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viernes, 6 de enero de 2023

_- Alva Myrdal, la mujer que creó la Suecia moderna

 

Alva Myrdal (Foto de Jan de Meyere, (1879-1950), número JdM 1802, Stockholmskällan)
Pie de foto,

_- Alva Myrdal fue una de los reformadores sociales más influyentes del siglo XX. (Foto de Jan de Meyere, (1879-1950), número JdM 1802, Stockholmskällan)


"Hemos visto esta competición, esta carrera por construir arsenales excesivos sin sentido. Mi mensaje aquí hoy tendrá que ser que creo que el mundo está enfermo".

Eso dijo Alva Myrdal, con su típica franqueza, en 1982, cuando recibió el Premio Nobel de la Paz.

Había nacido en el albor de ese siglo, en un mundo muy diferente, en el que no había armas nucleares y su Suecia natal era casi irreconocible: una tierra de granjeros, pobre y patriarcal.

"A principios de ese siglo, Suecia era casi el país más pobre de Europa y Alva no podía ir a la escuela primaria pues no era permitido que las niñas lo hiciera allá donde vivía, en el campo", le dijo a la BBC su hija, Kaj Foelster.

Su padre, Albert Reimer, había tenido poca educación formal, pero era muy leído.

La joven Alva devoró su biblioteca repleta de libros de socialistas y filósofos alemanes y suecos, lo que convenció al padre "de apoyarla para que pudiera estudiar, pero tuvieron que pagar a profesores fuera de la escuela".

Además de lo que aprendió en aquellas lecciones privadas, Alva fue instruida sobre política e ideas de justicia social de su padre, quien fue uno de los primeros miembros del partido socialdemócrata que dominaría la política sueca durante la mitad del siglo XX.

Niños suecos pobres a principios del siglo. FUENTE DE LA IMAGEN, STANDSMUSEET I STOCKHOLMO

Suecia solía ser uno de los países más pobres de Europa. (Hornsgatan 1920-1930, Okänd fotograf, Standsmuseet i Stockholm)

A Reimer le interesaban las nuevas ideas, ideas que pronto absorbió su hija mayor.

"Desde que tenía tres o cuatro años, se sentaba debajo de la mesa durante las reuniones para escuchar los debates de esos hombres", le contó su hija al programa BBC Witness History.

Amor en bicicleta
A los 17 años, Alva conoció a un estudiante que le cambió la vida.

Estando de vacaciones, Gunnar Myrdal se fue a hacer una ruta en bicicleta con amigos y un día, por casualidad, se detuvo en la granja de la familia de Alva.

"Él pensó que podía presumir de todo lo que sabía, pero cuando ella le pidió que leyera (al filósofo alemán Arthur) Schopenhauer, él se sorprendió. Así empezó ese gran amor".

Se casaron en 1924, cuando ella tenía 22 años e imaginaba que esa unión iba a ser una colaboración basada en la amistad, y que vivirían, estudiarían, escribirían y tendrían aventuras juntos.

Gunnar y Alva Myrdal en el estudio de su casa FUENTE DE LA IMAGEN, KW GULLERS / NORDISKA MUSEET

El sueño era que su unión se basara en la colaboración, como parecía ser todavía en esta foto de 1945, en el estudio de su casa.

Alva fue a Estocolmo para reunirse con Gunnar en la universidad. Él estudió Derecho y, más tarde, Economía, materia en la que más tarde ganaría un Premio Nobel. Ella estudió biblioteconomía.

En 1929, cuando les ofrecieron la oportunidad de pasar un año en Estados Unidos con una beca de viaje, la aprovecharon, aunque tuvieron que dejar a su hijo Jan, quien no tenía ni dos años, con la familia en Suecia (algo que, según su otra hija Sissela Bok, más tarde Alva consideró como uno de los grandes errores de su vida).

"Eso no debe sucederle a Suecia"
Tanto para Alva como para Gunnar, ese fue un punto de inflexión.

Llegaron a un EE.UU. en la cúspide de la Gran Depresión. Y al viajar por el país, lo que vieron los sorprendió.

"Fue allá y en aquel momento que se volvieron realmente conscientes políticamente. Les aterró que en el país más rico del mundo hubiera tanta pobreza y se convencieron de que eso no le debía pasar a Suecia", señala Foelster.

Hombre desesperado en EE.UU. durante la Gran Depresión FUENTE DE LA IMAGEN, GETTY IMAGES

Lo que vieron en Estados Unidos en medio de la Gran Depresión los aterró.

Unos años después de su regreso a Suecia, Gunnar y Alva publicaron un libro que electrizó al país.

Y es que trataba un tema en biga: cómo mejorar la tasa de natalidad del país, entonces la más baja de Europa.

Publicado en 1934, en "La cuestión de la crisis en la población" argumentaron que, para alentar a las personas a tener más hijos, era necesario que hubiera ayuda estatal.

Debía haber atención médica, anticonceptivos y almuerzos escolares gratuitos; beneficios sociales universales y mejores viviendas más asequibles.

Las mujeres debían tener libertad para trabajar o estudiar creando lugares donde sus hijos puedan ser cuidados durante el día.

Alva y Gunnar argumentaron que una vez que todos los suecos sintieran que tenían asegurado un nivel de vida básico decente, elegirían tener hijos.

Y funcionó.
"Postularon ideas que les permitirían a todas las familias jóvenes conseguir su lugar en la sociedad. De esa manera, tendrían ganas de tener hijos. Fue el libro más leído y casi todas esas reformas se hicieron realidad. Eso es lo que se llama el estado de bienestar sueco", explica Foelster.

La pareja de oro
Ella y su hermana crecieron en aquella época en la que sus padres se volvieron famosos, una pareja de oro que desafiaba las viejas costumbres.

Gunnar y Alva Myrdal FUENTE DE LA IMAGEN, GETTY IMAGES

Los atacaron por sus ideas, pero éstas cambiaron a Suecia.

Foester recuerda que "eran atacados... mucho, pero mi mamá nunca se enojó. Era una sociedad sumida en el cambio político".

"Teníamos discusiones maravillosas. Gunnar investigaba las cuestiones profundamente y Alva siempre estaba en busca de soluciones; decía que siempre tenía que haber algo que se pudiera hacer". Alva fue descrita como la mujer más moderna de su época. Como muchas hoy, hacía malabares con el trabajo, los hijos y un esposo exitoso que quería su ayuda. Pero en las décadas de 1930 y 1940 no había tantas trabajando fuera del ámbito doméstico. ¿Cómo se las arregló?

"Siendo muy estricta con el tiempo. Desde las 6:00 en punto era nuestro momento: por dos horas podíamos tenerla solo para nosotros".

A las 8:00, cuenta su hija, se escuchaba la voz de Gunnar reclamando su atención.

"Manejaba una especie de economía del tiempo".

La pareja dispareja
Alva continuó haciendo campaña durante esos años: fundó la primera escuela en Suecia para formar a maestros de preescolar. Y vio cómo, una tras otra, las ideas que ella y Gunnar habían articulado fueron adoptadas por el nuevo estado de bienestar de Suecia.

Pero también se hizo evidente que esa colaboración en la que supuestamente se basaba la unión con su esposo era unidireccional.

Carátula del libro

El libro que había disparado el cambio en Suecia fue escrito a cuatro manos, pero no todo siguió siendo tan colaborativo entre ellos.

Gunnar era un economista brillante, pero también un hombre petulante y exigente. Todo estaba subordinado a su trabajo, incluida su esposa.

Cuando la Carnegie Corporation lo eligió para que dirigiera su monumental estudio sobre "El problema del negro estadounidense", no había duda de que su esposa abandonaría el Seminario de Pedagogía Social para atenderlo en EE.UU.

Cuando, en 1945, parecía probable que Gunnar fuera nombrado ministro de Comercio de Suecia, Alva retiró su nombre de entre las que se barajaban para ministra de Educación para evitar un conflicto.

Cuando Julian Huxley le pidió a Alva al año siguiente que fuera directora de la recién formada Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco), ella lo rechazó porque su esposo no quería mudarse a París, la sede de la agencia.

Sin embargo, él quería dirigir la Comisión Económica de la ONU para Europa en Ginebra y le pidió a su esposa que le transmitiera su interés en su carta de rechazo. Consiguió el trabajo.Fiel a sus principios, sin embargo, no fue hasta después de la Segunda Guerra Mundial que Alva se sintió capaz de dejarlo y pasar al escenario internacional.

Libre para... ¡tanto!
En 1949, fue la primera mujer a la que se le ofreció un puesto de alto nivel en la ONU: jefa del Departamento de Asuntos Sociales en la secretaría en Nueva York.

Al año siguiente, se fue a París para dirigir la División de Ciencias Sociales de la Unesco.

Alva Myrdal

Salió a caminar sola por el mundo, y dejó huellas.

En 1956 publicó, en colaboración con la socióloga austríaca Viola Klein, "Los dos papeles de la mujer", una obra influyente que se publicó antes del advenimiento de la segunda ola del feminismo pero que anticipó muchos de sus argumentos.

Y pronosticó también, inadvertidamente, un dolor de su propio futuro.

"Dado que en el campo de la crianza de los padres existe la situación extraordinaria de que el producto está en condiciones de juzgar tanto al productor como al proceso de producción, es casi inútil aspirar a la perfección.

"Una vez que tienen la edad suficiente para leer literatura psicológica, muchos niños, de todos modos, culparán a sus padres por cometer uno u otro pecado o ambos".

Pero antes de que esas palabras se ajustaran a su historia, le faltaba aún mucho por hacer, entre otras...

Fue elegida como enviada de Suecia a India, donde permaneció hasta 1960.
Escribió "Nuestra responsabilidad por los pobres: un primer plano social de los problemas del desarrollo".
Fue elegida al Parlamento como socialdemócrata. Planeó y luego presidió el Instituto Internacional de Investigación para la Paz de Estocolmo. Se convirtió en la única ministra de Desarme del mundo.
Fundó Mujeres por la Paz.
Fue galardonada con el primer Premio de la Paz del Pueblo Noruego.
Pero sobre todo, durante dos décadas dedicó su energía y pasión a uno de los grandes temas de la Guerra Fría: el desarme nuclear.

Y en 1962, el gobierno sueco la nombró negociadora principal de Suecia en el Comité de Desarme de Dieciocho Naciones de la ONU.

Ejército contra la locura
Para ella, la creciente carrera armamentista era irracional y peligrosa.

"No era en pacifista radical —aclara su hija—, pero decía que no entendía cómo algunas personas podían estar tan locas como para ver la carrera armamentista como una solución".

