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sábado, 14 de octubre de 2023

_- Yanis Varoufakis: “El capitalismo está muerto. El nuevo orden es una economía tecno-feudal”.

Varoufakis creó en febrero de 2016 Democracy in Europe Movement 2025 (DiEM25)._- Varoufakis creó en febrero de 2016 Democracy in Europe Movement 2025 (DiEM25).

El exministro de Finanzas griego advierte que los políticos no tienen nada que hacer ante el creciente poder de las grandes empresas.

Yanis Varoufakis (Atenas, 1961) enciende el portátil que arranca el Zoom que ilumina la cámara del estudio de su casa de Atenas. Uno de los economistas más conocidos e influyentes del mundo saluda, amable, al otro lado. Por primera vez en muchos años —se lo había prometido a su mujer, Danae— se ha tomado unos días de vacaciones en agosto en el Egeo. Pero un mes después está, puntual, el día acordado. “He vuelto a coger las herramientas”. “Vamos allá”, lanza. Comencemos por la memoria.

Varoufakis estudió en el colegio privado Moraitis, y después cursó dos posgrados en Matemáticas y Economía en las universidades de Essex y Birmingham. Ha enseñado en Australia, Estados Unidos, y desde 2000 imparte clases de Economía en la Universidad de Atenas. Pero su vida, y por qué no, su “mito”, procede de la política. Fue ministro de Finanzas griego entre enero y julio de 2015. Días de piedra —su enfrentamiento con Wolfgang Schäuble, exministro de Finanzas de la antigua canciller Angela Merkel, se cuenta ya en los libros de historia económica y se contempla en la película Comportarse como adultos (2019), del director Costa-Gavras—, meses interminables de la crisis soberana griega. Cuando la Troika (Banco Central Europeo, BCE, el Fondo Monetario Internacional y la Comisión Europea) exprimió, con sus condiciones para el rescate, hasta el último euro del pueblo griego. Los ciudadanos votaron en contra de un sufrimiento social —denominado austeridad— que duraría años. Varoufakis dimitió a los cinco meses del cargo.

En febrero de 2016 creó Democracy in Europe Movement 2025 (DiEM25) y en mazo de 2018 —como antiguo miembro del partido de izquierdas Syriza— funda MeRA25, la “rama política” del movimiento. Regresa al parlamento heleno. Desde entonces, este “marxista libertario” —así se define, con evidente sentido de la provocación— ha encadenado, también, éxitos en los anaqueles de las librerías. Adults in the Room (Comportarse como adultos, editorial Deusto) y And the Weak Suffer What They Must? (¿Y los pobres sufren lo que deben?, Deusto) fueron superventas. Y también ha dado a la imprenta Talking to My Daughter: A Brief History of Capitalism, The Global Minotaur (El minotauro global, editorial Capitan Swing) o Technofeudalism. What Killed Capitalism (acaba de publicarse en inglés por Random House y en España lo publicará Deusto en febrero de 2024 con el título de Tecnofeudalismo. El sigiloso sucesor del capitalismo).

Brillante con los títulos, uno de sus últimos artículos se titula: Dejemos arder los bancos. También ha acuñado términos para una época: “Capitalismo en la nube”, “colonialismo moderno”, “desdolarización”, “austeridad global”, “riesgo moral”, “modificación de la conducta” o “tecnofeudalismo”. Pese a que no lo pretenda, se impregna algo, en muchos de sus párrafos, del pesimismo del filósofo Emil Cioran (1911-1955) y su tentación de existir: “Escribir es una cuestión de vida o muerte”.

Sin duda, su último libro también posee el horizonte de cierta tristeza. Nace de una conversación, hace muchos años, en 1993, en la casa de Paleo Faliro, con su padre, comunista, Giorgios. Estaba intentando conectarle a internet. “¿Ahora que las computadoras hablan unas con otras, esta Red hará imposible derrocar al capitalismo?”, “¿o finalmente revelará su talón de Aquiles?”.

Pregunta. ¿O lo ha mostrado ya?
Respuesta. Alexa, de Amazon, por ejemplo, no es nada más que un portal detrás del cual hay un sistema totalitario centralizado creado para satisfacer a su dueño, Jeff Bezos. Hace cuatro cosas al mismo tiempo. Nos entrena para que le dictemos lo que queremos. Nos vende de manera directa lo que sabemos que “queremos”, prescindiendo de cualquier mercado real. Logra que reproduzcamos su capital en la nube (es decir, es una máquina inmensa de modificación del comportamiento), porque con nuestro trabajo, sin remunerar, publica reseñas o valora productos. Y, finalmente, amasa enormes rentas de los capitalistas que están dentro de esta red, generalmente el 40% del precio de venta. Esto no es capitalismo ¡Bienvenidos al tecnofeudalismo!

P. ¿Cuál es su hipótesis?
R. El capitalismo ahora está muerto. Ha sido reemplazado por la economía tecno-feudal y un nuevo orden. En el fondo de mi tesis existe una ironía que puede sonar al principio confusa, pero que queda clara en el libro: lo que está matando al capitalismo… es el propio capitalismo. No el capital que conocíamos desde el amanecer de la era industrial. Sino una nueva forma, una mutación, que ha ido creciendo en las dos últimas décadas. Mucho más poderoso que su predecesor que, como un virus estúpido y demasiado entusiasta, ha matado a su huésped. ¿Por qué se ha producido esto? Debido a dos causas principales: la privatización de internet por Estados Unidos, pero también las grandes tecnológicas chinas. Junto a la manera en la cual los gobiernos occidentales y los bancos centrales respondieron a la gran crisis de 2008.

El capitalismo ha sido reemplazado por la economía tecno-feudal y un nuevo orden

El último libro de Varoufakis advierte de la imposibilidad hoy de la socialdemocracia o de esa falsa promesa que es el mundo cripto. “Detrás de la criptoaristocracia, los únicos verdaderos beneficiarios de estas tecnologías han sido las mismas instituciones que estos criptoevangelistas se suponía querían derrocar: Wall Street y el conglomerado de las grandes tecnológicas. Por ejemplo, “JP Morgan y Microsoft recientemente han unido fuerzas para dirigir un “consorcio de cadenas de bloques”, basado en los centros de datos de Microsoft, con el objetivo de aumentar su poder en los servicios financieros”, escribe el exministro en Tecnofeudalismo.

P. Vamos camino de los 600 días desde que empezó la guerra en Ucrania. ¿Qué piensa y qué impacto tiene en la economía?
R. Mis pensamientos son los mismos que el primer día que Putin invadió Ucrania. Es una guerra que acabará rápidamente si hay un acuerdo de paz, de lo contrario puede durar décadas. Si continúa no habrá ganadores, solo perdedores. Cientos de miles de ucranios muertos, cientos de miles de rusos muertos. Empobrecerá a Europa y hará más miserable a África. Occidente debe ofrecer al mandatario ruso un acuerdo muy sencillo. Volver a donde estaba antes de febrero de 2022. A cambio, Ucrania nunca será miembro de la OTAN. Es la solución austriaca —forma parte de Europa, tiene Ejército, es una democracia liberal—, pero no de la Organización. Es la única posibilidad que coincide con los intereses ucranios, y evita el sacrificio y el empobrecimiento.

Varoufakis creó en febrero de 2016 Democracy in Europe Movement 2025 (DiEM25).

P. Europa envejece, el crecimiento es lento, el centro económico del mundo se desplaza al sur de Asia. ¿Qué futuro aguarda al continente? ¿Un resort de lujo para las vacaciones de extranjeros millonarios?
R. No habrá una ruptura de la Unión Europa. Ha sido salvada por Mario Draghi [expresidente del BCE] gracias a la inyección de billones de euros. Estamos entrando en un periodo de declive. Estuve reunido hace un mes con el presidente de México, López Obrador, y la Unión Europea no les preocupa. Desde luego quieren tener buenas relaciones, y todo eso. Pero lo que cuenta para ellos es Estados Unidos y los BRICS [Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica]. Piense en la geopolítica, sobre todo después de la guerra en Ucrania. Piense en la OTAN, sea lo que sea. No es la política europea: es la suya. Su secretario general es quien decide nuestra política. Imagine —ojalá fuera así— que mañana hay una mesa de paz. ¿Quiénes estarían sentados? Zelenski (Ucrania), Putin (Rusia), Xi Jinping (China), Modi (India) y Biden (Estados Unidos). ¿Quién representaría a Europa? Nadie. No tenemos líderes. Los polacos, estonios, lituanos no confían en Emmanuel Macron [presidente de Francia] ni en Olaf Scholz [canciller alemán] porque piensan que están demasiado cerca de Putin. ¿Imagina una Unión Europea representada por alguien distinto a Alemania o Francia? Es peor que una crisis, nos estamos convirtiendo en irrelevantes.

P. Ahora algunos políticos alemanes reconocen el error de la austeridad, como usted defendió cuando negociaba el rescate griego.
R. Solo dicen eso después de retirarse. Deberías ser juzgado por lo que haces cuando estás en la Administración. Eso es lo que cuenta. El resto nada me importa. El ministro de finanzas germano, Christian Lindner, está impulsando la austeridad. Nunca admitirán que se equivocan. El modelo económico alemán está muriendo y Europa le sigue detrás. ¿Cuáles son las industrias del futuro? Energía solar, eólica, baterías y desarrollo de software. La UE ni siquiera existe porque no invierte nada. ¿Qué van a hacer con China, que tiene el monopolio absoluto de las baterías?

P. ¿Por qué no existe en Europa un metaverso o un Amazon?
R. Por lo mismo: nadie invierte. Hemos perdido 14 años practicando la austeridad. El sistema de telefonía móvil de Alemania resulta casi tercermundista. Es un país subdesarrollado en temas de digitalización. Han aprobado, con todos esos años de retraso, un presupuesto de digitalización de 200.000 millones de euros en el próximo quinquenio. Unos 50.000 millones menos de lo previsto. ¿Sabe que aún usan el fax?

“No tenemos un Amazon porque hemos perdido 14 años con la austeridad”

P. ¿Qué poderes tienen los políticos frente a las grandes corporaciones?
R. Cero [hace el gesto con los dedos frente a la cámara]. Hace tiempo los políticos tenían un peso. Franklin Roosevelt (Estados Unidos), Willy Brandt (Alemania), Harold Wilson (Reino Unido) o incluso Nixon. Podían cambiar las cosas. Sentar a la gente alrededor de la mesa. Ahora ya no existen los sindicatos. No hay nadie que se siente con ellos. Pero si chocas contra el sistema, te elimina.

P. China, Singapur, India, Arabia Saudí, entre otros, han demostrado que se puede crecer y generar prosperidad, siendo en la práctica dictaduras, autarquías o naciones con dudoso respeto a los derechos humanos, o sea, sin ser democracias.
R. Nos olvidamos de la historia. La democracia nunca fue parte del capitalismo. Ya en el siglo XIX, en Gran Bretaña, el filósofo John Stuart Mill (1806-1873) defendía el liberalismo frente a la democracia. Respetaba los derechos de propiedad, la libertad de expresión… Pero el liberalismo era lo contrario al capitalismo. El partido oficial chino dice, bien: nosotros somos liberales como los británicos. Reconocen la propiedad privada, si tienes una casa no te la pueden quitar, puedes acumular tanto dinero como quieras, hacer negocios. Esto es liberalismo. Mientras no digas nada en contra del partido. ¿Esto es tan diferente en Gran Bretaña? ¿Vio la coronación de Carlos III? Había fuera de la Cámara de los Comunes un profesor que mostró una pancarta en blanco. Fue arrestado por falta de respeto al Rey. Bien. ¿Esto no es libertad de expresión, verdad? ¿Son los Estados Unidos una democracia? ¿En serio? Tienes un partido en el Gobierno con dos caras distintas. Trump era una pobre excusa como ser humano. Cambió el Tratado de Libre Comercio de América del Norte, deshizo el pacto nuclear que Obama había firmado con Irán, empezó la guerra fría contra China. Llegó Biden. Se supone que iba a ser el anti-Trump. ¿Ha cambiado algo? No, lo ha empeorado. Aumentó la guerra fría, se ha enemistado más con Irán, y Cuba sufre un embargo peor que con el expresidente. Claro que prefería cenar con Biden antes que con Trump. Sin embargo, se supone que esto no es lo que debería ser una democracia.

