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jueves, 4 de marzo de 2021

_- Yanis Varoufakis: En defensa de Ken Loach

_- Así que hemos llegado a esto: Ken Loach está siendo objeto de una campaña de difamación alentada por quienes no se detendrán ante nada para proteger las políticas de apartheid de Israel. El mensaje que se envía a las personajes de buena conciencia es sencillo: si no queréis veros tachados de antisemitas, guardad silencio sobre los crímenes contra la humanidad y los ataques a los derechos humanos en tierra palestina. Nos ponen a los demás sobre aviso: si podemos hacerle esto a Ken Loach, un hombre que ha pasado su vida abogando en favor de las víctimas de la opresión, el racismo y la discriminación, imaginaos lo que os haremos a vosotros. Si os atrevéis a apoyar los derechos humanos de los palestinos, afirmaremos que odiáis a los judíos.

El arte de difamar el perfil de un izquierdista se ha ido afinando aún más en los últimos tiempos. Cuando me llamó “motorista marxista” el Financial Times, me confesé gustosamente culpable. Llamarme estalinista, como hacen algunos derechistas nada sofisticados, tampoco logra desatar una crisis existencialista en mi alma, pues sé perfectamente bien que yo sería un estupendo candidato al gulag bajo cualquier régimen estalinista. Pero si me llaman misógino o antisemita, el dolor es inmediato. ¿Por qué? Pues porque conocedor de hasta qué punto estamos todos imbuidos en las sociedades occidentales de patriarcado, antisemitismo y otras formas de racismo, esas acusaciones tocan nervio.

Así pues, resulta una deliciosa ironía que a aquellos de nosotros que hemos hecho los mayores esfuerzos por librar a nuestras almas de la misoginia, el antisemitismo y otras formas de racismo es a quienes más nos duele que nos acusen de estos prejuicios. Somos perfectamente conscientes de la facilidad con la que el antisemitismo puede contagiarse a gente que no es racista en otros aspectos. Entendemos bien su astucia y su fuerza, el hecho, por ejemplo, de que los judíos son el único pueblo acusado a la vez de ser capitalistas y revolucionarios de izquierda. Esta es la razón por la que la acusación estratégica de antisemitismo, cuya finalidad consiste en silenciar y condenar al ostracismo a los que disienten, nos provoca un turbulencia interior. Y esto es que lo que está detrás del desmedido éxito de esas campañas de vilipendio contra amigos míos como Jeremy Corbyn, Bernie Sanders, Brian Eno, Roger Waters y ahora Ken Loach.

‘¿No es síntoma de antisemitismo su crítica exclusivamente de Israel?’, se nos pregunta a menudo. Dejando aparte la ridiculez de la afirmación de que nos hemos dedicado a criticar exclusivamente a Israel, la crítica de Israel no es y no puede ser nunca crítica de los judíos, exactamente igual que la crítica del Estado griego o del imperialismo norteamericano no es una crítica de los griegos o de los norteamericanos. Lo mismo se aplica a la hora de interrogarse sobre la sensatez de haber creado un Estado específicamente étnico. Cuando gente notable, tal es el caso de héroes míos como Hannah Arendt y Albert Einstein, han cuestionado el proyecto sionista de un estado judío en Palestina, resulta ofensivo afirmar que debatir la existencia de Israel significa ser antisemita. La cuestión no es si Arendt y Einstein llevaban o no llevaban razón. La cuestión es si el cuestionamiento de la sensatez de un estado judío en la tierra de Palestina resulta antisemita o no. Está claro que, si bien los antisemitas se opusieron a la fundación del Estado de Israel, no se sigue de ello que sólo los antisemitas se opusieran a la fundación de un Estado judío en Palestina.

Por aportar una nota personal, en 2015, mientras desempeñaba el cargo de ministro de Finanzas de Grecia, un diario griego favorable a la troika pensó que podía hacerme de menos representándome con la figura de Shylock. De lo que estos idiotas no se dieron cuenta es de que mancillar mi imagen asemejándome a un judío era y siguen siendo un timbre de honor. Por hablar también en nombre de amigos ya mencionados denigrados como antisemitas, nos sentimos profundamente halagados cuando un antisemita nos mete en el mismo saco que a un pueblo que ha resistido tan valerosamente el racismo durante tanto tiempo. Mientras un solo judío se sienta amenazado por el antisemitismo, nos prenderemos la estrella de David en el pecho, listos y dispuestos a que se nos cuente como judíos en solidaridad, aunque pueda ser que no seamos judíos. Al mismo tiempo, llevamos la enseña palestina como símbolo de solidaridad con un pueblo que vive en un Estado de apartheid construido por los israelíes reaccionarios, lo cual perjudica a mis hermanos y hermanas judíos y árabes, y atiza las llamas del racismo que, irónicamente, forjan siempre una variedad más acerada de antisemitismo.

Volviendo a Ken Loach, ninguna campaña de calumnias en su contra puede, afortunadamente, tener éxito. No sólo porque la obra y la vida de Ken son prueba del absurdo de la acusación, sino debido también a los valerosos israelíes que corren terribles riesgos al defender el derecho de judíos y no judíos a criticar a Israel. Así, por ejemplo, el grupo de especialistas académicos que ha deconstruído metódicamente la indefendible definición de antisemitismo del IHRA [International Holocaust Remembrance Alliance], que lo equipara a la legítima crítica que comparten muchos israelíes progresistas. O la gente maravillosa que trabaja con la ONG israelí de derechos humanos B’TSELEM para resistirse a las políticas de apartheid de sucesivos gobiernos israelíes. Me siento tan agradecido a ellos como a mi amigo y mentor Ken Loach.

Yanis Varoufakis Co-fundador del Movimiento por la Democracia en Europa (DIEM25), Yanis Varoufakis es diputado y portavoz de este grupo en el Parlamento griego y profesor de economía de la Universidad de Atenas. Es ex-ministro del Gobierno de Syriza, del que dimitió por su oposición al Tercer Memorándum UE-Grecia. Es autor, entre otros, de "El Minotauro Global".

Fuente:
Sidecar NLR, 18 de febrero de 2021
Traducción: Lucas Antón
Temática: cine, cultura,

lunes, 10 de septiembre de 2018

Algunas píldoras estivales (y Gregorio Morán)

Han pasado demasiadas cosas este último agosto y, por una vez, vamos a tirar con perdigones para ponernos al día aunque solo sea en algunas de ellas.

Ha muerto Samir Amin. Gran pensador del tercermundismo, del desarrollo desigual. En sus últimos libros y artículos diagnosticó muy bien el Imperio del caos y la crisis de la Unión Europea. Nació en Egipto, era francófono y vivía en Dakar (Senegal). Tras la muerte del entrañable Giovanni Arrighi, fallecido en 2009, desaparece otro gran maestro.

En EE.UU se murió un canalla. Se llamaba John McCain, senador, glorificado como héroe por su participación en la criminal guerra de Vietnam, partidario e inductor directo de todas las intervenciones militares de su país de los últimos treinta años: trece guerras desencadenadas por Estados Unidos al precio de 14 billones de dólares con millones de muertos: mas de 3,5 millones de muertos entre Irak y Afganistán desde 2001, según la cuenta de Nicolas J.S. Davies. Eso ni se ha mencionado.

Trump se enfría con Kim. El deshielo en Corea sigue lejos. ¿Confiar en quien se ha desdicho del acuerdo alcanzado y firmado con Irán en julio de 2015? Nadie en su sano juicio. Desde luego no el régimen de Corea del Norte, que ya llegó a un acuerdo de desarme nuclear con la administración Bush en septiembre de 2005, acuerdo que los Estados Unidos violaron a continuación en sus principales preceptos.

¿Hay peligro de guerra con Irán? Su consecuencia inmediata sería el cierre del estrecho de Ormuz y la interrupción de un flujo petrolero vital para Europa y Asia Oriental. Quizás aún más catastrófico que la última guerra de Irak. Depende cómo evolucione en Washington la presión institucional interna contra Trump, por ejemplo si se llegara a la perspectiva de un procedimiento de destitución, desencadenar una guerra podría ser el gran recurso salvador de este bufo presidente…

¡Grecia sale de la crisis! El 20 de agosto se celebró el fin de la “ayuda” redentora. Lástima que la deuda griega haya pasado del 135% del PIB en 2009 al 180%, que el paro haya pasado del 10% al 20%, y que el país haya perdido 400.000 habitantes… “Grecia lo ha conseguido, nosotros lo hemos conseguido”, declaró el comisario Pierre Moscovici. ¿Se refería al hecho de que Alemania se ha embolsado 3000 millones en concepto de intereses? Todo puede ser. ¿Son idiotas o nos toman por idiotas? Da un poco igual: hasta que el asunto no les estalle en las manos, las elites viven en su mundo.

Merkel quiere más. Los alemanes controlan los principales puestos en la UE. El frente económico lo tienen copado. Allí donde no tienen a su hombre, si el puesto es importante tienen a un comisario alemán de número dos por si acaso. Ahora anuncian que quieren poner al bávaro Manfred Weber en el puesto de número uno cuando Jean Claude Juncker deje la presidencia de la Comisión. La derecha alemana no tiene mesura.

A Corbyn ya lo acusan de “antisemitismo”. El líder laborista es demasiado de izquierdas para gobernar y hay que frenarlo como sea. El recurso es muy viejo. Criticar el racismo y los crímenes de Israel desencadena esa acusación. ¿Hasta cuando podrán justificar la loca carrera de Israel con estos desesperados recursos?

Gregorio Morán vuelve a quedarse sin trabajo. Lo de menos es su reputada bilis. El problema es que se mete con los poderosos de uno u otro signo. Por eso lo echaron de La Vanguardia y ahora lo echan de Crónica global. Fue de los primeros en denunciar la omertá catalana, en definir la Generalitat pujoliana como “institución corrupta” y poner en evidencia a los medios del “movimiento nacional”. Eso no se perdona. Mucho ximple con lazo amarillo entre sus enemigos. Ahí quedan sus artículos y sus libros. El siguiente será el prodigioso Albert Soler, del Diari de Girona, que se ha atrevido a calificar a la ANC como “Asociación Catalana del Rifle” y llama “presidentorra” al honorable supremacista. Yo me divierto cada semana con Albert Soler y siempre aprendo con Morán. Por lo demás, como dijo Labordeta: “¡A la mierda!”

https://rafaelpoch.com/2018/09/09/algunas-pildoras-estivales-y-gregorio-moran/

lunes, 6 de agosto de 2018

Condena las crueldades del comunismo, pero no olvides el terrible historial del capitalismo.

eldiario.es

La derecha denuncia los horrores del estalinismo y oculta la miseria humana sobre la que se construyó su modelo económico favorito.

Un fantasma se cierne sobre los medios de comunicación británicos: el fantasma de las opiniones negativas sobre el capitalismo. Desde que la escritora Ash Sarkar pronunció las palabras "¡soy comunista, idiota!" en una cadena de televisión, la derecha se retuerce horrorizada. La rapidez con que los analistas han salido a responder al comentario improvisado de Sarkar es profundamente reveladora.

