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jueves, 8 de septiembre de 2022

Y tras los incendios, matorrales. Cómo recuperar los bosques y hacerlos más resistentes al fuego

Por Víctor Resco de Dios | 23/08/2022 | Ecología social 

Europa está sumida en una de las peores sequías registradas hasta la fecha mientras los incendios se ceban con sus debilitados bosques.

Los matorrales conforman el ecosistema antrópico por excelencia en el sur del continente (aun cuando algunos puedan ser naturales). Fueron forjados con el fuego que renovaba el pasto para la Mesta, con la sobreexplotación al tratar de sostener a un imperio naval o con los intereses de la propiedad privada en las desamortizaciones, según el país.

Aunque esta tendencia se ha revertido en las últimas décadas y la superficie forestal ha aumentado, la sequía y los incendios incrementan el potencial para un nuevo episodio de deforestación y matorralización generalizada.

Estos ecosistemas pueden ser fuente de biodiversidad, pero la matorralización es reconocida como una de las principales amenazas para la amortiguación climática que nos aportan los bosques, desde el Amazonas hasta el Mediterráneo. No solo disminuye la asimilación de carbono en los matorrales, sino que también lo hace la lluvia en zonas de influencia convectiva y se altera el balance energético, amplificando el cambio climático.

¿Cómo podemos evitar la deforestación ahora que hemos entrado en la era de los megaincendios?

Restauraciones que miran al pasado
En primer lugar, debemos aclarar qué tipo de bosque queremos restaurar: ¿el ecosistema de antes del incendio o uno adaptado al clima futuro? Y, de elegir esto último, ¿a qué futuro? ¿Al del año 2050, 2100 o a otro todavía más lejano?

La restauración forestal siempre ha mirado atrás: buscaba establecer el tipo de bosque más maduro que fuera posible, en base al suelo disponible y al clima pasado. La propia palabra restaurar indica recuperar o volver a poner en el estado que antes tenía.

Pero en un escenario de clima cambiante, la reencarnación melancólica de un pasado que no volverá carece de sentido. Tampoco lo tiene volver a crear los ecosistemas que nos han llevado a la situación actual. ¿Qué podemos hacer entonces?

¿Repoblar o no repoblar?
Los incendios llevan 420 millones de años en la Tierra y la mayoría de las especies logran sobrevivir en el régimen de incendios al que están adaptadas.

En ocasiones, la repoblación será una necesidad urgente. Por ejemplo, cuando se ha quemado un bosque que está en la cabecera de una cuenca, en zonas con procesos erosivos importantes y donde haya problemas de corrimientos de tierras o de torrencialidad.

Pero cuando no haya urgencia, conviene dar una oportunidad a la regeneración natural y esperar unos años antes de actuar.

Especies resistentes al clima futuro
Se ha discutido mucho sobre si las repoblaciones deben ser con especies autóctonas o foráneas. Bajo un escenario de cambio climático este debate carece de sentido. Si plantamos las especies adaptadas al clima del pasado, corremos el riesgo de que mueran en unas pocas décadas. Por tanto, deberemos seleccionar las plantas adaptadas al clima por venir, que pueden ser especies que actualmente no crezcan en ese sitio, sino en otro más caluroso.

Para ello, disponemos de tres opciones diferentes. En primer lugar, deberemos echar mano de la variación intraespecífica. Esto es, para aquellas especies de distribución amplia, como lo son la mayoría de árboles, podemos seleccionar aquellas que procedan de una localidad más calurosa.

En segundo lugar, nos podemos plantear la sustitución de especies, como el carballo por la encina, por ejemplo. Este proceso se conoce como migración asistida.

Las plantaciones con especies foráneas, como los eucaliptos, también son una opción adecuada para la restauración de zonas agrícolas y baldíos, ya que, aparte de aportar cierto rendimiento económico que favorece a la estabilización de la población rural, se aumenta la fijación de carbono y se mejora la calidad de los suelos. Así se desprende de las conclusiones del mayor estudio global realizado hasta la fecha.

Las repoblaciones con eucaliptos también pueden servir de plantas nodrizas. Esto es, aportan sombra y mejoran las condiciones edáficas para la regeneración de árboles característicos de estadios maduros que son más exigentes que el frugal árbol australiano. La literatura ecológica lleva tiempo pidiendo que dejemos de demonizar a los eucaliptos y cabe recordar que, en contra de la opinión popular, estos bosques no arden más que otros tipos de vegetación.

