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domingo, 3 de septiembre de 2023

Enhorabuena, señor Zapatero

Es un deber ciudadano criticar y denunciar esas formas negativas de proceder. Pocas veces elogiamos sus comportamientos ejemplares

Con frecuencia denunciamos comportamientos de políticos que, por un motivo u otro, consideramos indecentes. Es un deber ciudadano criticar y denunciar esas formas negativas de proceder. Pocas veces elogiamos sus comportamientos ejemplares. Y es necesario hacerlo. Hoy quiero felicitar a un político por lo que considero una actuación admirable.

El día 16 de diciembre de 2006 escribí en este mismo espacio un artículo titulado ‘Adelante, señor presidente’. Era un artículo en el que animaba a José Luis Rodríguez Zapatero, presidente por entonces del gobierno de España, a seguir adelante con su plan de negociación con ETA para alcanzar el fin del terrorismo.

Frente a la avalancha de insultos, de calumnias, y de agresiones de la derecha, de buena parte de los medios de comunicación y de un sector de la ciudadanía que le achacaba su falta de respeto a los muertos, quise manifestar mi apoyo incondicional al proceso de negociación porque nadie hace más por las víctimas que quien consigue que no haya ni una víctima más.

Sé que el entonces presidente leyó el artículo porque una persona amiga se lo entregó en el periódico La Opinión de Málaga donde se había publicado en la misma fecha que él visitaba mi ciudad. Decía en aquel texto, entre otras cosas, que ojalá les pudiéramos decir a nuestros hijos y a nuestros nietos que lo que no consiguieron las armas lo había conseguido la palabra. Y así fue.

Admiré y aplaudí después el final de ETA cuando capituló y se entregó al gobierno del señor Zapatero. Desde entonces ya no existe ETA, ya no hay lucha armada. No hay demostración más contundente de esta afirmación que la ausencia de asesinatos desde que la organización terrorista anunció su disolución y el abandono de las armas. Es un infundio decir que ETA existe y que Bildu es su cara visible.

Pero hoy no quiero hablar de aquellas negociaciones y de su indiscutible éxito final. Un éxito que, como es lógico, no se debió exclusivamente al gobierno socialista y a su presidente sino a la actuación de las fuerzas de seguridad del Estado, a todos los partidos políticos y al pueblo español, que mostró una y otra vez, con tanto dolor como desesperación, un rechazo contundente a la violencia. La democracia venció al terror y hemos de celebrarlo cada día, aceptando con normalidad y satisfacción la participación en las instituciones de aquellos que un día estuvieron participando o respaldando la lucha armada.

Hoy quiero elogiar y agradecer la participación de José Luis Rodríguez Zapatero en la reciente campaña electoral. Una participación que considero admirable. Ahora diré por qué.

En primer lugar quiero destacar los motivos que impulsaron la decisión. Nobles motivos. Cuenta que no pudo soportar las acusaciones que se vertían sobre el presidente Sánchez al decirle que estaba más cerca de los verdugos que de las víctimas del terrorismo. Entendió que esas acusaciones (que él mismo había sufrido) eran injustas e inadmisibles. Y quiso salir a la palestra para denunciar la injusticia del ataque.

En segundo lugar, es admirable que abrazase una causa que tenía todos los visos de fracasar. Las elecciones del 28 de mayo habían supuesto un fracaso estrepitoso para la izquierda. Todas las previsiones eran pesimistas. Y, a pesar de ello, apostó por el caballo perdedor.

En tercer lugar es de destacar que sale en defensa de un candidato que la derecha había convertido en la diana de todos sus dardos electorales: persona que se aferra al poder, que miente, que pacta con filoetarras e independentistas, que usa el Falcon (el periodista Jiménez Losantos le endosó el apodo de Falconeti), que firma una ley que abarata las penas y concede la excarcelación de los violadores…

En cuarto lugar no puedo dejar de comparar su valiente contribución en la campaña con la actitud de otro presidente del partido como Felipe González que ha permanecido en silencio e, incluso, realizando algunas críticas que la oposición ha utilizado como armas electorales. Ese hecho llevó a decir a la oposición que una cosa (buena, por supuesto) era el PSOE con Felipe González a la cabeza y otra el sanchismo. Qué decir de otros líderes, como Joaquín Leguina, que aconsejó votar a la señora Ayuso en las elecciones a la Comunidad de Madrid y que escribe una carta al presidente Sánchez invitándole a que abandone el poder y el partido. Qué deslealtad. Mientras el señor Feijóo contaba con el apoyo de los dos expresidentes de su partido, señores Aznar y Rajoy, Sánchez solo pudo contar con uno de sus dos antecesores en el cargo.

Quiero felicitar al señor expresidente por su participación en la campaña y por las características que la adornaron. Mencionaré algunas.

Participación intensa. No se ha limitado a un par de mítines en los que se aplaude y jalea a cualquiera que hable. Ha estado implicado al cien por cien, ha acudido a todos lo frentes, ha viajado sin cesar…

¡Está usted desatado!, le dijo el periodista Antonio García Ferreras en su programa Al rojo vivo.

Participación valiente. Digo valiente por varios motivos. Se metió en la boca del lobo de entrevistadores que pretenderían destrozarle. Periodistas que un día tras otro, con ocasión y sin ella, demonizaban al presidente Sánchez. Ahí están como ejemplo, sus entrevistas con Carlos Herrera en la radio, y con Ana Rosa Quintana en televisión.

Y digo valiente también porque se ha enfrentado a una campaña de descalificación de la persona y la política de Pedro Sánchez. La ‘derogación del sanchismo’ se había convertido en un lema y al presidente se le dedicaban todo tipo de insultos: felón, mentiroso, déspota, vendepatrias…

Por otra parte, de forma valiente, ha entrado en cuestiones que se habían convertido en armas de destrucción del gobierno. Por ejemplo, los acuerdos con Bildu, los acuerdos con los independentistas, la evolución de la economía, la gestión de la pandemia… Ha tratado de desmontar las agresiones, las mentiras y las descalificaciones.

Participación arriesgada. Los resultados de las elecciones del pasado 28 de mayo auguraban una catástrofe para la izquierda. Zapatero se lanzó al vacío. Cuando todo parecía perdido, él salió a la palestra en un gesto lleno de valor y de generosidad.

Participación contundente. He visto en instagram algunos cortes de sus intervenciones. Están llenos de argumentos consistentes, de condena de las calumnias, de defensa de las políticas progresistas

Participación leal. Lealtad a la persona del presidente del partido, no solo al partido. Frente a los ataques despiadados a la persona, él ha puesto la mano en el fuego en su defensa y ha dicho con énfasis que es un «presidente sin tacha», «una persona ejemplar».

Participación entusiasta. Creo que no ha habido intervenciones más contundentes contra la política del PP, en defensa de las gobierno de coalición y en apoyo de la persona del presidente.

Participación generosa. Me emocionó el escucharle decir que su alegría la noche del 23J fue más grande que la noche de su propia victoria electoral. Es evidente que no buscaba nada personal, que no había intereses egoístas, que no esperaba nombramientos ni prebendas… Solo amor a la causa y respeto a la persona.

Y luego está el estilo. Sus intervenciones eran vibrantes y sentidas, sin insultos ni agresiones al adversario. Se notaba desde lejos que nacían de un convencimiento pleno y de una sinceridad absoluta. Se percibía de forma clara la autenticidad de las intervenciones.

Estoy seguro de que la participación de Zapatero en la campaña fue uno de los elementos que inclinó la balanza hacia la izquierda, uno de los motivos por los que se produjo la remontada. Creo que las posibilidades de reedición de gobierno de coalición se debe, en buena parte, a la campaña de Zapatero.

Ojalá se pueda avanzar en las políticas progresivas y que, para ello se reedite el gobierno de coalición. Por cierto, qué insistencia en llamar gobierno Frankenstein al que integraba al partido socialista y a Podemos. También es un gobierno Frankenstein el de Valencia o el de Extremadura. La expresión desafortunada de Rubalcaba se ha utilizado hasta la saciedad por la derecha. ¿Es monstruoso un gobierno de coalición? Si así se considera, será Frankenstein en la izquierda y en la derecha.

La campaña de Zapatero es un ejemplo de compromiso político, de lealtad al partido, de coraje ciudadano, de generosidad humana, de optimismo consciente, de valentía cívica… Hace dieciséis años le dije: «adelante, señor presidente». Hoy le digo: «enhorabuena y gracias, señor presidente». No puedo negar que una parte de mi simpatía procede de motivos ajenos a la política. Me refiero a nuestra condición de compatriotas de la tierra leonesa.

El Adarve

martes, 4 de julio de 2023

La tetera de Bertrand Russell

La vida está llena de bulos, mentiras y fake news. Hoy circulan con más rapidez y frecuencia a través de las redes sociales. Además, creo que existe una actitud despreocupada por el discernimiento y la búsqueda de la verdad. La confianza en los demás nos convierte en las victimas ideales de todo tipo de tramposos, de mentirosos, estafadores o charlatanes. Los enunciados verdaderos, prudentes, inteligentes e instructivos llevan las de perder frente a los disparates que resultan más sugerentes o excitantes.

A todos nos interesa tener por cierto un máximo de cosas verdaderas y un mínimo de cosas falsas. Sabemos que no es nada fácil conseguirlo. Muchas veces nos equivocamos. Los errores no se deben al azar sino que están provocados por el “sesgo cognitivo”, que es una predisposición psicológica a llegar a un determinado tipo de conclusiones de manera automática. Los sesgos son maneras irracionales de dar por buenas determinadas ideas o decisiones. Existen muchos tipos de sesgos. Uno de ellos es el de autoridad.

Hace algunos años redacté una frase que, en un caso, estaba firmada por Felipe González y en otro por José María Aznar. Y les pedí a mis alumnos y alumnas que dijesen si estaban muy de acuerdo, de acuerdo, ni de acuerdo ni en desacuerdo, en desacuerdo o muy en desacuerdo. Al hacer el análisis descubrí que la mayoría de las opiniones no dependían del análisis racional de la frase sino del firmante de la misma.

El bulo no se fundamenta en argumentos verdaderos. Se contenta básicamente con provocar una respuesta emocional. El bulo no es cualquier información falsa sino aquella que la gente tiene interés en escuchar y transmitir.

Existen cuatro principios que nos permiten conocer un bulo. Forman el acrónimo NARA. 

1. El primero es el principio narrativo: la primera cualidad del bulo es su viralidad, es decir que se difunde con rapidez. El bulo es un enunciado fácil de recordar porque posee rasgos llamativos. La fuerza de la emoción nos hace creer en la historia. 

2. El segundo es el principio de atracción. El bulo eficaz es aquel que una vez difundido, es fácil de recordar. No solo despierta las ganas de creerlo sino las ganas de difundirlo.. A su capacidad de atracción se añade la prueba social: verdad es lo que la mayoría dice que es verdad. 

3. El tercero es el principio de resiliencia. Una vez que ha entrado en el cerebro, un bulo interactuará con otras ideas. Los bulos más poderosos contaminan otras proposiciones. Cualquier ataque que se le dirija será entendido como un ataque a nuestra persona. 

4. El cuarto es el principio de asimetría. La refutación de un bulo requiere un tiempo superior al que es necesario para producirlo. Decía Mark Rwain: “Una mentira puede recorrer medio mundo antes de que la verdad tenga tiempo para ponerse los zapatos”.

En la campaña electoral van a circular muchos bulos. Algunas mentiras se van a repetir de manera machacona en mítines y debates. En radios y televisiones. Van a difundirse muchas afirmaciones sin fundamento alguno. Será un ejercicio estupendo tratar de detectarlos y no ser víctimas de ellos.

El libro de Thomas C. Durand titulado “Bulos, chorradas e ideas perniciosas” tiene un subtítulo preciso: “La ciencia detrás de las mentiras que nos cuentan”. En dicho libro hay un capítulo que se titula “Herramientas para diseccionar los bulos”. Una de ellas es la tetera de Russell. Figuran además algunas otras: La navaja de Ockam, el dragón de Sagan, la guillotina de Hume, la navaja de Hanlon (de la que hablé en estas página hace tiempo).

Hoy me centraré en la tetera de Russel. Esta herramienta consiste en la historia de una tetera imaginada por el filósofo Bertrand Russell y de la que habla en un artículo escrito en 1952 para la revista Ilustrated Magazine, pero que nunca fue publicado. El artículo se titula “Is there a god?” (¿Hay un dios?). Se trata de una metáfora destinada a arrojar luz sobre la cuestión de la creencia (o de la no creencia) en Dios. Pero puede servir para cualquier otra creencia o afirmación.