Desde que hace un año Jeremy Corbyn arrebató la mayoría a los conservadores, la derecha está aterrada al sentir que está perdiendo la guerra ideológica. El accidental rescate de Sarkar de la visión del comunismo de Marx –una sociedad sin Estado, sin clases, en la que la mayoría de la humanidad se haya librado del trabajo asalariado– como contraposición al totalitarismo estalinista hizo que la revista Elle declarara que Sarkar es "literalmente comunista y literalmente nuestra heroína".  The Telegraph reflexionó: "El comunismo mató a millones de personas. ¿Por qué es guay llevarlo en una camiseta?" A su vez, según la opinión de Douglas Murray de the Spectator, Sarkar no es mejor que una fascista.

No me malinterpretéis: los regímenes que tomaron el nombre de "comunistas" –desde Stalin a Pol Pot– cometieron crímenes monstruosos e inenarrables. Pero para la derecha, un resurgimiento del interés en la visión del comunismo marxista anterior al estalinismo es el ejemplo más sorprendente y escalofriante del propio colapso de su supremacía ideológica: "comunismo" es sinónimo de millones de muertes y nada más que eso. Por el contrario, presentan al capitalismo como una máquina de prosperidad humana, sin culpa ni sangre.

La historia del capitalismo es algo más complicada que eso. Si queréis leer una efusiva alabanza al capitalismo, la encontraréis en el Manifiesto comunista de Marx y Engels: el dinamismo revolucionario de los capitalistas, escribieron, había creado "maravillas que superan a las pirámides de Egipto, los acueductos romanos y las catedrales góticas". Pero el capitalismo es un sistema económico manchado con la sangre de innumerables millones de personas.

Por supuesto que eso no es una excusa para los horrores del estalinismo: el modelo totalitario que creó y exportó el régimen de Stalin le quitó a millones de personas su libertad y en muchos casos también su vida. De igual forma, no debemos olvidar las millones de vidas que se perdieron en la China maoísta por los asesinatos y la hambruna. Aun así, la lista de crímenes del comunismo no ayuda a los campeones del capitalismo tanto como ellos quisieran.

Según el Libro negro del comunismo, un nada respetable punto de referencia para la derecha, casi cien millones de vidas humanas perecieron a manos de los autodenominados regímenes "comunistas", la mayoría víctimas de Mao Zedong en China. El economista Amartya Sen, ganador del premio Nobel, señala que entre 23 y  30 millones de personas murieron como consecuencia de las catastróficas  medidas del Gran Salto Adelante de Mao, a fines de los años 50 y principios de los 60.

Pero Sen también destacó en un artículo de 2006 que a mediados del siglo XX China e India tenían la misma esperanza de vida, unos 40 años. Tras la revolución china, la cifra cambió drásticamente. En 1979, la China maoísta tenía una esperanza de vida de 68 años, 28 más que la India capitalista.

El exceso de mortalidad en la India capitalista en relación a la China comunista se estima en la horrorosa cifra de cuatro millones de vidas humanas al año. ¿Entonces por qué India no se estudia como un caso de la naturaleza homicida del capitalismo?

Desde un comienzo, el capitalismo se construyó sobre los cadáveres de millones de personas. Desde el siglo XVII en adelante, el tráfico de esclavos a través del Océano Atlántico se convirtió en un pilar del capitalismo emergente. Mucha de la riqueza de Londres, Bristol y Liverpool –que fue alguna vez el mayor puerto de esclavos de Europa– nació del trabajo de los africanos esclavizados.

El capital acumulado gracias a la esclavitud –en las plantaciones de tabaco, algodón y azúcar– dio pie a la revolución industrial en Manchester y Lancashire, y muchos bancos pueden actualmente rastrear en la esclavitud el origen de sus fortunas. 

Incluso cuando el comercio internacional de esclavos comenzó a decaer, el dinero sangriento del colonialismo enriqueció al capitalismo occidental. India fue durante mucho tiempo una colonia del Reino Unido, la potencia capitalista más eminente del mundo: como estudia Mike Davis en su libro Los holocaustos del fin de la era victoriana, unos 35 millones de indios murieron en una hambruna evitable, mientras que Reino Unido se llevaba del país millones de toneladas de trigo.

India fue la gallina de los huevos de oro del capitalismo británico, convirtiéndose en la mayor fuente de beneficios del país a fines del siglo XIX. Occidente está construido sobre la riqueza que robó a aquellos que sometió con un costo humano inmenso.

Ya era el siglo XX cuando Europa comenzó a importar los horrores masivos que antes había impuesto a otros. La Gran Depresión –que sigue siendo la peor crisis capitalista– ayudó a crear las condiciones de descontento popular que llevó al ascenso del nazismo. En los primeros tiempos del régimen nazi, las grandes empresas, temerosas del poder de la izquierda alemana, pactaron con el nacionalsocialismo, ya que veían a los nazis como un instrumento contundente con el que atacar tanto al comunismo como al sindicalismo.

Las empresas alemanas hicieron grandes donaciones a los nazis, tanto antes como después de su ascenso al poder, entre ellas el conglomerado industrial IG Farben y Krupp. Muchas empresas se beneficiaron del trabajo esclavo y del Holocausto nazi, incluyendo a IBM BMW, el Deutsche Bank y el Grupo Schaeffler.

Es posible creer apasionadamente en el capitalismo, o simplemente resignarse a que es el único sistema viable, pero también hay que reconocer que tiene sus sombras oscuras y sus complicidades con episodios sangrientos de la historia de la humanidad. Por supuesto que el suprimir la noción de que existe una alternativa al capitalismo –una que se apoya en valores y principios diferentes– cumple una función política útil.

Hace mucho que la izquierda radical y democrática repudia la pesadilla del totalitarismo y ha reflexionado mucho sobre por qué sucedió. Pero muchos de los defensores irredentos del capitalismo no han podido analizar su propio pasado: políticos e historiadores respetables todavía defienden al colonialismo, a pesar de sus grotescos horrores. No es justo atacar a los socialistas democráticos del siglo XXI utilizando los días más oscuros del totalitarismo del siglo XX.

Aspirar a un mundo con abundancia material, libre del Estado y basado en la cooperación no lo convierte a uno en un asesino totalitario. Incluso si piensas que eso no podría llegar a pasar jamás, eso no significa que uno deba rendirse al fundamentalismo del mercado, mucho menos cuando el cambio climático –causado por un orden económico insostenible– amenaza con desatar el caos en nuestro planeta. Una nueva sociedad más justa y más democrática está esperando a nacer, una que rompa definitivamente con todos los fallidos sistemas del pasado.

Fuente original:
https://www.eldiario.es/theguardian/crueldades-comunismo-capitalismo-historial-horroroso_0_797220612.html

Traducido por Lucía Balducci
Ver video del dialogo entre Sarkar y Jones:
https://www.youtube.com/watch?v=-H4J7nNazO0&feature=youtu.be

miércoles, 30 de mayo de 2018

Gran Bretaña Jeremy Corbyn, la reconquista del Partido Laborista por la izquierda y sus perspectivas gubernamentales

A finales de 2017 aparecieron dos libros en el Reino Unido, en ediciones ampliadas, sobre el claro desplazamiento hacia la izquierda del Partido Laborista, que ha pasado ya la página del New Labour de Blair, así como sobre el recorrido político y la personalidad de su nuevo dirigente Jeremy Corbyn. Tratándose del más importante partido socialista/socialdemócrata del mundo, que tiene hoy 570.000 adherentes, su éxito electoral en junio de 2017 con un programa claramente antiausteritario merecería ya un interés por esta evolución.

La posibilidad de una victoria del Labour en nuevas elecciones, a las que la crisis interna del gobierno conservador puede conducir en un futuro bastante próximo, incita aún más a proponer su lectura. Nos ayuda a comprender cómo un diputado veterano que se ha dado a conocer por su apoyo a un conjunto de causas progresistas -antinuclear, antiguerra, antiapartheid, defensa de los derechos de homosexuales, acogida de personas migrantes- y un constante rechazo a votar las leyes austeritarias de los gobiernos Blair [mayo 1997-junio 2007] y Gordon Brown [junio 2007-mayo 2010], ha logrado hacer converger tres procesos: 1º el interno del Labour, de resistencia creciente de la militancia de base al programa thatcherista-blairista, jamás acabado, de destrucción de los servicios públicos; 2º la decisión de los sindicatos, entre ellos los dos más grandes, de implicarse de nuevo en la orientación del partido del que son una componente; 3º el hecho, en fin, de que miles de estudiantes y militantes asociativos se han vuelto hacia el Partido Laborista para hacer de él un instrumento político en su lucha contra el Partido Conservador y la City.

El libro de Richard Seymour, Corbyn, The Strange Rebirth of Radical Politics, se interesa además de forma particular por los ataques sin tregua que los medios han realizado contra Corbyn desde su elección a la cabeza del Labour en 2015 y a la detestación tenaz que le dedica la mayoría de las y los diputados laboristas, muchos de los cuales son aún de tendencia blairista. El de Alex Nunns The Candidate, Jeremy Corbyn’s Improbable Path to Power está basado en una larga investigación entre militantes y simpatizantes del Partido Laborista, de la que había adelantado un esbozo en un artículo publicado en 2015 en Le Monde Diplomatique. Sigue las evoluciones micropolíticas internas del Labour, ellas mismas consecuencia de los profundos cambios sociales que pocos observadores británicos habían visto, y aún menos los editorialistas extranjeros. Es precioso por la masa de información que aporta sobre Momentum, especie de "movimiento de movimientos" que ha dado a Corbyn el apoyo masivo, "en la calle, en el puerta a puerta y en las urnas", de decenas de miles de jóvenes politizados.

La experiencia británica tiene fuertes rasgos sui generis. Tiene que ver a la vez con la historia muy particular del Partido Laborista y con la amplitud así como la intensidad de la movilización de la juventud, igual que el camino político que ha elegido. Al final de su libro Nunns se pierde un poco en los detalles de la campaña de 2017 por muy importantes que fueran. En cambio Seymour concluye recordando la potencia de las fuerzas sociales y de los cerrojos instituciones a los que un gobierno Corbyn se enfrentará una vez elegido. Se pregunta qué medidas podrá Corbyn verdaderamente poner en marcha.

Esta preocupación guía igualmente un tercer libro, bastante más corto y de un carácter diferente. Está publicado por militantes del ala izquierda a la que pertenecen John McDonnell, brazo derecho de Corbyn y canciller de economía en el gabinete fantasma del New Labour. Titulado For the Many: Preparing Labour for Power, examina el programa del Partido Laborista en las elecciones de junio de 2017 y la forma en que podría ser mejorado en las próximas citas electorales.

Las elecciones generales de junio de 2017, preparadas por las de 2015 y de 2016 en el seno del Labour
El 8 de junio de 2017, las elecciones legislativas anticipadas, convocadas por la Primera Ministra Theresa May, vieron como el Partido Laborista dirigido por Jeremy Corbyn, cabeza visible histórica del ala antiblairista del New Labour, ganaba más de 3,5 millones de votos en relación a las elecciones precedentes y saltaba 9,6 puntos en el porcentaje nacional, es decir, su más importante progresión desde las elecciones de 1945. En abril, cuando Theresa May tomó la decisión de celebrar esas elecciones, las encuestas le daban al Partido conservador el doble de votos que al laborista. El resultado de junio de 2017 del Labour fue tanto más espectacular en la medida que su programa claramente marcado a izquierda rompía con más de dos decenios de blairismo y que Corbyn fue presentado por los medios como un agitador irresponsable, sostenido por un aparato político que había caído en manos de la extrema izquierda. Es así, en efecto, como los medios caracterizan a la corriente Labour Representation Committee, situada a la izquierda, a la que pertenece McDonnell. Durante la campaña electoral una parte de la derecha blairista hizo abiertamente campaña contra los candidatos corbynistas.