En tercer lugar, podemos plantearnos el uso de árboles transgénicos, que vayan a soportar mejor la aridez. En nuestro laboratorio, por ejemplo, hemos desarrollado variedades de chopo que resisten mejor la sequía y la salinidad bajo condiciones de escasa fertilidad.

Los transgénicos se han criticado porque pueden contaminar el polen de los árboles no modificados genéticamente. Pero los que hemos desarrollado son estériles, por lo que son totalmente seguros desde un punto de vista ecológico. Por desgracia, la legislación actual está a años luz de la ciencia y todavía no permite este tipo de actuaciones, por lo menos en Europa.

Gestionar la regeneración (natural o artificial)
Incluso cuando apostamos por la regeneración natural, nos enfrentamos al mismo dilema del clima futuro. Tras el terrible incendio de Guadalajara (España) en 2005, por ejemplo, los robles, que son capaces de rebrotar, se recuperaron antes que los pinos, que carecen de esa facultad.

Si un incendio se vuelve a producir, es probable que los pinos se extingan de la zona, ya que no son capaces de soportar múltiples incendios, pero el roble sobrevivirá. Ahora bien, los modelos nos indican que el calor y la sequía que habrá en esa zona en unas décadas estará más allá del límite tolerable para los robles que, en consecuencia, sucumbirán frente a estas condiciones.

Los incendios recurrentes se llevarán por delante a los pinos y el cambio climático a los robles en zonas como la del incendio de Guadalajara (aunque el ejemplo es extensible a otras zonas). Por tanto, deberemos llevar a cabo diferentes actuaciones de gestión para preparar ese bosque ante el clima futuro: actuaciones de reducción de combustible como las quemas prescritas para que los incendios sean menos dañinos, claras para disminuir la competencia entre árboles y, si fuera necesario, plantaciones siguiendo alguna de las tres opciones antes planteadas.

Cuando decidamos repoblar debemos tener claro que es como tener un hijo: un compromiso que se establece durante muchos años y al que deberemos mantener y asignar recursos económicos durante 20 años, o más, para asegurar su correcto desarrollo. Plantar un bosque y olvidarse de él es como no volver a preocuparse del niño: puede comprometer su futuro. En el caso de las repoblaciones, porque estaremos plantando los fuegos del futuro: acabarán ardiendo en incendios de alta intensidad debido a la elevada carga de combustible.

Actualmente, vivimos de espaldas al cambio climático. No estamos preparando nuestros ecosistemas para la sequía ni para el fuego y, por tanto, estamos por la senda de la matorralización tras los megaincendios.

Víctor Resco de Dios. Profesor de ingeniería forestal y cambio global, Universitat de Lleida

Fuente: 

jueves, 22 de julio de 2021

Ikea sigue usando madera sucia

De acuerdo con una investigación de Earthsight, IKEA es cómplice en la tala de hasta cuatro millones de árboles en Siberia para la fabricación de mobiliario infantil de la serie Sundvik.

Nada más fácil que hacer propósito de enmienda. En julio de 2020 la ONG británica Earthsight publicó un informe que revelaba cómo la multinacional sueca había estado adquiriendo madera de Ucrania procedente de la tala ilegal para fabricar sus muebles. Un año más tarde, Earthsight vuelve a publicar otro informe, al que El Salto ha tenido acceso antes de su publicación, sobre la misma compañía y en el que denuncia exactamente las mismas prácticas.

En esta ocasión se trata de la fabricación de mobiliario infantil —concretamente el de la popular serie Sundvik y que además de muebles incluye una casa de muñecas— con madera procedente de la tala ilegal de bosques en Rusia, el mayor exportador de madera del mundo. De acuerdo con la investigación de Earthsight, IKEA es cómplice en la tala de hasta cuatro millones de árboles en Siberia. Como ocurrió con la investigación del año pasado centrada en Ucrania, esta madera estaba certificada como “legal” y “sostenible” por el Forest Stewardship Council (FSC), ayudando a encubrir la operación, antes de enviarse a un fabricante indonesio que suministra muebles a centros de IKEA de todo el mundo, incluyendo Estados Unidos, Reino Unido y la Unión Europea. La ONG británica ha llegado a calcular que alguien adquiere un producto que contiene esta madera cada dos minutos.

