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viernes, 26 de febrero de 2021

Freddie Figgers, el bebé al que abandonaron en la basura y ahora es un millonario tecnológico.


Freddie Figgers pasó de que se burlaran de él llamándolo "bebé basura" a ser un inventor millonario.

Según la más reciente cotización, la compañía de Freddie Figgers vale US$62 millones, algo que logró siendo buena gente y talentoso.

Figgers fue abandonado cuando era un bebé al lado de unos botes de basura en la Florida rural de Estados Unidos.

"Los niños solían burlarse de mí; me llamaban 'bebé basura', me decían 'nadie te quiere... eres sucio'. Recuerdo ocasiones en las que me bajaba del bus escolar y niños me agarraban y me tiraban en botes de basura y se reían de mí", contó en una entrevista de Jo Fidgen para el programa de la BBC "Outlook".

"Llegó al punto que mi padre me tenía que esperar en la parada del bus y me acompañaba a casa. Y los niños me acosaban aún más, burlándose de él: '¡Ja, ja! Miren a ese anciano con bastón'".

El padre de Figgers, Nathan, tenía 74 años y su madre, Betty May, 66 cuando lo acogieron.

Tenían hijos propios y habían acogido a decenas de otros niños a lo largo de los años -a muchos de ellos mientras sus propios padres estaban en prisión-, y habían planeado dejar de hacerlo pues ya eran viejos.

Pero, de repente, llegó Freddie.

No tenía a nadie que lo quisiera, así que lo adoptaron y lo criaron como propio.

Cuando Freddie empezó a hacer preguntas, Nathan le relató su historia.

"Me dijo: 'Te lo voy a contar sin rodeos. Tu madre biológica te abandonó y como yo y Betty no queríamos mandarte a casas de acogida, te adoptamos'. Yo me sentí como basura y siempre me acuerdo que me agarró por los hombros y me dijo: 'Nunca dejes que eso te indisponga'".

Betty May y Nathan Figgers habían decidido no acoger más niños... y llegó Freddie.

"Mis padres me dieron todo el amor que alguien pudiera querer jamás. Hicieron todo por mí. Nunca sentí la necesidad de buscar a mi familia biológica porque mi mamá y mi papá, mi Betty y mi Nathan, lo eran todo para mí, y yo los amaba".

"Son personas grandiosas. Me enseñaron a ser íntegro, a hacer siempre lo correcto, a nunca olvidar mis orígenes. Vi a mi padre siempre ayudando a la gente, deteniéndose en el camino a asistir a extraños, alimentando a los sin techo...

"Era un hombre increíble y yo quiero ser como él".

De basura a tesoro
Nathan tenía dos trabajos, como operario de mantenimiento, Betty May era trabajadora agrícola y, aunque no tenían mucho dinero, cuando Freddie tenía 9 años le compraron un regalo que cambió todo: una computadora Macintosh... averiada.

"Los fines de semana iba con mi padre a hacer lo que llamábamos 'buceo de basura', paseándonos por diferentes vecindarios en busca de cosas que la gente hubiera tirado, como dice el dicho: lo que para un hombre es basura, para otro es un tesoro".

"A mí siempre me habían fascinado las computadoras. Soñaba con una computadora Gateway pero no podíamos comprarla".

En esa ocasión, su padre lo llevó a una tienda de segunda mano donde convencieron al vendedor que les vendiera una computadora vieja y dañada, por la que pagaron US$24.

La computadora con la que vio su futuro.
"Yo estaba feliz. Como no prendía, la desarmé y me di cuenta de que un componente estaba roto y todo fluyó naturalmente. Mi padre trabajaba en mantenimiento tenía a disposición muchas cosas, como pistolas para soldar, radios, relojes..."

"Tome partes de una radio despertador y las soldé y tras unos 50 intentos finalmente logré que la computadora funcionara. Fue entonces que supe que eso era lo que quería hacer en mi vida".

"Esa computadora borró todo el dolor del acoso escolar. Mientras me molestaban en la escuela, yo pensaba cuánto quería regresar a casa a jugar con mi computadora".

"Aprendí a codificar (programar) a los 10 u 11 años y empecé a escribir programas básicos. Fue entonces que empecé a avanzar".

La pasión asalariada
Poco después de aprender el lenguaje de las computadoras, consiguió su primer trabajo. A los 12 años de edad.

