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domingo, 7 de enero de 2024

Recomiendo: 4 «Germinal», enseñanzas para la clase obrera actual

 

Fuentes: Rebelión

Germinal, a decir de muchos literatos, es un verdadero poema épico del proletariado y una admirable epopeya del sufrimiento humano; agregaría también que su lectura es una sacudida violenta y una ferviente llamada a la acción. Es una obra que, a mi juicio, todo revolucionario debería conocer. Se trata de una campanada de alerta a las innumerables generaciones que esperan justicia, el árbol genealógico de los Rougon Macquart llega hasta nuestros días. De ahí la intención de recomendar Germinal.

El autor de tan magna obra es Emile Zola, padre del naturalismo, que en un primer momento se llamó novela experimental. Se inscribe en el proyecto de Les Rougnon Macquart, subtitulado “Una historia natural y social de una familia bajo el segundo imperio”, una colección de obras que Zola concibió en 1871 y que concluyó en 1893. Emilia Pardo Bazán señaló: “Adviértase que la idea fundamental de los Rougnon Macquart no es artística sino científica, y que los antecedentes del famoso ciclo, si bien lo miramos, se encuentran en Darwin y Haeckel mejor que en Stendhal, Flaubert o Balzac”. Lo concebido por Bazán se palpita en toda la obra de Germinal: vemos que los personajes están completamente atados a las condiciones sociales que los rodean y su voluntad no está determinada por la ideología que llegan a abrazar, sino por sus condiciones materiales de existencia, por el hambre y la miseria.

Otro elemento significativo que he de mencionar antes de entrar al contenido del libro es el contexto histórico en el que se inscribe. Si bien fue escrita en 1885, aborda la vida de los mineros en 1860; hasta ese año se puede decir que se consolida la revolución industrial y desde entonces hasta 1880 hubo una desaceleración de la expansión económica producto de la crisis provocada por la modernización de la industria. La respuesta a la crisis en varios puntos del mapa europeo fue la protesta. Principalmente en Francia la naciente clase obrera había iniciado el largo camino de la lucha y las lecciones que inevitablemente se arraigan en los pueblos. En 1848 fuimos testigos del importante papel que empezó a jugar esta clase social en toda Europa hasta llegar a ocupar la dirección del movimiento con la Comuna de París en 1871, (año en que Zola concibe la idea de los Rognon Macquart). A pesar de que los movimientos concluyen en derrota, no por ello desaparece la esperanza y la seguridad de que la clase proletaria va a llegar a triunfar. Todo este contexto, sintetizado, influye de manera casi determinante en la obra de Zola.

A continuación, me permito abordar tres aspectos de Germinal: 1) La evolución de las ideas, 2) El aprendizaje a partir de la experiencia y 3) La necesidad de la fraternidad obrera internacional.
La evolución de las ideas

Germinal comienza con la llegada de Esteban Lantier a Montsou, joven obrero de 21 años que ha sido despedido de su trabajo como maquinista por haber abofeteado a su jefe, anda caminando en busca de un trabajo mientras lo acosa el hambre, entonces “una sola idea bullía en su cerebro vacío, de obrero sin trabajo y sin albergue; una sola: la esperanza de que haría menos frío cuando amaneciese”. Por casualidad será contratado en la mina la Voreux, tendrá un salario, aunque miserable y un techo, entonces ya no solo pensará en el hambre y el frío como un tormento, sino en las condiciones inhumanas en que dejan su vida él y todos los mineros bajo tierra, enriqueciendo a otros mientras ellos cada día son más miserables. Observamos en Esteban Lantier la evolución de sus pensamientos, más adelante lo escuchamos decir: “Mira, yo, por la justicia, lo sacrificaría todo: la bebida y las mujeres. ¡No hay más que una cosa que me entusiasme: la idea de que vamos a acabar con todos los burgueses!” Muy rápido se consolida como un líder entre los obreros de Montsou y despierta en ellos el sueño de una vida donde serán los amos, donde ya no padecerán hambre y miseria; no obstante, no tenía una teoría lo suficientemente consolidada para llevar a la práctica y la falta de método minaba el éxito de su lucha. Por último, y después de la derrota, coincidía con la Maheu en que era necesario antes de lanzarse a un movimiento espontáneo, organizarse tranquilamente, conocerse y reunirse en sindicatos, al amparo de las leyes.

