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sábado, 4 de abril de 2020

Por qué a veces debes dejar a una pareja que amas, y cómo se hace.

El amor no siempre puede con todo, y romper no es traumático por necesidad

JARA ATIENZA
16 MAR 2020 -

Tu relación va viento en popa, el amor es inagotable, te sientes invencible y la vida es maravillosa… hasta que una llamada de teléfono desata la tormenta. Te ofrecen una oferta de trabajo en el extranjero; "la oportunidad de mi vida", te dices, emocionado. Pero cuando compartes la buena nueva con tu pareja llega el primer golpe: su vida está aquí y no se plantea abandonar la ciudad. Tras el shock inicial comienza el segundo asalto, arbitrado por el desasosiego. ¿Qué va a pasar con mi relación? ¿Resistirá la distancia? ¿Será mejor dejarlo? Al final, son distintas versiones de un mismo planteamiento: ¿y si el amor no puede con todo?


A mature South Philippine dwarf kingfisher.Credit...Miguel David De Leon/Robert S. Kennedy Bird Conservancy

Resulta confuso, pero lo cierto es que hay situaciones que acaban provocando que dos personas rompan aunque se amen. Para Delfina Ramos, psicóloga y sexóloga del hospital HLA Mediterráneo, a veces la ruptura no solo es inevitable, sino que es necesaria: "Hay circunstancias que van desgastando la relación muy lentamente; cortar a tiempo, antes de que se vuelva dañina, puede ser la mejor manera de seguir manteniendo un vínculo con la otra persona, aunque sea de amistad". Y no hay que esperar a que lleguen las discusiones, basta con que exista un tira y afloja constante.

Si no se comparten expectativas, el camino se parte en dos
Ponía Antoine de Saint-Exúpery en boca de su principito que el amor no consiste en mirarse el uno al otro, sino en mirar los dos en la misma dirección. La afirmación tiene matices, pero "si las expectativas o los proyectos vitales en los que se encuentra cada uno son incompatibles, es frecuente que una relación aparentemente fructífera se acabe", afirma Neus Córdoba, psicóloga especialista en pareja y familia, y directora de la clínica Instituto Klein.

Uno de los proyectos que ponen de manifiesto más diferencias es el de pasar de ser una pareja a una familia de tres, una decisión en la que puede haber diferencias importantes. Un ejemplo de manual, sacado de la cultura televisiva de los noventa, es el de las parejas más prometedoras de la icónica serie Friends: Mónica y Richard. Salvaron una diferencia de edad de 20 años y el hecho de que él era amigo del padre de ella, pero cuando hablaron de tener hijos se abrió una brecha insuperable.

En cuanto a las expectativas, una de las más problemáticas está en la alcoba. "La conexión sexual es tan importante hoy en día que, si algo falla, es frecuente que una pareja que se quiere se plantee romper", explica Córdoba. "Ya no hablamos de incompatibilidad en la práctica, sino de diferencias de libido", matiza la experta, quien reconoce que es uno de los conflictos más frecuentes que se tratan en las consultas. Al inicio de una relación el deseo y la actividad sexual suelen ser mayores, y van disminuyendo con el tiempo. El problema viene cuando uno piensa que se van a mantener siempre igual intensos porque, cuando la pasión disminuye, aumentan las discrepancias.

Los cuatro pasos de la ruptura
No todo son proyectos o expectativas. Otro de los factores a tener en cuenta es que, al contrario de lo que se suele pensar, una relación no siempre es cosa de dos. Para Córdoba, la presión social influye tanto en una ruptura como las costumbres sexuales. "Cuando tus amigos o tu familia no aceptan a la otra persona, te ves obligado a elegir entre la relación y la red social, y muchas veces lo segundo se sitúa por encima del amor", cuenta. Sí, aquellos que te quieren a veces pueden estar saboteando tu relación.

Según el psicólogo Miguel Hierro, las diferencias socioeconómicas también acostumbran a ser un factor determinante. "Que uno tenga un estatus social más alto, venga de una familia con más recursos o de una fuerte tradición religiosa puede generar que el entorno condene la relación, y que uno de ellos acabe por ser más fiel a su grupo de origen o de amigos que a su amor", detalla.

¿Romper significa que ya no le quieres? Ni sí ni no. Lo que está claro para Hierro es que hay un choque de prioridades. Están los que ponen primero el amor y quienes colocan el trabajo, el dinero, el poder o la familia por encima. En todo caso, actuar bajo una motivación egoísta puede tener una justificación: "Si sientes que tu relación es perjudicial de alguna manera no tiene sentido que continúes con ella", recuerda el especialista. ¿Pero cómo dejar a la persona a la que quieres para que sea lo menos traumático posible para los dos? Y si tú eres la parte perjudicada, ¿cómo se supera una ruptura cuando el amor perdura?