Esto dice el texto original: “Muchos ortodoxos hablan como si fuera tarea de los escépticos el refutar los dogmas en lugar de que los demuestren quienes los sostienen. Se trata obviamente de un error. Si yo sugiriera que entre la Tierra y Marte hay una tetera de porcelana que gira alrededor del Sol en una órbita elíptica, nadie podría refutar mi aseveración, siempre que me cuidara de añadir que la tetera es tan pequeña que no puede verse ni siquiera con los telescopios más potentes. Pero si yo dijera que, dado que mi afirmación no pudiera ser refutada, dudar de ella es un presuntuosidad intolerable por parte de la razón humana, se pensaría con toda razón que estoy diciendo tonterías. Sin embargo si la existencia de la tetera estuviera descrita en los libros antiguos, si se enseñara cada domingo como una verdad sagrada y se inculcara a los niños en la escuela, entonces cualquier vacilación para creer en su existencia se convertiría en un síntoma de excentricidad y le valdría al escéptico los cuidados de un psiquiatra en una época ilustrada, o del inquisidor en tiempos más antiguos”.

En otros términos, Russell se considera ateterista, es decir, no creyente en la existencia de esa imaginaria tetera. Quien afirma algo es quien debe aportar la prueba de su enunciado, no les corresponde exigir a los demás que demuestren que está equivocado.

También es una ilustración del principio de refutabilidad. Una hipótesis debe ofrecer un flanco de contacto que se pueda contrastar con la realidad. Lo que puede afirmarse sin pruebas también puede negarse sin pruebas.

Voy a recoger tres enunciados que la derecha española formul con frecuencia. Enunciados que considero bulos puros y duros. “La ley de memoria democrática es una ley que se promulga con la intención de dividir a los españoles”. Y en este enunciado hay dos cuestiones igualmente problemáticas en cuanto a su veracidad. La primera se refiere a la intencionalidad. ¿Cómo se pude demostrar la intención que ha tenido el legislador? Y la segunda es la comprobación del hecho que se pretende denunciar: ¿realmente produce esa división? ¿Cómo se puede demostrar?

Además de dividir, se dice, reabre heridas que ya estaban cerradas. Y todavía más, la ley nos retrotrae a la guerra olvidada y nos sitúa en un escenario prebélico. No todas las heridas están cerradas, salvo para los vencedores que, o no las sufrieron o, si las sufrieron, han dispuesto de cuarenta años para curarse.

Todas las familias que no han podido encontrar los restos de sus familiares, ¿tienen ya cerradas las heridas? Recordar lo que pasó no pretende dividir sino rechazar todo lo que provocó aquella horrible división.

Por otra parte, quienes hacen esa afirmación (quienes pretenden convencernos de que la tetera de porcelana sigue describiendo su órbita en el firmamento) muestran una ferocidad en sus declaraciones que no se puede pensar en una división más profunda que la que alimentan cada día considerando a los adversarios políticos una maldición para el país.

Pienso en la señora Ayuso, que es el prototipo de una visceral oposición a todo lo que no sea su filosofía, su forma ver y de hacer política. Es tal la división que plantea en sus declaraciones que pactar con personas ajenas a su forma de pensar (miembros de Bildu, o de Esquerra, o del PNV) le parece una perversidad. Con esa gente, no hay que pactar, ,ni dialogar, ni mirarse. ¿Hay quien sienta y practique una división más profunda? ¿Por qué descalifica con tanta ligereza y desfachatez a los demás?

Otro bulo que le he oído repetir una y otra vez a la señora Presidenta de la Comunidad de Madrid, es que “la izquierda quiere empobrecer a los españoles, pretende llevarles a todos a la miseria para hacerse así necesaria”.

Y un tercer bulo, también difundido por la ilustre señora: “lo que desea el Presidente del Gobierno es meter a toda la oposición en la cárcel”. Quien esto afirma debería probarlo, pero no sé si podremos escuchar las explicaciones porque es muy fuerte el ruido de los aplausos con el que la premian sus seguidores.

La repetición del enunciado hasta llegar a la saciedad hace que muchas personas den por bueno el aserto, por falso e incluso estúpido que sea.

Quienes ven la tetera orbitando elípticamente entre Marte y la Tierra están viendo visiones. El problema es que son visiones interesadas, partidistas, formuladas para descalificar al adversario político.

https://mas.laopiniondemalaga.es/blog/eladarve/2023/06/17/la-tetera-de-bertrand-russell/

sábado, 1 de julio de 2023

El poder de la evaluación

El conocimiento académico tiene valor de uso y valor de cambio. El valor de uso es más que discutible ya que no siempre se construye el currículum con criterios acertados, pero el valor de cambio es indiscutible. Si demuestras que lo has adquirido, el sistema te lo canjea por una nota, por un certificado, por un título.

EBAU es el acrónimo correspondiente a “Evaluación del Bachillerato para el Acceso a la Universidad”. Por otra parte, PEvAU hace referencia a “Prueba de Evaluación de Acceso a la Universidad”. En ambas siglas se ven las dos caras del paso del Bachillerato a la Universidad. Hace años escribí un artículo titulado “Las bisagras del sistema educativo”. Me refería a los pasos de un nivel a otro. Este es muy importante. Cuando las bisagras chirrían, hacen daño. Hay que engrasarlas. Y eso requiere coordinación entre los niveles.

Hay quien aboga por unificar las pruebas en todo el Estado pero la modalidad actual permite adecuar mejor la evaluación al currículum de cada Comunidad Autónoma y a las características del alumnado.

Durante el mes de junio se han celebrado exámenes de la llamada Selectividad en todas las Universidades Públicas del país. Mi hija ha pasado este año por las pruebas en la Universidad de Málaga, con el consiguiente tributo de esfuerzo y de angustia.

Como se sabe, la nota final para acceder a la Universidad se compone de dos partes: la nota del Bachillerato que supone el sesenta por cierto y la de las pruebas de Selectividad que cuentan un cuarenta por ciento. Creo que los porcentajes son plausibles ya que conceden más importancia a los resultados obtenidos durante dos años frente a los que proceden de unas pruebas que duran tres días. Puede una persona tener un mal día, puede quedarse en blanco, pueden jugarle una mala pasada los nervios, puede no entender la formulación de las preguntas o pueden plantearles unas pruebas inadecuadas… Por otra parte, el corrector no tiene ni idea de quién es el evaluado ya que el anonimato es obligatorio porque no aparece el nombre de quien se examina sino unos códigos de barras que no permiten la identificación.

Como sucede con toda evaluación estas pruebas encierran poder. Acertar o fracasar en ellas puede condicionar la vida del estudiante. Según la nota de corte que establezcan los centros universitarios podrán acceder a los estudios que desean realizar. Por eso es una responsabilidad enorme confeccionar unos ejercicios razonables. Ya sé que la palabra razonables encierra una polisemia inabarcable, pero hay extremos que sabemos a ciencia cierta que no entran dentro del abanico de la flexibilidad.

En las Universidades andaluzas se han estrellado muchos alumnos y alumnas en la prueba de Matemáticas II, celebrada el día 14 de junio. Pronto se extendió la reacción de disconformidad, de indignación y de rabia. La prueba tenía una dificultad extrema.

No soy un especialista en Matemáticas, razón evidente por la que no puedo emitir un juicio fundado sobre la dificultad de la prueba. Pero he hablado con especialistas que me han confirmado que el rechazo de los alumnos está más que justificado.

En la prueba a la que hago referencia se produjo una reacción masiva de asombro y de indignación. Algunos lloraban, otros mostraban su disconformidad, otros hacían una pelota con la hoja de examen para arrojarla a la papelera..

Se ha puesto en marcha una recogida de firmas de protesta en la que se solicita la impugnación de esa prueba. La petición de apoyos se canaliza a través de la web change.org, y dice que se pretende “mediante las firmas de todos los andaluces” demostrar que “no estamos de acuerdo con el examen de Matemáticas II de selectividad de junio de 2022-23”, confiando en poder lograr “la impugnación del mismo”. Entienden que la impugnación es necesaria “para que un examen no nos arruine todo el esfuerzo dedicado durante nuestra preparación para selectividad”.

Las quejas por la dificultad de la prueba aluden a que el examen contenía cuestiones que no han sido estudiadas por ellos o bien pruebas que pertenecen a cursos universitarios. Entre los firmantes de la petición, un profesor de Estructuras Algebraicas para la Computación asegura no entender la razón “para ponerle un examen tan jodido a los chavales”.

Hay tres posibles problemas en la selección de los ejercicios. El primero tiene que ver con su inclusión en currículum. No se debe presentar un ejercicio que los alumnos no han estudiado en el programa de la asignatura. El segundo se refiere al nivel de dificultad. No parece lógico que sea extrema y tampoco que no permita discriminar por lo sencilla. El tercero se sitúa en la forma de enunciarse los problemas, ya que tiene que ser inteligible.

Luego viene el problema de la corrección, que no es una cuestión menor. Hay estudios que muestran que para que haya rigor en la corrección de ejercicios de ciencias harían falta, cuando menos, doce correctores. Parece que, tratándose de problemas matemáticos no tendría que haber duda. Pues no. Hay evaluadores que por olvidarse el alumno en la respuesta de especificar que la cantidad 20 se refiere a kilogramos, merece un cero en el problema. O quien por un error grave descalifica toda la prueba.

Un estudiante que ha preparado bien las pruebas, tiene que ser capaz de responder con soltura a lo que se le pregunta. Todos los profesores sabemos si el examen que hemos preparado es fácil o difícil. Como quien crea un sudoku. Al margen se anuncia: fácil, difícil, muy difícil. Y así es para quien pretende solucionarlo.

¿Por qué se ha llegado a esta situación? Siempre he rechazado esa postura sádica de quien, al gozar de una situación de poder, aprovecha la ocasión para provocar una ola de sufrimiento. ¿No es consciente quien elabora la prueba de que lo que va a provocar en los estudiantes? Pocas veces se tienen en cuenta los sentimientos que genera la evaluación. Una cosa es preparar una prueba que sea un coladero, como se dice vulgarmente, y otra hacer una prueba que provoque un fracaso generalizado.

Formé parte durante dos años de la Comisión Nacional para evaluar la investigación de los docentes universitarios. Allí me encontré con una colega que actuaba con este criterio: si me lo puedo cargar, me lo cargo. Le pregunté un buen día que por qué no se guiaba por el criterio opuesto: si lo puedo salvar, lo salvo. Me dijo que había que elevar el nivel. Hay que elevar el nivel, sí, pero no machando al prójimo desde una situación de poder.

Son actitudes diametralmente opuestas, que responden a formas de ser, a formas de entender la vida y la enseñanza. En mi libro ”Evaluar con el corazón” hay un capítulo que se titula así: “Dime cómo evalúas y te diré qué tipo de profesional (y de persona) eres”.

No digo que no haya que ser exigentes, que el nivel tenga que bajar, que no se necesite esfuerzo, que todo sea fácil. No.

Me preocupan las actitudes sádicas que se pueden ejercitar desde el poder. Sabido es que nada se plantea sobre la formación emocional de los docentes ni en el proceso de formación inicial ni el de selección. Por consiguiente, es fácil que entramos en la docencia, personas con alguna tara que otra. El ´sádico va a tener en la evaluación un campo abonado para hacer patente el sadismo. Y, como también existen muchos masoquistas que nunca han pedido, sabido o querido protestar rebelarse, nos encontramos con prácticas sadomasoquistas, especialmente claras en la evaluación. Un masoquista le dijo a un sádico: Pégame, por favor. Y el sádico respondió: Ahora, no.

Les pregunté un día a mis alumnos en una clase sobre evaluación que levantasen la mano quienes se hubiesen sentido alguna vez injustamente evaluados. Todos levantaron la mano. Todos, sin excepción. Les pregunté a continuación cuántos habían negociado esa situación. Y solo levantaron la mano tres. Cuando pregunté al resto por los motivos de su silencio resignado me dijeron que eran escépticos respecto a la modificación de la nota. Alguno dijo que era peor tratar de negociar el resultado. Recuerdo sus palabras:

– Una vez fui a reclamar unas décimas y salí sin cuatro puntos.