Esta evolución de las ideas no solo la vemos en Esteban Lantier como el líder, sino también en todos los obreros de la mina, quienes en un principio lo escuchan con apatía, pero terminan convenciéndose de que un cambio para bien es posible y no solo eso, sino que hay que actuar para que así sea. Esto lo apreciamos con mayor fuerza en la Maheu, una mujer que se resiste incluso a que su esposo participe en la huelga, pero cuando se decide a entrar a la lucha la escuchamos decir: “¡Antes morir, que hacer como si no se tuviera razón, teniéndola! Pero al final de la novela cede ante los acontecimientos y ella misma se va a trabajar, pero ya con otra conciencia […] Estaba segura de que los burgueses pagarían alguna vez aquellas matanzas de infelices, sin necesidad de que nadie se metiese a precipitar los acontecimientos, que llegarían por sus pasos contados; entonces, tal vez los soldados hicieran fuego contra los señores, como lo habían hecho antes contra el pueblo”. Vemos pues, como la clase proletaria va cambiando de parecer, va desarrollando sus ideas hasta alcanzar la madurez y con ello adquiere conciencia de clase.

La dialéctica materialista nos enseña que todo cambia, todo está en constante movimiento y esto aplica también para nuestras ideas, cambian a la par que cambian las condiciones sociales en que nos desenvolvemos, esa es también una enseñanza de Germinal.

El aprendizaje a partir de la experiencia

El movimiento huelguístico fracasó, los trabajadores regresaron a la mina, pero cabe destacar que su fracaso se debe a que en ese momento no estaban en condiciones de triunfar debido a la falta de experiencia revolucionaria y debido a la falta de teoría, no podía ser de otra forma. Pero eso no quiere decir en ningún momento que el movimiento no haya tenido que llevarse a cabo, al contrario, debió de llevarse a cabo porque dejó un aprendizaje que no pudieron haber adquirido de otra manera. Al final de la novela queda expresado cuando Esteban Lantier se despide de los mineros: “Hubo un momento de silencio, y cuando su antiguo jefe les dio la mano en son de despedida, todos se la estrecharon con efusión, todos pusieron en aquel apretón de manos la rabia silenciosa de haber cedido, y la febril esperanza de un desquite”. “Así es que su derrota no satisfacía a nadie; la clase media de Montsou, poco gozosa de su victoria, no se atrevía a darse la enhorabuena, temiendo que el día menos pensado se reproducirían las escenas terribles de la huelga, comprendiendo que la revolución no agachaba la cabeza y que los obreros simulaban paciencia y resignación sólo por tomarse el tiempo de organizarse convenientemente”. Y finalmente “Esteban expuso a sus compañeros con febril entusiasmo: un hombre solo puede ser valiente, pero una muchedumbre muerta de hambre carece de fuerza siempre”. Los obreros de Montsou sabían por qué razón habían sido derrotados y ahora solo pensaban en acumular fuerzas para llegado el momento embestir a la bestia del capital.

