Mostrando entradas con la etiqueta revolucionario. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta revolucionario. Mostrar todas las entradas

jueves, 18 de enero de 2024

Una gran biografía sobre un revolucionario imprescindible


Fuentes: Rebelión [Imagen: El doctor Oramas recibiendo de manos de la viuda de Neto la Orden Sagrada Esperanza en el Memorial dedicado a Agostinho Neto en Luanda. Créditos: Gobierno de Cuba]

Por mucho que nos empeñemos nunca valoraremos y agradeceremos suficientemente el esencial y heroico papel desempeñado por Cuba en las luchas de liberación anti-coloniales de muchos países africanos. Este libro es testimonio de ello.

Para el doctor Oramas Oliva, Agostinho Neto fue un hombre de todos los tiempos. «El colosal empeño social y de redención humana» que significó la independencia de Angola solo fue posible culminarlo «con una voluntad inconmovible como la que caracterizó a Neto» . «Dejar constancia de mi admiración» , señala el autor de esta magnífica biografía en comunicación personal, «es un deber para un cubano que apreció su talento, liderazgo, firmeza y visión precisa del contexto histórico de su época. Pocos dirigentes africanos se comparan con su proeza y apoyo a la liberación de otros pueblos africanos» .

El espíritu del anterior comentario baña todas las páginas de Doctor António Agostinho Neto, un hombre excepcional de su tiempo, un ensayo, basado en la propia experiencia del autor, como señala Milton Díaz-Cantor en su prólogo de obligada lectura, que nuestro diplomático y escritor ha estructurado así: 0. Prólogo. 1. Introducción. 2. Los orígenes. 3. El nacionalista (Angola y Neto, MPLA: de Movimiento a Partido político). 4. Fidel, Raúl y Neto: encuentros fraternales (Pensamiento y obra literaria). 5. El viaje a la inmortalidad. 6. Bibliografía.

Para el doctor Oramas «el estudio de la vida y obra de Antonio Agostinho Neto es una necesidad histórica, avalado por la situación de Angola, colonia de Portugal después de cuatro siglos…» . Dos de sus objetivos como autor: 1. «Brindar conocimientos sobre la actuación del hombre que fue el arquitecto de una obra tan noble y que estuvo al frente con mano tan certera liderando al pueblo que lo acompañó al precio de grandes sacrificios» . 2. «Es también homenaje a los internacionalistas cubanos caídos en la lucha de liberación de Angola, al valor de aquellos seres humanos que ofrendaron sus vidas por el sagrado derecho a la libertad para todos, y en primer lugar, para el glorioso general de brigada Raúl Díaz-Argüelles» (murió en combate en Angola «cuando su vehículo explotó por una mina puesta por los invasores sudafricanos» días después de haberse proclamado la independencia del país).

Numerosas son las razones que justifican la recomendación de lectura de esta sentida biografía sobre el revolucionario angoleño. Les señalo algunas de las más importantes:

1. La personalidad y calado histórico de Oscar Oramas Oliva, doctor en ciencias históricas, diplomático (en enero de 1976, fue designado embajador cubano en República Popular de Angola), escritor, amigo personal del biografiado (que en 1957, fue proclamado Preso Político del año), figura clave en la esencial, admirable e inolvidable política cubana en las luchas de liberación anti-colonial de muchos países africanos. Lo pueden comprobar leyendo complementariamente: Encrucijadas de un archivo diplomático (I y II) (disponible en https://espai-marx.net/?p=11919).

2. Las magníficas, cuidadas e informadas notas al pie de página históricas y cultuales que Oramas nos regala a lo largo de las páginas del libro. ¡No hay que saltárselas!

3. Las hermosas e impactantes fotografías (esta vez sí: ¡algunas imágenes, muchas en este caso, valen más que 100 palabras!) que se han introducido en la edición (pp. 49-64, 113-128, 145-160), más que probablemente por requerimiento del autor.

