El capitán de caballería Salgueiro Maia, que comandaba aquel grupo de 240 soldados, la mayoría reclutas inexpertos que apenas sabían disparar, le apremia a voces.

- La revolución no se para en los semáforos.

Cinco mil militares implicados en la rebelión se habían movilizado en cuarteles de todo el país tras escuchar a José Afonso cantar Grândola, vila morena en Rádio Renasçença poco después de la medianoche. Cinco horas más tarde, alguien despertó en su casa al fotógrafo Eduardo Gageiro. La historia de Portugal iba a cambiar bruscamente aquel día, pero cuando Gageiro llegó al Terreiro do Paço, la plaza que acaba en el río Tajo, la única certeza era el cordón militar que le cerraba el paso. “Le pedí a un recluta que me llevara junto al comandante de las tropas, le dije que era amigo mío aunque no lo conocía y me permitió pasar”, revive el fotógrafo medio siglo después, sentado en medio de la sala de la Cordoaria Nacional, de Lisboa, a pocos metros de las imágenes que captó aquel jueves de abril.

Su antológica es una de las infinitas actividades que se celebran en Portugal para conmemorar el fin de la dictadura, evocado en libros, obras de teatro, películas, conciertos y exposiciones. “Todo el país se ha movilizado para festejar el 25 de abril”, destacó en la presentación del programa la historiadora Maria Inázia Rezola, presidenta de la comisión conmemorativa creada por el Gobierno para celebrar el medio siglo de libertad. El eco también llegará a España. Ambos países acordaron conmemorar durante 2024 y 2025 la democratización de la península Ibérica con un programa cultural conjunto, que abarca numerosas ciudades.

De vuelta a 1974. Gageiro no conocía al comandante que lideraba aquellas tropas que ocupaban la plaza más simbólica de Lisboa y que se habían sublevado contra la dictadura que se arrastraba desde 1926, pero el comandante sí conocía al fotógrafo. “Yo compro todas las semanas O Século Ilustrado y me gustan mucho sus fotos sobre la gente corriente”, le dijo el capitán Maia. A partir de entonces, Gageiro empezó a disparar. Sus imágenes, junto a las de otros portugueses como Alfredo Cunha o los hermanos Tavares, pronto darían la vuelta al mundo y estos días se pueden ver expuestas en diferentes localidades portuguesas.

La complicidad y el respeto de los rebeldes hacia la prensa fue la primera ruptura respecto al régimen. Casi todo les diferenciaría: el pacifismo, la generosidad, el sacrificio y, sí, el humor. Días antes, el capitán Maia confesó ante Otelo Saraiva de Carvalho, el oficial de artillería que diseñó el plan de operaciones del golpe, que le preocupaba movilizar unas tropas que llevaban pocas semanas de instrucción. “Tu columna será la columna cebo. Lleva la mayor cantidad de material de combate que puedas, blindados, M47, Panhards, MBR, los soldados con casco, metralletas y fusiles automáticos, municiones, todo. ¿Quién se va a oponer a una columna de esas? Nadie sabe que los soldados no saben disparar”, le respondió Otelo. En el triunfo de la sublevación también pesó la picardía y la irreverencia.

Aquellos militares intrépidos e idealistas ni querían imponerse a tiros ni querían el poder para sí mismos. Curtidos en tres guerras coloniales en África, los capitanes estaban hartos de morir y matar. Un sentimiento que reflejó como nadie el escritor António Lobo Antunes, que combatió en África a las órdenes de uno de los grandes líderes de la revuelta, Ernesto Melo Antunes, en su libro Fado Alejandrino, que ahora ha sido adaptado en un montaje del director Nuno Cardoso en el Teatro Nacional São João, en Oporto.

Aquellos militares intrépidos e idealistas no querían imponerse a tiros ni querían el poder para sí “Es una revolución excepcional porque no quería tomar el poder como otras revoluciones de izquierdas, sino devolver la voz al pueblo”, subraya Alfonso Domingo, autor de Mojar la pólvora (La esfera de los libros), donde bucea en el impacto que tuvo en los españoles que fundaron la Unión Militar Democrática (UMD) al final del franquismo. “El 25 de abril es un deslumbramiento para los militares españoles y también para la sociedad, que ve como ese país al que a veces miran por encima del hombro, les ha dado una lección. En España, la Transición se acelera por la Revolución de los Claveles porque los sectores más inteligentes del régimen se dan cuenta de que tienen que evolucionar hacia la democracia”, señala.

Cuando los soldados comenzaron a colocar en sus fusiles las flores rojas y blancas que la camarera Celeste Caeiro había traído del restaurante donde trabajaba, aquel acontecimiento histórico que nadie esperaba recibió un nombre: Revolución de los Claveles. Por la mañana algunas tropas leales a la dictadura se rinden o cambian de bando. Al frente de un carro de combate, el cabo José Alves da Costa desobedece la orden de disparar contra el capitán Maia y sus tropas. No solo fue una orden, un general de brigada iracundo le dice: “O dispara o le meto un tiro en la cabeza”.

Costa no disparó y ahí se ganó la revolución. “En esta historia me fascinó el heroísmo. Salgueiro Maia se sentía incómodo en ese papel. El propio Movimiento de las Fuerzas Armadas no quería tener un liderazgo y tenían claro que lo que hacían era para derribar el poder y dar luego libertad al pueblo para elegir a sus gobernantes. Y después está la historia del mayor antihéroe, el cabo que se niega a disparar contra los rebeldes y que para mí sintetiza todo lo ocurrido”, explica Ricardo Viel, autor del libro La revolución amable, que publicará en mayo la editorial La umbría y la solana, donde también saldrán en otoño La ciudad de los prodigios, la novela de Lídia Jorge inspirada en la revolución, y Fábrica de criadas, de Afonso Cruz.