Evidentemente, la situación post-Brexit ha influido mucho en la decepción de los Tories y la de Theresa May en particular. Pero al menos otrotanto el hecho de que por primera vez desde su derrota a manos de Margaret Thatcher en 1979, el Labour se ha presentado con un programa claramente a la izquierda y con un dirigente audible por todos los estratos de la juventud. Los resultados vinieron a confirmar y reforzar el proceso que vio primero en septiembre de 2015 ser elegido a Corbyn a la cabeza del Labour, con el 59,5% de los votos en unas elecciones abiertas a los y las simpatizantes (ver más adelante), resistir en junio de 2016 a una tentativa de las y los parlamentarios de forzarle a dimitir antes de ser elegido por el 62% de las y los delegados en el congreso del Partido en septiembre de 2016. Tres factores, como he subrayado, han permitido este resultado: 1º el rechazo muy fuerte por las estructuras de base del partido de las posiciones tomadas en Westminstar por las y los diputados del grupo parlamentario que Tony Blair ha mantenido como suyos incluso después de su dimisión como Primer Ministro en 2007; 2º un desplazamiento a la izquierda de los sindicatos que son miembros constitutivos históricos del Partido Laborista; 3º, en fin, el apoyo determinado de decenas de miles de jóvenes politizados y politizadas.

Hay que añadir a ello un elemento propio de la constitución no escrita del Reino Unido, a saber, su sistema electoral de escrutinio uninominal a una vuelta (first past the post) que incita con fuerza a intentar hacer del Partido Laborista un instrumento de lucha. Debido al modo de escrutinio, pequeñas formaciones, como el Partido Verde, han quedado bloqueadas fuera del Parlamento. El partido nacionalista xenófobo, Partido por la Independencia del Reino Unido (UKIP) no ha entrado hasta 2015. La mayor organización trotskista británica ha sido la The Militant, que optó en su momento por convertirse en una corriente del Labour.

Tanto entre los conservadores como entre los laboristas el modo de escrutinio convierte a las escisiones en un suicidio. Hoy los amigos de Blair ni piensan en ellas como tampoco pensó en ellas el ala izquierda constituida en torno a Tony Benn en los años 1980. Es por tanto en el seno del Partido Laborista donde la oposición a las políticas neoliberales se ha organizado en el curso de luchas internas realizadas tanto por los sindicatos, que son una componente histórica, como por la gente afiliada en las estructuras de base de las circunscripciones de electorado popular. Antes incluso de que la juventud lanzara su fuerza a la batalla, se ha asistido así a lo largo de al menos una decena de años a cambios micropolíticos difícilmente detectables, incluso por quienes han sido sus protagonistas. Un partido del que Blair había cambiado el nombre a New Labour en 1994 -y que la mayoría de los observadores creía irreversiblemente "blairizado"- se ha desplazado hacia la izquierda sin que casi nadie se apercibiera de ello hasta que Corbyn ganó holgadamente las elecciones hechas por voto por correspondencia en septiembre de 2015.

Un partido fundado por los sindicatos en el que mantienen una fuerte influencia
En estas elecciones, el voto sindical ha sido decisivo y más precisamente el apoyo público que Corbyn ha recibido de dos poderosas federaciones, la de la función pública Unison y la de las y los trabajadores no especializados Unite que cuenta con 3 millones de afiliados y afiliadas.

Las relaciones entre sindicalismo y política en Gran Bretaña han sido desde sus orígenes muy diferentes a las que hay en Francia donde la Carta de Amiens estableció una separación entre sindicato y partido. El congreso de la CGT de 1906 declaraba "la entera libertad para el sindicado, de participar, fuera del agrupamiento corporativo, en tales formas de lucha correspondientes a su concepción filosófica o política, limitándose a demandarle, en reciprocidad, no introducir en el sindicato las opiniones que profesa fuera (...) no teniendo las organizaciones confederadas, como agrupamientos sindicales, que preocuparse de los partidos y de las sectas que, fuera y al lado, pueden proseguir en total libertad la transformación social".

Exactamente en la misma época, en Gran Bretaña, los dirigentes sindicales trabajaban en la creación del Partido Laborista, cuya fundación les parecía indispensable cuando el sufragio censitario comenzaba a ceder el paso al sufragio universal (hay que esperar a 1918 para que éste esté plenamente establecido). Se acercan primero al Partido Liberal que apoya a algunos candidatos obreros. Esta solución es poco satisfactoria: se impone una representación política independiente de los obreros. Ahora bien el mismo período ve la formación de varios pequeños grupos socialistas, entre ellos el Partido Laborista Independiente (ILP) al que Georges Orwel pertenecería en los años 1930 y la Fabian Society que reúne a intelectuales y profesionales de clase media. Algunos sindicalistas audaces buscan la vía de un acercamiento a ellos.

En 1899, Thomas Steels, del sindicato de ferroviarios propone a su sección que la organización confederal Trade-Union Congress (TUC), que reune a todos los sindicatos, convocara un congreso especial que tendría como objetivo la unificación de los sindicatos y de los grupos de izquierda en el seno de un organismo único que apoyaría a candidatos a las elecciones. La propuesta encuentra el apoyo necesario en el seno del TUC.

El congreso se celebró en 1900, representando los sindicatos alrededor de un tercio de los delegados. El congreso adoptó la moción del jefe del Partido Laborista Independiente, Keir Hardie, de formar un "grupo distinto de trabajadores en el Parlamento, con sus propias consignas de voto y que se pondrá de acuerdo sobre sus políticas, que integrarán la posibilidad de cooperar con todo partido comprometido con la promoción de leyes que defiendan los intereses de los trabajadores". Así se crea la Labour Representation Committee (LRC), primer nombre del Partido Laborista, cuya tarea al comienzo es coordinar el apoyo a los diputados afiliados a los sindicatos o que representaran los intereses de la clase obrera. El partido tomaba el nombre de Labour Party en 1906.

Es difícil resumir en pocas líneas las relaciones entre los sindicatos y el Labour durante más de un siglo. El Labour ha estado en el gobierno varias veces con mayorías muy diferentes, correlaciones de fuerzas con el capital y relaciones igualmente muy diferentes con los sindicatos según los momentos. No hubo junio de 1936 en Gran Bretaña, pero las grandes conquistas sociales de 1945 fueron preparadas por el ascenso de los sindicatos en los años 1930 cuando se sucedían gobiernos de coalición dirigidos por el Partido conservador. La patronal se vio obligada a aceptar que estuvieran en igualdad en comisiones tripartitas creadas por el gobierno a medida que la Segunda Guerra Mundial se hacía inevitable. Su fuerza era tal que en 1940, Ernest Bevin, entonces Secretario Nacional del muy poderoso sindicato de los obreros del transporte (por tanto los dockers) y de los trabajadores no especializados (luego Unite), entró en el gobierno Churchill como Ministro de Transportes.

El gobierno laborista de 1945 contó con varios ministros que habían comenzado su carrera como cuadros sindicales. Las reformas sociales de los años 1945-1948 marcan el apogeo de la influencia de la clase obrera. La continuación es la de las relaciones complicadas hechas de negativas a satisfacer las reivindicaciones obreras y de injerencias en las conquistas sociales. La alternancia entre laboristas y conservadores en Whitehall ha puesto a las direcciones sindicales en situaciones difíciles. A menudo no se han opuesto a los gobiernos y se han encontrado enfrentadas con sus bases.

La llegada del New Labour al gobierno en 1997 y la opción reiterada de Blair de no tocar la legislación Thatcher provocaron fuertes tensiones y un divorcio completo con los sindicatos en el plano social, con consecuencias en el funcionamiento interno del Partido Laborista. Así, los sindicatos de la marina y de los bomberos se desafiliaron del New Labour (opt out) mientras que Unison y Unite se quedaron. La afiliación implica fuertes obligaciones financieras para los sindicatos, pero también es una fuente de dependencia del partido. Durante mucho tiempo dió a sus dirigentes un poder considerable que resultaba de la regla del voto bloqueado en los congresos. Tras duras batallas los estatutos fueron cambiados. Desde 2013 los miembros de los sindicatos afiliados no son ya automáticamente miembros del Partido Laborista y deben afiliarse a él de forma individual (opt in). A pesar de todas estas dificultades, la pertenencia de los sindicatos al Labour ha dado a sus estructuras un grado elevado de solidez y ha creado la obligación para sus dirigentes de ir a ellas a defender su política. Blair pudo rechazar en 1999 echar atrás las leyes thatcheristas, pero le habría sido imposible hacer lo que Thatcher hizo, romper la huelga de los mineros y más tarde la de los dockers como lo hizo ella para imponer la flexibilización del trabajo y la precarización del empleo. Hoy, tras varios cambios estatutarios, la capacidad de los sindicatos de influir sobre las posiciones del Labour depende menos de los escaños que les son atribuidos de oficio en las instancias dirigentes que de la participación de sus afiliados y afiliadas en la vida y las actividades del Partido.

Una estructura de base en la que las y los afiliados tienen un peso importante
El Partido Laborista es bastante menos piramidal que la mayor parte de los partidos. Es incluso casi bicéfalo. Bajo la palabra Labour se encuentran dos estructuras diferentes, incluso muy diferentes, el Parliamentary Labour Party en donde se encuentran todos los diputados y el, o más exactamente los, "partidos de circunscripción", Constituency Labour Party (CLP), donde se encuentra los afiliados al partido en cada una de las 600 circunscripciones del Reino Unido. El "partido de circunscripción" corresponde poco más o menos a lo que es (o era) la sección en el Partido Socialista en Francia.

Veamos este "poco más o menos" más de cerca. La entrada Wikipedia para el PS nos dice que "La sección es el marco de militancia más directo: son las secciones las que organizan las pegadas de carteles, las distribuciones de panfletos, los puerta a puerta, etc. Son ellas también las que constituyen el enlace esencial entre lo "nacional" (dirección nacional), la "fede" (federación departamental), las y los electos y militantes y es en su seno donde se practica el debate interno, ya en el marco de un congreso o de una consulta interna".

En el caso del Labour, el CPL no es un enlace, sino una estructura que goza de una gran autonomía. La fuerte presencia de militantes sindicales tiene mucho que ver con ello. Está dividido en ramas locales más pequeñas y dirigido por un comité ejecutivo y un comité general compuestos de delegados que vienen de las ramas, de los sindicatos afiliados y de las asociaciones de izquierda en la circunscripción. En estas instancias, pero también en asamblea general, los CPL se adueñan de todas las cuestiones que afectan a los ciudadanos y ciudadanas en el plano municipal y las y los asalariados en su vida fuera de la fábrica.