4. Las penetrantes reflexiones que Oramas va dejando a lo largo de las páginas del libro. Un ejemplo: «El colonialismo o el llamado por algunos, museo del olvido, pues cada día que pasa se escribe y habla menos sobre esa nefasta etapa de la historia de la humanidad, en la que unos hombres, en nombre de una supuesta obra o misión civilizadora, explotan a otros seres humanos cosificándolos, forzándolos a grandes penurias, despersonalizándolos y sometiéndolos a grandes humillaciones» .

5. La mirada equilibrada del autor, nada simplista, sobre el biografiado: «Una mirada crítica sobre A.A. Neto permite concluir que no fue seducido por los métodos de dominación cultural de Portugal aunque conoció y estudió dicha cultura, en él prevaleció su apego a los valores africanos, a los aprendidos en el hogar, junto a sus padres… Comprendió lo que significaba la otredad y la necesidad de ser angolano. Lo anterior no es óbice para decir que Neto bebió y conoció los valores de la cultura portuguesa y de su noble pueblo» .

6. El recuerdo y el homenaje a combatientes esenciales en la historia de África y de la Humanidad como Patricio Lumumba o Amílcar Cabral.

7. La decisiva importancia de la solidaridad internacionalista en las luchas de liberación africanas (o de otros pueblos).

8. El recuerdo crítico de las prácticas criminales de las potencias coloniales. «Portugal utilizó todos los medios para acabar con la guerrilla, como lo evidencia el informe de la PIDE, al señalar que la fuerza área portuguesa utilizaba el agente naranja y otros defoliantes para afectar la producción agrícola en aquellas zonas donde operaban las guerrillas del MPLA» .

9. La reproducción íntegra del discurso de Neto del 11 de noviembre de 1975: «Conquistada la Independencia Nacional, el MPLA y el pueblo angoleño agradecen conmovidos la ayuda prestada por todos los pueblos y países amigos a nuestra heroica lucha por la liberación nacional… La República Popular de Angola, país comprometido en la lucha antiimperialista, tendrá como aliados naturales a los países africanos, a los países socialistas y a todas las fuerzas progresistas del mundo» . Y días antes de ese discurso: «No vengan a decirnos que por el hecho de ser ayudados por países socialistas estamos obligados a continuar su política. No es nada de eso. En el MPLA siempre seguiremos una política de no alienación. Ningún país en el mundo puede decir que dicta y orienta la política del MPLA» .

10. Las sentidas páginas que el doctor Oramas dedica a sus encuentros con el presidente Neto. «Después de presentar mis cartas credenciales como primer embajador de Cuba en Angola –en los primeros meses de 1976, una vez que lo habían hecho el colega de la República del Congo, Benjamín Boukoulu–, tuve la oportunidad de ver con cierta frecuencia al presidente, siempre para examinar asuntos puntuales o abordar alguna consulta…. Recuerdo que un día Neto nos había ofrecido un barco con miles de toneladas de café para ayudar a Cuba, y cuando lo informé, Fidel contestó que, con delicadeza, declináramos la oferta, pues Angola necesitaba ese recurso para la lucha y nosotros estábamos allí sin ninguna condición«.


Fidel Castro con Agosthino Neto en la Isla de la Juventud el 26 de julio de 1976. Créditos: web Fidel: soldado de las ideas

11. Los más que interesantes comentarios del doctor Oramas sobre la obra poética de Neto. «La poesía de Neto exponiendo estéticamente las angustias y enfados de la gente de los musseques, analizando socialmente la situación histórica, refiriéndose a las aspiraciones, el deseo de cambio y la esperanza de ese pueblo, presupone la existencia de condiciones objetivas para la formación de un movimiento popular de liberación nacional, como organización superior de lucha. ¡Muy buenos poemas de Agostinho Neto, llenos de alegría y esperanza por un mundo nuevo y mejor! Poesía, que en su momento el gran poeta universal Federico García Lorca, calificó de fuego, el prometeico, el de la hora de los hornos, para fundir a los hombres angolanos en una patria propia, aquella que la codicia de los hombres intentó arrebatarles. Poesía escrita con emociones y con palabras, que también fuera utilizada por Neto como instrumento de lucha por la liberación de su tierra… Los poemas escritos por Agostinho Neto constituyen un factor de movilización de las conciencias. Obras escritas con mirada africana y, por tanto, con aportes de singular importancia a la cultura angolana y, en especial, al fortalecimiento de la personalidad y la conciencia africana» .

