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jueves, 23 de noviembre de 2023

Qué buscaba EE.UU. con los barrios Kennedy que el icónico presidente impulsó en América Latina en los años 60

John F. Kennedy en Colombia

FUENTE DE LA IMAGEN,CECIL STOUGHTON. FOTOGRAFÍAS DE LA CASA BLANCA. BIBLIOTECA Y MUSEO PRESIDENCIAL JOHN F. KENNEDY, BOSTON

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John F. Kennedy, durante su visita a Bogotá en diciembre de 1961, en el evento en que se puso el primer ladrillo de lo que hoy es Ciudad Kennedy.

Santiago Vanegas Role,
BBC News Mundo 
22 noviembre 2023

En una calle estrecha del sur de Bogotá hay una pequeña casita azul de una sola planta.

Sería una casa como cualquier otra si no fuera por una placa que se levanta a un costado de su fachada que la identifica como “la primera casa de las veintidosmil que se construirán por el gobierno de Colombia dentro del programa de la Alianza para el Progreso con la asistencia del presidente de los Estados Unidos de América John F. Kennedy”, de cuyo asesinato se cumplen este miércoles 60 años.

Fue el mismo Kennedy en una visita de 1961 quien puso la primera piedra de esa urbanización.

62 años después, la localidad de Kennedy aloja según los datos más recientes a 1.230.000 personas, un poco más que la población entera de un país pequeño como Guyana.

A poco más de 7.000 kilómetros de allí, en el punto en el que desemboca el río de la Plata, había otro barrio llamado Kennedy, en Punta del Este, Uruguay, uno de los balnearios más exclusivos de toda América Latina.

Se trataba hasta hace poco de un asentamiento pobre e informal ubicado al lado del lujoso club de Golf Cantegril.

Además del nombre, estos dos barrios en los extremos de Suramérica tienen en común que nacieron a inicios de los años 60 con el impulso de la Alianza para el Progreso, un ambicioso programa de influencia de Estados Unidos que echó a andar el entonces presidente Kennedy en América Latina en el contexto de la Guerra Fría.

En estos lugares, la figura de Kennedy sigue tan viva que algunos habitantes del barrio Kennedy de Punta del Este alegan que esas tierras habían sido un regalo del propio Kennedy.

Y en las salas de las algunas casas bogotanas, hay fotos del expresidente estadounidense.

No son los únicos casos por el estilo. En Río de Janeiro, Villa Kennedy es un barrio en el oeste de la ciudad en el que residen unas 140.000 personas. También fue un ambicioso proyecto de infraestructura construido con el impulso de Estados Unidos e inaugurado menos de dos meses después del asesinato de John F. Kennedy.

En su origen contó con 5.000 viviendas.

“En Brasil, renovación urbana era erradicar las favelas, un proceso que implica la construcción de complejos habitacionales de gran escala”, explica Leandro Benmergui, profesor de historia latinoamericana de Purchase College.

La Alianza para el Progreso también impulsó la construcción de la Unidad Kennedy, en la colonia Jardín Balbuena de Ciudad de México, la urbanización Ciudad Alianza en la ciudad venezolana de Guacara, el barrio Kennedy en Caracas, la Población Kennedy en Puerto Montt, al sur de Chile, entre otros proyectos inmobiliarios en América Latina.

Una familia de una favela en Río de Janeiro en 1963.

Una familia de una favela en Río de Janeiro en 1963.

FUENTE DE LA IMAGEN,GETTY IMAGES

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Río de Janeiro, 1963.

La Alianza para el Progreso

En su discurso inaugural como presidente, John F. Kennedy dijo: “A nuestras repúblicas hermanas al sur de nuestra frontera, ofrecemos un compromiso especial: convertir nuestras buenas palabras en buenas obras, en una nueva Alianza para el Progreso, para ayudar a los hombres libres y a los gobiernos libres a deshacerse de las cadenas de la pobreza”.

En los poco menos de tres años que estuvo en el poder, Kennedy le dio un vuelco a las relaciones de Estados Unidos con los países de América Latina.

“Kennedy llega con una idea de hacer una nueva política de la vecindad. Lo que hace es aproximarse a Latinoamérica como un compañero”, explica Leandro Benmergui.

