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jueves, 20 de abril de 2023

_- Del Café Sacher, en Viena, al Tortoni de Buenos Aires, saltando de café en café por 20 ciudades del mundo.

_- Un pastel con el nombre de Mozart en Salzburgo, visitas guiadas a las plantaciones cafeteras de Costa Rica o un capuchino en el Tommaseo de Trieste. Un listado de propuestas irresistibles

Disfrutar de un buen café requiere su ceremonia, su tiempo y una atmósfera adecuada. La cultura del café se extiende por todo el mundo, aunque principalmente en Europa, donde hay auténticos templos dedicados a esta estimulante bebida a menudo acompañada de una buena tertulia.

Esta es una pequeña vuelta al mundo, de café en café, para descubrir los mejores rincones para disfrutarlo en 20 ciudades. Muchos de ellos con décadas de historia a sus espaldas y lugar de encuentro de numerosas personalidades.

1. New York Café y Centrál Grand Cafe (Budapest, Hungría) “El mejor café del mundo”, así se autopromociona el New York Café de Budapest. ¿Y quién iba a llevarle la contraria? Con su exuberante decoración, las balaustradas de madera y las lujosas molduras de su techo, este espacio recuerda a un templo barroco. Este fastuoso café del año 1894, tradicional punto de encuentro de intelectuales y escritores en la capital húngara, ha salido sorprendentemente incólume de las tormentas de la historia y, desde hace unos años, tras una concienzuda restauración, vuelve a ofrecer buen café y todo tipo de delicias para acompañarlo.

El otro gran café literario de la ciudad es el Centrál Grand Café, que también atrajo desde el siglo XIX a un público literario; incluso se editaban en sus salas dos periódicos locales de gran influencia.

Y es que los cafés de Budapest siempre han sido parte esencial de su vida social, mucho antes de que aparecieran otros salones similares en ciudades como Viena o París. Solo un dato: en las últimas décadas del Imperio austrohúngaro, a principios del siglo XX, había en la ciudad más de 600 de estos locales.

2. Grand Café Orient (Praga, República Checa)
En la Casa de la Madona Negra, uno de los mejores ejemplos de la arquitectura cubista en Praga, está ubicado el Grand Café Orient, un local único en Europa. Desde sus extraordinarias lámparas de araña hasta los bancos acolchados tapizados a rayas verdes, todo es aquí cubista. Hasta los dulces. Por ejemplo, la coronita venecek, que es uno de los postres típicos checos, generalmente redondo, aquí es cuadrado. El café actual imita la decoración original aunque no todos los detalles de los interiores de época se pudieron rescatar tras un incendio que arrasó con todo.

3. Café de la Paix, La Rotonde, Café de Flore y Les Deux Magots (París, Francia) París es una de las capitales con más cafés clásicos del mundo. Por ellos han pasado artistas, escritores, pintores, intelectuales y grandes figuras de la industria del espectáculo. Lugares como La Rotonde, un lugar emblemático del barrio de Montparnasse que abrió sus puertas en 1911 y al que iban Picasso y Modigliani. O el mítico Les Deux Magots, en Saint-Germain-des-Prés, en pleno Barrio Latino de la capital francesa, que fue el café de los románticos a finales del siglo XIX. Hoy mantiene su terraza con un gran ambiente y unas vistas estupendas. También merece una visita el Café de Flore, otro lugar de encuentro de intelectuales, sobre todo los existencialistas.

Pero hay que ir imprescindiblemente al Café de la Paix para encontrar el café parisino más antiguo que todavía sigue abierto. Situado frente a la Ópera, este lugar está lleno de historia y de historias. Fue inaugurado en 1862, pero cobró su enorme fama con ocasión de la Exposición Universal de París de 1867. Esta institución ha conservado hasta hoy su glamur mundano, con sus columnas doradas y sus frescos de estilo Segundo Imperio. Sigue siendo uno de los clásicos de la gastronomía parisina, aunque sus precios están en consonancia con su fama.

4. The Wolseley y otros clásicos (Londres, Reino Unido)
En rigor, The Wolseley, con todos sus dorados clásicos, no es un café, sino un salón de té. También es restaurante, brasserie, punto de encuentro del mundo de la moda… (en la mesa número 32 se solía sentar Kate Moss). El tradicional afternoon tea que, por supuesto, también existe en versión champán, es, con sus deliciosos scones y su clotted cream, todo un sueño. Servido, además, bajo altos arcos y columnas de mármol.