12. Las sabias y sentidas páginas que el autor dedica al fallecimiento y al legado de Neto en el último apartado del libro «El viaje a la inmortalidad» , pp. 161-172.

Copio para finalizar esta sucinta aproximación a un libro de lectura apasionada que no les decepcionará, las palabras de cierre de su texto del prologuista Milton Díaz-Cánter: «Para conocer a un digno exponente de la grandeza humana, de sensibilidad desmedida hacia el dolor de su pueblo; al poeta, al hombre culto; al revolucionario íntegro, como otros próceres, adelantado en su tiempo, la consulta de la obra del africanista Oscar Oramas Oliva: Doctor António Agostinho Neto, un hombre excepcional de su tiempo, deviene paso ineludible para descifrar con certeza el quehacer de un auténtico ícono africano» .

«Paso ineludible«, no es expresión exagerada. En absoluto.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.

miércoles, 11 de enero de 2017

Shakespeare el revolucionario

El bardo de Inglaterra veía a todo el mundo como un completo ser humano. Esto convierte a sus obras en excelentes: y lo convierte en un gran revolucionario.

Viendo una representación de El rey Lear en el Barbican Theatre de Londres, fui deslumbrado, no por primera vez, por la conciencia de pobreza y desigualdad de Shakespeare. Aunque su popularidad y pura brillantez durante su vida le mantuvieron a salvo de la Torre[1], tenía algo de revolucionario, de igualitario, mucho antes de que esa palabra o cualquiera de sus estridentes equivalentes políticos hubieran encontrado camino hacia nuestro vocabulario. Algunos pasajes, no solo de Lear sino también de otras obras, muestran pruebas de una fuerte conciencia social –en algunos momentos sin rodeos y en otros más sutilmente– a través del tratamiento y el moldeado del personaje.

En Lear, parte de la experiencia de aprendizaje impuesta al héroe epónimo, y también sobre Earld de Gloucester, es el reconocimiento de la injusticia económica y de sus propios fracasos para encararla durante sus largas carreras como poderosos miembros de la élite –uno monarca, el otro aristócrata–. Así, Gloucester, decidido a suicidarse, entrega su riqueza a su hijo Edgar, sobre quien cree que es un mendigo, con estas palabras:

“...y sobre los que superfluos gozan, 
colmados de todo hasta la hartura, 
y desatienden los preceptos y nada quieren ver, 
porque nada padecen, ¡dejen caer su justicia inexorable! 
¡Distribuyan cuanto les sobra, 
y así tendrá cada uno lo que basta!...”

Es una receta para la fiscalidad progresiva, para un sistema de subsidios generoso, para un Servicio Nacional de Salud, para lo que solía llamarse Estado del Bienestar.

El rey Lear, en el páramo en medio de una violenta tormenta, va más allá, mientras su repentino empobrecimiento material le hace tomar conciencia de la difícil situación de otros tan afligidos:

“…Pobres que padecen desnudez y hambre, dondequiera que se hallen, 
expuestos a los rigores de noches tan despiadadas, mal cobijados, mal comidos, 
mal cubiertos de sus andrajos, con mil troneras y ventanas ... 
¿Cómo pueden arrostrar los rigores de un tiempo semejante? 
¡Qué poco me acordé de ustedes! 
¡Provechosa medicina para el orgullo de los grandes! 
¡Padezcamos como los pobres padecen, 
y no dudaremos en cederles de nuestras superfluidades, 
y resplandecerá sobre la tierra la justicia del cielo!”