Los CPL se han situado siempre más a la izquierda que el partido parlamentario y salvo en 1945-1951 más a la izquierda que los gobiernos laboristas, no solo en materia de política económica y social sino también sobre las cuestiones de política internacional. La existencia de los partidos de circunscripción ha asegurado la legitimidad de los portavoces de la izquierda laborista, en particular la de Tony Benn en los años 1980. Encarnó la oposición a Blair en la proclamación del New Labour thatcherizado y a cuyo lado Corbyn llevó a cabo sus primeros combates. La militancia de izquierdas de los "partidos de circunscripción" se ha dotado en 1980 de un boletín de enlace de aparición mensual y una tirada importante, el Labour Briefing, primero entre las secciones del gran Londres y luego nacionalmente. Este boletín se ha convertido en el órgano del Labour Representation Committee desde su refundación en 2004. Presentado como una madriguera de trotskystas, McDonnell es su figura más destacada.

El divorcio entre los partidos de circunscripción y el gobierno ha sido particularmente claro desde el gobierno Blair. Sobre su política económica por supuesto, pero también su política exterior. La decisión en 2003 de invadir Irak al lado de George W. Bush dividió al partido en dos en los Comunes, con 254 votos a favor y 153 en contra o abstención. Jeremy Corbyn estaba en primera fila de la manifestación del 15 de febrero de 2003 que reunió a tres millones de personas contra la invasión de Irak, la mayor manifestación política jamás conocida en Inglaterra.

Son los CPL quienes designan a los candidatos tanto en las elecciones municipales como en las elecciones generales. El candidato a la diputación es elegido en principio en una lista de precandidatos aprobados nacionalmente. Si es elegido fuera de esta lista, el comité ejecutivo nacional debe a continuación ratificar la elección. Para apreciar el peso de los afiliados en la elección de las y los electos, en su circunscripción Tony Blair se vió rechazar su primera designación de candidatura a una elección municipal y tuvo muchas dificultades para obtener la necesaria para su escaño en Westminster. El New Labour ha conocido profundos cambios que habrían debido impedir el surgimiento del fenómeno Corbyn. Como ha señalado Thierry Labica el New Labour no solo ha sido un corpus de medidas políticas, sino también un nuevo modo de funcionamiento del partido, de una nueva distribución de sus correlaciones de fuerzas internas.

"Allí donde prevalece una distribución federal de las fuerzas en el seno del partido, las reorganizaciones internas de los años 1980 y 1990 han consistido en poner a distancia y debilitar las componentes organizadas (sindicatos, secciones locales) capaces de intervenir en la construcción de la orientación del partido, para implantar allí un orden descendente, entre una élite profesionalizada de expertos en comunicación y estrategias electorales, y una periferia de apoyos o de afiliados neutralizados en el marco de mecanismos institucionales complejos. (...). Los congresos pierden su vocación de momentos de elaboración programática en beneficio de un "National Policy Forum", fuera del alcance de la gente no iniciada. Por no tomar mas que un ejemplo de la fuerza nueva del control político en el seno del New Labour, cuando la intervención militar en Irak al lado de Bush acababa de dar lugar a las mayores manifestaciones de masas de la historia del país, y cuando esta intervención era la causa directa de los abandonos en masa de afiliados, la organización del congreso (Labour Party Conference) logró la hazaña de no permitir ninguna moción y ningún debate sobre el tema".

En su prefacio del libro For the Many, mencionado anteriormente, Ken Loach llama a la militancia a ejercer plenamente su derecho de designación en las futuras elecciones. Corbyn y MacDonnell no podrán hacer gran cosa en el gobierno si no tienen el apoyo de una importante mayoría de diputados que se posicionan en la izquierda. Son las posiciones políticas de cada diputado las que determinarán la puesta en marcha legislativa del programa electoral y el grado de radicalidad de las leyes votadas. Pero incluso el pleno ejercicio del derecho de designación no servirá de contrapeso quizás al hecho de que la composición social de las circunscripciones ha sido modificada, a menudo muy modificada, por la desindustrialización y el retroceso del peso social y político de los obreros que ha provocado. De ahí la gran importancia de la movilización de la juventud detrás de Corbyn.

Momentum, respuesta a un "movimiento que buscaba una casa común"
Es así como Nunns titula el capítulo de su libro en el que analiza el tercer proceso que ha colocado a Corbyn a la cabeza del Labour, a saber, el apoyo que ha recibido desde hace cuatro años de decenas de miles de jóvenes. Estos y estas jóvenes se han politizado fuera del Labour en los combates sociales originales que han dado lugar a la formación de organizaciones que se puede calificar como "movimentistas". Puesto que pocos lectores de este artículo tendrán la ocasión de tener el libro de Nunns en sus manos, les remito en esta parte del artículo, más aún que en las precedentes, a entradas en la edición inglesa de Wikipedia, sabiendo que han satisfecho las exigencias de exactitud de la página web.

La autoorganización ha jugado un papel importante en los procesos que han conducido a la formación por coagulación de una especie de "movimiento de movimientos"y luego a la creación de Momentum como organización. Se sitúa su punto de partida en las grandes manifestaciones contra la subida de los precios de la matrícula universitaria de noviembre y diciembre de 2010. Estuvieron marcadas por numerosos enfrentamientos entre una policía, formada como en tantos países en la represión de calle, y los y las estudiantes. Estos enfrentamientos acabaron en muchas detenciones y penas de cárcel.

Un año más tarde, entre marzo y julio de 2011, hubo una larga fase de intensa movilización que fue más allá de los precios de las matrículas, contra los recortes presupuestarios del gobierno de David Cameron [mayo 2010-julio 2016], la destrucción del sistema de salud pública y la dimensión, poco conocida, contra la evasión fiscal. Las formas fueron variadas. Incluyeron numerosas acciones locales contra la evasión fiscal realizadas ante las sedes de los bancos (en particular el Barclays) y de grandes sociedades (como la de la telefonía Vodafone), realizadas por pequeños grupos de jóvenes reagrupados en un movimiento llamado UK Uncut, una serie de huelgas en los servicios públicos que estaban en el centro del punto de mira de los recortes del presupuesto de Cameron en la primavera de 2011 (hospitales, enseñanza) y una manifestación central en Londres convocada el 26 de marzo de 2011 por la confederación sindical Trade Unions Council (TUC), en la que participaron entre 300.000 y 500.000 personas.

En Francia, en el mismo período, el movimiento de los Indignados de la Puerta del Sol, Occupy Wall Street, o también la formación de Syriza en Grecia atrajeron mucha atención. En cambio lo que ocurría en el Reino Unido, pasó totalmente desapercibido. Sin embargo fue allí, más que muchos otros países, donde el combate contra las políticas de austeridad supo instalarse de forma duradera y tomar un carácter de masas gracias a movimientos como UK Uncut y sobre todo a la formación de la People´s Assembly. Se trata de una modalidad de Frente común social y político entre la corriente Labour Representation Committee de la que hemos hablado, los Verdes, la pequeña formación Left Unity creada por Ken Loach, diputados como Corbyn y varios grandes sindicatos. La People´s Assembly pudo convocar con su propia autoridad a manifestaciones de decenas de miles de personas (50.000) contra la austeridad en junio de 2014 y luego en junio de 2015 -en vísperas de las elecciones internas del Partido Laborista ganadas por Corbyn- hasta 150.000.

La victoria sin paliativos de Corbyn ha sido debida a la participación importante en la votación de nuevos miembros politizados en estas luchas. Ellos y ellas han podido sumarse gracias a la posibilidad abierta de inscribirse en el partido pagando una cotización de 3 libras (4 euros). Nunns explica que la idea vino de los blairistas persuadidos de que había un bloque de electores centristas por ganar. Por citarlo: "Ironía de la suerte, esta reforma interna había sido propuesta por la derecha del partido: los blairistas, fascinados por el modelo de las primarias en los Estados Unidos, hacían la apuesta de que la apertura del voto al gran público debilitaría la influencia de los sindicalistas y acabaría de anclar el partido en el fructuoso pantano del "centro". Cruel fue su decepción cuando se dieron cuenta de que el mecanismo que debía asegurarles su victoria servía de hecho a los intereses de la izquierda, encantada de poner a su favor la treta de sus adversarios".

Debido a factores analizados más arriba, en particular el apoyo político y financiero de Unison y de Unite, la elección de Corbyn a la cabeza del Labour se habría producido en cualquier situación, pero fue el voto de la nueva afiliación representativa de la juventud lo que le dio su carácter masivo. A fin de acercarles al Labour, un allegado a Corbyn, Jonathan Lansman, formó una organización llamada Momentum.

Momentum ofrece a los y las jóvenes una estructura que les permite militar apoyando a Corbyn teniendo en cuenta y sacando partido de sus modos de militancia específicos. El lugar estatutario concedido en el partido, desde el origen, a las asociaciones que combaten por la emancipación (los fabianos fueron los primeros) lo hacía posible. La forma de estructura exacta ha dado lugar a tanteos y algunas tensiones, pero hoy la organización cuenta con 37.000 miembros que tienen un carnet del Partido Laborista y representantes en el Comité Ejecutivo Nacional. La disponibilidad, el entusiasmo y la movilidad de los y las jóvenes militantes han sido una preciosa baza para Corbyn frente al ala derecha del Labour. Si pudo ganar las elecciones de septiembre de 2015 gracias a los sindicatos, han sido ellos y ellas quienes le han permitido resistir al ala derecha del partido. En la sesión del partido parlamentario que intentó empujarle a la dimisión a finales de junio de 2016, los y las militantes del gran Londres convocaron en 24 horas una concentración de apoyo a Corbyn que reunió a 10.000 personas y puso fin a las veleidades de golpe de Estado por parte del grupo parlamentario. Con la fuerza de esta victoria, tres meses más tarde, en el congreso de Brighton, en septiembre de 2016, Corbyn fue elegido por el 62% de los delegados y delegadas, entre quienes había un buen grupo de miembros de Momentum, mejorando así su resultado de 2015.

Un año más tarde, en las elecciones legislativas de junio de 2017, el trabajo militante de los y las jóvenes de Momentum fue verdaderamente decisivo en los resultados del Partido Laborista y la consolidación de la posición de Corbyn como potencial primer ministro. Los dos libros documentan la forma en que su apoyo permitió a Corbyn, de semana en semana, ganar confianza y afirmarse frente a Theresa May. En muchas circunscripciones la campaña laborista fue muy floja, una parte de la afiliación se mostraba poco entusiasta viendo a Corbyn salir adelante. Los equipos de Momentum lo paliaron desplazándose de una circunscripción a otra en una misma región. Se estima que el logro de 25 escaños laboristas fue gracias a ellos. En el congreso de finales de septiembre de 2017, miembros de Momentum hicieron su entrada en varias comisiones importantes y ayudaron a la izquierda a ganar diferentes votaciones sobre la orientación, provocando la inquietud de la patronal británica. Si se lee el boletín Labour Friefing se ve que es seguro que van a seguir los consejos de Ken Loach y que prepararán en las instancias locales las condiciones de la renovación de la representación parlamentaria en las próximas elecciones.

¿Y mañana?
La decepción de Theresa May que ha perdido trece escaños y por tanto su mayoría en Westminster, así como el aumento espectacular de los votos del Labour en 2017 han sido en gran parte debidos al militantismo de Momentum y al nivel elevado de la participación electoral joven. Éste no ha sido captado por los sondeos precedentes al escrutinio, aunque la acogida entusiasta hecha a Corbyn en los conciertos populares pudiera dejarlo entrever. En precedentes elecciones legislativas, la participación de los electores y electoras de entre 18 y 24 años estaba en alrededor del 40%. En 2017, ha subido al 72%, es decir bastante más que el nivel de participación general (68%), que fue el más fuerte desde las elecciones que llevaron al poder a Blair veinte años antes. En esta franja de edad, los laboristas ha superado a los conservadores en el 47%.