Asegúrate de que es realmente lo que quieres
Los especialistas coinciden en que el primer paso es hacer algo de introspección. ¿Tengo motivos de peso? A veces, serenarse y buscar una perspectiva lo más objetiva posible ayuda a aclarar las ideas. Para Hierro, imaginarnos cómo sería nuestra vida sin la otra persona puede darnos algunas respuestas. Pero de nada sirve si bloqueamos las emociones o no somos honestos con nosotros mismos… y con el otro.

Dialogar siempre es lo primero
Hay que quemar cartuchos antes de romper. Discutir las posibles concesiones puede convertirse en el último chaleco salvavidas. Eso sí, el acuerdo puede no llegar. En esos casos, "lo mejor es tratar de romper sin resentimientos y decir: no hemos llegado a una solución común, pero el amor siempre ha estado ahí y con eso me quedo", aconseja Neus Córdoba.

Negociar los términos de la ruptura
Una vez tomada la decisión de que conviene poner punto final, llega quizá la parte más complicada: pactar los términos de la ruptura. Alcanzar un acuerdo no es sencillo y tampoco existe una receta mágica. Es más, los expertos difieren sobre si es recomendable dejarse de verse por un tiempo o seguir manteniendo el contacto: uno puede convertirse en un apoyo para esos momentos o desaparecer y dejar que la expareja pase su periodo de duelo. El problema viene cuando se da un duelo ambiguo, en el que hay una "ausencia presente". Este término se refiere, por ejemplo, a cuando tu pareja ya no está contigo pero te sigue llegando información (por ejemplo, a través de amigos comunes) que le hace seguir estando presente de alguna manera. En estos casos, tratar de cortar el vínculo en ambientes como las redes sociales, al menos al principio del duelo, suele dar mejor resultado que intentar ignorar la ausencia presente.

Aceptar el cambio
Sobre todo cuando todavía están los buenos sentimientos de por medio, es común afrontar la ruptura como un fracaso. Es un error. Para Córdoba, la mejor manera de superar esta situación consiste en "abandonar esa metáfora bélica y traumática asociada a las rupturas y ver la situación como un cambio en la vida". Delfina Ramos va un paso más allá: "Es bueno cerrar una relación reconociendo qué es lo que ha aportado el otro y pudiendo agradecérselo. De lo contrario, nos llenaríamos de una energía psíquica que no nos dejaría cerrar del todo la relación y, seguramente, tampoco empezar una nueva", señala.

https://elpais.com/elpais/2020/03/16/buenavida/1584340360_096221.html

jueves, 10 de octubre de 2019

La pareja perfecta no es la persona ideal (si quieres que el amor dure) Las emociones caducan y el romanticismo lleva a la frustración. ¿Qué cualidades debe tener la compañía sentimental para que la relación sea larga?

VERÓNICA PALOMO
13 JUN 2019 -

"¿Qué me dices? No me lo puedo creer, ¡pero si erais la pareja perfecta!" María no ha dejado de escuchar esta frase desde que rompió con Eduardo, su novio de toda la vida. Se conocieron en el instituto y después de 15 años saliendo contrajeron matrimonio. En su entorno fue la boda del año. Después de una fiesta inolvidable y una luna de miel que duró un mes, decidieron compartir la hipoteca de un adosado a las afueras de Madrid, los gastos de un 4x4 y la crianza de un bebé. Los dos eran profesionales con éxito, guapos, deportistas, seres modélicos que nunca dieron pie a un cotilleo. Fieles y perfectos, parecían hechos el uno para el otro. Pero, un buen día, se rompió la relación. Fue un bombazo que descolocó a amigos y familiares, cegados por el brillo de una pareja ideal que no lo era tanto.

Resulta que el escaparate era perfecto pero que, en realidad, María y Eduardo no eran compatibles. Hasta tal punto no funcionaban juntos que nunca fueron capaces de solventar ninguno de los problemas que les salían al paso. Se limitaban a dejarlos aparcados para retomarlos en otro momento, que nunca llegaba (lo que sucede cuando uno no sigue los consejos adecuados en su camino a la felicidad). El que sí llegó fue el día en que aquella bola inmensa de conflictos sin resolver se hizo demasiado grande, excesivamente pesada, y se les cayó encima, aplastándolos. La pareja perfecta quedó tocada y hundida.