La necesidad de la fraternidad obrera internacional

La Compañía Minera de Montsou ha bajado los salarios, ha puesto mayores multas a los obreros argumentando que no hacen bien su trabajo porque son flojos y estos acontecimientos sumados a toda la miseria que han estado padeciendo los obliga a decidir ir a la huelga. Meses han pasado y los burgueses han resistido, finalmente ellos tienen dinero y aunque los mineros tenían una caja de resistencia ya no les queda nada, el hambre los hostiga, pero la decisión está tomada, llegarán hasta las últimas consecuencias, la Compañía tendrá que ceder. Al menos ese era el sueño. Finalmente, los burgueses traen trabajadores belgas a continuar los trabajos de la mina y entonces el movimiento de lucha se ve frustrado. La lección es clara, los capitalistas siempre intentarán echar abajo las luchas de la clase trabajadora y para que estas triunfen no solo es necesaria la valentía y la conciencia de un solo grupo de obreros, sino que es necesaria la fraternidad internacional.

Reflexiones finales

Decía al inicio del texto que creo que todo revolucionario debe leer Germinal y lo reitero nuevamente; al terminar la última página de la novela podemos darnos cuenta de que la historia que narra es una historia aún no concluida. Es la historia de la lucha de clases que aún hoy día sigue en pugna esperando sea resuelta su contradicción. Aquella lucha revolucionaria fracasó, como han fracasado muchas otras, pero estaban atadas a condiciones sociales y naturales específicas, hoy el movimiento revolucionario mundial ha madurado, es riquísimo en experiencias revolucionarias y se puede decir que incluso hay un escenario favorable para que la clase obrera se enseñoree y triunfe sobre el capital. Estados Unidos es el país capitalista por antonomasia y estamos viendo cómo pierde poder a nivel internacional. Los países capitalistas de Europa viven crisis económicas bastante fuertes, las huelgas vuelven a resonar y, por otro lado, China se erige como potencia mundial y abiertamente acepta ser un país socialista. El sistema capitalista se ha vuelto insostenible y observamos como alienta el genocidio en Gaza y la guerra en Ucrania. La necesidad de un cambio hacia un sistema socialista es evidente y por ende sucederá, contribuyamos a ello.

https://elinformadorobreromx.blogspot.com/2023/11/germinal-ensenanzas-para-la-clase.html 

 Rebelión ha publicado este artículo con el permiso de la autora mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.

domingo, 10 de junio de 2018

La luz de los obreros. Abril de 1902, Primer Congreso Obrero de Extremadura.

Manuel Cañada Porras


Allí empezó todo. La historia del movimiento obrero en Extremadura hunde sus raíces en Torre de Miguel Sesmero, en sus calles estrechas y blanquísimas. “En la cocina de la resistencia, con sus fogones pobres, en la fraternidad del pan escaso, hallé por fin la fundación perdida, la remota ciudad de la ternura”. Pablo Neruda encontró en las primeras huelgas de los trabajadores chilenos la ciudad de la ternura. En Extremadura, el fogonazo originario habremos de buscarlo en el Primer Congreso Obrero, celebrado a finales de abril de 1902 en este pequeño pueblo de la comarca de Olivenza.

La Luz de los Obreros, que es el nombre de la sociedad agrícola de Torre de Miguel Sesmero, será la organización anfitriona de la asamblea, a la que asistirán delegados de veintiún pueblos de la provincia de Badajoz, representando a unos catorce mil asociados. Las sociedades de resistencia son comunidades de socorro mutuo, los enjambres donde se ha refugiado el movimiento obrero aprovechando los estrechos márgenes de la ley. En su corazón y en sus nombres anida un mundo nuevo. La Luz de los Obreros, con su denominación de ecos francmasónicos, alude a “la iluminación necesaria para entender los grandes secretos” (Díaz Ordóñez-Milán Agudo). Hasta aquí, a las tierras de Extremadura, ha llegado el rastro de la utopía, el ansia de la ciudad del sol, el sueño dorado de una sociedad donde no exista la explotación del hombre por el hombre. Zapateros, lavanderas, albañiles, mozas de servir, carpinteros, panaderos pero, sobre todo, campesinos y campesinas se encargan de mantener encendida la promesa de emancipación. En los nombres de las sociedades late con brío el augurio de otro tiempo, aún inédito: La Nueva Aurora (Olivenza), El Despertar del Siglo XX (Almendral), El Alba del Nuevo Día (Alconchel), La Redentora (Valverde de Leganés), La Esperanza (Mérida). Y vibra también el orgullo proletario de quienes habrán de cambiar el mundo de base: los Hijos del Trabajo (Ribera del Fresno), La Hormiga (San Vicente de Alcántara), Fraternidad Obrera (Bienvenida)…

