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viernes, 22 de agosto de 2025

Por qué Penélope no terminó con Ulises y otras historias que Homero no te contó de la Guerra de Troya

Animación del Caballo de Troya

Fuente de la imagen,

    • Autor,Matías Zibell

La Odisea está de moda… al menos en la gran pantalla. 

El atribulado viaje de Ulises (también llamado Odiseo) a Ítaca, su isla, luego de haber peleado con los otros héroes griegos en Troya, llegó al cine el año pasado y volverá al cine el año próximo.

En 2024 Uberto Pasolini estrenó The Return (El Regreso) con Ralph Fiennes en el papel de Ulises. En 2026 Christopher Nolan, tras su Oscar en Oppenheimer, estrenará The Odyssey (La Odisea) con Matt Damon en la piel del protagonista principal.

El poema épico atribuido a Homero, el mayor poeta de la Grecia Antigua, sigue vigente casi 3.000 años después de su composición porque lo tiene todo: el viaje del héroe, los obstáculos imprevistos (dioses adversos, cíclopes, sirenas), el regreso a su patria del que debió partir…

Y, como le gusta a Hollywood, tiene un final feliz, con un rencuentro amoroso entre Ulises y Penélope, su mujer, quien lo ha esperado fielmente por 20 años tejiendo (y destejiendo) con denuedo mientras rechazaba a todos sus pretendientes.

Ulises, en los 10 años que ha batallado contra Troya y en los otros 10 que tarda en volver a Ítaca, no ha sido tan fiel. En el camino ha conocido a la ninfa Calipso y a la diosa/hechicera Circe.

Pero Homero hace ojos ciegos a estos deslices y lo lleva igual al hogar, donde lo esperan su mujer, su hijo Telémaco y hasta su perro Argos, que muere de emoción por ver a su amo.

Ilustración del reencuentro entre Ulises y Penélope.

Fuente de la imagen,Getty Images

 
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Ilustración del reencuentro entre Ulises y Penélope.

Ulises se convirtió en el modelo del exiliado que quiere regresar a su tierra y Penélope en el ejemplo de la mujer que espera incondicional.

Hasta aquí todo parece perfecto -la casa, la mujer, el hijo y el perro- pero como en toda odisea no todo es lo que parece. La primera revelación que debemos hacer es que Homero no fue el único que habló de Troya, en general, y de Ulises en particular.

La segunda es que otro poeta cuenta un final mucho más trágico del héroe: en esta versión alternativa, Ulises muere en manos de un hijo que había tenido con Circe, Telégono, quien al matarlo no sabía que era su padre (cualquier similitud con Edipo -quizás- no sea coincidencia).

Si este giro trágico no fuera suficiente, hay una vuelta de guion aún más absurda: Penélope, la mujer de Ulises, se une románticamente con este hijo y asesino de su esposo, mientras que su propio hijo -Telémaco- hace lo mismo con Circe, la madre de Telégono. Y todos se vuelven eternos.

¿Por qué la saga de Ulises terminó con este final de telenovela latinoamericana, quiénes son los otros poetas que escribieron sobre Troya y qué pensaría Homero de estas versiones alternativas? Si es una odisa para ti vivir sin estas respuestas, sigue leyendo.

Homero, el más grande pero no el único

La Odisea es el segundo poema épico atribuido a Homero. El primero es La Ilíada, cuyo argumento central es el conflicto entre griegos y troyanos donde, además de Ulises, aparecen Aquiles y Agamenón, entre los aqueos (griegos), y Héctor y Paris, entre los defensores de Troya.

Pero existen algunos problemas con Homero. Para empezar no sabemos a ciencia cierta si existió. En caso de haber existido y de haber escrito La Íliada y La Odisea, no hay certeza de cuándo lo hizo (se estima que pudo haber sido entre el siglo VIII y VII antes de Cristo).

Tampoco tenemos idea de dónde nació (varias islas y ciudades se atribuyeron ser su lugar de origen como Chios, Ios y Esmirna) ni si efectivamente fue ciego como creían muchos griegos en la Antigüedad.