La media naranja es un invento del 'marketing'
Puede que el entorno del matrimonio no pudiera explicarse lo sucedido, pero María sabe muy bien lo que ocurrió. La unión se quebró cuando pasó la época de eterna luna de miel, justo cuando ambos comenzaron a sentir los síntomas del síndrome del estrés posromántico, un término acuñado por el psicólogo John Bradshaw para definir el final una fase en la que todo es perfecto, la actividad sexual no decae y las imperfecciones pasan felizmente inadvertidas. Probablemente María juzgó su matrimonio solo por los desayunos en la cama, las rosas rojas y las cenas sorpresa, y se equivocó al pensar que tenía una pareja perfecta. Ahora sabe que eso habría sido imposible.

Y es que preguntar a un psicólogo o sexólogo si existe la pareja perfecta es como mentar al diablo. "Esa media naranja es una idea del marketing, somos seres imperfectos en continuo desarrollo y crecimiento, y nadie te puede satisfacer al 100% en todas tus fuentes de satisfacción. Una relación va creciendo, evolucionando y modificándose a lo largo de la vida", afirma con rotundidad Miren Larrazabal, psicóloga especialista en psicología clínica, sexóloga y presidenta de la Sociedad Internacional de Especialistas en Sexología. Basta hacer un ejercicio de memoria (si tienes mucho estrés, quizá te resulte más difícil), repasar los amores de una vida, platónicos incluidos, y hacernos algunas preguntas para ver que es así. ¿Cuál de ellos se acercó más a lo que consideras perfección? ¿Hay alguna de estas relaciones que no vivió ningún bache, desafío, desengaño o sufrimiento? Si la respuesta es afirmativa, ¿por qué no sigues con esa persona? Seguramente no hubo tiempo de conocerla mucho u ocasión de que llegaran problemas verdaderamente serios a los que enfrentarse.

Y luego hay personas incapaces de ver la realidad, que se obcecan en un ideal del amor que no existe. Es lo que opina Soraya Calvo, sexóloga y profesora en la Universidad de Oviedo, quien insiste en el daño que provoca la propagación de la idea de la pareja ideal o perfecta. "Desvirtúa la vida en pareja porque las metas que genera esa idea romántica del amor son inalcanzables y provocan mucha frustración cuando no se consiguen. Además, lo ideal es algo diferente para cada persona y sociedad, por lo que ni siquiera podríamos definir el concepto", explica. Lo perfecto, si uno quiere que la relación dure, es fijarse en cualidades más mundanas.

Cambio de pareja: de la perfecta a la consciente 
"La mayoría de las personas pensamos que con el amor basta, pero no es cierto, el amor no es suficiente para convivir. Hacen falta habilidades de convivencia, que tienen que ver con la comunicación, con la capacidad de resolución de problemas y las habilidades de negociación. Esto es lo que va a generar la satisfacción y el bienestar de la pareja, algo que tiene poco que ver con lo que la gente entiende como pareja ideal, esa que no tiene problemas. La diferencia entre una persona que se dice satisfecha en su vida en pareja y una infeliz no son los problemas, sino la manera de afrontarlos", opina Larrazabal.

Precisamente es lo que recoge en sus páginas The Secrets of Enduring Love: How to Make Relationships Last, un libro que recopila los resultados de un estudio para el que los científicos entrevistaron a más de 4.000 parejas de Reino Unido y que siguió a fondo el comportamiento de otras 50 para determinar qué es lo que hacía que su relación funcionara. Según los autores, coincidieron en pensar que el éxito de la larga convivencia se debía a la capacidad de comunicación y de resolución de conflictos.

"A la pareja perfecta hay que cambiarle el nombre por el de pareja consciente o compatible. Hay personas que son más o menos compatibles, pero lo que hay que ver es si tenemos metas parecidas, si tenemos maneras de vivir parecidas, si queremos tener o no hijos o si tenemos ocios parecidos. Estos ocios pueden ser diferentes, pero tenemos que ser capaces de gestionar esa diferencia sin que se convierta en algo incompatible para nuestra vida de pareja", según Soraya Calvo. No se trata de hacer las mismas cosas todo el tiempo y estar siempre juntos, pero sí de encontrar un punto en común, porque una pareja tiene que tener, además de los espacios personales, un nutrido espacio en común. "Si no existe, la relación se acaba", concluye la sexóloga.