P. ¿Es el feminismo compatible con el actual sistema económico?
R. El capitalismo solo trae enormes cargas, terribles. Una es la explotación de la mujer. La única forma de que las mujeres puedan prosperar es a costa de otras mujeres. No, al final, y en la práctica, el feminismo y el capitalismo democrático son incompatibles.

El capitalismo solo trae enormes cargas, terribles. Una es la explotación de la mujer
Si algo es Yanis Varoufakis es duro. Quizá proceda de los días en que su padre, Giorgios, un ingeniero especializado en el acero, comunista, le enseñaba frente al fuego de una chimenea de ladrillos rojos (en una casa modesta) las propiedades de los metales. Le ha servido en la formación, en la política europea o cuando en marzo pasado un grupo de “matones a sueldo”, en palabras de Varoufakis, le dio una tremenda paliza mientras el exministro cenaba en el popular barrio de Exarchia de Atenas con varios activistas europeos. Los “matones” le gritaban y le acusaban de que se había “vendido a la Troika”. Tras el incidente, el exministro de Finanzas acabó en el hospital. “No vamos a dejar que nos dividan”, escribió en Twitter. “¡Seguimos adelante!”.

Nacido en la década de 1920, Giorgios, cuyos padres eran griegos, creció en El Cairo (Egipto) antes de entrar en la Universidad de Atenas para estudiar Química. Pero se vio atrapado en la guerra civil griega (marzo de 1946-octubre de 1949). Fue detenido e interrogado por la policía. Se negó a denunciar a sus compañeros comunistas y pasó cuatro años en la cárcel. Más tarde, cuando reinició sus estudios, una mujer conservadora se fijó en él. Su nombre: Eleni. La futura madre de Varoufakis. Al final, las ideas de su padre calaron en ella y el comunismo se convirtió en el paisaje de sus conversaciones.

Años después preguntaría a sus padres qué era para ellos la libertad. Su madre, dijo, la posibilidad de escoger a tus socios y tus proyectos. Su padre replicó: tiempo para leer, experimentar y escribir.

Esta enseñanza trascurre en todos sus libros. Incluso en el peor de los tiempos. Giorgios, sometido al régimen de extrema derecha, tuvo muchos problemas para encontrar trabajo. La policía secreta hacía todo lo posible para que fuera despedido. Con cierta fortuna —aunque el sueldo era inferior al que le correspondía— le contrató la acería Halyvourgiki, como asistente del director. En una especie de justicia aplazada, con el tiempo llegó a ser presidente del consejo de administración.

Este fue su entorno. La cárcel, la dureza, los represaliados. Pero el régimen no tardó en colapsar. Quizá gracias a este sentido de que, pese a todo, la vida también es perseverancia, tenga dos doctorados (Economía y Matemáticas), haya sido exministro de finanzas o imparta clases en Estados Unidos, Australia o Atenas. Todo ocurre en la infancia. El resto es la inexorable repetición de los días. En la Universidad de Sídney, cuando estaba dando clases, conoció a Margarite, la madre de Xenia, una profesora de historia greco-australiana. Se enamoraron y se casaron. Fueron a vivir a Grecia. Pero la relación no funcionó y rompieron. Margarite regresó a Australia sin saber que estaba embarazada. Cuando se enteró volvió a Grecia. Tenían que darse otra oportunidad. “Sin embargo, la relación no funcionaba. Y ella se marchó de nuevo a Australia. Fue una pesadilla. Porque echaba mucho de menos a mi hija”, comentó en The Guardian. Como consuelo, la dormía por las noches a través de Skype.

En este frágil estado emocional descubrió por casualidad en una galería de arte la instalación titulada Breathe, un trabajo de la creadora Danae Stratou. Una obra en la que respiran el agua y la tierra. Quedó impresionado. Coincidieron en una cena y se enamoraron. Ahora vive en Atenas con los dos hijos de Stratou. Ella —que participó en la 48ª edición (1999) de la prestigiosa Bienal de Venecia— procede de una familia muy adinerada gracias a la empresa textil, Peiraiki-Patraiki, creada por su padre, Phaidron Stratos, rondando el Peloponeso.

“Me gusta que el Gobierno de coalición español siga junto pese a los problemas”

P. Pocos economistas dudan de que hoy resulta más importante, para prosperar en la vida, la familia en la que naces que todo el esfuerzo que le dediques.
R. Así es. La lotería del nacimiento. Vivimos en sociedades muy desiguales. El mayor predictor de nuestro futuro es la riqueza y la situación de nuestras familias.

P. Por primera vez en décadas de democracia, hay un Gobierno en España que es una coalición progresista.
R. Mis mejores deseos. Me gusta que permanezcan juntos a pesar de los problemas. Pero será imposible cambiar las cosas hasta que haya una respuesta muy clara a la pregunta: ¿qué se debería hacer con la Unión Europa? España jamás ha tenido una contestación y es un error.

P. En su libro Talking to My Daughter (Conversaciones con mi hija, editorial Destino) muestra a Xenia las amenazas del capitalismo. ¿En qué mundo cree que vivirá?
R. Nunca, nunca, nunca hago predicciones, porque si me forzara a responderle mi contestación sería muy triste. Desde luego, no creo que las cosas en el futuro vayan bien. Esto es distinto a dar las noticias del tiempo. Las sociedades carecen del derecho a vaticinar porque lo que cuenta es el resultado de nuestras acciones, de lo que hacemos. Somos depositarios del deber moral de actuar.

P. En su nuevo libro, BlackRock, la mayor gestora de fondos del mundo por activos bajo gestión, es parte del problema. Cuando escucha a Larry Fink, su presidente, comentar que seguirá invirtiendo en petróleo y gas porque lo demandan sus clientes a pesar de su apuesta por los fondos sostenibles, ¿qué piensa?
R. Tiene razón. La única solución es desmantelar la compañía.

P. Drástico.
R. Bueno, también el capitalismo hay que desmontarlo. Soy de izquierdas.


Las fuentes de donde beben sus recuerdos
Los mitos clásicos griegos, el Manifiesto comunista (Marx), la Teoría de la Relatividad de Albert Einsten, la serie de televisión Mad Men, y el papel de Don Draper, Star Trek, la Teoría general del empleo, el interés y el dinero (John Keynes), la película Metrópolis (1927) o el tratado utópico La ciudad del sol del filósofo y dominico italiano Tommaso Campanella. El economista griego Yanis Varoufakis es capaz de usar estas telas tan dispares para construir un brillante patrón con el que narra el mundo en el que vivimos. El peligro cierto de las grandes tecnológicas, la falta de apoyo a la transición verde, la guerra en Ucrania o cómo la socialdemocracia es ahora imposible. Este es el recorrido que plantea al lector en su último libro, Tecnofeudalismo. El asesinato del capitalismo (Random House). No es solo un texto de economía. Es el propio Varoufakis, sus recuerdos de niño, su relación con sus padres, el aprendizaje del pensamiento crítico. El viaje a la noche más oscura del alma con uno de los pensadores más luminosos de nuestro tiempo. Ya saben. Quien toca este libro toca a un hombre.

lunes, 23 de mayo de 2022

_- “Comportarse como adultos”, una película necesaria

_- Esta película de Costa – Gavras (Adults in the Room, 2019) fue programada el pasado sábado a las 22h por TVE2, a la sombra de la Final de Eurovisión en TVE1.

Basada en las memorias de Yanis Varoufakis, que participó en el guión, cuenta las dictatoriales (o gangsteriles) maniobras del Consejo de la Unión Europea para esquilmar y humillar a una Grecia en crisis gobernada por un partido de izquierdas, como castigo ejemplar, se supone.

Los hechos y los personajes son reales, aunque interpretados por actores, pero con sus nombres reales: Varoufakis, Tsipras, Schaeuble (el ministro de Finanzas que impuso el austericidio en la UE tras la crisis de 2008), Lagarde (entonces presidenta del FMI), …

Es probable que tuviera poca audiencia, porque la masa estaba con la música, pero se puede ver en diferido y es una de las películas políticas más importantes de este siglo porque retrata, con todo el realismo que merece, la total ausencia de democracia en las instituciones de la UE. Donde el ministro de finanzas alemán Schaeuble, dominando el Consejo, expresa su conocida frase de que unas elecciones no pueden cambiar unas medidas económicas y nadie contesta cuando Varoufakis pregunta que entonces ¿para qué son las elecciones?.

Solo esa escena, que fue real, y el buen hacer de Costa-Gravas (padre del cine político, según TVE, como atestiguan “Z”, “Estado de sitio”, Missing”, “La caja de música”… ) califican esta película como necesaria para entender lo que pasa.

Ver a los ministros de finanzas de la UE, hacer su papelón, es la mejor prueba de que el poder económico no está en el Gobierno y que llamar a esto democracia es una broma cruel.

La frase “Deberían comportarse como adultos” de Chistine Lagarde (dicha para sí misma) entonces Presidenta del FMI y hoy del Banco Central Europeo, dudo de que ahora la repitiera.

Blog: “Comportarse como adultos” una peli necesaria | Educación y Medios (antoniocampuzano.es)

jueves, 7 de octubre de 2021

Yanis Varoufakis se despide de Angela Merkel

Por Yanis Varufakis | 04/10/2021 | Europa

Fuentes: Jacobin

Las elecciones alemanas de hoy marcan el fin de los dieciséis años de gobierno de Angela Merkel. Yanis Varoufakis escribe para Jacobin sobre cómo se convirtió en la líder más importante de Europa, a expensas de la propia Europa.

El mandato de Angela Merkel será recordado como la paradoja más cruel que hayan enfrentado Alemania y Europa. Por un lado, dominó la política europea como nadie en tiempos de paz y deja una cancillería alemana mucho más poderosa que la que recibió. Pero, por otro lado, la forma en que acumuló ese poder debilita la economía alemana y condena a la Unión Europa a un estancamiento secular.

Una economía debilitada por la riqueza

No cabe duda de que hoy Alemania es política y económicamente más poderosa que en 2005. Sin embargo, las causas que explican su fortalecimiento son las mismas que permiten anticipar su deterioro en el marco de una Europa estancada.

El poder de Alemania es el resultado de tres excedentes inmensos: el superávit comercial, el superávit estructural del gobierno federal y la afluencia de dinero extranjero a los bancos de Frankfurt, consecuencia de una eurocrisis de combustión lenta que parece no tener fin.

Aunque Alemania surca ríos caudalosos de dinero, nutridos por los afluentes mencionados, termina malgastándolo. En vez de pensar en el futuro e invertirlo en infraestructura, pública o privada, lo exporta (p. ej., lo invierte en el extranjero), o lo utiliza para comprar activos improductivos en el país (p. ej., departamentos en Berlín o acciones de Siemens).

¿Por qué las empresas alemanas, o el gobierno federal, no pueden invertir productivamente ese flujo dinero en Alemania? Sucede que —y aquí debemos buscar uno de los motivos de la cruel paradoja— ¡los excedentes existen precisamente porque no son invertidos! En otros términos, bajo el mandato de Merkel, Alemania hizo un negocio faustiano: mediante la restricción de las inversiones, acumuló excedentes del resto de Europa y del mundo, pero es incapaz de invertirlos sin perder su capacidad futura de extraer nuevos excedentes.

Si profundizamos en sus orígenes, notamos que los superávits que empoderaron a Alemania bajo el gobierno de Merkel son el resultado de forzar a los alemanes, y, luego, a todos los contribuyentes europeos, a rescatar a los inanes banqueros de Frankfurt, aun a condición de generar una crisis humanitaria en la periferia de Europa (especialmente en Grecia). De esta manera, el gobierno de Merkel fue capaz de imponer una austeridad sin precedente, tanto a los trabajadores alemanes como a los no alemanes (aunque, por supuesto, los casos no son equivalentes).

En síntesis, las bajas tasas de inversión nacional, la austeridad universal y la promoción del enfrentamiento entre los orgullosos pueblos europeos fueron los medios de los que se sirvió el gobierno de Merkel para transferir riqueza y poder a la oligarquía alemana. Es una pena que con eso haya conducido también a dividir al país, que hoy queda a la zaga de la próxima revolución industrial en el marco de una Unión Europea completamente fragmentada.