"Yo asistía a un programa postescolar y me la pasaba en el laboratorio de computadoras".

"No había un técnico de computadoras así que cuando una máquina dejaba de funcionar, la desconectaban y la apilaban con las demás averiadas. Yo las cogía y reemplazaba las partes dañadas de unas con las buenas de otras".

En esa época, la directora ejecutiva del programa era la alcaldesa de la ciudad de Quincy y cuando vio lo que Freddie había hecho quedó asombrada, le pidió permiso a sus padres y se lo llevó al ayuntamiento.

Freddie Figgers niño FUENTE DE LA IMAGEN,CORTESÍA DE FREDDIE FIGGERS Pie de foto,

El pequeño Freddie empezó a abrirse camino en el mundo desde temprana edad.

Allá tenían decenas de computadoras averiadas y Freddie se dedicó a arreglarlas yendo todos los días después del colegio. Le pagaban US$12 por hora, pero "no era tanto por el dinero... ¡me divertía muchísimo!"

Tres años después, cuando tenía 15 años y seguía trabajando para la municipalidad, una firma ofreció un programa para monitorear los medidores de presión de agua por US$600.000. Los funcionarios pensaron que era mejor idea encargárselo a Freddie, quien creó el programa que necesitaban por el mismo salario que le venían pagando.

Fue entonces cuando tomó una decisión.
"Para entonces, la escuela me aburría así que decidí dejarlo y empezar mi propio negocio, aunque mis padres no estaban de acuerdo".

El zapato de papá
Cuando Freddie tenía 17 años, Nathan, su padre, enfermó de Alzheimer.

"Recuerdo una noche que nos fuimos a dormir después de ver una película de vaqueros que a él le gustaba mucho, y a las dos de la mañana me despertó, rifle en mano, convencido de que era el héroe del filme, diciéndome que tenía que irme de la ciudad. Logré quitarle el rifle y acostarlo pero a la mañana siguiente no estaba".

"Salía de casa pensando que lo estaban persiguiendo y a veces olvidaba ponerse la camisa o el pantalón, pero noté que nunca dejaba de ponerse los zapatos, así que les abrí las suelas, les puse un circuito, con un micrófono, un parlante y una tarjeta de red de amplio alcance e integré eso con mi laptop".

"Todo esto era antes de que existieran Apple o Google Maps, así que lo integré con Tomtom para que cuando mi padre desapareciera yo pudiera presionar un botón en mi computadora y preguntarle dónde estaba".

"Así me contestara 'no sé dónde estoy', apenas decía algo yo podía saber si estaba de pie, sentado o tendido en el suelo".

Los zapatos de su papá se convirtieron en un medio de comunicación y artilugio para ubicarlo.

El GPS que había creado le permitía además saber exactamente dónde estaba Nathan.

Llegó el momento en el que la familia empezó a insistir en que lo internaran en un hogar de ancianos, pero Freddie no lo permitió. Lo llevaba consigo a todas partes.

"Él no me abandonó a mí, así que yo no lo iba a abandonar a él".

Joven y único
Pocos años después, Freddie vendió la tecnología del zapato inteligente que había creado para cuidar de su padre por más de US$2 millones. Pero fue en esa época que la salud de Nathan se deterioró y murió.

Freddie nunca le pudo comprar el auto y el bote de pesca que le gustaban.

"Fue entonces que aprendí que el dinero no es más que una herramienta y me propuse hacer todo lo posible para tratar de dejar el mundo mejor cuando sea mi turno de irme, porque mi padre, sin ser rico, tuvo un impacto en la vida de mucha gente, y yo quería hacer lo mismo".

Y tenía un plan: lanzar una compañía de telecomunicaciones pues había detectado un vacío en el mercado: las grandes compañías no invertían en las zonas rurales como en la que él vivía -norte de Florida, sur de Georgia-, así que no había infraestructura para que disfrutaran de conexiones rápidas.

"La mayoría de la gente seguía usando conexión dial-up para acceder a internet. Así que, después de 394 intentos, finalmente la FCC me otorgó una licencia".

La FCC es la Comisión Federal de Comunicaciones, una agencia estatal independiente de Estados Unidos, bajo responsabilidad directa del Congreso. La FCC se encarga de la regulación (incluyendo censura) de telecomunicaciones interestatales e internacionales por radio, televisión, redes inalámbricas, teléfonos, satélite y cable.