En la capital británica, más que cafés al estilo centroeuropeo, destacan los salones de té, y en esto no tienen rival. Y en todos, por supuesto, se sirve también café a quien lo pida. Todos los grandes hoteles tienen su salón de té, pero entre los mejores y más clásicos están los del Claridge’s, el Ritz y The Berkeley (aquí los dulces están diseñados por grandes marcas de moda, como Gucci o Dolce & Gabbana). Y como no: el imprescindible e histórico Fortnum and Mason, en su Diamond Jubilee Tea Salon de la cuarta planta.

5. Café A Brasileira (Lisboa, Portugal)
Los lujosos cafés del siglo pasado, ¿son una especie en extinción? Quizás, pero han sobrevivido algunos magníficos ejemplares en Europa. En Lisboa, el café por excelencia es A Brasileira, en el Barrio Alto, donde la cultura del café florece, entre paredes cubiertas de espejos y una refinada decoración, desde hace más de 110 años: un cuarto de estar público que permanece igual que en tiempos de Fernando Pessoa.
6. Confitería Sprüngli (Zúrich, Suiza)
Elegir entre una oferta de dulces como la de la confitería Sprüngli ―chocolates finísimos, pralinés o pastas― resulta complicadísimo. Y así era ya en 1836. Aquí tienen su origen, de hecho, los legendarios luxemburgerli, esas galletas rellenas de crema tan típicas de Suiza.

7. Café Pushkin (Moscú, Rusia)
Este café nació en 1964 con la canción Nathalie, de Gilbert Bécaud, en la que el cantante se encuentra con su amada ―una supuesta guía rusa que conoció en una gira― en el ficticio café Pushkin de Moscú. El tema se hizo tan popular en su momento que muchos turistas franceses que visitaban la ciudad rusa buscaban aquel café que en realidad no existía. Así que hubo que crearlo a partir de la letra de la canción, y se inauguró en 1999. Las antigüedades cuidadosamente escogidas, las paredes forradas de madera y los platos rusos y franceses de su carta le confieren un encanto mundano.


8. Schamong Kaffee (Colonia, Alemania)
Schamong es el tostadero de café más antiguo de Colonia, con más de 50 años de historia. Su tienda vende una variada gama de mezclas: cafés clásicos junto a interpretaciones especiales del grano de café. Pero Schamong es también una cafetería, lo que significa que uno puede quedarse y disfrutar de una de las deliciosas composiciones de la casa. También es sede de la primera “academia de café” de la ciudad, donde enseñan, por ejemplo, que para preparar un auténtico espresso han de seguirse estrictamente nada menos que siete reglas. Y todo ello con una gran preocupación por la sostenibilidad.

9. Café Sacher (Viena, Austria)
A finales del siglo XIX y principios del XX, Viena era la capital de un gran imperio del que formaban parte no solo los austriacos, sino también húngaros, checos, eslovacos, polacos, italianos, bosnios, rumanos, alemanes… Era una metrópoli comparable al Nueva York de hoy, y el centro de todo estaba en sus cafés. Casi todos se mantienen y conservan la atmósfera de aquel tiempo en el que por ellos pasaban Mahler, Adolf Loos, Wagner, Klimt o Freud, hasta tal punto que los cafés de Viena son patrimonio cultural inmaterial de la Unesco.

El más popular y turístico es el Sacher, leyenda absoluta por su tarta de chocolate que lleva el mismo nombre y que siguen elaborando de una forma totalmente artesanal. Pero hay otros muchos en la ciudad, como el Sperl, de 1880, frecuentado por Gustav Klimt y Egon Schiele, que pagaban sus consumiciones con los dibujos que hacían en el café. Por la misma época, Freud iba al Landtmann, muy cerca de su consulta.

10. Grand Café (Oslo, Noruega)
Todo Oslo quedó conmocionado con el anuncio de que el café del Grand Hotel, cargado de tradición, cerraba tras más de 140 años de historia. A finales del siglo XIX, aquí venían en busca de tranquilidad principalmente artistas: Henrik Ibsen acudía a diario, y Edvard Munch pintó el local. Hace pocos años lo han vuelto a abrir; lo han remodelado, pero sigue siendo el mismo acogedor oasis para pasar horas de reflexión frente a un buen café.