En su libro "Homer and his Iliad" (Homero y su Ilíada), Robin Lane Fox dice que estos mismos griegos no habrían dudado jamás de la existencia de Homero, pero el autor británico señala que ya en 1664 el clérigo francés François Hédelin comenzó a preguntarse si el nombre no fue inventado, "lo que permitió agrupar varios poemas de autoría desconocida bajo un nombre ficticio".

Busto de Homero

Busto de Homero

Fuente de la imagen,Getty Images

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En la Antigua Grecia se consideraba que la habilidad para recitar de los más grandes poetas orales podía venir de su condición de ciegos. Además, en varios pasajes mitológicos Zeus premió a algunos ciegos con grandes talentos. Para Lane Fox, Homero existió, y se diferenció de todos los otros poetas griegos por muchas razones, una de ellas es que fue el primero en centrarse en un conflicto y desarrollarlo a través de un hilo narrativo:

"La trama tiene un inicio, un desarrollo y un desenlace claramente definidos. Este hecho es importante, ya que otros poemas heroicos extensos, incluyendo algunos compuestos en griego, son muy diferentes. Se componen de una sucesión de episodios que transcurren libremente uno tras otro".

Como indica Alan H. Sommerstein en el libro "The Greek Epic Cycle and its Ancient Reception" (El Ciclo Épico griego y su recepción en la Antigüedad), el mismo Aristóteles en su tratado La Poética elogió a Homero por escoger en La Ilíada no toda la historia de la guerra, sino solo una parte de ella (el conflicto entre Aquiles y Agamenón, el líder de la expedición griega).

Pero aunque desde la Antigüedad Homero destacó como el poeta más laureado, Lane Fox nos dice que no fue el único que relató la historia de Troya y esto queda claro desde el comienzo de La Ilíada…

El Ciclo Épico

Homero comienza La Ilíada en el décimo año de la guerra sin ninguna introducción al conflicto entre griegos y troyanos ni un repaso de los nueve años anteriores, cuenta Lane Fox:

"Evidentemente, Homero sabía que se dirigía a personas familiarizadas con las historias generales de Troya y sus héroes: presenta a Agamenón llamándolo únicamente 'hijo de Atreo' y se refiere a Patroclo, el amado de Aquiles, solo como 'hijo de Menoitio' la primera vez que lo menciona".

Según Martin L West, en su libro "The Epic Cycle. A Commentary on the Lost Troy Epics" (El Ciclo Épico. Un comentario sobre las épicas perdidas de Troya), "poemas sobre la guerra de Troya quizás comenzaron a ser compuestos en el siglo XII a.C".

Otros relatos que circularon en ese período o poco después fueron la leyenda de Jason y los argonautas, así como canciones sobre las hazañas de Hércules y poemas sobre la guerra en la ciudad griega de Tebas (lo que hoy sería una suerte de Universo Marvel). Todos de forma oral.

"Lo normal es que hubiera habido, como hubo, distintos narradores, poetas, aedos, que componían sus poemas sobre esos temas míticos. Los mitos se transmiten de una manera popular. Esos poetas le dan forma métrica y los hacen memorables", le dice a BBC Mundo Carlos García Gual, catedrático emérito de Filología Griega de la Universidad Complutense de Madrid y miembro de la Real Academia Española.

Cuadro de Jean Maublanc (1582-1628), El saqueo de Troya.

Cuadro de Jean Maublanc (1582-1628), El saqueo de Troya.

Fuente de la imagen,Getty Images


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Tras su caída, Troya fue saqueada por los griegos que la dejaron arrasada.

Además de La Ilíada y La Odisea, existen otros seis poemas dedicados a la Guerra de Troya: Cypria, Etiópida, La Pequeña Ilíada, Ilou Persis, Nostoi y Telegonía. Ninguno llegó completo hasta nuestros días sino fragmentados en sumarios y resúmenes elaborados mucho tiempo después de su composición.

Durante varios siglos, el material vinculado a Troya se atribuía a Homero hasta que Heródoto, el primer historiador, escribe en el siglo V a.C sus sospechas de que Cypria no había sido compuesta por este poeta "sino por alguien más".

Desde ese momento, y gradualmente, la denominación de "Ciclo Épico" se convirtió en una suerte de sinónimo del material no homérico. ¿Pero qué cuentan estos poemas que Homero no contó?