Freddie Figgers usa su dominio de la tecnología para ayudar a otros.

Cuando Freddie por fin recibió su licencia como operador de telecomunicaciones, a los 21 años, se convirtió en la persona más joven y el único afroamericano en obtenerla.

Freddie empezó instalando cables de fibra óptica y construyendo torres telefónicas con sus propias manos a forjar una firma, Figgers Communications, valorada en decenas de millones de dólares.

Pero es lo que hace con sus ganancias lo que lo distingue.

Cadena de favores
La Fundación Figgers ofrece becas para estudiantes afroamericanos y contribuye con asistencia en situaciones de desastre. Durante esta pandemia ha estado suministrando equipos de protección individual y herramientas de aprendizaje digital para niños con desventajas.

Freddie, por su parte, sigue inventando productos para la salud, como los zapatos inteligentes que hizo para su padre.

La inspiración para otro de sus inventos fue otra experiencia traumática que tuvo a los 8 años, cuando con sus padres fueron a visitar al tío de Betty May y lo encontraron muerto, a causa de un coma diabético.

14 años después, creó un programa para tratar de evitar este tipo de muertes.

"Los diabéticos apuntaban sus niveles de azúcar en la sangre pero en las zonas rurales, como el sur de Georgia, donde vivía el tío de mi mamá, no había nadie que fuera a chequear con regularidad. Así que creé un glucómetro inteligente que tras tomar la medida, la comparte con tu teléfono, tus doctores, tus familiares y tu compañía de seguros, de manera que si algo es anormal, envía un alerta".

Betty May aún vive, aunque también sufre de Alzhéimer. "Ella siempre estuvo muy orgullosa de mí, aunque nunca entendió que yo trabajaba con computadoras... ¡creía que trabajaba con VCRs!".

¿Su consejo para otros?: "No dejes que tus circunstancias definan quién eres y dale a otras personas oportunidades".

miércoles, 30 de septiembre de 2020

El mundo no es como crees, los pobres no son pobres porque quieren

Publicamos un fragmento del libro dedicado a desmontar mitos, de la web de información internacional El Orden Mundial


Imagina que naces en Dinamarca y el destino ha querido que tu familia esté en el 10 % más pobre de sus habitantes. Aunque el país nórdico no es ni mucho menos de los peores sitios para nacer en el mundo, no cabe duda de que tampoco es sencillo formar parte del estrato más humilde. Tu intención, como es lógico, es salir de la pobreza a base de trabajo y también gracias al amplio sistema de bienestar danés. Lo más probable es que no lo consigas y mueras perteneciendo a ese mismo estrato. Eso mismo les ocurrirá a tus hijos, que en buena medida heredarán la falta de oportunidades que te tocó a ti a lo largo de la vida y desaparecerán del mundo sin haber disfrutado de una posición acomodada. Sin embargo, tus nietos es probable que estén cerca de la media del país. En aproximadamente sesenta años tu familia danesa habrá dejado atrás la pobreza para vivir en unas condiciones más o menos similares a las de la mayoría de la población del país.

Dos generaciones y más de medio siglo parece mucho tiempo, pero es el ascensor social más rápido que existe entre los países de la OCDE, las economías más avanzadas del planeta. En el resto de los países nórdicos serán tres generaciones (noventa años); en lugares como Canadá o España, cuatro generaciones; en Estados Unidos, cinco; en Francia, Alemania o Argentina, seis; mientras que en Colombia, el extremo opuesto, harán falta once generaciones (trescientos treinta años).

Es evidente que estas grandes disparidades encierran complejas explicaciones. La pobreza suele ser la consecuencia de multitud de cuestiones entrelazadas. Es complicado no ser pobre si tu país está constantemente arrasado por los conflictos armados, si la corrupción campa a sus anchas, si apenas tiene recursos que poder explotar o si permanece ajeno a las dinámicas internacionales, entre otras muchas variables. Sin embargo, para explicar todo esto a menudo se recurre a una llamativa simplificación: los pobres son pobres porque quieren. Según esta tesis, la pobreza y la riqueza son cuestiones de voluntad personal, un deseo sin ningún otro tipo de condicionante.