El hambre, la explotación y el caciquismo son el humus del jornalero, la vida cotidiana donde prenderá el movimiento. “Llevan hambre y frío, y como todas las cosas y todos los hombres de Extremadura, los niños llevan también una tristeza profunda y vieja que no se sabe de dónde viene, pero sí de qué viene: es la tristeza de una miseria común, dilatada, desesperada, de siglos y siglos pesando sobre las gentes de muchas generaciones” (César Arconada). El hambre, como nos enseñara Miguel Hernández, es el primer aprendizaje, el gran maestro de la sumisión, el lugar donde el hombre “regresa a la pezuña y retrocede al dominio del colmillo”. Pero será también ahí donde nazca la fraternidad y la rebeldía: compañeros son los que se comen juntos el pan, los que comparten el pan. El campesino extremeño, “el indio de la nación”, aprenderá el arte de la resistencia en la plaza del pueblo y en el barbecho, en la lonja servil de contratación y en la extenuación de las cosechas.

En la Torre nació y se crió Juan Barjola, uno de los grandes pintores del siglo XX. Aquí trazaría sus primeros dibujos, perros hambrientos “disputándoles la tajada de algún burro muerto a los gavilanes” que sobrevolaban en las afueras del pueblo. El poeta José Hierro le rendiría un estremecedor homenaje, en los años ochenta: “Esta cabeza ha visto los niños de la anemia, los cardos, las espinas, los alacranes de septiembre en Torre de Miguel Sesmero, los galeones de la trilla, los vareadores del aceite, los serones del vino, las cabras del erial”.

El caciquismo será el mecanismo que blinde el dominio del latifundio y garantice la opresión de los campesinos, un entramado organizado desde abajo que se encarga de asegurar la alternancia tramposa de los partidos políticos de la Restauración y de someter a las clases trabajadoras. “La oligarquía como sistema, y el caciquismo como instrumento”, en palabras de Manuel Azaña; la “Constitución real del país”, según Tuñón de Lara. El caciquismo funcionará durante décadas como un régimen que degrada la justicia en favor y que se vale de la arbitrariedad para someter a los rebeldes.

En Extremadura encontrará una de sus moradas más consumadas. “Un casinillo donde los ricachos parlan de barraganas y escopetas y se juegan los dineros heredados; un abogadillo, que desde el Juzgado Municipal, administra justicia conforme a sus pasioncejas y ruindades”: Francisco Valdés describe el caciquismo como “un fango social” que conlleva emigración, infanticidios y hambre. Y Felipe Trigo, completa el devastador retrato: alcaldes ladrones de los pósitos, curas y jueces corruptos, y, por encima, el “facedor de diputados, senadores y gobernadores”, la siniestra sombra de un murciélago brutal, el Jarrapellejos de turno.

Conspirar es respirar juntos
¡Pan! ¡Pan! ¡Abajo los ricos miserables! ¡Abajo las limosnas! ¡Que nos entreguen el pósito!
Jarrapellejos, Felipe Trigo

Los grandes movimientos populares no surgen nunca por generación espontánea. Son siempre el resultado de una sementera tenaz, de la hibridación de experiencias de lucha, de la reflexión y de la praxis colectiva. Como recuerda Isidoro Bohoyo, el movimiento obrero extremeño de principios del siglo XX “es el legítimo heredero de aquel que alcanzó la plenitud durante el sexenio revolucionario”. La Revolución de 1868 arraigó profundamente en las clases populares y plantó las bases que cuajarían treinta años más tarde. El proletariado militante, fundamentalmente de orientación anarquista, se extenderá por bastantes localidades en las siguientes décadas. En su informe de 1876, Anselmo Lorenzo da cuenta de 10 federaciones locales adscritas a la “federación comarcal de Extremadura”, entre ellas las de Badajoz, Fuente del Maestre, Trujillo, Aceuchal, Villalba de los Barros o Plasencia.