Earthsight ha invertido un año en visitar los lugares donde se produce la tala y analizar pormenorizadamente documentos oficiales y protocolos de aduanas

Como recuerda Earthsight, los bosques de Siberia son tan importantes como el Amazonas de Brasil y “las empresas madereras que suministran a IKEA y otros fabricantes están contribuyendo a una enorme pérdida de biodiversidad en la región, haciéndola cada vez más proclive a devastadores incendios”.

ExportLes

Como en sus investigaciones anteriores, Earthsight ha invertido un año en visitar los lugares donde se produce la tala y analizar pormenorizadamente documentos oficiales y protocolos de aduanas así como imágenes por satélite, una novedad que permite cazar a los infractores incluso en los lugares más remotos, como es el caso.

La matriz donde se origina este nuevo escándalo que salpica al gigante del mueble sueco es ExportLes, una empresa maderera propiedad del oligarca Evgueni Bakurov que opera en el oblast de Irkutsk. ExportLes ha estado acusada de violar las leyes de protección forestal y medioambiental en varias ocasiones, talando más árboles de los permitidos, también en zonas protegidas, bajo el pretexto de que se trataba de árboles enfermos.

La empresa maderera infringió hasta en 11 ocasiones entre 2012 y 2018 las licencias de tala, un delito gracias al cual acumuló 689.000 metros cúbicos adicionales de madera

Peor aún: en ocasiones los únicos árboles que quedan en pie son precisamente los muertos, porque no sirven para la producción de madera. Se trata de un modus operandi basado en los hechos consumados: cuando el sistema judicial ha terminado su investigación e incluso fallado en contra de Bakurov, el bosque ha desaparecido. Además, Earthsight denuncia que, como consecuencia de la tala, la erosión del suelo deja una peligrosa vía abierta para el control de inundaciones. Los operarios de ExportLes tampoco acostumbran a cumplir con la normativa que les obliga a retirar los restos de madera, lo que incrementa el riesgo de incendios, que se ceban con los bosques siberianos con una periodicidad cada vez más frecuente como consecuencia, también, del cambio climático. En 2019 la magnitud de los incendios forzó al Kremlin a movilizar a las fuerzas armadas para sofocarlos.

Bakurov se enorgullece con todo de su relación con Ikea. “Hemos elegido su compañía porque nos envía troncos más rápido de lo que nosotros podemos transferirle el dinero”, se dice que un representante de la empresa sueca le comunicó en una ocasión. Para conseguir esta proeza ExportLes recurre a algunas de las acciones ilegales arriba enumeradas. Según los documentos judiciales consultados por Earthsight, la empresa maderera infringió hasta en 11 ocasiones entre 2012 y 2018 las licencias de tala, un delito gracias al cual acumuló 689.000 metros cúbicos adicionales de madera, como señala la ONG británica, una cantidad suficiente para llenar el Royal Albert Hall casi ocho veces. Se calcula que ExportLes y otras empresas madereras propiedad de Bakurov (Deep Forest, Vertical-B y Vilis) han talado 2,16 millones cúbicos de madera de bosques protegidos en los últimos 10 años. Por este motivo, Earthsight denuncia que FSC incurre en ‘greenwashing’ a la hora de proporcionar su certificado a una madera que en realidad ha sido obtenido mediante la tala ilegal.

Una vez talada, la madera se envía a través de una firma de procesado de madera rusa, Uspekh, que suministra la materia después principalmente al fabricante de muebles indonesio PT Karya Sutarindo (PTKS), que se dedica a producir muebles, entre otros, para IKEA, que es su principal cliente (hasta un 96% de las ventas de PTKS en 2019 las registró la empresa sueca). Earthsight ha calculado que PTKS recibía troncos de 1.700 árboles mensuales procedentes, en su mayoría, de la tala ilegal realizada por ExportLes.

Estos muebles terminan a través de empresas de exportación europea en los expositores de las tiendas de IKEA de toda Europa. Quizá, en una ironía sombría, algunos de ellos terminen en Rusia, donde estos bosques centenarios, que han resistido durante siglos las bajas temperaturas extremas constituyen un símbolo nacional, apreciado por su población y que se encuentra presente como escenario en cuentos, mitos y leyendas de su rico folklore y hasta en el himno del país.

IKEA responde

Earthsight reclama a los gobiernos estadounidense y de la UE, como ha hecho antes, cambios en su legislación para evitar que se repitan casos como los de Ucrania, denunciado en su informe de 2020, o Rusia.