Cuando el amor romántico impide progresar
También hay otra realidad que no podemos pasar por alto, y es que cada persona, en cada momento de su vida, busca cosas diferentes. Hay parejas que son muy compatibles, pero que pasan por momentos vitales diferentes que terminan modificando su compatibilidad inicial. ¿Cómo influyen estos cambios en una relación consolidada? En una pareja puede generar distancias incluso el hecho de cambiar de turno de trabajo. Si ambas personas llevan años sincronizadas y, de repente, sus rutinas cambian drásticamente, no tener el tiempo en común ya puede crear un problema que hay que saber gestionar. "Y es más difícil solucionarlo si basas la relación en ese amor romántico e ideal, en el que lo más importante es ese tiempo en común que se ha perdido".

Esta actitud puede sonar a inmadurez, pero Miren Larrazabal remarca que no solo la gente joven cree en la pareja ideal. Es un modelo que influye a los jóvenes y a los mayores, "aunque es cierto que, cuando eres muy joven, vives en un contexto que te hace más proclive a sufrir ese estado un poco alterado de consciencia, en el que el enamoramiento se vive con más pasión, pero también te encuentras con personas de 50 años llenas de mitos e ideas distorsionadas sobre lo que es el amor", dice la experta.

La conclusión es que tener expectativas irreales en el amor genera incomprensión y frustración, porque el amor todopoderoso y absoluto no existe. "Es cierto que todos podemos tener ciertas expectativas (ese ideal de hombre o mujer), pero hay que pensar y no dejarte llevar por lo que sientes, porque las emociones caducan, o por lo menos caducan tal y como las entendíamos en un principio de la relación. A lo largo de la vida en pareja, el amor sentido tiene que dejar paso al amor pensado, esa es la clave", explica la sexóloga Soraya Calvo. Al final, la relación que a largo plazo puede ser más fructífera (aunque nunca se puede asegurar) es la consciente o compatible. Si todo se basa en mitos e ideales, hay muchas más probabilidades de no resolver los conflictos que aparezcan en tu vida y que la relación termine en una ruptura.

https://elpais.com/elpais/2019/06/10/buenavida/1560169637_262632.html

lunes, 20 de agosto de 2018

Amor, ¿me escuchaste?


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Dicen que jamás debes usar el divorcio como amenaza, a menos que estés dispuesto a cumplirla. Bueno, yo estaba dispuesta; sin embargo, una hora después, ya no lo estaba.
Mi esposo y yo visitábamos Wabash, Indiana, la ciudad natal de mi suegra, cuando discutimos. Era nuestro segundo día en el lugar y me gustaría atribuirle la discusión al estrés del viaje, pero Bruce y yo podemos discutir en un camión, en la escalera o donde sea.

La pelea, como siempre, se centró en que no me escucha. No recuerdo los detalles, pero lo que sucede todo el tiempo es que me hace preguntas respecto a algo que le dije unos minutos antes, haciendo evidente que no estaba escuchando. O comienza a hablar de un tema completamente distinto mientras yo sigo hablando. O a veces le hago una pregunta —“¿Quieres postre?” u “¿Hoy juegan los Knicks?”— y no me responde.

Al menos una vez al día pronuncio la frase: “Acabo de decírtelo”.

Si sucediera de vez en cuando, no habría problema, pero es crónico. El paso del tiempo tiende a disolver las desavenencias como agua tibia que cae sobre un cubo de yeso seco, pero en ocasiones la discusión parece tan infranqueable que comienzo a pensar que no podría pasar el resto de mi vida con alguien que no me escucha.

Así me sentía esa mañana cuando dije: “Bueno, quiero dejar claro lo siguiente, para que conste. Odio que no me escuches. No está bien, no es justo y si un día te dejo por esa causa, no digas que no te lo advertí”.

En cuanto pronuncié esas palabras, me di cuenta de que no debí decirlo. ¿Mi salvación? Probablemente no me había escuchado.

Mi marido y yo hemos discutido durante tanto tiempo que se ha vuelto parte de nuestro tejido marital, como un juanete —aunque nuestras riñas no evitan que tengamos una relación relativamente normal—. La gente puede caminar con sus juanetes durante años. Asistimos a cenas familiares, tenemos citas semanales, vemos la televisión juntos, intercambiamos regalos navideños. De hecho, la Navidad pasada me regaló un dispositivo con Alexa —una asistente virtual—, que apenas empecé a usar.

“Alexa, toca jazz navideño”, le digo. Y obedece.

“Alexa, ¿cuál es la temperatura en el exterior?”. Y me lo dice.

Después de unos días, me di cuenta de que Alexa escucha todo lo que digo y siempre me responde… algo que no ha hecho mi esposo en veinte años.