La reflexión de Lear sobre su propia falta de preocupación por los pobres  –“¡Qué poco me acordé de ustedes…!” no podría ser otra que una referencia contemporánea. Tras la Disolución de los Monasterios[2] y la aceleración de los cercamientos de tierras en la Inglaterra de los Tudor que dejó a mucha gente desempleada, el número de mendigos y vagabundos creció como setas. En 1594, el Alcalde Mayor de Londres estimaba el número de vagabundos en la ciudad en 12.000, mientras decenas de miles más vagaban por el campo ya sea como pícaros inteligentes como Autolico en Cuento de Invierno, o como harapientos vagabundos como Edgar aparenta ser en Lear.

Ambos habrían sido figuras familiares para una audiencia isabelina/jacobina. En conjunto, se estima que al menos un tercio de toda la población de la época de Shakespeare era pobre, incluyendo a aquellos que nominalmente tenían trabajo pero mal pagado.

Hoy, con un sinfín de refugiados de África y Oriente Medio presionando a las puertas de Europa, mientras sin techo, hambrientos y miserables crecen dentro de la ciudadela europea, el lamento de Lear y Gloucester contra la desigualdad parece tan espantosamente pertinente en nuestra propia época como indudablemente lo fue en la de Shakespeare.

¿Cómo llegó Shakespeare a escribir tales líneas? ¿De dónde la extraordinaria variedad de sus simpatías?

Sabemos que había leído el ensayo de Montaigne De los caníbales –de donde sacó el nombre de Calibán en La Tempestad. En el siglo dieciséis, el proceso de descubrimiento y conquista del Nuevo Mundo estaba en pleno desarrollo, y abundaban las historias sobre las extrañas criaturas que vivían allí. Aunque Shakespeare dibujó a Calibán como un salvaje, también entendió la indignación nativa ante el hecho de ver tomadas su tierra y su legado por un usurpador ‘colonial’:

“Esta isla es mía por mi madre Sycorax, y tú me la quitaste.”, le dice Calibán a Próspero.

En el mismo ensayo, Montaigne escribe sobre un encuentro con tres nativos de Brasil durante el cual los visitantes ofrecen una punzante reprimenda de la desigualdad que habían observado en Francia:

“…Se dieron cuenta como algunos hombres estaban repletos de todas las comodidades imaginables mientras otros, empobrecidos y hambrientos, estaban mendigando a sus puertas. Y ellos encontraron extraño que los pobres tolerasen esa injusticia y se preguntaron por qué no agarraban a los ricos por la garganta o prendían fuego a sus casas.”

Es un tema que Montaigne va a tratar en profundidad en un posterior ensayo –De la desigualdad que existe entre nosotros– en el que se pregunta por qué valoramos a la gente por su “envase y envoltorio… que simplemente esconden las características por las cuales podemos juzgar verdaderamente a alguien.” Aquí, en uno de los intercambios de Hamlet con Claudio, está una dramatización shakesperiana del mismo asunto:

“Hamlet: Un pescador puede usar como anzuelo un gusano ahíto de la carne de un rey y luego comerse el pescado que se comió a ese gusano.

Claudio: ¿Qué quieres decir con eso?

Hamlet: Nada, excepto mostrar como un rey puede acabar siendo parte de la mierda de un mendigo.”

La injusticia sociopolítica era, por lo tanto, nada extraño ni innovador en el pensamiento o la literatura europea del siglo XVI. Sin embargo, nuestro dramaturgo no escribía obras de teatro didácticas, ni construía a sus personajes como ilustraciones del bien o el mal, el comportamiento correcto o incorrecto, ni –como un académico me dijo– para inducir reacciones saludables en la audiencia vía catarsis o risas. Si lo hubiera hecho habría estado siguiendo una larga tradición en la que los personajes dramáticos tienen, primero y ante todo, una función simbólica o ilustrativa, es decir, que ellos representan una idea, o un conjunto de disposiciones o sentimientos que se espera la audiencia apruebe o rechace. Ese era el caso tanto del teatro romano como del medieval –las principales influencias de las obras de teatro isabelinas–. Ni siquiera Marlowe, entre los contemporáneos de Shakespeare, contravino este marco esquemático. Si examinamos el tratamiento del personaje que hace Marlowe en Tamburlaine, en El Judío de Malta o en Fausto, encontraremos que el papel simbólico de los protagonistas tiene prioridad sobre sus cualidades como individuos reconocibles –siendo seres humanos de carne y hueso–.