La evaluación encierra poder. El alumno tiene poco que decir sobre el proceso. Mejor dicho, absolutamente nada. Su tarea consiste en responder lo mejor que pueda y sepa a las cuestiones que le han planteado. Nada puede decir sobre su coherencia, dificultad o claridad. Y nada sobre los resultados obtenidos. Mal camino. Hay que empoderar a los alumnos y a las alumnas en el proceso de evaluación.

Adarve. Miguel Ángel Santos Guerra.

jueves, 28 de julio de 2022

_- Al rincón de pensar

_- Estábamos cenando en un estupendo restaurante de Valencia cuando Javier Muñoz, un amigo recién estrenado, en la sobremesa compartida con María Ángeles, formadora como él en Kapta Estrategias, nos cuenta que su hija Belén, con tres añitos, después de tener una pelea con un compañero de clase, recibió la orden de ir al rincón de pensar. Pasados unos minutos, la maestra la llamó para saber a qué conclusiones le había llevado la meditación frente a la pared.

No hace falta esforzarse mucho para adivinar cuáles eran las expectativas de la profesora. Esperaba que en esos minutos hubiese llegado a las conclusiones deseadas: que estaba muy arrepentida de la violencia que había utilizado, que deseaba dar un abrazo al agredido e, incluso, pedirle perdón. Y, por supuesto, que no volvería a pegar a nadie sino a dialogar de forma tranquila para defender sus derechos y sus propiedades. Al rincón de pensar se le atribuyen unas mágicas cualidades que hacen que, quien se sitúe allí durante un corto tiempo, va a acabar concluyendo que se arrepiente de la mala acción y que está dispuesto a no repetir el comportamiento indeseable. Lo cual supondrá, al hacerlo público, una importante lección para quienes escuchan el milagroso resultado de la reflexión.

Belén, dinos lo que has pensado, dice la maestra, esperando la lección que la niña ha aprendido y que todos y todas van a compartir. Para desconcierto de la maestra y sorpresa de los compañeros y compañeras de la clase, dice:

– He pensado que me devuelva el estuche y la mochila porque mañana no pienso venir.

Belén tenía su lógica. Ella prefería, al día siguiente, estar en un lugar donde no hubiera compañeros belicosos ni rincones de pensar y donde nadie le quitase su querido estuche y su imprescindible mochila.

¿Qué hacer ahora? Porque la situación es muy delicada. La profesora no le va a decir: pues toma tu estuche y tu mochila, siéntate y mañana no hace falta que vengas. Otra posibilidad es decirle a Belén:

Ahora vas a volver al rincón, a ver si piensas de otra manera y llegas a una conclusión que me guste más. Porque, por no pensar de una forma rigurosa, has llegado a una conclusión falsa.

Supongamos que Belén vuelve al rincón de pensar, ahora un rato más largo, porque la maestra piensa que mientras más tiempo esté, considerará que lo que ha hecho es muy negativo. A ver si ahora razona de forma deseable y se rompe así la mala repercusión que sus palabras han tenido en el grupo. Porque si todos los que van al rincón de pensar acaban razonando de esa manera, puede desencadenarse una rebelión masiva

Me imagino a Belén en el rincón de pensar, ahora un poco más enfadada, buscando algún nuevo argumento para sostener la conclusión a la que había llegado. Cuando la profesora le vuelve a preguntar sobre lo que ha descubierto, no sería extraño oírla decir:

Quiero que me devuelva el estuche y la mochila ahora mismo porque deseo irme ya. (Para sus adentros se dice que no quiere pasar todo el día en el rincón de pensar y no desea concluir de otra forma). Cuando le oí a Javier esta historia de su hija Belén, me acordé del que fue hace ya algunos años Director General de Universidades, el profesor Miguel Ángel Quintanilla, eminente catedrático de filosofía. Un día le oÍ decir:

Con estas teorías que tenéis los pedagogos de que se debe razonar con los niños lo que está bien y lo que está mal y no imponerlo por la fuerza, cuando mi hijo de cinco años hacía alguna trastada, le decía que teníamos que razonar sobre lo que había pasado. Un día que el niño acababa de hacer una buena faena, le llamé enérgicamente:
Ven aquí ahora mismo.

Y el niño, cruzando los brazos delante de la cabeza para protegerse, repitió varias veces, suplicando:

¡Papá, razonar, no! ¡Razonar, no!

Lo que el niño quería decir era algo así: dame un castigo de cumplimiento rápido y no me hagas sentir incoherente, desaprensivo y mala persona. No me quites un tiempo precioso que puedo dedicar al juego en lugar de sentirme abrumado por un discurso largo, aburrido y humillante.

Y es que en esto de los castigos o las reconvenciones damos muchas cosas por sentadas. Y en educación casi nunca sucede que si A, entonces B. Lo que realmente pasa es que si A, entonces B, quizás.

Padres y educadores hemos de actuar con tacto y equilibrio. Y, por supuesto con amor. Corremos el peligro de actuar con la ley del péndulo. Ahora en un extremo y luego en el otro. De una actitud autoritaria e irracional como la de aquel padre que le decía al hermano mayor: “vete a ver lo que hace el niño y prohíbeselo” a una permisividad absoluta que les permite a los niños y a las niñas hacer siempre lo que les de la gana.

Los niños y las niñas tienen que tener consistencia normativa, tienen que saber a qué atenerse, tienen que saber que hay buenos y malos comportamientos, que han de respetarse los derechos de todos y no solo los suyos. Tienen que saber que existen normas para el bien común y que han de ser respetadas y que tienen derechos, pero también obligaciones.

Cuántas veces pensamos: si damos un castigo severo a un alumno por una falta que ha cometido, todos los demás escarmentarán. Y eso, ¿cómo se sabe? Porque, en algunos casos, en lugar de detestar el mal comportamiento del compañero castigado, lo que hacen es admirarlo como si de un héroe se tratase. No les dan ganas de no imitar el mal comportamiento sino que desean adquirir el coraje de imitarlo. Bueno, de imitarlo y de no ser descubiertos.

Por otra parte, no todos los niños y las niñas son iguales. Un reproche que a un alumno le estimula, a otro le desalienta. Un castigo que a uno le corrige despierta en otro un odio indestructible a quien le ha castigado.

¿Qué es lo que quiero decir con estas dos anécdotas? En primer lugar, que cada caso es único e irrepetible, que cada persona reacciona de manera diferente y no siempre de la forma esperada. Hay que conocer bien a los alumnos y a las alumnas porque no todos reaccionan de la misma manera a los mismos estímulos.

En segundo lugar, hay que poner en tela de juicio nuestras actuaciones. Porque no siempre producen los efectos deseados. Y, a veces, generan efectos nocivos indeseables.

En tercer lugar hay que seguir observando y analizando a través del tiempo las consecuencias que tienen nuestras decisiones. ¿Qué se pretende conseguir? ¿Cómo y cuándo se espera el logro deseado? Si no se consigue, ¿por qué se ha producido el fracaso? Solo así podremos aprender, solo así podremos mejorar.

He hablado de tiempo y plazos porque a veces pensamos que una intervención nuestra, seguida de una promesa de corrección por parte del infractor, ya resuelve el problema para siempre. Y no. Y, a veces, nos desesperamos:

La impaciencia no es buena consejera. ¿No me prometiste ayer que no ibas a decir nunca más una mentira?, decimos indignados ante un nuevo engaño. Claro que lo dijo. Y es probable que lo dijera sinceramente, plenamente convencido. Pero ha vuelto a mentir. Y lo hará ma siguiente con una cestita a recoger las manzanas?n el jardmpos, tienen sus ritmos. ¿Qu aconfesar algunos ás veces. Lo cual no quiere decir que cada vez que promete corregirse no sea sincero. ¿No se van a confesar algunos adultos creyentes cada semana? ¿Qué pasa? ¿No se habían arrepentido? Claro que sí. Pero han vuelto a pecar. Una semana tras otra. Y son adultos.

La impaciencia nos acucia, pero los procesos requieren sus tiempos, tienen sus ritmos. ¿Qué pensaríamos de alguien que planta una semilla de manzano en el jardín y va al día siguiente con una cestita a recoger las manzanas y, al no ver los frutos, destruye la semilla porque no sirve para nada? Qué error, diríamos. Habrá que regar y proteger y cuidar y podar…y esperar con optimismo que algún día tendremos manzanas.

La palabra autoridad proviene del verbo latino auctor, augere, que significa hacer crecer. Quien machaca, silencia, castiga, anula y humilla, tendrá poder, pero no tiene autoridad. Y. ¿cómo se gana esa autoridad? Con el ejemplo, la responsabilidad, la coherencia, la paciencia, la constancia y el amor.

Los adultos insistimos mucho en que no se puede confundir libertad con libertinaje. Nos acordamos menos de decir que no se puede confundir autoridad con autoritarismo. Para saber más sobre estas cuestiones ahí está el libro de José Antonio Marina “La recuperación de la autoridad. Crítica de la educación permisiva y de la educación autoritaria”. Que aproveche.

lunes, 6 de junio de 2022

_- Déjame que te cuente

_- De Miguel Ángel Santos Guerra

Voy a compartir hoy con mis lectores y lectoras una confidencia. Espero que nadie lo considere una impertinencia o un atrevimiento, sino un humilde deseo de compartir una dilatada experiencia personal. “Y eso, ¿a mí que me importa?”, podría pensar alguien al conocer el tema de la semana. Quien lo entienda así, tiene la oportunidad de abandonar el artículo después del primer párrafo. Ahora mismo.

El día que nació mi única hija Carla comencé a escribir en el Hospital El Ángel de Málaga un diario (no es en sentido estricto un diario porque no escribo todos los días) que todavía no ha terminado. Algunos días no he escrito nada porque no había algo llamativo que reseñar, porque estaba de viaje o porque tenía ocupaciones apremiantes, y otros lo he hecho por partida doble o triple porque había algo reseñable o porque no pude hacerlo en el día que lo hubo. La experiencia tiene ahora 17 años y medio. Hoy mismo he dejado constancia de que cuando esta mañana le dije que no se preocupase tanto por la imagen, por lo exterior sino por su interior, me ha dicho: “es que lo interior está perfecto”.

martes, 24 de mayo de 2022

_- El paradigma de la colegialidad

_- Hace unos días tuve el honor y la satisfacción de participar en el VIII Seminário de Educaçao de la ciudad Câmara de Lobos, en la isla portuguesa de Madeira. Aunque había sido invitado para hacer una intervención presencial, por diversos motivos, la hice en línea. Estos dos años de pandemia nos han metido a los docentes en una nueva cultura de la comunicación formativa. Si bien es cierto que la presencia tiene unos indiscutibles alicientes, la modalidad virtual aporta ventajas indudables de comodidad y de ahorro de tiempo y de gastos

Durante la pandemia, a veces con el pantalón del pijama puesto y en zapatillas de andar por casa (tu imagen va a ser de primer plano o, a lo sumo, de plano medio), decía a la familia:

Voy a México, voy a Argentina, voy a Colombia, voy a Chile, voy a Portugal, voy a Bilbao, voy a Barcelona…
Bajaba los doce peldaños de la escalera que llevan a mi estudio/biblioteca, impartía mi conferencia y al cabo de dos o tres horas, estaba de vuelta… Subía los doce escalones y me incorporaba a la vida familiar.

Esa intervención de dos horas te exige una semana si tienes que desplazarte a un destino transoceánico, con las molestias inevitables del jet lag a la ida y a la vuelta, con los consiguientes gastos para la organización, los riesgos que entrañan los viajes y con la forzosa lejanía de la familia.

Câmara de Lobos es un municipio de cerca de 40.000 habitantes, subdividido en 5 freguesías. Es un pueblo pesquero con sus típicas barcas de colores, situado en la zona centro oeste de Madeira. Hace muchos años este era el hogar de la foca monje, que en portugués se conoce por ‘Lobo Marino’ y de ahí es de donde procede el nombre de Câmara de Lobos.

El pueblo está rodeado de viñedos y es conocido por su excelente vino Madeira así como por ser la cuna de la “poncha”, una mezcla de zumo de limón, aguardiente y miel. Su bucólica bahía es uno de los lugares favoritos de los pintores desde que Sir Winston Churchill lo pintó en 1950 durante sus vacaciones.

Desde la pantalla de tu ordenador no ves ni pisas ese escenario maravilloso (que disfruté hace algunos años en otras actividades didácticas), no te conectas personalmente con los asistentes, no intercambias abrazos y saludos y no puedes compartir una comida o una cena en la que se cuentan experiencias y se viven valiosas emociones.

