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jueves, 25 de julio de 2019

Estamos en ello, Lucía.

"ME LLAMO LUCÍA y tengo 11 años”. Así empieza una carta formidable que acabo de recibir. Está escrita de maravilla, y no me cabe duda de que es de su puño y letra, porque conocí a Lucía Hernández unos días antes en la Feria del Libro de Madrid. Se acercó a mi caseta y me habló con tanta seriedad y enjundia de lo que estaba haciendo que le pedí que me escribiera y me lo contara más extensamente. Y eso ha hecho: “Formo parte de un proyecto de educación medioambiental que se llama Raíces y Brotes, creado por el Instituto Jane Goodall, con el fin de crear proyectos con los cuales ayudar a mejorar el medio ambiente y la vida de los animales y de las personas”. En diciembre, Lucía fue con sus padres a una charla de la primatóloga Jane Goodall y se quedó tan impresionada que “desde entonces movilicé a mi cole para colaborar con este proyecto, y gracias a la directora del cole y a Marisa, la coordinadora de Raíces y Brotes, estamos en ello”.

En concreto, su proyecto consiste en construir casas-nido con materiales reciclados para ayudar a los gorriones “porque nos hemos enterado de que están en peligro de extinción en las ciudades (por ejemplo, en Londres ya se han extinguido)”. Y, sabiamente, añade: “Puede parecer algo pequeño, pero, como dice la doctora Goodall, solo si entendemos nos puede importar, solo si nos importa podemos ayudar, solo si ayudamos ellos se salvarán”. A continuación, esta tremenda Lucía me manda los enlaces del Instituto Goodall y de Raíces y Brotes, por si escribo algo que “pueda inspirar a más gente joven a hacer algo bueno”. Toma ya niña de 11 años poniéndonos las pilas y sacándonos los colores a los adultos. Por cierto: el proyecto Raíces y Brotes ya cuenta con más de 700.000 participantes, la mayoría jóvenes, pertenecientes a un centenar de países.

Imposible no acordarse de Greta Thunberg, la activista sueca medioambiental de 16 años que en diciembre pasado nos echó un demoledor rapapolvo en un acto plenario de Naciones Unidas sobre la situación climática. “Ustedes no son lo suficientemente maduros para decir las cosas como son. Incluso esa carga nos la dejan a nosotros los niños”, empezó arreando. “No hemos venido aquí a rogar a los líderes mundiales que se preocupen (…). Nos hemos quedado sin excusas y nos estamos quedando sin tiempo. Hemos venido aquí para hacerles saber que el cambio está llegando, les guste o no”.

Yo tenía 13 años cuando, allá por la década de los sesenta, Bob Dylan cantaba Los tiempos están cambiando, y por aquel entonces también me sentí parte de una ola imparable. “Madres y padres, no critiquéis lo que no entendéis. Vuestros hijos e hijas están más allá de vuestro control. Vuestro antiguo camino está envejeciendo rápidamente. Por favor, salid del nuevo si no sois capaces de ayudar, porque los tiempos están cambiando”, decía Dylan, y creo que los niños furiosos del siglo XXI suscribirían sus palabras. Los años sesenta dejaron algunos logros (reconocimiento de la diferencia, avances en el feminismo, el ecologismo, la aceptación de la diversidad sexual…), pero creo que las novísimas generaciones están obligadas a hacer mucho más, porque es verdad que el tiempo se nos está acabando, como denunciaba Greta. La aceleración de la crisis climática nos lleva “al abismo”, alertó la ONU en 2009. ¿Y qué hemos hecho en estos 10 años? Votar a luminarias intelectuales como Trump, que niega que tal crisis exista.

En 2017, la Academia Nacional de Ciencias de Estados Unidos anunció que nos encontrábamos en una era de “aniquilación biológica”, de hecho en medio de la “sexta extinción masiva” de animales, causada, en gran medida, por el ser humano (las cinco extinciones anteriores fueron originadas por fenómenos naturales). Las poblaciones de mamíferos, por ejemplo, han perdido el 70% de sus individuos en casi todo el mundo por la desaparición de sus hábitats. A la luz de esta inmensa catástrofe, ¡qué penoso parece nuestro paso por la Tierra! Salvo unas pocas personas admirables, como la gran Goodall, ¡qué mal hemos gestionado nuestro tiempo! Seremos enterrados bajo montañas de plástico por estos niños maravillosos y furibundos que, por fortuna y esperanza para todos, ya “están en ello”. 