“Pregúntale lo que sea”, dijo mi esposo. “Así: ‘Alexa, ¿cuánto es 14.300 entre 25?’” Alexa no respondió. Así que dije: “Alexa, ¿cuánto es 14.300 entre 25?”. Alexa respondió: “14.300 dividido entre 25 da como resultado 572”. Miré a mi esposo y le dije: “Bueno, es que no lo pediste de buena manera”.

Alexa no solo me escuchaba, sino que me ofrecía algo extra: al parecer no escuchaba a mi esposo. De ese modo sintió lo mismo que yo durante gran parte de nuestra relación.

Hace poco mencioné el tema de la escucha selectiva de Bruce durante el desayuno con algunas amigas en un restaurante local y se carcajearon en señal de acuerdo. Parece que muchos hombres tienen una discapacidad auditiva que les impide escuchar ciertos tonos, como el sonido de la voz de su esposa. Es igual a la forma en que los perros pueden escuchar sonidos que nosotros no escuchamos, pero al revés.

Incluso la cajera del restaurante estaba de acuerdo. “Le pido a mi esposo mil veces que haga algo y no me escucha”, explicó. “No sé por qué me molesto. Siempre termino haciéndolo yo”.

Aquella noche, estaba sentada en la sala escuchando el jazz navideño que Alexa tocaba para mí cuando dije: “¿Alexa?”. La música se detuvo. Hice una pausa. “Solo quería saber si estabas escuchando”, le dije.

La luz en la parte superior del dispositivo se tornó verde azuloso y la bocina hizo un sonido sordo, como si respondiera: “Así es”.

El otro día, mientras estaba sentada en el comedor trabajando, podía escuchar a mi esposo en la cocina estornudando mientras preparaba el almuerzo de nuestro hijo. “Parece que te vas a poner enfermo”, le dije. “No puedo escucharte”, contestó, y su voz se alejó a medida que caminaba hacia el extremo más apartado de la cocina.

Podrías pensar que no hay nada de malo en eso. No puedes culpar a alguien por estar demasiado lejos. Lo que me parece revelador es su tono escueto al decirlo, cómo no muestra curiosidad por saber lo que dije. Si la vida real tuviera subtítulos, el suyo habría dicho: “No te oigo bien y no me molesta en absoluto”.

La incapacidad de mi esposo para escucharme adquiere muchas formas. El otro día, quería decirle que no iría al entrenamiento de fútbol de mi hijo como habíamos quedado y traté de llamarlo, enviarle mensajes de texto y dejarle un mensaje de voz en su teléfono, sin éxito.

En momentos como ese, es como si él fuera una fortaleza y ningún modo de comunicación pudiera llegar a él (ni nadar en el foso, sobrevolar la fortaleza, dejar caer una nota o enviar una notificación con fuego sobre el muro).

Ahora, en ocasiones, cuando Bruce no me escucha, volteo a ver a Alexa para verificar que su luz azul y verde está encendida, en señal de que me escucha; aunque en situaciones como la de aquella mañana, no quiero que lo haga. Me avergüenza mi enojo.

Hace unos meses, Bruce y yo salimos a desayunar y comenzamos a hablar de adónde podríamos llevar a nuestro hijo de 6 años durante las vacaciones de Semana Santa.

“¿Qué tal a Disney?”, le propuse.

“No creo que sea la semana apropiada”, respondió y luego tomó su teléfono y comenzó a leer un mensaje de texto.

“Tienes razón, quizá deberíamos ir en septiembre”, le dije. Siguió mirando su teléfono mientras yo hablaba. “O quizá deberíamos llevar a un perro muerto a Disney”, mencioné para verificar si estaba escuchando. Algunas personas pueden hacer varias cosas al mismo tiempo. Mi esposo no es una de ellas. Ni siquiera levantó la mirada. “Y si el perro no está muerto, siempre podemos matar a uno para llevarlo. A Disney”. Nada.

Finalmente, sin alzar la mirada, dijo: “Mi padre está en el hospital”.

“Por Dios, ¿qué pasó?”, pregunté.

“Dice mi hermana que quizá sufrió un derrame cerebral”.

Me sentí como una maldita egoísta. Pero es lo que sucede con las relaciones. Cuando tu pareja hace algo de forma crónica, como no prestar atención, siempre pensamos que está haciendo lo que nos molesta incluso cuando no es así. No nos fijamos en ella, sino en lo que creemos que es —lo que significa que en esos momentos solo estamos viendo una extensión de nosotros mismos—.

