martes, 28 de febrero de 2023

El mundo de café en café.

Un local del siglo XVIII en El Cairo, el lugar favorito de Leonard Cohen en Montreal, una bebida con huevo en Hanói y más paradas deliciosas. 

Europa se asocia irremediablemente con la cultura del café, aunque las plantaciones en las que crecen los granos para elaborar esta bebida adorada por muchos se hallan en otros continentes, donde también se encuentran cafés legendarios por mil razones. Dejando de lado el Viejo Continente, recorremos unos cuantos que merecen una visita.

América del Norte
Empecemos por uno de los históricos de Norteamérica: el Vesuvio Cafe de San Francisco. Inaugurado en 1948 y a dos pasos de la histórica librería City Lights, enseguida recibió a enjambres de artistas, escritores y músicos de jazz hasta convertirse en el cuartel general de la generación beat. Por supuesto, el novelista Jack Kerouac era cliente habitual, y la anécdota más recordada es que se pasó una noche entera allí dándole largas a Henry Miller, con quien tenía previsto encontrarse fuera de la ciudad.

Vayamos a la Costa Este: en la ciudad canadiense de Montreal encontramos uno de los cafés preferidos de Leonard Cohen: el Café Olimpico . Fundado en 1970, hoy tiene varias sedes, aunque la original está en la zona de Mile End. Sus interiores de madera le dan el toque europeo del que Montreal presume. Como era previsible, lo fundó un inmigrante romano, Rocco Furfaro, y el lugar se convirtió en punto de reunión para la comunidad italiana. Sus cannoli rellenos de crema siguen siendo un clásico en el menú de desayuno y merienda.

Latinoamérica
La Confeitaria Colombo, en Río de Janeiro, comenzó a servir repostería y cafés en 1864. Fundada por inmigrantes portugueses, su interiorismo transporta a una belle époque con aires cariocas: mármol de Carrara, espejos con marcos de madera de jacaranda, muebles diseñados por el artesano Antônio Borsoi y una vidriera cenital espectacular en su sala superior. Y, como todo café legendario que se precie, cuenta con su propio elenco de visitantes célebres, como el compositor Heitor Villa-Lobos y el escritor Joaquim Machado de Assis.

Interior de la Confeitaria Colombo, en Río de Janeiro (Brasil). D. WALL (ALAMY)

Los cafés de Buenos Aires —muchos de ellos protegidos— están en la mente de todos tanto como los de Viena, pero eso no tiene que hacernos olvidar los de Montevideo, situada justo al otro lado del río de la Plata. En la calle Ituzaingó de la capital uruguaya está el Café Brasilero, que abrió sus puertas en 1877 y entre cuyos parroquianos se encuentran bastantes escritores legendarios. Juan Carlos Onetti comenzó a escribir allí su novela El pozo, y tanto la poeta Idea Vilariño como el narrador y periodista Eduardo Galeano se solían sentar en una de las mesas que dan al ventanal.

África
Un salto de continente para saborear una de las variantes más apreciadas del café: la etíope. En Adis Abeba saben de qué hablan cuando piden un espresso macchiato, y en el Tomoca Coffee aún más, pues llevan desde 1953 sirviéndolo en su sede de la calle Wawel, en el centro de la capital. Allí mismo muelen y tuestan el grano, cuyo aroma provoca que lugareños y visitantes se dejen caer por allí a diario para tomarse un café amargo y potente junto a sus mostradores de madera. En la ruta por los cafés africanos no puede faltar El Cairo. Su joya cafetera más antigua es El Fishawi, de finales del siglo XVIII. Se encuentra en el gran bazar Jan el Jalili y abre las 24 horas del día. Como no existe un café sin su leyenda literaria, en este presumen de su cliente Naguib Mahfuz, el escritor egipcio galardonado con el Nobel en 1988. Obviamente, aquí el té a la menta y las cachimbas también están a la orden del día.

Variedad de cafés en el Tomoca Coffee de Adis Abeba (Etiopía). G. PEARSON (ALAMY)

Otros cafés que hay que tener en mente en el mapa cafetero del continente son los de Tánger. El Gran Café de Paris, en la plaza de France, es uno de los principales recuerdos de la época colonial en la ciudad marroquí. Inaugurado en 1927, sus sillones de cuero son un emblema de la metrópoli, así como las sillas de sus terrazas, que miran hacia la calle para que los clientes no se pierdan nada de lo que ocurre en ella. Los mitómanos tocarán las palmas al recordar que tanto Paul Bowles como Francis Bacon o Truman Capote posaron los labios en el borde de sus tazas.

Asia
Los que piensen que en Asia no existe la cultura cafetera saldrán de su error visitando el Café Paulista de Tokio. Su nombre de aires brasileños se debe a que su fundador, Mizuno Ryo, comenzó en 1991 a servir allí el café que le proporcionaba gratuitamente el Gobierno de Brasil por haber contribuido a la emigración de ciudadanos japoneses al país sudamericano. La sede original de este kissaten (café tradicional) estuvo en otro edificio del barrio de Ginza, pero para evocar el sabor del viejo local las tazas y cucharillas son una réplica de las antiguas. Sus visitantes más mediáticos han sido Yoko Ono y John Lennon, que acudieron tres días seguidos en uno de sus viajes a la capital nipona. Se comenta que la pareja también quería visitar el cercano L’Ambre, otro local tradicional que data de 1948, pero les fue imposible encontrar sitio.

Una taza del café al huevo (cà phê trúng), en el Café Giang de Hanói. NEIL SETCHFIELD (ALAMY)

La especialidad más peculiar se encuentra en Hanói, concretamente en el Café Giang. Desde 1946 sirve su café al huevo (cà phê trúng), que, además de esos dos ingredientes, contiene leche condensada, mantequilla y toques de queso. La receta se debe a la escasez de leche en el Vietnam de los años cuarenta, y para reemplazarla se agregaba yema de huevo batida. El invento se debe al señor Nguyen Van Giang, padre del actual dueño del local, que recibe cientos de visitantes a diario ansiosos por probar este café casi sólido en sus variantes fría y caliente.

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