https://elpais.com/elpais/2019/07/01/eps/1561977794_931941.html

martes, 18 de agosto de 2015

Los 'pepenadores' alemanes utilizan Internet y el celular. Las botellas vacías han creado un gran negocio en Alemania para más de dos mil recolectores de basura

Hace un par de semanas, Robert, un receptor de la ayuda social alemana de 63 años, recibió una noticia que le cambió la vida. Un amigo indigente le contó sobre la existencia de pfandgeben.de, un portal en Internet que concentra un banco de datos de recolectores de botellas en toda Alemania, un pequeño ejército de pobres e indigentes que nació el 1 de mayo de 2006, cuando entró en vigor una ley casi revolucionaria en el país. La nueva ley, convirtió a varios miles de habitantes de este rico país en alumnos aventajados de los miserables 'pepenadores' mexicanos, ese grupo de indigentes que nace, vive y muere en los grandes basureros recogiendo cualquier objeto de valor que les reporte un par de pesos.

Desde mayo de 2006, todas las tiendas que venden bebidas, incluidas las alcohólicas, con una superficie mayor de 200 metros cuadrados, quedaron obligadas por ley a pagar entre 13 y 34 centavos de dólar por cada envase que lleva una etiqueta mágica: 'retornable'. La noticia se propagó de boca a boca entre los indigentes, los parados y también los jóvenes que visitan religiosamente los institutos de Enseñanza Básica y Media en el país. De la noche a la mañana, los contenedores de basura se habían convertido en pequeñas islas del tesoro que ofrecían sus riquezas (los envases retornables) a los modernos piratas de la sociedad alemana.

Este nuevo fenómeno social, que nació gracias a la titánica lucha que libró el ex ministro de Medio Ambiente Jürgen Trittin (1998-2005), un combativo militante de los Verdes, para ponerle precio a la basura, es un ejemplo patético de que en la rica Alemania existe un grupo social que las estadísticas no toman en cuenta: los pobres.

Gracias a Jürgen Trittin, miles de 'pepenadores' en todo el país, tienen ahora la posibilidad de ganar algunos euros extras recogiendo envases vacíos. La nueva invasión está causando estragos en los grandes supermercados, donde los clientes habituales se abastecen de cerveza y agua mineral.

Decenas de indigentes y parados esperan con paciencia infinita su turno para depositar el tesoro en máquinas especiales para poder canjear los envases vacíos retornables por un cupón que amortiza la compra de las bebidas y forman colas que pueden durar hasta un par de horas.

Robert es un pepenador de Berlín y sus ingresos de multiplicaron gracias a otra idea genial, esta vez diseñada por un diseñador gráfico, que no sabía que hacer con las botellas que se juntaban después de las fiestas en su departamento ubicado en Friedrichshein, un barrio de moda de la capital

“Después de cada fiesta o reunión con mis compañeros de piso quedaban decenas de botellas en la cocina. Con un amigo pensamos que sería de gran ayuda avisarles a los recolectores de botellas: en mi cocina tengo muchas botellas y las puedes venir a recoger”, contó Jonas Kakoschke, creador de pfandgeben.de.

Jonas preparó un catálogo de preguntas, salió a la calles de Berlín a entrevistar a los recolectores y les explicó su idea. Investigó cuántos de ellos contaban con un teléfono móvil. La mayoría le facilitó con gusto su número teléfono y en la actualidad tiene registrados alrededor de dos mil recolectores. Para que el botellero sea ubicado en su localidad tiene que estar registrado en la página. Por semana hay entre cinco y diez nuevos registros. Los interesados en deshacerse de sus botellas eligen en el portal su lugar de ubicación y éste arroja los números telefónicos de los botelleros en el área. El resto se coordina directamente entre el donador y el recolector. Kakoschke no interviene, ni exige dinero por el servicio.

“Gracias a Pfandegen.de mis ingresos aumentaron y ya puedo darme algunos lujos”, dijo Robert, quien trabaja hurgando en los basureros en los alrededores del Europa Center de la capital alemana. A pesar de seguir saliendo a las calles en busca de botellas, la plataforma web le ha facilitado su trabajo de pepenador: “Lo tengo que seguir haciendo. No soy el tipo de persona que pediría limosna en la calles, mejor recolecto botellas”.´

Eduard Lüning también es un pepenador alemán que nació hace 51 años en Münster y es el único que ha escrito un libro sobre su experiencia como recolector de envases vacíos retornables. Pero Lüning, a diferencia de Robert, el pepenador de Berlín, es un hombre famoso y está en camino de almacenar una pequeña fortuna gracias al tesoro que sus compatriotas abandonan en los contenedores de basura o dejan tirados en el suelo durante los grandes festivales de música

Hace ocho años y mientras intentaba dormír en su coche, Lüning observo como un anciano escarbaba en un contenedor armado de una linterna. “Busco botellas” le dijo el anciano. Al fin de semana siguiente, Lüning armado de varias bolsas espero la llegada de los trenes en la estación de Münster.

