Mostrando entradas con la etiqueta crecer. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta crecer. Mostrar todas las entradas

lunes, 1 de agosto de 2022

La mariposa de Austin. Evaluar con el corazón.

Al terminar una conferencia que impartí hace unos días en un Master de Educación Emocional organizado por la Fundación Liderazgo Chile, intervino uno de los asistentes para expresar su opinión sobre lo que había sido para él mi intervención. (La conferencia tenía el titulo de uno de mis últimos libros: “Evaluar con el corazón”). Hizo hincapié en lo que había aprendido y, al final, hizo una interesante aportación de la que hablaré seguidamente.

Expliqué entre muchas otras cosas, que la evaluación debe ser educativa, no solo porque se refiere a cuestiones relacionadas con la educación sino porque educa a quien la hace y a quien la recibe. Una evaluación que empodere a los alumnos y a las alumnas, haciéndoles protagonistas del proceso. Una evaluación que tenga en cuenta a cada persona en su singularidad y que esté despojada de autoritarismo y de crueldad. Una evaluación que ayude a comprender, a dialogar, a mejorar, a crecer. En definitiva, una evaluación hecha con el corazón.

Conté durante la conferencia la historia de la “Niña de las oes” que, hace algunos años, publiqué en mi libro “La casa de los mil espejos y otros relatos para la educación inicial”. Una profesora chilena le pide a la directora de la escuela que trate de corregir a una alumna que tiene su cuaderno desordenado y poco limpio. No sabe qué hacer con ella. La directora acude a la clase, le pide su cuaderno a la niña, va pasando las hojas en silencio hasta que llega a una página en la que ve una letra “o” perfecta, con su rabito en la parte superior. Le pregunta a la niña quién la ha hecho y, con orgullo, dice que la ha hecho ella. La felicita por la letra tan perfecta y se va. Por la tarde, le dicen que una niña la está esperando en la puerta y que, a pesar de haberle dicho que está en una reunión, no quiere irse para casa sin verla. La directora sale y ve a la niña de la mañana en la puerta con su cuaderno.

¿Querías verme? ¿No querías irte a casa sin hablar conmigo? ¿Qué es eso tan importante que quieres decirme? Quiero que vea esto, dice la niña, mientras le muestra el cuaderno lleno de oes. Si la directora, al ver el cuaderno, le dice a la niña que la presentación de los trabajos que hace daña la vista, que su maestra está desesperada con ella, que es un desastre completo y que no puede seguir así sin recibir un buen castigo, se habría ido a casa entristecida, desanimada y acomplejada. Pero esa directora, con alma de educadora, ve por dónde puede animarla, cómo puede ayudarla, cómo puede motivarla.

Agradezco a Manuel Navarrete que, si no recuerdo mal, era el nombre del interviniente, que me recordase otra historia que conocí hace años, que tenía olvidada y que ahora quiero compartir con mis lectores y lectoras. Se trata de “La mariposa de Austin”.

La historia se recoge en un vídeo en el que un maestro cuenta y enseña a unos alumnos de segundo grado, siete años, el proyecto de una mariposa que los alumnos y alumnas de primer grado, entre ellos Austin, tienen que dibujar en clase.

Austin es un chico norteamericano que cursa primer grado, seis años, en un pueblo llamado Boise perteneciente al estado de Idaho. En su clase, él y sus compañeros estudian las mariposas y por eso deben realizar un proyecto sobre ellas. El proyecto consiste en dibujar desde una perspectiva científica una mariposa a partir del modelo de una fotografía. Concretamente, la mariposa que debe dibujar Austin responde a la especie de “mariposa tigre”, porque tiene en las alas unas rayas parecidas a las de la piel del depredador.

En su primer intento, Austin no acierta del todo con su dibujo y está lejos de aproximarse a la fotografía. Su maestro reconoce que no está mal, pero todavía no se acerca a la mariposa de la fotografía. Aún así la respuesta es: “Austin, buen comienzo”. Para poder mejorarla, Austin se servirá de las críticas y aportaciones de sus compañeros de clase. Son sus compañeros los que le dicen lo que deberá mejorar de cara a su segundo modelo de mariposa.