Las luchas en defensa de las dehesas comunales, las ocupaciones de fincas o la reorganización de sociedades obreras son expresiones del dinamismo que caracteriza al incipiente movimiento obrero. Y, al tiempo, la conflictividad social latente se manifiesta también de otros modos. “La primera arma que descubren los jornaleros para vengarse de los amos es el incendio”, nos recuerda Víctor Chamorro. Y el motín -a consecuencia del encarecimiento de los productos básicos- será la otra gran herramienta que se utilizará en este período, con especial intensidad durante 1898. En la primavera de este año se producirán incidentes en muchas localidades (apedreamiento de autoridades y de acaparadores, ruptura de registros, arrojamiento de las básculas al río Guadiana…). Como consecuencia, el 7 de mayo es declarado el estado de guerra en toda la provincia, prohibiéndose las reuniones y manifestaciones.

Tras esa fase insurreccional las organizaciones campesinas se fortalecen. Las sociedades de apoyo mutuo van mutando en sindicatos y se pasa del motín a la huelga como instrumento fundamental. Aunque, como subraya Martin Baumeister en “Campesinos sin tierra”, no se produce un desarrollo lineal desde la protesta callejera a la huelga. Los tres tipos de conflictos más presentes en los años de la crisis de fin de siglo –la protesta de consumos, las batallas contra la privatización de los antiguos derechos de aprovechamiento comunal y el rebusco masivo como autoayuda en tiempos de necesidad- se solapan con las formas más modernas de lucha, como la huelga. Lo viejo y lo nuevo se combinarán en el primer tercio del siglo XX. El avance de las ideas republicanas, socialistas y anarquistas contribuirá en gran medida a esa renovación del repertorio de lucha. La irrupción de La Germinal, la extensión del Primero de Mayo a un buen número de poblaciones extremeñas y el Congreso Obrero serán las mejores muestras del proceso de maduración que vivirá el movimiento obrero.

El Primero de Mayo y La Germinal de Badajoz
Nada de lo que tuvo lugar alguna vez debe darse por perdido para la historia.
Walter Benjamin

En 1898 el Centro Obrero de Badajoz acoge la que quizás sea la primera celebración organizada del 1º de Mayo en Extremadura. Y en 1901, convocada por La Germinal, tendrá lugar la primera manifestación conmemorativa del día internacional de los trabajadores, en la que participan más de mil personas. Pero será al año siguiente cuando se generalice el acontecimiento y se extienda a poblaciones como Alconchel, Montijo o Puebla de la Calzada. “En todas aparecen las mismas peticiones: Paz universal, ocho horas de trabajo, ocho de instrucción y ocho de descanso”, señala Fermín Rey. En 1905 comenzará a festejarse en Cáceres.

La Germinal nacerá en 1899, arraigada en la experiencia acumulada del Centro Obrero de Badajoz. La nueva sociedad, como indica el historiador Luis Miguel García, inaugura “la etapa que representa la ruptura con la protesta espontánea y con el movimiento obrero débil y esporádico de épocas anteriores”, constituye un salto extraordinario en la fortaleza y combatividad de la clase obrera extremeña.

Con el nacimiento de La Germinal termina la prehistoria del movimiento obrero en la región y comienza una fase de ofensiva del mismo. La propia elección del nombre elegido, que alude al calendario revolucionario francés y al título de la novela de Zola, “denota una perfecta imbricación de los componentes de la sociedad en la realidad societaria y cultural de la época”.

