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martes, 17 de diciembre de 2024

Más principios a la papelera: los socialistas gobiernan con la extrema derecha

El Parlamento Europeo ha dado por fin el visto bueno a la nueva Comisión que debe dirigir la política europea durante los próximos cinco años.

El trabajo sucio del Partido Popular de Núñez Feijóo y un nuevo cambio de principios de los socialistas que lidera Pedro Sánchez han dado como fruto que la extrema derecha se naturalice y forme parte ya del gobierno de la Unión Europea.

Por eso, aunque algunos medios dicen que Feijóo ha hecho el ridículo en Europa, yo creo que, en realidad, ha desarrollado una jugada maestra. En beneficio propio, eso sí, y sin tener en cuenta los intereses y el prestigio de España.

Los populares españoles vetaron a Teresa Ribera sabiendo que Von der Leyen no podría formar su Ejecutivo sin el apoyo de la mayoría del grupo socialista europeo que depende de los eurodiputados españoles; y, al mismo tiempo, que Pedro Sánchez no permitiría que su candidata a vicepresidenta quedara fuera de la Comisión. El resultado ha sido el fácilmente previsto: a cambio de que los populares europeos aceptaran a la española, los socialistas españoles daban su visto bueno para que formen parte de la Comisión Raffaele Fitto, del partido de extrema derecha de la italiana Giorgia Meloni, y Olivér Várhelyi, aliado del húngaro Viktor Orban. De este último ha dicho Donald Trump que «no hay nadie mejor, más inteligente o mejor líder (…) Es fantástico”.

Lo que perseguía el PP de Feijóo no era realmente que Ribera se cayera de la Comisión. No son tontos y sabían que no lo iban a conseguir. Buscaban despejar su espacio político en España haciendo ver que los pactos con la extrema derecha que necesita para gobernar están aceptados sin problemas en Europa, incluso por su principal rival, el PSOE.

La trascendencia de esta jugada y del paso que han dado los socialistas españoles se manifiesta en la división que han provocado entre los miembros de su propio grupo parlamentario: 25 han votado en contra y 18 se han abstenido.

Hasta hace unos días, los socialistas españoles mantenían que la alianza con la extrema derecha es un peligro para la democracia y han condenado al Partido Popular por gobernar con ella en diversas comunidades autónomas y ayuntamientos españoles. A partir de ahora, no podrán criticar los acuerdos entre el PP y Vox para gobernar. O, quién sabe, lo mismo vuelven a hacerlo, aunque ellos mismos gobiernen con la extrema derecha en Europa.

No critico por criticar, ni yo establecí el criterio que los socialistas han venido defendiendo y que ahora han tirado a la papelera. Han sido ellos mismos quienes han mostrado una vez más que sus principios morales son de quita y pon.

De hecho, yo creo que la expresión y la práctica del llamado «cordón sanitario» que se suele utilizar para dejar fuera de los pactos democráticos a la extrema derecha son desafortunadas. Creo que los acuerdos deben establecerse sobre cuestiones sustantivas y concretas y no sobre calificaciones apriorísticas. Si algo es bueno, justo y mejora las condiciones de vida de la mayoría de la sociedad, me parecería bien que se suscriba mediante pactos entre cualquier tipo de formación política. No creo en la descalificación por principio a la hora de llegar a acuerdos. Lo que me parece importante es su contenido, no entre quién se acuerda. De hecho, lo que yo critico a la extrema derecha es su totalitarismo, que actúe justamente así, condenando por principio y considerando enemigo a destruir a quien no comparte sus ideas o intereses. No puedo defender que otros hagan lo mismo.

Por esa razón, yo ni siquiera estaría en contra de que se llegue a pactos con la extrema derecha si lo que se pacta es, como digo, democrático, justo y beneficioso. Y hasta podría entender a quien defienda que, dada la forma en que funciona la Unión Europea, no hay otro tipo posible de gobernanza. Lo que no puedo entender es lo que vienen haciendo los socialistas españoles liderados por Pedro Sánchez: defender una cosa y su contraria como si fuesen lo mismo, cada vez que les conviene. No se puede decir que gobernar con la extrema derecha es malo si lo hace el otro y bueno si lo hace uno.

Yo creo que la gente puede entender y perdonar que un partido o gobierno no alcance los objetivos que se había propuesto. Lo que resulta inaceptable es la falta de coherencia y la traición a los principios que se dice defender.

jueves, 31 de julio de 2014

¿Por qué han matado (mataron) a Jean Jaurès?