Austin mejora en su segundo modelo de la mariposa, a partir de las sugerencias de sus compañeros y compañeras. El maestro comenta y valora positivamente que Austin haya sido capaz de escuchar las aportaciones de sus colegas de clase y de llevarlas a la práctica. Pero, aunque el dibujo ha mejorado respecto al primero, todavía no es perfecto, no ha conseguido la excelencia.

Austin deberá realizar un tercer modelo de la mariposa. Y su tercer dibujo aún presenta aspectos mejorables, como así le indican sus compañeros. Ellos son los que de la forma más detallada posible intentan que Austin mejore su dibujo de la mariposa.

El cuarto dibujo supone realmente una grata sorpresa para sus compañeros. Ahora que Austin ha realizado un dibujo realmente parecido a la fotografía tras escuchar a sus compañeros, está preparado para dibujarlo.

Su dibujo final es realmente asombroso y su parecido con la mariposa muy acertado. Finalmente, Austin ha conseguido un dibujo extraordinario, un dibujo que raya la excelencia porque, como su maestro bien indica, ha sido capaz de enfocarlo con una perspectiva científica, con la mirada de un científico

Hay varias cuestiones interesantes en esta historia. Aunque el primer trabajo de Austin es claramente imperfecto, el maestro le dice: “Buen comienzo, Austin”, lo cual significa que valora el esfuerzo y el interés del alumno. Pero no se queda ahí. Sugiere un camino para que pueda superar lo que ha hecho en el primer dibujo. Lejos de desanimarlo, le pone en el camino de la mejora. No le regala la felicitación porque, realmente, Austin ha hecho un esfuerzo.

La segunda lección es cómo consigue el profesor esa ayuda que Austin necesita. Los compañeros y las compañeras le dicen cómo puede mejorar: el tamaño de las alas, la longitud de las antenas…

Y Austin lo intenta de nuevo. Mejora, pero su dibujo de la mariposa todavía se encuentra alejado del modelo. El maestro pregunta a los alumnos qué es lo que le falta al dibujo de Austin para que sea mejor. Los niños y las niñas observan uno y otro y le van diciendo lo que tiene que corregir. Ahora le dicen que dibuje las rayas que aparecen en las dos alas.

El espíritu de superación que invade a Austin se alimenta de la confianza en él que muestran el profesor y los compañeros. Lo intenta una y otra vez y va consiguiendo mejorar el trabajo.

Hasta cinco repeticiones realiza el niño. La última está relacionada con el color. Después de cada ensayo es felicitado por el profesor y ayudado por sus compañeros. Ellos se lo dicen claramente: ahora ya lo puedes pintar. Cuando ven el resultado final, aplauden admirados. Han ayudado a su compañero a alcanzar el éxito. Y han vivido con ilusión la alegría de ver que el compañero, mediante su deseo de superación, ha conseguido realizar bien el trabajo.

La consecución del objetivo muestra otra actitud positiva, que es la de dar por bueno lo que se ha conseguido, como sucede con Austin. Digo esto porque el perfeccionismo nos lleva a considerar que no se puede llegar nunca a un trabajo plenamente satisfactorio. He conocido a profesores que dicen que el diez es para Dios, el nueve para el profesor y, a partir de ahí, ya se puede asignar la calificación a los alumnos y alumnas. Ellos nunca lo pueden hacer perfectamente.

Hay que combinar la felicitación por lo que está bien realizado con el estímulo de la mejora. Un estímulo que puede proceder del propio alumno, de su profesor o, como hemos visto en este caso, de los compañeros y compañeras de quien aprende. El esfuerzo atraviesa todo el proceso, hasta conseguir el logro deseado. Reflexionar y comprender juntos para que mejore cada uno. La evaluación es un proceso de dialogo, comprensión y mejora.

https://flich.org/la-mariposa-de-austin-columna-escrita-por-miguel-angel-santos-guerra/ 

viernes, 22 de junio de 2018

La mejor extraescolar para los niños es el juego libre, Alicia Banderas. Psicóloga clínica y educativa.