Alva Myrdal FUENTE DE LA IMAGEN, GETTY IMAGES

Para ella, lo que las superpotencias estaban haciendo era una locura.

Insistía en que el desarme brindaría una seguridad mucho mayor tanto a las superpotencias como a todos los pueblos del mundo.

"Le gustaba mucho la idea de que hubiera todo un ejército de oposición contra esta militarización", señala Foester.

Con un poderoso movimiento de mujeres respaldándola, Myrdal reunió una coalición de voces no alineadas para defender soluciones concretas de desarme, como zonas libres de armas nucleares y un tratado de prohibición total de los ensayos nucleares supervisado ​​por estaciones sísmicas y satélites.

"Llegó optimista pues creía que nadie podría estar tan loco, pero después de 10 años escribió el libro 'El juego del desarme' para decirle al mundo lo que había visto: que las dos grandes potencias no tenían ni el deseo ni la intensión de parar", recuerda Foelster.

"No puedo darles buenas noticias sobre el buen trabajo en las negociaciones de desarme. La verdad es que lo que hemos estado viendo es un juego, nada más que un juego", declaró, decepcionada, Alva Myrdal.

Debido a que no hubo un desarme real después de la firma del Tratado de Limitación de Armas Estratégicas en 1971, consideró que sus esfuerzos fueron un fracaso.

Sin embargo, había demostrado la capacidad de liderazgo de las mujeres en un ámbito técnicamente complejo y crucial de la diplomacia de la Guerra Fría, y sus propuestas dieron frutos más tarde.

Pero ella no los vio
"En los otros ambientes en los que había trabajado había visto progreso, pero en éste, no y cuando obtuvo el premio Nobel de la Paz estaba muy cansada; dijo que era un poco demasiado tarde", le contó su hija a Louise Hidalgo de la BBC.

Alva Myrdal y Alfonso García Robles FUENTE DE LA IMAGEN,FUNDACIÓN NOBEL

El Premio Nobel de la Paz 1982 fue otorgado conjuntamente a Alva Myrdal y Alfonso García Robles de México "por su labor por el desarme y las zonas libres de armas y armas nucleares".

El galardón se lo otorgaron por su trabajo por el desarme nuclear cuando tenía 80 años.

Días después de que el Comité Noruego del Nobel anunciara su selección, tuvo que soportar el dolor de ver a su hijo volverse públicamente en contra de ella y su marido.

Jan Myrdal, de 55 años, autor de obras de ficción y literatura política, publicó un libro cuyo título puede traducirse como "Niñez", pero también como "El veredicto del niño".

Y eso último es lo que realmente era.

El libro dio pie a una serie, se leyó en la radio los fines de semana y reseñas varias fueron publicadas en periódicos suecos con titulares como "Detesto a mi madre y a mi padre porque nunca me dieron amor".

Alva Myrdal murió cuatro años después, en 1986.

En 1991, la escritora y filósofa moral Sissela Bok publicó en 1991 "Alva Myrdal: memorias de una hija", una respuesta clara a la oscuridad de la sombra que había cernido su hermano sobre su madre.

https://www.bbc.com/mundo/noticias-56780692

lunes, 28 de febrero de 2022

Se cumplen 36 años del asesinato del primer ministro de Suecia. Olof Palme protestó contra los bombardeos norteamericanos en Hanói

 

El arte, el arte de verdad, es fuerte, indomable, testarudo. Es como el amor, nunca se puede aniquilar y puede vivir incluso en tiempos difíciles y en condiciones primitivas. Por eso el hombre en todas las épocas ha logrado crear arte, ha tenido la fuerza para escribir en tiempos de guerra, ha podido cantar en la desgracia. (Olof Palme, México, febrero 1984) 

 El 28 de febrero de 1986, a las 23:21 horas, el primer ministro sueco socialdemócrata, Olof Palme, fue alcanzado por una bala en pleno centro de Estocolmo.


Después de haber visto la película “Los hermanos Mozart”, en el Cine Grand, caminaba por la calle junto a su esposa Lisbet Palme. De pronto, en el cruce de las calles Sveavägen – Tunnelgatan (hoy la calle Olof Palme), él y su mujer fueron impactados por dos tiros que salían de un potente revólver Magnum Smith & Wesson de calibre 357. El tiro que recibió Palme no lo mató en el acto, pero fue mortal porque falleció 45 minutos después en el hospital de Sabbatsberg. Mientras que su mujer fue herida, pero no de gravedad. Fuentes fidedignas revelaron que Palme era un hombre que valoraba su vida privada, y que no le gustaba la protección. Por eso, esa tarde rechazó la seguridad de un guardaespaldas.

Al principio de la investigación se sospechaba de un extranjero como autor del crimen: un kurdo de Irak, miembro del grupo guerrillero PKK, entrenado por la KGB, un asesino profesional chileno, una persona vinculada al Gobierno de Sudáfrica y el ex mercenario yugoslavo, Ivan von Birchan, dijo que la CIA le había ofrecido dos millones de dólares para asesinar a Olof Palme. Luego existieron otros sospechosos suecos, siendo los más notorios para la investigación: Christer Pettersson, un alcohólico que estuvo detenido en prisión casi un año como presunto criminal de Palme. Y Stig Engström, un diseñador gráfico que trabajaba en la Empresa de seguros Skandia. De ahí que figura en las investigaciones como “El hombre de Skandia” (Skandiamannen). Engström y Pettersson han muerto hace mucho tiempo.

Stig Engström fue el primer testigo del crimen. Y declaró que fue él, la primera persona que socorrió a Palme herido de muerte. De acuerdo a sus palabras, ese día se quedó en su oficina trabajando hasta altas horas de la noche. Y cuando se iba a su casa, se topó con Lisbet Palme y su marido tirado en la calle sangrando. La Policía consideró que sus declaraciones eran contradictorias y pasó a ser considerado un sospechoso del macabro asesinato. Lo extraño y curioso de esta historia, es que la Policía no investigó a fondo a Engström. Y por todo lo que se descubrió muchos años más tarde, da la impresión que las indagaciones, referentes a Engström, se quedaron empolvadas en algún estante de los Archivos de la Policía.

Según la página digital de la Policía sueca, la investigación sobre Olof Palme contiene 22.430 hojas y figuran 90.000 personas. Se han tomado declaraciones a más de 10.000 personas, 134 personas han confesado ser el asesino de Palme, de las cuales 29 lo han hecho directamente en la Policía. A decir verdad, la Policía cometió graves errores desde los primeros instantes del asesinato. Por ejemplo, no precintaron la zona donde ocurrió el homicidio. Las balas fueron encontradas por una persona que caminaba por la calle. La Policía también fue criticada por la manera de llevar a cabo los interrogatorios a la viuda Lisbet Palme. Y a medida que pasaba el tiempo se sumaban otras críticas. En el año 2020, es decir, después de 34 años del magnicidio de Olof Palme, la Fiscalía sueca decidió poner fin a la investigación; alegando que ha muerto la persona sospechosa del crimen. Y el fiscal, Krister Petersson, señala como sospechoso principal a Stig Engström. Y continúa: “el material que ha surgido no es suficiente para que un tribunal considere que Engström sea culpable”. El mensaje de Petersson es ambiguo y da lugar a muchas interpretaciones. Cabe indicar que Stig Engström se quitó la vida en junio de 2000.

Y entre este meollo de juicios, conjeturas y sospechas; el asesinato de Olof Palme ha pasado a ser una historia en donde se mezclan muchísimas teorías de conspiración. Toda la trama y el supuesto autor del crimen superan la ficción. En las novelas policiacas donde ocurre un crimen, al final el asesino es descubierto. Pero en este caso, el supuesto asesino gozó de libertad y decidió suicidarse. Lo tragicómico de esta narración es que Stig Engström estaba en las manos de la Policía desde el primer minuto de la pesquisa. Entonces podríamos decir que el atentado contra Palme y las investigaciones en torno al criminal, han dado lugar a una novela policiaca que no tiene fin. Todo esto ha hecho volar la fantasía de muchos periodistas, investigadores, intelectuales y escritores de todo el mundo. Se han escrito notas, artículos, libros y documentos. Finalmente la novela negra, inspirada en el asesinato de Palme, se ha llevado a la pantalla con el nombre de El asesino improbable (Netflix).

Olof Palme era un hombre controvertido, inteligente y ha hecho mucho por Suecia. Su lenguaje político hacía temblar al adversario. Amado por muchos y odiado por otros. Gracias a él se han realizado grandes conquistas sociales que son vigentes hoy en día. Entre otras cosas: la posibilidad de un préstamo para estudios universitarios, el derecho a 16 meses de baja de maternidad cobrando el 80% del sueldo, el cuidado de los ancianos y minusválidos alcanzó altos niveles, se introdujeron subsidios para la vivienda y subsidios para niños y niñas menores de 18 años.

Fue un defensor acérrimo de los Derechos Humanos, de la paz mundial y de los países en vías de desarrollo. Luchaba contra las injusticias sociales, los abusos de Estados Unidos, el régimen del apartheid y apoyaba al Congreso Nacional Africano. En 1968 participó en una manifestación anti-norteamericana, y junto al Embajador de Vietnam del Norte en Moscú marcharon, por las calles de Estocolmo, con teas en las manos como una señal de protesta contra los bombardeos norteamericanos en Hanói. Palme comparó esos bombardeos con la de los nazis, y pasó a ser un enemigo de Estados Unidos. Entonces el Gobierno de Lyndon B. Johnson retiró a su embajador de Estocolmo.

Suecia, a pesar de ser un país pequeño, ha buscado maneras de influir en la política internacional, sobre todo, para promover la seguridad y la paz mundial. En este contexto, Olof Palme, como representante especial de la ONU, jugó un papel importante como mediador en el conflicto bélico entre Irán e Iraq. Apoyó firmemente a los movimientos de liberación de América Latina y del mundo. Su brillante pensamiento pacifista fue plasmado en conceptos de seguridad que están definidos por la Comisión Independiente sobre el Desarme y la Seguridad (Comisión Palme). Su preocupación por la seguridad internacional y el desarme, lo llevó por diferentes países del mundo a exponer sus ideas sobre este tema. Decía que no se alcanzaba la paz atemorizando al enemigo con un poderío bélico.