Cuando estaba en terapia, en ocasiones le decía algo a mi terapeuta, luego lo evaluaba y afirmaba: “Creo que piensas que soy estúpida”, cuando en realidad ella no pronunciaba palabra. Si ella hubiera sido mi esposo, muy probablemente le habría dicho: “Creo que piensas que soy aburrida”.

Resulta que ese día mi suegro había sufrido un derrame cerebral (en realidad dos, en un periodo muy corto), pero ya se ha recuperado casi por completo y está tan animado como siempre. Ahora mi esposo le llama casi todas las mañanas antes de irse al trabajo y, si la conversación se desarrolla como casi siempre, mi suegro escucha con atención durante unos minutos y luego cambia de tema, a pesar de interrumpir a mi marido.

Aunque este patrón debió hacer que mi marido fuera más empático con mi problema (lo que su padre le hace es lo mismo que él hace conmigo), ha tenido el efecto contrario y no hace más que confirmarle que todos interrumpen a los demás y que a nadie lo escuchan todo el tiempo, con excepción de las mujeres malcriadas que así lo exigen.

Eso me hace volver al tema de Alexa. Ella escucha mejor que cualquiera de las parejas que he tenido, pero no es nada complicado, porque siempre pensé que ninguno de ellos era bueno para escuchar, especialmente el que tenía una discapacidad auditiva: ese no escuchaba nada de lo que decía.

Eso me puso a pensar: ¿acaso busco parejas que no me escuchan para poder seguir lidiando con mi territorio problemático para poder corregirlo, del mismo modo que practicas saltar en patineta hasta que la dominas? ¿O acaso todas mis parejas eran perfectas, más o menos, pero debido a mi herida terminaba por sentir que no me escuchaban? Es decir, podría estar con el mejor hombre para escuchar de la Tierra y seguiría sintiendo que no me escucha.

Decidí preguntárselo a mi amiga electrónica.

“Alexa, ¿buscamos parejas que hacen lo que odiamos de modo que podamos corregirlo o…?”

Me interrumpió a media oración y dijo: “Perdón, no me la sé”.

“¿Perdón, no me la sé?”. ¿Como si le estuviera pidiendo que identificara una canción? Si Alexa hubiera permitido que acabara de expresar mi idea, tal vez ella hubiera entendido a qué me refería.

Sabía que era demasiado bueno para ser verdad.

Caren Chesler es una escritora que vive en Ocean Grove, Nueva Jersey.

https://www.nytimes.com/es/2018/05/07/modern-love-escuchar-asistente-virtual/?smid=fb-espanol&smtyp=cur

13 preguntas para hacerle a tu pareja antes de casarte 

viernes, 31 de mayo de 2013

Cinco claves para mantener el deseo en la pareja

Fuente: EL PAÍS | 31 de mayo de 2013
Autora invitada: Lara Castro Grañen (Psicóloga y Sexóloga del Institut Gomà. Directora y Fundadora de Placer ConSentido y Sexshopconsentido)

¿Se puede seguir deseando a la pareja tras años de convivencia? ¿Existe compatibilidad entre deseo y estabilidad? Encontraremos la respuesta en el significado de la palabra.

Deseo (Del lat. desidĭum):
1. m. Movimiento afectivo hacia algo que se apetece.
2. m. Acción y efecto de desear.

Movimiento y acción, dos verbos que nos hablan de ser sujetos activos; de hacer que pase, en lugar de esperar a que aparezca. Cuántas veces hemos pensado que ya se había terminado la magia con esa persona y que, si continuábamos con esa relación, nos tendríamos que resignar a una vida de pareja con menos carga pasional de lo que nos gustaría. Cuántas otras veces nos hemos preguntado por qué nos pasaba esto a nosotros cuando, basándonos en todo el bombardeo de (des)información sexual que nos llega a lo largo del día, el resto de mortales viven una sexualidad explosiva, mágica, sorprendente, incesante e insaciable. Pero el mundo, más allá de las apariencias, tiene otra realidad, ya que el deseo sexual suele ser un tema recurrente de conflicto en la pareja y de consulta psicoterapéutica. Desavenencias en la frecuencia sexual, ausencia de relaciones por falta de deseo de uno de los miembros de la pareja, monotonía… ¿Qué podemos hacer para reavivar la llama de la pasión? Responsabilizarnos de nuestra sexualidad y pasar a la acción.