El método del que se sirvió Angela Merkel para ejercer su poder a lo largo y ancho de Europa —y que llevó, paso a paso, a la cruel paradoja de la que hablamos— se deja resumir en tres capítulos.

Capítulo 1: El socialismo paneuropeo de los banqueros alemanes
En 2008, mientras los bancos de Wall Street y la City de Londres se venían abajo, Angela Merkel todavía promovía la imagen de canciller de hierro, más bien tacaña y financieramente prudente. Uno de los discursos que pronunció en Stuttgart, apuntando su dedo acusador contra los viciosos financistas de la angloesfera, dejó varios titulares donde leímos que los banqueros norteamericanos deberían haber consultado a las amas de casa de Suabia, pues así hubieran aprendido más de una cosa sobre la administración de las finanzas. No es difícil imaginar su espanto cuando, poco tiempo después, recibió una tormenta de llamadas de su ministro de Finanzas, su Banco Central y sus consejeros económicos, todas con un mismo mensaje, de naturaleza en principio insondable: «Canciller, ¡nuestros bancos también quebraron! Para que los cajeros automáticos sigan funcionando, necesitamos una inyección de 406 000 millones de euros de esas amas de casa de Suabia… ¡Para ayer!».

No hay mejor definición de veneno político. Mientras el capitalismo mundial convulsionaba, Merkel y Peer Steinbrück, su ministro de Finanzas socialdemócrata, abrían paso a las medidas de austeridad que impactarían en la clase obrera y empezaban a promover el mantra tradicional y contraproducente de los sacrificios que hay que hacer en medio de una recesión. Ella misma había sermoneado durante años a sus diputados sobre las virtudes del ahorro cuando se trataba de hospitales, escuelas, infraestructura, seguridad social y medioambiente. Entonces, ¿cómo le daba la cara para implorarles ahora que firmaran un cheque descomunal a cuenta de esos banqueros que, segundos atrás, estaban nadando en ríos de dinero? La necesidad es la madre de la humildad, así que la canciller Merkel respiró hondo, entró al Bundestag —el espléndido edificio del parlamento federal, diseñado por Norman Foster—, comunicó las malas noticias ante la perplejidad de los diputados y abandonó el lugar con el cheque solicitado.

«Bueno, esto es todo, lo logré», debe haber pensado. Pero no era cierto. Pocos meses después irrumpió otra tormenta de llamadas telefónicas que exigían sumas similares para los mismos bancos. ¿Por qué? El gobierno griego estaba a punto de quebrar. Si eso sucedía, desaparecerían los 102 000 millones de euros que el país debía a los bancos alemanes, y, probablemente, poco tiempo después, los gobiernos de Irlanda y de Italia declararían el default, todo lo cual equivaldría a cerca de medio billón de euros de créditos alemanes. Los mandatarios de Francia y de Alemania compartían el interés —tasado en alrededor de 1 billón de euros—de impedir que el gobierno griego dijera la verdad, es decir, que confesara su insolvencia.

Fue entonces cuando el equipo de Angela Merkel encontró la forma de rescatar a los banqueros alemanes por segunda vez, pero sin tener sincerar sus intenciones en la Bundestag: dibujarían el segundo rescate de sus bancos como un acto de solidaridad con esos parásitos de Europa, el pueblo griego. Luego convencerían a otros europeos, incluso a los mucho más pobres eslovacos y portugueses, de costear un crédito que llenaría momentáneamente las arcas del gobierno griego, antes de terminar en las manos de los banqueros alemanes y franceses.

Sin saber que en realidad estaban pagando por los errores de los banqueros franceses y alemanes, los pueblos eslovacos y finlandeses, al igual que los alemanes y los franceses, creyeron que estaban apoyándose los unos a los otros para saldar sus deudas. Entonces, en nombre de la solidaridad con los insoportables griegos, la señora Merkel plantó las semillas del odio entre todos esos pueblos orgullosos.

Capítulo 2: La austeridad paneuropea
Cuando quebró Lehman Brothers en septiembre de 2008, su último CEO suplicó al gobierno de Estados Unidos una línea de crédito para mantener a flote su banco. Supongamos que el presidente estadounidense hubiese dicho: «¡Ningún rescate y no voy a permitir que se declaren en quiebra!». Hubiese sido completamente absurdo. Sin embargo, eso es precisamente lo que le dijo Angela Merkel al primer ministro griego en enero de 2010 cuando, completamente desesperado, este suplicó su ayuda para evitar declarar la quiebra del Estado griego. Fue como decirle a una persona que se está cayendo: no pienso sostenerte, pero tampoco te permito que toques el suelo.

¿Cuál era el punto de ese doble «Nein» tan absurdo? Si consideramos que Merkel insistiría en cualquier caso para que Grecia tomara el préstamo más grande de la historia —era parte de su estrategia para garantizar el segundo rescate oculto de los bancos alemanes—, la explicación más plausible es también la más triste: su doble «Nein», que duró varios meses, logró infundir tal desesperación en el primer ministro griego que, finalmente, este aceptó el programa de austeridad más destructivo de la historia. Entonces, Merkel mató dos pájaros de un tiro: rescató subrepticiamente a los bancos alemanes por segunda vez y empezó a propagar una austeridad universal por el continente. El incendio que comenzó en Grecia no tardó en expandirse a todos los países, incluidos Francia y Alemania.

Capítulo 3: Hasta las últimas consecuencias
La pandemia fue la última oportunidad que tuvo Angela Merkel de acercar a Alemania y a Europa.

La deuda pública era de nuevo inevitable, incluso en Alemania, pues los gobiernos intentaban reemplazar los ingresos perdidos durante la cuarentena. Si existía un momento propicio para romper con el pasado, era ese. Todos pedían a gritos que Alemania invirtiera sus excedentes en una Europa que simultáneamente debía democratizar sus procesos de toma de decisiones. Sin embargo, el último acto de Angela Merkel fue asegurarse de que esa oportunidad pasara de largo.

En marzo de 2020, durante el ataque de pánico combinado que siguió a las cuarentenas europeas, trece dirigentes de gobiernos de la UE, incluido Macron, el presidente de Francia, exigieron una deuda común —el denominado eurobono— que contribuiría a trasladar la pesada deuda nacional de los hombros de nuestros débiles Estados hacia los de la UE, con el fin de evitar que se generalizara una austeridad masiva al estilo griego durante los años pospandémicos. Como era de esperarse, la canciller Merkel dijo: «Nein». Luego, ofreció un premio consuelo: un Fondo de Recuperación que no sirve en ningún sentido para aunar fuerzas frente al incremento de las deudas públicas nacionales, ni para presionar para que los excedentes acumulados por Alemania se repartan en favor de los intereses de largo plazo de su pueblo.

Con un estilo típicamente merkeliano, el objetivo del Fondo de Recuperación fue fingir que se cumplía con ese mínimo necesario que exigen la mayoría de los europeos —incluidos los alemanes—, ¡pero sin hacer nada en realidad! Ese último acto de sabotaje de la señora Merkel tuvo dos dimensiones:

En primer lugar, el tamaño del Fondo de Recuperación es, intencionalmente, insignificante en términos macroeconómicos, es decir, es demasiado pequeño como para defender a los pueblos y a las comunidades más débiles de la UE de la austeridad que inevitablemente llegará, una vez que Berlín dé luz verde a la «consolidación fiscal» para controlar la expansión de las deudas nacionales.

En segundo lugar, el Fondo de Recuperación, en realidad, transferirá la riqueza de los norteños pobres (p. ej., alemanes y neerlandeses) a los oligarcas de Europa del sur (p. ej., contratistas italianos y griegos) o a las empresas alemanas que gestionan los servicios públicos de la zona sur (p. ej., Fraport, que controla los aeropuertos griegos). Nada mejor que el Fondo de Recuperación de la señora Merkel para garantizar con tanta eficiencia el envilecimiento de la guerra de clases europea y de la división Norte-Sur. Ese fue su último acto de gobierno: el sabotaje de la unidad política y económica europea.

Lamento final
Sin ninguna consideración, generó una crisis humanitaria en mi país para camuflar el rescate de banqueros alemanes cuasi criminales y enfrentó a los orgullosos pueblos europeos los unos contra los otros.

Arruinó intencionalmente todas las posibilidades de unir a los europeos.

Complotó con destreza para minar cualquier transición verde en Alemania y en Europa.

Trabajó incansablemente para debilitar la democracia en una Europa totalmente antidemocrática.

Y, aun así, cuando miro el paquete de políticos anónimos y banales que están luchando para reemplazarla, tengo mucho miedo de terminar extrañando a Angela Merkel. Aunque mi valoración de su mandato no se modifique en términos analíticos, sospecho que, más pronto que tarde, pensaré en su gobierno con más cariño.

Traducción: Valentín Huarte

Fuente: https://jacobinlat.com/2021/09/26/yanis-varoufakis-se-despide-de-angela-merkel/

jueves, 4 de marzo de 2021

_- Yanis Varoufakis: En defensa de Ken Loach

_- Así que hemos llegado a esto: Ken Loach está siendo objeto de una campaña de difamación alentada por quienes no se detendrán ante nada para proteger las políticas de apartheid de Israel. El mensaje que se envía a las personajes de buena conciencia es sencillo: si no queréis veros tachados de antisemitas, guardad silencio sobre los crímenes contra la humanidad y los ataques a los derechos humanos en tierra palestina. Nos ponen a los demás sobre aviso: si podemos hacerle esto a Ken Loach, un hombre que ha pasado su vida abogando en favor de las víctimas de la opresión, el racismo y la discriminación, imaginaos lo que os haremos a vosotros. Si os atrevéis a apoyar los derechos humanos de los palestinos, afirmaremos que odiáis a los judíos.

El arte de difamar el perfil de un izquierdista se ha ido afinando aún más en los últimos tiempos. Cuando me llamó “motorista marxista” el Financial Times, me confesé gustosamente culpable. Llamarme estalinista, como hacen algunos derechistas nada sofisticados, tampoco logra desatar una crisis existencialista en mi alma, pues sé perfectamente bien que yo sería un estupendo candidato al gulag bajo cualquier régimen estalinista. Pero si me llaman misógino o antisemita, el dolor es inmediato. ¿Por qué? Pues porque conocedor de hasta qué punto estamos todos imbuidos en las sociedades occidentales de patriarcado, antisemitismo y otras formas de racismo, esas acusaciones tocan nervio.

Así pues, resulta una deliciosa ironía que a aquellos de nosotros que hemos hecho los mayores esfuerzos por librar a nuestras almas de la misoginia, el antisemitismo y otras formas de racismo es a quienes más nos duele que nos acusen de estos prejuicios. Somos perfectamente conscientes de la facilidad con la que el antisemitismo puede contagiarse a gente que no es racista en otros aspectos. Entendemos bien su astucia y su fuerza, el hecho, por ejemplo, de que los judíos son el único pueblo acusado a la vez de ser capitalistas y revolucionarios de izquierda. Esta es la razón por la que la acusación estratégica de antisemitismo, cuya finalidad consiste en silenciar y condenar al ostracismo a los que disienten, nos provoca un turbulencia interior. Y esto es que lo que está detrás del desmedido éxito de esas campañas de vilipendio contra amigos míos como Jeremy Corbyn, Bernie Sanders, Brian Eno, Roger Waters y ahora Ken Loach.

‘¿No es síntoma de antisemitismo su crítica exclusivamente de Israel?’, se nos pregunta a menudo. Dejando aparte la ridiculez de la afirmación de que nos hemos dedicado a criticar exclusivamente a Israel, la crítica de Israel no es y no puede ser nunca crítica de los judíos, exactamente igual que la crítica del Estado griego o del imperialismo norteamericano no es una crítica de los griegos o de los norteamericanos. Lo mismo se aplica a la hora de interrogarse sobre la sensatez de haber creado un Estado específicamente étnico. Cuando gente notable, tal es el caso de héroes míos como Hannah Arendt y Albert Einstein, han cuestionado el proyecto sionista de un estado judío en Palestina, resulta ofensivo afirmar que debatir la existencia de Israel significa ser antisemita. La cuestión no es si Arendt y Einstein llevaban o no llevaban razón. La cuestión es si el cuestionamiento de la sensatez de un estado judío en la tierra de Palestina resulta antisemita o no. Está claro que, si bien los antisemitas se opusieron a la fundación del Estado de Israel, no se sigue de ello que sólo los antisemitas se opusieran a la fundación de un Estado judío en Palestina.