El lema del Seminario, que duró dos días, era “Pedagogia das emoçôes”. Cuestiones sugerentes y ambiciosas: Liderazgo para la educación integral, la influencia de las emociones en el aprendizaje, el cine como promotor de competencias sociales y emocionales, risoterapia: gestionar las emociones con humor, la tecnología al servicio de una educación humanista, para qué sirve la cultura… Después de mi intervención, en la que diserté sobre la importancia y la necesidad de evaluar con el corazón y sobre cómo poner la evaluación al servicio del aprendizaje, intervino el profesor universitario António Sampaio da Nóvoa, Rector honorífico de la Universidad de Lisboa, que fue candidato a la presencia de la República como independiente, con el apoyo de los partidos de izquierda, en las elecciones del año 2016.

Intervino de forma presencial ante un auditorio de unos 250 docentes. El título de su disertación fue el siguiente: ¿Para qué sirve la cultura? Seguí su conferencia desde la pantalla de mi ordenador. El ponente hizo una breve, sólida y vibrante intervención, de esas que te atrapan intelectualmente, te envuelven con la magia de palabra y te emocionan sin remedio.

Sostuvo Sampaio, entre otras muchas ideas sugerentes, que había que pasar en las escuelas del uno al varios. No más UN profesor, en UN aula, durante UNA hora, con UNA asignatura, UN tema, UN grupo nacido de UN criterio de agrupación homogéneo como la edad, UN ritmo único, UN solo método… Hay que pasar, dijo, a otra modalidad de intervención en la que haya VARIOS docentes, con VARIAS asignaturas, en VARIOS grupos, en VARIOS espacios, sobre VARIOS temas, con VARIOS criterios de agrupamiento, con VARIOS ritmos, con VARIOS métodos…

Insistió mucho el profesor Sampaio en la palabra y el concepto JUNTOS. Porque este consagrado profesor universitario piensa que la educación es un bien público común. Juntos tenemos que compartirlo, defenderlo y desarrollarlo.

JUNTOS, a su juicio, tenemos que poner el foco en los procesos más que en los resultados, en lo colectivo más que en lo individual y en el mañana más que en el hoy. La obsesión por los resultados potencia el utilitarismo. ¿Para qué sirve la filosofía? La filosofía no sirve, es servida.

Hay que poner en cuestión el aula de talla única, en la que un docente trabaja con un grupo pretendidamente homogéneo. Todos, todos a la vez, todos lo mismo. todos en los mismos tiempos, todos de la misma forma, todos con el mismo ritmo, todos con la misma evaluación, todos con el mismo docente…

No hay alumno que se resista a diez profesores que estén de acuerdo. La barca no puede avanzar si cada uno de los remeros va en una dirección diferente. Pondré un ejemplo: si en un centro existe un programa de coeducación del que se encarga una docente y, mientras se realizan las sesiones, los docentes varones que están en la sala de profesores hacen las bromas más soeces de la comarca respecto a su compañera no se podrá avanzar. Lo que hace una persona, lo deshace otra de forma inexorable. Sería como intentar hacer nieve frita: una tarea imposible.

Pero el valor del juntos no solo tiene que ver con la eficacia del aprendizaje de los alumnos y de las alumnas sino que hace posible el desarrollo profesional de los docentes. No es posible avanzar sin el concurso de toda la comunidad. Creo que otros colegas tienen que observar nuestro trabajo, dialogar sobre lo observado con nosotros para comprender la realidad profundamente y así poder mejorar la racionalidad y la justicia de las prácticas. Y, por supuesto, favorece el buen clima emocional en el que suelen prosperar las innovaciones. En los colegas no solo se puede encontrar recursos didácticos sino apoyo emocional.

Ese hecho plantea la necesidad de formar a los docentes en el paradigma de la colegialidad. No se prepara a un profesor para impartir clases particulares sino para que sea miembro de un equipo que elabora, desarrolla y evalúa un proyecto compartido.

La rutina, que es el cáncer de las instituciones nos instala en unas prácticas que se repiten de un año para otro sin ser sometidas a la crítica que las ponga en cuestión. No hay institución con más prescripciones que una escuela. Si todo está regulado, lo que hay que hacer es ejecutar fielmente la prescripción. No hace falta pensar.

Mariano Fernández Enguita escribió hace unos años (si mal no recuerdo en 2018) un libro cuyo título refleja muy bien una concepción del trabajo educativo basada en el paradigma de la colegialidad, tan diferente a la tradicional filosofía del uno frente al varios: “Más escuela y menos aula”. Coincido en dar importancia al proyecto de escuela. Y en la necesidad de romper la dinámica del aula de la unidad para pasar a lo que Enguita llama la hiperaula.

El trabajo de equipo de los docentes, favorece, facilita, promueve y apoya el trabajo cooperativo de los alumnos y de las alumnas. No se puede persuadir a los alumnos de que es necesaria la colaboración cuando nos pueden preguntar: Y usted, ¿por qué no se habla con el profesor que entra después en la clase?

https://mas.laopiniondemalaga.es/blog/eladarve/2022/05/14/el-paradigma-de-la-colegialidad-3/

domingo, 3 de abril de 2022

Comprobación y atribución

En el análisis de la realidad existen dos dimensiones complementarias. Una es la de comprobación. Se trata de hacer un análisis riguroso de lo que pasa. Si este análisis es falso o poco riguroso, fallará el diagnóstico. Como consecuencia, toda la intervención que se haga sobre la realidad será inútil o contraproducente. Lo que pasa es que el análisis resulta muy difícil. Porque la realidad es compleja y multifacética. Es muy complicado llegar a la comprensión rigurosa de lo que sucede. Los instrumentos para aprehender la realidad no son tan precisos que no admitan el error. Por otra parte, unos instrumentos no permiten recoger la misma información que otros.

La segunda dimensión es la de atribución o explicación. Una vez que disponemos de la descripción rigurosa de la realidad que queremos analizar hay que preguntarse por las causas. ¿A qué atribuimos que la realidad sea como es? ¿Cómo se explican las cosas? ¿Cuáles son las causas verdaderas del fenómeno estudiado?

En las dos dimensiones cabe el error y la trampa. En la primera dimensión puede existir imprecisión en el análisis o engaño en la presentación de los datos. En la segunda dimensión pueden establecerse nexos causales interesados, sea para exculparse, sea para atribuir a otros el fracaso. La manipulación mediática echa sus raíces en las dos dimensiones.

Voy a poner cinco ejemplos. Uno del ámbito político, otro del escolar, el tercero del mundo de la empresa, el cuarto de la sanidad y el quinto del deporte.

El primer ejemplo lo voy a sacar, como acabo de decir, de la política. Supongamos que queremos conocer la situación del paro. La comprobación exige la recogida de información rigurosa. A través de diversos modos de explorar la realidad llegamos a unos datos objetivos. El paro ha subido o ha bajado en un número de personas que se puede cifrar con relativa exactitud. Si se hace bien, la derecha y la izquierda podrían llegar a la misma cifra, aunque sé que hay muchas variables que influyen en el cómputo. En el diagnóstico de la realidad puede haber muchos elementos que condicionan el resultado. Quiero decir con esto que no se llega a los mismos resultados recorriendo caminos diferentes para el análisis. Por ejemplo: ¿son computables como parados los trabajadores a quienes se ha aplicado un ERTE?

La atribución, por otra parte, trata de explicar por qué son esos los datos y no otros. Y aquí viene una peligrosa tentación. Atribuir los resultados a causas que interesan. Estoy harto de oír que con el Presiente Zapatero el paro aumentó de manera exponencial. Y es cierto. Otra cosa es atribuir íntegramente la causa a la gestión del gobierno socialista sin tener en cuenta la crisis económica mundial que hizo aumentar el paro en todos los países de la tierra. Es decir que, aceptando los datos objetivos, puedo utilizarlos contra el adversario político de forma interesada. De la misma manera que el gobierno socialista puede explicar toda la subida achacándola a la crisis sin tener en cuenta las limitaciones o los errores de la gestión. Más recientemente hemos tenido otro fenómeno similar. Sobre el problema del paro podemos convenir que se han creado un número determinado de puestos de trabajo (precarios o no), pero en la fase de atribución podemos explicar la subida del empleo por el efecto de la Ley Laboral del Partido Popular o por la bonanza económica que hizo posible el crecimiento del empleo.

Esta doble dimensión se puede aplicar a cualquier parcela de la realidad política: la subida de los precios, el aumento de la delincuencia, las muertes ocurridas por violencia de género o por efectos de la pandemia…

Voy a extraer el segundo ejemplo, como decía, del ámbito escolar. Y, concretamente, de la evaluación de los aprendizajes. Una cosa es comprobar si realmente los alumnos y alumnas han aprendido aquello que debían aprender y otra explicar por qué lo han o no. No es tan sencillo como parece. Hay investigaciones que muestran que para que haya rigor en la corrección de ejercicios de ciencias harían falta, al menos, doce correctores. Se me dirá que si se trata de un problema matemático, no puede ser tan complejo: o está bien o está mal. Pues no. Y si damos a corregir el ejercicio a varios evaluadores veremos las diferencias. El planteamiento está bien y mal el resultado, puede haber resuelto el problema por un método que desaconsejó el evaluador, puede haber faltas de ortografía, puede no entenderse la letra, puede haberse copiado de forma fraudulenta… Y factores condicionantes diversos: siempre lo hace mal y hoy lo ha hecho bien, el ejercicio anterior era muy bueno, ha perdido por goleada el equipo del evaluador y esa amarga actitud condiciona la corrección… Para que haya rigor en la corrección de un ejercicios de letras hacen falta más de cien correctores. Eso en cuanto a la comprobación.

Y ahora viene la cuestión más ardua: la atribución. ¿Por qué los alumnos y las alumnas no han alcanzado los objetivos del aprendizaje? El riesgo está en explicar el fracaso diciendo que son vagos y torpes, que están desmotivados, que llegan sin base de niveles anteriores, que no tienen técnicas de estudio, que el grupo es muy malo o que la familia no le ayuda lo suficiente…

Tomo el tercer ejemplo del mundo de la empresa. Vamos a suponer que se trata de una empresa que vende artículos de cuero en el mercado internacional. La comprobación nos dice que el fracaso es incuestionable. No se ha vendido casi nada de lo producido y ofertado. Y ahora viene la segunda parte: ¿cuál es la causa del fracaso? Es decir, ¿por qué no se han vendido los artículos de cuero? Las explicaciones pueden ser rigurosas o arbitrarias.

Pondré un cuarto ejemplo tomado del ámbito sanitario. Vamos a suponer que de un quirófano salen más cadáveres que lo que registra la media de los quirófanos de un Hospital, o de una ciudad o de un país. Tenemos un dato que procede de la comprobación. Es importante que sea riguroso, es decir que tenga el soporte de un análisis preciso aunque, si es estadístico, solo será estocástico, es decir, probabilístico. Y ahora viene el segundo componente, el que vengo denominando de atribución: ¿cuál es la causa? Podemos atribuir la causa a la incompetencia de los profesionales, a los malos equipamientos, a la pésima organización o coordinación de los profesionales sanitarios. Pero también se puede pensar que los pacientes no resisten las excelentes intervenciones de los médicos.

Y por fin el deporte. Es incontestable que el equipo ha perdido por una diferencia escandalosa: 0-4. Ahora bien, ¿por qué? ¿Fue la causa un mal planteamiento del entrenador, los jugadores no se esforzaron, el árbitro cometió errores decisivos, el campo estaba impracticable, el público abroncó a los jugadores desde el inicio…?

En los casos que he expuesto y en cualquier otro, tiene que haber rigor en los dos componentes del análisis para que la intervención que busca la mejora sea eficaz. Si en cualquiera de los dos hay inexactitud, trampa o manipulación, la intervención será inútil o perjudicial.

Digo esto porque el análisis de los fenómenos no debe limitarse exclusivamente a la acumulación de conocimiento sino al diseño de estrategias que busquen la mejora. En los dos componentes del análisis se mezclan los criterios científicos con los intereses particulares o partidistas.

Los nexos causales pueden manejarse de forma interesada, como decía. Hay dos variantes básicas que dirigen la manipulación de los datos. Una de ellas es la exculpación. Se trata de hacer hablar a los datos para que nos den la razón. Los datos, sometidos a tortura, acaban confesando lo que quiere quien los maneja. La otra es la agresión. En esta segunda posibilidad se trata de convertir los datos en piedras para lanzarlas al adversario.