La prensa francesa ha visto en ello una respuesta de la juventud al Brexit en el que no se había implicado. En el capítulo que ha añadido a su libro Nunns es bastante categórico atribuyéndolo sobre todo al programa radicalmente antiausteritario de Corbyn y McDonell. Éste contenía en particular la renacionalización del ferrocarril, inversiones elevadas en el sistema de salud y el sector hospitalario, la supresión de los gastos de matrícula en la universidad, la reconstrucción de los derechos sindicales en los lugares de trabajo, la construcción de un millón de viviendas a precio o alquileres moderados en cinco años, el aumento de los salarios mínimos al nivel de salario mínimo vital (fijado en 10 libras esterlinas la hora), la supresión de contratos cero-horas, una batería de medidas para paliar la degradación de las jubilaciones.

En su artículo para Le Monde Diplomatique de 2015 Nunns subrayaba que "el hecho de que el movimiento antiausteridad en el Reino Unido se haya forjado en el marco de un gran partido de gobierno presenta grandes ventajas, pero también serios inconvenientes. El Partido Laborista no ha sido concebido para confrontarse al Estado. No es una organización que desafíe el orden establecido, como pudo hacerlo Syriza. Para triunfar, Corbyn va a tener que transformar el Labour en una fuerza militante capaz de mantener el increíble arrebato colectivo que le ha propulsado a su cabeza. Si la excitación generada estos últimos meses se propaga a otros sectores de la población y la aventura sigue su camino, Corbyn tiene todas sus posibilidades. Si el movimiento decae y el hombre de la renovación lleva su base a los viejos centros de poder, la ocasión será perdida" Se sabe lo que ocurrió con las promesas de enfrentamientos realizadas por Syriza. Pero sigamos en el Reino Unido. Las elecciones de junio de 2017 y el congreso laborista que las siguió en septiembre han mostrado que el "arrebato colectivo" no solo se había mantenido, sino que se había incluso ampliado con fuerza. En futuras elecciones no hay duda alguna de que lo será de nuevo, muy posiblemente con una fuerza suficiente para dar a Corbyn y McDonnell una mayoría en Westminster.

Pero el recuerdo por Nunns de que el Labour es un partido de gobierno, no formateado para confrontarse al Estado o para desafiar el orden establecido, vale plenamente. Las precauciones que el programa electoral de 2017 tomó con la patronal industrial y el carácter muy prudente de las medidas fiscales dan fe de ello. Interrogando a la historia del Labour en el gobierno, solo entre 1945 y 1948 durante el gobierno Atlee el consejo de ministros contó con un grupo de dirigentes plenamente defensores de los intereses de la clase obrera y con una determinación suficiente para aprovecharse de correlaciones de fuerzas favorables e imponer a la burguesía británica reformas que mermaban un poco, momentáneamente, sus posiciones. Pero fue con el mismo gobierno con el que el Reino Unido se implicó en el armamento nuclear contra las posiciones muy mayoritariamente antinucleares de las y los afiliados al Partido Laborista. El gobierno Wilson de 1967-1970 tiene en su haber la abolición de la pena de muerte, la legalización del aborto y la de la homosexualidad lo que no era poca cosa en aquella época, pero fue él quien permitió a la City emprender el proceso de liberalización financiera mundial. Corbyn y McDonnell están indiscutiblemente hechos del mismo material que Aneurin Bevan o Tony Benn, pero aunque la burguesía británica esté debilitada y desestabilizada políticamente por el Brexit y la crisis del Partido conservador, las relaciones entre trabajo y capital siguen siendo favorables al segundo. También perdura la herencia imperial. Corbyn ha tenido que sumarse a la producción del Trident (avión de combate), equivalente británico del Rafale francés.

Para concluir, en el Reino Unido no hay "futuros esplendorosos" a la vista, pero a diferencia de Francia reina allí un clima político no deletéreo e incluso entusiasta en la izquierda. La perspectiva es la de una llegada de Corbyn y McDonnell al gobierno que abriría un período marcado por una verdadera voluntad de su parte de hacer votar y de poner en marcha reformas que mejorarían la vida de las clases populares y de las clases medias y que reducirían el paro de los y las jóvenes. El grado en que el futuro programa, que será una versión un poco mejorada del de 2017, será aplicado no es algo dado por adelantado. Todo dependerá de la amplitud de la victoria del Labour y del número de diputados y diputadas laboristas dispuestos a ser una pizca radicales, debido a sus propias convicciones, pero también al grado de intensidad de la presión que la juventud ejercería sobre ellos. Una vez Corbyn y McDonnell en Whitehall, ¿continuará el arrebato colectivo que les ha llevado desde 2015? La historia nos lo dirá.

Artículo enviado por el autor A l’ encontre y publicado en la revista Les Possibles, N° 165 Primavera 2018.

http://alencontre.org/europe/

Traducción de Faustino Eguberri - Viento Sur

http://www.vientosur.info/

viernes, 4 de mayo de 2018

_- La campaña desatada contra Jeremy Corbyn ha reforzado el prestigio del líder laborista.

_- Tomas F. Ruiz

Soy periodista español y llevo siete años residiendo en el Reino Unido. He vivido dos elecciones generales y otras dos municipales, de forma que he sido testigo en primera línea del irresistible ascenso que el líder laborista Jeremy Corbyn ha experimentado en los últimos tres años y al que los sondeos otorgan un amplio margen en su victoria electoral del próximo 3 de mayo.

Desde mi punto de vista, esta ascensión es producto de la honestidad y consecuencia que marca su trayectoria política, con ideas muy claras y contundentes sobre lo que le espera al Reino Unido en un futuro inminente. Parte de su incontenible popularidad la debe Corbyn a la política de destrucción del estado de bienestar que han protagonizado los conservadores, que en los trece años que llevan en el poder han hundido hasta límites inadmisibles el sistema de welfair (bienestar social) de que tanto se enorgullecía el ciudadano británico.

Por otra parte, los tiempos en que el descerebrado primer ministro Tony Blair hundió hasta niveles vergonzosos el prestigio del partido laborista han pasado ya a la historia como un capítulo negro y deplorable del laborismo británico. Empeñado en apoyar la política de invasiones y crímenes contra el derecho internacional que lidera EEUU, Tony Blair dinamitó las bases ideológicas de izquierdas que quedaban en el partido. El laborismo británico ha necesitado más de quince años para remontarse y aparecer de nuevo como una digna y consecuente opción política de izquierdas.

Su elección como líder laborista
La elección de Jeremy Corbyn como líder laborista en el 2.015 significó un giro ideológico radical del partido hacia posiciones mucho más izquierdistas. La situación económica y política, en manos de un partido conservador cada vez más errático y pervertido, comenzó a revelarse como catastrófica con la dimisión de Cameron y la designación de Teresa May como primera ministra. La apisonadora que esta terrible mandataria puso en marcha para aplastar derechos y negar beneficios fue determinante para su hundimiento político.

Una tras otra, el gobierno conservador ha ido cavándose su propia fosa: la política de recortes en todo tipo de servicios públicos, la pérdida del valor adquisitivo del ciudadano medio, las funestas consecuencias de la corrupción económica generalizada, con el incendio de la torre Grenfell como modelo más representativo, las erráticas versiones de envenenamiento montadas para justificar su agresiva política contra Rusia… Y precisamente el partido laborista, con Corbyn a la cabeza, ha sido el más beneficiado por esta catastrófica política conservadora, que ha levantado una ola de irritación en toda la Gran Bretaña como no se veía desde tiempos de la “dama de hierro”.

La “osadía” de Jeremy Corbyn
Corbyn ha sabido aprovechar esta situación para lanzar su mensaje revolucionario: el de una sociedad socialista diseñada para que todos dispongan de suficientes recursos, una nación en la que el reparto de la riqueza sea más equitativo y justo.

Había que ser atrevido, -“brave” en el idioma anglosajón- para proponer un modelo socialista precisamente en el país donde, potenciado por el liberalismo de Adam Smith, nació el capitalismo hace ya más de tres siglos. En la Inglaterra del siglo XIX, explotando salvajemente a una mano de obra totalmente desprotegida, es donde se gestaron los grandes capitales que conforman la codiciosa economía moderna.

Esta atrevida definición de “socialista”, expuesta de una forma absolutamente sincera y que se nutre del incuestionable origen obrero de su partido laborista, ha supuesto un reclamo tan poderoso para el pueblo británico que el partido laborista ha vuelto a recuperar su perdido prestigio.

El mensaje de este hombre ya entrado en años, tan pragmático y premonitor del futuro británico como visionario y prudente en su camino hacia el socialismo, ha calado especialmente entre los jóvenes del Reino Unido.

La campaña anti Corbyn
Apenas intuyeron la amenaza que Corbyn suponía para su partido, los conservadores iniciaron su estrategia: había que descabezar cuanto antes a este desvergonzado político que se atrevía a cuestionar las raíces de la economía capitalista, acabar como fuera con el carisma político de este Oliver Cromwell del siglo XXI.

La campaña levantada para desprestigiar a Jeremy Corbyn es digna de una mente tan retorcida como inteligente. Contando con la complicidad de una buena parte de la prensa, esta campaña se inició hace ya más de un año.

Buscando en su pasado, le han reprochado sus relaciones internacionales con países no alineados con Occidente, la Rusia soviética entre otros; lo han tachado de provocador, lo han acusado de “bolchevique”… No contentos con ello, lo vincularon a la parodia del caso Skipal (los rusos envenenados en Salisbury), le reprocharon que se opusiera a las armas nucleares, especialmente a la utilización de los misiles Trident (con cuya compra y mantenimiento muchos lords han hecho muy rentables negocios), lo tacharon de cómplice cuando alegó el derecho internacional y se opuso a los bombardeos de Siria que Teresa May ejecutó atendiendo a los criminales intereses de EEUU… Incluso lo han acusado de antisemita, montando toda una maniobra dentro de su propio partido para socavar su prestigio. Desde algunas rotativas lo acusaron también de haber sido un espía al servicio del Kremlin.

Corbyn se limitó a seguir su camino, lento pero seguro, para concienciar a la sociedad británica de que destruir la política de bienestar social, privatizar los servicios públicos básicos y negar a la población obrera, especialmente a la inmigrante, sus derechos laborales básicos no debía consentirse.

A pesar de toda esta mediática y maquiavélica campaña, orquestada para hundir y denigrar su imagen pública, el líder laborista sigue subiendo en el ranking de popularidad, continúa recibiendo el apoyo electoral de sus compañeros de partido y se ha convertido ya en el virtual próximo primer ministro británico.

Unos piensan que es su edad la que le da esa clarividencia y le permite diseñar sin ningún escrúpulo una nueva Gran Bretaña donde los beneficios estén mejor repartidos; otros que es su trayectoria intachable de socialista moderado, al estilo del honorable profesor Enrique Tierno Galvan (alcalde de Madrid), la que le permite ir avanzando, lenta pero decididamente, hacia una nación británica cada vez más progresista y solidaria.