Salgueiro Maia es tan consciente de la importancia de esa insubordinación del cabo Costa que, cuando vuelve caminando hacia sus hombres junto a la orilla del Tajo, se muerde el labio para reprimir las lágrimas. Y ahí estaba Eduardo Gageiro para disparar y compartir con el mundo aquel instante decisivo de los que hablaba Cartier-Bresson. Lo que estaba ocurriendo en Lisboa llegó a la redacción de Clarín, en Buenos Aires, cuando andaba por allí el periodista Diego Carcedo, que acababa de entrevistar al presidente Perón. En cuanto pudo, Carcedo viajó a Portugal. En La Revolución de los Claveles, que publica este mes Almuzara, relata lo ocurrido entonces y lo que vino después, enriquecido con el material y los contactos que el periodista cultivó durante sus seis años como corresponsal de RTVE en Lisboa entre 1977 y 1983.

Al final del 25 de abril de 1974, Salgueiro Maia logró evacuar sin un rasguño a Marcelo Caetano, presidente del Consejo de Ministros y símbolo de la dictadura, atrincherado durante horas en un cuartel en el Largo do Carmo, donde se apiñaban miles de personas felices por lo que estaban viviendo y rabiosas por lo que habían vivido. El riesgo de linchamiento existió, pero el capitán tuvo la habilidad de sortearlo protegiendo al dictador en un blindado llamado Bula. Al día siguiente, el Movimiento de las Fuerzas Armadas metió en un avión a los jerarcas del régimen rumbo al exilio. El pacifismo de aquella revuelta surgida donde y cuando nadie esperaba sigue pareciendo un milagro. “La dimensión estética de la flor sobre el fusil da la idea que había tras el golpe, los militares no estaban allí para reprimir a nadie”, observa Alfonso Domingo.

El Movimiento de las Fuerzas Armadas que organizó la revuelta, que también se homenajea en el libro 50 Anos de Abril na Galiza (Através) editado por Carlos Pazos-Justo y Roberto Samartim, germinó en la encerrona de las tres guerras coloniales que Portugal libraba en Mozambique, Angola y Guinea-Bissau. Trece años de combates que exigían un esfuerzo épico a hombres mal alimentados y mal pertrechados. Lo peor era percibir el rechazo y la condena de la sociedad portuguesa, que les consideraban uno de los brazos represores del régimen junto a la policía política. Los capitanes que montan el golpe son los oficiales de más alto rango que se juegan la vida en la guerra. Tienen el respeto de sus subordinados, algo que explicará muchas cosas que ocurren el 25 de abril, y la legitimidad que da haberse enfrentado a la muerte durante meses.

Una mujer vende periódicos frente a la estación de Rossio, en Lisboa, con los resultados de las elecciones a la Asamblea Constituyente, el 26 de abril de 1975.

Una mujer vende periódicos frente a la estación de Rossio, en Lisboa, con los resultados de las elecciones a la Asamblea Constituyente, el 26 de abril de 1975.
GUY LE QUERREC (MAGNUM PHOTOS / CONTACTO)

La guerra colonial es una de las razones que provoca, en opinión de Alfonso Domingo, las diferencias entre España y Portugal a la hora de superar sus dictaduras. “En Portugal había tres estructuras organizadas: el ejército, la iglesia y el Partido Comunista, eran los únicos que podían tramar algo porque eran muy jerárquicos. Los militares se dan cuenta en la guerra colonial de que actuaban como un ejército invasor, luchando contra países que deseaban su independencia”.

En los setenta, España no afrontaba ninguna guerra, pero todavía masticaba las secuelas de la que había vivido entre 1936 y 1939. “El fantasma de la Guerra Civil está muy presente. La Unión Militar Democrática no quiere hacer un pronunciamiento que signifique un derramamiento de sangre. Por otro lado, el porcentaje de militares demócratas en el ejército español es ínfimo comparado con el portugués. El ejército era totalmente franquista, se había limpiado después de la guerra”, sostiene Alfonso Domingo.

La guerra colonial explica las diferencias entre España y Portugal a la hora se superar sus dictaduras Los portugueses se rebelaron al principio por razones corporativas y, al ver su fuerza, decidieron avanzar hacia un movimiento político-militar con objetivos que resumieron en tres D: democratizar, descolonizar y desarrollar. En apenas nueve meses montan una conspiración y urden un golpe de estado, que el comandante de artillería Otelo Saraiva de Carvalho se encargará de diseñar en un documento donde se recogen las acciones de la treintena de unidades adheridas a la rebelión.

En 1974 Portugal era un mundo atormentado. “La historiadora Irene Pimentel usa una metáfora poderosa para describirlo antes de la revolución: era un país en blanco y negro. Un lugar triste, pobre, desigual, opresor y donde era complicado soñar con un mejor futuro”, escribe Ricardo Viel en su libro. Cualquier cosa podía ser castigada. Eduardo Gageiro pasó tres meses en la cárcel por una portada de un semanario, donde una viuda enlutada tiraba de las redes de pesca en la playa de Nazaré. En 1962 la localidad portuguesa no era el actual paraíso de los surferos de olas gigantes, si no una villa de marineros y viudas que sobrevivían a duras penas. “Durante el interrogatorio la policía política me dijo que aquella foto era una vergüenza y que debía retratar paisajes en lugar de gente humilde”, rememora el fotógrafo. Le aislaron tres meses en una celda en Caxias, mirando paredes blancas. “Me traumatizó mucho, al salir no podía estar frente a una pared blanca”, rememora.