En los cinco ejemplos tendríamos estas conclusiones: los socialistas son malos gestores del empleo, los alumnos y las alumnas son los responsables del fracaso de su aprendizaje, las vacas estropean las pieles restregándose contra las alambres de púas, los pacientes no responden a los tratamientos, los jugadores son unos mercenarios… Conclusiones que hacen imposible la mejora de las políticas de empleo, de la calidad de la enseñanza, de la producción de artículos de cuero, de la práctica de la medicina y de la mejora del juego. Y todos tan contentos lavándonos las manos y diciendo que la culpa es de los demás.

El Adarve. Miguel Ángel Santos Guerra.

sábado, 19 de marzo de 2022

Si alguien te escucha estás salvado

He tenido la fortuna de participar hace unos días en el Congreso organizado por la Academia La Pizarra en el Palacio de Congresos de la ciudad de Valencia. El equipo responsable, que derrocha entusiasmo y compromiso por la educación, convocó a mil quinientas personas capaces de llevarte en volandas hasta territorio de la ilusión.

Después de dos años sin encuentros presenciales había en el ambiente una corriente de empatía que intensificaba los abrazos y ampliaba las sonrisas en la mirada de los asistentes. Las mascarillas nos recordaban de dónde veníamos, dónde estábamos y hacia dónde debíamos caminar para poner fin a la terrible pandemia. Comprobamos que la presencia física alimenta de otra forma los corazones.

En el acto de inauguración hubo una actividad emocionante. Nos pidieron al entrar que cubriésemos los ojos con un antifaz para experimentar así lo que se siente cuando nos falta uno de los sentidos que más información nos aporta en la vida y en la escuela. Escuchamos una voz femenina que daba instrucciones sobre pasos de ballet clásico. Cuando retiramos el antifaz descubrimos en el escenario un numeroso grupo de bailarinas entre las que había muchas niñas con discapacidad motora o cognitiva que bailaban desde sus sillas de ruedas o ayudadas por sus monitoras. Pertenecían todas a la Asociación Ballet Vale+ que, con la ayuda de la Escuela de Danza de Esther Mortes, pone la danza al servicio del derribo de barreras excluyentes.

Hubo también otra interesante y significativa iniciativa, entre muchas otras. Sobre el escenario aparecía un alto muro que deberíamos ir derribando. El muro simbólico estaba construido con cajas que tenían nombres diversos: burocracia, prisa, automatismo, temario, pantallas, redes sociales. Un muro que se fue cayendo a medida que avanzaba la jornada.

Intervinieron con sensibilidad y acierto miembros de la Academia la Pizarra enriqueciendo las conferencias que nos habían encargado a Francesco Tonucci, Mar Romera, José Antonio Fernández Bravo, Heike Freire y yo mismo.

El lema del Congreso decía lo siguiente: “Para mirarte mejor. Escuchar para enseñar”. Y a esto último quiero dedicar el artículo de esta semana, al difícil arte de saber escuchar. Especialmente a los niños y a las niñas, especialmente a los jóvenes y a las jóvenes. Porque, como no son adultos que puedan exigir (a veces ni pedir) atención, solemos despachar la escucha de sus problemas, dudas, dificultades y alegrías sin dedicar mucho tiempo y mucho esfuerzo.

Conté en mi conferencia que a la persona que mejor he visto escuchar en mi vida fue a Carl Rogers. Después de leer textos suyos sobre la importancia y la necesidad de la escucha, quise comprobar si lo que escribía eran puras y hermosas teorías o si se correspondía el discurso con la práctica. Y se correspondía.

En su libro “Psicoterapia centrada en el cliente” dice Carl Rogers: “Si un ser humano te escucha, estás salvado como persona”. Pues bien, en un workshop de diez días celebrado en Madrid, tuve la oportunidad de observar que, cuando el psicólogo norteamericano escuchaba, no había nada más importante para él en el mundo que su interlocutor. Le vi casi levitando en la silla durante horas. En la clausura de aquel evento dije que, con sorpresa y admiración, había comprobado que Carl Rogers no tenia ni próstata ni vejiga, porque, aunque tenía ya 76 años, le había visto permanecer horas sin levantarse para ir al baño.

Hubo un hecho en el que vi que escuchaba más allá de la palabra y de los gestos. Un asistente de raza negra hizo una intervención después de una tremenda agresión recibida de una colega. No hizo referencia a las palabras de la compañera. Hizo una exposición que pareció serena y sincera. Carl Rogers le miró fijamente durante unos segundos (nunca olvidaré ese momento) y dijo:

Adivino detrás de tus palabras, un profundo desgarramiento interior. Ese hombre se echó a llorar y abandonó la sala. Me pregunté: ¿Cómo le escuchaba Carl Rogers? Fue más allá de las palabras, más allá de expresión que las había acompañado. Lo caló porque le había escuchado profundamente.

Parece que escuchar es fácil. Basta no tener tapones en los oídos. Creo, por el contrario, que se trata de una tarea tan compleja que no podremos hacerla perfectamente nunca por mucho que nos ejercitemos.

Voy a plantear tres tipos de exigencias que resultan necesarias para la escucha que suele denominarse activa.

Exigencias verbales. Uno de los factores que bloquean la expresión de quien habla es que el adulto empiece a dar consejos inmediatamente, sin poder evitarlo. Por eso los adolescentes hablan tan poco con sus padres. Es muy difícil que si una adolescente le dice a sus padres que se ha enamorado de su profesor de matemática, la madre pregunte cosas sobre él. Es probable que se enfade y que le amenace con cambiarle de colegio. Sin embargo sí seguirá hablando con su amiga. También bloquea la expresión el que el adulto se ponga a discutir, a reprochar, a ridiculizar, a culpabilizar a quien habla por lo que dice o por cómo lo dice.

Exigencias paraverbales. Hay que mirar atentamente a quien habla. No se puede escuchar bien sin mirar. Hay que hacerse eco de lo que dice quien habla (afirmar con la cabeza, sonreír, decir ajá…). Todo eso significa: te estoy escuchando, estoy aquí. Quien escucha tiene que permanecer tranquilo, no dar muestras de tener prisa, o cansancio o aburrimiento.

Exigencias actitudinales. Creo que estas son las más importantes. Hay que prestar atención interiormente (dejando al margen los ruidos ajenos a la manifestación de quien habla), no hacer juicios de valor, no tener miedo a los silencios, tratar de llegar más allá de la expresión verbal y paraverbal.

Faltamos muchas veces al respeto a niños y a jóvenes. No les dedicamos tiempo, porque tenemos mucha prisa. Nos quieren decir algo y, cuando empiezan a hablar, suena nuestro móvil y mientras hablamos, le decimos con un gesto que siga diciendo qué es lo que quiere. Nunca lo haríamos con un adulto.

Muchas veces, cuando escuchamos, estamos más pendientes de lo que vamos replicar que de lo que nos están diciendo. Recuerdo que en un debate de clase, les dije a mis alumnos que, para intervenir, tenían que cumplir dos requisitos: pedir la palabra y repetir fielmente lo que había dicho el anterior interviniente. Al comienzo era frecuente que quien levantaba la mano para pedir la palabra, al requerir la segunda exigencia. dijese:

Perdón, no he escuchado a mi compañero…
Otras veces, cuando trataba de repetir lo que había dicho el compañero anterior, el interesado comentaba:

– No. No fue eso lo que dije…
En esos casos no podía intervenir. Trataba de conseguir que escuchasen con atención.

Contaba José Antonio Fernández Bravo en su conferencia que, a veces, preguntamos a los niños algo pero no tenemos en cuenta su respuesta. Es como si no les hubiésemos escuchado. Puso un ejemplo de la vida cotidiana.

– Niño, ¿quieres ir un rato al parque?, pregunta el adulto.

– No, ahora no me apetece, dice el niño.

– Pues venga, ponte el abrigo que hace falta respirar aire puro y, además, tengo que comprar pan.

¿Para qué le han preguntado?

Estoy seguro de que, aunque haya una tasa tan enorme de desempleo, si alguien se anuncia con la palabra ESCUCHO, si lo sabe hacer, encuentra pronto trabajo. No digo en el anuncio aconsejo, ni consuelo, ni diagnostico, ni curo, ni divierto. Digo ESCUCHO. Pienso que la mitad de la humanidad anda buscando a la otra media para que, en silencio, con paciencia, con afecto, con atención, con profundidad escuche sin interrumpir todo lo que quiere expresar.

Cuántos malos ejemplos ven nuestros niños y jóvenes de mala escucha en los programas de televisión: faltas de respeto, atropellos verbales, interrupciones, insultos, agresiones, mentiras… Y también en nuestras costumbres familiares y escolares.

Leí hace algún tiempo el libro ”Escucha activa”, de Elena Ariste Mur. Muchas páginas para aprender lo que parece que no tiene dificultad alguna pero que en realidad es tan importante como complejo. Decía Zenón de Elea: “Recordad que la naturaleza nos ha dado dos oídos y una sola boca para enseñarnos que más vale oír que hablar”. Ojalá que sepamos escuchar a los niños y a las niñas. Les hablamos mucho y les escuchamos poco. El Congreso organizado por La Pizarra ha sido una invitación emocionada a poner al niño y a la niña en el centro de la educación, de la escuela y de la vida. La palabra es suya. Escuchemos con atención.

El Adarve.

lunes, 7 de marzo de 2022

_- La escuela de la dificultad

_- Solemos emplearnos a fondo cuando llega el momento de criticar o denunciar el comportamiento escandaloso de políticos, profesores, banqueros, cantantes, deportistas, sacerdotes o cualquier otro tipo de profesionales que tienen alguna relevancia social. Decimos que el aprendizaje vicario o aprendizaje social es un riesgo dañino para nuestra juventud, cuando el comportamiento de personas relevantes resulta escandaloso. Por eso considero importante presentar la otra cara de la moneda. Quiero mostrar el comportamiento ejemplar de una persona que ha llegado a tener un gran éxito en la vida y que se encuentra en el candelero de la popularidad. Me estoy refiriendo al tenista mallorquín Rafael Nadal.

El pasado día 29 de enero, domingo, me levanté tarde (tengo ritmo de búho, no de alondra) y mientras me aseaba conecté la radio y me encontré con la decepción: Rafael Nadal había perdido los dos primeros sets del Open de Australia. Y también iba perdiendo por 0-40 el primer juego del tercer set. Imposible la remontada, pensé. Una pena. Podía coronarse como el mejor tenista de la historia pero no había sido posible. Estuve en un tris de cambiar de cadena, dando por consumada la derrota. No lo hice. Di por bueno el esfuerzo que estaba realizando después de haber caminado con muletas no hacia mucho, de haber atravesado la covid-19 hacía poco y después de una crisis en la que, según había contado el propio Nadal, se había planteado la posibilidad de abandonar el tenis.

Cuál no fue mi sorpresa cuando presté atención y escuché que iba ganando algunos puntos y algunos juegos de forma espectacular. Y que había ganado el tercer set. A esas alturas, le daba como perdedor, a pesar de la reacción. Quedaba el cuarto set y creí que el ruso se iba a imponer. Medvedev tiene diez años menos que Nadal, pensé. Se impondrá la juventud. Pero no. Golpe a golpe fue avanzando hasta ganar el cuarto set. Una heroicidad, pensé, al ver el empate. Habían pasado más de cuatro horas de un tenis de primerísimo nivel.

La emoción fue creciendo ante la probabilidad (ya no solo la posibilidad) de ganar el quinto set y adjudicarse el 21 Grand Slam, superando a Dyokovic y a Federer, ambos con veinte títulos. Y ganó el último, el quinto set. El mejor tenista de la historia.

Qué maravilloso ejemplo de superación, de lucha contra la adversidad, de coraje, de esfuerzo, de fe en sus posibilidades, de aguante del dolor. De todos es sabido que estaba jugando con el escafoides roto por la mitad.

Imagino el asombro de su contrincante cuando, después de ganar los dos primeros sets, se encuentra con un titán que saca fuerza de flaqueza y va comprobando que el gradiente de la meta está espoleando y no hundiendo a su adversario.

Uno siente orgullo de tener un compatriota de ese nivel deportivo y, sobre todo, de esa calidad humana. Un verdadero modelo. Diré luego por qué mi admiración hacia esta persona, que tiene una trayectoria insuperable como tenista y una personalidad fraguada en la dificultad, en la sensatez y en la bonhomía. Nadal es un buen deportista, una buena persona y un ciudadano ejemplar.