11. Caffè Tommaseo (Trieste, Italia)
El Tommaseo, abierto en en el año 1830, sirvió durante décadas de punto de encuentro de empresarios de éxito, artistas e intelectuales, así como de epicentro de varios movimientos políticos; de hecho, hay una exposición dedicada a su interesante historia. A este local de la localidad italiana de Trieste se viene, sin embargo, sobre todo por su capuchino.

12. Café Maiasmokk (Tallin, Estonia)
El Maiasmokk lleva en su sitio nada menos que desde 1864. La decoración de este local de Tallin (Estonia) incluye numerosas piezas únicas que datan de aquella época. Con el café se pueden comer exquisitos bizcochos, tartas y pasteles. En una sala aneja, un pequeño museo del mazapán informa sobre la historia y el origen de esta pasta dulce de almendras.

13. Hafiz Mustafa (Estambul, Turquía)
Un buen café a la turca es muy diferente al que se toma en la mayor parte de Europa: se prepara con café molido muy fino en el cezve, una típica cafetera de cobre y latón con mango largo. Se sirve con posos y acompañado con las típicas delicias turcas o baklavas. En el Hafiz Mustafa de Estambul hay golosinas y dulces turcos desde primera hora de la mañana hasta bien pasada la medianoche. Este negocio lo fundó un prestamista hace más de 150 años. En la primera planta se puede tomar tranquilamente el típico café negro turco o un té negro fuerte. Es obligatorio probar la especialidad de la casa: baklavas rellenas de almendra o de pistacho que además exportan a todo el mundo.

14. Gran Café Gijón (Madrid, España)
De todos los grandes cafés madrileños famosos por sus tertulias, destaca el Café Gijón, en el paseo de Recoletos de la capital española. Fue fundado por un asturiano afincado en la ciudad en 1888 y, desde el primer momento, se convirtió en un punto de reunión de escritores, artistas e intelectuales, cuyas palabras tal vez sigan dormitando en algún lugar de sus cortinas rojas. En este lugar se han sentado desde Salvador Dalí o Luis Buñuel hasta la legendaria espía Mata Hari. Cuando, en 1914, el local se vendió, el nuevo propietario tuvo que firmar que este negocio y su nombre jamás desaparecerían. Hoy sigue siendo un punto de referencia en la ciudad.

15. Confitería Furst (Salzburgo, Austria)
No hay amante del dulce que pueda evitar una visita a la acogedora sede central de la confitería Furst, en la plaza del Mercado de Salzburgo, o a sus otras tres sucursales. Aquí es imposible tomarse nada más que un café e ignorar los múltiples y apetecibles dulces. Esta confitería es conocida, sobre todo, por su pequeño y redondo bombazo, el Mozartkugel (bola de Mozart), que sigue preparándose según la antigua receta.

16. Caffè Florian (Venecia, Italia)
En el café más antiguo de Europa el tiempo parece haberse detenido. Desde su apertura en 1720, lo único que ha cambiado en el Florian de Venecia son los precios y los clientes. Los rituales siguen siendo los mismos: camareros con chaquetas blancas sirven el capuchino en bandejas plateadas y, por la noche, la orquesta se pone en marcha. Donde hace siglos compartían sus reflexiones artistas, intelectuales y políticos, hoy remueven sus capuchinos tropeles de turistas. El Florian fue el primer café de Italia donde pudieron entrar las mujeres, lo que le valió el lamentable sobrenombre de “coto de caza de Casanova”.

17. Antico Caffè Greco (Roma, Italia)
El café más antiguo de Roma, abierto desde 1760, presume de sus camareros con frac y pajarita, camareras con delantales blancos con volantes, paredes de terciopelo rojo y espejos dorados picados por el tiempo. Los precios del Antico Caffè Greco reflejan este impresionante patrimonio. Casanova, Goethe, Wagner, Keats, Byron, Shelley y Baudelaire eran parroquianos habituales del local y hasta se puede uno echar en el canapé de color jengibre de Hans Christian Andersen (desde la entrada por Vía dei Condotti, hay que atravesar las ocho salas hasta el último salón, con un piano de cola).