Aquella dictadura que primero gestionó Salazar y, desde 1968, Marcelo Caetano se asentaba sobre la represión y la persecución de la disidencia política, estudiantil o sindical. Ni siquiera toleraba que se difundiese la realidad. Había que esconder de la imagen pública las viudas pobres y las vidas que mostrasen el fracaso del régimen. No fue blanda. Tenía una poderosa policía política, la PIDE, que almacenó información sobre más de un millón de personas y torturaba sin miramientos con todas las técnicas a su alcance. Casi todo estaba prohibido: reuniones de más de tres personas en la calle, escuchar canciones críticas, usar la palabra sociología, vestir bikini en la playa o tomar Coca-Cola. En el periodo revolucionario que se prolonga hasta noviembre de 1975, cuando un contragolpe encauza el país hacia una democracia ortodoxa cinco días después de la muerte de Franco en Madrid, habría luego objetivos divergentes que avivaron los conflictos y las violencias. Pero el último jueves de abril de 1974, gracias a unos militares demócratas, todo el país abrazó el sueño de vivir en libertad.

Tereixa Constenla es corresponsal de EL PAÍS en Portugal y autora de ‘Abril es un país’ (Tusquets y, en gallego, Faktoría K).

Lecturas

Fado Alejandrino

António Lobo Antunes
Traducción de Mario Merlino Tornini
Random House, 2006
656 páginas, 23 euros
Mojar la pólvora

Alfonso Domingo
La esfera de los libros, 2024
280 páginas, 21,90 euros
La revolución amable

Ricardo Viel
La umbría y la solana
Próxima publicación en mayo

La ciudad de los prodigios
Lídia Jorge

La umbría y la solana
Próxima publicación en septiembre
Fábrica de criadas
Alfonso Cruz
La revolución de los claveles
Diego Carcedo
Almuzara
192 páginas. 19 euros 

lunes, 16 de enero de 2023

MEMORIA HISTÓRICA Mi abuelo fue un criminal; mi padre, un genocida.

Unidos por la rabia, la vergüenza y el ánimo de reparar a las víctimas, descendientes de represores de distintos países repudian sus crímenes y comparten sus archivos

Con 18 años recién cumplidos, Loreto Urraca conoció el mismo día de 1982 a su padre, Jean Louis Urraca, y a su abuelo, Pedro Urraca. El primero, quien propuso el encuentro, la había abandonado de pequeña. El segundo, policía franquista y agente de la Gestapo en Francia, interrogó y trasladó a España al expresidente de la Generalitat Lluís Companys tras ser detenido en agosto de 1940, dos meses antes de ser ejecutado en el Castillo de Montjuic. Pero Loreto no lo averiguaría hasta mucho después de la muerte de su abuelo. “Entonces yo sabía que era franquista, pero no imaginaba que se había dedicado a perseguir a republicanos por el exilio. El encuentro fue desagradable y a mí, en aquel momento, no me interesaba escucharle”. Hasta que en 2008 vio su apellido, Urraca, en el titular de un reportaje de EL PAÍS junto a las palabras “cazador de rojos”. “Sentí mucha rabia y mucha vergüenza”, explica.

Un día, decidió investigar más sobre él y, durante todas sus vacaciones a lo largo de seis años, recopiló documentos en archivos de Alcalá de Henares, Bilbao, Madrid y París. Con la información recabada abrió una página web, escribió una novela, Entre hienas, y participó en el documental Urraca, cazador de rojos, recientemente estrenado. El proceso que empezó con una sorpresa desagradable al leer su apellido en este diario aún no ha terminado.

Ahora, Loreto Urraca es la representante en España del colectivo Historias Desobedientes, que agrupa a más de un centenar de descendientes de represores de países como Argentina, Brasil, Chile, Uruguay y Paraguay que han rechazado públicamente esa herencia, y anima a otros hijos y nietos de franquistas a compartir la información de que dispongan para tratar de reparar a las víctimas. “No podemos pedir perdón por algo que no hemos hecho”, explica Loreto, “pero sí posicionarnos con las víctimas de nuestros antecesores, difundiendo toda la información que tengamos y para concienciar también a la sociedad. Eso es lo que nos une: la rabia, la vergüenza y la voluntad de que se repare a las víctimas”.

“Cuando me puse a investigar”, recuerda, “me di cuenta de que no sabía nada del exilio, de la persecución franquista... porque me había criado en la ignorancia, en España no se estudiaban estas cosas”. El primer paso fue leer la tesis doctoral de Jordi Guixé sobre la persecución hispano-francesa del exilio republicano, encerrándose durante una semana en una biblioteca, y el más reciente ha sido descubrir fotografías de su abuelo, al que se refiere en todo momento como “Pedro Urraca”, junto a dirigentes nazis en una visita a España en 1942. “Les hizo de cicerone por Madrid y Toledo, lo que muestra su estrecha relación con la Gestapo”, explica Loreto. Urraca tenía ficha y mote en la policía nazi: “Unamuno”.
El policía franquista Pedro Urraca acompaña a la jefatura de la Gestapo y otros nazis en un viaje a España en 1942. Imagen exhibida en el documental 'Urraca, cazador de rojos'El policía franquista Pedro Urraca acompaña a la jefatura de la Gestapo y otros nazis en un viaje a España en 1942. Imagen exhibida en e documental 'Urraca, cazador de rojo
El policía franquista Pedro Urraca acompaña a la jefatura de la Gestapo y otros nazis en un viaje a España en 1942. Imagen exhibida en el documental 'Urraca, cazador de rojos'

A finales de 2021, Loreto recibió un mensaje sobrecogedor: “Me llamo Analía Kalinec y soy hija de un genocida que cumple cadena perpetua por crímenes de lesa humanidad”. Analía, cofundadora de Historias Desobedientes, de 43 años, tenía 24 cuando apresaron a su padre, Eduardo Kalinec, policía de la dictadura argentina. “En mi casa, mi madre y mis hermanas le protegían y mi relación con él había sido buena, por eso se hizo muy difícil al principio comprender, cuestionarlo”, relata al teléfono desde Argentina. En 2008 leyó los testimonios de las víctimas en la causa contra su padre. “Él intentó justificar sus crímenes, nunca mostró arrepentimiento”, explica. Y ya no hubo marcha atrás. “Lo rechacé públicamente y mi madre y mis hermanas me repudiaron por ello”.