Son varios los valores que quiero destacar de la biografía de Nadal. Valores que se combinan y se entremezclan forjando una personalidad admirable. Porque una hazaña de este tipo no es fruto de la improvisación. Hay detrás de ella muchas horas de esfuerzo, de sacrificio, de trabajo oculto. Es el fruto de haber aprendido constantes lecciones en la escuela de la dificultad.

Ante un hecho de esta envergadura solemos poner el foco en el éxito conseguido, pero olvidamos que el éxito no se hubiera producido sin los esfuerzos persistentes de muchos días, sin la presencia de las cámaras y del público que aplaude. Pocas veces se pone el foco en la superación de las dificultades.

He aquí, a mi juicio, alguno de los rasgos de la personalidad de Rafael Nadal. Los enumero y comento sin tener más conocimientos sobre su trayectoria vital que los que todos hemos podido ver y admirar a través de su presencia en los medios de comunicación.

Capacidad de superación: el tenista manacorí, hace unos meses, dudaba si tendría que retirarse de forma definitiva. Andaba con muletas y conocía que la rotura de su escafoides no tenía solución. Y dudó en acudir al Open australiano. Pero tuvo el coraje de viajar, de inscribirse, de ir superando eliminatorias y de ganar una final en una magnífica reacción.

Humildad: a pesar de ser, de forma indiscutible, el mejor tenista de la historia, ya que tiene 21 títulos de Gran Slam, Rafael Nadal respeta a sus adversarios y no alardea nunca de sus éxitos. Le oí decir en alguna ocasión que no se sentía más que nadie, “a fin de cuentas, decía, no hago más que impulsar una pelota al otro lado de una red”. Atiende a la prensa con cortesía y respeto. Los éxitos no se le han subido a la cabeza.

Constancia: Hacer un duro esfuerzo en un momento determinado, está en manos de todos, pero mantener esa actitud de manera persistente es lo verdaderamente difícil. La lucha de Nadal para mantenerse en lo más alto exige una costosa perseverancia. Un victoria como la del Open de Australia es fruto de un buen partido pero, también, de muchos días de entrenamiento.

Resiliencia: Salir de una grave lesión, entrenar con fuertes dolores, pensar que quizás tuviese que abandonar el tenis definitivamente y ganar un Grand Slam es el mejor ejemplo de una actitud resiliente.

Fe en sí mismo: las cotas de éxito alcanzadas por Nadal son el fruto de un buen autoconcepto y de una buena autoestima. Sin esa fe en sus posibilidades sería imposible alcanzar tantos éxitos consecutivos.

Coraje ante la adversidad: la montaña que se elevaba ante él en la final que he descrito, lejos de arredrarle, se convirtió en un estímulo. Haber perdido los dos primeros sets y de empezar perdiendo los primeros puntos del tercero era una montaña de tal altura que parecía imposible de escalar. Y estoy seguro de que esa actitud ante la dificultad habrá tenido que ejercitarla muchísimas veces.

Optimismo: tener la esperanza de que se va a conseguir algo, es el primer paso para poder alcanzarlo. Le he oído decir que no quiere quedarse con 21 títulos de Grand Slam y que ya está preparándose para el 22.

Fortaleza: no solo hablo de fortaleza física, hablo también fortaleza mental. Es una cualidad que elogia su tío y antiguo entrenador Toni Nadal. La fortaleza mental encauza y sostiene el empleo de la fuerza física.

Ejemplaridad ciudadana: que yo sepa, no se le conoce a Nadal ese tipo de comportamientos insolidarios que llevan a hacer trampas con el dinero, que evaden impuestos colocando su dinero en paraísos fiscales.

Ser un buen deportista, supone haber desarrollado unas destrezas hasta limites excelentes y haber entrenado con esfuerzo y constancia. Ser buena persona exige algunas cosas más: solidaridad, empatía, humildad, compasión, respeto a la dignidad humana. Lo ideal es que se sumen las dos dimensiones como creo que sucede en el caso de Nadal.

Hemos visto las actitudes de otro gran tenista, Djokovick, que fue deportado de Australia por no haberse querido vacunar, lo que considero un actitud insolidaria. Porque solo se podrá superar la pandemia si todos y todas participamos en la lucha contra ella. Y eso significa que hay que vacunarse y que hay que cumplir las norma sanitarias para evitar el contagio. También mintió en los formularios de entrada diciendo que no había estado en otros países antes de su viaje, a pesar de haber pasado unos días en Marbella como era público y notorio. Otros deportistas afamados se muestran altaneros, displicentes, antipáticos, agresivos, egoístas, orgullosos, como si perteneciesen a una clase superior.

“El ejemplo es la escuela de la humanidad, la única escuela que puede instruirla”, dice Edmond Burke. Qué buena lección de esfuerzo para nuestra juventud la vida de Rafael Nadal.

El Adarve.

sábado, 19 de febrero de 2022

_- Tongo, tongo o tonto, tonto

_- En época de elecciones los políticos casi se muestran serviles con los votantes. Todo son halagos, promesas, parabienes y sonrisas. La cercanía es constante en mítines, reuniones y encuentros de todo tipo. Necesitan hablar con el pueblo, necesitan al pueblo. Van corriendo detrás de los electores y las electoras para pedirles el voto. Lo hemos visto estos días durante la campaña electoral por la presidencia de la Comunidad de Castilla y León, mi querida tierra.

“Si te he visto, no me acuerdo”, dirán algunos bajo cuerda. Los halagos se vuelven desprecios, las promesas se olvidan, los parabienes desapareen y la cercanía se transforma por arte de magia en lejanía y olvido. Ahora ya están atrincherados en sus despachos y hace falta pedir audiencia para que te escuchen durante unos minutos.

Es cierto que no se puede generalizar. Yo no lo hago, al menos. No digo que todos los políticos sean iguales y, mucho menos, que todos los políticos sean malos. Defiendo con rotundidad la buena voluntad de muchas personas que se dedican a la política. Cuando no se manifiesta esa bondad hay que denunciarlo públicamente.

Hemos visto un caso de olvido de los intereses de los ciudadanos y ciudadanas en el proceso de votación de la Ley de Reforma Laboral. Es que no se ha hablado de la ley. De si es buena o de si es mala, de si es beneficiosa para la ciudadanía o no. De si es buena para el país o no. Y por qué. Lo que se ha hecho es convertir la ley en un arma arrojadiza contra el adversario político. Y los apoyos no se han producido por modificaciones o mejoras del texto legal sino por la concesión de prebendas a cambio del sí.

Los motivos de la oposición para rechazarla no se han basado en el análisis de la ley. Ni los de los socios de gobierno, salvo el PNV. Se han ignorado los beneficios que reporta su articulado y las consecuencias positivas que su aprobación suponía para la llegada de fondos europeos.

¿Qué importancia tenían los trabajadores y las trabajadoras, los empresarios y las empresarias? Porque ellos veían la bondad de la ley, aunque fuese mejorable. ¿Qué valor le daban a los acuerdos alcanzados por los sindicatos y la patronal? ¿Qué importancia tenían los que durante el período electoral eran tan necesarios como votantes? Lo que importa es machacar al gobierno, es destruir a Sánchez, es echar de la Moncloa a los socialistas y a los comunistas, a los independentistas y a los etarras. Les pedíamos a estos que abandonasen la vía armada y que abrazasen la vía política pero, cuando lo han hecho, siguen siendo igual de malditos. Se trataba de dar una patada a Sánchez en el culo de los trabajadores y las trabajadoras. Que sufran.

No podía creer lo que veía. Me tenía que frotar los ojos ante la pantalla del televisor para dar crédito a lo que estaba pasando en el Congreso de los Diputados.

Se trataba de votar la Ley de Reforma Laboral que habían pactado (oh, milagro) los sindicatos y la patronal. Un acuerdo importante ya que la ley en vigor se había aprobado con el rechazo de los sindicatos, en un momento de mayoría absoluta del Partido Popular. Era muy conveniente que se aprobase la Ley porque de ello dependía, como he dicho, la recepción de importantes fondos europeos.

La aritmética parlamentaria, después de negociaciones interminables, auguraba una votación ajustada: 176 síes y 173 noes. Si no había imprevistos, errores, deserciones, compra o venta de votos. Existían algunos temores. Porque dos diputados de UPN (Unión del Pueblo Navarro), los señores Sergio Sayas y Carlos García Adanero, decían que iban a votar sí por disciplina de voto, pero que su postura personal era de rechazo. ¿Cómo se pudieron fiar de ellos?

Se procede a la votación presencial a cuyos votos habría que añadir los votos que se que se habían emitido de forma telemática. Catorce votos exactamente.

Al hacer el recuento, la presidenta del Congreso, Meritxel Batet, comete un error y da por rechazada la Ley con el consiguiente alborozo, los intensos aplausos y el jolgorio de la derecha. ¿Qué es lo que aplaudían? ¿Que no se produjesen las mejoras para los trabajadores y las trabajadoras? ¿Descalificar el acuerdo social? ¿Que no llegasen los fondos europeos? Cuesta explicar tanta alegría.

Segundos después la presidenta anuncia: “Me informan los servicios de la Cámara que la Ley ha sido aprobada por 175 votos a favor y 174 en contra”. Y ahora los aplausos y el regocijo eran de los partidos del gobierno de coalición y de todos los que habían votado favorablemente. Mientras tanto, los diputados de la derecha gritaban: ¡tongo, tongo, tongo!, aunque creo que deberían haber dicho, refiriéndose a su distraído diputado:¡tonto, tonto, tonto!

¿Qué había pasado? Dos cosas que habían roto las previsiones de unos y otros.

Los dos diputados de UPN, antes citados, habían roto la disciplina de voto de su partido y, aunque habían dicho durante todo el día que iban a votar que sí, a la hora de la verdad, votaron que no. Ese cambio, del que algunos recelaban, hacía que ganase el no. 174 síes y 175 noes. La operación habría sido perfecta. La maniobra era magistral.

Pero hubo otro hecho insospechado. Un diputado del PP, Alberto Casero, se equivocó a la hora de emitir el voto telemático y en lugar de votar no, votó sí. Con lo cual el resultado era de 175 síes y 174 noes.

Los dos diputados díscolos habían traicionado a su partido ya que habían dicho que acatarían la decisión. Y habían mentido a todo el mundo, principalmente a los partidos del gobierno. Se puede invocar el voto por conciencia en algunos casos. En este, no. No se puede decir que “no le quiero lanzar un salvavidas a Sánchez”, “o no me llevo bien con el jefe de mi partido”, o “no me llamaron por teléfono”, sean cuestiones de conciencia. Ni “yo conozco lo que piensan los electores”, es un argumento que tenga que ver con la ética. Se convirtieron en tránsfugas porque fueron elegidos en listas cerradas y fueron votados por pertenecer a UPN. Es el partido el que tiene que tomar la decisión.

Y ahora vienen las reacciones. El PP, de forma visceral y alocada habla de error informático, luego de error humano subsanable, después de que no habían dejado entrar en el Congreso al Diputado Casero (¡enfermo de gravedad!, que no podía ir a votar, pero sí a reclamar), después de que no se hubiera reunido la mesa del Congreso, luego que era necesaria una comprobación telefónica invocando una norma de 2012 ya caducada, luego hablan de pucherazo, de conspiración, de fraude electoral, de prevaricación de la Presidenta de la Cámara.

Pus bien, no hay una mínima prueba de error informático, no era subsanable el error del diputado porque no se puede votar dos veces, nadie pidió la reunión de la mesa, las puertas del Congreso se cierran preceptivamente desde el inicio al final de la votación, no hubo omisión de llamada para la comprobación del sentido del voto porque esa comprobación ya se hace en el sistema de votación (“Compruebe si el sentido de su voto es correcto”, se dice en el proceso de votación), y nunca antes se ha hecho una llamada desde 2020 ya que había caducado la norma de 2012, ni es posible, cuando se ha votado telemáticamente, volver a votar presencialmente. Se podría hablar de pucherazo o complot si hubo connivencia entre el PP y la mentirosa actitud de los dos diputados de UPN. Si el señor Casero hubiera pulsado el sí, ¿estaríamos hablando de conspiración?

El PP no ha soportado esta rocambolesca derrota. Con la bonita jugada que habían preparado para ganar el partido, se desesperaron porque alguien por torpeza o despiste, metió un gol en propia puerta. Y los goles en propia puerta suben al marcador.