Por aportar una nota personal, en 2015, mientras desempeñaba el cargo de ministro de Finanzas de Grecia, un diario griego favorable a la troika pensó que podía hacerme de menos representándome con la figura de Shylock. De lo que estos idiotas no se dieron cuenta es de que mancillar mi imagen asemejándome a un judío era y siguen siendo un timbre de honor. Por hablar también en nombre de amigos ya mencionados denigrados como antisemitas, nos sentimos profundamente halagados cuando un antisemita nos mete en el mismo saco que a un pueblo que ha resistido tan valerosamente el racismo durante tanto tiempo. Mientras un solo judío se sienta amenazado por el antisemitismo, nos prenderemos la estrella de David en el pecho, listos y dispuestos a que se nos cuente como judíos en solidaridad, aunque pueda ser que no seamos judíos. Al mismo tiempo, llevamos la enseña palestina como símbolo de solidaridad con un pueblo que vive en un Estado de apartheid construido por los israelíes reaccionarios, lo cual perjudica a mis hermanos y hermanas judíos y árabes, y atiza las llamas del racismo que, irónicamente, forjan siempre una variedad más acerada de antisemitismo.

Volviendo a Ken Loach, ninguna campaña de calumnias en su contra puede, afortunadamente, tener éxito. No sólo porque la obra y la vida de Ken son prueba del absurdo de la acusación, sino debido también a los valerosos israelíes que corren terribles riesgos al defender el derecho de judíos y no judíos a criticar a Israel. Así, por ejemplo, el grupo de especialistas académicos que ha deconstruído metódicamente la indefendible definición de antisemitismo del IHRA [International Holocaust Remembrance Alliance], que lo equipara a la legítima crítica que comparten muchos israelíes progresistas. O la gente maravillosa que trabaja con la ONG israelí de derechos humanos B’TSELEM para resistirse a las políticas de apartheid de sucesivos gobiernos israelíes. Me siento tan agradecido a ellos como a mi amigo y mentor Ken Loach.

Yanis Varoufakis Co-fundador del Movimiento por la Democracia en Europa (DIEM25), Yanis Varoufakis es diputado y portavoz de este grupo en el Parlamento griego y profesor de economía de la Universidad de Atenas. Es ex-ministro del Gobierno de Syriza, del que dimitió por su oposición al Tercer Memorándum UE-Grecia. Es autor, entre otros, de "El Minotauro Global".

Fuente:
Sidecar NLR, 18 de febrero de 2021
Traducción: Lucas Antón
Temática: cine, cultura,

viernes, 2 de octubre de 2020

_- Conversacion con Yanis Varoufakis y la internacional Progresista

_- Por Marcelo Expósito | 22/09/2020 | Mundo 

Fuentes: Ctxt

Resulta evidente que la historia jamás se repite. Pero los acontecimientos pasados nos sirven como modelo, matriz o arquetipo frente al que medir lo que nos sucede en el presente. No tener en cuenta el pasado supone no solamente el problema ético de negar la memoria. Constituye también un problema práctico porque dificulta pensar los estrépitos actuales con la profundidad suficiente. Por eso resulta preocupante que, a pocos meses de haber estallado esta crisis de salud global, se haya casi dejado de tener en perspectiva la crisis global precedente desencadenada por el estallido de la burbuja financiera en 2008.

Hay dos aspectos importantes que surgen si tomamos hoy en consideración lo que sucedió entonces. 

En primer lugar, se constata que el pavor provocado por la intensidad del estallido llevó a las élites mundiales a plantear en un primer momento una autocrítica por los excesos de la globalización neoliberal. Y que esos primeros gestos se vieron reemplazados rápidamente por un austeritarismo criminal ejecutado a escala internacional, ensañándose especialmente con el Sur de Europa. 

En segundo lugar, recordaremos que de las entrañas de esa criminalidad de las élites surgieron movimientos ciudadanos enfurecidos contra las políticas de austeridad. Se podría considerar que en el tiempo real de la protesta aquellos movimientos fueron derrotados por la violencia austeritaria. Y sin embargo, resulta difícil sustraerse a la intuición de que un cierto consenso que actualmente opera, incluso entre las élites, en el sentido de que parecería inevitable remontar esta nueva crisis con una cierta voluntad de redistribución, no se estaría dando sin las resonancias de aquellas convulsiones sociales ocurridas en torno a 2011. Por lo demás, olvidarnos de cómo se extendió entonces la oposición ciudadana frente a las élites acarrearía una dificultad política grave: significaría no caer en la cuenta de que la leve tendencia que ahora existe a asumir un cierto neo-neokeynesianismo de cara a la pandemia, puede perfectamente ser revertida si no se construye una oposición ciudadana suficientemente contundente a la hora de exigir redistribución. Se queda uno perplejo al escuchar los vítores que califican de históricas las recientes decisiones –fuertemente ambivalentes– adoptadas por la Unión Europea a propósito de cómo financiar la reconstrucción. Como si estas decisiones –ya de por sí insuficientes para las necesidades reales– hubieran sucedido por obra y gracia de unas élites imbuidas del anhelo por mejorar Europa. Y como si no pudieran en cualquier momento convertirse otra vez en políticas antipopulares de no valorar las élites que, además de la factura económica, estaría sobre la mesa la factura de la inestabilidad irreconducible de nuestras sociedades.

De los numerosos símbolos que surgieron al calor de las insurgencias ciudadanas ocurridas en el Sur de Europa a partir de 2011, uno de los más torrenciales pero también complejos en su evolución tiene un nombre propio: Yanis Varoufakis. Ya era un economista reconocido en círculos académicos cuando fue nombrado, en enero de 2015, ministro griego de Finanzas en el primer Gobierno de Syriza encabezado por Alexis Tsipras. Pero la forma en que manejó la misión que le fue encomendada, nada menos que negociar la abrumadora deuda griega con los poderes europeos y globales representados por la Troika, le generó la identificación intensa de millones de europeos y de europeas del sur indignadas. La historia posterior es conocida: en julio de 2015, ganó rotundamente en referéndum el “no” (Oxi) a las condiciones del rescate planteadas a Grecia por la Troika; Tsipras, sin embargo, reculó inmediatamente y aceptó en lo fundamental negociar esa imposición. Varoufakis dimitió airadamente de su cargo. Sigue enemistado con las decisiones que tomó Syriza por considerarlas una traición al pueblo dentro de la izquierda. Impulsó después el Movimiento Democracia en Europa 2025 (DiEM25) que fracasó en su pretensión de saltar al Parlamento Europeo en las elecciones de mayo de 2019, pero logró devolver a Varoufakis al Parlamento griego a través de una rama electoral local, el Frente Europeo de Desobediencia Realista (MeRA25), que compitió en las elecciones legislativas griegas dos meses después. 

Al comienzo de la pandemia, Varoufakis ha encabezado, junto con el estadounidense Bernie Sanders, el lanzamiento de la Internacional Progresista (Progressive International).

A Varoufakis se le pregunta habitualmente por cuestiones de economía política. Pero esta conversación tenía otros propósitos. Fundamentalmente dos. 

Primero, hacer hincapié en la rara manera en la que un economista devenido en figura política hace uso de una rica mitopoiesis para construir narrativas muy expresivas sobre el presente, partiendo en gran medida de una matriz de arquetipos culturales griegos y meridionales. 

Segundo, intentar comprender su a veces incomprensible empeño por sostener hipótesis políticas que parecen irreconciliables con la realpolitik. 

Aquella virtud de Varoufakis suele pasar desapercibida y resulta sin embargo muy valiosa para elaborar nuestro propio relato sustancioso de la historia. 

Lo segundo suele ser interpretado más bien como un defecto de su temperamento impulsivo y resultado de su falta de pragmatismo como político. 

Sin embargo, no hace falta estar de acuerdo con las afirmaciones siempre rotundas que plantea para comprender que sus advertencias, muchas veces destempladas, merecen ser tenidas en cuenta si queremos reflexionar de la manera compleja que el presente exige. 

Esta conversación es la síntesis de correos electrónicos y mensajes de voz intercambiados entre mayo y julio de 2020, él en su domicilio griego, yo en el mío de Barcelona.

*

Yanis, te agradezco mucho que te tomes el tiempo de responder a mis preguntas durante esta pandemia en medio de la cual, de una manera sorprendente, habéis lanzado nada menos que una Internacional Progresista, que es seguramente lo más opuesto que uno se pueda imaginar a una cuarentena global.

Pero antes de nada resulta obligado preguntarte cómo te encuentras. Has pasado la cuarentena en Grecia, en la isla de Egina, ¿no es así? ¿Cómo has vivido estos días? Y por lo demás, ¿cómo describirías la situación en tu país en lo que se refiere a esta crisis de salud pública?

Sí, hemos pasado la cuarentena en la isla de Egina, aquí en Grecia, que es nuestro principal hogar, junto con mi pareja Danae Stratou y nuestro perro Mowgli. ¿Cómo me he sentido? Con un sentimiento raro. Por una parte, me ha sentado bien no tener que volar pudiendo permanecer en un lugar tan maravilloso, el golfo sarónico, asomado al mar. Pero al mismo tiempo con un sentimiento de profunda preocupación, perturbado por la enorme cantidad de gente infrapagada y minusvalorada que trabaja ahí fuera noche y día para que tipos privilegiados como nosotros podamos aislarnos con el fin de evitar que la covid se extienda. 

La situación en Grecia, en lo que respecta a la crisis de salud pública, es muy afortunada. Grecia no es una ruta de la covid, el Gobierno detuvo la actividad económica y social muy pronto, esto hay que reconocerlo. Así que debemos dar las gracias por tener la cifra mínima de muertes, aunque nos aterre pensar que, por culpa de una década de depresión económica desastrosa, vayamos a tener la cifra más alta de hambrientos y descontentos de Europa.

Tu discurso como figura pública tiene unas características singulares. Por supuesto, eres muy reconocido por tu trabajo como economista, pero pocas veces se resalta la capacidad que tienes de elaborar relatos, una mitología del mundo contemporáneo que se fundamenta sobre todo en arquetipos narrativos y constelaciones mitológicas. 

Reflexionaste sobre la crisis financiera global de 2008 evocando la figura del minotauro, que era el monstruo con cuerpo humano y cabeza de toro encerrado en el laberinto de Creta. Se le mantenía calmado mediante el sacrificio de seres humanos ofrecidos como alimento. Esta prosopopeya te permitía representar en concreto el funcionamiento de lo que denominabas “mecanismo de reciclaje de los excedentes globales”, ¿pero podría servir en términos más generales como una imagen del neoliberalismo? 

Te refieres a mi libro El Minotauro global (2011), que hace uso de una analogía tomada de la Antigua Grecia para relatar una historia de lo que nos condujo a la crisis financiera global de 2010… y prosopopéia es una palabra griega maravillosa. 

Bueno, te diré en primer lugar que tengo mis dudas con la ambivalente noción de “neoliberalismo”. Para mí, el neoliberalismo es una ideología que no guarda relación con la realidad capitalista, de la misma forma que, bien analizado, el marxismo tenía poco que ver con la Unión Soviética. De una manera semejante, el neoliberalismo tiene muy poco que ver con el capitalismo financiarizado posterior al final de Bretton Woods en los años setenta. 