Frente a la tentación sectaria y maximalista que lleva al antagonismo, el unificador del socialismo francés, asesinado hoy hace cien años, mostró la vía de una izquierda ilustrada, reformadora y responsable


La tarde en que lo mataron, Jean Jaurès pensaba que la guerra podía evitarse. Lo discutía con sus colegas, mientras cenaba en el Café de Croissant, cuando un cañón de revolver separó los visillos de la ventana y descerrajó dos balas en su cabeza. De eso hoy se cumplen 100 años. Había transcurrido un mes desde el crimen de Sarajevo y Europa entera rodaba hacia el precipicio. Con la oportuna dosis de cinismo que se precisa en ocasiones para absolverse ante la propia conciencia, sus clases rectoras pensaban que la guerra, inevitable ya, necesaria incluso, sería culpa de otros. Pero Jaurès, dispuesto hasta el último minuto a prevenir la debacle, tenía dos bazas que jugar todavía: la unidad del movimiento obrero europeo y el prestigio de su propia figura.

El gran pacifista, el orador insuperable, el unificador del socialismo francés, había denunciado durante años, sin encubrir la rapiña francesa en África, la glotonería imperialista de las potencias europeas. Se había opuesto —sin éxito— a la ampliación del servicio militar a tres años, adoptada por el Gobierno francés para emular al alemán. (Para la encabritada prensa nacionalista ya siempre sería Herr Jaurès). Tampoco había logrado de los demás líderes del movimiento socialista el compromiso explícito de convocar la huelga general de los obreros europeos en caso de guerra. Contaba con poder acordar una estrategia conjunta el 9 de agosto, fecha prevista para una gran reunión de la II Internacional en París. Podía ser tarde. El Zar había firmado el decreto de movilización general. Se precisaba un golpe de efecto y Jaurès tenía a su disposición la tribuna de L’Humanité, el diario que él mismo había fundado en 1904 para divulgar el socialismo democrático.

Aquella noche iba a escribir un largo artículo que sacudiera la opinión pública europea. No pudo. La portada del día siguiente no trajo su firma al pie de un nuevo y martilleante J’accuse, sino la noticia de su muerte a manos de un tal Raoul Villain, seguidor de Acción Francesa, el partido nacionalista de Charles Maurràs. Dijo el verdugo: “Si he cometido este acto es porque el señor Jaurès ha traicionado a su país con su campaña contra la ley de los tres años [de servicio militar]. Juzgo que hay que castigar a los traidores y que es posible entregar la propia vida por esa causa”.

Cualquier atentado contra la dignidad humana debe ser una causa del proletariado, creía Jaurès

No es preciso ser socialista para llorar hoy la muerte de Jaurès,...
Fuente JUAN CLAUDIO DE RAMÓN, El País.
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viernes, 28 de junio de 2013

150 aniversario del partido socialdemócrata alemán



Ver el articulo de Ángel Ferrero, aquí Fuente "Sin Permiso"


El SPD, el partido democrático más antiguo del mundo, cumple 150 años. Comenzó como un movimiento obrero, para convertirse en el partido que marcó el principio del Estado social alemán.

jueves, 26 de abril de 2012

Una victoria socialista en Francia no tendrá "efecto dominó" en Alemania


Los socialdemócratas alemanes piensan más en una gran coalición con Merkel, que en una alternativa de poder a la francesa

Prudencia en Berlín ante la primera vuelta de las presidenciales francesas: “la canciller mantiene su apoyo a Sarkozy”, dice su portavoz, pero trabajará con cualquier presidente, puntualiza. Contención también en el SPD. Alertan contra un apoyo a Sarkozy, del que dicen va a tener que echar carnaza a la extrema derecha de Le Pen para intentar remontar. Como precedente de la colaboración en esa carnaza mencionan la iniciativa conjunta de los ministros del interior, francés y alemán, para suspender hasta treinta días los acuerdos de Schengen en materia de control fronterizo. En la prensa, bastante crítica al mercurial Sarkozy. Las elecciones están siendo un referéndum contra él, se dice. “Prometió mucho presentándose como hombre del pueblo pero le hizo el juego a la casta parisina de poder”, observa el Suddeutsche Zeitung. Quizá el “insulso” y “aburrido” Hollande sea más pragmático y previsible. Por lo menos, “no estará tan subordinado a su propio ego”, se lee en el Financial Times Deutschland. El presidente francés lo tiene difícil en la segunda vuelta, auguran casi todos.