La campaña de desprestigio montada contra Jeremy Corbyn ha conseguido precisamente lo contrario de lo que pretendía: hoy el partido laborista está más fuerte que nunca gracias a este hombre que, a sus 69 años ha inyectado la savia joven que necesitaba su envejecida y extraviada formación política.

sábado, 14 de octubre de 2017

Reino Unido: 10 cosas que hemos aprendido del congreso laborista

1 – El Partido Laborista está más unido de lo que lo ha estado durante veinte años. Probablemente hay que remontarse a 1997 para encontrar un congreso laborista con una ausencia tal de divisiones significativas. Después del primer año de Tony Blair como primer ministro, el congreso se convirtió en escaparate de divisiones, bien en el seno de la dirección (Blair versus Brown), o entre la dirección y los afiliados. Este año ha habido una explosión de armonía, lo que en buena medida se explica por el hecho de que...

2 – La oposición interna a Corbyn se ha derrumbado dentro del Partido.Eso no se debe a que todos esos diputados y afiliados del Partido que se mostraban escépticos respecto a él el año pasado hayan visto la luz. En privado, muchos de ellos albergan todavía dudas acerca del proyecto de Corbyn, aunque los resultados de las elecciones hicieron mucho por aquietar sus temores. Pero no hay ni rastro de agenda política alternativa alguna en el Partido por el momento y no hay ningún diputado que vaya más allá de un tibio esfuerzo por articular alguna. La única excepción la constituye Europa, respecto a la cual los europeístas han estado tratando de movilizarse contra la dirección, pero...

3 – El pro-corbynismo laborista se impone a su pro-europeísmo. Ese fue el significado de la decisión del congreso de este domingo pasado (24 de septiembre) de no llevar a cabo una “votación significativa” (por usar la frase acuñada por Keir Starmer en otro contexto, al referirse al voto final del Parlamento en torno al acuerdo del Brexit) sobre la permanencia en el mercado único. Parecía un clásico apaño de los del liderazgo de la época de Blair, pero los afiliados del Partido (siguiendo la consigna oficiosa de Momentum [primer y principal grupo favorable a Corbyn dentro del Partido Laborista]) votaron abrumadoramente a favor de no llevar a cabo una votación, lo mismo que los sindicatos, de modo que se trató de una auténtica decisión democrática. Cuando los miembros de tu partido te hacen ellos el apaño es que has conseguido un grado de control que habría envidiado hasta Blair. Pero, después de algún desahogo en Twitter el domingo por la noche, los europeistas del laborismo se quedaron en buena medida tranquilos…posiblemente porque saben que la política del Partido se escurre gradualmente de su lado. Corbyn se niega a descartar el mantener para bien al Reino Unido en el Área Económica Europea después del Brexit, quizás porque está más interesado en seguir siendo líder laborista y convertirse en primer ministro que en satisfacer su escepticismo de toda la vida respecto al mercado único.

4 – El laborismo tiene un verdadero problema para aceptar que perdió las elecciones generales. El Partido parece estar sufriendo colectivamente una suerte de disonancia cognitiva en este punto, para gran regocijo de algunos periodistas. Considerando que las expectativas de lo que iba a alcanzar el laborismo antes de las elecciones generales eran tan universalmente funestas (incluyendo a los corbynistas, aunque algunos de ellos parecen haberlo olvidado), resulta comprensible su alborozo. Pero también significa que….

5 – El laborismo parece complaciente y no ha ido pensando en serio qué necesita para ganar las próximas elecciones. El paso sensato para cualquier partido que ha perdido unas elecciones generales consiste en llevar a cabo una autopsia, averiguar qué es lo que ha ido mal, y crear una estrategia en torno a lo que se precisa para ganar esos escaños que faltan. Casi no ha habido en esta semana pruebas de que el Partido esté haciendo conjuntamente nada de esto. Por el contrario, se presume de modo generalizado que, ahora que ha quedado sentado que Corbyn no representa un riesgo electoral evidente, es probable que el laborismo venza la próxima vez, porque los tories van trastabilleando y todos los gobiernos acaban inevitablemente por caer. Bien puede ser que sea eso lo que suceda, pero no tenemos garantías, y un partido más empecinado estaría diciendo cosas destinadas a incrementar su atractivo electoral. Eso no ha sucedido hasta ahora en esta semana, aunque se nos dice que Corbyn recurrirá a su discurso posterior para dirigirse no sólo al Partido sino al país en su conjunto.

6 - Corbyn mantiene un dominio tal que no sólo no ha de afrontar desafío alguno a su liderazgo sino que no hay ni siquiera un sucesor evidente. En la mayoría de los partidos políticos, en cualquier momento dado, hay alguien al que se identifica como siguiente líder a la espera. A menudo sucede que no llegan jamás a líderes (Yvette Cooper ócupó esta casilla durante unos cuantos años en la época de Miliband), pero su presencia significa que el líder está siempre, en cierta medida, a prueba. Corbyn, sin embargo, resulta tan preeminente que el habitual parloteo acerca de quién podría ser el próximo líder es extremadamente tenue. El peligro estriba en que el Partido empieza a parecerse a un culto a la personalidad. No lo es, claro, pero aunque se reconozca que hay un elemento de ironía en el cántico del “Oh, Jeremy Corbyn” que se ha convertido en himno del congreso (¿substituirá a The Red Flag [himno laborista] al término de las sesiones de hoy?), hay algo un poquitín norcoreano en todo esto.

7 – El laborismo se entiende ahora acaso mejor como partido de los jóvenes que de clase trabajadora. Es esto algo que sabemos gracias a la demografía del voto, pero ha quedado espectacularmente ilustrado en Brighton por los miles de jóvenes que han acudido a los actos de The World Transformed [TWT – El mundo transformado], organizados por Momentum, un festival de política progresista alternativa que se celebra al tiempo que el congreso. Ha estado extremadamente bien organizado y se ha visto a gente que hacía colas que daban la vuelta para oír al género de oradores que solo atraían a un publico minúsculo en actos marginales hace sólo pocos años. Después de sólo dos años, TWT parece hoy parte integral de los congresos laboristas.

8 – El sector de negocios se está tomando al laborismo mucho más en serio. Después de la elección de Corbyn como líder del Partido, muchos cabilderos empresariales que habitualmente acudían al congreso han estado ausentes. Asumieron que no tenían que preocuparse de tener que prepararse para un gobierno laborista. Pero eso ha cambiado, y este año están aquí en bloque. Podrá ser que no les guste necesariamente mucho el laborismo, pero tienen la impresión de que hay que implicarse.

9 - Corbyn está mejorando muy mucho en el manejo de los medios. Le eligieron como líder a causa de su política, no porque diera bien en television, y hasta este año sus entrevistas radiotelevisivas se habían visto enturbiadas por sus meteduras de pata o su irritabilidad. Pero en los últimos seis meses ha mejorado enormemente, y no menos en la habilidad política esencial de saber cómo esquivar preguntas delicadas (¿se acuerdan de cómo se manejó con la pregunta de Andrew Marr sobre las huelgas ilegales?). Por lo que a esto respecta, está actuando en buena medida como un político convencional, sin haber tenido que sacrificar su reputación de autenticidad, un logro inusitado.

10 – La transformación del laborismo todavía no ha concluido. Puede que Corbyn haya conseguido un completo dominio sobre el Partido, pero volver a remoderlarlo constituye un trabajo todavía en marcha y, entre bambalinas, hay nervios considerables entre aquellos parlamentarios que menos simpatizan con Corbyn respecto a dónde va a acabar el Partido, y respecto a si van a acabar siendo desechados como candidatos. El Partido aprobó ayer algunos cambios en la reglamentación, pero el fundador [Jon Lansman] de Momentum ha dejado claro que le gustaría ir más allá, y la secretaria política de Corbyn, Katy Clark, está llevando a cabo una revisión de la democracia interna del Partido – que ha provocado sorprendentemente poca discusión en el congreso – que podría acabar siendo el vehículo mediante el cual se produzca esto. Andrew Sparrow corresponsal político del diario The Guardian y como tal acudió al congreso del Partido Laborista de esta semana en Brighton.

Fuente: The Guardian, 27 de septiembre de 2017 Traducción: Lucas Antón

http://www.sinpermiso.info/textos/reino-unido-10-cosas-que-hemos-aprendido-del-congreso-laborista

viernes, 21 de julio de 2017

El discurso de Jeremy Corbyn a los jóvenes en el Festival de Glastonbury.

Aclamado por el público joven como una estrella del espectáculo en el Festival de Glastonbury, la celebración musical anual más concurrida de toda Gran Bretaña, Jeremy Corbyn pronunció el pasado 24 de junio una alocución apasionada desde uno de sus escenarios, Pyramid Stage, tras ser presentado por el organizador principal, Michael Eavis. El discurso original puede verse y oírse aquí: https://www.youtube.com/watch?v=Jl_FbCQxh1s. SP

¡Michael, no te vayas! ¡No te vayas, Michael! ¿Podéis aplaudir todos a Michael Eavis? Michael, tengo aquí un regalo para ti que dice: ‘Michael, motivo de inspiración que dio espacio a millones de personas gracias a Glastonbury’. Gracias, Michael Eavis, por todo lo que has hecho.

Quiero darle las gracias a Michael por prestarnos su granja, por dejar este espacio todos estos años para que la gente pueda venir a gozar de la música, a disfrutar de buena compañía y de un pensamiento inspirador. Michael, tú nos abriste camino a todos. Trajiste el espíritu de la música, trajiste el espíritu del amor, trajiste el espíritu de las ideas y el espíritu de los grandes mensajes y si puedes ver a lo lejos, mira el muro que rodea este magnífico festival. Hay en ese muro un mensaje para el presidente Donald Trump. ¿Sabéis lo que dice? Construye puentes, no muros.

Sabéis, la política tiene en realidad que ver con la vida cotidiana. Tiene que ver con todos nosotros, con lo que soñamos, lo que queremos y lo que queremos para todos los demás. Lo fascinante de las últimas siete semanas de campaña por toda Gran Bretaña fue que los comentaristas políticos se equivocaron. Las élites se equivocaron. La política tiene que ver con la vida de todos nosotros, y la espléndida campaña en la que andaba metida y que me he sentido tan orgulloso de encabezar, devolvió a los jóvenes a la política, porque creyeron que había algo que se les ofrecía a ellos.

Pero lo que supuso aun mayor motivo de inspiración fue el número de jóvenes que por primera vez se implicaron. Porque estaban hartos de que se les denigre, hartos de que se les diga que no importan. Hartos de que se les diga que nunca participan, y absolutamente hartos de que les digan que su generación iba a pagar más para tener menos en educación, en salud, en pensiones y en todo los demás.

Hartos de que tengan que aceptar bajos salarios e inseguridad, y que de contemplarlo simplemente como parte de la vida. Pues no funcionó precisamente así, ¿verdad? Esa política se salió de madre y no hay quien la vuelva a echar atrás. Porque estamos exigiendo y consiguiendo algo muy distinto en nuestra sociedad y en nuestra vida. Hay una serie de cosas que son preguntas muy, muy sencillas que deberíamos hacernos. ¿Está bien que haya tanta gente en nuestro país que no tiene una casa en la que vivir y que para dormir sólo tiene la calle? ¿Está bien que haya tanta gente que vive en la pobreza y que está aterrada por los sitios en los que vive, después de haber contemplado los horrores que tuvieron lugar en la Torre Grenfell? ¿Está bien que haya tanta gente que vive en esa pobreza en una sociedad rodeada de tantas riquezas? No, evidentemente no está bien. ¿Y está bien que los ciudadanos europeos que viven en este país, que hacen su aportación a nuestra sociedad, que trabajan en nuestros hospitales, escuelas y universidades no sepan si se les va a permitir quedarse aquí? Os lo digo, deben quedarse todos y tienen que formar parte de nuestro mundo, parte de nuestra comunidad.

