viernes, 4 de mayo de 2018

_- La campaña desatada contra Jeremy Corbyn ha reforzado el prestigio del líder laborista.

_- Tomas F. Ruiz

Soy periodista español y llevo siete años residiendo en el Reino Unido. He vivido dos elecciones generales y otras dos municipales, de forma que he sido testigo en primera línea del irresistible ascenso que el líder laborista Jeremy Corbyn ha experimentado en los últimos tres años y al que los sondeos otorgan un amplio margen en su victoria electoral del próximo 3 de mayo.

Desde mi punto de vista, esta ascensión es producto de la honestidad y consecuencia que marca su trayectoria política, con ideas muy claras y contundentes sobre lo que le espera al Reino Unido en un futuro inminente. Parte de su incontenible popularidad la debe Corbyn a la política de destrucción del estado de bienestar que han protagonizado los conservadores, que en los trece años que llevan en el poder han hundido hasta límites inadmisibles el sistema de welfair (bienestar social) de que tanto se enorgullecía el ciudadano británico.

Por otra parte, los tiempos en que el descerebrado primer ministro Tony Blair hundió hasta niveles vergonzosos el prestigio del partido laborista han pasado ya a la historia como un capítulo negro y deplorable del laborismo británico. Empeñado en apoyar la política de invasiones y crímenes contra el derecho internacional que lidera EEUU, Tony Blair dinamitó las bases ideológicas de izquierdas que quedaban en el partido. El laborismo británico ha necesitado más de quince años para remontarse y aparecer de nuevo como una digna y consecuente opción política de izquierdas.

Su elección como líder laborista
La elección de Jeremy Corbyn como líder laborista en el 2.015 significó un giro ideológico radical del partido hacia posiciones mucho más izquierdistas. La situación económica y política, en manos de un partido conservador cada vez más errático y pervertido, comenzó a revelarse como catastrófica con la dimisión de Cameron y la designación de Teresa May como primera ministra. La apisonadora que esta terrible mandataria puso en marcha para aplastar derechos y negar beneficios fue determinante para su hundimiento político.

Una tras otra, el gobierno conservador ha ido cavándose su propia fosa: la política de recortes en todo tipo de servicios públicos, la pérdida del valor adquisitivo del ciudadano medio, las funestas consecuencias de la corrupción económica generalizada, con el incendio de la torre Grenfell como modelo más representativo, las erráticas versiones de envenenamiento montadas para justificar su agresiva política contra Rusia… Y precisamente el partido laborista, con Corbyn a la cabeza, ha sido el más beneficiado por esta catastrófica política conservadora, que ha levantado una ola de irritación en toda la Gran Bretaña como no se veía desde tiempos de la “dama de hierro”.

La “osadía” de Jeremy Corbyn
Corbyn ha sabido aprovechar esta situación para lanzar su mensaje revolucionario: el de una sociedad socialista diseñada para que todos dispongan de suficientes recursos, una nación en la que el reparto de la riqueza sea más equitativo y justo.

Había que ser atrevido, -“brave” en el idioma anglosajón- para proponer un modelo socialista precisamente en el país donde, potenciado por el liberalismo de Adam Smith, nació el capitalismo hace ya más de tres siglos. En la Inglaterra del siglo XIX, explotando salvajemente a una mano de obra totalmente desprotegida, es donde se gestaron los grandes capitales que conforman la codiciosa economía moderna.

Esta atrevida definición de “socialista”, expuesta de una forma absolutamente sincera y que se nutre del incuestionable origen obrero de su partido laborista, ha supuesto un reclamo tan poderoso para el pueblo británico que el partido laborista ha vuelto a recuperar su perdido prestigio.

El mensaje de este hombre ya entrado en años, tan pragmático y premonitor del futuro británico como visionario y prudente en su camino hacia el socialismo, ha calado especialmente entre los jóvenes del Reino Unido.

La campaña anti Corbyn
Apenas intuyeron la amenaza que Corbyn suponía para su partido, los conservadores iniciaron su estrategia: había que descabezar cuanto antes a este desvergonzado político que se atrevía a cuestionar las raíces de la economía capitalista, acabar como fuera con el carisma político de este Oliver Cromwell del siglo XXI.

La campaña levantada para desprestigiar a Jeremy Corbyn es digna de una mente tan retorcida como inteligente. Contando con la complicidad de una buena parte de la prensa, esta campaña se inició hace ya más de un año.

Buscando en su pasado, le han reprochado sus relaciones internacionales con países no alineados con Occidente, la Rusia soviética entre otros; lo han tachado de provocador, lo han acusado de “bolchevique”… No contentos con ello, lo vincularon a la parodia del caso Skipal (los rusos envenenados en Salisbury), le reprocharon que se opusiera a las armas nucleares, especialmente a la utilización de los misiles Trident (con cuya compra y mantenimiento muchos lords han hecho muy rentables negocios), lo tacharon de cómplice cuando alegó el derecho internacional y se opuso a los bombardeos de Siria que Teresa May ejecutó atendiendo a los criminales intereses de EEUU… Incluso lo han acusado de antisemita, montando toda una maniobra dentro de su propio partido para socavar su prestigio. Desde algunas rotativas lo acusaron también de haber sido un espía al servicio del Kremlin.

Corbyn se limitó a seguir su camino, lento pero seguro, para concienciar a la sociedad británica de que destruir la política de bienestar social, privatizar los servicios públicos básicos y negar a la población obrera, especialmente a la inmigrante, sus derechos laborales básicos no debía consentirse.

A pesar de toda esta mediática y maquiavélica campaña, orquestada para hundir y denigrar su imagen pública, el líder laborista sigue subiendo en el ranking de popularidad, continúa recibiendo el apoyo electoral de sus compañeros de partido y se ha convertido ya en el virtual próximo primer ministro británico.

Unos piensan que es su edad la que le da esa clarividencia y le permite diseñar sin ningún escrúpulo una nueva Gran Bretaña donde los beneficios estén mejor repartidos; otros que es su trayectoria intachable de socialista moderado, al estilo del honorable profesor Enrique Tierno Galvan (alcalde de Madrid), la que le permite ir avanzando, lenta pero decididamente, hacia una nación británica cada vez más progresista y solidaria.

La campaña de desprestigio montada contra Jeremy Corbyn ha conseguido precisamente lo contrario de lo que pretendía: hoy el partido laborista está más fuerte que nunca gracias a este hombre que, a sus 69 años ha inyectado la savia joven que necesitaba su envejecida y extraviada formación política.

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