Alicia Banderas
La psicóloga clínica Alicia Banderas lleva más de 20 años trabajando con niños y adolescentes en proyectos de educación. Su contribución a la divulgación de la psicología en la sociedad ha sido reconocida durante tres ediciones consecutivas por el Colegio Oficial de Psicólogos de Madrid con galardones como el Premio de Periodismo de Televisión. Autora de los libros, “Pequeños tiranos”, “Hijos felices” y “Niños sobreestimulados”, Banderas apuesta por respetar el ritmo de aprendizaje de los niños frente al exceso de actividades extraescolares. La psicóloga describe una generación de familias estresadas que intentan que sus hijos no se queden atrás en una competición por ser mejores y defiende los momentos de juego y ocio en familia como un estupendo vehículo para la educación en valores. “En consulta, antes los niños me decían que querían que sus padres pasaran más tiempo en casa. Ahora son ellos quienes piden estar más en casa y no en tantas extraescolares”, concluye.

Alicia Banderas. Me gustaría compartir con vosotros una parte del poema de Kahlil Gibran, que dice: “Tus hijos no son tus hijos. Son hijos de la vida, deseosa de sí misma. No vienen de ti, sino a través de ti, y aunque estén contigo, no te pertenecen”.
Mónica Morales. Mi nombre es Mónica y soy madre de una niña de nueve años. Antes de nada, quería darte la enhorabuena por tu estado embarazo.
Alicia Banderas. Muchísimas gracias, Mónica. Encantada de compartir esta charla contigo. La verdad es que estoy muy ilusionada con la llegada de mi segunda hija.
Mónica Morales. Yo he observado que ahora los padres tenemos como una carrera de competición para que nuestros hijos sean mejores o que estén más dotados. Entonces, empezamos ya en el embarazo a escuchar una música determinada, o casi nada más nacer ya les estamos leyendo cuentos para que adquieran determinados conocimientos. ¿Cómo lo ves tú y qué dice la ciencia al respecto?

Alicia Banderas. Yo considero que ha habido un cambio social muy importante. Cuando preguntaba antes a los padres qué querían para sus hijos, siempre me decían: “Que fueran felices”. Y ahora, precisamente, lo que tú me estás diciendo. Yo lo que empiezo a notar es que los padres quieren que sus hijos sean más brillantes, adquieran mayores habilidades, mayores capacidades, casi como esos superniños. A lo mejor no íbamos tanto a la carrera de la vida, que es “preparados, listos, ¡ya!”, y a ver dónde llegamos. ¿Dónde llegamos? A ninguna parte, al éxito. ¿Qué queremos para nuestros hijos? ¿Cómo lo viviste tú?

Mónica Morales. Lo viví intensamente. Pero sí que es verdad que yo dediqué mucho tiempo o me daba cuenta de que era muy importante para mí el contacto con mi hija piel con piel, el poder entender, por su forma de llorar, en qué estaba, si era un llanto de hambre o un llanto de sueño y ver lo fácil que me resultó eso.

Alicia Banderas. Te miras, te anticipas a lo que quiere, tienes esa conexión. Es un intercambio armonioso, porque eso va a ser la antesala del vínculo emocional, de lo que va a ser luego el apego. Entonces, Winnicott decía: “Hay una preocupación maternal primaria, que es ese estado mental que te hace conectar con tu bebé”. ¿Qué está ocurriendo ahora? Que con el uso masivo de los dispositivos electrónicos, una tablet, incluso de estar mirando WhatsApp mientras estás dando de mamar al hijo, puede ser un elemento disruptor, porque ya pasa por una tríada. Ya no estás conectando de esa manera con tu bebé. Siempre hablo de un uso, lógicamente, masivo y excesivo. Pero sería muy importante que tuviéramos en cuenta este tipo de reflexiones para el posterior desarrollo de nuestros hijos. También, ¿qué crees que sería lo más importante para estimular a un bebé en ese primer año?

Mónica Morales. Lo que a mí me sirvió… Yo estuve un año entero con Nora, con mi hija, y lo que me sirvió mucho era estar con ella y descubrir un poco el mundo a través de ella también. Me acuerdo que íbamos al parque y se fijaba mucho en los árboles. Entonces, a mí me gustaba ver que ella disfrutaba de eso y también me quedaba yo mirando.