La sociedad obrera pacense ha marcado claramente su línea de independencia respecto de los partidos políticos, manteniendo una orientación difusa que podía moverse entre el republicanismo y el anarquismo: “Las sociedades obreras han de estar compuestas de obreros que militan en diferentes partidos y en ellas no puede hablarse en nombre de un ideal particular, sino en el del que une a todos los asociados: la mejora de la clase proletaria”. Sin embargo, La Germinal está en contacto con las asociaciones anarquistas del país y del extranjero. La propia documentación del Ministerio de la Gobernación en 1903 da cuenta tanto del vigor de la sociedad como de su filiación ideológica: “la organización anarquista en Badajoz alcanzó alarmante preponderancia hace dos años, al extremo de ser donde la crisis agraria se manifestó con mayor intensidad, provocando sucesos luctuosos”.

La Germinal, junto a una intensa labor reivindicativa, va a desarrollar una extraordinaria actividad cultural. La creación de una escuela laica o la organización de eventos con intelectuales de primer orden, como Belén Sárraga, son sólo dos signos de “la búsqueda de una identidad, basada en la emancipación del obrero a través de la educación”.

Las huelgas de 1901-1902 y el Congreso Obrero: organizar las soledades
“Nuestras clases dominantes han procurado siempre que los trabajadores no tengan historia, no tengan doctrina, no tengan héroes y mártires. Cada lucha debe empezar de nuevo, separada de las luchas anteriores: la experiencia colectiva se pierde, las lecciones se olvidan”
Rodolfo Walsh

En la primavera de 1901, aprovechando el comienzo de la cosecha del cereal, la Germinal anuncia una huelga general de obreros agrícolas, ganaderos y mozas de servir, si no se atienden sus reivindicaciones. Las demandas son muy sencillas y concretas: trabajar “sólo” de sol a sol, en lugar de luz a luz, durante las épocas de sementera y recolección; poder descansar lo suficiente durante la jornada, garantizando cinco paradas al tabaco, que en todos los trabajos se fuma…; que los patronos no puedan imponer el destajo; que las cargas de los sacos no sean descomunales y que todo bracero sepa “lo que va ganando al salir de la población”. Reivindicaciones cristalinas, elementales, que ya lo dijera Kropotkin, “el pueblo nunca ha pedido tener la luna dentro de un cubo de agua”.

El 21 de mayo se hace público el comunicado y días después comienza la huelga. Los obreros demuestran una disciplina que sorprende a los patronos y al gobierno, organizando piquetes y extendiendo la protesta a los pueblos. A la semana el gobernador civil prohíbe los piquetes y la participación de las mujeres en las asambleas de la Germinal, para evitar la expansión del conflicto. Pero ya es tarde. Los jornaleros han logrado que muchos patronos acepten ya las condiciones. El propio gobernador civil, en Badajoz, y el comandante de la Guardia Civil, en la Torre, intervienen como mediadores. La huelga ha sido un completo éxito en seis pueblos. Por primera vez los braceros han comprobado su poder para negociar colectivamente las condiciones de trabajo, rebasando incluso el marco local.

Al año siguiente, en abril se convoca el Primer Congreso Obrero, para hacer frente a “la situación por la que atraviesan los que viven sólo del esfuerzo de sus brazos”. La conciencia obrera se propaga por las tierras extremeñas. “Una epidemia de naturaleza poco conocida había empezado a extenderse lentamente por los campos del sur, hasta que a principios de abril dio la cara en Torre de Miguel Sesmero. Lo hizo en forma de un congreso agrícola que reunió a representantes de veintiún pueblos de la provincia” (Justo Vila, en Siempre algún día). Allí se aquilatan las reivindicaciones y se prepara la nueva ofensiva, pero ahora el poder económico y político ha fortificado sus posiciones. La Germinal sobrevalora su capacidad para imponerse: los patronos traen esquiroles de Portugal, el gobierno reprime implacablemente los piquetes y detiene a jornaleros en Badajoz, Montijo, Torre de Miguel Sesmero -e incluso a doce albañiles de Los Santos de Maimona. El 1 de junio se libra una batalla campal, los guardias detienen a 130 huelguistas, hieren de gravedad a varios de ellos y matan a Julio Ardila, jornalero de Badajoz. La Germinal y la Unión Femenil, ligada a ella, son clausuradas y sus dirigentes encarcelados. Esa misma tarde se declara el estado de guerra en Badajoz. La huelga ha sido ahogada en sangre y cárcel. Pero no se detienen los procesos sociales ni con la fuerza ni con el crimen…