Lo que hizo Shakespeare fue revertir el procedimiento convencional construyendo del personaje al significado, de lo individual a lo universal. El equivalente filosófico sería el razonamiento inductivo en lugar del deductivo. Esta es la razón por la que sus personajes trabajan tan poderosamente sobre nuestra imaginación, por qué el Judío de Marlowe permanece como un estereotipo mientras el de Shakespeare (a pesar de los prejuicios de la época) está lleno de personalidad, mientras amamos a Fallstaff a pesar y debido a sus fallos tan humanos, por qué Hamlet se rompe la cabeza, se enfada y se frustra porque como nosotros es inseguro, por momentos apasionado, cruel, ingenioso, honesto, hipócrita –una mezcla completamente humana–. Conocemos a los personajes de Shakespeare en la calle, aquellos de sus predecesores en nuestras mentes. Las figuras escénicas de lo que podríamos denominar “complejidad humana” son la innovación shakesperiana. Solo en la poesía encontraremos precedentes obvios –por ejemplo en la maravillosa galería de retratos de Chaucer o en el verso Testamentos de François Villon– y también hay pistas quizás en la temprana ficción de la picaresca española como en el anónimo Lazarillo de Tormes. Pero Chaucer y Villon era únicamente accesibles a unos pocos selectos –aquellos que podían tanto leer como adquirir libros– mientras Shakespeare trabajaba en un medio universal de comunicación donde solo se necesitaban los oídos.

¿Por qué fue revolucionaria esta técnica “inductiva” más que meramente innovadora?
Creo que la respuesta está en el hecho de que, por primera vez, el individuo se convirtió en foco de atención pública y artística. El teatro shakesperiano trajo elementos previamente desesperados de la naturaleza humana y de la vida política y social al primer plano: la naturaleza quijotesca y la psicología de la motivación (Cervantes también pertenece a esto, por supuesto), la validez individual del hombre común, los derechos humanos del tipo que tanto Ariel como Calibán reclaman en La Tempestad, etc. Poco de esto se encontrará en otros dramaturgos del periodo.

En los siglos dieciocho y diecinueve, las obras de Shakespeare fueron criticadas por sus “excesos”, y se hicieron intentos para mejorarlas por parte de expertos que pensaban que sabían hacerlo mejor. ¿Cuáles eran las objeciones? Temas de debate de los bajos fondos (inapropiados para la sociedad educada), falta de gusto, lenguaje inapropiado –características que se podrían reconocer, actualmente, como más procedentes de EastEnders que de Yes Minister[3]. Editores y correctores intentaron extirpar precisamente aquellos rasgos que mostraban al ciudadano más común como equivalente moral del monarca más importante. Eran características incómodas. Cualquiera que vea la caída de Angelo (Medida por medida) o el ascenso de Bolingbroke (Ricardo II) sabe que no se debe confiar necesariamente en los altos y poderosos. Quizás que no se debe confiar del todo. Y aquí no estamos solo hablando de una codicia por el abuso de poder (un habitual tema isabelino) sino sobre un tipo de corrupción que trae a la Tierra la autoridad moral de los poderosos. Mucho más importante, sin embargo, es que el hombre común shakesperiano está tan lleno de humanidad como un monarca.

Shakespeare no era un panfletario aspirante a producir cambio político. Pero su visión de la gente era más revolucionaria que cualquier cosa que un panfletario podría lograr. Las convenciones de estilo de la escena isabelina aceptaban sin pensar los valores de clase como fijos (como hacía el teatro clásico francés). Shakespeare no; aunque su originalidad a este respecto quizás haya pasado algunas veces inadvertida porque parece tan natural. Puesto que las obras de teatro afrontan tan poderosamente las emociones y estados de conciencia humanos, podemos pasar fácilmente por alto las visiones socioeconómicas y políticas que, como el escenario, colorean su fondo.