El neoliberalismo fue el barniz ideológico necesario para ejecutar actos muy antiliberales: armar a la oligarquía, crear flujos financieros basados en la creación de nueva deuda, principalmente privada, que implosionó en 2009 y fue convertida en deuda pública en nuestros países: España, Grecia, Irlanda, en casi todas partes. Entonces, en nombre de un nuevo tipo de liberalismo, que en realidad no es tan nuevo… adoptando el punto de vista de este viejo liberalismo que se presentaba como neoliberalismo se hicieron cosas que ningún liberal perdonaría como, por ejemplo, extraer cantidades ingentes de dinero de los bolsillos de la mayoría, en forma de deuda, para reflotar y fortalecer un sector financiero que se había vuelto loco. Gente como, por ejemplo, Von Hayek, que era el abanderado, el gurú del liberalismo, jamás perdonaría lo que los mercados financieros han estado haciendo en nombre del neoliberalismo. Así que esto es importante de aclarar. Quienes se esconden detrás del neoliberalismo violan los principios mismos del liberalismo para justificar comportamientos antiliberales. Así que el problema con el neoliberalismo, para no extenderme, es que en realidad no es nuevo ni muy liberal. 

Entonces, ¿serviría el Minotauro como una metáfora más general de este mecanismo de obtención de beneficios no productivo sino meramente extractivista? Puramente sacrificial, por seguir con tu mitopoiesis.
Mi historia del Minotauro trata más en concreto de este periodo tan extraño del capitalismo en el que Estados Unidos, cuando se convirtió en un país deficitario, se puso a operar como un gigantesco aspirador que succiona hacia su territorio las exportaciones netas de Europa, de Japón, de China, y los beneficios que producen los capitalistas europeos, japoneses y chinos. Un horrible equilibrio desigual que condujo al colapso de 2008 que entonces dio lugar a que los gobiernos y bancos centrales reflotaran el capitalismo con dinero público recién acuñado, lo que ejemplifica cómo funciona el capitalismo corporativo. Y de repente llega la covid-19 en 2020 para pinchar como un alfiler esta gigantesca burbuja de deuda haciéndola estallar. Ningún liberal apoyaría esto en conciencia, de la misma manera que ningún buen socialista podría apoyar nunca la dictadura de Stalin. O por lo menos no me cabe en la cabeza. 

En cualquier caso ¿cuál es el estado actual de lo que denominabas Minotauro global? ¿Piensas que ha muerto definitivamente o al menos agoniza entre la crisis de 2008 y la crisis actual, más allá de que sea todavía una incertidumbre qué nuevo animal mitológico lo sustituirá? O por el contrario ¿te parece que pueda tener posibilidades de revivir?
Me parece que está herido de muerte pero no ha muerto. Como sabemos, las bestias, especialmente las más peligrosas, son mucho más peligrosas cuando resultan heridas pero no mueren.
En septiembre de 2008, el entonces presidente francés Nicolas Sarkozy lanzó un mensaje al mundo que nos recuerda algunas lamentaciones de estos meses: propuso refundar el capitalismo porque había habido “demasiados abusos, demasiados escándalos”. Este mensaje se nos revela retrospectivamente como un ejercicio de crueldad, porque las élites políticas mundiales ni tan siquiera llegaron a diferenciar finalmente entre el capitalismo que deseaban y las disfunciones que estaban a la vista de todo el mundo. En su lugar, huyeron hacia delante profundizando en el mecanismo del endeudamiento global como un sistema de servidumbre. 

En 2008, a gente como Nicolas Sarkozy, junto con los líderes alemanes y europeos, los movía una fantasía conmovedora, la ilusión de que el problema del capitalismo era Estados Unidos y la angloesfera. Que sus bancos, la City de Londres y Wall Street se habían comportado de manera temeraria emitiendo demasiada deuda. Y que, por el contrario, los bancos franceses y alemanes y de toda la Europa continental eran mucho más estólidos y conservadores. Esto fue en septiembre de 2008, como bien has recordado. Pero no tardaron mucho, el presidente francés Sarkozy, la canciller alemana Angela Merkel y otros líderes europeos, en darse cuenta de que los bancos franceses, alemanes, españoles, italianos eran mucho, mucho, mucho peores que los estadounidenses o británicos. Eran incluso el doble de idiotas porque, por un lado, estaban mucho más expuestos al mercado de apuestas, al mercado de derivados, que los bancos estadounidenses. Y, por otro, actuaron como lo hicieron sin contar con el respaldo de un banco central porque, como bien sabes, los bancos de Wall Street tienen detrás a la Reserva Federal (FED), el Banco de Inglaterra respalda a la City de Londres… pero, ¿en quién se apoya el Banco Santander, el Deutsche Bank, la Société Générale? ¡En nadie! El Banco Central Europeo no los respaldó propiamente hablando porque su constitución establece que no debe hacerlo. Esta es la razón por la que Sarkozy habló de más, efectivamente. Porque primero declararon que se trataba de un problema estadounidense o británico, pero después cayeron en la cuenta de que las peores prácticas del capitalismo financiarizado se habían cometido en la Europa continental. 

Recientemente, nada más comenzar la cuarentena global, nos ha sorprendido la rapidez con que los editoriales de los diarios internacionales más influyentes –el New York Times, el Financial Times o The Economist– se han apresurado a plantear de nuevo la urgencia de reconsiderar el consenso neoliberal global que ha estado vigente desde finales de los años setenta. ¿Cómo debemos interpretar estos pronunciamientos? ¿Te parece que hay algo más que el sistema financiero al borde de la quiebra como para que las élites especulen seriamente con la necesidad de refundar los consensos sobre nuevos pactos?
Me parece que lo que leemos en esos periódicos es un ejercicio de futilidad y de hipocresía. Por una parte, sí, reconocen que la mayoría de la gente sencillamente no tiene el dinero para comprar lo que los capitalistas producen. Pero, al mismo tiempo, cuando llega la hora de decidir qué hacer al respecto, esos mismos periódicos respaldan completamente que se continúe creando dinero para las finanzas. Y se oponen a cualquier cosa que signifique un trasvase de dinero a la gente sencilla. Recuerda que cuando Donald Trump dio la orden de distribuir un poco de dinero para las familias de Estados Unidos, The New York Times no se mostró especialmente favorable, pero sí lo fue cuando la FED creó millones y billones y trillones para dárselos a Wall Street. Así que nadie pide cambiar las formas del neoliberalismo, que es sencillamente un régimen oligárquico que insiste en el business as usual, que se imprima dinero en su beneficio. Y se resiste a cualquier tipo de redistribución de sus ingresos en favor de las mayorías.

Comportarse como adultos (2017) es la biografía política de tus cinco meses como ministro griego de Finanzas encargado de negociar con la Troika durante la primera mitad de 2015. El libro se puede leer como un ejercicio clásico de parresia: está escrito bajo el convencimiento de que decir la verdad públicamente resulta imprescindible para la consecución de un bien común. Sobre todo cuando conlleva riesgos personales, porque esto es la garantía de que se actúa con honestidad.

Por supuesto que creo que la verdad importa, que la verdad es revolucionaria. Y quienes hemos sido elegidos por la mayoría, por la gente que sufre ahí fuera, para ostentar una posición de cierta autoridad, tenemos absolutamente un deber que cumplir. Una vez que hemos acabado de hacer nuestro trabajo, o una vez que no hemos logrado hacerlo, como fue mi caso, debemos salir a contarle a la gente lo sucedido. Lo que ha sucedido detrás de las puertas cerradas. La manera en que quienes detentan el poder, los insiders, quienes están dentro tras las puertas cerradas, han socavado los intereses de la gente.

De hecho, la matriz de la escritura de Comportarse como adultos es más épica o trágica que especulativa, y su intención me parece menos persuasiva que esclarecedora.

No la llamaría épica. Trágica, sí. Pero en el sentido de la tragedia de la Antigua Grecia. Se te invita a observar, como en una obra de Eurípides, Sófocles o Esquilo, cómo se comportan determinadas personas sobre un escenario, personajes con autoridad que no son personas particularmente malvadas, por lo general gente banal –aunque unos sean menos banales que otros– que intentan hacer lo que cada cual considera mejor para sí, incluso lo mejor para otros. Esta es la belleza de la tragedia de la Antigua Grecia. La trama se crea de una manera tal que permite exponer cómo esas decisiones o acciones individuales ejecutadas por estas personas que no son particularmente buenas ni malas se combinan entre sí provocando unas circunstancias que acaban por atraparlas en resultados terribles. Esto es lo que quería mostrar en el libro, lo que intentaba clarificar, no se trataba tanto de persuadir. Bueno, claro que todo escritor busca persuadir de alguna manera a su público, pero lo importante para mí era explicar exactamente lo que sucedió desde mi punto de vista.

Son estos principios los que te han guiado como figura pública en los últimos cinco años. Me parece que en tu libro Teseo es un parresiastés: asesina al Minotauro, no con sus manos, una espada o el propio cuerno de la bestia, sino con una franqueza afilada. Pero ¿te parece que nos encontramos en un momento en el que basta la honestidad para asesinar a los monstruos que se alimentan de nuestro sacrificio? ¿Resulta la verdad suficiente para iluminar las conciencias o desgastar a los poderosos en la era de las fake news?

¡Gracias por ese comentario! No era tan ambicioso como para pensar que pudiera matar al Minotauro, quería más bien empoderar a la gente haciéndola reflexionar sobre lo que había ocurrido hasta el año 2015, dando a conocer lo sucedido. Y en lo que se refiere a tu pregunta: bueno, claro, ¡la respuesta es no! No creo que la verdad por sí sola lo consiga, porque si lo creyera me habría limitado a escribir el libro, y luego otro, y un tercero… Y en vez de eso, como sabes, durante los últimos cinco años, mientras escribía el libro he trabajado también muy duro para crear DiEM25 con muchas, muchas otras personas, así como también, por supuesto, sus ramas electorales en varios países, sobre todo en Grecia con MeRA25 que nos condujo a entrar hace un año en el Parlamento con 9 diputados.

Tu convencimiento de que la verdad tiene la capacidad de ilustrar se refuerza por otra imagen que propones: las cajas negras. Son aquellos artefactos que contienen un mecanismo puesto en marcha por las élites para que nos afecte, siendo tan complejo que resulta vital que alguien se atreva a revelarlo. El referente es por supuesto las cajas negras de los aviones: el depósito sellado que contiene la información objetiva que nos permitirá comprender retroactivamente una catástrofe. Si las concebimos desde este punto de vista, continuamos por tanto en el paradigma de la verdad revelada que permite arrojar luz para que la conciencia actúe. Pero evocas también una instalación expuesta por Danae Stratou en 2012, en una galería de arte de Atenas. Estaba compuesta por unas cajas negras que recogían testimonios de gente común expresando lo que tenían más miedo de perder si su país colapsara.

Así es, pero déjame aclarar algo: la idea de las cajas negras es de Danae. Ya sabes que es artista de instalaciones y “abrir las cajas negras” fue la idea que tuvo para esta exposición en Atenas. Tal y como lo describes, las cajas negras son las que habitualmente encuentras en la escena de un accidente aéreo, con la esperanza de que al abrir la caja negra descubrirás las causas. Pero la idea de Danae era que abrir las cajas negras podría por el contrario evitar la catástrofe. El trabajo consistía en dirigir a gente de Grecia dos preguntas muy sencillas. Una era: ¿qué es lo que más te preocupa? Y la segunda era: ¿qué es lo que más deseas preservar? Y la respuesta a cada una de estas preguntas debía consistir en una sola palabra, en la belleza de una respuesta así de breve. La idea era encajonar, insertar estas palabras en muchas cajas negras metálicas dispuestas sobre el suelo. La gente podía realmente abrirlas y leer de qué palabra se trataba, con la esperanza de que, al reunir todas las respuestas y facilitando a la gente desvelarlas, esto pudiera crear el tipo de conciencia que motivara el movimiento que se necesita para preservar las palabras que la gente más desea y prevenir la catástrofe que más teme. Esa era la idea de Danae sobre las cajas negras. La tomé prestada en mi libro porque me pareció una manera brillante de contar también la historia de cómo el poder utiliza sus redes viscosas para atrapar a la gente en circunstancias que no eligen, de manera que no logran evitar las catástrofes.