Preguntada por si alguna vez ha tenido dudas, si el precio que había pagado por ese rechazo había sido demasiado alto, Analía responde: “He elegido conservar algunos recuerdos, pero el vínculo afectivo con mi padre se rompió definitivamente cuando, tras conocer directamente a algunas de sus víctimas, le pedí que compartiera información sobre los bebés y las madres desaparecidas y él se negó, con toda crueldad. El coste emocional es altísimo, pero no quiero ni pensar lo que sería tener a un familiar desaparecido. También he hecho esto por mis hijos. No quiero enseñarles a mirar hacia otro lado”.

Loreto afirma que ella tuvo “suerte” porque en su caso no había ese vínculo afectivo previo, pero tanto ella como Analía explican que su proceso tiene una vertiente individual, íntima, y otra colectiva, social. Ambas necesitaban “desafiliarse” de la ideología y los crímenes de sus ascendientes. Y ambas quisieron hacerlo públicamente para favorecer el derecho a la verdad y la reparación de los represaliados.

“Me reuní con víctimas directas de mi padre, algunas de ellas de mi edad y que buscaban a sus madres desaparecidas y me contaron que para ellos era reparador que la hija de un represor repudiara sus crímenes”, explica Analía. Algo similar ocurrió cuando Loreto conoció a los sobrinos nietos de Companys. “Fue muy emocionante”, recuerda la nieta del hombre que, tras trasladarlo a España después de su detención, escribió en su dietario: “Al recorrer el camino largo que separa París de Madrid acompañando al hoy vencido y que lo fue todo en Cataluña Luis Companys pienso en el porvenir que ante mí se abre y en el horizonte que el mundo actual nos depara. Todas las ilusiones, toda la fe en los ideales de este hombre han caído por tierra. Ya no es sino un pingajo de la vida”. El documental muestra la fotografía que Urraca hizo de Companys antes de entregarlo a las autoridades franquistas. El expresidente de la Generalitat le mira de frente, resignado, fumando un cigarrillo. La imagen, guardada como un trofeo, fue recuperada en la casa de Urraca.

Fotografía de Lluís Companys realizada por Pedro Urraca antes de entregarlo a las autoridades franquistas, en agosto de 1940.

Pedro de Echave, director del documental, conoció a Loreto en la presentación, en la Universidad de Alicante, de otro largometraje, El hombre más peligroso de Europa. Otto Skorzeny en España, sobre “el hombre de acción favorito de Hitler”. “Al terminar el coloquio, una mujer se presentó diciéndome que Skorzeny le había regalado un avión en miniatura a su padre. Era Loreto Urraca, que me contó su caso. Me pareció una historia apasionante y muy necesaria, no solo por la parte histórica de Pedro Urraca, sino por el proceso personal de Loreto”, explica.

El alias de Pedro Urraca en la Gestapo era "Unamuno". DOCUMENTAL URRACA,CAZADOR DE ROJOS ,

De Echave es miembro fundador de Memòria de Mallorca, asociación que ha promovido exhumaciones de fosas del franquismo en Baleares, comunidad que cuenta, desde 2016, con su propia ley de memoria (apoyada por todos los partidos, incluido el PP). “Loreto es, sin duda, una pionera, y estoy convencido de que su valentía provocará que aparezcan más casos”, añade. “Su confluencia con el grupo de Historias Desobedientes es algo natural porque el nuestro y el de las dictaduras latinoamericanas son procesos similares, aunque estos países nos llevan bastante ventaja”.

Analía anima desde Argentina a otros descendientes de represores franquistas a dar el paso: “Preguntarnos por nuestra propia historia nos hace tomar conciencia de quiénes queremos ser, indivualmente y como país. Hablar de las consecuencias de los crímenes favorece las garantías de no repetición. En España hay fosas comunes bajo los caminos que unen ciudades y pueblos. Pueden querer ocultarlo, pero el silencio siempre deja secuelas”.

A Loreto le encantaría extender el movimiento en España. “Creo que haría mucho bien. Favorecería que poco a poco fuéramos tomando conciencia de todo eso que nunca nos enseñaron”. 

viernes, 14 de enero de 2022

_- No es el gobierno, es Casado y el PP quienes apoyan a dictaduras.

_- Publicado en Público.es el 26 de noviembre de 2021 

El secretario general del PP, Pablo Casado, recibió hace unos días al dirigente de la oposición cubana, Yunior García, y aprovechó la ocasión, como es habitual en él, para arremeter contra Pedro Sánchez y su gobierno.

Después de la entrevista que mantuvieron, Casado se dirigió al presidente diciéndole que «debe liderar la posición de la Unión Europea para exigir democracia en Cuba», afirmando que en la isla hay «una dictadura terrible con miles de asesinatos y presos políticos».

La existencia de una dictadura en Cuba es una evidencia que no admite discusión, si se considera que lo es cualquier régimen político en el que no haya elecciones libres ni plenas libertades reconocidas a toda la ciudadanía sin distinción. Sin embargo, es mentira que allí se cometan miles de asesinatos y que haya miles de presos políticos.

No hace falta ser un lince para saber que si fuese verdad que allí hay miles de asesinatos, lo estarían denunciando y relatando sin cesar todos los medios de comunicación del mundo «libre». Si basta con que se reprima una sola manifestación en cualquier lugar de Cuba para que se informe de ello en los informativos, ¿cómo se puede creer que haya habido miles de asesinatos sin que se haya dicho nada de ellos durante años?

También es mentira que en Cuba haya «miles de presos políticos». Ya estaría mal que hubiera uno solo pero lo cierto es que no hay miles.

Es muy difícil saber cuál es la lamentable realidad de los presos políticos en todo el mundo. En el caso cubano, tomaré como buenos, sin riesgo de que puedan proceder de una fuente que los oculte, los datos que proporciona la organización Prisioners Defenders. Es una organización no gubernamental anticastrista dedicada a defender los derechos humanos, aunque en realidad centrada en la situación cubana y cuya información suelen asumir como buena el Parlamento Europeo, Naciones Unidas, Amnistía Internacional o el Departamento de Estado de Estados Unidos.