18. Plantación Britt y café La Mancha (San José, Costa Rica)
Costa Rica ha hecho del café uno de sus iconos y es impensable pasar por el país latinoamericano sin probar uno de los cafés más famosos del mundo. Un buen lugar puede ser Barva, en el Valle Central. Allí se encuentra el tostadero costarricense más famoso, Britt, que anima a una visita guiada de 90 minutos para conocer su plantación, que también incluye una cata de café e incluso una teatralización de la historia del café.

Los que prefieran simplemente probar un buen café tienen en San José, la capital, muchos locales. Una buena recomendación es el café La Mancha, escondido en un patio del histórico edificio Steinvorth. El establecimiento es fruto de la pasión de un fotógrafo costarricense por esta energizante bebida. Desde el clásico cortado hasta el café de cafetera Chemex, ofrece la tecnología más avanzada en su elaboración. Es un tranquilo local, repleto de fotografías y plantas, que sirve de oasis en el caos callejero.

19. Tortoni (Buenos Aires, Argentina)
La capital argentina heredó de la tradición italiana y española el gusto por los cafés con cristaleras modernistas y mesas de madera, convertidos en centros de la vida social y cultural. Los porteños presumen incluso de ser “la Viena de América”. Y como símbolo de todo esto, el famoso café Tortoni, el más antiguo de Buenos Aires, que fue centro de emblemáticas tertulias literarias. Es aún tan famoso que los autobuses cargados de turistas paran en la puerta, lo que le resta cierto encanto. Pese a todo, es una visita casi obligatoria para cualquiera que visite la ciudad. Lo mejor es pedir un par de churros con chocolate caliente y olvidarse de los precios mientras se disfruta del ambiente.

En Buenos Aires hay otros cafés con sabor literario, como el London City, el favorito de Julio Cortázar, que sitúa en este salón su novela Los premios. En el barrio de Palermo, el punto de encuentro de narradores y poetas porteños es el Varela Varelita, y sus fotos cuelgan de sus paredes. Funciona hasta bien entrada la madrugada, algo muy habitual en Buenos Aires.

20. Camelot (Cracovia, Varsovia)
¿El centro europeo de la cultura del café? Viena, por supuesto. Solo que algunos entendidos consideran Cracovia la capital cafetera secreta. Y es que aquí abundan los cafés instalados en edificios históricos de su casco antiguo y con una larga tradición. Por ejemplo, el café Camelot, donde se puede disfrutar acompañado de un trozo de tarta en sus acogedoras salas iluminadas con velas y mesas con tapetes de encaje. Aquí tampoco faltan los buenos desayunos y almuerzos para los que quieran algo más que un buen café.

martes, 28 de febrero de 2023

El mundo de café en café.

Un local del siglo XVIII en El Cairo, el lugar favorito de Leonard Cohen en Montreal, una bebida con huevo en Hanói y más paradas deliciosas. 

Europa se asocia irremediablemente con la cultura del café, aunque las plantaciones en las que crecen los granos para elaborar esta bebida adorada por muchos se hallan en otros continentes, donde también se encuentran cafés legendarios por mil razones. Dejando de lado el Viejo Continente, recorremos unos cuantos que merecen una visita.

América del Norte
Empecemos por uno de los históricos de Norteamérica: el Vesuvio Cafe de San Francisco. Inaugurado en 1948 y a dos pasos de la histórica librería City Lights, enseguida recibió a enjambres de artistas, escritores y músicos de jazz hasta convertirse en el cuartel general de la generación beat. Por supuesto, el novelista Jack Kerouac era cliente habitual, y la anécdota más recordada es que se pasó una noche entera allí dándole largas a Henry Miller, con quien tenía previsto encontrarse fuera de la ciudad.

Vayamos a la Costa Este: en la ciudad canadiense de Montreal encontramos uno de los cafés preferidos de Leonard Cohen: el Café Olimpico . Fundado en 1970, hoy tiene varias sedes, aunque la original está en la zona de Mile End. Sus interiores de madera le dan el toque europeo del que Montreal presume. Como era previsible, lo fundó un inmigrante romano, Rocco Furfaro, y el lugar se convirtió en punto de reunión para la comunidad italiana. Sus cannoli rellenos de crema siguen siendo un clásico en el menú de desayuno y merienda.