Muy cerca de donde quedaba el barrio Kennedy de Punta del Este se firmó en 1961 la famosa Carta de Punta del Este, que selló esa alianza. Se trataba de un ambicioso programa para promover el desarrollo económico de los países latinoamericanos.

En el marco de la Alianza para el Progreso, se dieron varias visitas de Kennedy a países de América Latina, junto a su icónica esposa Jacqueline, quien hablaba español.

John F. Kennedy, Alberto Lleras Camargo y Jacqueline Kennedy en Bogotá, en 1961

John F. Kennedy, Alberto Lleras Camargo y Jacqueline Kennedy en Bogotá, en 1961

FUENTE DE LA IMAGEN,CECIL STOUGHTON. FOTOGRAFÍAS DE LA CASA BLANCA. BIBLIOTECA Y MUSEO PRESIDENCIAL JOHN F. KENNEDY, BOSTON

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Alberto Lleras Camargo, entonces presidente de Colombia, junto a John F. y Jacqueline Kennedy en su visita a Bogotá. Fue la segunda vez que un presidente estadounidense visitó el país.


La construcción de viviendas, sobre todo para familias pobres en las ciudades, hacía parte del proyecto.

Los nuevos barrios obreros eran la imagen viva del progreso como se lo imaginaba Estados Unidos: industrializado y urbano.

“Estados Unidos está promoviendo una idea de lo que tiene que ser el ciudadano urbano, que es propietario, que tiene iniciativa, que dedica una parte de su salario al ahorro para pagar su hipoteca, que va a vivir en un espacio higiénico y sanitario, y al otro día va a convertirse en un trabajador productivo”, plantea Benmergui.

“Todo lo contrario a lo que era la idea del pobre en la favela: criminal, borracho, promiscuo, miserable, que todavía no tiene la cultura urbana”, agrega.

La Alianza para el Progreso también le apuntaba a expandir la educación, establecer gobiernos democráticos e incluso hacer reformas agrarias.

Pero “sabemos que Estados Unidos no hace nada en América Latina por caridad”, dice Leandro Benmergui.

Estos programas, para el gobierno estadounidense, eran una forma de contener el comunismo.

En plena Guerra Fría, tanto Estados Unidos como las élites locales veían la influencia soviética en el continente como una amenaza latente, que se había concretado además con la revolución cubana entre 1953 y 1959.

A la conferencia del Consejo Interamericano Económico y Social de 1961, en la que se redactó la Carta de Punta del Este, astistió el propio Che Guevara. Kennedy no, pero sí una delegación suya.

Fue una ocasión como pocas que reflejó la tensión ideológica en la que se movía América Latina en medio de un mundo bipolar.

Che Guevara.

Che Guevara

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Ernesto “el Che” Guevara, entonces ministro de Industria de Cuba, durante la conferencia del Consejo Interamericano Económico y Social de 1961, en Punta del Este, Uruguay.


“Alentados por la esperanza que dimana de las revoluciones ocurridas en nuestras jóvenes naciones, muchos hombres bregan ahora por la libertad en tierras de vieja tradición. Ha llegado el momento de imprimir un nuevo sentido a esta vocación revolucionaria”, dice la carta de 1961.

¿Pero qué tenía que ver la construcción de nuevos barrios con atajar el comunismo?

A Estados Unidos le preocupaban los pobres urbanos en la medida en que se creía que “un habitante que no es responsable, consumidor, propietario y que sabe convivir puede ser una persona manipulable o inmadura políticamente. Y que eso podía dar lugar al populismo o al comunismo”, según Benmergui.

El profesor Benmergui cuenta que, cuando el gobernador del estado brasilero de Guanabara, Carlos Lacerda —que es quien termina construyendo Villa Kennedy—, habla con Kennedy para pedirle fondos para el proyecto le dice muy estratégicamente: “el peligro del comunismo está en las favelas”.

Ricardo López-Pedreros, profesor de Historia de la Western Washington University, explica que la Alianza para el Progreso fue un proyecto de desarrollo que "buscaba la expansión de unas clases medias”.