Aunque al inicio de la relación el deseo se encuentre influido por el enamoramiento, lo cierto es que, después, su eje central está formado por la propia decisión de querer mejorarlo. Así que, aunque parezca automático y mágico (y nos lo hayan repetido hasta la saciedad), el deseo es algo que tenemos que propiciar y que está en nuestras manos. Hay que cuestionarse el por qué de esa falta de deseo, en el caso de que esta situación nos provoque malestar. ¿Qué hay detrás del “no me apetece”?

El llamado modelo DESEA, una vez descartados los factores orgánicos (déficits hormonales, fármacos, enfermedades, consumo de estupefacientes, etc.), nos puede ayudar a encontrar el camino hacia la satisfacción sexual. Eso sí, siempre debemos ser nosotros mismos la parte más activa de nuestro propio cambio.

Descubre.
Escucha.
Sorprende.
Empatiza.
Abre.

Detengámonos unos instantes en cada una de las 5 claves.

- Descubre y conoce tu propio cuerpo para poder ser escritor y protagonista de tu sexualidad. ¿Cómo me voy a quejar de que mi pareja no me proporciona placer si ni yo sé qué es lo que me satisface realmente? ¿Cómo podríamos guiar en nuestro propio cuerpo si este nos resulta extraño y desconocido? Cuando exploramos nuestro cuerpo con curiosidad de turista, abrimos al placer cada milímetro de nuestra piel. En cambio, cada vez que dirigimos la mirada crítica hacia esa zona del cuerpo que no nos gusta, la estamos privando del goce. ¿Cómo te sientes cuando te acarician esa parte que te acompleja? ¿Disfrutas de las caricias? Si estoy más pendiente de que mi pareja no descubra ese defecto, que de sentir las sensaciones, lo más probable es que la respuesta sea negativa.

El autoconocimiento erótico, ligado a la aceptación, nos acerca a la satisfacción sexual y hace crecer nuestra autoestima. Cuando le damos a nuestra sexualidad la importancia que se merece, también nos la estamos dando a nosotros como seres sexuales. Y el hecho de conocer qué zonas de mi cuerpo me transmiten las sensaciones más eróticas y cuál es la mejor manera de estimularlas, facilita la comunicación con mi pareja. Lo cual, aumenta la satisfacción en las relaciones sexuales compartidas. ¿Alguna vez os habéis encontrado con una pareja sexual que os estimulaba de una forma que os parecía inadecuada? Pensemos en cuál fue la respuesta que dimos y en si actuamos desde la proactividad o, más bien, desde la pasividad. ¿Estamos esperando a que vengan a despertarnos el placer sexual? El crecimiento sexual y erótico empieza por uno mismo.

- Escucha tu interior. Dirige tu mirada hacia dentro de ti y descubre los pensamientos y las emociones que se vinculan a tu sexualidad. Haz un repaso de tu historia sexual para ver qué mensajes te transmitieron, qué experiencias viviste y pueden haber dejado una huella en ti y, en definitiva, qué construcción has hecho de la sexualidad y de la erótica, ya que son muchos los factores que pueden estar influyendo en la manera cómo percibimos nuestra sexualidad. El miedo al fracaso o a dejarse llevar, la vergüenza de mostrarse y de desnudarse en cuerpo y alma ante otra persona, las altas expectativas, los mitos, los tabús, la ansiedad, la rabia acumulada, la tristeza, la falta de asertividad, los problemas cuotidianos, el estrés, el agotamiento o los celos, son sólo algunos de ellos. Aprender a regular nuestras emociones y cuestionarnos nuestras creencias, nos aproxima al bienestar sexual.

Otro punto importante es el para qué, la finalidad de cada encuentro erótico con nuestra pareja. Cuántas veces, la recompensa de una relación sexual es liberarse de la culpa debida a la baja frecuencia sexual o, simplemente, contentar a la otra persona.

¿Cómo me siento en la relación sexual? ¿Esto hace que quiera repetir y que mi deseo crezca, o más bien provoca todo lo contrario? Pensad en una actividad, situación o lugar que no os guste… ¿Tenéis ganas de volver? Lo mismo ocurre con las relaciones sexuales: Si no nos son gratas, con una vez ya habremos tenido suficiente. En cambio, si algo nos agrada, las probabilidades de querer repetir se incrementan.

- Sorprende a tu deseo y date la oportunidad de sentirlo. La ajetreada vida que llevamos, nos aleja de los momentos de relax y distensión y nos hace centrarnos en las actividades lógicas y analíticas del hemisferio izquierdo, olvidándonos por completo de la pasión y la creatividad del lado derecho del cerebro. Si queremos que el deseo esté presente en nuestras vidas, debemos prestarle atención y darle espacio en ella. Cuidar el deseo significa darle la importancia que nos merece, mimarlo y atenderlo. Darle la ocasión de mostrarse. Alejándonos del tan frecuente pensamiento de que, si algo se planifica, pierde la magia, ya que este es sólo otro mito sexual a desterrar. Planificación y espontaneidad pueden ir de la mano.