Compremos esta tesis por un segundo, aunque sea difícil entender las razones por las que una persona querría ser pobre. Supongamos que las personas que ya son ricas quieren seguir siendo ricas. Entonces ¿por qué en Estados Unidos desde hace cincuenta años existe una probabilidad del 60 % de que una nueva generación tenga menos ingresos que sus predecesores y una probabilidad superior al 50 % de que la riqueza de los hijos sea menor que la de los padres? Quizá existan factores más allá del simple deseo.

Esta lógica también es aplicable a otro mantra relativamente extendido según el cual los pobres son pobres porque no se esfuerzan. Se esfuercen o no, ¿por qué en muchos países, también desarrollados, lo más probable es que sigan siendo pobres al final de su vida? ¿Por qué en muchos países las personas más adineradas siguen siendo ricas al final de su vida, con independencia del empeño que pongan en ello? De nuevo, tal vez haya más factores aparte del esfuerzo personal. Los que tienen una influencia considerable en el desarrollo intergeneracional se pueden agrupar en dos niveles, más allá de que siempre existe un componente de imprevisibilidad que puede afectar (accidentes fortuitos, cuestiones genéticas como enfermedades, etc.).

El primero sería la simple y llana herencia, aunque no en un sentido estrictamente económico. Cada uno de nosotros tenemos, además de un sueldo y ciertos bienes, otros activos tales como un capital cultural (conocimientos) y un capital social (amistades, conocidos o distintos contactos personales o laborales). Todo suma a la hora de traspasar esa riqueza a la generación siguiente. Quizá tus descendientes no reciban propiedades inmobiliarias o acciones de bolsa, pero sí que pueden aprovecharse de una importante red de contactos que has desarrollado a lo largo de tu vida y que, de una forma u otra, les abre la puerta a distintas oportunidades educativas o laborales. Además, la tendencia natural a relacionarnos con personas de nuestro círculo cercano, que tendrán un perfil socioeconómico similar al nuestro, dificulta en algunos aspectos la movilidad social tanto en sentido ascendente como descendente. Quienes más activos heredan tienen muchos más recursos para poder mantenerse en el mismo estrato o incluso ascender, y quienes menos activos reciben de sus progenitores es más probable que se queden en el mismo punto o incluso que desciendan al tener muchas menos cartas que jugar.

Esta situación era lo que se venía produciendo hasta finales del siglo xix y principios del xx en la gran mayoría de los países occidentales: quienes más tenían (clases acomodadas o nobles) perpetuaban su estatus social y económico gracias a esa herencia. Para poner cierto freno a dicha retroalimentación, que solo creaba más desigualdad al acumular la riqueza en unas pocas manos y familias, se crearon los primeros impuestos sobre sucesiones, aunque no lograron reequilibrar la balanza. Esto solo se consiguió con el auge de los Estados del Bienestar.

Uno de los objetivos de los sistemas públicos de bienestar es, precisamente, corregir las ineficacias del modelo implantado hoy en día, y permitir que todo el mundo tenga las mismas oportunidades para adquirir una serie de mínimos activos que luego emplearán en la etapa adulta. Así, la educación pública garantiza que cualquier persona que lo desee o lo necesite tenga un mínimo capital cultural con el que luego manejarse con cierto margen para optar a distintos trabajos; la sanidad pública garantiza que una enfermedad no supone un desembolso importante para quien la padece, dejándolo sin recursos o con deudas (como a menudo ocurre en Estados Unidos), y las transferencias públicas (seguros de desempleo, jubilaciones, becas, etc.) hacen posible que una persona mantenga un mínimo nivel de vida y eso suponga, a su vez, un colchón de seguridad para la generación siguiente. Si alguien en una posición más o menos acomodada de pronto perdiese el trabajo y padeciese una enfermedad costosa, probablemente se quedaría en una situación de indigencia, y obligaría a sus hijos a partir desde ese punto en un futuro, no desde el que estaban. Así pues, ambos sistemas buscan a su manera impulsar hacia arriba y también evitar que caigan por debajo quienes ya han alcanzado ese nivel.