El 6 de abril de 1986, Palme tenía que viajar a la ex Unión Soviética para conversar con Mijaíl Gorbachov sobre el desarme nuclear, pero fue abatido con un tiro certero un mes antes. Desde entonces el mundo está, cada vez, más chiflado. La diplomacia y el desarme han fracasado. La paz mundial y la justicia se alejan como parte de los sistemas estructurales civilizados y orientados hacia la humanidad. Estados Unidos sigue con sus ínfulas de ser los dueños del mundo. Y, por consiguiente, quieren instalar bases militares en todos los rincones del Planeta, incluso en las narices de Rusia. Este paradigma militar de supremacía trasnochada, ha sido el principal fundamento para que el Gobierno de Biden hiciera caso omiso a la petición rusa para conservar la paz. Pues ahora los cielos de Europa se han puesto tenebrosos a causa de la guerra entre Rusia y Ucrania. Ojalá que ningún loco apriete el botón rojo del apocalipsis. Los pueblos y las naciones del mundo quieren vivir en paz sin Ejércitos alienados, ni gobiernos empeñados en armarse hasta los dientes. Ahora más que nunca se debe apelar a las ideas planteadas por la Comisión Palme porque conducen a la vía más adecuada para alcanzar, la tan anhelada paz mundial.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.

https://rebelion.org/olof-palme-protesto-contra-los-bombardeos-norteamericanos-en-hanoi/

miércoles, 30 de septiembre de 2020

El mundo no es como crees, los pobres no son pobres porque quieren

Publicamos un fragmento del libro dedicado a desmontar mitos, de la web de información internacional El Orden Mundial


Imagina que naces en Dinamarca y el destino ha querido que tu familia esté en el 10 % más pobre de sus habitantes. Aunque el país nórdico no es ni mucho menos de los peores sitios para nacer en el mundo, no cabe duda de que tampoco es sencillo formar parte del estrato más humilde. Tu intención, como es lógico, es salir de la pobreza a base de trabajo y también gracias al amplio sistema de bienestar danés. Lo más probable es que no lo consigas y mueras perteneciendo a ese mismo estrato. Eso mismo les ocurrirá a tus hijos, que en buena medida heredarán la falta de oportunidades que te tocó a ti a lo largo de la vida y desaparecerán del mundo sin haber disfrutado de una posición acomodada. Sin embargo, tus nietos es probable que estén cerca de la media del país. En aproximadamente sesenta años tu familia danesa habrá dejado atrás la pobreza para vivir en unas condiciones más o menos similares a las de la mayoría de la población del país.

Dos generaciones y más de medio siglo parece mucho tiempo, pero es el ascensor social más rápido que existe entre los países de la OCDE, las economías más avanzadas del planeta. En el resto de los países nórdicos serán tres generaciones (noventa años); en lugares como Canadá o España, cuatro generaciones; en Estados Unidos, cinco; en Francia, Alemania o Argentina, seis; mientras que en Colombia, el extremo opuesto, harán falta once generaciones (trescientos treinta años).

Es evidente que estas grandes disparidades encierran complejas explicaciones. La pobreza suele ser la consecuencia de multitud de cuestiones entrelazadas. Es complicado no ser pobre si tu país está constantemente arrasado por los conflictos armados, si la corrupción campa a sus anchas, si apenas tiene recursos que poder explotar o si permanece ajeno a las dinámicas internacionales, entre otras muchas variables. Sin embargo, para explicar todo esto a menudo se recurre a una llamativa simplificación: los pobres son pobres porque quieren. Según esta tesis, la pobreza y la riqueza son cuestiones de voluntad personal, un deseo sin ningún otro tipo de condicionante.

Compremos esta tesis por un segundo, aunque sea difícil entender las razones por las que una persona querría ser pobre. Supongamos que las personas que ya son ricas quieren seguir siendo ricas. Entonces ¿por qué en Estados Unidos desde hace cincuenta años existe una probabilidad del 60 % de que una nueva generación tenga menos ingresos que sus predecesores y una probabilidad superior al 50 % de que la riqueza de los hijos sea menor que la de los padres? Quizá existan factores más allá del simple deseo.

Esta lógica también es aplicable a otro mantra relativamente extendido según el cual los pobres son pobres porque no se esfuerzan. Se esfuercen o no, ¿por qué en muchos países, también desarrollados, lo más probable es que sigan siendo pobres al final de su vida? ¿Por qué en muchos países las personas más adineradas siguen siendo ricas al final de su vida, con independencia del empeño que pongan en ello? De nuevo, tal vez haya más factores aparte del esfuerzo personal. Los que tienen una influencia considerable en el desarrollo intergeneracional se pueden agrupar en dos niveles, más allá de que siempre existe un componente de imprevisibilidad que puede afectar (accidentes fortuitos, cuestiones genéticas como enfermedades, etc.).

El primero sería la simple y llana herencia, aunque no en un sentido estrictamente económico. Cada uno de nosotros tenemos, además de un sueldo y ciertos bienes, otros activos tales como un capital cultural (conocimientos) y un capital social (amistades, conocidos o distintos contactos personales o laborales). Todo suma a la hora de traspasar esa riqueza a la generación siguiente. Quizá tus descendientes no reciban propiedades inmobiliarias o acciones de bolsa, pero sí que pueden aprovecharse de una importante red de contactos que has desarrollado a lo largo de tu vida y que, de una forma u otra, les abre la puerta a distintas oportunidades educativas o laborales. Además, la tendencia natural a relacionarnos con personas de nuestro círculo cercano, que tendrán un perfil socioeconómico similar al nuestro, dificulta en algunos aspectos la movilidad social tanto en sentido ascendente como descendente. Quienes más activos heredan tienen muchos más recursos para poder mantenerse en el mismo estrato o incluso ascender, y quienes menos activos reciben de sus progenitores es más probable que se queden en el mismo punto o incluso que desciendan al tener muchas menos cartas que jugar.

Esta situación era lo que se venía produciendo hasta finales del siglo xix y principios del xx en la gran mayoría de los países occidentales: quienes más tenían (clases acomodadas o nobles) perpetuaban su estatus social y económico gracias a esa herencia. Para poner cierto freno a dicha retroalimentación, que solo creaba más desigualdad al acumular la riqueza en unas pocas manos y familias, se crearon los primeros impuestos sobre sucesiones, aunque no lograron reequilibrar la balanza. Esto solo se consiguió con el auge de los Estados del Bienestar.

Uno de los objetivos de los sistemas públicos de bienestar es, precisamente, corregir las ineficacias del modelo implantado hoy en día, y permitir que todo el mundo tenga las mismas oportunidades para adquirir una serie de mínimos activos que luego emplearán en la etapa adulta. Así, la educación pública garantiza que cualquier persona que lo desee o lo necesite tenga un mínimo capital cultural con el que luego manejarse con cierto margen para optar a distintos trabajos; la sanidad pública garantiza que una enfermedad no supone un desembolso importante para quien la padece, dejándolo sin recursos o con deudas (como a menudo ocurre en Estados Unidos), y las transferencias públicas (seguros de desempleo, jubilaciones, becas, etc.) hacen posible que una persona mantenga un mínimo nivel de vida y eso suponga, a su vez, un colchón de seguridad para la generación siguiente. Si alguien en una posición más o menos acomodada de pronto perdiese el trabajo y padeciese una enfermedad costosa, probablemente se quedaría en una situación de indigencia, y obligaría a sus hijos a partir desde ese punto en un futuro, no desde el que estaban. Así pues, ambos sistemas buscan a su manera impulsar hacia arriba y también evitar que caigan por debajo quienes ya han alcanzado ese nivel.

El resultado de estas políticas que distribuyen la riqueza está más que comprobado. El Índice de Gini mide la distribución de los ingresos en una sociedad. Un índice 100 significaría la desigualdad absoluta (una persona tiene todo y el resto, nada) y un índice 0 significaría que todas las personas ganan absolutamente lo mismo. Por los datos disponibles en Eurostat se puede comprobar que los ingresos antes de cualquier redistribución en todos los países de la Unión Europea se sitúan en una banda de entre 60 y 40 puntos; tras realizar transferencias (pensiones, ayudas, etc.), en la mayoría de los países cae por debajo de los 30 puntos.

Los países donde más se reduce la brecha son, precisamente, Suecia, Dinamarca o Finlandia, aquellos en los que se tarda menos generaciones en salir de la pobreza.

domingo, 14 de junio de 2020

Olof Palme, caso cerrado: la policía identifica al asesino del primer ministro sueco. Y nosotros nos lo creemos, lo que tiene todos los números de parecer una burda forma de acabar cerrando el caso. Sentimos vergüenza ajena de todo el proceso sobre la investigación del crimen.

Suecia cierra el caso después de 34 años de investigaciones fallidas y señala al "hombre de Skandia", muerto hace 20 años, como único responsable del magnicidio del socialdemócrata.

BELÉN DOMÍNGUEZ CEBRIÁN Madrid - 10 JUN 2020

Suecia se ha despertado este miércoles pegada a la televisión. En una comparecencia histórica, el fiscal Krister Petersson ha revelado la identidad del que casi con toda seguridad asesinó en 1986 al primer ministro sueco, el socialdemócrata Olof Palme, a la edad de 52 años. Se trata del ciudadano sueco Stig Engström, conocido como hombre de Skandia (empresa en la que trabajaba), que falleció hace ya 20 años. Engström fue en un primer momento testigo en el caso y después, sospechoso. Al haber fallecido en el año 2000, las autoridades se ven incapaces de continuar con la investigación y han decidido ponerle punto final. Tras 34 años de pesquisas, la sociedad sueca se queda ahora con la agridulce sensación de que el caso está cerrado, pero no aclarado.

“Hemos llegado lo más lejos que hemos podido”, ha dicho Petersson en una comparecencia virtual –a causa de la prohibición de reuniones de más de 50 personas para prevenir los contagios de coronavirus– que ha sido seguida en directo por más de medio millar de periodistas en diferentes países. El asesinato de Palme, un hombre controvertido, defensor de los derechos humanos e incómodo para muchos Gobiernos a los que criticó abierta y duramente –como al de Estados Unidos por la intervención en la guerra de Vietnam; al sudafricano por el régimen del apartheid contra la mayoría negra; y a la dictadura franquista, entre otros–, representó un trauma para Suecia y conmocionó a toda la socialdemocracia europea la noche del 28 de febrero de 1986. Palme, primer ministro de Suecia entre 1969 y 1976 primero, y entre 1982 y 1986 después, murió efectivamente antes de entrar en el hospital en la madrugada del 1 de marzo.