“Según la teoría de la modernización, que es la inspiración de este programa, la división de la sociedad en una masa empobrecida y una oligarquía creaba las condiciones para que surgiera el comunismo”, agrega. “Y una clase media podría mermar esa posibilidad y facilitar lo que se llamaba la armonía social”.

La construcción de barrios como Ciudad Kennedy en Bogotá venía de la mano con una expectativa de que allí floreciera una sociedad más democrática. “Toda la discusión política del momento estaba mediada por el discurso de que una sociedad de clase media es más democrática que una sociedad de dos clases”, dice López-Pedreros.

También, Benmergui ha encontrado que uno de los objetivos de Estados Unidos con la Alianza para el Progreso era “ayudar a los políticos brasileños que podían llegar a ser presidentes para sacarse de encima a João Goulart —el entonces presidente—, quien para Estados Unidos era un comunista”.

João Goulart y John F. Kennedy

João Goulart y John F. Kennedy

FUENTE DE LA IMAGEN,ABBIE ROWE. FOTOGRAFÍAS DE LA CASA BLANCA. BIBLIOTECA Y MUSEO PRESIDENCIAL JOHN F. KENNEDY, BOSTON

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John F. Kennedy junto a João Goulart, presidente de Brasil, en 1962. Goulart fue depuesto por un golpe militar dos años después con el apoyo de Estados Unidos.

Un progreso autoconstruido

En el surgimiento de estos barrios, Estados Unidos defiende mucho la idea de autoconstrucción.

“La idea no es solamente que el Estado subvencione y guíe, sino que eso promueva en las poblaciones pobres un estímulo para su propia transformación, algo muy propio del imaginario de modernización y desarrollista”, dice Leandro Benmergui.

Por eso mismo, la vivienda no es algo que el Estado va a regalar. La vivienda es algo que la gente va a esforzarse para conseguir y por construir con sus propias manos. El Estado va a crear condiciones para que la pueda comprar, como instituciones de crédito que ofrezcan hipotecas a plazos largos y a intereses bajos.

“Estados Unidos nunca va a dar el 100%, va a dar una parte y va a dar ayuda técnica, sobre todo a través de USAID y el BID”, señala Benmergui.

Entonces, la población que va a poder irse de las favelas a Villa Kennedy es solo aquella que tiene las condiciones para poder pagar la casa a crédito.

En el caso de Punta del Este, la semilla que sembró el Barrio Kennedy fue la donación por parte de Estados Unidos de apenas unos cables para constuir instalaciones eléctricas y una bomba de agua.

“En Latinoamérica no existe la idea de public housing (vivienda pública). Todos los barrios Kennedy son barrios de bajo costo, lo que se conoce como low income housing o low cost housing”, dice Benmergui.

Consecuencias contradictorias
Vista de la Bahía de Guanabanara en 1960

Vista de la Bahía de Guanabanara en 1960

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Vista de la Bahía de Guanabanara en 1960. Río de Janeiro fue la capital de Brasil hasta ese año, pero estuvo lejos de tener el desarrollo industrial de Sao Paulo.

Los planes de Kennedy no se cumplieron como él lo hubiera querido.

En Río, por ejemplo, cuenta Benmergui que “en el año 1967, Estados Unidos mandó una misión para evaluar Villa Kennedy y la misión concluyó que era económicamente irracional la política de erradicación de favelas y construcción de complejos”.

El nuevo barrio se enfrentó a un sinnúmero de problemas que iban desde la falta de transporte público y de un sistema de recolección de residuos hasta la inseguridad.

“En la medida que el Estado prometió, ese mismo Estado después no pudo cumplir. Por cuestiones políticas, por negligencia, por cuestiones más estructurales, los estados se empobrecieron, hubo inflación, gobiernos autoritarios que no necesitaban responder a sus ciudadanos”, dice Benmergui.

Ricardo López-Pedreros dice, sin embargo, que “los estadounidenses no pierden la esperanza de que América Latina puede evitar el comunismo”.

Entonces, por lo que optan es por la apuesta de “pongamos a la gente a trabajar, les damos algunos materiales y que ellos lo hagan. Cambia el modelo porque ya no había tanta plata”, agrega López-Pedreros.