El origen de la guerra

Como dice Lane Fox, de los 10 años que dura la Guerra de Troya, Homero se enfocó solo en 50 días en La Ilíada. De los otros 10 años que tardó Ulises en volver a Ítaca, 42 días son relatados por el poeta de La Odisea.

Mucho de los hechos más importantes de la Guerra de Troya son apenas contados en La Ilìada, como la muerte de Aquiles o la derrota de esa ciudad amurallada. Aquí Homero ni siquiera menciona al Caballo de Troya, la estratagema de madera utilizada por los griegos para colarse por esas murallas.

Algunos de estos momentos son adelantados por Homero en su primer poema y otros son relatados en retrospectiva en La Odisea, porque además del hilo narrativo, el poeta habría creado -según Robin Lane Fox- los avances y los retrocesos en la trama:

"Con ingenio, utilizó dos recursos: flashbacks del pasado y anticipos del futuro. Es posible que incluso los haya inventado".

Ilustración de Zeus


Ilustración de Zeus

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Entonces, muchos de los poemas del ciclo épico llenan los espacios que deja en blanco Homero o apenas menciona.

Cypria, por ejemplo, explora el origen del conflicto: Zeus, la mayor divinidad en el panteón de los dioses griegos, está preocupado por el peso que provoca sobre la Tierra la superpoblación y no encuentra mejor forma de resolver la cuestión que la guerra.

A esto le sigue una suerte de concurso de talentos entre tres diosas -Hera, Atenea y Afrodita- en el que el juez, el príncipe troyano Paris, favorece a esta última, quien lo recompensa con el amor de Helena.

Pero Helena ya está casada, es la mujer del rey de Esparta, Menelao, hermano de Agamenón, y esto provoca la invasión griega a Troya para recuperarla.

Este poema termina justo con los hechos inmediatamente anteriores al inicio de La Ilíada. El próximo, Etiópida, comienza justo cuando termina el poema atribuido a Homero, y se enfoca en la muerte de Aquiles por culpa de su famoso -y fallido- talón.

La Pequeña Ilíada, por su parte, cuenta las consecuencias de la muerte del principal héroe de la guerra y explica el origen y la construcción del caballo de madera, que tiene un lugar relevante en Iliou Persis, poema exclusivamente dedicado al saqueo de Troya.

Nostoi, por su parte, relata el regreso de todos los héroes griegos tras el fin de la guerra, todos menos Ulises, que es el protagonista de La Odisea y el que concibió al Caballo de Troya.

Pero, ¿cómo terminó el héroe más astuto de toda la saga muerto por su propio hijo?

Animación del combate entre Aquiles y Héctor 


Animación del combate entre Aquiles y Héctor

Fuente de la imagen,Getty Images

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Además del conflicto entre Aquiles y Agamenón, La Ilíada relata la pelea entre el héroe griego y su rival troyano más famoso: Héctor.

Una odisea que termina mal

Las historias no homéricas han sido atribuidas a muchos autores y no hay certidumbre de quién las escribió. Se dice que algunos de ellos trataron de homenajear a Homero, otros de imitarlo.

Tampoco está claro si hubo una intención de rellenar los huecos en la trama de Troya que Homero ignoró o no profundizó o si, siglos después, los estudiosos que recopilaron estas historias las editaron para que cumplieran esa función.

Lo que sí sabemos es que el autor de Telegonía, el último poema del Ciclo Épico, no quiso completar datos de la trama de Ulises no incluidos en La Odisea sino continuarla donde Homero
Ilustración de 1883 que muestra a Homero matando a los pretendientes de Penélope

Fuente de la imagen,Getty Images

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En La Odisea, Ulises no solo recupera a Penélope sino que mata a todos los pretendientes de su mujer. El poema, atribuido a Eugammon de Cirene, está dividido en dos partes. La primera lleva a Ulises a la tierra de los tesprotos, donde se casa con Calidice, su reina. Tras la muerte de ella, el héroe regresa a Ítaca donde un extranjero está alterando el orden de su isla.