Encender en el pasado la chispa de la esperanza
¡Qué habría sido de nosotros sin las revoluciones pasadas, sin los que dejaron sus vidas en la lucha! Las revoluciones, ganadas o perdidas, ponen freno a este correr caótico y sin futuro que es el capitalismo!
Isabel Alba Rico

Los jornaleros no dejan de luchar. Entre 1903 y 1915 se producen seis nuevas huelgas de obreros agrícolas. Y entre 1918 y 1920 otra oleada hace temblar el campo extremeño. Para esa última fecha ya son 184 las sociedades obreras existentes en la región y agrupan a 33.000 trabajadores.

El caciquismo sigue haciendo estragos, comprando votos y produciendo sufrimiento. “La extinción del caciquismo ha de ser el primer rayo de la alborada que ilumine la campiña extremeña y dé luz al cerebro ignaro del proletario”, escribe por entonces Ramón Tristancho, el carpintero-periodista de la Torre. Y, a pesar de todo, el caciquismo morderá el polvo. En 1915, es elegido como alcalde torreño Manuel Boza, uno de los impulsores de la Luz de los Obreros. Y en 1931, vuelve la República y con ella, cuando todos lo creían enterrado, retorna el sueño de la Reforma Agraria. El 25 de marzo de 1936, tras siglos de rumia, germina en Extremadura una pacífica revolución campesina. El pan no ha muerto, gritan jubilosos los yunteros.

Pero vuelven otra vez los amos a ahogar la dignidad en sangre. Fue, cómo no, en la plaza de toros de Badajoz, donde había brotado la esperanza jornalera. Barjola pintó el crimen, “la cabeza estoqueada en la plaza de toros, en la plaza mayor, plaza de pana, de pan, tomate, navaja, agonía y esparto” (José Hierro). Y Gamoneda le puso nombre a la ciénaga mortal: “Ah, país del dolor, Extremadura”.

Después regresó el feudalismo, el señorito Iván, el abuso hecho paisaje. Comed república, le chillaron a nuestros padres, mientras apretaban el dogal. O largaros de esta tierra, les espetaron. 800.000 extremeños emigraron en poco más de veinte años. Juan Barjola fue uno de ellos. “Él se tuvo que ir de la Torre. En Madrid la mujer tenía su buchetita y con el dinero de la bucheta compraba los marcos y los cuadros y luego los vendía”, contaba la hermana. Décadas después se abriría el Museo Barjola… en Gijón.

El primero de mayo de 1981, unas semanas antes de irme a la mili, fui a Torre de Miguel Sesmero. Estaba en las Juventudes Comunistas y José María Coronas me planteó que participara en los actos del pueblo. En la manifestación, calle por calle, se implicó prácticamente todo el pueblo. En las abuelas enlutadas con el puño en alto vibraba todavía el eco de las luchas de principios de siglo. La manifestación terminó justamente en el Centro Obrero, en el mismo lugar donde se celebrara el primer Congreso Obrero de Extremadura.