El resultado de estas políticas que distribuyen la riqueza está más que comprobado. El Índice de Gini mide la distribución de los ingresos en una sociedad. Un índice 100 significaría la desigualdad absoluta (una persona tiene todo y el resto, nada) y un índice 0 significaría que todas las personas ganan absolutamente lo mismo. Por los datos disponibles en Eurostat se puede comprobar que los ingresos antes de cualquier redistribución en todos los países de la Unión Europea se sitúan en una banda de entre 60 y 40 puntos; tras realizar transferencias (pensiones, ayudas, etc.), en la mayoría de los países cae por debajo de los 30 puntos.

Los países donde más se reduce la brecha son, precisamente, Suecia, Dinamarca o Finlandia, aquellos en los que se tarda menos generaciones en salir de la pobreza.

viernes, 30 de agosto de 2013

Las oportunidades están en África. Los expertos aconsejan a la empresa española invertir en Sudáfrica, Nigeria, Angola o Mozambique, donde se sitúa el despegue económico del continente

África es la gran ignorada por la empresa española, que en su internacionalización ha decidido centrarse en dos polos: Europa y Latinoamérica, se lamenta Lluís Renart, profesor del IESE. “Salvo en Marruecos y Túnez, donde actúan un millar de compañías españolas, y cierta presencia en Sudáfrica, las compañías españolas han elegido los polos opuestos a África para acometer su expansión. Olvidando este continente, donde existen grandes oportunidades que están pasando por alto”, indica Renart, quien lo conoce desde hace más de 20 años, los mismos que lleva la institución que representa ayudando a crear escuelas de negocios en África, concretamente en Nigeria, Egipto, Kenia, Angola y Costa de Marfil, donde actualmente estas instituciones son independientes y se han asociado al IESE.

“54 países situados relativamente cerca de España, a cuatro o cinco horas de vuelo y en el mismo uso horario, y con una población de 1.000 millones de habitantes” son las razones por las que Renart cree que las empresas españolas deben poner el radar de su proceso de internacionalización en África, “donde los países que crecen a un promedio anual del 5% están haciendo emerger una nueva clase media que está dinamizando el continente”.

El crecimiento económico y demográfico que está experimentando África representa ese gran potencial para la empresa española, apoya Alberto Zamora, director de consultoría de gestión de Accenture, quien piensa que “este continente liderará el crecimiento en los próximos 25 años. Hemos perdido el tren de Asia y no podemos perder el de África”.

Algunos países, como Sudáfrica, Namibia, Botsuana y Ghana, han avanzado tanto en seguridad jurídica y calidad de sus administraciones, que resultan tan seguros para los negocios como Perú y están mejor que Bolivia y Ecuador, donde las compañías españolas sí que están invirtiendo, sostiene Carlos Sebastián, catedrático de Teoría Económica de la Universidad Complutense de Madrid y autor del reciente libro Subdesarrollo y esperanza en África, en el que analiza la evolución del África subsahariana en los niveles de corrupción, el principal lastre de su economía.

Los países que han mejorado su gobernanza están atrayendo inversiones extranjeras, en su mayoría protagonizadas por empresas chinas, que se mueven mejor en un terreno más parecido al suyo. “Se están abriendo muchas oportunidades, y llegar el último no es bueno”, aconseja Sebastián a los empresarios nacionales.

Pero África son muchas realidades diferentes. Por eso, desde el punto de vista de la inversión, es necesario informarse sobre cada una de ellas para así priorizar países antes de exportar o implantarse en ellos. Los expertos consultados coinciden en que el Estado con más oportunidades para las empresas españolas, y, por tanto, el primero que deben analizar, ha de ser Sudáfrica. “Es el país más desarrollado y con mayor renta per capita de África. Tiene un riesgo financiero muy bajo, con un rating inferior al de España, y ofrece seguridad para operar”, según Alberto Zamora.

El representante de Accenture sitúa en segundo lugar de preferencia para las compañías españolas tres países, también muy distintos entre sí: Angola, Nigeria y Marruecos. En una fase de desarrollo más incipiente, pero con catalizadores para el desarrollo económico, estarían Mozambique y Kenia, cuyos Gobiernos planean inversiones importantes para los próximos cinco años en minería, petróleo y gas, tras haber descubierto importantes yacimientos, mantiene Zamora, que recomienda en última instancia Argelia y Egipto, “países para tener en el radar y penetrar en ellos una vez que los conflictos derivados de la primavera árabe se resuelvan”, añade.