Ese extranjero es Telégono, un hijo que Ulises tuvo con la diosa y hechicera Circe durante su accidentado regreso de Troya (La Odisea jamás menciona que ambos hayan tenido un hijo).

Telégono ha llegado a Ítaca buscando a su padre, pero al encontrarse con Ulises lo mata con una lanza con la punta envenenada que le ha dado Circe, sin saber que se trata de su progenitor.

Luego viaja a la isla de su madre, con el cadáver de su padre, acompañado por Penélope y Telémaco, a quienes Circe concede la inmortalidad. Y al mejor estilo de un reality show de bodas en Las Vegas, la viuda de Ulises termina con el hijo de su amante y la hechizera con el hijo de Penélope.

Para García Gual, este final "indica un espíritu novelesco bastante alejado de la fiereza heroica que uno supone antigua. Hay algo de romanticismo novelesco de querer acabar esta historia de una manera tan extraña desde el punto de vista de lo que sería el heroísmo tradicional".

Aurora Luque, poeta y Doctora en Filología Clásica por la Universidad de Salamanca, añade que para cuando aparece la Telegonía, el género épico ya estaba agotado y las hazañas de los héroes han dejado de conmover.

"Ya está apareciendo la novela con sus pequeños problemas sentimentales. La novela griega es muy novelera, en el sentido más frívolo del término: amores extravagantes, hijos perdidos, amantes que se buscan y se pierden… Todo se simplifica y pierde grandeza y hondura", le dice a BBC Mundo y concluye:

"La Telegonía es, pues, tal disparate que merece una sonrisa y poco más, no así otros poemas del Ciclo Épico como las Ciprias o la Etiópida, donde aparece Pentesilea, la reina de las Amazonas, y surge un amor efímero intensísimo con Aquiles mientras intentan darse muerte".

Ruinas de Troya.Fuente de la imagen,Getty Images Pie de foto,



Aunque la antigua ciudad de Wilusa, citada por los Hititas, ha sido identificada como Troya, no hay evidencia de que esta urbe haya sido arrasada por una guerra.

Sin embargo, para Jonathan Burgess, en su libro "The Tradition of the Trojan War in Homer and the Epic Cycle" (La tradición de la Guerra de Troya en Homero y el Ciclo Épico), estos fragmentos eróticos y románticos como el de Aquiles y Pentesilea o el matrimonio multitudinario al final de la Telegonía son uno de los aspectos que han provocado las críticas a los poemas no homéricos como reflejo del mal gusto de épocas posteriores.

Pero Burgess recuerda que de estos poemas solo nos han llegado fragmentos y se pregunta qué hubiera pasado si La Ilíada o La Odisea hubiesen corrido la misma suerte:

"Se podría añadir que un resumen de los poemas homéricos podría exponerlos a las mismas acusaciones formuladas contra el Ciclo (Épico)", opina.

Y ahora solo nos queda responder otra especulación: qué hubiera pensado Homero de todo esto.

Homero y la muerte
Aunque no deja de ser especulación, hay una forma de imaginar lo que pensaría Homero de finales como el de la Telegonía y otros aspectos del Ciclo Épico: analizar qué incluyó en sus poemas y, muy especialmente, qué descartó.

Un elemento que se repite en los poemas del Ciclo Épico es la inmortalidad. Lo vemos cuando Circe se la concede a su hijo Telégono, a su nueva mujer, Penélope, y al hijo de esta con Ulises, Telémaco. Pero también en Etiópida, donde Thetis, la madre de Aquiles, le concede la vida eterna en la isla de Leuke.

En cambio, el Aquiles de Homero baja al Hades, la tierra de los muertos, como todos los héroes caídos en Troya. Allí lo encuentra Ulises, en el Canto XI, de la Odisea, y le dice que no debe añorar por la existencia perdida ahora que reina entre los muertos, a lo que Aquiles responde:

"No intentes consolarme de la muerte, noble Odiseo. Preferiría estar sobre la tierra y servir en casa de un hombre pobre, aunque no tuviera gran hacienda, que ser el soberano de todos los cadáveres".

Y no hay que olvidar que en La Odisea, el mismo Ulises rechazó la inmortalidad que le ofrecía Calipso para así poder regresar con Penélope en Ítaca.