Pues bien, según esta organización, en noviembre del año pasado había en la isla 137 condenados y presos políticos y en la actualidad esa cifra habría subido a 683, como consecuencia de las detenciones por las movilizaciones que se han llevado a cabo en los últimos meses (el listado completo aquí).

Miente, por tanto, Pablo Casado cuando dice que son miles.

He dicho que un solo preso político me parece mucho, así que no estoy tratando de justificar los que haya en Cuba. Deberían estar en libertad. Lo que quiero señalar porque me parece que es lo importante es que el líder de la derecha española exagera la situación de Cuba mientras que silencia constantemente la vulneración mucho más grave de los derechos humanos que se lleva a cabo en otros países.

Casado y su partido se envalentonan cuando se trata de condenar la falta de democracia en Cuba y se callan ante la represión y falta de libertades mucho más flagrante que se sufre en otros países de los que, por el contrario, se manifiestan como fieles aliados o con los que defienden que se estrechen todo tipo de relaciones.

¿Por qué critica Casado a Cuba y no condena que nada más y nada menos que el Rey Juan Carlos se haya ido a Emiratos Arabes, en donde también hay presos políticos y se tortura a quienes defienden las libertades y los derechos humanos? ¿Por qué Casado y su partido no solo no han condenado sino incluso aplaudido golpes de estado que han acabado con la democracia y las libertades en otros países?

¿No es extraño que se ponga tanto énfasis en la falta de libertades de Cuba y se mienta sobre el número de presos políticos cuando, al mismo tiempo, se calla que en otros países hay cien veces más presos y mucha menos libertad?

Si Pablo Casado y su partido están verdaderamente preocupados por defender la democracia y la libertad en el mundo, ¿por qué no denuncian todos los casos en las que faltan o se violan, en lugar de mencionar siempre los mismos casos?

Si realmente quisieran defenderlas tienen bastante fácil descubrir cuál es su enemigo principal.

La organización independiente Freedom House, tampoco sospechosa de ser proclive a ideas progresistas, elabora un listado de países “no libres”, en los que se carece de democracia y no se respetan los derechos humano. Son los que deberían merecer la condena de cualquier persona que honestamente se proponga luchar a favor de la democracia y los derechos humanos.

Seguir aquí.

jueves, 5 de septiembre de 2019

IDEAS. Géraldine Schwarz: “La indiferencia está en el origen de los peores crímenes contra la humanidad”. La escritora franco-alemana reflexiona en 'Los amnésicos', premio al Libro Europeo 2018, sobre la colaboración de sus abuelos con los nazis.

a memoria de  los crímenes nazis es inacabable: en cada momento plantea preguntas distintas, cada generación relee esta historia a su modo o la olvida. Hoy, cuando desaparecen los últimos supervivientes de estos crímenes y los últimos perpetradores, y cuando la retórica nacionalista avanza en las democracias occidentales, lecciones de aquellos años recobran vigencia.

La escritora Géraldine Schwarz, en París el pasado 26 de junio.Â

Géraldine Schwarz —nacida en 1974, hija de una francesa y un alemán—  publica Los amnésicos. Historia de una familia europea  (Tusquets Editores), mezcla de ensayo y reportaje, de memoria familiar y de diagnóstico sobre el presente. Schwarz aborda en el libro el pasado traumático mediante una investigación sobre sus abuelos, ni fanáticos, ni criminales, buenas personas arrastradas por la corriente de la historia y cómplices también.

PREGUNTA. Uno de los momentos más dolorosos de "Los amnésicos" es la escena, breve y sobria, en la que cuenta el suicidio de su abuela alemana, la madre de su padre.
RESPUESTA. Nunca nadie me pregunta por eso, usted es el primero.

P. Es el núcleo del libro, ¿no?
R. Yo quería entender el grado de responsabilidad de mis abuelos bajo el III Reich.  ¿Habrían podido decir no? Intento ser justa con ellos. No tengo un problema de lealtad familiar. Pero a mi abuelo no le conocía, y mi abuela se suicidó cuando yo tenía seis años. Mis vínculos no son suficientemente fuertes para que nublen mi discernimiento. Veo sus acciones y su responsabilidad dentro de un contexto. Hay una responsabilidad de mi abuelo como Mitläufer [simpatizante o compañero de viaje]. También mi abuela lo fue: sentía una admiración ciega por el Führer.

P. ¿Cómo definiría Mitläufer, un término muy alemán?
R. El Mitläufer es quien, por ofuscación, por indiferencia, por apatía, por conformismo o por oportunismo, se convierte en cómplice de prácticas e ideas criminales. He querido mostrar que lo que está en  el origen de los peores crímenes de la humanidad es la indiferencia  Los verdaderos perseguidores, los verdugos, los monstruos en general son pocos. Y siempre nos interesamos por los monstruos, o por los héroes, o por las víctimas. Pero la mayoría de las personas no se identifican con ninguna de estas tres categorías, que solo conciernen a una minoría. Los Mitläufer son una masa de personas que, por su número y de manera más o menos pasiva, pueden consolidar un régimen criminal.