Los expertos coinciden en que, a pesar que los resultados del proyecto no son los que esperaban los planificadores, para las personas que participaron en los programas la Alianza para el Progreso lo que pasó en ese momento fue muy importante, tuvo un gran impacto en sus vidas.

Por ejemplo, gracias a esos programas de desarrollo, hubo mucha gente que tuvo acceso a sus casas, y hubo toda una generación que pudo ir a la universidad o crear pequeños negocios.

Un grupo de niñas juega baloncesto en Ciudad Kennedy, Bogotá, a mediados de los 60.

Un grupo de niñas juega baloncesto en Ciudad Kennedy, Bogotá, a mediados de los 60.

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Ciudad Kennedy, Bogotá, a mediados de los 60.

Incluso, cuenta López-Pedreros que en Bogotá entre quienes se beneficiaron por los programas de la Alianza para el Progreso surgieron movimientos de izquierda que se empezaron a radicalizar, una abierta contradicción con lo que pretendía Estados Unidos.

“La Alianza para el Progreso logró de manera no intencionada la politización parcial de la sociedad”, concluye López-Pedreros.

Además, las comunidades que llegaron a los nuevos barrios crearon una identidad de clase, que los diferenciaba tanto de los de arriba como de los de abajo.

A pesar de que a los ojos del resto de Río de Janeiro Villa Kennedy no sea muy diferente a las favelas, los vecinos sí reclaman una identidad diferente, una identidad propietaria, plantea Benmergui.

Por otro lado, “erradicar las favelas de la zona sur permite gentrificar la zona de la Laguna Rodrigo de Freitas, que hoy en día es una zona muy cara de la ciudad”, agrega. “Eso es la que la dictadura militar va a hacer luego con esteroides y autoritariamente”

Algo similar es lo que está pasando, 60 años después, en el barrio Kennedy de Punta del Este, en Uruguay.

Después de varios intentos y un álgido debate entre políticos y la comunidad que duró años, las autoridades uruguayas iniciaron en abril de 2022 el proceso para realojar definitivamente a las 350 familias que vivían en el barrio.

En total, el proyecto costará US$35 millones y estará listo en 2024. El realojo liberará una zona de unas 40 hectáreas altamente codiciada por agentes inmobiliarios, que las mismas autoridades locales han reconocido que se venderá por millones de dólares.

martes, 28 de febrero de 2023

El mundo de café en café.

Un local del siglo XVIII en El Cairo, el lugar favorito de Leonard Cohen en Montreal, una bebida con huevo en Hanói y más paradas deliciosas. 

Europa se asocia irremediablemente con la cultura del café, aunque las plantaciones en las que crecen los granos para elaborar esta bebida adorada por muchos se hallan en otros continentes, donde también se encuentran cafés legendarios por mil razones. Dejando de lado el Viejo Continente, recorremos unos cuantos que merecen una visita.

América del Norte
Empecemos por uno de los históricos de Norteamérica: el Vesuvio Cafe de San Francisco. Inaugurado en 1948 y a dos pasos de la histórica librería City Lights, enseguida recibió a enjambres de artistas, escritores y músicos de jazz hasta convertirse en el cuartel general de la generación beat. Por supuesto, el novelista Jack Kerouac era cliente habitual, y la anécdota más recordada es que se pasó una noche entera allí dándole largas a Henry Miller, con quien tenía previsto encontrarse fuera de la ciudad.

Vayamos a la Costa Este: en la ciudad canadiense de Montreal encontramos uno de los cafés preferidos de Leonard Cohen: el Café Olimpico . Fundado en 1970, hoy tiene varias sedes, aunque la original está en la zona de Mile End. Sus interiores de madera le dan el toque europeo del que Montreal presume. Como era previsible, lo fundó un inmigrante romano, Rocco Furfaro, y el lugar se convirtió en punto de reunión para la comunidad italiana. Sus cannoli rellenos de crema siguen siendo un clásico en el menú de desayuno y merienda.

Latinoamérica
La Confeitaria Colombo, en Río de Janeiro, comenzó a servir repostería y cafés en 1864. Fundada por inmigrantes portugueses, su interiorismo transporta a una belle époque con aires cariocas: mármol de Carrara, espejos con marcos de madera de jacaranda, muebles diseñados por el artesano Antônio Borsoi y una vidriera cenital espectacular en su sala superior. Y, como todo café legendario que se precie, cuenta con su propio elenco de visitantes célebres, como el compositor Heitor Villa-Lobos y el escritor Joaquim Machado de Assis.