“Dignidad” acabó siendo la palabra más veces respondida. Si a la función de las cajas negras en los accidentes aéreos sumamos este segundo sentido que planteas a través de la idea de Danae, las cajas negras se convierten en una imagen inquietante por su ambivalencia. Resulta urgente abrirlas para democratizar su contenido. Pero con su apertura se desatan también nuestras ansiedades. Se nos muestra de esta manera un problema político que hoy es de primer orden. Podríamos pensar que el poder de las fake news surge de esa complejidad. Cuando se derrumban las certidumbres, si la verdad profundiza la angustia y la mentira calma los miedos, quienes más tienen que perder se agarran a unas seguridades falsas. Son problemas irresolubles desde un pensamiento progresista que confía exclusivamente en la obligación de razonar, que recela de las emociones colectivas por considerarlas contrarias a la política, un caldo de cultivo para el populismo. Entonces, ¿cómo podemos hacer en este momento, si es que la verdad no basta, para que la verdad y el miedo entren en resonancia y no se excluyan mutuamente?

Qué puedo añadir sobre esto, Marcelo, estoy de acuerdo. ¿Qué podemos hacer? La respuesta es: un movimiento político transnacional, esto es en lo que he estado trabajando. Porque, claro, tomar conciencia es esencial. Pero no es suficiente. Podemos ser completamente conscientes de la circunstancias que nos conducen hacia los acontecimientos, podemos ser conscientes de los poderes fácticos y del modo en que operan para maximizar los beneficios de la minoría a expensas de los intereses de toda nuestra especie, de nuestros intereses como colectivo. Y aun así, se puede ser impotente para actuar… a menos que nos unamos para organizar dos cosas. 
En primer lugar, un programa común de qué se debe hacer dentro de un marco realista. 
Y en segundo lugar, una serie de acciones o activismos que muevan a que la gente salga a la luz para demostrar que tenemos el poder si actuamos colectivamente
Hasta que no construyamos ambas cosas, un programa común y un plan de acción común, en el contexto de un movimiento transnacional y transfronterizo, no lograremos, sólo con la conciencia y la verdad, contraatacar.

El 30 de noviembre de 2018, lanzasteis una “llamada abierta a las fuerzas progresistas del mundo” durante un acto organizado por el Instituto Sanders. El azar ha querido que este proyecto de Internacional Progresista, puesto en marcha conjuntamente con DiEM25 –vuestra organización paneuropea–, se materialice precisamente cuando la pandemia global está teniendo como efecto un repliegue sobre los territorios nacionales y se prevé la generalización de políticas dirigidas a reducir la movilidad global. Parece un escenario más propicio para las fuerzas nacionalistas porque las circunstancias favorecerían las tendencias más antiglobalistas de las nuevas derechas radicales. Sin embargo, la dicotomía que planteáis en la Internacional Progresista está expresada de una manera contundente: “internacionalismo o extinción”.

Sí, usamos esta expresión porque, en primer lugar, es verdad. En segundo lugar porque necesitamos términos que suenen fuertes para hacer saltar las alarmas.

¿Pero no surge un problema cuando se cede al populismo de derechas la iniciativa de gestionar los sentimientos de pertenencia alimentados por el miedo a las seguridades que se derrumban?

Por supuesto que sí. Es el motivo por el que no se los dejamos al populismo de extrema derecha. Es por esto que la Internacional Progresista tiene el objetivo y el propósito de organizar a la gente de izquierda, no alineándola en el populismo, sino como un movimiento popular. Existe una diferencia profunda entre el populismo y lo popular. Debemos ser populares para que algo cambie. Pero el populismo es algo completamente diferente, hasta donde yo entiendo. El populismo apela a los peores instintos de la mayoría para derrotar sus miedos promoviendo la rabia, y después transformar la rabia en autoritarismo, un poder autoritario que te arrogas para acabar volviéndolo contra el pueblo. Por lo tanto, el populismo no puede ser de izquierda. No creo en la posibilidad de un populismo de izquierda. En un movimiento popular de izquierda por supuesto que sí, es diferente.

¿No debería existir una manera de articular la relación entre vuestra llamada al internacionalismo y los debates sobre las recuperaciones de soberanía? Más aún cuando la crisis ecológica nos obligará a un replanteamiento general de la relación entre escalas que ha impuesto la globalización, poniendo de nuevo en el centro el problema de la sostenibilidad de la vida en los territorios concretos.

Por supuesto que sí. Necesitamos reclamar soberanía sobre nuestras vidas, nuestros hogares, nuestros barrios, nuestras ciudades, nuestras regiones, nuestros países y nuestra Europa. Pero no la lograremos mediante el populismo, creando autoritarismos que se alimentan del nativismo y de reglas que dividen a los pueblos en diferentes países. Y la crisis ambiental demuestra precisamente que se necesita un movimiento planetario transnacional. Es decir, una internacional progresista para encontrar soluciones a lo que constituye una crisis global planetaria.

En el último año nos hemos encontrado con un problema grave: la derrota electoral de las propuestas progresistas en lugares importantes para la geopolítica global, es decir, si pensamos en escalas de influencia transnacional. En Europa, no es solamente que tu apuesta electoral no tuviera los resultados esperados; es que el conjunto de la izquierda alternativa se desplomó en las elecciones europeas de 2019, por lo cual no cumple ahora ningún papel en las altas instituciones de la UE durante esta crisis, dejando aparte el fenómeno de los verdes alemanes. Jeremy Corbyn levantó expectativas superiores al resultado logrado en las elecciones británicas, y Bernie Sanders ni ha logrado ser candidato demócrata a las estadounidenses. Un jarro de agua fría cuando todo el mundo progresista dirigía la mirada hacia ellos. Naturalmente que este dibujo simplificado necesita completarse con muchos matices. Pero lo cierto es que se ha evidenciado la dificultad de traducir movimientos sociales progresistas emergentes, incluso nuevos sentidos comunes críticos con el neoliberalismo, en saltos institucionales de gran envergadura.

Para empezar, tienes razón, hemos sido derrotados de nuevo. Pero la historia no se escribe solamente con victorias, también se escribe con derrotas espectaculares y heroicas. La Comuna de París fue derrotada pero cambió Europa. Mayo del 68 fue derrotado pero cambió Europa. En 2015 nuestro Oxi-no referéndum ganó, pero nuestro movimiento fue derrotado ese mismo día por nuestro Gobierno. Y, aun siendo derrotado, ha dejado una huella indeleble en la política griega y en todas partes. Cada generación de progresistas está condenada a luchar una y otra vez la lucha correcta. No existe la victoria final, de la misma forma que no existe la derrota final. Debemos aprender las lecciones de cada derrota, pero también de cada pequeña victoria. La lección que aprendí en 2015 aquí en Grecia es que el peor enemigo no es el establishment neoliberal. El enemigo más grande está dentro, en nuestro propio Gobierno, en nuestro propio movimiento, gente ansiosa por formar parte del pacto con el establishment, por que se le concedan posiciones de poder bendecidas por los poderes fácticos. Es decir, el ansia de muchos outsiders por convertirse en insiders. Resulta esencial que tengamos movimientos participativos y democráticos, de manera que sus líderes no puedan hacer lo que quieran a costa del movimiento.

¿Pero cómo os planteáis el problema de las derrotas recientes a la hora de impulsar la Internacional Progresista?

Veamos… Jeremy Corbyn ha cumplido algunas expectativas. Pero fue derrotado por su propio partido. Bernie Sanders, lo mismo. No cabe duda de que se habría convertido en presidente de Estados Unidos si hubiera sido elegido, como tú has apuntado, en las primarias del Partido Demócrata. Así que lo esencial es que comencemos de nuevo. Y mi punto de vista es –y aquí viene la respuesta a tu pregunta de qué puede hacer la Internacional Progresista– que necesitamos ir más allá de los límites del Estado nación. El problema con Syriza es que era un partido enfocado por completo en Grecia. El Partido Laborista es notoriamente británico-céntrico. El Partido Demócrata ni se da cuenta de que hay un mundo más allá de las fronteras de Estados Unidos. Aquí es donde entra en escena la Internacional Progresista. Necesitamos un verdadero movimiento progresista transnacional que apoye a los líderes progresistas más allá de las fronteras. Si Jeremy Corbyn, si Bernie Sanders, hubieran tenido el apoyo de una internacional progresista fuerte, las cosas hubieran sido diferentes, estoy muy convencido. ¿Y sabes qué? Al fin y al cabo no se trata de una idea nueva, es una vieja idea. La idea de L’Internationale, de una Internacional que actúa en nombre de los trabajadores y las trabajadoras del mundo, del precariado mundial… se remonta al siglo XIX. La izquierda ha fracasado porque se ha convertido demasiado rápidamente en organizaciones apenas vinculadas de una manera muy laxa con algún tipo de organización internacional. Creo que la Internacional Progresista no debería ser una confederación basada en lazos débiles, sino un movimiento global planetario de progresistas.

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Esta conversación forma parte de La pandemia en germinal. Conversaciones sobre un mundo en cuarentena, una serie producida para El Aleph. Festival de Arte y Ciencia de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) con la colaboración de Galería Àngels Barcelona, La Maleta de Portbou. Revista de Humanidades y Economía, Revista CTXT, Nodal (Noticias de América Latina y el Caribe) y L’Internationale.

Fuente: https://ctxt.es/es/20200901/Politica/33423/marcelo-exposito-yanis-varoufakis-internacional-progresista-diem25.htm

miércoles, 17 de octubre de 2018

_- Un nuevo eje autoritario requiere un frente progresista internacional

The Guardian / El diario


Se está llevando a cabo una lucha global que traerá consecuencias importantísimas. Está en juego nada menos que el futuro del planeta, a nivel económico, social y medioambiental.

En un momento de enorme desigualdad de riqueza y de ingresos, cuando el 1% de la población posee más riqueza que el 99% restante, estamos siendo testigos del ascenso de un nuevo eje autoritario.

Si bien estos regímenes tienen algunas diferencias, comparten ciertas similitudes claves: son hostiles hacia las normas democráticas, se enfrentan a la prensa independiente, son intolerantes con las minorías étnicas y religiosas, y creen que el gobierno debería beneficiar sus propios intereses económicos. Estos líderes también están profundamente conectados a una red de oligarcas multimillonarios que ven el mundo como su juguete económico.

Los que creemos en la democracia, los que creemos que un gobierno debe rendirle cuentas a su pueblo, tenemos que comprender la magnitud de este desafío si de verdad queremos enfrentarnos a él.

A estas alturas, tiene que quedar claro que Donald Trump y el movimiento de derechas que lo respalda no es un fenómeno único de los Estados Unidos. En todo el mundo, en Europa, en Rusia, en Oriente Medio, en Asia y en otros sitios estamos viendo movimientos liderados por demagogos que explotan los miedos, los prejuicios y los reclamos de la gente para llegar al poder y aferrarse a él.

Esta tendencia desde luego no comenzó con Trump, pero no cabe duda de que los líderes autoritarios del mundo se han inspirado en el hecho de que el líder de la democracia más antigua y más poderosa parece encantado de destruir normas democráticas.

Hace tres años, quién hubiera imaginado que Estados Unidos se plantaría neutral ante un conflicto entre Canadá, nuestro vecino democrático y segundo socio comercial, y Arabia Saudí, una monarquía y estado clientelar que trata a sus mujeres como ciudadanas de tercera clase? También es difícil de imaginar que el gobierno de Netanyahu de Israel hubiera aprobado la reciente "ley de Nación Estado", que básicamente denomina como ciudadanos de segunda clase a los residentes de Israel no judíos, si Benjamin Netanyahu no supiera que tiene el respaldo de Trump.

Todo esto no es exactamente un secreto. Mientras Estados Unidos continúa alejándose cada vez más de sus aliados democráticos de toda la vida, el embajador de Estados Unidos en Alemania hace poco dejó en claro el apoyo del gobierno de Trump a los partidos de extrema derecha de Europa.

Además de la hostilidad de Trump hacia las instituciones democráticas, tenemos un presidente multimillonario que, de una forma sin precedentes, ha integrado descaradamente sus propios intereses económicos y los de sus socios a las políticas de gobierno.
Putin sostiene a Jimbelung, el koala protagonista de la cumbre del G20 en Australia / FOTO: Bestimages
Putin sostiene a Jimbelung, el koala protagonista de la cumbre del G20 en Australia / FOTO: Bestimages

Otros estados autoritarios están mucho más adelantados en este proceso cleptocrático. En Rusia, es imposible saber dónde acaban las decisiones de gobierno y dónde comienzan los intereses de Vladimir Putin y su círculo de oligarcas. Ellos operan como una unidad. De igual forma, en Arabia Saudí no existe un debate sobre la separación de intereses porque los recursos naturales del país, valorados en miles de billones de dólares, le pertenecen a la familia real saudita. En Hungría, el líder autoritario de extrema derecha, Viktor Orbán, es un aliado declarado de Putin. En China, el pequeño círculo liderado por Xi Jinping ha acumulado cada vez más poder, por un lado con una política interna que ataca las libertades políticas, y por otro con una política exterior que promueve una versión autoritaria del capitalismo.