Fue el comienzo de una aventura que aún no finaliza. En una entrevista reciente, el ex taxista y obrero de la construcción admitió que ganaba más de 10.000 euro al mes recolectando botellas y latas de cerveza. Lüning viaja con su caravan por todo el país, visitando festivales de música

“Me sigue fascinando como se puede ganar dinero con la basura de los demás”, dijo el más famoso de los pepenadores alemán, quien gracias a la iniciativa del ex ministro Jürgen Trittin, se convirtió en un exitoso empresario que está en camino de hacerse rico con los envases que abandonan sus compatriotas.

¿Hay algo de esto en España?
Ha habido un proceso de apoderamiento por las grandes empresas de los productos que pueden ser reciclado y una eliminación de este mercado de los más pobres y necesitados.

¿Cómo ha ocurrido? pues mediante la prohibición de compra de esos productos por las empresas que los compraban. Ahora no se compran libremente ni papel, ni cartón, ni envases de plásticos, metal o vidrio. Y son grandes empresas las que los compran y mediante los contenedores de recogida, puesto por los Ayuntamientos, y las campañas de "concienciación" ciudadana.

Somos los vecinos quienes hacemos el trabajo gratis de llevarles los objetos a los contenedores de esas empresas. Para ello se llevan a cabo campañas de responsabilidad social y ecológica. Productos que luego ellos se encargan de vender.

Mientras, a la multitud de necesitados, que no tenían otro medio de vida que la recogida de esos productos, se les ha privado y expropiado de esa posibilidad y se les ha arrojado aún más a la marginación y la pobreza aumentando la desigualdad.

¿No es hora de hacer algo por ellos?
Creo que sí, son muchos millones de euros que se llevan a costa del trabajo gratis* de muchos vecinos y que podría ser el origen de miles de empleo.

   *Con respecto al trabajo gratis y que, por lo tanto, no ganamos nada con ello y en consecuencia no produce empleo, hay mucho que hablar:

Cada vez hay más gasolineras que no tienen empleados, su trabajo, que antes eran empleos, se ha trasladado gratis al público y no dan nada a cambio por ello, un trabajo peligroso y especializado. Las ganancias pasan integras y únicamente al empresario.

Lo mismo está ocurriendo en multitud de gestiones con los bancos, es un proceso lento y parece imparable.
Han pasado de poner un cajero gratuito para acceder a nuestro dinero en cualquier momento, lo que sin duda es un buen servicio, a delegar trabajos de transferencia, pago de impuestos, de recibos, etc. al cliente de forma gratuita y a cobrar por su utilización. Y se da la paradoja que, en muchos casos, tenemos que ser nosotros, los clientes, quienes le hacemos el trabajo voluntario a personas mayores que, por falta de visión o habilidades, no son capaces de realizar las gestiones en el cajero automático.

Y así con la gestión de multas, de compras de entradas, etc. etc.

Trabajos todos ellos no remunerado que beneficia exclusivamente al empresario y que supone la eliminación de miles de puestos de trabajo.

Lo mismo sucede con la implantación paulatina del autoservicio en bares y restaurantes que no repercute en el comprador o cliente.

Y todo esto está ocurriendo en una sociedad con más del 20% de paro y cientos de miles de jóvenes que se ven expulsados del país para poder sobrevivir. Ello significa una vuelta de tuerca más en la explotación, la desigualdad y la lucha de clases. Aparentemente a cambio de nada.

Digo aparentemente porque en realidad no es a cambio de nada, es a beneficio exclusivamente del empresario con el consiguiente aumento de la marginación y desigualdad. Es decir, para poner un ejemplo, cuando los "buenos y responsables ciudadanos" hacemos el trabajo de clasificar las basuras y llevarlas al contenedor adecuado, estamos ayudando al empresario a ganar más dinero a la vez que se lo quitamos al que antes recogía y podía vender esos productos,... con lo cual ayudamos a crear más pobreza y marginación, de forma voluntaria con un trabajo no remunerado que le hacemos al capitalista.  Esos trabajos deberían beneficiar a los que hacemos el trabajo y en todo caso a los parados.