Ilustración del remero del Hades, Caronte, El destino de todos los héroes homéricos fue el mismo, el Hades, la tierra de los muertos donde Caronte, el remero, trasladaba las almas de héroes y humanos por igual. Para la académica Margalit Finkelberg, "nada puede ser más ajeno al espíritu de los poemas homéricos que la inmortalización póstuma".

"Como resultado, el tema de la inmortalidad, omnipresente tanto en el Ciclo como en la tradición hesiódica, se transforma en Homero en el de la experiencia heroica como metáfora de la condición de la mortalidad, con todas sus contradicciones", concluye Finkelberg.

O como le dice Aurora Luque a BBC Mundo: "La homérica es una épica que cuestiona a la propia razón de ser de la épica. Lo humano -el dolor, la añoranza de la paz, la fragilidad- lo recorre todo".

Entonces, es de suponer que Homero no habría estado muy de acuerdo con un Aquiles pasando su jubilación en una isla paradisíaca o una boda donde los novios viven, literalmente, felices para siempre...


viernes, 30 de mayo de 2025

Joan Manuel Serrat: "No he esperado a tener 80 años para saber que todo pasa muy deprisa y que hoy eres fuego y mañana olvido"

Joan Manuel Serrat

Fuente de la imagen,Daniel Mordzinski

Pie de foto,La vida de Joan Manuel Serrat ha estado marcada por América Latina en muchos aspectos.

Hablar con Joan Manuel Serrat (Cataluña, 1943) es casi tan bonito como escucharlo cantar.

El cantautor español -para muchos el mejor de todos junto al cubano Silvio Rodríguez- es un gran contador de historias, y es generoso con las anécdotas que comparte.

Hace unas noches lo escuché en una conversación con el escritor nicaragüense Sergio Ramírez en el Teatro Lux de Ciudad de Guatemala y, aunque algunas de las preguntas que le hizo son similares a las de esta entrevista, las respuestas tenían otros detalles, otro tono, otra forma de narrar.

A los 81 años, Serrat tiene una memoria prodigiosa. Va revelando sus recuerdos y pensamientos como si estuvieran dentro de matrioskas rusas o fueran capas de cebollas, ese vegetal que inspiró uno de los poemas más hermosos de Miguel Hernández y que él convirtió en una canción inolvidable.

El autor de canciones tan emblemáticas como "Mediterráneo", "Cantares", "Lucía" y "Penélope" habló con BBC Mundo en el marco del festival Centroamérica Cuenta, que se celebra en Guatemala entre el 19 y el 24 de mayo.

Joan Manuel Serrat, ¿qué se siente ser la banda sonora de la vida de tanta gente?

¡Uf! Sería un acople tremendo, ¿no? Entiendo lo que quieres decir y pues me siento en parte orgulloso y en parte responsable.

¿Responsable de qué?

Responsable de que las cosas ocurran de esta manera, de que ocurran porque yo he escrito las canciones, las he cantado, he tenido la posibilidad de compartirlas y he empujado este carro que las han convertido en bandas sonoras de la gente.

Por fortuna, la banda sonora de cada quien es una banda muy diferente, cada quien se la hace a su medida y a su tiempo.

Algunas son absolutamente personales y los motivos y las canciones que eligen son de cada uno, pero hay otras que son comunes, canciones que se han quedado en la memoria colectiva y que entonces se convierten más en un himno que en otra cosa.

Como una banda social

Una banda común, sí…

Nos enamoramos con Serrat, sufrimos la muerte con Serrat, nos consolamos con Serrat. Es un registro de emociones muy amplio, ¿no?

Sí, y hace que la vida de uno tenga un cierto sentido.

Pero aclaremos que no es conmigo que se enamoran, se enamoran con una canción mía, y eso es diferente porque paso de ser cómplice a ser... Ni siquiera llego a ser observador; lamentablemente, porque sería muy divertido ser observador de esto.

Serrat habló con Carolina Robino, directora editorial de BBC Mundo, en Guatemala. Hablemos de América Latina, que ha tenido en tu vida y en tu carrera un papel bastante relevante desde que eras muy joven. ¿Qué significa América Latina para ti?