Latinoamérica
La Confeitaria Colombo, en Río de Janeiro, comenzó a servir repostería y cafés en 1864. Fundada por inmigrantes portugueses, su interiorismo transporta a una belle époque con aires cariocas: mármol de Carrara, espejos con marcos de madera de jacaranda, muebles diseñados por el artesano Antônio Borsoi y una vidriera cenital espectacular en su sala superior. Y, como todo café legendario que se precie, cuenta con su propio elenco de visitantes célebres, como el compositor Heitor Villa-Lobos y el escritor Joaquim Machado de Assis.

Interior de la Confeitaria Colombo, en Río de Janeiro (Brasil). D. WALL (ALAMY)

Los cafés de Buenos Aires —muchos de ellos protegidos— están en la mente de todos tanto como los de Viena, pero eso no tiene que hacernos olvidar los de Montevideo, situada justo al otro lado del río de la Plata. En la calle Ituzaingó de la capital uruguaya está el Café Brasilero, que abrió sus puertas en 1877 y entre cuyos parroquianos se encuentran bastantes escritores legendarios. Juan Carlos Onetti comenzó a escribir allí su novela El pozo, y tanto la poeta Idea Vilariño como el narrador y periodista Eduardo Galeano se solían sentar en una de las mesas que dan al ventanal.

África
Un salto de continente para saborear una de las variantes más apreciadas del café: la etíope. En Adis Abeba saben de qué hablan cuando piden un espresso macchiato, y en el Tomoca Coffee aún más, pues llevan desde 1953 sirviéndolo en su sede de la calle Wawel, en el centro de la capital. Allí mismo muelen y tuestan el grano, cuyo aroma provoca que lugareños y visitantes se dejen caer por allí a diario para tomarse un café amargo y potente junto a sus mostradores de madera. En la ruta por los cafés africanos no puede faltar El Cairo. Su joya cafetera más antigua es El Fishawi, de finales del siglo XVIII. Se encuentra en el gran bazar Jan el Jalili y abre las 24 horas del día. Como no existe un café sin su leyenda literaria, en este presumen de su cliente Naguib Mahfuz, el escritor egipcio galardonado con el Nobel en 1988. Obviamente, aquí el té a la menta y las cachimbas también están a la orden del día.

Variedad de cafés en el Tomoca Coffee de Adis Abeba (Etiopía). G. PEARSON (ALAMY)

Otros cafés que hay que tener en mente en el mapa cafetero del continente son los de Tánger. El Gran Café de Paris, en la plaza de France, es uno de los principales recuerdos de la época colonial en la ciudad marroquí. Inaugurado en 1927, sus sillones de cuero son un emblema de la metrópoli, así como las sillas de sus terrazas, que miran hacia la calle para que los clientes no se pierdan nada de lo que ocurre en ella. Los mitómanos tocarán las palmas al recordar que tanto Paul Bowles como Francis Bacon o Truman Capote posaron los labios en el borde de sus tazas.

Asia
Los que piensen que en Asia no existe la cultura cafetera saldrán de su error visitando el Café Paulista de Tokio. Su nombre de aires brasileños se debe a que su fundador, Mizuno Ryo, comenzó en 1991 a servir allí el café que le proporcionaba gratuitamente el Gobierno de Brasil por haber contribuido a la emigración de ciudadanos japoneses al país sudamericano. La sede original de este kissaten (café tradicional) estuvo en otro edificio del barrio de Ginza, pero para evocar el sabor del viejo local las tazas y cucharillas son una réplica de las antiguas. Sus visitantes más mediáticos han sido Yoko Ono y John Lennon, que acudieron tres días seguidos en uno de sus viajes a la capital nipona. Se comenta que la pareja también quería visitar el cercano L’Ambre, otro local tradicional que data de 1948, pero les fue imposible encontrar sitio.

Una taza del café al huevo (cà phê trúng), en el Café Giang de Hanói. NEIL SETCHFIELD (ALAMY)

La especialidad más peculiar se encuentra en Hanói, concretamente en el Café Giang. Desde 1946 sirve su café al huevo (cà phê trúng), que, además de esos dos ingredientes, contiene leche condensada, mantequilla y toques de queso. La receta se debe a la escasez de leche en el Vietnam de los años cuarenta, y para reemplazarla se agregaba yema de huevo batida. El invento se debe al señor Nguyen Van Giang, padre del actual dueño del local, que recibe cientos de visitantes a diario ansiosos por probar este café casi sólido en sus variantes fría y caliente.