Mi argumento entonces es que Shakespeare fue un revolucionario en la forma en que trató lo individual –y esto es precisamente por lo que fuerza a un lector o aficionado teatral atentos a reexaminar las bases de sus creencias, prejuicios y actitudes sociales. Pensase lo que pensase la Inglaterra isabelina sobre los judíos, por ejemplo, no puede evitarse el significado de las palabras de Shylock en El mercader de Venecia:

“Soy judío. ¿Es que un judío no tiene ojos? ¿Es que un judío no tiene manos, órganos, proporciones, sentidos, afectos, pasiones? ¿Es que no está nutrido de los mismos alimentos, herido por las mismas armas, sujeto a las mismas enfermedades, curado por los mismos medios, calentado y enfriado por el mismo verano y por el mismo invierno que un cristiano? Si nos pincháis, ¿no sangramos?...”

El discurso era tranquila y firmemente revolucionario, y Shakespeare lo debe haber sabido de sobra. Revolucionario no porque el autor quisiese cambiar actitudes contemporáneas sobre los judíos –eso habría sido una falacia cruelmente anacrónica– sino porque nadie en Shakespeare es “simplemente” algo, ni un judío, ni un campesino, ni un soldado, ni un tabernero, ni una alcahueta ni un rey.

Esta gran idea –la de no ser “simplemente”– ha sido la base de mucho del cambio político que ha tenido lugar en Europa, Norteamérica y otras partes desde el siglo diecisiete. Reposa en el corazón de la democracia moderna, y forma un telón de fondo para movimientos políticos como el marxismo y el socialismo, que están fundados sobre ideales de igualdad y justicia distributiva.

Lo que Shakespeare ayudó a producir fue un cambio fundamental en la conciencia europea sobre la condición humana en el contexto social y político. Dudo de que esta fuera su intención; pero es una consecuencia de su trabajo –de su silenciosa persistencia en dar a sus personajes su propia cabeza y rechazar censurarles tanto a ellos como a su propia pluma–.

Notas:
[1] El autor se refiere a la Torre de Londres, símbolo de la opresión del poder estatal en la antigua Inglaterra. (N. del T.)
[2] Proceso de confiscación de las propiedades de la Iglesia Católica en Inglaterra desarrollado entre 1536 y 1540, durante el reinado de Enrique VIII. (N. del T.)
[3] EastEnders es una serie televisiva de la BBC sobre la vida diaria de gente corriente de un barrio obrero de Londres, mientras Yes Minister es una comedia satírica cuyos protagonistas son altos cargos gubernamentales, también emitida por la cadena pública británica. (N. del T.)

Jeremy Fox es escritor, periodista y consultor; y es cofundador y Presidente de la Junta Editorial de Democracia Abierta. (Open democracy)

Fuente: https://www.opendemocracy.net/uk/jeremy-fox/shakespeare-revolutionary?utm_source=Daily+Newsletter&utm_campaign=d93f6c5df3-DAILY_NEWSLETTER_MAILCHIMP&utm_medium=email&utm_term=0_717bc5d86d-d93f6c5df3-407381927
Traducción: Adrián Sánchez Castillo

http://www.sinpermiso.info/textos/shakespeare-el-revolucionario

Más. ESE IDIOTA DE SHAKESPEARE, por Javier Marías.

viernes, 28 de octubre de 2016

Niños esclavos


Leí Germinal de Zola a los catorce o quince años y recordé, antes incluso de haberla leído, aquella frase de Karl Marx que Gamoneda citaba en un poema extraordinario: “La vergüenza es un sentimiento revolucionario”. El libro, publicado en 1885, narra las causas, el desarrollo y el fracaso de una huelga de mineros en una zona del norte de Francia, y levantó una ola de indignación que se repite a cada nueva lectura. Zola muestra el capitalismo en su naciente y salvaje esplendor: ancianos famélicos, niños de nueve años empujando vagonetas, mujeres convertidas en bestias de carga, hombres exiliados de la humanidad a fuerza de fatiga, de latigazos y de hambre. Germinal debería ser de lectura obligatoria en colegios, institutos y universidades, pero los niños de hoy están muy ocupados eligiendo entre la carrera de camarero y la de empresariales.