América Latina es en cierta manera un conjunto de territorios, y cada uno de ellos ha formado parte de mi vida.

Sin duda, yo tengo una gran relación con la región, que se ha dado por interés propio. Yo me he sentido muy partícipe de su historia. Han ocurrido tantas cosas aquí que me habría sido imposible pasar por ella de otra manera.

El cariño de la gente me ha hecho sentir parte y mi curiosidad, partícipe. Me ha tocado compartir tiempos realmente extraordinarios, bellísimos y tiempos, como diría Mario Vargas Llosa, muy recios, muy difíciles, en los que he experimentado pérdidas personales cercanas, desapariciones de amigos que de un día a otro dejamos de ver, de saber de ellos, y que aún hoy no sabemos a ciencia cierta de qué manera concreta desaparecieron.

En fin, mi vida está hecha de retazos de América Latina, porque he dejado retazos de mi vida en cada una de estas experiencias.

Uno de esos momentos recios fue tu exilio en México en 1975, donde te quedaste luego de que el gobierno de Franco dictara una orden de búsqueda y captura en tu contra. Si cierras los ojos, ¿cómo ves a ese hombre que no podía volver a España?

Era un hombre triste que procuraba divertirse todo lo que podía.

Tenía una tristeza del exilio que me acompañaba por más que mantuviera la ilusión y el espíritu en alto, y tuviera la certeza de que esto se acababa, que no duraba más de cuatro días.

Me era muy difícil desprenderme de ella y me hizo muy difícil la escritura.

Si tú me preguntas cuándo escribí una canción, puedo más o menos saber la época, pero no tengo nunca la certeza. La única certeza que sí tengo es que yo en aquellos años no escribí absolutamente nada.

Lo intenté, sí, pero lo que aparecía era muy seco, muy triste.

Y entonces lo sustituí por una cosa que me fue muy bien. Cuando se acabaron los conciertos que me habían llevado hasta allí en aquel viaje, y seguía sin poder volver a España, decidí hacer una gira por mi cuenta.

Quiero decir que compré un camión, nos metimos con los músicos y los técnicos todos allá arriba, y con mi empresario -que sigue siendo el mismo que tengo ahora, René León, igual que el de España es José Navarro desde hace 50 años- empezamos a fantasear, a crear con papel y lápiz una ruta y le dimos la vuelta a la República.

Tocábamos donde buenamente se podía. Donde había un teatro grande, si estaba libre, lo alquilábamos; donde no estaba libre, pues otro más chico o un auditorio.

Montamos así una gira que para mí fue sumamente educativa, porque es la que me hizo conocer México, descubriendo un país inmenso, mágico, maravilloso. Y conmigo hospitalario e inolvidable.

Serrat se tuvo que exiliar en México durante el gobierno de Francisco Franco en España. ¿Te acuerdas de qué te salió cuando volviste a España después de estar ese tiempo sin escribir en México?

Sí, lo primero que quise fue trabajar en un disco con poemas de Joan Salvat Papasseit, que era un poeta maravilloso, muy cercano a mí, no tanto por el lenguaje, sino por el barrio.

Y después ya inmediatamente vinieron otros discos. Fue una época muy productiva.

Piensa también que cuando yo regreso a España la vida florece por todos los lados. Franco ha muerto y la libertad sube por los quioscos, las calles, los teatros, y se derrumba la moral nacional católica que teníamos allí.

La gente empezaba a vivir una vida más libre, más descarada, y los movimientos artísticos también florecieron mucho. Había mucha espuma y mucho fuego para poner la olla.

Me imagino que tienes muchos hitos en América Latina. A mí personalmente, porque lo viví, se me viene a la cabeza cuando volviste a Chile en 1990 tras el regreso de la democracia y cantaste "Volver a los 17" en el Estadio Nacional. Fue un momento muy emocionante para el país, para el público. ¿Cómo lo viviste tú?

Para mí fue tremendo.

Primero porque hacía poco más de un año que había intentado entrar a Chile cuando fue el plebiscito de 1988. Y no me dejaron entrar. Me tuvieron retenido durante un tiempo y me devolvieron a España.