Debemos comprender que estos autoritarios son parte de un frente común. Están en contacto entre ellos, comparten estrategias y, en algunos casos de movimientos de derecha europeos y estadounidenses, incluso comparten inversores. Por ejemplo, la familia Mercer, que financia a la tristemente famosa Cambridge Analytica, ha apoyado a Trump y a Breitbart News, que opera en Europa, Estados Unidos e Israel, para avanzar con la misma agenda anti-inmigrantes y anti-musulmana. El megadonante republicano Sheldon Adelson aporta generosamente a causas de derecha tanto en Estados Unidos como en Israel, promoviendo una agenda compartida de intolerancia y conservadurismo en ambos países.

Sin embargo, la verdad es que para oponernos de forma efectiva al autoritarismo de derecha, no podemos simplemente volver al fallido status quo de las últimas décadas. Hoy en Estados Unidos, y en muchos otros países del mundo, las personas trabajan cada vez más horas por sueldos estancados, y les preocupa que sus hijos tengan una calidad de vida peor que la ellos.

Nuestro deber es luchar por un futuro en el que las nuevas tecnologías y la innovación trabajen para beneficiar a todo el mundo, no solo a unos pocos. No es aceptable que el 1% de la población mundial posea la mitad de las riquezas del planeta, mientras el 70% de la población en edad trabajadora solo tiene el 2,7% de la riqueza global.

Los gobiernos del mundo deben unirse para acabar con la ridiculez de los ricos y las corporaciones multinacionales que acumulan casi 18 billones de euros en cuentas en paraísos fiscales para evitar pagar impuestos justos y luego les exigen a sus respectivos gobiernos que impongan una agenda de austeridad a las familias trabajadoras.

No es aceptable que la industria de los combustibles fósiles siga teniendo enormes ingresos mientras las emisiones de carbón destruyen el planeta en el que vivirán nuestros hijos y nietos.

No es aceptable que un puñado de gigantes corporaciones de medios de comunicación multinacionales, propiedad de pequeño grupo de multimillonarios, en gran parte controle el flujo de información del planeta.

No es aceptable que las políticas comerciales que benefician a las multinacionales y perjudican a la clase trabajadora de todo el mundo sean escritas en secreto. No es aceptable que, ya lejos de la Guerra Fría, los países del mundo gasten más de un billón de euros al año en armas de destrucción masiva, mientras millones de niños mueren de enfermedades fácilmente tratables.

Para poder luchar de forma efectiva contra el ascenso de este eje autoritario internacional, necesitamos un movimiento progresista internacional que se movilice tras la visión de una prosperidad compartida, de seguridad y dignidad para todos, que combata la gran desigualdad en el mundo, no sólo económica sino de poder político.

Este movimiento debe estar dispuesto a pensar de forma creativa y audaz sobre el mundo que queremos lograr. Mientras el eje autoritario está derribando el orden global posterior a la Segunda Guerra Mundial, ya que lo ven como una limitación a su acceso al poder y a la riqueza, no es suficiente que nosotros simplemente defendamos el orden que existe actualmente.

Debemos examinar honestamente cómo ese orden ha fracasado en cumplir muchas de sus promesas y cómo los autoritarios han explotado hábilmente esos fracasos para construir más apoyo para sus intereses. Debemos aprovechar la oportunidad para reconceptualizar un orden realmente progresista basado en la solidaridad, un orden que reconozca que cada persona del planeta es parte de la humanidad, que todos queremos que nuestros hijos crezcan sanos, que tengan educación, un trabajo decente, que beban agua limpia, respiren aire limpio y vivan en paz.

Nuestro deber es acercarnos a aquellos en cada rincón del mundo que comparten estos valores y que están luchando por un mundo mejor.

En una era de rebosante riqueza y tecnología, tenemos el potencial de generar una vida decente para todos. Nuestro deber es construir una humanidad común y hacer todo lo que podamos para oponernos a las fuerzas, ya sean de gobiernos o de corporaciones, que intentan dividirnos y ponernos unos contra otros. Sabemos que estas fuerzas trabajan unidas, sin fronteras. Nosotros debemos hacer lo mismo.

Le pedimos a Yanis Varoufakis que comente el artículo Bernie Sanders. Aquí está la respuesta: Bernie Sanders tiene toda la razón. Los inversores hace tiempo que han formado una "hermandad" internacional para garantizarse rescates internacionales cuando sus pirámides de cartón se derrumban.

Hace poco, fanáticos de la derecha xenófoba también formaron su propia Internacional Nacionalista, llevando a que los pueblos orgullosos luchen entre sí y así ellos puedan controlar las riquezas y el poder político.

Ya es hora de que los demócratas de todo el mundo formen una Internacional Progresista, que luche por los intereses de la mayoría de cada continente, de cada país. Sanders también tiene razón cuando dice que la solución no es volver al status quo cuyo fracaso estrepitoso dio lugar al ascenso de la Internacional Nacionalista.

Nuestra Internacional Progresista debe llevar adelante una visión de prosperidad compartida y ecológica que podemos lograr gracias a la ingenio humano, siempre que la democracia le dé la oportunidad de desarrollarse.

Para eso, debemos hacer más por unirnos. Debemos formar un consejo común que escriba el borrador del New Deal Internacional, un nuevo acuerdo de Bretton Woods progresista.
Traducido por Lucía Balducci.

Fuente: http://www.eldiario.es/theguardian/autoritario-requiere-frente-progresista-internacional_0_814369154.html

lunes, 23 de abril de 2018

Chistes sobre economistas

"¿Por qué los tiburones no atacan a los economistas?" Respuesta: "Cortesía profesional".

Esta breve muestra de humor mordaz es sólo un ejemplo de la cantidad de bromas que se pueden hacer a costa de una profesión con fama de seria y engorrosa, la de los economistas.

En "El chiste y su relación con el inconsciente", Sigmund Freud decía que los chistes, además de hacer reír, revelan verdades ocultas de la vida social.

Y los economistas no son ajenos a esta dinámica del humor que tiene un mensaje detrás.

Veamos: si alguien cuenta que "le pedí su número de teléfono a un economista ... y me dio una estimación" el chiste reside en que el único teléfono que no tiene un número preciso es, paradójicamente, el del supuesto "experto en números": el economista.

Como un eco, el "estimado" telefónico refleja los vicios típicos de una praxis profesional que construye afirmaciones categóricas… con cálculos aproximados.

Los cinco chistes a continuación revelan distintos aspectos de este arte. BBC Mundo se los cuenta.

1 - Los economistas crearon "el Kamasutra económico" pero ¿saben algo de economía real?

Los economistas explican qué va a pasar con los salarios, los mercados, el precio del petróleo, del mercado inmobiliario o la inflación.

Sigmund Freud
Freud decía que los chistes, además de hacer reír, revelan verdades ocultas de la vida social. Tanto en el Estado como en el sector privado, proporcionan el sustento "discursivo-racional" de las medidas económicas que adoptará un gobierno o una compañía.

Tienen el "Kamasutra económico" más amplio del mundo con respuestas para todos los gustos e inclinaciones, pero ¿saben realmente algo de la economía real?

Toda esa jerga esotérica, docta e impenetrable, ¿les sirve para hacer funcionar con éxito una fábrica o realizar un negocio? ¿Se encargaron alguna vez de la producción, venta o distribución de algo más tangible que sus propias teorías?

Muchos contestarán con un tajante "no" a las respuesta de arriba. El chiste, por el momento, sólo arroja un manto de duda.

2 - Los economistas han previsto 9 de las últimas 5 recesiones.

Uno de los flancos más frágiles de los economistas es la predicción, rasgo que diferencia a las ciencias duras de las sociales.

Hasta nuevo aviso, uno espera que toda piedra que se suelte en el aire caiga sobre la Tierra por obra y gracia de la gravitación. Pero no ocurre lo mismo con la economía.

Risas
Es fácil reírse de los economistas, dice Justo.
De 134 crisis y recesiones en el mundo en desarrollo entre 1991 y 2001, el Fondo Monetario Internacional (FMI) sólo predijo 15.

La lista de fallos predictivos de economistas es tan legendaria como la de los pronósticos meteorológicos.

De ahí las numerosas bromas que hay al respecto, como: "un economista es un experto que sabrá mañana por qué las cosas que predijo ayer no sucedieron hoy".

Según el académico estadounidense Philippe Tetlock, que estudió los pronósticos de unos 284 economistas durante 20 años, sus posibilidades de acierto son similares a los que tiene un chimpancé de ganar en un juego de dardos.

3 - ¿Cuántos economistas de Chicago hacen falta para cambiar una bombilla?
Respuesta: Ninguno. Si se necesita cambiar la bombilla, el mercado se encargará de hacerlo.

En los años 80, el "mercado" se convirtió en una varita mágica que explicaba todo fenómeno económico con la precisión de un termostato que controla la temperatura mediante un infalible mecanismo de autorregulación.

En cualquier explicación periodística se lee como verdad revelada que el aumento o la disminución de precios y salarios, la recesión y un larguísimo etcétera de fenómenos se explican por la interacción de la oferta y la demanda gracias a la "mano invisible" del mercado.

Es como si no se necesitara ninguna acción humana, como si nadie decidiera aumentar los precios, como si las remarcaciones del costo de un producto no fueran parte de una compleja cadena en la que alguien (o un grupo) toma una decisión, da una orden que se ejecuta y tiene un impacto determinado: pagar más en el momento de la compra.

Yanis Varoufakis
El economista Yanis Varoufakis, nuevo ministro de Finanzas de Grecia, está en boca de todos. De ahí el problema que causa la bombilla.

Es obvio que la mano invisible del mercado no podrá cambiarla: convendrá intervenir nombrando a una "mano visible" para que se ocupe del asunto.

Dicho sea de paso, el chiste de la bombilla se ha aplicado a todos los economistas para comparar sus teorías: un trotskista diría que no se necesita cambiarla sino destruirla, mientras que un marxista -conforme a los principios de la dialéctica- respondería que la bombilla contiene en su interior las semillas de su propia destrucción.

4 - ¿Qué responden en una entrevista laboral un matemático, un estadístico y un economista cuando les preguntan cuánto es 2 + 2?

- El matemático no lo duda: "da 4 exactamente". El estadístico pondera: "en promedio, cuatro, con un margen de error del 2%". El economista acerca la silla al entrevistador y baja la voz a un susurro: "¿A qué desea usted que sea igual?"

La supuesta asepsia de los economistas amantes puros del conocimiento no es tal.

Muchos señalan que los economistas trabajan para hacer dinero y lo hacen amoldando sus teorías al "cliente": desde una empresa a un organismo internacional o un país.

Foro de Davos
La cumbre mundial de economistas del mundo se da en Davos. Más estrictamente hablando, es cierto que las fundaciones de pensamiento económico son financiadas por grupos empresariales o sindicales o políticos o quien sea que paga con un objetivo a la vista: producir hipótesis y estudios que se ajusten a su visión del mundo específica.

Los profesionales se encargan, en muchos casos, de proporcionan el discurso a medida.

De ahí un chiste en esta vena, pero un poco más lapidario: ¿Por qué los tiburones no atacan a los economistas? Respuesta: Cortesía profesional.

5 - ¿Por qué Cristóbal Colón fue el primer economista? Respuesta: Porque cuando dejó el Puerto de Palos para descubrir América ignoraba a dónde iba; cuando llegó, ignoraba dónde estaba y, además, lo hizo todo con una beca del Ministerio.

La economía está inmersa en la esencial incertidumbre de la vida social.

Las innovaciones tecnológicas, cambios políticos o institucionales, rebeliones y otros procesos de cambio son parte de esas variables impredecibles que cambian la sociedad y la economía.