Pese a que los investigadores no han sido específicos a la hora de desvelar el móvil del asesinato, se sabe que Engström, de padres suecos pero nacido en la India en 1934, había mostrado su rechazo al discurso político progresista de Palme días antes de pegarle dos tiros por la espalda. Los investigadores han señalado que los testimonios de algunos testigos han sido “de gran importancia” para acabar responsabilizando, ya definitivamente, al hombre de Skandia. Las declaraciones de estos han reiterado durante años y años que un hombre con abrigo oscuro y sombrero se esfumó de la escena del crimen por unas escaleras aquella fría noche. Según las imágenes recogidas por las cámaras del edificio de las oficinas de Skandia, donde Engström trabajaba como diseñador gráfico y donde estuvo ese viernes por la noche hasta tarde –al día siguiente, sábado, se iba a esquiar, pero tuvo que permanecer en la oficina en lugar de preparar el viaje, según le dijo a su esposa– el sospechoso salió del edificio poco antes de la hora del asesinato vistiendo precisamente un abrigo oscuro y un sombrero, tal como aparece en las imágenes de prensa de aquellos años ochenta. “Se dirigía al metro”, han sentenciado los investigadores. Justo el mismo camino que Palme y su esposa Lisbet recorrieron –sin guardaespaldas– aquel día después de ver la película Los hermanos Mozart en el Grand Cinema de Estocolmo.

El fiscal Petersson, frío, tranquilo y algo impasible ante la expectación que había despertado su comparecencia, sostiene como prueba del asesinato que el hombre de Skandia tuvo acceso a un revólver del mismo tipo y modelo con el que Palme fue tiroteado: un Magnum .357 Smith & Wesson. Pese a las últimas conjeturas en redes sociales y en la prensa local —que se añaden a la larguísima lista de hipótesis y teorías conspiranoicas que acarrea el caso Palme— en las que se llegó a decir que la policía había encontrado el arma, el fiscal ha insistido varias veces en que, después de 34 años, el arma sigue en paradero desconocido.

Otro indicio, quizás más llamativo que el de la pistola, es la revelación de que Engström era miembro de un club de tiro, según el fiscal. Las autoridades están prácticamente seguras de que él no era el propietario de la ya mítica Magnum .357 Smith&Wesson, pero que “alguien en su vecindario” de Estocolmo tenía una habitación de su casa “llena" de pistolas y que una coincide con el calibre utilizado para matar a Palme. Engström “tenía una [pistola] que parece que coincide con la del crimen”, ha dicho Petersson. “Creemos que Engström llevaba consigo una pistola aquella noche”, ha añadido.

El hombre de Skandia era ya un viejo conocido, pues fue él mismo quién a la mañana siguiente llamó a la policía para avisar de que él fue a la escena del crimen para socorrer a Palme y que estaba preocupado por que le pudieran confundir con el asesino. Tras años de estudio milimétrico y de vaivenes en la investigación, Petersson ha podido confirmar que la versión que dio Engström como testigo primero, y sospechoso después, no coincide con la información que revelan las cámaras de seguridad de su empresa, la declaración de su esposa y varios testimonios de otros testigos.

Las esperanzas de que el enigma se iba a resolver hoy eran altísimas en el país escandinavo de alrededor de diez millones de habitantes, pero han resultado en un “anticlímax”, describe por correo electrónico Ulf Bjereld, reputado politólogo de la Universidad de Gotemburgo y simpatizante del Partido Socialdemócrata, la formación de Palme. “Las expectativas de que el fiscal iba a presentar pruebas nuevas y sustantivas eran altas. Pero no, no había arma homicida, ni ADN, ni confesión, ni nuevos testimonios cruciales”, resume. “Sí, Stig Engström es realmente un sospechoso. Pero no hay evidencia clara de que él también sea el asesino”, opina.

El caso queda hoy, tras 12.522 días de misterio, cerrado; y el único responsable, el hombre de Skandia, ya no puede ser juzgado pese al ánimo del fiscal Petersson, que reabrió el caso en 2016, de arrojar un poco de luz en un magnicidio equiparado al del mítico presidente de Estados Unidos, John F. Kennedy, en 1963.

Investigación
Varios tertulianos políticos y algunos medios suecos habían avivado estos días el debate previo a una comparecencia oficial que ahora pone fin a 34 años de una investigación llena de descuidos y torpezas. Por ejemplo, no se acordonó con suficiente rapidez la escena del crimen, que fue contaminada; una de las dos balas fue hallada por una persona ajena a la investigación, entre otros descuidos.

La vía de investigación que iba tomando más fuerza era la sudafricana. Palme era un hombre abiertamente crítico con el régimen del apartheid y una semana antes de su muerte no solo pidió su abolición, sino que mostró su apoyo al Congreso Nacional Africano. “Apoyaba a los países del tercer mundo y su derecho a la independencia”, recuerda Bjereld. El hombre de Skandia, por otra parte, no estaba de acuerdo con la ideología, casi utópica, de Palme. Y así lo había hecho saber días antes del magnicidio.

Incluso el diario británico The Guardian publicaba este lunes una investigación en la que aseguraba, citando fuentes anónimas, que los servicios secretos suecos se habían reunido con sus homólogos sudafricanos el pasado 18 de marzo en Pretoria; y que estos le entregaron un dossier a los escandinavos. “No hay nada específico. Mucha gente nos ha contactado, pero desafortunadamente no hay pruebas suficientes [para inculpar a los servicios secretos de Sudáfrica]”, ha concluido el fiscal.

Palme era incómodo, incluso polarizador, recuerda el politólogo. “Mucha gente lo amaba, algunas personas lo odiaban. Era muy inteligente, un excelente retórico y su lenguaje político era muy ideológico”. Por eso, desde el principio, las hipótesis sobre la autoría -material e intelectual- se multiplicaron. El partido kurdo PKK, el KGB (servicios secretos soviéticos), Yugoslavia y hasta la CIA (servicios secretos de EE UU). Todos han sido sospechosos alguna vez de estar detrás de un magnicidio que conmocionó a la sociedad europea de finales del siglo pasado. “Las especulaciones continuarán, pero a nivel social creo que habrá una aceptación de que ahora sabemos lo que es posible que sepamos y que tal vez nunca obtengamos la respuesta absoluta sobre la pregunta sobre quién mató a Olof Palme”, sentencia Bjereld.

El magnicidio de un político carismático, tan popular como controvertido, tan respetado como detestado, supuso un trauma colectivo en Suecia. Porque la violencia política parecía algo totalmente ajeno a este país, cuna del estado de bienestar -hizo de Suecia una “superpotencia moral” con el feminismo como punta de lanza, resumen Bjereld-, donde un primer ministro pensaba que podía ir en metro al cine un viernes por la noche sin escolta.

https://elpais.com/internacional/2020-06-10/suecia-cierra-la-investigacion-del-asesinato-de-olof-palme-34-anos-despues-al-estar-muerto-el-unico-sospechoso.html

P. D.:
34 años después todo aparece tan sencillo y fácil. ¿Por qué no se dijo entonces? ¿Era porque el asesino vivía y podía contradecir la información? Y ahora muerto, por suicidio después de 20 años, no puede defenderse ni mostrar ninguna coartada.

Esta información, por su forma de aparecer, por los años transcurridos, por estar muerto el acusado, por los intereses en que Olof muriese por incómodo a tantas gentes, todas de derecha y algunas incluso racistas, por ser un político justo y bondadoso, por su defensa de la libertad, igualdad, solidaridad y la justicia frente al poderoso, por el asesinato también de su secretaria Anna Lindh. (¿esto no os recuerda algo de lo ocurrido con J. F. Kennedy y su hermano Robert?) y por muchas cosas más, parece toda una chapuza para cerrar el caso de manera burda. Y sobre todo, es una forma de anular cualquier indicio o sospecha de conspiración y acusar a una sola persona ya muerta, cortando así, o pretendiendo cortar, toda línea de investigación más creíble y explicable. Otra cosa muy distinta es conocer la verdad y hacer justicia. No parece que nada de ello se haya logrado.
 
No debemos olvidar el asesinato mediante carta bomba de Ruth First, una conocida activista sueca (?) antiapartheid y amiga personal de Olof Palme, asesinada cuatro años antes, en 1982.

Ni tampoco el caso de su camarada Anna Lindh, “dirigente socialdemócrata sueca opuesta a la invasión estadounidense de Iraq en 2003 asesinada el 11 de septiembre [11-S] de ese mismo año”, como se dice aquí. Curiosa la coincidencia en las fechas elegidas, aunque en este caso el móvil de los "autores intelectuales" se nos muestra con absoluta claridad. El que la apuñaló está condenado y siempre declaró que su móvil fue por odio e individual.

El ‘caso Palme’
(Editorial del 13-06-2020, El País)

El cierre en falso de la investigación del asesinato del político sueco no oscurece la vigencia de su legado

Con 36 años de retraso, el fiscal sueco Krister Petersson cerró el miércoles la investigación por el asesinato en Estocolmo del primer ministro Olof Palme y designó como culpable, sin aportar nuevas pruebas, a un diseñador gráfico, Stig Engström, conocido como El Hombre de Skandia (por la empresa en la que trabajaba), que se suicidó en el año 2000. Aunque la investigación ha concluido, el caso Palme está muy lejos de haber sido cerrado porque se mantienen abiertas la mayoría de las incógnitas que se plantearon aquella noche de febrero en la que el político sueco, un gigante de la socialdemocracia europea, fue asesinado cuando volvía caminando a casa con su esposa, sin escolta.

Durante todo este tiempo, la figura del primer ministro sueco ha mantenido un gran peso en la memoria colectiva de los europeos, un recuerdo que no solo está relacionado con su trágico final y con su asesinato, sino con la vigencia de su pensamiento y su acción política. Olof Palme fue un nombre crucial en la construcción del Estado de bienestar y dedicó su carrera a la lucha contra las injusticias, tanto en política internacional como en el terreno social. La idea central del modelo sueco de que, incluso en una economía de mercado, el Estado tiene la obligación de proporcionar servicios básicos de calidad a los ciudadanos, con una redistribución de la riqueza a través de los impuestos, forma parte de ese legado. Medidas como la del ingreso mínimo vital, recientemente aprobada en España, no son ajenas a la herencia de este político, que además ocupó un enorme espacio en la escena internacional.

Palme tenía muchos enemigos en el mundo porque fue una voz valiente, que puso lo que consideraba justo incluso por encima de los intereses económicos de su propio país. Fue un adversario declarado de la Sudáfrica racista del apartheid, de las dictaduras de Franco y de Pinochet, de la guerra de Vietnam o de la invasión de Checoslovaquia, y abogó por la desnuclearización de Europa. No guardó silencio ante las injusticias, defendiendo de manera formidable e incontrovertible sus convicciones. Este activismo, además de la consideración de que en Suecia no podía haberse planeado un crimen así, fue lo que llevó a la policía a descartar la pista interior desde el principio y a buscar complots internacionales detrás del magnicidio. Esto es lo que explica que el asesino señalado por la Fiscalía el miércoles estuviese en el radar de la policía desde el principio, pero nunca fuese investigado a fondo. Sin ninguna prueba nueva, su designación como culpable parece responder al viejo axioma de que una vez descartadas todas las demás opciones, lo que queda, por improbable que parezca, debe ser la verdad. Con un caso que no se ha cerrado del todo, Europa seguirá recordando a Palme por su vida, no por su muerte.