Y ahora vuelvo al comienzo del artículo. ¿Dónde han estado los intereses de los ciudadanos y las ciudadanas del país? ¿Cuándo se ha preocupado la oposición del interés común en esta votación? ¿En quién han pensado los tránsfugas para desobedecer la orden del partido? Si se hubiesen tenido en cuenta los intereses de la ciudanía, esta ley debería haber tenido un respaldo unánime, no digo mayoritario, digo unánime.

Tenemos que ser exigentes. En primer lugar tenemos que informarnos de lo que sucede. Y luego, analizar con rigor esa información, levantar la voz con energía y tomar decisiones racionales y justas a la hora de votar.

El Adarve

martes, 8 de septiembre de 2020

_- El arte de las dedicatorias

_- Me gusta leer. Me gustan los libros. Me gusta todo de los libros: el olor, las páginas, el tacto, la portada, el canto, el título, el índice, la dedicatoria… Hasta las erratas me gustan. Lean “Vituperio (y algún elogio) de la errata”, de José Estaban y encontrarán algunos motivos de por qué digo lo que digo. Hoy quiero poner el foco en las dedicatorias.

Hay dos tipos de dedicatorias de libros. La que el autor o autora plasman en la primera página de la obra, con letra impresa, y la que escriben de puño y letra en alguna página en blanco, a petición del lector o por propia iniciativa. He visto, no hace mucho, una tercera modalidad: una dedicatoria manuscrita del autor que viene ya impresa e, incluso, anunciada en la portada. En este último caso, los destinatarios son los lectores.

Como sucede con todo género breve (epitafios, anuncios, grafitis…) el ingenio deja en las dedicatorias chispazos magníficos de ingenio. No recuerdo en qué libro inglés, el autor escribió la siguiente dedicatoria: “A mi mujer, sin cuya ausencia, nunca hubiera podido escribir este libro”. Lo cual puede ser interpretado como un halago (ella era tan importante para él que, estando a su lado, no podía dedicarse a otro menester) o como una ofensa (a su lado resultaba imposible sentir la inspiración literaria, prueba era un permanente incordio).

Fernando Savater escribió un interesante libro con el título “Mira por dónde. Autobiografía razonada”. Y lo dedicó al amor de su vida, con esta admirable brevedad: “A Sara: mira, mi vida”.

Hay dedicatorias manuscritas de carácter protocolario, muy poco originales, casi siempre breves, que se despachan con tópicos: “Con afecto”, “Con gratitud”, “Con mis mejores deseos”, “Con todo mi cariño”, “Con un fuerte abrazo”… Hay otras más elaboradas, también genéricas. Y algunas que solo pueden tener un destinatario.

Tengo en mi biblioteca algunas estanterías con libros dedicados por su autor o su autora. En la mayoría de los casos, la iniciativa ha surgido de los firmantes. En alguno, ha sido fruto de una petición mía. Citaré algunas, ya que no cabrían todas en el breve espacio de este artículo.

El escritor argentino Enrique Mariscal escribió, entre muchos otros, un pequeño libro titulado “La educación es la ciencia de la paz”. Tengo delante su hermosa dedicatoria: “Para MASG, un impulso incontenible el mismo día que se atacó por segunda vez Irak. Si la paz no está en el corazón de los maestros, rápido muere en la mente de los niños”.

En el aeropuerto de Barajas, entré en el avión que me iba a llevar a Málaga. Llevaba bajo el brazo el libro de Mario Vargas Llosa “La fiesta del chivo”. Me topé con el autor de la novela que, casi inevitablemente, se fijó en su libro. Por azar, nuestro asientos estaban contiguos. Fue inevitable pedirle al premio Novel que me dedicase el libro. Lamento decir que no puedo reproducir la dedicatoria porque no encuentro el libro en este momento. Un préstamo, seguro.

En otro vuelo, este de Barcelona a Madrid, coincidí con el entonces ministro socialista José Borrell. Hablamos de política. Hablamos de libros. Quedamos en enviarnos uno de nuestra autoría. Así lo hice. Después de unas semanas recibí un interesante libro suyo titulado “La República de Taxonia. Ejercicios de matemáticas aplicadas a la economía”. En la dedicatoria, me dice: “Con todo afecto, aunque con mucho retraso”.

Francesco Tonucci dedica sus libros con algún dibujo que improvisa en el momento de la firma. Tengo delante el libro “Los niños y las niñas piensan de otra manera”. Como en él aparecen dos viñetas que reflejan momentos singulares de la vida de mi hija, dice: “Gracias, Carla, de parte de FRATO”. Mis lectores y lectoras sabrán que FRATO es el acrónimo de FRAncesco TOnucci.

Rosana Gallardo es una policía municipal de Villarreal que lleva muchos años trabajando la mediación policial. Alguna vez me ha llamado para participar en experiencias de formación. Tiene un libro del que es coautora Elena Cobler. Un libro que se titula “Mediación policial. Manual para el cambio en la gestión de conflictos”. Dice su dedicatoria: “A MAS, que es como el Buen Maestro que me acompaña hacia donde debo ir. ¡Fuerte abrazo!”.

Venado Tuerto es una población argentina en la que hay una escuela llamada “La escuela de los cien años”. No es que tenga un siglo la escuela sino que se construyó para conmemorar la creación de la ciudad. En lugar de hacer un asado o una fiesta, la comisión de festejos decidió construir una escuela. Estuve allí en la conmemoración de los 25 años. Reproduzco ahora con emoción la dedicatoria. “Una escuela que aprende es una escuela que lejos de obedecer se permite crecer. Gracias por regalarnos el privilegio de su padrinazgo”.

Francisco Guerrero, amigo y compañero de Departamento, además de libros profesionales, escribe novelas. Una de ellas lleva el título “El puente de los alemanes”. Uno de los personajes de la novela, decano de la Facultad de Educación, lleva mi nombre. Dice el autor en su larga dedicatoria: “Para documentarme sobre la Guerra Civil Española estuve leyendo decenas de libros (también sobre Antonio Machado). En la novela apenas saldrá, de esa ingente búsqueda, un uno por ciento. Para el personaje Miguel Ángel Santos, no he necesitado documentarme. Llevo trabajando junto a él cerca de veinticinco años y en todo ese tiempo ya me ha demostrado algunas de las virtudes que aparecen en esta novela. Con todo, seguro que solamente he novelado menos del uno por ciento de las capacidades de la persona Miguel Ángel Santos. Con cariño”.

Ahora, otra vertiente de las dedicatorias. Las que he hecho de mis libros. He dedicado muchos libros en mi vida. Me gusta repetir lo que decía Gabriel García Márquez: un libro no se acaba de escribir hasta que no se dedica. En países de Hispanoamérica es frecuente, después de las conferencias, organizar una sesión de firmas. Recuerdo que, después de una conferencia organizada por la Editorial Santillana en el cine Rex de la calle Corrientes de Buenos Aires (con aforo para más de 4000 asistentes), el director de la consultora Network que me había contratado habló con el dueño del quiosco que está frente a la entrada.

– ¿Quiere usted ganar unos pesitos vendiendo libros?

– Señor, yo no vendo libros. Vendo periódicos y revistas.

Aceptó la oferta y allí me vi en plena calle firmando ejemplares. La cola daba la vuelta a la manzana. El quiosquero preguntó :

– ¿Cuándo vuelve este señor por aquí?

He firmado cientos de libros al terminar las conferencias en Argentina, Chile, Colombia, México, Uruguay… Se trata de un curioso ritual. Pregunto el nombre, escribo la dedicatoria de unas cuantas líneas y nos hacemos una foto, En la ciudad de Córdoba perdí un vuelo porque no supe romper la presión por la última firma.

Los orientadores y orientadoras de Extremadura quisieron hacerse hace años con un ejemplar de mi libro “La escuela que aprende”. Eran, aproximadamente, 150. Me pidieron también una dedicatoria personal. Solicité la lista con los nombres de todos y escribí para cada uno, una dedicatoria diferente. Porque yo creo que las dedicatorias no se hacen como los churros.

Tengo también otra sección con libros dedicados no por sus autores o autoras sino por quien ha tenido la amabilidad de hacerme el regalo que más aprecio. No me queda mucho espacio para hablar de ellos. Ya no me caben más referencias. Quizá otro día. Bueno, solo una.

Solidario (qué hermoso nombre, qué magnífica persona) vive en la ciudad de Paraná. En la primera página del libro “El universo neoliberal”, me dice. “Querido amigo: en esta espontánea colaboración, ya que nunca fue pactada explícitamente- para ayudarnos a mejor comprender la marea de la historia que nos ha tocado vivir en estas décadas, te agradezco mucho el ejemplar de MALDITO MERCADO y te retribuyo con esta producción regional. Espero que te interese para tolerar su extensión. Hasta el próximo encuentro que no quiero que sea muy lejano”.

No soy un coleccionista de firmas, pero me ha gustado repasar algunas de las dedicatorias que me han hecho. Solo colecciono búhos, que viven entre los libros. Dicen que un coleccionista es una persona que nunca piensa en el suicidio porque siempre está esperando incorporar a su colección una nueva pieza.

El Adarve. Miguel Ángel Santos Guerra

miércoles, 2 de septiembre de 2020

Ladrón de sonrisas

El coronavirus nos ha arrebatado muchas cosas. Ha segado de raíz la vida de miles de personas, ha destruido la economía de medio mundo, ha dejado sin trabajo a millones de personas, nos ha encerrado en las casas, ha puesto patas arriba el sistema educativo, ha parado los aviones, ha interrumpido los viajes, ha llenado de temor os corazones… Pero hay una curiosa consecuencia que no he oído ni visto, hasta el momento, analizar en ningún artículo, programa o investigación. Me refiero a la desaparición de la sonrisa como consecuencia del uso persistente y generalizado de mascarillas en espacios cerrados y abiertos. Este peligroso virus se ha convertido en el ladrón más descarado de sonrisas de nuestra sociedad.

Veo por la calle caminar a las personas de manera aparentemente taciturna, ya que ningún rostro está iluminado por la sonrisa. Me atienden en comercios, supermercados y farmacias sin saludarme ni despedirme con una sonrisa, mantengo conversaciones en las que solo veo los ojos de la persona porque la boca ha desaparecido y con ella el hermoso gesto de la sonrisa.

Podemos sonreír, pero no nos ven hacerlo. Los demás pueden sonreír, pero no les vemos. De esa forma la sonrisa se hace invisible, permanece escondida bajo ese disfraz de un triste carnaval.

Aunque sea debajo de la mascarilla, debemos seguir sonriendo. A veces la alegría es la fuente de la sonrisa, pero en otras ocasiones, la sonrisa es la fuente de la alegría.

“La sonrisa es el idioma universal de las personas inteligentes”, decía el dramaturgo español Víctor Ruiz Iriarte. Ahora no podemos utilizarlo con la misma intensidad, con la misma frecuencia. Porque muchos de nuestros interlocutores nos hablan desde detrás de una barrera que es sutil en la textura pero contundente en la ocultación del rostro.

El virus nos ha llevado a un mundo sin sonrisas. Por eso abogo por la confección de mascarillas que dejen ver el movimiento de los labios. De esa manera, los sordos pueden leer lo que dice su interlocutor y todos podremos disfrutar de esa regalo impagable que es la sonrisa. Pero abogo, sobre todo, porque aparezca pronto una vacuna (o múltiples vacunas), como fruto del esfuerzo (ojalá que fuera coordinado) de miles de investigadores e investigadoras que están trabajando a marchas forzadas por la salvación de la humanidad. Ahí está la esperanza de la recuperación plena de la sonrisa.

Quiero ahora contar una historia. La historia de un ladrón de sonrisas que fue finalmente derrotado por la intervención inteligente de un niño. Conozco otros cuentos con este mismo título, El ladrón de sonrisas, como el de la escritora Susanna Isern, ilustrado de forma hermosa por Raquel Díaz Reguera, que también tiene como protagonista a otro niño. Este no tiene autor conocido por lo que pertenece al acervo común de la humanidad. Dice así:

Había una vez un tipo tristón y enfadadizo al que no le gustaba nada estar todo el día de mal humor. Todos a su alrededor se metían con él por su desagradable carácter, lo que no hacía sino acrecentar su tristeza y enfado.

Harto ya de tanta burla, este hombre decidió que, si él no podía ser feliz, nadie lo sería. Y, tras mucho investigar, encontró la manera de robar la sonrisa a la gente sin hacerles daño, empezando por los que tanto se metían con él.

Poco tiempo tardó en hacerse famoso este hombre, al que apodaron el ladrón de sonrisas. Todos sabían que era él, pero nadie podía hacer nada, puesto que no había ninguna ley que prohibiera robar sonrisas.