Alicia Banderas. Pero fíjate, tú lo has dicho. Es que los niños, al final, lo que más necesitan ese primer año es el desarrollo de sus sentidos. De hecho, es la parte principal de su desarrollo. Entonces, empiezan por experimentar las sensaciones. Empiezan el descubrimiento de todos los sentidos: el olfato, los niños siempre intentan explorar y tocar las cosas, llevárselas a la boca y chupar. Porque primero van las sensaciones, luego va la percepción, y luego va la cognición. Es decir, el pensamiento, la interpretación de todo lo que pasa. Y solo es a través de los sentidos cuando el niño puede organizar sus experiencias vitales. Entonces, decimos: ¿Para qué introducir más elementos si los niños lo que necesitan es ese contacto para poder aprender? Yo siempre digo que los niños siempre prefieren una figura humana. Se han muchas investigaciones de la técnica de ausencia de expresión. Es estar delante de un bebé y resultar con una expresión impávida, sin hacer nada. El bebé se enfurece, el bebé quiere llamar la atención, quiere esa interacción, ¿no?

Alicia Banderas. Entonces, para que veamos y podamos reflexionar sobre esas preferencias que tienen ellos. Y es ahí donde empieza a generarse el aprendizaje. Es decir, necesitan esa estimulación. A veces un paseo, el contacto con la arena, ya es suficiente en ese primer año de vida. Luego ya podemos ir introduciendo, por ejemplo, los cuentos. Es decir, los cuentos, ¿qué ocurre? Que la palabra te permite la representación de traducir los pensamientos y los sentimientos de tus hijos. Te permite interaccionar con él y, sobre todo, leer un cuento respeta el ritmo y las reacciones de tu hijo. Sin embargo, si les exponemos a pantallas desde muy temprano, una pantalla, una imagen no está respetando ese ritmo, no reacciona ante el niño. El niño no te puede preguntar: “¿Y la bruja es mala? ¿Dónde va a ir?”. Es decir, en ese intercambio, si pudiéramos fomentar ese intercambio humano favorecería muchísimo el aprendizaje de los niños. Yo siempre digo: “¿Qué te diría tu hijo de diez meses?”. ¿Qué te diría, Mónica, tu hija de diez meses? ¿Qué crees que te pediría si pudiese hablar?

Mónica Morales. Que la coja en brazos y le dé un abrazo, algo así. “¡Mamá!”.
El cerebro de los niños no es una esponja. En ocasiones, están sometidos a una estimulación antes de que su cerebro esté preparado

Alicia Banderas. Claro, eso es. Es decir, te diría:
“Bésame mucho, quiéreme. Sostenme en esos brazos firmes que me dan seguridad”.

A su papá le diría:
“Hazme cosquillitas con esa barba. Sostenme en mi queja. Yo te regalo esta sonrisa, tú me regalas la otra. Dime cuántas veces te quiero y te amo”.

Esa es la estimulación suficiente, es la base de la seguridad para que luego tú puedas desarrollarte en la vida habiendo desarrollado ciertas competencias emocionales.

Mónica Morales. Y, Alicia, esto que hablas tú de los niños sobreestimulados me interesa porque me preocupa que estemos metiéndoles más de lo que pueden. Y también esa expresión que se utiliza tanto de que el cerebro infantil es como una esponja que lo absorbe todo. ¿Tú cómo lo ves? ¿Qué opinas acerca de esto?