Como viene siendo práctica habitual de esta ONG británica, antes de publicar su informe lo remitieron a las empresas que en él aparecen, que negaron participar en cualquier tipo de actividad ilegal. IKEA reconoció recibir madera suministrada por las compañías de Bakurov, pero defendió que la madera había sido obtenida “legalmente”. Admitió, eso sí, que debido a algunas “prácticas preocupantes” que no especificó había suspendido sus relaciones con ExportLes esta primavera. FSC —no es la primera vez que se encuentra bajo sospecha— negó por su parte cualquier tipo de error en su certificación, pero retiró el sello a las empresas de Bakurov.

IKEA es el mayor consumidor de madera del mundo: 21 millones de metros cúbicos en 2019, casi el equivalente a un árbol por segundo

“Valoramos las acciones que IKEA y FSC han tomado en las últimas semanas”, afirma Sam Lawson, el director de Earthsight, en la nota de prensa remitida a los medios de comunicación, “pero siguen siendo completamente insuficientes”. “Se trata de problemas sistémicos que requieren soluciones sistémicas, que van más allá de un consumidor, de un suministrador o de un país”, continúa.

La ONG menciona en su informe el apetito voraz e insaciable de los consumidores europeos y asiáticos. Debido a su modelo de ‘fast furniture’, IKEA es el mayor consumidor de madera del mundo: 21 millones de metros cúbicos en 2019, casi el equivalente a un árbol por segundo. La posición de monipolio de la que goza la compañía –siempre a la búsqueda de nuevos mercados, mayores márgenes de beneficio y menores costes de producción– invita a las empresas de tala a violar la ley con tal de mantener como cliente a IKEA. “Los gobiernos en Europa y EE UU necesitan actuar urgentemente para detener el flujo de madera robada de una vez por todas”, apostilla Lawson. En las conclusiones de su informe, la ONG no deja lugar a dudas de que apelar al cliente es insuficiente: “Si la humanidad quiere evitar un colapso climático catastrófico, la única manera de que ocurra es a través de una acción gubernamental”.

Fuente: https://www.elsaltodiario.com/biodiversidad/ikea-investigacion-earthsight-tala-ilegal-arboles-rusia

jueves, 15 de octubre de 2020

Contando los (muchos) árboles del desierto

Imágenes por satélite de una agencia de inteligencia muestran la verdadera extensión vegetal en el desierto y el Sahel 

La imagen de la arena del desierto es tan poderosa que distorsiona la realidad. Aunque el Sáhara o el Sahel y la sabana más al sur no tienen selvas, sí esconden millones de árboles invisibles hasta ahora. El uso de imágenes por satélite de muy alta resolución, combinadas con un sistema de inteligencia artificial para barrer parte de una extensión tan enorme, han desvelado que hay mucho más verde de lo que se creía en esta porción de África. No forman bosques, pero cada solitario árbol cumple una función ecológica, a veces vital. 

Hasta no hace mucho, el instrumental a bordo de los satélites para estudiar la superficie terrestre tenía una resolución que no iba más allá de los 30 metros. Eso supone que un árbol que no tenga una copa de ese diámetro no exista para el satélite. Sin embargo, los sistemas de radar, láser o espectrometría han ido afinando hasta lograr resoluciones de menos de un metro. Los datos obtenidos con estas tecnologías son aún de uso casi exclusivamente militar (de los militares estadounidenses, en especial) o industrial.

Pero esta vez, un grupo de científicos ha podido estudiar miles de imágenes de la Agencia Nacional de Inteligencia (perteneciente al Departamento de Defensa de EE UU) registradas por una constelación de cuatro satélites de la empresa privada DigitalGlobe. Y se han encontrado con una verde sorpresa donde se supone que solo hay el marrón de la arena y la tierra: más de 1.800 millones de árboles y grandes arbustos.

La cantidad de árboles depende de las lluvias pero incluso en las zonas del desierto donde menos llueve hay 0,7 árboles por hectárea

La investigación, publicada en Nature, se centra en la porción más occidental del Sáhara, el Sahel y la sabana africana (entre los 12º y los 24º latitud norte), que ocupa amplias zonas de Argelia, el Sáhara Occidental, Mauritania, Senegal o Malí. Diseñaron un sistema de aprendizaje de máquinas que pudiera detectar los cambios de forma y color en el espectro reflejado por la superficie para que distinguiera entre arena, tierra desnuda, simple hierba, arbustos o árboles. Para entrenarlo, los autores del estudio revisaron personalmente imágenes con casi 90.000 árboles.

