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martes, 19 de noviembre de 2024

Puño de hierro, mandíbula de cristal

La señora Ayuso ha decidido no acudir a la cita del Presidente del Gobierno. Puede despotricar (y, de hecho, ha despotricado, que eso es lo suyo) porque el Presidente no convoca a los responsables de los gobiernos autonómicos pero, cuando la convoca a ella, se permite la descortesía, la irresponsabilidad y la chulería de decir que ella no va. Es la pataleta de una adolescente caprichosa más que la decisión de una política responsable. Ir a la Moncloa es una obligación, es consecuencia de lo que juró como presidenta. Habría que suspenderla de empleo y sueldo.

El afán de protagonismo que tiene esta señora es patológico. Los periódicos, los telediarios, los programas de radio, las tertulias periodísticas se ocupan estos días de la increíble decisión de la presidenta madrileña. Decide no acudir a Moncloa para tratar de solucionar los problemas de los ciudadanos y ciudadanas de su comunidad que, en teoría, tanto le importan. Porque la cita no se celebra para que uno hable de su esposa y la otra hable de su novio. No. Se celebra para tratar de mejorar la vida de los ciudadanos y ciudadanas de la comunidad de Madrid.

Y dice que no va por dos motivos. Uno es su indignación de persona agraviada por las palabras del Presidente y del Ministro de Justicia por decir lo que su pareja ha hecho (y que él mismo ha dicho que ha hecho): delinquir dos veces quedándose con más de 350.000 euros mediante falsificación documental (otro delito, que ella ha pasado por alto). No es que Hacienda le haya puesto una multa, como dice ladinamente la señora Ayuso, es que ha cometido dos delitos. Eso no es lo grave para ella. Su novio es un pobrecito particular perseguido; el malo es el fiscal, Álvaro García Ortiz, que según ella filtra los hechos y el Presidente del Gobierno y su ministro de Justicia que hablan de ellos. Cuando el dedo señala la luna, el necio mira la mano.

Quien pone a su novio en la palestra es ella al convocar una rueda de prensa sobre su caso desde la sede del gobierno. Una rueda de prensa llena de mentiras, por cierto. Allí dijo que era Hacienda quien debía a su novio 600.000 euros.

Dice Ayuso que sus motivos no son personales y resulta que cuando los enuncia alega que la han insultado a ella y a su novio. Stricto sensu, su novio no es un delincuente porque no ha habido sentencia sobre su caso. Lo fundamental no es su comportamiento confeso sino que todavía no hay sentencia que haya dictaminado su culpabilidad. Es decir, lo formal se hace más importante que lo real. Tampoco ha habido sentencia sobre Begoña Gómez y ella la tacha de corrupta.

A su pareja no le han culpado en Hacienda por ser su novio sino por ser un defraudador. Ese es el meollo de la cuestión. No es un pobrecito particular perseguido por todos los poderes del Estado, como ella dice, por ser su novio, sino que es un caco que se ha embolsado 350.000 euros que eran de todos. Y, además, con facturas falsas, lo cual añade el agravante de falsificación documental.

El mismo día en que se siente tan ofendida, ella dice en la Asamblea de Madrid, entre estruendosos aplausos de sus fieles, que este gobierno lo componen tiranos y sinvergüenzas. Ella, que coreaba el repugnante eslogan “que te vote Chapote”, que se pasó meses y meses llamando hijo de puta al Presidente con su bromita estúpida de me gusta la fruta, que le ha insultado cada día en la Asamblea de Madrid, ella es la ofendida. “Sanchismo es chavismo”, sentencia Ayuso. “Socialismo o libertad”, pontifica la ofendida. Este es un estado policial , sostiene la perseguida. Ayuso tiene puño de hierro y mandíbula de cristal. ¿Qué le parecería a la señora Ayuso que el Presidente del Gobierno no la convocase porque se siente ofendido por los insultos de la Presidenta?