Alicia Banderas. Bueno, primero, es verdad que me encantaría desvincular el hecho de que el cerebro del niño es una esponja. A ver, el cerebro de los niños no es ninguna esponja. De hecho, hasta la esponja no puede absorber más líquido que el que su propia capacidad le permita. Incluso con el excesivo uso se desbordan y se degradan. Y eso es lo que puede pasar en el cerebro de los niños. ¿Qué son o a qué llamo “niños sobreestimulados”?
Son aquellos niños a los que sometemos a una excesiva estimulación incluso antes de que su cerebro esté preparado, de forma precoz y temprana Y, al final, lo que generamos en ellos es un bloqueo y un estrés en su aprendizaje

Y también, a veces, les apuntamos a excesivas clases extraescolares que ni siquiera han elegido o desean. Entonces eso, al final, también crea una desmotivación. Muchas veces me dicen algunas madres y padres en consulta: “Es que a mi hijo no le gusta nada. Tiene 12 años, tiene 14, y no siente pasión por nada”.
Si nosotros le hemos sometido, hemos decidido por ellos, no hemos mirado a través de ellos para elegir, por ejemplo, una actividad, no hemos visto qué se le da bien, dónde podría sentir esa autorrealización, pues difícilmente en la adolescencia habrá construido o desarrollado la pasión por algo. Y es tan importante el hecho de sentir que algo te gusta, se te da bien, para luego sentir esa autorrealización.

Alicia Banderas. Por ejemplo, el equipo de expertos sobre investigación de neuroplasticidad y aprendizaje de la Universidad de Granada, con la psicobióloga al frente de esa coordinación que es Milagros Gallo, afirma que el entrenamiento en tareas demasiado complejas a las que sometemos a un sistema cerebral antes de que ese sistema cerebral pueda llevarlas a cabo, puede producir deficiencias permanentes en su aprendizaje. Es decir, se aprende peor si utilizamos tareas muy complejas. Porque, ¿qué ocurre?
Que, al final, tenemos ese bloqueo, esa saturación y ese estrés que no permite desarrollar aprendizaje.

¿Cómo aprendemos mejor?
A través de emociones positivas: de la alegría, de la satisfacción, de la autorrealización, que decíamos. Entonces, debemos cuidar el cerebro de los niños. Porque lo podemos herir.

Mónica Morales. ¿Cómo hacemos con eso?
Porque todo el mundo les apunta pronto a todo. Entonces, es como el miedo a que si yo no le apunto se va a quedar atrás, ¿no? ¿Qué podemos hacer?
Alicia Banderas. Sí, hay una presión social.
Mónica Morales. Sí.

Alicia Banderas. Y ocurre también mucho en padres y madres primerizos. Porque, además, tú quieres dar lo mejor para tus hijos. Yo siempre digo que hay que respetar el ritmo de aprendizaje de los niños. Es decir, que cuando tú eliges una extraescolar, yo muchas veces, profesores, maestros, o personas que llevan determinados talleres de esas extraescolares dicen: “A ver, pero Alicia, ellos están aprendiendo jugando”. Y dices: “Ya, pero al final, aunque sea jugando, son tareas que están siempre muy estructuradas, muy planificadas, y muy guiadas”. Es decir, ¿para qué, a veces, tenemos a niños de dos años en clase de chino, de inglés, de natación, de estimulación musical…? Al final, ya no son ellos solos los estresados, son familias estresadas.

Entonces, ¿qué necesita el niño?
Juego libre. Es decir, sabemos que el conocimiento se genera desde dentro hacia afuera. El niño tiene que ser el protagonista de sus propias creaciones. Entonces el niño, a partir de los tres años, tiene que jugar al juego simbólico, que es hacer como si soy médica, como si soy abogada, tendero…

Alicia Banderas. Entonces, si tú no construyes esas creaciones y al final todo te lo dan planificado, podemos aniquilar ese espíritu innato creativo que tienen los niños y que tan maravilloso va a ser, no para ser Dalí ni para ser Picasso, sino un niño creativo podrá generar soluciones alternativas a los problemas. Podrá solucionarlos, podrá tomar mejor las decisiones. Yo siempre digo: “Cuidado, vamos a intentar equilibrar esas actividades para que el niño pueda jugar solo”. Hay un cambio también social en estos diez años. No sé si tú lo habrás visto, Mónica. Antes, a mí los niños me decían: “Es que yo quiero que mis padres pasen más tiempo en casa”. Ahora son los niños los que piden pasar más tiempo en casa. Que sean ellos los que: “Déjame en paz, déjame jugar tranquilo”.

http://aprendemosjuntos.elpais.com/especial/la-mejor-extraescolar-para-los-ninos-es-el-juego-libre-alicia-banderas/