Una eventual caída de Sarkozy será, sin duda, una derrota para Merkel y su política fiscal en Europa. Puede incluso que la cobardía de los gobernantes meridionales más afectados por esa política, se haga más gallarda en Bruselas gracias al estímulo francés. Pero pensar que ese eventual cambio pueda llegar al extremo de provocar un “efecto dominó” en Alemania y precipitar una victoria socialdemócrata del SPD en las elecciones generales de otoño de 2013, es ir demasiado lejos. El SPD es otra parroquia. Está claramente a la derecha de Hollande y no busca una “mayoría de izquierdas”. Para hacerse con ella bastaría con abrirse a un tripartito con verdes y Die Linke cuya suma supera holgadamente cualquier coalición conservadora. Pero tal alianza, con el partido de Lafontaine, que es la variante alemana de lo que Melenchon representa en Francia, es tabú.

Si en Francia el parentesco entre Hollande y Melenchon es visto como algo natural, su traducción al alemán es anatema para lo que el semanario Freitag describe como “anticomunismo fundamental” del Estado alemán. Y hay que recordar que aquí la identidad política, incluida la de los partidos, se deriva mucho más de la fidelidad y el culto al Estado, cuyo sujeto es el “Staatsbürger” (el “ciudadano del Estado”), que de la sociedad, cuyo sujeto es el “citoyen”. A esa diferencia fundamental se suma otra.

Por tradición, el principal enemigo histórico del SPD es el partido comunista, y aunque Die Linke sea más bien un partido socialdemócrata, incluye componentes comunistoides que lo expulsan del establishment curtido en las primeras trincheras del anticomunismo occidental durante la guerra fría, algo desconocido en Francia, donde tanto los comunistas como la derecha gaullista participaron en la resistencia. En los últimos veinte años, el Partido Verde también se ha sumado a esa tradición de correcta obediencia. Hay algo más: el SPD ni quiere, ni puede explotar los errores de Merkel ¿Cuales son esos errores? Jakob Augstein un conocido analista local hace la lista.

La canciller, dice, “ha sido culpable de que la crisis salga mucho más cara, por haber dejado explosionar los costes de la quiebra griega, por haberse concentrado en el ahorro ignorando el crecimiento, lo que impone el látigo alemán de los ahorros como medicina insoportable y que todo lo empeora”. Con ello, Merkel, “reabre la cuestión alemana en términos del siglo XIX, en los que Alemania es vista como peligro para Europa”. Con todo esto se puede estar de acuerdo, o no, pero es clara materia para una oposición de izquierdas. El SPD no utiliza ese martillo. Su cuestionamiento de la euroreceta de Merkel es flojo y tangencial. La explicación está en sus líderes.

Son tres: Sigmar Gabriel, Peer Steinbruck y Frank-Walter Steinmeier, todos ellos ex ministros con Merkel, en su primer gobierno de gran coalición, y con responsabilidades en el gran recorte neoliberal alemán, la Agenda 2010, que efectuó el canciller Gerhard Schröder en 2003. La Agenda 2010 está directamente emparentada con la actual euroreceta, hasta el punto de que es citada como su precedente y modelo. Steinbrück fue ministro de finanzas en aquella época y abrió el país a los “hedge fonds”.

Con este liderazgo el SPD logró en 2009 los peores resultados de su historia, un 23%, de los que apenas remonta, pero no ha habido cambio, ni de dirigentes, ni de política. Y lo segundo no es posible sin cambiar lo primero. Todo sumado, aclara bien el misterio de por qué el SPD deja pasar, sin crítica ni batalla, los grandes temas sociales y financieros, alemanes y europeos que son el talón de Aquiles de Merkel. El resultado es que antes de dar la batalla, el SPD liderado por su triunvirato de perdedores, ya ha perdido.

“En la futura campaña electoral no se trata de ir contra la canciller Merkel”, dijo Gabriel, jefe del partido, en el último debate del SPD sobre las elecciones de 2013. “No se trata de luchar contra otros, sino en pro de una Alemania mejor”, añadió. Cuando el jefe de la oposición, dice que no se trata de criticar al líder rival en una campaña, quiere decir que el SPD busca un gobierno de coalición con Merkel, y, seguramente, liderado por Merkel, a tenor de la última encuesta electoral: CDU 35%, SPD 25%. Esta es otra parroquia. No tiene nada que ver con Francia. Un giro francés tendrá sin duda consecuencias, en Alemania y en Europa, pero no habrá efecto dominó que lleve al poder a la izquierda alemana.
Rafael Poch, La Vanguardia.
Fuente: http://www.lavanguardia.com/internacional/20120424/54285768913/victoria-socialista-francia-no-efecto-domino-alemania.html