¡Hasta cuando vamos a aceptar estos trabajos voluntarios que significan arrojar al paro a miles de trabajadores!!
http://internacional.elpais.com/internacional/2014/01/07/actualidad/1389119012_397307.html

miércoles, 6 de noviembre de 2013

El pesado cargamento de las "mujeres mula" en Melilla

Todos los días, miles de mujeres deben llevar pesados cargamentos de mercancías para sobrevivir en el enclave español de Melilla.
Ellas son conocidas como las mujeres mulas. Todos los días llevan sobre sus espaldas pesadas cargas entre la frontera de España y Marruecos en el norte de África.

Melilla es un importante punto de entrada de mercancía y si las mujeres pueden llevarlas sin ningún tipo de ayuda, entonces no pagan impuestos.
Muy temprano una polvareda rodea la valla de seis metros que separa a Melilla de Marruecos debido a la frenética actividad de quienes preparan las mercancías para cruzar la frontera.
Hay miles de personas y el ruido es ensordecedor, una cacofonía de motores y gritos. En esas bolsas enormes llevan ropa de segunda mano, telas, artículos para el hogar y de higiene personal, todo destinado al mercado marroquí y mucho más allá.
Mujeres mula en Melilla, norte de África Este pesado trabajo es el único sustento que tienen estas mujeres cabezas de hogar para sobrevivir.
Los paquetes están por todos lados, envueltos en tela de saco y atados con cintas y cuerdas. Bajo ellos, ocultas por una carga que las dobla en tamaño, las mujeres "cargadoras".
Esta actividad comercial tiene lugar a diario en el barrio Chino, un cruce fronterizo sólo para peatones. Mientras una mujer pueda físicamente acarrear la carga, se clasifica como equipaje personal, así que Marruecos lo deja entrar sin impuestos.
Las mujeres tienen el derecho a visitar Melilla porque viven en la provincia marroquí de Nador, pero no pueden residir en el territorio español.
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De Nador a Melilla
Latifa se forma en una de las ruidosas filas que forman cientos de mujeres. Pone en el suelo su carga, 60 kilogramos de ropa usada. Por transportarlos va a recibir US$4.
Lleva en este trabajo 24 años, pero no es algo que disfrute.
"Tengo una familia que alimentar", explica. "Tengo cuatro hijos y no tengo marido para que me ayude, me divorcié de él porque me pegaba".
En cuanto la fila se mueve hacia adelante, ella desaparece en el mar de las mercaderías.
Son muchas las cargadoras divorciadas, madres solteras que tienen que hacerse cargo de su familia como Latifa.
(Mapa de Melilla, enclave de España en Marruecos)
Para mujeres como ella, la vida es difícil en la tradicional sociedad marroquí. Muchas veces, el de cargadoras es el único trabajo que consiguen. Algunas hacen hasta tres o cuatro viajes al día, desde el barrio Chino a Marruecos, con hasta 80 kilos a sus espaldas.

Con la vida a cuestas
Lo que ganan depende de lo que puedan cargar. Además, muchas se quejan de que tienen que sobornar a los guardias marroquíes.
En Melilla hay un debate público acerca de si se debería seguir permitiendo que esta actividad comercial continúe tal como está.
"Estas son mujeres que arriesgan su vida, nos han tocado muertes a consecuencia de la dureza física del trabajo. Se hace en condiciones de semiesclavitud", dice Emilio Guerra, del partido Unión Progreso y Democracia.
"Lo que nos gustaría es que trabajen bajo condiciones que no sean tan precarias", agrega.
Guerra considera que Melilla debe cambiar su modelo económico y ser menos dependiente del comercio, en lo que no está de acuerdo Jose María López, asesor en negocios del gobierno local.
"Hay consecuencias muy positivas en la actividad comercial. Para algunas porteadoras es la única posibilidad de ganarse la vida. Por supuesto que es un trabajo muy duro, pero algunas ganan más de la media de los trabajadores marroquíes", afirma.