El exmercenario que avisó del asesinato de Olof Palme

sábado, 16 de mayo de 2020

¿Suecia o Portugal? Si buscamos enseñanzas contra la covid-19, empecemos por nuestro país vecino antes de viajar al Norte: datos y tiempos

Suecia: un país sin cuarentena, pero también sin colapso del sistema hospitalario (por ahora). ¿Por qué? ¿En qué nos hemos equivocado nosotros para no estar así? Preguntas así van a acompañarnos durante toda la desescalada. Son necesarias: es mediante la comparación entre países que podemos aprender qué podemos hacer mejor para luchar contra la pandemia. Pero hay que hacerlas de manera metódica para que nos informen correctamente, en lugar de confirmar nuestras preconcepciones.

Cuando comparemos un resultado determinado de la epidemia entre dos países, tratando de averiguar qué lo ha producido, deberíamos intentar en la medida de lo posible que todos los factores que puedan explicar la variación sean idénticos entre ambos. No hay dos países iguales, es cierto, pero podemos conseguir aproximaciones razonables.

Sigamos con el caso sueco: un país menos poblado, menos denso, con menor contacto físico en la interacción social que España, probablemente también con ancianos teniendo menos relación cotidiana entre ellos y con personas de otras generaciones. Donde además, y esto es crucial ante una epidemia, las medidas (a pesar de ser más leves) se tomaron antes que en España. Nosotros esperamos a confirmar 8.000 casos para decretar una cuarentena, pero con menos de 800 en Suecia ya estaban aconsejando distancia social y prohibiendo eventos masivos.

Así que lo justo es comparar a Suecia con países con características estructurales similares, donde las medidas tampoco se tomaron con particular retraso, pero sí fueron más duras. Dinamarca y Noruega, por ejemplo. Ambos decretaron confinamientos en la segunda mitad de marzo, con entre 1.000 y 2.000 casos confirmados. Y en ambos la curva de fallecimientos ha crecido menos que en Suecia. Así que la enseñanza escandinava no parece ser que las cuarentenas no salvan vidas.

Una cuarentena general, completa, es el último recurso cuando no quedan otros disponibles para detener al virus. Idealmente no deberíamos volver a necesitarla. Y si buscamos enseñanzas en nuestro entorno para evitarla, no tenemos que mirar tan lejos. Comparémonos con Portugal, país vecino y similar. Impuso medidas con menos casos, recogiendo, además, mejores datos (estimo que España registra de un 2% a un 4% de los casos reales, y Portugal, hasta un 17%). Empecemos por ahí, antes de viajar al Norte: datos y tiempos. @jorgegalindo

https://elpais.com/opinion/2020-05-06/suecia-o-portugal.html

sábado, 6 de junio de 2015

El interesante documental de Arte que podría pasar desapercibido. El Gladio sueco

Rafael Poch
La Vanguardia

Ahora que regresamos a una segunda edición de guerra fría -en realidad nunca terminó- y aparecen signos de desafío en ciertos países europeos, resulta muy interesante ver documentales como los que el canal Arte ofreció el pasado 5 de mayo, y que se volverá a divulgar el martes 12 y el lunes 18, naturalmente a las 8,55… de la mañana.

http://www.tv-replay.fr/redirection/05-05-15/le-grand-bluff-de-ronald-reagan-arte-11061776.html

Quienes llevamos algunos años en estos asuntos ya conocemos la sustancia de la guerra fría. Sabemos, por ejemplo, que el imperio occidental fue siempre el más agresivo y temerario, creando armas de destrucción masiva y protagonizando situaciones de enorme peligro nuclear, pero la generación joven, que ahora parece despertar, suele ignorar muchas cosas esenciales, que el conflicto de Ucrania -y en general la creciente tensión militar del Imperio del Caos con los llamados BRICs, las potencias emergentes- pone de suma actualidad.

Por ejemplo: los precios del petróleo están ahora muy bajos y vuelven a aparecer submarinos rusos junto a las costas de Suecia y Finlandia (repasen la prensa de octubre del año pasado y de abril y mayo de este año). Todo eso ya pasó con Reagan: utilizando a los saudíes se forzó la bajada de precios contra la URSS, igual que ahora se hace contra Rusia (y Venezuela). Respecto a los submarinos, el referido documental es interesante porque demuestra como una de las democracias más robustas del mundo, de la que estamos a varias galaxias de distancia, funcionó como una república bananera; con sus militares y sus poderes fácticos conspirando por cuenta de Washington contra su primer ministro electo, el magnífico Olof Palme, al que acabaron asesinando en 1986.

El documental no hace sino confirmar una de mis más asentadas convicciones, a saber; que en asuntos de Estado y muy especialmente de Estados imperiales, uno siempre se queda corto cuando piensa mal: la realidad siempre acaba siendo bastante peor y superando lo que los cretinos denominan “teorías de la conspiración” y que frecuentemente no son más que prudentes reservas y sanos escepticismos.

Las fuentes de este documental son, por orden de aparición; Thomas C. Reed, ex consejero de seguridad nacional de Estados Unidos, Herbert Meyer, consejero del jefe de la CIA, John F. Lehman, ex secretario de la Navy, Ingemar Engman, asistente del secretario de defensa sueco, Ola Frithofson, ex secretario de las juventudes socialistas suecas, Olof Franstedt, ex jefe de los servicios secretos suecos, Boris Pankin, ex embajador soviético en Estocolmo y último ministro de exteriores de la URSS, Caspar Weiberger, ex secretario de Defensa de Estados Unidos, Egon Bahr el ayudante de Willy Brandt que inventó la Ostpolitik, o James “Ace” Lyons, adjunto del jefe de operaciones de la Navy, además de algunos expertos suecos y noruegos.

El documental narra como con Reagan se formó en la Casa Blanca un nuevo sanedrín de “seguridad nacional” para radicalizar la tensión con Moscú a cuyo frente estaba Bill Casey, director de la CIA, ex banquero de Wall Street y director de la campaña electoral de Reagan. Eran amigos y entraba en su despacho sin llamar, por así decirlo. Ese nuevo Comité de Operaciones restableció las operaciones militares más provocadoras desde los años cincuenta en las fronteras más sensibles de la URSS, en la península de Kola, donde Moscú tenía, y tiene, una buena parte de su apuesta nuclear estratégica, tanto submarina como terrestre, recreando ataques inminentes que volvían locos a los rusos. Pero lo más interesante, como se ha dicho, es lo que se hizo contra la amenaza que representaba Olof Palme, el gran socialdemócrata que deseaba construir un sistema de seguridad integrado entre el Este y el Oeste, algo cuyo defecto explica, ahora, tantos años después del fin oficial de la guerra fría, que se haya llegado a situaciones como las de Ucrania.

Para evitar aquella distensión que Palme propugnaba con gran inteligencia, el establishment sueco, el ejército, los servicios secretos, la gran burguesía y lo que hay alrededor de su institución monárquica, naturalmente con la enorme ayuda de la prensa corporativa, logró sembrar la histeria en el país. Para ello bastó con pasear varios “submarinos soviéticos” con el periscopio al alza –lo que es del todo absurdo- por delante de bases militares suecas e incluso frente al palacio real en Estocolmo y algunas residencias secundarias del monarca. Pero los submarinos no eran soviéticos, sino americanos, británicos y en algunos casos italianos usados por los americanos. La finalidad era desenmascarar la política antibelicista de Palme, a quien los propios servicios secretos suecos consideraban un “traidor”, explica Olof Franstedt, su ex director. Los americanos se encargaban de susurrarles al oído a los almirantes y generales que aquel hombre era un “agente de influencia” del KGB. En ese susurro era muy activo el jefe del contraespionaje americano, James Jesus Angleston, explica Franstedt.

Mientras Palme convocaba al embajador Boris Pankin para darle la bronca por aquello y éste le aseguraba que no había ningún submarino (al final, desesperado de que no le creyera, le dijo que bombardeara de una puñetera vez aquellas naves misteriosas), todos estaban en el secreto. Cuando más tarde Pankin fue nombrado (último) ministro de exteriores de la URSS, en agosto de 1991, como no las tenía todas consigo (entonces los diplomáticos soviéticos desconfiaban del KGB y de sus militares como del diablo), pidió a sus amigos Vadim Bakatin y Evgeni Sháposhnikov, hombres de Gorbachov y amigos suyos puestos al frente del KGB y del Ministerio de Defensa, respectivamente, que buscaran en los archivos de sus agencias si había documentos sobre todos aquellos incidentes de submarinos de los años ochenta: no los había. Cero. En el documental, James “Ace” Lyons, el adjunto de la Navy, admite que todo fue un montaje. El resultado fue excelente: Antes de la operación el porcentaje de suecos que se declaraba “amenazado” por la URSS era del 27%, después de la operación eran el 83% (minuto 37 del documental).

Pero es que luego, el 28 de febrero de 1986, Palme fue asesinado, en un caso aun no resuelto, como las bombas de Luxemburgo de la OTAN y tantos otros crímenes de la red Gladio de la OTAN durante la guerra fría. En 1986, Gorbachov ya estaba en el Kremlin y la política de paz de Palme, disponía de un formidable nuevo factor a su favor: la extraordinaria disposición hacia ella del líder soviético. A Palme lo mataron tres semanas antes de que viajara a Moscú. Para Gorbachov, “no hay duda de que fue un asesinato político, porque amenazaba intereses muy poderosos partidarios de mantener el estado de cosas”.

Suecia creó una comisión de investigación por lo de los submarinos (también por lo de Palme, naturalmente sin resultado). Un miembro de esa comisión recuerda como desaparecían los documentos. “Un grupo de individuos que actuaba fuera del cuadro democrático sueco, no quería que su propio gobierno supiera lo que había pasado en realidad”, dice. Una manera muy nórdica de decir que en determinadas situaciones, la democracia con más solera de Europa, importa una higa. Imagínense la nuestra.