Porque de eso van los los festivales, de lo que va este festival es de aunar esfuerzos. Este festival se concibió para la música, pero también para el medio ambiente y la paz. Ya oísteis antes el mensaje de E.P. Thompson, y qué hombre tan magnífico era.

¿Sabéis qué? Cuando la gente piensa lo mismo en todo el mundo, coopera igual, quizá en lenguas diversas, con fes distintas, la paz es posible y debe conseguirse. ¿Y sabéis qué? Acabemos con eso de denigrar a los refugiados, gente que busca un lugar que sea seguro en un mundo peligroso y cruel. Son seres humanos como nosotros, hoy y aquí. Buscan un lugar seguro y poder realizar su aportación al futuro de todos nosotros, así que apoyémosles en su momento de necesidad. No son una amenaza ni un peligro.

Pero echémosle un vistazo a la inestabilidad y los problemas de todo el mundo y abordemos las causas de la guerra: la avidez de recursos naturales, los derechos humanos, el encarcelamiento irracional de los opositores políticos. Hagamos por construir un mundo de derechos humanos, de paz, justicia y democracia en todo el planeta.

Este sitio de Glastonbury es verdaderamente magnífico. Recuerdo haber venido de niño, me trajeron mi padre y mi madre a Glastonbury, me acuerdo de cómo pensaba que era una zona llena de magia, porque tiene algo especial. Es un lugar al que la gente viene a juntarse y hacer cosas.

Tenemos democracia porque hubo gente que dio su vida para que pudiéramos conseguir el voto. Porque hubo mujeres que sacrificaron su vida para que las mujeres pudieran conseguir el derecho al voto en la época de la I Guerra Mundial. Esa determinación de lo colectivo consiguió para todos nosotros el principio de la atención sanitaria como derecho humano. Nada hubo que nos dieran desde arriba las élites y los poderosos. Sólo se consiguió desde abajo gracias a las masas populares que exigían algo mejor, que demandaban su parte del pastel, de la riqueza que se crea.

De manera que se trata de reunir ideas. Se trata de conseguir unidad. Nos sentimos inspirados por muchas cosas. En todo niño hay un poema, en todo niño hay un cuadro, en todo niño hay música. Pero a medida que la gente se hace mayor, se siente violenta con esto: ‘Ay, no puede pensar eso, no puede ser que escriba poesía’. ¡No! Quiero que todos nuestros niños se sientan motivados, que todos nuestros niños tengan derecho a aprender música, a escribir poesía y a pintar de la forma que deseen.

Este festival, este magnífico festival y todos sus escenarios y su música dan una oportunidad a muchísimos músicos jóvenes para que puedan realizar sus logros e inspiranos a todos. Y me siento orgulloso de estar aquí por eso. Estoy orgulloso de estar aquí para dar aquí mi apoyo al movimiento por la paz y al modo en que transmite su mensaje. Pero también me siento muy orgulloso de estar aquí por las causas medioambientales que lo acompañan.

No podemos seguir destruyendo este planeta por medio del cambio climático, por medio de la polución, de la destrucción del hábitat, por medio de la contaminación de nuestros mares y ríos. Tenemos que vivir en este planeta y no hay más que uno. Ni siquiera Donald Trump se cree que haya otro planeta en algún otro sitio. Usemos la tecnología que tenemos para gestionar y controlar el empleo de nuestros recursos, de modo que el planeta siga aquí para las futuras generaciones en mejores condiciones de las que se encuentra en el presente.

Pero también tiene que ver con la creatividad. La creatividad es lo que nos ha dado esas cosas de las que he hablado. Esa creatividad de todos juntos puede ser una herramienta para trasmitir un mensaje, el mensaje de que el racismo es algo equivocado, algo que nos divide, algo maligno en nuestra sociedad. El racismo, en cualquiera de sus formas, nos divide, debilita y niega las habilidades y la brillantez de la gente a la que se discrimina. Justo de la misma forma que lo hace el sexismo. Ya se trate de salarios más bajos para las mujeres, de menos oportunidades para las mujeres o aspiraciones más limitadas. Tenemos que poner en tela de juicio el sexismo en cualquiera de sus formas en nuestra sociedad. Y debemos desafiar la homofobia, cuestionar toda la discriminación que no cesa. Y garantizar que la sociedad que queremos construir sea inclusiva para todos.

Yo quiero ver un mundo en el que haya en nuestra sociedad oportunidades de veras para todos. Y eso significa compartir la riqueza en cualquier parte de nuestro país, y que recurramos a políticas globales que compartan de verdad la riqueza, y no se regodeen en los niveles de justicia y desigualdad, en donde los ricos parecen hacerse inexorablemente más ricos y la inmensa mayoría sale continuamente perdiendo. Los que son desesperadamente pobres viven en los márgenes de la sociedad, lo que se conoce fundamentalmente como cuarto mundo. A buen seguro que podemos, como seres humanos inteligentes, hacer las cosas de modo diferente y hacer las cosas mejor. Y estando hoy aquí en Glastonbury, hacemos las cosas de modo diferente y sentimos esa inspiración.

Aprendemos de mucha gente en nuestra vida. Aprendemos de nuestros amigos, aprendemos de nuestros padres, aprendemos de nuestros profesores, aprendemos de los que han escrito música o poesía para nosotros. Ese mismo sentido de abrir el potencial de todos nosotros es lo que encuentro tan inspirador.

A mí me inspiran muchos poetas y mucha gente. Creo que deberíamos adoptar la máxima en la vida de que toda la gente que nos encontramos es única. Todo el mundo sabe algo que no sabemos, es ligeramente distinto de nosotros de distintas maneras. No los veamos como una amenaza, no los veamos como enemigos. Veámoslos como fuente de conocimiento, fuente de amistad y fuente de inspiración.

Si me dejáis, me gustaría citar a uno de mis poetas preferidos, Percy Bysshe Shelley, que escribió muchos poemas a principios del siglo XIX y viajó extensamente por Europa. Pero los versos suyos que más me gustan son los siguientes:

Alzaos como leones tras la somnolencia
En número invencible,
Echad a tierra como rocío vuestras cadenas
Caídas sobre vosotros en el sueño.
Sois muchos, ellos sólo unos pocos.

Cito a Shelley porque fue una inspiración, igual que otros muchos lo son. Estoy orgulloso de estar en Glastonbury porque es motivo de inspiración para los festivales de música de todo el país. Juntémonos y reconozcamos que otro mundo es posible si aunamos fuerzas para que comprendamos eso. Comprender el poder que tenemos para lograr esa sociedad mejor, decente, en la que todo el mundo importa y en el que quienes se ven asolados por la pobreza ven que su vida se enriquece y hace que el resto de nosotros nos sintamos seguros con ese enriquecimiento.

Muchísimas gracias, Glastonbury. Gracias por haberme invitado hoy. Estoy orgulloso de estar aquí. Muchísimas gracias, Glastonbury.

Jeremy Corbyn es el líder del Partido Laborista del Reino Unido 

http://www.sinpermiso.info/textos/el-discurso-de-jeremy-corbyn-a-los-jovenes-en-el-festival-de-glastonbury

miércoles, 5 de julio de 2017

EEUU: Hay que aprender del éxito de Jeremy Corbyn y dirigirse a los votantes jóvenes.

Se podía haber llegado a pensar que las elecciones de noviembre habían trazado con claridad una línea en torno al centrismo demócrata. Pero la derrota de Jon Ossoff en el sexto distrito del Congreso en Georgia puede significar de veras su última aliento. Ni siquiera disponiendo de una cantidad de fondos seis veces mayor que la de su oponente y de un presidente republicano enloquecido e incompetente, pudo Ossoff conseguir que votara por él un número suficiente de republicanos ricos y de elevada formación como para darle la vuelta al distrito.

Cuando Bernie Sanders hizo notar que no estaba seguro de que Ossoff fuera de verdad progresista, no fue algo que resultara agradable de decir, pero tampoco era inexacto. El futuro del Partido Demócrata no se cifra en hombres como Ossoff. Tenemos que aprender de la remontada de Jeremy Corbyn en las elecciones del Reino Unido y empezar a poner nuestra fuerza y nuestro dinero en candidatos que estén de veras a la izquierda.

Nos mofamos de las historias de que el presidente número 45 sigue regalando a los que le visitan en su oficina un mapa que explica su victoria electoral, pero a muchos demócratas les preocupan los detalles de las elecciones y las razones de la derrota de Hillary Clinton. Está claro que el sexismo constituyó un factor significativo, como lo fue la intervención del ex-director del FBI, James Comey y la posible interferencia de Rusia. Pero los que dentro del Partido estén dispuestos a llevar a cabo una verdadera introspección han de reconocer que la ausencia de la aplastante victoria que se había anticipado debe achacarse a la incapacidad de que las políticas del Partido tuvieran eco entre la gente de los estados que decidieron las elecciones, lugares del centro del país que han visto como su medio de vida se ha consumido, en vez de florecer, bajo el capitalismo tardío.

Las promesas de Trump de que resolvería los problemas que asolan a sus comunidades – problemas tales como el desempleo, la pobreza y la crisis de los opiáceos – parecen ser promesas vacías. Pero los demócratas podrían haber hecho un trabajo bastante mejor demostrando que se preocupaban por las comunidades de la Norteamérica media: por ejemplo, apareciendo de verdad en ellas. Que Clinton se codee con estrellas de Hollywood tiene poco atractivo para los norteamericanos que están en el centro del país.

Tenemos que acudir a movimientos como la Marcha de Mujeres [Women´s March], que inspiró a un número sin parangón de personas a salir a la calle, y a la campaña Preséntate por Algo [Run for Something], que ayuda a la gente progresista a presentarse a las elecciones, y que ha conseguido una inmensa y entusiasta respuesta de nuevos candidatos. Son la mejor esperanza que tienen los demócratas de hacer efectivo el cambio en 2018 y más allá de esa fecha. Pero sólo si dan motivos para que vayan a votar los jóvenes que salieron a votar por Obama, pero no se molestaron en votar por Clinton.

Esto significa centrarse en cuestiones reales que significan mucho para los jóvenes: ayuda para las deudas por estudios, empleo regular, atención sanitaria que les permita la posibilidad de crear una familia.

Aunque su continuado compromiso con el Comité Nacional Demócrata [DNC] demuestra la ambición de Bernie Sanders de promover esta agenda, es momento de que se haga a un lado. Su negativa a inscribirse como miembro del Partido Demócrata invalida cualquier pretensión veraz de que tiene que estar al timón del mismo. Son legítimas muchas de sus críticas al Partido, pero si Sanders no está dispuesto a comprometerse a trabajar en su interior en favor del cambio, tiene que prestar su apoyo a alguien que esté dispuesto a hacerlo.