España en el norte de África
Ceuta y Melilla, zonas de Europa en el norte de África, forman parte de España desde hace 500 años. Madrid dice que los enclaves urbanos son parte integral del país. Estos limitan con Marruecos, que a través de sus líderes afirma que es una posesión de origen colonial y reclama soberanía sobre ellos.
Los enclaves están protegidos con mallas, con el propósito de detener la inmigración ilegal. Pero Ceuta y Melilla continúan siendo un escalón para llegar a España.
El turismo es un importante generador de recursos con las mercancías libres de impuestos que atraen a miles de visitantes. Y los beneficios que da el comercio a otros miles de marroquíes y sus familias –los que venden la mercancía en sus tiendas o las exportan a países más al sur– son enormes.
López estima que este comercio informal supone más de US$400 millones para Melilla, a lo que se refiere como ingreso "atípico". Otros lo llaman "contrabando" que creen que mueve hasta el doble.

De vuelta al barrio Chino, el ambiente se torna medio histérico, las puertas de la frontera cierran a mediodía, así que empieza a crecer la presión para ir a Marruecos y volver para la próxima consigna.

"Está un poco tranquilo hoy", comenta Arturo Ortega, guardia civil (policía militarizada) encargado de mantener el orden y evitar las avalanchas humanas.
"Si vinieras todos los días, empezarías a pensar que esto es normal, pero no lo es".
No muy lejos, Hasna se apoya en una barrera, sin carga en sus espaldas. Frente a ella, un grupo de hombres jóvenes están cargados hasta el tope.

"Están ocupando nuestro lugar", se queja. Tradicionalmente quienes cargaban eran mujeres, ahora tienen la competencia de jóvenes desempleados, y Hasna tiene problemas para atravesar la multitud y tomar su paquete.
Tiene un hijo y un marido enfermo, está embarazada de seis meses, pero toma su carga sin miramientos. Nada la detiene.
"Si hago un viaje hoy, me van a pagar 5 ó 6 euros (US$6,8 o US$8,2)", dice. "Si pudiera encontrar otro trabajo, limpiando casas o cocinando, no haría esto. Pero de momento, no tengo otra opción".
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"Lo odio, pero lo necesito. "Portadora en Melilla María es una de las "mujeres mula". Ella tiene cáncer de seno y una pierna lastimada.
También mirando a los hombres está María, que llama la atención porque tiene que apoyarse en una muleta.
No es usual en las cargadoras, pero María habla algo de español y explica que se lesionó la pierna al caerse mientras hacía fila. También tiene cáncer de mama.
Llevaba toda la mañana en el barrio Chino, pero cuando vio el caos y del desorden se dio cuenta de que no se sentía en condiciones de trabajar. Regresará a su casa sin haber hecho nada de dinero.
Ella vive justo al otro lado de la frontera con Melilla, en Beni Enzar. Su casa tiene dos habitaciones y las comparte con sus tres hijas. No tiene agua corriente, pero el vecino le permite recoger agua de su grifo.
María estuvo casada y trabajó como camarera, pero hace cuatro años su vida comenzó a desmoronarse. Después de que le diagnosticaran el cáncer, su marido la dejó. Ya estaba embarazada de su hija menor.
"El médico dijo que iba a perder al bebé con el tratamiento, pero nació viva, así que la llamé Malak, que significa ángel".
Mientras habla, sus dos hijas mayores escuchan. Ninguna va a la escuela, se quedan en casa cuidando de su hermana mientras su madre va al barrio Chino. Se preocupan por ella.
"Esta no es la primera vez que se lesiona la pierna. El doctor le dijo que ella no debe cargar nada pesado", dice Ikram, una de las hijas de María. "Ella solo trabaja en eso para que nosotras podamos comer".
A María la atormenta la idea de que sus hijas también acaben como cargadoras. "Sería mejor para ellas que se casaran, este trabajo es peligroso y no hay dignidad en él. Lo odio, pero lo necesito".
Y luego Sanaa, de 13 años, pone una pequeña patineta en la mesa. María sonríe. Eso la ayudará a llevar con más facilidad la carga de mañana.

Ceuta y Melilla,
Zonas de Europa en el norte de África, forman parte de España desde hace 500 años. Madrid dice que los enclaves urbanos son parte integral del país. Estos limitan con Marruecos, que a través de sus líderes afirma que es una posesión de origen colonial y reclama soberanía sobre ellos.
Los enclaves están protegidos con mallas, con el propósito de detener la inmigración ilegal. Pero Ceuta y Melilla continúan siendo un escalón para llegar a España.
El turismo es un importante generador de recursos con las mercancías libres de impuestos que atraen a miles de visitantes. Fuente: BBC.
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