El fascismo y el nacionalsocialismo hicieron soñar. Eso se olvida, solo hablamos de la guerra y del Holocausto

P. ¿Sus abuelos lo eran?
R. Tuvieron un papel mínimo, pero, sí, representan la figura del Mitläufer. Mi abuelo lo fue por oportunismo. Se adhiere al partido no porque esté convencido, sino porque piensa que en este momento es lo más cómodo. Y con las leyes antijudías ve una oportunidad de hacer un negocio al comprar a bajo precio una empresa propiedad de un judío. Mi abuela es Mitläuferin [femenino de Mitläufer] porque se ofusca, incluso diría que por una especie de lealtad completamente irracional hacia el Führer. La hace soñar. Porque el fascismo y el nacionalsocialismo hicieron soñar.  Esto se olvida, porque solo hablamos de la guerra y del Holocausto. Pero el fascismo y el nacionalsocialismo consiguieron transmitir un sentimiento de pertenencia a una Volksgemeinschaft, una “comunidad del pueblo” que excluía a los impuros y estaba reservada a los pseudoarios. Mi abuela era a la vez culpable de haberse dejado cegar y un poco víctima de una manipulación. Su suicidio fue la culminación de la existencia de una mujer que no conoció más que guerras y posguerras.

P. ¿Su abuela fue una víctima de la historia?
R. No. Creo que no somos víctimas de la historia, sino que debemos tener un papel en la historia. Para que una democracia funcione es indispensable que las personas se den cuenta de que tienen responsabilidades: comprometerse, participar en la sociedad civil y también demostrar capacidad de discernimiento. La historia puede ayudarnos a identificar los métodos de demagogos como Salvini y Orbán, que se parecen a los de hace un siglo: difundir el miedo, inventar enemigos o chivos expiatorios, hacernos perder los puntos de referencia difuminando la frontera entre lo verdadero y lo falso, y difundiendo teorías de la conspiración. El objetivo es que el pueblo deje de creer en nada para manipularlo e invertir los valores.

P. ¿Qué lecciones de la historia podrían haber servido, en los años treinta, para evitar lo que ocurrió?
R. No las había. Si la historia de mi abuela ocurriese hoy, la parte de víctima que hay en ella sería más reducida. Ella no era una intelectual, no tenía mucha idea de política, se dejó llevar por la euforia ambiental. No tenía ningún medio de identificar lo que ocurría porque aquello era inédito.

P. En su libro también aborda la historia de su familia materna, que es francesa. ¿Qué descubrió?
R. Mi abuelo francés era gendarme bajo Vichy [el régimen autoritario y antisemita que colaboró con la Alemania nazi ]. En este sentido también era un Mitläufer. Pero mientras que mi padre alemán se enfrentó a su padre y contribuyó, como muchos de su generación, a un trabajo de memoria destacable, que sirve de base a la fuerza de la democracia alemana, mi madre francesa sabe poco de su padre bajo Vichy. Y esto es sintomático de Francia. Se ha hecho un trabajo profundo sobre Vichy, pero en gran parte se ha esquivado el papel de la población, de los Mitläufer. Y esto repercute en las familias: se ha preferido hacer recaer la culpa en las élites.

P. ¿No hay un exceso de memoria hoy? El pasado y la historia están omnipresentes en los discursos políticos, también en los de los populistas.
R. Lo que hacen los populistas no es un trabajo de memoria: la instrumentalizan. Un trabajo de memoria bien hecho significa no mentir. A Putin también le interesa la memoria, pero para transformarla. Los populistas utilizan la amnesia para reinventar el pasado. Porque al reinventar la memoria reinventan la identidad, y nuestra identidad es indisociable de nuestra memoria. Sin memoria no hay identidad.


jueves, 1 de noviembre de 2018

_- Armas, dinero y hombres siniestros

_- Hace unos días, el líder evangélico estadounidense Pat Robertson exhortó a Estados Unidos a no exaltarse tanto por la tortura y el asesinato de Jamal Khashoggi porque, dijo, no deberíamos arriesgar “100.000 millones de dólares en ventas de armas”. Me imagino que pretendía invocar un nuevo undécimo mandamiento que dice: “Por otra parte, justificarás cosas como matar y dar falso testimonio si quedan en riesgo los acuerdos de compraventa de armas”.

Bueno, no es noticia que la derecha religiosa se ha postrado a los pies de Donald Trump. No obstante, el intento de Trump de hacer de lado posibles represalias por los delitos sauditas con el argumento de que hay enormes recompensas económicas derivadas de seguir siendo amigos de los asesinos —así como la disposición de los aliados políticos del presidente para aceptar esta lógica— representa una nueva etapa en la degradación de Estados Unidos.

No es solo que los argumentos de Trump sobre la cantidad de empleos en riesgo —primero eran 40.000, luego 450.000, después 600.000 y llegaron hasta un millón— sean mentiras. Incluso si los argumentos fueran ciertos, estamos en Estados Unidos: se supone que somos un ejemplo moral para el mundo, no una nación mercenaria dispuesta a abandonar sus principios si hay una buena cantidad de dinero de por medio.

Dicho eso, los argumentos son falsos. Primero, no hay ningún acuerdo de compra de armas por 100.000 millones de dólares con los sauditas. Lo que el gobierno de Trump en realidad tiene son básicamente “memorandos de intención”: posibles acuerdos a futuro más que compromisos. Muchos de estos posibles acuerdos requerirían que la producción de las armas se hiciera en Arabia Saudita en lugar de Estados Unidos y que las ventas, de materializarse, se llevaran a cabo a lo largo de varios años. Entonces parece poco probable que los acuerdos con Arabia Saudita aumenten las exportaciones estadounidenses anuales de armas por poco más de unos cuantos miles de millones de dólares al año.

Si tenemos en cuenta que las industrias involucradas, principalmente la aeroespacial, son intensivos en capital por lo que no emplean a muchos trabajadores por cada dólar de ventas, la cantidad de empleos estadounidenses involucrados es, si acaso, decenas de miles, no cientos de miles. Es una cifra equivalente a un error de redondeo en un mercado laboral estadounidense que emplea a casi 150 millones de trabajadores. Además, cesar las ventas de armas a los sauditas conlleva un riesgo mucho menor en comparación con otras áreas en las que Trump ya está afectando las relaciones comerciales con absoluta indiferencia. Parece, por ejemplo, estar ansioso por iniciar una guerra comercial con China, que importó 187.000 millones de dólares en productos y servicios estadounidenses el año pasado. Por último, vale la pena mencionar que —con las condiciones actuales— aumentar las exportaciones, incluso si se logra, no creará empleos adicionales netos para la economía estadounidense. ¿Por qué? Porque la Reserva Federal cree que estamos en un nivel de empleo pleno y cualquier otro fortalecimiento de la economía hará que la Reserva aumente las tasas de interés. En consecuencia, los empleos que quizá sean agregados al mercado por elementos como las armas de fuego se compensan con empleos perdidos en otra parte a medida que las tasas de interés desalienten la inversión o hagan a Estados Unidos menos competitivo al fortalecer el dólar.

