domingo, 20 de mayo de 2018

Libia: Réquiem por un traidor

Guadi Calvo

Alainet


Si bien no está claro si el autoascendido a Mariscal de Campo Khalifa Haftar, de 74 años, ha muerto en una clínica de París, a donde fue trasladado desde Jordania tras sufrir un derrame cerebral, o si alguna de las potencias occidentales que operan en Libia desde 2011 ha decidido sacarlo del juego, lo cierto es que desde el miércoles 11, toda la información sobre él es muy confusa.

Khalifa Haftar retornó a Libia en 2011, tras un exilio en Estados Unidos de 20 años, para participar de la guerra que no solo terminó con la vida del Coronel Gadafi, sino que demolió el país; paulatinamente se convirtió en el hombre fuerte de Libia, gracias al apoyo incondicional de Egipto y los Emiratos Árabes Unidos y de un modo más discreto de Catar, Turquía y Arabia Saudita. Llegó a controlar la unidad armada más poderosa del país, el Ejército Nacional Libio, (ENL) con sede en la ciudad de Tobruk, al este del país, a escasos 100 kilómetros de la frontera egipcia, siendo finalmente recibido en París, Moscú y Roma, donde discutió tres cuestiones fundamentales: el fin de la guerra civil, el control de la ola de refugiados que desde puertos libios intentan llegar a Europa (se calcula que hay más de un millón esperando su oportunidad) y por último estabilizar la producción petrolera, ya que son muchas las empresas occidentales con importantes intereses en los yacimientos libios, los más importantes de África.

El “Mariscal”, que nunca ha reconocido el Gobierno de Acuerdo Nacional (GNA) de Trípoli impuesto por las Naciones Unidas y que encabeza Fayez al-Sarraj, era el candidato con mayores posibilidades de triunfar en las elecciones que, con el apoyo de Emmanuel Macron, en julio pasado, se acordaron en Paris para realizarse este año.

La posible muerte de Haftar no solo afectará a la pacificación y la industria petrolera, sino que profundizará la violencia, que asola al país desde comienzos de 2011 y en la que participan un sinnúmero de organizaciones armadas, entre ellas, al-Qaeda y Dáesh.

Sin Haftar, su ejército, con profundas divisiones internas, no tiene un candidato firme a sucederlo, por lo que se espera que la pugna por alcanzar la jefatura se dirima con más violencia. Esto, para los intereses occidentales es sumamente grave ya que el ELN controla lo que se conoce como la media luna de petróleo del Golfo de Sirte, que cuenta con los cuatro puertos principales por donde sale la mayor parte de las exportaciones de petróleo, que cuentan con la protección de Haftar. La producción petrolero alcanzó el millón de barriles diarios, luego de que, al comienzo de la guerra, disminuyó a unos 300.000.

El petróleo representa casi la única fuente de financiación del país, de los aproximadamente 6 millones de habitantes, casi la mitad se encuentra debajo del umbral de la pobreza.

La posible debilitación de la defensa de los campos petroleros, tras un enfrentamiento interno del ENL, podría acarrear a una situación en la que tanto el Dáesh como otros grupos armados intenten posicionarse para trastornar las exportaciones de crudo. Esto afectará los mercados internacionales, sumándose la también la posible crisis con Irán tras la potencial anulación del acuerdo nuclear en mayo próximo.

El hasta ahora desaparecido general, que tiene ciudadanía estadounidense, cuenta con una larga lista de pecados, fue el responsable de la derrota en la intermitente guerra con Chad (1978-1987) por lo que partió a su exilio estadounidense, donde se incorporó a la CIA, la que durante años lo preparó para derrocar a Gadafi.

En mayo de 2014, Haftar inició la Operación Karama (dignidad), destinada a eliminar a los grupos rivales, tomando el control en torno a ciudades de Tobruk y Benghazi y combatió durante cerca de un año por desplazar al Dáesh de Sirte, llegando a controlar aproximadamente el 60 % del país.

En esta guerra, Haftar no escatimó ningún recurso y en sus operaciones abundaron todo tipo de crímenes por lo que la Corte Penal Internacional (CPI) ordenó la detención de varios comandantes de las fuerzas de ENL, entre ellos la de Mahmoud Mustafa Busayf al-Werfalli, de la brigada al-Saiqa, acusado de la ejecución de prisioneros, incluso por su propia mano. Un equipo de abogados presentó pruebas a la CPI donde se acusa a Haftar y sus fuerzas de crímenes de guerra y de lesa humanidad. Existen registros en las arengas de Haftar a su tropa en octubre de 2015, donde llama a no tomar prisioneros, no importa su edad, ni condición.

Una sucesión sangrienta
De confirmarse la desaparición física o política de Haftar se espera una sucesión conflictiva, ya que el viejo agente de la CIA solo confiaba en un círculo muy pequeño y cerrado, entre ellos sus hijos Khaled y Saddam, cada uno al mando de poderosos regimientos. Otro posible aspirante al poder es Awn al-Forjani, un alto jefe de la tribu de los al-Forjani, a la que pertenece los Haftar, aunque se cree que padece una grave enfermedad que lo sacaría de la carrera. Además, está el general Abdessalam al-Hassi, también miembro de la tribu, quién se desempeña como jefe de operaciones y quien, durante la invasión de 2011, fungió como oficial de enlace con la OTAN, lo que le podría haber generado excelentes contactos con occidente. En la pugna también hay que anotar al general Abdelrazak al-Nadouri, el militar de más alto rango después del mariscal. Es jefe de la región de Darna-Ben Jawad, que incluye la media luna de petróleo, por orden del propio Haftar dirige el asedio “asfixiante” a la ciudad portuaria de Darna desde hace meses, donde la falta de víveres, de nafta, medicinas y de atención médica, está poniendo en riesgo la vida de miles de personas. El último de los militares que podría aspiran es el Jefe del Estado Mayor de la Fuerza Aérea, Sakr al-Jarrouchi. Mientras el único civil anotado es Fadhel al-Dib, asesor político de Hafter y responsable de la reunión con Fayez al-Sarraj, por lo que podría contar con la bendición francesa.

Sin saber si está vivo o muerto el autodenominado Mariscal, la guerra por su sucesión ya está en marcha. El jefe del Estado Mayor del ejército libio oriental, el general Abdelrazak al-Nadouri, sufrió un atentado el miércoles 18 a las afueras de la ciudad de Benghazi. Un coche bomba estalló al paso de su caravana cuando se dirigía a una base militar en Marj. La explosión mató a varios miembros de su escolta e hirió a otros dos, aunque Nathouri salió ileso. Benghazi, fue reconquista por el ENL, en julio último, después de tres años de sitio y fuertes combates.

Por otra parte, de llegar a concretarse las elecciones, la desaparición de Haftar, pondría al hijo del Coronel Gadafi, Saif al-Islam, en una inmejorable posición para triunfar en la contienda aunque la pacificación del país es una cuestión mucho más que distante.

La muerte o desaparición forzada o consensuada de Haftar, más que un réquiem por él, llama a realizarlo por la propia Libia, que ya en el abismo, solo parece encontrar un camino: el de caer todavía en uno más profundo.

Guadi Calvo es escritor y periodista argentino. Analista Internacional especializado en África, Medio Oriente y Asia Central.
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Fuente: https://www.alainet.org/es/articulo/192390

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