El segundo motivo, dice esta singular señora, es que ir a la Moncloa sería dar por buena y por normal la situación política del país. Y ella, que es única, deja en evidencia a sus compañeros presidentes que acuden a la cita. Ellos no son tan inteligentes, ni tan valientes, ni tan democráticos como ella. ¡Qué barbaridad! Ellos respaldan la anormalidad democrática, ellos y ellas van a la reunión porque, a juico de Ayuso, o son tontos que no lo ven o son cobardes que no se atreven. Ya en otro momento instó a la rebelión de los presidentes autonómicos

El escándalo de la incomparecencia, a mi juicio, es monumental. Eso sí que es una anomalía democrática. Algunos madrileños y madrileñas aplaudirán la decisión porque la demagogia de este personaje les hará ver que lo único importante en este país es echar a Sánchez de la Moncloa. Pero otros contemplarán la descortesía y el quebrantamiento de las obligaciones de la presidenta como una torpeza imperdonable.

No le importa dejar en mal lugar al presidente de su partido que hace una semana dijo que sería un error no acudir a la convocatoria del Presidente del Gobierno. Le está obligando a contradecirse. Le está obligando a hacer el ridículo. Le hace decir que es un error no ir a la convocatoria, pero si lo hace la señora Ayuso, deja de serlo. Qué papelón el del señor Feijóo. “¿Cómo no voy a respaldar a la señora Ayuso?”, dice. Pues muy sencillo. No respaldándola si comete un error. Claro que la respuesta a esa pregunta retórica que se hace también puede tener una respuesta interesada: porque sé lo que le pasó a otro presidente que se enfrentó a ella. Hay un liderazgo soterrado de Ayuso en el Partido Popular que se manifestó el mismísimo día de la victoria electoral de Feijóo cuando el público congregado en Génova comenzó a gritar: Ayuso, Ayuso, Ayuso. No lo olvida el señor Feijóo.

En un gesto de ridícula comparación dice que ella tiene presupuestos y el gobierno central no, que ella obtuvo mayoría absoluta y el Presidente del Gobierno no, que su gobierno es estable y el Presidente ha cambiado ministros… ¿Y eso le hace a ella más democrática y mejor presidenta?, ¿eso le da derecho a instalarse en la deslealtad institucional?

Si alguien en el panorama político se ha distinguido por su beligerancia contra el Presidente del Gobierno es la señora Ayuso. Y creo que este papel, ese papelón, diría yo, se debe a que piensa que le proporciona una buena cosecha de votos.

Pero, ¿quién se cree esta mujer? Todo el mundo sabe que ella pretende enarbolar la bandera de la oposición al gobierno central. Y acaso alcanzarlo cuando quien la guía lo crea oportuno. Los problemas de los madrileños y de las madrileñas quedan muy lejos de su orgullo herido, de su sensibilidad dañada, de su amor propio.

Lo que pasa es que al jefe de su gabinete, el inefable MAR, le parece que esa actitud es rentable a la hora de cosechar votos. Pero no conviene equivocarse. Tener muchos votos no es el criterio ÚNICO, ni el criterio de más calidad democrática a la hora de valorar cómo se están haciendo las cosas. Cuando el señor Jesús Gil cosechaba en Marbella mayorías absolutas, decía que los números cantan. Le contesté en un artículo titulado “Los números desafinan”. Porque su forma de hacer política era tramposa y su forma de ganar votos era torticera. Se trataba de mayorías absolutas vergonzantes, a mi juicio, claro. Ya se vio luego cómo dejó la ciudad.

Pero el problema más serio, a mi juicio, es que los votantes de la comunidad de Madrid respaldan esa forma de hacer política. Cuando le preguntan en la Asamblea a la señora Ayuso por los bomberos forestales, o por el desmantelamiento de la escuela y la sanidad públicas o por los protocolos de las residencias, ella responde que el Presidente es un bolivariano, que la mujer del presidente hace negocios en la Moncloa y que Sánchez nos ha colado por la puerta de atrás una dictadura. Y a los votantes les parece bien y le siguen entregando su confianza a través del voto. Pues tienen lo que se merecen.

Me preocupa una cuestión más: ¿qué forma de pensar tienen esas personas, qué criterios les guían en el análisis de la política, qué valores presiden su comportamiento electoral? ¿Les da igual que se desmantele el sistema público de salud?, ¿les parece bien que la sanidad se privatice hasta que los más pobres tengan que pagarse lo que no pueden pagar? ¿Dónde aprendieron esas actitudes y esas formas de ser y de pensar? Eso sí que es un problema.