Bueno, últimamente los europeos vamos comprendiendo mucho de todo eso en propia carne. Los griegos, por ejemplo, ya son doctores en esa ciencia. Algunas consignas del 15-M incluso lo reflejaron con gran acierto. Pero cuando leo los periódicos y veo a todos esos nuevos jóvenes actores esperanzadores que aparecen en el horizonte, me pregunto si saben lo que significa, realmente, plantarle cara a una oligarquía, los riesgos que conlleva y el nivel de juego sucio al que se enfrentan cuando se intenta reformar lo verdaderamente esencial, trátense de un sistema de seguridad internacional, o de los intereses financieros de la cleptocracia local.
Fuente: http://blogs.lavanguardia.com/paris-poch/?p=100

lunes, 23 de febrero de 2015

“Hay que mejorar las condiciones de vida en la UE, no rebajarlas”. El jefe de Gobierno sueco apuesta por aplicar políticas socialdemócratas pero ajustadas a las nuevas realidades

De oficio soldador, sindicalista antes que primer ministro. El socialdemócrata Stefan Löfven (Estocolmo, 1957) dirige Suecia tras ganar los comicios en septiembre y evitar en el último minuto la caída de su flamante Gobierno. Gracias al apoyo del centroderecha, su antecesor en el poder y con cuyo presupuesto gobierna, superó el envite del partido antiinmigración Demócratas Suecos, la tercera fuerza (13% de los votos). En Madrid, horas antes de asistir a la cumbre convocada el sábado por el secretario general del PSOE, Pedro Sánchez, Löfven asegura: “Los socialdemócratas no podemos aplicar soluciones viejas a problemas nuevos”.

Pregunta. Usted ganó las elecciones con el peor resultado en la historia de su partido (31,2%). ¿Por qué ha perdido atractivo la socialdemocracia en Suecia?
Respuesta. No lo ha perdido, aunque los resultados no fueron tan buenos como queríamos. Durante ocho años, el Gobierno conservador no desarrolló el modelo social escandinavo, redujo subvenciones y subsidios sociales. El paro de larga duración es más alto ahora. Además, hay una economía global, empresas suecas que se han ido a otros países. Todo esto creó una sensación de incertidumbre para mucha gente, que no ve un futuro positivo en este entorno de economía global. El partido xenófobo Demócratas Suecos decía “tenemos la solución: que no haya tantos inmigrantes en Suecia”. Es fácil que alguien desesperado pueda sentirse atraído por soluciones desesperadas.

P. ¿Por qué tienen éxito los partidos xenófobos?
R. Tiene que ver con el miedo. En 2008, cuando era líder sindical, lo veía en los ojos de la gente. No entendían. El poder ya no está conectado a nivel nacional, sino internacional. Eso hace más difícil afrontar los cambios, pero por eso necesitamos una socialdemocracia europea y global.

P. ¿Cómo piensa recuperar la confianza?
R. El desempleo juvenil es el peor paro, porque niega el futuro a quien más lo necesita. Estamos introduciendo la garantía de los 90 días. En ese plazo un menor de 25 años recibirá trabajo, formación o ambas cosas. Además, invertiremos mucho más en vivienda, infraestructuras, política industrial. Y tendremos un sistema de bienestar social sólido. Las desigualdades son demasiado grandes. Somos un Gobierno feminista. Si se consigue la igualdad, la economía se potenciará.

P. ¿Qué soluciones ve a la crisis de la socialdemocracia en Europa?
R. La UE es muy importante para nosotros, un país de 9,7 millones de habitantes, porque nos da el tamaño para competir con EE UU y China. Pero el mercado laboral en Europa debe ser justo y hoy no lo es. En Suecia los trabajadores ven que hay una competencia desleal, una presión creciente sobre las condiciones de trabajo. La legislación europea debe garantizar que no haya dumping social. La idea básica de la UE es mejorar las condiciones de vida de las personas, no rebajarlas. Mejorar el mercado laboral es una parte muy importante en la política socialdemócrata. Hay que combinar la economía de mercado con la justicia social.

P. ¿Qué opina de las alternativas de izquierda como Syriza o Podemos?
R. La vía socialdemócrata es mejor. Es muy fácil estar en la oposición, pero hay que estar preparado para gobernar, que no es tan fácil.

P. ¿Les obligan a evolucionar?
R. Debemos cambiar porque cambia la realidad, no por esos partidos. No podemos aplicar soluciones viejas a problemas nuevos. Necesitamos más políticas socialdemócratas, pero hay que basarlas en la economía global; ajustarlas a las nuevas realidades, pero mantener nuestros valores.

P. Suecia ha sido el primer país que, siendo miembro de la UE, ha reconocido a Palestina. ¿Qué balance hace de esta decisión?

R. Reconocimos al Estado palestino porque creemos que es la manera de avanzar para conseguir una solución. Esto no significa que tomemos partido. Somos amigos de Israel y de Palestina, pero durante muchos años no hemos visto nada positivo. No creemos que el reconocimiento deba ser el resultado de una negociación: eso da un poder de veto a la otra parte. Deseamos que ambas estén al mismo nivel, que sean dos Estados que negocien en pie de igualdad. La diferencia entre una parte y otra es demasiado grande y el reconocimiento la reducirá. Tenemos que hacer algo antes de que sea demasiado tarde para aplicar una solución que incluya los dos Estados.

P. ¿Cuándo habrá embajador?
R. Está por decidir. Mantenemos un cónsul general.

P. ¿Cómo combatir el terrorismo?
R. Hay que utilizar la mano dura en el sentido de decir que la violencia no es tolerable. En Suecia estamos trabajando en una legislación similar a la española para que sea ilegal que las personas puedan ir a Siria y unirse al Estado Islámico. Pero al mismo tiempo tenemos que trabajar en la prevención, evitar que los jóvenes se sientan atraídos por estas cuestiones, quieran viajar a estos lugares, hacerse yihadistas. Hay que hacer un trabajo muy amplio en la sociedad civil, implicar a la gente, implicar a los clubes de fútbol... al movimiento scout, lo que sea, para asegurarnos de que todas las organizaciones civiles colaboren en la prevención y ayuden a impedir que los jóvenes se sientan atraídos por esas actividades. Esas son las vías, junto con la mejora de la integración.
Fuente: http://internacional.elpais.com/internacional/2015/02/22/actualidad/1424624536_013042.html

jueves, 27 de febrero de 2014

La prensa sueca afirma que Stieg Larsson sabía quién mató a Olof Palme

El novelista sueco facilitó a la policía pruebas que vinculan a los servicios secretos sudafricanos con el asesinato del político

El asesinato sin resolver del ex primer ministro  Olof Palme  (1927-1986) vuelve a los titulares de la prensa sueca cuando están a punto de cumplirse 28 años de su muerte. Según publica este martes el diario Svenska Dagbladet, el también fallecido escritor de novela negra Stieg Larsson, autor de la trilogía Millenium, entregó a la policía de su país 15 cajas llenas de supuestas pruebas que asocian los servicios secretos de Sudáfrica con la muerte del político socialdemócrata.

Larsson sospechaba del exoficial del Ejército sueco Bertil Wedin, un hombre cuyo nombre ya salió a la luz pública en los noventa por haber trabajado como mercenario desde 1970 para los servicios secretos sudafricanos. Según las investigaciones llevadas a cabo por Larsson, Wedin no solo sería el autor de la muerte de Palme, sino que estaría también detrás del asesinato de Ruth First, una conocida activista sueca antiapartheid y amiga personal de Olof Palme, asesinada cuatro años antes, en 1982.

Wedin ha negado al diario Svenska Dagbladet cualquier relación con los hechos. “No me importa que se conozca toda la verdad de lo sucedido, no tengo nada que perder porque sé que no soy el asesino”. El fiscal general que dirige ahora la investigación del asesinato de Palme, Kerstin Skarp, asegura que en estos momentos “no le estamos prestando demasiada atención a esa línea de investigación”. Algo que pone de manifiesto, según la compañera de Stieg Larsson, Eva Gabrielsson “lo desastrosa que ha resultado hasta la fecha la actuación policial en el caso Palme”.

Olof Palme, quien fuera primer ministro de Suecia entre 1969 y 1976 y entre 1982 y 1986, fue un político de gran peso para la socialdemocracia europea y mantuvo siempre un discurso anticolonialista, muy crítico no solo con Estados Unidos, sino también con el régimen del apartheid en Sudáfrica. Le mataron la noche del 28 de febrero de 1986 pasadas las once de la noche cuando volvía del cine a su casa caminando por las calles del centro de Estocolmo (Suecia) acompañado de su esposa, Lisbet Beck Friis. No llevaban guardaespaldas, un hombre se acercó a ellos y le disparó. El ex primer ministro perdió la vida minutos después. Tres años más tarde, en 1989, el delincuente común Christer Pettersson fue detenido y condenado por el asesinato, después de que la mujer de Olof Palme lo reconociera como el autor de los disparos. La condena fue anulada, sin embargo, poco después por el Tribunal Supremo de Suecia por falta de pruebas.

Desde entonces son muchas las teorías publicadas sobre la posible autoría de los hechos: desde grupos suecos de ultraderecha a una rama del PKK kurdo o los servicios secretos sudafricanos del apartheid. A esta última teoría apuntan las supuestas investigaciones llevadas a cabo por Stieg Larsson antes de morir de un ataque al corazón en 2004, cuando estaba inmerso en la redacción de un cuarto libro de la saga Milleniun, de la que se han vendido 75 millones de copias en 50 países.

El asesinato de Olof Palme prescribió hace 3 años, el 28 de febrero de 2011, al cumplirse los 25 años de su muerte. Sin embargo el Parlamento sueco decidió derogar esa prescripción para poder seguir investigando el crimen sin resolver más conocido de su historia reciente.
Fuente: El País.

miércoles, 12 de junio de 2013

¿Qué pasa en Suecia?

Vicenç Navarro

El Plural
Creo conocer bien Suecia. Cuando a principios de los años sesenta me fui de España por razones políticas, escogí irme a aquel país, donde los partidos socialdemócrata y comunista habían ayudado mucho a las fuerzas democráticas que luchaban contra la dictadura fascista (la historia de la resistencia antifascista catalana y española no se ha escrito todavía). Tales partidos nos habían dicho que si algún día tuviéramos que irnos de nuestro país, consideráramos Suecia como nuestra casa. Y así fue. En un día lluvioso de agosto (que siempre recordaré) inicié el camino hacia Suecia.