Sudáfrica cuenta con 47 millones de habitantes y, tras haber desarrollado su minería, continúa Zamora, ahora emprende el desarrollo de su sector energético, para el que necesita construir todo tipo de infraestructuras, y aquí las compañías españolas podrían aportar su experiencia, sobre todo en instalaciones hidráulicas y de energías renovables, que son las que se están licitando actualmente. También existen oportunidades en telecomunicaciones, ya que el país va a ampliar su ancho de banda, así como en productos de consumo.

Nigeria es un país con más de 60 millones de habitantes, pero se prevé que en 2050 tenga 400 de los 2.000 millones que formarán la población africana, señala Renart. Con un crecimiento económico del 8%, tiene una floreciente clase media, que está propiciando que algunas de las grandes marcas de artículos de lujo se instalen allí. Los productos de consumo básico y los teléfonos móviles son negocios en crecimiento en un país que construye sus infraestructuras de electricidad, agua y transportes. “Debería ser el Brasil de África”, indica Accenture.

Angola crece más del 7% anual y tiene todas las infraestructuras por hacer tras la última guerra, que acabó en 2002. Las industrias extractivas y mineras tendrán oportunidades, como también las proveedoras de servicios, dice Renart. Lo mismo que el sector agroindustrial, donde los chinos se están haciendo con los terrenos cultivables.

También se podría hacer negocio con explotaciones avícolas y mataderos de pollos, como está haciendo Marruecos, indica Renart. Marruecos tiene como principal socio comercial a España; allí, considera Zamora, las oportunidades se plantean en el sector agroalimentario, energías renovables, turismo, agua, transportes y construcción de viviendas.

Kenia, Ghana, Tanzania, Etiopía, Costa de Marfil o Guinea Ecuatorial son otros de los países donde las empresas españolas pueden encontrar su espacio, según Sebastián y Renart.

Aprender el modelo de negocio

La escuela de negocios española IESE, que esta semana celebra su ascenso en el ranking internacional de Financial Times al puesto número siete del mundo, lleva trabajando en África desde que en 1991 fundase Lagos Business School en la capital nigeriana. “IESE es la escuela de negocios del mundo más implicada con África, donde hay unos 90 centros de formación de directivos, es decir, una media de dos por cada país”, explica Lluis Renart, profesor de la institución. Para Renart, África representa una importante labor técnica por delante. “Con cerca de 110 millones de personas con empleos fijos en el continente, pensamos que unos 10 millones de dirigentes empresariales necesitan formación”, asegura.

Las escuelas de negocios africanas que ha puesto en marcha IESE no suponen su única oferta allí. La institución acaba de abrir su MBA de dos años a Nigeria, donde los alumnos podrán pasar una estancia de 15 días para profundizar en su conocimiento sobre los negocios en África. “En el segundo curso, los alumnos realizan cuatro módulos de 15 días cada uno en las universidades asociadas de Estados Unidos, América Latina y ahora de África”, explica Alex Lago, profesor de IESE. Son cursos de tipo vivencial, indica, en los que la primera semana se hace una inmersión académica, así como visitas a fábricas y empresas. “Y durante la segunda semana, que es la verdadera novedad de este año en el programa, y tras una preparación previa, los participantes forman grupos de cinco para encargarse de realizar un trabajo de consultoría real para empresas africanas, en general, de pequeño tamaño o medio”, continúa Lago. Treinta alumnos acaban de probar la experiencia, pero IESE espera que en lo sucesivo, de los 280 alumnos que tiene su MBA, 60 pasen por Lagos.
Fuente: El País.

lunes, 4 de enero de 2010

Un país de oportunidades

Los EE.UU., son un país de oportunidades. Sí, tienen muchas cosas que no nos gustan, pero las enormes oportunidades que encontramos en él de progreso en los estudios, en el trabajo y en la vida en general, sólo se encuentra aquí. Podemos poner multitud de ejemplos, con uno bastaría. Es el caso de Maaza Mengiste, nacida en Etiopía y que se ha hecho escritora en USA, acaba de publicar su segundo libro, "Beneath The Lion`s Gaze" editada por W.W. Norton & Company, en él novela la vida en su país dede Haile Selassie hasta la vida actual donde han crecido el Reggae y la cultura pop Americana. ¿Donde iba a encontrar Maaza mayor difusión, influencias y oportunidades?
Leer la crítica en el NYT Book reviews aquí.