El ladrón de sonrisas guardaba las sonrisas en un cofre especial. Para evitar que se escaparan al abrirlo, el ladrón de sonrisas tenía siempre el cofre cerrado con llave y metía las sonrisas que robaba a través de un agujero especial que solo se podía abrir desde fuera.

Un día, mientras el ladrón de sonrisas buscaba alguna sonrisa que robar, un niño perdido llegó a su guarida, sin saber dónde estaba. El niño estaba muy triste, porque no sabía dónde buscar a sus padres, con los que había ido de excursión. Tenía hambre y frío, y ya era de noche para deambular por una ciudad desconocida.

El niño vio el cofre. Pensando que dentro habría comida o mantas intentó abrirlo. Pero no pudo, porque estaba cerrado con llave. El niño buscó algo con qué abrir el cofre. La llave no estaba por ninguna parte, pero encontró un trozo de metal un poco retorcido. Como no tenía otra cosa que hacer, el niño intentó forzar la cerradura con el trozo de metal. Ya llevaba un rato intentándolo cuando apareció el ladrón de sonrisas:

-¿Qué haces, niño? -gritó, muy enfadado, el ladrón de sonrisas.

En ese momento, el niño consiguió abrir el cofre y miles de sonrisas salieron disparadas, en busca de sus dueños.

-¡No! ¡No! Cierra eso, insensato -gritó el ladrón de sonrisas.

Nada más decir estas palabras, una sonrisa despistada se estrelló contra la cara del ladrón, y cuatro o cinco más siguieron el mismo camino.

El ladrón de sonrisas empezó a reírse como loco. Una extraña energía recorrió todo su cuerpo. Cuatro o cinco sonrisas despistadas se estrellaron también contra el niño que, de pronto, no se sintió tan desesperado y triste.

– No te preocupes, niño -dijo el ladrón de sonrisas sin parar de sonreír-. Llamaré a la policía para que encuentre a tus padres.

La policía se presentó en la guarida del ladrón de sonrisas, a donde nadie se atrevía a ir, protegidos para que el ladrón no hiciera de las suyas, sospechando que se trataba de una trampa.

Cuando los policías vieron al ladrón de tan buen humor y al niño tan bien atendido no podían creérselo. Algunas de las sonrisas que todavía no habían encontrado a quien alegrar se estrellaron contra los policías, que no podían dejar de alegrarse por el feliz reencuentro del niño con sus padres y por la felicidad de ver al tipo más desagradable de la ciudad más feliz que nadie.

El ladrón de sonrisas guió al resto de sonrisas escapadas para que fueran a parar a muchas de las personas que se habían quedado tristes cuando le robaron la sonrisa.

-¡Oh, no! ¡No hay para todos! -se lamentó el ladrón de sonrisas.

Entonces, el ladrón se dio cuenta de que no hacía falta, porque todo aquel que veía a alguien sonreír, sonreía también.

Ese día el ladrón de sonrisas descubrió que la sonrisa es contagiosa y que no solo es muy fácil llevar un poco de felicidad, sino también encontrarla si sabes dónde buscar.

Hasta aquí la historia. El coronavirus se ha convertido en el ladrón de sonrisas de la humanidad. Hay una forma segura de abrir la caja donde las tiene encerradas. El niño de esta historia, que abre la caja, es la investigación. Solo la investigación puede acabar con el poder del ladrón de forma definitiva encontrando una o varias vacunas que sean eficaces. Es ahora cuando se ve de forma palmaria la importancia que tiene contar con buenos equipos de investigación, con estructuras sólidas, con políticas eficaces y con presupuestos que permitan investigar con intensidad y persistencia.

Cuando la humanidad clama por una solución a la pandemia, es preciso recordar que la cultura de la investigación no se improvisa, que no aparecen como por arte de magia profesionales bien formados y que sin dinero, tiempo y esfuerzo no es posible encontrar hallazgos de singular importancia. Para que vuelva a florecer la sonrisa en el mundo, para que desaparezcan las mascarillas y podamos circular libremente, es necesario encontrar un remedio eficaz contra el virus. Lo diré de forma lapidaria: investigación o catástrofe.

https://mas.laopiniondemalaga.es/blog/eladarve/2020/08/08/ladron-de-sonrisas/

lunes, 31 de agosto de 2020

Estupidez concentrada

¿Cómo vamos a frenar los rebrotes con reiterados comportamientos irresponsables? ¿Cómo vamos a vencer al virus si no somos conscientes de la gravedad de la situación? ¿Cómo superaremos la crisis con actitudes incívicas?

Hace unos días tuvo lugar en la Plaza de Colón de Madrid una manifestación, que todavía no he logrado digerir. El principio de la libertad de expresión primó, al autorizarla, sobre otro tipo de consideraciones sociales, políticas y éticas. Porque era evidente que quienes se manifestaban contra el uso de la mascarilla, no la iban a llevar puesta. Y quienes protestaban contra la imposición de la distancia de seguridad, no la iban a respetar. Por pura lógica. Es decir, les dieron permiso para incumplir la ley. ¿Por qué gozaron de un privilegio que los demás no tenemos? Les dieron permiso para que ese comportamiento incívico se exhibiese impunemente como una invitación a la desobediencia y a la irresponsabilidad. No es que no me preocupe lo que pasa con la usurpación de derechos fundamentales por parte del poder político, pero creo que en este caso las decisiones están más que justificadas.

“La pandemia es una farsa”, coreaban. Negar que existe un virus que ha afectado a más de veinticuatro millones de personas en el mundo y que ha causado casi un millón de muertos es una necedad insuperable. Imagino que ninguno de los asistentes habrá sufrido la pérdida de un familiar o de un amigo. Porque, de ser así ...“Terroristas, terroristas, terroristas”, gritaban, imagino que refiriéndose a los políticos. Sin pensar que quienes ejercían de tales eran ellos mismos, propiciando el contagio. “No nos dejan respirar”, decía irritada una manifestante. ¿No? “Stop mafia política”, rezaba una pancarta, haciendo una injusta descalificación de toda la clase política. Las imágenes que divulgaron los medios de comunicación mostraban de forma casi insoportable hasta qué extremos puede llegar la estulticia humana.

Personas gritando “Libertad, libertad, libertad”, como si las prescripciones de usar mascarilla, de no fumar por la calle o de guardar la distancia de seguridad fuesen el fruto del abuso de un poder sádico y caprichoso. No. Esas prescripciones salvaguardan la vida y la libertad. Si una persona quiere acabar con su vida, es muy libre de hacerlo. Pero resulta un atropello inadmisible quitarle al prójimo la vida.

Vi una persona (un individuo aparentemente adulto) pidiendo y dando abrazos, exponiendo de forma inconsciente e irresponsable al contagio a los demás. Había en su invitación majadera un toque festivo que producía lástima por una parte, risa por otra y, sobre todo, irritación. Como si fuera el ser humano más solidario, más amable, más simpático. El más guay del mundo.

Ese tío es un imbécil, se me escapó en voz alta.
Había una señora que decía que el uso de la mascarilla dificultaba el contacto con la divinidad. No hay estupidez de más alto grado. El colmo de los colmos de la imbecilidad humana.

Carmen, del colectivo ‘#StopConfinamiento’, ha dicho en declaraciones a Europa Press que se ha organizado esta manifestación para reclamar “derechos humanos y libertades que les están quitando con la excusa de un supuesto virus que ya no produce fallecidos”. Ah, ¿no?

Vi una pancarta con el siguiente texto: “Déjenos vivir”. No sé a quién se hacía esa petición. Es probable que al presidente del gobierno. Como si todas las medidas que está tomando no tuviesen la única pretensión de garantizar la vida de los ciudadanos y las ciudadanas.

Otra pancarta rezaba así: “El sistema controla a través del miedo. La prensa manipula. Despierta”. No es el sistema quien induce al miedo, es la realidad de la pandemia, la presencia de un virus que hiere y mata. No es la prensa quien maneja los hilos, es el contagio que se propaga de manera difícil de controlar. Hay que despertar, sí, pero ante la magnitud del problema, ante la necesidad de la solidaridad, ante la asunción de responsabilidades.

También se niegan al uso de vacunas. ¿Con qué argumentos? ¿Con qué análisis científicos? Cuando todo el mundo clama por la vacuna, cuando la comunidad científica mundial trabaja de forma denodada por encontrar la solución que nos salve de esta terrible crisis, estos miles de manifestantes claman inconscientemente contra todas las evidencias científicas.

¿Qué sucedería si toda la población adoptase las actitudes y los comportamientos de estos iluminados? ¿Qué pasaría si todos actuásemos con ese grado de irresponsabilidad y de estupidez? ¿O es que solo esos miles de manifestantes tienen bula para hacer su santa voluntad? ¿Por qué los demás tenemos que sacrificarnos por el bien común y ellos (y ellas) no lo tienen que hacer?

No quiero seguir mostrando otros textos de pancartas u otros gritos y eslóganes exhibidos. Todos en la misma línea, todos en la misma ridícula negación de la realidad. Estamos inmersos en una pandemia, el virus sigue actuando y tenemos que defendernos de sus nocivos y letales efectos.

¿Por qué se produce ese fenómeno sociológico, desde mi punto de vista tan irracional? No me cabe la menor duda de que un porcentaje elevado de manifestantes son personas que han sido arrastradas por líderes irresponsables. No puedo creer que las aproximadamente tres mil personas que acudieron a la cita hayan acudido como resultado de una elaboración personal.

Algunos, quizás, se hayan dejado arrastrar por una insensata actitud de ir contracorriente, de oponerse al poder, de hacer lo contrario de lo establecido, de ir en contra de lo que todo el mundo hace. Ese ataque de singularidad que parece convertirles en personas fuera de serie por hacer algo que el sentido común condena.

También habrá quien piense que está defendiendo una noble causa a favor de los derechos humanos y hasta pagará gustoso la multa que le impongan por quebrantar las normas. Pequeños y ridículos héroes de una causa estúpida.

Habrá también en la decisión de acudir componentes políticos. Había pancartas que hacían referencia al “virus comunista“, otras que pedían la dimisión del gobierno y algunas que insultaban a la clase política.

Cuando sucede un hecho de esta naturaleza, siempre acudo a mi fuente principal de pensamiento. ¿Cómo aprendieron a pensar en la escuela?, ¿con qué rigor son capaces de analizar los hechos?, ¿qué nexos causales son capaces de establecer?, ¿qué importancia le conceden a la ciencia? Pero, sobre todo, ¿qué aprendieron de solidaridad, de respeto a la vida del prójimo, del hecho de ser ciudadanos y ciudadanas? ... Me pregunto, en definitiva, por el fin fundamental de la educación y por el éxito y el fracaso de la misma.

Durante un tiempo, la salud de la población estuvo pendiente de la iniciativa política y del quehacer de los sanitarios. Hoy depende de la responsabilidad de los ciudadanos y ciudadanas.

Hay que exigir que las prescripciones estén fundamentadas en evidencias científicas y no en intereses partidistas o económicos. Pero hoy se sabe cómo se transmite el virus y las decisiones que se toman buscan evitar la propagación que lleve a la muerte a las personas más vulnerables y que conduzca a la destrucción completa de la economía.

Me imagino a estos manifestantes explicando a sus hijos y a sus hijas su postura ante la crisis sanitaria y económica que vivimos. Me los imagino diciéndoles que hagan lo que les de la gana, que no se pongan la mascarilla, que abracen a todo el mundo, que no respeten la distancia de seguridad… Es decir que entiendan la libertad sin restricciones porque no importa que sus caprichos y sus veleidades destruyan no solo la libertad de los demás sino la vida. Y, como consecuencia de ese comportamiento irresponsable, que arruinen del todo la economía del país. Claro que hay ideas para todo. Una de las manifestantes decía que ese comportamiento constituía un ejemplo para que sus hijos aprendiesen actitudes democráticas.

Estoy haciendo una llamada a la responsabilidad, a la conciencia ciudadana, al respeto a la vida de los otros, a la idea de que la libertad individual termina cuando destruye la libertad de los demás.

Me gustaría dialogar con alguno de los convocantes o de los asistentes. Me gustaría conocer y rebatir las argumentaciones que utilizan. Aunque, cuando lo imagino, me viene a la mente el pensamiento de Mark Twain: “Nunca discutas con un idiota. Te rebajará a su nivel y te ganará por la experiencia”.

https://mas.laopiniondemalaga.es/blog/eladarve/2020/08/29/estupidez-concentrada/