Iba con una delegación muy amplia de gente española, incluidos políticos, y curiosamente a mí fue el único que me retuvieron.

Luego, cuando volví, Patricio Aylwin ya había asumido, y eran otras las circunstancias, aunque todavía había presos políticos. Yo estuve visitando gente en las cárceles que no tardaron mucho en salir, pero que todavía estaban ahí.

Y debo confesar que el ambiente que se respiraba en general era de un gran temor al gobierno militar, porque mis propios amigos y compañeros, cuando conversábamos en espacios abiertos, hablaban con mucha precaución de las cosas.

Desde joven se convirtió en un trovador. ¿Y Violeta Parra y "Volver a los 17"?

¡Ah! La Negra…

Yo tengo unos personajes que pueden ser muy curiosos, pero forman parte de mi educación profunda sentimental con América Latina: Violeta, Yupanqui, Gardel.

Por tu padre, ¿no? que era tanguero

Sí, era muy tanguero… Y bueno, alguno más.

Pero el único disco entero que hiciste de un poeta latinoamericano fue de Mario Benedetti. ¿Por qué Benedetti?

Porque le tengo mucho cariño. Y hablo en presente porque lo tengo siempre presente.

Benedetti es uno de los poetas más cantables que yo he conocido, y uno de a los que más le gustaba que le cantaran las canciones.

Fíjate que se han hecho barbaridades con Benedetti, como con muchos poetas musicados, pero a él nunca le importó nada, nunca discutía. Él, como Miguel Hernández, decía que la poesía es una canción que debe salir soplada por los poros.

Y era muy agradecido con quien le musicaba poemas. Creo que de todos, Mario fue el poeta que más promocionó la poesía cantada. Les gustará más a unos que a otros, pero así es.

O sea, fue por eso, pero también y sobre todo, porque estaba en España, y podía hablar con él y contestaba rápidamente a las propuestas.

Era muy consciente de que no es lo mismo la letra de un poema que la de una canción, y que en muchos casos es necesario, si quieres ajustar bien ambas cosas, que el poeta sea muy tolerante.

Como yo nomás había musicado poetas difuntos, no tuve nunca la posibilidad de poder hablar con ellos para tratar de modificar nada, para saber qué habrían pensado (Antonio) Machado o Hernández, por ejemplo. Así que nunca modifiqué nada.

En cambio, ahora que tenía al poeta vivo, sí agradecí que nos viéramos constantemente.

Las giras de Serrat por países de América Latina generaron gran expectación.

Hace casi dos años y medio que hiciste tu última gira, "El vicio de cantar", pero no has parado. Estás recibiendo premios, viajando, participando en charlas, en eventos. Al final, más que un retiro se podría decir que hubo una transformación de Serrat, ¿no?

¡Ah! Es que el vicio de cantar está hasta sus últimas consecuencias en uno, pero ahora lo reservo solo para ocasiones en las que coincidan muchas cosas.

¿Pero estás disfrutando todas estas otras actividades, esta otra relación con el público?

Sí, bueno, unas más que otros. Es como en la vida: hay lugares a los que vas con todo, feliz de poder ir y gozar, y hay otros a los que vas porque sabes que tienes que ir. Pero no por eso tienes que ir con un sentimiento de infortunio.

Yo procuro ser feliz en el lugar que tengo, pero a veces voy extraordinariamente feliz y motivado y emocionado y a lo mejor no me responde el alma de la misma manera.

Pero esto me ha ocurrido siempre y espero que me siga ocurriendo.

Pocas personas tienen una carrera tan exitosa y lograda como la tuya. Creaste un mundo y hasta existe un adjetivo nacido de tu apellido: serratiano. ¿Cómo combatiste el ego y mantuviste los pies en la tierra?

No tengo un método, pero sea lo que haya hecho no me ha ido mal. Además, porque no he esperado a tener 80 años para saber que todo pasa muy deprisa y que hoy eres fuego y mañana olvido.

Entonces más vale la pena no enamorarse de algo que es tan, tan voluble.

Hablas mucho de Viana, este pueblo en Navarra al que comenzaste a ir en la adolescencia y en el que te sientes muy a gusto. Dices que allí eres simplemente Juanito. ¿Quién es Juanito?