No obstante, vamos a abrir los ojos: Trump no toma acciones rápidas contra los sauditas debido a los empleos que proveen a trabajadores del sector de defensa. El que siga cambiando el número de empleos que dice que están en juego es en sí mismo un indicador indiscutible de que las ventas de armas son una excusa, no un motivo verdadero, para sus acciones. Entonces, ¿cuál es la verdadera razón por la que está tan dispuesto a perdonar la tortura y el asesinato? Una respuesta es que en realidad no desaprueba lo que hicieron los sauditas.

A estas alturas está más que comprobado que Trump se siente mucho más cómodo con los autócratas brutales que con los líderes de nuestros aliados democráticos. Recordemos que cuando Trump visitó Arabia Saudita en mayo, su secretario de Comercio se regocijó ante el hecho de que no había manifestantes por ningún lado en Riad, algo que suele pasar cuando a los que protestan se les decapita. Ah, y un presidente que proclama que los medios noticiosos son “los enemigos del pueblo” quizá opina que torturar y asesinar a un periodista crítico no es tan mala idea. Además de eso, los sauditas han canalizado decenas de millones de dólares personalmente a Trump, y lo siguen haciendo. Esos millones muy reales que Trump recibe son una explicación mucho más verosímil de su trato amistoso hacia Mohamed bin Salmán que los miles de millones míticos que recibirán los fabricantes de armas estadounidenses. Claro, los leales a Trump se enfurecen ante la sugerencia de que está dejando que sus intereses financieros modelen las políticas estadounidenses. Sin embargo, ¿alguna vez Trump ha hecho un sacrificio personal en aras del interés público? De cualquier modo, se supone que ni siquiera deberíamos tener que esperar que las grandes sumas de dinero que un presidente recibe de gobiernos extranjeros no estén influenciando sus decisiones.

La cláusula de los emolumentos de la Constitución de Estados Unidos, para empezar, prohíbe que el presidente acepte todos estos tipos de favores. Por desgracia, los republicanos han decidido que esta cláusula, como tantas otras partes de la Constitución, no aplica cuando su partido está en el poder.

Entonces, como decía, en este caso estamos ante un paso más en la degradación de nuestra nación. Aceptar la tortura y el asesinato es una traición a los principios estadounidenses; tratar de justificar esa traición apelando a un supuesto beneficio económico es una traición más. Si a eso sumamos el hecho de que el supuesto beneficio es mentira, y que las ganancias personales del presidente son una explicación mucho más probable para sus acciones, digamos que los auténticos patriotas deberían sentirse profundamente avergonzados de la nación en la que nos hemos convertido.

Paul Krugman

Fuente:
https://www.nytimes.com/es/2018/10/24/paul-krugman-trump-khashoggi-arabia-saudita/?rref=collection%2Fsectioncollection%2Fnyt-es

martes, 23 de agosto de 2011

¡Qué envidia de Chile!

En EL PAÍS del sábado 20 viene un artículo de Manuel Délano titulado "Chile reconoce a más de 40.000 víctimas de la dictadura de Pinochet". Acompaña el artículo una fotografía de María Luisa Sepúlveda entregando al presidente chileno la segunda versión de un informe sobre violaciones de derechos humanos durante la dictadura; la comisión ha seguido investigando incluso con la Administración de derechas de Piñera. ¡Qué envidia poder seguir investigando los crímenes de la dictadura sin que te lleven a los tribunales por ello!
Sí, he sentido envidia del pueblo chileno, quizás la misma que nos tenían ellos con nuestra Transición tras la muerte de Franco. Envidia porque la democracia chilena ha seguido investigando a pesar de todas las leyes urdidas para evitarlo, hasta la de punto final. Y vergüenza por nuestros jueces y políticos que no han tenido la decencia de destapar la verdad de la dictadura, permitir que la Academia de Historia casi la elogie, e incluso no reconocer los crímenes de Franco y secuaces como el Partido Popular ni tan siquiera los de la posguerra.
Y esto con un Gobierno socialista. Cuando gobierne la derecha nos harán creer en las bondades del régimen franquista no dictadura. ¡Qué envidia de Chile!
RAFAEL MARTíNEZ MONSERRAT - Alicante -El País, 23/08/2011 (Foto del autor, puesta de sol en Chiclana, playa de la Barrosa, Fuerte de Sancti Petri. Verano de 2011)

jueves, 3 de febrero de 2011

TUNISIE, ÉGYPTE, MAROC. Ces « dictatures amies »