Yo era médico en aquel entonces y estaba en el Karolinska Hospital. Pero recibí la instrucción por parte de mis compañeros de la resistencia antifascista de que me formara y aprendiera del Estado del Bienestar sueco. Me dijeron que Franco iba a caer en cualquier momento –el optimismo de la resistencia era necesario para continuar la lucha contra uno de los regímenes más represivos que hayan existido en Europa (por cada asesinato político que cometió Mussolini, Franco cometió diez mil, según el estudioso más conocido del fascismo en Europa, el profesor Malekafis, de la Universidad de Columbia)-. No tenía ni idea de cómo realizar ese aprendizaje y se lo dije al gobierno sueco, que me derivó al economista más influyente de la socialdemocracia escandinava, el Sr. Gunnar Myrdal (que recibió más tarde el Premio Nobel de Economía), y a su esposa Alva Myrdal, una de las mentes más claras que yo haya conocido. Más tarde también conocí a Walter Korpi, el analista más conocedor de la realidad económica y social de Suecia, y a Carl-Henrik Hermansson, que había escrito el libro más crítico de la estructura de poder económico en Suecia (mi esposa, sueca, tradujo parte del libro al inglés), y que fue el Secretario General del Partido Comunista en el periodo 1964-1975, precursor del eurocomunismo. Fue así como cambié de profesión y comencé a estudiar economía política y economía social, habiendo tenido todas las personas citadas una gran influencia en mi trabajo. Y tuve la gran suerte de presenciar en primera fila uno de los debates más interesantes que yo haya visto jamás en las áreas de política económica y economía social.

El debate sobre como resolver la falta de trabajadores: inmigración versus integración de la mujer

Mírese como se mire, Suecia es un país poco poblado. Es enorme, casi tan grande como España (la superficie de Suecia es aproximadamente la de España sin Aragón) pero tenía entonces solo 7 millones y medio de habitantes. Y las autoridades del país eran conscientes de que iban a necesitar muchos más trabajadores de los que tenían. La pregunta era ¿de dónde obtendremos los nuevos trabajadores? Una respuesta, procedente de los conservadores y liberales, era que vendrían de la inmigración y, muy en especial, de los otros países escandinavos, principalmente Finlandia y Noruega, y de los países eslavos. Las izquierdas gobernantes entonces -el Partido Socialdemócrata y el Partido Comunista- priorizaban, en cambio, facilitar la integración de la mujer al mercado de trabajo. Lideradas por Alva Myrdal, propusieron y desarrollaron la infraestructura de servicios –como escuelas de infancia y servicios domiciliarios- que ayudaran a las familias y facilitaran la integración de la mujer al mercado de trabajo. También, por cierto, se enfatizó la necesidad de la corresponsabilidad en las tareas familiares, educando y socializando al hombre para que compartiera las tareas domésticas que hasta entonces asumía la mujer (hoy la mujer sueca pasa 28 horas a la semana realizando tareas familiares, y el hombre 22. En España son 42 y 9 horas respectivamente). Era, además, parte de la ideología de las izquierdas que la igualdad de género exigía la integración de la mujer al mercado de trabajo.

Y lo consiguieron. El 72% de las mujeres están integradas en el mercado de trabajo (En España es el 51%). Esta integración ha sido clave para explicar la riqueza del país (trabajo quiere decir riqueza) y su elevado nivel de ingreso de fondos (a través de impuestos) al Estado. El elevado nivel que los impuestos representan sobre el PIB se basa en el alto porcentaje de la población adulta que trabaja y en el elevado gravamen que sostiene el Estado del Bienestar más desarrollado que todavía hoy existe en Europa. La alta protección social es consecuencia y también causa del elevado nivel de desarrollo económico. Suecia ha mostrado durante muchas décadas que, en contra de lo que los conservadores y liberales asumen, el Estado del Bienestar es una necesaria inversión para lograr un elevado nivel de desarrollo económico, social y humano. Ni que decir tiene que persistían muchos problemas todavía en este modelo social. Pero sí que se había alcanzado un nivel de bienestar que se había convertido en un punto de referencia internacional.

La integración de la inmigración
El gobierno sueco permitió, naturalmente, la inmigración, pero no fue la prioridad para resolver el problema de escasez de mano de obra. Ahora bien, lo que sí se enfatizó fue que, si bien la integración de la mujer al mercado de trabajo era el tema prioritario, no podía descuidarse la inmigración. El inmigrante tenía que ser considerado como un ciudadano más con los mismos derechos que el ciudadano sueco. Aunque nunca formulado en estos términos, el eslogan de los sindicatos podría haber sido: “No damos prioridad a la inmigración pero sí al inmigrante”. La política gubernamental de las izquierdas estaba claramente orientada a la integración del inmigrante, lo cual requería su plena integración en el amplio esquema de protección social del país que se caracterizaba por su universalidad, es decir, por ser un derecho de toda la ciudadanía, sin dividirla por raza u origen étnico o cultural, división que siempre favorece al mundo empresarial.

El cambio de gobierno, con una coalición de partidos conservadores y liberales, ha cambiado esta situación. Esta universalidad se ha cuestionado y la protección social se ha diluido, el abanico salarial ha aumentado y el paro ha crecido. Todo ello ingredientes del estallido social. Sería injusto atribuir estos cambios exclusivamente a los gobiernos de derechas. Varios de ellos se iniciaron por el gobierno socialdemócrata. El compromiso con el pleno empleo, por ejemplo, se diluyó algo en los años ochenta, bajo la dirección de un Ministro de Finanzas que priorizó el control de la inflación. Y como ya había escrito Hermansson, el modelo social sueco estaba todavía lejos del proyecto socialista al cual las izquierdas aspiraban. Pero creo justo afirmar que la gran mayoría de cambios en camino regresivo han alcanzado su máximo desarrollo ahora en la época conservadora-liberal que ha seguido políticas públicas responsables del mayor crecimiento de las desigualdades que cualquier país de la OCDE (el club de países más ricos del mundo) haya experimentado. Tal crecimiento ha alimentado el descontento entre los sectores más vulnerables, con menos recursos. No hay plena conciencia de que es muy fácil desmontar el Estado del Bienestar de un país (como se está viendo en España). Y los estallidos sociales se han dado con mayor intensidad en las ciudades gobernadas por las fuerzas conservadoras y liberales. La comercialización de los servicios públicos, la introducción de los mal llamados mercados (como mecanismo de descohesión social), la desuniversalización de los Estados del Bienestar, tienen un coste: la descohesión social, que crea un estallido social.

Vicenç Navarro. El Plural
Vicenç Navarro es Catedrático de Políticas Públicas. Universidad Pompeu Fabra, y Profesor de Public Policy. The Johns Hopkins University 

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jueves, 13 de diciembre de 2012

Por qué el intervencionismo humanitario es un callejón sin salida. Cuidado con la izquierda anti-anti-guerra

Traducido del francés por Beatriz Morales Bastos.

Desde la década de 1990 y en particular desde la guerra de Kosovo en 1999 los adversarios de las intervenciones occidentales y de la OTAN han tenido que enfrentarse a lo que se podría llamar una izquierda (y una extrema izquierda) anti-anti-guerra que reúne a la socialdemocracia, a los verdes y la mayor parte de la izquierda radical (el Nuevo Partido Anticapitalista francés [1], diversos grupos antifascistas etc.) [2]. No se declara abiertamente a favor de las intervenciones occidentales y a veces las critica (en general, únicamente en relación a las tácticas seguidas y los intereses, petroleros o geoestratégicos, que se atribuyen a las potencias occidentales), pero emplea todas sus energías en “advertir” de las supuestas derivas de la izquierda que se sigue oponiendo firmemente a estas intervenciones. Nos llama a apoyar a las “víctimas” frente a los “verdugos”, a ser “solidarios con los pueblos frente a los tiranos”, a no ceder a un “antiimperialismo”, un “antiamericanismo” o un “antisionismo” simplistas y, sobre todo, a no aliarse a la extrema derecha. Después de los albano-kosovares en 1999, les tocó a las mujeres afganas, a los kurdos iraquíes y más recientemente a los pueblos libio y sirio a los que “nosotros” tenemos que proteger.

No se puede negar que la izquierda anti-anti-guerra ha sido extremadamente eficaz. La guerra en Iraq, que se había presentado bajo la forma de una amenaza pasajera, suscitó una oposición pasajera, aunque en la izquierda solo hubo una oposición muy débil a las intervenciones presentadas como “humanitarias”, como la de Kosovo, el bombardeo de Libia o actualmente la injerencia en Siria. Cualquier reflexión sobre la paz o el imperialismo simplemente se barrió ante la invocación del “derecho de injerencia” o del “deber de asistencia a un pueblo en peligro”.

Una extrema izquierda nostálgica de las revoluciones y de las luchas de liberación nacional tiende a analizar cualquier conflicto en el interior de un país dado como una agresión de un dictador contra su pueblo oprimido que aspira a la democracia. La interpretación, común a la izquierda y a la derecha, de la victoria de Occidente en la lucha contra el comunismo tuvo un efecto parecido.

La ambigüedad fundamental de la izquierda anti-anti-guerra radica en la cuestión de saber quién es el “nosotros” que debe proteger, intervenir, etc. Si se trata de la izquierda occidental, de los movimientos sociales o de las organizaciones de derechos humanos, hay que plantearles la pregunta que hizo Stalin a propósito del Vaticano: “¿Cuántas divisiones tienen?”. En efecto, todos los conflictos en los que se supone que “nosotros” tenemos que intervenir son conflictos armados. Intervenir significa intervenir militarmente y para ello hace falta tener los medios militares de hacerlo. Es evidente que la izquierda europea no tienen estos medios. Podría apelar a los ejércitos europeos para que interviniera en vez del de Estados Unidos, pero aquellos nunca lo han hecho sin un apoyo masivo de Estados Unidos, lo que hace que el mensaje real de la izquierda anti-anti-guerra sea: “¡Señores estadounidenses, hagan la guerra, no el amor!”. Mejor aún, como después de la debacle en Afganistán y en Irak, los estadounidenses ya no se van a arriesgar a enviar tropas de tierra se pide a las Fuerzas Aéreas estadounidenses, y solo a ellas, que vayan a bombardear a los países violadores de los derechos humanos.

Evidentemente, se puede mantener que el futuro de los derechos humanos se puede confiar a la atención y a la buena voluntad del gobierno estadounidense, de sus bombarderos y de sus drones. Pero es importante comprender que eso es lo que significan concretamente todos los llamamientos a la “solidaridad” y al “apoyo” a los movimientos secesionistas o rebeldes implicados en luchas armadas. En efecto, estos movimientos no tienen necesidad alguna de las consignas gritadas en “manifestaciones de solidaridad” en Bruselas o París, y no es eso lo que piden. Quieren armas pesadas y que se bombardee a sus enemigos, y eso solo se lo puede suministrar Estados Unidos.