La BBC acaba de emitir un obsceno reportaje de investigación donde abre en canal las entrañas del sistema capitalista: refugiados sirios, muchos de ellos menores de edad, cosiendo en talleres turcos para abastecer las tiendas de Asos y Mark & Spencer. No es nada que no hayamos visto ya, en la India, en Bangladesh, en Brasil, en tantos talleres de explotación infantil donde los responsables de Inditex siempre nos aseguran que no pasa nada. A ellos, desde luego, no se les mueve una ceja. En el reportaje, realizado con cámaras ocultas, los periodistas informan de una lavandería que surte de pantalones vaqueros a Zara y a Mango y donde los operarios -por llamarlos de algún modo- trabajan jornadas extenuantes de doce horas sin ningún tipo de prevención ni medidas de seguridad, expuestos a venenosas sustancias químicas sin llevar siquiera una mascarilla.

Esto se llama libertad de mercado y, por supuesto, tampoco pasa nada. Total, cuando degustamos un chuletón, no pensamos en el dolor y el sufrimiento de la vaca en el matadero, del mismo modo que cuando nos abrigamos con ciertas prendas compradas en Mango o en Zara, no pensamos en el pobre tipo que va a dejarse los ojos abrasados entre vapores letales sino en el dinero que nos estamos ahorrando. La vaca y el esclavo moderno son dos clases de mamíferos inferiores y cada día que pasa lo son más: más mamíferos y más inferiores. En el apartado de derechos y en ciertas cuestiones laborales básicas los jóvenes trabajadores son tan inconscientes como la vaca, mientras que algunos empresarios son más del estilo del lobo.

Los mineros franceses de 1885 tampoco tenían la menor idea de lo que era la lucha sindical y Zola les dio, desde el título al final de la novela, una nota de esperanza. Sin embargo, se equivocó. La conciencia social germinó décadas después, conoció una breve era de prosperidad y hoy día se ha agotado entre manadas de jóvenes rumiantes pastando en los prados neoliberales y muchedumbres de siervos reclutados en las guerras del Tercer Mundo. Nos han dicho mil veces que la sociedad del bienestar no era sostenible, pero lo que no parece muy sostenible son los imperios mercantiles y las grandes fortunas apoyadas en la sangre y el sudor de niños esclavos.

martes, 3 de septiembre de 2013

Antonio Gramsci ha pasado el verano en el Bronx.

El artista Thomas Hirschhorn resucita al revolucionario italiano con una instalación en Nueva York


Las Forest Houses ocupan 15 edificios de 14 pisos de altura con más de 1300 apartamentos destinados a vivienda social, en un área de cerca de 7 kilómetros cuadrados en el corazón del Bronx. El complejo fue levantado a mediados de los cincuenta, dos décadas después de que el pensador italiano Antonio Gramsci, encarcelado desde 1926, muriese a los 46 años en Roma. El artista suizo Thomas Hirschhorn se propuso conectar estos dos dispares puntos y decidió plantar un monumento en honor al pensador marxista entre estas casas del Bronx.

Ayudado por un grupo de vecinos planeó y levantó una precaria estructura de madera con pasarelas, terrazas y varias habitaciones en uno de los parques que comunican las Forest Houses. Una pancarta de tela clama contra la indiferencia y apenas unos metros más allá un grupo de jóvenes ignora el monumento sentados en unos bancos una tarde de finales de julio. Quizá las ideas revolucionarias de un italiano no son el plan veraniego más atractivo.

