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jueves, 21 de noviembre de 2013

Vidas y muertes de ciclistas. Las bicicletas son para el verano, pero no tienen defensa contra la barbarie

La bella chica de la bicicleta
La bicicleta es una máquina tan literaria que cuando estaba casi recién inventada ya empezó a circular por las novelas. Leyendo este verano Misericordia he descubierto algo que no recordaba de esa novela asombrosa, que se publicó en 1897: uno de los personajes alquila una bicicleta para ir de Madrid a El Pardo. En el Madrid de arrabales macabros y personajes desgarrados que Valle-Inclán aprendió a mirar y a escuchar gracias a Galdós —dándole el pago ingrato que aún se le sigue celebrando— esa bicicleta insospechada es un sobresalto ágil de vida moderna en medio del atraso, el oscurantismo, la injusticia cruda y el pobreterío. Uno quisiera saber algún detalle más sobre ella, y se la imagina elevada y veloz, democrática, futurista, circulando entre carretones lentos, entre jinetes arrogantes y coches de caballos de la aristocracia. Marcel Proust sentía debilidad por todas las formas de transporte moderno, en particular los automóviles y los aeroplanos, pero cuando quiso contar la visión primera de las “muchachas en flor” que deslumbran a un adolescente en la claridad de un paseo marítimo las describió montadas en bicicletas, avanzando en bandadas con tules blancos y esos vestidos deportivos libres de perifollos barrocos y agobios de corsés que el hábito del ciclismo permitió a las mujeres en el cambio de siglo. H. G. Wells observó que cada vez que veía a un adulto subido en una bicicleta crecía su confianza en la posibilidad de un mundo mejor. Casi no hay adulto más difícil de imaginar en bicicleta que Henry James, tan estirado siempre en sus retratos, pero hay constancia de que intentó aprender a montarla, aunque con consecuencias desastrosas. Se lanzó por un camino rural y perdió el control de su bicicleta, atropellando, aunque no gravemente, a una niña que jugaba a la puerta de una granja. Que esa niña llegara a ser de mayor Agatha Christie (1) es uno de esos grandes azares que a los aficionados a la literatura y al ciclismo nos maravillarán siempre.
A Ramón Casas  le gustaba sugerir un erotismo moderno de mujeres ciclistas, mujeres en automóviles, mujeres fumadoras de cigarrillos. En uno de los mejores cuentos escritos en español, y también uno de los más tristes, La cara de la desgracia, Juan Carlos Onetti recobra de Proust el motivo del veraneo y de la muchacha ciclista. Pero quien la mira pasar desde un balcón es un hombre desolado que gracias a ella revive, deshaciéndose de deseo y ternura. Una figura en bicicleta es pasajera, pero no tan rápida que sea también fugaz. La vertical necesaria favorece el perfil. El ritmo del pedaleo resalta la belleza de las piernas.

Pero la cumbre del arte inspirado o alentado en torno a las bicicletas es quizás un corto de  François Truffaut de 1957, Les mistons, un poema visual de 17 minutos que consiste sobre todo en largos planos sinuosos de una mujer muy joven, la actriz Bernadette Lafont, pedaleando descalza en una bicicleta, las piernas desnudas, el pelo y la tela del vestido liviano agitados por la brisa de la velocidad.
La bicicleta es una máquina silenciosa y perfecta, como un velero, tan práctica que uno se asombra de que también sea tan poética. Las bicicletas son para el verano, le dice un padre a su hijo adolescente en esa comedia triste en la que Fernando Fernán-Gómez  puso lo mejor de su talento y lo más verdadero de su memoria y de su imaginación, el infortunio de crecer en una ciudad en guerra y la añoranza de un padre que era más entero y más noble porque en el caso de Fernando era un padre inventado. El verano puede ser un modesto paraíso para los aficionados a las bicicletas, sobre todo para los ciclistas de ciudad que lidian con el tráfico de los días laborables, más todavía en las ciudades españolas, que con dos o tres excepciones son tan hostiles no sólo para el que se atreve a ir en bici, sino para cualquiera que aspira a ejercer el derecho soberano y saludable a caminar de un sitio a otro.

Y también, desde luego, para los débiles, los lentos, los distraídos, los abuelos. Cuando se vuelve de países con tráfico más civilizado cuesta adaptarse a la agresividad crispada de tantos conductores en España. Nueva York no es precisamente Ámsterdam ni Copenhague en las facilidades que ofrece para moverse con seguridad en bicicleta, pero cuando yo vengo de Nueva York a Madrid y salgo con la mía noto que se me impone un cambio instintivo de actitud. Hay que estar mucho más alerta, más a la defensiva, vigilando siempre acelerones bruscos; hay que acostumbrarse a que la visible fragilidad de uno raramente le hará recibir alguna deferencia; incluso hay conductores que se vuelven más agresivos precisamente porque uno es frágil: como si se despertara en ellos esa impaciencia bronca del que da un acelerón en un paso de peatones, o deja cruzar a quien va despacio conteniendo el impulso del motor como si apretara los dientes, como si caminar lentamente fuera una ofensa que mereciera desprecio y en ocasiones castigo.