Elizabeth Warren es la elección evidente, comparada con los que se parecen a Nancy Pelosi o Joe Biden, es una “outsider”, pero sigue siendo una demócrata que ha demostrado su compromiso con el Partido. Su populismo económico encara muchos de las mismas preocupaciones que Trump pretendía que mitigaría, pero ella ofrece soluciones que mantengan a flote a la clase media haciendo que los ricos aporten más, en lugar de prometer impulsar el crecimiento por medio de una desregulación que sólo consigue que los megarricos lo sean todavía más. Y está claro su compromiso con valores sociales progresistas, al contrario de Sanders, cuya observación de que “no se puede excluir simplemente a la gente que no está de acuerdo con nosotros [respecto a los derechos reproductivos]” provocó la respuesta de mujeres de la izquierda que no quieren que sus derechos se consideren como objeto de regateo.

Cuando los republicanos del Senado presionan para sacar adelante un proyecto de ley que llevará a la muerte y bancarrota de muchos norteamericanos que tengan la desgracia de estar mal y ser de clase media, eso debería suponer hoy una clara oportunidad para que los demócratas afirmen que pueden ofrecer una alternativa mejor. Se perderá la oportunidad si seguimos debatiendo qué significa ser demócrata. El centro ha tenido su ocasión. Es momento de abrirle el camino a Warren, a la izquierda, a un partido que valore la diversidad y se dirija a los jóvenes.

Jean Hannah Edelstein periodista independiente radicada en Nueva York, es columnista del diario The Guardian.

Fuente: The Guardian, 25 de junio de 2017 

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viernes, 23 de junio de 2017

Corbyn ha recogido el ánimo de un Reino Unido cansado de austeridad.


Jeremy Corbyn ha protagonizado, en un lapso de seis semanas, una espectacular resurrección en los sondeos. El margen de resultados plausibles en las elecciones generales de la próxima semana va desde un modesto avance de los “tories” a un parlamento sin mayoría absoluta, pasando por un gobierno laborista en minoría. En el caso de los dos primeros resultados, Theresa May habrá fracasado en sus propios términos, y tendría que dimitir. Aun cuando, tal como parece probable, no pueda ganar Corbyn de calle, volvería a entrar en el Pasrlamento dirigiendo una oposición masivamente envalentonada. Si el laborismo lograra mayoría, Gran Bretaña se convertiría en la segunda democracia occidental después de Grecia en rechazar el modelo neoliberal desde la izquierda.
El contrraataque de Corbyn es resultado de una sagaz combinación: una hábil economía política, su afabilidad personal y la intrusion accidental de obscuras fuerzas globales en lo que había sido una campaña desvaida y provinciana.

Theresa May tenía mucho a su favor: el ejercicio del cargo, la sorpresa, el drama de su rifirrafe con Jean-Claude Juncker sobre las filtraciones de una cena privada sobre el Brexit, más la necesidad de un gobierno estable durante las negociaciones. El laborismo sabía que tenía que ofrecer algo igualmente llamativo e impresionante, y por primera vez en una generación ha podido.

La regla fiscal de John McDonnell, canciller en la sombra [responsable de Economía de la oposición], que permite préstamos para inversiones de capital pero no para gastos cotidianos, fue ridiculizada como un refrito de la vieja metodología de Ed Balls. “¿Qué hay de radical en eso?”, preguntaron los centristas del laborismo. Iban a descubrirlo.

El compromiso de solicitar un préstamo de 250.000 millones de libras para financiar un estímulo de infraestructuras se vio ahora acrecentado con un programa keynesiano de impuestos y gasto por valor de 49.000 millones anuales. La tradición fiscal laborista siempre ha sido favorable a sajar las rentas medias, por medio del impuesto sobre la renta y el IVA. McDonnell planea en cambio cargar el gravamen fiscal sobre los que más ganan, la riqueza y las grandes empresas. El resultado consistió en una medida medible por parte de cada familia en términos monetarios. Matrículas universitarias gratuitas por valor de 9.000 libras anuales; comidas escolares gratuitas por valor de 9 libras; la retirada de los recortes presupuestarios escolares que solían aproximarse a una media de 100.000 euros anuales en una escuela tipo. Más los cimientos de un sistema nórdico de atención infantil.

El equipo de Corbyn calculó que, en vez de responder a la pregunta “tory” de “¿qué clase de Brexit podemos imponer?” deberían reencuadrar el debate: ¿”en qué clase de país quiere usted vivir?”

Para los “baby boomers” fue como descubrir un viejo disco de vinilo de tus favoritos y darse cuenta de que sonaba mejor que la música de los últimos 20 años. Para las familias con hijos era sencillamente cosa de dinero en el bolsillo.

Si se hubiera encontrado con las adustas denuncias ortodoxas de los economistas del Estado pequeño que dieron forma a las medidas políticas de George Osborne, podría haberse producido una respuesta más dura. Pero Theresa May tampoco es entusiasta de la austeridad: su programa se comprometía a un déficit fiscal hasta 2025 como mínimo.

Luego se produjo la atrocidad de Manchester. Alguna gente del círculo de Corbyn se preguntó si debían desconvocarse las elecciones; parecía como mínimo que la campaña se detendría durante una semana. Lo que cambió esto fue el comportamiento de los tabloides. Aunque May se mantuvo presidencial en su tono, sus aliados de la prensa trataron de mezclar las calumnias ya conocidas contra un Corbyn acusado de blando con el terrorismo republicano [irlandés] con las difamaciones alegando que ha sido blando con el terrorismo islámico, una jugada que encolerizó y vigorizó al medio millón de afiliados laboristas.

Mientras tanto, la decisión de May de prescindir de 19.000 policías cuando es elevada e imprevisible la amenaza de terrorismo ha suscitado preguntas respecto a su capacidad de juicio y la sensatez de la austeridad en un momento de inestabilidad geopolítica.

El desafío de Corbyn en esta última semana de campaña estriba en romper la barrera del 40%. Quienes le respaldaban creyeron siempre que una agenda radical de izquierdas contribuiría a devolver al laborismo al objetivo del 35 %, y aun más allá, de la época de Ed Miliband.

El problema se cifra entonces en cómo atraer al centro político. El Reino Unido no es un país de izquierdas, es un país que cree en la equidad que ya está harto de austeridad. Un país dividido que busca una historia en torno a la cual unificarse.

Corbyn debe comprometerse a gobernar desde el centro, incluyendo a pesos pesados de las facciones centristas que se negaron a formar parte de su gabinete en la sombra. Ha declarado que los gobiernos de Escocia, Gales e Irlanda del Norte tendrán un papel institucional en las negociaciones del Brexit, pero tiene que ir más allá.

El líder laborista debería dar señales de que formaría un gobierno con apoyo interpartidario en el Parlamento, como mínimo de los Verdes y los partidos nacionalistas progresistas. Eso no sería una “coalición del caos”, siguiendo la frase de May. Más bien, se trata de lo que cualquier líder tory pro-globalista habría buscado: una máquina de crear consenso acerca de qué clase de país queremos.

Paul Mason editor de economía de Channel 4 News. Su libro "Postcapitalism: A guide to our Future", ha sido publicado por Penguin en 2015. Ha sido uno de los asesores de Jeremy Corbyn en esta campaña.
Fuente: Financial Times, 5 de junio de 2017 Traducción: Lucas Antón

http://www.sinpermiso.info/textos/corbyn-ha-recogido-el-animo-de-un-reino-unido-cansado-de-austeridad

domingo, 11 de junio de 2017

La izquierda a veces tiene razón. Corbyn ha demostrado que es capaz de ofrecer un estilo diferente y de diseñar una estrategia inteligente.

“El Sistema Nacional de Salud (NHS, en sus siglas inglesas) existirá mientras haya alguien que luche por él”, decía Aneurin Bevan, su creador. “Ese tipo soy yo”, repitió durante la campaña electoral el candidato laborista Jeremy Corbyn. Realmente, la frase no la pronunció nunca el propio Bevan, sino que formó parte del guion de una película sobre la vida del formidable ministro británico de los años cuarenta y cincuenta, y se coló como auténtica en el ideario del socialismo inglés.

Sea como sea, representa muy bien lo que ha hecho Corbyn durante su estupenda campaña electoral. Insistir en que la política social solo tiene dos caminos: la vía conservadora, que coloca en el horizonte la eficiencia y confía en que el camino de la desregularización y la privatización conduzca a esa eficacia y haga que el bienestar, digamos, llegue, poco a poco, a todos. Y dos, la vía laborista, que coloca la igualdad en el horizonte y que cree que es imprescindible actuar con políticas públicas que hagan que la economía reaccione y ayude a financiar ese camino hacia la igualdad. Ser el tipo (o la tipa), como decía Corbyn, que cree que la sanidad, la educación y los transportes son materia de políticas públicas y deben ser defendidas como tal, sin descanso y sin dudas.

El modelo laborista, socialdemócrata, lleva bastante tiempo desacreditado en centros de análisis político de toda Europa, incluso discutido dentro de sus propias filas y solo en los últimos años, a la vista de las consecuencias de la crisis del modelo liberal-conservador, vuelve a encontrar defensores decididos. La repentina vitalidad de las propuestas de Corbyn, en el fondo tan elementales, hacen pensar que quizás se ha dado demasiado espacio a la pretendida falta de credibilidad de la socialdemocracia europea, cuando lo que pasaba es que los ciudadanos no la encontraban, enterrada por líderes políticos que aceptaron como dogma un modelo que era solo eso, uno de los modelos posibles. No tenían claro donde estaba el tipo del que hablaba el falso Bevan.

Quizás se ha dado demasiado espacio a la pretendida falta de credibilidad de la socialdemocracia europea

Lo que sí escribió Aneurin Bevan es que los programas políticos deberían empezar así: “Esta es mi verdad. Dígame usted la suya”. Dígame qué pasa exactamente en la educación con sus propuestas; que pasa en la sanidad pública; qué pasa en el empleo… Por supuesto, las verdades de uno mismo deben llevar datos incorporados. El programa económico de Corbyn, por ejemplo, no fue elaborado por un equipo falto de conocimiento y empachado de ilusiones, sino por un Consejo Consultivo Económico, en el que, junto al ministro de Hacienda en la sombra, John McDonnell (un personaje curioso, que hizo todos sus doctorados en cursos nocturnos, porque trabajaba de día), participó también un equipo de economistas prestigiosos, lleno de talento. El manifiesto final, en defensa del fin de la austeridad, fue así respaldado por 130 profesores de universidades británicas y norteamericanas.

Corbyn llegará o no a primer ministro, pero ha demostrado que es un político bastante más fino de lo que le retrataban, capaz de ofrecer un estilo diferente y de diseñar, llegado el momento, una estrategia inteligente. No es el viejo laborismo, como se le reprochaba, porque nada puede ser ya “viejo”. Como escribe el profesor de Oxford Simon Wren-Lewis, Corbyn ha conseguido algo interesante: que el centro acepte que la izquierda tiene a veces razón. La tuvo al negarse a votar a favor de la guerra de Irak (con sus desastrosas consecuencias) y la tiene al reclamar políticas públicas para la educación, la sanidad y otros servicios esenciales. El centro puede haber aprendido en estas elecciones que tiene que convivir con Corbyn y lo que representa y esa sería una noticia excelente para la socialdemocracia europea.

 http://elpais.com/elpais/2017/06/09/opinion/1497030102_572187.html