Han pasado muchos años desde entonces, ya casi nadie se acuerda de aquello. Paseas los pueblos de Extremadura y en sus callejeros no hay rastro de Julio Ardila ni de La Germinal ni del Congreso Obrero de la Torre. Los muertos no estarán a salvo del enemigo si este vence, escribió Walter Benjamin. Y el enemigo no ha dejado de vencer. Avenida Antonio Masa, calle General Mola, parque de La Legión… No, el enemigo no ha dejado de organizar la historia, el olvido y el silencio. La historia como propiedad privada de los dueños de todas las otras cosas.

Y sin embargo, en estas huellas campesinas se sigue leyendo el futuro. Contra los caciques de hoy, contra los amos de hoy, contra la opresión de hoy. Por el derecho a vivir dignamente. Contra la nueva emigración, contra la precariedad y la represión. El desafío a los poderosos continúa. La ciudad del sol nos espera.

viernes, 28 de octubre de 2016

Niños esclavos


Leí Germinal de Zola a los catorce o quince años y recordé, antes incluso de haberla leído, aquella frase de Karl Marx que Gamoneda citaba en un poema extraordinario: “La vergüenza es un sentimiento revolucionario”. El libro, publicado en 1885, narra las causas, el desarrollo y el fracaso de una huelga de mineros en una zona del norte de Francia, y levantó una ola de indignación que se repite a cada nueva lectura. Zola muestra el capitalismo en su naciente y salvaje esplendor: ancianos famélicos, niños de nueve años empujando vagonetas, mujeres convertidas en bestias de carga, hombres exiliados de la humanidad a fuerza de fatiga, de latigazos y de hambre. Germinal debería ser de lectura obligatoria en colegios, institutos y universidades, pero los niños de hoy están muy ocupados eligiendo entre la carrera de camarero y la de empresariales.

La BBC acaba de emitir un obsceno reportaje de investigación donde abre en canal las entrañas del sistema capitalista: refugiados sirios, muchos de ellos menores de edad, cosiendo en talleres turcos para abastecer las tiendas de Asos y Mark & Spencer. No es nada que no hayamos visto ya, en la India, en Bangladesh, en Brasil, en tantos talleres de explotación infantil donde los responsables de Inditex siempre nos aseguran que no pasa nada. A ellos, desde luego, no se les mueve una ceja. En el reportaje, realizado con cámaras ocultas, los periodistas informan de una lavandería que surte de pantalones vaqueros a Zara y a Mango y donde los operarios -por llamarlos de algún modo- trabajan jornadas extenuantes de doce horas sin ningún tipo de prevención ni medidas de seguridad, expuestos a venenosas sustancias químicas sin llevar siquiera una mascarilla.

Esto se llama libertad de mercado y, por supuesto, tampoco pasa nada. Total, cuando degustamos un chuletón, no pensamos en el dolor y el sufrimiento de la vaca en el matadero, del mismo modo que cuando nos abrigamos con ciertas prendas compradas en Mango o en Zara, no pensamos en el pobre tipo que va a dejarse los ojos abrasados entre vapores letales sino en el dinero que nos estamos ahorrando. La vaca y el esclavo moderno son dos clases de mamíferos inferiores y cada día que pasa lo son más: más mamíferos y más inferiores. En el apartado de derechos y en ciertas cuestiones laborales básicas los jóvenes trabajadores son tan inconscientes como la vaca, mientras que algunos empresarios son más del estilo del lobo.

Los mineros franceses de 1885 tampoco tenían la menor idea de lo que era la lucha sindical y Zola les dio, desde el título al final de la novela, una nota de esperanza. Sin embargo, se equivocó. La conciencia social germinó décadas después, conoció una breve era de prosperidad y hoy día se ha agotado entre manadas de jóvenes rumiantes pastando en los prados neoliberales y muchedumbres de siervos reclutados en las guerras del Tercer Mundo. Nos han dicho mil veces que la sociedad del bienestar no era sostenible, pero lo que no parece muy sostenible son los imperios mercantiles y las grandes fortunas apoyadas en la sangre y el sudor de niños esclavos.