Si la izquierda anti-anti-guerra fuera honesta, debería asumir esta elección y pedir abiertamente a Estados Unidos que bombardeara ahí donde se violen los derechos humanos. Pero entonces debería asumir esta elección hasta el final. En efecto, esa misma clase política y militar que se supone salva a las poblaciones “víctimas de sus tiranos” es la que hizo la guerra de Vietnam, el embargo y las guerras contra Irak, la que impone sanciones arbitraras a Cuba, Irán y a todos los países que no le gustan, la que apoya incondicionalmente a Israel, la que se opone por todos los medios, incluidos los golpes de Estado, a los reformadores de América Latina, de Arbenz a Chavez pasando por Allende, Goulart y otros, y la que explota descaradamente los recursos y a los y las trabajadoras por todo el mundo. Hace falta mucha buena voluntad para ver en esta clase política y militar el instrumento de salvación de las “víctimas”, pero es lo que en la práctica preconiza la izquierda anti-anti-guerra ya que, dadas las relaciones de fuerza en el mundo, no existe ninguna otra instancia capaz de imponer su voluntad por medios militares.

Evidentemente, el gobierno estadounidense apenas tiene conocimiento de la existencia de la izquierda anti-anti-guerra europea. Estados Unidos decide hacer o no la guerra en función de sus posibilidades de éxito, de sus intereses, de la oposición interna y externa a ella, etc. Y una vez desencadenada quiere ganarla por todos los medios. No tienen ningún sentido pedirle que haga solo buenas intervenciones, solo contra los verdaderos malos y con unos medios amables que salven a los civiles y a los inocentes.

Quienes pidieron a la OTAN que “mantuviera los progresos para las mujeres afganas”, como hizo Amnistía Internacional (USA) durante una reunión de la OTAN en Chicago [3], piden de hecho a Estados Unidos que intervenga militarmente y, entre otras cosas, que bombardee a civiles afganos y envíe drones a Pakistán. No tiene ningún sentido pedirle que proteja y no bombardee, porque así es como funcionan los ejércitos.

Uno de los temas favoritos de la izquierda anti-anti-guerra es pedir a quienes se oponen a las guerras que no “apoyen al tirano”, en todo caso, no a aquel cuyo país es atacado. El problema es que toda guerra necesita un esfuerzo generalizado de propaganda y que este se basa en la criminalización del enemigo y, sobre todo, de su dirigente. Para oponerse eficazmente a esta propaganda es necesario denunciar las mentiras de la propaganda, contextualizar los crímenes del enemigo y compararlos a los de nuestro propio campo. Es una tarea necesaria, aunque ingrata y arriesgada: se reprochará eternamente el menor error, mientras que todas las mentiras de la propaganda de guerra se olvidan una vez que terminan las operaciones.

Ya durante la Primera Guerra Mundial se acusó a Bertrand Russell y a los pacifistas británicos de “apoyar al enemigo”, pero si desmontaron la propaganda de los aliados no fue por amor al Kaiser alemán, sino por apego a la paz. A la izquierda anti-anti-guerra le encanta denunciar“el doble rasero” de los pacifistas coherentes que critican los crímenes de su propio campo pero contextualizan o refutan los que se atribuyen al enemigo del momento (Milosevic, Gadafi, Assad etc.), pero este “doble rasero” no es sino la consecuencia de una opción deliberada y legítima: contrarrestar la propaganda de guerra ahí donde se encuentra (es decir, en Occidente), propaganda que se basa ella misma tanto en una constante criminalización del enemigo atacado como en una idealización de aquellos que lo atacan.

La izquierda anti-anti-guerra no tiene ninguna influencia en la política estadounidense, pero eso no quiere decir que no tenga efectos. Por una parte, su retórica insidiosa ha permitido neutralizar todo el movimiento pacifista o en contra de la guerra, pero también ha hecho imposible toda postura independiente de un país europeo, como fue el caso de Francia bajo De Gaulle e incluso, en menor medida, bajo Chirac, o de la Suecia de Olof Palme. Hoy la izquierda anti-anti-guerra, que tienen una considerable repercusión mediática, atacaría inmediatamente esta postura por considerarla un “apoyo al tirano”, otro “Munich” o un “crimen de indiferencia”.

Lo que ha conseguido la izquierda anti-anti-guerra es destruir la soberanía de los Estados europeos frente a Estados Unidos y eliminar toda postura de izquierda independiente ante las guerras y ante el imperialismo. También ha llevado a la mayoría de la izquierda europea a adoptar posturas totalmente contradictorias con las de la izquierda latinoamericana y a erigirse en adversarios de países como China o Rusia que tratan de defender el derecho internacional (y tienen toda la razón al hacerlo).

Un aspecto extraño de la izquierda anti-anti-guerra es que es la primera en denunciar las revoluciones del pasado que llevaron al totalitarismo (Stalin, Mao, Pol Pot etc.) y que constantemente nos pone en guardia ante la repetición de estos “errores” del apoyo a dictadores hecho por parte de la izquierda de la época. Pero ahora que la revolución la llevan a cabo los islamistas, se supone que tenemos que creer que todo va a ir bien y aplaudir. ¿Y si la “lección que hay que aprender del pasado” fuera que las revoluciones violentas, la militarización y las injerencias extranjeras no eran la única o la mejor manera de realizar cambios sociales?

A veces se nos responde que hay que actuar “con urgencia” (para salvar a las víctimas). Aunque se aceptara este punto de vista, el hecho es que después de cada crisis la izquierda no hace ninguna reflexión sobre lo que podría ser una política que no fuera el apoyo a las intervenciones militares. Esta política debería dar un giro de 180° respecto a la que actualmente predica la izquierda anti-anti-guerra. En vez de pedir más intervenciones deberíamos exigir a nuestros gobiernos un respeto estricto del derecho internacional, la no injerencia en los asuntos internos de otros Estados y sustituir las confrontaciones por la cooperación. La no injerencia no es solo la no intervención en el plano militar, sino también en los planos diplomático y económico: nada de sanciones unilaterales, nada de amenazas durante negociaciones y trato de todos los Estados en pie de igualdad. En vez de “denunciar” sin parar a los dirigentes malos de países como Rusia, China, Irán y Cuba en nombre de los derechos humanos, algo que le encanta hacer a la izquierda anti-anti-guerra, deberíamos escucharles, dialogar con ellos y hacer comprender sus puntos de vista a nuestros conciudadanos

Evidentemente, esta política no resolvería los problemas de derechos humanos, en Siria o Libia o en otra parte. Pero, ¿qué los resuelve? La política de injerencia aumenta las tensiones y la militarización en el mundo. Los países que se sienten objeto de esta política, y son muchos, se defienden como pueden; las campañas de criminalización impiden las relaciones pacíficas entre Estados, los intercambios culturales entre sus ciudadanos e indirectamente el desarrollo de las ideas liberales que se supone que promueven los partidarios de la injerencia. A partir del momento en que la izquierda anti-anti-guerra abandonó todo programa alternativo ante esta política, renunció de hecho a tener la menor influencia en los asuntos del mundo. No es cierto que “ayude a las víctimas”, como ella pretende. Aparte de destruir toda resistencia que hubiera aquí al imperialismo y a la guerra, no hace nada y, a fin de cuentas, los únicos que reaccionan realmente son los gobiernos estadounidenses. Confiarles el bienestar de los pueblos es una actitud de desesperación absoluta.

Esta actitud es un aspecto de la manera cómo ha reaccionado la mayoría de la izquierda ante la “caída del comunismo”, apoyando exactamente lo contrario de las políticas seguidas por los comunistas, en particular en los asuntos internacionales, donde toda oposición al imperialismo y toda defensa de la soberanía era considerada por la izquierda una forma de paleoestalinismo.

Tanto la política de injerencia como la construcción europea, otro importante ataque a la soberanía nacional, son dos políticas de derecha. La una se basa en los intentos estadounidenses de hegemonía mundial y la otra en el neoliberalismo y la destrucción de los derechos sociales, justificados en gran medida por unos discursos “de izquierda”: los derechos humanos, el internacionalismo, el antirracismo y el antinacionalismo. En ambos casos una izquierda desorientada por el fin del comunismo buscó una tabla de salvamiento en el discurso “humanitario” y “generoso” completamente carente de un análisis realista de las relaciones de fuerza en el mundo. Con semejante izquierda, la derecha prácticamente no necesita ideología, le basta con la de los derechos humanos.

Con todo, estas dos políticas, la injerencia y la construcción europea, se encuentran hoy en un punto muerto: el imperialismo estadounidense se enfrenta a unas dificultades enormes tanto en el plano económico como diplomático; la política de injerencia ha logrado unir a gran parte del mundo en contra ella. Ya casi nadie cree en otra Europa, en una Europa social, y la Europa que existe realmente, neoliberal (la única posible) no suscita mucho entusiasmo entre los y las trabajadoras. Por supuesto, estos fracasos benefician a la derecha y a la extrema derecha, pero ello solo porque la mayor parte de la izquierda ha abandonado la defensa de la paz, del derecho internacional y de la soberanía nacional como condición previa a la democracia.

Notas:

[1] Véase sobre esta organización Ahmed Halfaoui, Colonialiste d’«extrême gauche»? Véase:
http://www.legrandsoir.info/colonialiste-d-extreme-gauche.html.

[2] Por ejemplo, en febrero de 2011, una octavilla distribuida en Toulouse preguntaba a propósito de Libia y de las amenenazas de “genocidio” por parte de Gadafi: “¿Dónde está Europa? ¿Dónde está Francia? ¿Dónde está Estados Unidos? ¿Dónde están las ONG?” y “¿Acaso el valor del petróleo y del uranio son más importantes que el pueblo libio?”. es decir, que los autores de la octavilla - firmada entre otros por Alternative Libertaire, Europe Écologie-Les Verts, Gauche Unitaire, LDH, Lutte Ouvrière, Mouvement de la Paix (Comité 31), MRAP, NPA31, OCML-Voie Prolétarienne Toulouse, PCF31, Parti Communiste Tunisien, Parti de Gauche31- rerpochaban a los occidentales que no intervinieran debido a intereses económicos. Nos preguntamos qué pensaron estos autores cuando el CNT libio prometió vender el 35% del petróleo libio a Francia (y ello independientemente de que se mantuviera o no esta promesa o de que el petróleo sea o no la causa de la guerra).

[3] Véase por ejemplo: Jodie Evans, Why I Had to Challenge Amnesty International-USA's Claim That NATO's Presence Benefits Afghan Women.
http://www.alternet.org/story/156303/why_i_had_to_challenge_amnesty_international-usa's_claim_that_nato's_presence_benefits_afghan_women.
Fuente (en francés): http://www.legrandsoir.info/reponse-a-la-gauche-anti-anti-guerre.html

Versión inglesa: http://www.counterpunch.org/2012/12/04/beware-the-anti-anti-war-left/
Jean Bricmont, Le grand soir/Counterpunch