Interior de la Confeitaria Colombo, en Río de Janeiro (Brasil). D. WALL (ALAMY)

Los cafés de Buenos Aires —muchos de ellos protegidos— están en la mente de todos tanto como los de Viena, pero eso no tiene que hacernos olvidar los de Montevideo, situada justo al otro lado del río de la Plata. En la calle Ituzaingó de la capital uruguaya está el Café Brasilero, que abrió sus puertas en 1877 y entre cuyos parroquianos se encuentran bastantes escritores legendarios. Juan Carlos Onetti comenzó a escribir allí su novela El pozo, y tanto la poeta Idea Vilariño como el narrador y periodista Eduardo Galeano se solían sentar en una de las mesas que dan al ventanal.

África
Un salto de continente para saborear una de las variantes más apreciadas del café: la etíope. En Adis Abeba saben de qué hablan cuando piden un espresso macchiato, y en el Tomoca Coffee aún más, pues llevan desde 1953 sirviéndolo en su sede de la calle Wawel, en el centro de la capital. Allí mismo muelen y tuestan el grano, cuyo aroma provoca que lugareños y visitantes se dejen caer por allí a diario para tomarse un café amargo y potente junto a sus mostradores de madera. En la ruta por los cafés africanos no puede faltar El Cairo. Su joya cafetera más antigua es El Fishawi, de finales del siglo XVIII. Se encuentra en el gran bazar Jan el Jalili y abre las 24 horas del día. Como no existe un café sin su leyenda literaria, en este presumen de su cliente Naguib Mahfuz, el escritor egipcio galardonado con el Nobel en 1988. Obviamente, aquí el té a la menta y las cachimbas también están a la orden del día.

Variedad de cafés en el Tomoca Coffee de Adis Abeba (Etiopía). G. PEARSON (ALAMY)

Otros cafés que hay que tener en mente en el mapa cafetero del continente son los de Tánger. El Gran Café de Paris, en la plaza de France, es uno de los principales recuerdos de la época colonial en la ciudad marroquí. Inaugurado en 1927, sus sillones de cuero son un emblema de la metrópoli, así como las sillas de sus terrazas, que miran hacia la calle para que los clientes no se pierdan nada de lo que ocurre en ella. Los mitómanos tocarán las palmas al recordar que tanto Paul Bowles como Francis Bacon o Truman Capote posaron los labios en el borde de sus tazas.

Asia
Los que piensen que en Asia no existe la cultura cafetera saldrán de su error visitando el Café Paulista de Tokio. Su nombre de aires brasileños se debe a que su fundador, Mizuno Ryo, comenzó en 1991 a servir allí el café que le proporcionaba gratuitamente el Gobierno de Brasil por haber contribuido a la emigración de ciudadanos japoneses al país sudamericano. La sede original de este kissaten (café tradicional) estuvo en otro edificio del barrio de Ginza, pero para evocar el sabor del viejo local las tazas y cucharillas son una réplica de las antiguas. Sus visitantes más mediáticos han sido Yoko Ono y John Lennon, que acudieron tres días seguidos en uno de sus viajes a la capital nipona. Se comenta que la pareja también quería visitar el cercano L’Ambre, otro local tradicional que data de 1948, pero les fue imposible encontrar sitio.

Una taza del café al huevo (cà phê trúng), en el Café Giang de Hanói. NEIL SETCHFIELD (ALAMY)

La especialidad más peculiar se encuentra en Hanói, concretamente en el Café Giang. Desde 1946 sirve su café al huevo (cà phê trúng), que, además de esos dos ingredientes, contiene leche condensada, mantequilla y toques de queso. La receta se debe a la escasez de leche en el Vietnam de los años cuarenta, y para reemplazarla se agregaba yema de huevo batida. El invento se debe al señor Nguyen Van Giang, padre del actual dueño del local, que recibe cientos de visitantes a diario ansiosos por probar este café casi sólido en sus variantes fría y caliente.