A las siete de la mañana, a la hora de la fresca, en ese silencio de las calles anchas y vacías en el que uno puede ir en bici como si planeara en un ultraligero, también puede ocurrir el espanto. Las bicicletas son para el verano, para el ejercicio saludable y la movilidad sin emisiones tóxicas, pero no tienen defensa contra la barbarie. Las bicicletas son para pasear holgazanamente, pero también para ir a diario al trabajo. Óscar Fernández Pérez, un camarero de 37 años, iba al suyo en Madrid el miércoles 6 de agosto cuando fue arrollado por un conductor que se dio a la fuga y lo dejó agonizando en la calle. Óscar Fernández Pérez está muerto y el malnacido que lo mató no tiene gran motivo de preocupación. En 2012 lo detuvieron por conducir borracho de forma “negligente y temeraria” y le retiraron el carnet. Pero en febrero de este año lo habían vuelto a detener conduciendo y el único castigo fue una ampliación en la retirada inútil del carnet. Con un historial así, y habiendo huido después de atropellar mortalmente a un ciclista, cabría esperar que la justicia lo tratara con algo de rigor. Pero en nuestro país las leyes y el sistema judicial protegen casi siempre a los poderosos contra los débiles, a los corruptos contra los honrados, a los bárbaros contra las personas apacibles, a los conductores contra los ciclistas y los caminantes. El golpe que mató a Óscar Fernández Pérez fue tan fuerte que su bicicleta despedazada quedó a 15 metros de su cuerpo, pero el juez ha considerado que el conductor sin carnet que lo atropelló y no tuvo ni la compasión de parar y ayudarle merece quedar en libertad con cargos, después de declarar. El único delito que su señoría ha apreciado es homicidio por imprudencia. La pena por acabar así con una vida va de uno a cuatro años. José Javier Fernández Pérez, hermano de Óscar, lo ha resumido mejor que nadie, con unas pocas palabras verdaderas: “La justicia es una mierda. Matar sale muy barato en este país”.

sábado, 19 de octubre de 2013

Caos en la Bahía de San Francisco por la huelga del transporte. 400.000 pasajeros que utilizan a diario el transporte público en San Francisco y la Bahía sufren los efectos de la huelga


Frustración, caos y estrés es el ambiente que se respira en San Francisco y la Bahía tras declararse en huelga a primeras horas del viernes los trabajadores del BART, el sistema de trasporte que conecta toda la Bahía de San Francisco -167 kilómetros de trazado de vías subterráneas y a cielo descubierto y 44 estaciones- y que es utilizado diariamente por 400.000 viajeros.
En lugar del BART, los residentes de la Bahía se han visto obligados a usar sus coches, lo que ha colapsado todas las vías de acceso a la capital, tanto a primeras horas de la mañana como a última hora de la tarde. Tina Jones, que trabaja en Oakland, se las ha visto y deseado para llegar hasta su puesto de trabajo en la aduana del puerto, “con un tráfico completamente congestionado”.
Las demoras en el tráfico de la Bahía se han visto incrementadas en un 30%, según el Departamento de Transportes de California, y San Francisco ha permanecido colapsado durante todo el día
Muchos pasajeros hacían cola para conseguir una de las 6.000 plazas de autobús que el BART ha puesto gratuitamente para compensar la huelga de los trenes y trasmitían su frustración por un conflicto que “deberían haber evitado para ahorrarnos todos estos inconvenientes”, comentaba Gregory Carter, empleado de una tienda del centro de San Francisco que se ha visto afectado por la huelga.
Otras se han visto forzadas a quedarse en casa, ante la imposibilidad de contar con un medio de transporte para llegar al trabajo, ya que autobuses, ferris y coches no son suficientes para cubrir las demandas de movilidad de una población de 4,3 millones de habitantes que viven en San Francisco y la Bahía y que utilizan el BART como principal medio de transporte.
Shelah Barr que tiene un negocio de masajes de perros en el barrio de Castro, en San Francisco, apuntaba que “varios clientes habían cancelado sus citas y algunos empleados no han podido llegar”.
“Esta huelga va a ser catastrófica”, opina Rufus Jeffris, portavoz de la Bay Area Council, una organización de negocios regional que calculó en 73 millones de dólares al día las pérdidas ocasionadas por la huelga del BART el pasado julio.
Es la segunda vez que los trabajadores del BART se declaran en huelga este año, tras una reunión maratoniana de 30 horas en la que los representantes de los trabajadores y la patronal no han llegado a un acuerdo, si bien han acercado posturas en lo concerniente a retribuciones salariales y el seguro de salud y pensiones.
El punto de discrepancia fundamental es la regulación de la normativa laboral interna, con desacuerdos a la hora de establecer los horarios de trabajo y la comunicación de las incidencias que la empresa propone se haga a través de email en lugar de escribirlas manualmente, como hasta ahora. Los trabajadores también se niegan a recibir sus cheques por vía electrónica en lugar de a mano.
Cecille Isidro, portavoz del sindicato SEIU, señala que “hemos hecho concesiones, pero puestos al límite no hemos tenido más remedio que parar. Esta es la manera en que quieren resolver el conflicto, batallando en la calle”.
Tom Radulovich, presidente del Comité de Dirección del BART, manifiesta que “la posición de los sindicatos es conseguir mejoras salariales sin aceptar ningún cambio en la normativa laboral”. Algo que para Peter Castelli, director ejecutivo local del SEIU, no es más que “una píldora envenenada”. “Intentan que renunciemos a nuestros derechos a golpe de cheque”.
Durante la primera jornada de huelga no se ha producido ningún viso de aproximación entre ambas partes y nadie se atreve a pronosticar hasta cuando durará el conflicto. Se teme que si para el domingo por la tarde no se ha producido un acuerdo, el comienzo de la semana puede ser catastrófico para San Francisco y la Bahía.