En el monumento suena jazz, y un cartel rojo a la entrada de esta peculiar residencia veraniega de Gramsci anuncia que la conferencia de esa tarde estará dedicada a Wittgenstein. Charlas sobre filosofía al aire libre, un bar-restaurante, una sala de ordenadores, una biblioteca, una emisora de radio o un periódico son algunas de las actividades que desde el 1 de julio y hasta el 15 de septiembre han dado vida a esta pieza-centro comunitario de Hirschhorn, la última de una serie con la que este artista suizo ha llevado barrios humildes de Ámsterdam, Avignon y Kassel monumentos dedicados a Spinoza, Deleuze y Bataille.

En el Bronx una pequeña exposición en uno de los habitáculos del monumento presenta objetos pertenecientes a Gramsci como sus pantuflas, los cubiertos de madera que usó en prisión o su peine, prestados para la ocasión por la Casa Museo Gramsci y la fundación dedicada al filósofo. El proyecto ha sido una iniciativa de la fundación DIA de Nueva York, y a juzgar por la respuesta del público la sala de ordenadores es la parte más concurrida y popular de la pieza, donde los niños ajenos a las cartas que Gramsci escribió desde prisión juegan. “Todo ser humano es un intelectual”, reza otro de los carteles, citando al propio Gramsci en su monumento. Saquen Scott, un joven adolescente afromericano hoy está encargado del periódico donde a diario recogen textos de artistas, hacen breves perfiles de los vecinos y reproducen algunos de los artículos que la prensa ha ded.icado al moumento. “Yo soy artista”, explica Scott, “poeta y músico de rap. Mi abuela vive en estas casas”.

En la biblioteca hay libros en italiano, una completa colección sobre fascismo y filosofía y obras como Las cenizas de Gramsci de Paolo Pasolini o el poemario Yes Thing, No Thing de Edwin Torres. Pero más allá de las ideas y principios de Gramsci, su idealismo y su poesía, los vecinos Forest Houses se han apropiado del espacio a su manera y en una de las mesas una pila de números recientes de la edición de la revista Vogue marca una nota discordante frente a la línea marxista. “Estos son pequeños gestos que me encantan”, afirma sin ápice de ironía Hirschhorn sentado a la barra del bar mientras disfruta de un plato de arroz con frijoles. “Hay que encontrar un equilibrio que permita que las cosas fluyan sin comprometer las ideas de Gramsci”.

El artista dice no poder evaluar el calado que las ideas del revolucionario están teniendo en el barrio y reconoce que algunas de las conferencias sólo cuentan con media docena de personas como público. Esto no le desanima. “Es un reto, quizá algo utópico, pero eso también es arte, es un gesto, una reafirmación de poder”, asegura. Lo más inesperado de esta experiencia ha sido la simpatía de los vecinos, la respetuosa acogida que han dado al que fuera líder y uno de los fundadores del partido comunista italiano. La fuerte presencia de la comunidad hispana y afroamericana en este barrio también han diferenciado este monumento de los anteriores.

Lo cierto es que la obra de Hirschhorn también ha atraído inusuales visitas a las Forest Houses, desde críticos de arte hasta estudiantes de filosofía llegados de Manhattan o Brooklyn. ¿Turismo social o artístico? “La gente que vive en estos barrios es muy interesante, las visitas de gente de otros lugares no es uno de los objetivos de mi obra, más bien algo que tengo que aceptar. Puede generar algo de escepticismo entre los vecinos, pero no hostilidad”, explica. “Lo que de verdad busco es que venga la gente que reside en estas casas y lo disfruten y a veces resulta más difícil que atraer a la gente de Manhattan”. Gramsci en sus Cuadernos de Prisión ya lo dijo: “La realidad existe independientemente del individuo pensante”.
Fuente: El País (Foto: Un visitante lee en una de las salas del archivo y librería de Gramsci en las Forest Houses, para la serie 'Thomas Hirschhorn. Monumento a Gramsci. 2013'. / ROMAIN LOPEZ (CORTESÍA DE LA FUNDACIÓN DIA ART)