“Marqué las áreas con copa en las imágenes del satélite con una resolución de 50 centímetros y entrenamos el modelo con estos ejemplos”, dice el investigador de la Universidad de Copenhague (Dinamarca) y principal autor del estudio Martin Brandt. “Luego el modelo buscó en miles de imágenes y marcó las copas de los árboles de la misma forma que hicimos a mano”, añade el también científico del centro de vuelo espacial Goddard de la NASA. Para no confundir un árbol con un matorral, el sistema fue ajustado para que solo contara las copas con un área mayor de tres metros cuadrados.

Cantidad de árboles por hectárea en el área del estudio, en la porción occidental del Sáhara y el Sahel. MARTIN BRANDT
 
El trabajo muestra que fueron demasiado pesimistas, ya que la media del área de las copas fue mucho mayor, hasta los 12 metros cuadrados. Es decir en esta región tan árida hay 1.800 millones de árboles y cada uno cubre la superficie de una habitación más o menos grande. Eso es mucha sombra, pero también muchos recursos y servicios ecológicos en una parte del mundo donde hacen mucha falta.

“Son extremadamente importantes para la población rural local, que suelen depender de productos forestales. También fertilizan el suelo y aumentan el rendimiento de las cosechas, son claves para los ciclos del agua y nutrientes y el almacenamiento del carbono”, explica Brandt. Eso sin mencionar los servicios ecológicos que ofrecen a otras plantas y animales.

El número de estos árboles solitarios depende, como era de esperar, de las lluvias. En las zonas hiperáridas del desierto de arena, la densidad arbórea es de menos del 1% (0,7 árboles por hectárea) y va subiendo a medida que, yendo hacia el sur, aumentan las precipitaciones. La cifra sube a 9,9 árboles por hectárea en las áridas (precipitaciones anuales de entre 150 a 300 mm) o 30,1 árboles en las semiáridas (entre 300 y 600 mm anuales).

Son extremadamente importantes para la población local, fertilizan el suelo y son claves para los ciclo del agua y nutrientes" MARTIN BRANDT, GEOCIENTÍFICO DE LA UNIVERSIDAD DE COPENHAGUE Y DEL CENTRO GODDARD DE LA NASA

Todas estas cifras son solo una parte de la arboleda del desierto. Si incluyeran a los árboles con copas menores de tres metros cuadrados o arbustos más pequeños, los autores del estudio estiman que debe de haber otro 20% más de árboles. Más aún, el trabajo se ha centrado en los 1,3 millones de kilómetros cuadrados más occidentales de la región. Pero el Sáhara y el Sahel tienen una superficie conjunta 10 veces mayor. “Conocíamos bien esta zona por varios trabajos de campo y era también una prueba de concepto antes de proponernos hacer lo mismo en zonas mucho más grandes”, confía Brandt.

“En zonas áridas o semiáridas, con condiciones limitantes, hay especies con esa copa tan pequeña, casi arbustiva, y siguen siendo árboles” recuerda el investigador forestal de la Universidad Pablo de Olavide Raúl Sánchez, no relacionado con el estudio. Para Sánchez, este es un trabajo imponente si se puede extrapolar a otras regiones del planeta similares. “Combinado con el Sentinel y Copernicus [plataforma de satélites impulsada por la Agencia Espacial Europea] podríamos saber realmente la cobertura vegetal que tenemos en el planeta”.

Por debajo de los 300 milímetros de precipitaciones anuales (una cifra que en España se da en Almería y Murcia), los árboles empiezan a tenerlo complicado. “Su estrategia es la dispersión, abarcar el mayor espacio posible”, comenta el biólogo Luis Gonzaga. Este profesor de la E.T.S. de Ingenieros de Montes, Forestal y del Medio Natural de la Universidad Politécnica de Madrid (UPM) participó en 2017 en el mayor estudio realizado hasta entonces para cuantificar los árboles de las tierras secas usando imágenes de Google Earth. “Pero entonces descubrimos que había un 40% más de bosque en estas regiones. Ahora los han contado de forma individual”, destaca. Y cada uno de estos árboles, recuerda, “es un punto caliente de la biodiversidad en entornos donde la vida no debería existir”