Pues el mejor amigo de un albañil.

A mí mis padres me dejaron caer ahí en un verano determinado porque no tenían dónde meterme, y ahí hice los amigos que se hacen normalmente. Mis mejores amigos son casi todos de la infancia.

Y a mis hijos cuándo les preguntan de dónde eres, dicen de Barcelona, pero si les preguntan de qué pueblo, entonces dicen de Viana.

En seis décadas de trayectoria, Serrat se convirtió en uno de los cantautores favoritos del público hispanohablante. No te voy a preguntar cuál es tu canción favorita, porque ya sé que no lo contestas, pero entonces te voy a contar cuál es la mía, que es "Elegía", del disco de Miguel Hernández. En 2023 Orihuela, el pueblo donde él nació, te nombró hijo adoptivo. Cuéntanos de esa canción y de esa historia tan redonda, tierna y dolorosa.

Bueno, a ver, a mi modo de ver, "Elegía" es un poema tan desgarrador y tan maravilloso; es una canción de amor extraordinaria del desgarro del que sigue vivo, como si hubiera cometido algún grave pecado viviendo mientras el amigo muere.

Y cuando le puse la música reconozco -y perdona la inmodestia- que acerté mucho.

Quizá no es una de las canciones más fáciles, pero fíjate que después de tantos años sigue siendo una canción que cuando la toco en medio de un concierto provoca una emoción que notas como te viene del público, te viene a las manos, ¿sabes?

Tienes un público que está ahí y viaja contigo a aquella canción.

¿Y por qué elegiste cantar "Esas pequeñas cosas" en la ceremonia de entrega del Premio Princesa de Asturias, uno de los últimos que has recibido?

Porque tiene todos los requisitos que yo creía que la ajustaban a las circunstancias: es corta, es muy bonita, sencilla, popular. Y la podía tocar con un violín.

Pero te digo que fue mucho más emocionante todavía cuando tuve que bajarme del escenario y salir a la calle y pasar por debajo de un túnel hecho con gaitas que tocaban por encima de tu cabeza.

Para terminar, uno de los últimos eventos en que participaste fue una charla con la periodista Rosa María Calaf sobre hacerse mayor, y entre muchas cosas dijiste, me llamó la atención esta: "Tengo 81 años y pienso seguir haciendo cosas en defensa de mi familia, de mi pueblo y sobre todo en defensa propia". ¿Qué cosas quieres hacer en defensa propia? ¿Qué quieres decir con eso?

Quiero decir que al llegar a los 80 años esta sociedad ingrata en la que vivimos tiene una cierta tendencia a no solamente permitir que uno se jubile, sino a jubilarlo obligatoriamente.

Y no solamente le saca el trabajo, sino que le saca los mapas de la vida con los que uno se mueve. Se le retira también el derecho a ser visible y se acaba convirtiendo en un ser invisible que va de aquí para allá.

Yo no pienso renunciar a mi visibilidad ni a mi derecho a ser útil. O sea, sigo siendo un ciudadano útil. ¿Que me quieran utilizar para una cosa u otra? Pues para las que me gusten, me dejaré, y para las que no me gusten, no me dejaré.

Y si creen que no soy útil, pues entonces me buscaré otras posibilidades.

Quiero decir que tengo todas las ganas de vivir, y no me las van a quitar mientras pueda sentir esa maravilla que es la vida.

Esto a pesar de que corren tiempos bien recios, en los que todo está puesto en tela de juicio y la sensibilidad del hombre parece que desaparece y que no es buena sentirla, que no es bueno dar ni vivir en un mundo sensible y menos en un mundo solidario y, por tanto, en un mundo justo.

Es decir, las razones por las cuales la justicia y el mundo se tienen que mover están todas relacionadas con el sistema económico, con el sistema financiero.

Y yo que viví toda mi vida pensando que los valores estaban en otro lugar, pienso seguir defendiéndolos y hacerlo con independencia de los gurús del futuro y de las aves de mal agüero.

No me rindo de defender que el hombre merece una vida más justa, más solidaria. Merece un futuro mejor.