Crisis subprime
Muchos culpan a los economistas por la crisis de las hiptecas sub-prime en EE.UU. Por caso: todavía estamos intentando cuantificar el impacto de internet en la actividad económica.

Y las hipotecas subprime en Estados Unidos fueron un negocio redondo justificado con modelos matemáticos que llevaron a una de las peores crisis de los últimos 100 años.

La ironía es que pasan los cambios y las crisis y los economistas siguen hablando con la misma suficiencia de siempre.

Igual que Cristóbal Colón que procuró convencer a todo el mundo que había llegado a algún lugar de Asia próximo a India.

Uno más
Y a modo de epílogo, un chiste extra… porque no podemos parar de contarlos:

¿Cuál es la primera ley de los economistas?: por cada economista existe un economista igual y opuesto. ¿Cuál es la segunda ley de los economistas?: ambos están equivocados.

Los cinco chistes previos apuntan al equívoco lugar que la economía ocupa en el conocimiento humano.

¿Hay alguna manera de demostrar fehacientemente que una teoría es correcta y otra no lo es? ¿Dónde está la verdad? ¿En la doctrina monetarista, la keynesiana, la marxista, la estructural…? ¿Equivale esto a decir que todo estudio de economistas es falso? ¿O que cualquiera puede ser verdadero?

Thomas Piketty
El autor francés Thomas Piketty es uno de los economistas más famosos del mundo. No. La clave es tratarlo como conocimiento "aproximado" y no como "verdad revelada".

Pero al mismo tiempo habría que admirar la escala y ambición de mediciones como el Producto Interno Bruto (PIB) que cuantifica toda la riqueza producida por una sociedad, es decir, por la interacción económica de millones de personas en determinado período de tiempo.

Y más allá de los chistes, nunca hay que olvidar las palabras de unos de los más brillantes economistas del siglo XX,

John Maynard Keynes:
"Las ideas de los economistas son mucho más poderosas de lo que generalmente se piensa. De hecho el mundo no está gobernado por otra cosa. La vida de las personas, que muchas veces creen que son independientes de lo que piensa esta disciplina, suele estar determinada por la teoría de algún fallecido economista".

BBC Mundo

jueves, 25 de mayo de 2017

Las bambalinas de la alta política contadas por un forastero prodigioso: Yanis Varoufakis. Adultos en la habitación

Una vez Yanis Varoufakis me compró un gin tónic. Y una vez su esposa me sirvió una taza de té. Y aunque evitó muchas de mis preguntas, como suelen hacer los ministros de Finanzas, nunca me mintió descaradamente. Y fui su presentador en dos eventos. Enumero estas transacciones por lo que estoy a punto de decir: Varoufakis ha escrito una de las mejores autobiografías políticas de todos los tiempos. Podría compararla a la de Alan Clark por su honestidad, a la de Denis Healey por sus ataques a antiguos aliados y, como manual para explorar los peligros del arte de gobernar, seguramente tiene la misma estatura que la biografía de Lyndon B. Johnson escrita por Robert Caro.

Sin embargo, el libro de Varoufakis sobre la crisis que ha marcado a Grecia desde 2010 hasta hoy se encuadra en una categoría propia: es la historia entre bastidores de la política de primer nivel contada por un forastero. Varoufakis comenzó como un outsider, tanto de la élite política como de la extrema izquierda griega, luego se metió dentro y acabó abandonándolo todo abruptamente después de que su antiguo aliado, el primer ministro griego Alexis Tsipras, le pidiera la dimisión en julio de 2015.

Varoufakis escenifica su dilema durante la crisis con una anécdota reveladora. Estaba en Washington para reunirse con Larry Summers, el antiguo secretario del Tesoro de los Estados Unidos y confidente de Barack Obama. Summers le preguntó a bocajarro: ¿Quieres estar dentro o fuera? “Los de fuera priorizan la libertad de contar su versión de la verdad. El precio es que son ignorados por los de dentro, que toman las decisiones importantes”, le advirtió Summers.

Los políticos electos tienen poco poder; el verdadero poder lo tienen Wall Street y una red de fondos de inversión, multimillonarios y dueños de medios de comunicación, y el arte de permanecer en la política es poder reconocer este hecho e intentar lograr hacer algo sin alterar el sistema. Ésa era la oferta. Varoufakis no sólo la rechazó, sino que al escribir sobre ella en detalle nos protege de la estupidez de las fantasías ocasionales de la izquierda de que el sistema construido por el neoliberalismo puede de alguna forma inclinarse o ceder ante nuestros deseos de justicia social.

En este libro, Varoufakis ofrece una de las descripciones más detalladas y precisas del poder moderno, un logro aún más importante que su deseo de justificar su propio accionar durante la crisis griega. Explica cómo se construye la red del poder moderno, con el agotamiento de haber pasado tantas noches en fríos hoteles y salas de reuniones mal iluminadas. Aris obtiene un préstamo del banco de Zorba; Zorba le perdona el préstamo, pero la empresa constructora de Zorba obtiene un contrato en un ministerio de Aris. Al hijo de Aris le dan trabajo en la cadena de televisión de Zorba, que por alguna razón siempre está en bancarrota y por eso no puede pagar impuestos; y así.

“La clave de estas redes de poder es la exclusión y la turbiedad”, escribe Varoufakis. A medida que se va intercambiando información sensible, “alianzas de dos personas se van vinculando con otras alianzas…involucrando a conspiradores que conspiran de hecho, sin ser conspiradores conscientes”. En el proceso de contar su historia, Varoufakis no sólo revela secretos, sino que son secretos gordos y jugosos.

Grabaciones en secreto en sus reuniones El primer secreto es que no sólo Grecia estaba en la bancarrota cuando la UE la rescató en 2010 –y que el rescate fue diseñado para salvar a los bancos franceses y alemanes– sino que Angela Merkel y Nicolas Sarkozy lo sabían; y sabían que sería un desastre.

Esta acusación no es nueva, fue lanzada en su momento por activistas de izquierdas y economistas de derechas contra la élite financiera. Pero Varoufakis la confirma con citas, algunas recogidas de cintas de conversaciones que grabó en ese momento sin que lo supieran los otros participantes.

Incluso ahora, dos años después de las últimas elecciones griegas, este libro trasciende el interés académico. Grecia sigue aplastada por una deuda de miles de millones de euros que no puede pagar. Por las decisiones que se tomaron en 2010 y 2011, al rescatar bancos privados y endosarles deudas enormes a los países europeos del norte, serán los contribuyentes franceses y alemanes los que acabarán pagando la deuda griega cuando inevitablemente sea perdonada.

La segunda revelación es que miembros de la familia de Varoufakis fueron amenazados violentamente cuando, con una multitud controlando las calles y plazas, él comenzó a alinearse con aquellos que denunciaban que el rescate era inviable. Varoufakis afirma que esas amenazas, que se efectuaron de forma anónima, por teléfono y con una calma oligárquica, fueron la causa de su salida de Grecia hacia Estados Unidos.

Como resultado, cuando regresó, mientras comenzaba a apoyar activamente al partido de izquierda radical Syriza, Varoufakis vivió la crisis como un outsider, pero en un sentido diferente. Cuando le pidieron que hablara ante la multitud que ocupaba la Plaza Síntagma en mayo-junio de 2011, recuerda: “La última vez que había hablado ante una manifestación había sido en Nottinghamshire, ante un piquete de mineros en huelga en 1984”.

Estaba a punto de unirse a un grupo de políticos de izquierdas —liderado por Tsipras y secundado por su jefe de Gabinete formado en Glasgow, Nikos Pappas— en la lucha por acabar con el neoliberalismo. Pero tenía poca experiencia en la izquierda griega organizada y ellos lo veían como un neoliberal.

El fracaso del órdago Los logros académicos de Varoufakis se habían basado en la aplicación de la teoría de juegos a la economía. Así que, cuando diseñó la estrategia de confrontación de Syriza, fue explícito: el enemigo tenía que creer que Syriza estaba preparado para incumplir pagos, o para salir de la zona euro, lo suficiente como para convencer a los poderosos de la UE de renegociar los préstamos que estaban por vencer y evitar que hicieran estallar el sistema bancario griego.

Esto funcionó, aunque el precio fue un gran retroceso retórico y la retirada del programa nacional de Syriza en febrero de 2015. Pero en julio falló porque, habiendo luchado y ganado la campaña emocional del referéndum, Tsipras eligió hacer concesiones ante la posibilidad de una guerra civil griega.

Entrevisté a Varoufakis la noche en que ganaron el referéndum. Parecía asombrado por la magnitud de la victoria (en el libro confiesa que esperaba una derrota) y seguro de que le daría a Tsipras las municiones para enfrentarse a Troika. Sin embargo, ahora está claro que los dos calcularon mal. Varoufakis entendió —por la autoridad del ministro de Economía alemán, Wolfgang Schäuble— que Alemania no intentaría sacar a Grecia del euro. Para cuando hicieron justamente eso, dos semanas de bancos cerrados y desarrollo al borde del colapso habían llevado la apuesta a un todo o nada.

Cuando le echaron, Varoufakis se libró de tener “prontuario”, aunque el precio que pagó fue, una vez más, un autoexilio de la política activa en Grecia. Si, tal como parece posible, la situación escala hacia el desplome económico, su voz —junto con la de los comunistas veteranos antieuro que se separaron de Syriza— podría ser lo único que quede de una izquierda que pueda darle la batalla final al fascismo y la dictadura.

Pero yo sigo creyendo que Tsipras hizo bien en ceder ante el ultimátum de la UE y que Varoufakis tuvo parte de la culpa por la forma en que diseñó la estrategia “del juego”. Para Tsipras, y para la generación de exdetenidos y víctimas de torturas que reconstruyeron la izquierda griega después de 1974, permanecer en el poder como un escudo abollado contra la austeridad era preferible a entregarle el poder a un grupo de políticos mafiosos respaldados por una horda enardecida de jóvenes millonarios bien vestidos.

Al final, el gobierno de Tsipras resultó no ser un escudo muy efectivo para proteger a la clase trabajadora griega, pero sí al más de un millón de refugiados sirios que llegaron a las costas griegas en las semanas tras la rendición económica. Las fuerzas armadas griegas, el poder judicial y la policía están llenas de personas a quienes les encantaría ver hundirse las pateras y poder deportar en masa o encerrar a los supervivientes.

Aunque la forma en que Syriza manejó la inmigración masiva fue por momentos equivocada, en el momento crucial, de julio a diciembre de 2015, el gobierno de izquierdas de Grecia ofreció un refugio para aquellas personas que huían del terror y la destrucción. Un gobierno conservador y de derechas le hubiera dado a los sirios un recibimiento mucho peor.

En ese contexto, el relato de Varoufakis de la historia de Tsipras debe ser cuestionado. Varoufakis argumenta que Tsipras es propenso a la frivolidad, la melancolía y la indecisión y que está determinado a probar que no es “una estrella fugaz”. Pero a diferencia de Varoufakis, Tsipras construyó un partido capaz de vencer a la élite política que ha dejado a Grecia sin riqueza y sin credibilidad y ha sido capaz de gobernar. Tsipras —junto a Pappas, su jefe de Gabinete, a quien Varoufakis describe correctamente como muy influyente en los acontecimientos— construyó algo que él pensó que sobreviviría a una derrota.

Varoufakis construyó una reputación, no un partido. De hecho, el mundo de los partidos —de activistas apiñados contra las ventanas lluviosas de cafeterías suburbanas, de repartir folletos, de huelgas y manifestaciones anti-fascistas— está ausente en su libro.

Si la izquierda mundial, que estuvo de buena racha entre 2011 y 2013, quiere recuperar terreno, necesita líderes como Tsipras, que encuentren pensadores y ejecutores como Varoufakis y que los estimulen. Pero sobre todo necesita hablarle al pueblo en el idioma que nace de años de lucha para construir un partido y un movimiento.

Traducido por Lucía Balducci
Fuente:
http://www.eldiario.es/theguardian/Varoufakis-mejores-biografias-politicas-historia_0_640087101.html
https://open.spotify.com/embed/user/elpaissemanal/playlist/5DBfunuPk3faTn5BV6Grv4