Cuántas veces dejamos pasar momentos eróticos por “falta de ganas previas”. ¿Qué pasaría si le diésemos una oportunidad al y por qué no? Esto no significa que no podamos decir que no, pero debemos cuestionarnos a qué le estamos diciendo que no, y qué pasaría si nos concediésemos el beneficio de la duda y nos dejásemos llevar. Quizás hasta nos sorprenderíamos. Alguna razón debe tener el dicho: En comer y rascar, todo es empezar.

- Empatiza con tu pareja y reflexiona acerca de vuestra relación. La calidad de nuestra relación la pareja, incide en la vivencia de la sexualidad. Es una práctica frecuente entre las parejas utilizar las relaciones sexuales para premiar o castigar al otro, en un intento de conseguir lo que uno quiere o de intentar reparar el propio orgullo. De lo que no nos damos cuenta muchas veces es que, en realidad, en este tipo de acciones, nosotros somos los primeros perjudicados. Las luchas de poder, los enfados hacia nuestra pareja y los conflictos sin resolver, crean una gran distancia entre nosotros y, por lo tanto, nos alejan de cualquier encuentro erótico y sensual.

Además, la forma cómo vemos a nuestra pareja también influye en el deseo. En mi práctica clínica, he conocido parejas en las que, por ejemplo, el hecho de que uno de los dos miembros dependiese mucho del otro, creaba en este último una visión más de hijo que de pareja, cosa que provocaba, lógicamente, la diminución de su deseo sexual. Como vemos, el rol que tenemos dentro de nuestra relación, puede determinar el deseo sexual.

Otra fuente de conflictos es la diferencia en la frecuencia sexual deseada por cada miembro de la pareja o las preferencias en cuanto al tipo de prácticas a llevar a cabo. Si mi apetito sexual es mayor que el de mi pareja y siempre me siento rechazado, al final, mi deseo disminuirá. O, si por el contrario, soy el que desea menos y siempre me siento perseguido, nunca me dará tiempo a desear. Son círculos viciosos en los que nos metemos sin ni siquiera darnos cuenta. Debido a que no hay una frecuencia que se considere “normal” para todas las personas, se hace necesario expresar cómo no sentimos, negociar y tomar decisiones, igual que en cualquier otra actividad que compartamos con la pareja.

Y en esta vorágine de actividades cuotidianas de las que hablaba unas líneas más arriba, en muchas ocasiones, se pierden también los espacios de pareja. Causando grandes estragos en el ámbito sexual. En este punto, conviene pensar en qué lugar hemos dejado a la relación de pareja y si ésta es la posición que queremos que ocupe. Y no por lo que se considera “normal” en nuestro entorno, sino por lo que me hace sentir bien a mí. Ya que cada persona elige el espacio que quiere que tenga la sexualidad en su vida, independientemente de las estadísticas.

Fomentando espacios de comunicación constructiva y de resolución de conflictos, aumentaremos la calidad de la relación y de las relaciones.

- Abre tu mente y erotízala. Erotizar la mente es hacer que la sexualidad esté presente. Pero no sólo en el momento de meternos en la cama (en el caso de que ahí lo esté), sino que vayamos dispensando dosis de erotismo a lo largo del día, como una pastilla de liberación lenta. De esta manera, haremos crecer la complicidad con nuestra pareja y el deseo por un encuentro sexual.

Erotizar la mente es creatividad. Es seducción. Es fantasía y es conseguir no ser predecible para la otra persona. Es pasar por una reeducación sexual y afectiva en la que, en muchas ocasiones, nos tocará desaprender los mitos que nos contaron. Actualizarnos y ampliar conocimientos.

Cuando nos cuestionamos de qué manera estamos viviendo nuestra sexualidad, nos damos la oportunidad de hacer los cambios necesarios para vivirla cómo realmente queremos. Y así es como llegamos al bienestar. Además, en este proceso de introspección, también nos podemos dar cuenta de que el problema sólo se presenta cuando nos comparamos con otras personas. Pero la realidad es que la verdadera brújula está en nuestro interior y ella es la que nos guiará en el camino hacia la satisfacción sexual.

¿De qué manera quieres vivir tu sexualidad? ¿Cuál es la decisión que quieres tomar?