Túnez, Egipto, Marruecos. Esas "dictaduras amigas"
¿Una dictadura en Túnez? ¿En Egipto una dictadura? Viendo a los medios relamerse con la palabra «dictadura» aplicada al Túnez de Ben Alí y al Egipto de Moubarak, los franceses han debido de preguntarse si han entendido o han leído bien. ¿No habían insistido durante decenios esos mismos medios y esos mismos periodistas en que esos dos “países amigos” eran “Estados moderados”? ¿La horrible palabra “dictadura” no estaba exclusivamente reservada en el mundo árabe musulmán (después de la destrucción de la “espantosa tiranía” de Saddam Hussein en Irak) solo al régimen Iraní? ¿Cómo? ¿Había entonces otras dictaduras en la región? Y ¿nos lo habrían ocultado los medios de nuestra ejemplar democracia? He aquí, en todo caso, un primer abrir de ojos que debemos al rebelde pueblo tunecino. Su prodigiosa victoria ha liberado a los europeos de la “retórica hipócrita y de ocultamiento” en vigor en nuestras cancillerías y en nuestros medios. Obligados a quitarse la careta, simulan descubrir lo que sabíamos desde hace rato (1), que las “dictaduras amigas” no son más que eso: regímenes de opresión. Sobre el asunto, los medios no han hecho otra cosa que seguir la “línea oficial”: cerrar los ojos o mirar hacia otro lado confirmando la idea de que la prensa no es libre salvo en relación con los débiles y la gente aislada. ¿Acaso Nicolás Sarkozy no ha tenido el aplomo de asegurar que en Túnez “había una desesperanza, un sufrimiento, un sentimiento de ahogo que hay que reconocer que no habíamos apreciado en su justa medida”, con respecto al sistema mafioso del clan Ben Alí-Trabelsi?
“No habíamos apreciado en su justa medida…” En 23 años… A pesar de contar allí con servicios diplomáticos más prolíficos que los de cualquier otro país… A pesar de la colaboración en todos los sectores de la seguridad (policía, gendarmería, inteligencia…) (2). A pesar de las estancias regulares de altos responsables políticos y mediáticos que establecían allí desacomplejadamente sus lugares de veraneo… Pese a la existencia en Francia de dirigentes exiliados de la oposición tunecina, mantenidos como apestados al margen por las autoridades francesas y de acceso prohibido durante decenios a los grandes medios… Democracia ruinosa..
En realidad esos regímenes autoritarios han sido (y siguen siendo) complacientemente protegidos por las democracias europeas, despreciando sus propios valores, con el pretexto de que constituyen baluartes contra el islamismo radical (3). El mismo cínico argumento usado por Occidente durante la Guerra Fría, para apoyar dictaduras militares en Europa (España, Portugal, Grecia, Turquía) y en América Latina pretendiendo impedir la llegada del comunismo al poder.
¡Qué formidable lección dan las sociedades árabes revolucionarias a los que en Europa los describían con términos maniqueos, es decir, como masas dóciles sometidas a sátrapas orientales corruptos o como muchedumbres histéricas poseídas por el fanatismo religioso! Y he aquí que de repente surgen, en las pantallas de nuestros ordenadores o de nuestros televisores (cf.: el admirable trabajo de Al-Jazeera) preocupadas por el progreso social, nada obsesionadas por la cuestión religiosa, sedientas de libertad, soprepasadas por la corrupción, detestando las desigualdades y reclamando democracia para todos, sin exclusiones.
Lejos de las caricaturas binarias, estos pueblos no constituyen en modo alguno una especie de “excepción árabe” sino que se asemejan en sus aspiraciones políticas al resto de las ilustradas sociedades urbanas modernas. Un tercio de los tunecinos y casi un cuarto de los egipcios navegan regularmente por Internet. Como afirma Moulay Hicham El Alaoui: “Los nuevos movimientos ya no están marcados por los viejos antagonismos como antiimperialismo, anticolonialismo, o antisecularisno. Las manifestaciones de Túnez y El Cairo han estado desprovistas de todo simbolismo religioso. Constituyen una ruptura generacional que refuta la tesis del excepcionalismo árabe. Además son las nuevas metodologías de la comunicación de Internet las que animan estos movimientos. Ellos proponen una nueva versión de la sociedad civil en la que el rechazo al autoritarismo va de la mano con el rechazo a la corrupción (4)”.
Especialmente gracias a las redes sociales digitales, las sociedades tanto de Túnez como de Egipto se movilizaron con gran rapidez y pudieron desestabilizar el poder en tiempo récord. Aún antes de que los movimientos hayan tenido la oportunidad de “madurar” y de favorecer la emergencia de nuevos dirigentes dentro de ellos. Es una de las raras ocasiones en las que sin líderes, sin organización dirigente y sin programa, la simple dinámica de la exasperación de las masas ha bastado para conseguir el triunfo de la revolución. Se trata de un momento frágil y sin duda las potencias ya estarán trabajando, especialmente en Egipto, para que “todo cambie sin que cambie nada” según el viejo adagio de El Gatopardo. Esos pueblos que conquistaron su libertad deben recordar la advertencia de Balzac, “Se matará a la prensa como se mata a un pueblo, otorgándole la libertad”(5). En las “democracias vigiladas” es mucho más fácil domesticar legítimamente a un pueblo que en las antiguas dictaduras. Pero esto no justifica su mantenimiento. Ni debe empañar el ardor de derrocar una tiranía.
El hundimiento de la dictadura tunecina ha sido tan veloz que los demás pueblos magrebíes y árabes han llegado a la conclusión de que esas autocracias –las más viejas del mundo- estaban en realidad profundamente corroídas y no eran por lo tanto más que “tigres de papel”. Esta demostración se ha verificado también en Egipto.
De allí este impresionante levantamiento de los pueblos árabes, que lleva a pensar inevitablemente en el gran florecimiento de las revoluciones europeas de 1848, en Jordania, en Yemen, en Argelia, en Siria, en Arabia Saudí, en Sudán y también en Marruecos.
En este último país, una monarquía absoluta, en el que el resultado de las “elecciones” (siempre trucado) siempre lo decide el soberano, que designa según su voluntad a los llamados ministros “de la soberanía”, unas cuantas decenas de familias próximas al trono continúan acaparando la mayoría de las riquezas (6). Los cables difundidos por Wikileaks han revelado que la corrupción llega a niveles de indecencia descomunales, mayores que los del Túnez de Ben Alí, y que las redes mafiosas tenían todas como único origen el Palacio. Un país en el que la práctica de la tortura está generalizada y el amordazamiento de la prensa es permanente... Ignacio Ramonet. Aquì todo el artículo en español.